Exodus (BPD) 1



ÉXODO


LA MISIÓN DE MOISÉS


Los descendientes de Jacob

1 1 Los nombres de los israelitas que llegaron con Jacob a Egipto, cada uno con su familia, son los siguientes: 2Rubén, Simeón, Leví y Judá, 3 Isacar, Zabulón y Benjamín, 4 Dan y Neftalí, Gad y Aser. 5 Los descendientes de Jacob eran, en total, setenta personas. José ya estaba en Egipto.

El crecimiento y la opresiónde los israelitas

6 Después murieron José y sus hermanos, y toda aquella generación. 7 Pero los israelitas fueron fecundos y se multiplicaron, hasta convertirse en una muchedumbre numerosa y muy fuerte, que llenaba el país.
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Mientras tanto, asumió el poder en Egipto un nuevo rey, que no había conocido a José. 9 Él dijo a su pueblo: “El pueblo de los israelitas es más numeroso y fuerte que nosotros. 10 Es preciso tomar precauciones contra él, para impedir que siga multiplicándose. De lo contrario, en caso de guerra se pondrá de parte de nuestros enemigos, combatirá contra nosotros y se irá del país”. 11 Entonces los egipcios pusieron a Israel a las órdenes de capataces, para que lo oprimieran con trabajos forzados. Así Israel construyó para el Faraón las ciudades de almacenamiento de Pitóm y Ramsés. 12 Pero a medida que aumentaba la opresión, más se multiplicaba y más se expandía. Esto hizo que la presencia de los israelitas se convirtiera en un motivo de inquietud.
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Por eso, los egipcios redujeron a los israelitas a la condición de esclavos, 14y les hicieron insoportable la vida, forzándolos a realizar trabajos extenuantes: la preparación de la arcilla, la fabricación de ladrillos y toda clase de tareas agrícolas.
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Además, el rey de Egipto se dirigió a las parteras de las mujeres hebreas –una de ellas se llamaba Sifrá y la otra Puá– 16 y les ordenó: “Cuando asistan durante el parto a las mujeres hebreas, observen bien el sexo del recién nacido: si es un varón, mátenlo, y si es una niña, déjenla vivir”. 17 Pero las parteras tuvieron temor de Dios, y en lugar de acatar la orden que les había dado el rey de Egipto, dejaban con vida a los varones. 18 El rey las mandó llamar y les preguntó: “¿Por qué han obrado así y han dejado con vida a los varones?”. 19 Ellas le respondieron: “Por que las mujeres hebreas no son como las egipcias: tienen mucha vitalidad, y antes que llegue la partera, ya han dado a luz”. 20 Por eso Dios fue bondadoso con las parteras. El pueblo creció cada vez más y se hizo muy poderoso, 21 y como ellas habían obrado con temor de Dios, él les concedió una familia numerosa. 22 Entonces el Faraón dio esta orden a su pueblo: “Arrojen al Nilo a todos los varones recién nacidos, pero dejen con vida a las niñas”.

El nacimiento de Moisés

2 1 Un hombre de la familia de Leví se casó con la hija de un levita. 2La mujer concibió y dio a luz un hijo; y viendo que era muy hermoso, lo mantuvo escondido durante tres meses. 3Cuando ya no pudo ocultarlo más tiempo, tomó una cesta de papiro y la impermeabilizó con betún y pez. Después puso en ella al niño y la dejó entre los juncos, a orillas del Nilo. 4 Pero la hermana del niño se quedó a una cierta distancia, para ver qué le sucedería.
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La hija del Faraón bajó al Nilo para bañarse, mientras sus doncellas se paseaban por la ribera. Al ver la cesta en medio de los juncos, mandó a su esclava que fuera a recogerla. 6 La abrió, y vio al niño que estaba llorando; y llena de compasión, exclamó: “Seguramente es un niño de los hebreos”.
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Entonces la hermana del niño dijo a la hija del Faraón: “¿Quieres que vaya a buscarte entre las hebreas una nodriza para que te lo críe?”. 8 “Sí”, le respondió la hija del Faraón. La jovencita fue a llamar a la madre del niño, 9 y la hija del Faraón le dijo: “Llévate a este niño y críamelo; yo te lo voy a retribuir”. La mujer lo tomó consigo y lo crió; 10 y cuando el niño creció, lo entregó a la hija del Faraón, que lo trató como a un hijo y le puso el nombre de Moisés, diciendo: “Sí, yo lo saqué de las aguas”.

La huida de Moisés a Madián

11 Siendo ya un hombre, Moisés salió en cierta ocasión a visitar a sus hermanos, y observó los penosos trabajos a que estaban sometidos. También vio que un egipcio maltrataba a un hebreo, a uno de sus hermanos. 12 Entonces dirigió una mirada a su alrededor, y como no divisó a nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena. 13 Al día siguiente regresó y encontró a dos hebreos que se estaban peleando. “¿Por qué golpeas a tu compañero?”, preguntó al agresor. 14 Pero este le respondió: “¿Quién te ha constituido jefe o árbitro nuestro? ¿Acaso piensas matarme como mataste al egipcio?”. Moisés sintió temor y pensó: “Por lo visto, el asunto ha trascendido”.
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En efecto, el Faraón se enteró de lo sucedido, y buscó a Moisés para matarlo. Pero este huyó del Faraón, y llegó al país de Madián. Allí se sentó junto a un pozo.
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El sacerdote de Madián tenía siete hijas. Ellas fueron a sacar agua para llenar los bebederos y dar de beber al rebaño de su padre. 17 De pronto llegaron unos pastores y las echaron. Moisés, poniéndose de pie, salió en defensa de ellas y dio de beber a sus ovejas. 18Cuando llegaron al lugar donde estaba Reuel, su padre, este les preguntó: “¿Por qué hoy han vuelto tan pronto?”. 19 “Un hombre, un egipcio, le explicaron ellas, nos libró de los pastores, nos sacó agua, y hasta dio de beber al rebaño”. 20“¿Dónde está ese hombre?”, preguntó él a sus hijas. “¿Por qué lo dejaron allí? Invítenlo a comer”. 21Moisés accedió a quedarse en casa de aquel hombre, y este le dio como esposa a su hija Sipora. 22 Ella tuvo un hijo, y Moisés lo llamó Gersón, porque dijo: “Fui un emigrante en tierra extranjera”.

El clamor de los israelitasescuchado por Dios

23 Pasó mucho tiempo y, mientras tanto, murió el rey de Egipto. Los israelitas, que gemían en la esclavitud, hicieron oír su clamor, y ese clamor llegó hasta Dios, desde el fondo de su esclavitud. 24Dios escuchó sus gemidos y se acordó de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob. 25 Entonces dirigió su mirada hacia los israelitas y los tuvo en cuenta.

El llamado de Dios a Moisés

3 1 Moisés, que apacentaba las ovejas de su suegro Jetró, el sacerdote de Madián, llevó una vez el rebaño más allá del desierto y llegó a la montaña de Dios, al Horeb. 2 Allí se le apareció el Ángel del Señor en una llama de fuego, que salía de en medio de la zarza. Al ver que la zarza ardía sin consumirse, 3 Moisés pensó: “Voy a observar este grandioso espectáculo. ¿Por qué será que la zarza no se consume?”. 4 Cuando el Señor vio que él se apartaba del camino para mirar, lo llamó desde la zarza, diciendo: “¡Moisés, Moisés!”. “Aquí estoy”, respondió él. 5Entonces Dios le dijo: “No te acerques hasta aquí. Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa”. 6 Luego siguió diciendo: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Moisés se cubrió el rostro porque tuvo miedo de ver a Dios.

La misión de Moisés

7 El Señor dijo: “Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. 8 Por eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel, al país de los cananeos, los hititas, los amorreos, los perizitas, los jivitas y los jebuseos. 9 El clamor de los israelitas ha llegado hasta mí y he visto cómo son oprimidos por los egipcios. 10 Ahora ve, yo te envío al Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas”.
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Pero Moisés dijo a Dios: “¿Quién soy yo para presentarme ante el Faraón y hacer salir de Egipto a los israelitas?”. 12“Yo estaré contigo, le dijo Dios, y esta es la señal de que soy yo el que te envía: después que hagas salir de Egipto al pueblo, ustedes darán culto a Dios en esta montaña”.

La revelación del Nombre divinoy la promesa de liberación

13 Moisés dijo a Dios: “Si me presento ante los israelitas y les digo que el Dios de sus padres me envió a ellos, me preguntarán cuál es su nombre. Y entonces, ¿qué les responderé?”. 14 Dios dijo a Moisés: “Yo soy el que soy”. Luego añadió: “Tú hablarás así a los israelitas: ‘Yo soy’ me envió a ustedes”. 15 Y continuó diciendo a Moisés: “Tu hablarás así a los israelitas: El Señor, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, es el que me envía. Este es mi nombre para siempre, y así seré invocado en todos los tiempos futuros. 16 Ve a reunir a los ancianos de Israel y diles: El Señor, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, se me apareció y me dijo: ‘Yo los he visitado y he visto cómo los maltrataban los egipcios. 17 Por eso decidí librarlos de la opresión que sufren en Egipto, para llevarlos al país de los cananeos, los hititas, los amorreos, los perizitas, los jivitas y los jebuseos, a una tierra que mana leche y miel’. 18 Ellos te escucharán, y tú irás a presentarte ante el rey de Egipto, junto con los ancianos de Israel. Entonces le dirás: ‘El Señor, el Dios de los hebreos, vino a nuestro encuentro. Y ahora tenemos que realizar una marcha de tres días por el desierto, para ofrecer sacrificios al Señor, nuestro Dios’. 19 Ya sé que el rey de Egipto no los dejará partir, si no es obligado por la fuerza. 20 Pero yo extenderé mi mano y castigaré a Egipto, realizando ante ellos toda clase de prodigios. Así él los dejará partir, 21 y haré que este pueblo se gane el favor de los egipcios, de manera que cuando ustedes salgan, no se vayan con las manos vacías. 22 Por eso, cada mujer pedirá a su vecina y a la que se hospeda en su casa, objetos de plata y oro, y también vestidos, y se los pondrán a sus hijos e hijas. Así despojarán a los egipcios”.

El poder dado por Dios a Moisés

4 1 Pero Moisés respondió: “¿Y si se niegan a creerme, y en lugar de hacerme caso, me dicen: ‘No es cierto que el Señor se te ha aparecido’?”. 2  Entonces el Señor le preguntó: “¿Qué tienes en la mano?”. “Un bastón”, respondió Moisés. 3 “Arrójalo al suelo”, le ordenó el Señor. Y cuando lo arrojó al suelo, el bastón se convirtió en una serpiente. Moisés retrocedió atemorizado, 4pero el Señor le volvió a decir: “Extiende tu mano y agárrala por la cola”. Así lo hizo, y cuando la tuvo en su mano, se transformó nuevamente en un bastón. 5 “Así deberás proceder, añadió el Señor, para que crean que el Señor, el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, se te ha aparecido”.
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Después el Señor siguió diciéndole: “Mete tu mano en el pecho”. Él puso su mano en el pecho; y al sacarla, estaba cubierta de lepra, blanca como la nieve. 7 En seguida el Señor le ordenó: “Vuelve a poner tu mano en el pecho”. Así lo hizo Moisés; y cuando la retiró, ya había recuperado nuevamente su color natural. 8 Entonces el Señor le dijo: “Si se niegan a creerte y no se convencen ante la evidencia del primer prodigio, el segundo los convencerá. 9 Y si a pesar de estos dos prodigios permanecen incrédulos y no te escuchan, saca del Nilo un poco de agua y derrámala en la tierra; y al caer en la tierra, el agua que saques del Nilo se convertirá en sangre”.

Aarón, intérprete de Moisés

10 Moisés dijo al Señor: “Perdóname, Señor, pero yo nunca he sido una persona elocuente: ni antes, ni a partir del momento en que tú me hablaste. Yo soy torpe para hablar y me expreso con dificultad”. 11 El Señor le respondió: “¿Quién dio al hombre una boca? ¿Y quién hace al hombre mudo o sordo, capaz de ver o ciego? ¿No soy yo, el Señor? 12 Ahora ve: yo te asistiré siempre que hables y te indicaré lo que debes decir”. 13 Pero Moisés insistió: “Perdóname, Señor, encomienda a otro esta misión”. 14 El Señor se enojó con Moisés y exclamó: “¿Acaso no tienes a tu hermano Aarón, el levita? Yo sé que él tiene facilidad de palabra. Ahora justamente viene a tu encuentro, y al verte se llenará de alegría. 15 Tú le hablarás y harás que sea tu portavoz. Yo los asistiré siempre que ustedes hablen, y les indicaré lo que deben hacer. 16 Él hablará al pueblo en tu nombre; será tu portavoz y tu serás un dios para él. 17 Lleva también en tu mano este bastón, porque con él realizarás los prodigios”.

El regreso de Moisés a Egipto

18 Luego Moisés se alejó de allí y al regresar a la casa de Jetró, su suegro, le dijo: “Permíteme volver a Egipto, donde están mis hermanos. Quiero ver si viven todavía”. Jetró le respondió: “Puedes ir en paz”.
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El Señor dijo a Moisés en Madián: “Regresa a Egipto, porque ya han muerto todos los que querían matarte”. 20 Moisés tomó a su mujer y a sus hijos, los hizo montar en un asno, y emprendió el camino de regreso a Egipto. En su mano llevaba el bastón de Dios. 21 El Señor le dijo: “Mientras regresas a Egipto, considera todos los prodigios que yo te di el poder de realizar: tú los harás delante del Faraón. Pero yo voy a endurecer el corazón del Faraón, y él no dejará salir al pueblo. 22 Entonces tú le dirás: Así habla el Señor: ‘Israel es mi hijo primogénito. 23 Yo te he dicho que dejes partir a mi pueblo, para que me rinda culto. Pero ya que te niegas a hacerlo, castigaré con la muerte a tu hijo primogénito’”.

La circuncisión del hijo de Moisés

24 Cuando hizo un alto en el camino para pasar la noche, el Señor lo atacó e intentó matarlo. 25 Pero Sipora tomó un cuchillo de piedra, cortó el prepucio de su hijo, y con él tocó los pies de Moisés diciendo: “Tú eres para mi un esposo de sangre”. 26 Y el Señor se apartó de él. Ella había dicho: “esposo de sangre”, a causa de la circuncisión.

El encuentro de Moisés con Aarón

27 Mientras tanto, el Señor había dicho a Aarón: “Ve al desierto para encontrarte con Moisés”. Aarón partió, y cuando lo encontró en la montaña de Dios, lo besó. 28 Moisés lo informó acerca de la misión que el Señor le había confiado, y de todos los prodigios que le había mandado realizar. 29 Después fueron los dos juntos y reunieron a todos los ancianos de los israelitas. 30 Aarón les expuso las palabras que el Señor había dicho a Moisés, y este realizó los prodigios a la vista del pueblo. 31 El pueblo creyó; y cuando oyeron que el Señor había visitado a los israelitas y había visto su opresión, se postraron en señal de adoración

La primera entrevista de Moiséscon el Faraón

5 1 Inmediatamente, Moisés y Aarón fueron a decir al Faraón: “Así habla el Señor, el Dios de Israel: Deja partir a mi pueblo, para que celebre en el desierto una fiesta en mi honor”. 2 Pero el Faraón respondió: “¿Y quien es el Señor para que yo le obedezca dejando partir a Israel? Yo no conozco al Señor y no dejaré partir a Israel”. 3 Ellos dijeron: “El Dios de los hebreos vino a nuestro encuentro, y ahora tenemos que realizar una marcha de tres días por el desierto, para ofrecer sacrificios al Señor, nuestro Dios. De lo contrario él nos castigará con la peste o la espada”. 4 El rey de Egipto les respondió: “¿Por qué ustedes, Moisés y Aarón, se empeñan en apartar al pueblo de sus tareas? Vuelvan al trabajo que les ha sido impuesto”. 5 Él pensaba así: “Ellos son ahora más numerosos que los nativos del país, ¿y todavía debo tolerarles que interrumpan sus trabajos?”.

Las instrucciones del Faraóna sus capataces

6 Ese mismo día, el Faraón dio a los capataces y a los inspectores del pueblo las siguientes instrucciones: 7 “No sigan entregando a esa gente la paja para hacer los ladrillos, como lo hicieron hasta ahora. Que vayan a juntarla ellos mismos. 8 Pero exíjanles la misma cantidad de ladrillos que fabricaban antes, sin descontarles ni uno solo, porque son unos holgazanes. Por eso gritan: ‘¡Déjanos ir a ofrecer sacrificios a nuestro Dios!’. 9 Háganlos trabajar más duramente y que estén siempre ocupados; así no prestarán atención a esas patrañas”.
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En seguida salieron los capataces del pueblo, junto con los inspectores, y dijeron a la multitud: “Así habla el Faraón: ‘De ahora en adelante no les daré más paja. 11 Vayan ustedes mismos y tráiganla de donde puedan. Pero el rendimiento no deberá disminuir en lo más mínimo’”. 12 Entonces el pueblo se dispersó por todo el territorio de Egipto para recoger los rastrojos, y abastecerse así de paja. 13 Los capataces, por su parte, los apremiaban diciendo: “Terminen el trabajo que se les fijó para cada día, como lo hacían cuando les daban la paja”. 14 Y los capataces del Faraón golpearon a los inspectores israelitas que ellos habían designado, diciendo: “¿Por qué ayer y hoy no completaron la cantidad establecida de ladrillos, como lo venían haciendo hasta ahora?”.

La queja de los inspectores hebreos

15 Los inspectores de los israelitas fueron a quejarse al Faraón, diciendo: “¿Por qué tratas así a tus servidores? 16No nos dan paja, no cesan de decirnos que hagamos ladrillos, y encima nos golpean. Y tú tienes la culpa”. 17Pero el Faraón respondió: “Ustedes son unos holgazanes, sí, unos perfectos holgazanes. Por eso andan diciendo: ‘Déjanos ir a ofrecer sacrificios a nuestro Dios’. 18 Ahora vayan a trabajar. Y no sólo no les darán más paja, sino que deberán entregar la misma cantidad de ladrillos”.
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Cuando les anunciaron que no debían disminuir la producción de ladrillos establecida para cada día, los inspectores israelitas se vieron en un grave aprieto. 20 Y al encontrarse con Moisés y Aarón que los estaban esperando a la salida, 21 les dijeron: “Que el Señor fije su mirada en ustedes y juzgue. Porque nos han hecho odiosos al Faraón y a sus servidores, y han puesto en sus manos una espada para que nos maten”.

La oración de Moisés

22 Moisés se volvió al Señor, diciendo: “Señor, ¿por qué maltratas a este pueblo? ¿Para esto me has enviado? 23Desde que me presenté ante el Faraón para hablarle en tu nombre, él no ha cesado de maltratar a este pueblo, y tú no haces nada para librar a tu pueblo”.

6 1 El Señor le respondió: “¡Ahora verás lo que haré al Faraón! Tendrá que dejarlos partir por la fuerza, e incluso, se verá obligado a expulsarlos de su país”.

Otro relato de la vocación de Moisés

2 Dios habló a Moisés y le dijo: “Yo soy el Señor. 3 Yo me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como el Dios Todopoderoso, pero no me di a conocer a ellos con mi nombre ‘el Señor’. 4También establecí mi alianza con ellos, para darles la tierra de Canaán, esa tierra donde ellos residieron como extranjeros. 5 Y cuando escuché los gemidos de los israelitas, esclavizados por los egipcios, me acordé de mi alianza. 6 Por eso, anuncia esto a los israelitas: Yo soy el Señor. Yo los libraré de los trabajos forzados que les imponen los egipcios, los salvaré de la esclavitud a que ellos los someten, y los rescataré con el poder de mi brazo, infligiendo severos y justos castigos. 7 Haré de ustedes mi Pueblo y yo seré su Dios. Así tendrán que reconocer que soy yo, el Señor, el que los libró de los trabajos forzados de Egipto. 8 Después los introduciré en la tierra que juré dar a Abraham, a Isaac y a Jacob, y se la daré en posesión. Yo soy el Señor”. 9Moisés refirió estas palabras a los israelitas, pero ellos no quisieron escucharlo, porque estaban desalentados a causa de la dura servidumbre.
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Entonces el Señor dijo a Moisés: 11“Preséntate al Faraón, el rey de Egipto, y dile que deje partir de su país a los israelitas”. 12 Moisés se excusó ante el Señor, diciendo: “Si los israelitas no quisieron escucharme, ¿cómo me va a escuchar el Faraón, a mí que no tengo facilidad de palabra?”. 13 Pero el Señor habló a Moisés y a Aarón, y les dio órdenes para los israelitas y para el Faraón, rey de Egipto, a fin de hacer salir de Egipto a los israelitas.

La genealogía de Moisés y Aarón

14 Los jefes de las familias de Israel fueron los siguientes:
Los hijos de Rubén, el primogénito de Israel, fueron Henoc, Palú, Jesrón y Carmí. Estos son los clanes de Rubén.
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Los hijos de Simeón fueron Iemuel, Iamín, Ohad, Iaquín, Sójar y Saúl, el hijo de la cananea. Estos son los clanes de Simeón.
16
Los nombres de los hijos de Leví, con sus descendientes, fueron estos: Gersón, Quehat y Merarí. Leví vivió ciento treinta y siete años. 17 Los hijos de Gersón fueron Libní y Simei con sus clanes. 18 Los hijos de Quehat fueron Amrám, Isar, Hebrón y Uziel. Quehat vivió ciento treinta y tres años. 19 Los hijos de Merarí fueron Majlí y Musí. Estos son los clanes de Leví con sus descendientes.
20
Amrám se casó con Ioquébed, su tía, y de ella le nacieron Aarón y Moisés. Amrám vivió ciento treinta y siete años.
21
Los hijos de Isar fueron Coré, Néfeg y Zicrí; 22 y los hijos de Uziel, fueron Misael, Elsafán y Sitrí.
23
Aarón se casó con Eliseba, hija de Aminadab y hermana de Najsón; de ella le nacieron Nadab, Abihú, Eleazar e Itamar.
24
Los hijos de Coré fueron Asir, Elcaná y Abiasaf. Estos son los clanes de los coreítas.
25
Eleazar, hijo de Aarón, se casó con una de las hijas de Putiel, que fue madre de Pinjás.
Estos son los jefes de las familias levíticas, con sus respectivos clanes.
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Moisés y Aarón son los mismos que recibieron del Señor la orden de sacar de Egipto a los israelitas, distribuidos en grupos. 27 Ellos fueron los que hablaron al Faraón, el rey de Egipto, para hacer salir a los israelitas. Son los mismos Moisés y Aarón.

La misión de Moisés y Aarón

28 El día en que el Señor habló a Moisés en Egipto, 29 le dijo: “Yo soy el Señor. Repite al Faraón, el rey de Egipto, todo lo que yo te diga”. 30 Pero Moisés puso al Señor este pretexto: “Yo tengo dificultad para hablar. ¿Cómo me va a escuchar el Faraón?”.

7 1 El Señor dijo a Moisés: “Yo hago de ti un dios para el Faraón, y Aarón, tu hermano, será tu profeta. 2 Tú le comunicarás todo lo que yo te mande, y él hablará al Faraón, para que deje salir de su país a los israelitas. 3Pero yo endureceré el corazón del Faraón, y así podré multiplicar mis signos y mis prodigios en Egipto. 4 El Faraón se resistirá a escucharlos, pero yo descargaré mi mano sobre Egipto, y haré salir de allí a los israelitas –mi ejército y mi pueblo– infligiendo severos y justos castigos. 5 Y cuando extienda mi mano sobre Egipto para hacer salir de allí a los israelitas, los egipcios tendrán que reconocer que yo soy el Señor”. 6 Moisés y Aarón realizaron exactamente lo que el Señor les había ordenado. 7 Cuando se entrevistaron con el Faraón, Moisés tenía ochenta años, y Aarón, ochenta y tres.

Aarón y los magos de Egipto

8 El Señor dijo a Moisés y a Aarón: 9“Cuando el Faraón les pida que hagan un prodigio, tú le dirás a Aarón: ‘Toma tu cayado y arrójalo delante del Faraón; y el cayado se convertirá en una serpiente’”. 10 Moisés y Aarón se presentaron entonces ante el Faraón e hicieron todo lo que el Señor les había ordenado. Aarón arrojó su cayado delante del Faraón y de sus servidores, y el cayado se transformó en una serpiente. 11 El Faraón, a su vez, convocó a los sabios y hechiceros; y los magos de Egipto, valiéndose de sus artes secretas, hicieron otro tanto. 12 Cada uno arrojó su bastón, y estos se transformaron en serpientes; pero el de Aarón devoró a todos los demás. 13 A pesar de esto, el Faraón persistió en su obstinación y no los escuchó, como el Señor lo había predicho.

La primera plaga:el agua convertida en sangre

14 El Señor dijo a Moisés: “El Faraón está obstinado y se resiste a dejar partir al pueblo. 15 Preséntate ante él mañana temprano, cuando salga para ir al río; espéralo a la orilla del Nilo, sosteniendo en tu mano el bastón que se transformó en serpiente, 16 y háblale en estos términos: ‘El Señor, el Dios de los hebreos, me envió a decirte: Deja que mi pueblo vaya a rendirme culto en el desierto. Pero tú no has querido obedecer. 17 Por eso dice el Señor: Ahora te demostraré que soy el Señor. Yo golpearé las aguas del Nilo con el bastón que tengo en la mano, y las aguas se convertirán en sangre. 18 Los peces que hay en el Nilo morirán, y el río dará un olor tan pestilente que los egipcios no podrán beber sus aguas’”.
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Luego el Señor dijo a Moisés: “Da esta orden a Aarón: ‘Toma tu bastón y extiende tu mano sobre las aguas de Egipto –sobre sus ríos y sus canales, sus pantanos y todos sus depósitos de agua– y que estas se conviertan en sangre a lo largo de todo Egipto, incluso las que están en recipientes de madera y de piedra’”. 20 Moisés y Aarón hicieron lo que el Señor les había ordenado. Él levantó su bastón y golpeó las aguas del Nilo, a la vista del Faraón y de todos sus servidores. Y toda el agua del Nilo se convirtió en sangre. 21 Los peces del Nilo murieron, y el río dio un olor tan pestilente, que los egipcios ya no pudieron beber sus aguas. Entonces hubo sangre en todo el territorio de Egipto. 22 Pero los magos egipcios, valiéndose de sus artes secretas, hicieron lo mismo. Por eso el Faraón persistió en su obstinación y no los escuchó, como el Señor lo había predicho. 23 Y dándose vuelta, regresó a su palacio sin atribuir mayor importancia a lo que había sucedido. 24 Mientras tanto, los egipcios se pusieron a cavar en los alrededores del Nilo, en busca de agua potable, porque no podían beber el agua del río. 25 Así pasaron siete días después que el Señor golpeó las aguas del Nilo.

La segunda plaga: las ranas

26 El Señor dijo a Moisés: “Preséntate ante el Faraón y dile: ‘Así habla el Señor: Deja que mi pueblo vaya a rendirme culto. 27 Porque si te niegas a dejarlo partir, haré que tu territorio quede totalmente plagado de ranas. 28El Nilo estará atestado de ranas, que subirán e invadirán tu palacio, tu dormitorio y hasta tu mismo lecho; se meterán en las casas de tus servidores y en las de tu pueblo, en tus hornos y utensilios de cocina. 29 Y llegarán incluso a trepar sobre ti, sobre tus servidores y sobre tu pueblo’”.

8 1 Luego el Señor dijo a Moisés: “Da esta orden a Aarón: ‘Extiende tu mano y tu bastón sobre los ríos, los canales y los pantanos, para que las ranas invadan el territorio de Egipto’”. 2Aarón extendió su mano sobre las aguas de Egipto, y las ranas subieron hasta cubrir el país. 3 Pero los magos de Egipto, valiéndose de sus artes secretas, hicieron otro tanto y atrajeron una invasión de ranas sobre el territorio de Egipto.
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El Faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón y les dijo: “Rueguen al Señor que aleje las ranas de mí y de mis súbditos, y yo me comprometo a dejar que el pueblo vaya a ofrecer sacrificios al Señor”. 5 Moisés respondió al Faraón: “Dígnate indicarme el momento en que debo rogar por ti, por tus servidores y por tu pueblo para que las ranas se aparten de ti y de tus casas, y queden solamente en el Nilo”. 6 “Mañana”, dijo el Faraón. Entonces Moisés añadió: “Que suceda conforme a tus palabras. Así sabrás que no hay nadie como el Señor, nuestro Dios. 7 Las ranas se apartarán de ti, de tus casas, de tus servidores y de tu pueblo, y quedarán únicamente en el Nilo”. 8 Cuando Moisés y Aarón se separaron del Faraón, Moisés rogó al Señor para que alejara las ranas con que había castigado al Faraón, 9 y el Señor accedió al pedido de Moisés. Las ranas quedaron muertas en las casas, en los patios y en los campos. 10Las juntaron en grandes montones, y se extendió por todas partes un olor pestilente. 11 Pero el Faraón, al ver que la situación mejoraba, se obstinó y no escuchó a Moisés y a Aarón, como el Señor lo había predicho.

La tercera plaga: los mosquitos

12 El Señor dijo a Moisés: “Da esta orden a Aarón: ‘Extiende tu bastón y golpea el polvo del suelo, para que se transforme en mosquitos a lo largo de todo Egipto’”. 13 Aarón extendió la mano empuñando su bastón, golpeó el polvo del suelo, y en seguida, nubes de mosquitos se lanzaron contra la gente y los animales. Todo el polvo del suelo se transformó en mosquitos, a lo largo de todo el país. 14 Los magos intentaron producir mosquitos, valiéndose de sus artes secretas, pero no lo consiguieron. Los mosquitos atacaron a hombres y animales. 15 Entonces dijeron al Faraón: “Aquí está el dedo de Dios”. A pesar de esto, el Faraón persistió en su obstinación y no los escuchó, como el Señor lo había predicho.

La cuarta plaga: los tábanos

 16 El Señor dijo a Moisés: “Mañana temprano, cuando el Faraón salga para ir al río, preséntate ante él y dile: ‘Así habla el Señor: Deja que mi pueblo vaya a rendirme culto. 17 Porque si te niegas a dejarlo partir, yo enviaré contra ti, contra tus servidores, tu pueblo y tus casas, una invasión de tábanos. Las casas de los egipcios y el suelo donde ellos habitan quedarán atestados de tábanos. 18Pero al mismo tiempo, haré una excepción con la región de Gosen, donde reside mi pueblo. Allí no habrá tábanos, para que sepas que yo, el Señor, estoy en medio de este país. 19 Yo haré una distinción entre mi pueblo y el tuyo. Este signo sucederá mañana’”.
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Así lo hizo el Señor, y una gran cantidad de tábanos se precipitó sobre el palacio del Faraón y sobre las casas de sus servidores; y todo el territorio de Egipto fue devastado por los tábanos. 21Entonces el Faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: “Pueden ir a ofrecer sacrificios a su Dios, pero que sea dentro del país”. 22 Moisés respondió: “Eso no puede ser. Porque los sacrificios que nosotros ofreceremos al Señor, nuestro Dios, son una abominación para los egipcios. Y si nos ven ofrecer sacrificios que ellos consideran abominables, nos matarán a pedradas. 23Haremos una marcha de tres días por el desierto, y allí ofreceremos sacrificios al Señor, nuestro Dios, conforme a lo que él nos diga”. 24 El Faraón dijo: “Les permitiré que vayan a ofrecer sacrificios al Señor, su Dios, en el desierto, con tal de que no se alejen demasiado. De paso, rueguen por mí”. 25 “En cuanto salga, respondió Moisés, rogaré al Señor, y mañana los tábanos se apartarán de ti, de tus servidores y de tu pueblo; pero deja de una vez por todas de burlarte de nosotros, y no impidas que el pueblo vaya a ofrecer sacrificios al Señor”. 26 Luego Moisés se alejó de la presencia del Faraón, y oró al Señor. 27El Señor hizo lo que Moisés le había pedido, y los tábanos se apartaron del Faraón, de sus servidores y de su pueblo. No quedó ni siquiera uno. 28 Pero a pesar de eso, el Faraón se obstinó una vez más, y no dejó partir al pueblo.

La quinta plaga: la mortandad del ganado

9 1 El Señor dijo a Moisés: “Ve a presentarte ante el Faraón y dile: ‘Así habla el Señor, el Dios de los hebreos: Deja que mi pueblo salga a rendirme culto. 2 Porque si te resistes a dejarlo partir y sigues reteniéndolo, 3 la mano del Señor enviará una peste mortífera contra el ganado que está en los campos: contra los caballos, los asnos, los camellos, los bueyes y el ganado menor. 4 Pero el Señor hará una distinción entre el ganado de Israel y el de Egipto, de manera que no morirá ni uno solo de los animales que pertenecen a Israel’”. 5 Y el Señor fijó un plazo, diciendo: “Mañana cumpliré esta amenaza contra el país”. 6En efecto, al día siguiente el Señor cumplió su palabra y entonces murió todo el ganado de Egipto. A los israelitas, en cambio, no se les murió ni un solo animal. 7 Y cuando el Faraón ordenó que hicieran un recuento, se comprobó que los israelitas no habían perdido ni una sola cabeza de ganado. A pesar de eso, el Faraón se obstinó y no dejó partir al pueblo.

La sexta plaga: las úlceras

8 El Señor dijo a Moisés y a Aarón: “Recojan unos puñados del hollín que se forma en los hornos, y que Moisés lo arroje hacia el cielo, en la presencia del Faraón. 9 Ese hollín se convertirá en un polvo que se expandirá por todo el territorio de Egipto y producirá úlceras purulentas en los hombres y en los animales”. 10 Ellos recogieron el hollín y se presentaron ante el Faraón. Moisés lo arrojó hacia el cielo, y tanto los hombres como los animales se cubrieron de úlceras. 11 Los magos no pudieron enfrentarse con Moisés a causa de las úlceras que les habían salido como a todos los demás egipcios. 12 Pero el Señor endureció el corazón del Faraón, y él no los escuchó, como el Señor había predicho a Moisés.

La séptima plaga: el granizo

13 Luego el Señor dijo a Moisés: “Mañana bien temprano preséntate al Faraón y dile: ‘Así habla el Señor, el Dios de los hebreos: Deja que mi pueblo salga a rendirme culto. 14 Porque esta vez estoy dispuesto a enviar todas mis plagas contra ti, contra tus servidores y contra todo tu pueblo, para que sepas que no hay nadie como yo en toda la tierra. 15 Si yo hubiera extendido mi mano y enviado una peste contra ti y contra tu pueblo, ya habrías desaparecido de la tierra. 16 Pero preferí dejarte con vida, para mostrarte mi poder y para que mi Nombre sea pregonado por toda la tierra. 17 ¡Y todavía tienes la audacia de oponerte a mi pueblo para impedir su partida! 18 Pero mañana, a esta misma hora, haré caer sobre Egipto una terrible granizada, como no la hubo desde su fundación hasta el presente. 19 Por eso, ordena que pongan bajo techo tu ganado y todo lo que tengas al aire libre, porque todo lo que esté al aire libre y no se encuentre bajo techo –sea hombre o animal– morirá víctima del granizo’”. 20 Algunos servidores del Faraón, atemorizados por la palabra del Señor, pusieron bajo techo a sus esclavos y su ganado; 21 pero otros no hicieron caso de esta amenaza y dejaron en el campo a sus esclavos y su ganado.
22
Entonces el Señor dijo a Moisés: “Extiende tu mano hacia el cielo, y que caiga el granizo sobre la gente, los animales y la vegetación que crece en los campos, en todo el territorio de Egipto”. 23 Moisés extendió su bastón hacia el cielo, y el Señor envió truenos y granizo. Cayeron rayos sobre la tierra, y el Señor hizo llover granizo sobre Egipto. 24 El granizo y el fuego que formaba remolinos en medio de él, se precipitaron con tal violencia, que nunca hubo en Egipto nada semejante desde que comenzó a ser una nación. 25 El granizo mató a todos los hombres y animales que se encontraban al aire libre en el territorio de Egipto, arrasó toda la vegetación de los campos y destrozó todos los árboles. 26 Sólo se libró del granizo la región de Gosen, donde habitaban los israelitas.
27
El Faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: “Esta vez debo confesar mi pecado. El Señor tiene razón, mientras que yo y mi pueblo estamos equivocados. 28 Rueguen al Señor que haga cesar los truenos y el granizo, y yo los dejaré partir. Ya no tendrán que permanecer aquí más tiempo”. 29 Moisés respondió: “Apenas salga de la ciudad, extenderé mis manos al Señor, y cesarán los truenos y no habrá más granizo, para que sepas que la tierra pertenece al Señor. 30 Sin embargo, yo sé muy bien que ni tú ni tus servidores temen todavía al Señor Dios”. 31 En aquella oportunidad fueron destruidos el lino y la cebada, porque la cebada ya había echado espigas, y el lino estaba florecido. 32 El trigo y la espelta, en cambio, como son tardíos, escaparon a la destrucción.
33
Después que se alejó del Faraón, Moisés salió de la ciudad y extendió sus manos al Señor. Entonces cesaron los truenos y el granizo, y no cayó más lluvia sobre la tierra. 34 Pero cuando el Faraón vio que la lluvia, el granizo y los truenos habían cesado, reincidió en su pecado y endureció su corazón, lo mismo que sus servidores. 35 El Faraón se obstinó y no dejó partir a los israelitas, como el Señor lo había predicho por medio de Moisés.


Exodus (BPD) 1