ÚLTIMAS CONVERSACIONES-Sta. Teresa del Niño Jesús 9999

4 de junio

4.6.1 Se despidió de nosotras (*) en la celda de sor Genoveva de la Santa Faz, que daba a la terraza, del lado de la sala capitular. Estaba acostada en el jergón de sor Genoveva. Ese día parecía no sufrir ya y tenía el rostro como transfigurado. No nos cansábamos de mirarla y de escuchar sus dulces palabras. Le he pedido a la Santísima Virgen no seguir estando amodorrada y enajenada, como me encontraba todos estos días; me daba cuenta de que eso te apenaba. Y esta noche me ha escuchado. ¡Hermanitas mías, qué feliz me siento! Veo que voy a morir pronto, ahora estoy segura de ello. No os extrañéis si no me aparezco a vosotras después de la muerte y si no veis ninguna cosa extraordinaria como señal de mi felicidad. Acordaos de que mi «caminito» es no desear ver nada <1>. Sabéis bien lo que tantas veces he dicho a Dios, a los ángeles y a los santos: que no es mi deseo aquí en la tierra verles <2>... Los ángeles vendrán a buscarte, dijo sor Genoveva. ¡Cómo nos gustaría verlos! No creo que los veáis, pero no por eso dejarán de estar allí...

Sin embargo, por complaceros, me gustaría tener una hermosa muerte. Se lo he pedido a la Santísima Virgen. No se lo he pedido a Dios porque quiero dejarle hacer lo que él quiera. Pedirle a la Santísima Virgen no es lo mismo. Ella sabe bien lo que ha de hacer con mis pequeños deseos, si tiene que decirlos o no... En definitiva, ella es la que tiene que juzgar, para no obligar a Dios a escucharme, para dejarle hacer en todo su voluntad. Esta noche he logrado poder consolaros un poco y estar muy amable, pero no debéis esperar verme así en el momento de la muerte... ¡No lo sé! Quizás, de repente, la Santísima Virgen ha hecho esto por su cuenta, sin decírselo a Dios; y en ese caso, eso no prueba nada para más tarde. No sé si iré al purgatorio, y no me preocupa en absoluto <3>; pero si voy, no lamentaré no haber hecho nada por evitarlo. Nunca me arrepentiré de haber trabajado únicamente por salvar almas. ¡Cuánto me alegra saber que N.M. santa Teresa pensaba lo mismo <4>! Madrecita querida, si algún día vuelves a ser priora <5>, no te preocupes, ya verás cómo no te va a costar tanto como la otra vez. Estarás por encima de todo. Dejarás que piensen y que digan lo que quieran, cumplirás en paz con tu deber... etc. ... etc. No hagas nunca nada por serlo, ni nada tampoco por no serlo... Por lo demás, te prometo que yo no dejaré que te elijan para serlo si eso es perjudicial para tu alma. Cuando la abracé: ¡Ya lo he dicho todo! En especial a mi Madrecita, para más tarde... Hermanitas, no os aflijáis si sufro mucho y si no veis en mí, como ya os he dicho, ninguna señal de felicidad en el momento de mi muerte. Nuestro Señor murió ciertamente víctima de amor, ¡y ya veis qué agonía fue la suya <6>...! Todo eso no significa nada. (*) Era durante la novena a Nuestra Señora de las Victorias para obtener su curación.

1. 4.6.2 Un poco más tarde, al verla sufrir otra vez mucho, le dije: «Bueno, deseabas sufrir; pues Dios no lo ha olvidado». Deseaba sufrir y he sido escuchada. Desde hace varios días estoy sufriendo mucho. Una mañana, durante la acción de gracias después de la comunión, sentí unas angustias como de muerte... ¡y sin una pizca de consuelo!

2. 4.6.3 Lo acepto todo por amor de Dios, hasta toda esa serie de pensamientos extravagantes que me vienen a la mente.

5 de junio

5.6.1 (Durante Maitines) Madrecita, he visto que me quieres con un amor desinteresado. Pues bien, si yo sé que tú eres mi madrecita, ¡un día tú sabrás que yo soy tú hijita! ¡Sí, cuánto te quiero!

1. 5.6.2

He vuelto a leer la obra que compuse sobre Juana de Arco <7>. En ella podrás ver cuáles son mis sentimientos sobre la muerte; todos están allí expresados. Te gustará. Pero no creas que me parezco a Juana de Arco cuando por un momento tuvo miedo... Ella se mesaba los cabellos <8>... Yo no me tiro de mis «pequeños» cabellos...

2. 5.6.3

Madrecita, tú fuiste quien me preparó para la primera comunión <9>, prepárame ahora para morir...

3. 5.6.4

Si una mañana me encuentras muerta, no sufras: será que papá Dios habrá venido a buscarme con la mayor sencillez. Sin duda es una gracia muy grande recibir los sacramentos; pero cuando Dios no lo permite, también está bien, todo es gracia.

6 de junio

1. 6.6.1 Te agradezco que hayas pedido que me diesen una partícula de la sagrada hostia. Aun así me ha costado mucho pasarla. ¡Pero qué feliz me sentía de tener a Dios en mi corazón! He llorado como el día de mi primera comunión <10>.

2. 6.6.2 El Sr. Youf <11> me ha dicho acerca de mis tentaciones contra la fe: «No se detenga usted en eso, es muy peligroso». No es muy consolador oír una cosa así, pero afortunadamente no me impresiono por ello. Pero estáte tranquila, que no voy a devanarme los «sesitos» atormentándome. El Sr. Youf me ha dicho también: «¿Está usted resignada a morir?" Y yo le contesté: "Padre, me parece que sólo se necesita resignación para vivir; para morir, lo que yo siento es alegría».

3. 6.6.3 Me pregunto cómo haré para morir. Sin embargo, quisiera salir de ese trance ¡«con honor»! En fin, creo que eso no depende de uno. (Pensaba en nosotras)

4. 6.6.4 Cuando era niña, los grandes acontecimientos de mi vida me parecían montañas inalcanzables. Al ver a las niñas hacer la primera comunión, me decía a mí misma: ¿Cómo haré yo en mi primera comunión...? Más tarde: ¿Cómo haré para entrar en el Carmelo...? Y luego: ¿para tomar el hábito?, ¿para hacer la profesión? ¡Actualmente, es para morir <12>!

5. 6.6.5

«Voy a hacerte fotografiar para complacer a nuestra Madre»<13>. Sonrió con aire travieso: Di más bien que es por ti... «¡Ciercecito, deja de soplar! No es por mí, es por mi compañero que no lleva chaqueta...».

Me recordaba con ello una historieta de auverneses que papá nos contaba. Le ponía entonación, y venía muy a cuento, pues el compañero, aparentemente tan caritativo, en realidad abogaba en su favor.

1. 6.6.6 Por miedo a producirle náuseas, no queríamos decirle que el jarabe que tomaba era jarabe de caracoles, pero ella se dio cuenta y se rió de nuestros temores. ¡Qué me importa tomar jarabe de caracoles, con tal que no vea los cuernos! ¡Ahora como caracoles, como los patitos! Ayer hacía como las avestruces: ¡comía huevos crudos!

2. 6.6.7 ¡Te quiero mucho, mucho!

3. 6.6.8 Le dije: «Los ángeles te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra». Respondió: Sí, eso está bien para ahora mismo; pues más tarde, después de mi muerte, ¡¡¡ya no encontraré ningún obstáculo!!!

4. 6.6.9 Tras la visita del Dr. de Cornière <14>, que la había encontrado mejor, le dije: «¿Estás triste?». No, no... He encontrado en el Evangelio: «Pronto veréis al Hijo del Hombre sentado sobre las nubes del cielo». Yo respondí: «¿Cuándo, Señor?». Y en la página de enfrente leí estas palabras: «Hoy mismo». Pero todo esto... es para que no nos inquietemos por nada, ni por querer vivir ni morir... Y unos instantes después: ¡Sin embargo, tengo muchas ganas de irme! Le digo a la Santísima Virgen que haga ella lo que quiera.

7 de junio

7.6.1

Domingo <15>

Durante algún tiempo estuvo sentada a mi lado en el banco al fondo del cementerio. Al final, apoyó tiernamente la cabeza sobre mi pecho y cantó a media voz: ¿Olvidarme de ti, Madre querida?

¡No, no, jamás! <16>

Al bajar las escaleras, vio a la derecha, bajo el níspero, la gallinita blanca que tenía a todos sus polluelos recogidos bajo sus alas. Algunos sólo enseñaban su cabecita. Se paró a contemplarlos, muy pensativa. Al cabo de un poco, yo le hice señas de que era hora de volver. Tenía los ojos llenos de lágrimas. Le dije: «¡Estás llorando!». Entonces se cubrió los ojos con la mano, llorando más todavía, y me respondió: En este momento no puedo decirte por qué, estoy demasiado emocionada... Por la noche, en su celda, me dijo con una expresión celestial: He llorado al pensar que Dios escogió esa comparación para hacernos creer en su ternura. ¡Eso es lo que ha hecho conmigo durante toda mi vida! ¡Me ha escondido totalmente bajo sus alas...! Luego, al separarnos, lloraba mientras subía la escalera, sin poder ya contenerme, y tenía prisa por volver a la celda. Mi corazón rebosaba de amor y de gratitud.

1. 7.6.2 Hoy hace diez años que papá me dio esta florecita blanca cuando le hablé por primera vez de mi vocación <17>. (Y me enseñó la florecita).

2. 7.6.3 Si no me hubieses educado bien, habrías visto cosas muy tristes <18>. Y no hubiera llorado hoy al ver la gallinita blanca...

8 de junio

1. 8.6.1

Pronto vendréis todas conmigo; ¡ea, esto no durará mucho!

A sor María de la Trinidad, que le pedía que se acordase de ella en el

cielo: Aún no has visto más que el cascarón; pronto verás el pollito.

2. 8.6.2

Le decía que yo no tenía ya apoyo alguno en la tierra.

¿Cómo que no? Sí que tienes un apoyo: me tienes a mí.

3. 8.6.3

Habíamos hablado de esas largas enfermedades que con frecuencia cansan a las enfermeras, lo cual constituye un gran sufrimiento para las enfermas que se dan cuenta de ello.

Yo acepto seguir como estoy hasta el final de una vida muy muy larga. Y si eso le agrada a Dios, acepto incluso que «me tomen ojeriza».

9 de junio

1. 9.6.1 Se dice en el Evangelio que Dios vendrá como un ladrón. A mí vendrá a robarme con gran delicadeza. ¡Cómo me gustaría ayudar al Ladrón!

2. 9.6.2

¡Qué feliz me siento hoy!

¿Es que ha pasado ya la prueba <19>?

No, pero hay como una especie de tregua. Las serpientes malignas ya no silban en mis oídos...

3. 9.6.3

¡Con qué paz dejo que digan a mi alrededor que estoy mejor! La semana pasada estaba levantada, y me creían muy enferma. Esta semana no puedo tenerme en pie, estoy agotada, ¡y mira por dónde me creen ya sana! ¡Pero qué importa!

Sin embargo, ¿tú crees que morirás pronto? Sí, espero irme pronto. La verdad es que no estoy mejor; me duele mucho el costado. Pero siempre lo diré si Dios me cura, no sufriré la menor decepción.

A sor María del Sagrado Corazón, que le decía: «¡Qué tristes nos vamos a quedar cuando nos dejes!».

No, ya veréis, será como una lluvia de rosas <20>.

4. 9.6.4

No tengo miedo al Ladrón... Lo veo a lo lejos y me guardo muy bien de gritar: ¡Al ladrón! Al contrario, lo llamo diciéndole: ¡Por aquí, por aquí!

5. 9.6.5

Soy como un niñito en la estación del ferrocarril, que espera a sus papás para que lo suban al tren. ¡Pero ellos no vienen y el tren se va! Bueno, hay otros trenes y no todos los voy a perder...

10 de junio

Había mejorado, y le extrañaba. Tenía que esforzar por no dejarse llevar de la tristeza. ...La Santísima Virgen cumple bien mis encargos, ¡volveré a dárselos! Le repito con frecuencia: «Dile que por mí nunca se moleste»<21>. El ha comprendido, y eso es lo que hace. Yo ya no entiendo nada de mi enfermedad. ¡Ahora resulta que he mejorado! Sin embargo, me abandono y me siento feliz. ¡Qué sería de mí si abrigase la esperanza de morir pronto! ¡Cuántas decepciones! Pero no llevo ninguna, porque me contento con todo lo que Dios hace y sólo deseo su voluntad.

11 de junio

11.6.1 Había arrojado flores al San José de la huerta (al fondo del paseo de los castaños), diciendo con tono infantil y gracioso: «¡Toma!». ¿Por qué arrojas flores a san José? ¿Para obtener alguna gracia?

¡No...! Es por complacerle... Yo no quiero dar para recibir.

11.6.2 Para escribir mi «pequeña» vida <22>, no me devano los sesos. Es como si estuviera pescando a caña: escribo lo que me sale.

12 de junio

1. 12.6.1

No me creen tan enferma como estoy en realidad. Por eso me resulta más penoso verme privada de la comunión y del oficio divino. Pero mejor que nadie se preocupe ya por eso. Yo sufría mucho por ello, y había pedido a la Santísima Virgen que arreglase las cosas para que nadie sufriese. Y me escuchó.

En cuanto a mí, no me importa que piensen o que digan lo que quieran. No veo razón para desconsolarme.

2. 12.6.2

¡Mañana no comulgaré! ¡Y tantas niñas recibirán a Dios <23>! (Había primeras comuniones en la parroquia de Santiago).

13 de junio

(En la huerta) Me da la impresión de ser una tela atirantada en el bastidor para que la borden, y que nadie viene a bordarla. ¡Espero y espero! Pero en vano... En fin..., no es nada extraño: ¡los niñitos no saben lo que quieren! Digo esto porque pienso en el Niño Jesús: él es quien me ha atirantado en el bastidor del sufrimiento para darse el gusto de bordarme y luego el de aflojarme para ir a mostrar allá arriba su precioso trabajo. Cuando hablo del Ladrón, no me refiero al Niño Jesús, me refiero al Dios «grande».

14 de junio

Ultimo día de la novena <24>. Se encontraba mucho mejor, nuevo motivo de decepción para ella, que sin embargo me dijo con una sonrisa: ¡Soy una niña curada!

¿Y eso te entristece? No..., momento a momento se puede soportar mucho.

15 de junio

15.6.1

El día 9, veía muy claramente a lo lejos el faro que me anunciaba el puerto del cielo, pero ahora ya no veo nada, tengo los ojos como vendados. Ese día veía al Ladrón; ahora ya no le veo en absoluto. Lo que me dicen sobre la muerte ya no penetra en mi interior; es como si resbalase sobre una losa. ¡Se acabó! La esperanza de la muerte se ha gastado. Sin duda es que Dios no quiere que piense en ella como antes de caer enferma. Entonces, ese pensamiento me era necesario y muy provechoso, y así lo sentía. Pero hoy ocurre lo contrario. Dios quiere que me abandone como un niñito que no se preocupa de lo que harán con él.

1. 15.6.2

¿Estás cansada de ver que tu estado se prolonga? ¡Debes de estar sufriendo mucho!

Sí, pero «me place».

¿Por qué?

Porque «le place» a Dios.

(Empleaba esta palabra y algunas otras que no iban con su manera sencilla de expresarse normalmente, cuando quería encubrir su pensamiento de una manera que fuese entretenida para nosotras.

Había adoptado también ciertas expresiones ingenuas, de las que se servía en la intimidad, y que en sus labios tenían mucha gracia.)

2. 15.6.3

No sé cuándo moriré; ya no tengo la menor confianza en la enfermedad. Aun cuando me administrasen los sacramentos, seguiría creyendo que aún puedo dar marcha atrás. No estaré realmente segura de que me ha llegado el turno hasta que haya dado el paso y me vea en los brazos de Dios.

3. 15.6.4

(Por la noche)

¡Cómo me gustaría decirte algo agradable!

Sólo dime solamente si me olvidarás cuando estés en el cielo.

¡Si te olvidase, me parece que todos los santos me echarían del paraíso como a un búho feo! Madrecita, cuando esté allá arriba, "vendré y te llevaré conmigo, para que donde yo esté estés también tú".

4. 15.6.5

Estoy contenta, no ofendo a Dios lo más mínimo durante mi enfermedad. Hace un poco, estaba yo escribiendo sobre la caridad (en el cuaderno de su Vida <25>), y con mucha frecuencia venían a interrumpirme; entonces, he procurado no impacientarme y poner en práctica lo que estaba escribiendo.

19 de junio*

Nuestra prima, la madre Margarita (superiora general en París de las religiosas Auxiliadoras del Inmaculado Corazón, enfermeras) me había enviado una preciosa canastilla repleta de lirios artificiales, para el día 21, fiesta de la madre María de Gonzaga. Le llevé la canastilla, diciéndole muy alegre: «¡Me la envía la Superiora General de las Auxiliadoras!».

Me respondió de repente, en un arranque y con cariño: ¡La Superiora General de mi corazón eres tú!

20 de junio

Le estaba enseñando las pequeñas fotografías de la Virgen Madre que yo había pintado para el santo de nuestra Madre <26>. Puso las manos sobre las miniaturas extendidas ante sus ojos y, separando los dedos, consiguió tocar todas las cabecitas del Niño Jesús. Entonces me dijo: Los tengo a todos bajo mi dominio...

22 de junio

Estaba en la huerta, en el coche <27>. Cuando me acerqué a ella por la tarde, me dijo: ¡Qué bien que entiendo las palabras de Nuestro Señor a nuestra Madre santa Teresa! «¿Sabes, hija mía, quiénes son los que aman de verdad? Los que reconocen que todo lo que no se refiere a mí no es más que mentira» <28>. ¡Qué gran verdad me parece esto, Madrecita! Sí, fuera de Dios, todo es vanidad.

23 de junio

Le decía yo: «¡Ay, yo no tendré nada que dar a Dios a mi muerte: tengo las manos vacías! Y eso me entristece mucho. Claro, tú no eres como «el bebé» <29> (algunas veces se daba a sí misma este nombre), que sin embargo se encuentra también en esas mismas condiciones... Aunque yo hubiese realizado todas las obras de san Pablo, seguiría creyéndome un «siervo inútil»; y eso es precisamente lo que constituye mi alegría, pues, al no tener nada, lo recibiré todo de Dios».

25 de junio

25.6.1 Fiesta del Sagrado Corazón.

La habíamos instalado en la biblioteca porque en su celda daba mucho el sol. Durante el sermón, había cogido un libro de la Propagación de la Fe. A continuación, me mostró un pasaje en el que se hablaba de la aparición de una hermosa Señora, vestida de blanco, al lado de un niño recién bautizado, y me dijo: Más tarde, también yo iré así junto a los niños recién bautizados...

25.6.2 Durante el sermón he hecho novillos, sentía que era fiesta. No todos los días me puedo permitir eso. Considero mi cuaderno (su Vida) como mi pequeña tarea escolar.

26 de junio

Ayer me dolió mucho el costado, luego... ¡esta mañana cesó el dolor! ¡Ay, cuándo me iré con Dios! ¡Cómo me gustaría irme al cielo!

27 de junio

Cuando esté en el cielo, les diré a todos los santos tantas cosas hermosas sobre mi Madrecita, que les entrarán muchas ganas de llevársela. Estaré siempre con mi Madrecita; les pediré a los santos que vengan conmigo a los lóbregos sótanos para protegerla, y si no quieren, pues bueno, vendré yo solita. Se refería con eso a una pequeña aventura que me había acaecido ese mismo día en la bodega de la sacristía.

29 de junio

1. 29.6.1 ... Mira lo que ha pasado: como yo estaba a punto de morir, los angelitos hicieron toda clase de hermosos preparativos para recibirme; pero se cansaron y se quedaron dormidos. ¡Ay, los niñitos duermen mucho!, no se sabe cuándo despertarán... (Nos contaba con frecuencia historietas de éstas para distraernos de sus sufrimientos de alma y de cuerpo)<30>.

2. 29.6.2 ¡Me sentiré muy desdichada en el cielo si no puedo dar pequeñas alegrías en la tierra a los que amo!

3. 29.6.3 Por la noche se acentuó más su prueba interior, y ciertos comentarios la habían hecho sufrir. Me dijo:

Mi alma está desterrada, el cielo está cerrado para mí, y aquí en la tierra,

también la prueba.

... Ya veo que no me creen enferma, pero es Dios quien lo permite.

29.6.4 Estaré contenta en el cielo si compones unos bonitos versos para mí; me parece que eso les va a gustar los santos.

30 de junio

1. 30.6.1

Le hablaba de ciertos santos que llevaron una vida extraordinaria, como san Simón Estilita <31>. Me dijo: Yo prefiero a los santos que no tienen miedo a nada, como santa Cecilia, que se casa sin temer nada...

2. 31.6.2

Mi tío había pedido que bajase con nosotras al locutorio, y, como de costumbre, ella no había hablado casi nada.

¡Qué acobardada me sentía con mi tío en el locutorio! Al volver, reñí mucho a una novicia, no me conocía a mí misma. ¡Qué contrastes hay en mi carácter! Mi timidez proviene del gran malestar que experimento cuando se ocupan de mí <32>.

NOTAS Junio Los primeros días del mes de junio están marcados por un empeoramiento brusco de la enferma. El día 5, víspera de Pentecostés, es grande la inquietud. La comunidad está consternada, y la madre priora empieza una novena a Nuestra Señora de las Victorias. Para suplir la alimentación, que es casi nula, el médico prescribe un régimen a base de leche. Hasta el 15 de junio, Teresa habla una veintena de veces sobre su muerte como muy próxima. Luego, la situación se estabiliza: junio aparece como el mes de la espera dolorosa. La madre Inés de Jesús consigue de la madre María de Gonzaga que Teresa complete su autobiografía. Así pues, a partir del 4 de junio la enferma consagra el resto de sus fuerzas a la redacción del Manuscrito C. Las que la rodean apenas sospechan que está redactando, a punta de pluma, su testamento espiritual que, a partir del año siguiente, llevará a cabo la conquista del mundo. El lunes de Pentecostés, día 7 de junio, en previsión del santo de la madre María de Gonzaga, y «en vista de la proximidad de mi muerte» (Cta 258), sor Genoveva fotografió a su hermana en tres poses sucesivas, tres documentos de incomparable valor para la historia (cf VTL nn. 41, 42, 43).

Dieciséis cartas o billetes de Teresa llevan la fecha de este mes de junio (Cta 233 a 248).

1 Cf nota 37 del mes de agosto.

2 PN 24,27.

3 Acerca del purgatorio cf 8.7.15; 30.7.3; Ms A 84rº/vº; Cta 226; PN 17,6; 23,8; UC p. 615; y deposiciones en los Procesos.

4 Cf SANTA TERESA DE JESÚS, C 3,6.

5 La madre Inés fue priora desde 1902 hasta su muerte (1951), con una interrupción de dieciocho meses en 1908-1909.

6 Cf 4.7.2. Y sobre la muerte de amor: Ms C 7vº/8rº; Cta 242 y 255; PN 17,14; 18,52; 24,26; 31,6; Or 6; CA 27.7.5; 15.8.1; 30.9 (Apéndice).

7 RP 3.

8 Teresa pudo leer este detalle en Jeanne d'Arc de H. Wallon, p. 343. Sobre el miedo de Juana de Arco ante la muerte, cf RP 3,16vº/19rº. Teresa volverá a evocar a su heroína en 20.7.6; 27.7.6; 10.8.4.

9 Cf Ms A 33rº.

10 Cf Ms A 35rº/vº.

11 El capellán del Carmelo.

12 Cf 6.6.3; 31.7.4; 29.9.2; 30.9 (Apéndice).

13 La madre María de Gonzaga, priora.

14 El médico.

15 Domingo de Pentecostés, en realidad el 6 de junio.

16 Pasaje de un canto de la época, titulado: «Nous t'oublier, Mère cherie?»

17 El 29 de mayo de 1887, día de Pentecostés; cf Ms A 50rº/vº.

18 Teresa escribió «tistes», en vez de «tristes».

19 Cf la nota 20 del mes de mayo.

20 Comparación tomada de la Histoire de saint Louis de Gonzaga (que se estaba leyendo en el refectorio), p. 411.

21 PN 54,16.

22 El Manuscrito C.

23 Aunque todavía se levanta un poco, Teresa ya casi no asiste a Misa ni al Oficio divino (12.6.1). Pero su estado no se considera todavía lo suficientemente grave como para que el sacerdote entre en clausura a llevarle la Eucaristía.

24 En realidad, se terminó el domingo día 13.

25 Cf Ms C 17rº.

26 Fiesta de san Luis Gonzaga, el 21 de junio. Para esta ocasión Teresa compuso aún algunos versos: PS 6.

27 Coche de enfermo utilizado por el señor Martin y más tarde donado al Carmelo.

28 Sainte Thérèse d'Avila, Vie par elle-même, chap. XI. (Las palabras textuales de la Santa son: «¿Sabes qué es amarme con verdad? Entender que todo es mentira lo que no es agradable a mí», y se encuentran en V 40,1. N. del T.) 29 Cf Cta 237, 254, 255, 257; CA 7.7.1; 29.7.8; 31.7.4; 2.8.5; 18.8.2; 19.8.4; 20.8.1; 21.8.2; 30.9. Pero a sor María del Sagrado Corazón Teresa le precisará: «Un bebé que es un anciano» (PA 231). En ese mismo sentido encontraremos «infantil» en CA 11.6.1; 10.7.3; 25.8.3; 5.9.1;

29.9.3. Pero, como se ha señalado (Prières, p. 129), en esa actitud no existe la más mínima cursilería.

30 Cf 9.7.9.

31 Santo del Oriente que vivió largos años en lo alto de una columna, y de ahí su nombre.

32 Cf Ms A 13rº/vº.

2 de julio

Por la tarde, fue por última vez al oratorio a orar ante el Santísimo; pero estaba al límite de sus fuerzas. Yo la veía mirar largamente a la hostia, y adiviné que lo hacía sin experimentar ningún consuelo pero con una gran paz en el fondo del alma. Recuerdo que por la mañana, después de Misa, cuando la comunidad se dirigía al oratorio para la acción de gracias, nadie pensó en sostenerla. Caminaba muy despacito, arrimada a la pared. No me atreví a ofrecerle el brazo.

3 de julio

1. 3.7.1

Había muerto una de nuestras amigas <1>, y el doctor de Cornière había hablado delante de ella de su enfermedad, una especie de tumor que no había podido definir exactamente. Aquel caso le interesaba vivamente desde el punto de vista médico. «Qué lástima dijo que no haya podido hacerle la autopsia!».

Ella me dijo más tarde:

¡Ay, así de indiferentes somos los unos con los otros en la tierra! ¿Se diría eso mismo si se tratase de una madre o de una hermana? ¡Qué ganas tengo de irme de este triste mundo!

2. 3.7.2

Le confiaba mis sentimientos de tristeza y desaliento después de una falta. ... Tú no haces como yo. Cuando yo cometo una falta que me pone triste, sé muy bien que esa tristeza es la consecuencia de mi debilidad. ¿Pero crees que me quedo en eso? ¡No, no soy tan tonta! Corro a decirle Dios: Dios mío, sé que he merecido este sentimiento de tristeza, pero déjame que te lo ofrezca igualmente como una prueba que me envías con amor. Lamento mi pecado, pero me alegro de poder ofrecerte este sufrimiento.

3. 3.7.3 ¿Cómo es que deseas morir con esa prueba contra la fe que nunca acaba? ¡Ya! ¡Pero creo en el Ladrón! Es sobre el cielo sobre lo que recaen todas las dudas. ¡Qué extraño e incoherente!

4. 3.7.4 Como la leche le sentaba mal y de momento no podía tomar ninguna otra cosa, el Sr. de C.<2> había prescrito una especie de leche condensada que se vendía en las farmacias con el nombre de "leche maternizada". Por diversas razones, esta prescripción la apenó, y cuando vio llegar las botellas se echó a llorar a lágrima viva. Por la tarde sintió necesidad de desahogarse, y nos dijo con expresión triste y dulce a la vez: Necesito un alimento para el alma; leedme la vida de un santo. ¿Quieres la vida de san Francisco de Asís? Te distraerá cuando habla de los pajarillos. No, no para distraerme, sino para ver ejemplos de humildad.

5. 3.7.5 Cuando estés muerta, te pondrán una palma en la mano <3>. Si, pero tendré que poder soltarla cuando quiera, para poder dar a mi Madrecita gracias a manos llenas. Tengo que poder hacer todo lo que me guste.

6. 3.7.6 (Por la noche) ¡Hasta los santos me abandonan! Durante Maitines le pedí a san Antonio que me ayudase a encontrar el pañuelo que había perdido. ¿Crees que me ha escuchado? ¡Se guardó <4> muy bien de hacerlo! Pero no importa: le he dicho que, a pesar de todo, lo quiero mucho.

7. 3.7.7 Durante Maitines, veía brillar las estrellas, y además escuchaba el Oficio divino. Y me gustaba. (La ventana de su celda estaba abierta.)

4 de julio

1. 4.7.1 Dios me ha ayudado y he superado mi tristeza a propósito de la leche maternizada...

2. 4.7.2 (Por la noche) Nuestro Señor murió en la cruz entre angustias, y sin embargo la suya fue la más hermosa muerte de amor. Es la única que se ha visto; la de la Santísima Virgen no se vio. Morir de amor <5> no es morir entre arrobamientos. Te lo confieso francamente: me parece que eso es lo que yo estoy viviendo.

1. 4.7.3 ¡Presiento que vas a sufrir mucho! ¿Y qué importa? El sufrimiento podrá llegar a límites extremos, pero estoy segura de que Dios nunca me abandonará.

2. 4.7.4 Estoy muy agradecida al P. Alejo <6>, me ha hecho mucho bien. El P. Pichon <7> me trataba demasiado como a una niña; con todo, también él me hizo mucho bien cuando me dijo que no había cometido ningún pecado mortal.

5 de julio

1. 5.7.1 Le hablaba de mis debilidades, y me dijo: También yo tengo debilidades, pero me alegro de ello. Tampoco yo estoy siempre por encima de las naderías de la tierra. Por ejemplo, si me da rabia por una tontería que he dicho o que he hecho, me recojo en mi interior y me digo a mí misma: ¡Vaya, sigo todavía en el mismo punto que antes! Pero me lo digo con gran suavidad y sin tristeza. ¡Es tan bueno sentirse uno débil y pequeño!

2. 5.7.2 No estés triste por verme enferma, Madrecita, pues ya vez lo feliz que me hace Dios. Yo estoy siempre alegre y contenta <8>.

3. 5.7.3 Después de mirar una estampa que representaba a Nuestro Señor con dos niñitos, el más pequeño de los cuales está sobre sus rodillas y el otro a sus pies, besándole la mano: Yo soy ese pequeñito que se ha subido a las rodillas de Jesús, que estira tan graciosamente su piernecita, que levanta la cabecita y le acaricia sin temor. El otro pequeño no me gusta tanto. Se comporta como una persona mayor; le han dicho algo..., sabe que hay que tratar con respeto a Jesús...

6 de julio

1. 6.7.1 Acababa de expectorar sangre. Yo le dije: ¿Así que vas a dejarnos? ¡Qué va! El Sr. abate <9> me ha dicho: «Será para ti un gran sacrificio dejar a tus hermanas» Yo le he contestado: «Pero, Padre, creo que no las dejaré; al contrario, después de mi muerte estaré mucho más cerca de ellas» <10>.

2. 6.7.2

Creo que ante la muerte tendré que tener la misma paciencia que para los demás acontecimientos importantes de mi vida. Fíjate: entré joven en el Carmelo, y, sin embargo, cuando todo estaba ya decidido, tuve que esperar tres meses; para la toma de hábito, lo mismo; para la profesión, otra vez lo mismo <11>. Pues bien, para mi muerte será también lo mismo: llegará pronto, pero tendré todavía que esperar.

1. 6.7.3 Cuando esté en el cielo, me acercaré a Dios, como la sobrinita de sor Isabel <12> ante la reja del locutorio. Ya sabes, cuando recitaba su felicitación y terminaba con una reverencia, levantando los brazos y diciendo: "Felicidad para todos los que amo". Dios me preguntará: "¿Qué quieres, hijita?" Y yo contestaré: "Felicidad para todos los que amo". Y haré lo mismo ante delante de todos los santos. Estás hoy muy alegre, parece que ves al Ladrón. Sí, cada vez que me pongo peor, le vuelvo a ver. Pero aun cuando no lo viese, lo quiero tanto que estoy siempre contenta con lo que hace. No le amaría menos si no viniese a robarme, al contrario... Cuando me engaña, le hago toda suerte de cumplidos; ya no sabe qué hacer conmigo.

2. 6.7.4 He leído un pasaje precioso en los Comentarios sobre la Imitación <13>. Es un pensamiento del Sr. de Lamennais ¡mala suerte!, pero es precioso a pesar de todo. (Ella creía, y nosotras también, que el abate Lamennais había muerto impenitente.)

Nuestro Señor, en el Huerto de los Olivos, gozaba de todas las delicias de la Trinidad, y si embargo su agonía no fue por eso menos cruel. Es un misterio, pero os aseguro que comprendo algo de él por lo que yo misma estoy viviendo.

1. 6.7.5 Estaba poniendo yo una lámpara ante la Virgen de la Sonrisa <14>, para conseguir que dejase de expectorar sangre. ¿No te alegras, pues, de que me muera? Para alegrarme yo, tendría que seguir expectorando sangre. ¡Pero, por hoy, se acabó!.

2. 6.7.6 Ocho y cuarto de la mañana. Le llevé su lámpara, que se habían olvidado de subirle. Le había prestado otros pequeños servicios. Se mostró muy emocionada y me dijo: Siempre te has portado así conmigo... No sé expresarte mi gratitud. Y secándose las lágrimas: Lloro porque me siento muy conmovida por todo lo que has hecho por mí desde mi infancia. ¡Cuantísimo te debo! Pero cuando esté en el cielo, diré la verdad, diré a los santos: todo lo que os gusta de mí me lo ha dado mi Madrecita.

3. 6.7.7

¿Cuándo llegará el juicio final? ¡Cómo me gustaría estar y en ese momento! ¡¿Y después, qué habrá...?!

6.7.8 Hago muchos pequeños sacrificios...

7 de julio

1. 7.7.1

Después de haber vuelto a expectorar sangre: El bebé va a ir pronto a ver a Dios...

¿Tienes miedo a la muerte, ahora que la ves tan de cerca?

¡No, cada vez menos!

¿Tienes miedo al Ladrón? ¡Esta vez está a la puerta!

No, no está a la puerta, ya ha entrado. ¿Pero qué estás diciendo, Madrecita? ¿Que si tengo miedo al Ladrón? ¡¿Cómo quieres que tenga miedo a alguien a quien amo tanto?!

2. 7.7.2

Le pedí que me volviera a contar lo que le había ocurrido después de su ofrenda al Amor <15>. Empezó diciéndome: Madrecita, te lo confié aquel mismo día, pero no me prestaste atención.

(En efecto, había aparentado no darle a la cosa ninguna importancia.)

Comenzaba a hacer viacrucis cuando de pronto me sentí presa de un amor tan intenso hacia Dios, que no lo puedo explicar sino diciendo que era como si me hubiesen metido toda entera en el fuego. ¡Qué fuego aquél y al mismo tiempo qué dulzura! Me abrasaba de amor, y sentía que un minuto, un segundo más, y no hubiese podido soportar aquel ardor sin morir. Entonces comprendí lo que dicen los santos sobre esos estados que ellos experimentaron tantas veces. Yo no lo probé más que una vez, y un solo instante, y luego volví a caer enseguida en mi habitual sequedad.

Un poco más tarde:

A partir de los 14 años, he tenido también otros ímpetus de amor. ¡Ay, cómo amaba a Dios <16>! Pero no era, en absoluto, como después de mi ofrenda al Amor, no era una verdadera llama que me quemase.

3. 7.7.3

Desde niña, me encantaban estas palabras de Job: «Aunque Dios me matara, seguiría esperando en él» <17>. Pero he tardado mucho tiempo en llegar a este grado de abandono. Ahora ya estoy en él; Dios me ha introducido en él, me ha instalado en él...

4. 7.7.4

Le pedía que dijese algunas palabras amables y edificantes al Dr. de Cornière.

Madrecita, no es ése mi estilo... Que el Sr. de Cornière piense lo que quiera. Sólo amo la sencillez y aborrezco el «fingimiento». Te aseguro que si hiciera lo que deseas estaría mal por mi parte.

5. 7.7.5

En fin, tengo la impresión de que estoy realmente muy enferma. No olvidaré nunca la escena de esta mañana mientras expectoraba sangre: el Sr. de Cornière parecía consternado.

6. 7.7.6

Ya ves, Dios me trata tan dulcemente en atención a ti. Nada de vejigatorios, sólo remedios suaves. Sufro, pero no como para gritar.

Tras un momento, con aire travieso:

Sin embargo, Dios nos ha mandado pruebas como para «gritar»..., y, no obstante, no hemos «gritado»...

(Aludía a nuestra gran tribulación familiar <19>.9

En cuanto a los «remedios suaves», no siempre lo fueron, y sus sufrimientos llegaron a ser terribles.

7. 7.7.7

Soy como un pobre «lobito gris» que tiene muchas ganas de volver a su selva y que se le obliga a vivir en las casas.

(En los Buissonnets, nuestro padre la llamaba algunas veces «mi lobito gris»).

8. 7.7.8

Acabo de ver sobre el muro un gorrioncillo que esperaba pacientemente, lanzando de vez en cuando un gritito de llamada, a que su padre viniera a buscarlo para darle de comer. Y he pensado que yo me parecía a él.

9. 7.7.9

Le decía que me gustaban mucho los cumplidos.

Me acordaré en el cielo...


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