Nehemia (BPD) 1



LA PRIMERA MISIÓN DE NEHEMÍAS

Las malas noticias llegadas de Jerusalén
1 1 Palabras de Nehemías, hijo de Jacalías.
En el mes de Quisleu, el vigésimo año de Artajerjes, mientras yo estaba en Susa, la ciudadela, 2
llegó Jananí, uno de mis hermanos, con algunos hombres de Judá. Yo les pregunté por los judíos –el resto que había sobrevivido al cautiverio– y por Jerusalén. 3 Ellos me respondieron: “Los que han sobrevivido al cautiverio, allá en la provincia, soportan muchas penurias y humillaciones. Las murallas de Jerusalén están en ruinas y sus puertas han sido incendiadas”.

La oración de Nehemías

4 Al oír estas palabras, me senté a llorar, y estuve de duelo varios días, ayunando y orando ante el Dios del cielo. 5 Entonces dije: “¡Ah, Señor, Dios del cielo! Tú eres el Dios grande y temible, que mantienes la alianza y eres fiel con aquellos que te aman y observan tus mandamientos. 6 Que tus oídos estén atentos y tus ojos abiertos, para escuchar la plegaria de tu servidor, la que ahora yo te dirijo día y noche por los israelitas, tus servidores, confesando sus pecados, porque hemos pecado contra ti. ¡Sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado! 7 Nos hemos portado mal contigo, no hemos observado los mandamientos, los preceptos y las leyes que prescribiste a Moisés, tu servidor. 8 Acuérdate, sin embargo, de la palabra que ordenaste pronunciar a Moisés, tu servidor: ‘Si ustedes son infieles, yo los dispersaré entre los pueblos. 9 Pero si se convierten a mí, si observan y practican mis mandamientos, aunque sus desterrados estén en los confines del cielo, yo los congregaré y los traeré al lugar que elegí para hacerlo morada de mi Nombre’. 10 ¡Ellos son tus servidores y tu pueblo, los que tú has rescatado con tu gran fuerza y tu brazo poderoso! 11 ¡Ah, Señor! Que tus oídos estén atentos a la plegaria de tu servidor y a la plegaria de tus servidores, que se complacen en venerar tu Nombre. Permíteme lograr mi cometido y que sea bien recibido por el rey”.
Yo era entonces copero del rey.

El viaje de Nehemías a Jerusalén

2 1 En el mes de Nisán, el vigésimo año del reinado de Artajerjes, siendo yo el encargado del vino, lo tomé y se lo ofrecí al rey. Como nunca había estado triste en su presencia, 2 el rey me preguntó: “¿Por qué tienes esa cara tan triste? Tú no estás enfermo. Seguramente hay algo que te aflige”. Yo experimenté una gran turbación, 3 y dije al rey: “¡Viva el rey para siempre! ¿Cómo no voy a estar con la cara triste, si la ciudad donde están las tumbas de mis padres se encuentra en ruinas y sus puertas han sido consumidas por el fuego?”. 4 El rey me dijo: “¿Qué es lo que quieres?”. Yo me encomendé al Dios del cielo, 5 y le respondí: “Si es del agrado del rey y tú estás contento con tu servidor, envíame a Judá, a la ciudad donde están las tumbas de mis padres, para que yo la reconstruya”. 6 El rey, que tenía a la reina sentada a su lado, me dijo: “¿Cuánto tiempo durará tu viaje y cuándo estarás de regreso?”. Al rey le pareció bien autorizar mi partida, y yo le fijé un plazo. 7 Luego dije al rey: “Si el rey lo considera conveniente, se me podrían dar cartas para los gobernadores del otro lado del Éufrates, a fin de que me faciliten el viaje a Judá. 8 También podrían darme una carta para Asaf, el supervisor de los parques del rey, a fin de que me provea de madera para armar las puertas de la ciudadela del Templo, para las murallas de la ciudad y para la casa donde voy a vivir”. El rey me concedió todo eso, porque la mano bondadosa de mi Dios estaba sobre mí.
9
Yo me presenté ante los gobernadores del otro lado del Éufrates y les entregué las cartas del rey. Además, el rey me había hecho escoltar por oficiales del ejército y por algunos jinetes. 10 Pero cuando Sambalat, el joronita, y Tobías, el esclavo amonita, se enteraron de mi llegada, se disgustaron mucho de que alguien viniera a prestar ayuda a los israelitas.

La inspección de las murallas

11 Al llegar a Jerusalén, dejé pasar tres días. 12 Luego me levanté de noche, acompañado de unos pocos hombres, sin comunicar a nadie lo que Dios me había inspirado hacer en favor de Jerusalén y sin llevar otro animal que aquel en el que iba montado.
13
Salí de noche por la puerta del Valle, en dirección a la fuente del Dragón y a la puerta del Basural, e inspeccioné atentamente las murallas de Jerusalén, allí donde había brechas y donde las puertas habían sido consumidas por el fuego. 14 Proseguí mi camino hacia la puerta de la Fuente y hacia el estanque del Rey, pero no encontré un lugar por donde pasar con mi cabalgadura. 15 Subí entonces de noche por el Cedrón, inspeccionando siempre las murallas, y luego volví atrás, pasando de nuevo por la puerta del Valle.
16
Los magistrados no sabían adónde había ido ni qué había hecho: hasta ese momento, yo no había comunicado nada a los judíos, ni a los sacerdotes, ni a los notables, ni a los magistrados, ni a los otros encargados de los trabajos.

La decisión de reconstruir las murallas

17 Entonces les dije: “Ustedes ven en qué lamentable situación nos encontramos. Jerusalén está en ruinas y sus puertas incendiadas. ¡Reconstruyamos las murallas de Jerusalén, y no seremos más objeto de oprobio!”. 18 Luego les expliqué cómo la mano bondadosa de mi Dios había estado sobre mí y también les comuniqué las palabras que me había dicho el rey. “¡Vamos, dijeron ellos, pongámonos a trabajar!”. Y emprendieron esta buena obra con toda decisión.
19
Cuando Sambalat, el joronita, Tobías, el esclavo amonita, y Guésem, el árabe, se enteraron de esto, se burlaron de nosotros y nos despreciaron, diciendo: “¿Qué están haciendo? ¿Se van a rebelar contra el rey?”. 20 Yo, por mi parte, les respondí: “El Dios del cielo nos coronará con el éxito. Nosotros, sus servidores, nos pondremos a trabajar. Ustedes, en cambio, no tienen parte, ni derechos, ni recuerdos en Jerusalén”.

Los trabajos de la reconstrucción

3 1 Entonces se levantó Eliasib, el Sumo Sacerdote, con sus hermanos, los sacerdotes, y reconstruyeron la puerta de las Ovejas: la consagraron, y colocaron sus hojas; luego continuaron hasta la torre de los Cien y hasta la torre de Jananel, y consagraron la muralla. 2 Junto a ellos trabajaron los hombres de Jericó, y a continuación Sacur, hijo de Imrí.
3
Los hijos de Jasená construyeron la puerta de los Pescados: hicieron el armazón y colocaron las hojas, los cerrojos y las barras. 4 Junto a ellos trabajó Meremot, hijo de Urías, hijo de Hacós; luego Mesulám, hijo de Berequías, y a continuación Sadoc, hijo de Baaná. 5 Junto a ellos trabajaron los habitantes de Técoa, pero sus notables se negaron a colaborar con las autoridades.
6
La puerta de la Vieja la restauraron Ioiadá, hijo de Paséaj, y Mesulám, hijo de Besodías: hicieron el armazón y colocaron las hojas, los cerrojos y las barras. 7 Junto a ellos trabajaron Melatías de Gabaón y Iadón de Meronot, como así también los hombres de Gabaón y de Mispá, por cuenta del gobernador de la provincia que está a este lado del Éufrates.
8
Junto a él trabajó Uziel, hijo de Harhaiá, del gremio de los orfebres, y a continuación Jananías, del gremio de los perfumistas: ambos dejaron terminada la muralla de Jerusalén hasta el muro Ancho. 9 Junto a ellos trabajó Refaías, hijo de Jur, jefe de una mitad del distrito de Jerusalén. 10 Junto a él trabajó Iedaías, hijo de Jarumaf, al frente de su casa, y a continuación Jatús, hijo de Hasabnías.
11
En un segundo sector trabajaron Malquías, hijo de Harím, y Jasub, hijo de Pájat Moab, hasta la torre de los Hornos. 12 Junto a él trabajó Salúm, hijo de Halojés, jefe de una mitad del distrito de Jerusalén, y también sus hijos.
13
La puerta del Valle la restauraron Janún y los habitantes de Zanóaj: la reconstruyeron, colocaron las hojas, los cerrojos y las barras, y levantaron quinientos metros de muralla, hasta la puerta del Basural.
14
La puerta del Basural la restauró Malquías, hijo de Recab, jefe del distrito de Bet Ha Quérem: él la reconstruyó y colocó las hojas, los cerrojos y las barras.
15
La puerta de la Fuente la restauró Salúm, hijo de Col Jozé, jefe del distrito de Mispá: él la reconstruyó, la recubrió y colocó las hojas, los cerrojos y las barras; también rehizo el muro del estanque del canal, junto al jardín del rey, hasta las escaleras que bajan de la Ciudad de David.
16
Después de él trabajó Nehemías, hijo de Azbuc, jefe de la mitad del distrito de Betsur; él reparó hasta el lugar que está enfrente de las tumbas de David, hasta el estanque artificial y hasta la Casa de los Valientes.
17
Después de él trabajaron los levitas, entre ellos, Rejúm, hijo de Baní; junto a él, Jasabías, jefe de la mitad del distrito de Queilá, trabajó en su propio distrito. 18 Después de él trabajaron sus hermanos: Binuí, hijo de Jenadad, jefe de la mitad del distrito de Queilá.
19
Junto a él, Ezer, hijo de Josué, jefe de Mispá, reparó otro sector, frente a la subida del Arsenal, en dirección del Ángulo.
20
Después de él trabajó Baruc, hijo de Zabat: él reparó otro sector, desde el Ángulo hasta la puerta de la casa de Eliasib, el Sumo Sacerdote. 21 Después de él trabajó Meremot, hijo de Urías, hijo de Hacós: él reparó otro sector, desde la puerta de la casa de Eliasib hasta el extremo de la misma. 22 Después de él trabajaron los sacerdotes venidos de los alrededores. 23 A continuación trabajaron Benjamín y Jasub, frente a sus propias casas. Después de ellos trabajó Azarías, hijo de Maasías, hijo de Ananías, al costado de la suya. 24 Después de él trabajó Binuí, hijo de Jenadad: él reparó otro sector, desde la casa de Azarías hasta el Ángulo y la Esquina.
25
En cuanto a Palai, hijo de Uzai, lo hizo frente al Ángulo y a la torre superior, que sobresale de la casa del rey, junto al patio de la Prisión. Después de él trabajó Pedaías, hijo de Parós, 26b hasta enfrente de la puerta de las Aguas, hacia el este, y hasta enfrente de la torre que sobresale. 27 Después de él trabajaron los hombres de Técoa, en otro sector, desde enfrente de la torre que sobresale hasta el muro de Ofel. 26a Los empleados del Templo habitaban en Ofel.
28
Junto a la puerta de los Caballos trabajaron los sacerdotes, cada uno enfrente de su casa. 29 Después de ellos trabajó Sadoc, hijo de Imer, enfrente de su casa, y a continuación Semaías, hijo de Secanías, guardián de la puerta Oriental. 30 Después de él trabajó Jananías, hijo de Selemías, y Janún, el sexto hijo de Salaf, en otro sector. A continuación trabajó Mesulám, hijo de Berequías, frente a su vivienda. 31 Después de él trabajó Malquías, del gremio de los orfebres, hasta la casa de los empleados del Templo y de los comerciantes, frente a la puerta de la Inspección y hasta la habitación alta del Ángulo. 32 Y entre la habitación alta del Ángulo y la puerta de las Ovejas, trabajaron los orfebres y los comerciantes.

La continuación de los trabajos, a pesar de los obstáculos

33 Cuando Sambalat se enteró de que nosotros estábamos restaurando las murallas, se enfureció y manifestó una gran irritación. Se burló de los judíos, 34 y dijo delante de sus hermanos y de las tropas de Samaría: “¿Qué pretenden hacer esos judíos incapaces? ¿Piensan acaso reconstruir, ofrecer sacrificios, terminar en un día? ¿Harán revivir esas piedras extraídas de un montón de escombros y todas calcinadas?”. 35 Y Tobías, el amonita, que estaba a su lado, añadió: “¡Déjalos que construyan! ¡Bastará que suba un zorro para hacer que se desmoronen sus murallas de piedra!”.
36
¡Escucha, Dios nuestro, cómo somos despreciados! Que sus ultrajes recaigan sobre sus cabezas, y entrégalos al desprecio en una tierra de cautiverio. 37 No encubras su iniquidad y que su pecado no se borre de tu presencia, porque han agraviado a los constructores.
38
A pesar de todo, trabajamos en la reconstrucción de la muralla, que fue enteramente restaurada hasta media altura. El pueblo, en efecto, se había tomado la obra muy a pecho.

La defensa de los judíos

4 1 Cuando Sambalat, Tobías, los árabes, los amonitas y los asdoditas se enteraron de que progresaba la reparación de las murallas de Jerusalén –porque comenzaban a cerrarse las brechas– se enfurecieron, 2 y se coaligaron para atacar a Jerusalén y provocar disturbios. 3 Entonces invocamos a nuestro Dios y montamos guardia de día y de noche para protegernos de ellos.
4
El pueblo de Judá decía:
 “Flaquea la mano de obra
y hay demasiados escombros;
así nosotros no podremos
reconstruir la muralla”
5
Nuestros adversarios decían: “No sabrán ni verán nada, hasta que irrumpamos en medio de ellos. Entonces los mataremos y pondremos fin a la obra”. 6 Y cuando llegaban los judíos que vivían cerca de ellos, nos repetían insistentemente: “Van a atacarlos desde todos los lugares donde habitan”.
7
Yo aposté entonces a mi gente en las partes bajas, por detrás de las murallas, en los puntos desguarnecidos, disponiendo al pueblo por familias, con sus espadas, sus lanzas y sus arcos. 8 Y al ver que tenían miedo, me levanté y dije a los notables, a los magistrados y al resto del pueblo: “¡No les tengan miedo! Acuérdense del Señor grande y temible, y combatan por sus hermanos, sus hijos, sus hijas, sus mujeres y sus casas”. 9 Cuando nuestros enemigos advirtieron que estábamos alerta y que Dios había desbaratado sus planes, volvimos todos a las murallas, cada uno a su trabajo.
10
Pero, a partir de ese día, sólo la mitad de mi gente hacía el trabajo, mientras la otra mitad tenía en la mano las lanzas, los escudos, los arcos y las corazas, y los jefes estaban detrás de toda la casa de Judá. 11 Los que reconstruían las murallas y los que transportaban las cargas iban armados: con una mano hacían el trabajo y con la otra empuñaban el arma; 12 y los que construían tenían cada uno la espada ceñida a la cintura mientras trabajaban. Además, había junto a mí un hombre encargado de hacer sonar el cuerno. 13 Yo dije a los notables, a los magistrados y al resto del pueblo: “La obra es considerable y extensa, y nosotros estamos esparcidos sobre la muralla, lejos unos de otros. 14 Allí donde oigan el sonido del cuerno, corran a reunirse con nosotros: nuestro Dios combatirá a favor nuestro”. 15 Así hacíamos el trabajo –mientras una mitad empuñaba las lanzas– desde que despuntaba el alba hasta que aparecían las estrellas.
16
En aquella oportunidad, dije también al pueblo: “Que cada uno, con su servidor, pase la noche en Jerusalén; de noche, para montar guardia, y de día, para trabajar”. 17 Pero ni yo, ni mis hermanos, ni mi gente, ni los guardias que me seguían, nos quitábamos la ropa, y cada uno llevaba el arma en su mano derecha.

Las injusticias entre los repatriados

5 1 Entre la gente del pueblo y sus mujeres se levantó una gran protesta contra sus hermanos judíos. 2 Había algunos que decían: “Tenemos que entregar en prenda a nuestros hijos y nuestras hijas para conseguir trigo con qué comer y vivir”. 3 Otros decían: “Tenemos que empeñar nuestros campos y nuestras viñas para obtener trigo en medio de la escasez”. 4 Y había otros que decían: “Hemos tenido que hipotecar nuestros campos y nuestras viñas para pagar el tributo al rey. 5 Ahora bien, nuestra carne es como la carne de nuestros hermanos, nuestros hijos son como los de ellos. Sin embargo, nosotros tenemos que someter a esclavitud a nuestros hijos y nuestras hijas, y algunas de nuestras hijas ya han sido sometidas. Y no podemos hacer nada, porque nuestros campos y nuestras viñas pertenecen a otros”.

Medidas de Nehemías en favor de los pobres

6 Yo sentí una gran indignación al oír su queja y esas palabras. 7 Y después de haber deliberado conmigo mismo, dirigí un reproche a los notables y a los magistrados, diciéndoles: “Ustedes imponen una carga a sus hermanos”. Luego convoqué contra ellos una gran asamblea, 8 y les dije: “Nosotros, en la medida de nuestros recursos, hemos comprado a nuestros hermanos judíos que habían sido vendidos a las naciones. ¡Y ahora son ustedes los que venden a sus hermanos, y ellos son vendidos a nosotros mismos!”. Todos se quedaron callados, sin encontrar qué responder.
9
Yo seguí diciendo: “Lo que ustedes hacen no está bien. ¿No deberían vivir en el temor de nuestro Dios, para evitar el desprecio de los paganos, nuestros enemigos? 10 También yo, mis hermanos y mi gente les hemos prestado dinero y trigo. Condonemos esa deuda. 11 Devuélvanles hoy mismo sus campos, sus viñas, sus olivares y sus casas, y anulen la deuda de la plata, el trigo, el vino y el aceite que ustedes les prestaron”. 12 Ellos respondieron: “Restituiremos todo, sin reclamarles nada; haremos como tú dices”. Entonces llamé a los sacerdotes e hice jurar a la gente que obrarían conforme a esta palabra. 13 Luego sacudí el pliegue de mi manto y dije: “Así sacuda Dios, fuera de su casa y de sus bienes, a todo aquel que no cumpla esta palabra; que así sea sacudido y dejado sin nada”. Toda la asamblea respondió: “¡Amén!” y alabó al Señor. El pueblo obró conforme a esta palabra.

El desinterés de Nehemías

14 Además, desde el día en que se me designó para el cargo de gobernador en el país de Judá, desde el vigésimo hasta el trigésimo segundo año del rey Artajerjes, es decir, durante doce años, ni yo ni mis hermanos comimos del impuesto debido al gobernador. 15 Los primeros gobernadores que me habían precedido gravaban al pueblo, exigiéndole cada día pan y vino por valor de cuarenta siclos de plata, y también sus funcionarios tiranizaban al pueblo. Yo, en cambio, no obré de esa manera por temor a Dios.
16
También trabajé personalmente en la reconstrucción de las murallas, no adquirí ningún campo, y todos mis hombres se reunieron allí para trabajar. 17 A mi mesa se sentaban los notables y los magistrados –ciento cincuenta personas– sin contar los que acudían a nosotros de las naciones vecinas. 18 Lo que se preparaba cada día –un buey, seis carneros escogidos y algunas aves– corría por mi cuenta; y cada diez días, se traían odres de vino en cantidad. Sin embargo, nunca exigí el impuesto debido al gobernador, porque el pueblo ya debía soportar un duro trabajo.
19
¡Acuérdate, Dios mío, para mi bien, de todo lo que hice por este pueblo!

Nuevas intrigas de los enemigos de Nehemías

6 1 Cuando Sambalat, Tobías, Guésem, el árabe, y los demás enemigos nuestros supieron que yo había reconstruido las murallas y que no quedaba en ellas ninguna brecha –aunque hasta entonces no había colocado las hojas de las puertas– 2 Sambalat y Guésem mandaron a decirme: “Ven a entrevistarte con nosotros en Quefirím, en el valle de Onó”. Pero, en realidad, lo que se proponían era hacerme el mal. 3 Entonces les envié unos mensajeros para decirles: “Tengo muchísimo trabajo, y no puedo bajar. ¿Por qué va a suspenderse la obra mientras yo la abandono por bajar a verlos?”. 4 Cuatro veces me hicieron la misma invitación, y siempre les di la misma respuesta. 5 Por quinta vez, Sambalat me mandó a decir lo mismo por medio de su servidor, que traía en la mano una carta abierta. 6 En ella estaba escrito: “Se oye decir entre la gente –y lo afirma Gasmú– que tú y los judíos piensan sublevarse, y por eso reconstruyes las murallas. Según esos rumores, tú vas a ser su rey, 7 e incluso has establecido profetas para que proclamen en Jerusalén, refiriéndose a ti: ‘¡Hay un rey en Judá!’. Y ahora el rey va a ser informado de todo esto. Ven, entonces, y pongámonos de acuerdo”. 8 Yo le mandé a decir: “No ha sucedido nada de lo que tú dices, sino que son puras invenciones tuyas”. 9 En realidad, lo que ellos querían eran intimidarnos, pensando: “Sus manos se cansarán de trabajar, y la obra no se realizará”. ¡Y ahora, Señor, fortalece mis manos!
10
Entonces fui a la casa de Semaías, hijo de Delaías, hijo de Mehetabel, que se hallaba impedido, y él dijo:
“Encontrémonos en la Casa de Dios,
en el interior del Templo,
y cerremos sus puertas;
porque van a venir a matarte
y esta es la noche en que vendrána hacerlo”.
11
Yo repliqué: “¿Va a huir un hombre como yo? ¿Y qué hombre de mi condición podría entrar en el Templo y permanecer con vida? ¡No entraré!”. 12 Yo había reconocido, en efecto, que no era Dios el que lo había enviado: si había pronunciado esa profecía acerca de mí, era porque lo había enviado Tobías. 13 Lo habían sobornado para que yo me dejara intimidar y, obrando de esa manera, cometiera un pecado. Así me habrían infamado, para cubrirme de oprobio.
14
Acuérdate, Dios mío, de Tobías, por lo que hizo, y también de Noadías, la profetisa, y de todos los demás profetas que trataban de intimidarme.

Conclusión de las murallas

15 Las murallas quedaron terminadas el día veinticinco de Elul, al cabo de cincuenta y dos días. 16 Cuando todos nuestros enemigos se enteraron, todas las naciones vecinas quedaron vivamente impresionadas; se sintieron muy humilladas a sus propios ojos y reconocieron que el trabajo había sido ejecutado gracias a nuestro Dios.
17
Aun en aquellos días, algunos notables de Judá se carteaban frecuentemente con Tobías, 18 porque estaban ligados a él por un juramento, ya que era yerno de Secanías, hijo de Ará, y su hijo Iojanán se había casado con la hija de Mesulám, hijo de Berequías. 19 Ellos hablaban bien de él en mi presencia y le transmitían mis palabras. Tobías, por su parte, enviaba cartas para intimidarme.

Medidas para la defensa de la ciudad

7 1 Cuando estuvieron reconstruidas las murallas y yo coloqué las hojas de las puertas, fueron instalados porteros, como así también cantores y levitas. 2 Puse al frente de Jerusalén a mi hermano Jananí, y designé a Ananías comandante de la ciudadela, porque era un hombre de confianza y temeroso de Dios, más que muchos otros. 3 Luego les dije: “Las puertas de Jerusalén no se abrirán hasta que comience a calentar el sol, y antes que se haya puesto, se las cerrará con barras. Además, los habitantes de Jerusalén montarán guardia, cada uno en su puesto, cada uno en frente de su casa”.

Lista de los primeros repatriados

4 La ciudad era amplia en todo sentido y espaciosa, pero la población era poco numerosa y no se reconstruían las casas. 5 Por eso mi Dios me inspiró reunir a los notables, a los magistrados y al pueblo, para hacer el registro genealógico. Busqué el registro de los que habían subido al comienzo y encontré escrito lo siguiente:
6
Estas son las personas de la provincia que volvieron de la cautividad y del exilio. Después de haber sido deportadas por Nabucodonosor, rey de Babilonia, volvieron a Jerusalén y a Judá, cada cual a su ciudad. 7 Llegaron con Zorobabel, Josué, Nehemías, Azarías, Raamías, Najamaní, Mardoqueo, Bilsán, Mispéret, Bigvai, Nejúm y Baaná.
Lista de los hombres del pueblo de Israel: 8
los hijos de Parós: 2.172; 9 los hijos de Sefatías: 372; 10 los hijos de Araj: 652; 11 los hijos de Pajat Moab, es decir, los hijos de Josué y de Joab: 2.818; 12 los hijos de Elám: 1.254; 13 los hijos de Zatú: 845; 14 los hijos de Sacai: 760; 15 los hijos de Binuí: 648; 16 los hijos de Bebai: 628; 17 los hijos de Azgad: 2.322; 18 los hijos de Adonicám: 667; 19 los hijos de Bigvai: 2.067; 20 los hijos de Adín: 655; 21 los hijos de Ater, por parte de Ezequías: 98; 22 los hijos de Jasún: 328; 23 los hijos de Besai: 324; 24 los hijos de Jarif: 112; 25 los hijos de Gabaón: 95; 26 los hombres de Belén y Netofá: 188; 27 los hombres de Anatot: 128; 28 los hombres de Bet Azmávet: 42; 29 los hombres de Quiriat Iearím, Quefirá y Beerot: 743; 30 los hombres de Ramá y Gueba: 621; 31 los hombres de Micmás: 122; 32 los hombres de Betel y de Aí: 123; 33 los hombres de Nebo: 52; 34 los hijos del otro Elám: 1.254; 35 los hijos de Jarím: 320; 36 los hijos de Jericó: 345; 37 los hijos de Lod, Jadid y Onó: 721; 38 los hijos de Senaá: 3.930.
39
Sacerdotes: los hijos de Iedaías, de la casa de Josué: 973; 40 los hijos de Imer: 1.052; 41 los hijos de Pasjur: 1.247; 42 los hijos de Jarím: 1.017 .
43
Levitas: Los hijos de Josué, es decir, de Cadmiel y de los hijos de Hodvá: 74.
44
Cantores: los hijos de Asaf: 148.
45
Porteros: los hijos de Salúm, los hijos de Ater, los hijos de Talmón; los hijos de Acub, los hijos de Jatitá, los hijos de Sobai: 138.
46
Empleados del Templo: los hijos de Sigá, los hijos de Jasufá, los hijos de Tabaot, 47 los hijos de Querós, los hijos de Sía, los hijos de Padón, 48 los hijos de Lebaná, los hijos de Jagabá, los hijos de Salmai, 49 los hijos de Janán, los hijos de Guidel, los hijos de Gajar, 50 los hijos de Reaías, los hijos de Resín, los hijos de Necodá, 51 los hijos de Gazán, los hijos de Uzá, los hijos de Paséaj, 52 los hijos de Besai, los hijos de los meunitas, los hijos de los nefisitas, 53 los hijos de Bacbuc, los hijos de Jacufá, los hijos de Jarjur, 54 los hijos de Baslit, los hijos de Mejidá, los hijos de Jarsá, 55 los hijos de Barcós, los hijos de Sisrá, los hijos de Témaj, 56 los hijos de Nesíaj, los hijos de Jatifá.
57
Hijos de los esclavos de Salomón: los hijos de Sotai, los hijos de Soféret, los hijos de Peridá, 58 los hijos de Iaalá, los hijos de Darcón, los hijos de Guidel, 59 los hijos de Sefatías, los hijos de Jatil, los hijos de Poquéret Ha Sebaim, los hijos de Amón. 60 Total de los empleados del Templo y de los hijos de los esclavos de Salomón: 392.
61
Provenientes de Tel Melaj, Tel Jarsá, Querub, Adón e Imer, que no pudieron probar si su familia y su raza eran de origen israelita: 62 los hijos de Delaías, los hijos de Tobías, los hijos de Necodá: 642. 63 Y entre los sacerdotes, los hijos de Jobaías, los hijos de Jacós, los hijos de Barzilai, que se había casado con una de las hijas de Barzilai, el Gaaladita, y adoptó el nombre de este. 64 Estos buscaron el registro de sus genealogías, pero no lo encontraron; por eso se los excluyó del sacerdocio como ilegítimos, 65 y el gobernador les prohibió comer de las ofrendas sagradas, hasta que un sacerdote consultara a Dios por medio del Urím y el Tumín.
66
Toda la asamblea comprendía 42.360 personas, 67 sin contar sus servidores y servidoras, que eran 7.337. Había también 245 cantores y cantoras.
68
Sus camellos eran 435 y sus asnos 6.720.

Las ofrendas para el Templo

69 Algunos jefes de familia hicieron ofrendas voluntarias para la obra. El gobernador entregó al Tesoro 1.000 monedas de oro, 50 copas, 30 túnicas sacerdotales y 500 minas de plata. 70 Los jefes de familia entregaron al Tesoro de la obra 20.000 monedas de oro y 2.200 minas de plata. 71 Lo que entregó el resto del pueblo ascendió a 20.000 monedas de oro, 2.000 monedas de plata y 67 túnicas sacerdotales.
72
Los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, una parte del pueblo, los empleados del Templo y todo Israel se establecieron en sus ciudades. Al llegar el séptimo mes, los israelitas estaban establecidos en ellas.


LA GRAN ASAMBLEA LITÚRGICA


La lectura pública de la Ley

8 1 Todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que está ante la puerta del Agua. Entonces dijeron a Esdras, el escriba, que trajera el libro de la Ley de Moisés, que el Señor había dado a Israel. 2 El sacerdote Esdras trajo la Ley ante la asamblea, compuesta por los hombres, las mujeres y por todos los que podían entender lo que se leía. Era el primer día del séptimo mes. 3 Luego, desde el alba hasta promediar el día, leyó el libro en la plaza que está ante la puerta del Agua, en presencia de los hombres, de las mujeres y de todos los que podían entender. Y todo el pueblo seguía con atención la lectura del libro de la Ley.
4
Esdras, el escriba, estaba de pie sobre una tarima de madera que habían hecho para esa ocasión. Junto a él, a su derecha, estaban Matitías, Semá, Anaías, Urías, Jilquías y Maaseías, y a su izquierda Pedaías, Misael, Malquías, Jasúm, Jasbadaná, Zacarías y Mesulám. 5 Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo –porque estaba más alto que todos– y cuando lo abrió, todo el pueblo se puso de pie. 6 Esdras bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: “¡Amén! ¡Amén!”. Luego se inclinaron y se postraron delante del Señor con el rostro en tierra.
7
Josué, Baní, Serebías, Iamín, Acub, Sabtai, Hodías, Maaseías, Quelitá, Azarías, Jozabad, Janán y Pelaías –los levitas– exponían la Ley al pueblo, que se mantenía en sus puestos. 8 Ellos leían el libro de la Ley de Dios, con claridad, e interpretando el sentido, de manera que se comprendió la lectura.
9
Entonces Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote escriba, y los levitas que instruían al pueblo, dijeron a todo el pueblo: “Este es un día consagrado al Señor, su Dios: no estén tristes ni lloren”. Porque todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley. 10 Después añadió: “Ya pueden retirarse; coman bien, beban un buen vino y manden una porción al que no tiene nada preparado, porque este es un día consagrado a nuestro Señor. No estén tristes, porque la alegría en el Señor es la fortaleza de ustedes”. 11 Y los levitas serenaban al pueblo, diciendo: “¡Tranquilícense! Este día es santo: no estén tristes”. 12 Todo el pueblo se fue a comer y a beber, a repartir porciones y a hacer grandes festejos, porque habían comprendido las palabras que les habían enseñado.

La celebración de la fiesta de las Chozas

13 El segundo día, los jefes de familia de todo el pueblo, los sacerdotes y los levitas se reunieron junto a Esdras, el escriba, para profundizar las palabras de la Ley. 14 Y en la Ley que el Señor había promulgado por medio de Moisés, encontraron escrito que los israelitas debían habitar en chozas durante la Fiesta del séptimo mes, 15 y que debían anunciarlo y publicar la proclama por todas sus ciudades y por Jerusalén, en estos términos: “Salgan a la montaña y traigan ramas de olivo, de olivo silvestre, de mirto, de palmera y de árboles frondosos, para hacer chozas, como está escrito”. 16 El pueblo fue a buscar ramas, y se hicieron chozas sobre sus techos, en sus patios y en los atrios de la Casa de Dios, en la plaza de la puerta del Agua y en la plaza de la puerta de Efraím. 17 Toda la asamblea de los que habían vuelto del cautiverio hicieron chozas y habitaron en ellas. Desde los días de Josué, hijo de Nun, hasta ese día, los israelitas no habían hecho nada igual. La alegría fue muy grande.
18
Día tras día, desde el primer día de la semana hasta el último, se leyó el libro de la Ley de Dios. Durante siete días se celebró la Fiesta, y al octavo día hubo una asamblea solemne, como está establecido.

Liturgia de expiación por los pecados de Israel

9 1 El día veinticuatro de ese mes, los israelitas se reunieron para un ayuno, vestidos de sayales y cubiertos de polvo. 2 Los de la estirpe de Israel se separaron de todos los extranjeros y se presentaron para confesar sus pecados y las faltas de sus padres. 3 Una vez ubicados en sus puestos, durante una cuarta parte del día se leyó el libro de la Ley del Señor, su Dios, y durante otra cuarta parte, confesaron sus pecados y se postraron delante del Señor, su Dios. 4 Sobre la tribuna de los levitas se levantó Josué, junto con Binuí, Cadmiel, Sebanías, Buní, Serebías, Baní y Quenaní, y clamaron en alta voz al Señor, su Dios. 5 Luego los levitas Josué, Cadmiel, Baní, Jasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petajías dijeron:
“¡Levántense, bendigan al Señor, su Dios,
desde siempre y para siempre!
Sea bendecido tu Nombre glorioso,
que supera toda bendición y alabanza”.
6
Y Esdras dijo:
“¡Tú eres el Señor, sólo tú!
Tú hiciste los cielos,
lo más alto del cielo y todo su ejército,
la tierra y todo lo que hay en ella,
los mares y todo lo que contienen.
A todo eso le das vida,
y el ejército del cielo se postra ante ti.
7
Tú, Señor, eres el Diosque elegiste a Abrám,
lo hiciste salir de Ur de los caldeos
y le pusiste por nombre Abraham.
8
Al ver que su corazón te era fiel,
concluiste con él la alianza,
para darle el país de los cananeos,
de los hititas, de los amorreos,
de los perizitas, de los jebuseosy guirgasitas,
y para dárselo a su descendencia.
Y has cumplido tus palabras,porque eres justo.
9
Tú viste la miseria de nuestros padresen Egipto,
oíste su clamor junto al Mar Rojo.
10
Hiciste signos y prodigioscontra el Faraón,
contra sus servidores y todo el pueblode su país,
porque sabías con qué arrogancialos habían tratado;
así adquiriste un renombreque perdura hasta hoy.
11
Abriste ante ellos el mar,
y ellos lo cruzaron sin mojarse los pies;
pero a sus perseguidores los hundisteen el abismo,
como una piedra en las aguas caudalosas.
12
Los guiaste de día con una columnade nube
y de noche, con una columna de fuego,
para iluminarles el caminoque debían recorrer.
13
Tú bajaste a la montaña del Sinaí
y hablaste con ellos desde el cielo;
les diste normas justas y leyes fidedignas,
preceptos y mandamientos excelentes.
14
Les hiciste conocer tu santo día sábado
y les prescribiste mandamientos,preceptos y una Ley,
por medio de Moisés, tu servidor.
15
Tú les diste pan del cielopara saciar su hambre,
hiciste brotar agua de la rocapara calmar su sed,
y les mandaste ir a tomar posesiónde la tierra
que, con la mano en alto,habías jurado darles.
16
Pero nuestros padresse mostraron arrogantes,
se obstinaron y desoyerontus mandamientos.
17
Se negaron a obedecer, sin acordarse
de las maravillas que habías hecho por ellos;
se obstinaron, empecinándose en volver
a su servidumbre en Egipto.
Pero tú eres el Dios del perdón,
compasivo y misericordioso,
lento para enojarte y lleno de fidelidad;
por eso, no los has abandonado.
18
Ellos se fabricaron un ternerode metal fundido,
diciendo: ‘Aquí está tu Dios,
el que te hizo salir de Egipto’,
y así cometieron un gran ultraje.
19
Pero aún entonces,por tu gran misericordia,
no los abandonaste en el desierto:
la columna de nube no se alejó de ellos de día,
para guiarlos por el camino,
ni la columna de fuego durante la noche,
para iluminarles el caminoque debían recorrer.
20
Tú les diste tu buen espíritu,
para que supieran discernir;
no les quitaste el maná de la boca
y les diste agua para calmar su sed.
21
Cuarenta años los sustentasteen el desierto
y nunca les faltó nada:
no se gastaron sus vestidos
ni se les hincharon los pies.
22
Tú les entregaste reinos y pueblos,
y se los repartiste como zona fronteriza;
tomaron posesión del país de Sijón,rey de Jesbón,
y del país de Og, rey de Basán.
23
Multiplicaste sus hijos
como las estrellas del cielo,
y los introdujiste en la tierra
que habías prometido a sus padresen posesión.
24
Los hijos entrarony tomaron posesión del país,
y tú sometiste ante ellos
a los habitantes del país, los cananeos:
los pusiste en sus manos,
igual que a sus reyesy a los pueblos del país,
para que ellos los trataran a su arbitrio.
25
Así conquistaron plazas fuertes
y un suelo fértil;
se adueñaron de casas
llenas de toda clase de bienes,
de cisternas excavadas, viñas y olivares
y de árboles frutales en abundancia.
Comieron hasta saciarse y engordaron,
y por tu gran bondad, vivieronen medio de delicias.
26
Pero después fueron indóciles
y se rebelaron contra ti:
arrojaron tu Ley a sus espaldas,
mataron a los profetas
que los conminaban a volver a ti,
y cometieron grandes ultrajes.
27
Tú los entregaste en manosde sus opresores,
y ellos los oprimían.
En el momento de la opresión,clamaban a ti;
tú los escuchabas desde el cielo
y, por tu gran misericordia,les mandabas salvadores
que los salvaban de sus opresores.
28
Pero apenas se sentían tranquilos,
volvían a hacer el mal delante de ti,
y tú los abandonabas en manosde sus enemigos,
que los oprimían;
ellos volvían a invocarte
y tú los oías desde el cielo:
¡cuántas veces los salvastepor tu misericordia!
29
Tú los conminabas a que volvierana tu Ley,
pero ellos se mostraron arrogantes
y no obedecieron tus mandamientos;
pecaron contra tus normas,
las que el hombre debe cumplirpara tener la vida;
volvieron la espalda con rebeldía,
se obstinaron y no obedecieron.
30
Tú fuiste paciente con ellos
durante muchos años;
les advertiste con tu espíritu,
por medio de tus profetas;
pero ellos no escucharon
y tú los entregaste en manosde otros pueblos.
31
Sin embargo, por tu gran misericordia,
no los has exterminado ni abandonado,
porque eres un Dios compasivoy misericordioso.
32
Y ahora, Dios nuestro,
Dios grande, poderoso y temible,
que mantienes la alianza y la fidelidad,
no menosprecies las tribulaciones
que nos han sobrevenido a nosotros,
a nuestros reyes y a nuestros jefes,
a nuestros sacerdotes y profetas,
a nuestros padres y a todo tu pueblo,
desde los tiempos de los reyes de Asiria
hasta el día de hoy.
33
Tú has sido justo
en todo lo que nos ha sobrevenido,
porque tú has obrado con fidelidad
y nosotros cometimos el mal.
34
Sí, nuestros reyes, nuestros jefes,
nuestros sacerdotes y nuestros padres
no practicaron tu Ley,
no hicieron caso de tus mandamientos
ni de las advertenciasque les habías hecho.
35
Durante su reinado,
en medio de los grandes bienesque les concediste,
y en la tierra espaciosa y fértilque les entregaste,
ellos no te sirvieron
ni se convirtieron de sus malas acciones.
36
Mira que hoy estamos esclavizados,
sí, somos esclavos aquí, en el paísque diste a nuestros padres,
para que gozáramos de sus frutosy de sus bienes.
37
Sus abundantes productosson para los reyes
que tú nos has impuestoa causa de nuestros pecados,
y ellos disponen a su arbitrio
de nuestras personas y nuestro ganado.
¡En qué opresión hemos caído!”.


Nehemia (BPD) 1