1 Samuel (BPD) 10

La unción de Saúl como rey

10 1 Samuel tomó el frasco de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl.
Luego lo besó y dijo: “¡El Señor te ha ungido como jefe de su herencia! 2
Hoy mismo, cuando te hayas alejado de mí, encontrarás a dos hombres cerca de la tumba de Raquel, en territorio de Benjamín, en Selsáj. Ellos te dirán: ‘Han hallado las asnas que habías ido a buscar. Ahora tu padre ya no piensa más en ese asunto, y está inquieto por ustedes, diciendo: ¿Qué puedo hacer por mi hijo?’. 3 Más adelante, cuando llegues a la Encina de Tabor, te encontrarás con tres hombres que suben a dar culto a Dios en Betel, llevando uno tres cabritos, otro tres hogazas de pan y otro un odre de vino. 4 Ellos te saludarán y te darán dos panes, y tú los aceptarás. 5 Después llegarás a Guibeá de Dios, donde está la guarnición filistea. Apenas entres en la ciudad, tropezarás con un grupo de profetas que bajan del lugar alto, precedidos de arpas, tamborines, flautas y cítaras, en estado de trance profético. 6 Entonces te invadirá el espíritu del Señor; entrarás en trance con ellos y serás cambiado en otro hombre. 7 Cuando te hayan sucedido todas estas señales, haz todo lo que sea conveniente, porque Dios está contigo. 8 Tú bajarás a Guilgal antes que yo, y yo bajaré a unirme contigo para ofrecer holocaustos y sacrificios de comunión. Espera siete días hasta que yo llegue y te comunique lo que debes hacer”.

El regreso de Saúl

9 Apenas Saúl se dio vuelta para alejarse de Samuel, Dios le cambió el corazón, y aquel mismo día se cumplieron las señales. 10 Desde allí, se dirigieron a Guibeá, y se encontraron con un grupo de profetas. Entonces lo invadió el espíritu de Dios y entró en trance en medio de ellos. 11 Todos los que lo conocían de antes, al verlo en trance en medio de los profetas, se decían unos a otros: “¿Qué le ha sucedido al hijo de Quis? ¿También Saúl está entre los profetas?”. 12 Uno de los presentes intervino, diciendo: “¿Quién es el padre de estos?”. Así se hizo proverbial la frase: “¿También Saúl está entre los profetas?”.
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Cuando salió de su trance profético, Saúl regresó a su casa. 14 Su tío les preguntó a él y a su servidor: “¿A dónde fueron?”. “A buscar las asnas, respondió; pero como no aparecían por ninguna parte, acudimos a Samuel”. 15 El tío de Saúl dijo: “Cuéntame lo que les dijo Samuel”. 16 Saúl respondió a su tío: “Nos dijo solamente que las asnas habían sido halladas”. Pero no le contó nada de lo que había dicho Samuel sobre el asunto del reino.

Saúl designado y aclamado rey

17 Samuel convocó a todo el pueblo delante del Señor en Mispá, 18 y dijo a los israelitas: “Así habla el Señor, el Dios de Israel: Yo hice subir a Israel de Egipto, y los libré a ustedes de la mano de los egipcios y de la mano de todos los reinos que los oprimían. 19 Pero ustedes han rechazado hoy a su Dios, a él, que los libra de todos sus males y angustias, y le han dicho: ‘¡No! ¡Tú nos darás un rey!’. Por eso preséntense ahora delante del Señor por tribus y por clanes”. 20 Samuel hizo que se acercaran todas las tribus de Israel, y la suerte cayó sobre la tribu de Benjamín. 21 Luego hizo que se acercara la tribu de Benjamín por clanes, y la suerte cayó sobre el clan de Matrí. Después hizo que se acercara el clan de Matrí, hombre por hombre, y la suerte cayó sobre Saúl, hijo de Quis. Pero lo buscaron y no lo encontraron.
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Entonces volvieron a consultar al Señor: “¿Ha venido aquí ese hombre?”. El Señor respondió: “Está allí, escondido entre los equipajes”. 23 Fueron corriendo a sacarlo de allí; y cuando se presentó en medio del pueblo, sobresalía por encima de todos, de los hombros para arriba. 24 Samuel dijo a todo el pueblo: “¿Vieron al que ha elegido el Señor? No hay nadie como él en todo el pueblo”. Y todo el pueblo lanzó una ovación, gritando: “¡Viva el rey!”.
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Samuel expuso al pueblo el derecho de la realeza, y lo escribió en un libro que depositó delante del Señor. Luego Samuel despidió a todo el pueblo, y se fue cada uno a su casa. 26 También Saúl se fue a su casa, a Guibeá, y lo acompañaron los valientes a quienes Dios había tocado el corazón. 27 Pero algunos hombres ruines dijeron: “¡Qué va a salvarnos este!”. Así lo despreciaron y no le ofrecieron ningún presente. 

Victoria de Saúl sobre los amonitas

11 Cerca de un mes más tarde, 1 Najás, el amonita, subió contra Iabés en Galaad y la sitió. Todos los hombres de Iabés dijeron a Najás: “Pacta con nosotros y te serviremos”. 2 Pero Najás, el amonita, les respondió: “Pactaré con ustedes a condición de arrancarles a cada uno el ojo derecho, e infligir así un oprobio a todo Israel”. 3 Los ancianos de Iabés le dijeron: “Danos una tregua de siete días para enviar mensajeros por todo el territorio de Israel. Si nadie nos socorre, nos rendiremos a ti”. 4 Cuando los mensajeros llegaron a Guibeá de Saúl y comunicaron la noticia en presencia del pueblo, todos se pusieron a llorar a gritos.
5
En ese momento, Saúl volvía del campo detrás de sus bueyes, y preguntó: “¿Qué le pasa al pueblo para llorar así?”. Entonces le contaron lo que habían dicho los hombres de Iabés. 6 El espíritu de Dios irrumpió sobre Saúl cuando este oyó esas palabras, y una violenta ira se apoderó de él. 7 Tomó una yunta de bueyes, los despedazó y envió los pedazos por todo el territorio de Israel, con este mensaje: “Así serán tratados los bueyes del que no salga a combatir detrás de Saúl”. El terror del Señor invadió al pueblo, y todos se pusieron en marcha como un solo hombre. 8 Saúl les pasó revista en Bézec: eran trescientos mil israelitas y treinta mil hombres de Judá. 9 Luego dijo a los mensajeros que habían venido: “Así hablarán a los hombres de Iabés en Galaad: ‘Mañana, a la hora en que más calienta el sol, serán socorridos’”. Los mensajeros llevaron la noticia a los hombres de Iabés, y estos se llenaron de alegría.
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Entonces los hombres de Iabés dijeron a Najás: “Mañana nos rendiremos a ustedes, y ustedes nos tratarán como mejor les parezca”.
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A la mañana siguiente, Saúl dividió al pueblo en tres grupos. Ellos irrumpieron en medio del campo en la vigilia de la mañana, y batieron a los amonitas hasta la hora de más calor. Los sobrevivientes se dispersaron de tal manera que no quedaron dos hombres juntos.

Saúl reconocido por todo el pueblo

12 El pueblo dijo a Samuel: “¿Quiénes son los que preguntaban si Saúl reinaría sobre nosotros? Entreguen a esos hombres y los mataremos”. 13 Pero Saúl intervino, diciendo: “Nadie morirá en este día, porque hoy el Señor ha obtenido una victoria en Israel”. 14 Y Samuel dijo al pueblo: “Vengan, vamos a Guilgal y allí renovaremos la realeza”. 15 Todo el pueblo fue a Guilgal, y proclamaron rey a Saúl delante del Señor. Allí ofrecieron sacrificios de comunión, y Saúl y todos los hombres de Israel se alegraron sobremanera.

El discurso de despedida de Samuel

12 1 Samuel dijo a todo Israel: “Yo les hice caso en todo lo que me dijeron y les he dado un rey. 2 Ahora, ahí tienen al rey que marcha al frente de ustedes. En cuanto a mí, ya estoy viejo y lleno de canas, y ahí están mis hijos, como unos más entre ustedes. Yo estuve al frente de ustedes desde mi juventud hasta el día de hoy. 3 ¡Aquí me tienen! Declaren contra mí delante del Señor y delante de su ungido: ¿A quién le he quitado un buey? ¿A quién le he quitado un asno? ¿A quién lo he oprimido o perjudicado? ¿Por quién me he dejado sobornar para cerrar los ojos? Díganlo, y yo les restituiré”. 4 Ellos respondieron: “Nunca nos has oprimido ni perjudicado, ni has aceptado nada de nadie”. 5 Él les dijo: “El Señor es testigo contra ustedes, y también su ungido es testigo en este día, de que nunca me han sorprendido con nada en la mano”. Ellos le dijeron: “¡Sí, es testigo!”.
6
Samuel dijo al pueblo: “Es testigo el Señor, que suscitó a Moisés y a Aarón, e hizo subir de Egipto a los padres de ustedes. 7 Ahora, preséntense para que entable un juicio con ustedes delante del Señor, evocando los actos de justicia que el Señor hizo en favor de ustedes y de sus padres. 8 Después que Jacob llegó a Egipto, los egipcios los avasallaron, y los padres de ustedes clamaron al Señor. El Señor envió entonces a Moisés y a Aarón, que hicieron salir a sus padres de Egipto y los establecieron en este lugar. 9 Pero ellos olvidaron al Señor, su Dios, y él los entregó en manos de Sísara, el jefe del ejército de Jasor, y en manos de los filisteos y del rey de Moab, que les hicieron la guerra. 10 Ellos clamaron al Señor, diciendo: ‘Hemos pecado, porque abandonamos al Señor y servimos a los Baales y a las Astartés. ¡Líbranos ahora de las manos de nuestros enemigos, y te serviremos!’. 11 El Señor envió entonces a Ierubaal, a Bedán, a Jefté y a Samuel; así los libró de sus enemigos de alrededor, y ustedes vivieron seguros. 12 Pero cuando vieron que los atacaba Najás, el rey de los amonitas, ustedes me dijeron: ‘¡No! ¡Que reine un rey sobre nosotros!’, siendo así que tienen como rey al Señor, su Dios. 13 Ahora, ahí está el rey que se han elegido y que han pedido: ya ven que el Señor les ha dado un rey. 14 Si ustedes temen al Señor y lo sirven, si escuchan su voz y no se muestran rebeldes a las órdenes del Señor, si ustedes mismos y el rey que reina sobre ustedes siguen al Señor, todo irá bien. 15 Pero si no escuchan la voz del Señor, y si son rebeldes a sus órdenes, la mano del Señor se hará sentir sobre ustedes y sobre su rey.
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Y ahora, preséntense para ver este gran prodigio que realizará el Señor a la vista de ustedes. 17 ¿No estamos en la época de cosechar el trigo? Yo voy a invocar al Señor y él enviará truenos y lluvia; así ustedes reconocerán y verán qué grande es el mal que han cometido a los ojos del Señor, al pedir para ustedes un rey”.
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Samuel invocó al Señor, y aquel día el Señor envió truenos y lluvia. Todo el pueblo sintió un gran temor del Señor y de Samuel. 19 Y todo el pueblo dijo a Samuel: “Ruega al Señor, tu Dios, por tus servidores, y así no moriremos; porque a todos nuestros pecados hemos añadido la maldad de pedir para nosotros un rey”.
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Pero Samuel dijo al pueblo: “¡No teman! Por más que hayan cometido todo este mal, no se aparten del Señor, y sírvanlo de todo corazón. 21 No se aparten siguiendo a dioses falsos, que ni ayudan ni pueden librar, porque no son nada. 22 No, el Señor no rechazará a su pueblo, por el honor de su gran Nombre, porque él ha querido hacer de ustedes su pueblo. 23 En lo que a mí respecta, ¡lejos de mi pecar contra el Señor, dejando de rogar por ustedes! Yo les enseñaré el camino bueno y recto. 24 Basta que teman al Señor y lo sirvan fielmente de todo corazón. Miren qué grandes cosas ha hecho el Señor con ustedes. 25 Pero si persisten en hacer el mal, perecerán ustedes junto con su rey”.

La rebelión contra los filisteos

13 1 Saúl tenía... años cuando comenzó a reinar, y reinó... años sobre Israel.
2
Saúl seleccionó a tres mil hombres de Israel: dos mil estaban con él en Micmás y en la montaña de Betel, y mil con Jonatán en Guibeá de Benjamín. Al resto del pueblo lo envió a sus campamentos.
3
Jonatán derrotó al destacamento filisteo apostado en Gueba, y los filisteos se enteraron. Entonces Saúl hizo tocar la trompeta por todo el país, diciendo: “¡Que oigan los hebreos!”. 4 Cuando todo Israel oyó que Saúl había derrotado al destacamento filisteo y que hasta el nombre de Israel causaba repulsión entre los filisteos, el pueblo acudió a la convocatoria de Saúl en Guilgal.
5
Los filisteos se reunieron para combatir contra Israel: tenían tres mil carros, seis mil guerreros y una tropa numerosa como la arena que está a la orilla del mar. Luego subieron y acamparon en Micmás, al este de Bet Aven. 6 Al verse en un grave aprieto, porque estaban cercados, los hombres de Israel fueron a esconderse en las cuevas, entre los matorrales, en las peñas, en los huecos y en las cisternas. 7 Y algunos hebreos cruzaron el Jordán, hacia el país de Gad y de Galaad.
Saúl estaba todavía en Guilgal, y todo el pueblo temblaba de miedo detrás de él. 8
Así esperó siete días, según el plazo fijado por Samuel. Pero Samuel no llegaba a Guilgal y el pueblo se le comenzó a desbandar. 9 Entonces Saúl dijo: “Tráiganme el holocausto y los sacrificios de comunión”, y él mismo ofreció el holocausto.

La ruptura de Samuel con Saúl

10 Apenas terminó de ofrecer el holocausto, llegó Samuel, y Saúl salió a su encuentro para saludarlo. 11 Pero Samuel le dijo: “¿Qué has hecho?”. Saúl respondió: “Como vi que el pueblo se me desbandaba, que tú no llegabas en el plazo fijado y que los filisteos estaban reunidos en Micmás, 12 pensé: ‘Ahora los filisteos bajarán a atacarme en Guilgal, y yo no he aplacado el rostro del Señor’. Así que me vi obligado a ofrecer el holocausto”. 13 Entonces Samuel replicó a Saúl: “¡Has obrado neciamente! Si hubieras observado el mandamiento que te dio el Señor, tu Dios, él habría afianzado para siempre tu reinado sobre Israel. 14 Pero ahora tu reino no subsistirá. El Señor se ha buscado un hombre según su corazón y lo ha constituido jefe de su pueblo, porque tú no has observado lo que el Señor te mandó”. 15 En seguida, Samuel partió de Guilgal.

Los preparativos para la guerra

En Guibeá de Benjamín, Saúl pasó revista a la tropa que estaba con él: eran unos seiscientos hombres. 16 Saúl, su hijo Jonatán y la tropa que estaba con él se apostaron en Gueba de Benjamín, y los filisteos acamparon en Micmás. 17 Del campamento filisteo salió un cuerpo de asalto dividido en tres grupos: uno tomó la dirección de Ofrá, hacia el país de Sual; 18 otro se dirigió a Bet Jorón, y otro a la altura que domina el valle de las Hienas, hacia el desierto.
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No había entonces ningún herrero en Israel, porque los filisteos decían: “Hay que evitar que los hebreos se forjen espadas y lanzas”. 20 Por eso, todos los israelitas tenían que acudir a los filisteos para reparar sus azadas, sus rejas de arado, sus hachas y sus hoces. 21 Había que pagar dos tercios de siclo por las azadas y las rejas de arado, y un tercio de siclo por afilar las hachas y reparar las picanas. 22 Así, el día de la batalla de Micmás, nadie del ejército que estaba con Saúl y Jonatán tenía en la mano una espada o una lanza. Sólo la tenían Saúl y su hijo Jonatán.
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Un destacamento de los filisteos partió para el paso de Micmás.

La hazaña de Jonatán

14 1 Un día, Jonatán, hijo de Saúl, dijo a su escudero: “Vamos a cruzarnos hasta la guarnición de los filisteos que está allí, al otro lado”. Pero no le comunicó nada a su padre. 2 Mientras tanto, Saúl estaba sentado en las afueras de Guibeá, bajo el Granado de Migrón, y tenía con él cerca de seiscientos hombres. 3 Ajías, hijo de Ajitub, hermano de Icabod, hijo de Pinjás, hijo de Elí, el sacerdote del Señor en Silo, llevaba el efod. La tropa tampoco sabía que Jonatán había partido.
4
En uno de los desfiladeros por los que Jonatán trataba de abrirse paso hasta la guarnición de los filisteos, hay dos grandes peñascos, uno a cada lado; el primero se llama Bosés y el otro Sené. 5 Uno de esos peñascos se alza hacia el norte, frente a Micmás, y el otro hacia el sur, frente a Gueba. 6 Jonatán dijo a su escudero: “Vamos a cruzarnos a la guarnición de esos incircuncisos. Pueda ser que el Señor intervenga a favor nuestro, ya que nada le impide dar la victoria, sea con muchos o con pocos”. 7 Su escudero le respondió: “Actúa como mejor te parezca; puedes contar conmigo para lo que quieras”. 8 Jonatán añadió: “Avanzaremos hasta donde están esos hombres y dejaremos que nos descubran. 9 Si nos dicen: ‘¡Alto ahí, hasta que los alcancemos!’, nos quedaremos en nuestro puesto, sin subir adonde están ellos. 10 Pero si nos dicen: ‘¡Suban!’, entonces subiremos, porque el Señor los entrega en nuestras manos. Esta será la contraseña”.
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En seguida se hicieron ver de la guarnición filistea, y los filisteos, al descubrirlos, exclamaron: “Miren, son unos hebreos que salen de las cuevas donde se habían escondido”. 12 Luego, dirigiéndose a Jonatán y a su escudero, los hombres de la guarnición dijeron: “¡Suban, y les haremos saber una cosa!”. Jonatán dijo a su escudero: “Sube detrás de mí, porque el Señor los ha entregado en manos de Israel”. 13 Jonatán trepó valiéndose de las manos y los pies, seguido de su escudero. Y a medida que los filisteos caían bajo los golpes de Jonatán, su escudero, que iba detrás, acababa con ellos.
14
En esta primera incursión, Jonatán y su escudero ultimaron a unos veinte hombres, como quien abre un surco en media parcela de campo. 15 El pánico cundió en el campamento, en la campaña y entre todo el pueblo; la guarnición y el cuerpo de asalto también quedaron aterrorizados. Tembló la tierra, y reinó el terror de Dios.

La derrota de los filisteos

16 Los centinelas de Saúl, en Guibeá de Benjamín, vieron cómo la multitud se agitaba y corría de aquí para allá. 17 Entonces Saúl dijo a la tropa que estaba con él: “Pasen revista, a ver si falta alguno de los nuestros”. Pasaron revista, y faltaban Jonatán y su escudero. 18 Saúl dijo a Ajías: “Trae aquí el efod”. Porque, en ese tiempo, era él quien llevaba el efod delante de Israel. 19 Mientras Saúl le hablaba al sacerdote, el tumulto crecía cada vez más en el campamento de los filisteos. Saúl dijo al sacerdote: “Retira tu mano”. 20 Luego Saúl y toda la tropa que lo acompañaba se reunieron y avanzaron hacia el lugar del combate: allí los filisteos habían desenvainado la espada unos contra otros, y la confusión era total. 21 Los hebreos que antes habían estado al servicio de los filisteos, y que habían subido con ellos al campamento, también se plegaron a los israelitas que estaban con Saúl y Jonatán. 22 Y todos los hombres de Israel que estaban escondidos en la montaña de Efraím, al enterarse de la huida de los filisteos, se pusieron igualmente a perseguirlos. 23 Aquel día, el Señor dio la victoria a Israel, y el combate se extendió hasta más allá de Bet Aven.

El juramento de Saúly la reacción de Jonatán

24 Los israelitas estaban exhaustos aquel día, porque Saúl había pronunciado sobre el pueblo esta imprecación: “Maldito el hombre que coma algo hasta la tarde, antes que me haya vengado de mis enemigos”. Y nadie comió un solo bocado. 25 Así la gente llegó a un bosque donde había miel en el suelo. 26 Al entrar en el bosque, vieron que allí corría la miel, pero nadie se atrevió a probarla por temor al juramento. 27 Sin embargo, Jonatán no había oído cuando su padre imponía al pueblo el juramento. Por eso, alargó el bastón que tenía en la mano, hundió la punta en la miel y se la llevó a la boca. Entonces se le iluminó la mirada. 28 Pero uno de la tropa intervino, diciendo: “Tu padre ha impuesto al pueblo este juramento solemne: ‘Maldito el hombre que coma algo hoy’, y eso que la gente está agotada”. 29 Jonatán replicó: “Mi padre ha traído la desgracia al país. ¡Miren cómo se han iluminado mis ojos con sólo probar un poco de esta miel! 30 Si hoy la tropa hubiera comido del botín arrebatado al enemigo, ¡cuánto mayor habría sido la derrota de los filisteos!”.

La transgresión de un precepto ritual

31 Aquel día, ellos derrotaron a los filisteos desde Micmás hasta Aialón, y el pueblo quedó completamente agotado. 32 La tropa se lanzó sobre el botín y tomó ovejas, bueyes y terneros; los degollaron sobre el suelo, y el pueblo los comió con la sangre. 33 Entonces le avisaron a Saúl: “El pueblo está pecando contra el Señor, porque come carne con sangre”. Él replicó: “¡Ustedes son unos traidores! Hagan rodar hasta aquí, ahora mismo, una piedra bien grande”. 34 Luego añadió: “Dispérsense entre el pueblo y díganle que me traiga cada uno su buey o su oveja. Degüéllenlos aquí y coman; pero no pequen contra el Señor comiendo carne con sangre”. Esa noche, cada uno llevó el buey que tenía a mano y lo degollaron en aquel lugar. 35 Saúl edificó un altar al Señor, y ese fue el primer altar erigido por él.

Jonatán salvado por el pueblo

36 Saúl dijo a la tropa: “Bajemos esta noche a perseguir a los filisteos; los saquearemos hasta que despunte el alba y no les dejaremos ni un solo hombre”. Ellos respondieron: “Obra como mejor te parezca”. Pero el sacerdote dijo: “Consultemos a Dios aquí mismo”. 37 Entonces Saúl interrogó a Dios: “¿Debo bajar a perseguir a los filisteos? ¿Los entregarás en manos de Israel?”. Pero Dios no le respondió nada aquel día.
38
Saúl dijo entonces: “¡Adelántense, ustedes, todos los dignatarios del pueblo! Infórmense y vean en qué consiste el pecado cometido hoy. 39 Porque, ¡por la vida del Señor, el salvador de Israel!, aunque se trate de mi hijo Jonatán, morirá seguramente”. Pero nadie le respondió nada. 40 Saúl dijo a todo Israel: “Ustedes se quedarán de un lado, y yo y mi hijo Jonatán del otro”. El pueblo dijo a Saúl: “Obra como mejor te parezca”.
41
Saúl dijo al Señor: “Dios de Israel, danos una respuesta exacta”. La suerte cayó sobre Saúl y Jonatán, mientras que el pueblo quedó libre. 42 “Ahora, añadió Saúl, echen la suerte entre mi hijo Jonatán y yo”. Y la suerte cayó sobre Jonatán. 43 Saúl dijo a Jonatán: “Cuéntame lo que has hecho”. Él le respondió: “Simplemente, he probado un poco de miel con la punta del bastón que tenía en la mano. Aquí estoy dispuesto a morir”. 44 Saúl dijo: “¡Que Dios me castigue, si tú no mueres, Jonatán!”. 45 Pero el pueblo replicó a Saúl: “¡Cómo va a morir Jonatán, que ha obtenido esta gran victoria en Israel! ¡De ninguna manera! ¡Por la vida del Señor, no caerá por tierra ni un solo cabello de su cabeza, porque él ha actuado hoy con la ayuda de Dios!”. Así el pueblo libró a Jonatán, y él no murió.
46
Saúl dejó de perseguir a los filisteos, y estos se fueron a su tierra.

Vista de conjuntosobre el reinado de Saúl

47 Una vez que Saúl asumió el poder real sobre Israel, hizo la guerra a todos sus enemigos de alrededor: a Moab, a los amonitas, a Edóm, a los reyes de Sobá y a los filisteos. Dondequiera que iba, salía victorioso. 48 Hizo proezas, derrotó a Amalec y libró a Israel de aquellos que lo saqueaban.
49
Sus hijos fueron Jonatán, Isví y Malquisúa. Sus dos hijas se llamaban, la mayor Merab y la menor Mical. 50 La mujer de Saúl se llamaba Ajinóam, hija de Ajimáas. El jefe de su ejército se llamaba Abner, hijo de Ner, tío de Saúl. 51 Quis, el padre de Saúl, y Ner, el padre de Abner, eran hijos de Abiel.
52
La guerra contra los filisteos fue muy encarnizada durante toda la vida de Saúl. Y siempre que él veía a un hombre valiente y aguerrido, lo incorporaba a sus filas

La guerra contra Amalec

15 1 Samuel dijo a Saúl: “Fue el Señor el que me envió a ungirte rey de mi pueblo Israel. Por eso, escucha ahora las palabras del Señor. 2 Así habla el Señor de los ejércitos: Voy a pedir cuenta a Amalec de lo que hizo a Israel, al cortarle el camino cuando este subía de Egipto. 3 Ahora ve y derrota a Amalec. Conságralo al exterminio con todo lo que posee y no lo perdones, mata a hombres y mujeres, niños y pequeños, vacas y ovejas, camellos y asnos”.
4
Saúl convocó al pueblo y le pasó revista en Telam: eran doscientos mil hombres de a pie y diez mil hombres de Judá. 5 Luego avanzó hasta la ciudad de Amalec y tendió una emboscada en el barranco. 6 Entonces Saúl avisó a los quenitas: “¡Vamos, retírense de en medio de los amalecitas y bajen, no sea que los trate igual que a ellos! Porque ustedes han sido benévolos con todos los israelitas, cuando bajaban de Egipto”. Así los quenitas se retiraron de en medio de Amalec.

La desobediencia de Saúl

7 Saúl derrotó a Amalec desde Javilá hasta la entrada de Sur, que está frente a Egipto. 8 Capturó vivo a Agag, rey de Amalec, y consagró al exterminio a todo el pueblo, pasándolos al filo de la espada. 9 Pero Saúl y el pueblo perdonaron la vida a Agag y a lo mejor del ganado mayor y menor, a los animales cebados, a los corderos y a todo lo que había de bueno, y no quisieron consagrarlos al exterminio. Exterminaron, en cambio, todo lo que era despreciable y sin valor.

Saúl rechazado definitivamentepor el Señor

10 La palabra del Señor llegó entonces a Samuel en estos términos: 11 “Estoy arrepentido de haber hecho rey a Saúl, porque se ha apartado de mí y no ha cumplido mis palabras”. Samuel quedó muy perturbado y pasó la noche clamando al Señor.
12
A la mañana temprano, Samuel partió al encuentro de Saúl, y le dieron esta información: “Saúl llegó a Carmel y allí se erigió una columna conmemorativa; luego dio la vuelta y siguió adelante para bajar a Guilgal”. 13 Entonces Samuel se presentó ante Saúl y este le dijo: “¡Que el Señor te bendiga! Ya he cumplido la palabra del Señor”. 14 Pero Samuel le preguntó: “¿Qué son esos balidos que oigo y esos mugidos que llegan a mis oídos?”. 15 Saúl respondió: “Los han traído de Amalec, porque el pueblo ha perdonado lo mejor del ganado mayor y menor, para ofrecer sacrificios al Señor, tu Dios. El resto lo hemos consagrado al exterminio”.
16
Entonces Samuel dijo a Saúl: “¡Basta! Voy a anunciarte lo que el Señor me dijo anoche”. “Habla”, replicó él. 17 Samuel añadió: “Aunque tú mismo te consideres poca cosa, ¿no estás al frente de las tribus de Israel? El Señor te ha ungido rey de Israel. 18 Él te mandó hacer una expedición y te dijo: Ve y consagra al exterminio a esos pecadores, los amalecitas; combátelos hasta acabar con ellos. 19 ¿Por qué entonces no has escuchado la voz del Señor? ¿Por qué te has lanzado sobre el botín y has hecho lo malo a los ojos del Señor?”. 20 Saúl le replicó: “¡Yo escuché la voz del Señor! Hice la expedición que él me había encomendado; traje a Agag, rey de Amalec, consagré al exterminio a los amalecitas, 21 y el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, lo mejor de lo destinado al exterminio, para ofrecer sacrificios al Señor, tu Dios, en Guilgal”. 22 Samuel respondió:
“¿Quiere el Señor holocaustos y sacrificios
o quiere que se obedezca su voz?
La obediencia vale más que el sacrificio;
la docilidad, más que la grasa de carneros.
23
Como pecado de hechiceríaes la rebeldía;
como crimen de idolatría es la contumacia.
Porque tú has rechazadola palabra del Señor,
él te ha rechazado a ti para que no seas rey”.
24
Saúl dijo a Samuel: “He pecado, porque transgredí la orden del Señor y tus palabras. Tuve miedo del pueblo y escuché su demanda. 25 Pero ahora, te ruego que perdones mi pecado; vuelve conmigo, e iré a postrarme delante del Señor”. 26 Samuel respondió a Saúl: “No volveré contigo, porque tú has rechazado la palabra del Señor, y él te ha rechazado a ti para que ya no seas más rey de Israel”.
27
Samuel se dio vuelta para irse, pero Saúl le tomó el borde de su manto, y este se rasgó. 28 Entonces Samuel le dijo: “Hoy el Señor te ha arrebatado el poder real sobre Israel, y se lo ha conferido a otro mejor que tú”. 29 –Sin embargo, el Esplendor de Israel no miente ni se arrepiente, porque él no es un hombre para arrepentirse–. 30 Saúl dijo: “He pecado, pero te ruego que me honres ante los ancianos de mi pueblo y ante Israel: vuelve conmigo, y me postraré ante el Señor, tu Dios”. 31 Entonces Samuel volvió en compañía de Saúl, y este se postró delante del Señor.

Muerte de Agag y partida de Samuel

32 Luego dijo Samuel: “Tráiganme a Agag, rey de los amalecitas”. Agag se acercó a él muy complacido, pensando: “Seguramente, me he librado de la amargura de la muerte”. 33 Pero Samuel dijo:
“Como tu espada ha dejadosin hijos a tantas mujeres,
así tu madre quedará sin su hijoentre las mujeres”.
Y descuartizó a Agag delante del Señor, en Guilgal.
34
Luego Samuel partió hacia Ramá, y Saúl se fue a su casa, en Guibeá de Saúl. 35 Samuel no vio nunca más a Saúl hasta el día de su muerte. Pero estaba de duelo por él, porque el Señor se había arrepentido de haberlo hecho rey de Israel.


PREEMINENCIA DE DAVID Y DECADENCIA DE SAÚL


La unción de David

16 1 El Señor dijo a Samuel: “¿Hasta cuándo vas a estar lamentándote por Saúl, si yo lo he rechazado para que no reine más sobre Israel? ¡Llena tu frasco de aceite y parte! Yo te envío a Jesé, el de Belén, porque he visto entre sus hijos al que quiero como rey”. 2 Samuel respondió: “¿Cómo voy a ir? Si se entera Saúl, me matará”. Pero el Señor replicó: “Llevarás contigo una ternera y dirás: ‘Vengo a ofrecer un sacrificio al Señor’. 3 Invitarás a Jesé al sacrificio, y yo te indicaré lo que debes hacer: tú me ungirás al que yo te diga”.
4
Samuel hizo lo que el Señor le había dicho. Cuando llegó a Belén, los ancianos de la ciudad salieron a su encuentro muy atemorizados, y le dijeron: “¿Vienes en son de paz, vidente?”. 5 “Sí, respondió él; vengo a ofrecer un sacrificio al Señor. Purifíquense y vengan conmigo al sacrificio”. Luego purificó a Jesé y a sus hijos y los invitó al sacrificio.
6
Cuando ellos se presentaron, Samuel vio a Eliab y pensó: “Seguro que el Señor tiene ante él a su ungido”. 7 Pero el Señor dijo a Samuel: “No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón”. 8 Jesé llamó a Abinadab y lo hizo pasar delante de Samuel, el cual dijo: “Tampoco a este ha elegido el Señor”. 9 Luego hizo pasar a Sammá; pero Samuel dijo: “Tampoco a este ha elegido el Señor”. 10 Así Jesé hizo pasar ante Samuel a siete de sus hijos, pero Samuel dijo a Jesé: “El Señor no ha elegido a ninguno de estos”.
11
Entonces Samuel preguntó a Jesé: “¿Están aquí todos los muchachos?”. Él respondió: “Queda todavía el más joven, que ahora está apacentando el rebaño”. Samuel dijo a Jesé: “Manda a buscarlo, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que llegue aquí”. 12 Jesé lo hizo venir: era de tez clara, de hermosos ojos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: “Levántate y úngelo, porque es este”. 13 Samuel tomó el frasco de óleo y lo ungió en presencia de sus hermanos. Y desde aquel día, el espíritu del Señor descendió sobre David. Samuel, por su parte, partió y se fue a Ramá.

David al servicio de Saúl

14 El espíritu del Señor se había retirado de Saúl, y lo atormentaba un mal espíritu, enviado por el Señor. 15 Sus servidores le dijeron: “Un mal espíritu de Dios no deja de atormentarte. 16 Basta que nuestro señor lo diga, y los servidores que te asisten buscarán un hombre que sepa tocar la cítara. Así, cuando te asalte el mal espíritu de Dios, él tocará la cítara, y tú te sentirás aliviado”. 17 Saúl respondió a sus servidores: “Sí, búsquenme un hombre que toque bien y tráiganlo”. 18 Entonces intervino uno de sus servidores, diciendo: “Justamente he visto a un hijo de Jesé, el de Belén, que sabe tocar. Además, es valiente y hábil guerrero; habla muy bien, tiene buena presencia y el Señor está con él”.
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Entonces Saúl envió unos mensajeros a Jesé para decirle: “Envíame a tu hijo David, que está con el rebaño”. 20 Jesé tomó un asno, pan, un odre de vino y un cabrito, y se los envió a Saúl con su hijo David. 21 David se presentó a Saúl y se puso a su servicio. Saúl le tomó un gran afecto y lo hizo su escudero. 22 Luego mandó decir a Jesé: “Que David se quede a mi servicio porque me ha caído bien”. 23 Y cuando un espíritu de Dios asaltaba a Saúl, David tomaba la cítara y tocaba. Saúl se calmaba y se sentía aliviado, y el mal espíritu se retiraba de él.

Goliat, el gigante filisteo

17 1 Los filisteos reunieron sus fuerzas para el combate. Se concentraron en Socó de Judá y acamparon entre Socó y Azecá, en Efes Damím. 2 También Saúl y los hombres de Israel se reunieron y acamparon en el valle del Terebinto, y se dispusieron en orden de batalla frente a los filisteos. 3 Estos filisteos estaban apostados en un monte, y los israelitas en el del lado opuesto, con el valle de por medio.
4
Entonces salió del campo filisteo un luchador llamado Goliat, de Gat, que medía casi tres metros de altura. 5 Llevaba en la cabeza un casco de bronce e iba cubierto con una coraza escamada, también de bronce, que pesaba más de medio quintal. 6 Tenía unas canilleras de bronce en las piernas y una jabalina de bronce a la espalda. 7 El asta de su lanza era gruesa como el palo de un telar y el hierro de la punta pesaba unos seis kilos. Su escudero iba delante de él.
8
El filisteo se detuvo y gritó a las filas de Israel: “¿Para qué salen a presentar batalla? ¿No soy yo el filisteo y ustedes los esclavos de Saúl? Elijan a un hombre, y que baje a enfrentarme. 9 Si él es capaz de combatir conmigo y me derrota, seremos esclavos de ustedes. Pero si yo puedo más que él y lo derroto, ustedes serán nuestros esclavos y nos servirán”. 10 Y el filisteo añadió: “Hoy lanzo un desafío a las filas de Israel. Preséntenme un hombre y nos batiremos en duelo”. 11 Saúl y todo Israel, al oír estas palabras del filisteo, quedaron espantados y sintieron un gran temor.

David en el frente de batalla

12 David era hijo de aquel Efrateo de Belén de Judá, llamado Jesé, que tenía ocho hijos. En tiempos de Saúl, Jesé era ya un hombre viejo, de edad avanzada, 13 y sus tres hijos mayores habían ido a la guerra detrás de Saúl. El mayor de estos tres hijos se llamaba Eliab, el segundo Abinadab y el tercero Sammá; 14 David era el más pequeño. Los tres mayores habían seguido a Saúl, 15 mientras que David solía ir al campamento de Saúl y luego volvía a Belén, para apacentar el rebaño de su padre.
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Mientras tanto, el filisteo se adelantaba por la mañana y por la tarde, y así se presentó durante cuarenta días.
17
Jesé dijo a su hijo David: “Toma esta bolsa de grano tostado y estos diez panes, y corre a llevárselos a tus hermanos al campamento. 18 Estos diez quesos se los entregarás al comandante. Fíjate bien cómo están tus hermanos y trae algo de ellos como prenda. 19 Saúl está con ellos y con todos los hombres de Israel en el valle del Terebinto, combatiendo contra los filisteos”.
20
David se levantó de madrugada, dejó el rebaño al cuidado de un guardián y partió con su carga, como se lo había mandado Jesé. Cuando llegó al cerco del campamento, el ejército avanzaba en orden de batalla, lanzando el grito de guerra. 21 Israelitas y filisteos se alinearon frente a frente. 22 Entonces David dejó las cosas que traía en manos del encargado del equipaje, corrió hacia las filas y fue a saludar a sus hermanos.
23
Mientras estaba hablando con ellos, subió del frente filisteo el luchador llamado Goliat, el filisteo de Gat. Pronunció las mismas palabras, y David lo escuchó. 24 Todos los israelitas, apenas vieron al hombre, huyeron despavoridos delante de él. 25 Un hombre de Israel dijo: “¿Han visto a ese hombre que sube? ¡Él viene a desafiar a Israel! Al que lo derrote, el rey lo colmará de riquezas, le dará su hija como esposa y eximirá de impuestos a su casa paterna en Israel”.
26
David preguntó a los hombres que estaban con él: “¿Qué le harán al hombre que derrote a ese filisteo y ponga a salvo el honor de Israel? Porque ¿quién es ese filisteo incircunciso para desafiar a las huestes del Dios viviente?”. 27 La gente le repitió lo mismo: “Al que lo derrote le harán tal y tal cosa”. 28 Pero Eliab, su hermano mayor, al oírlo hablar así con esos hombres, se irritó contra él y exclamó: “¿Para qué has bajado aquí? ¿Y con quién has dejado esas pocas ovejas en el desierto? Ya sé que eres un atrevido y un mal intencionado: ¡tú has bajado para ver la batalla!”. 29 David replicó: “Pero ¿qué he hecho? ¿O ni siquiera se puede hablar?”. 30 En seguida se apartó de él y, dirigiéndose a otro, le hizo la misma pregunta. Y la gente le respondió lo mismo que antes.
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Los que habían oído las palabras que dijo David se las comunicaron a Saúl, y este lo mandó llamar. 32 David dijo a Saúl: “No hay que desanimarse a causa de ese; tu servidor irá a luchar contra el filisteo”. 33 Pero Saúl respondió a David: “Tú no puedes batirte con ese filisteo, porque no eres más que un muchacho, y él es un hombre de guerra desde su juventud”. 34 David dijo a Saúl: “Tu servidor apacienta el rebaño de su padre, y siempre que viene un león o un oso y se lleva una oveja del rebaño, 35 yo lo persigo, lo golpeo y se la arranco de la boca; y si él me ataca, yo lo agarro por la quijada y lo mato a golpes. 36 Así he matado leones y osos, y ese filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha desafiado a las huestes del Dios viviente”. 37 Y David añadió: “El Señor, que me ha librado de las garras del león y del oso, también me librará de la mano de ese filisteo”. Entonces Saúl dijo a David: “Ve, y que el Señor esté contigo”.

El combate de David con Goliat

38 Saúl vistió a David con su propia indumentaria, le puso en la cabeza un casco de bronce y lo cubrió con una coraza. 39 Después, David se ciñó la espada de Saúl por encima de su indumentaria, e hizo un esfuerzo para poder caminar, porque no estaba entrenado. Entonces David dijo a Saúl: “No puedo caminar con todas estas cosas porque no estoy entrenado”. Y David se las quitó. 40 Luego tomó en la mano su bastón, eligió en el torrente cinco piedras bien lisas, las puso en su bolsa de pastor, en la mochila, y con la honda en la mano avanzó hacia el filisteo.
41
El filisteo se fue acercando poco a poco a David, precedido de su escudero. 42 Y al fijar sus ojos en David, el filisteo lo despreció, porque vio que era apenas un muchacho, de tez clara y de buena presencia. 43 Entonces dijo a David: “¿Soy yo un perro para que vengas a mí armado de palos?”. Y maldijo a David invocando a sus dioses. 44 Luego le dijo: “Ven aquí, y daré tu carne a los pájaros del cielo y a los animales del campo”. 45 David replicó al filisteo: “Tú avanzas contra mí armado de espada, lanza y jabalina, pero yo voy hacia ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de las huestes de Israel, a quien tú has desafiado. 46 Hoy mismo el Señor te entregará en mis manos; yo te derrotaré, te cortaré la cabeza, y daré tu cadáver y los cadáveres del ejército filisteo a los pájaros del cielo y a los animales del campo. Así toda la tierra sabrá que hay un Dios para Israel. 47 Y toda esta asamblea reconocerá que el Señor da la victoria sin espada ni lanza. Porque esta es una guerra del Señor, y él los entregará en nuestras manos”.
48
Cuando el filisteo se puso en movimiento y se acercó cada vez más para enfrentar a David, este enfiló velozmente en dirección al filisteo. 49 En seguida metió la mano en su bolsa, sacó de ella una piedra y la arrojó con la honda, hiriendo al filisteo en la frente. La piedra se le clavó en la frente, y él cayó de bruces contra el suelo. 50 Así venció David al filisteo con la honda y una piedra; le asestó un golpe mortal, sin tener una espada en su mano.
51
David fue corriendo y se paró junto al filisteo; le agarró la espada, se la sacó de la vaina y lo mató, cortándole la cabeza. Al ver que su héroe estaba muerto, los filisteos huyeron. 52 Inmediatamente, los hombres de Israel y de Judá lanzaron el grito de guerra y persiguieron a los filisteos hasta la entrada de Gat y hasta las puertas de Ecrón. Muchos filisteos cayeron heridos de muerte por el camino de Dos Puertas, hasta Gat y Ecrón. 53 Después, los israelitas volvieron de su encarnizada persecución contra los filisteos y saquearon su campamento. 54 David tomó la cabeza del filisteo y la llevó a Jerusalén, pero dejó las armas en su propia carpa.

La presentación de David a Saúl

55 Al ver que David salía al encuentro del filisteo, Saúl le había preguntado a Abner, el jefe del ejército: “Abner, ¿de quién es hijo ese muchacho?”. “¡Por tu vida, rey, no lo sé!”, respondió Abner. 56 Entonces el rey dijo: “Averigua de quién es hijo ese muchacho”. 57 Cuando David volvió de matar al filisteo, Abner lo llevó a la presencia de Saúl con la cabeza del filisteo en la mano. 58 Saúl le preguntó: “¿De quién eres hijo, muchacho?”. David respondió: “Soy hijo de tu servidor Jesé, el de Belén”.

La amistad de Jonatán con David

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1 Samuel (BPD) 10