Teresa III Cartas 58

58

Carta LVIII

A la mesma madre María de san José, priora de Sevilla.

Jesús.


1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra reverencia, hija mía. En extremo se me ha doblado el amor que las tenía, aunque era harto, y a vuestra reverencia porque ha sido la que más ha padecido. Mas sepa cierto, que cuando supe, que la habían quitado voz, lugar, y el oficio; que me dio particular consuelo; porque aunque creo, que mi hija es harto ruin, tengo entendido que temo a Dios, que no habría hecho cosa contra su Majestad, que mereciese tal castigo.

2. Espero en su Majestad irá ordenando se descubran las verdades. En esa casa ha habido poca; y esto me dio a mí mucha pena, cuando supe los dichos del proceso que trajeron, y de algunas cosas que sabía gran falsedad, por ser del tiempo que ahí estuve. Ahora que he visto lo que pasa desas hermanas, he dado muchas gracias a nuestro Señor, que no les dio lugar para que levantasen más. Estas dos almas me tienen fatigada; que es menester que todas hagamos particular oración, por que Dios les dé luz. Desde que andaba ansí el padre García Álvarez, tenía yo temor de lo que ahora veo.

3. En gracia me ha caído cuan autorizada está con su campanario; y si campea tanto como dice, tiene razón. Yo espero en Dios que ha de ir muy adelante esa casa, porque han pasado mucho. Vuestra reverencia lo dice tan bien todo, que si mi parecer se hubiera de tomar, después de yo muerta, la eligieran por fundadora, y aun en vida, muy de buena gana; que harto más sabe que yo, y es mejor. Esto es decir verdad. Un poco de experiencia la hago de ventaja; mas de mí hay ya que hacer poco caso; porque se espantaría, cuán vieja estoy, y cuán para poco. A todas dé muchas encomiendas. Su Majestad me la guarde, hija, y la haga muy santa. Amén.

De vuestra reverencia.

Teresa de Jesús. [249]
Notas.


1. Esta carta se escribió antes de acabarse la persecución de Sevilla, pues dice en el número segundo: Que espera en Dios, que se descubrirá la verdad. Dice en el primero: Que por lo mucho que han padecido sus hijas, las ama doblado. Y esto es fácil de creer: porque el parentesco de los trabajos, es más estrecho que el de la sangre. Hasta entonces eran hijas de su amor; pero después que padecieron, lo eran de su dolor; y los hijos del dolor se aman tanto más, cuanto costaron doblado.

2. Esta es una de las razones del amor del Señor a las almas; porque las redimió con su sangre; y almas, que costaron su sangre, ¿cómo no han de ser amadas, y deseadas de Dios?

3. Dícele con grande gracia: Que aunque es ruin, nunca della creyó, que mereciese tan gran pena, como la de privarla de oficio. Con lo primero la humilla, con lo segundo la alienta. Así se ha de hacer siempre con los súbditos: alabarlos de suerte, que no se desvanezcan, reprenderlos de suerte, que no desconfíen.

Parécele a la Santa, al salir de aquella terrible tribulación, que fue milagro vencerla. Y no hay duda: porque en un mundo de culpas, triunfar de la calumnia la inocencia, y sobrevivir al suceso, es grande merced de Dios.

4. En el número tercero le dice con grande gracia, de la autoridad de su campanario, para recrear el ánimo desconfiado de su hija: y con una gracia ligera, le asegura muchas virtudes, y gracias. Y luego añade con grandísimo donaire: Vuestra reverencia lo dice todo tan bien, que si mi parecer se hubiera de tomar, después de yo muerta, la eligieran por fundadora, y aun en vida, de muy buena gana, que harto más sabe que yo. ¡Oh humildad! ¿Qué de cosas dices tan lejos de lo que pasan, siendo perfecta humildad, y lo que es más, sin ofender la verdad? ¿Quién supo como la Santa saber, y hace como que ignora al saber?

Estaba desconfiada esta hija. Era entendida, y por dejarla contenta, se hizo la Santa ignorante, y a su hija la acredita de entendida. Y porque puede ser, que no le pasase a la hija de que supiesen que sabía decir lo que sabía entender, le dice: Vuestra reverencia lo dice todo tan bien, que después de yo muerta, la podían hacer fundadora; que es mucho más que priora.

5. Aquí puede repararse, que puso la Santa la gracia del fundar en el decir; cuando parece, que sólo ha de ser en el obrar. Pero no, mejor lo entendió la Santa. Porque aunque para fundar, y ganar almas a Dios, primero es el obrar; para eso mismo ayuda mucho el decir.

Aunque el Señor comenzó a fundar su Iglesia, obrando; quiso también ayudarse para eso de la gracia en el decir, enseñando como dice San Lucas: Caepit Jesus facere, et docere (Ac 1,1). Y para que creciese, envió en lenguas de fuego al Espíritu Santo. A la predicación de los Apóstoles se debe toda enseñanza cristiana; porque no puede lograrse la fundación de la doctrina, sino por la lengua, exhortación, y enseñanza.

6. Y si para fundar, y conservar, y reformar el espíritu, es necesaria [250] la lengua, y la gracia del decir. Por eso dice san Gregorio, hablando de la lengua del obispo, que sea la que fomente lo bueno, corrija lo malo, humille a los soberbios, mitigue a los airados, aliente a los perezosos, suavice a los ásperos, consuele a los afligidos: Lingua nostra bonis fomentum sit, pravis aculeus, tumidos recundat, iratos mitiget, pigros exacuat, desides hortatu succendat, refugientibus suadeat, asperis blandiatur: desparatos consoletur (D. Gre. 1, 7, Epistol. Ep. Ep 113, quae est, Aregio Episcopo).

Y aun en lo natural, la gracia del hablar lo vence todo. Y en el imperio romano, la lengua arrebata los puestos, y las coronas. Y Tulio, por ella solo (hijo de un pobre oficial) llegó a ser cónsul de Roma, que era entonces ser señor de todo el mundo.

7. Todavía dice la Santa: Después de muerta, la eligieran por fundadora. Como si dijera: Muerta a las propias pasiones, obrando como muerta al mundo, hablando (muerta al mundo, y viva a Dios) con gracia cosas de Dios, y de gracia, puede ser no sólo priora, sino también fundadora.



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Carta LIX

A la mesma madre María de san José, priora de Sevilla.


1. Jesús sea con vuestra reverencia. Yo le digo, que me huelgo tanto con sus cartas, que las estoy deseando. No sé qué lo hace; que amor particular tengo a esa casa, y a las que están con ella. Si es como pasé ahí tantos trabajos. Ya estoy buena, gloria a Dios, que las calenturas pararon en un gran romadizo.

2. Yo veía bien el trabajo, que ternían con esos dichos, y hechos de los padres Calzados. Por acá no han faltado. Mas como nos ha librado Dios del Tostado, espero en su divina Majestad, que ha de hacernos en todo merced. Siempre es menester mucha oración, para que nuestro Señor nos libre, y para que dé asiento en estas cosas; que mientras el general reverendísimo esté ansí disgustado, yo le digo, que ha de haber bien en qué merecer. Porque de nuestro padre lo sabrá todo, deso no digo ahora nada, sino que la ruego por caridad, tenga mucho cuidado de escribirme lo que pasa, cuando nuestro padre no pudiere, y de darle mis cartas, y recaudar las suyas. Ya sabe qué se pasa (aun estando ahí) de sobresaltos; ¿qué será estando lejos?

3. El correo mayor, que es de aquí, es primo de una monja, que tenemos en Segovia. Hame venido a ver, por ella dice que hará maravillas. Llámase Figueredo. Hémonos concertado, y dice, que si allá hay cuidado de dar las cartas al correo mayor, que casi a ocho días podría saber de allá. Mire qué gran cosa sería. Dice, que con poner una cubierta, [251] que diga, que es para Figueredo el correo mayor de Toledo, ninguna se puede perder. Todo es trabajo de vuestra reverencia. Yo sé, que otros mayores tomará por mí, que ansí lo tomaría yo por ella. Sepa que me dan a veces deseos de verla, que parece que no tengo otra cosa en qué entender. Esto es verdad. Allá se informe, si le ha de poner Magnífico, o cómo. Él harta buena suerte tiene. Por esto me he holgado de quedarme ahora aquí, que en Ávila hay mala comodidad para esto, y aun para otras cosas. Sólo por mi hermano me pesa, que lo siente mucho. Mal hace de no escribirle alguna vez. Por esta carta suya verá cuán mal le va de salud, aunque alabo a Dios, que no tiene calentura.

4. Nunca se me acuerda de guardar las cartas, que se me escriben de Teresa. A todas dicen que las trae confusas de ver su perfección, y la inclinación a oficios bajos. Dice, que no piensen, que por ser sobrina de la fundadora, la han de tener en más, sino en menos. Quiérenla mucho. Hartas cosas dicen della. Para que alaben a Dios (pues ellas le dieron a ganar este bien) les digo esto. Harto me huelgo de que la encomienden a su Majestad.

5. Mucho quiero yo a su padre; mas cierto la digo estoy consolada de estar lejos. No acabo de entender la causa; sino es, que los contentos de la vida, para mí son cansancios (debe de ser el miedo, que tengo de no me asir a cosa della) y ansí es mejor quitar la ocasión. Aunque ahora al presente, por no desagradar a mi hermano lo que ha hecho, quisiera estar allá, hasta que asentara algunas cosas, que guarda para esto.

6. He andado tratando esto de la monja de Nicolao, ya que la había despedido; porque me escribió otra vez esa carta Nicolao. Nuestro padre dice, que no es para ello. Con todo no la he tornado a despedir; porque en tal necesidad se pueden ver, que sea bien probarla. Quizás será buena. Trátelo allá con nuestro padre, si se viere en necesidad, e infórmese de las faltas que tiene; que yo no le hablé, sino poco en ello, que veo que tienen allá mal recado.

7. Mucho me he holgado de las calzas, y granjerías. Como se ayuden, les ayudará Dios. Respondiendo a lo que dice de pagar los censos, y vender esos, está claro que sería muy gran bien ir quitando carga. En lo demás, harto recio es tornar ahora sin nada a ninguna; sólo se puede sufrir tomándola por sólo Dios, que no se ha tomado allí ninguna de limosna, y él nos ayudará; y quizá traerá a otras, porque se haga esto por él. Esto es, cuando a nuestro padre importunaren mucho, y lo dijere a vuestra reverencia. Ella no hable palabra. Y mire amiga muy mucho en esto de no se arrojar a tomar monjas, que le va la vida en entender las que son para nosotras. Esa de Nicolao no debe ser más que bonita. [252]

8. La sobrina, o prima de García Álvarez, cierto es lo que le dije, a mi parecer. Caballar me lo dijo. No creo es la doña Clemencia, sino la otra. Con llaneza le puede decir a García Álvarez, que le han dicho ha tenido gran melancolía. A mí loca me dijo claramente, que por eso no la hablé yo más. Aunque esto no fuera, ahora no es menester cargar la casa, sino descargar luego la deuda. Esperemos un poco, que con esas barahúndas desos padres no me espanto no entre ninguna.

9. Todo lo que se gastare en portes, ponga por memoria, para que se desquite de los cuarenta ducados, que enviaron de san José de Ávila; y mire que no haga otra cosa, que no será comedimiento, sino bobería; que por algo se lo digo. ¡Cómo presume ya de enviar dineros! En gracia me ha caído, para estar yo acá con tanto cuidado de como ellas se han de valer. Con todo vino a buen tiempo, también para pagar portes: Dios se lo pague; y el agua de azahar, que vino muy buena, y a Juan de la Cruz el velo. Con todo no presuman de hacer esas cosas otra vez, que cuando yo quisiere algo, se lo avisaré cierto; y a mi parecer, con más llaneza, o tanta, como adonde están las de que más fío; porque creo que esto lo hará vuestra reverencia de gana, y todas.

10. La de la buena voz nunca más tornó. Harto cuidado traigo, si viere cosa, que les está bien. ¡Oh qué deseo tengo, de que les den el agua! Tanto lo querría, que no lo creo. Alguna confianza me da, que podrá el padre Mariano, o nuestro padre algo con fray Buenaventura, pues está por mayor de los padres Franciscos. Hágalo el Señor, que gran descanso sería. Bien creerán ellas, ahora que va nuestro padre, que me le diera estar más allá, que acá, aunque pasara algún mal rato con el obispo. Espantada estoy ver a ellas con tanto contento. Mejor lo ha hecho Dios; sea por todo bendito, y guárdeme a vuestra reverencia muchos años.

11. Por no dar pena, no la querría hablar en la que tengo por la nuestra priora de Malagón, aunque de menos la hizo Dios. Dejado lo que la quiero, es terrible la falta que hace a tal tiempo. Aquí la hubiera traído; sino que me dice este doctor que nos cura, que si ha de vivir un año, no vivirá un mes. El Señor lo remedie. Encomiéndesela mucho. Bien desahuciada está, que dicen que es tísica. Guardense de beber el agua de la zarzaparrilla, aunque más quite el mal de estómago. La priora, y las hermanas se le encomiendan. Harta pena me ha dado el mal de mi santo prior. Ya le encomendamos a Dios. Hágame saber dél, y de delgado qué se ha hecho; y encomiéndeme a todas las que viere que conviene, y a todos; y quédese con Dios, que bien me he alargado, y holgado de saber que están buenas, en especial vuestra reverencia, [253] que traigo miedo a estas prioras, según a lo que nos llegan. Dios me la guarde, hija mía.

12. De Caravaca, y Veas tengo aquí algunas veces cartas. No faltan trabajos en Caravaca; mas espero en Dios se remediará. Son hoy 7 de setiembre, año de 1578.

De vuestra reverencia.

Teresa de Jesús.

13. Ahora más veces nos escribiremos. ¿Cómo no me dice de fray Gregorio? Encomiéndemelo mucho, y dígale cómo les va allá (si ella no me escribe de todo, no lo hace nadie) y cómo le va con el padre fray Antonio de Jesús. No responderé a Nicolao, hasta que me avise. Medio real ha de poner de porte, cuando no fueren sino tres, o cuatro cartas, y cuando más, más. Como sé, en qué cae verse en necesidad, y cuán mal se hallan allí dineros, no me he atrevido a despedir del todo ahora a Nicolao. Es menester que lo uno, y lo otro entienda nuestro padre despacio, cuando en algo le pidiere parecer; que como anda tan ocupado, no advertirá.
Notas.


1. Esta carta se escribió, cuando aún no se había acabado la guerra espiritual, que se hizo al monasterio de san José de Sevilla.

Exhorta la Santa a la paciencia, y que lleve con ella sobre sí los dichos, y hechos de la emulación. Porque la paciencia es el escudo donde han de dar los golpes de la persecución; y sin ella, ni hay mérito, ni corona, y penosa cosa es padecer sin provecho una terrible tribulación.

2. Y no sólo la paciencia es fructuosa, sino que es fruto de la persecución. Por eso dijo el señor de los santos atribulados: Et fructum afferunt in patientia (Lc 8,15); tendrán el fruto, esto es, el mérito en la paciencia; y tendrán el premio en la eternidad, que es el fruto de la paciencia.

3. Luego añade: Entre tanto que nuestro padre general esté enojado, hemos de padecer mucho. Dios nos libre de la ira de un superior enojado, aunque sea santo; porque no duele el brazo al lastimar, como duele el cuerpo al ser lastimado, y azotado. Y así se suelen dar comúnmente los azotes sin piedad; y lo que a la mano le parece blandura, es amargura, y tormento a las espaldas; y más, cuando Dios con sus permisiones aprieta la mano que da, para ejercitar en su amor al que quiere atribular. Por eso se quejaba Job a Dios, diciéndole: Nec caro mea aenea est.¿Por ventura soy yo de bronce, Señor? (Jb 6,12).

Hay santos, que hace la bondad divina con escoplo; otros con pincel, y de pintura. Los de escoplo se labran con penas, persecuciones, tribulaciones, y afrentas; los de pintura con favores, con regalos, con mercedes. Santa Teresa fue de pintura en la hermosura; y de escoplo en los trabajos, y penas. [254]

4. En el número cuarto habla de la virtud de su sobrina Teresa de Jesús, hija de su hermano el señor Lorenzo de Cepeda. Y dice, que trabajaba, y servía en el convento a servía en el convento con exceso a las demás; y que ella decía: Que no creyesen, que por ser sobrina de la fundadora, había de hacer menos que las otras.

¡Oh buena sobrina! ¡Oh buen pariente! ¡Oh buen nepote! Valíase de las virtudes de su tía, no para el regalo, ni el favor, sino para imitar sus excelentes virtudes. San Carlos fue nepote de Pío IV; y fue nepote santísimo. Un prebendado grande de Palencia, llamado don Gerónimo Reinoso, de quien santa Teresa habla en sus fundaciones (Fundac. cap. 28), sobrino del ilustrísimo señor don Francisco Reinoso, reformó a su tío, y formó uno de los mayores prelados, que ha habido en la ilustre iglesia de Córdoba. San Ambrosio tuvo un hermano santo, que le gobernaba la casa; y otros los habrán tenido, mas estos pueden contarse.

5. Pero no sé si podrán contarse tan fácilmente los que torcieron a la otra mano el camino. La Santa por lo menos en este número, con manifestar afición a su sobrina Teresa, luego dice: Que se recata de aquella misma afición. Dale afición, pero le niega el amor, y muestra, y dice, que no quiere asirse a ella, sino estar con libertad. Porque no hay duda, que el amor de las criaturas parece amor, y es prisión; y lo primero que quita al alma, es la libertad. Y aun en lo bueno puede haber prisión, que dañe al perfecto amor de Dios; y aquella alma de Dios toda, no querría ser en parte de su sobrina; para ser toda de Dios negábase al amor permitido a su sobrina; porque al fin, en siendo amor, aquello se quita a Dios, que el amor da a la sobrina. Verdaderamente, cuando menos hacen los nepotes al lado de los prelados, si no arrastran, si no impiden, por lo menos embarazan.

6. En el sétimo número, donde habla de las granjerías, sin duda es de lo que obraban por sus manos aquellas siervas de Dios para su sustento; porque algo insinúa la necesidad de la casa, en que no se admitan monjas sin dote, sino alguna, y sólo por agradar más a Dios; que si con una mano lo quita la caridad, con otra lo ofrece su providencia.

Por eso alaba esta Santa la granjería; porque el sustentarse de sus manos, no sólo es bueno, sino apostólico. Y san Pablo decía: Nam ad ea, quae mihi opus erant, ministraverunt manus istae (Ac 20,34): Estas manos me buscaron la comida, trabajando con mis manos; porque este género de granjería es sustento, y ocupación, y no impide la oración; antes bien hace para Dios la ocupación, y el sustento; y hace de la oración útil, y celestial granjería.

7. Al fin del número sétimo, hablando de la monja de Nicolao (que era una doncella, que pretendía serlo en Sevilla, por medio del padre fray Nicolás de Jesús María) dice con grandísima gracia: Esa de Nicolao no debe de ser más que bonita. Y es que debía de ser bobita la bonita. Como si dijera: Es bonita; pero no tiene más caudal, que ser bonita. Es bonita, pero yo querría a mis monjas, y novicias buenas, y no bonitas, esto es, buenas, valerosas, fuertes, animosas, fervorosas: Mulierem fortem (Pr 31,10); constantes para servir al Señor, no solamente bonitas. Todo lo dice con gracia esta prudente virgen, y santa, tan llena, y coronada de santidades, y gracias. [255]

8. En el número octavo parece que trata de la recepción de una sobrina, o prima de García Álvarez, capellán de las religiosas de Sevilla, que era melancólica. Y dice con gracia la Santa: Que a ella no le dijeron sino que era loca. Confieso que si ella servía, y obedecía a la melancolía, tendría más de loca, que de melancólica.

Una cosa es mandar, otra obedecer a la melancolía. En siendo el vicio dominante, y que no puedo echarlo de mí, ¡ay de mí! Porque no se sabe en qué tengo de parar, ya sea el vicio moral, o natural.

9. A esto se añade, que la Santa había quedado tan escarmentada de melancólicas con el suceso de Sevilla, que las miraba con mil ojos. Yo entiendo (como he insinuado en otra parte) que la Santa con sus oraciones ha desterrado la melancolía de su Orden, porque bien puede ser, que sean melancólicas al entrar; pero en habiendo entrado han de ser alegres, o no han de profesar.

10. Yo por el tiempo que he gobernado conventos (que han sido muchos) diría, que tres géneros de tentaciones no me desconsuelan en las novicias. La primera, tentación de risa, porque es señal, que está el ánimo libre de cuidados, y que no se acuerdan de los de afuera, ni de las ollas de Egipto. Y las que la padecen, ordinariamente profesan.

La segunda, tentación de hambre; porque es señal, que anda buena la salud; y no asirán por lo menos, ni tendrán por achaque para salirse a la enfermedad.

La tercera, tentación de sueño; porque es señal, que andan vigilantes los ejercicios de la religión.

11. En el número siguiente le dice: Que desquite lo que debe con los portes de las cartas, y que no haga otra cosa, que no será comedimiento sino bobería. Ni política, ni cortesana, ni espiritual parece que pudo ser mayor santa Teresa. ¡Oh cuánto más justo era pagar, que no dar! ¿Bueno es que se ejercite la liberalidad, quedándose en pie la deuda? Eso no lo consiente santa Teresa, que es discreta, y liberal.

12. Pero con licencia de la madre María de san José, he de averiguarle el delito, y su raíz. Pregunto, ¿qué es la causa, porque debiendo daba, y no pagaba? De suerte, que el dinero que gastaba, quería que fuese por cuenta de su liberalidad, y no por la de su deuda, y esto nos sucede a muchísimos.

La razón es llana, aunque sin razón, pero muy hija de nuestra naturaleza. Porque al dar obra nuestra voluntad; al pagar, nos necesita la ajena. A dar, hago yo deudores; al pagar no me queda ninguno deudor; y así queremos más dar, por lo que nos queda con el beneficio, que pagar, aunque salgamos de la deuda. Y esto que parece liberalidad, no es sino propia voluntad; y esto es lo que corregía tan santamente la Santa.

13. En el número duodécimo habla de la priora de Malagón (que era la madre Brianda de san José) y de su enfermedad, que fue muy penosa, y peligrosa, brotando por la boca sangre de una vena rota, ocasionada de lo mucho que trabajó recién entrada en la Orden, como dicen las corónicas; y díceles con harta gracia: Que se guarden de beber el agua de la zarzaparrilla. Y como quien les pone delante la calavera, le dice, que miren por su salud. [256]



60

Carta LX

A la mesma madre María de san José, priora de Sevilla.

Jesús.


1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra reverencia, hija mía. No sé como calla tanto, en tiempo que por momentos querría saber cómo les va. Yo les digo, que no callo yo por acá en lo que toca a esa casa. Sepa que está aquí el padre fray Nicolao, que ya es prior de Pastrana, que me vino a ver, con quien me he consolado muy mucho, y alabado a nuestro Señor, de que nos haya dado tal sujeto en la Orden, y de tanta virtud. Parece que su Majestad lo tomó por medio, para el remedio desa casa, según lo que ha trabajado, y le cuesta: encomiéndenle mucho a nuestro Señor, que se lo deben.

2. Y vuestra reverencia, hija mía, déjese ahora de perfecciones bobas, en no querer tornar a ser priora. Estamos todos daseándolo, y procurándolo, ¿y ella con niñerías, que no son otra cosa? Este no es negocio de vuestra reverencia, sino de toda la Orden; porque para el servicio de Dios conviene tanto, que ya lo deseo ver hecho; y para la honra desa casa, y de nuestro padre Gracián. Y aunque vuestra reverencia no tuviera ninguna parte para este oficio, no convenía otra cosa. Cuanto más, que a falta de hombres buenos, como dicen, etc. Si Dios nos hiciera esta merced, vuestra reverencia calle, y obedezca, no hable palabra; mire que me enojará mucho. Basta lo dicho, para que entendamos, que no lo desea. Y a la verdad, para quien lo ha probado, no es menester decirlo, para entender, que es pesada cruz. Dios la ayudará, que ya la tempestad se ha acabado por ahora.

3. Mucho deseo saber, si esas monjas se conocen, o contradicen en algo (que me tienen fatigada, por lo que toca a sus almas) o cómo están. Por caridad de todo me avise largo, que con enviar a Roque de Huertas las cartas por la vía del arzobispo, me las enviará a donde estuviere; que aquí escribirá la hermana Isabel de san Pablo lo que en esto pasa, porque yo no tengo lugar. A mi hija Blanca dé muchas encomiendas, que en gran manera me tiene contenta, y muy obligada a su padre, y a su madre de lo mucho que han puesto en lo que vuestra reverencia toca. Agradézcaselo de mi parte.

4. Yo le digo, que es una historia lo que ha pasado en esa casa, que me tiene espantada, y con deseo de que me lo escriban todo con claridad, y verdad; y ahora me diga, cómo andan esas dos hermanas muy [257] particularmente, que como he dicho, me tienen con harto cuidado. A todas dé muchas encomiendas mías, y a la madre vicaria tenga esta por suya, y a la mi Gabriela me encomiende mucho, y a la hermana san Francisco.

5. Ya me llaman para el padre Nicolao, y mañana me parto para Valladolid, que me ha enviado un mandamiento nuestro padre vicario general, para que luego vaya allá. De ahí a Salamanca. A Valladolid había poca necesidad; mas hánselo pedido la señora doña María, y el obispo. En Salamanca tienen harta, que están en aquella casa, que es bien enferma, y pasan mucho trabajo con el que la vendió; que la vida que les da, y los desafíos que cada día les hace, y lo que han pasado con él, ha sido harto, y pasan cada día. Suplique a nuestro Señor se compre buena, y barata. Y su Majestad me la guarde, hija mía, y me la deje ver antes que me muera. Son hoy 24 de junio.

6. Pártome mañana. Tengo tanta ocupación, que no puedo escribir a esas mis hijas, ni decir más. Hágame saber si recibieron una carta mía.

Indigna sierva de vuestra reverencia.

Teresa de Jesús.
Notas


1. Esta carta la escribió la Santa al acabarse las persecuciones de las calumnias, que levantaron al convento de san José de Sevilla. Quéjase amorosamente de la madre María de san José, a quien despojaron del priorato, de que no le escriba por momentos lo que allá pasa; porque el corazón de la Santa, dentro de la resignación, estaba con sumo cuidado del que sus hijas padecían; porque la resignación no quita los cuidados, que ofrece la caridad, sino que quieta el alma en los sucesos, y la tiene resignada en los cuidados.

2. La caridad es inquieta, y solícita; y cuando una vez se ha apoderado del alma, no la deja una hora de sosiego; y siempre está ya celosa, ya atenta, ya cuidadosa de lo que tiene a su cargo, como lo dice elegantemente san Bernardo: Mens, quam semel affecerit charitas, sui juris esse non finitur: metuit quod nescit, dolet quod non oportet: solicitatur plusquam voluerit: et unde noluerit: compatitur nolens: miseretur invita (D. Bern. Epis. 74, quae Ramaldum Fusniac. Abbatem): La caridad apoderada del alma, no lo deja discurrir libre: teme lo que no sabe: le duele lo que no le conviene recelar: está más solícita de lo que quiere: compadécese afligida, y aflígese violentada. Padecían en Sevilla las hijas: ¿miren cómo había de estar en Ávila la madre? ¿Y sobre esto no escribirle? Bien se ve que era la pena excesiva.

3. El padre fray Nicolás, de quien habla aquí, fue aquel gran varón primero general de la Descalcez, fray Nicolás de Jesús María, de la nobilísima [258] casa de los Dorias en Génova, que siendo ya sacerdote secular, tomó el hábito en Sevilla, por las oraciones de la Santa. La cual, habiéndole encomendado algunos negocios, en pago dellos, le consiguió del Señor esta soberana vocación; y de quien dijo la Santa a la madre Leonor de la Misericordia, como queda dicho en las notas a la carta 44, n. 2: Yo le encomendé mis negocios: él me encomendó su alma, y dentro de un año, ya le tenía hecho Carmelita descalzo. Y ella oyendo esto, también se resolvió a hacerse Carmelita descalza. Fue hombre espiritual, prudentísimo, y observantísimo; y tan celoso, que decía de sí, animando a sus hijas a la regular disciplina, y observancia: Adviertan, que después de muerto se han de estar batiendo mis huesos en la sepultura unos con otros, y clamando: Observancia regular: Observancia regular. Bien ha oído estas voces de aquel primero padre la sagrada reforma, pues no parece observante de su regla, y constituciones, sino la misma observancia.

4. La madre María, a quien escribe y habían quitado los padres Calzados el priorato, no querría ahora ser restituida a él, ni volver a ser priora, y la Santa con grandísima gracia le dice: Que es una boba perfección. Porque el honor de la persona puede renunciarlo, pero en el del oficio, ni del convento. Y aun el honor de la persona hay casos en que no puede renunciarse, cuando con él va envuelto el perjuicio ajeno. Desacreditada una priora, y con ella otras religiosas, queda desacreditado un convento. Siendo esto así, la restitución de la persona lo es del honor del monasterio; y así el no aceptar con el oficio el honor del convento, parece humildad, y no es sino bobería: pues por un acto de humildad, deja una grave comunidad desacreditada, e infamada.

5. Y dice discretamente la Santa: ¿Hemos andado tras que la restituyan al oficio, y ahora quiere que no se logre el trabajo, por huir del trabajo del oficio? ¿Esa no es gran bobería? Hemos andado por volver a su debido lugar el crédito del convento, y ahora quiere, que quede sin crédito, por afectada humildad? ¿Esa no es bobería, y necedad?

6. Añade discretamente la Santa: Y aunque vuestra reverencia no tuviera ninguna parte para este oficio, no convenía otra cosa. Porque no entraba a ser priora, sino a restituir el honor de la comunidad, que consistía en esta restitución.

7. No puede negarse, que el crédito de las comunidades son las murallas de su observancia, y aquel por el suelo, está también. Andará la comunidad relajada, desacreditada, y por el suelo, en andando por el suelo su honor, y su estimación. Pues comunidad desacreditada, y relajada, se convierten entre sí; porque si está relajada, muy apriesa llega a estar desacreditada; y si está desacreditada, señal es que está relajada.

Dos riendas tiene clapetito torpe para vivir enfrenado. La primera, la de la razón. La segunda, la del honor. Tal vez se rompe la rienda de la razón, y se contiene con la rienda del honor; y si esta, y aquella faltan, corre furioso hasta la última desdicha. Y así no de balde dice el Espíritu Santo, que cuidemos del honor, y la opinión: Curam habe de bono nomine (Eccl. 41, v. 15).

8. En el número cuarto pondera el cuidado con que estaba de dos religiosas, que debían de andar atribuladas, o habían causado alguna [259] tribulación, y quería que satisfaciesen. ¡Dios nos libre de empeñarnos en algún desatino! ¡Oh con qué dificultad salimos dél, si hemos de romper por nuestra misma opinión! Por eso debemos mucho cuidar de no tener, ni querer otra honra que la de Dios. Todo lo siguiente es de negocios hasta el fin.



61

Carta LXI

A la mesma madre María de san José, priora de Sevilla.

Jesús.


1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra reverencia, hija mía. Y con cuánta razón la puedo llamar ansí; porque aunque yo la quería mucho, es ahora tanto más, que me espanta; y ansí me dan deseos de verla, y abrazarla mucho. Sea Dios alabado, de donde viene todo el bien, que ha sacado a vuestra reverencia de batalla tan reñida con vitoria. Yo no lo echo a su virtud, sino a las muchas oraciones, que por acá se han hecho en estas casas por esa. Plegue a su Majestad, que seamos para darle gracias de la merced que nos ha hecho.

2. El padre provincial me ha enviado la carta de las hermanas, y el padre fray Nicolao la suya, por donde he visto, que está ya vuestra reverencia tornada a su oficio, que me ha dado grandísimo consuelo; porque todo lo demás era no acabar de quietarse las almas. Vuestra reverencia tenga paciencia, y pues la ha dado el Señor tanto deseo de padecer, alégrese de cumplirle en eso, que yo entiendo no es pequeño trabajo. Si hubiésemos de andar a escoger los que queremos, y dejar los otros, no sería imitar a nuestro Esposo, que con sentir tanto en la oración del huerto su Pasión, el remate era: Fiat voluntas tua (Mt 26,42). Esta voluntad hemos menester hacer siempre, y haga él lo que quisiere, de nosotros.

3. (Atribuye la Santa la persecución que sus hijas, padecieron en Sevilla, a haberse confesado con otros fuera de sus Descalzos, y pídeles, que no lo hagan). Al padre fray Nicolás he pedido dé a vuestra reverencia los avisos, que entiende que conviene, porque es muy cuerdo, y la conoce; y ansí me remito a lo que a vuestra reverencia la escribiere. Sólo le pido yo, que procure el menor trato que ser pueda fuera de nuestros Descalzos (digo, para que traten esas monjas, ni vuestra reverencia sus almas). No se les dé mucho, que les hagan falta alguna vez, no siendo las comuniones tan a menudo; no se les dé nada, que más importa no nos ver en otra como la pasada. De los frailes si quieren [260] mudar algunas veces, o alguna monja, no se lo quite. Tengo tan poco lugar, que aún no la pensé escribir. A todas me encomiende muy mucho, y les agradezca de mi parte el buen conocimiento, que han tenido en acertar a darme contento. La Virgen se lo pague, y me las dé su bendición, y haga santas.

4. Creo que no han de poder dejar de tomar a la hija mayor de Enrique Freyle; porque se le debe mucho. Hará en esto conforme la dijere el padre fray Nicolás, a quien lo remito. La más chica, en ninguna manera conviene ahora, ansí por la edad, como porque en ningún monasterio están bien tres hermanas juntas, cuanto más en los nuestros, que son de tan pocas. Váyalo entreteniendo, diciendo que por la edad, y no los desconsuele.

5. ¡Oh lo que mi hermano ha sentido sus trabajos! Dios la dé el descanso, que más le conviene para contentarle. Escríbame largo de todo, en especial desas dos pobrecitas, que me tienen con mucho cuidado. Muéstreles gracia, y procure por los medios que le pareciere, si pudiese se viniesen a entender. Yo me partiré de aquí día de santa Ana, Dios queriendo. Estaré en Salamanca algunos de asiento. Pueden venir sus cartas a Roque de Huerta. Todas estas hermanas se le encomiendan mucho, y a todas. Harto las deben.

6. Están estos monasterios, que es para alabar al Señor de todo. Encomienden a su Majestad lo de Malagón, y el negocio a que voy a Salamanca, y no olviden a todos los que debemos, en estos tiempos en especial. Es hoy día de la Madalena. Las ocupaciones de aquí son tantas, que aún no sé cómo he escrito esta. Ha sido en algunas veces, y a esta causa no escribo al padre fray Gregorio, que lo pensé hacer. Escríbale ella un gran recaudo por mí, y que estoy contenta, que le haya cabido tan buena parte desta guerra, que ansí le cabrá del despojo. Dígame cómo está nuestro padre prior de las Cuevas, para que vea, cómo le he de escribir en estos negocios. Año de 1579.

De vuestra reverencia sierva.

Teresa de Jesús.
Notas


1. Ya esta carta es después de la vitoria de la restitución que se hizo del priorato en la madre María de san José, la cual hizo el padre fray Ángel de Salazar, vicario general de los Descalzos, habiéndole cometido la causa el señor Nuncio, descubierta la verdad del hecho, como consta de su patente, fecha en Madrid a 28 de junio de 1579. [261]

2. Dice en el número primero lo que desea verla después deste vencimiento, y abrazarla. Así se abrazan, después de la vitoria, los soldados que con su valor, y su sangre la vencieron. Así abrazaría la Reina de los ángeles a su Hijo precioso, después de la Resurrección. Y así se arrojó a sus pies la Madalena, después de ella, para abrazárselos en el Huerto. Y así abrazará Dios a las almas en la gloria, después que hayan vencido las tribulaciones, tentaciones, y trabajos del destierro.

3. Dícele en el número segundo, cuán bien ha hecho de aceptar el priorato, y que ande alegre con su cruz, y se conforme en todo con la voluntad de Dios. Sólo esta conformidad basta a aliviar la cruz del Señor; porque la mayor cruz del alma, es no conformarse con su santa voluntad. Por eso he oído decir, que les repetía la Santa discretísimamente a sus hijas: Mirad, hijas mías, hagamos la voluntad de Dios, pues ansí como ansí se ha de hacer su voluntad.

Es de admirable máxima, como quien dice: Si hemos de padecer por necesidad, padezcamos por virtud. Si hemos de padecer siervas, padezcamos hijas. Si hemos de padecer por temor, padezcamos por amor. Si ha de hacer Dios lo que quisiere de mí, ¿por qué no haré yo lo que él quisiere, por Dios? Si ha de hacer en mí lo que quisiere, ¿por qué no haré yo en mí lo que él quisiere?

4. Dice san Bernardo, que cuando se lleva la carga de la cruz con amor, y conformidad, no sólo no pesa, sino que lleva al que la trae. Es una carga tan milagrosa, que lleva sobre sí al que trae la carga en sí. Es como la pluma de los pájaros, que siendo así que es peso, con aquel peso vuela el pájaro, y sin él no pudiera volar: Num vere leve est, quod portantem non gravat, sed levat? Ocurrit mihi de pennis avium, quae et corpulentiorem reddunt substantiam, et agiliorem. Hoc plane in pennis Christi oneris exprimit similitudinem, quod et ipsae ferunt a quibus feruntur (D. Bern. Epist. 72, quae, Ramuldum Fusniac. Ab. ). Y así, almas, gusto, gusto: gozo, gozo: alegría, alegría en los trabajos, que con eso son coronas, y no penas los trabajos.

5. En el número tercero le dice: Yo le pido, que procure el menor trato que ser pueda, fuera de nuestros Descalzos, para que traten vuestra reverencia ni las monjas sus almas. Y añade: De los frailes si quieren mudar algunas veces, no se lo quite, mirando al consuelo de las religiosas. Son dos máximas muy santas, tanto la segunda, como la primera. De los escarmentados se hacen los arteros, y prudentes; porque (aunque a costa de daños) causa el escarmiento provechos.

6. Hablaban las santas en lengua espiritual, y obraban como hablaban. Para los que no sabían esta lengua, era algarabía: y así las habían acusado de lo que las habían de coronar, y alabar; y los actos de la mortificación les parecerían disparates, y las tribulaciones culpas, y el acusarse en los Capítulos confesión sacramental. Con esto la Santa quiere que las confiesen los padres Descalzos, que entienden el lenguaje del espíritu.

7. Pero añade: Entre los mismos descalzos, no las necesiten sólo a un confesor. Porque no hay regla tan estrecha, que no pida alguna limitación, respecto de ser la humana libertad tan libre, que se acongoja, y desespera en encontrando muy cerca con las esquinas. Y así es [262] menester hacerle calle, aun en lo más estrecho, o reventará sin eso la voluntad.

Por eso Clemente VIII y otros pontífices han mandado, que de cuatro a cuatro meses les den nuevos confesores; porque desde que Dios dejó al hombre en su albedrío: Reliquit Deus hominem in manu consilii sui (Eccl. 15, v. 14), revienta si le quitan esta libertad. Y así aun dentro de la obediencia rendida, y subordinada ha de haber alguna libertad; y ya que me he de confesar con los de la Orden, sea (como dice santa Teresa) mudando alguna vez entre los mismos de la Orden.

8. En el número cuarto, advierte otra máxima discreta de gobierno, y es: Que se reciba la hija de Enrique Freyle para religiosa, pero no la otra hermana; porque tenían ya otra en el convento, y serían tres, y no es bien que haya tres hermanas en un convento de Carmelitas descalzas. ¿Pues por qué? Porque por el tiempo de elecciones, y para el mismo gobierno es dañoso esto. ¡Terrible cosa, que se presuma de unas santas, que puede haber disensiones! No es terrible, sino muy prudente, y santa, aunque sean muy santas las religiosas.

9. En el Apostolado no eran tres, sino dos los hermanos, Santiago, y san Juan, y bien santos; y todavía pretendieron las dos primeras sillas, y no quería su madre que quedase silla al lado del Señor, ni para el mismo san Pedro. ¿Qué harían tres hermanas en un convento pequeño, que aunque sea santo el convento, mas no es el Apostolado? ¡Qué bien discurre la Santa!

Este Enrique Freyle, fue un portugués muy rico de Sevilla, casado con doña Leonor Valera, a quien debieron tanto las religiosas en el tiempo de la mayor necesidad, que con razón lo pondera la Santa en esta carta. Premióselo Dios con hacer a sus hijas, hijas de santa Teresa; y la una dellas, llamada Blanca de Jesús (de quien hace mención la Santa en la carta pasada, Nb 3) una de las fundadoras de Portugal.




Teresa III Cartas 58