2 der Chronik (BPD) 10

10 1 Roboám se dirigió a Siquém, porque allí había ido todo Israel para proclamarlo rey.
2
Cuando se enteró Jeroboám, hijo de Nebat –que estaba todavía en Egipto, adonde había huido del rey Salomón– se volvió de Egipto. 3 Lo mandaron llamar, y él se presentó con toda la asamblea de Israel. Entonces hablaron así a Roboám: 4 “Tu padre hizo muy penoso nuestro yugo. Alivia tú ahora la dura servidumbre y el penoso yugo que nos impuso tu padre, y te serviremos”. 5 Él les replicó: “Vuelvan a verme dentro de tres días”. Y el pueblo se retiró.
6
El rey Roboám fue a consultar a los ancianos que habían asistido a su padre Salomón, cuando este aún vivía, y les preguntó: “¿Qué respuesta me aconsejan dar a este pueblo?”. 7 Ellos le hablaron así: “Si te comportas bien con este pueblo, si eres condescendiente con ellos y les respondes con buenas palabras, serán siempre tus servidores”.
8
Pero él desechó el consejo que le habían dado los ancianos, y fue a consultar a los jóvenes que se habían criado con él y lo servían como asistentes. 9 Les preguntó: “Y ustedes, ¿qué aconsejan? ¿Qué debemos responder a este pueblo que me ha dicho: ‘Alivia el yugo que nos impuso tu padre’?”. 10 Los jóvenes que se habían criado con él le dijeron: “Al pueblo que te ha dicho: ‘Tu padre nos impuso un yugo pesado, pero tú alívianos la carga’, diles esto: ‘¡Mi dedo meñique es más grueso que la cintura de mi padre! 11 Si mi padre los cargó con un yugo pesado, yo lo haré más pesado aún; si él los castigó con látigos, yo usaré lonjas con puntas de hierro’”.
12
Al tercer día, Jeroboám y todo el pueblo comparecieron ante Roboám, según lo que había indicado el rey cuando dijo: “Vuelvan a verme al tercer día”. 13 Pero el rey Roboám les respondió duramente; desechó el consejo de los ancianos 14 y, siguiendo el consejo de los jóvenes, les habló así: “Mi padre les impuso un yugo pesado, y yo lo haré más pesado aún; si él los castigó con látigos, yo usaré lonjas con puntas de hierro”.
15
Así el rey no escuchó al pueblo, porque este era el medio de que se valía Dios para cumplir la palabra que él había dicho a Jeroboám, hijo de Nebat, por boca de Ajías de Silo. 16 Y cuando todo Israel vio que el rey no los había escuchado, el pueblo respondió:
“¿Qué parte tenemos nosotros con David?¡No tenemos herencia comúncon el hijo de Jesé!
¡A tus carpas, Israel!¡Ahora, ocúpate de tu casa, David!”.
Todo Israel se fue a sus campamentos, 17
pero Roboám siguió reinando sobre los israelitas que habitaban en las ciudades de Judá. 18 El rey Roboám envió a Adorám, el encargado del reclutamiento, pero los israelitas lo mataron a pedradas. Y el mismo rey Roboám tuvo que subir precipitadamente a su carro para huir a Jerusalén. 19 Fue así como Israel se rebeló contra la casa de David hasta el día de hoy.

La división del reino

1 Rey. 12. 21-24
11 1 Roboám llegó a Jerusalén y convocó a la casa de Judá y a Benjamín –ciento ochenta mil guerreros adiestrados– para ir a combatir contra Israel y recuperar el reino. 2 Pero la palabra del Señor llegó a Semaías, un hombre de Dios, en estos términos: 3 “Di a Roboám, hijo de Salomón, rey de Judá, y a toda la gente de Israel que está en Judá y en Benjamín: 4 Así habla el Señor: No suban a combatir contra sus hermanos; que cada uno vuelva a su casa, porque esto ha sucedido por disposición mía”. Ellos escucharon las palabras del Señor y desistieron de su campaña contra Jeroboám.
5
Roboám habitó en Jerusalén y construyó ciudades fortificadas en Judá. 6 Reconstruyó Belén, Etám, Técoa, 7 Betsur, Socó, Adulám, 8 Gat, Maresá, Zif, 9 Adoraim, Laquis, Azecá, 10 Sorá, Aialón y Hebrón, ciudades fortificadas que están en Judá y en Benjamín. 11 Él reforzó sus fortificaciones y puso en ellas comandantes y depósitos de víveres, aceite y vino. 12 En cada ciudad había escudos y lanzas. El rey las hizo extremadamente fuertes, y así le estuvieron sometidos Judá y Benjamín.

Adhesión de los sacerdotesy levitas a Roboám

13 Los sacerdotes y levitas de todo Israel acudían desde sus territorios para plegarse a Roboám. 14 En efecto, los levitas abandonaron sus campos de pastoreo y sus posesiones y se fueron a Judá y a Jerusalén, porque Jeroboám y sus hijos les impedían ejercer el sacerdocio del Señor, 15 al instituir por su cuenta sacerdotes para los lugares altos, para los sátiros y para los terneros que él había fabricado. 16 Gente de todas las tribus de Israel, que buscaba de todo corazón al Señor, el Dios de Israel, fue detrás de ellos a Jerusalén, para ofrecer sacrificios al Señor, el Dios de sus padres. 17 Así fortalecieron el reino de Judá y durante tres años, consolidaron a Roboám, hijo de Salomón, ya que durante tres años se siguió el camino de David y Salomón.

Las mujeres y los hijos de Roboám

18 Roboám tomó por esposa a Majalat, hija de Ierimot, hijo de David y de Abijáil, hijo de Eliab, hijo de Jesé. 19 Ella le dio varios hijos: Ieús, Semarías y Zahám. 20 Después tomó a Maacá, hija de Absalón, de la que le nacieron Abías, Atai, Zizá y Selomit. 21 Roboám amó a Maacá, hija de Absalón, más que a todas sus mujeres y concubinas, ya que tuvo dieciocho mujeres y sesenta concubinas, y fue padre de veintiocho hijos y de sesenta hijas. 22 Roboám puso al frente de sus hermanos a Abías, hijo de Maacá, constituyéndolo príncipe heredero, porque quería hacerlo rey. 23 Además, supo distribuir hábilmente a sus hijos por todas las regiones de Judá y de Benjamín, en todas las ciudades fortificadas, dándoles gran cantidad de víveres y procurándoles muchas mujeres.

La invasión de Sisac, rey de Egipto

1 Rey. 14. 25-28
12 1 Pero cuando Roboám consolidó su reino y se hizo fuerte, abandonó la Ley del Señor, y con él todo Israel. 2 Y por haber sido infieles al Señor, en el año quinto del rey Roboám, subió contra Jerusalén Sisac, rey de Egipto, 3 con tres mil doscientos carros de guerra, sesenta mil jinetes y una multitud innumerable que venía con él de Egipto, en la que había libios, suquíes y cusitas. 4 Así se apoderó de las ciudades fortificadas de Judá y llegó a Jerusalén.
5
Entonces el profeta Semaías se presentó a Roboám y a los jefes de Judá, que se habían concentrado en Jerusalén ante el avance de Sisac, y les dijo: “Así habla el Señor: Ustedes me han abandonado a mí, y yo, a mi vez, los he abandonado en manos de Sisac”. 6 Los jefes de Israel y el rey se humillaron y dijeron: “¡El Señor es justo!”. 7 Cuando el Señor vio que se habían humillado, la palabra del Señor llegó a Semaías, en estos términos: “Ellos se han humillado: no los destruiré, sino que los libraré dentro de poco, y mi furor no se derramará sobre Jerusalén por la mano de Sisac. 8 Pero le estarán sometidos, y así sabrán lo que es servirme a mí y lo que es servir a los reyes de la tierra”.
9
Sisac, rey de Egipto, subió contra Jerusalén y se apoderó de los tesoros de la Casa del Señor y de la casa del rey. Se apoderó de todo, incluso de los escudos de oro que había hecho Salomón. 10 En lugar de ellos, el rey Roboám hizo unos escudos de bronce, y se los confió a los jefes de los guardias que custodiaban el acceso a la casa del rey. 11 Cada vez que el rey iba a la Casa del Señor, los guardias los llevaban, y luego los volvían a dejar en la sala de guardia.
12
Por haberse humillado, la ira del Señor se apartó de él y no lo destruyó por completo, ya que aún había algo bueno en Judá.

Fin del reinado de Roboám

1 Rey. 14. 21, 29-31
13 El rey Roboám se reafirmó en Jerusalén y siguió reinando. Roboám tenía cuarenta y un años cuando comenzó a reinar, y reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad que el Señor eligió entre todas las tribus de Israel para poner su Nombre en ella. Su madre se llamaba Naamá, la amonita. 14 Él obró mal, porque no se empeñó en buscar al Señor de corazón.
15
Los hechos de Roboám, desde el principio hasta el fin, están escritos en las Crónicas del profeta Semaías y del vidente Idó, para ser registrados en las genealogías. Roboám y Jeroboám estuvieron continuamente en guerra. 16 Roboám se fue a descansar con sus padres, y fue sepultado en la Ciudad de David. Su hijo Abías reinó en lugar de él.

El reinado de Abías en Judá (915-913) y su guerra con Jeroboám

1 Rey. 15. 1-2
13 1 En el año decimoctavo del reinado de Jeroboám, comenzó a reinar Abías sobre Judá 2 y reinó tres años en Jerusalén. Su madre se llamaba Micaía, hija de Uriel, de Guibeá. Abías y Jeroboám se hicieron la guerra. 3 Abías entró en combate con un ejército de cuatrocientos mil guerreros escogidos, y Jeroboám se alineó contra él con ochocientos mil guerreros escogidos.
4
Abías se paró sobre el monte Semaraim, que está en la montaña de Efraím, y dijo: “¡Escuchen, Jeroboám y todo Israel! 5 ¿Acaso no saben que el Señor, el Dios de Israel, ha dado a David y a sus hijos el reino de Israel para siempre, por medio de una alianza de sal? 6 Pero Jeroboám, hijo de Nebat, servidor de Salomón, hijo de David, se reveló contra su señor. 7 Unos hombres inútiles e impíos se unieron a él y prevalecieron sobre Roboám, hijo de Salomón, porque Roboám era joven y débil, y no supo hacerles frente. 8 ¡Ahora ustedes tratan de resistir a la soberanía del Señor, que está en manos de los hijos de David! ¡Ustedes son una enorme multitud y tienen los terneros de oro que Jeroboám les dio como dioses! 9 ¿Acaso no han expulsado a los sacerdotes del Señor, a los hijos de Aarón y a los levitas, para establecer sacerdotes a la manera de los pueblos paganos? Porque cualquiera que viene con un ternero y siete carneros para recibir la investidura, puede llegar a ser sacerdote de los que no son dioses. 10 En cuanto a nosotros, nuestro Dios es el Señor y no lo hemos abandonado: los sacerdotes que sirven al Señor son los hijos de Aarón y los que ejercen el ministerio son los levitas. 11 Todas las mañanas y todas las tardes, ellos ofrecen holocaustos al Señor y queman el incienso aromático, disponen los panes de la ofrenda sobre la mesa pura y encienden todas las tardes el candelabro de oro con sus lámparas. Porque nosotros observamos las disposiciones del Señor, nuestro Dios, que ustedes han abandonado. 12 ¡Aquí está Dios al frente de nosotros, aquí están los sacerdotes con las trompetas, listos para hacer resonar el grito de guerra contra ustedes! ¡Israelitas, no hagan la guerra contra el Señor, el Dios de sus padres, porque nada conseguirán!”.

La victoria de Judá sobre Israel

13 Mientras tanto, Jeroboám hizo dar un rodeo para tender una emboscada y atacar a los hombres de Judá por la espalda, de manera que ellos quedaron delante de Judá y la emboscada detrás. 14 Al darse vuelta, los de Judá advirtieron que les presentaban combate por delante y por detrás. Entonces clamaron al Señor y los sacerdotes tocaron las trompetas. 15 Los hombres de Judá lanzaron el grito de guerra, y mientras ellos gritaban, Dios derrotó a Jeroboám y a todo Israel delante de Abías y de Judá. 16 Los israelitas huyeron delante de Judá, pero Dios los entregó en sus manos: 17 Abías y su ejército les infligieron una gran derrota, y cayeron quinientos mil hombres escogidos de Israel. 18 En esa ocasión, los israelitas quedaron humillados, mientras que los de Judá se fortalecieron por haberse apoyado en el Señor, el Dios de sus padres.
19
Abías persiguió a Jeroboám y le arrebató las ciudades de Betel, Iesaná y Efrón con sus respectivos poblados. 20 Jeroboám ya no recuperó su poderío en los tiempos de Abías: el Señor lo hirió gravemente y él murió. 21 Abías, por el contrario, se hizo cada vez más fuerte. Tuvo catorce mujeres, veintidós hijos y dieciséis hijas.

Fin del reinado de Abías

1 Rey. 15. 7-8
22 El resto de la historia de Abías, sus obras y sus hazañas, están escritos en el Comentario del profeta Idó. 23 Abías se fue a descansar con sus padres y lo sepultaron en la Ciudad de David. Su hijo Asá reinó en lugar de él. En tiempos de este el país gozó de paz durante diez años.

El reinado de Asá en Judá (912-871)

1 Rey. 15. 9-12
14 1 Asá hizo lo que era bueno y recto a los ojos del Señor, su Dios. 2 Suprimió los altares de los cultos extranjeros y los lugares altos; rompió las piedras conmemorativas y los pilares sagrados, 3 y exhortó a Judá a buscar al Señor, el Dios de sus padres, y a practicar la Ley y los mandamientos. 4 Mandó suprimir de todas las ciudades de Judá los lugares altos y los altares de incienso; y el reino estuvo en paz bajo su reinado. 5 Edificó ciudades fortificadas en Judá, porque el país estaba en paz, y durante aquellos años nadie le hizo la guerra ya que el Señor le había dado tranquilidad.
6
Entonces Asá dijo a Judá: “Construyamos estas ciudades, rodeándolas de murallas, torres, puertas y cerrojos. Tenemos el país a nuestra disposición, porque hemos buscado al Señor, nuestro Dios, y por eso, él nos ha buscado a nosotros y nos ha dado tranquilidad por todas partes”. Y ellos construyeron las ciudades con todo éxito.
7
Asá tenía en Judá un ejército de trescientos mil hombres, provistos de escudos grandes y lanzas, y otro en Benjamín, de doscientos ochenta mil hombres armados con escudos pequeños y arcos. Todos ellos eran guerreros valerosos.

La invasión y la derrota de Zéraj

8 Zéraj, el cusita, avanzó contra ellos con un ejército de un millón de hombres y trescientos carros de guerra, y llegó hasta Maresá. 9 Asá salió a su encuentro, y ambos se dispusieron para el combate en el valle de Sefatá, junto a Maresá. 10 Entonces Asá invocó al Señor, su Dios, diciendo: “¡Tú solo, Señor, puedes ayudar al débil contra el fuerte! ¡Ayúdanos, Señor, Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos y en tu Nombre marchamos contra esta inmensa muchedumbre! ¡Señor, tú eres nuestro Dios! ¡Que ningún mortal prevalezca contra ti!”.
11
El Señor derrotó a los cusitas delante de Asá y de Judá, y los cusitas huyeron. 12 Asá y las tropas que lo acompañaban, los persiguieron hasta Guerar. Cayeron tantos etíopes que no quedó ningún sobreviviente, porque quedaron destrozados delante del Señor y de su campamento. Los hombres de Judá recogieron un enorme botín. 13 También derrotaron a todas las ciudades de los alrededores de Guerar, porque el terror del Señor se había apoderado de ellas, y las saquearon ya que había en ellas un gran botín. 14 Atacaron asimismo los campamentos de los que apacentaban los rebaños, y se llevaron una gran cantidad de ovejas y camellos. Después regresaron a Jerusalén.

La profecía de Azarías

15 1 Azarías, hijo de Oded, sobre el que había descendido el espíritu de Dios, 2 salió al encuentro de Asá y le dijo: “¡Escúchenme, Asá y todo Judá y Benjamín! El Señor está con ustedes cuando ustedes están con él. Si lo buscan, él se dejará encontrar por ustedes; si lo abandonan, él los abandonará. 3 Durante mucho tiempo Israel estuvo sin verdadero Dios, sin sacerdote que lo instruyera y sin ley. 4 Pero en su angustia, ellos se volvieron hacia el Señor, el Dios de Israel; lo buscaron, y el Señor se dejó encontrar por ellos. 5 En aquellos tiempos no había paz para nadie, sino grandes tribulaciones sobre todos los habitantes del país. 6 La gente y las ciudades se destruían unas contra otras, porque Dios las perturbaba con toda clase de calamidades. 7 Pero ustedes, ¡manténganse firmes y no desfallezcan! Porque sus obras serán recompensadas”.

La reforma religiosa de Asá

1 Rey. 15. 13-15
8 Al oír estas palabras y la profecía que había pronunciado Azarías, hijo de Oded, Asá se decidió a eliminar los ídolos abominables de todo el territorio de Judá y Benjamín, y también de las ciudades que había conquistado en la montaña de Efraím. Además, restauró el altar del Señor que estaba delante del Vestíbulo del Templo. 9 Luego reunió a todo Judá y Benjamín, y a los hombres de Efraím, de Manasés y de Simeón que residían con ellos, porque mucha gente de Israel se había pasado a Asá, al ver que el Señor, su Dios, estaba con él. 10 Ellos se reunieron en Jerusalén el tercer mes del año quince del reinado de Asá. 11 Aquel día sacrificaron al Señor setecientos bueyes y siete mil ovejas del botín que habían traído, 12 e hicieron un pacto, comprometiéndose a buscar al Señor, el Dios de sus padres, con todo su corazón y con toda su alma: 13 a todo el que no buscara al Señor, el Dios de Israel, se lo haría morir, fuera grande o pequeño, hombre o mujer. 14 Así lo juraron al Señor en alta voz, con gritos de júbilo y al son de trompetas y cuernos. 15 Todo Judá se alegró a causa del juramento, porque lo había prestado de todo corazón y había buscado sinceramente al Señor. Por eso el Señor se dejó encontrar por ellos y les dio paz por todas partes.
16
El rey Asá despojó incluso del rango de Reina Madre a su abuela Maacá, por haber dedicado un horrendo fetiche a la diosa Aserá. Asá eliminó ese fetiche, lo redujo a polvo y lo quemó en el torrente Cedrón. 17 Sin embargo, no desaparecieron de Israel los lugares altos, aunque el corazón de Asá perteneció íntegramente al Señor durante toda su vida. 18 Él hizo llevar a la Casa del Señor las ofrendas consagradas por su padre y las que él mismo había consagrado: plata, oro y otros utensilios. 19 Y no hubo guerra hasta el año treinta y cinco del reinado de Asá.

La guerra de Asá contra Basá, rey de Israel

1 Rey. 15. 16-22
16 1 El año trigésimo sexto del reinado de Asá, Basá, rey de Israel, subió contra Judá y fortificó Ramá, para cortarle las comunicaciones a Asá, rey de Judá. 2 Entonces Asá recogió plata y oro de los tesoros de la Casa del Señor y de la casa del rey, y se los envió a Ben Hadad, rey de Arám, que residía en Damasco, con el siguiente mensaje: 3 “Hay una alianza entre tú y yo, como la hubo entre mi padre y el tuyo. Aquí te envío plata y oro. Rompe tu alianza con Basá, rey de Israel, para que él se retire de mi territorio”. 4 Ben Hadad le hizo caso y envió a los jefes de su ejército contra las ciudades de Israel. Ellos atacaron a Ión, Dan, Abel Maim y todos los depósitos de las ciudades de Neftalí. 5 Cuando se enteró Basá, suspendió la fortificación de Ramá e interrumpió los trabajos. 6 El rey Asá movilizó entonces a todo Judá, y se llevaron las piedras y la madera con que Basá estaba fortificando Ramá. Con ellas, Asá fortificó Gueba y Mispá.
7
En aquel tiempo, el vidente Jananí se presentó ante Asá, rey de Judá, y le dijo: “Por haberte apoyado en el rey de Arám en vez de apoyarte en el Señor, tu Dios, el ejército del rey de Arám se te ha escapado de las manos. 8 ¿Acaso los cusitas y los libios no formaban un ejército numeroso, con una enorme cantidad de carros de guerra y caballería? Y sin embargo, por haberte apoyado en el Señor, él los entregó en tus manos. 9 Porque los ojos del Señor recorren toda la tierra para sostener a aquellos cuyo corazón está con él íntegramente. En esto te has comportado como un necio. Por eso, de ahora en adelante vivirás en guerra”. 10 Asá se irritó contra el vidente y lo hizo poner en la cárcel, porque se había enfurecido con él a causa de esto. Por aquel mismo tiempo, Asá oprimió también a una parte del pueblo.

Fin del reinado de Asá

1 Rey. 15. 23-24
11 En cuanto a los hechos de Asá, desde el principio hasta el fin, están escritos en el Libro de los reyes de Judá y de Israel. 12 En el trigésimo noveno año de su reinado, Asá se enfermó gravemente de los pies. Pero ni siquiera en su enfermedad recurrió al Señor, sino a los médicos. 13 Asá murió en el cuadragésimo primer año de su reinado, y se fue a descansar con sus padres. 14 Lo sepultaron en la tumba que se había hecho cavar en la Ciudad de David. Lo depositaron sobre un lecho lleno de ungüentos y de diversos perfumes cuidadosamente preparados, y se encendió en su honor una enorme hoguera.

El reinado de Josafat en Judá (870-846)

17 1 En lugar de Asá reinó su hijo Josafat, el cual logró imponerse sobre Israel. 2 Instaló destacamentos en todas las ciudades fortificadas de Judá, y puso gobernadores en el territorio de Judá y en las ciudades de Efraím que había conquistado su padre Asá.
3
El Señor estuvo con Josafat, porque él siguió los caminos que su padre había seguido al comienzo, y no buscó a los Baales, 4 sino que buscó al Dios de su padre y procedió conforme a sus mandamientos, sin imitar lo que hacía Israel. 5 El Señor afianzó el reino bajo su poder, y todo Judá le hacía regalos, de manera que su riqueza y su gloria llegaron a ser muy grandes. 6 Su corazón siguió fervientemente los caminos del Señor, y él hizo desaparecer otra vez de Judá los lugares altos y los postes sagrados.
7
El tercer año de su reinado envió a sus oficiales Ben Jáil, Abdías, Zacarías, Natanael y Miqueas, para que enseñaran en las ciudades de Judá. 8 Con ellos iban los levitas Semaías, Netanías, Zebadías, Asahel, Semiramot, Jonatán, Adonías, Tobías y Tobadonías, y también los sacerdotes Elisamá y Jorám: 9 todos ellos enseñaron en Judá, llevando consigo el libro de la Ley del Señor, y recorrieron todas las ciudades de Judá, enseñando al pueblo. 10 El terror del Señor se apoderó de todos los reinos de los países que rodeaban a Judá, de manera que no hicieron la guerra contra Josafat. 11 Algunos filisteos trajeron a Josafat presentes y plata en calidad de tributo. También los árabes le trajeron siete mil setecientos carneros y siete mil setecientos chivos. 12 Así Josafat prosperaba cada día más, y construyó en Judá fortalezas y ciudades de aprovisionamiento.

El ejército de Josafat

13 Josafat tenía abundantes reservas en las ciudades de Judá, y un regimiento de guerreros en Jerusalén. 14 Ellos estaban enrolados por clanes, de la siguiente manera:
De Judá, jefes de mil hombres: Adná, el jefe, con 300.000 guerreros. 15
A su lado, Iehojanán, con 280.000 hombres. 16 A su lado, Amasías, hijo de Zicrí, que se había consagrado espontáneamente al Señor, con 200.000 guerreros.
17
De Benjamín: Eliadá, guerrero valeroso, con 200.000 hombres armados de arco y escudo. 18 A su lado, Iehozabad, con 180.000 hombres equipados para la guerra.
19
Estos eran los que estaban al servicio del rey, sin contar los que él había apostado en las ciudades fortificadas de todo Judá.

Preparativos para la campañacontra Ramot de Galaad

1 Rey. 22. 1-5
18 1 Josafat tuvo riquezas y gloria en abundancia. Y como se había emparentado con Ajab, 2 al cabo de unos años bajó a visitarlo a Samaría. Ajab sacrificó gran cantidad de ovejas y bueyes para él y para la gente que lo acompañaba, y lo indujo a subir contra Ramot de Galaad. 3 Ajab, rey de Israel, dijo a Josafat, rey de Judá: “¿Irías conmigo contra Ramot de Galaad?”. Josafat respondió al rey de Israel: “Cuenta conmigo como contigo mismo, con mi gente como con la tuya”. 4 Pero añadió: “Consulta primero la palabra del Señor”.

La intervención  de los falsos profetas

1 Rey. 22. 6-12
5 El rey de Israel reunió a los profetas –unos cuatrocientos hombres– y les preguntó: “¿Podemos ir a combatir contra Ramot de Galaad, o debo desistir?”. Ellos respondieron: “Sube, y el Señor la entregará en manos del rey”. 6 Pero Josafat insistió: “¿No queda por ahí algún profeta del Señor para consultar por medio de él?”. 7 El rey de Israel dijo a Josafat: “Si, queda todavía un hombre por cuyo intermedio se podría consultar al Señor. Pero yo lo detesto, porque nunca me vaticina nada bueno, sino sólo desgracias: es Miqueas, hijo de Imlá”. “No hable el rey de esa manera”, replicó Josafat. 8 Entonces el rey de Israel llamó a un eunuco y ordenó: “Que venga en seguida Miqueas, hijo de Imlá”.
9
El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados cada uno en su trono, con sus vestiduras reales, sobre la explanada que está a la entrada de la puerta de Samaría, mientras todos los profetas vaticinaban delante de ellos. 10 Sedecías, hijo de Canaaná, se había hecho unos cuernos de hierro y decía: “Así habla el Señor: Con esto embestirás a Arám hasta acabar con él”. 11 Y todos los profetas vaticinaban en el mismo sentido, diciendo: “¡Sube a Ramot de Galaad y triunfarás! El Señor la entregará en manos del rey”.

La intervención del profeta Miqueas

1 Rey. 22. 13-28
12 El mensajero que había ido a llamar a Miqueas le dijo: “Mira que las palabras de los profetas anuncian a una sola voz buena fortuna para el rey. Habla tú también como uno de ellos, y anuncia la victoria”. 13 Pero Miqueas replicó: “¡Por la vida del Señor, sólo diré lo que mi Dios me diga!”.
14
Cuando se presentó al rey, este le dijo: “Miqueas, ¿podemos ir a combatir contra Ramot de Galaad, o debo desistir?”. Él le respondió: “Sube y triunfarán; ellos serán entregados en manos de ustedes”. 15 Pero el rey le dijo: “¿Cuántas veces tendré que conjurarte a que no me digas más que la verdad en nombre del Señor?”. 16 Miqueas dijo entonces:
“He visto a todo Israel disperso por las montañas,como ovejas sin pastor.
El Señor ha dicho:Estos ya no tienen dueño;vuélvase cada uno a su casa en paz”.
17
El rey de Israel dijo a Josafaat: “¿No te había dicho que este no me vaticina nada bueno, sino sólo desgracias?”. 18 Miqueas siguió diciendo: “Por eso, escuchen la palabra del Señor: Yo vi al Señor sentado en su trono, y todo el Ejército de los cielos estaba de pie a su derecha y a su izquierda. 19 El Señor preguntó: ‘¿Quién seducirá a Ajab, para que suba y caiga en Ramot de Galaad?’. Ellos respondieron, uno de una manera y otro de otra. 20 Entonces se adelantó el espíritu y, puesto de pie delante del Señor, dijo: ‘Yo lo seduciré’. ‘¿Cómo?’, preguntó el Señor. 21 Él respondió: ‘Iré y seré un espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas’. Entonces el Señor le dijo: ‘Tú lograrás seducirlo. Ve y obra así’. 22 Ahora, el Señor ha puesto un espíritu de mentira en la boca de estos profetas, porque él ha decretado tu ruina”.
23
Sedecías, hijo de Canaaná, se acercó a Miqueas y le dio una bofetada, diciendo: “¿Por dónde se me escapó el espíritu del Señor para hablarte a ti?”. 24 Miqueas repuso: “Eso lo verás el día en que vayas de una habitación a otra para esconderte”. 25 Entonces el rey de Israel ordenó: “Tomen a Miqueas y llévenlo a Amón, el gobernador de la ciudad, y a Joás, el hijo del rey. 26 Ustedes dirán: Así habla el rey: Encierren a este hombre en la cárcel y ténganlo a pan y agua, hasta que yo regrese victorioso”. 27 Miqueas replicó: “Si tú regresas victorioso, quiere decir que el Señor no ha hablado por mi boca”.

Muerte de Ajab en Ramot de Galaad

1 Rey. 22. 29-38
28 El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, subieron hacia Ramot de Galaad. 29 Y el rey de Israel dijo a Josafat: “Yo me voy a disfrazar para entrar en batalla, pero tú quédate con tus vestiduras”. El rey de Israel se disfrazó, y entraron en combate. 30 El rey de Arám, por su parte, había dado esta orden a los comandantes de sus carros de guerra: “No ataquen a nadie, ni pequeño ni grande, sino sólo al rey de Israel”.
31
Cuando los comandantes de los carros vieron a Josafat, dijeron: “¡Es el rey de Israel!”, y lo rodearon para atacarlo. Josafat lanzó un grito y el Señor lo socorrió: Dios los alejó de él. 32 Los comandantes de los carros, al ver que ese no era el rey de Israel, dejaron de perseguirlo. 33 Pero un hombre disparó su arco al azar e hirió al rey de Israel por entre las junturas de la coraza. El rey dijo al conductor de su carro: “Vuelve atrás y sácame del campo de batalla, porque estoy malherido”.
34
Aquel día, el combate fue muy encarnizado. El rey de Israel se mantuvo de pie sobre su carro frente a los arameos hasta la tarde, y murió a la puesta del sol.

El reproche de Jehú a Josafat

19 1 Cuando Josafat, rey de Judá, regresaba sano y salvo a Jerusalén, 2 le salió al encuentro Jehú, hijo de Jananí, el vidente, y le dijo: “¿Tenías que ayudar al impío y favorecer a los que odian al Señor? Por eso has atraído sobre ti la cólera del Señor. 3 Sin embargo, tienes algunas cosas buenas, porque has quemado los postes sagrados que han desaparecido del país, y te has esforzado por buscar a Dios de todo corazón”.

La reforma judicial de Josafat

4 Josafat residía en Jerusalén, pero salió de nuevo para visitar a su pueblo, desde Berseba hasta la montaña de Efraím, y lo hizo volver al Señor, el Dios de sus padres. 5 Estableció jueces en el país, en todas y cada una de las ciudades fortificadas de Judá, 6 y dijo a los jueces: “Miren bien lo que hacen, porque ustedes no deben juzgar en nombre de los hombres, sino del Señor, que está con ustedes cuando administran la justicia. 7 ¡Que permanezca sobre ustedes el temor del Señor! Tengan mucho cuidado con lo que hacen, porque el Señor, nuestro Dios, no tolera la injusticia, ni la acepción de personas, ni el soborno”.
8
También en Jerusalén, Josafat estableció levitas, sacerdotes y jefes de familia de Israel, para dictar las sentencias del Señor y dirimir los pleitos entre los habitantes de Jerusalén. 9 Les dio estas instrucciones: “Obren siempre con temor del Señor, con fidelidad e integridad de corazón. 10 En todo pleito que provenga de sus hermanos residentes en cualquier ciudad –ya sean causas de sangre o cuestiones relativas a la Ley, a los mandamientos, a los preceptos y a las costumbres– ustedes deberán instruirlos, para que no se hagan culpables delante del Señor y su ira no se encienda contra ustedes y contra sus hermanos. Obren de esta manera, y no se harán culpables.
11
El sacerdote Amarías tendrá autoridad sobre ustedes en todos los asuntos concernientes al Señor, y Zebadías, hijo de Ismael, príncipe de la casa de Judá, en todos los asuntos concernientes al rey. Los levitas les servirán de escribas. ¡Tengan ánimo y pónganse a trabajar! ¡Y que el Señor esté con los hombres de bien!”.

Invasión de los moabitas y los amonitas

20 1 Después de un tiempo, los moabitas y los amonitas, junto con algunos maonitas, fueron a combatir contra Josafat. 2 Entonces informaron a Josafat, diciéndole: “Una gran multitud, procedente de Edóm, avanza contra ti desde el otro lado del mar, y ya están en Jasasón Tamar, es decir, en Engadí”.

Súplica de Josafat

3 Josafat, muy atemorizado, decidió consultar al Señor y proclamó un ayuno en todo Judá. 4 Judá se reunió para implorar al Señor, y acudió gente de todas las ciudades. 5 Entonces Josafat se puso de pie en medio de la asamblea de Judá y de Jerusalén, en la Casa del Señor, delante del atrio nuevo, 6 y dijo: “Señor, Dios de nuestros padres, ¿acaso no eres tú el Dios del cielo y el que dominas a todos los reinos de las naciones? ¿No están en tu mano la fuerza y el poder, sin que nadie pueda resistirte? 7 ¿No has sido tú, Dios nuestro, el que expulsaste a los habitantes de esta tierra delante de tu pueblo Israel, y se la entregaste para siempre a los descendientes de tu amigo Abraham? 8 Ellos la han habitado y han edificado un Santuario para tu Nombre, diciendo: 9 ‘Si nos sobreviene alguna desgracia –la espada, el castigo, la peste o el hambre– nos presentaremos delante de esta Casa y delante de ti, porque tu Nombre reside en ella; te invocaremos en nuestra angustia, y tú oirás y nos salvarás’.
10
Mira ahora a los amonitas, a los moabitas y a los de las montañas de Seír: tú no permitiste que Israel entrara en sus tierras cuando salía de Egipto, y por eso él se apartó de ellos y no los destruyó. 11 Ahora ellos nos pagan viniendo a expulsarnos de tu propiedad, la que tú nos has dado en posesión. 12 Dios nuestro, ¿no harás justicia contra ellos? Porque nosotros no tenemos fuera contra esta gran multitud que viene a atacarnos, y no sabemos qué hacer. Pero nuestros ojos están puestos en ti”.
13
Todo Judá permanecía de pie delante del Señor, con sus niños, sus mujeres y sus hijos. 14 Entonces el espíritu del Señor descendió sobre Iajaziel, hijo de Zacarías, hijo de Benaías, hijo de Ieiel, hijo de Matanías, uno de los levitas de los hijos de Asaf, que estaba en medio de la asamblea. 15 Y él dijo: “¡Presten atención, todo Judá, todos ustedes, habitantes de Jerusalén, y tú, rey Josafat! Así les habla el Señor: No teman ni se acobarden ante esa gran muchedumbre, porque esta guerra no es de ustedes sino de Dios. 16 Bajen a atacarlos mañana: ellos suben por la cuesta de Sis y ustedes los encontrarán al extremo del valle, frente al desierto de Ieruel. 17 No tendrán necesidad de combatir en esta ocasión: deténganse allí sin moverse y verán la salvación que el Señor les tienen preparada. ¡No teman ni se acobarden, Judá y Jerusalén! Salgan mañana a enfrentarse con ellos, porque el Señor estará con ustedes”.
18
Josafat se postró con el rostro en tierra; y todo Judá y los habitantes de Jerusalén se postraron ante el Señor para adorarlo. 19 Y los levitas del grupo de los descendientes de Quehat y de los descendientes de Coré se levantaron para alabar en alta voz al Señor, el Dios de Israel.

La victoria de Judá

20 Al día siguiente, muy de madrugada, salieron hacia el desierto de Técoa. Mientras salían, Josafat se puso de pie y dijo: “¡Escuchen, Judá y habitantes de Jerusalén! Tengan confianza en el Señor, nuestro Dios, y estarán seguros; confíen en sus profetas y triunfarán”. 21 Después de consultar al pueblo, designó a unos cantores, para que avanzaran al frente de los guerreros, revestidos con los ornamentos sagrados y alabaran al Señor, diciendo: “¡Alaben al Señor, porque es eterno su amor!”. 22 En el momento en que ellos comenzaron las aclamaciones y las alabanzas, el Señor sembró la discordia entre los amonitas, los moabitas y los de las montañas de Seír que habían venido a invadir a Judá, y se batieron entre sí. 23 Los amonitas y los moabitas se levantaron contra los habitantes de las montañas de Seír, para consagrarlos al exterminio total y aniquilarlos, y cuando acabaron con los habitantes de Seír, se destruyeron mutuamente.

La celebración del triunfo

24 Cuando los hombres de Judá llegaron a la cima que domina el desierto y volvieron sus ojos hacia la multitud, no vieron más que cadáveres tendidos por tierra, porque ninguno había podido escapar. 25 Josafat y su pueblo fueron a saquear los despojos y encontraron mucho ganado, provisiones, ropa y objetos preciosos: fue tanto lo que recogieron que no se lo podían llevar. Emplearon tres días en saquear el botín, porque era muy abundante. 26 Al cuarto día se reunieron en el valle de la Bendición, donde bendijeron al Señor; por eso se dio a este lugar el nombre de valle de la Bendición hasta el día de hoy. 27 Después, todos los hombres de Judá y de Jerusalén, con Josafat a la cabeza, regresaron jubilosamente a Jerusalén, porque el Señor los había hecho triunfar sobre sus enemigos. 28 Entraron en Jerusalén, en la Casa del Señor, al son de arpas, cítaras y trompetas. 29 El terror de Dios se apoderó de los reyes de todos los países, cuando estos se enteraron de que el Señor había combatido contra los enemigos de Israel. 30 El reinado de Josafat gozó de tranquilidad, y su Dios le dio paz por todas partes.

Fin del reinado de Josafat

1 Rey. 22. 41-51
31 Josafat reinó sobre Judá. Tenía treinta y cinco años cuando inició su reinado, y reinó veinticinco años en Jerusalén. Su madre se llamaba Azubá, hija de Siljí. 32 Siguió en todo el camino de su padre Asá y no se apartó de él, haciendo lo que es recto a los ojos del Señor. 33 Sin embargo, no desaparecieron los lugares altos y el pueblo aún no se había entregado de corazón al Dios de sus padres. 34 El resto de los hechos de Josafat, desde el comienzo hasta el fin, están escritos en las Memorias de Jehú, hijo de Jananí, que se encuentran incluidas en el Libro de los reyes de Israel.
35
Después de esto, Josafat, rey de Judá, se alió con Ocozías, rey de Israel, aunque este procedía mal. 36 Se asoció con él para construir barcos que fueran a Tarsis, y los fabricaron en Esión Guéber. 37 Entonces Eliezer, hijo de Dodaías, de Maresá, profetizó contra Josafat diciendo: “Por haberte aliado con Ocozías, el Señor abrió una brecha en tus obras”. En efecto, los barcos naufragaron y no pudieron ir a Tarsis.


2 der Chronik (BPD) 10