CARTAS – Teresa del Niño Jesús 156

Cta 156 A la madre Inés de Jesús

21 de enero de 1894
J.M.J.T. El sueño del Niño Jesús1. Mientras juega con las flores que su esposa querida le ha llevado a la cuna, Jesús piensa qué podrá hacer para agradecérselo... Allá arriba, en los jardines del cielo, los ángeles, servidores del divino Niño, trenzan ya las coronas que su corazón tiene reservadas para su amada. Mientras tanto, ha llegado la noche. La luna envía su resplandor de plata, y el Niño Jesús se duerme... Su manita no suelta las flores con que se ha divertido a lo largo del día su corazón continúa soñando con la felicidad de su esposa querida. Muy pronto, allá en la lejanía, divisa unos objetos extraños que no tienen ningún parecido con las flores primaverales. ¡Una cruz...! ¡Una lanza...! ¡Una corona de espinas! Y sin embargo, el divino Niño no tiembla. ¡Eso es lo que él escoge para demostrar a su esposa cuánto la ama...! Pero esto no basta todavía. Su rostro infantil y tan hermoso, lo ve desfigurado, ¡sangrante...!, ¡irreconocible...! Jesús sabe muy bien que su esposa siempre lo reconocerá, y que cuando todos lo abandonen ella seguirá a su lado. Por el eso el divino Niño sonríe ante esa imagen sangrante, y sonríe también ante el cáliz lleno del vino que hace germinar a las vírgenes. Sabe que en la eucaristía los ingratos lo van a abandonar, pero Jesús piensa en el amor de su esposa y en sus delicadezas. Ve cómo las flores de sus virtudes perfuman el santuario, y Jesús niño sigue durmiendo dulcemente... Espera a que las sombras declinen..., a que la noche de la vida sea reemplazada por el día radiante de la eternidad... En ese día Jesús devolverá a su amada esposa las flores que ella le dio, para consolarlo, en la tierra... En ese día inclinará hacia ella su Faz divina, toda radiante de gloria, ¡¡¡y hará gustar eternamente a su esposa la dulzura inefable de su beso divino...! (vº) Madre mía querida, acabas de leer el sueño que tu hija quería reproducir para el día de tu santo. ¡Pero sólo tu pincel de artista podría pintar tan dulce misterio...! Espero que sólo mires a la buena voluntad de quien se sentiría dichosa de haberte agradado. Eres tú, Madre mía, son tus virtudes lo que he querido representar en las florecitas que Jesús aprieta contra su corazón. Las flores son todas sólo para Jesús. Sí, las virtudes de mi Madre querida permanecerán siempre escondidas con el Niñito del pesebre. Sin embargo, y a pesar de la humildad que quisiera ocultarlas, el perfume misterioso que se desprende de esas flores me hace ya presentir las maravillas que un día veré en la patria eterna, cuando me sea dado contemplar los tesoros de ternura que ahora prodigas a Jesús2. Tú lo sabes, Madre mía. Nunca podré expresarte toda mi gratitud por haberme guiado como un ángel del cielo3 por entre los senderos de la vida. Tú fuiste quien me enseñó a conocer a Jesús y a amarlo. Ahora que eres doblemente mi Madre, sigue conduciéndome hacia el Amado, enséñame a practicar la virtud, para que en el cielo no me vea colocada demasiado lejos de ti y puedas reconocerme por hija y por hermanita tuya. Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm. ind.

NOTAS Cta 156 1 Teresa comenta aquí el cuadro que había pintado para la primera celebración del santo de la madre Inés de Jesús como priora. 2 Alusión a los choques que se habían producido ya entre la antigua y la nueva priora, que exigen de ésta mucha humildad. 3 Cf PN 22, introducción.

Cta 157 A Celina

Marzo o mayo de 1894
J.M.J.T. Los «codfiches»1 le han gustado mucho a nuestra Madre, y querría escribir unas letras para darle las gracias a su Celino querido, pero no puede hacerlo. Está también muy contenta por la carta de María2. Que la pequeña desterrada esté triste sin estar triste, pues si no se centran en ella las caricias de las criaturas, la ternura de Jesús sí que está CENTRADA toda en ella. Ahora que Celina está sin albergue3, él, Jesús, está bien alojado, y está contento de ver errante a su esposa querida, ¡eso le gusta! ¿Y por qué...? Yo no lo sé... Es un secreto de Jesús. Pero creo que está preparando muchas cosas hermosas en su casita... Tiene que trabajar tanto, que parece olvidar a su pobre Celina... Pero no, sin que ella lo vea, él la mira por la ventana... Le gusta verla en el desierto, sin otro oficio que el de amar4, sufriendo ¡sin siquiera sentir que ama...! Jesús sabe muy bien que la vida es sólo un sueño, y por eso se alegra de ver a su esposa llorando junto a los canales de Babilonia. Pronto llegará el día en que Jesús tomará a su Celina de la mano y la hará entrar en su casita, que se habrá convertido en un (vº) palacio eterno... Y entonces dirá: «¡Ahora me toca a mí...!» Tú me diste en la tierra el único albergue al que ningún corazón humano quiere renunciar -es decir te me diste a ti misma-, y ahora yo te doy por morada mi sustancia eterna5, es decir, «a mí mismo». Esta será tu mansión por toda la eternidad. Durante la noche de la
vida tú anduviste errante y solitaria, ahora tendrás un compañero: yo, Jesús, tu
esposo, tu amigo, a quien se lo sacrificaste todo, ¡un compañero que te colmará de alegría por los siglos de los siglos...!

NOTAS Cta 157
1 De la palabra inglesa cod-fish (bacalao), que se usaba impropiamente en la Normandía para designar las conchas de Santiago.
2 María Guérin.
3 El señor Guérin proyectaba llevarse a su casa a su sobrina y a su cuñado, que no estaban seguros en la calle Labbey. El traslado estaba previsto para junio.
4 Cf SAN JUAN DE LA CRUZ, CE canc. 28.
5 Cf Arminjon, op. cit., p. 290; pasaje copiado por Teresa el 4 de junio de 1887.

Cta 158 A Leonia

Marzo (?) de 1894
J.M.J.T. Querida Leonia: ¡No puedo expresar la alegría que sentí al saber que has sido aprobada para la toma de hábito...! Comprendo lo feliz que debes de sentirte y comparto enormemente tu alegría. Querida hermanita, ¡qué bien ha sabido Dios recompensar tus esfuerzos! Me acuerdo de lo que me decías en el locutorio antes de tu entrada en el arca santa. No te importaba ser siempre la última, tomar el hábito sin solemnidad... No buscabas más que a Jesús, y por él renunciabas a todo consuelo. Pero, como nos repetía a menudo nuestro padre querido: «Dios nunca se deja ganar (1vº) en generosidad». Por eso no ha querido que te vieras privada de la dicha de convertirte públicamente en su prometida, en espera de que seas su esposa. Creo que los años de destierro que has pasado en el mundo han servido para adornar tu alma con una vestidura preciosa para el día de tus esponsales. A los tristes días del invierno han seguido para ti los días radiantes de la primavera, y Jesús te dice, como a la esposa del Cantar de los Cantares: «Ya ha pasado el invierno, han cesado las lluvias y se han ido. Levántate, amada mía, paloma mía, y ven... Estoy a la puerta, ábreme, hermana mía, amada mía, que tengo la cabeza cubierta de rocío, mis rizos del relente de la noche». Hacía mucho tiempo que suspirabas por la visita de Jesús y le decías, como la esposa: «¿Quién me dará, amado mío, poderte encontrar a solas allá afuera?. Te podría besar sin que ya nunca (2rº) me criticara la gente...» Al fin llegó ese día tan deseado... Tú, hermanita querida, aún no habías encontrado a Jesús ante los ojos del mundo; pero después de haberlo buscado con mil desvelos, he aquí que él mismo viene hacia ti... Tú te conformabas con encontrarle fuera a solas, pero él desea besarte delante de todo el mundo, para que ya nadie ignore «que él ha puesto su sello sobre tu frente y que nunca tendrás otro amador que él»1...
Querida Leonia, me olvidaba de darte las gracias por tu carta. Debería haber empezado por ahí, pero ¿verdad que entiendes que la alegría que siento por tu inmensa felicidad es lo que me ha hecho cometer este olvido?
Espero que tus deseos se vean pronto cumplidos y que vuestro capellán se cure rápidamente. (2vº) Te ruego, querida hermanita, que des mis respetuosos saludos a tu buena y venerada Madre2. Me alegro, como tú, de que sea ella quien te dé el santo hábito.
Te dejo, pero siguiendo unida a ti en el divino Corazón de Jesús.
Tu indigna hermanita, Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm. ind.

NOTAS Cta 158
1 Cf Oficio litúrgico de santa Inés, antífona 3ª de Maitines; y PN 26.
2 Madre María de Sales; cf Cta 148, n. 3.

Cta 159 A Celina Maudelonde

J.M.J.T. El Carmelo, 29 de marzo de 1894 Querida Celina: Hubiera querido contestar antes a tu carta, que me causó mucha alegría. La cuaresma me lo impidió; pero ya estamos en el tiempo de Pascua y puedo decirle a mi querida primita1 que comparto su felicidad2. La gran paz que experimentas es para mí una señal manifiesta de la voluntad de Dios, pues sólo él puede derramarla en tu alma, y la dicha que gustas bajo su mirada divina no puede venir más que de él. (1vº) Querida Celina, no puede manifestarte mi cariño como lo haría si estuviese aún en el mundo. Sin embargo, no por eso es menos intenso; al contrario, pienso que te seré más útil en la soledad que si tuviera el consuelo de estar cerca de ti. Las rejas del Carmelo no están hechas para separar corazones que sólo se aman en Jesús; antes bien, sirven para hacer más fuertes los lazos que los unen. Mientras tú sigues el sendero que Dios te ha trazado, yo rezaré por mi Celina, mi compañera de la niñez. Pediré para ella que todas sus alegrías sean tan puras, que pueda saborearlas bajo la mirada de Dios. (2rº) Pediré, sobre todo, que pueda saborear la alegría incomparable de encaminar a un alma hacia Nuestro Señor, y que esta alma sea la que pronto formará una sola con la suya. No dudo de que Dios te concederá pronto esta gracia, y me sentiría muy dichosa si mis pobres oraciones contribuyesen algo a ello. Espero que mi querida Elenita esté ya restablecida, pues habría elegido un mal momento para estar enferma... Por favor, dale un fuerte abrazo de mi parte, y a ella le encargo que le dé a mi querida Celina mis besos más tiernos, estoy segura de que no puedo escoger a nadie mejor para llevar a cabo esta grata misión...
La madre María de Gonzaga se une a tus tres primas del Carmelo en la (2vº) alegría por tu felicidad, y te rogamos, querida Celina, que des nuestros respetuosos saludos al señor y la señora Maudelonde.
Te dejo, querida Celina, quedando siempre muy unida a ti con el corazón. Tu primita, que te querrá durante toda su vida y que no dejará de rezar por tu felicidad, Sor Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind.
P.D. - La madre priora del Carmelo de Saigón3 nos ha enviado un gran número de objetos chinos, entre otros un mueblecito de salón que es una monada. Nuestra Madre ha pensado hacer con ellos una rifa a beneficio de nuestra comunidad. Las papeletas son a 0'50 francos, y estamos ofreciéndolas a todas las personas amigas de nuestro Carmelo. Si deseas algunas, te las enviaremos con mucho gusto.

NOTAS Cta 159 1 Término afectuoso. No existía ningún parentesco entre las familias Martin y Maudelonde, si bien las hijas de ambos estaban muy unidas desde la infancia; cf Ms A 23rº. 2 Su próximo matrimonio con Gaston Pottier. 3 La madre Filomena de la Inmaculada Concepción, una de las carmelitas de Lisieux, que había fundado en Saigón el primer Carmelo en tierras de misión en 1861.

Cta 160 A sor María Luisa Vallée

J.M.J.T. Jesús + 3 de abril de 1894 Muy querida Hermana: Me resulta imposible decirle cómo me ha llegado al corazón su atenta carta. Ya fue para mí una gran alegría saber que le había gustado el cuadro del Niño Jesús1. Me sentía recompensada por encima de todas mis esperanzas... Querida tía2 permítame seguir dándole este nombre-, en usted precisamente pensaba yo al tratar de imaginarme qué podría regalar a nuestra Reverenda Madre para la celebración de su primer santo como priora. Sabía que a ella le gustaría mucho enviarle a usted un pequeño recuerdo; por eso, puse toda mi alma en la composición de «El (1vº) sueño del Niño Jesús». Pero, ¡ay!, al no saber reproducir mi inhábil pincel lo que mi alma había soñado, regué con mis lágrimas el vestido blanco de mi Niño Jesús, ¡lo cual, sin embargo, no hizo bajar un rayo del cielo sobre su carita...! Entonces, en mi pena, me prometí a mí misma no decir nada acerca de la intención que tenía al emprender mi trabajo. Y, en efecto, sólo al ver la indulgencia de nuestra Madre, le confié mi secreto. Ella tuvo a bien mirar el corazón y la intención, más que el arte de su hija, y, con gran alegría de mi parte, mi Niño Jesús ha ido, en mi lugar, a trabar conocimiento con mi santa tía de Le Mans.
He pintado al divino Niño de (2rº) manera que represente cómo se comporta él conmigo... En efecto, él casi siempre está dormido... El Jesús de la pobre Teresa no la acaricia como acariciaba a su Santísima Madre3. Eso es completamente natural, ¡pues la hija es tan indigna de la Madre...! Sin embargo, los ojitos cerrados de Jesús hablan mucho a mi alma, y, ya que él no me acaricia, yo trato de agradarle.
Yo sé muy bien que su corazón está siempre en vela, y que en la patria de los cielos se dignará abrir sus divinos ojos... Y entonces, al mirar a Jesús, tendré también la dicha de contemplar junto a él a mis santas Madres de la Visitación.
Espero que ellas querrán reconocerme como hija. ¿No son ellas, de hecho, mis madres, las que formaron el corazón de los dos ángeles visibles que me hicieron de (2vº) verdaderas madres4...?
Me acuerdo perfectamente de mi viaje a la Visitación de Le Mans a la edad de tres años5. Lo he revivido muchas veces con el corazón, y las rejas del Carmelo no constituyen un obstáculo que me impida visitar a menudo a mi querida tía y a todas esas venerables Madres que tienen a bien amar, sin conocerla, a la pobre Teresa del Niño Jesús.
Le ruego, querida tía, que pague la deuda de gratitud de su sobrinita, dando las gracias en su nombre a su Reverenda Madre y a todas las Hermanas, en especial a sor Josefa de Sales6, cuyo afectuoso recuerdo me ha conmovido mucho.
QUERIDÍSIMA TÍA, me gustaría seguir hablando mucho más tiempo con usted, pero estoy al final del papel y me veo precisada a dejarla, pidiéndole perdón...
Sor Teresa del Niño Jesús su indigna sobrinita

NOTAS Cta 160
1 Cf Cta 156. La madre Inés de Jesús obsequió a su antigua profesora de la Visitación el cuadro pintado por Teresa.
2 Paulina llamaba «tía» a su antigua profesora en recuerdo de su tía salesa, sor
María Dositea. Teresa hace otro tanto, por deseo de Paulina.
3 Cf Cta 162, n. 1.
4 María y Paulina, las dos educadoras de Teresa, conservaron una fuerte impronta de sus años de internado en la Visitación de Le Mans.
5 El 29 de marzo de 1875; cf Ms A 7vº.
6 Luisa Gasse, compañera y amiga de Paulina en el internado.

Cta 161 A Celina

J.M.J.T.
Jesús + 26 de abril de 1894
Querido liriecito de Jesús: Para cantar tus 25 años, te mando una pequeña poesía1 que he compuesto pensando
en ti...
Celina, estoy segura de que comprenderás todo lo que mi canto quisiera decirte. Claro, que haría falta una lengua distinta de la lengua de la tierra para expresar la belleza del abandono de un alma en las manos de Jesús; mi corazón no ha logrado más que balbucir apenas lo que siente... Celina, la historia de Cecilia (la santa del ABANDONO) ¡es también tu propia historia! Jesús ha puesto ahí a tu lado a un ángel del cielo que te guarda siempre y que te lleva de la mano para que tu pie no tropiece en ninguna piedra. Tú no lo ves, y, sin embargo, es él quien desde hace 25 años ha preservado tu alma y quien le ha conservado su blancura virginal, es él quien aleja de ti las ocasiones de pecado... Fue él quien se te mostró en aquel sueño misterioso que te envió cuando eras niña: veías a un ángel que llevaba una antorcha y que caminaba delante de nuestro padre querido. Sin duda, quería darte a conocer la misión que más tarde ibas a cumplir. ¡Ahora eres tú el ángel visible de quien pronto irá a unirse a los ángeles de la ciudad celestial! Celina, no temas las tormentas de la tierra... Tu ángel de la guarda te cubre con sus alas, y en tu corazón reposa Jesús, pureza de las vírgenes. Tú no ves tus tesoros. Jesús duerme y el ángel permanece en su misterioso silencio. Sin embargo, están ahí, con María, que te esconde, también ella, bajo su manto... No temas, Celina querida. Mientras tu lira no deje de cantar para Jesús, nunca se romperá... Es frágil, sin duda alguna, más frágil (vº) que el cristal; si se la dejases a un músico inexperto, pronto se rompería; pero es Jesús quien hace vibrar la lira de tu corazón... El se goza de que sientas tu debilidad: es él quien imprime en tu alma los sentimientos de desconfianza en sí misma. Celina querida, dale gracias a Jesús. El te colma de sus gracias de elección. Si eres siempre fiel en agradarle en las cosas pequeñas, él se verá OBLIGADO a ayudarte en las GRANDES... Los apóstoles, sin Nuestro Señor, trabajaron toda la noche y no cogieron ni un solo pez; pero su trabajo era grato a Jesús. Él quería demostrarles que sólo él puede darnos algo. Quería que los apóstoles se humillasen... «Muchachos -les dice-, ¿tenéis algo que comer?» «Señor -respondió san Pedro-, nos hemos pasado toda la noche bregando y no hemos cogido nada» Tal vez si hubiese cogido algunos pececillos, Jesús no hubiese hecho el milagro; pero no tenía nada; por eso Jesús le llenó enseguida la red, de suerte que casi se rompía. Así es Jesús2: da como Dios, pero exige la humildad del corazón... El mundo entero es ante él como un granito de arena que apenas si hace inclinarse a la balanza, o como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra (Sb, cap. 11). (Celina querida, si logras leerme será un milagro, pero no tengo tiempo para volver a leer lo que he escrito...) El tiempo pasa como una sombra, pronto nos reuniremos allá arriba. ¿No dijo Jesús durante la Pasión: «Y pronto veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo»...? ¡Nosotras estaremos allí...! Teresa del Niño Jesús

NOTAS Cta 161
1 Santa Cecilia, cf PN 3 y el fascículo Mes Armes (Cerf-DDB, 1975).
2 Cf CR p. 93.

Cta 162 A Celina1

26 de abril de 1894 (Texto de la estampa)
Jesús, ¿quien te ha hecho tan pequeño? El amor2. (Texto del sobre) Estampita pintada por Teresita para los 25 años de Celinita con el permiso de la Madrecita priora

NOTAS Cta 162 1 Para los 25 años de Celina, Teresa adjunta a la carta precedente una estampa a color, de formato muy reducido: una viñeta que representaba a santa Teresa de Avila acariciada por el Niño Jesús. 2 San Bernardo.

Cta 163 A sor Teresa Dositea (Leonia)

J.M.J.T. Jesús + Domingo, 20 de mayo de 1894 Querida hermanita Teresa: ¡Qué alegría me ha dado tu carta...! Nunca daré suficientes gracias a Dios por todos dones de que te colma. Celina nos ha contado hasta los menores detalles de la hermosa fiesta del 6 de abril1. ¡Cómo se habrá alegrado ese día nuestra mamaíta del cielo...! ¡Y con qué amor habrá posado en ti su mirada nuestra tía de Le Mans2! Me alegro mucho de que mi santa Madre Teresa se haya convertido también en la tuya. Me parece que ése es un lazo que nos va a unir más estrechamente todavía. No puedo decirte, querida hermanita, todas las cosas que quisiera. Mi corazón no puede expresar sus sentimientos íntimos en (vº) el frío lenguaje de la tierra... Pero un día, en el cielo, en nuestra hermosa patria, te miraré, y en mi mirada podrás ver todo lo que querré decirte, porque el silencio es el lenguaje de los bienaventurados
habitantes del cielo3...
Mientras tanto, hay que ganar esa patria de los cielos... Hay que sufrir, hay que luchar... Por favor, pide por tu Teresita, para que se aproveche del destierro de la tierra y de los medios tan abundantes que tiene para merecer el cielo.
Celina nos ha comunicado el resultado de vuestras elecciones. He sufrido al ver que perdías una Madre a quien amabas, pero me consolé pensando que la que la reemplaza es verdaderamente digna de su santa predecesora4, y estoy absolutamente segura de que ahora tienes, para guiarte hacia Jesús, a dos madres
realmente merecedoras de ese dulce nombre.
Te dejo, querida hermanita, pero sin alejarme nunca de ti con el corazón. Te ruego que des mis respetuosos saludos a tus dos Madres.
Sor Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm. ind.

NOTAS Cta 163
1 La toma de hábito de Leonia.
2 Sor María Dositea, de la que la novicia ha tomado en parte el nombre.
3 «¡El silencio es el lenguaje de los ángeles!»: sentencia pintada por la madre Inés
a la entrada del claustro donde duerme Teresa.
4 La madre María de Sales, superiora desde hace seis años, ha sido reemplazada por la madre Juana Francisca, ex-maestra de novicias.

Cta 164 A sor Teresa Dositea (Leonia)

J.M.J.T. Jesús + 22 de mayo de 1894 Querida hermanita: Mis letras del domingo te llegarán al mismo tiempo que éstas, y por ellas verás que ya entonces me alegraba de tu felicidad... Gracias por tu cartita, que me ha gustado mucho, mucho... Tienes mucha suerte, querida hermanita, (vº) de que Jesús esté tan celoso de tu corazón. A ti te dice, como a la esposa del Cantar de los Cantares: «Me has robado el corazón, hermana mía, esposa mía, me has robado el corazón con una sola mirada de tus ojos, con uno solo de los cabellos que vuelan sobre tu cuello». Jesús está muy contento de ti, lo sé. Si aún te deja ver algunas infidelidades en tu corazón, estoy segura de que son todavía más numerosos los actos de amor que cosecha. ¿Cuál de las dos Teresas será más fervorosa...? La que sea más humilde, la que esté más unida a Jesús, la que sea más fiel en hacerlo todo por amor... (2rº) Recemos la una por la otra para que seamos igual de fieles las dos... Robémosle a Jesús el corazón con una mirada de nuestros ojos y con uno de nuestros cabellos, es decir, con la cosa más grande y con la más pequeña. No le neguemos el más pequeño sacrificio, ¡es tan grande todo en la religión...! Recoger un alfiler por amor puede convertir a un alma. ¡Qué gran misterio...! Sólo Jesús puede dar un valor tan grande a nuestras acciones. Amémosle, pues, con todas nuestras fuerzas... (2vºtv) Tu hermanita que te quiere, Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind.

Cta 165 A Celina

J.M.J.T. Jesús + 7 de julio de 1894 Celina querida: La carta de Leonia1 nos preocupa mucho... ¡Ah, qué desdichada será si vuelve al mundo! Pero te confieso que espero que no sea más que una tentación. Hay que rezar mucho por ella. Dios puede darle muy bien lo que le falta... Nuestra Madre está de retiro, y por eso no te escribirá. Piensa mucho en ti y en María, y va a rezar mucho por sus dos hijitas. No sé si sigues aún en el mismo estado de ánimo que el otro día, pero, no obstante, quiero citarte un pasaje del Cantar de los Cantares que expresa a las mil maravillas lo que es un alma hundida en la sequedad y a quien nada puede alegrar ni consolar: «Bajé a mi nogueral a contemplar los brotes del valle, a ver si la viña ya verdeaba, a ver si florecían los granados... Y ya no supe dónde estaba... Y mi alma se turbó a causa de los carros de Aminadab» (Ct 6,10-11). Esta es la imagen de nuestras almas. Muchas veces bajamos a los fértiles valles, donde nuestro corazón gusta de alimentarse -el vasto campo de las Escrituras2 que tantas veces se ha abierto ante nuestros ojos para derramar sobre nosotras sus ricos tesoros-, y ese vasto campo nos parece un desierto árido y sin agua..., ni siquiera sabemos ya dónde estamos. En vez de la paz y de la luz, sólo encontramos turbación, o, al menos, tinieblas... Pero, al igual que la esposa, también nosotras sabemos la causa de nuestra prueba: nuestra alma está turbada a causa de los carros de Aminadab... No estamos todavía en nuestra patria, y la prueba tiene que purificarnos como el oro (1vº) en el crisol. A veces nos creemos abandonadas. Los carros, los vanos ruidos que nos afligen, ¿están dentro de nosotras o están fuera? No lo sabemos..., pero Jesús sí que lo sabe. La ve nuestra tristeza y de repente se deja oír su voz, una voz más dulce que el soplo de la brisa de primavera3: «¡Vuelve, vuelve, Sulamita, vuelve, vuelve para que te veamos!» (Ct 6,5 Ct 6,12). ¡Qué llamada, ésta de nuestro Esposo...! ¿Cómo? Nosotras no nos atrevemos ni siquiera a mirarnos, de tan sin brillo y sin adornos como pensamos estar, y Jesús nos llama, quiere mirarnos a placer. Pero no está solo: las otras dos Personas de la Santísima Trinidad vienen con él a tomar posesión de nuestra alma... Jesús lo prometió en otro tiempo cuando estaba para subir a su Padre y nuestro Padre. Dijo, con una ternura inefable: «Si alguien me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos en él nuestra morada» (Jn 14,23). Guardar la palabra de Jesús. Esa es la única condición para nuestra felicidad, la prueba de nuestro amor a él. ¿Pero qué palabra es ésa...? Me parece que la palabra de Jesús es él mismo..., él, Jesús, el Verbo, ¡la Palabra de Dios...! Nos lo dice más adelante en el mismo evangelio de san Juan cuando ora al Padre por sus discípulos. Se expresa así: «Santifícalos con tu palabra, tu palabra es la verdad». Y en otra parte Jesús nos enseña que él es el camino, la verdad y la vida. Sabemos, pues, cuál es la Palabra que tenemos que guardar. Nosotras no preguntaremos a Jesús, como Pilato: «¿Qué es la verdad?» Nosotras poseemos la Verdad, guardamos a Jesús en nuestros corazones... Con frecuencia podemos decir, como la esposa, «que nuestro Amado (2rº) es un ramillete de mirra», que él es para nosotras un esposo de sangre... ¡Pero qué dulce nos sonará un día, cuando salga de su boca, aquella palabra de Jesús: «Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas, y yo os transmito el Reino como me lo transmitió mi Padre a mí» (Evangelio) Las tribulaciones de Jesús. ¡Qué misterio! ¿O sea, que también él tiene tribulaciones? Sí, claro que las tiene, y a menudo se encuentra solo pisando el vino en el lagar. Busca consoladores y no los encuentra... Muchos sirven a Jesús cuando los consuela, pero pocos se avienen a hacer compañía a Jesús cuando duerme sobre las olas o cuando sufre en el huerto de la agonía... ¿Quién, pues, querrá servir a Jesús por él mismo...? ¡Lo haremos nosotras...! Celina y Teresa se unirán cada vez más, en ellas se cumplirá esta oración de Jesús: «Padre, que sean uno, como nosotros somos uno». Sí, Jesús nos prepara ya su Reino, como su Padre se lo ha preparado a él. Nos lo prepara dejándonos en la tribulación. Quiere que nuestro rostro sea visto por las criaturas, pero que esté como escondido para que nadie más que él nos reconozca... Pero también ¡qué felicidad pensar que Dios, la Trinidad entera nos está mirando, que vive en nosotras y se complace en contemplarnos! ¿Y qué es lo que quiere ver en nuestro corazón, sino «coros musicales en un campo de batalla»? (Cant, cap.7, v. 1). «¿Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera...? Nuestras arpas llevan ya mucho tiempo colgadas en los sauces de sus orillas», ¡ya no sabemos utilizarlas...! Nuestro Dios, el huésped de nuestras almas, lo sabe, y por eso viene a nosotras con la intención de encontrar una morada, una tienda VACÍA en medio (2vº) del campo de batalla de la tierra. No pide más que esto, y él mismo es el músico divino que se encarga del concierto... ¡Ah, si escuchásemos esa inefable armonía, si una sola de sus vibraciones llegase a nuestros oídos...! «Nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables» (san Pablo). Lo único, pues, que tenemos que hacer es rendir nuestra alma, abandonársela a nuestro gran Dios. ¿Qué importa, entonces, que carezca de los dones que brillan a exterior, si dentro de ella resplandece el Rey de reyes con toda su gloria?
¡Qué grande tiene que ser un alma para contener a Dios...! Y, sin embargo, el alma de un niño recién nacido es para él un paraíso de delicias4. ¿Qué serán, pues, las nuestras, que han luchado y sufrido por conquistar el corazón de su Amado...?
Celina querida, te aseguro que no sé lo que estoy diciendo; esta carta no debe de tener ni pies ni cabeza, pero creo que, a pesar de ello, tú me vas a comprender... ¡Quisiera decirte tantas cosas...!
No me contestes con una larga carta para hablarme de tu alma, unas pocas palabras bastarán, prefiero que escribas una carta muy divertida para todas. Dios quiere que me olvide de mí misma por dar gusto a las demás.
Abrazos a mi tío, a mi querida tía y a mi hermanita5. En cuanto a mi papá querido, le sonrío y le cuido valiéndome de su ángel VISIBLE6, al que estoy tan íntimamente unida que no formamos más que una sola cosa...
Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz. rel. carm. ind.

NOTAS Cta 165
1 Esa carta hacía temer que Leonia no pudiera, tampoco esta vez, seguir en la Visitación.
2 Im III,51,2.
3 Cf Soumet, citado en RP 3,5vº.
4 Cf RP 2,6vº.
5 María Guérin.
6 Celina.

Cta 166 A la señora de Pottier (Celina Maudelonde)

J.M.J.T. Jesús + El Carmelo, 16 de julio de 1894 Querida Celina: Tu carta me ha producido verdadera alegría; me admiro de cómo la Santísima Virgen se ha dignado escuchar todos tus deseos. Aun antes de tu matrimonio, ella quiso que el alma a la que vas a unirte no forme sino una sola con la tuya por la igualdad de sentimientos. ¡Qué gracia tan grande para ti el sentirte tan bien comprendida, y, sobre todo, el saber que vuestra unión será eterna, que después de esta vida podrás seguir amando al esposo a quien tanto quieres...! Ya han pasado, para nosotras dos, los días benditos de nuestra infancia. Ahora estamos en lo serio de la vida. El camino que seguimos es muy distinto, pero nuestro destino es el mismo. (1vº) No debemos tener ambas sino una misma meta: santificarnos en el camino que Dios nos ha trazado. Me parece, querida amiga, que contigo puedo hablar con libertad, pues tú entiendes el lenguaje de la fe mejor que el del mundo y el Jesús de tu primera comunión sigue siendo el dueño de tu corazón; en él amas a esa hermosa alma que ya no forma sino una con la tuya, y a él se debe el que vuestro amor sea tan tierno y tan fuerte. ¡Qué hermosa es nuestra religión! En vez de encoger nuestros corazones (como cree el mundo), los eleva y los hace capaces de amar, de amar con un amor casi infinito, ya que está llamado a continuar después de esta vida mortal, que no se nos ha dado sino para alcanzar la patria del cielo, donde volveremos a encontrar a los seres queridos a los que hemos amado en la tierra. Yo ya había pedido para ti, querida Celina, a Nuestra Señora la Virgen del Carmen la gracia que obtuviste en Lourdes. ¡Cuánto me alegro de que te hayas impuesto el santo escapulario! Es una señal segura de predestinación, y además ¿no estás (2rº) así por él más íntimamente unida a tus hermanitas del Carmelo...? Me encomiendas, querida primita, que rece por tu querido esposo, ¿piensas que podría dejar de hacerlo...? No, ya no os puedo separar en mis pobres oraciones. Pido a Nuestro Señor que se muestre tan generoso con vosotros como se mostró en otro tiempo con los esposos de las bodas de Caná. Que él convierta siempre el agua en vino..., es decir, que continúe haciéndote feliz y que suavice, en la medida de lo posible, las adversidades que encontréis en la vida. Las adversidades. ¿Cómo he podido poner esta palabra en mi carta, cuando sé que para ti todo es felicidad...? Perdóname, querida amiga, goza en paz de la alegría que Dios te concede, sin inquietarte por el porvenir. El porvenir te reserva, estoy segura, nuevas gracias y muchas alegrías. La madre María de Gonzaga aprecia mucho el que la recuerdes con cariño, y tampoco ella olvida (2vº) a su Celinita. Nuestra Madre y sor María del Sagrado Corazón comparten también tu felicidad y me encargan que te salude cariñosamente. Me atrevo a pedirte, querida primita1, que presentes mis respetuosos saludos al Sr. Pottier, a quien no puedo dejar ya de considerar también como primo mío. Te dejo, querida prima, quedando siempre muy unida a ti de corazón, y toda mi vida me sentiré dichosa de llamarme Tu hermanita en Jesús, Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind.

NOTAS Cta 166 1 Cf Cta 159, n. 1.


CARTAS – Teresa del Niño Jesús 156