Teresa III Cartas 48

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Carta XLVIII

A la madre priora, y religiosas de la Concepción de Valladolid.
Jesús, María, José.


1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra reverencia, madre mía, y con todas esas mis queridas hermanas. Quiéroles traer a la memoria, que desde que se hizo esa casa, nunca las he pedido, que reciban monja de balde, que me acuerde, ni cosa que sea de mucho tomo. Lo que no ha sido en otras: porque en algunas se han tomado; y con ser de balde, no por eso están peor, sino las mejor libradas. Ahora las quiero pedir una cosa, que están obligadas a hacer por el bien de la Orden, y otras algunas causas: y con ser para su provecho, lo quiero yo tomar a mi cuenta, y ellas la hagan de que me lo dan a mí: porque estoy con mucho cuidado de que no se pierda por falta de dineros, lo que para el servicio de Dios tanto importa, y para nuestro descanso.

2. Por esas cartas de Roma, que son de un padre Descalzo, que ha llegado allá, prior del Calvario, verán la priesa que da por doscientos ducados. Entre los Descalzos, como no hay una cabeza, no pueden hacer nada. Para fray Juan de Jesús, y el prior de Pastrana, que también son idos allá, aunque no sé si han llegado, pudieron tan poco, que sin lo que yo les di, llevaron de Veas ciento y cincuenta ducados. Harto merced es de nuestro Señor, que en algunas de nuestras casas se pueda remediar esta necesidad: pues en fin es una vez en la vida. De Madrid me escribe el padre Nicolao, que ha hallado una persona, que por hacerle gran honra, tomará estos doscientos ducados de los del dote de la hermana María de San José, conque desa casa se envíe carta de pago; y que aunque tarde en cobrarlos, se contenta con esto. Yo lo he tenido a gran dicha, y ansí [221] les pido por caridad, que en llegando esta, llamen a un escribano, y dé fe de cómo ésta profesa, de manera que sea muy válida: porque sin esto no se puede hacer nada, y me la envíen luego con la carta de pago. No ha de venir junto, sino cada cosa de por sí. Ya ven lo que importa la brevedad.

3. Si les parece que es mucho; y que ¿por qué no dan todas las casas? Les digo, que cada una hace como la posibilidad tiene. La que no puede dar nada, como esta, no da nada. Por eso traemos todas un hábito, porque nos ayudemos unas a otras; pues lo que es de uno, es de todos: y harto da, el que da todo cuanto puede. Cuanto más que son tantos los gastos, que se quedarían espantadas. La hermana Catalina de Jesús lo puede decir: y si no lo proveen las casas, yo no lo puedo ganar, que estoy manca; y harto más siento andarlo a allegar, y a pedir: cierto que me es un tormento, que sólo por Dios se puede sufrir.

4. Sin esto he de allegar doscientos ducados, que tengo prometidos a Montoya el canónigo, que nos ha dado la vida. Y plegue a Dios que baste, y que se acabe con esto; que harta misericordia es, que sean los dineros parte, para tanta quietud. Esto que he dicho es cosa forzosa. Lo que ahora diré, es a su voluntad, y lo que me parece es razón, y será agradable a Dios, y al mundo.

5. Ya sabe, que la hermana María de san José recibieron ahí, por su hermano nuestro padre Gracián, de balde. Su madre, como tiene harta necesidad, detuvo su entrada ahí, hasta negociar esos cuatrocientos ducados, según he sabido; que pensó, que la caridad que habían hecho al padre Gracián, fuera adelante, y remediarse ella con eso, que como digo, tiene bien en que lo emplear. Ahora no me espanto haya sentido la falta: y es tan buena, que con todo no acaba de agradecer la caridad, que se le ha hecho. Los cien ducados, ya sabe vuestra reverencia por la carta que le envié del padre maestro Gracián, que dice se descuente de lo que gastó su madre con ella: por donde la carta de pago ha de venir de trescientos ducados. De la legítima hagan poco caso: porque todo lo que tienen son partidos del rey, y no renta: y en muriendo el secretario, quedan sin nada. Y cuando algo quedase, son tantos los hermanos, que no hay que hacer caso dello, y ansí me lo escribió ella después: no sé si guardé la carta; si la hallare, enviarela. En fin la carta de pago por lo menos ha de ir de los trescientos ducados.

6. Lo que digo yo se hiciera bien, si fuese de todos cuatrocientos, que no por eso dejará de enviar los otros ciento, cuando se cobren. Y si no los enviare, bien merecidos los tiene en los tragos que ha pasado por su hijo, estos, y otros, que han sido terribles, desde que anda en estas visitas (dejado lo que se debe a nuestro padre Gracián) que de cuantas se [222] han tomado en esta Orden de balde, mucha más razón es, que se haga algo por él.

7. Con la que está en Toledo, ni cama, ni ajuar, ni hábito, ni otra cosa ninguna pidieron las monjas, ni se lo dio. Y harto de buena gana tomaran la otra hermana (si quisiera entrar) desta suerte: porque les ha dado Dios tales condiciones, y talentos, que la querrían más que a otra con dote. En estos cien ducados ya digo que hagan lo que les pareciere; en lo demás no se puede hacer otra cosa: porque la necesidad es mucha.

8. Lo que se ha de hacer, acabados los negocios es, que se mirará lo que cabe a cada casa, y se tornará a las que hubieren dado más, su dinero: y ansí hará a esa. Socorrámonos ahora como pudiéremos.

A la madre priora pido que no se pierda por ella lo que esas hermanas quisieren hacer: que estoy muy confiada, que no son ellas menos hijas de la Orden, que las demás, que hacen lo que pueden. Dios las haga tan santas, como yo se lo suplico. Amén.

9. En todo caso lea esta la hermana Catalina de Jesús a todas, porque me pesara mucho si se come nada della: y esotras cartas de Roma, que van aquí.

Su sierva.

Teresa de Jesús.
Notas.


1. El sobrescrito de esta carta dice así: A la madre priora, hermanas, y hijas mías del monte Carmelo en el monasterio de Valladolid. La priora era la madre María Bautista, sobrina de la Santa: y los doscientos ducados, que pide a las religiosas del dote de la hermana María de san José (que fue hermana del padre fray Gerónimo Gracián) fueron para los negocios de la reforma; en especial del Breve de la separación, que estaba solicitando en Roma el padre fray Pedro de los Ángeles, prior del Calvario, como la Santa dice en el número segundo.

2. En el cuarto dice una razón muy discreta: Que harta misericordia es, que sean los dineros parte para tanta quietud. Como si dijera: ¡Que con doscientos ducados redima yo mi inquietud! ¿Por ventura no es barato dar el dinero, que no importa, por lo que tanto me importa? ¿No es barato ponerme en estado con dinero (que sólo es bueno empleado) que yo me emplee en el servicio de Dios? Darme a Dios, con dar al mundo el dinero, ¿no es barato?

3. En esta carta se ve, que la Santa, no sólo con su doctrina, con su espíritu, con su ejemplo, con sus consejos, y discreciones; sino con el dinero de sus descalzas, y conventos, hizo la reforma santa de los Descalzos: y que si ellos son sus padres, pero también son sus hijos; y que el cuidado que ponen en guiarlas, y gobernarlas tan santamente, no es dado, sino debido; y que por un camino admirable, y un milagro grandísimo de la Santa, se ve en el mundo un prodigio nunca oído, que [223] sean los hijos padres de sus mismas madres; pues ellas con la Santa primero los engendraron en Cristo, y ahora ellos tan santamente, como a hijas espirituales, las guían, las enseñan, y gobiernan, para llevarlas a Cristo.

4. También es notable el modo de la elocuencia con que persuade la Santa en su carta este intento del socorro por el bien universal, por el particular, por la honra, por la quietud, por el ejemplo, por la deuda, por la obligación, por la paga. No podía mejor ni Demóstenes, ni Tulio perorar en la materia. ¡Rara fue en todo la Santa!

5. En el número quinto aboga la Santa por una hermana del padre Gracián, para que se le minorase el dote; y todo ello con grandísima gracia, y afecto.

Pondera primero la necesidad de doña Juana de Antisco, noble, y virtuosa señora. ¿Cuándo no ha sido grande la necesidad en la nobleza, y la virtud? Porque no quiere Dios darlo todo a una mano; los nobles se consuelen con su estimación, con su dinero los ricos.

Añade: Que tenía muchos hijos. Como quien dice: A quien tiene muchos hijos nunca le basta el caudal.

6. Dice: Que hagan poco caso de la legítima de la novicia, porque todo depende de partidos del rey. Como quien dice: En acabando el ministerio, se acaba el partido, y la renta; y comienza, y queda en pie la necesidad.

Esto sucede más fácilmente cuando los reyes son justicieros, y los ministros rectos, como lo fue este gran secretario del señor rey Felipe II, a quien dice que su majestad llamaba su ángel. Y sería no sólo por la virtud, e ingenio, que lo tuvo grande, sino porque tendría poca carne, y sangre en el ministerio. Murió intempestivamente cortando todas las esperanzas de su casa.

7. Pondera también la Santa, para minorar el dote, los tragos que aquella virtuosa señora, madre del padre Gracián pasó por su hijo: Que han sido (añade) terribles. Como quien dice: El hijo padecía por la religión; la madre en lo que el hijo penaba: ¿no es buen dote tantas penas padecidas por la religión?

8. Pasa a ponderar, que aunque no halló tan buen expediente en Valladolid esta señora, como en Toledo; con todo eso era tan buena, que no acababa de encarecer la caridad, que le habían hecho en Valladolid. Cómo se conoce que era noble, virtuosa, discreta, pues ofrecía el reconocimiento, por lo que otra diera sentidísimas las quejas.

9. Finalmente en todo este número se conoce el agradecimiento de la Santa a los méritos grandes del padre Gracián, y cuán acertado fue el juicio, que hizo de ella la congregación de señores cardenales en su canonización, asentando todos, por el discurso de su vida, que entre todas sus virtudes resplandeció en santa Teresa el agradecimiento sumo a sus bienhechores. Y así no hay sino embarcarse en la devoción de esta agradecida santa, y servirla, y amarla en sus hijos, y en sus hijas, y lo que es mejor que todo, imitarla en sus virtudes. [224]



49

Carta XLIX

A la madre priora de las Carmelitas descalzas de Malagón.

Jesús.


1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra reverencia, hija mía. Bendito sea Dios, que han llegado acá cartas suyas, que no las deseaba poco: y en esto veo, que la quiero más que a otras muy parientas, y siempre me parece me escribe corto. Heme consolado mucho que tenga salud: désela el Señor, como yo le suplico. Harta pena me da tener ese tormento siempre, para ayuda a los que trae el oficio consigo, porque me parece es tan ordinaria ahora esa enfermedad, que ha menester mucho remedio. El Señor dé el que conviene.

2. ¡Oh madre mía, cómo la he deseado conmigo estos días! Sepa, que a mi parecer, han sido los mejores de mi vida, sin encarecimiento. Ha estado aquí más de veinte días el padre maestro Gracián. Yo le digo, que con cuanto le trato, no he entendido el valor deste hombre. Él es cabal en mis ojos, y para nosotras, mejor que lo supiéramos pedir a Dios. Lo que ahora ha de hacer vuestra reverencia y todas, es, pedir a su Majestad que nos le dé por perlado. Con esto puedo descansar del gobierno destas casas; que perfección con tanta suavidad, yo no la he visto. Dios le tenga de su mano, y le guarde, que por ninguna cosa quisiera dejar de haberle visto, y tratado tanto. Ha estado esperando a Mariano, que nos holgábamos harto tardase. Julián de Ávila está perdido por él, y todos. Predica admirablemente. Yo bien creo está muy mejorado de cuando ella le vio; que los grandes trabajos le habrán aprovechado mucho. Ha rodeado el Señor las cosas de suerte, que yo me parto el lunes que viene con el favor de Dios a Sevilla. Al padre fray Diego escribo más particularmente el cómo.

3. El fin es, que está esta casa en Andalucía: y como el padre maestro Gracián es provincial della, heme hallado su súbdita sin entenderlo, y como a tal me ha podido mandar. Ayudó, que ya estábamos para ir a Caravaca, que había dado el Consejo de Órdenes licencia, y viene de suerte, que no valió nada, y ansí se ha determinado se haga luego lo de Sevilla. Harto me consolara llevarla conmigo; mas veo es perderse esa casa dejarla ahora, con otros inconvenientes.

4. Pienso que antes que torne por acá el padre maestro, la verá; que lo ha enviado a llamar el Nuncio, y cuando ésta llegue estará en Madrid. Yo estoy con harta más salud que suelo, y lo he estado por acá. [225]

¡Cuán mejor verano tuviera con vuestra reverencia que en el fuego de Sevilla! Encomiéndenos al Señor, y dígalo a todas las hermanas, y deles mis encomiendas.

5. Desde Sevilla habrá más mensajeros, y nos escribiremos más a menudo; y ansí no más de que al padre rector, y al licenciado dé mis encomiendas mucho, y les diga lo que pasa, y que me encomienden a Dios. A todas las hermanas me encomiendo. Él le haga santa. Es hoy día de la Ascensión. San Gerónimo se le encomienda. Va a Sevilla, con otras cinco de harto buenos talentos, y la que va para priora harto para ello.

De vuestra reverencia sierva.

Teresa de Jesús.

6. No sé para qué se da tanta priesa para que haga profesión Juana Bautista. Déjela un poco más, que harto moza es. Y si le parece otra cosa, y está contenta della, hágalo; mas no me parecería mal que la probase más, que me pareció enferma.
Notas.


1. Esta carta la escribió la Santa en el convento de Veas, donde vio la primera vez al padre fray Gerónimo Gracián, como ella misma refiere en el libro de sus fundaciones. En ella sólo hay que notar: en el número primero, el amor grande con que trata a sus hijas, que es la levadura de todo el gobierno, y el unto con que corre, sin gemir, el carro de la vida regular.

2. En el número segundo, las aprobaciones del padre maestro fray Gerónimo Gracián, sin otras muchas como ellas, que dijo la Santa dél.

3. En el tercero trata de la fundación de Sevilla, seminario de tribulaciones; y por consiguiente, de merecimientos, y coronas.

4. En el sexto, puestos los inconvenientes de que profesa una santa religiosa tan apriesa, deja a su discreción de la priora la profesión, con gran prudencia; porque siempre se ha de fiar, de quien tiene la materia presente, que escogerá lo mejor.



50

Carta L

A la madre priora, y religiosas del convento de san José del Salvador de Veas.

Jesús, María, José.


1. Abrasen las almas de mis amadas hijas del convento de Veas. Después que salí, no he tenido un punto de descanso. Sea mi Dios alabado. [226] Por cumplir con lo que vuestra reverencia, mi madre priora, me mandó, y por consuelo de esas mis hijas, digo: que algo después que llegué a casa de la señora doña María Fajardo, me dio tan gran dolor por todo el cuerpo, que parecía que se me arrancaba el alma. Mas con todo esto me consolé mucho con ver a mi lado al glorioso san José, que lile consoló, y me dio ánimo para ir a cumplir la obediencia.

2. Hijas, mañana me partiré sin falta ninguna, aunque sé que el demonio lo siente mucho que vaya a donde voy; porque le quitaré la presa de dos almas, que las tiene asidas, y han de ser de servicio de la Iglesia.

3. Por tanto, mis hijas, acudan a Dios con sus oraciones, que me ayuden en esta ocasión; y procure mi madre priora, que dé el hábito para el jueves que viene a la hija del doctor; que lo que falta de dote, lo suple su virtud. Y le encomiendo esas enfermas. Regálelas mucho; y crea, mi madre, que el día que le faltaren enfermas, le faltará todo. A las hermanas, que comulguen por mí todo este mes, que soy mala: y mire que las engaño, no me crean. Mi compañera va enferma de los ojos, que lo siento mucho. Ahí las envío ese regalo de frutas, para que se alegren el jueves con la nueva hermana. Llámese María de san José. Dios las haga tan santas como deseo. De casa de doña María Fajardo. Hoy lunes, 6 de agosto.

Teresa de Jesús.
Notas.


l. Bien particular es esta carta, señaladamente en lo que dice el número primero: Que san José le asistía al ir a donde iba (que era a Toledo, como se dirá en otra parte). Y luego: Que lo sentía el demonio, porque había de quitarle dos almas, que tenía por suyas. Todavía creo yo que no lo sentía sólo por estas dos almas, porque son innumerables las que en cada ciudad, y pueblo le ha quitado la Santa con el ejemplo, edificación, y espíritu de las casas de Carmelitas descalzos, y descalzas.

2. Pide oraciones; porque para ninguna cosa importa tanto, como para la conversión de las almas. Todo puede estar sujeto a nuestro cuidado; pero el mudar los corazones, y el hacerlos suyos, sólo depende de Dios: y así es menester orar para alcanzar, y pedir para poder conseguir.

3. Encárgales las enfermas, como quien había estado enferma, y como quien estaba enferma en cada una de sus enfermas. Como lo decía de sí mismo el Apóstol de las gentes: Quis infirmatur, et ego non infirmor? (2Co 11,29). Y dice una máxima notable: Créame, madre, que el día que le falten enfermas, le falta todo.

4. No es esto de lo fácil de entender: y es muy bueno, y muy bien dicho, pues que lo dijo la Santa. Si lo decía, porque es tan común, y natural el vivir enfermos los cuerpos humanos, que decirles: Falta todo [227] donde no hay enfermos, es decir: Faltan hombres, si no hay hombres enfermos en los conventos de religiosos; faltan mujeres, si no hay mujeres enfermas en los conventos de monjas. No creo que fue este el intento de la Santa, aunque en nuestra debilidad, y miseria, y lo sujetos que estamos a diversas enfermedades, bien se podía entender de esta manera; pero es violentar su inteligencia.

5. Fue acaso, porque conocía los riesgos de la salud, y quería achacosas a sus hijas en el cuerpo, para curarlas, y asegurarlas de las dolencias del alma. Posible es eso, porque de San Bernardo, prodigio de santidad, y prudencia, se asegura, que fundaba sus conventos en partes húmedas; porque a la penitencia voluntaria se añadiese con las enfermedades esta penitencia necesaria: y como quien ata al león con la cuartana, viviese atado de la enfermedad el cuerpo, y estuviese más atento a dejar lo que se acaba, y a adorar lo que se busca.

San Pablo en lo literal parece que se gloriaba en sus enfermedades: Libenter gloriabor in infirmitatibus meis (2Co 12,9); porque veía que suele el Señor andar bien hallado, y bien servido con los enfermos, mucho más que con los sanos.

6. Todavía yo creería, que no desea la Santa enfermas a sus hijas, sino sanas: y por lo que decía esto a la madre priora de Veas sería, porque tendría muchas enfermas en casa, y quejábase la pobre de verse sin regalo, y con enfermas, y con ellas habría de hacer mil faltas. Y dice la Santa: En faltando enfermas, falta en qué ejercitar la caridad, y falta todo en faltando el santo ejercicio de la caridad: falta en qué ejercitar la paciencia; y falta todo, si no crece, y se ejercita la paciencia. Como si dijera: Tenga, hija, caridad con las enfermas, y agradezca que hay enfermas, para escitar, y tener la caridad. Tenga, hija, paciencia con las enfermas, y agradezca que hay enfermas, para ejercitarse en la paciencia.

Diría la pobre priora: Madre, ya tengo la caridad, pero me falta el socorro. Entonces la Santa le diría: Pues tenga paciencia con caridad, que para tener caridad no es menester el regalo, basta tener la paciencia, y con ella arderá en la caridad.

7. Luego les envía fruta de su caridad, y pone a la religiosa el nombre de María, y de José. Presto pagó al santo la asistencia que le hizo (y se refiere en la carta) y a la Virgen, dándole buenas hijas en aquel santo convento.



51

Carta LI

A las religiosas Carmelitas descalzas del convento de san José de Sevilla.

Jesús.


1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestras caridades, hermanas, y hijas mías. Sepan que nunca tanto las amé, como ahora: ni ellas jamás han tenido tanto en qué servir a nuestro Señor, como ahora, que [228] hace tan gran merced, que puedan gustar algo de su cruz, con algún desamparo del mucho que su Majestad tuvo en ella (Mt 27, v. 46, Mc 15, v. 34). Dichoso el día en que entraron en ese lugar, pues les estaba aparejado tan venturoso tiempo. Harta envidia las tengo. Y es verdad, que cuando supe todas esas mudanzas (que bien encarecidamente se me significó todo, y que les querían echar desa casa, con otras algunas particularidades) que en lugar de darme pena, me dio un gozo interior grandísimo, de ver, que sin haber pasado la mar, ha querido nuestro Señor descubrirles unas minas de tesoros eternos, con que espero en su Majestad, han de quedar muy ricas, y repartir con los que por acá estamos; porque estoy muy confiada en su misericordia, que las ha de favorecer a que todo lo lleven sin ofenderle en nada: que de sentirlo mucho, no se aflijan, que querrá el Señor darles a entender, que no son para tanto como pensaban, cuando estaban tan deseosas de padecer.

2. Ánimo, ánimo, hijas mías. Acuérdense, que no da Dios a ninguno más trabajos de los que puede sufrir: Fidelis autem est Deus, qui non patietur vos tentari supra id quod potestis (PS 90,15). Pues esto es cierto, no hay que temer, sino esperar en su misericordia, que ha de descubrir la verdad de todo: y que se han de entender algunas marañas, que el demonio ha tenido encubiertas, para revolver: de qué yo he tenido más pena, que tengo ahora de lo que pasan.

3. Oración, oración, hermanas mías: y resplandezca ahora la humildad, y obediencia, en que no habrá ninguna que más la tenga a la vicaria que han puesto, que vuestras caridades, en especial la madre priora pasada. ¡Oh qué buen tiempo, para que se coja fruto de las determinaciones que han tenido de servir a nuestro Señor! Miren que muchas veces quiere probar, si conforman las obras con ellas, y con las palabras (Mt 8, v. 26; Mc 4, v. 39; Lc 8, v. 24). Saquen con honra a los hijos de la Virgen, y hermanos suyos en esta gran persecución, que si se ayudan, el buen Jesús las ayudará: que aunque duerme en la mar, cuando crece la tormenta, hace parar los vientos. Quiere que pidamos: y quiérenos tanto, que siempre busca en qué nos aprovechar. Bendito sea su nombre para siempre. Amén. Amén. Amén.

4. En todas estas casas las encomiendan mucho a Dios: y ansí espero en su bondad, que lo ha de remediar presto todo. Por eso procuren estar alegres, y considerar, que bien mirado, todo es poco lo que se padece por tan buen Dios, y por quien tanto pasó por nosotras, que aún [229] no han llegado a verter sangre por él. Entre sus hermanas están, y no en Argel. Dejen hacer a su Esposo, y verán como antes de mucho se traga el mar a los que nos hacen la guerra, como hizo al rey Faraón (Ex 14, v. 28), y dejará libre su pueblo, y a todos con deseo de volver a padecer, según se hallarán con ganancia de lo pasado.

5. Su carta recibí, y quisiera no hubieran quemado lo que tenían escrito; porque hubiera hecho al caso. Las mías que se dieron, se pudiera excusar, según dicen los letrados de por acá; mas poco va en ello. Pluguiera a la divina Majestad, que todas las culpas cargaran sobre mí, aunque las penas de los que han padecido sin culpa, harto han cargado.

6. Lo que me ha dado mucha, fue venir en el proceso de la información, que ahí hizo el padre provincial algunas cosas, que sé yo que son grande falsedad, porque estaba yo entonces ahí. Por amor de nuestro Señor se miren mucho, si por miedo, o turbación alguna lo dijo; porque cuando no hay ofensa de Dios, todo es nada; más mentiras, y en perjuicio, mucho me ha lastimado. Aunque no acabo de creerlo, porque saben todos la limpieza, y virtud, con que el padre maestro Gracián trata con nosotras, y lo mucho que nos ha aprovechado, y ayudado a ir adelante en el servicio de nuestro Señor. Y pues esto es, aunque las cosas sean de poco tomo, es culpa levantarlas. Adviértanselo por caridad a esas hermanas: y quédense con la santísima Trinidad, que sea en su guarda. Amén.

7. Todas estas hermanas se les encomiendan mucho. Están esperando cómo cuando se acaben estos nublados lo ha de saber relatar todo la hermana san Francisco. A la buena Gabriela me encomiendo, y pido esté muy contenta, y que traigo muy presente la aflicción que habrá tenido en ver tratar ansí a la madre san José. A la hermana san Gerónimo he lástima, si sus deseos son verdaderos; y si no, habríasela más que a todas. Es mañana víspera de nuestra Señora de la Candelaria.

8. El señor García Álvarez quisiera harto más hablar, que escribir; y porque no puedo decir lo que querría por letra, no escribo a su merced. A las demás hermanas, que osaren decir desta, mis encomiendas.

Indigna sierva de vuestras caridades.

Teresa de Jesús.
Notas


1. Esta carta es de las más santas, y fervorosas, elocuentes, y espirituales que hay en este Epistolario; y tal, que es lástima deslucirla con las notas: y así no la notaré, porque toda ella es notable, conque le sobran las notas. [230]

2. Sólo en el hecho advierto, que la escribió cuando acabó de quitar a la madre priora María de san José el provincial de los Calzados, y puso vicaria a su propósito, y hizo las informaciones contra el padre Gracián, y la Santa, y otras religiosas, de que se habla en la carta primera, núm. 1, y en sus notas, núm. 1. Y en la carta tercera, núm. 5, 6 y 7, y en sus notas, núm. 5. Y en la carta decimoséptima, núm. 4, y en sus notas, núm. 3. Y después todo se halló ser apasionado, y venció (como aquí lo profetiza la Santa) la verdad a la calumnia.

3. Entre otras razones admirables para consolarlas, es excelente la que dice: Aún no han llegado a verter sangre por su Esposo. Con esta medida en la mano hemos de cotejar nuestros trabajos.

4. ¿De qué te quejas, alma? ¿Te han dado de bofetadas por Cristo? ¿Te han dado, atado a una columna, cinco mil, y más azotes? ¿Te han coronado de espinas? ¿Te han clavado en una cruz? Pues todo esto era nada si lo hicieras, y padecieras por quien todo esto hizo por ti. Porque tú hacías lo que debías, y Dios hizo por ti lo que no debía, y que tú solo debías. Tú eras deudor destas penas, y Dios pagó ajenas deudas, y culpas con sus penas. Dios hizo por ti enamorado, lo que tú debes por tus pecados, contrito, humillado, y obligado.

Finalmente esta carta, o se ha de comentar, o no la hemos de tocar; y pues no puede ser en las notas lo primero, es menester que escojamos lo segundo.



52

Carta LII

A las mismas religiosas Carmelitas descalzas del convento de san José de Sevilla.

Jesús.


1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestras caridades, hermanas, y hijas mías. Con sus renglones me consolé mucho, y quisiera harto responder a cada una por sí largo; mas el tiempo me falta, porque las ocupaciones me embarazan, y ansí perdonarán, y recibirán mi voluntad. Harto me consolara de conocer a las que han profesado, y entrado ahora. Sea mucho en horabuena el estar desposadas con tan gran Rey. Plegue a su Majestad las haga tales como yo deseo, y le suplico, para que en aquella eternidad, que no tiene fin, se gocen con él.

2. A la hermana Gerónima, que se firmó del Muladar, digo, que plegue Dios no sea en sólo la palabra esa humildad. Y a la hermana Gabriela, que recibí el san Pablo, que era muy lindo; y como se parecía a ella en lo chiquito, me cayó en gusto. Espero en Dios la ha de hacer grande en su acatamiento. A la verdad a todas parece quiere su Majestad mejorarlas de las de por acá, pues las ha dado tan grandes trabajos, si no lo pierden por su culpa. Sea por todo lo alabado, que tan bien han acertado en su elección. Harto consuelo ha sido para mí. [231]

3. Hallamos por acá por experiencia, que la primera, que pone el Señor en una fundación por mayor, parece la ayuda, y da más amor con el provecho de la casa, y con las hijas, que a las que vienen después: y ansí aciertan a aprovechar las almas. De mi parecer, mientras no hubiere cosa muy notable en la perlada que comienza, de mala, no la habían de mudar en estas cosas; porque hay más inconvenientes de lo que ellas podrán entender. El Señor les dé luz, para que en todo acierten a hacer su voluntad. Amén.

4. A la hermana Beatriz de la Madre de Dios, y a la hermana Margarita pido yo lo que antes de ahora he rogado a todas, que no traten más de cosas pasadas, si no fuere con nuestro Señor, o con el confesor, para que si en algo anduvieron engañadas, informando no con la llaneza, y caridad, que Dios nos obliga; que se miren mucho para tornar a tratar con claridad, y verdad. Lo que fuere menester satisfacción, que se haga, porque si no andarán desasosegadas, y nunca dejará el demonio de tentar. Como tengan contento al Señor, no hay que hacer ya caso de todo: que el demonio ha andado tal, rabiando, y procurando, que estos santos principios no fuesen adelante, que no hay que espantar, sino del mucho daño, que no ha hecho en todas partes.

5. Hartas veces permite el Señor una caída, para que el alma quede más humilde. Y cuando con rectitud, y conocimiento torna, va después aprovechando más en el servicio de nuestro Señor, como vemos en muchos santos. Ansí, que mis hijas, todas lo son de la Virgen, y hermanas, procuren amarse mucho unas con otras, y hagan cuenta que nunca pasó. Con todas hablo.

6. Yo he tenido más particular cuidado de encomendar a Dios a las que piensan me tiene enojada, y mas he estado lastimada, y lo estaré, si no hacen esto, que por amor del Señor se lo pido. A mi querida hermana Juana de la Cruz he traído muy delante de los ojos, que la figuro ha andado siempre mereciendo. Y que si tomó el nombre de Cruz, le ha caído buena parte; que me encomiende a nuestro Señor: y crea por sus pecados, ni los míos (que son harto mayores) no diera a todas la penitencia. A todas vuestras caridades pido lo mesmo, y que no me olviden en sus oraciones, que me lo deben mucho más que las de por acá. Hágalas nuestro Señor tan santas, como yo deseo. Amén. Año de 1580.

De vuestras caridades sierva,

Teresa de Jesús, Carmelita. [232]
Notas.


1. Esta carta la escribió la Santa dos años antes de su muerte, después de la última tempestad de Sevilla. Conócese en que la firmó año de 1580 y murió el de 1582.

2. Dales la enhorabuena de la prelada que han elegido, que fue la madre María de san José, restituida a su oficio, después de las batallas, y tribulaciones pasadas.

3. En el número primero insinúa, que la escribieron todas juntas, y a cada una ponía su renglón. Y porque la hermana Gerónima se firmó: Gerónima del Muladar, por humildad, por que no se desvanezca de este acto heroico, dice la Santa en el número segundo: Que ruega a Dios, que no sea sólo en el nombre la humildad.

4. ¿Pues desvanecimiento puede haber en humillarse? ¿Puede haberlo, y bajarse el religioso, y la monja, y el obispo humilde a besar, y abrazar el muladar, y levantarse soberbio muladar? ¡Santo Dios! ¿Qué también en el remedio se puede criar el daño? Sí. Tan grande es nuestra miseria, que si Dios no nos tiene de su mano al ejercitar la humildad, podremos criar en la humildad la soberbia, y ser humildes soberbios, por parecerme que soy humilde más que los otros. ¿Soy más humilde? Luego más santo que los demás. ¿Más santo? Luego los demás andan del todo perdidos. Veis aquí que entró en la humildad publicano, y acabó con soberbia fariseo. Veis aquí, que se bajó humilde hasta el muladar, y se levantó del muladar, muladar. Veis aquí hecha esta humildad muladar.

Por eso la Santa con alto espíritu a aquella humilde hija suya la levantó humilde del muladar en las obras, por que no se quedase sin obras, soberbia en el mismo muladar.

5. A la hermana Gabriela, que le envió una figura de san Pablo muy pequeña, y ella lo debía de ser también, la nota de esto con donaire; y luego pide a Dios, que la haga grande en la virtud, pasando la gracia del donaire a la gracia de las almas. Y no es mal camino en este mundo ser pequeña, para ser en la eternidad muy grande.

6. A la madre priora, con gran discreción (con el ejemplo de lo que les sucede a las demás, que es darles grande amor a sus hijas en siendo prioras) la exhorta, que tenga con sus hijas el amor que se halla en las demás.

7. Para hacer la priora perfecta, basta que la priora ame a sus hijas. Por eso el Señor no examinó en la fe a san Pedro al ponerle la tiara en la cabeza, ni en la esperanza, ni en la paciencia, ni otra virtud alguna, sino en la caridad, diciendo, y preguntando: Amas me plus his? (Jn 21,15): ¿Amasme más que estos? Porque si él tenía caridad, y amaba, él tendría fe, y esperanza, y paciencia, y todas las virtudes, que van con la caridad.

8. De allí parece que pasa la Santa a que se amen unas a otras, y se olvide lo pasado: y si han tenido algún disgusto, se perdonen. Y añade: A todas digo: Omnibus dico. A todas, porque todas son sus hijas: a todas, porque a todas amó, como a hijas: a todas, porque aunque no todas [233] obrarán igualmente, a todas en su proporción amó igual, y ardientemente.

9. Añade: Que se olvide lo pasado, y que sólo con Dios, y su confesor lo traten. Esto es: beban las aguas del Leteo, que se bebían antiguamente, cuando se acababan las discordias, y se establecía la paz. Y si esto hacían los gentiles, ¿cuánto mejor los cristianos? Y si los cristianos, ¿cuánto mejor las esposas de un Dios tan perdonador?




Teresa III Cartas 48