Teresa III Cartas 43

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Carta XLIII

A la madre priora, y religiosas Carmelitas descalzas de la santísima Trinidad de Soria.

Jesús.


1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra reverencia y con todas vuestras caridades, hijas mías. Bien creerán quisiera yo escribir a cada una por sí; mas es tanta la barahúnda, que aún hago harto poderlas escribir juntas, y enviarles estos renglones: en especial, como andamos en vísperas de partirnos, aún hay menos lugar. Pidan a nuestro Señor se sirva de todo, en especial desta fundación de Burgos.

2. Mucho me consuelo con sus cartas, y más de entender por obras, y palabras la mucha voluntad, que me tienen. Bien creo, que aún quedan cortas en pagar lo que se debe a la mía: aunque en el socorro que ahora me han hecho, han estado muy largas. Como era grande la necesidad, helo tenido en muy mucho. Nuestro Señor les dará el premio, que bien parece le sirven, pues han tenido para poder hacer tan buena obra a estas monjas. Todas se lo agradecen mucho, y las encomendarán a nuestro Señor. Yo como lo hago tan contino, no tengo que ofrecer.

3. Heme holgado mucho, que los vaya tan bien en todo, en especial de que haya alguna ocasión, sin haberla dado, para que las murmuren, que es muy linda cosa; porque han tenido pocas en que merecer en esa fundación. De nuestro padre Vallejo no digo más, de que siempre nuestro Señor paga los servicios grandes, que hacen a su Majestad, con crecidos trabajos; y como es tan gran obra la que en esa casa hace, no me espanto quiera dar en que gane más, y más méritos.

4. Miren mis hijas, cuando entre esa santa, es razón la madre priora, y todas la sobrelleven con comedimiento, y amor; que donde hay tanta virtud, no es menester apretar en nada, que basta ver lo que ellas hacen, y tener tan buen padre, que yo creo podrán deprender. Plegue a Dios las guarde, y dé salud, y tan buenos años, como yo le suplico.

5. De que la madre supriora esté mejor, me he holgado mucho. Si hubiere menester siempre carne, poco importa que la coma, aunque sea Cuaresma; que no se va contra la regla, cuando hay necesidad, ni en eso se aprieten. Virtudes pido yo a nuestro Señor me las dé, en especial humildad, y amor unas con otras, que es lo que hace al caso. Plegue a su Majestad, que en esto las vea yo crecidas; y pidan lo mesmo para mí. Víspera del rey David. Es hoy el día que llegamos a la fundación de Palencia.

De vuestras caridades sierva.

Teresa de Jesús. [205]

A la hermana Teresa de Jesús, y a la madre supriora nos encomienden a Dios, que están en la cama, y bien mala la supriora.
Notas


1. Esta carta escribió la Santa en el convento de Ávila, estando para ir a fundar a Burgos; y escríbela a sus hijas, y mías las de la santísima Trinidad de Soria.

2. Agradécelas su carta, y el socorro que la enviaron para las religiosas de Ávila, que como dice la Santa en el número segundo, padecían mucha necesidad: y después querrán, que los que son sus padres, no las amen muchísimo. Muestren otras una carta, por donde conste, que hayan hecho otra fineza como esta sin pedírselo. Pero todas la harían; mas al fin ésta la vemos, y la leemos.

3. Insinúa la Santa en el número tercero, que decían sus hijas: Que ya las murmuraban;aludiendo a lo que dijo la Santa, cuando hizo esta fundación: Que temía aquel convento, porque lo había hecho con facilidad, y sin contradicción;y así ellas dirían, que ya había contradicciones, conque no había qué temer.

Pero aseguro, que aunque eran en Soria, no serían de los de Soria las contradicciones, o murmuraciones; porque yo conozco aquella ciudad, y a mis hijos, y no la hay en España más ilustre en la nobleza, ni más dócil para lo bueno, ni más enemiga de lo malo, ni más aficionada, ni inclinada a lo mejor.

4. Y así se vio, que luego como entró santa Teresa en aquella ciudad, como lo refiere en su fundación (Fund. lib. 5, c. 3), todo se lo halló hecho; porque entraba en ciudad de Dios, donde menos que en otras partes puede con los moradores della el enemigo común de las almas.

Y aunque sintió la Santa no hallar trabajos en ella al fundar, habló en sentido espiritual, por la ansia que tenía de padecer la esposa por el Esposo: pero no me negará la Santa, ni nadie, que no es malquisto, ni de peor condición el pesebre del Señor, porque allí le adoraron su Madre, y san José, los ángeles, y los reyes, y hasta las mismas fieras, que estaban en el Portal, que el Calvario, porque allí lo consagró con la cruz, con su sangre, y con sus penas. Y así no hemos de ser de peor condición los de Soria, porque lo hicimos mejor.

5. En el número cuarto debe de hablar la Santa de doña Beatriz de Beamonte, que habiendo fundado, y dado su casa para aquel santo convento, trató de darse a sí misma: lo cual después ejecutó en el convento de Pamplona, con grande ejemplo de todo aquel reino: y dícelas discretamente cómo se han de portar con ella, en el modo, en la cortesía, en el reconocimiento, y en todo las enseña la Santa admirablemente a ser agradecidas, respectivas, y santas.

6. En el número quinto, con la suavidad que en todo, ordena que la supriora coma carne, sí tuviere necesidad. Y dice, que la verdadera mortificación no es perder la salud, por buscar las virtudes, sino ejercitarlas en la salud, y en la enfermedad. Como si dijera: Lo que ha de [206] ser abstinencia en el sano, sea en el enfermo paciencia; porque la abstinencia necesita de peso, y medida. Porque tan dañosa es, como dice san Gregorio, si no doma al cuerpo lo que ha menester, cuando si lo doma más de lo que puede tolerar: Abstinentia nulla est, si tantum quisque corpus non edomat quantum valet, aut valde inordinata est, si atterit plusquam valet (D. Gre. lib. 20, Moral. cap. 31).

7. Luego les encomienda dos virtudes principalmente, que son humildad, y amor unas a otras: y si tienen lo primero, ellas tendrán lo segundo; porque dentro de la humildad, se cría, y está ardiendo la caridad. Y yo soy buen testigo de que tienen lo segundo, porque tienen con perfección lo primero.

Y encomendó muy místicamente la humildad, para conservar la caridad; porque aquella virtud promueve a esta conservada; y la restaura, perdida: conforme a la doctrina de san Bernardo, que dice: Fode in te fundamentum humilitatis, et pervenies ad fastigium charitatis: reparatio enim verae charitatis nullae est nisi humilitas.



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Carta XLIV

A la hermana Leonor de la Misericordia, Carmelita descalza en el convento de la santísima Trinidad de Soria.

Jesús.


1. Sea con vuestra merced el Espíritu Santo, mi hija. ¡Oh cómo quisiera no tener más cartas que escribir sino ésta! Para responder a vuestra merced a la que vino por la Compañía, y a esta. Créame, mi hija, que cada vez que veo carta de vuestra merced me es particular consuelo: por eso no la ponga el demonio en tentaciones, para dejarme de escribir. En la que vuestra merced trae de parecerle anda desaprovechada, ha de sacar grandísimo aprovechamiento. El tiempo le doy por testigo, porque la lleva Dios, como a quien tiene ya en su palacio, que sabe no se ha ya de ir, y quiérela ir dando más, y más que merecer. Hasta ahora puede ser que tuviese más ternuritas, como la quería Dios ya desasir de todo, y era menester.

2. Heme acordado de una santa, que conocí en Ávila, que cierto se entiende que lo fue su vida de tal. Habíalo dado todo por Dios cuanto tenía, y habíale quedado una manta con que se cubría, y diola también: y luego dale Dios un tiempo de grandísimos trabajos interiores, y sequedades; y después quejábasele mucho, y decíale: Donoso sois, Señor, ¿después que me habéis dejado sin nada os me vais? Ansí que, hija, destos es su Majestad, que paga los grandes servicios con trabajos, y no puede ser mejor paga; porque la dellos es el amor de Dios. [207]

3. Yo le alabo, que en las virtudes va vuestra merced aprovechada en lo interior. Deje a Dios en su alma, y esposa, que él dará cuenta della, y la llevará por donde más la conviene. Y también la novedad de la vida, y ejercicios parece hace huir esa paz; mas después viene por junto. Ninguna pena tenga. Préciese de ayudar a llevar a Dios la cruz, y no haga peso en los regalos: es de soldados civiles querer luego el jornal. Sirva de balde, como hacen los grandes al rey. El del cielo sea con ella. En lo de mi ida respondo a la señora doña Beatriz lo que hace al caso.

4. Esta su doña Josefa es buena alma cierto, y muy para nosotras; mas hace tanto provecho en aquella casa, que no sé si hace mal en procurar salir della: y ansí se lo defiendo cuanto puedo, y porque he miedo habemos de comenzar enemistades. Si el Señor lo quiere, ello se hará. A esos señores hermanos de vuestra merced que yo conozco, mis encomiendas. Dios la guarde, y haga lo que yo deseo.

De vuestra merced sierva.

Teresa de Jesús.
Notas.


1. Esta carta es muy discreta, y espiritual, para la hermana Leonor de la Misericordia en el convento de la Trinidad de Soria.

2. Fue esta santa religiosa ilustrísima mujer, hermana de D. Gerónimo de Ayanz, casa ilustre de Navarra. Tuvo pleito de divorcio con don Francisco de Beamonte, caballero de igual calidad en aquel reino, y estaba en Soria, cuando llegó la Santa, a la cual se aficionó sumamente. Y habiéndole dicho santa Teresa la vocación del Padre fray Nicolás Doria, y que en un año de oración, que la Santa tuvo por él, lo trajo a la religión, admirada esta nobilísima mujer de la fuerza de la oración de la Santa, la tocó Dios, y se entró en su religión, donde vivió con admirables virtudes, y murió en el convento de Pamplona, a donde la llevó la obediencia a comunicar a su patria la luz, que comenzó con claros rayos en Soria.

3. En el primero número le asegura la Santa en sus tribulaciones, sus trabajos, y tentaciones. La higuera del Evangelio no tuvo otro medio para resucitar, y reverdecer, sino echar estiércol en las raíces (Lc 13,8); y si esto puede el propio conocimiento en el árbol seco, ¿qué mucho que con ese saludable remedio crezcan, y den fruto las que están frescas, y verdes, como la alma de esta santa religiosa?

4. Infinitos son los bienes de la tribulación. Brevemente, y en pocos renglones los refiere san Agustín, diciendo: Flagellum interius, et exterius glorificat Creatorem: compellit nolentem: erudit ignorantem: custodit virtutem: protegit infirmantem: excitat torpentem: humiliat superbientem: purgat paenihtentem: coronat innocentem: initiat ad mortem [208] semper viventem (D. Aug. in Joan). El azote del Señor por la parte de afuera, y por la de adentro, con la tribulación (venga por donde viniere) glorifica al Criador, y compele a que sea justo al que no lo quiere ser: enseña al que no sabe: conserva al bueno: ampara al flaco: despierta al perezoso: humilla al soberbio: purifica al contrito: corona al santo, y lo arma para una muerte, que lo lleva a eterna vida. De suerte que para todos, y para todo, es buena la tribulación, tómese por donde, y como se quisiere.

5. En el número segundo refiere un caso espiritual, bien gracioso, y santo, y lo ajusta admirablemente a la tribulación de esta santa religiosa. Es muy notable, y era buena alma la de Ávila (que según he entendido, era la venerable María Díaz, la cual en aquella nobilísima ciudad dejó raros ejemplos de virtud) y bien se conoce en sólo este caso, que aquí la Santa refiere. De allí deduce una máxima, que han de tener presente las almas, que aman verdaderamente a Dios: Que siempre paga un servicio con una pena, y un acto heroico con una mortificación. Y ninguno será verdaderamente espiritual, que no toque esto a cada paso con las manos.

6. ¿Pero por qué el Señor paga con esta moneda? ¿Un gusto que lo hacen con una tribulación? Es muy fácil la respuesta. Paga de esta manera, y con esta moneda, porque quiere pagar con buena moneda. Pagar Dios un servicio con un gusto, es pagar con moneda de vellón: pero pagar con un disgusto, que causa mérito eterno, es pagar con moneda de oro, y plata. La moneda de vellón sólo pasa en esta vida: los méritos, que causan los trabajos, sólo es moneda de oro, que pasa en la vida eterna. Más quiero un adarme de oro, que de vellón un mundo entero. Venga, Señor, de lo eterno, y llevaos o temporal. Por eso dijo su divina Majestad, hablando con sus discípulos: Cuando convidareis alguno, no sea a quien pueda volver a convidaros; porque ya estáis pagados con el segundo convite del primero. Convidad a los que no os pueden convidar, para que mi Padre os convide: Retribuetur enim tibi in resurrectione justorum (Lc 14,13).

7. En el número tercero es todo admirable, para que el alma camine por la senda de la nada al monte de la perfección. Nada, nada, nada. Todo, todo, todo. Dios, Dios, Dios. Nada para mí; todo para Dios. Por Dios todo, sin Dios nada. Todo lo quiero para Dios; nada quiero para mí. Todo es nada para mí; si no es todo para Dios.

8. En el número cuarto habla de alguna señora que hacía provecho en alguna casa, y quería acogerse a la de la Santa, y posponiendo el bien de su casa, por el que hace en la ajena, no la quería admitir. En todo muestra su entendimiento, discreción, y espíritu: y no menos en procurar en este mundo se excusen los pleitos: pues si no pagan, por lo menos tal vez entibian la caridad. [209]



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Carta XLV

A la hermana Teresa de Jesús, sobrina de la santa, Carmelita descalza en san José Ávila.

Jesús.


1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra caridad, hija mía. Mucho me holgué con su carta: y de que le den contento las mías lo es harto para mí, ya que no podemos estar juntas. En lo que toca a las sequedades, paréceme que la trata ya nuestro Señor, como a quien tiene por fuerte; pues la quiere probar, para entender el amor que le tiene, si es también en las sequedades, como en los gustos. Téngalo por merced de nuestro Señor muy grande. Ninguna pena le dé, que no está en eso la perfección, sino en las virtudes. Cuando no pensare, tornará la devoción.

2. En lo que dice desa hermana, procure no pensar en ello, sino desvariarlo de sí. Y no piense que en viniendo una cosa al pensamiento, luego es malo, aunque ella fuese cosa muy mala: que eso no es nada. Yo también la querría con la sequedad a la mesma, porque no sé si se entiende, y por su provecho podemos desear eso. Cuando algún pensamiento malo le viniere, santígüese, o rece un Pater noster, u dese un golpe en los pechos, y procure pensar en otra cosa; y antes será mérito, pues resiste.

3. A Isabel de san Pablo quisiera responder, y no hay lugar: dele mis encomiendas, que ya sabe ha de ser vuestra caridad la más querida. D. Francisco está como un ángel, y bueno. Ayer comulgó, y sus criados. Mañana vamos a Valladolid: desde allá le escribirá, que ahora no le he dicho deste mensajero. Dios os me guarde, mi hija, y haga tan santa como yo lo suplico. Amén. A todas me encomiendo. Es hoy día de san Alberto.

Teresa de Jesús.
Notas.


1. Esta santa religiosa era la hermana Teresa de Jesús, sobrina de la Santa, hija de su hermano el señor Lorenzo de Cepeda, que al presente era novicia de san José de Ávila, donde profesó a 9 de noviembre del año de 1582, y murió a 10 de setiembre del de 1610. Debía de padecer sequedades; y pareciéndole a ella que andaba ausente su Esposo, lloraba como tórtola, y padecería las desconfianzas de la ausencia del Esposo, diciendo: ¿Cómo se me fue mi Esposo? ¿Si le he ofendido? ¿Si no estoy en su gracia? ¿Si lo he enojado en algo? ¿Si he descaecido en [210] los santos propósitos, y ejercicios? ¿Si ando perdida? ¿Si voy engañada?

2. Con eso fuese a su madre, y su tía; y por carta comunicole su cuidado. Y la Santa, como la que tantas veces había pasado por esas tribulaciones, y tenía luz soberana, decíale que no le diese cuidado, que volvería el Esposo a buscar a la esposa, que más deseaba él que no ella su presencia: que quería ver si lo buscaba ausente, al que adoraba presente: que la quería probar, y reconocer si en la ausencia le guardaba la fidelidad que en la presencia, que no se prueba el alma en los gustos espirituales, sino en las tribulaciones: que allí se sabe, y reconoce a donde llegan todas sus finezas; pues como dice san Bernardo: La virtud se adquiere en la paz, y se prueba en la tentación, y se aprueba, y corona en la victoria de la tribulación: Virtus in pace adquiritur, in pressura probatur, approbatur in victoria (Ep. 126 quae est ad Episcopos Aquitan. contra Gerardum Engolismensem Episcopum, in princip.).

3. Debía de padecer también alguna tentación de pensar de alguna religiosa lo que no convenía; y según se insinúa veníale al pensamiento, que andaba engañada aquella alma en el camino del espíritu. Y responde la Santa, que no piense en eso, que la deje; y que cuando (deseando, y procurando no pensar en eso) piense en ello, no entienda que peca; porque hay gran diferencia del pensamiento al consentimiento: aquél no lo puedo gobernar, este sí. Con lo cual haga sus diligencias, y padezca, que tanto cuanto padece merece.

4. Añade, que también ella deseaba ver atribulada aquella monja, para ver si aquella virtud era segura; porque no se conocen bien los quilates del oro, hasta que pasa por la actividad del fuego, como dice san Pedro: Aurum quod per ignem probatur (1P 1,7).

5. Finalmente le dice en sustancia: Deja, hija, lo que no te toca, y mira a lo que te toca. Mira a ti, no mires a los demás. Por esto solía ser su adagio muy ordinario en la Santa: Viva el alma, como si sólo Dios, y ella estuviesen en el mundo. Y la mujer fuerte doña María Vela decía, cuando sucedían cosas en que ella no quería discurrir, sino estarse encerrada en la celda, y clausura interior de su alma contemplativa: No me toca: no me importa: no me aprovecha: no me daña: dejemos eso, y vamos a Dios. ¡Oh qué de pesadumbres, juicios, culpas, e inquietudes se excusaran siempre en todas partes, ejecutando este espiritual dictamen!

D. Francisco, de quien hace mención en lo último de la carta, fue hermano desta religiosa, y hijo del señor D. Lorenzo de Cepeda, que muerto su padre iba con la Santa en esta ocasión. Casó después este caballero en Madrid con doña Orofrisa de Mendoza y Castilla, de la casa del Infantado, y Mondéjar. [211]



46

Carta XLVI

A la madre María la Bautista, Carmelita descalza, priora de la Concepción de Valladolid.

Jesús.


1. Sea con vuestra reverencia el Espíritu Santo, mi hija. Por la carta del padre maestro fray Domingo verá lo que pasa, y cómo ha ordenado el Señor las cosas de manera, que no la pueda ver. Y yo le digo, que me pesa harto, harto: porque es una de las cosas que ahora me diera consuelo, y gusto. Mas también se pasará, como se pasan todas las cosas desta vida: y cuando desto me acuerdo, cualquier sinsabor se lleva bien.

2. A mi querida Casilda me encomiende mucho (por no la ver también me pesa) y a María de la Cruz. Otro día lo ordenará el Señor, que sea más despacio, que ahora pudiera ser. Procure por su salud (ya ve lo que va en ello, la pena que me da saber que no la tiene) y de ser muy Santa; que yo le digo, que lo ha menester, para llevar el trabajo que ahí tiene. Yo no tengo ya cuartanas. Cuando el Señor quiere que haga algo, luego me da más salud.

3. Ireme al fin deste mes, que ya estoy con miedo, que no las he de dejar en su casa; porque se concertó con el cabildo darles luego seiscientos ducados, y tenemos un censo de una hermana muy bueno de seiscientos y treinta: ni sobre ello, ni quien lo tome, ni prestado, no hallamos nada. Encomiéndelo a Dios, que me holgaría mucho dejarlas en su casa. Si la señora doña María hubiera dado los dineros, muy bien les estaba tomarle, que está muy seguro, y bueno. Avíseme si esto se pudiese hacer: o si sabe quien le tome, o quien nos preste sobre buenas prendas, que valen más de mil: y encomiéndeme a Dios, pues he de ir tan largo camino, y en invierno.

4. Al fin deste me iré a la Encarnación, a mucho tardar. Si de aquí allá quiere mandar algo, escríbamelo. Y no le dé pena no me ver. Quizá la diera más verme tan vieja, y cansada. A todas mis encomiendas. A Isabel de san Pablo la quisiera ver. A todas nos han mortificado estos canónigos. Dios los perdone.

5. Si tiene por allá quien me preste algunos reales, no los quiero dados, sino mientras me pagan de los que mi hermano me dio, que ya dicen están cobrados, porque no llevo blanca; y para ir a la Encarnación, no se sufre: y aquí no hay ahora disposición, como de se ha acomodar la casa; poco, o mucho me los procure. [212]

6. Gloria sea a Dios, que viene bueno mi padre fray Domingo. Si por dicha el padre maestro Medina acudiere por allá, haga darle esa carta mía, que piensa estoy enojada con él, según me dijo el padre provincial por una carta que me escribió: que es más para darle gracias, que para enojo. Poco ha que escribí a vuestra reverencia una carta, no sé si se la habrán dado. Mal lo hace en estar tanto sin escribirme, pues sabe lo que gusto con las suyas. Sea Dios con ella. Extrañamente me está dando pena no la haber de ver, que aún tenia esperanza. Es hoy 10 de setiembre.

De vuestra reverencia.

Teresa de Jesús.
Notas.


1. Esta carta es para la madre María Bautista, priora del santo convento de Valladolid, sobrina de la Santa: aquella mujer fuerte, y virgen valerosa, que en la Encarnación de Ávila (como está dicho en su lugar) se ofreció antes de ser religiosa a emplear su caudal, dando mil ducados para comprar la margarita preciosa de esta reformación. Y Dios le premió el deseo, no sólo con que lograse el intento, sino con que fuese su alma, espíritu, y prudencia uno de los ilustres instrumentos, o de los más útiles materiales de esta soberana fábrica.

Escribiose a 10 de setiembre del año de 1574, estando la Santa en Segovia de partida para Ávila a dar fin al priorato de la Encarnación, en que tres años antes fue electa por el padre fray Pedro Fernández, visitador apostólico. Y conócese que era este convento de Valladolid, en que nombra a Casilda, que es aquella alma dichosa, de que se habló en las cartas pasadas, especialmente en la XII, que estaba en aquel convento, uno de los primeros en santidad, y espíritu de la sagrada reforma, y a quien amó con gran ternura la Santa.

2. Muestra sentimiento de no poder ir a verla: y la consuela, y se consuela con una razón discretísima, y muy práctica, y que todos habíamos de tener presente, para despreciar esto caduco, y perecedero; y es: Que si hubiera ido, y la hubiera visto, ya se hubiera pasado: y cuando desto me acuerdo (dice la Santa) cualquiera sinsabor se lleva bien.

3. Es discurso de san Pablo, cuando hablando con los que con ansia desean deleites (y vienen los deleites, y luego se les van los deleites, y se quedan en el alma las culpas de los deleites; porque venir, llegar, y pasarse los deleites, es todo uno) les dice: ¿Qué fruto habéis tenido de lo que ahora os estáis avergonzando? Quem fructum habuistis tunc in illis, in quibus nunc erubescitis? (PR 14,13).

4. Dícele en el número segundo, que ha menester ser santa, para ser prelada. Claro está; porque ha de tener virtud para sí, y para las otras. Ha menester tener, para tener, y para comunicar: ha menester el espíritu doblado, uno para gobernarse, otro para gobernar: uno para ser, y otro para padecer: con aquel se salva la priora, con este edifica a las demás: con aquel sirve a Dios con su persona, con este sirve a Dios con su convento, y persona. Quien esto no considera, siendo prelado, o prelada, no sabe qué es ser prelado; y así es menester obrar, orar, y pedir con lágrimas santidad.

5. En el número tercero, y cuarto dice, que al fin del mes iría a la Encarnación de Ávila, donde nació aquella fuente clara, y cristalina, y pura desta sagrada reforma, que después se ha reducido a cuatro ríos caudalosos, como los del Paraíso, que riegan y fecundan las cuatro artes del mundo, con su espíritu, y ejemplo. A este convento de la Encarnación de Ávila (permítanme todos los demás decirlo) es a quien habían de tributar los conventos, que después fundó la Santa. Allí la llamó Dios para sí, allí la favoreció, allí la armó de espíritu, y de virtud, para obrar cosas tan grandes; y así allí tuvo siempre su corazón, en donde entró primero su Esposo en su corazón, y la llevó a sí por la vocación.

6. Al fin del número cuarto dice con harta gracia: A todas nos han mortificado estos canónigos: Dios los perdone. Habla de los de la santa iglesia de Segovia, gravísima, y doctísima; y en mi afecto de singular estimación, por los grandes sujetos en letras, y virtudes, que ha dado a la Iglesia. Era suya la casa que la Santa trataba de comprar: y si con esta ocasión tuvo algún disgusto por entonces, después acá se ha señalado tanto en la estimación de sus hijos, e hijas, que en esto ninguna pretende la ventaja. Bien lo mostró el año de 1614, en que a 18 de setiembre, jueves por la noche, en una centella, que prendió en la torre de la iglesia, quemó parte della, junto con la sala capitular: de suerte que obligó al cabildo a buscar otra para los divinos Oficios, mientras se acudía al reparo. Y teniendo aquella antiquísima ciudad tantas, tan graves, y suntuosas, lo llevó su afecto a la pobre de las Carmelitas descalzas, a donde se trasladó el Santísimo de la catedral. Verificándose la revelación que una religiosa de aquel convento tuvo el mismo día por la mañana: a quien, después de haber comulgado, se le apareció Cristo señor nuestro del modo que andaba en el mundo, y la dijo muy fatigado: Hija, aquí me vengo a descansar entre vosotras: porque me echan de mi casa. Aprobación no sólo de la religión deste santo convento, sino también de la santa iglesia de Segovia, a quien el Redentor de las almas llamó casa suya.

7. En el número quinto le pide algún dinero prestado. ¿Dinero, y santa? Sí, dinero, y santa. Porque no sólo la guerra deste mundo necesita de dinero, sino la guerra del espíritu, que hace Dios en el mundo al mismo mundo, necesita de dinero, y se vence muchas veces el dinero con dinero. ¿Con qué había de hacer la Santa sus fundaciones, sino con [214] el dinero que ministraba la caridad de los fieles? ¿Con qué habían de traerse los despachos, y obras en los tribunales, sino con dinero, que satisfaciese a los abogados, y los demás derechos de los mismos tribunales? ¿Con qué había de sustentar a sus hijas, sino con dinero, que le ministraba el necesario alimento de sus hijas? ¿De qué otra suerte puede hacerse este milagro?

8. Es gran persona el dinero. Apenas puede obrarse cosa grande, ni santa, sin el dinero. Venga en figura de sustento, venga en figura de vestido, venga en figura de socorro, venga en figura de limosna, toda se funda la ejecución de lo grande en el dinero. Y de la manera que no puede servir el alma a Dios sin el cuerpo en esta vida, y en todo cuanto obra (y más en esto exterior) se ha de valer necesariamente del cuerpo; así han de menester las cosas grandes, y santas, muchas veces el dinero.

9. Esa es la razón, por que el Señor no excluyó de su Colegio apostólico el dinero; porque con ser la omnipotencia misma, y que podía criar el dinero, sin pedirlo, ni buscarlo, con todo eso quiso tomar sobre sí, con la humanidad, la necesidad de valerse del dinero: y así daba limosnas, y tal vez puede ser las recibiese, y tenía dispensero, que fue el traidorísimo Judas.

10. Es verdad (por que lo digamos todo) que también advirtió su divina Majestad con el remedio el peligro, pues de todos los Apóstoles, sólo se perdió el que tenía el dinero; y no se perdió porque lo daba, sino porque lo tenía. Escarmiento grande a los dispenseros de Dios, para que demos lo que nos dio para darlo, pero no para tenerlo.



47

Carta XLVII

A la mesma madre María Bautista, priora de Valladolid, y sobrina de la Santa.

Jesús.


1. La gracia del Espíritu Santo sea con ella, hija mía. Mañana se va el correo, y no la pensaba escribir, porque no había cosa buena que le decir, que ya el que estaba en la casa tiene por bien que nos vamos pasado mañana, que es día de san Felipe, y Santiago; por donde entiendo, que va ya el Señor queriendo aplacar en los trabajos.

2. Esta envíe a la madre priora de Medina luego en pudiendo, que estará con cuidado de una que le escribí, y estuve bien corta en encarecer trabajos. Sepa que después de la fundación de san José, ha sido todo nada en comparación de los que aquí he pasado. De que lo sepan, verán que tengo razón, que es misericordia de Dios si salimos con bien dellos: y ya se puede decir que sí. Bendito sea el Señor, que de todo saca bien: y yo de ver tanto junto he estado con un contento extraño. Y a no estar aquí mi hermano, cosa de la vida se pudiera hacer. [215]

3. Él ha padecido harto, y con ánimo en gastar, y llevarlo todo, que nos hace alabar a Dios. Bien con razón lo quieren estas hermanas, que ninguna ayuda han tenido, sino darnos más trabajo. Ahora está retraído por nosotras: y fue gran ventura no le llevar a la cárcel, que es aquí como un infierno, y todo sin ninguna justicia, que nos piden lo que no debemos, y a él por fiador. Acabarse ha esto en yendo a la corte, que es una cosa sin camino, y él ha gustado de pasar algo por Dios. En el Carmen está con nuestro padre; que lo que llueve sobre él de trabajos, es como granizo. En fin que harto tengo yo que deshacerle los nuestros, que estos son los que más le han atormentado, y con razón.

4. Por que entiendan algo. Ya saben las cosas, que las escribí nos había levantado aquella que se fue: pues no son nada, para lo que nos fue a avisar. Ya lo entenderán. De mí le digo, que me hizo Dios una merced, que estaba como en un deleite. Con representárseme el gran daño, que a todas estas casas podía venir, no bastaba, que excedía el contento. Gran cosa es la seguridad de la conciencia, y estar libre.

5. La otra se entró en otro monasterio. Ayer me certificaron, que está fuera de juicio, y no de otra cosa, sino que se fue de acá. Mire qué grandes son los de Dios, que responde por la verdad; y ahora se entenderá ser todo desatino. Y tales eran lo que decía por ahí: que atábamos las monjas de pies, y manos, y las azotábamos; y pluguiera a Dios fuera todo como esto. Sobre este negocio tan grave, otras mil cosas, que ya veía yo claro que quería el Señor apretarnos, para acabarlo todo bien, y ansí lo quiso. Por eso no tengan pena ninguna; antes espero en el Señor nos podremos ir presto pasadas a la casa: porque los Franciscos no han venido más, y que vengan tomada la posesión, es todo nada.

6. Grandes almas son las que aquí están: y esta priora tiene un ánimo, que me ha espantado, harto más que yo. Paréceme que como me tienen aquí, ha sido ayuda, que a mí vierten los golpes. Tiene harto buen entendimiento. Yo le digo, que es extremada para el Andalucía, a mi parecer. ¿Y cómo si ha sido menester traerlas escogidas? Buena estoy, aunque no lo he estado mucho: este jarabe me da la vida. Nuestro padre anda achacoso; mas no con calentura. No sabe desta. Encomiéndelo a Dios, y que nos saque bien de todos estos negocios. Sí creo hará. ¡Oh qué año he pasado aquí!

7. Vengamos a sus consejos. Cuanto a lo primero de dones, todos los que tienen vasallos de Indias se lo llaman allá. Mas en viniendo, rogué yo a su padre no se lo llamasen, y le di razones. Ansí se hizo, que ya estaban quietos, y llanos. Cuando vino Juan de Ovalle, y mi hermana, no me bastó razón (no sé si era por soldar el de su hijo), y como mi hermano [216] no estaba aquí, ni estuvo tantos días, ni yo con ellos, cuando vino dijéronle tanto, que no aprovechó nada. Y es verdad, que ya en Ávila no hay otra cosa, que es vergüenza. Y cierto a mí me dan en los ojos, por lo que a él le toca; que de mí nunca creo se me acordó, ni deso se le dé nada: que para otras cosas que dicen de mí, no lo es. Yo lo tornaré a decir a su padre, por amor della; mas creo no ha de haber remedio con sus tíos, y como ya están tan hechos a ello. Harto me mortifico cada vez que se lo oigo.

8. A lo de escribir Teresa a Padilla, no creo si no es a la priora de Medina, y a ella, por darlas contento, que ha escrito a nadie. A él creo una vez dos, o tres palabras. Hale dado que estoy lisiada por ella, y por mi hermano, y no hay sacárselo de la cabeza: y si había de estar, si fuera otra, según son. Mas mire que tanto, que con cuanto le debo, me he holgado de que esté retirado, por que no venga acá mucho. Y es verdad que embaraza él algo. Que aunque esté, en viniendo nuestro padre, o alguien, le digo que se vaya, y es como un ángel. No porque le dejo de querer mucho, que sí quiero; mas querríame ver sola de todo esto. Es ansí, piensen lo que pensaren, que poco va en ella.

9. Lo que dijo Padilla que era visitador, debía ser burlando. Ya le tengo conocido. Con todo eso ayuda mucho, y le debemos mucho. No hay nadie sin falta. ¿Qué quiere? Holgádome he, que esté contenta la señora doña María con esa licencia, mucho. Dígala gran cosa de mi parte, que por ser muy tarde no la escribo. Y que aunque me pesa que esté sin la señora duquesa, veo que quiere el Señor, que con sólo él tenga compañía, y se consuele.

10. De Ávila no sé más de lo que ella me escribe. Dios sea con ella. A Casilda, y a todas me encomiendo, y a mi padre fray Domingo muy mucho. Harto quisiera dejara la ida de Ávila, para cuando yo estuviera ahí; mas pues él quiere que sea todo cruz, sea. No me deje de escribir. Esa monja, que dice tan buena, no la despida. ¡Oh si quisiera venir acá! Que querría traer algunas de allá, si pudiese. Miren, que a mi parecer no hay de qué tener pena ahora, que creo ha de hacerse todo bien.

11. No olvide de enviar esta carta a la madre priora de Medina, y que ella la envíe a la de Salamanca, y sea para todas tres. Dios me la haga santa. Yo confieso, que esta gente desta tierra no es para mí, y que me deseo ya ver en la de Promisión, si Dios es servido. Aunque si entendiese lo era más aquí, sé que me estaría de gana. El Señor lo remedie. Es hoy Domínica in albis.

De vuestra reverencia.

Teresa de Jesús. [217]

A mi María de la Cruz, y a la supriora me encomiende. A mi María de la Cruz lea vuestra reverencia esta, todas nos encomienden a Dios.
Notas.


1. Esta carta es para la misma madre María Bautista, priora de Valladolid. En ella le da cuenta de la tribulación de Sevilla, que fue la primera de las que padeció aquella casa: y nació de la flaqueza de espíritu de una novicia, la cual débil de espíritu, vino a serlo de juicio, y levantó a las religiosas de aquel santo convento muchísimos desatinos.

2. Dice en el número primero: Que no le pensaba escribir, porque no había cosa buena que decirle. Como quien dice: ¿Malas nuevas quién las da, si no lo pide la necesidad, y más a quien bien se quiere? Condena con eso la necedad de aquellos, que suelen escribir una carta muy larga, de muy mala letra, para dar una no necesaria pesadumbre.

3. Desde el número segundo hace relación de los trabajos de esta fundación de Sevilla: los cuales, como en diversas partes hemos advertido, fueron muy sensibles, porque tiró el demonio, y flechó, y asestó toda su batería al crédito de la religión, y honor de la virtud. Pero Dios ahondaba los cimientos a su exaltación, con lo mismo con que la pretendía el enemigo echar por el suelo. Sólo su divina Majestad sabe hacer honra de la afrenta, y estimación del descrédito. Yo les digo a estas monjas de Sevilla, que si no son más santas que las otras, tienen muy poca razón, habiéndose fundado su casa con más penas, y trabajos, que las otras.

4. Refiere luego los de su buen hermano el señor Lorenzo de Cepeda, recién venido de la Nueva-España. Y sin duda alguna bueno; pues el caudal que trajo de las Indias, y el de su capacidad, lo empleaba todo en edificar alcázares para Dios, que son las casas de sus esposas.

5. Advierte, que estaba retraído por esta causa. ¡Oh lo que cuestan las empresas del espíritu, y de la reformación en este mundo tirano! Al mismo tiempo que estaba retraído un devoto, se estarían paseando por Sevilla dos mil facinerosos. El escandaloso en el triunfo, y en la cadena el justo. Aun el filósofo moral gentil decía: Parva scelera puniuntur: magna in triumphis feruntur (Séneca).

El filósofo cristiano tocará cada día con las manos, que no sólo la imperfección del bueno, sino su más alta perfección, es azotada; al tiempo que la iniquidad del malo en el mundo es exaltada, y coronada. Porque no de balde previno el Señor a los justos, cuando dijo: Erce ego mitto vos, sicut oves in medio luporum (Mt 19,16). ¿Miren qué ha hecho la pobre oveja para que se la coma el lobo? Nada. Sólo la voracidad del lobo es delito de la oveja.

6. Prosigue la Santa en el número cuarto, y dice el gusto que tuvo en la tribulación, y que excedía aquel a esta. ¡Rara cosa, que en tiempo atribulado puede más el gusto interior, que no el exterior tormento! Rara cosa; pero fácil, muy justa, y en su modo necesaria.

¿Qué importa que por afuera atormenten los disgustos, si allá dentro en el alma reinan grandísimos gustos? ¿Qué importa que arda el cuerpo [218] de Lorenzo en vivas llamas de fuego, si está ardiendo allá dentro el alma en llamas de caridad? ¿Puede por ventura este mundo vencer en lo exterior a Dios, que está en lo interior? ¿Miren cómo no había de estar la Santa contenta con sus trabajos, si deseaba trabajos por el Señor? ¿Miren cómo no había de alegrarse de verse afrentada, y perseguida, si iba siguiendo con su cruz sobre los hombros a su Amado, afrentado, y perseguido?

7. No hallaron la alegría los Apóstoles tan patente en la resurrección del Señor, como en el ministerio de su Pasión dolorosa. Vese esto, pues al verte resucitado no dicen los Evangelistas su alegría; pero luego que los azotaron porque predicaban al Señor: Ibant Apostoli gaudentes, quoniam digni habiti sunt pro nomine Jesu contumeliam pati (PS 90,15): con él estoy en la tribulación; con él, en él, dentro de él.

8. Luego dice: Que perdió el juicio la novicia. Mas me admira que tuviese que perder, la que sin juicio obró tantos desatinos. Sólo tuvo buen gusto de perderlo, porque lo perdió: No de otra cosa (dice la Santa) sino de que se salió del convento de descalzas de Sevilla. ¿Quién puede dejar de perder el juicio, de salir del puerto a la tempestad; del sosiego, a la inquietud; de la seguridad, a los peligros; de los remedios, al daño; y de salir a este mundo miserable, de un convento, paraíso de virtudes admirables, como es cada convento de Carmelitas descalzas?

9. En el número sexto pondera la Santa, qué buenas almas eran las que tenían consigo: y la priora a quien alaba, es la madre María de san José, de la cual hablaremos mucho: y es de buena medida la alabanza, pues dice, que le parece que tenía más ánimo que la Santa. ¡Rara cosa, que no alabe de perfecta, de penitente, de humilde, ni de otras virtudes, sino de animosa! Nació para capitán general santa Teresa, y fuelo en el ejército de Dios, conquistándole reinos eternos, que son almas, donde eternamente reina. ¡Qué presente tenía santa Teresa las palabras del Señor!: Regnum Caelorum vim patitur, et violenti rapiunt illud! (JB 7,1); y así justamente pide la Santa ánimo, para vencer.

10. Añade con discreción: Yo le digo, que es extrema a aquella monja para la Andalucía. Menester es, que los desta nobilísima nación averigüen con cuidado la razón de este discurso de la Santa: porque en mi sentimiento da a entender, que es necesario más ánimo para salvarse en el Andalucía, que en Castilla la Vieja. Y sin duda nace eso de la abundancia de aquella fertilísima provincia; y para subir al cielo, desde la felicidad humana, y romper estas ligaduras, y cadenas, es menester más esfuerzo, valor, y ánimo, que para llegar, despedido del mundo, por la pobreza, trabajos, y desdichas. Y así vemos (como advierte san Agustín discretamente) que cayó Adán en las delicias del Paraíso; y se tuvo firme Job, desnudo, y herido, sobre un poco de estiércol: In stercore sedebat Job cum flueret vermibus, atque putresceret: sed melior Job vulneribus plenus in stercore, [219] quam Adan integer in Paradiso (D. Aug. Ser. 222, de temp. in med.).

11. En el número sétimo responde a su sobrina algunos puntos domésticos, que le escribió, y la humildad, o la buena gracia de la Santa llama consejos. Y uno de ellos es, según parece, que a su hijo del señor Lorenzo de Cepeda le llamaban don Francisco, y como entonces no andaban tan baratos los dones, como lo han andado después, sentíalo la madre María Bautista, y la Santa: porque aunque la familia era de conocida nobleza; pero querían conservar el honor antiguo, con el antiguo estilo: reconociendo con gran discreción, que no da más honor la vanidad, que la verdad: y que la mayor estimación no depende de que se tomen los títulos, sino de que se merezcan.

La Santa con grandísima gracia, confesando que lo siente dice: Que no tiene remedio, porque en el ejemplar de otro primo hallaron esta dificultad; y que ya en Ávila no había otra cosa; que en las Indias llamaban así a los que tenían vasallos.Llamaban en aquel tiempo vasallos a los indios encomendados, aunque realmente no tenían en ellos jurisdicción, sino que sólo les pagaban tributo: y el señor Lorenzo de Cepeda, por sus señalados servicios, y los de sus hermanos, era encomendero del Perú. Y con todo eso, sobre una calidad conocidamente noble, y tantos méritos, y puesto tan relevante, que lo es en aquellas provincias, embarazaba a la humildad de la Santa el mudar estilo, por no ser de aquellos tiempos. ¡Cuán delgadamente discurren los santos a la perfección, y a la modestia!

12. En el número octavo vuelve a alabar la Santa a su hermano, de quien debía estar más enamorada por bueno, que por hermano, porque el parentesco de la gracia, es más estrecho que el de la naturaleza.

13. Luego en el número nono la desengaña de lo que le había dicho Padilla, de que era visitador (habla del licenciado Padilla, sacerdote de conocida virtud, y tan celoso de la reforma de las religiones, que se la encomendó el señor rey Felipe II, poco antes que saliese a luz la del Carmen) y le pide que temple el disgusto de la burla, por la fineza, con que les asiste. Como quien dice: El amor, y los servicios son de veras; la condición de burlas: perdonar se debe la condición, por el amor.

14. Es trabajo ordinario de la injusta correspondencia beneficios por un disgusto, cuando sólo habían de perderse, o recompensarse con diez injurias. Pero somos hombres más fáciles a la ira, que al reconocimiento.

15. Acaba luego este número con una razón consolatoria substancialísima, diciendo: Con todo eso ayuda mucho, y te debemos mucho. No hay nadie sin falta, ¿qué quiere? Como quien dice: Si no hemos de pagar los beneficios por las faltas, no habiendo nadie sin faltas, nunca llegaría el caso de ser agradecidas a los beneficios. Andaríamos siempre ingratas, e inquietas: ingratas, con el olvido de los beneficios; e inquietas, con el disgusto de las faltas. Con esto les enseña dos excelentes virtudes prácticas. La una, el amor a lo bueno: la otra, la paciencia en lo defectuoso: porque si hemos de vivir con quien no tiene faltas, es [220] menester salirse del mundo. Finalmente es como si dijera: Nemo sine crimine vivit. Es menester sufrirnos unos a otros, para que arda, y no se apague la caridad en los unos, ni en los otros.

16. La señora que nombra aquí doña María, es doña María de Mendoza, patrona del convento de Valladolid. Casilda, es la madre Casilda de san Ángelo, religiosa de gran virtud, del convento de Valladolid. El padre fray Domingo, es fray Domingo Báñez, confesor de la Santa, que por este tiempo era rector en el colegio de san Gregorio de Valladolid, como consta de la carta XIX.

Luego dice: Que pues todo quiere Dios que sea cruz, sea: como quien tan bien sabía, que el camino real del cielo, y el seguro es el de la cruz.




Teresa III Cartas 43