CAMINO DE PERFECCION 37

Capítulo 37 (65)


Dice la excelencia de esta oración del Paternóster y cómo hallaremos de muchas maneras consolación en ella.




1 (3) Es cosa para alabar mucho al Señor cuán subida en perfección es esta oración evangelical, bien como ordenada de tan buen Maestro; y así podemos, hijas, cada una tomarla a su propósito. Espántame ver que en tan pocas palabras está toda la contemplación y perfección encerrada, que parece no hemos menester otro libro sino estudiar en éste. Porque hasta aquí nos ha enseñado el Señor todo el modo de oración y de alta contemplación, desde los principiantes a la oración mental y de quietud y unión, que a ser yo para saberlo decir, se pudiera hacer un gran libro de oración sobre tan verdadero fundamento. Ahora ya comienza el Señor a darnos a entender los efectos que deja cuando son mercedes suyas, como habéis visto.

2 (4)Pensado he yo cómo no se había su Majestad declarado más en cosas tan subidas y oscuras para que todos lo entendiésemos. Hame parecido que, como había de ser general para todos esta oración, que porque pudiese pedir cada uno a su propósito y se consolase, pareciéndonos le damos buen entendimiento, lo dejó así en confuso, para que los contemplativos, que ya no quieren cosas de la tierra, y personas ya muy dadas a Dios, pidan las mercedes del cielo que se pueden por la gran bondad de Dios dar en la tierra; y los que aún viven en ella y es bien que vivan conforme a sus estados, pidan también su pan, que se han de sustentar y sustentan sus casas y es muy justo y santo, y así las demás cosas conforme a sus necesidades.

3 (5) Mas miren que estas dos cosas, que es darle nuestra voluntad y perdonar, que es para todos. Verdad es que hay más y menos en ello, como queda dicho: los perfectos darán la voluntad como perfectos y perdonarán con la perfección que queda dicha; nosotras, hermanas, haremos lo que pudiéremos, que todo lo recibe el Señor. Porque parece una manera de concierto que de nuestra parte hace con su Eterno Padre, como quien dice: haced Vos esto, Señor, y harán mis hermanos estotro. Pues a buen seguro que no falte por su parte. ¡Oh, oh, que es muy buen pagador y paga muy sin tasa!

4 (6) De tal manera podemos decir una vez esta oración, que como entienda no nos queda doblez, sino que haremos lo que decimos, nos deje ricas. Es muy amigo tratemos verdad con él; tratando con llaneza y claridad, que no digamos una cosa y nos quede otra, siempre da más de lo que le pedimos. Sabiendo esto nuestro buen Maestro, y que los que de veras llegasen a perfección en el pedir habían de quedar tan en alto grado con las mercedes que les había de hacer el Padre, entendiendo que los ya perfectos o que van camino de ello, que no temen ni deben, como dicen tienen el mundo debajo de los pies, contento el Señor de él (como por los efectos que hace en sus almas pueden tener grandísima esperanza que su Majestad lo está), embebidos en aquellos regalos, no querrían acordarse que hay otro mundo ni que tienen contrarios.

5 (7) ¡Oh Sabiduría eterna! ¡Oh buen Enseñador! Y qué gran cosa es, hijas, un maestro sabio, temeroso, que previene a los peligros. Es todo el bien que un alma espiritual puede acá desear, porque es gran seguridad. No podría encarecer con palabras lo que importa esto. Así que, viendo el Señor que era menester despertarles y acordarles que tienen enemigos, y cuán más peligroso es en ellos ir descuidados, y que mucha más ayuda han menester del Padre Eterno, porque caerán de más alto, y para no andar sin entenderse, engañados, pide estas peticiones tan necesarias a todos mientras vivimos en este destierro: Y no nos traigas, Señor, en tentación; mas líbranos de mal.



Capítulo 38 (66-67)


Que trata de la gran necesidad que tenemos de suplicar al Padre Eterno nos conceda lo que pedimos en estas palabras: et ne nos inducas in tentationem, sed libera nos a malo, y declara algunas tentaciones. Es de notar.




1 Grandes cosas tenemos aquí, hermanas, que pensar y que entender, pues lo pedimos. Ahora mirad que tengo por muy cierto los que llegan a la perfección que no piden al Señor los libre de los trabajos ni de las tentaciones ni persecuciones y peleas, que éste es otro efecto muy cierto y grande de ser espíritu del Señor, y no ilusión, la contemplación y mercedes que su Majestad les diere; porque, como poco ha dije, antes los desean y los piden y los aman. Son como los soldados que están más contentos cuando hay más guerra, porque esperan salir con más ganancia; si no la hay, sirven con su sueldo, mas ven que no pueden medrar mucho.

2 Creed, hermanas, que los soldados de Cristo, que son los que tienen contemplación y tratan de oración, no ven la hora de pelear; nunca temen mucho enemigos públicos; ya los conocen y saben que, con la fuerza que en ellos pone el Señor, no tienen fuerza, y que siempre quedan vencedores y con gran ganancia; nunca los vuelven el rostro. Los que temen, y es razón teman y siempre pidan los libre el Señor de ellos, son unos enemigos que hay traidores, unos demonios que se transfiguran en ángel de luz; vienen disfrazados; hasta que han hecho mucho daño en el alma no se dejan conocer, sino que nos andan bebiendo la sangre y acabando las virtudes y andamos en la misma tentación y no lo entendemos. De éstos pidamos, hijas, y supliquemos muchas veces en el Paternóster que nos libre el Señor y que no consienta andemos en tentación, que nos traigan engañadas, que se descubra la ponzoña, que no os escondan la luz y la verdad. ¡Oh, con cuánta razón nos enseña nuestro buen Maestro a pedir esto y lo pide por nosotros!

3 Mirad, hijas, que de muchas maneras dañan, no penséis que es sólo en hacernos entender que los gustos que pueden fingir en nosotros y regalos son de Dios, que éste me parece el menos daño, en parte, que ellos pueden hacer; antes podrá ser que con esto hagan caminar más aprisa, porque, cebados de aquel gusto, están más horas en la oración; y como ellos están ignorantes que es del demonio y como se ven indignos de aquellos regalos, no acabarán de dar gracias a Dios, quedarán más obligados a servirle esforzarse han a disponerse para que les haga más mercedes el Señor, pensando son de su mano.
Procurad, hermanas, siempre humildad y ver que no sois dignas de estas mercedes y no las procuréis. Haciendo esto, tengo para mí que muchas almas pierde el demonio por aquí pensando hacer que se pierdan, y que saca el Señor del mal que él pretende hacer, nuestro bien, porque mira su Majestad nuestra intención, que es contentarle y servirle, estándonos con él en la oración, y fiel es el Señor. Bien es andar con aviso no haga quiebra en la humildad o engendrar alguna vanagloria. Suplicando al Señor os libre en esto, no hayáis miedo, hijas, que os deje su Majestad regalar mucho de nadie, sino de Sí.

4 Adonde el demonio puede hacer gran daño sin entenderle, es haciéndonos creer que tenemos virtudes no las teniendo, que esto es pestilencia. Porque en los gustos y regalos parece sólo que recibimos y que quedamos más obligadas a servir; acá parece que damos y servimos y que está el Señor obligado a pagar, y así poco a poco hace mucho daño. Que por una parte enflaquece la humildad, por otra descuidámonos de adquirir aquella virtud que nos parece la tenemos ya ganada. Pues ¿qué remedio, hermanas? El que a mí me parece mejor es lo que nos enseña nuestro Maestro: oración y suplicar al Padre Eterno que no permita que andemos en tentación.

5 También os quiero decir otro alguno: que, si nos parece el Señor ya nos la ha dado, entendamos que es bien recibido y que nos le puede tornar a quitar, como, a la verdad, acaece muchas veces y no sin gran providencia de Dios. ¿Nunca lo habéis visto por vosotras, hermanas? Pue yo sí: unas veces me parece que estoy muy desasida, y en hecho de verdad, venido a la prueba, lo estoy; otra vez me hallo tan asida, y de cosas que por ventura el día de antes burlara yo de ello, que casi no me conozco. Otras veces me parece tengo mucho ánimo y que a cosa que fuese servir a Dios no volvería el rostro; y probado, es así que le tengo para algunas; otro día viene que no me hallo con él para matar una hormiga por Dios, si en ello hallase contradicción. Así, unas veces me parece que de ninguna cosa que me murmurasen ni dijesen de mí, no se me da nada, y probado, algunas veces es así, que antes me da contento. Vienen días que sola una palabra me aflige y querría irme del mundo, porque me parece me cansa en todo. Y en esto no soy sola yo, que lo he mirado en muchas personas mejores que yo, y sé que pasa así.

6 Pues esto es, ¿quién podrá decir de sí que tiene virtud ni que está rica, pues al mejor tiempo que haya menester la virtud se halla de ella pobre? Que no, hermanas, sino pensemos siempre lo estamos, y no nos adeudemos sin tener de qué pagar; porque de otra parte ha de venir el tesoro, y no sabemos cuándo nos querrá dejar en la cárcel de nuestra miseria sin darnos nada. Y si teniéndonos por buenas nos hacen merced y honra que es el emprestar que digo , quedaránse burlados ellos y nosotras. Verdad es que sirviendo con humildad, en fin, nos socorre el Señor en las necesidades; mas si no hay muy de veras esta virtud, a cada paso, como dicen, os dejará el Señor; y es grandísima merced suya, que es para que la tengáis y entendáis con verdad que no tenemos nada que no lo recibimos.

7 Ahora, pues, notad otro aviso. Hácenos entender el demonio que tenemos una virtud, digamos de paciencia, porque nos determinamos y hacemos muy continuos actos de pasar mucho por Dios, y parécenos en hecho de verdad que lo sufriríamos, y así estamos muy contentas, porque ayuda el demonio a que lo creamos. Yo os aviso no hagáis caso de estas virtudes, ni pensemos las conocemos sino de nombre, ni que nos las ha dado el Señor, hasta que veamos la prueba; porque acaecerá que a una palabra que os digan a vuestro disgusto, vaya la paciencia por el suelo. Cuando muchas veces sufriereis, alabad a Dios que os comienza a enseñar esta virtud y esforzaos a padecer, que es señal que en eso quiere se la paguéis, pues os la da, y no la tengáis sino como en depósito, como ya queda dicho.

8 (3) Trae otra tentación: que nos parecemos muy pobres de espíritu, y traemos costumbre de decirlo, que ni queremos nada ni se nos da nada de nada; no se ha ofrecido la ocasión de darnos algo aunque pase de lo necesario cuando va toda perdida la pobreza de espíritu.

9 4) Mucho ayuda el traer costumbre de decirlo a parecer que se tiene. Mucho hace al caso andar siempre sobre aviso para entender esta tentación, así en las cosas que he dicho como en otras muchas; porque cuando de veras da el Señor una sólida virtud de éstas, todas parece las trae tras sí; es muy conocida cosa. Mas tórnoos a avisar que, aunque os parezca la tenéis, temáis que os engañáis; porque el verdadero humilde siempre anda dudoso en virtudes propias, y muy ordinariamente le parecen más ciertas y de más valor las que ve en sus prójimos.



Capítulo 39 (67-68)


Prosigue la misma materia y da avisos de tentaciones algunas de diferentes maneras, y pone dos remedios para que se puedan librar de ella.




1 (5) Pues guardaos también, hijas, de unas humildades que pone el demonio con gran inquietud de la gravedad de nuestros pecados, que suele apretar aquí de muchas maneras, hasta apartarse de las comuniones y de tener oración particular por no lo merecer, les pone el demonio , y cuando llegan al Santísimo Sacramento, en si se aparejaron bien o no, se les va el tiempo que habían de recibir mercedes. Llega la cosa a término de hacer parecer a un alma que, por ser tal, la tiene Dios tan dejada que casi pone duda en su misericordia. Todo le parece peligro lo que trata y sin fruto lo que sirve, por bueno que sea. Dale una desconfianza, que se le caen los brazos para hacer ningún bien, porque le parece que lo que es en los otros, en ella es mal.

2 Mirad mucho, hijas, en este punto que os diré, porque algunas veces podrá ser humildad y virtud teneros por tan ruin, y otras grandísima tentación. Porque yo he pasado por ella, la conozco.

3 La humildad no inquieta ni desasosiega ni alborota el alma, por grande que sea; sino viene con paz y regalo y sosiego. Aunque uno, de verse ruin, entienda claramente merece estar en el infierno y se aflige y le parece con justicia todos le habían de aborrecer, y que no osa casi pedir misericordia, si es buena humildad, esta pena viene con una suavidad en sí y contento, que no querríamos vernos sin ella. No alborota ni aprieta el alma, antes la dilata y hace hábil para servir más a Dios. Estotra pena todo lo turba, todo lo alborota, toda el alma revuelve, es muy penosa. Creo pretende el demonio que pensemos tenemos humildad, y si pudiese, a vueltas, que desconfiásemos de Dios.

4 Cuando así os hallareis, atajad el pensamiento de vuestra miseria lo más que pudiereis, y ponedle en la misericordia de Dios y en lo que nos ama y padeció por nosotros. Y si es tentación, aun esto no podréis hacer, que no nos dejará sosegar el pensamiento ni ponerle en cosa, sino para fatigaros más; harto será si conocéis es tentación.

5 (6) Así es en penitencias desconcertadas, para hacer entendernos que somos más penitentes que las otras y que hacéis algo. Si os andáis escondiendo del confesor o prelada, o si diciéndoos que lo dejéis no lo hacéis, es clara tentación. Procurad aunque más pena os dé obedecer, pues en esto está la mayor perfección.

6 (1) Pone otra bien peligrosa, que es una seguridad de parecernos que en ninguna manera tornaríamos a las culpas pasadas y contentos del mundo; que ya le tengo entendido y sé que se acaba todo, y que más gusto me dan las cosas de Dios. Esta, si es a los principios, es muy malo, porque con esta seguridad no se les da nada de tornarse a poner en las ocasiones, y hácenos dar de ojos, y plega a Dios que no sea muy peor la recaida. Porque, como el demonio ve que es alma que le puede dañar y aprovechar a otras, hace todo su poder para que no se levante. Así que, aunque más gustos y prendas de amor el Señor os dé, nunca tanto andéis seguras que dejéis de temer podéis tornar a caer, y guardaros de las ocasiones.

7 (2) Procurad mucho tratar esas mercedes y regalos con quien os dé luz, sin tener cosa secreta; y tened este cuidado: que en principio y fin de la oración, por subida contemplación que sea, siempre acabéis en propio conocimiento. Y si es de Dios, aunque no queráis ni tengáis este aviso, lo haréis aún más veces, porque trae consigo humildad y siempre deja con más luz para que entendamos lo poco que somos. No me quiero detener más, porque muchos libros hallaréis de estos avisos. Lo que he dicho es porque he pasado por ello y vístome en trabajo algunas veces. Todo cuanto se puede decir, no puede dar entera seguridad.

8 (3) Pues, Padre Eterno, ¿qué hemos de hacer sino acudir a Vos y suplicaros no nos traigan estos contrarios nuestros en tentación? Cosas públicas vengan, que, con vuestro favor, mejor nos libraremos; mas estas traiciones, ¿quién las entenderá, Dios mío? Siempre hemos menester pediros remedio. Decidnos, Señor, alguna cosa para que nos entendamos y aseguremos; ya sabéis que por este camino no van los muchos, y si han de ir con tantos miedos, irán muy menos.

9 (4) Cosa extraña es ésta, ¡como si para los que no van por camino de oración no tentase el demonio!, y que se espanten más todos de uno que engaña de los que van más llegados a perfección, que de cien mil que ven en engaños y pecados públicos, que no hay que andar a mirar si es bueno o malo, porque de mil leguas se entiende es Satanás.
A la verdad, tienen razón, porque son tan poquísimos a los que engaña el demonio de los que rezaren el Paternóster como queda dicho, que, como cosa nueva y no usada, da admiración; que es cosa muy de los mortales pasar fácilmente por lo continuo que ven y espantarse mucho de lo que es muy pocas veces o casi ninguna; y los mismos demonios los hacen espantar, porque les está a ellos bien, que pierden muchos por uno que se llega a la perfección.



Capítulo 40 (69-70)


Dice cómo procurando siempre andar en amor y temor de Dios iremos seguros entre tantas tentaciones.




1 Pues, buen Maestro nuestro, dadnos algún remedio cómo vivir sin mucho sobresalto en guerra tan peligrosa. El que podemos tener, hijas, y nos dio su Majestad, es amor y temor; que el amor nos hará apresurar los pasos; el temor nos hará ir mirando adónde ponemos los pies para no caer por camino adonde hay tanto en que tropezar, como caminamos todos los que vivimos; y con esto a buen seguro que no seamos engañadas.

2 Diréisme que en qué veréis que tenéis estas dos virtudes tan grandes, y tenéis razón, porque cosa muy cierta y determinada no la puede haber; porque siéndolo de que tenemos amor, lo estaremos de que estamos en gracia. Mas mirad, hermanas: hay unas señales que parece los ciegos las ven, no están secretas; aunque no queráis entenderlas, ellas dan voces que hacen mucho ruido, porque no son muchos los que con perfección las tienen, y así se señalan más. ¡Como quien no dice nada: amor y temor de Dios! Son dos castillos fuertes desde donde se da guerra al mundo y a los demonios.

3 Quienes de veras aman a Dios, todo lo bueno aman, todo lo bueno quieren, todo lo bueno favorecen, todo lo bueno loan, con los buenos se juntan siempre y los favorecen y defienden; no aman sino verdades y cosa que sea digna de amar. ¿Pensáis que es posible, quien muy de veras ama a Dios, amar vanidades? Ni puede, ni riquezas, ni cosas del mundo, de deleites, ni honras, ni tiene contiendas, ni envidias; todo porque no pretende otra cosa sino contentar al Amado. Andan muriendo porque los ame, y así ponen la vida en entender cómo le agradarán más. ¿Esconderse? ¡Oh, que el amor de Dios si de veras es amor es imposible! Si no, mirad un san Pablo, una Magdalena; en tres días el uno comenzó a entenderse que estaba enfermo de amor; éste fue san Pablo. La Magdalena desde el primer día, ¡y cuán bien entendido! Que esto tiene, que hay más o menos, y así se da a entender, como la fuerza que tiene el amor: si es poco, dase a entender poco, y si es mucho, mucho; mas poco o mucho, como haya amor de Dios, siempre se entiende.

4 Mas de lo que ahora tratamos más, que es de los engaños e ilusiones que hace el demonio a los contemplativos, no hay poco; siempre es el amor mucho o ellos no serán contemplativos , y así se da a entender mucho y de muchas maneras. Es fuego grande, no puede sino dar gran resplandor. Y si esto no hay, anden con gran recelo, crean que tienen bien que temer; procuren entender qué es, hagan oraciones, anden con humildad y supliquen al Señor no los traiga en tentación; que, cierto, a no haber esta señal, yo temo que andamos en ella. Mas andando con humildad, procurando saber la verdad, sujetas al confesor y tratando con él con verdad y llaneza, que, como está dicho, con lo que el demonio os pensare dar la muerte, os da la vida, aunque más cocos e ilusiones os quiera hacer.

5 Mas si sentís este amor de Dios que tengo dicho y el temor que ahora diré, andad alegres y quietas, que por haceros turbar el alma para que no goce tan grandes bienes, os pondrá el demonio mil temores falsos y hará que otros os los pongan; porque ya que no puede ganaros, al menos procura hacernos algo perder y que pierdan los que pudieran ganar mucho, creyendo son de Dios las mercedes que hace tan grandes a una criatura tan ruin, y que es posible hacerlas, que parece algunas veces tenemos olvidadas sus misericordias antiguas.

6 (1) ¿Pensáis que le importa poco al demonio poner estos temores? No, sino mucho, porque hace dos daños: el uno, que atemoriza a los que le oyen, de llegarse a la oración, pensando han también de ser engañados; el otro, que se llegarían muchos más a Dios, viendo que es tan bueno, como he dicho, que es posible comunicarse ahora tanto con los pecadores. Póneles codicia, y tienen razón, que yo conozco algunas personas que esto los animó y comenzaron oración, y en poco tiempo salieron verdaderos, haciéndolos el Señor grandes mercedes.

7 (2) Así que, hermanas, cuando entre vosotras viereis hay alguna que el Señor las haga, alabad mucho al Señor por ello, y no por eso penséis está segura, antes la ayudad con más oración; porque nadie lo puede estar mientras vive y anda engolfado en los peligros de este mar tempestuoso.
Así que no dejaréis de entender este amor adonde está, ni sé cómo se pueda encubrir. Pues si amamos acá a las criaturas, dicen ser imposible, y que mientras más hacen por encubrirlo, más se descubre, siendo cosa tan baja que no merece nombre de amor, porque se funda en nonada; ¿y habíase de poder encubrir un amor tan fuerte, tan justo, que siempre va creciendo, que no ve cosa para dejar de amar, fundado sobre tal cimiento como es ser pagado con otro amor, que ya no puede dudar de él por estar mostrado tan al descubierto, con tan grandes dolores y trabajos y derramamiento de sangre, hasta perder la vida, porque no nos quedase ninguna duda de este amor? ¡Oh, válgame Dios, qué cosa tan diferente debe ser el un amor del otro a quien lo ha probado!

8 (3) Plega a su Majestad nos le dé antes que nos saque de esta vida, porque será gran cosa a la hora de la muerte ver que vamos a ser juzgados de quien habemos amado sobre todas las cosas. Seguras podremos ir con el pleito de nuestras deudas; no será ir a tierra extraña sino propia, pues es a la de quien tanto amamos y nos ama. Acordaos, hijas mías, aquí de la ganancia que trae este amor consigo y de la pérdida en no le tener, que nos pone en manos del tentador, en manos tan crueles, manos tan enemigas de todo bien y tan amigas de todo mal.

9 (4) ¿Qué será de la pobre alma que, acabada de salir de tales dolores y trabajos como son los de la muerte, cae luego en ellas? ¡Qué mal descanso le viene!; ¡qué despedazada irá al infierno!; ¡qué multitud de serpientes de diferentes maneras!; ¡qué temeroso lugar!; ¡qué desventurado hospedaje! Pues para una noche una mala posada se sufre mal, si es persona regalada que son los que más deben de ir allá , pues posada de para siempre, para sin fin, ¿qué pensáis sentirá aquella triste alma? Que no queramos regalos, hijas; bien estamos aquí; todo es una noche la mala posada. Alabemos a Dios, esforcémonos a hacer penitencia en esta vida. Mas, ¡qué dulce será la muerte de quien de todos sus pecados la tiene hecha y no ha de ir al purgatorio! Como desde acá aún podrá ser comience a gozar de la gloria, no verá en sí temor sino toda paz.

10 Ya que no lleguemos a esto, hermanas, supliquemos a Dios, si vamos a recibir luego penas, sea adonde con esperanza de salir de ellas las llevemos de buena gana y adonde no perdamos su amistad y gracia, y que nos la dé en esta vida para no andar en tentación sin que lo entendamos.



Capítulo 41 (71-72)


Que habla del temor de Dios y cómo nos hemos de guardar de pecados veniales.




1 ¡Cómo me he alargado! Pues no tanto como quisiera, porque es cosa sabrosa hablar en tal amor, ¿qué será tenerle? El Señor me le dé, por quien su Majestad es.
Ahora vengamos al temor de Dios. Es cosa también muy conocida de quien le tiene y de los que le tratan. Aunque quiero entendáis que a los principios no está tan crecido, si no es algunas personas, a quien, como he dicho, el Señor hace grandes mercedes, que en breve tiempo las hace ricas de virtudes; y así no se conoce en todos, a los principios digo; vase aumentando el valor, creciendo más cada día; aunque desde luego se entiende, porque luego se apartan de pecados y de las ocasiones y de malas compañías, y se ven otras señales. Mas cuando ya llega el alma a contemplación que es de lo que más ahora aquí tratamos , el temor de Dios también anda muy al descubierto, como el amor; no va disimulado aun en lo exterior. Aunque mucho con aviso se miren estas personas, no las verán andar descuidadas; que por grande que le tengamos a mirarlas, las tiene el Señor de manera que, si gran interés se le ofreciese, no harán de advertencia un pecado venial; los mortales temen como al fuego. Y éstas son las ilusiones que yo querría, hermanas, temiésemos mucho, y supliquemos siempre a Dios no sea tan recia la tentación que le ofendamos; sino que nos la dé conforme a la fortaleza que nos ha de dar para vencerla. Esto es lo que hace al caso; este temor es el que yo deseo nunca se quite de nosotras, que es lo que nos ha de valer.

2 ¡Oh, que es gran cosa no tener ofendido al Señor, para que sus siervos y esclavos infernales estén atados!; que, en fin, todos le han de servir, mal que les pese, sino que ellos es por fuerza y nosotros de toda voluntad. Así que, teniéndole contento, ellos estarán a raya, no harán cosa que nos puedan dañar, aunque más nos traigan en tentación y nos armen lazos secretos.

3 Tened esta cuenta y aviso, que importa mucho, hasta que os veáis con tan gran determinación de no ofender al Señor, que perderíais mil vidas antes de hacer un pecado mortal, y de los veniales estéis con mucho cuidado de no hacerlos; esto de advertencia, que de otra suerte, ¿quién estará sin hacer muchos? Mas hay una advertencia muy pensada; otra tan de presto, que casi haciéndose el pecado venial y advirtiendo es todo uno, que no nos pudimos entender. Mas pecado muy de advertencia, por chico que sea, Dios nos libre de él. ¡Cuánto más que no hay poco, siendo contra una tan gran Majestad y viendo que nos está mirando! Que esto me parece a mí es pecado sobrepensado, y como quien dice: Señor, aunque os pese, haré esto; ya veo que lo veis, y sé que no lo queréis, y lo entiendo; mas quiero más seguir mi antojo y apetito que no vuestra voluntad. Y que en cosa de esta suerte hay poco, a mí no me lo parece, por leve que sea la culpa, sino mucho y muy mucho.

4 Mirad, por amor de Dios, hermanas, si queréis ganar este temor de Dios, que va mucho entender cuán grave cosa es ofensa de Dios y tratarlo en vuestros pensamientos muy ordinario; que nos va la vida, y mucho más, tener arraigada esta virtud en nuestras almas. Y hasta que entendáis muy de veras que le tenéis, es menester andar siempre con mucho, mucho cuidado y apartarnos de todas las ocasiones y compañías que no nos ayuden a llegarnos más a Dios. Tener gran cuenta con todo lo que hacemos, para doblar en ello nuestra voluntad, y cuenta con que lo que hablare vaya con edificación; huir de donde hubiere pláticas que no sean de Dios.
Ha menester mucho que en sí quede muy impreso este temor; aunque si de veras hay amor, presto se cobra. Mas en teniendo el alma visto con gran determinación en sí, que, como he dicho, por cosa criada no hará una ofensa de Dios, aunque después se caiga alguna vez, porque somos flacos y no hay que fiar de nosotros (cuando más determinados, menos confiados de nuestra parte, que de donde ha de venir la confianza ha de ser de Dios); cuando esto que he dicho entendamos de nosotros, no es menester andar tan encogidos ni apretados, que el Señor nos favorecerá, y ya la costumbre nos será ayuda para no ofenderle; sino andar con una santa libertad, tratando con quien fuere justo y aunque sean distraídas. Porque las que antes que tuvieseis este verdadero temor de Dios os fueran tóxico y ayuda para matar el alma, muchas veces después os la harán para amar más a Dios y alabarle porque os libró de aquello que veis ser notorio peligro; y si antes fuerais parte para ayudar a sus flaquezas, ahora lo seréis para que se vayan a la mano en ellas por estar delante de vos, que sin quereros hacer honra acaece esto.
Yo alabo al Señor muchas veces, y pensando de dónde vendrá, por qué sin decir palabra, muchas veces un siervo de Dios ataja palabras que se dicen contra él, debe ser que así como acá, si tenemos un amigo siempre se tiene respeto, si es en su ausencia, a no hacerle agravio delante del que saben que lo es; y como aquél está en gracia, la misma gracia debe hacer que por bajo que éste sea se le tenga respeto, y no le den pena en cosa que tanto entienden ha de sentir como ofender a Dios. El caso es que yo no sé la causa, mas sé que es muy ordinario esto.

5 Así que no os apretéis, porque si el alma se comienza a encoger, es muy mala cosa para todo lo bueno, y a las veces dan en ser escrupulosas, y veisla aquí inhabilitada para sí y para los otros; y ya que no dé en esto, será buena para sí, mas no llegará muchas almas a Dios, como ven tanto encogimiento y apretura. Es tal nuestro natural, que las atemoriza y ahoga y huyen de llevar el camino que vos lleváis, aunque conocen claro ser de más virtud.

6 Y viene otro daño de aquí, que es juzgar a otros; como no van por vuestro camino, sino con más santidad (por aprovechar el prójimo tratan con libertad y sin esos encogimientos), luego os parecerán imperfectos. Si tienen alegría santa, parecerá disolución, en especial en las que no tenemos letras, ni sabemos en lo que se puede tratar sin pecado. Es muy peligrosa cosa y un andar en tentación continuo y muy de mala digestión, porque es en perjuicio del prójimo; y pensar que si no van todos por el modo que vos, encogidamente, no van tan bien, es malísimo. Y hay otro daño, que en algunas cosas que habéis de hablar y es razón habléis, por miedo de no exceder en algo no osaréis sino por ventura decir bien de lo que sería muy bien abominaseis

7 Así, que, hermanas, todo lo que pudiereis sin ofensa de Dios, procurad ser afables y entender de manera con todas las personas que os trataren, que amen vuestra conversación y deseen vuestra manera de vivir y tratar, y no se atemoricen y amedrenten de la virtud. A religiosas importa mucho esto: mientras más santas, más conversables con sus hermanas; y que aunque sintáis mucha pena, si no van sus pláticas todas como vos las querríais hablar, nunca os extrañéis de ellas, si queréis aprovechar y ser amada. Que es lo que mucho hemos de procurar: ser afables y agradar y contentar a las personas que tratamos, en especial a nuestras hermanas.

8 (1) Así que, hijas mías, procurad entender de Dios en verdad que no mira a tantas menudencias como vosotras pensáis; y no dejéis que se os encoja el ánima y el ánimo, que se podrán perder muchos bienes. La intención recta, la voluntad determinada, como tengo dicho, de no ofender a Dios. No dejéis arrinconar vuestra alma, que en lugar de procurar santidad, sacará muchas imperfecciones, que el demonio le pondrá por otras vías, y, como he dicho, no aprovechará a sí y a las otras tanto como pudiera.

9 (2) Veis aquí cómo con estas dos cosas amor y temor de Dios podemos ir por este camino sosegados y quietos, aunque, como el temor ha de ir siempre delante, no descuidados, que esta seguridad no la hemos de tener mientras vivimos, porque sería gran peligro. Y así lo entendió nuestro Enseñador, cuando en el fin de esta oración dice a su Padre estas palabras, como quien entendió bien eran menester.



Capítulo 42 (72-73)


En que trata de estas postreras palabras del Paternóster: sed libera nos a malo. Amén.




1 (3) Paréceme tiene razón el buen Jesús de pedir esto para Sí, porque ya vemos cuán cansado estaba de esta vida cuando dijo en la cena a sus Apóstoles: Con deseo he deseado cenar con vosotros, que era la postrera cena de su vida. Por adonde se ve cuán cansado debía ya estar de vivir, y ahora no se cansarán los que han cien años, sino siempre con deseo de vivir más. A la verdad, no la pasamos tan mal, ni con tantos trabajos como su Majestad la pasó, ni tan pobremente. ¿Qué fue toda su vida sino una continua muerte, siempre trayendo la que le habían de dar tan cruel delante de los ojos? Y esto era lo menos; mas ¡tantas ofensas como se hacían a su Padre, y tanta multitud de almas como se perdían! Pues si acá una que tenga caridad le es esto gran tormento, ¿qué sería en la caridad sin tasa ni medida de este Señor? Y ¡qué gran razón tenía de suplicar al Padre que le librase ya de tantos males y trabajos y le pusiese en descanso para siempre en su reino, pues era verdadero heredero de él!

2 (4) « Amén ». Que el amén entiendo yo, que pues con él se acaban todas las cosas, que así pide el Señor seamos librados de todo mal para siempre. Y así lo suplico yo al Señor me libre de todo mal para siempre, pues no me desquito de lo que debo, sino que puede ser por ventura cada día me adeudo más. Y lo que no se puede sufrir, Señor, es no poder saber cierto que os amo, ni si son aceptos mis deseos delante de Vos. ¡Oh Señor y Dios mío, libradme ya de todo mal, y sed servido de llevarme adonde están todos los bienes! ¿Qué esperan ya aquí a los que Vos habéis dado algún conocimiento de lo que es el mundo, y los que tienen viva fe de lo que el Padre Eterno les tiene guardado?

3 (5) El pedir esto con deseo grande y toda determinación es un gran efecto para los contemplativos de que las mercedes que en la oración reciben son de Dios; así que los que lo fueren, ténganlo en mucho. El pedirlo yo no es por esta vía digo que no se tome por esta vía sino que, como he tan mal vivido, temo ya de más vivir y cánsanme tantos trabajos. Los que participan de los regalos de Dios no es mucho deseen estar adonde no los gocen a sorbos, y que no quieran estar en vida que tantos embarazos hay para gozar de tanto bien, y que deseen estar adonde no se les ponga el sol de justicia. Haráseles todo oscuro cuanto después acá ven, y de cómo viven me espanto. No debe ser con contento quien ha comenzado a gozar y le han dado ya acá su reino, y no ha de vivir por su voluntad, sino por la del rey.

4 (6) ¡Oh, cuán otra vida debe ser esta para no desear la muerte! ¡Cuán diferentemente se inclina nuestra voluntad a lo que es voluntad de Dios! Ella quiere queramos la verdad, nosotros queremos la mentira; quiere que queramos lo eterno, acá nos inclinamos a lo que se acaba; quiere queramos cosas grandes y subidas, acá queremos bajas y de tierra; querría quisiésemos sólo lo seguro, acá amamos lo dudoso. Que es burla, hijas mías, sino suplicar a Dios nos libre de estos peligros para siempre y nos saque ya de todo mal. Y aunque no sea nuestro deseo con perfección, esforcémonos a pedir la petición. ¿Qué nos cuesta pedir mucho, pues pedimos a poderoso? Mas, porque más acertemos, dejemos a su voluntad el dar, pues ya le tenemos dada la nuestra; y sea para siempre santificado su nombre en los cielos y en la tierra, y en mí sea siempre hecha su voluntad, amén.

5 (3) Ahora, mirad, hermanas, cómo el Señor me ha quitado de trabajo enseñando a vosotras y a mí el camino que comencé a deciros, dándome a entender lo mucho que pedimos cuando decimos esta oración evangelical. Sea bendito por siempre, que es cierto que jamás vino a mi pensamiento que había tan grandes secretos en ella, que ya habéis visto encierra en sí todo el camino espiritual, desde el principio hasta engolfar Dios el alma y darla abundosamente a beber de la fuente de agua viva que dije estaba al fin del camino.

6 (4) Parece nos ha querido el Señor dar a entender, hermanas, la gran consolación que está aquí encerrada, y es gran provecho para las personas que no saben leer. Si lo entendiesen, por esta oración podían sacar mucha doctrina y consolarse en ella.
Pues aprendamos, hermanas, de la humildad con que nos enseña este nuestro buen Maestro, y suplicadle me perdone, que me he atrevido a hablar en cosas tan altas. Bien sabe su Majestad que mi entendimiento no es capaz para ello si él no me enseñara lo que he dicho. Agradecédselo vosotras, hermanas, que debe haberlo hecho por la humildad con que me lo pedisteis y quisisteis ser enseñadas de cosa tan miserable.

7 (6) Si el padre presentado fray Domingo Báñez, que es mi confesor, a quien le daré antes que le veáis, viere es para vuestro aprovechamiento y os lo diere, consolarme he que os consoléis. Si no estuviere para que nadie lo vea, tomaréis mi voluntad, que con la obra he obedecido a lo que me mandasteis; que yo me doy por bien pagada del trabajo que he tenido en escribir que no por cierto en pensar lo que he dicho.
Bendito sea y alabado el Señor, de donde nos viene todo el bien que hablamos y pensamos y hacemos, amén.




CAMINO DE PERFECCION 37