Teresa III Cartas 35

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Carta XXXV

A D. Diego de Guzmán y Cepeda, sobrino de la Santa.

Jesús


1 La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra merced y le dé el consuelo que es menester, para tanta pérdida, como al presente nos parece. Mas el Señor que lo hace, y nos quiere más que nosotros mesmos, traerá tiempos, que entendamos era esto lo que más bien puede hacer a mi prima, y a todos los que la queremos bien: pues siempre lleva en el mejor estado.

2. Vuestra merced no se considere vida muy larga, pues todo es corto lo que se acaba tan presto: sino advierta, que es un momento lo que le puede quedar de soledad, y póngalo todo en las manos de Dios, que su Majestad hará lo que más convenga. Harto gran consuelo es ver muerte, que tan cierta seguridad nos pone, que vivirá para siempre. Y crea vuestra merced que si el Señor ahora la lleva, que terná mayor ayuda vuestra merced y sus hijos, estando delante de Dios. Su Majestad nos oiga, que harto se le encomiendo, y a vuestra merced dé conformidad con todo lo que hiciere, y luz para entender cuan poco duran los descansos, y los trabajos desta vida.

Indigna sierva de vuestra merced.

Teresa de Jesús.
Notas.


1. El caballero para quien es esta carta fue don Diego de Guzmán y Cepeda, sobrino de la Santa, hijo de su hermana doña María de Cepeda, y de Martín de Guzmán y Barrientos; cuya sucesión conserva hoy don Nuño Ordóñez del Águila, caballero del hábito de Santiago, por su madre doña Constancia del Águila y Guzmán, biznieta de don Diego de Guzmán. Casó este caballero con su tía doña Gerónima de Tapia, prima hermana de santa Teresa, hija de Francisco Álvarez de Cepeda, hermano del señor Alonso Sánchez de Cepeda, padre dichosísimo de santa Teresa.

2. Consuela pues en esta carta la Santa a su sobrino en la muerte de su mujer, muy espiritualmente. Lo primero, conque aunque parece a los ojos de la carne que se pierde; pero llegará tiempo en que se vea [187] que fue ganancia la pérdida, cuando se conozca que caminar a morir, fue caminar a gozar; pues quien santamente muere, siempre vive.

3. Dale luego un consuelo excelente, para pasar bien su dolor, que es mirar, como en un espejo clarísimo en la muerte de su esposa, la propia suya; y advertir, que si fue un soplo el tiempo que la tuvo en su compañía, también lo sería su vida: y que no hay que no padezca con consuelo un soplo breve de vida, pues apenas se comienza a padecer, cuando se acaba con la muerte el padecer.

4. Añade, cuánto más podría la difunta favorecer a sus hijos desde la gloria, que no desde el destierro, cuánto va de ser aquí cautiva, desterrada, y atribulada, y en el cielo libre, poderosa, y rica. ¿Pues qué riquezas, qué bienes, qué poder como el de las almas que están gozando de Dios?

5. Últimamente pido a su divina Majestad le dé luz, para que vea cuán corta es siempre la vida, y que estando asidas a ella las fatigas, y las miserias, no es posible que sean largas, ni grandes los accidentes, que dependen de una ligera, y momentánea vida. Y esto no sólo consuela al cristiano, sino que solía consolar al estoico gentil; porque decía padeciendo: Lo pasado ya se fue, lo venidero no ha llegado, sólo un punto estoy padeciendo. Por esto dijo san Pablo (2Co 4,17), que esto momentáneo, y leve de nuestras tribulaciones, engendra un peso eterno de gloria; y por aquella ¿quién no padece tribulaciones?



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Carta XXXVI

Al licenciado Gaspar de Villanueva. En Malagón.


1. Jesús sea con vuestra merced mi padre. Yo le digo, que si como tengo la voluntad de alargarme, tuviera la cabeza, que no fuera tan corta. Con la de vuestra merced la recibí muy grande. En lo que toca al negocio de su hermana, y hija mía, yo me huelgo no quede por su parte, y por la de vuestra merced. No sé qué algarabía es esta, ni en qué se funda la madre presidente. La madre priora Brianda, me escribió sobre ello: yo la respondo: paréceme que se haga lo que ella escribiere, si a vuestra merced le parece; y si no hágase lo que mandare, que yo no quiero hablar más en este negocio.

2. En lo que toca a la hermana Mariana, yo deseo haga profesión en su lugar; y como sepa decir los salinos, y esté atenta a lo demás, yo sé que cumple: por otras profesiones que han hecho ansí, por parecer de letrados, que ansí lo envió a decir a la madre presidente, si a vuestra merced no le parece otra cosa, y si le parece, yo me rindo a lo que vuestra merced mandare.

3. A la hermana Juana Bautista, y a Beatriz suplico a vuestra merced dé mis encomiendas: y que teniendo a vuestra merced no hay para [188] qué ir a la madre con cosas interiores, pues les parece no quedan consoladas: que acaben ya de quejas, que no las mata esa mujer, ni tiene distraída la casa, ni las deja de dar lo que han menester; porque tiene mucha caridad. Ya las tengo entendidas: mas hasta que el padre visitador vaya por allá, no se puede hacer nada.

4. ¡Oh mi padre, qué trabajo es ver tantas mudanzas en las desa casa! ¡Y qué de cosas les parecían insufribles de la que ahora adoran! Tienen la perfección de la obediencia con mucho amor propio, y ansí las castiga Dios en lo que ellas tienen la falta. Plegue a su Majestad nos perficione en todo. Amén. Que muy en el principio andan esas hermanas; y si no tuviesen a vuestra merced no me espantaría tanto. Nuestro Señor le guarde. No me deje de escribir, que me es consuelo, y tengo poco en que le tener. 17 de abril.

5. Pensé responder a la hermana Mariana: y cierto que no está la cabeza para ello. Suplico a vuestra merced la diga, que si ansí obra como escribe, que aunque falte el muy bien leer, lo perdonaremos. Mucho me consoló su carta; que en respuesta envío la licencia para que haga la profesión: que aunque no sea en manos de nuestro padre si tarda mucho, no la deje de hacer, si a vuestra merced no le parece otra cosa; que buenas son las de vuestra merced para el velo: y no ha de hacer cuenta la hace sino en las manos de Dios, como ello es.

Indigna sierva, y hija de vuestra merced.

Teresa de Jesús.
Notas


1. Este sacerdote estaba en Malagón, y asistía a las religiosas de aquel convento. En el primero número no hay que notar.

2. Acerca del segundo se ha de advertir, que la madre priora de este convento de Malagón, que lo era la madre Brianda de san José, merecedora por su mucha virtud, y talento de la estimación, que santa Teresa hizo de ella, como lo muestra en algunas de sus cartas, tuvo una grave, y prolija enfermedad, originada, como dicen las corónicas (tom. 2, lib. 7, cap. 4), de lo mucho que trabajó recién entrada en la Orden. La cual obligó a la Santa a mudarla a Toledo, y poner presidente. De ella habla en este número. Facilita en él la profesión de una religiosa, aunque no sepa muy perfectamente el rezo; porque aunque esto es bueno, puede haber otras causas mayores, por las cuales se supla lo que menos importa por lo que importa más.

3. En el número tercero dice: Que pues no se consuelan con la madre presidente, cuando van con cosas interiores las religiosas, busquen a su confesor, que era este sacerdote. Y es discreción muy grande encaminar a las almas donde han de hallar el consuelo, porque es terrible cosa ir [189] por él, y volver sin él, y raras veces se vuelve en estas ocasiones con el mismo desconsuelo, sino con mucho mayor, cuando no hallan el consuelo; conque, cuando buscan la medicina, agravan la enfermedad.

4. En el mismo número defiende a la madre presidente; porque si ésta no tiene las espaldas seguras en la fundadora, no será presidente, sino el desprecio del convento. No tienen más poder, ni mano, ni autoridad los prelados ordinarios, de lo que los defendieron los superiores. Si unos a otros no se mantienen en la autoridad, todo será confusión, y discordia, y perdición de la Orden: Omne sub alio imperium est. No hay mano, que no tenga otra mano sobre sí; y si las manos de los que mandan no andan unidas, las de los que obedecen andarán libres, y atrevidas.

5. Añade en el número cuarto: Que no nace el descontento en las religiosas de la prelada, sino del amor propio, que ellas se tienen. Porque quieren obedecer; pero a quien quieren obedecer, y no a quien no quieren obedecer. Y ese querer obedecer con tanto querer, es imperfecto modo de obedecer, y muy bellaco modo de querer; porque el que obedece, no ha de querer lo que él quiere, sino lo que Dios, y su prelado quieren.

6. Luego dice discretísimamente, que eso que ellas quieren como descanso, será su tormento. Y es certísimo que cuanto tenemos de propia voluntad, tanto tenemos de inquietud; y así el que tiene su voluntad resignada a la de Dios, dice san Doroteo, que aunque padezca mucho, y tenga infinitas cruces, anda en un carro con todas ellas. Pero al revés, el que tiene propia voluntad anda a pie arrastrando su cruz y esta sola pesa más que todas aquellas: Qui in omnibus divinam voluntatem conatur exequi, in curru cum omnibus crucibus suis vehitur a Domino: qui vero hanc itineris ageodi rationem, et compenditon ignorant; pedites onerosas cruces laboriose portant (S. Dorot. serm. de obed.). La razón de esto es; porque el que se conforma con la cruz que Dios le envía, Dios le lleva todo el peso; mas el otro, él sólo se lleva la cruz a su peso, y sus pesadumbres; y con el dedo de Dios llevaría yo a todo el mundo de peso sin trabajo; y sin su dedo, dos solas pajitas en forma de cruz, pesan más que todo el mundo.



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Carta XXXVII

A Diego Ortiz, ciudadano de Toledo.


1. El Espíritu Santo sea siempre en el alma de vuestra merced y le dé su santo amor, y temor. Amén. El padre doctor Pablo Hernández me ha escrito la merced, y limosna, que vuestra merced me hace en querer hacer casa desta sagrada Orden. Por cierto yo creo, que nuestro Señor, y su gloriosa Madre, Patrona, y Señora mía, han movido el corazón a vuestra merced para tan santa obra, en que espero se ha de servir mucho su Majestad, y vuestra merced salir con gran ganancia de bienes espirituales. Plegue a él lo haga como yo, y todas estas hermanas se lo [190] suplicamos, y de aquí adelante será toda la Orden. Ha sido para mí muy gran consolación, y ansí tengo deseo de conocer a vuestra merced para ofrecerme en presencia por su sierva, y por tal me tenga vuestra merced desde ahora.

2. Es nuestro Señor servido, que me han faltado las calenturas. Yo me doy toda la priesa que puedo a dejar esto a mi contento. Y pienso, con el favor de nuestro Señor, se acabará con brevedad. Y yo prometo a vuestra merced no perder tiempo, ni hacer caso de mi mal, aunque tornasen las calenturas, para dejar de ir luego, que razón es, pues vuestra merced lo hace todo, haga yo de mi parte lo que es nada, que es tomar algún trabajo; pues no habíamos de procurar otra cosa los que pretendemos seguir a quien tan sin merecerlo, siempre vivió con ellos.

3. No pienso tener sola una ganancia en este negocio: porque (según mi padre Paulo Hernández me escribe de vuestra merced) seralo muy grande conocerle, qué oraciones son las que me han sustentado hasta aquí; y ansí pido por amor de Dios a vuestra merced no me olvide en las suyas.

4. Paréceme, que si su Majestad no ordena otra cosa, a más tardar estaré en ese lugar a dos semanas andadas de Cuaresma; porque como voy por los monasterios, que el Señor ha sido servido de fundar estos años (aunque de aquí despacharemos presto), me habré de detener algún día en ellos. Será lo menos que yo pudiere, pues vuestra merced lo quiere, aunque en cosa tan bien ordenada, y ya hecha, no tendré yo más de mirar, y alabar a nuestro Señor. Su Majestad tenga a vuestra merced siempre de su mano, y le dé la vida, y salud, y aumento de gracia que yo lo pido. Amén. Son hoy nueve de enero.

Indigna sierva de vuestra merced.

Teresa de Jesús, Carmelita.
Notas


1. Esta carta es para un dichoso ciudadano de Toledo, que le puso Dios en el corazón que fundase la casa de Carmelitas descalzas, que hay en aquella ciudad; y quien como yo las ha visto, y admirado su virtud, tendrá por dichoso a este caballero.

2. Tres cosas pueden notarse en esta carta. La primera, la cortesanía, gracia, y agrado, con que reconoce la Santa este beneficio en el número primero. La segunda, cuán poco estimaba su salud, para multiplicarle al Señor los repetidos conventos, que le hacía; pues con calenturas se disponía a servirlo, y caminar, por lograr, y dar gusto a su Esposo, a costa, y con riesgo de su vida. La tercera, el cuidado en visitar los conventos; y que andaba como una madre solícita, reconociendo, aconsejando, [191] advirtiendo persuadiendo, enseñando a sus hijas sin cesar un punto en el ministerio: Sicut Aquila provocans ad volandum pullos suos (Dt 32 Dt 11).

3. Esta fundación de Toledo la refiere la Santa en sus fundaciones discretísimamente (L. Fund. cap. 14); y aunque parece que se la halló hecha, tuvo bien que hacer, porque se desconcertó con el fundador, y se quedó empeñada con sus monjas, y en la calle. Y así hubo de alquilar una casa, y en un momento la hizo convento; y con tres mantas, y dos jergones, se levantó aquel admirable edificio, al cual después asistieron los fundadores, y la Santa se concertó con ellos. Pero no quiso Dios que se fundase al principio sobre riqueza, y comodidades, ni sobre las grandezas del Tabor, sino sobre las pajas del santísimo pesebre.



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Carta XXXVIII

A Alonso Ramírez, ciudadano de Toledo.


1. Sea con vuestra merced el Espíritu Santo; y pague a vuestra merced la consolación, que me dio con su carta. Vino a tiempo en que yo andaba con harto cuidado con quien escribir para dar cuenta a vuestra erced de mí, como a quien es razón no haga ninguna falta. Poco más tardaré de lo que dije en mi carta, porque yo digo a vuestra merced que no parece que pierdo hora; y ansí aún no he estado quince días en nuestro monasterio, después que nos pasamos a la casa; que fue con una procesión de harta solemnidad, y devoción: sea el Señor por todo bendito.

2. Estoy desde el miércoles con la señora doña María de Mendoza, que por haber estado mala no había podido verme, y tenía necesidad de comunicarle algunas cosas. Pensé estar sólo un día; y ha hecho tal tiempo de frío, nieve, y hielo, que parece no se sufría caminar, y ansí he estado hasta hoy sábado. Partiré el lunes, con el favor de nuestro Señor, sin falta, para Medina; y allí, y en san José de Ávila, aunque más priesa me quiera dar, me detendré más de quince días, por haber necesidad de entender en algunos negocios, y ansí creo los tardaré más de lo que había dicho. Vuestra merced me perdonará, que por esta cuenta que le he dado, verá que no puedo más; no es mucha la dilación. Suplico a vuestra merced que en comprar casa no se entienda hasta que yo vaya, porque querría fuese a nuestro propósito; pues vuestra merced y el que esté en gloria nos hacen la limosna.

3. En lo de las licencias, la del rey tengo por fácil con el favor del cielo, aunque se pase algún trabajo, que yo tengo experiencia, que el [192] demonio puede sufrir mal estas casas, y ansí siempre nos persigue; mas el Señor lo puede todo, y él se va con las manos en la cabeza.

4. Aquí habemos tenido una contradicción muy grande, y de personas de las principales que aquí hay; ya se ha todo allanado. No piense vuestra merced que ha de dar a nuestro Señor sólo lo que piensa ahora, sino mucho más; y ansí gratifica su Majestad las buenas obras, con ordenar como se hagan mayores, y no es nada dar los reales, que nos duele poco. Cuando nos apedreen a vuestra merced y al señor su yerno, y a todos los que tratamos en ello (como hicieron en Ávila casi, cuando se hizo san José) entonces irá bueno el negocio, y creeré yo, que no perderá nada el monasterio, ni los que pasaremos el trabajo, sino que se ganará mucho. El Señor lo guíe todo como ve que conviene. Vuestra merced no tenga ninguna pena. A mí me la ha dado, falte de ahí mi padre: si fuere menester, procuraremos que venga. En fin comienza ya el demonio. Sea Dios bendito, que si no le faltamos, no nos faltará.

5. Por cierto yo deseo harto ver va a vuestra merced que me pienso consolar mucho, y entonces responderé a las mercedes que me hace en su carta. Plegue a nuestro Señor halle yo a vuestra merced muy bueno, y a ese caballero yerno de vuestra merced en cuyas oraciones me encomiendo mucho, y en las de vuestra merced. Mire que lo he menester para ir por esos caminos con harto ruin salud, aunque las calenturas no me han tornado. Yo terné cuidado, y le tengo de lo que vuestra merced me manda, y estas hermanas lo mesmo. Todas se encomiendan en las oraciones de vuestra merced. Téngale nuestro Señor siempre de su mano. Amén. Hoy sábado 19 de febrero. Fecha en Valladolid.

Indigna sierva de vuestra merced.

Teresa de Jesús, Carmelita.

6. Esa carta mande vuestra merced dar a mi señora doña Luisa de la Cerda, y muchas encomiendas mías. Al señor Diego de Ávila no tengo lugar de escribir, que aun la carta de mi señora doña Luisa no va de mi letra. Dígale vuestra merced de mi salud, suplícoselo; y que espero en el Señor verlo presto. No tenga vuestra merced pena de las licencias, que yo espero en el Señor se hará todo muy bien.
Notas.


1. Esta carta es bien cariñosa, como la Santa las sabía escribir, cuando quería hacer fundaciones, y facilitarle el negocio a Dios, con la suavidad, discreción, y dulzura de su pluma. [193]

2. En el primer número dice la priesa, que se da para llegar a Toledo, y el frío, y la aspereza del tiempo; y acabada de tener calentura, y aun con ella, se arrojaba la esposa a buscar al Esposo celestial. ¡Lo que se holgaría de verla con escarcha en la cabeza! Trocadas andan aquí las finezas de los Cantares (Ct 5,2). Allí el Esposo estaba a la puerta de la Esposa, con escarcha en la cabeza; aquí la esposa está con ella a las puertas del Esposo. ¡Oh amor! ¡Oh caridad! cuanto más abrasas, helando el tiempo, que enfría el tiempo con todo su hielo a la caridad.

3. Dice en el segundo número, que estaba con aquella señora doña María de Mendoza (de quien hemos hablado en otra carta) muy santa, y muy limosnera; y cuando no lo fuera, quedaría abrasada, muy enamorada, y santa, con el fuego espiritual de la Santa.

4. En el número tercero, y cuarto, con grande desembarazo, como quien estalla ya acostumbrada a vencer al demonio, le anima a este honrado ciudadano, y le dice: Que aunque pase algún trabajo, tengo por experiencia, que el demonio no puede sufrir estas casas, y ansí siempre las persigue; pero el Señor las ayuda, y sale el enemigo con las manos en la cabeza. Era santa Teresa, como el caballero de el Apocalipsi: Vincens, ut vinceret (Ap 6,2). Vencedor, para vencer; porque de las primeras victorias cobraba aliento, para vencer, y triunfar, en las segundas.

5. En el número quinto dice lo que le desea ver, envía muchos recados al yerno, que era Diego Ortiz, a quien se escribió la carta pasada; y como quien anunciaba su trabajo, ya iba tomando la puerta por donde le vino el daño; porque él impidió la fundación algún tiempo, aunque después se allanó todo muy bien.

6. Con todo eso no quiso el Esposo, como hemos dicho, que comenzase su fundación con comodidad su esposa; y así se fundó el convento con grandísima pobreza, y se levantó este altísimo edificio sobre dos jergones, y una manta, como cuenta la Santa en sus fundaciones, para que se viese, que sobre los imposibles de nuestra naturaleza, sabe fabricar la gracia palacios espirituales, que tocan con las estrellas.



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Carta XXXIX

En que consuela la Santa a una persona afligida con la muerte de su mujer.

Jesús.


1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra merced y le dé fuerzas espirituales, y corporales, para llevar tan gran golpe, como ha sido este trabajo; que a no ser dado de tan piadosa, y justa mano, no supiera con qué consolar a vuestra merced según a mí me ha lastimado. Mas como entiendo cuán verdaderamente nos ama este gran Dios, y sé que vuestra merced tiene ya bien entendido la miseria, y poca estabilidad desta miserable vida, espero en su majestad dará a vuestra merced más, y más [194] luz, para que entienda la merced que hace nuestro Señor a quien saca della, conociéndole; en especial pudiendo estar cierto, según nuestra fe, que esta alma santa esta a donde recibirá el premio, conforme a los muchos trabajos que en esta vida ha tenido, llevados con tanta paciencia.

2. Esto he yo suplicado a nuestro Señor muy de veras, y hecho que lo hagan estas hermanas, y que dé a vuestra merced consuelo, y salud, para que comience a pelear de nuevo en este miserable mundo. Bienaventurados los que están ya en seguridad. No me parece ahora tiempo para alargarme más, sino es con nuestro Señor, en suplicarle consuele a vuestra merced, que las criaturas valen poco para semejante pena; cuanto más tan ruines como yo. Su Majestad haga como poderoso, y sea en compañía de vuestra merced de aquí adelante, de manera que no eche menos la muy buena que ha perdido. Es hoy víspera de la Transfiguración.

Indigna sierva, y súbdita de vuestra merced.

Teresa de Jesús.
Notas.


1. Esta carta es bien discreta, para consolar a un hombre afligido, que perdió la buena compañía de su mujer. No se sabe para quién era; pero sea para quien se fuere, bien podían los más discretos secretarios de los señores elegirla por forma, y modelo de cómo habían de dar un pésame en semejante ocasión.



40

Carta XI

A doña Isabel Jimena. En Segovia.

Jesús.


1. El Espíritu Santo sea con vuestra merced siempre, y le dé gracia para entender lo mucho que vuestra merced debe al Señor; pues en peligros tan peligrosos (como son poca edad, hacienda, y libertad) la da luz para querer salir dellos; y lo que a otras almas suele espantar (que es penitencia, encerramiento, y pobreza) ha sido ocasión, para que vuestra merced entienda el valor de lo uno, y el engaño, y pérdida, que de seguir lo primero le podía venir. Sea el Señor por todo bendito, y alabado. Ocasión ha sido ésta, conque fácilmente me pudiera vuestra [195] merced persuadir a que es muy buena, y capaz para hija de nuestra Señora, entrando en esta sagrada Orden suya. Plegue a Dios que vaya vuestra merced tan adelante en sus santos deseos, y obras, que no tenga yo que quejarme del padre Juan de León (de cuya información estoy satisfecha, que no quiero otra) y tan consolada de pensar que ha de ser vuestra merced una gran santa, que con sola su persona quedara muy satisfecha.

2. Pague el Señor la limosna que tiene determinado a hacer a donde entrare, que es mucha, y puede vuestra merced tener mucho consuelo, pues hace lo que el Señor aconseja, de darse a sí, y a lo que tiene a los pobres por su amor (Mc 10 v. Mc 21 Lc 18, v. Lc 22). Y para lo que vuestra merced tiene recibido, no me parece cumplía con menos, que lo que hace; y pues hace todo lo que puede, no hace poco, ni será pagado con poco precio.

3. Pues vuestra merced ha visto nuestras constituciones, y regla, no tengo que decir, sino que si va adelante vuestra merced con esta determinación, se venga a donde mandare, y a donde quisiere de nuestras casas, que en esto quiero servir a mi padre Juan de León, en que vuestra merced escoja. Verdad es, que querría tomase el hábito a donde yo estuviese; porque cierto deseo conocer a vuestra merced. Todo lo guíe nuestro Señor, como más le ha de servir, y ha de ser para gloria suya. Amén.

Indigna sierva de vuestra merced.

Teresa de Jesús, Carmelita.
Notas.


1. Esta señora, a quien escribe la Santa sobre su vocación, la logró muy dichosamente, y se entregó a sí, a sus cosas y a Dios, entrándose Carmelita descalza en el convento de Salamanca. Llamose en la religión Isabel de Jesús, y fue muy verdadera sierva de Dios; y siguió a la Santa a la fundación de Segovia su patria, y de allí la llevó por priora a la de Palencia.

2. En el número primero, y segundo no hay que advertir, sino el espíritu con que la allana el camino de su vocación; por una parte sin acongojarla, y por otra sin dejar de llamarla: Dulcis, et rectus Dominus. Primero dulce al llamar, como hemos dicho, luego recto al gobernar.

3. En el tercero le dice: Que gustaría tomase el hábito, donde ella estuviese, para ser la maestra de espíritu, la que era promovedora de su vocación; porque no se lograba con el comenzarla, sino con el asegurarla; ni con el principio, ni el medio, sino con el fin, y la perseverancia: [196] pues muchos son los que corren, pero uno sólo es quien lleva la corona: Omnes quidem currunt; sed unus accipit bravium. Y este uno es la perseverancia que se lleva la corona.

4. Después de eso la deja libre para que escoja el convento que sea más de su satisfacción, donde tome el hábito; pues no es mucho permitirle a un vivo, que escoja sepulcro, donde ha de estar para siempre, no sólo encerrado, sino enterrado; porque estos santos conventos son sepultura de cuerpos vivos, y de almas muertas al mundo, y sólo vivas a Dios; y no es mucho que le concedan a una pobre señora, y que haga elección de su misma sepultura.



41

Carta XLI

A unas señoras pretendientes del hábito de la reforma del Carmen.

1. Jesús sea con vuestras mercedes. Su carta recibí. Siempre me da mucho contento saber de vuestras mercedes y ver como las tiene nuestro Señor en sus buenos propósitos; que no es pequeña merced, estando en esa Babilonia, a donde siempre oirán cosas, más para divertir el alma, que no para recogerla. Verdad es, que en buenos entendimientos, ver tantos, y tan diferentes sucesos, será parte para conocer la vanidad de todo, y lo poco que dura.

2. Los de nuestra Orden ha más de un año que andan de suerte, que a quien no entendiese las trazas de nuestro Señor, darían mucha pena. Mas viendo que todo es para purificarse más las almas, y que en fin ha de favorecer Dios a sus siervos, no hay de qué la tener, sino mucho deseo de que crezcan los trabajos, y alabar a Dios, que nos ha hecho tan gran merced, que padezcamos por la justicia. Y vuestras mercedes hagan lo mesmo, y confíen en él, que cuando no se caten, verán cumplidos sus deseos. Su Majestad las guarde con la santidad, que yo lo suplico. Amén.

Teresa de Jesús.
Notas.


1. No se sabe para quién era esta carta; pero conócese que la escribió a tiempo, que estaba muy atribulada la reforma. Alábales su vocación. ¿Qué mucho si era de servir a Dios, y en la casa de su madre, que es esta santísima Descalcez?

2. Pondera, que en medio de Babilonia resplandecía la virtud; como es hermosa la rosa entre las espinas. Pero también dice: Que en buenos entendimientos, ver tan diferentes sucesos, es parte para conocer la vanidad. Y así las prisiones, y pasiones que en Babilonia perdieron a los malos, alumbraban a los buenos: y en el escarmiento ajeno, se fundaba el propio aprovechamiento. [197]

¿Quién ve sudar, y padecer a los malos en lo malo, que no escoja lo perfecto, santo, y bueno? ¿Quién ve cuán pesados son los gustos del mundo, que no busque luego los gustos de Dios? ¿Quién no ve en la corte una felicidad aparente, que en un instante como humo se desvanece, que no busque la eterna felicidad, que dura una eternidad? Este es el discurso de la Santa en esta carta.

3. Luego les dice: Que las persecuciones de sus religiosas, son dichas; pues todo es para purificar más las almas. Esto tienen de santo las tribulaciones, que a los que fatigan, mejoran; y a los que atormentan, coronan: y así ha de resultar de aquí (como dice la Santa) grandes alabanzas al Señor en el alma atribulada; y esta ha de ser su música en la noche de sus penas: pues como dice san Gregorio: Carmen in nocte, est laetitia in tribulatione (D. Greg. lib. 26, Moral. cap. 14). Música es de noche la alegría en las tribulaciones. Pues qué honra mayor que padecer persecuciones por Dios, y hacerse el alma bienaventurada con esto, y conseguir en fortuna de atribulada, y perseguida, gajes de reina, y de coronada, pues le viene al justo la bendición del Señor: Beati qui persecutionem patiuntur propter justitiam (Mt 5,10). Porque no dudo que es señal de reprobación muchas veces la prosperidad; y comúnmente de predestinación la tribulación, pues dice san Gregorio: Cuando veo a Job en el muladar penando, y a san Juan en la cárcel padeciendo, hasta morir en premio de un desacierto, me persuado, que las tribulaciones de esta vida son seguros de la eterna; y estoy pensando cómo castigará Dios a los réprobos en la eternidad, cuando tanto aflige a los que ama en el destierro: Quid est quod Job Dei testimonio praefertur; et tamen plagis usque ad sterquilinium sternitur? Quid est quod Joannes Dei voce laudatur, et tamen pro temulenti verbis in saltatricis praemium moritur, nisi hoc quod pietati fidelium patet: quonian idcirco sic eos praemit in infimis, quia videt quomodo remuneret in summis? Hic ergo unusquisque colligat, quid illic sint passuri, quos reprobat; si hic sic cruciat, quos amat (D. Greg. lib. 3, Moral. c. 5, et lib. 9, c. 12, et c. 35). Y así, las almas, no hay sino padecer, y más padecer en esta vida: pues que son las tribulaciones prendas seguras de gozar, y más gozar en la eterna. [198]



42

Carta XLII

A la madre Catalina de Cristo, priora de las Carmelitas descalzas de la santísima Trinidad de Soria.


1. Jesús sea con vuestra reverencia, hija mía, y me la guarde. Sus cartas de vuestra reverencia he recibido, y con ellas mucho contento. En lo que toca a la cocina, y refitorio, bien me holgaría que se hiciese; mas allá lo vean mejor, hagan lo que quisieren della. La de Roque de Huerta me huelgo que sea bonita. Y en lo de la profesión desa hermana, bien me parece se detenga, hasta lo que vuestra reverencia dice, que niña es, y no importa. Ni se espante vuestra reverencia de que tenga algunos reveses, que de su edad no es mucho. Ella se hará, y suelen ser más mortificadas después, que otras. A la hermana Leonor de la Misericordia, que eso, y más deseo yo hacer en su servicio. Ojalá pudiera yo ir a su profesión, que lo hiciera de buena gana, y me diera más gusto, que otras cosas que tengo por acá.

2. En lo de la fundación, yo no me determinaré a que se haga, si no es con alguna renta; porque veo ya tan poca devoción, que habemos de andar ansí, y tan lejos de todas estotras casas no se sufre, si no hay buenas comodidades; que ya por acá unas con otras se remedian, cuando se ven en necesidad. Bien es que haya estos principios, y se trate, y se vaya descubriendo gente devota; que si ello es de Dios, él los moverá con más de lo que hay al presente.

3. Yo estaré poco en Ávila; porque no puedo dejar de ir a Salamanca, y allí me puede vuestra reverencia escribir; aunque si se hace lo de Madrid (que ando en esperanzas dello) más lo querría por estar más cerca de casa: encomiéndelo vuestra reverencia a Dios. En eso desa monja, que vuestra reverencia me escribe, si quisiese venir a Palencia, me holgaría; porque la han menester en aquella casa. [199]

4. A la madre Inés de Jesús lo escribo, para que vuestra reverencia y ella se concierten. Y en los desos padres, me he holgado haga vuestra reverencia lo que pudiere con ellos, que es menester, y el bien, y el mal, y la gracia que les mostraremos. A la señora doña Beatriz le diga vuestra reverencia todo lo que le pareciere de mi parte, que harto la quisiera escribir a su merced, mas estamos de camino, y con tantos negocios, que no sé de mí. Dios se sirva de todo. Amén.

5. Y no piense vuestra reverencia que le digo, que se guarde la profesión por mayoría, ni memoria de una, ni de otra, que esos son unos puntos de mundo, que a mí me ofenden mucho, y no querría que vuestra reverencia mirase en cosas semejantes; mas por ser niña me huelgo, y porque se mortifique más: y si otra cosa se entendiese sino ésta, luego le mandaría dar la profesión porque la humildad que en ella profesamos, es bien que se parezca en las obras. A vuestra reverencia lo digo. Lo primero, porque entiendo de la hermana Leonor de la Misericordia, que su humildad no mira en uno, ni en otro destos puntos de mundo. Y siendo ansí, bien me huelgo se detenga esa niña más tiempo en profesar.

6. No me puedo alargar más, porque estamos de camino para Medina. Yo ando como suelo. Mis compañeras se encomiendan a vuestra reverencia. No ha mucho escribió Ana lo que había por acá. A todas me encomiendo mucho. Dios las haga santas, y a vuestra reverencia con ellas. Valladolid, y 15 de setiembre.

De vuestra reverencia sierva.

Teresa de Jesús.

7. Ya estamos en Medina, y tan ocupada, que no puedo decir más de que venimos bien. El detener la profesión a Isabel, sea con disimulación, que no entiendan es por mayoría; pues no es eso lo principal, porque se hace.
Notas


1. Todas las cartas, que hasta aquí se han notado, han sido para el rey nuestro señor Felipe II; para diversos prelados, y señores; para grandes maestros de espíritu, y graves religiosos; para el señor Lorenzo de Cepeda, hermano de la Santa; y para otros particulares devotos: pero desde ahora, hasta lo último de este libro, como en las bodas de Caná de Galilea, comienza el mejor vino, que son las cartas para las Carmelitas descalzas, hijas de la Santa; y por ser lo mejor de este espiritual banquete, que ofrece Dios a las almas en este Epistolario devoto, hemos guardado, como allí lo mejor, y lo mayor de la enseñanza en el fin. [200]

2. Es verdad, que porque no querría quedar malquisto con alguno de los conventos de Carmelitas descalzas en pago de mi trabajo, y más amándolas yo, como su espíritu, ejemplo, y discreción lo merece; advierto, que en la colocación de las cartas no guardamos orden a la antigüedad de las fundaciones, sino que primero se ponen las particularidades a diversos conventos, que son muy pocas; y luego todas las que escribió al de Sevilla, porque contienen una materia, y casi todas ellas se enderezan para una misma persona: y últimamente una, que escribió a las religiosas de Granada, por ser de mucha doctrina.

3. Pero por que lo digamos todo por ser mejor pedir perdón, que engañar, confieso, que comienzo por la carta de la madre Catalina de Cristo, primera priora del convento de la Trinidad de Soria, después de su santa madre, y que después de su muerte lo fue de Pamplona, y Barcelona; lo primero, por ser mis hijas las de este santo convento, y estar aquella ilustrísima ciudad en la diócesis, que yo indigno estoy sirviendo; y algún privilegio ha de haber para preferir sus hijas del notador en las notas. Lo segundo, porque hay más cartas para aquel convento, fuera del de Sevilla, que no para los demás. Lo tercero, porque esta ilustre, y grande religiosa fue tan santa, que merece nota muy particular, como se ve en los apuntamientos siguientes, sacados de informaciones que se han hecho; y los pondré aquí para consuelo de toda la Descalcez, principalmente para los conventos de Soria, de Pamplona, y Barcelona. Y porque es bien que se entienda antes la orden de la antigüedad de los conventos de Carmelitas descalzas, que fundó la Santa, y que yo quedé (en cuanto a la preferencia) libre de toda sospecha, y escrúpulo, los pondré aquí a la letra.

4. De la Encarnación de Ávila, donde nació esta fuente cristalina, y celestial del Carmelo reformado, salió la Santa a fundar san José de Ávila, que fue el primero de la santa Descalcez.

El segundo, fue san José de Medina del Campo.

El tercero, san José de Malagón.

El cuarto, la Concepción de Valladolid.

El quinto, san José de Toledo.

El sexto, Pastrana. Este se extinguió.

El sétimo, san José de Salamanca.

El octavo, la Anunciación de Alba.

El nono, san José de Segovia, que pasó de Pastrana.

El décimo, san José de Veas.

El undécimo, san José de Sevilla.

El duodécimo, san José de Caravaca.

El decimotercio, santa Ana de Villanueva de la Jara.

El decimocuarto, san José de Palencia.

El decimoquinto, la santísima Trinidad de Soria.

El decimosexto, san José de la ciudad de Burgos.

El decimosétimo, san José de Granada.

Después se han fundado en España, en Italia, en Francia, en Flandes, en Alemania, y en otras provincias innumerables conventos.

5. Los apuntamientos de la vida maravillosa de esta excelente religiosa la madre Catalina de Cristo, priora del convento de la santísima [201] Trinidad de Soria (que dieron materia a la elegante pluma del señor protonotario D. Miguel Bautista de la Nuza para el libro, que de esta venerable religiosa, escrito con tanto acierto, ha publicado su erudición) pueden enseñar, y admirar a los muy espirituales, por estar tan llenos de actos heroicos, que si los hubiéramos de ilustrar con notas, como las cartas de la Santa, eran materia bastante a la erudición, con adornarlos de ejemplos de otros grandísimos santos; y son, sucintantente propuestos, los que se siguen.


Epítome de la vida de la venerable madre Catalina de Cristo.




6. Fue la venerable madre Catalina de Cristo natural de Madrigal. Su padre Cristóbal de Balmaseda, pariente de santa Teresa; su madre doña Juana Bustamante y san Martín, gente noble.

7. Con la luz de la razón le nació la caridad. Siendo muy niña dio diversas veces sus vestidos de limosna, hasta las mismas camisas. ¡Qué bien que se dará Dios, a quien así se da a sus pobres!

8. Supo que una pobre vergonzante padecía, y secretamente le echó en su casa el socorro mucho tiempo, como otro obispo san Nicolás.

De diez años hizo voto de castidad, adelantando el amor el tiempo a la religión. Añadió al voto no adornar jamás el cuerpo, para tener limpia, y adornada el alma.

9. Poco después le hizo de obediencia al confesor. Reservó el hacer penitencia, temerosa no le fuesen a la mano. Temeridad conocida, si no tuviera otro interior director.

Hizo también voto de ayunar a pan, y agua los viernes, y dormir en tierra. Por estos pasos se van las almas al cielo.

10. Viendo a una moza bizarrísima en la edad, la gala, y la lozanía, con una interior inspiración se acercó a ella, y le dijo: Prevéngase hermana para morir.Así lo hizo; y dentro de ocho días murió la moza, y su bizarría.

Domaba su carne con asperísimos cardos, y silicios, y con la sal, y el vinagre curaba las llagas que le causaban; conque andaba el espíritu sin ellas.

11. Muertos sus padres, persuadió a una hermana suya, a que siguiese su camino. Así lo hicieron, y se entregaron entrambas a la santa caridad, sin limitación alguna. Así ha de entregarse el alma a la caridad.

Afligida de intolerables escrúpulos, se encerró a pedir misericordia en una cueva estrechísima en su casa, donde apenas cabía ella de rodillas. Allí estuvo nueve meses, y de allí salió con luz, la que entró con infinitas tinieblas.

12. Encendiose una peste fierísima en Madrigal. Huyeron todos. Persuadiéronle sus deudos a que huyese; pero ella, y su hermana, por no volver las espaldas a la caridad, dieron el pecho a la peste: gastaron su hacienda, aventuraron su vida, granjearon coronas para la eterna.

Habiendo entendido esta sierva del Señor, que habían echado del lugar a una mujer apestada, y se hallaba sin amparo, y que estaba en un huerto agonizando, la fue a buscar por encima de las tapias; llegó, la consoló, y animó: y manejando la herida, le dio la deseada salud. ¡Raro [202] milagro! Que se comunique antes la sanidad a la enferma, que no la peste a la sana.

13. Poco después murió su hermana llena de merecimientos; y ella sola con una criada, desde luego se entregó a su obediencia, para que la castigase: teniendo por mejor para el espíritu el servir, que no el mandar.

Para más desprecio suyo procuró tomar el hábito en un convento de Arrepentidas, por tener más reservada, y cubierta para Dios su pureza virginal, echando sobre ella el velo de la ajena relajación, y pureza. Admirable modo de agradar a Dios, ofrécele la virtud sin la opinión, porque sea más primorosa, y subida la virtud. Pero no le permitieron esto sus deudos, mirando por el honor propio, y dando a él el cuidado, que no quiso la sierva de Dios darlo a su honor.

14. Habiendo entendido que santa Teresa fundaba en Medina del Campo, fue a buscar la hija a su madre, sin haberla conocido. Despidiéronla al principio, porque tenía el convento número bastante de religiosas. Porfió en hablar la sierva de Dios a la Santa: oyola, conociola, viéronse las almas, sin embarazar los cuerpos, y luego la recibió.

Así como entró religiosa, hizo tres propósitos, y actos heroicos, y excelentes de perfecta religión. El primero, de no replicar a cosa que le mandasen. ¡Oh que perfecta obediencia! El segundo, de no pedir cosa por necesitada que estuviese. ¡Qué segura que tendría la providencia de Dios! El tercero, de no disculparse, aunque en todo la culpasen. ¡Qué bien hallada se hallaría su humildad, y su inocencia!

15. Sus ansias de padecer eran tales, que mandándole una vez la prelada que no se disciplinase, se puso entre las demás hermanas, cuando se disciplinaban, a distancia que le diesen con los golpes en la cara. Artificioso modo de juntar la obediencia, y penitencia; pues no se disciplinaba, cuando la disciplinaban.

Mandándole, que tomase una purga, estando con calentura, la tomó; atendiendo más a obedecer, que a vivir.

Llevándole un higadillo, estando enferma, por descuido estaba dentro la hiel: mordiola, gustola, y conservola en la boca, mirando más a que comiese el alma con la mortificación, que el cuerpo en el sustento.

16. Enviola a llamar santa Teresa, para que fuese a la fundación de Soria, y hacerla priora de aquella casa. Resistiolo el padre provincial, alegando, que no sabía escribir, ni tenía experiencia de gobierno. La Santa le respondió con espíritu del cielo: Calle, mi padre, que Catalina de Cristo sabe amar mucho a Dios: es muy gran santa, y no ha menester saber más, para gobernar muy bien (Jn 21,25).

¡Oh qué bien! El que ama a Dios no hay cosa que pueda errar. Por eso examinó el Señor a san Pedro, para gobernar, no en la ciencia, sino en el amor, y la caridad.

17. Entretanto que dudaban de su elección sus superiores, ella estaba en Medina prevenida a defender su amada humildad, y dar a entender, para eso, que había perdido el juicio, para que no la nombrasen por priora.

Esto sí que es tener juicio, perderlo por no mandar. ¡Ay de aquellos que lo pierden por mandar, y por no saber rendirse al obedecer! [203]

18. Santa Teresa, que estaba en Palencia, lo conoció por revelación divina, y le escribió, mandándole expresamente, que en aquel caso se negase a la mortificación, y se diese a la obediencia.

Rindiose: tomó la cruz en los hombros, y fuese a ejecutar el precepto de su santa fundadora.

19. De allí, después de muerta la Santa, pasó a fundar el convento, o santuario de Pamplona: después al de Barcelona, haciendo uno, y otro seminario de esclarecidas virtudes: y allí rindió el espíritu al Señor, y está incorrupto su cuerpo en su convento de Pamplona, a donde fue trasladado. ¡Oh cual estará en la eternidad llena de glorias su alma! A esta santísima mujer, siendo priora de Soria, escribió santa Teresa esta carta.

20. En el primero número le dice: Que detenga en buena hora la profesión de una novicia, hasta que tenga más edad. Pero con gran discreción le advierte, que no se espante, que como niña tenga ahora algunos reveses. Como si dijera: ¿Qué mucho que los tenga siendo niña? ¿Por ventura han de entrar ya con juicio de Descalzas? No entran descalzas a serlo, sino calzadas entran, para ser Descalzas. ¿Qué mucho que entren algo calzadas de afectos, y con algunos reveses? De eso se descalzan bien aprisa, con vivir con las Descalzas.

Es muy discreta razón para las vocaciones, e importante, no querer que sean en un instante perfectas las almas, sino dar lugar a Dios, y a la disciplina, pues de esta suerte obra Dios, enseñándonos, que pudiendo obrarlo todo sin tiempo, y en un instante, quiso criar todo el mundo en seis días, con ordenación de tiempo.

21. En el número segundo, en que habla de otra fundación, dice: Y no me determinaré a que se haga, si no es con alguna renta. Porque la experiencia, y luz de Dios (que entraba en santa Teresa, como ha entrado en la Iglesia universal, humano more, y con el tiempo, y descubriendo Dios muchos misterios, fuera de los necesarios para nuestra redención, porque esos todos los manifestó hasta su ascensión gloriosa) la enseñó a la Santa a que no era bien encerrar veinte siervas de Dios a una necesidad irreparable, y urgente; y más habiendo pausado la caridad de los fieles, que aunque es mucha, no basta a suplirlo todo.

Todavía le dice, que no despida la plática pendiente; porque puede Dios hacer, lo que no pueden los hombres.

22. En el número tercero, dice lo que deseaba hacer convento en Madrid. Tenía razón la Santa; porque debía de ver cuál sería el convento de Carmelitas descalzas de Madrid; uno de los más reformados, ejemplares, y santos de aquella corte, y que está continuamente lleno de virtudes celestiales en sus hijas.

23. En el número quinto muestra su espíritu en advertir: que el dilatar la profesión a una novicia, no sea por dar a otra la antigüedad: enseñando, que aunque es necesario, y justo, y conveniente en las comunidades, para toda buen orden, el que haya antigüedades, y precedencias; pero no prevenidas, ni afectadas al entrar: pues si entra a buscar la humildad la novicia por la obediencia, no es bien solicitar primero la antigüedad, olvidando la humildad. [204]




Teresa III Cartas 35