MORADAS SEXTAS 4

Capítulo 4


Trata de cuando suspende Dios el alma en la oración con arrobamiento o éxtasis o rapto, que todo es uno a mi parecer, y cómo es menester gran ánimo para recibir tan grandes mercedes de su Majestad.



1 Con estas cosas dichas de trabajos y las demás, ¿qué sosiego puede traer la pobre mariposica? Todo es para más desear gozar al Esposo. Y su Majestad, como quien conoce nuestra flaqueza, vala habilitando con estas cosas y otras muchas para que tenga ánimo de juntarse con tan gran Señor y tomarle por Esposo.
2 Reíros heis de que digo esto y pareceros ha desatino, porque cualquiera de vosotras os parecerá que no es menester, y que no habrá ninguna mujer tan baja que no le tenga para desposarse con el rey. Así lo creo yo con el de la tierra, mas con el del cielo yo os digo que es menester más de lo que pensáis; porque nuestro natural es muy tímido y bajo para tan gran cosa, y tengo por cierto que, si no le diese Dios, con cuanto veis que nos está bien, sería imposible. Y así veréis lo que hace su Majestad para concluir este desposorio, que entiendo yo debe ser cuando da arrobamientos, que la saca de sus sentidos; porque si estando en ellos se viese tan cerca de esta gran Majestad, no era posible por ventura quedar con vida. Entiéndese arrobamientos que lo sean, y no flaquezas de mujeres como por acá tenemos, que todo nos parece arrobamiento y éxtasis y, como creo dejo dicho, hay complexiones tan flacas que con una oración de quietud se mueren.
Quiero poner aquí algunas maneras que yo he entendido, como he tratado con tantas personas espirituales, que hay de arrobamientos, aunque no sé si acertaré, como en otra parte que lo escribí esto y algunas cosas de las que van aquí, que por algunas razones ha parecido no va nada tornarlo a decir, aunque no sea sino porque vayan las moradas por junto aquí.
3 Una manera hay que, estando el alma, aunque no sea en oración, tocada con alguna palabra que se acordó u oye de Dios, parece que su Majestad desde lo interior del alma hace crecer la centella que dijimos ya, movido de piedad de haberla visto padecer tanto tiempo por su deseo, que abrasada toda ella como un ave fénix, queda renovada y piadosamente se puede creer perdonadas sus culpas; y así limpia, la junta consigo, sin entender aun aquí nadie sino ellos dos, ni aun la misma alma entiende de manera que lo pueda después decir, aunque no está sin sentido interior; porque no es como a quien toma un desmayo o paroxismo, que ninguna cosa interior ni exterior entiende.
4 Lo que yo entiendo en este caso es que el alma nunca estuvo tan despierta para las cosas de Dios ni con tan gran luz y conocimiento de su Majestad.
4. Parecerá imposible, porque si las potencias están tan absortas, que podemos decir que están muertas, y los sentidos lo mismo, ¿cómo se puede entender que entiende ese secreto?. Yo no lo sé, ni quizá ninguna criatura, sino el mismo Criador, y otras muchas cosas que pasan en este estado, digo en estas dos moradas; que ésta y la postrera se pudieran juntar bien, porque de la una a la otra no hay puerta cerrada. Porque hay cosas en la postrera que no se han manifestado a los que aún no han llegado a ella, me pareció dividirlas.
5 Cuando estando el alma en esta suspensión, el Señor tiene por bien de mostrarle algunos secretos, como de cosas del cielo y visiones imaginarias, esto sábelo después decir, y de tal manera queda imprimido en la memoria, que nunca jamás se olvida; mas cuando son visiones intelectuales, tampoco las sabe decir; porque debe haber algunas en estos tiempos tan subidas que no las convienen entender los que viven en la tierra para poderlas decir; aunque estando sana en sus sentidos, por acá se pueden decir muchas de estas visiones intelectuales. Podrá ser que no entendáis algunas qué cosa es visión, en especial las intelectuales. Yo lo diré a su tiempo, porque me lo ha mandado quien puede; y aunque parezca cosa impertinente, quizá para algunas almas será de provecho.
6 Pues diréisme: si después no ha de haber acuerdo de esas mercedes tan subidas que ahí hace el Señor al alma, ¿qué provecho le traen? ¡Oh hijas!, que es tan grande, que no se puede encarecer; porque, aunque no las saben decir, en lo muy interior del alma quedan bien escritas y jamás se olvidan.
Pues si no tienen imagen ni las entienden las potencias, ¿cómo se pueden acordar? Tampoco entiendo eso; mas entiendo que quedan unas verdades en esta alma tan fijas de la grandeza de Dios, que cuando no tuviera fe que le dice quién es y que está obligada a creerle por Dios, le adorara desde aquel punto por tal, como hizo Jacob cuando vio la escala, que con ella debía de entender otros secretos, que no los supo decir; que por sólo ver una escala que bajaban y subían ángeles, si no hubiera más luz interior, no entendiera tan grandes misterios.
7 No sé si atino en lo que digo, porque aunque lo he oído, no sé si se me acuerda bien. Ni tampoco Moisés supo decir todo lo que vio en la zarza, sino lo que quiso Dios que dijese; mas si no mostrara Dios a su alma secretos con certidumbre para que viese y creyese que era Dios, no se pusiera en tantos y tan grandes trabajos; mas debía entender tan grandes cosas dentro de los espinos de aquella zarza, que le dieron ánimo para hacer lo que hizo por el pueblo de Israel. Así que, hermanas, las cosas ocultas de Dios no hemos de buscar razones para entenderlas, sino que, como creemos que es poderoso, está claro que hemos de creer que un gusano de tan limitado poder como nosotros que no ha de entender sus grandezas. Alabémosle mucho, porque es servido que entendamos algunas.
8 Deseando estoy acertar a poner una comparación para si pudiese dar a entender algo de esto que voy diciendo, y creo no la hay que cuadre, mas digamos ésta: entráis en un aposento de un rey o gran señor, o creo camarín los llaman, adonde tienen infinitos géneros de vidrios y barros y muchas cosas, puestas por tal orden, que casi todas se ven en entrando. Una vez me llevaron a una pieza de estas en casa de la duquesa de Alba -adonde viniendo de camino me mandó la obediencia estar, por haberlos importunado esta señora-, que me quedé espantada en entrando, y consideraba de qué podía aprovechar aquella baraúnda de cosas, y veía que se podía alabar al Señor de ver tantas diferencias de cosas; y ahora me cae en gracia cómo me ha aprovechado para aquí; y aunque estuve allí un rato, era tanto lo que había que ver, que luego se me olvidó todo, de manera que de ninguna de aquellas piezas me quedó más memoria que si nunca las hubiera visto, ni sabría decir de qué hechura eran. Así acá, estando el alma tan hecha una cosa con Dios, metida en este aposento de cielo empíreo que debemos tener en lo interior de nuestras almas -porque claro está, que pues Dios está en ellas, que tiene alguna de estas moradas-, y aunque cuando está así el alma en éxtasis, no debe siempre el Señor querer que vea estos secretos -porque está tan embebida en gozarle, que le basta tan gran bien-, algunas veces gusta que se desembeba y de presto vea lo que está en aquel aposento; y así queda, después que torna en sí, con aquel representársele las grandezas que vio; mas no puede decir ninguna, ni llega su natural a más de lo que sobrenatural ha querido Dios que vea.
9 Luego ya confieso que fue ver y que es visión imaginaria. No quiero decir tal, que no es esto de que trato sino visión intelectual; que, como no tengo letras, mi torpeza no sabe decir nada; que, lo que he dicho hasta aquí en esta oración, entiendo claro que, si va bien, que no soy yo la que lo he dicho.
Yo tengo para mí que, si algunas veces no entiende de estos secretos en los arrobamientos el alma a quien los ha dado Dios, que no son arrobamientos, sino alguna flaqueza natural, que puede ser a personas de flaca complexión, como somos las mujeres, con alguna fuerza de espíritu sobrepujar al natural y quedarse así embebidas, como creo dije en la oración de quietud. Aquéllos no tienen que ver con arrobamientos, porque el que lo es, creed que roba Dios toda el alma para sí, y que como a cosa suya propia y ya esposa suya, la va mostrando alguna partecita del reino que ha ganado, por serlo; que por poca que sea, es todo mucho lo que hay en este gran Dios, y no quiere estorbo de nadie, ni de potencias, ni sentidos, sino de presto manda cerrar las puertas de estas moradas todas, y sólo en la que él está queda abierta para entrarnos. Bendita sea tanta misericordia, y con razón serán malditos los que no quisieren aprovecharse de ella y perdieren a este Señor.
10 ¡Oh hermanas mías, que no es nada lo que dejamos, ni es nada cuanto hacemos, ni cuanto pudiéremos hacer por un Dios que así se quiere comunicar a un gusano!
10. Y si tenemos esperanza de aun en esta vida gozar de este bien, ¿que hacemos?, ¿en qué nos detenemos?, ¿qué es bastante para que un momento dejemos de buscar a este Señor, como lo hacía la esposa por barrios y plazas? ¡Oh, que es burlería todo lo del mundo, si no nos llega y ayuda a esto, aunque duraran para siempre sus deleites y riquezas y gozos, cuantos se pudieren imaginar, que es todo asco y basura comparado a estos tesoros que se han de gozar sin fin! Ni aun éstos no son nada en comparación de tener por nuestro al Señor de todos los tesoros y del cielo y de la tierra.
11 ¡Oh ceguedad humana! ¿Hasta cuándo, hasta cuándo se quitará esta tierra de nuestros ojos? Que aunque entre nosotras no parece es tanta que nos ciegue del todo, veo unas motillas, unas chinillas, que, si las dejamos crecer, bastarán a hacernos gran daño; sino que, por amor de Dios, hermanas, nos aprovechemos de estas faltas para conocer nuestra miseria y ellas nos den mayor vista, como la dio el lodo del ciego que sanó nuestro Esposo; y así, viéndonos tan imperfectas, crezca más el suplicarle saque bien de nuestras miserias, para en todo contentar a su Majestad.
12 Mucho me he divertido sin entenderlo. Perdonadme, hermanas; y creed que, llegada a estas grandezas de Dios, digo a hablar en ellas, no puede dejar de lastimarme mucho ver lo que perdemos por nuestra culpa. Porque, aunque es verdad que son cosas que las da el Señor a quien quiere, si quisiésemos a su Majestad como él nos quiere, a todas las daría. No está deseando otra cosa, sino tener a quien dar, que no por eso se disminuyen sus riquezas.
13 Pues, tornando a lo que decía, manda el Esposo cerrar las puertas de las moradas y aun las del castillo y cerca; que en queriendo arrebatar esta alma, se le quita el huelgo de manera que, aunque dure un poquito más algunas veces los otros sentidos, en ninguna manera puede hablar; aunque otras veces todo se quita de presto y se enfrían las manos y el cuerpo de manera que no parece tiene alma, ni se entiende algunas veces si echa el huelgo. Esto dura poco espacio, digo para estar en un ser, porque quitándose esta gran suspensión un poco, parece que el cuerpo torna algo en sí y alienta para tornarse a morir, y dar mayor vida al alma, y con todo no dura mucho este tan gran éxtasis.
14 Mas acaece, aunque se quita, quedarse la voluntad tan embebida y el entendimiento tan enajenado, y durar así día, y aun días, que parece no es capaz para entender en cosa que no sea para despertar la voluntad a amar, y ella se está harto despierta para esto y dormida para arrostrar a asirse a ninguna criatura.
15 ¡Oh!, cuando el alma torna ya del todo en sí, ¡qué es la confusión que le queda y los deseos tan grandísimos de emplearse en Dios de todas cuantas maneras se quisiere servir de ella! Si de las oraciones pasadas quedan tales efectos como quedan dichos, ¿qué será de una merced tan grande como ésta? Querría tener mil vidas para emplearlas todas en Dios, y que todas cuantas cosas hay en la tierra fuesen lenguas para alabarle por ella. Los deseos de hacer penitencia, grandísimos; y no hace mucho en hacerla porque, con la fuerza del amor, siente poco cuanto hace y ve claro que no hacían mucho los mártires en los tormentos que padecían, porque con esta ayuda de parte de nuestro Señor, es fácil, y así se quejan estas almas a su Majestad cuando no se les ofrece en qué padecer.
16 Cuando esta merced les hace en secreto, tiénenla por muy grande; porque cuando es delante de algunas personas, es tan grande el corrimiento y afrenta que les queda, que en alguna manera desembebe el alma de lo que gozó, con la pena y cuidado que le da pensar qué pensarán los que lo han visto. Porque conocen la malicia del mundo, y entienden que no lo echarán por ventura a lo que es, sino que, por lo que habían de alabar al Señor, por ventura les será ocasión para echar juicios.

17. En alguna manera me parece esta pena y corrimiento falta de humildad, mas ello no es más en su mano; porque si esta persona desea ser vituperada, ¿qué se le da?. Como entendió una que estaba en esta aflicción de parte de nuestro Señor: no tengas pena, que o ellos han de alabarme a mí, o murmurar de ti; y en cualquiera cosa de éstas ganas tú. Supe después que esta persona se había mucho animado con estas palabras y consolado; y porque si alguna se viere en esta aflicción, os las pongo aquí. Parece que quiere nuestro Señor que todos entiendan que aquel alma es ya suya; que no ha de tocar nadie en ella; en el cuerpo, en la honra, en la hacienda, enhorabuena, que de todo se sacará honra para su Majestad; mas en el alma, eso no; que si ella, con muy culpable atrevimiento, no se aparta de su Esposo, él la amparará de todo el mundo y aun de todo el infierno.
17 No sé si queda dado algo a entender de qué cosa es arrobamiento, que todo es imposible, como he dicho; y creo no se ha perdido nada en decirlo para que se entienda lo que lo es; porque hay efectos muy diferentes en los fingidos arrobamientos. No digo fingidos, porque quien los tiene quiere engañar, sino porque ella lo está; y como las señales y efectos no conforman con tan gran merced, queda infamada, de manera que con razón no se cree después a quien el Señor la hiciere. Sea por siempre bendito y alabado, amén, amén.



Capítulo 5


Prosigue en lo mismo, y pone una manera de cuando levanta Dios el alma con un vuelo del espíritu en diferente manera de lo que queda dicho. Dice alguna causa porque es menester ánimo. Declara algo de esta merced que hace el Señor por sabrosa manera. Es harto provechoso.



1 Otra manera de arrobamientos hay o vuelo del espíritu le llamo yo -que aunque todo es uno en la sustancia, en el interior se siente muy diferente-, porque muy de presto algunas veces se siente un movimiento tan acelerado del alma, que parece es arrebatado el espíritu con una velocidad que pone harto temor, en especial a los principios; que por eso os decía que es menester ánimo grande para a quien Dios ha de hacer estas mercedes, y aun fe y confianza y resignación grande de que haga nuestro Señor del alma lo que quisiere. ¿Pensáis que es poca turbación estar una persona muy en su sentido y verse arrebatar el alma (y aun algunos hemos leído que el cuerpo con ella) sin saber adónde va, qué o quién la lleva, o cómo?; que al principio de este momentáneo movimiento no hay tanta certidumbre de que es Dios.
2 Pues ¿hay algún remedio de poder resistir? En ninguna manera; antes es peor; que yo lo sé de alguna persona; que parece quiere Dios dar a entender al alma que, pues tantas veces con tan grandes veras se ha puesto en sus manos, y con tan entera voluntad se le ha ofrecido toda, que entienda que ya no tiene parte en sí, y notablemente con más impetuoso movimiento es arrebatada; y tomaba ya por sí no hacer más que hace una paja cuando la levanta el ámbar, si lo habéis mirado, y dejarse en las manos de quien tan poderoso es, que ve es lo más acertado hacer de la necesidad virtud. Y porque dije de la paja, es cierto así, que con la facilidad que un gran jayán puede arrebatar una paja, este nuestro gran gigante y poderoso arrebata el espíritu.
3 No parece sino que aquel pilar de agua que dijimos -creo era en la cuarta morada, que no me acuerdo bien- que con tanta suavidad y mansedumbre, digo sin ningún movimiento, se henchía, aquí desató este gran Dios, que detiene los manantiales de los aguas y no deja salir la mar de sus términos, los manantiales por donde venía a este pilar del agua; y con un ímpetu grande se levanta una ola tan poderosa que sube a lo alto esta navecica de nuestra alma. Y así como no puede una nave, ni es poderoso el piloto, ni todos los que la gobiernan, para que las olas, si vienen con furia, la dejen estar adonde quieren, muy menos puede lo interior del alma detenerse en donde quiere, ni hacer que sus sentidos ni potencias hagan más de lo que les tienen mandado, que lo exterior no se hace aquí caso de ello.
4 Es cierto, hermanas, que de sólo irlo escribiendo me voy espantando de cómo se muestra aquí el gran poder de este gran Rey y Emperador; ¿qué hará quien pasa por ello? Tengo para mí, que si los que andan muy perdidos por el mundo, se les descubriese su Majestad, como hace a estas almas, que aunque no fuese por amor, por miedo no le osarían ofender. Pues ¡oh, cuán obligadas estarán las que han sido avisadas por camino tan subido a procurar con todas sus fuerzas no enojar este Señor! Por él os suplico, hermanas, a las que hubiere hecho su Majestad estas mercedes u otras semejantes, que no os descuidéis con no hacer más que recibir. Mirad que quien mucho debe, mucho ha de pagar.
5 Para esto también es menester gran ánimo, que es una cosa que acobarda en gran manera, y si nuestro Señor no se le diese, andaría siempre con gran aflicción; porque mirando lo que su Majestad hace con ella y tornándose a mirar a sí, cuán poco sirve para lo que está obligada, y eso poquillo que hace, lleno de faltas y quiebras y flojedad, que por no se acordar de cuán imperfectamente hace alguna obra, si la hace, tiene por mejor procurar que se le olvide y traer delante sus pecados y meterse en la misericordia de Dios, que, pues no tiene con qué pagar, supla la piedad y misericordia que siempre tuvo con los pecadores.
6 Quizá le responderá lo que a una persona que estaba muy afligida delante de un crucifijo en este punto, considerando que nunca había tenido qué dar a Dios ni qué dejar por él: díjole el mismo Crucificado consolándola, que él le daba todos los dolores y trabajos que había pasado en su Pasión, que los tuviese por propios para ofrecer a su Padre. Quedó aquel alma tan consolada y tan rica, según de ella he entendido, que no se le puede olvidar, antes cada vez que se ve tan miserable, acordándosele, queda animada y consolada.
Algunas cosas de éstas podría decir aquí, que como he tratado tantas personas santas y de oración, sé muchas; porque no penséis que soy yo, me voy a la mano. Esta paréceme de gran provecho para que entendáis lo que se contenta nuestro Señor de que nos conozcamos, y procuremos siempre mirar y remirar nuestra pobreza y miseria, y que no tenemos nada que no lo recibimos. Así que, hermanas mías, para esto y otras muchas cosas que se ofrece a un alma que ya el Señor la tiene en este punto, es menester ánimo; y a mi parecer, para esto postrero, más que para nada, si hay humildad. Dénosla el Señor, por quien El es.
7 Pues tornando a este apresurado arrebatar el espíritu, es de tal manera que verdaderamente parece sale del cuerpo, y por otra parte claro está que no queda esta persona muerta; al menos ella no puede decir si está en el cuerpo o si no, por algunos instantes. Parécele que toda junta ha estado en otra región muy diferente de en ésta que vivimos, adonde se le muestra otra luz tan diferente de la de acá, que si toda su vida ella la estuviera fabricando junto con otras cosas, fuera imposible alcanzarlas. Y acaece que, en un instante, le enseñan tantas cosas juntas que en muchos años que trabajara en ordenarlas con su imaginación y pensamiento no pudiera de mil partes la una. Esto no es visión intelectual, sino imaginaria, que se ve con los ojos del alma muy mejor que acá vemos con los del cuerpo, y sin palabras se le da a entender algunas cosas; digo como si ve algunos santos, los conoce como si los hubiera mucho tratado.
8 Otras veces, junto con las cosas que ve con los ojos del alma, por visión intelectual se le representan otras, en especial multitud de ángeles con el Señor de ellos; y sin ver nada con los ojos del cuerpo ni del alma, por un conocimiento admirable que yo no sabré decir, se le representa lo que digo y otras muchas cosas que no son para decir. Quien pasare por ellas, que tenga más habilidad que yo, las sabrá quizá dar a entender, aunque me parece bien dificultoso. Si esto pasa estando en el cuerpo, o no, yo no lo sabré decir; al menos ni juraría que está en el cuerpo ni tampoco que está el cuerpo sin el alma.
9 Muchas veces he pensado, si como el sol estándose en el cielo, que sus rayos tienen tanta fuerza que no mudándose él de allí, de presto llegan acá, si el alma y el espíritu, que son una misma cosa, como lo es el sol y sus rayos, puede, quedándose ella en su puesto, con la fuerza del calor que le viene del verdadero Sol de Justicia, alguna parte superior salir sobre sí misma. En fin, yo no sé lo que digo; lo que es verdad es que, con la presteza que sale la pelota de un arcabuz cuando le ponen el fuego, se levanta en lo interior un vuelo -que yo no sé otro nombre que le poner-, que aunque no hace ruido, hace movimiento tan claro que no puede ser antojo en ninguna manera; y muy fuera de sí misma, a todo lo que puede entender, se le muestran grandes cosas; y cuando torna a sentirse en sí, es con tan grandes ganancias y teniendo en tan poco todas las cosas de la tierra para en comparación de las que ha visto, que le parecen basura, y desde ahí adelante vive en ella con harta pena, y no ve cosa de las que le solían parecer bien, que no le haga dársele nada de ella. Parece que le ha querido el Señor mostrar algo de la tierra adonde ha de ir, como llevaron señas los que enviaron a la tierra de promisión los del pueblo de Israel, para que pase los trabajos de este camino tan trabajoso, sabiendo adónde ha de ir a descansar.
10. Aunque cosa que pasa tan de presto no os parecerá de mucho provecho, son tan grandes los que deja en el alma que si no es por quien pasa, no se sabrá entender su valor.
10 Por donde se ve bien no ser cosa del demonio; que de la propia imaginación es imposible, ni el demonio podría representar cosas que tanta operación y paz y sosiego y aprovechamiento deja en el alma, en especial tres cosas muy en subido grado: conocimiento de la grandeza de Dios, porque mientras más cosas viéremos de ella, más se nos da a entender; propio conocimiento y humildad de ver cómo cosa tan baja en comparación del Criador de tantas grandezas la ha osado ofender ni osa mirarle; la tercera, tener en muy poco todas las cosas de la tierra, si no fueren las que puede aplicar para servicio de tan gran Dios.
11 Estas son las joyas que comienza el Esposo a dar a su esposa, y son de tanto valor que no las pondrá a mal recaudo; que así quedan esculpidas en la memoria estas vistas, que creo es imposible olvidarlas hasta que las goce para siempre, si no fuese para grandísimo mal suyo; mas el Esposo que se las da es poderoso para darle gracia que no las pierda.
12 Pues tornando al ánimo que es menester, ¿paréceos que es tan liviana cosa?; que verdaderamente parece que el alma se aparta del cuerpo, porque se ve perder los sentidos y no entiende para qué. Menester es que le dé el que da todo lo demás. Diréis que bien pagado va este temor. Así lo digo yo. Sea para siempre alabado el que tanto puede dar. Plega a su Majestad que nos dé para que merezcamos servirle, amén.



Capítulo 6


En que dice un efecto de la oración que está dicha en el capítulo pasado; y en qué se entenderá que es verdadera y no engaño. Trata de otra merced que hace el Señor al alma para emplearla en sus alabanzas.



1 De estas mercedes tan grandes queda el alma tan deseosa de gozar del todo al que se las hace, que vive con harto tormento, aunque sabroso; unas ansias grandísimas de morirse, y así, con lágrimas muy ordinarias pide a Dios la saque de este destierro. Todo la cansa cuanto ve en él; en viéndose a solas, tiene algún alivio, y luego acude esta pena, y en estando sin ella, no se hace. En fin, no acaba esta mariposica de hallar asiento que dure; antes, como anda el alma tan tierna del amor, cualquier ocasión que sea para encender más este fuego la hace volar, y así, en esta morada son muy continuos los arrobamientos, sin haber remedio de excusarlos, aunque sea en público, y luego las persecuciones y murmuraciones, que aunque ella quiera estar sin temores, no la dejan, porque son muchas las personas que se los ponen, en especial los confesores.
2 Y aunque en lo interior del alma parece tiene gran seguridad por una parte, en especial cuando está a solas con Dios, por otra anda muy afligida; porque teme si la ha de engañar el demonio, de manera que ofenda a quien tanto ama, que de las murmuraciones tiene poca pena, si no es cuando el mismo confesor la aprieta, como si ella pudiese más.
2. No hace sino pedir a todos oraciones y suplicar a su Majestad la lleve por otro camino, porque le dicen que lo haga, porque éste es muy peligroso; mas como ella ha hallado por él tan gran aprovechamiento, que no puede dejar de ver que le lleva, como lee y oye y sabe, por los mandamientos de Dios que va al cielo, no lo acaba de desear, aunque quiere, sino dejarse en sus manos. Y aun este no lo poder desear le da pena, por parecerle que no obedece al confesor; que en obedecer y no ofender a nuestro Señor le parece que está todo su remedio para no ser engañada; y así no haría un pecado venial de advertencia porque la hiciesen pedazos, a su parecer; y aflígese en gran manera de ver que no se puede excusar de hacer muchos sin entenderse.
3 Da Dios a estas almas un deseo tan grandísimo de no le descontentar en cosa ninguna, por poquito que sea, ni hacer una imperfección, si pudiese, que por sólo esto, aunque no fuese por más, querría huir de las gentes, y ha gran envidia a los que viven y han vivido en los desiertos. Por otra parte, se querría meter en mitad del mundo, por ver si pudiese ser parte para que un alma alabase más a Dios; y si es mujer, se aflige del atamiento que le hace su natural, porque no puede hacer esto, y ha gran envidia a los que tienen libertad para dar voces publicando quién es este gran Dios de las Caballerías.
4 ¡Oh pobre mariposilla, atada con tantas cadenas que no te dejan volar lo que querrías! Habedla lástima, mi Dios, ordenad ya de manera que ella pueda cumplir en algo sus deseos para vuestra honra y gloria. No os acordéis de lo poco que lo merece y de su bajo natural. Poderoso sois Vos, Señor, para que la gran mar se retire y el gran Jordán, y dejen pasar los hijos de Israel; no la hayáis lástima, que, con vuestra fortaleza ayudada, puede pasar muchos trabajos; ella está determinada a ello y los desea padecer; alargad, Señor, vuestro poderoso brazo; no se le pase la vida en cosas tan bajas; parézcase vuestra grandeza en cosa tan femenil y baja para que, entendiendo el mundo que no es nada de ella, os alaben a Vos, cuéstele lo que le costare, que eso quiere, y dar mil vidas porque un alma os alabe un poquito más a su causa, si tantas tuviera; y las da por muy bien empleadas y entiende con toda verdad que no merece padecer por Vos un muy pequeño trabajo, cuánto más morir.
5 No sé a qué propósito he dicho esto, hermanas, ni para qué, que no me he entendido. Entendamos que son estos los efectos que quedan de estas suspensiones o éxtasis, sin duda ninguna; porque no son deseos que se pasan sino que están en un ser, y cuando se ofrece algo en que mostrarlo, se ve que no era fingido. ¿Por qué digo estar en un ser? Algunas veces se siente el alma cobarde, y en las cosas más bajas, y atemorizada y con tan poco ánimo que no le parece posible tenerle para cosa: entiendo yo que la deja el Señor entonces en su natural para mucho mayor bien suyo, porque ve entonces que, si para algo le ha tenido, ha sido dado de su Majestad, con una claridad que la deja aniquilada a sí y con mayor conocimiento de la misericordia de Dios y de su grandeza, que en cosa tan baja la ha querido mostrar. Mas, lo más ordinario, está como antes hemos dicho.
6 Una cosa advertid, hermanas, en estos grandes deseos de ver a nuestro Señor: que aprietan algunas veces tanto que es menester no ayudar a ellos sino divertiros, si podéis, digo; porque en otros, que diré adelante, en ninguna manera se puede, como veréis. En estos primeros, alguna vez sí podrán, porque hay razón entera para conformarse con la voluntad de Dios, y decir lo que decía san Martín; y podráse volver la consideración si mucho aprietan; porque como es, al parecer, deseo que ya parece de personas muy aprovechadas, ya podría el demonio moverle, porque pensásemos que lo estamos, que siempre es bien andar con temor. Mas tengo para mí que no podrá poner la quietud y paz que esta pena da en el alma, sino que será moviendo con él alguna pasión, como se tiene cuando por cosas del siglo tenemos alguna pena. Mas a quien no tuviere experiencia de lo uno y de lo otro, no lo entenderá, y pensando es una gran cosa, ayudará cuanto pudiere, y haríale mucho daño a la salud; porque es continua esta pena, o al menos muy ordinaria.
7 También advertid que suele causar la complexión flaca cosas de estas penas, en especial si es en unas personas tiernas que por cada cosita lloran; mil veces las hará entender que lloran por Dios, que no sea así. Y aun puede acaecer ser -cuando viene una multitud de lágrimas, digo, por un tiempo que a cada palabrita que oiga o piense de Dios no se puede resistir de ellas- haberse allegado algún humor al corazón, que ayuda más que el amor que se tiene a Dios, que no parece han de acabar de llorar; y como ya tienen entendido que las lágrimas son buenas, no se van a la mano ni querrían hacer otra cosa, y ayudan cuanto pueden a ellas. Pretende el demonio aquí que se enflaquezcan de manera que, después, ni puedan tener oración ni guardar su regla.
8 Paréceme que os estoy mirando cómo decís que qué habéis de hacer si en todo pongo peligro, pues en una cosa tan buena como las lágrimas me parece puede haber engaño; que yo soy la engañada; y ya puede ser, mas creed que no hablo sin haber visto que le puede haber en algunas personas, aunque no en mí; porque no soy nada tierna, antes tengo un corazón tan recio, que algunas veces me da pena; aunque cuando el fuego de adentro es grande, por recio que sea el corazón, destila como hace una alquitara; y bien entenderéis cuándo vienen las lágrimas de aquí, que son más confortadoras y pacifican, que no alborotadoras, y pocas veces hacen mal. El bien es en este engaño, cuando lo fuere, que será daño del cuerpo -digo, si hay humildad- y no del alma; y cuando no le hay, no será malo tener esta sospecha.
9 No pensemos que está todo hecho en llorando mucho, sino que echemos mano del obrar mucho y de las virtudes, que son las que nos han de hacer al caso, y las lágrimas vénganse cuando Dios las enviare, no haciendo nosotras diligencias para traerlas. Estas dejarán esta tierra seca regada, y son gran ayuda para dar fruto; mientras menos caso hiciéremos de ellas, más, porque es agua que cae del cielo; la que sacamos, cansándonos en cavar para sacarla, no tiene que ver con ésta, que muchas veces cavaremos y quedaremos molidas, y no hallaremos ni un charco de agua, cuánto más pozo manantial. Por eso, hermanas, tengo por mejor que nos pongamos delante del Señor y miremos su misericordia y grandeza y nuestra bajeza, y dénos él lo que quisiere, siquiera haya agua, siquiera sequedad: él sabe mejor lo que nos conviene. Y con esto andaremos descansadas y el demonio no tendrá tanto lugar de hacernos trampantojos.
10 Entre estas cosas penosas y sabrosas, juntamente da nuestro Señor al alma algunas veces unos júbilos y oración extraña, que no sabe entender qué es. Porque si os hiciere esta merced, le alabéis mucho y sepáis que es cosa que pasa la pongo aquí. Es, a mi parecer, una unión grande de las potencias, sino que las deja nuestro Señor con libertad para que gocen de este gozo, y a los sentidos lo mismo, sin entender qué es lo que gozan y cómo lo gozan. Parece esto algarabía, y cierto pasa así, que es un gozo tan excesivo del alma que no querría gozarle a solas, sino decirlo a todos para que le ayudasen a alabar a nuestro Señor, que aquí va todo su movimiento. ¡Oh, qué de fiestas haría y qué de muestras, si pudiese, para que todos entendiesen su gozo! Parece que se ha hallado a sí y que, como el padre del hijo pródigo, querría convidar a todos, y hacer grandes fiestas por ver su alma en puesto que no puede dudar que está en seguridad, al menos por entonces. Y tengo para mí, que es con razón, porque tanto gozo interior de lo muy íntimo del alma, y con tanta paz, y que todo su contento provoca a alabanzas de Dios, no es posible darle el demonio.
11 Es harto, estando con este gran ímpetu de alegría, que calle y pueda disimular, y no poco penoso. Esto debía sentir san Francisco, cuando le toparon los ladrones, que andaba por el campo dando voces y les dijo que era pregonero del gran Rey; y otros santos que se van a los desiertos por poder pregonar lo que san Francisco estas alabanzas de su Dios. Yo conocí uno llamado fray Pedro de Alcántara -que creo lo es, según fue su vida-, que hacía esto mismo, y le tenían por loco los que alguna vez le oyeron. ¡Oh, qué buena locura, hermanas, si nos la diese Dios a todas! Y ¡qué mercedes os ha hecho de teneros en parte que, aunque el Señor os haga ésta y deis muestras de ello, antes será para ayudaros que no para murmuración, como fuerais si estuvierais en el mundo, que se usa tan poco este pregón que no es mucho que le murmuren!
12 ¡Oh desventurados tiempos y miserable vida en la que ahora vivimos, y dichosas a las que les ha cabido tan buena suerte que estén fuera de él! Algunas veces me es particular gozo, cuando estando juntas, las veo a estas hermanas tenerle tan grande interior, que la que más puede, más alabanzas da a nuestro Señor de verse en el monasterio, porque se les ve muy claramente que salen aquellas alabanzas de lo interior del alma. Muchas veces querría, hermanas, hicieseis esto, que una que comienza despierta a las demás. ¿En qué mejor se puede emplear vuestra lengua, cuando estéis juntas, que en alabanzas de Dios, pues tenemos tanto por qué se las dar?
13 Plega a su Majestad que muchas veces nos dé esta oración, pues es tan segura y gananciosa; que adquirirla no podremos, porque es cosa muy sobrenatural; y acaece durar un día, y anda el alma como uno que ha bebido mucho, mas no tanto que esté enajenado de los sentidos; o un melancólico, que del todo no ha perdido el seso, mas no sale de una cosa que se le puso en la imaginación ni hay quien le saque de ella.
Harto groseras comparaciones son éstas para tan preciosa causa, mas no alcanza otras mi ingenio; porque ello es así que este gozo la tiene tan olvidada de sí y de todas las cosas, que no advierte ni acierta a hablar, sino en lo que procede de su gozo, que son alabanzas de Dios. Ayudemos a esta alma, hijas mías, todas; ¿para qué queremos tener más seso?; ¿qué nos puede dar mayor contento? Y ayúdennos todas las criaturas, por todos los siglos de los siglos, amén, amén, amén.





MORADAS SEXTAS 4