CARTAS – Teresa del Niño Jesús 241

Cta 241 A sor Marta de Jesús

Junio de 1897 (?)
J.M.J.T.
Querida hermanita, sí, lo he comprendido todo... Pido a Jesús que haga lucir sobre tu alma el sol de su gracia. No, no temas decirle que le amas, aun cuando no le sientas. Ese es el modo de obligar a Jesús a socorrerte y a que te lleve como a un niñito que es demasiado débil para caminar. Es una prueba muy grande verlo todo negro. Pero eso no depende en absoluto de ti. Tú haz lo que puedas. Despega tu corazón de las preocupaciones de la tierra, y sobre todo de las criaturas; y luego ten la seguridad de que Jesús hará lo demás. El no permitirá que caigas en el temido lodazal... Consuélate, hermanita querida, que en el cielo ya no lo verás todo negro, sino todo blanco... Sí, todo estará revestido de la blancura divina de nuestro Esposo, el Lirio de los valles. Juntas le seguiremos adondequiera que vaya... Aprovechémonos del breve instante de la vida..., agrademos juntas a Jesús, salvémosle almas con nuestros sacrificios... Y sobre todo, seamos pequeñas, tan pequeñas que todo el mundo pueda pisarnos con sus pies1, sin siquiera aparentar que lo notamos y que sufrimos por ello... Hasta pronto, hermanita querida, me alegro de verte...

NOTAS Cta 241 1 Cf Im III,13,3 y Or 20 del 16/7/1897.

Cta 242 A sor María de la Trinidad

J.M.J.T. Jesús + 6 de junio de 1897 Querida hermanita: Tu hermosa cartita me alegró el alma. Ya veo que no me he equivocado al pensar que Dios te llama a ser una gran santa, aún siendo pequeña y siéndolo cada día más. Comprendo muy bien que sientas no poder hablarme, pero puedes estar segura de que también yo sufro por no poder hacerlo, y que nunca como ahora he comprendido que tú ocupas un lugar inmenso en mi corazón... Algo que me alegra mucho es comprobar que la tristeza no te quita el buen humor: no he podido (vº) por menos de reírme al leer el final de tu carta: ¿de modo que así te burlas de mí? ¿Quién te ha hablado de mis escritos1? ¿A qué infolios te refieres? Ya veo que sueltas una mentira para sacar la verdad. Bueno, algún día la sabrás, si no es en la tierra, será en el cielo; pero seguro que no te preocupará demasiado, pues entonces tendremos otras cosas en que pensar... ¿Quieres saber si estoy contenta de ir al paraíso? Lo estaría enormemente si fuese a ir, pero... para ello no cuento con la enfermedad, es una conductora muy lenta. Sólo cuento ya con el amor. Pídele a Jesús que todas las oraciones que se hacen por mí sirvan para aumentar el fuego que ha de consumirme... (vºtv) Me parece que no vas a poder leerme, lo siento2, pero sólo disponía de unos minutos.

NOTAS Cta 242 1 La reanudación de la biografía de Teresa (Ms C). La madre Inés había obtenido para ello el consentimiento de la madre María de Gonzaga en la noche del 2 al 3 de junio. 2 Cf Cta 232, nota 2.

Cta 243 A sor Genoveva1

J.M.J.T. 7 de junio de 1897 Queridísima hermanita, no busquemos nunca lo que parece grande a los ojos de las criaturas. Salomón, el rey más sabio que hubo jamás en la tierra, después de observar todos los afanes que ocupan a los hombres bajo el sol, la pintura, la escultura y todas las demás artes, comprendió que todas esas cosas estaban carcomidas por la envidia recíproca, y exclamó que no eran más que vanidad y aflicción de espíritu... La sola cosa que nadie envidia es el último lugar. Este último lugar es, pues lo único que no es vanidad y aflicción de espíritu... (vº) Sin embargo, «el hombre no es dueño de su camino», y a veces comprobamos con sorpresa que estamos deseando lo que brilla. Entonces, coloquémonos humildemente entre los imperfectos, considerémonos almas pequeñas a las que Dios tiene que sostener a cada instante. Cuando él nos ve profundamente convencidas de nuestra nada, nos tiende la mano; pero si seguimos tratando de hacer algo grande, aunque sea so pretexto de celo, Jesús nos deja solas. «Cuando parece que voy a tropezar, tu misericordia, Señor, me sostiene» (Salmo XCIII). Sí, basta con humillarse, con soportar serenamente las propias imperfecciones. ¡He ahí la verdadera santidad2! Cojámonos de la mano, hermanita querida, y corramos al último lugar... Nadie vendrá a disputárnoslo...

NOTAS Cta 243 1 Sor Genoveva fotografió a su hermana en este 7 de junio, lunes de Pentecostés. A pesar de su agotamiento, Teresa tuvo que posar durante mucho tiempo para satisfacer las exigencias de Celina. Esta (según una tradición oral) se impacientó. Este billete parece ser una respuesta a las quejas que le había expresado la novicia. 2 Cf Ms C 2vº, escrito en estos mismos días. Sor María de la Trinidad comenta así esta frase de la Cta 243: «¿Qué santo canonizado ha hablado nunca así? «Nosotras, me decía, no somos santos que lloremos nuestros pecados; nosotras nos alegramos de que nuestros pecados sirvan para glorificar la misericordia de Dios» (Billete a la madre Inés, 8/3/1925).

Cta 244 Al abate Bellière1

J.M.J.T. 9 de junio de 1897 Querido hermanito: Esta mañana recibí su carta2, y aprovecho un momento en que la enfermera está ausente para escribirle unas últimas palabras de adiós; cuando las reciba, ya habré dejado el destierro... Su hermanita estará unida a su Jesús para siempre; entonces podrá alcanzarle gracias y volar con usted a las lejanas misiones. ¡Qué contenta estoy de morir, querido hermanito...! Sí, estoy contenta, no porque vaya a verme libre de los sufrimientos de aquí abajo (al contrario, el sufrimiento es la única cosa que me parece deseable en este valle de lágrimas), sino porque veo muy claro que ésa es la voluntad de Dios. Nuestra Madre querría retenerme en la tierra. En este momento se está diciendo por mí un novenario de misas a Nuestra Señora de las Victorias3, que ya me curó una vez en mi niñez4; pero creo que el milagro que ahora haga no va ser otro que (vº) el de consolar a nuestra Madre, que me ama tan tiernamente. Querido hermanito, en el momento de comparecer delante de Dios, comprendo mejor que nunca que sólo una cosa es necesaria: trabajar únicamente por él y no hacer nada por uno mismo ni por las criaturas. Jesús quiere adueñarse por entero de su corazón, quiere que sea usted un gran santo. Para ello tendrá que sufrir mucho, pero también ¡qué alegría inundará su alma cuando llegue al momento feliz de su entrada en la vida eterna...! Hermano mío, pronto iré a ofrecer su amor a todos sus amigos del cielo y a pedirles que le protejan. Quisiera decirle, querido hermanito, un montón de cosas que comprendo ahora que estoy a las puertas de la eternidad. Pero no muero: entro en la vida, y todo lo que no puedo decirle aquí abajo se lo haré entender desde lo alto de los cielos... Hasta Dios, hermanito, rece por su hermanita que le dice: Hasta pronto, ¡hasta vernos en el cielo...! Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm. ind

NOTAS Cta 244
1 Este billete no fue enviado, debido sin duda a una mejoría pasajera. Teresa desarrollará algunas de esas ideas en Cta 253.
2 Cf Cta 247, nota 1.
3 Santuario de París, muy querido por los Martin y los Guérin; cf Ms C 8rº y UC p. 608s.
4 El 13 de mayo de 1883; cf Ms A 30rº,

Cta 245 A la madre Inés de Jesús, sor María del Sgdo. Corazón y sor Genoveva1

Junio (?) de 1897 Al verso arriba: No lloréis por mí, pues estoy en el cielo con el Cordero y las vírgenes 2 santas.... abajo: Veo lo que creí.
Poseo lo que esperé. Estoy unida a Aquel a quien amé con toda mi capacidad de amar3. A ambos lados: Un poquito de este puro amor más provecho hace a la Iglesia que todas esas otras obras juntas4. Por eso es gran negocio para el alma ejercitar en esta
vida los actos de amor, porque, consumándose en breve, no se detengan mucho acá
o allá sin ver a Dios5 (San Juan de la Cruz). Al dorso Nada encuentro en la tierra que me haga feliz; mi corazón es demasiado grande, nada de lo que en este mundo se llama felicidad puede llenarlo. Mi pensamiento vuela hacia la eternidad, ¡el tiempo va a terminarse...! Mi corazón está sosegado, como un lago tranquilo o un cielo sereno. No añoro la vida de este mundo, mi corazón tiene sed de las aguas de la vida eterna... Un poco más, y mi alma dejará la tierra, concluirá su destierro, terminará su lucha... ¡Subo al cielo... llego a la patria..., consigo la victoria...! Voy a entrar en la morada de los elegidos, voy a ver bellezas que el ojo del hombre nunca vio, a escuchar armonías que el oído nunca escuchó, a gozar de alegrías que el corazón nunca gustó... ¡He llegado a esta hora que todas nosotras tanto hemos deseado...! Es gran verdad que el Señor escoge a los pequeños para confundir a los grandes de este mundo... No me apoyo en mis propias fuerzas, sino en las fuerzas de Aquel que en la cruz venció el poder del infierno. Soy una flor primaveral que el dueño del jardín corta para recrearse... Todas nosotras somos flores plantadas en esta tierra y que Dios corta a su tiempo, un poco antes o un poco después... ¡Yo, pequeño efémero, me voy la primera! Un día, nos encontraremos en el paraíso y gozaremos de la verdadera felicidad...! (Teresa del Niño Jesús copió los pensamientos del angelical mártir Teófano Vénard)6.

NOTAS Cta 245
1 Textos escritos por Teresa en una estampa, como recuerdo de despedida.
2 Adaptación de la tercera lectura de Maitines de la segunda fiesta de santa Inés (28 de enero).
3 Antífona del cántico Benedictus de ese mismo oficio.
4 SAN JUAN DE LA CRUZ, cf Cta 221, nota 2; Ms B 4vº; Or 12 rº.
5 ID, Ll 2,34. Esta frase cierra el tercer pasaje que Teresa había señalado con una cruz en el ejemplar que guardaba como libro de cabecera durante su enfermedad. Cf UC pp. 149-422; Prières, p. 121).
6 Copiado de la correspondencia que escribió el mártir durante su encarcelamiento, entre el arresto (30/11/1860) y la decapitación (2/2/1861). Teresa había copiado éstos y otros pasajes en su libreta de apuntes. Al transcribirlos para sus hermanas, introdujo algunas mínimas variantes, apropiadas a su propio caso.

Cta 246 A sor María de la Trinidad

13 de junio de 1897 Que el divino Niño Jesús encuentre en tu alma una morada totalmente perfumada por las rosas del amor; que encuentre también en ella la lámpara ardiente de la caridad fraterna1, que hará entrar en calor a sus miembrecitos helados y que alegrará su corazoncito haciéndole olvidar la ingratitud de las almas que no le aman lo suficiente. Sor Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz r.c.i. (13 de junio de 1897)2

NOTAS Cta 246 1 Cf Ms C 11vº y s., palabras escritas alrededor del 12-15 de junio; especialmente 12rº. 2 Domingo de la Santísima Trinidad, onomástico de sor María de la Trinidad. Este texto estaba escrito al dorso de una estampa.

Cta 247 Al abate Belliére

J.M.J.T. Carmelo de Lisieux 21 de junio de 1897 Jesús + Querido hermanito: He dado gracias a Nuestro Señor con usted por la gracia tan señalada que se dignó concederle el día de Pentecostés1. En esa misma hermosa fiesta (hace 10 años) obtuve yo, no de mi director sino de mi padre, el permiso para hacerme apóstol en el Carmelo2. Un motivo más de parecido entre nuestras almas. Por favor, querido hermanito, ni se le ocurra nunca pensar que «me aburre o me distrae" hablándome mucho de usted. ¿Cómo iba a ser posible que una hermana no tuviese interés por todo lo que se refiere a su hermano? Y en cuanto a distraerme, no tiene nada que temer: sus cartas, por el contrario, me unen más a Dios al hacerme (1vº) contemplar de cerca las maravillas de su misericordia y de su amor. A veces Jesús quiere «revelar sus secretos a los más pequeños". Prueba de ello es que, después de haber leído su primera carta del 15 de oct. del 95, yo pensé lo mismo que su director: usted no puede ser un santo a medias, tendrá que serlo del todo o no serlo en absoluto. Comprendí que usted debía de tener un alma valiente, y por eso me sentí feliz de ser su hermana. No crea que me asusta al hablarme de «sus años más hermosos desperdiciados". Agradezco a Jesús que lo haya mirado con una mirada de amor como en otro tiempo miró al joven del Evangelio. Usted, más afortunado que él, ha respondido fielmente a la llamada del Maestro y lo ha dejado todo para seguirlo, y en la edad más hermosa de la vida, a los 18 años... Usted, hermano, igual que yo, puede cantar las misericordias del Señor3, que brillan en usted en todo su esplendor... Usted ama a san Agustín y santa María Magdalena, esas almas a las que «se les han perdonado muchos pecados (2rº) porque amaron mucho". También yo les amo, amo su arrepentimiento, y sobre todo... ¡su amorosa audacia4! Cuando veo a Magdalena adelantarse, en presencia de los numerosos invitados, y regar con sus lágrimas los pies de su Maestro adorado, a quien toca por primera vez, siento que su corazón ha comprendido los abismos de amor y de misericordia del corazón de Jesús y que, por más pecadora que sea, ese corazón de amor está dispuesto, no sólo a perdonarla, sino incluso a prodigarle los favores de su intimidad divina y a elevarla hasta las cumbres más altas de la contemplación. Querido hermanito, desde que se me ha concedido a mí también comprender el amor del corazón de Jesús, le confieso que él ha desterrado todo temor de mi corazón. El recuerdo de mis faltas me humilla y me lleva a no apoyarme nunca en mi propia fuerza, que no es más que debilidad; pero sobre todo, ese recuerdo me habla de misericordia y de amor. Cuando uno arroja sus faltas, con una confianza enteramente filial, en la hoguera devoradora del Amor, (2vº), ¿cómo no van a ser consumidas para siempre5? Sé que ha habido santos que pasaron su vida practicando asombrosas mortificaciones para expiar sus pecados. Pero, ¿qué quiere?, «en la casa del Padre celestial hay muchas estancias". Lo dijo Jesús, y por eso yo sigo el camino que él me traza. Procuro no preocuparme ya de mí misma en nada y dejar en sus manos lo que él quiera obrar en mi alma, pues no he elegido una vida de austeridad para expiar mis faltas sino las de los demás. Acabo de releer estas líneas, y me pregunto si usted me entenderá, porque me he explicado muy mal. No crea que censuro el arrepentimiento que usted tiene de sus faltas y sus deseos de expiarlas. En absoluto, ¡estoy muy lejos de hacerlo! Pero mire, ahora que somos dos, el trabajo se hará más rápidamente (y a mí, a mi estilo, me cundirá más el trabajo que a usted); por eso espero que algún día Jesús lo hará caminar por el mismo camino que a mí6. Perdón, querido hermanito, no sé lo que me pasa hoy, pues realmente digo lo que no quisiera decir. No me queda ya sitio para contestar a su (2vºtv) carta. Lo haré en otra ocasión. Gracias por las fechas. Ya he festejado sus 23 años7. Ruego por sus queridos padres, a los que Dios se llevó ya de este mundo, y no olvido a la madre a la que tanto ama8. Su indigna hermanita, T. del Niño Jesús de la Santa Fazrel. carm. ind.

NOTAS Cta 247 1 El 7 de junio, lunes de Pentecostés, el abate Bellière escribía a Teresa: «Ayer, mi muy querida hermana, a la misma hora en que el Espíritu Santo descendía sobre los apóstoles con su luz y con su fuerza, recibía yo sus órdenes de labios de mi Director. Dicho de otra manera, recibía una confirmación casi decisiva de mi vocación y escuchaba esto: Usted tiene una vocación seria, en la que yo creo firmemente y en la cual Dios manifiesta de manera singular su Providencia. Por mil ocasiones de perderse, Dios le ha concedido diez mil de salvarse. Es más, él quiere que sea misionero. El camino está abierto, vaya. «Y voy a partir, querida hermanita. Pasaré estas vacaciones con mi familia, y el 1 de octubre llegaré a Argel para hacer el noviciado en Maison-Carrée con los Padres Blancos. (...) Si más tarde me ocurre sentir desmayo o desaliento, (...) sabré, hermana, que usted está cerca de mí con su caridad fraternal, y no será ése el menor sostén de mi pobre alma. Usted me ha prometido que, incluso después del destierro, estará a mi lado, y no tengo miedo. «Adoremos a Dios, hermana mía, ayúdeme a darle gracias. Yo menos que nadie, créame, merecía este honor, en el que no puedo pensar si no es temblando, y este amor de Dios me asusta un poco. Sin embargo, quiero que venza la confianza y entregarme sin reservas, que, por otra parte, es lo que me han pedido. El Padre me ha dicho: Tiene que entregarse enteramente a Dios, que se lo pide todo. Usted no puede estar a su servicio sólo a medias; o es un buen sacerdote, o no es nada. Estos son también mis sentimientos y quiero darme sin cálculos (...) «Usted me decía no hace mucho: «Siento que nuestras almas fueron hechas para comprenderse». También a mí me lo parece, y, como soy un poco supersticioso respecto a la Providencia, no puedo dejar de establecer algunas semejanzas (pero también ¡cuántas diferencias!). «Permítame transmitirle algunas con toda sencillez. Unos mismos deseos: almas, apostolado... -usted es ante todo un apóstol, creo yo-. Esa necesidad de entrega a una causa santa. (...) «Siendo aún muy joven, usted, querida hermanita, se vio privada de las caricias de una madre. Pues ya ve, yo no llegué a conocer a la mía; es más, ella murió por causa mía. Hasta los 10 ó los 11 años yo ignoraba esta desgracia, pues estaba recibiendo de una tía el afecto y las caricias que yo creía eran caricias de una madre, tan dulces y bienhechoras eran para mí. Por eso siempre llamé «madre» a esta hermana de mi madre, y mi corazón sufrirá (al separarme de ella) tanto como hubiese sufrido si me despidiese de mi madre para ir al lejano apostolado. (...) «No me sorprendería que tuviésemos también las mismas devociones. A mí me ha convertido el Sagrado Corazón, después de muchas necedades y cobardías. Los años más hermosos de la vida, los que más ama Jesús, yo los he despilfarrado, sacrificando al mundo y a sus locuras los «talentos» que Dios me había prestado. Pero la Santísima Virgen, Nuestra Señora de la Liberación, a la que usted seguramente conoce, me ha ayudado también mucho. San José me ha recibido en su guardia de honor. Y espero mucho de la amistad de los santos Pablo, Agustín, Mauricio, Luis Gonzaga, Francisco Javier, y de las santas Juana de Arco, Celina e Inés (a quienes usted ha cantado), Genoveva, que era una valiente y cuya fiesta está enmarcada entre su nacimiento de usted y su bautismo (3 de enero), Teresa, sobre todo desde que sé que es la santa patrona de mi querida hermanita, María Magdalena, la pecadora a la que Jesús llegó a amar tanto. (...) «¡Cómo debo de aburrirla y distraerla, mi valiente y querida hermanita, con toda esta palabrería en la que me parece que hablo de mí más de la cuenta! Perdóneme. La verdad, se lo aseguro, es que soy un miserable, y gracias a que usted está ahí Dios me sigue amando todavía. Estoy seguro de que se lo recompensará, y así se lo pido ardientemente. «Mi muy querida y genial hermanita, yo seré para siempre su agradecido, aunque indigno hermano, M. Barthélemy Bellière«No tenga miedo, hermana mía, estoy demasiado celoso de la gracia de Dios que me concede el favor de sus cartas, para que ningún profano penetre en su secreto» (LC 186, 7/6/1897). 2 El 29 de mayo de 1887; cf Ms A 50rº. 3 Tema fundamental del Ms A, que se retoma al principio del Ms C, en curso de redacción. 4 Cf Ms C 36vº. 5 Cf CA 11.7.6 y CG p. 1022+g. 6 El 15 de julio, el abate Bellière escribía a este respecto: «¿Sabe que me abre horizontes nuevos? En su última carta, especialmente, encuentro una serie de reflexiones sobre la misericordia de Jesús, sobre la familiaridad a que él nos invita, sobre la sencillez en las relaciones del alma con nuestro gran Dios, que hasta el presente no me habían conmovido mayormente, sin duda porque nadie me las había presentado con esa sencillez y esa unción que su corazón prodiga. Y pienso como usted. Pero yo sólo llego imperfectamente a esa sencillez exquisita que me parece asombrosa, porque soy un pobre orgulloso y me apoyo todavía demasiado en las cosas creadas. «No, querida hermanita, no se ha explicado mal, tiene toda la razón. He comprendido bien sus ideas. Y como usted dice tan bien y tan acertadamente, ya que en la práctica somos dos, me fío enteramente de Nuestro Señor y de usted, que es el camino más seguro. Todo lo que me dice lo considero como proveniente del mismo Jesús, tengo plena confianza en usted y me acomodo a su estilo, que quisiera hacer mío» (LC 188, 15/7/1897). 7 El 10 de junio. 8 Su tía, la señora Barthélemy.

Cta 248 A Leonia

Finales de junio (?) de 1897
J.M.J.T.
Mi querida Leonia: Me emocionó a más no poder tu rapidez en complacerme. Te lo agradezco de todo corazón y estoy encantada de la colcha que me has hecho. Es exactamente como yo la quería... Mañana ofreceré por ti la comunión... Te quiero y te abrazo. Tu hermanita, Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind.

Cta 249 A sor María de la Trinidad1

(Fragmentos)
Mediados de julio (?) de 1897
J.M.J.T.
Querida hermanita: No quiero que estés triste. Sabes bien qué perfección sueño yo para tu alma, (...) Compadezco tu debilidad (...), contigo hay que decir enseguida lo que se piensa.
(...) enfermería, debería haberte hecho comprender que te sería más difícil conseguir permiso para venir después de Maitines
(...) el demonio se aleja Ahora no me (...) comprendido tu lucha y te habría consolado bondadosamente si no lo hubieses dicho en voz alta, sino que (...)
Adiós, pobre m.2, a quien tendré que llevar muy pronto al cielo. Quiero tenerlo todo entero.

NOTAS Cta 249 1 Un día -cuenta la interesada- en que ya no podía más de pena y de luchas porque me tenían alejada de ella (de Teresa) como si fuese una extraña, fui a la enfermería y desahogué mis quejas delante de una de sus hermanas (...). Mi amarga queja apenó a la Sierva de Dios, que me despidió reprochándome severamente mi falta de virtud. ¡Por la noche, me hizo llegar este billete! (Cf CG p. 1024). 2 «Muñeca»; cf Cta 136, nota 2.

Cta 250 A sor María de San José

Julio (?) de 1897
J.M.J.T. Espero que sor Genoveva te haya consolado1. El pensamiento de que ya no estás triste hace desaparecer mi tristeza... ¡Y que felices seremos en el cielo! Allí participaremos de las perfecciones divinas y podremos dar a todo el mundo sin vernos obligados a dejar sin nada a nuestros amigos más queridos... Dios ha (vº) hecho bien en no darnos este poder en la tierra, pues quizás no hubiéramos querido abandonarla. Y además, ¡nos hace tanto bien reconocer que sólo él es perfecto, que sólo él debe bastarnos cuando quita la rama que sostiene al pajarillo! ¡El pájaro tiene alas, está hecho para volar2!

NOTAS Cta 250 1 Seguramente, de no poder entrar en la enfermería, ¿de la que sor Genoveva era la «guardiana»? 2 La rama es evidentemente Teresa, y el pájaro sor María de San José. Esta sufrirá por tener que conformarse con raras y silenciosas visitas a la enfermería. Cf UC p. 479.

Cta 251 A sor Marta de Jesús

Junio-julio (?) de 1897
J.M.J.T.
La pequeña esposa de Jesús no tiene que estar triste, pues Jesús lo estaría también. Debe cantar siempre en su corazón el cántico del amor. Tiene que olvidar sus pequeñas penas para consolar las grandes penas de su Esposo... Hermanita querida, no seas una chiquilla triste pensando ver que no te comprenden, que te juzgan mal, que te olvidan, sino ríete de todo el mundo procurando actuar como las demás (vº), o, mejor, tratándote a ti misma como (dices que) te tratan las demás, es decir, olvidándote de todo lo que no es Jesús y olvidándoTE a ti misma por su amor... Hermanita querida, no me digas que eso es difícil. Si te hablo así, la culpa es tuya: me has dicho que amas mucho a Jesús, y al alma que ama nada le parece imposible1... Puedes estar segura de que tu billetito me ha agradado mucho2...

NOTAS Cta 251 1 Cf Im III,5.4. 2 Cf CA 15.6.2 y 8.7.6.

Cta 252 A la madre Inés de Jesús

13 de julio de 1897 Te quiero mucho, mamaíta, ¡pronto lo verás! ¡Sí, sí...!

Cta 253 Al abate Bellière1

J.M.J.T. Jesús + 13 de julio de 1897 Querido hermanito: Cuando lea estas letras, quizás yo no esté ya en la tierra, sino en el seno de las delicias eternas. No conozco el futuro, pero puedo decirle con seguridad que el Esposo está a la puerta. Se necesitaría un milagro para retenerme en el destierro, y no creo que Jesús haga ese milagro inútil. Querido hermanito, ¡qué contenta estoy de morir! Sí, estoy contenta, no por verme libre de los sufrimientos de aquí abajo (al contrario, el sufrimiento unido al amor es lo único que me parece deseable en este valle de lágrimas). (1vº) Estoy contenta de morir porque veo que ésa es la voluntad de Dios y porque seré mucho más útil que aquí abajo a las almas que amo, y muy especialmente a la suya. En su última carta a nuestra Madre me pedía que le escribiese a menudo durante las vacaciones. Si el Señor quiere prolongar todavía algunas semanas más mi peregrinación y nuestra Madre lo permite, podría garabatearle aún algunas palabras como éstas. Pero lo más probable es que haga algo más que escribirle a mi querido hermanito, incluso más que hablarle el lenguaje fastidioso de la tierra: estaré muy cerca de él, veré todo lo que (2rº) necesita y no dejaré en paz a Dios hasta que me conceda todo lo que quiero... Cuando mi hermanito querido parta para Africa, yo le seguiré, y no ya con el pensamiento o con la oración: mi alma estará siempre con él, y su fe le hará descubrir la presencia de una hermanita que Jesús le dio, no para que le sirviera de apoyo durante apenas dos años, sino hasta el último día de su vida. Todas estas promesas, hermano, tal vez puedan parecerle un tanto quiméricas; sin embargo, debe empezar a saber que Dios siempre me ha tratado como a una niña mimada. Es verdad que su cruz me ha acompañado desde la cuna, (2vº) pero Jesús me ha hecho amar apasionadamente esa cruz y me ha hecho siempre desear lo que él quería darme2. ¿Va a empezar entonces en el cielo a no colmar ya mis deseos? La verdad, no puedo creerlo, y le digo: «Pronto, hermanito, estaré cerca de usted". Se lo suplico, pida mucho por mí, ¡necesito tanto las oraciones en este momento! Pero sobre todo, pida por nuestra Madre; ella quisiera retenerme todavía mucho tiempo aquí abajo, y para conseguirlo esta venerada Madre ha mandado decir un novenario de Misas a Nuestra Señora de las Victorias que ya me curó en la niñez; pero yo, sabiendo que el milagro no se realizará, he pedido y alcanzado de la Santísima Virgen que ella consuele un poco el corazón de mi Madre, o, mejor, que le haga consentir en que Jesús me lleve al cielo. (2rtv) Hasta Dios, hermanito, hasta pronto, hasta que volvamos a vernos en el hermoso cielo.
T. del Niño Jesús y de la Santa Fazrel. carm.

NOTAS Cta 253
1 Esta carta retoma varias ideas del billete de despedida del 9 de junio (Cta 244), que no fue enviado.
2 Cf CA 13.7.15, frase idéntica a la de ese día, y Ms C 31rº; cf UC p. 400.

Cta 254 Al P. Roulland

J.M.J.T. Carmelo de Lisieux 14 de julio de 1897 Jesús + Hermano: Me dice en su última carta (que me ha gustado mucho): «Soy como un bebé que está aprendiendo a hablar"1. Pues bien, desde hace cinco o seis semanas, también yo soy como un bebé, pues sólo vivo de leche2, pero pronto iré a sentarme en el banquete celestial, pronto iré a apagar mi sed en las aguas de la vida eterna. Para cuando usted reciba esta carta, seguramente yo habré dejado ya la tierra. El Señor, en su infinita misericordia, me habrá abierto ya su reino y podré disponer de sus tesoros para prodigarlos a las almas que amo. Puede estar seguro, hermano, de que su hermanita mantendrá sus promesas, y que su alma, libre ya del peso de su envoltura mortal, volará feliz hacia las lejanas regiones que usted está evangelizando. Lo sé, hermano mío: le voy a ser mucho más útil en el cielo que en la tierra; por eso vengo, feliz, a anunciarle mi ya próxima entrada en esa bienaventurada ciudad, segura de que usted compartirá mi alegría y dará gracias al Señor por darme los medios de ayudarlo a usted más eficazmente en sus tareas apostólicas. Tengo la confianza de que no voy a estar inactiva en el cielo. Mi deseo es seguir trabajando por la Iglesia y por las almas. Así se lo pido a Dios, y estoy segura de que me va a escuchar. ¿No están los ángeles continuamente ocupados de nosotros, sin dejar nunca de contemplar el rostro de Dios y de abismarse en el océano sin orillas del amor3? ¿Por qué no me va a permitir Jesús a mí imitarlos? Ya ve, hermano, que si abandono el campo de batalla, no es con el deseo egoísta de irme a descansar. El pensamiento de la felicidad eterna apenas si hace estremecerse a mi corazón: desde hace mucho tiempo, el sufrimiento se ha convertido en mi cielo aquí en la tierra, y realmente me cuesta entender cómo voy a poder aclimatarme a un país en el que reina la alegría sin mezcla alguna de tristeza. Será necesario que Jesús transforme mi alma y le dé capacidad para gozar; de lo contrario, no podré soportar las delicias eternas.
Lo que me atrae hacia la patria del cielo, es la llamada del Señor, es la esperanza
de poder amarle al fin tanto como he deseado, y el pensamiento de que podré
hacerle amar por una multitud de almas que lo bendecirán eternamente.
Hermano mío, ya no va a tener tiempo para hacerme sus encargos para el cielo, pero los adivino. Además, sólo tiene que decírmelos muy bajito, y yo le escucharé y llevaré fielmente sus mensajes al Señor, a nuestra Madre Inmaculada, a los ángeles y a los santos que usted ama. Yo pediré para usted la palma del martirio y estaré cerca de usted sosteniéndole la mano para que pueda recoger sin esfuerzo esa palma gloriosa, y luego volaremos juntos jubilosos a la patria celestial, rodeados de todas las almas que usted ha conquistado.
Adiós, hermano, rece mucho por su hermanita, rece por nuestra Madre, a cuyo corazón sensible y maternal le cuesta tanto aceptar mi partida. Cuento con usted para consolarla. Soy, para toda la eternidad, su hermanita Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm. ind.

NOTAS Cta 254
1 «Aquí estoy como un bebé, sin saber hablar y aprendiendo la lengua en una
familia cristiana», escribía el P. Roulland a Teresa (LC 178, 29/4/1897).
2 Desde la semana de Pentecostés Teresa sigue un régimen lácteo.
3 Cf ARMINJON, op. cit., p. 302 y CA 17.7.

Cta 255 A los señores Guérin

J.M.J.T. Jesús 16 de julio de 1897 Mis queridos tíos: Me siento enormemente feliz de poder demostrarles que su Teresita no ha abandonado todavía el destierro, pues sé que esto les llenará de alegría. Sin embargo, creo, queridos familiares, que su alegría será todavía mucho mayor cuando, en vez de leer unas pocas líneas trazadas con mano temblorosa, sientan mi alma cerca de la suya. Sí, estoy segura de que Dios me permitirá derramar a manos llenas sus gracias sobre ustedes y sobre mi hermanita Juana y su Francis. Escogeré para ellos el querubín más hermoso del cielo (1vº) y pediré a Jesús que se lo regale a Juana para que llegue a ser «un gran pontífice y un gran santo"1. Si no soy escuchada, mi querida hermanita tendrá realmente que renunciar al deseo de ser madre aquí en la tierra, pero podrá alegrarse pensando que en el cielo «el Señor le dará el gozo de ver que es madre de muchos hijos"2, como lo prometió el Espíritu Santo al cantar por boca del rey profeta esas palabras que acabo de escribir. Esos hijos serán las almas que su sacrificio, aceptado con entereza, hará nacer a la vida de la gracia; pero confío que le podré alcanzar mi querubín, es decir, un alma que sea su copia fiel, pues un querubín no va a querer desterrarse ni siquiera para recibir las dulces caricias de una madre... Me doy cuenta de que no voy a tener espacio en esta carta para decir todo lo que quisiera. (2rº) Quería, queridos tíos, contarles detalladamente mi comunión de esta mañana3, que ustedes hicieron que fuese tan emocionante, o, mejor dicho, tan triunfante, con sus ramos de flores. Dejo que mi querida hermanita sor M. de la Eucaristía les cuente los detalles, y sólo quiero decirles que ella cantó antes de la comunión una coplilla que yo había compuesto para esta mañana4. Cuando Jesús estuvo en mi corazón, volvió a cantar esta estrofa de «Vivir de amor": ¡Morir de amor, dulcísimo martirio! No acierto a decirles lo digna y hermosa que era su voz. Me había prometido no llorar por complacerme, y mis esperanzas se vieron rebasadas. Jesús debió escuchar y comprender perfectamente lo que espero de él, y eso era justamente lo yo que quería... (2vº) Ya sé que mis hermanas les han hablado de mi alegría. Es verdad que soy como un pinzón, excepto cuando tengo fiebre; por suerte, la fiebre sólo viene a visitarme al anochecer, a la hora en que los pinzones duermen, con la cabeza escondida bajo el ala. No estaría tan alegre como estoy si Dios no me enseñase que la única alegría posible en la tierra es cumplir su voluntad. Un día creo estar a las puertas del cielo, al ver el aire consternado del Sr. de Cornière, y al día siguiente se va muy contento, diciendo: Estás en vías de curación... Lo que pienso yo (pobre niñito de leche5) es que no me curaré, pero que podría ir tirando así todavía mucho tiempo. Hasta Dios, queridos tíos, sólo en el cielo podré expresarles todo mi cariño; mientras vaya tirando, mi lápiz será incapaz de hacerlo. Su hijita, T. del Niño Jesús
r.c.i.

NOTAS Cta 255
1 Cf Cta 152, nota 2.
2 Cf Cta 178, nota 6.
3 Cf CA 15.7.3 y UC p. 631.
4 «Tú que conoces mi infinita nada» (PS 8); UC p. 398.
5 Cf Cta 254, nota 2.


CARTAS – Teresa del Niño Jesús 241