Camino de Perfección 7

Capítulo 7 (4)


Trata de dos diferencias de amor y lo que importa conocer cuál es espiritual, y trata de los confesores.


1 (12-13) De dos maneras de amor quiero yo ahora tratar: uno es puro espiritual, porque ninguna cosa parece le toca la sensualidad ni la ternura de nuestra naturaleza; otro es espiritual y que junta con él nuestra sensualidad y flaqueza. Que esto es lo que hace al caso, estas dos maneras de amarnos sin que intervenga pasión ninguna, porque en habiéndola va todo desconcertado este concierto; y si con templanza y discreción tratamos el amor que tengo dicho, va todo meritorio, porque lo que nos parece sensualidad se torna en virtud, sino que va tan entremetido, que a veces no hay quien lo entienda, en especial si es con algún confesor; que personas que tratan oración, si le ven santo y las entiende la manera del proceder, tómase mucho amor.

2 (14) Y aquí da el demonio gran batería de escrúpulos que desasosiega el alma harto, que esto pretende él; en especial si el confesor la trae a más perfección, apriétala tanto que le viene a dejar. Y no la deja, con otro ni con otro, de atormentar aquella tentación. Lo que en esto pueden hacer es procurar no ocupar el pensamiento en si quieren o no quieren, sino si quisieren, quieran; porque, pues cobramos amor a quien nos hace algunos bienes al cuerpo, quien siempre procura y trabaja de hacerlos al alma, ¿por qué no le hemos de querer? Antes tengo por gran principio de aprovechar mucho tener amor al confesor, si es santo y espiritual, y veo que pone mucho en aprovechar mi alma; porque es tal nuestra flaqueza, que algunas veces nos ayuda mucho para poner por obra cosas muy grandes en servicio de Dios. Si no es tal como he dicho, aquí está el peligro, y puede hacer grandísimo daño entender él que le tienen voluntad; y en casas muy encerradas mucho más que en otras. Y porque con dificultad se entenderá cuál es tan bueno, es menester gran cuidado y aviso; porque decir que no entienda él que hay la voluntad y que no se lo digan, esto sería lo mejor; mas aprieta el demonio de arte, que no da ese lugar, porque todo cuanto tuviere que confesar le parecerá es aquello, y que está obligada a confesarlo. Por esto querría yo que creyesen no es nada ni hiciesen caso de ello. Lleven este aviso: si en el confesor entendieren que todas sus pláticas es para aprovechar su alma, y no le vieren ni entendieren otra vanidad (que luego se entiende a quien no se quiere hacer boba) y le entendieren temeroso de Dios, por ninguna tentación que ellas tengan de mucha afección se fatiguen; que de que el demonio se canse se le quitará. Mas si en el confesor entendieren va encaminado a alguna vanidad en lo que les dicen, todo lo tengan por sospechoso, y en ninguna manera, aunque sean pláticas de oración ni de Dios, las tengan con él, sino con brevedad confesarse y concluir; y lo mejor sería decir a la madre no se halla su alma bien con él y mudarle (esto es lo más acertado si hay disposición, y espero en Dios sí habrá) y poner lo que pudiere en no tratar con él, aunque sienta la muerte.

3 (15) Miren que va mucho en esto, que es cosa peligrosa y un infierno y daño para todas. Y digo que no aguarde a entender mucho mal, sino que muy al principio lo ataje por todas las vías que entendiere; con buena conciencia lo puede hacer. Mas espero yo en el Señor que no permitirá personas que han de tratar tanta oración, puedan tener voluntad sino a quien mucha la tenga a Dios y sea muy virtuoso; que esto es muy cierto, o lo es que no tienen ellas oración; porque si la tienen y ven que no las entiende su lenguaje, y no le ven aficionado a hablar en Dios, no le podrán amar, porque no es su semejante; si lo es, con las poquísimas ocasiones que aquí habrá, o es grandísimo simple o no querrá desasosegarse y desasosegar a las siervas de Dios, adonde tan pocos contentos, o ninguno, podrán tener sus deseos.

4 (16) Ya que he comenzado a hablar en esto, que, como digo, es todo el mayor daño que el demonio puede hacer a monasterios tan encerrados y más tardío en entenderse, y así se va estragando la perfección sin entender cómo ni por dónde; porque si éste quiere dar lugar a sus vanidades por tenerle, lo hace todo poco aun para las otras. ¡Dios nos libre, por quien su Majestad es, de cosas semejantes! A todas las hermanas basta a turbar, porque su conciencia les dice al contrario de lo que el confesor; y si las aprietan que tengan uno solo, no saben qué hacer ni cómo se sosegar, porque quien les había de dar el sosiego y remedio es quien hace el daño. He visto en monasterios gran aflicción de esta parte -aunque no en el mío-, que me han dado a gran piedad.


Capítulo 8 (6)


Prosigue en tratar de los confesores y lo que importa que sean letrados, y da avisos para tratar con ellos.


1 No dé el Señor a probar a nadie este trabajo en esta casa -por quien él es- de verse alma y cuerpo apretadas, o que si la prelada está bien con el confesor, que ni a él de ella, ni a ella de él no osan decir nada. Aquí viene la tentación de dejar de confesar pecados muy graves por miedo las cuitadas de no estar siempre en desasosiego. ¡Oh, válgame Dios, qué de almas debe coger por aquí el demonio, y qué caro les cuesta el negro apretamiento y honra!, que porque no traten más de un confesor, piensan granjean gran cosa de religión y gran honra del monasterio, y ordena por esta vía el demonio coger sus almas, como no puede por otra. Si las tristes piden otro, luego va todo perdido el concierto de la religión; o que si no es de su Orden, aunque fuese un san Jerónimo, luego hacen afrenta de la Orden toda.

2 Alabad mucho, hijas, a Dios por esta libertad que tenéis, que, aunque no ha de ser para con muchos, podréis tratar con algunos, aunque no sean los ordinarios confesores, que os den luz para todo; y esto pido yo, por amor de Dios, a la que estuviere por mayor: procure siempre tratar con quien tenga letras, y que traten sus monjas. Dios las libre, por espíritu que uno les parezca tenga y en hecho de verdad le tenga, regirse en todo por él, si no es letrado; mientras más mercedes el Señor les hiciere en la oración, más han menester ir bien fundadas sus devociones y oraciones y sus obras todas.

3 Ya saben que la primera piedra ha de ser buena conciencia y librarse con todas sus fuerzas de pecados veniales y seguir lo más perfecto. Parecerles ha que esto cualquier confesor lo sabe. Pues engáñanse mucho, que yo traté con uno que había oído todo el curso de teología, y me hizo harto daño en cosas que me hizo entender no eran malas; y sé que no pretendió engañarme -que no tenía éste para qué-, sino que no supo más.

4 Y este tener verdadera luz para guardar la ley de Dios y la perfección, es todo nuestro bien; sobre esto asienta bien la oración; sin este cimiento fuerte, todo el edificio va falso. Así que gente de espíritu y de letras han menester tratar. Si el confesor no pudieren lo tenga todo, a tiempos procurar otros; y si por ventura les ponen precepto no se confiesen con otros, sin confesión traten su alma con personas semejantes a lo que digo. Y atrévome más a decir, que aunque lo tenga todo el confesor, algunas veces hagan lo que digo; porque ya puede ser él se engañe, y es bien no se engañen todas por él, procurando no sea cosa contra obediencia, que medios hay para todo, y vale mucho un alma para que no procure por todas maneras su bien, cuanto más las de muchas.

5 Y esto todo lo que he dicho toca a la que fuere prelada, y que procure, por amor de Dios, pues aquí no se pretende otra consolación sino la del alma, procure en esto no desconsolarlas, que hay diferentes caminos por donde lleva Dios, y no por fuerza los sabrá todos un confesor, que en esto siempre procure consolarlas con personas tales. No haya miedo les falten, si son las que han de ser, aunque sean pobres. Dios, como las mantiene y da de comer los cuerpos -que es menos necesario-, les dará quien con mucha voluntad den luz a su alma, y remédiase este mal, que es el que yo más temo, que queda dicho; que cuando el demonio tentase al confesor en alguna vanidad, como sepa que tratan con otros, iráse a la mano; y quitada esta entrada del demonio, yo espero en Dios no habrá ninguna en esta casa. Y así pido, por amor del Señor, al obispo que fuere, que deje a las hermanas esta libertad, y esté seguro, con el favor de Dios, tendrá buenas súbditas, que nunca les quite cuando las personas fueren tales que tengan letras y bondad (que luego se entiende en lugar tan chico), no les quite que algunas veces se confiesen con ellos y traten su oración, aunque haya confesores, que para muchas cosas sé que conviene, y que el daño que puede haber es ninguno en comparación del grande y disimulado y casi sin remedio, a manera de decir, que hay en lo contrario; que esto tienen los monasterios, que el bien cáese presto si con gran cuidado no se guarda; y el mal, si una vez comienza, es dificultosísimo de quitarse; que muy presto la costumbre se hace hábito y naturaleza de cosas imperfectas.

6 Y esto que aquí pongo, téngolo visto y entendido de muchos monasterios y tratado con personas avisadas y espirituales para ver cuál convenía más a esta casa, para que la perfección de ella fuese adelante; y entre los peligros -que en todo lo hay mientras vivimos-, éste hallamos ser el menor: que nunca haya vicario que tenga mando de entrar y salir y mandar, ni confesor que mande, sino que éstos sean para celar la honestidad de la casa y recogimiento de ella, interior y exterior, para decir al prelado cuando no fuere tal, mas no que sea él superior; porque, como digo, hallóse grandes causas para ser esto lo mejor, miradas todas, y que un confesor confiese ordinario, que sea el mismo capellán, siendo tal; y que para las veces que hubiere necesidad en un alma, puedan confesarse con personas tales como quedan dichas, nombrándolas el mismo prelado o, si la madre fuere tal que el obispo que fuere fíe esto de ella, a su disposición; que, como son pocas, poco tiempo ocuparán a nadie. Esto se determinó después de harta oración de muchas personas y mía, aunque miserable, y entre personas de grandes letras y entendimiento y oración; y así espero en el Señor es lo más acertado.

7 Así le pareció al señor obispo que es ahora, llamado don Alvaro de Mendoza, persona muy aficionado a favorecer el bien de esta casa, espiritual y aun temporal; que lo miró mucho, como quien desea el bien que hay en ella vaya muy adelante, y creo no le dejará Dios errar, pues estaba en su lugar, y no pretende sino su mayor gloria. Paréceme que los prelados que vinieren después no querrán, con el favor del Señor, ir contra cosa que tan mirada está y tanto importa para muchas cosas.


Capítulo 9 (6)


Prosigue en este modo de amor del prójimo.


1 Mucho me he divertido, mas muy mucho importa lo que queda dicho, si por decirlo yo no pierde. Tornemos ahora al amor que es bien, hermanas mías, que nos tengamos, y es lícito. Del que digo es todo espiritual, no sé si sé lo que me digo; al menos paréceme no es menester mucho hablar en él, porque temo le tendrán pocas, y quien le tuviere alabe a Dios, y bien loado se está. Debe ser de grandísima perfección y quizá nos aprovecharemos algo de él digamos algo.

2 Mas estotro es el que más hemos de usar; y aunque digo que es algo sensual, no lo debe ser, sino que ni yo sé cuál es sensual ni cuál espiritual, ni sé cómo me pongo a hablar en ello. Es como quien oye hablar de lejos, que, aunque oye que hablan, no entiende lo que hablan; así soy yo, que algunas veces no debo entender lo que digo, y quiere el Señor sea bien dicho; si otras fuere dislate, es lo más natural a mí no acertar en nada.

3 Paréceme ahora a mí que cuando una persona ha llegádola Dios a claro conocimiento de lo que es el mundo, y de qué cosa es mundo, y de que hay otro mundo, digamos, u otro reino, y la diferencia que hay de lo uno a lo otro, y que aquello es eterno y estotro es soñado, y qué cosa es amar al Criador o a la criatura, y qué se gana con lo uno y qué se pierde con lo otro, y qué cosa es Criador y qué cosa es criatura, y otras muchas cosas que el Señor enseña con verdad y claridad a quien su Majestad quiere, que aman muy diferentemente de los que no hemos llegado aquí.


Capítulo 10 (6)


De en lo mucho que se ha de tener ser amados de este amor.


1 (4) Podrá ser, hermanas mías, que os parezca esto desatino mío y digáis que todas os sabéis esto. Plega al Señor que sea así que lo sepáis de la manera que ello se ha de saber, imprimido en las entrañas, y que nunca un momento se os aparte de ellas; pues si esto sabéis, veréis que no miento en decir que a quien llega aquí tiene este amor. Son estas personas que Dios las llega a este estado, a lo que a mí me parece, almas generosas, almas reales; no se contentan con amar cosa tan ruin como estos cuerpos, por hermosos que sean, por muchas gracias que tengan, bien que les place a la vista y alaban al que le crió; mas para detenerse en ellos más de primer movimiento -de manera, digo, que por estas cosas les tengan amor-, no. Parecerles hía que aman cosa sin tomo y que se ponen a querer sombra; correrse hían de sí mismos y no tendrían cara, sin gran afrenta suya, para decir a Dios que le aman.

2 (5-7) Diréisme: esos tales no sabrán querer; ¿pues a qué se aficionan si no es a lo que ven? Mucho más quieren en éstos, y con más pasión y más verdadero amor y más provechoso amor; en fin, es amor, y esotras aficiones bajas le tienen hurtado el nombre.

3 (8) Verdad es que lo que ven aman y a lo que oyen se aficionan; mas es a cosas que ven son estables. Luego éstos, si aman un amigo, pasan por los cuerpos -que, como digo, no se pueden detener en ellos-, y pasan a las almas y miran si hay que amar; si no lo hay y ven algún principio o disposición para que, si cavan, hallarán oro en esta mina, si tienen amor, no les duele el trabajo; ninguna cosa se les pone delante que de buena gana no la harían para bien de aquel alma, porque la desean amar, y saben muy bien que si no tiene bienes y ama mucho a Dios, que es imposible. Y digo que es imposible, aunque se muera por ellos y les haga todas las buenas obras que pueda y tenga todas las gracias de naturaleza juntas; no tendrá fuerza la voluntad, porque es voluntad ya sabia y tiene experiencia de lo que es ya todo; no le echarán dado falso; ve que no son para en uno y que es imposible cosa que dure amarse el uno al otro, y teme que se acabará el gozarse con la vida, si el otro no le parece que va guardando la ley de Dios, y que irán a diferentes partes.

4 (9) Y este amor que sólo acá dura, alma a quien Dios ha infundido verdadera sabiduría, no le estima en más de lo que él vale, ni en tanto; porque para los que gustan de gustar cosas del mundo, o en gustos de deleites, o de honras, o de riquezas, algo valdrá si es rico y tiene partes para dar pasatiempos o contentos, o recreaciones; mas quien esto tiene ya debajo de los pies, poco se le da de ellos. Ahora, pues, aquí, si tiene amor, es la pasión del amor para hacer esta alma para ser amada; porque, como digo, si no lo es, sabe que la ha de dejar. Es amor muy a su costa; no deja de poner nada porque se aproveche de cuanto es en sí; perdería mil vidas por un pequeño bien suyo.


Capítulo 11 (7)


Prosigue en la misma materia dando algunos avisos para venir a ganar este amor.


1. Es cosa extraña qué apasionado amor es éste, qué de lágrimas cuesta, qué de penitencias, qué de oración, qué encomendar a todos los que piensa ha de aprovechar; un cuidado ordinario, un no traer contento Pues si ve el alma de éste que ama va mejorando y torna algo atrás, no parece que ha de tener placer en su vida; ni come ni duerme sino con este cuidado, siempre temerosa si alma que tanto quiere se ha de perder, si se han de apartar para siempre; que la muerte de acá no la tiene en dos maravedís, que no quiere asirse a cosa que en un soplo se va de entre las manos sin poder asirla. Es amor sin poco ni mucho de interés; todo su interés está en ver rica aquel alma de bienes del cielo; en fin, es amor que va pareciendo al que nos tuvo Cristo; merece nombre de amor, no estos amorcitos desastrados, valadíes de por acá, aun no digo en los malos, que éstos Dios nos libre.

2 En cosa que es infierno no hay que nos cansar en decir mal, que no se puede encarecer el menor mal de él. Este no hay para qué tomarle nosotras, hermanas, en la boca, cuanto más en el pensamiento, ni pensar le hay en el mundo, ni en burla ni en veras oír ni consentir que delante de vosotras se cuenten semejantes voluntades -para ninguna cosa aprovecha, ni hay para qué, y podría dañar-, sino de estotros lícitos que acá nos tenemos unas a otras, o se tienen los deudos o amigos. Todo se va a no se nos muera: si les duele la cabeza, parece les duele el alma; si los ven con trabajos, no les queda paciencia; todo de esta manera.

3 Estotro amor que digo no es así; aunque con la flaqueza natural se sienta algo de presto, luego va la razón a ver si es bien para aquel alma, si se enriquece más en virtud, cómo lo lleva, el rogar a Dios le dé paciencia y merezca en aquello. Si ve que la tiene y es así, ninguna pena le da, antes se alegra y consuela; bien que lo pasaría de mejor gana que vérselo pasar, si el mérito y bien que queda pudiesen todo dárselo, mas no para que se inquieten ni se maten.

4 Torno a decir que es amor sin interés como nos le tuvo Cristo, y así aprovechan tanto los que llegan a este estado, porque no querrían ellos sino abarcar todos los trabajos y que estotros se aprovechasen holgando de ellos; así aprovechan tanto a los que tienen su amistad, porque, aunque no lo hagan, se ve que querrían más enseñar por obras que por palabras Digo no lo hagan, si son cosas que no pueden, mas en lo que pueden, siempre querrían estar trabajando y ganando para los que aman; no les sufre el corazón tratarlos doblez ni verles falta si piensan les ha de aprovechar, y aun hartas veces no se les acuerda de esto -con el deseo que tienen de verlos muy ricos- que no se lo digan. ¡Qué rodeos traen para esto! Con andar descuidados de todo el mundo y no teniendo cuenta si sirven a Dios o no -porque sólo consigo mismos la traen-, con sus amigos no hay encubrírseles cosa; las motitas ven. ¡Oh dichosas almas que son amadas de los tales! ¡Dichoso el día en que los conocieron! ¡Oh Señor mío!, ¿no me haríais merced que hubiese muchos que así me amasen? Por cierto, Señor, de mejor gana lo procuraría que ser amada de todos los reyes y señores del mundo, y con razón; pues éstos nos procuran, por cuantas vías pueden, hacer tales que señoreemos el mismo mundo y que nos estén sujetas todas las cosas de él. Cuando alguna persona semejante conociereis, hermanas, con todas las diligencias que pudiere la madre procure trate con vosotras. Quered cuanto quisiereis a los tales. Pocos debe haber, mas no deja el Señor de querer se entienda, cuando alguno hay que llegue a la perfección, luego os dirán que no es menester, que basta tener a Dios. Buen medio es para tener a Dios tratar con sus amigos; siempre se saca gran ganancia, yo lo sé por experiencia; que después del Señor, si no estoy en el infierno, es por personas semejantes, que siempre fui muy aficionada me encomendasen a Dios, y así lo procuraba.

5 Ahora tornemos a lo que íbamos. Esta manera de amarnos unas a otras es la que yo querría nos tuviésemos; mas a los principios no será posible. Tomemos en los medios este amor, que aunque lleve algo de ternura, no dañará, como sea en general.

6 Es bueno y necesario algunas veces mostrar ternura en la voluntad, y aun tenerla, y sentir cualquier enfermedad o trabajo de la hermana, porque a veces acaece dar unas naderías pena a algunas personas que otras se reirían de ello. Y no se espanten, que el demonio, por ventura, puso allí todo su poder con más fuerza que para que vos sintieseis las penas y trabajos grandes; y holgarse con las hermanas en lo que ellas se huelgan, aunque no os holguéis, todo es caridad; porque yendo con consideración, todo se tornará en amor perfecto. Y es así que, queriendo tratar del que no lo es tanto, que no hallo camino en esta casa para que me parezca entre nosotras será bien tenerle, porque si por bien es, como digo, todo se ha de volver a su principio, que es el amor que queda dicho.

7 Pensé decir mucho de estotro, y venido a adelgazar no me parece se sufre aquí con el modo que llevamos, y por eso lo quiero dejar en lo dicho; que espero en Dios -aunque no sea con toda perfección- no habrá en esta casa disposición para que haya otra manera de amaros. Es muy bien unas se apiaden de las necesidades de las otras, aunque no con falta de discreción. Digo con falta en cosa que sea contra la obediencia que es contra lo que manda la prelada; aunque le parezca áspero y dentro en sí lo muestre, no lo dé a entender a nadie sino a la misma prelada, y con humildad, que harán mucho daño; y sepan entender cuáles cosas son las que han de sentir ver en sus hermanas, y siempre sientan mucho cualquiera falta. Y aquí es el amor sabérsela sufrir y no se espantar de ella, que así lo harán las otras las que yo tuviere y no las entiendo -y deben ser muchas más-, y encomendarla mucho a Dios y procurar ella hacer en gran perfección la virtud contraria de la falta que ve en la hermana, y esforzarse a esto, para que -pues están juntas- no puede dejar de irse entendiendo mejor que con toda la reprensión y castigo que se le hiciese.

8 ¡Oh qué bueno y verdadero amor será el de la hermana que por aprovechar a todas, dejado su provecho, procurare ir muy adelante en todas las virtudes y guardare con gran perfección su regla! Mejor amistad será ésta que todas las ternuras que se pueden decir, que éstas no se usan en esta casa ni se han de usar, tal como «mi vida», «mi alma», ni otras cosas de éstas, que a las unas llaman uno y a las otras otro. Estas palabras regaladas déjenlas para con el Señor, pues tantas veces al día han de estar con él -y tan a solas algunas-, que de todo se habrán menester aprovechar, pues su Majestad lo sufre, y muy usadas acá no enternecen tanto con el Señor; y sin eso, no hay para qué. Es muy de mujeres y no querría yo mis hermanas pareciesen en nada, sino varones fuertes; que si ellas hacen lo que es en sí, el Señor las hará tan varoniles que espanten a los hombres. ¡Y qué fácil es a su Majestad, pues nos hizo de nonada!

9 En procurar quitarlas de trabajo y tomarle cada una, también se muestra el amor, como queda dicho, y en holgarse de su acrecentamiento de virtud como del suyo mismo, y en otras muchas cosas entenderán si tienen esta virtud, que es muy grande; porque en ella está toda la paz de unas con otras, que es tan necesaria para los monasterios; mas espero yo en el Señor la habrá siempre en éste, porque, a no la haber, sería cosa terrible sufrirse: pocas y mal avenidas, no lo permita Dios; mas o se ha de perder todo el bien que va principiado por mano del Señor, o no habrá tan gran mal.

10 Y si por dicha alguna palabrilla de presto se atravesare, remédiese luego; y si no, y vieren que va adelante, hagan grande oración; y en cualquier cosa de éstas que dure, o bando, o deseo de ser más, o puntillos (que parece se me hiela la sangre, como dicen, cuando escribo esto, porque veo es el principal mal de los monasterios), dense por perdidas; sepan que han echado al Señor de casa; clamen a su Majestad; procuren remedio; porque si no le pone confesar y comulgar tan a menudo teman que hay algún Judas.

11. Mire mucho la prelada, por amor de Dios, en atajar presto esto, y cuando no bastare con amor, sean graves castigos; si una lo alborota, procuren se vaya a otro monasterio, que Dios las remediará con que la doten. Echen de sí esta pestilencia; corten como pudieren las ramas; y si no bastare, arranquen la raíz; y cuando no pudieren más, no salga de una cárcel quien de esto tratare; mucho más vale, que no pegar a todas tan incurable pestilencia. ¡Oh, que es gran mal! ¡Dios nos libre de monasterio adonde entra!; cierto, yo más querría que entrase un fuego que las abrasase todas. Porque en otra parte trataré aún otra vez de esto, no digo aquí más, sino que quiero más que se quieran y amen tiernamente y con regalo -aunque no sea tan perfecto como el amor que queda dicho, como sea en general-, que no que haya un punto de discordia. No lo permita el Señor por quien su Majestad es, amén.


Capítulo 12 (8)


Comienza a tratar el gran bien que es procurar desasirse de todo interior y exteriormente.


1 Ahora vengamos al desasimiento que hemos de tener, porque en esto está el todo si va con perfección. Aquí digo está el todo, porque abrazándonos con solo el Criador y no se nos dando nada por todo lo criado, su Majestad infunde de manera las virtudes que, trabajando nosotros poco a poco lo que fuere en nosotros, poco tendremos más que pelear; que el Señor toma la mano contra los demonios y contra todo el mundo en nuestra defensa. ¿Pensáis, hermanas, que es poco bien procurar este bien de darnos todas al Todo sin hacernos partes? En él están todos los bienes, como digo, y por eso demos muchas gracias al Señor, que nos juntó aquí adonde no se trata de otra cosa sino de esto. Y así no sé para qué lo digo, pues, en parte, todas las que ahora aquí estáis me podéis en esto enseñar a mí; que confieso en este caso tan importante soy la más imperfecta; mas, pues me lo mandáis, tocaré en algunas cosas que se me ofrecen.

2 Cuanto a lo exterior, ya se ve cuán apartadas parece nos quiere el Señor apartar de todo a las que aquí nos trajo, para llegarnos más sin embarazo su Majestad aquí.

¡Oh Criador y Señor mío! ¿Cuándo merecí yo tan gran dignidad, que parece habéis andado rodeando cómo os llegar más a nosotras? Plega a vuestra bondad no lo perdamos por nuestra culpa. ¡Oh hermanas mías!, entended, por amor de Dios, bien esta tan gran merced, y cada una lo piense bien en sí, que en solas doce quiso el Señor fueseis una; ¡y qué de ellas, qué multitud de ellas, mejores que yo, sé que tomaran este lugar de buena gana, y diómelo el Señor a mí, que tan mal lo merezco! Bendito seáis Vos, Señor, alaben os los ángeles y todo lo criado, que esta merced no se puede tampoco servir, como otras muchas que me habéis hecho; que darme estado de monja fue grandísima. Como lo he sido tan ruin, no os fiasteis, Señor, de mí; entré adonde había muchas buenas, por ventura no echaran de ver mi ruindad hasta que se me acabara la vida (yo la encubriera, como hice muchos años), y traéisme, Señor, adonde son tan pocas que parece imposible poderse dejar de conocer, para que ande con más cuidado. Quitáisme todas las ocasiones, porque no tenga lugar el día del juicio de tener disculpa si no hiciere lo que debo.

3 Mirad, hermanas mías, que es mayor mucho nuestra culpa si no somos buenas, y así encargo mucho a la que no se hallare con fuerza espiritual -habiéndolo probado- para llevar lo que aquí se lleva, lo diga; otros monasterios hay adonde por ventura se sirve mejor el Señor mucho. No turben a estas poquitas que aquí su Majestad ha juntado para su servicio; porque en otros cabos hay libertad para consolarse con deudos; aquí si algunos se admiten, para consuelo de los mismos deudos es. Mas la hermana que para su consolación hubiere menester deudos y no se cansare a la segunda vez -salvo si no es espiritual, o ve que hace algún provecho a su alma-, téngase por imperfecta; crea no está desasida, no está sana, no tendrá libertad de espíritu, no tendrá entera paz; menester ha médico.

4 Y yo no sabría otra mejor cura, que es que nunca más los vea hasta que esté libre y haya ganado para sí; entonces, mucho de enhorabuena, véalos alguna vez -cuando lo tome por cruz- para aprovecharlos en algo, que cierto los aprovechará; mas si les tiene amor, si le duelen mucho sus penas y escucha sus sucesos del mundo de buena gana, crea que a sí se dañará y a ellos no les hará ningún provecho.


Capítulo 13 (9)


El gran bien que hay en huir de los deudos los que han dejado el mundo, y cuán más verdaderos amigos hallan.


1 ¡Oh, si entendiésemos las religiosas el daño que nos viene de esto, cómo huiríamos de ellos! Yo no entiendo qué consolación es ésta que dan los deudos (aun dejo en lo que toca a Dios el daño que nos hacen, sino para nuestro sosiego y descanso), que de sus recreaciones no podemos gozar, y de sus trabajo ninguno dejamos de llorar, y aun algunas veces más que los mismos. A usadas, que si algún regalo hacen al cuerpo, que lo paga bien el espíritu y la pobre del alma. De eso estáis aquí quitadas, hermanas que, como todo es en común y nadie puede tener nada en particular, no habéis menester regalos de deudos.

2 Espantada estoy el daño que hace tratarlos, y no lo creyera si no tuviera experiencia, y cuán olvidada está esta perfección en las religiones -al menos en las más-, aunque no en todos los santos que escribieron, o muchos. No sabría yo qué dejamos del mundo las que decimos que todo lo dejamos por Dios, si no dejamos lo principal que son a los parientes. Viene ya la cosa a estado, que tienen por falta de virtud no querer mucho los religiosos a sus deudos, y como que lo dicen ellos y alegan sus razones.

3 En esta casa, hija mía, mucho cuidado de encomendarlos a Dios después de lo dicho que toca a su Iglesia, que es razón; en lo demás, apartarlos de la memoria lo más que podamos. Yo he sido querida mucho de ellos -a lo que decían-, y tengo por experiencia de mí y en otras, que, dejado padres (que por maravilla dejan de hallarlos los hijos, y es razón con ellos cuando tuvieren necesidad de consuelo, si viéremos no nos daña el alma, no seamos extraños, que con desasimiento se puede hacer), en los demás, aunque me he visto en trabajos, mis deudos han sido; y quien me ha ayudado en ellos, los siervos de Dios.

4 Creed, amigas, que sirviéndole vosotras como debéis, que no hallaréis mejores amigos que los que su Majestad os enviare. Y puestas en esto, como aquí lo vais viendo, que en hacer otra cosa faltáis al verdadero amigo Cristo, muy en breve ganaréis esta libertad. Quien os dijere que lo demás es virtud, no lo creáis; que si dijese todos los daños que traen me había de alargar mucho, aun con mi rudeza e imperfección; ¿qué hallarán los que tuvieren esto al contrario? En muchas partes, como he dicho, lo hallaréis escrito; en todos los más libros no se trata otra cosa sino cuán bueno es huir del mundo.

5 Pues creedme que los deudos es el mundo que más se apega y más malo de desapegar. Por eso hacen bien los que huyen de sus tierras, si les vale, digo; que no creo va en huir el cuerpo, sino en que determinadamente se abrace el alma con el buen Jesús, Señor nuestro, que, como allí lo halla todo, olvídalo todo; aunque ayuda es apartarnos muy grande hasta que ya tengamos conocida esta verdad; que después podrá ser el Señor quiera, por darnos cruz, que tratemos con ellos.


Capítulo 14 (10)


Cómo no basta esto, si no se desasen de sí mismas.


1 Desasiéndonos de esto y poniendo en ello mucho, como cosa que importa mucho -miren que importa-, y encerradas aquí sin poseer nada, ya parece que lo tenemos todo hecho, que no hay que pelear. ¡Oh hijas mías!, no os aseguréis ni os echéis a dormir, que será como el que queda muy sosegado de haber cerrado muy bien sus puertas por miedo de ladrones y se los deja en casa. Y ¿no habéis oído que es el peor ladrón el que está dentro de casa? Quedamos nosotras. Es más, que si no se anda con gran cuidado y cada una -como el mayor negocio que tiene que hacer- no se mira mucho, hay muy muchas cosas para quitar esta santa libertad de espíritu que buscamos, que pueda volar a su Hacedor sin ir cargado de tierra y de plomo.

2 Gran medio es para esto traer muy continuo cuidado de la vanidad que es todo, y cuán presto se acaba, para quitar la afección de todo y ponerla en lo que ha para siempre de durar; y aunque parece flaco medio, viene a fortalecer mucho el alma, y en las muy pequeñas cosas traer gran cuidado; en aficionándonos a alguna, no pensar más en ella, sino volver el pensamiento a Dios, y su Majestad ayuda. Y hanos hecho gran merced, que en esta casa lo más está hecho; mas queda desasirnos de nosotros mismos. Este es recio apartar, porque estamos muy juntas y nos queremos mucho.



Camino de Perfección 7