CAMINO DE PERFECCION 28

Capítulo 28 (46-48)


En que declara qué es oración de recogimiento y pónense algunos medios para acostumbrarse a ella.




1 Ahora mirad que dice vuestro Maestro: Que estás en los cielos. ¿Pensáis que importa poco saber qué cosa es cielo y adónde se ha de buscar vuestro sacratísimo Padre? Pues yo os digo que para entendimientos derramados que importa mucho, no sólo creer esto, sino procurarlo entender por experiencia; porque es una de las cosas que ata mucho el entendimiento y hace recoger el alma.

2 Ya sabéis que Dios está en todas partes. Pues claro está que adonde está el rey, allí dicen está la corte; en fin, que adonde está Dios, es el cielo. Sin duda lo podéis creer, que adonde está su Majestad, está toda la gloria. Pues mirad que dice san Agustín que le buscaba en muchas partes y que le vino a hallar dentro de sí mismo. ¿Pensáis que importa poco para un alma derramada entender esta verdad, y ver que no ha menester para hablar con su Padre Eterno ir al cielo, ni para regalarse con él, ni ha menester hablar a voces? Por paso que hable, está tan cerca que nos oirá; ni ha menester alas para ir a buscarle, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí y no extrañarse de tan buen huésped; sino con gran humildad hablarle como a Padre, pedirle como a Padre, contarle sus trabajos, pedirle remedio para ellos, entendiendo que no es digna de ser su hija.

3 Se deje de unos encogimientos que tienen algunas personas y piensan es humildad. Sí, que no está la humildad en que si el rey os hace una merced no la toméis, sino tomarla y entender cuán sobrada os viene y holgaros con ella. ¡Donosa humildad, que me tenga yo al Emperador del cielo y de la tierra en mi casa, que se viene a ella por hacerme merced y por holgarse conmigo, y que por humildad ni le quiera responder ni estarme con él, ni tomar lo que me da, sino que le deje solo y que estándome diciendo y rogando le pida, por humildad me quede pobre y aun le deje ir de que ve que no acabo de determinarme! No os curéis, hijas, de estas humildades, sino tratad con él como con padre y como con hermano y como con señor y como con esposo; a veces de una manera, a veces de otra, que él os enseñará lo que habéis de hacer para contentarle. Dejaos de ser bobas; pedidle la palabra, que vuestro Esposo es, que os trate como a tal.

4 (1) Este modo de rezar, aunque sea vocalmente, con mucha más brevedad se recoge el entendimiento, y es oración que trae consigo muchos bienes. Llámase recogimiento, porque recoge el alma todas las potencias y se entra dentro de sí con su Dios, y viene con más brevedad a enseñarle su divino Maestro y a darle oración de quietud, que de ninguna otra manera. Porque allí metida consigo misma, puede pensar en la Pasión y representar allí al Hijo y ofrecerle al Padre y no cansar el entendimiento andándole buscando en el monte Calvario y al huerto y a la columna.

5 (2) Las que de esta manera se pudieren encerrar en este cielo pequeño de nuestra alma, adonde está el que le hizo, y la tierra, y acostumbrar a no mirar ni estar adonde se distraigan estos sentidos exteriores, crea que lleva excelente camino, y que no dejará de llegar a beber el agua de la fuente, porque camina mucho en poco tiempo. Es como el que va en una nao, que con un poco de buen viento, se pone en el fin de la jornada en pocos días, y los que van por tierra tárdanse más.

6 Estos están ya, como dicen, puestos en la mar; que, aunque del todo no han dejado la tierra, por aquel rato hacen lo que pueden por librarse de ella, recogiendo sus sentidos a sí mismos. Si es verdadero el recogimiento, siéntese muy claro, porque hace alguna operación; no sé cómo lo dé a entender; quien lo tuviere, sí entenderá: es que parece se levanta el alma con el juego, que ya ve lo es las cosas del mundo. Alzase al mejor tiempo, y como quien se entra en un castillo fuerte para no temer los contrarios, un retirarse los sentidos de estas cosas exteriores y darles de tal manera de mano que, sin entenderse, se le cierran los ojos por no las ver, y porque más se despierte la vista a los del alma.
Así, quien va por este camino, casi siempre que reza tiene cerrados los ojos, y es admirable costumbre para muchas cosas, porque es un hacerse fuerza a no mirar las de acá. Esto al principio, que después no es menester; mayor se la hace cuando en aquel tiempo los abre. Parece que se entiende un fortalecerse y esforzarse el alma a costa del cuerpo y que le deja solo y desflaquecido, y ella toma allí bastimento para contra él.

7 Y aunque al principio no se entienda esto, por no ser tanto, que hay más y menos en este recogimiento , si se acostumbra (aunque al principio dé trabajo, porque el cuerpo torna de su derecho, sin entender que él mismo se corta la cabeza en no darse por vencido), si se usa algunos días y nos hacemos esta fuerza, verse ha claro la ganancia y entenderán, en comenzando a rezar, que se vienen las abejas a la colmena y se entran en ella para labrar la miel, y esto sin cuidado nuestro; porque ha querido el Señor que por el tiempo que le han tenido, se haya merecido estar el alma y voluntad con este señorío, que en haciendo una seña no más de que se quiere recoger, la obedezcan los sentidos y se recojan a ella. Y aunque después tornen a salir, es gran cosa haberse ya rendido, porque salen como cautivos y sujetos y no hacen el mal que antes pudieran hacer; y en tornando a llamar la voluntad, vienen con más presteza, hasta que a muchas entradas de éstas quiere el Señor se queden ya del todo en contemplación perfecta.

8 (4) Entiéndase mucho esto que queda dicho, porque, aunque parece oscuro, se entenderá a quien quisiere obrarlo. Así que caminan por mar; y pues tanto nos va no ir tan despacio, hablemos un poco de cómo nos acostumbraremos a tan buen modo de proceder. Están más seguros de muchas ocasiones; pégase más presto el fuego del amor divino, porque con poquito que soplen con el entendimiento, como están cerca del mismo fuego, con una centellica que le toque se abrasará todo. Como no hay embarazo de lo exterior, estáse sola el alma con su Dios; hay gran aparejo para entenderse.

9 (1) Pues hagamos cuenta que dentro de nosotras está un palacio de grandísima riqueza, todo su edificio de oro y piedras preciosas, en fin, como para tal Señor; y que sois vos parte para que este edificio sea tal, como a la verdad es así, que no hay edificio de tanta hermosura como un alma limpia y llena de virtudes, y mientras mayores, más resplandecen las piedras; y que en este palacio está este gran Rey que ha tenido por bien ser vuestro Padre, y que está en un trono de grandísimo precio, que es vuestro corazón.

10 (2) Parecerá esto al principio cosa impertinente digo, hacer esta ficción para darlo a entender , y podrá ser aproveche mucho, a vosotras en especial; porque como no tenemos letras las mujeres, todo esto es menester para que entendamos con verdad que hay otra cosa más preciosa, sin ninguna comparación, dentro de nosotras que lo que vemos por de fuera. No nos imaginemos huecas en lo interior. Y plega a Dios sean solas mujeres las que andan con este descuido; que tengo por imposible, si trajésemos cuidado de acordarnos tenemos tal huésped dentro de nosotras, nos diésemos tanto a las cosas del mundo, porque veríamos cuán bajas son para las que dentro poseemos. Pues ¿qué más hace una alimaña, que en viendo lo que le contenta a la vista, harta su hambre en la presa? Sí, que diferencia ha de haber de ellas a nosotras.

11 (3) Reiránse de mí, por ventura, y dirán que bien claro se está esto, y tendrán razón, porque para mí fue oscuro algún tiempo. Bien entendía que tenía alma; mas lo que merecía esta alma y quién estaba dentro de ella, si yo no me tapara los ojos con las vanidades de la vida para verlo, no lo entendía. Que, a mi parecer, si como ahora entiendo que en este palacio pequeñito de mi alma cabe tan gran Rey, que no le dejara tantas veces solo, alguna me estuviera con él, y más procurara que no estuviera tan sucia. Mas, ¡qué cosa de tanta admiración, quien hinchera mil mundos y muy muchos más con su grandeza, encerrarse en una cosa tan pequeña! A la verdad, como es Señor, consigo trae la libertad, y como nos ama, hácese a nuestra medida.
Cuando un alma comienza, por no la alborotar de verse tan pequeña para tener en sí cosa tan grande, no se da a conocer hasta que va ensanchándola poco a poco, conforme a lo que más ha menester para lo que ha de poner en ella. Por esto digo que trae consigo la libertad, pues tiene el poder de hacer grande este palacio todo.

12 (4) Todo el punto está en que se le demos por suyo con toda determinación, y le desembaracemos para que pueda poner y quitar como en cosa propia. Y tiene razón su Majestad, no se lo neguemos. Y como él no ha de forzar nuestra voluntad, toma lo que le damos; mas no se da a Sí del todo hasta que nos damos del todo. Esto es cosa cierta y, porque importa tanto, os lo acuerdo tantas veces; ni obra en el alma, como cuando del todo, sin embarazo, es suya; ni sé cómo ha de obrar: es amigo de todo concierto. Pues si el palacio henchimos de gente baja y de baratijas, ¿cómo ha de caber el Señor con su corte? Harto hace de estar un poquito entre tanto embarazo.

13 (5) ¿Pensáis, hijas, que viene solo? ¿No veis que dice su Hijo: que estás en los cielos? Pues un tal Rey, a osadas que no le dejen solo los cortesanos, sino que están con él rogándole por nosotros todos para nuestro provecho, porque están llenos de caridad. No penséis que es como acá, que si un señor o prelado favorece a alguno por algunos fines, o porque quiere, luego hay las envidias y el ser malquisto aquel pobre sin hacerles nada.



Capítulo 29 (48-50)


Prosigue en dar medios para procurar esta oración de recogimiento. Dice lo poco que se nos ha de dar de ser favorecidas de los prelados.




1 (6) Huid, por amor de Dios, hijas, de dárseos nada de estos favores; procure cada una hacer lo que debe, que si el prelado no se lo agradeciere, segura puede estar lo pagará y agradecerá el Señor. Sí, que no venimos aquí a buscar premio en esta vida; siempre el pensamiento en lo que dura, y de lo de acá ningún caso hagamos, que aun para lo que se vive no es durable; que hoy está bien con la una; mañana, si ve una virtud más en vos, estará mejor con vos; y si no, poco va en ello. No deis lugar a estos pensamientos, que a las veces comienzan por poco y os pueden desasosegar mucho, sino atajadlos con que no es acá vuestro reino y cuán presto tiene todo fin.

2 (1) Mas aun esto es bajo remedio y no mucha perfección. Lo mejor es que dure, y vos desfavorecida y abatida, y lo queráis estar por el Señor que está con vos. Poned los ojos en vos y miraos interiormente, como queda dicho; hallaréis vuestro Maestro, que no os faltará; antes mientras menos consolación exterior, más regalo os hará. Es muy piadoso, y a personas afligidas y desfavorecidas jamás falta, si confían en él solo. Así lo dice David que está el Señor con los afligidos. O creéis esto, o no; si lo creéis, ¿de qué os matáis?

3 (2) ¡Oh Señor mío, que si de veras os conociésemos, no se nos daría nada de nada, porque dais mucho a los que del todo se quieren fiar de Vos! Creed, amigas, que es gran cosa entender es verdad esto, para ver que los favores de acá todos son mentira cuando desvían algo el alma de andar dentro de sí. ¡Oh, válgame Dios, quién os hiciese entender esto! No yo, por cierto; sé que con deber yo más que ninguno no acabo de entenderlo como se ha de entender.

4 (3) Pues tornando a lo que decía, quisiera yo saber declarar cómo está esta compañía santa con nuestro acompañador, santo de los santos, sin impedir a la soledad que ella y su Esposo tienen, cuando esta alma dentro de sí quiere entrarse en este paraíso con su Dios, y cierra la puerta tras sí a todo lo del mundo. Digo quiere, porque entended que esto no es cosa sobrenatural, sino que está en nuestro querer, y que podemos nosotros hacerlo con el favor de Dios, que sin éste no se puede nada, ni podemos de nosotros tener un buen pensamiento; porque esto no es silencio de las potencias; es encerramiento de ellas en sí misma el alma.

5 (4) Vase ganando esto de muchas maneras, como está escrito en algunos libros, que nos hemos de desocupar de todo para llegarnos interiormente a Dios, y aun en las mismas ocupaciones retirarnos a nosotros mismos; aunque sea por un momento solo, aquel acuerdo de que tengo compañía dentro de mí, es gran provecho.

6 (2) En fin, irnos acostumbrando a gustar de que no es menester dar voces para hablarle, porque su Majestad se dará a sentir cómo está allí. De esta suerte rezaremos con mucho sosiego vocalmente y es quitarnos de trabajo; porque, a poco tiempo que forcemos a nosotros mismos para estarnos cerca de este Señor, nos entenderá por señas; de manera que si habíamos de decir muchas veces el Paternóster, nos entenderá de una. Es muy amigo de quitarnos de trabajo; aunque en una hora no lo digamos más de una vez, como entendamos estamos con él y lo que le pedimos y la gana que tiene de darnos y cuán de buena gana se está con nosotros, no es amigo de que nos quebremos las cabezas hablándole mucho.

7 (3) El Señor lo enseñe a las que no lo sabéis, que de mí os confieso que nunca supe qué cosa era rezar con satisfacción hasta que el Señor me enseñó este modo; y siempre he hallado tantos provechos de esta costumbre de recogimiento dentro de mí, que eso me ha hecho alargar tanto.

8 Concluyo con que, quien lo quisiere adquirir pues como digo, está en nuestra mano no se canse de acostumbrarse a lo que queda dicho, que es señorearse poco a poco de sí mismo, no perdiéndose en balde; sino ganarse a sí para sí, que es aprovecharse de sus sentidos para lo interior. Si hablare, procurar acordarse que hay con quien hable dentro de sí mismo; si oyere, acordarse que ha de oír a quien más cerca le habla. En fin, traer cuenta que puede, si quiere, nunca se apartar de tan buena compañía, y pesarle cuando mucho tiempo ha dejado solo a su Padre que está necesitada de él. Si pudiere, muchas veces en el día; si no, sea pocas. Como lo acostumbrare, saldrá con ganancia, o presto o más tarde. Después que se lo dé el Señor, no lo trocaría por ningún tesoro.

9 Pues nada se aprende sin un poco de trabajo, por amor de Dios, hermanas, que deis por bien empleado el cuidado que en esto gastareis; y yo sé que si lo tenéis, en un año y quizá en medio, saldréis con ello, con el favor de Dios. Mirad qué poco tiempo para tan gran ganancia, como es hacer buen fundamento para si quisiere el Señor levantaros a grandes cosas, que halle en vos aparejo hallándoos cerca de sí. Plega a su Majestad no consienta nos apartemos de su presencia, amén.



Capítulo 30 (51-52)


Dice lo que importa entender lo que se pide en la oración. Trata de estas palabras del Paternóster: sanctificetur nomen tuum, adveniat regnum tuum. Aplícalas a la oración de quietud y comiénzala a declarar.




1 ¿Quién hay, por disparatado que sea, que cuando pide a una persona grave no lleva pensado cómo le pedir, para contentarle y no serle desabrido y qué le ha de pedir, y para qué ha menester lo que le ha de dar, en especial si pide cosa señalada como nos enseña que pidamos nuestro buen Jesús? Cosa me parece para notar. ¿No pudierais, Señor mío, concluir con una palabra y decir: dadnos, Padre, lo que nos conviene, pues a quien tan bien lo entiende todo, no parece era menester más?

2 ¡Oh Sabiduría eterna! Para entre Vos y vuestro Padre esto bastaba, que así lo pedisteis en el huerto; mostrasteis vuestra voluntad y temor, mas dejásteisos en la suya; mas a nosotros conocéisnos, Señor mío, que no estamos tan rendidos como lo estabais Vos a la voluntad de vuestro Padre y que era menester pedir cosas señaladas para que nos detuviésemos en mirar si nos está bien lo que pedimos, y si no, que no lo pidamos. Porque, según somos, si no nos dan lo que queremos, con este libre albedrío que tenemos, no admitiremos lo que el Señor nos diere; porque, aunque sea lo mejor, como no vemos luego el dinero en la mano, nunca nos pensamos ver ricos.

3 ¡Oh, válgame Dios, qué hace tener tan dormida la fe para lo uno y lo otro, que ni acabamos de entender cuán cierto tendremos el castigo ni cuán cierto el premio! Por eso es bien, hijas, que entendáis lo que pedís en el Paternóster, para que, si el Padre Eterno os lo diere, no se lo tornéis a los ojos, y penséis muy bien si os está bien; y si no, no lo pidáis, sino pedid que os dé su Majestad luz; porque estamos ciegos o con hastío para no poder comer los manjares que os han de dar vida, sino los que os han de llevar a la muerte, ¡y qué muerte tan peligrosa y tan para siempre!

4 (1) Pues dice el buen Jesús que digamos estas palabras en que pedimos que venga en nosotros un tal reino: Santificado sea tu nombre, venga en nosotros tu reino.
Ahora mirad, hijas, qué sabiduría tan grande de nuestro Maestro. Considero yo aquí, y es bien que entendamos, qué pedimos en este reino. Mas como vio su Majestad que no podíamos santificar ni alabar ni engrandecer ni glorificar este nombre santo del Padre Eterno, conforme a lo poquito que podemos nosotros, de manera que se hiciese como es razón, si no nos proveía su Majestad con darnos acá su reino, y así lo puso el buen Jesús lo uno cabe lo otro. Porque entendamos, hijas, esto que pedimos y lo que nos importa importunar por ello, y hacer cuanto pudiéremos para contentar a quien nos lo ha de dar, os quiero decir aquí lo que yo entiendo. Si no os contentare, pensad vosotras otras consideraciones, que licencia nos dará nuestro Maestro, como en todo nos sujetemos a lo que tiene la Iglesia, y así lo hago yo aquí.

5 (2) Ahora, pues, el gran bien que me parece a mí hay en el reino del cielo, con otros muchos, es ya no tener cuenta con cosa de la tierra, sino un sosiego y gloria en sí mismos, un alegrarse que se alegren todos, una paz perpetua, una satisfacción grande en sí mismos, que les viene de ver que todos santifican y alaban al Señor y bendicen su nombre y no le ofende nadie. Todos le aman, y la misma alma no entiende en otra cosa sino en amarle, ni puede dejarle de amar, porque le conoce. Y así le amaríamos acá, aunque no en esta perfección, ni en un ser, mas muy de otra manera le amaríamos de lo que le amamos si le conociesemos.

6 (3) Parece que voy a decir que hemos de ser ángeles para pedir esta petición y rezar bien vocalmente. Bien lo quisiera nuestro divino Maestro, pues tan alta petición nos manda pedir y a buen seguro que no nos dice pidamos cosas imposibles, que posible sería, con el favor de Dios, venir un alma puesta en este destierro, aunque no en la perfección que están salidas de esta cárcel, porque andamos en mar y vamos este camino; mas hay ratos que, de cansados de andar, los pone el Señor en un sosiego de las potencias y quietud del alma, que, como por señas les da claro a entender a qué sabe lo que se da a los que el Señor lleva a su reino; y a los que se les da acá como le pedimos, les da prendas para que por ellas tengan gran esperanza de ir a gozar perpetuamente lo que acá les da a sorbos.

7 (4) Si no dijeseis que trato de contemplación, venía aquí bien en esta petición hablar un poco de principio de pura contemplación, que los que la tienen la llaman oración de quietud; mas, como digo trato de oración vocal, parece no viene lo uno con lo otro a quien no lo supiere, y yo sé que viene. Perdonadme que lo quiero decir, porque sé que muchas personas, rezando vocalmente como ya queda dicho las levanta Dios, sin entender ellas cómo, a subida contemplación. Conozco una persona que nunca pudo tener sino oración vocal, y asida a ésta lo tenía todo; y si no rezaba, íbasele el entendimiento tan perdido que no lo podía sufrir. Mas ¡tal tengamos todas la mental! En ciertos Paternósters que rezaba a las veces que el Señor derramó sangre se estaba y en poco más rezado algunas horas. Vino una vez a mí muy congojada, que no sabía tener oración mental ni podía contemplar, sino rezar vocalmente. Preguntéle qué rezaba, y vi que, asida al Paternóster, tenía pura contemplación y la levantaba el Señor a juntarla consigo en unión; y bien se parecía en sus obras recibir tan grandes mercedes, porque gastaba muy bien su vida. Así, alabé al Señor y hube envidia a su oración vocal.
Si esto es verdad como lo es , no penséis los que sois enemigos de contemplativos que estáis libres de serlo, si las oraciones vocales rezáis como se han de rezar, teniendo limpia conciencia.



Capítulo 31 [53]


Que prosigue en la misma materia. Declara qué es oración de quietud. Pone algunos avisos para los que la tienen. Es mucho de notar.




1 Pues todavía quiero, hijas, declarar como lo he oído platicar o el Señor ha querido dármelo a entender, por ventura para que os lo diga esta oración de quietud, adonde a mí me parece comienza el Señor, como he dicho, a dar a entender que oye nuestra petición, y comienza ya a darnos su reino aquí, para que de veras le alabemos y santifiquemos su nombre y procuremos lo hagan todos.

2 Es ya cosa sobrenatural y que no la podemos procurar nosotros por diligencias que hagamos; porque es un ponerse el alma en paz, o ponerla el Señor con su presencia, por mejor decir, como hizo al justo Simeón, porque todas las potencias se sosiegan. Entiende el alma, por una manera muy fuera de entender con los sentidos exteriores, que ya está junto cabe su Dios, que con poquito más llegará a estar hecha una misma cosa con él por unión. Esto no es porque lo ve con los ojos del cuerpo ni del alma. Tampoco no veía el justo Simeón más del glorioso niño pobrecito; que en lo que llevaba envuelto y la poca gente con él que iban en la procesión, más pudiera juzgarle por hijo de gente pobre que por Hijo del Padre celestial; mas dióselo el mismo Niño a entender. Y así lo entiende acá el alma, aunque no con esa claridad; porque aun ella no entiende cómo lo entiende más de que se ve en el reino, al menos cabe el Rey que se le ha de dar, y parece que la misma alma está con acatamiento aun para no osar pedir.

3 Es como un amortecimiento interior y exteriormente, que no querría el hombre exterior (digo, el cuerpo, porque mejor me entendáis), que no se querría bullir, sino como quien ha llegado casi al fin del camino descansa para poder mejor tornar a caminar, que allí se le doblan las fuerzas para ello. Siéntese grandísimo deleite en el cuerpo y grande satisfacción en el alma. Está tan contenta de sólo verse cabe la fuente, que aun sin beber está ya harta; no le parece hay más que desear; las potencias sosegadas, que no querrían bullirse; todo parece le estorba a amar, aunque no tan perdidas, porque pueden pensar en cabe quién están, que las dos están libres. La voluntad es aquí la cautiva, y si alguna pena puede tener estando así, es de ver que ha de tornar a tener libertad. El entendimiento no querría entender más de una cosa, ni la memoria ocuparse en más; aquí ven que ésta sola es necesaria y todas las demás la turban. El cuerpo no querrían se menease, porque les parece han de perder aquella paz, y así no se osan bullir; dales pena el hablar; en decir Padre nuestro una vez, se les pasará una hora. Están tan cerca, que ven que se entienden por señas. Están en el palacio cabe su Rey y ven que les comienza ya a dar aquí su reino; no parece están en el mundo ni le querrían ver ni oír, sino a su Dios; no les da pena nada, ni parece se la ha de dar. En fin, lo que dura con la satisfacción y deleite que en sí tienen, están tan embebidas y absortas, que no se acuerdan que hay más que desear, sino que de buena gana dirían con san Pedro: Señor, hagamos aquí tres moradas.

4 Algunas veces, en esta oración de quietud, hace Dios otra merced bien dificultosa de entender si no hay gran experiencia; mas si hay alguna, luego lo entenderéis la que la tuviere, y daros ha mucha consolación saber qué es, y creo muchas veces hace Dios esta merced junto con estotra. Cuando es grande y por mucho tiempo esta quietud, paréceme a mí que si la voluntad no estuviese asida a algo, que no podría durar tanto en aquella paz; porque acaece andar un día o dos que nos vemos con esta satisfacción y no nos entendemos digo los que la tienen y verdaderamente ven que no están enteros en lo que hacen, sino que les falta lo mejor, que es la voluntad, que a mi parecer está unida con su Dios y deja las otras potencias libres para que entiendan en cosas de su servicio. Y para esto tienen entonces mucha más habilidad; mas para tratar cosas del mundo están torpes y como embobados a veces.

5 Es gran merced ésta a quien el Señor la hace, porque vida activa y contemplativa es junta. De todo sirven entonces al Señor juntamente, porque la voluntad estáse en su obra sin saber cómo obra y en su contemplación; las otras dos potencias sirven en lo que Marta; así que ella y María andan juntas.
Yo sé de una persona que la ponía el Señor aquí muchas veces, y no se sabía entender, y preguntólo a un gran contemplativo, y dijo que era muy posible, que a él le acaecía; así que pienso que, pues el alma está tan satisfecha en esta oración de quietud, que lo más continuo debe estar unida la potencia de la voluntad con el que sólo puede satisfacerla.

6 Paréceme será bien dar aquí algunos avisos para las que de vosotras, hermanas, el Señor ha llegado aquí por sola su bondad, que sé que son algunas. El primero es que, como se ven en aquel contento y no saben cómo les vino, al menos ven que no le pueden ellas por sí alcanzar, dales esta tentación: que les parece podrán detenerle, y aun resolgar no querrían. Y es bobería, que así como no podemos hacer que amanezca, tampoco podemos que deje de anochecer; no es ya obra nuestra, que es sobrenatural y cosa muy sin poderla nosotros adquirir. Con lo que más detendremos esta merced, es con entender claro que no podemos quitar ni poner en ella, sino recibirla como indignísimos de merecerla, con hacimiento de gracias, y éstas no con muchas palabras, sino con un alzar los ojos con el publicano.

7 Bien es procurar más soledad para dar lugar al Señor y dejar a su Majestad que obre como en cosa suya; y cuanto más, una palabra de rato en rato, suave, como quien da un soplo en la vela, cuando viere que se ha muerto, para tornarla a encender; mas si está ardiendo, no sirve de más de matarla, a mi parecer. Digo que sea suave el soplo, porque por concertar muchas palabras con el entendimiento no ocupe la voluntad.

8 (4) Y notad mucho, amigas, este aviso que ahora quiero decir, porque os veréis muchas veces que no os podáis valer con esotras dos potencias; que acaece estar el alma con grandísima quietud y andar el entendimiento tan remontado, que no parece es en su casa aquello que pasa; y así lo parece entonces, que no está sino como en casa ajena por huésped y buscando otras posadas adonde estar, que aquella no le contenta, porque sabe poco estar en un ser. Por ventura es sólo el mío, y no deben ser así otros. Conmigo hablo, que algunas veces me deseo morir, de que no puedo remediar esta variedad del entendimiento; otras parece hace asiento en su casa y acompaña a la voluntad, que cuando todas tres potencias se conciertan, es una gloria; como dos casados, que si se aman, que el uno quiere lo que el otro; mas si uno es mal casado, ya se ve el desasosiego que da a su mujer. Así que la voluntad, cuando se ve en esta quietud, no haga caso del entendimiento más que de un loco; porque si le quiere traer consigo, forzado se ha de ocupar e inquietar algo. Y en este punto de oración todo será trabajar y no ganar más, sino perder lo que le da el Señor sin ningún trabajo suyo.

9 (5) Y advertid mucho a esta comparación, que me parece cuadra mucho: está el alma como un niño que aún mama cuando está a los pechos de su madre, y ella, sin que él paladee, échale la leche en la boca por regalarle. Así es acá, que sin trabajo del entendimiento está amando la voluntad, y quiere el Señor que, sin pensarlo, entienda que está con él y que sólo trague la leche que su Majestad le pone en la boca y goce de aquella suavidad, que conozca le está el Señor haciendo aquella merced y se goce de gozarla; mas no que quiera entender cómo la goza y qué es lo que goza, sino descuídese entonces de sí, que quien está cabe ella no se descuidará de ver lo que le conviene. Porque si va a pelear con el entendimiento para darle parte trayéndole consigo, no puede a todo; forzado dejará caer la leche de la boca y pierde aquel mantenimiento divino.

10 (6) En esto diferencia esta oración de cuando está toda el alma unida con Dios; porque entonces aun sólo este tragar el mantenimiento no hace; dentro de sí, sin entender cómo, le pone el Señor. Aquí parece que quiere trabaje un poquito, aunque es con tanto descanso, que casi no se siente. Quien la atormenta es el entendimiento; lo que no hace cuando es unión de todas tres potencias, porque las suspende el que las crió, porque con el gozo que da, todas las ocupa sin saber ellas cómo, ni poderlo entender. Así que, como digo, en sintiendo en sí esta oración, que es un contento quieto y grande de la voluntad, sin saberse determinar de qué es señaladamente, aunque bien se determina que es diferentísimo de los contentos de acá y que no bastaría señorear el mundo con todos los contentos de él para sentir en sí el alma aquella satisfacción, que es en lo interior de la voluntad -que otros contentos de la vida paréceme a mí que los goza lo exterior de la voluntad, como la corteza de ella, digamos-; pues cuando se viere en este tan subido grado de oración (que es, como he dicho ya, muy conocidamente sobrenatural), si el entendimiento o pensamiento, por más me declarar, a los mayores desatinos del mundo se fuere, ríase de él y déjele para necio, y estése en su quietud, que él irá y vendrá; que aquí es señora y poderosa la voluntad; ella se le traerá sin que os ocupéis. Y si quiere a fuerza de brazos traerle, pierde la fortaleza que tiene para contra él, que viene de comer y admitir aquel divino sustentamiento, y ni el uno ni el otro ganarán nada, sino perderán entrambos. Dicen que quien mucho quiere apretar junto, lo pierde todo; así me parece será aquí. La experiencia dará esto a entender, que quien no la tuviere no me espanto le parezca muy oscuro esto y cosa no necesaria; mas ya he dicho, que con poca que haya, lo entenderá y se podrá aprovechar de ello y alabará al Señor, porque fue servido se acertase a decir aquí.

11 (7) Ahora, pues, concluyamos con que puesta el alma en esta oración, ya parece le ha concedido el Padre Eterno su petición de darle acá su reino. ¡Oh, dichosa demanda, que tanto bien en ella pedimos sin entenderlo! ¡Dichosa manera de pedir! Por eso quiero yo, hermanas, que miremos cómo rezamos esta oración del Paternóster y todas las demás vocales; porque hecha Dios esta merced, descuidarnos hemos de las cosas del mundo, porque llegando el Señor de él, todo lo echa fuera. No digo que todos los que la tuvieren, por fuerza estén desasidos del todo del mundo; al menos querría que entiendan lo que les falta y se humillen y procuren irse desasiendo del todo, porque si no, quedarse ha aquí. Y alma a quien Dios le da tales prendas, es señal que la quiere para mucho: si no es por su culpa, irá muy adelante. Mas si ve que poniéndola el reino del cielo en su casa se torna a la tierra, no sólo no le mostrará los secretos que hay en su reino, mas serán pocas veces las que le haga este favor y breve espacio.
Ya puede ser yo me engañe en esto, más véolo y sé que pasa así, y tengo para mí que por eso no hay muchos más espirituales; porque, como no responden en los servicios conforme a tan gran merced, con no tornar a aparejarse a recibirla, sino sacar al Señor de las manos la voluntad que ya tiene por suya y ponerla en cosas bajas, vase a buscar adonde le quieran para dar más, aunque no del todo quita lo dado, cuando se vive con limpia conciencia.

12 (8) Mas hay personas y yo he sido una de ellas que está el Señor enterneciéndolas y dándoles inspiraciones santas y luz de lo que es todo, y, en fin, dándoles este reino y poniéndoles en esta oración de quietud, y ellos haciéndose sordos. Porque son tan amigas de hablar y de decir muchas oraciones vocales muy aprisa, como quien quiere acabar su terea, como tienen ya por sí de decirlas cada día, que aunque, como digo, les ponga el Señor su reino en las manos, no lo admiten; sino que ellos con su rezar piensan que hacen mejor, y se divierten.

13 (9) Esto no hagáis, hermanas, sino estad sobre aviso cuando el Señor os hiciere esta merced; mirad que perdéis un gran tesoro, y que hacéis mucho más con una palabra de cuando en cuando del Paternóster, que con decirle muchas veces aprisa. Está muy junto a quien pedís, no os dejará de oír; y creed que aquí es el verdadero alabar y santificar de su nombre, porque ya, como cosa de su casa, glorificáis al Señor y alabáisle con más afección y deseo, y parece no podéis dejarle de servir.




CAMINO DE PERFECCION 28