CAMINO DE PERFECCION 18

Capítulo 18 (28-29)


Que prosigue en la misma materia y dice cuánto mayores son los trabajos de los contemplativos que de los activos. Es de mucha consolación para ellos.




1 (2) Pues yo os digo, hijas, a las que no lleva Dios por este camino, que a lo que he visto y entendido de los que van por él, que no llevan la cruz más liviana, y que os espantaríais por las vías y maneras que las da Dios. Yo sé de unos y de otros, y sé claro que son intolerables los trabajos que Dios da a los contemplativos; y son de tal suerte, que si no les diese aquel manjar de gustos, no se podrían sufrir. Y está claro que -pues lo es que a los que Dios mucho quiere lleva por camino de trabajos, y mientras más los ama, mayores- no hay por qué creer que tiene aborrecidos los contemplativos, pues por su boca los alaba y tiene por amigos.

2 (3) Pues creer que admite a su amistad estrecha gente regalada y sin trabajos, es disparate. Tengo por muy cierto se los da Dios mucho mayores; y así como los lleva por camino barrancoso y áspero, y a las veces que les parece se pierden y han de comenzar de nuevo a tornarle a andar, que así ha menester su Majestad darles mantenimiento, y no de agua, sino de vino, para que, emborrachados, no entiendan lo que pasan y lo puedan sufrir. Y así pocos veo verdaderos contemplativos que no los vea animosos y determinados a padecer; que lo primero que hace el Señor, si son flacos, es ponerles ánimo y hacerlos que no teman trabajos.

3 (1) Creo piensan los de la vida activa, por un poquito que los ven regalados, que no hay más que aquello. Pues yo digo que por ventura un día de los que pasan no lo pudieseis sufrir. Así que el Señor, como conoce a todos para lo que son, da a cada uno su oficio, el que más ve conviene a su alma y al mismo Señor y al bien de los prójimos; y como no quede por no os haber dispuesto, no hayáis miedo se pierda vuestro trabajo. Mirad que digo que todas lo procuremos, pues no estamos aquí a otra cosa; y no un año, ni dos solos, ni aun diez, porque no parezca lo dejamos de cobardes, y es bien que el Señor entienda no queda por nosotras; como los soldados que, aunque mucho hayan servido, siempre han de estar a punto para que el capitán los mande en cualquier oficio que quiera ponerlos, pues les ha de dar su sueldo. ¡Y cuán mejor pagado lo paga nuestro Rey que los de la tierra!

4 (2) Como los ve presentes y con gana de servir, y tiene ya entendido para lo que es cada uno, reparte los oficios como ve las fuerzas, y si no estuviesen presentes no les daría nada ni mandaría en qué sirviesen.
Así que, hermanas, oración mental, y quien ésta no pudiere, vocal y lección y coloquios con Dios, como después diré. No se deje las horas de oración que todas, no sabe cuándo llamará el Esposo (no os acaezca como a las vírgenes locas), y la querrá dar más trabajo disfrazado con gusto; si no, entiendan no son para ello y que les conviene aquello y aquí entra el merecer con la humildad; creyendo con verdad que aun para lo que hacen no son, andar alegres sirviendo en lo que les mandan, como, he dicho.

5 (3) Y si es de veras esta humildad, bienaventurada tal sierva de vida activa, que no murmurará sino de sí. Deje a las otras con su guerra, que no es pequeña.

6 (4) Porque aunque en las batallas el alférez no pelea, no por eso deja de ir en gran peligro, y en lo interior debe de trabajar más que todos; porque como lleva la bandera, no se puede defender, y aunque le hagan pedazos no la ha de dejar de las manos. Así los contemplativos han de llevar levantada la bandera de la humildad y sufrir cuantos golpes les dieren sin dar ninguno; porque su oficio es padecer como Cristo, llevar en alto la cruz, no la dejar de las manos por peligros en que se vean, ni que vean en él flaqueza en padecer; para eso le dan tan honroso oficio. Mire lo que hace, porque si él deja la bandera, perderse ha la batalla; y así creo que se hace gran daño en los que no están tan adelante, si a los que tienen ya en cuento de capitanes y amigos de Dios les ven no ser sus obras conforme al oficio que tienen.
Los demás soldados vanse como pueden, y a las veces se apartan de donde ven el mayor peligro, y no los echa nadie de ver ni pierden honra; estotros llevan todos los ojos en ellos, no se pueden bullir. Así que bueno es el oficio, y honra grande y merced hace el rey a quien le da, mas no se obliga a poco en tomarle. Así que, hermanas, no sabemos lo que pedimos; dejemos hacer al Señor, que hay algunas personas que por justicia parece quieren pedir a Dios regalos. ¡Donosa manera de humildad! Por eso hace bien el conocedor de todos, que pocas veces creo lo da a éstos; ve claro que no son para beber el cáliz.

7 (5) Vuestro entender, hijas, si estáis aprovechadas, será en si entendiere cada una es la más ruin de todas, y esto que se entienda en sus obras que lo conoce así para aprovechamiento y bien de las otras; y no en la que tiene más gustos en la oración y arrobamientos o visiones o mercedes que hace el Señor de esta suerte, que hemos de aguardar al otro mundo para ver su valor. Estotro es moneda que se corre, es renta que no falta, son juros perpetuos y no censos de al quitar, que estotro quítase y pónese: una virtud grande de humildad y mortificación, de gran obediencia en no ir en un punto contra lo que manda el prelado, que sabéis verdaderamente que os lo manda Dios, pues está en su lugar.
En esto de obediencia es en lo que más había de poner, y por parecerme que si no la hay es no ser monjas, no digo nada de ello, porque hablo con monjas, a mi parecer buenas al menos que lo desean ser; en cosa tan sabida e importante, no más de una palabra porque no se olvide.

8 (6) Digo que quien estuviere por voto debajo de obediencia y faltare no trayendo todo cuidado en cómo cumplirá con mayor perfección este voto, que no sé para qué está en el monasterio; al menos yo le aseguro que mientras aquí faltare, que nunca llegue a ser contemplativa ni aun buena activa; y esto tengo por muy muy cierto. Y aunque no sea persona que tiene a esto obligación, si quiere o pretende llegar a contemplación, ha menester, para ir muy acertada, dejar su voluntad con toda determinación en un confesor que sea tal. Porque esto es ya cosa muy sabida, que aprovechan más de esta suerte en un año que sin esto en muchos, y para vosotras no es menester, no hay que hablar de ello.

9 (7) Concluyo con que estas virtudes son las que yo deseo tengáis, hijas mías, y las que procuréis, y las que santamente envidiéis. Esotras devociones no curéis de tener pena por no tenerlas; es cosa incierta. Podrá ser en otras personas sean de Dios, y en vos permitirá su Majestad sea ilusión del demonio y que os engañe, como ha hecho a otras personas. En cosa dudosa, ¿para qué queréis servir al Señor, teniendo tanto en qué seguro?; ¿quién os mete en esos peligros?
Heme alargado tanto en esto porque sé conviene, que esta nuestra naturaleza es flaca, y a quien Dios quisiere dar la contemplación, su Majestad le hará fuerte; a los que no, heme holgado de dar estos avisos por donde también se humillarán los contemplativos.
El Señor, por quien es, nos dé luz para seguir en todo su voluntad, y no habrá de qué temer.



Capítulo 19 (30-32)


Que comienza a tratar de la oración. Habla con almas que no pueden discurrir con el entendimiento.




1 Ha tantos días que escribí lo pasado sin haber tenido lugar para tornar a ello, que si no lo tornase a leer no sé lo que decía; por no ocupar tiempo, habrá de ir como saliere, sin concierto. Para entendimientos concertados y almas que están ejercitadas y pueden estar consigo mismas, hay tantos libros escritos y tan buenos y de personas tales, que sería yerro hicieseis caso de mi dicho en cosa de oración; pues, como digo, tenéis libros tales adonde van por días de la semana repartidos los misterios de la vida del Señor y de su Pasión, y meditaciones del juicio e infierno y nuestra nonada y lo mucho que debemos a Dios, con excelente doctrina y concierto para principio y fin de la oración. Quien pudiere y tuviere ya costumbre de llevar este modo de oración, no hay que decir que por tan buen camino el Señor le sacará a puerto de luz, y con tan buenos principios, el fin lo será; y todos los que pudieren ir por él llevarán descanso y seguridad, porque, atado el entendimiento, vase con descanso.

2 Mas de lo que querría tratar y dar algún remedio, si el Señor quisiese acertase (y si no, al menos que entendáis hay muchas almas que pasan este trabajo, para que no os fatiguéis las que le tuviereis), es esto: hay unas almas y entendimientos tan desbaratados como unos caballos desbocados, que no hay quien los haga parar; ya van aquí, ya van allí, siempre con desasosiego; es su misma naturaleza, o Dios que lo permite. Helas mucha lástima, porque me parecen como unas personas que han mucha sed y ven el agua de muy lejos, y cuando quieren ir allá, hallan quien les defienda el paso al principio y medio y fin. Acaece que, cuando ya con su trabajo y con harto trabajo han vencido los primeros enemigos, a los segundos se dejan vencer, y quieren más morir de sed que beber agua que tanto ha de costar. Acabóseles el esfuerzo, faltóles ánimo. Y ya que algunos le tienen para vencer también los segundos enemigos, a los terceros se les acaba la fuerza, y por ventura no estaban dos pasos de la fuente de agua viva que dijo el Señor a la Samaritana, que quien la bebiere no tendrá sed. Y ¡con cuánta razón y verdad, como dicho de la boca de la misma Verdad, que no la tendrá de cosa de esta vida, aunque crece muy mayor de lo que acá podemos imaginar de las cosas de la otra por esta sed natural! Mas ¡con qué sed se desea tener esta sed! Porque entiende el alma su gran valor, y aunque es sed penosísima que fatiga, trae consigo la misma satisfacción con que se mata aquella sed. De manera que es una sed que no ahoga sino a las cosas terrenas, antes da hartura de manera que cuando Dios la satisface, la mayor merced que puede hacer al alma es dejarla con la misma necesidad, y mayor queda siempre de tornar a beber esta agua.

3 (1) El agua tiene tres propiedades, que ahora se me acuerda que me hacen al caso, que muchas más tendrá. La una es que enfría, que, por calor que hayamos, en llegando al agua, se quita; y si hay gran fuego, con ella se mata, salvo si no es de alquitrán, que se enciende más. ¡Oh, válgame Dios, qué maravillas hay en este encenderse más el fuego con el agua cuando es fuego fuerte, poderoso, no sujeto a los elementos, pues éste, con ser su contrario, no le empece, antes le hace crecer! Mucho valiera aquí poder hablar con quien supiera filosofía, porque sabiendo las propiedades de las cosas supiérame declarar, que me voy regalando en ello y no lo sé decir, y aun por ventura no lo sé entender.

4 (2) De que Dios, hermanas, os traiga a beber de esta agua y las que ahora lo bebéis, gustaréis de esto y entenderéis cómo el verdadero amor de Dios si está en su fuerza, ya libre de cosas de tierra del todo y que vuela sobre ellas cómo es señor de todos los elementos y del mundo. Y como el agua procede de la tierra, no hayáis miedo que mate este fuego de amor de Dios; no es de su jurisdicción, aunque son contrarios; es ya señor absoluto, no le está sujeto. Y así no os espantaréis, hermanas, de lo mucho que he puesto en este libro para que procuréis esta libertad. ¿No es linda cosa que una pobre monja de san José pueda llegar a señorear toda la tierra y elementos? Y ¿qué mucho que los santos hiciesen de ellos lo que querían, con el favor de Dios? A san Martín el fuego y las aguas le obedecían; a san Francisco hasta las aves y los peces, y así a otros muchos santos. Se veía claro ser tan señores de todas las cosas del mundo, por haber bien trabajado de tenerle en poco, y sujetádose de veras con todas sus fuerzas al Señor de él; así que, como digo, el agua que nace en la tierra no tiene poder contra él; sus llamas son muy altas y su nacimiento no comienza en cosa tan baja. Otros fuegos hay de pequeño amor de Dios, que cualquier suceso los matará; mas a éste no, no. Aunque toda la mar de tentaciones venga, no le harán que deje de arder de manera que no se enseñoree de ellas.

5 (3) Pues si es agua de lo que llueve del cielo, muy menos le matará; no son contrarios, sino de una tierra. No hayáis miedo se hagan mal el un elemento al otro, antes ayuda el uno al otro a su efecto; porque el agua de las lágrimas verdaderas (que son las que proceden en verdadera oración, bien dadas del Rey del cielo) le ayuda a encender más y hace que dure, y el fuego ayuda al agua a enfriar. ¡Oh, válgame Dios, qué cosa tan hermosa y de tanta maravilla, que el fuego enfría! Sí, y aun hiela todas las afecciones del mundo cuando se junta con el agua viva del cielo, que es la fuente de donde proceden las lágrimas que quedan dichas, que son dadas y no adquiridas por nuestra industria. Así que, a buen seguro que no deja calor en ninguna cosa del mundo para que se detenga en ellas, si no es para si puede pegar este fuego, que es natural suyo no se contentar con poco, sino que, si pudiese, abrasaría todo el mundo.

6 (4) Es la otra propiedad limpiar cosas no limpias. Si no hubiese agua para lavar, ¿qué sería del mundo? ¿Sabéis que tanto limpia este agua viva, esta agua celestial, esta agua clara, cuando no está turbia, cuando no tiene lodo sino que cae del cielo? Que de una vez que se beba, tengo por cierto deja el alma clara y limpia de todas las culpas; porque, como tengo escrito (VIE 19), no da Dios lugar a que beban de esta agua (que no está en nuestro querer, por ser cosa muy sobrenatural esta divina unión), si no es para limpiarla y dejarla limpia y libre del lodo y miseria en que por las culpas estaba metida. Porque otros gustos que vienen por medianería del entendimiento, por mucho que hagan, traen el agua corriendo por la tierra, no la beben junto a la fuente, nunca faltan en este camino cosas lodosas en que se detengan, y no va tan puro ni tan limpio. No llamo yo esta oración, que, como digo, va discurriendo con el entendimiento agua viva, conforme a mi entender, digo; porque, por mucho que queramos hacer, siempre se pega a nuestra alma, ayudada de este nuestro cuerpo y bajo natural, algo de camino de lo que no querríamos.

7 Quiérome declarar más. Estamos pensando qué es el mundo y cómo se acaba todo, para menospreciarlo; casi sin entendernos, nos hallamos metidos en cosas que amamos de él; y deseándolas huir, por lo menos nos estorba un poco pensar cómo fue y cómo será, y qué hice y qué haré; y para pensar lo que hace al caso para librarnos, a las veces nos metemos de nuevo en el peligro. No porque esto se ha de dejar, mas hase de temer; es menester no ir descuidados. Acá lleva este cuidado el mismo Señor, que no quiere fiarnos de nosotros. Tiene en tanto nuestra alma, que no la deja meter en cosas que la puedan dañar por aquel tiempo que quiere favorecerla; sino pónela de presto junto cabe sí y muéstrale en un punto más verdades y dala más claro conocimiento de lo que es todo, que acá pudiéramos tener en muchos años. Porque no va libre la vista, ciéganos el polvo como vamos caminando. Acá llévanos el Señor al fin de la jornada sin entender cómo.

8 (5) La otra propiedad del agua es que harta y quita la sed; porque sed me parece a mí quiere decir deseo de una cosa que nos hace gran falta, que si del todo nos falta nos mata. Extraña cosa es que si nos falta nos mata, y si nos sobra nos acaba la vida, como se ve morir muchos ahogados. ¡Oh Señor mío, y quién se viese tan engolfada en este agua viva que se le acabase la vida! Mas, ¿no puede ser esto? Sí, que tanto puede crecer el amor y deseo de Dios, que no lo pueda sufrir el sujeto natural, y así ha habido personas que han muerto. Yo sé de una (VIE 20) que si no la socorriera Dios presto con esta agua viva tan en gran abundancia, que casi la sacaba de sí con arrobamientos. Digo que casi la sacaban de sí, porque aquí descansa el alma. Parece que, ahogada de no poder sufrir el mundo, resucita en Dios, y su Majestad la habilita para que pueda gozar lo que, estando en sí, no pudiera sin acabarse la vida.

9 (1) Entiéndase de aquí que como en nuestro sumo Bien no puede haber cosa que no sea cabal, todo lo que él da es para nuestro bien; y por mucha abundancia de este agua que dé, no puede haber demasía en cosa suya; porque si da mucho, hace, como he dicho, hábil el alma para que sea capaz de beber mucho; como un vidriero que hace la vasija del tamaño que ve es menester para que quepa lo que quiere echar en ella.
En el desearlo, como es de nosotros, nunca va sin falta; si alguna cosa buena lleva, es lo que en él ayuda el Señor. Mas somos tan indiscretos que, como es pena suave y gustosa, nunca nos pensamos hartar de esta pena; comemos sin tasa, ayudamos como acá podemos a este deseo, y así algunas veces mata. ¡Dichosa tal muerte! Mas, por ventura, con la vida ayudara a otros para morir por deseo de esta muerte. Y esto creo hace el demonio, porque entiende el daño que ha de hacer con vivir, y así tienta aquí de indiscretas penitencias para quitar la salud, y no le va poco en ello.

10 (2) Digo que quien llega a tener esta sed tan impetuosa, que se mire mucho, porque crea que tendrá esta tentación; y aunque no muera de sed, acabará la salud y dará muestras exteriores, aunque no quiera, que se han de excusar por todas vías. Algunas veces aprovechará poco nuestra diligencia, que no podremos todo lo que se quiere encubrir; mas estemos con cuidado cuando vienen estos ímpetus tan grandes de crecimiento de este deseo para no añadir en él, sino con suavidad cortar el hilo con otra consideración; que nuestra naturaleza, a veces, podrá ser obre tanto como el amor; que hay personas que cualquier cosa, aunque sea mala, desean con gran vehemencia. Estas no creo serán las muy mortificadas, que para todo aprovecha la mortificación. Parece desatino que cosa tan buena se ataje. Pues no lo es; que yo no digo se quite el deseo, sino que se ataje, y por ventura será con otro que se merezca tanto.

11 (3) Quiero decir algo para darme mejor a entender. Da un gran deseo de verse ya con Dios y desatado de esta cárcel, como le tenía san Pablo; pena por tal causa y que debe en sí ser muy gustosa; no será menester poca mortificación para atajarla, y del todo no podrá. Mas cuando viere aprieta tanto que casi va a quitar el juicio (como yo vi a una persona no ha mucho y de natural impetuosa, aunque demostrada a quebrar su voluntad me parece lo ha ya perdido, porque se ve en otras cosas digo que por un rato, que la vi como desatinada de la gran pena y fuerza que se hizo en disimularla), digo que en caso tan excesivo, aunque fuese espíritu de Dios, tengo por humildad temer, porque no hemos de pensar tenemos tanta caridad que nos pone en tan gran aprieto.

12 (4) Digo que no tendré por malo (si puede, digo, que por ventura todas veces no podrá) que mude el deseo pensando si vive servirá más a Dios, y podrá ser a alguna alma que se había de perder la dé luz, y que, con servir más, merecerá por donde pueda gozar más de Dios, y témase lo poco que ha servido. Y son buenos consuelos para tan gran trabajo, y aplacará su pena y ganará mucho; pues por servir al mismo Señor se quiere acá pasar y vivir con su pena. Es como si uno tuviese un gran trabajo o grave dolor, consolarle con decir: tenga paciencia, y se deje en las manos de Dios, y que cumpla en él su voluntad, que dejarnos en ellas es lo más acertado en todo.

13 (5) Y si el demonio ayudó en alguna manera a tan gran deseo, que sería posible, como cuenta creo Casiano de un ermitaño de asperísima vida, que le hizo entender se echase en un pozo porque vería más presto a Dios, yo creo no debía haber servido con humildad ni bien; porque fiel es el Señor y no consintiera su Majestad se cegara en cosa tan manifiesta. Mas está claro, si el deseo fuera de Dios, no le hiciera mal: trae consigo la luz y la discreción y la medida. Esto es claro, sino que este adversario enemigo nuestro, por dondequiera que puede, procura dañar; y pues él no anda descuidado, no lo andemos nosotros. Este es punto importante para muchas cosas, así para acortar el tiempo de la oración, por gustosa que sea, cuando se ven acabar las fuerzas corporales o hacer daño a la cabeza. En todo es muy necesario discreción.

14 (6) ¿Para qué pensáis, hijas, que he pretendido declarar el fin y mostrar el premio antes de la batalla, con deciros el bien que trae consigo llegar a beber de esta fuente celestial, de esta agua viva? Para que no os congojéis del trabajo y contradicción que hay en el camino, y vayáis con ánimo y no os canséis; porque, como he dicho, podrá ser que después de llegadas, que no os falta sino bajaros a beber en la fuente, lo dejéis todo y perdáis este bien, pensando no tendréis fuerza para llegar a él y que no sois para ello.

15 (7) Mirad que convida el Señor a todos. Pues es la misma Verdad, no hay que dudar. Si no fuera general este convite, no nos llamara el Señor a todos, y aunque los llamara, no dijera: Yo os daré de beber. Pudiera decir: venid todos, que, en fin, no perderéis nada, y los que a mí me pareciere, yo los daré de beber. Mas como dijo sin esta condición, a todos, tengo por cierto que todos los que no se quedaren en el camino, no les faltará esta agua viva. Denos el Señor, que la promete, gracia para buscarla como se ha de buscar, por quien su Majestad es.



Capítulo 20 (33-34)


Trata cómo por diferentes vías nunca falta consolación en el camino de la oración, y aconseja a las hermanas de esto sean sus pláticas siempre.




1 Parece que me contradigo en este capítulo pasado de lo que había dicho, porque, cuando consolaba a las que no llegaban aquí, dije que tenía el Señor diferentes caminos por donde iban a él, así como había muchas moradas (Jn 14,2). Así lo torno ahora a decir; porque, como entendió su Majestad nuestra flaqueza, proveyó como quien es. Mas no dijo: por este camino vengan unos y por éste otros; antes fue tan grande su misericordia, que a nadie quitó procurase venir a esta fuente de vida a beber.

2 ¡Bendito sea por siempre, y con cuánta razón me lo quitara a mí! Pues no me mandó lo dejase cuando lo comencé e hizo que me echasen en el profundo, a buen seguro que no lo quite a nadie, antes públicamente nos llama a voces. Mas como es tan bueno, no nos fuerza, antes da de muchas maneras a beber a los que le quieren seguir, para que ninguno vaya desconsolado ni muera de sed. Porque de esta fuente caudalosa salen arroyos, unos grandes y otros pequeños, y algunas veces charquitos para niños, que aquello les basta, y más, sería espantarlos ver mucha agua; éstos son los que están en los principios. Así que, hermanas, no hayáis miedo muráis de sed en este camino nunca falta agua de consolación tan falto que no se pueda sufrir. Y pues esto es así, tomad mi consejo y no os quedéis en el camino, sino pelead como fuertes hasta morir en la demanda, pues no estáis aquí a otra cosa sino a pelear. Y con ir siempre con esta determinación de antes morir que dejar de llegar al fin del camino, si os llevare el Señor con alguna sed en esta vida, en la que es para siempre os dará con toda abundancia de beber, y sin temor que os ha de faltar. Plega al Señor no le faltemos nosotras, amén.

3 (1) Ahora, para comenzar este camino que queda dicho de manera que no se yerre desde el principio, tratemos un poco de cómo se ha de principiar esta jornada, porque es lo que más importa; digo que importa el todo para todo. No digo que quien no tuviere la determinación que aquí diré le deje de comenzar, porque el Señor le irá perfeccionando; y cuando no hiciese más de dar un paso, tiene en sí tanta virtud, que no haya miedo lo pierda ni le deje de ser muy bien pagado. Es, digamos, como quien tiene una cuenta de perdones, que si la reza una vez gana, y mientras más veces, más; mas si nunca llega a ella, sino que se la tiene en el arca, mejor fuera no tenerla. Así que, aunque no vaya después por el mismo camino, lo poco que hubiere andado de él le dará luz para que vaya bien por los otros, y si más andare, más; en fin, tenga cierto que no le hará daño el haberle comenzado para cosa ninguna, aunque le deje, porque el bien nunca hace mal.
Por eso, todas las personas que os trataren, hijas, habiendo disposición y alguna amistad, procurad quitarlas el miedo de comenzar tan gran bien; y por amor de Dios os pido que vuestro trato sea siempre ordenado a algún bien de quien hablareis, pues vuestra oración ha de ser para provecho de las almas. Y pues esto habéis siempre de pedir al Señor, mal parecería, hermanas, no procurarlo de todas maneras.

4 (2) Si queréis ser buen deudo, ésta es la verdadera amistad; si buena amiga, entended que no lo podéis ser sino por este camino. Ande la verdad en vuestros corazones, como ha de andar por la meditación, y veréis claro el amor que somos obligadas a tener a los prójimos. No es ya tiempo, hermanas, de juego de niños, que no parece otra cosa estas amistades del mundo, aunque sean buenas; ni haya entre vosotras tal plática de «si me queréis», «no me queréis», ni con deudos ni nadie, si no fuere yendo fundadas en un gran fin y provecho de aquel ánima. Que puede acaecer, para que os escuche vuestro deudo o hermano o persona semejante una verdad y la admita, haber de disponerle con estas pláticas y muestras de amor que a la sensualidad siempre contentan; y acaecerá tener en más una buena palabra que así la llaman y disponer más que muchas de Dios, para que después éstas quepan; y así, yendo con advertencia de aprovechar, no las quito. Mas si no es para esto, ningún provecho pueden traer y podrán hacer daño sin entenderlo vosotras. Ya saben que sois religiosas y que vuestro trato es de oración. No se os ponga delante: «no quiero que me tengan por buena», porque es provecho o daño común el que en vos vieren. Y es gran mal a las que tanta obligación tienen de no hablar sino en Dios, como las monjas, les parezca bien disimulación en este caso, si no fuese alguna vez para más bien. Este es vuestro trato y lenguaje; quien os quisiere tratar, apréndale; y si no, guardaos de aprender vosotras el suyo: será infierno.

5 (3) Si os tuvieren por groseras, poco va en ello; si por hipócritas, menos; ganaréis de aquí que no os vea sino quien se entendiere por esta lengua; porque no lleva camino, uno que no sabe algarabía gustar de hablar mucho con quien no sabe otro lenguaje. Y así, ni os cansarán ni dañarán, que no sería poco daño comenzar a hablar nueva lengua, y todo el tiempo se os iría en eso. Y no podéis saber como yo, que lo he experimentado, el gran mal que es para el alma, porque por saber la una se le olvida la otra, y es un perpetuo desasosiego del que en todas maneras habéis de huir; porque lo que mucho conviene para este camino que comenzamos a tratar es paz y sosiego en el alma.

6 (4) Si las que os trataren quisieren aprender vuestra lengua, ya que no es vuestro de enseñar, podéis decir las riquezas que se ganan en aprenderla; y de esto no os canséis, sino con piedad y amor y oración porque le aproveche, para que, entendiendo la gran ganancia, vaya a buscar maestro que le enseñe; que no sería poca merced que os hiciese el Señor despertar a alguna alma para este bien.
Mas ¡qué de cosas se ofrecen en comenzando a tratar de este camino, aun a quien tan mal ha andado por él como yo! Plega al Señor os lo sepa, hermanas, decir mejor que lo he hecho, amén.



Capítulo 21 (35-36)


Que dice lo mucho que importa comenzar con gran determinación a tener oración, y no hacer caso de los inconvenientes que el demonio pone.




1 No os espantéis, hijas, de las muchas cosas que es menester mirar para comenzar este viaje divino, que es camino real para el cielo. Gánase yendo por él gran tesoro, no es mucho que cueste mucho a nuestro parecer. Tiempo vendrá que se entienda cuán nonada es todo para tan gran precio.

2 Ahora, tornando a los que quieren ir por él y no parar hasta el fin, que es llegar a beber de esta agua de vida, cómo han de comenzar, digo que importa mucho, y el todo, una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabajase lo que se trabajare, murmure quien murmurare, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino o no tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo, como muchas veces acaece con decirnos: «hay peligros», «fulana por aquí se perdió», «el otro se engañó», «el otro, que rezaba mucho, cayó», «hacen daño a la virtud», «no es para mujeres, que les podran venir ilusiones», «mejor será que hilen», «no han menester esas delicadeces», «basta el Paternóster y Avemaría».

3 Esto así lo digo yo, hermanas: y ¡cómo si basta! Siempre es gran bien fundar vuestra oración sobre oraciones dichas de tal boca como la del Señor. En esto tienen razón, que si no estuviese ya nuestra flaqueza tan flaca y nuestra devoción tan tibia, no eran menester otros conciertos de oraciones ni eran menester otros libros.

4 Y así me ha parecido ahora (pues, como, digo hablo, con almas que no pueden recogerse en otros misterios, que les parece es menester artificio, y hay algunos ingenios tan ingeniosos que nada les contenta), iré fundando por aquí unos principios y medios y fines de oración, aunque en cosas subidas no me detendré; y no os podrán quitar libros, que si sois estudiosas, y teniendo humildad, no habéis menester otra cosa.
Siempre yo he sido aficionada y me han recogido más las palabras de los Evangelios que libros muy concertados; en especial, si no era el autor muy aprobado, no los había gana de leer. Allegada, pues, a este Maestro de la Sabiduría, quizá me enseñará alguna consideración que os contente. No digo que diré declaración de estas oraciones divinas (que no me atrevería, y hartas hay escritas; y que no las hubiera, sería disparate), sino consideración sobre las palabras del Paternóster. Porque algunas veces con muchos libros parece se nos pierde la devoción en lo que tanto nos va tenerla, que está claro que el mismo maestro cuando enseña una cosa toma amor con el discípulo y gusta de que le contente lo que le enseña, y le ayuda mucho a que lo aprenda, y así hará este Maestro celestial con nosotras.

5 (1) Por eso, ningún caso hagáis de los miedos que os pusieren, ni de los peligros que os pintaren. ¡Donosa cosa es que quiera yo ir por un camino adonde hay tantos ladrones sin peligros y a ganar un gran tesoro! Pues, bueno anda el mundo para que os le dejen tomar en paz; sino que por un maravedí de interés se pondrán a no dormir muchas noches y a desasosegaros cuerpo y alma. Pues cuando yéndole a ganar o a robar, como dice el Señor que le ganan los esforzados y por camino real y por camino seguro, por el que fue nuestro Rey, y por el que fueron todos sus escogidos y santos, os dicen hay tantos peligros y os ponen tantos temores, los que van, a su parecer, a ganar este bien sin camino, ¿qué son los peligros que llevarán? ¡Oh hijas mías!, que muchos más, sin comparación, sino que no los entienden hasta dar de ojos en el verdadero peligro, cuando no hay quien les dé la mano, y pierden del todo el agua sin beber poca ni mucha, ni de charco ni de arroyo.

6 (2) Pues ya veis, sin gota de este agua, ¿cómo se pasará camino adonde hay tantos con quien pelear? Está claro que al mejor tiempo morirán de sed; porque, queramos que no, hijas mías, todos caminamos para esta fuente, aunque de diferentes maneras. Pues creedme vosotras y no os engañe nadie en mostraros otro camino sino el de la oración.

7 (3) Yo no hablo ahora en que sea mental o vocal para todos; para vosotras digo que lo uno y lo otro habéis menester. Este es el oficio de los religiosos. Quien os dijere que esto es peligro, tenedle a él por el mismo peligro y huid de él; y no se os olvide, que por ventura habéis menester este consejo. Peligro será no tener humildad y las otras virtudes; mas camino de oración camino de peligro, nunca Dios tal quiera. El demonio parece ha inventado poner estos miedos, y así ha sido mañoso a hacer caer a algunos que tenían oración, al parecer.

8 (4) Y mirad qué ceguedad del mundo, que no miran los muchos millares que han caído en herejías y en grandes males sin tener oración, sino distración; y entre la multitud de éstos, si el demonio por hacer mejor su negocio ha hecho caer a algunos que tenían oración, ha hecho poner tanto temor a algunos para las cosas de virtud. Estos que toman este amparo para librarse, se guarden; porque huyen del bien para librarse del mal. Nunca tan mala invención he visto; bien parece del demonio. ¡Oh Señor mío!, tornad por Vos; mirad que entienden al revés vuestras palabras. No permitáis semejantes flaquezas en vuestros siervos.

9 (5) Hay un gran bien, que siempre veréis algunos que os ayuden; porque esto tiene el verdadero siervo de Dios, a quien su Majestad ha dado luz del verdadero camino, que en estos temores le crece más el deseo de no parar. Entiende claro por dónde va a dar el golpe el demonio, y húrtale el cuerpo y quiébrale la cabeza. Más siente él esto que cuantos placeres otros le hacen le contentan. Cuando en un tiempo de alboroto, en una cizaña que ha puesto que parece lleva a todos tras sí medio ciegos, porque es debajo de buen celo , levanta Dios uno que los abra los ojos y diga que miren los ha puesto niebla para no ver el camino, ¡qué grandeza de Dios, que puede más a las veces un hombre solo o dos, que digan verdad, que muchos juntos!; tornan poco a poco a descubrir el camino, dales Dios ánimo. Si dicen que hay peligro en la oración, procura se entienda cuán buena es la oración, si no por palabras, por obras. Si dicen que no es bien a menudo las comuniones, entonces las frecuenta más. Así que, como haya uno o dos que sin temor sigan lo mejor, luego torna el Señor poco a poco a ganar lo perdido.

10 (6) Así que, hermanas, dejaos de estos miedos; nunca hagáis caso en cosas semejantes de la opinión del vulgo. Mirad que no son tiempos de creer a todos, sino a los que viereis van conforme a la vida de Cristo. Procurad tener limpia conciencia y humildad, menosprecio de todas las cosas del mundo y creer firmemente lo que tiene la Madre santa Iglesia, y a buen seguro que vais buen camino. Dejaos, como he dicho, de temores adonde no hay que temer; si alguno os lo pusiere, declaradle con humildad el camino. Decid que regla tenéis que os manda orar sin cesar -que así nos lo manda- y que la habéis de guardar. Si os dijeren que sea vocalmente, apurad si ha de estar el entendimiento y corazón en lo que decís. Si os dijeren que sí -que no podrán decir otra cosa- veis adonde confiesan que habeis forzado de tener oración mental, y aún contemplación, si os la diere Dios allí.




CAMINO DE PERFECCION 18