CARTAS – Teresa del Niño Jesús 179

Cta 179 A sor Genoveva

Después del 8 de septiembre de 1895
¿La Señorita1 está contenta...?
El pobre Señor se ha dado mucha prisa en complacerla2.

NOTAS Cta 179
1 La «Señorita Lili» (Celina) y el «Señor Totó» (Teresa). Acerca de este apelativo, reminiscencia de los Buissonnets, cf CG p. 817+a.
2 Teresa había pintado en unos zuecos el monograma IHS, marca simbólica de la fundadora, que en adelante se le asignará a Celina.

Cta 180 A la señora de La Néele

J.M.J.T.
Jesús + 14-15 y 17 de octubre de 1895
Querida Juana: Al leer tu carta, me parecía estar viéndote y oyéndote. Me ha producido una enorme alegría comprobar la agradable enfermedad que mis tíos fueron a llevarte de Lisieux; espero que aún no te hayas curado de tu crisis de alegría...; lo cual es muy probable, ya que el célebre miembro de la Facultad1, a pesar de toda su ciencia universal, no puede encontrar ningún remedio para su querida Juanita. Si por casualidad descubriese alguno, por favor, que no se olvide de nuestro Carmelo: desde que entró «el duendecillo que abrió las arrugas y encaneció el cabello» de su querida Fifine2, todo el noviciado sufre ese contagio. Es un gran consuelo para mí, la vieja decana del noviciado3, ver mis últimos días rodeados de tanta alegría; eso me rejuvenece, y, a pesar de mis siete años y medio de vida religiosa, muchas veces me falta la gravedad en presencia de ese gracioso diablillo que alegra a toda la comunidad. ¡Si la hubieras visto el otro día con tu fotografía y la de Francis, te habrías divertido mucho...! Nuestra Madre las había traído a la recreación y las hacía pasar de mano (1vº) en mano; cuando le llegó el turno a sor María de la Eucaristía, tomó las fotografías una después de otra, dirigiéndoles sus más graciosas sonrisas y diciéndoles por turno: «Buenos días, Fifine... Buenos días, Serafín». Estas expresiones de cariño hicieron reír a todas las carmelitas, que están muy contentas de tener una postulante tan simpática. Su hermosa voz constituye nuestra dicha y el encanto de nuestras recreaciones. Pero, sobre todo, lo que alegra mi corazón mucho más que todos los talentos y las cualidades exteriores de nuestro ángel querido, son sus buenas disposiciones para la virtud. Es muy grande, querida Juana, el sacrificio que Dios acaba de pedirte. ¿Pero no ha prometido «a quien deje por él padre o madre o hermana cien veces más en esta vida»? Pues bien, ¡por él, tú no has vacilado en separarte de una hermana a la que quieres mucho más de lo que se puede decir! ¡Y Jesús se va a sentir muy obligado a mantener su promesa...! Yo sé bien que, normalmente, esas palabras se aplican a las almas religiosas; sin embargo, en lo hondo de mi corazón, yo siento que han sido pronunciadas para los padres generosos que hacen el sacrificio de sus hijos, a quienes quieren más que a sí mismos... ¿Y no has recibido tú ya ese céntuplo que Jesús prometió...? Sí, la paz y la felicidad de tu Mariíta han traspasado las rejas de la clausura para ir a derramarse en tu alma... Y tengo la íntima convicción de que pronto recibirás un céntuplo más abundante: de que un angelito vendrá a alegrar tu hogar y a recibir tus besos de madre... (2rº) Querida hermanita, tendría que haber comenzado agradeciéndote el regalo que quieres hacerme para mi santo. Me he emocionado mucho, te lo aseguro; pero perdóname si te digo sinceramente lo que me gustaría. Ya que deseas darme gusto, preferiría, en vez de pescado, un modelo de flores4. Pensarás que soy una egoísta, pero, ¿sabes?, mi tío mima a sus queridas carmelitas, que están muy seguras de que no se van a morir de hambre... A Teresita, a quien nunca le gustaron las cosas de 5 comer, sí que le gustan mucho las cosas útiles para su comunidad, y sabe que, con los modelos, podemos ganar dinero para comprar pescado. Esto parece un poco la historia de la lechera, ¿no? En fin, si me regalas un ramo de agavanzos, estaré muy contenta. Si no los hay, mándame vincapervincas o capullos de oro, incluso cualquier otra flor corriente me gustaría igual.
Temo pecar de indelicadeza. Si es así, no hagas caso a mi petición y recibiré muy agradecida el pescado que me regales, sobre todo si quieres añadirle las perlas de que me hablaste el otro día...
Ya ves, querida Juana, cómo he cambiado y que, lejos de guardar silencio, hablo como una cotorra y soy demasiado atrevida al pedir... ¡Es tan difícil guardar el justo medio...! Por suerte, una hermana lo perdona todo, incluso las
inoportunidades del pequeño benjamín...
He interrumpido tantas veces la carta, que no tiene ilación. Había pensado muchas cosas hermosas acerca del ciento por uno de que te hablaba al princi(2vº)pio, pero me veo obligada a guardar esas cosas hermosas en lo hondo de mi corazón y a pedir a Dios que las haga realidad en ti, pues no tengo tiempo de enumerártelas.
Tengo que ir «al lavado», a escuchar, mientras froto la ropa, a mi querido diablillo que seguramente cantará que «Este lavado nos llevará a la ribera sin tempestad...»6.
Nuestras dos Madres y todas tus hermanitas te mandan un millón de recuerdos cariñosos, lo mismo que a Francis. No me olvido que mañana se celebra la fiesta de san Lucas, uno de sus patronos7, así que ofreceré por él la sagrada comunión y pediré a Jesús que lo recompense por las molestias que se tomó en encontrarme las medicinas...
Un abrazo de corazón, querida Juanita, y cuenta con el afecto y la gratitud de tu más pequeña hermanita Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind.

NOTAS Cta 180
1 Francis, médico.
2 El «duendecillo» es María Guérin, convertida ahora en sor María de la Eucaristía; Fifine, Juana; y más abajo, Serafín es Francis.
3 Teresa tendría que haber dejado el noviciado el 8 de septiembre de 1893.
4 Con vistas a los trabajos de pintura, que se vendían en beneficio de la comunidad.
5 Cf CA 31.8.5.
6 Copla compuesta por sor María de la Eucaristía.
7 Patrono de los médicos.

Cta 181 A la señora de Guérin

J.M.J.T.
Jesús + 16 de noviembre de 1895
Querida tiíta: La más pequeñita de sus hijas quiere unir su débil voz al maravilloso concierto que sus hermanas mayores le harán oír con ocasión de su santo.
¿Qué me queda por desearle, querida tía...? Pienso que, después de todas las felicitaciones que le habrán sido dirigidas, a mí no que queda más que decir con todo el corazón: «¡Así sea...!» Todos los años le repito lo mismo: en la tierra no encuentro palabras que puedan expresar los sentimientos de mi alma. Por eso, me siento dichosa de unirme (vº) a mis tres hermanas mayores, y sobre todo a nuestro querido benjamín1, para ofrecerle mi felicitación en el día de su santo. No tengo tiempo de escribirle más largamente, querida tiíta, pero estoy muy segura de que usted sabrá adivinar todos los sentimientos de cariño de que rebosa mi corazón. El día de su santo ofreceré la comunión por usted y por nuestra querida abuela. Le ruego, querida tía, que colme de besos a todos los que amo, en especial a mi tío querido, y a él le encomiendo que le dé a usted un millón de besos de parte de su hijita, Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind.

NOTAS Cta 181 1 Sor María de la Eucaristía.

Cta 182 A sor Genoveva1

J.M.J.T. Jesús + 23 de febrero de 1896 Querida hermanita: Me pediste que te dijera lo que va a pasar en el cielo el día de tus bodas. Voy a intentar de hacerlo, pero siento, de entrada, que no voy ni siquiera a poder esbozar unas fiestas que no pueden describirse, pues ni el ojo del hombre vio, ni su oído oyó, ni su corazón puede imaginar lo que Dios tiene reservado para los que ama... El 24 de febrero, a medianoche, san Pedro abrirá las puertas del cielo. Inmediatamente después, saldrán los ángeles y los santos, con una alegría sin igual, para formar la corte del Rey y de su prometida. La Virgen Santísima, inmediatamente delante de la adorable Trinidad, avanzará, llevando el aderezo real de la esposa, su hija querida. Con delicadeza enteramente maternal, antes de bajar a la tierra, abrirá los abismos del purgatorio. Inmediatamente, multitudes innumerables de almas se abalanzarán sobre su liberadora para darle las gracias y para conocer de sus labios el motivo de su inesperada liberación. La dulce Reina les responderá: «Hoy es el día de las bodas de mi Hijo. Allá abajo, en la tierra del exilio, él se ha escogido desde toda la eternidad a un alma que le fascina y le cautiva entre millones y millones de otras almas que él ha creado también a su imagen. Esta alma privilegiada me ha dirigido esta oración: "En el día de mis bodas, yo quisiera que se aleje todo sufrimiento del reino de mi Esposo". Y en respuesta a su llamada, yo he venido a liberaros...
Ocupad un lugar en nuestro cortejo y cantad con los bienaventurados las glorias de Jesús y de Celina». Entonces todo el cielo bajará a la tierra y encontrará a la feliz prometida postrada ante el sagrario2; al acercarse el cortejo, ésta, levantándose, saludará atentamente a las falanges angélicas y a la multitud de los santos, y luego, acercándose a María, le presentará su frente para que su beso maternal la prepare a recibir la señal y el beso del Esposo... Jesús tomará de la mano a su amada Celina y la conducirá a la pobre celdita del claustro de San Elías3 para que descanse allí unas horas. Toda la corte celestial vendrá a alinearse en ese estrecho recinto, los ángeles querrán comenzar su concierto, pero Jesús les dirá: «No despertéis a mi amada, dejadme solo con ella, pues no puedo separarme de ella ni un instante». La dulce Reina del cielo comprenderá los deseos de su divino Hijo y hará salir al luminoso cortejo y los llevará hacia la sala de bodas4. Inmediatamente comenzarán los preparativos para la fiesta. Miríadas de ángeles trenzarán coronas como nunca se han visto en la tierra, los querubines prepararán blasones más resplandecientes que los diamantes y sus primorosos pinceles pintarán con trazos imborrables el escudo de armas de Jesús y de Celina5. Lo pondrán por todas partes, en las paredes, en los arcos de los claustros, en le refectorio, en el coro, etc., y los pintores serán tan numerosos que muchas obras maestras no habrá dónde colocarlas; entonces un numeroso ejército de niñitos vendrá a ofrecerse a sostenerlas durante todo el día ante el Esposo y la esposa. Los ángeles, sonriendo, (1vº) se negarán a entregar sus blasones, pues los necesitarán para adornar a todos los santos y para adornarse a sí mismos y así demostrar que ellos son los humildes servidores de Jesús y de Celina. Para consolar a los niñitos, darán a cada uno de ellos un precioso blasoncito para que también ellos participen de la fiesta; luego los enviarán a deshojar rosas y lirios y continuarán con los espléndidos preparativos para la fiesta... Los pontífices y los doctores tendrán una gran misión que cumplir. A petición suya, el Cordero abrirá el Libro de la Vida. De este libro, ellos extraerán preciosos documentos sobre la Vida de Celina, y, para honrar a su Esposo, escribirán todas las gracias de elección y todos los sacrificios escondidos que encontrarán escritos en letras de oro por la mano de los ángeles. Quedará así compuesto, por obra de los doctores, un gran número de estandartes, que ellos mismos se reservarán el honor de llevar delante del cortejo real... Los apóstoles reunirán a todas las almas que Celina ya engendró para la vida eterna, y reunirán también a todos los hijos espirituales que aún debe engendrar en el futuro para su divino Esposo. Los santos mártires se guardarán muy bien de estar ociosos. Palmas sin igual y flechas inflamadas se dispondrán con conmovedora delicadeza a lo largo de todo el recorrido del cortejo real. Rendirán así homenaje al martirio de amor6 que deberá consumar en poco tiempo la vida de la feliz esposa... Necesitaría mucho tiempo para describir las múltiples ocupaciones de los santos confesores, ermitaños, etc., y de todas las santas mujeres. Baste con decir que cada uno de ellos desplegará todo su talento y toda su exquisitez para festejar dignamente tan hermoso día... Sin embargo, no puedo dejar en el olvido los cánticos de las vírgenes, las palmas y los lirios que con alegría indecible presentarán a Celina, su hermana querida. Ya veo a Cecilia, a Genoveva, a Inés, con su compañera Juana, la pastora, vestida con su traje de guerra. Veo a Celina, la patrona de nuestra prometida, ofreciéndole un ramo de las flores que llevan su nombre7... Veo sobre todo a toda la Orden del Carmen, resplandeciente con una nueva gloria. A la cabeza aparecerán santa Teresa, san Juan de la Cruz y la madre Genoveva. Estas bodas son verdaderamente su fiesta, ya que Celina es su hija querida... ¿Y podrá ser ajena a la gloria de un día tan hermoso la alegre multitud de los niños inocentes...? No, los veo jugando con sus coronas, que no se han ganado, y que se disponen a colocar sobre la cabeza de la que quiere parecérseles y no ganar corona alguna. Están orgullosos como reyes y mueven graciosamente a un lado y a otro sus rubias cabezas, pues se sienten triunfadores al ver que su hermana mayor los toma por modelo... De pronto, se acerca una madre de una belleza indecible y se coloca en medio de ellos, se detiene y, tomando de la mano a cuatro de los preciosos querubines, los viste con (2rº) vestidos más blancos que los lirios y con diamantes que brillan como el rocío al darle el sol... También se encuentra allí un venerable anciano de cabellos plateados, que los colma de caricias. Todos los demás niños, al ver esto, se quedan maravillados de semejante preferencia, y uno de ellos se acerca tímidamente a Teresita9 y le pregunta por qué esa hermosa señora los viste con tanta riqueza. «Es -responde Teresita con su voz argentina-, es que nosotros somos las hermanas y los hermanos de la feliz prometida del Rey Jesús. Elena y yo vamos a ser las damas de honor junto a los dos pequeños Josés, que nos llevarán de la 10 mano . Papá y mamá, a quienes veis aquí junto a nosotros, nos llevarán con nuestras hermanitas que aún están desterradas en la tierra, y cuando toda la familia se encuentre reunida gozaremos de una felicidad inigualable». En el colmo de su alegría, la pequeña Teresita se pondrá a aplaudir con sus lindas manitas más blancas que las alas de los cisnes, y luego exclamará, saltando al cuello de su papá y de su mamá: «¡Qué hermosura! ¡Sí, qué hermosura, las bodas de nuestra hermana querida...! Ya hemos venido aquí otras tres veces para fiestas como ésta, la de María, la de Paulina y la de Teresa (esa ladronzuela que me quitó el nombre), pero nunca he visto tan grandes preparativos, ¡bien se ve que Celina es la última...!» La pequeña Elena y los dos Josés harán también preciosos comentarios sobre su dicha de pertenecer a la familia de la reina de una fiesta tan hermosa. Y entonces, otros niñitos que los estaban escuchando, con la cabeza gravemente apoyada en su manita, se levantarán con mucha gracia y declararán que también ellos son hermanos de Celina. Y para demostrarlo, explicarán cómo y por parte de quién les viene este ilustre parentesco. Y sólo se escucharán gritos de alegría, y la Virgen Santísima se verá obligada a venir para restablecer la calma entre la tropa infantil. Acudirán también todos los santos. Y al conocer el motivo de ese extraordinario alborozo, les parecerá tan fascinante la idea, que se apresurarán todos ellos a hacer una genealogía con la que demostrar que son todos parientes cercanos de Celina. Y así, todos los pontífices, los gloriosos mártires, los guerreros (con san Sebastián11 a la cabeza), en una palabra toda la nobleza del cielo se sentirá orgullosa de dar el nombre de hermana a la esposa de Jesús, y la boda estará formada por una sola y gran familia. Pero volvamos al noble anciano, a la hermosa señora y a los cuatro querubines. Una vez hayan acabado de vestirse, entrarán en la sala capitular, los ángeles se inclinarán al verlos pasar, y les indicarán los magníficos tronos preparados para ellos, a ambos lados de la humilde silla destinada a la querida Madrecita. Entre sus manos, dentro de unas horas, se formarán los lazos indisolubles que deben unir a Jesús y a Celina. Y así, esta Madre, pequeña a los ojos de las criaturas12 pero grande a los ojos de Dios, cuyo lugar ocupa, recibirá las más abundantes bendiciones de sus padres queridos para derramarlas sobre la cabeza de su hermana e hija querida... Los santos y todos los ángeles vendrán, uno a uno, a felicitar al venerable patriarca y a su feliz esposa, que resplandecerán con una gloria totalmente nueva; y sus (2vº) queridos hijitos exclamarán llenos de asombro: «¡Papá! ¡Mamá!. ¡Qué guapos que estáis! ¡Qué pena que Celina no os vea...! Aunque sólo sea por hoy, mostradle vuestra gloria». «Dejadme actuar a mí, hijos míos -responderá papá-, vosotros no sabéis que si hoy me escondo es porque sé cuán gran premio sacará mi valiente13 de vivir sin consuelo en el destierro. Hace tiempo yo he sufrido mucho, y entonces Celina era mi único apoyo; ahora quiero ser yo el suyo. Pero no penséis que quiero quitarle el mérito del sufrimiento. No. Conozco muy bien el premio... Dios no se deja vencer en generosidad14. Él es ya mi gran recompensa15 y pronto será la de mi fiel Celina». «Es cierto -dirá a su vez mamá-, es mejor no mostrarnos a ella en tierra extranjera, pues Celina tan sólo está desterrada por un instante, para luchar y morir16. Pronto llegará el día en que Jesús será realmente su Señor y mi hijita la Señora. Así me lo decía ella cuando pequeñita17, y veo que tenía toda la razón». Esta conversación familiar será interrumpida por los ángeles, que vendrán a anunciar con gran solemnidad que la novia está ya lista para dirigirse a la Misa de Bodas. Entonces se formará el cortejo en un orden perfecto, e irán delante Jesús y Celina, rodeada de su familia del cielo y de la de la tierra. No puedo describir los transportes de amor de Jesús por Celina y la belleza radiante de ésta (pues estará vestida con las ropas que la misma Virgen María preparó para ella). Yo no sé si los habitantes del cielo habrán visto jamás una fiesta tan hermosa, pero no lo creo. Por lo que a mí respecta, sí le digo a mi hermana querida que ¡nunca he visto nada tan dulce para mi corazón...! No hablaré del momento mismo de la unión, pues las palabras no pueden expresar este misterio incomprensible que sólo en el cielo nos será revelado... Yo sólo sé que en ese momento la Trinidad bajará al alma de mi Celina querida y la poseerá totalmente, confiriéndole un resplandor y una inocencia superiores a las del bautismo... Yo sé que la Santísima Virgen se convertirá en la mamá de su hija predilecta de una forma más íntima y más maternal aún que en el pasado...
Yo sé que la pobre Teresita siente ya en su corazón una alegría tan grande al pensar en el hermoso día que pronto va a empezar, que se pregunta qué sentirá cuando llegue de verdad...
Hermanita querida, mi alma ha traducido muy mal sus sentimientos... Pensaba tantas cosas sobre las fiestas en el cielo, que apenas he podido esbozar el tema...
Yo no tengo un regalo de bodas que ofrecer a mi Celina; pero mañana tomaré en mis brazos a los preciosos querubines de los que le hablado, y ellos serán mi regalo. Puesto que queremos ser siempre niñas, tenemos que unirnos a ellos, y así yo seré la dama de honor de la señorita18 y llevaré un hermoso ramo de lirios.
Todo es nuestro, todo es para nosotras, ¡pues en Jesús lo tenemos todo19...!
La hermanita de Celina
Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz (2vºtv) Me olvidé de decir que, al despertar, Celina encontrará a su lado a Jesús, a María y a san José, a quien tanto ama, con papá, mamá y los angelitos. Ellos serán quienes la arreglen. Y me olvidé también de hablar de la alegría de Jesús cuando oiga a Celina pronunciar por (2rºtv) vez primera las palabras del Oficio divino20, que ese día serán su oficio, el de ella, el de la esposa de su alma, la encargada de hechizarle en medio de los campos...

NOTAS Cta 182
1 La profesión de sor Genoveva estaba fijada para el 24 de febrero. La novicia pidió a su hermana que le describiese la «fiesta del cielo» con esa ocasión. Teresa responde a su deseo, adaptándose a los gustos de Celina, en lo maravilloso y en la ornamentación recargada, también a su estilo.
2 En la víspera de la profesión se acostumbraba hacer oración en el coro hasta la medianoche.
3 La celda que ocupaba sor Genoveva.
4 A la sala capitular.
5 Cf Cta 183.
6 Cf el Acto de Ofrenda (Or 6).
7 Los asteres: cf Cta 98.
8 Cf PN 44.
9 María Melania Teresa Martin, muerta a los dos meses (1870).
10 Evocación de los otros tres hijos: Elena, José Luis y José Juan Bautista, muertos
en temprana edad.
11 «Yo quería mucho a san Sebastián», observa sor Genoveva. Cf Or 18.
12 Alusión a las dolorosas circunstancias que precedieron a la profesión de sor Genoveva, debido al temperamento de la madre María de Gonzaga. Cf CG p. 1182.
13 Uno de los sobrenombres de Celina.
14 Máxima que le gustaba mucho al señor Martin; cf Cta 158.
15 Texto bíblico muy familiar a Teresa (cf Ms A 74º; Ms C 5vº; Cta 145vº; 183; PN 17,15; RP 4,4vº; NPPA/AJ y G; en BT, pp. 52s), siguiendo al señor Martin, de quien escribe sor Genoveva: «Muchas veces sorprendíamos a nuestro padre querido en el mirador, y lo veíamos repetir, con la mirada perdida en el infinito y con un profundo acento, esta frase de la Sagrada Escritura, que le encantaba: «Ego sum merces tua magna nimis»» (...) Por eso hicimos imprimir este texto en la estampa de su recordatorio» (G/NPHF, p. 214).
16 Cf LAMARTINE, «Réflexion» en Recueillements poétiques.
17) Cf carta de la señora de Martin a Paulina, del 9 de julio de 1873.
18 Cf Cta 179, n. 1.
19 Cf SAN JUAN DE LA CRUZ, Oración del alma enamorada.
20 Según la costumbre de la época, la nueva profesa presidía el Oficio coral el día de su profesión.

Cta 183 A sor Genoveva1

24 de febrero de 1896 CONTRATO DE ALIANZA DE JESÚS CON CELINA YO, JESÚS, el VERBO ETERNO, el HIJO ÚNICO DE DIOS y de la VIRGEN MARÍA, me desposo hoy con CELINA, princesa desterrada, pobre y sin títulos. Me entrego a ella bajo el nombre de: EL CABALLERO del AMOR, del SUFRIMIENTO y del DESPRECIO2. No es mi intención todavía devolver a mi amada su Patria, ni devolverle sus títulos y su riqueza. Quiero que comparta conmigo la suerte que quise elegir para mí en la tierra... Aquí abajo mi rostro está escondido, pero ella sabe reconocerme cuando que los demás me desprecien. Yo, a cambio, coloco hoy en su cabeza el yelmo de la salvación3 y de la gracia, para que su rostro esté escondido como el mío... Yo quiero que esconda los dones que ha recibido de mí, dejándome dárselos o quitárselos a mi antojo, sin apegarse de ninguno de ellos, e incluso olvidando todo lo que puede engrandecerla a sus ojos o a los de las criaturas. En adelante, mi amada se llamará GENOVEVA DE SANTA TERESA (su título más glorioso, el de MARÍA DE LA SANTA FAZ, permanecerá escondido en la tierra4, para brillar en el cielo con incomparable resplandor). Será pastora del único Cordero5 que hoy se convierte en su Esposo. Nuestra unión engendrará almas más numerosas que las estrellas del firmamento, y la familia de la Seráfica Teresa se alegrará con el nuevo esplendor que le será dado. Genoveva soportará pacientemente la ausencia de su Caballero, dejándole combatir solo para que sólo él tenga el honor de la victoria; ella se conformará con manejar la espada del amor6. Su voz me hechizará, cual dulce melodía, en medio de los campos de batalla. El más leve de sus suspiros de amor abrasará con ardor renovado a mis tropas más escogidas. El alimento que yo, la Flor de los campos y el Lirio de los valles, quiero dar a mi amada será el Trigo de los elegidos y el vino que hace germinar a las vírgenes... Recibirá este alimento de las manos de la Humilde y Gloriosa Virgen María, Madre de los dos...
Yo quiero vivir en mi amada, y, en prenda de esta vida, le doy mi Nombre7, y ese sello real será la señal de su omnipotencia sobre mí corazón. MAÑANA, DÍA DE LA ETERNIDAD8, me alzaré el casco... Mi amada verá el resplandor de mi Faz adorable... Oirá el NOMBRE NUEVO que le tengo reservado... ¡Y recibirá, como Gran Recompensa a la BIENAVENTURADA TRINIDAD! Después de haber compartido la misma Vida escondida, gozaremos en nuestro Reino de las mismas GLORIAS, del mismo TRONO, de la misma PALMA y de la misma CORONA... Y nuestros dos corazones, unidos para toda la eternidad, ¡¡¡se amarán con un mismo AMOR ETERNO...!!! Dado en la Montaña del Carmelo, bajo nuestra firma y con el sello de nuestras armas, en la fiesta de mi Agonía9, el día veinticuatro de febrero del año de gracia de mil ochocientos noventa y seis.
T. DEL NIÑO JESÚS, EDITORA DEL CABALLERO DIVINO

NOTAS Cta 183
1 La víspera de su profesión, sor Genoveva encuentra en su celda un sobre sellado con la efigie de la Santa Faz y con esta dirección: «Envío del Caballero Jesús. A mi queridísima esposa, Genoveva de Santa Teresa, que vive de amor en la montaña del Carmelo, Tierra de destierro»; En el ángulo superior derecho, efigie de la Santa Faz imitando un sello de correos; en el ángulo superior izquierdo: «Pergamino precioso»; en el ángulo inferior izquierdo: «Certificada»; en el inferior derecho: «Valor inestimable». Al dorso del sobre, un gran sello de cera parda, con las armas del Carmelo y matasellos en tinta negra: «Montaña del Carmelo. 26 febrero 96.
Tierra de destierro». Dentro del sobre, un pergamino iluminado, en el que figuraba el escudo de armas de Celina con su divisa: «El que pierde, gana», y el texto que sigue.
2 Cf Ms A 73vº y Cta 185.
3 Según la traducción de la Regla del Carmelo.
4 Cf Cta 174, n. 1. En 1916 sor Genoveva recuperará el apellido «de la Santa Faz», convirtiéndose definitivamente en «Genoveva de la Santa Faz».
5 Cf PN 10,4,4+.
6 Cf Or 17.
7 Alusión al monograma IHS; cf Cta 179, n. 2.
8 Cf Cta 118 y Ms A 77vº.
9 El lunes 24 de febrero de 1896, al haber sido trasladada la fiesta de san Matías al 25 debido al año bisiesto, se celebró el Oficio de la Agonía de Nuestro Señor.

Cta 184 A sor Genoveva

24 febrero de 1896
J.M.J.T.
A ti, hija mía querida, te ofrezco como regalo de bodas la última lágrima1 que derramé en esta tierra de destierro. Llévala sobre tu corazón y recuerda que para una sor Genoveva de Santa Teresa el camino para llegar a la santidad es el sufrimiento. No te costará amar la cruz y las lágrimas de Jesús si piensas frecuentemente en estas palabras: «¡Él me amó y se entregó por mí!» Madre Genoveva

NOTAS Cta 184 1 En la tarde del 5 de diciembre de 1891, Teresa había recogido la «última lágrima» de la madre Genoveva (cf Ms A 78vº). Esta reliquia se la ofrece hoy a su hermana en nombre de la fundadora.

Cta 185 A sor Genoveva1

24 de febrero-27 de marzo de 1896
(Al recto, en góticas:)
POSUIT SIGNUM IN FACIEM MEAM...!2
Santa Inés, v. m.
(Al dorso:)
Recuerdo del más hermoso de los días... Del día que encierra y confirma todas las gracias de que Jesús y María colmaron a su amada Celina...
Por amor, Celina apretará en adelante contra su corazón las espinas del sufrimiento y del desprecio. Pero no tiene miedo, pues sabe por experiencia que María puede cambiar en leche la sangre que se escapa de las heridas producidas por el amor...
Con la mano izquierda, Celina aprieta las espinas, pero con la derecha no cesa de abrazar a Jesús, el divino ramillete de mirra que descansa sobre su corazón.
Sólo para él engendrará Celina almas, regará con sus lágrimas las semillas y Jesús estará siempre feliz de llevar manojos de lirios en sus manos...
Los cuatro querubines, cuyas alas apenas rozaron la tierra3, acuden y contemplan embelesados a su hermana querida; acercándose a ella, esperan participar de los méritos de sus sufrimientos, y, a cambio, proyectan sobre ella el resplandor inmaculado de la inocencia y de todos los dones que el Señor les prodigó gratuitamente.
24 de febrero-17 de marzo de 1896.
Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel.carm.ind.

NOTAS Cta 185
1 Estampa-recuerdo para su profesión y su toma de velo.
2 «Puso su señal en mi rostro»: responsorio del Oficio de santa Inés, recogido por el Ceremonial para la imposición del velo. Cf PN 26,7.
3 Los hermanitos y hermanitas de que hablaba en la Cta 182.



SEPTIMO PERÍODO NUEVO PRIORATO DE LA MADRE MARÍA DE GONZAGA (21 de marzo de 1896-30 de septiembre de 1897)

Cta 186 A Leonia

11 de abril de 1896
J.M.J.T.
Querida Leonia: Tu hermanita más pequeña no puede tampoco dejar de decirte cuánto te quiere y cómo se acuerda de ti, sobre todo en este día de tu santo.
No tengo nada para regalarte, ni siquiera una estampa. Pero no, digo mal, te ofreceré mañana la divina Realidad, a Jesús-Hostia, TU ESPOSO y el mío...
Querida hermanita, ¡qué hermoso es poder las cinco llamar a Jesús «nuestro Amado»! Pero ¿qué será cuando le veamos en el cielo y le sigamos a todas partes, cantando el mismo cántico, el que sólo a las vírgenes les está permitido repetir...?
(vº) Entonces comprenderemos el valor del sufrimiento y de las pruebas, y repetiremos como Jesús: «Verdaderamente, era necesario que nos probase el sufrimiento para hacernos entrar en la gloria».
Hermanita querida, no puedo decirte todos los profundos pensamientos referentes a ti que encierra mi corazón. Lo único que quiero repetirte es esto: «que te quiero mil veces más tiernamente de los que se quieren las hermanas normales y corrientes, ya que yo puedo amarte con el Corazón de nuestro Esposo celestial».
En él vivimos de la misma vida, y en él seguiré siendo por toda la eternidad
Tu hermana más pequeña, Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind.

Cta 187 A sor María de la Trinidad

30 de abril de 1896
Querida hermanita: Quisiera tener flores inmortales para ofrecerte en recuerdo de este hermoso día1, pero sólo en el cielo nunca se marchitarán las flores... Estas miosotis, al menos, te dirán que en el corazón de tu hermanita quedará siempre grabado el recuerdo del día en que Jesús te dio el beso de una unión que debe terminarse, o, mejor, consumarse en el cielo...
Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm.

NOTAS Cta 187
1 La profesión de sor María de la Trinidad, el 30 de abril de 1896. Este billete fue
colocado sobre el lecho de la joven profesa, que Teresa había cubierto de miosotis.
«Me figuro ser Juana de Arco asistiendo a la coronación de Carlos VII», dirá
Teresa de esta profesión (Circular de sor María de la Trinidad, p. 7). De hecho, la perseverancia de la joven carmelita fue, en gran medida, obra suya.

Cta 188 A sor María de la Trinidad

7 de mayo de 1896 (En el anverso:) Padecer y ser despreciada por amor1 (En el reverso:) Pensamientos de nuestro Padre san Juan de la Cruz: Cuando la afición (a las criaturas) es puramente espiritual, creciendo ella, crece la de Dios, y cuanto más se acuerda de ella, tanto más se acuerda de Dios y le da gana de Dios, y creciendo en lo uno crece en lo otro. Tal es el que anda enamorado de Dios, que no pretende ganancia ni premio, sino sólo perderlo todo y a sí mismo en su voluntad por Dios. A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición2. Recuerdo del 7 de mayo, del año de gracia de 18963. Obsequiado a mi querida hermanita María de la Trinidad y de la Santa Faz. Sor Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm. ind.

NOTAS Cta 188 1 Palabras de san Juan de la Cruz (cf Cta 81 (y Ms A n. 340)), con la adición de Teresa: «por amor». Los textos de esta carta 188 figuran en una estampa del Santo. 2 Sentencias 129, 130 y 70, extraídas de las Maximes et Avis spirituels de notre Bienheureux Père Saint Jean de la Croix, uno de los pocos libros que Teresa tuvo al alcance de su mano. (En realidad, en los escritos del Santo, esos tres textos se encuentran: el primero, en Noche Oscura 1,4,7; el segundo, en Cántico Espiritual (B), 29,11; y el tercero, en Dichos de Luz y amor, 60. N. del T.) 3 Toma de velo de sor María de la Trinidad.

Cta 189 Al P. Roulland

J.M.J.T. 23 de junio de 1896 Jesús + Carmelo de Lisieux Reverendo Padre: He pensado que le daría una alegría a nuestra Madre regalándole para el 21 de junio, que es su santo, un corporal y un purificador con una palia, para que ella tuviese el gusto de enviárselo a usted para el día 291. A esta venerada Madre le debo la dicha íntima de estar unida a usted por los lazos apostólicos de la oración y la mortificación; por eso le pido, Reverendo Padre, que me ayude en el altar a pagar mi deuda de gratitud. Me siento muy indigna de estar especialmente asociada a uno de los misioneros de nuestro adorable Jesús; pero como la obediencia me confía esta dulce tarea2, estoy segura de que mi celestial Esposo suplirá mis pobres méritos (sobre los que no me apoyo lo más mínimo) y de que escuchará los deseos de mi corazón, fecundando su apostolado. Me sentiré verdaderamente feliz de trabajar con usted por la salvación de las almas. Para eso me hice carmelita: al no poder ser misionera por la acción, quise serlo por el amor y la penitencia como santa Teresa, mi seráfica Madre... Le ruego, Reverendo Padre, que pida para mí a Jesús, el día en que se digne bajar del cielo por vez primera al conjuro de su voz, que le pida que me abrase con el fuego de su amor para que luego pueda yo ayudarle a usted a encenderlo en los 3 corazones .
Hace tiempo que deseaba conocer a un apóstol que quisiese pronunciar mi nombre en el altar el día de su primera Misa... Deseaba prepararle yo misma los lienzos sagrados y la blanca hostia destinada a ocultar al Rey del Cielo... Ese Dios de bondad ha querido hacer realidad mi sueño y mostrarme una vez más cómo le gusta colmar los deseos de las almas que le aman sólo a él.
Si no temiese ser indiscreta, le pediría también, Reverendo Padre, que tuviese cada día en el altar un (vº) recuerdo para mí... Cuando el océano le separe de Francia, al mirar la palia que tan gustosamente he pintado, recuerde que en la montaña del Carmelo un alma ruega sin cesar al divino Prisionero del amor por el éxito de su gloriosa conquista.
Desearía, Reverendo Padre, que nuestra unión apostólica sólo fuese conocida por Jesús4, y pido una de sus primeras bendiciones para quien se sentirá feliz de llamarse eternamente Su indigna hermanita en Jesús-Hostia Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm. ind.

NOTAS Cta 189
1 Fecha de la primera Misa del P. Roulland, ordenado el 28 de junio.
2 Cf Ms C 33vº, 32rº y CA 8.7.16.
3 Cf PN 17,10; 24,17; 35,5; 47,5; RP 4,4vº.
4 La madre María de Gonzaga había pedido a Teresa que guardase secreto respecto
a esta correspondencia. Para la comunidad, el P. Roulland es «el misionero de nuestra Madre» (Cf Cta 221).


CARTAS – Teresa del Niño Jesús 179