2Chronicles (BPD) 30

Proclamación de la Pascua

30 1 Entonces Ezequías dio órdenes a todo Israel y Judá, y también escribió cartas a Efraím y a Manasés para que acudieran a la casa del Señor, en Jerusalén, a celebrar la Pascua en honor del Señor, el Dios de Israel. 2 El rey, sus jefes y toda la asamblea de Jerusalén se pusieron de acuerdo para celebrar esta Pascua en el segundo mes, 3 ya que no habían podido celebrarla a su debido tiempo, porque los sacerdotes no se habían purificado en número suficiente y el pueblo no se había reunido en Jerusalén. 4 Esto pareció bien al rey y a toda la asamblea, 5 y decidieron anunciarlo a todo Israel, desde Berseba hasta Dan, para que fueran a celebrar la Pascua en honor del Señor, el Dios de Israel, en Jerusalén, porque la mayoría no la había celebrado como estaba prescrito.
6
Los enviados recorrieron todo Israel y Judá con las cartas del rey y de sus jefes. En ellas se decía lo siguiente, conforme a la orden del rey: “Israelitas: vuelvan al Señor, el Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, y él se volverá al resto que ha quedado de ustedes, a los que han escapado de las manos de los reyes de Asiria. 7 No sean como sus padres y sus hermanos, que se rebelaron contra el Señor, el Dios de sus padres, y por eso él los entregó a la devastación, como ustedes lo están viendo. 8 No se obstinen como sus padres, extiendan sus manos hacia el Señor y entren en el Santuario que él ha santificado para siempre. Sirvan al Señor, su Dios, y el ardor de su ira se apartará de ustedes. 9 Si ustedes se convierten al Señor, sus hermanos y sus hijos serán tratados con misericordia por aquellos que los han deportado, y podrán volver a esta tierra, porque el Señor, su Dios, es bondadoso y compasivo: él no apartará su rostro de ustedes si ustedes vuelven a él”. 10 Los enviados fueron de ciudad en ciudad, por el territorio de Efraím y Manasés hasta Zabulón, pero todos se reían y se burlaban de ellos. 11 Solamente algunos hombres de Aser, de Manasés y de Zabulón se sometieron y fueron a Jerusalén. 12 Pero fue sobre todo en Judá donde la mano del Señor movió los corazones para que se cumpliera unánimemente la orden del rey y de los jefes, conforme a la palabra del Señor.

Celebración de la  Pascua y de los Ácimos

13 Una gran multitud se reunió en Jerusalén para celebrar la fiesta de los Ácimos en el segundo mes: fue una asamblea muy numerosa. 14 Primero retiraron los altares que había en Jerusalén y todos los altares para el incienso, y los arrojaron al torrente Cedrón. 15 Luego inmolaron la Pascua el día catorce del segundo mes. Llenos de compunción, los sacerdotes y los levitas se purificaron y ofrecieron holocaustos en el Templo del Señor. 16 Ocuparon sus puestos, conforme al ritual según la ley de Moisés, el hombre de Dios, y los sacerdotes hacían aspersiones con la sangre que recibían de manos de los levitas. 17 Como en la asamblea había muchos que no se habían purificado, los levitas se encargaron de inmolar las víctimas pascuales de todos los que no estaban debidamente purificados para consagrarlos al Señor. 18 En efecto, una gran parte del pueblo, sobre todo de Efraím, de Manasés, de Isacar y de Zabulón, no se habían purificado y, sin embargo, comieron la Pascua sin ajustarse a los prescrito. Pero Ezequías rogó por ellos, diciendo: “¡Que el Señor por su bondad perdone 19 a todos los que están dispuestos a buscar de corazón a Dios, el Señor, el Dios de sus padres, aunque no tengan la pureza requerida para las cosas santas!”. 20 El Señor escuchó a Ezequías y perdonó al pueblo.
21
Los israelitas que se encontraban en Jerusalén celebraron con gran alegría la fiesta de los Ácimos durante siete días, mientras los levitas y los sacerdotes alababan diariamente al Señor con todas sus fuerzas. 22 Ezequías habló cordialmente a todos los levitas que se habían aplicado con tanto acierto al servicio del Señor. Y así continuaron la solemnidad durante siete días, ofreciendo los sacrificios de comunión y alabando al Señor, el Dios de sus padres. 23 Luego toda la asamblea resolvió prolongar la fiesta siete días más, y así pasaron otros siete días de gran alegría. 24 Porque Ezequías, rey de Judá, había reservado para la asamblea mil terneros y siete mil cabras y ovejas, mientras que los jefes habían aportado mil novillos y diez mil ovejas, y ya se habían purificado muchos sacerdotes. 25 Reinaba una gran alegría en toda la asamblea de Judá, lo mismo que entre los sacerdotes y levitas, entre los que habían llegado de Israel, los forasteros que llegaban del territorio de Israel y los habitantes de Judá. 26 Hubo una alegría muy grande en Jerusalén, porque desde los tiempos de Salomón, hijo de David, rey de Israel, no había sucedido nada semejante en Jerusalén. 27 Después, los sacerdotes levíticos se pusieron a bendecir al pueblo: su voz fue escuchada y su oración llegó hasta la santa morada de Dios en el cielo.

Medidas contra la idolatría

31 1 Una vez terminada la fiesta, los israelitas que se encontraban allí salieron por las ciudades de Judá y destrozaron las piedras conmemorativas, talaron los postes sagrados y demolieron los lugares altos y los altares de todo Judá y Benjamín, y también los de Efraím y Manasés, hasta destruirlos completamente. Luego todos los israelitas regresaron a sus ciudades, cada uno a su posesión.

La reorganización del servicio del Templo

2 Ezequías restableció las clases de los sacerdotes y levitas, clase por clase, cada una según su servicio sacerdotal o levítico, para ofrecer los holocaustos y los sacrificios de comunión, para servir al culto y cantar alabanzas e himnos en las puertas del campamento del Señor. 3 El rey destinó una parte de sus rentas para los holocaustos de la mañana y de la tarde, de los sábados, de los novilunios y de las solemnidades, como está escrito en la Ley del Señor. 4 Luego mandó al pueblo que habitaba en Jerusalén que entregara la parte correspondiente a los sacerdotes y levitas, a fin de que estos pudieran dedicarse enteramente a la Ley del Señor. 5 Cuando se promulgó la orden, los israelitas aportaron abundantemente las primicias del trigo, del vino nuevo, del aceite fresco, de la miel y de todos los productos del campo, y entregaron en abundancia el diezmo de todo. 6 También la gente de Israel y de Judá que habitaba en las ciudades de Judá, entregó el diezmo del ganado mayor y menor, como asimismo el diezmo de las cosas santas consagradas al Señor, acumulándolas en montones. 7 Comenzaron a hacer los montones en el tercer mes, y en el séptimo ya habían terminado. 8 Ezequías y los jefes fueron a ver los montones, y bendijeron al Señor y a su pueblo Israel.
9
Ezequías pidió información a los sacerdotes y a los levitas acerca de esos montones, 10 y Azarías, el Sumo Sacerdote, de la casa de Sadoc, le respondió: “Desde que empezaron a traer las ofrendas a la Casa del Señor, hemos comido hasta saciarnos y ha sobrado muchísimo, porque el Señor ha bendecido a su pueblo: toda esta cantidad es lo que ha sobrado”.
11
Ezequías mandó preparar unas despensas en la Casa del Señor. Así lo hicieron, 12 y todos llevaron puntualmente las ofrendas, los diezmos y los dones consagrados. El levita Conanías era el encargado principal y tenía a su hermano Simei como ayudante. 13 Iejiel, Azazías, Nájat, Azael, Ierimot, Ioazabad, Eliel, Ismaquías, Májat y Benaías eran los inspectores, a las órdenes de Conanías y de su hermano Simei, por disposición del rey Ezequías y de Azarías, el mayordomo de la Casa de Dios. 14 El levita Coré, hijo de Imná, guardián de la puerta de Oriente, estaba encargado de las ofrendas voluntarias hechas a Dios, para administrar las ofrendas del Señor y los dones santísimos. 15 Él tenía bajo sus órdenes a Eden, Miniamín, Josué, Semaías, Amarías y Secanías, repartidos permanentemente en las ciudades sacerdotales para proveer a sus hermanos, tanto pequeños como grandes, según sus clases: 16 además de los que estaban inscritos en el registro de los varones, de tres años para arriba, todos los que entraban en la Casa del Señor recibían cada día su parte, según sus funciones y sus clases. 17 La inscripción de los sacerdotes se hacía por casa paternas, y la de los levitas –a partir de los veinte años– por funciones y por clases. 18 Esa inscripción valía para toda la familia –para sus mujeres, sus hijos e hijas– es decir, para toda la asamblea, porque estaban consagrados fielmente al servicio de las cosas santas. 19 En cuanto a los hijos de Aarón, a los sacerdotes que vivían en los campos suburbanos de sus respectivas ciudades, había para cada ciudad personas designadas expresamente, con el fin de repartir las provisiones a todos los varones de familia sacerdotal y a todos los levitas inscritos en el registro.
20
Así procedió Ezequías en todo Judá, e hizo lo que es bueno, recto y leal delante del Señor, su Dios. 21 En todas las obras que emprendió por el servicio de la Casa de Dios, por la Ley y los mandamientos, obró buscando a Dios de todo corazón, y tuvo éxito.

La invasión de Senaquerib

2 Rey. 18. 13; Is. 36. 1
32 1 Después de estos acontecimientos y de todas estas pruebas de fidelidad, Senaquerib, rey de Asiria, invadió Judá, sitió las ciudades fortificadas y mandó expugnarlas. 2 Cuando Ezequías vio que Senaquerib había venido con la intención de atacar a Jerusalén, 3 consultó a sus jefes y a sus guerreros sobre la conveniencia de cortar el agua de las fuentes que estaban fuera de la ciudad, y ellos lo apoyaron. 4 Entonces se reunió una gran multitud y taparon todas las fuentes y el arroyo que corría en medio de esa región, diciendo: “Así, cuando lleguen los reyes de Asiria, no encontrarán agua en abundancia”.
5
Ezequías obró con decisión: reparó todas las brechas de la muralla, levantó torres sobre ella y otro muro por fuera, fortificó el Miló en la Ciudad de David y fabricó gran cantidad de dardos y escudos. 6 También puso jefes militares al frente del pueblo, los reunió junto a él en la plaza de la puerta de la ciudad, y los animó diciéndoles: 7 “¡Sean fuertes y tengan valor! No teman ni se acobarden ante el rey de Asiria y ante toda la multitud que lo acompaña, porque el que está con nosotros es más poderoso que el que está con él. 8 Con él no hay más que un brazo de carne, pero con nosotros está el Señor, nuestro Dios, para socorrernos y combatir a nuestro lado”. El pueblo se sintió reconfortado por las palabras de Ezequías, rey de Judá.

Amenazas de Senaquerib contra Jerusalén

2 Rey. 18. 17-37; Is. 36. 2-22
9 Después de esto, Senaquerib, rey de Asiria, que se encontraba en Laquis con todas sus tropas, envió a sus servidores a Jerusalén para decir a Ezequías, rey de Judá, y a todo el pueblo de Judá que estaba en Jerusalén: 10 “Así habla Senaquerib, rey de Asiria: ¿En qué confían ustedes para permanecer sitiados en Jerusalén? 11 ¿No ven que Ezequías los está engañando y que él los expone a morir de hambre y de sed, cuando dice: ‘El Señor, nuestro Dios, nos librará de la mano del rey de Asiria’? 12 ¿No ha sido el mismo Ezequías el que eliminó sus lugares altos y sus altares, diciendo a Judá y a Jerusalén: ‘Sólo ante un altar se postrarán y sobre él quemarán incienso’? 13 Ustedes saben muy bien lo que hemos hecho, yo y mis padres, a todos los pueblos de las diversas regiones. ¿Acaso los dioses de esas naciones pudieron salvar a sus países de mis manos? 14 Entre todos los dioses de esas naciones que mis padres consagraron al exterminio, ¿hubo alguno capaz de librar a su pueblo de mis manos? ¡Tampoco su dios podrá entonces librarlos a ustedes! 15 ¡Que Ezequías no los engañe ni los seduzca de esa manera! No le crean, porque ningún dios de ninguna nación ni de ningún reino pudo salvar a su pueblo de mis manos ni de las manos de mis padres: ¡cuánto menos su dios podrá librarlos a ustedes!”.
16
Mientras los servidores de Senaquerib seguían hablando contra el Señor Dios y contra Ezequías, su servidor, 17 Senaquerib escribió una carta para ultrajar al Señor, el Dios de Israel, y desafiarlo en estos términos: “Así como en los otros países los dioses de las naciones no han podido librar a sus pueblos, tampoco podrá el dios de Ezequías librar a su pueblo de mis manos”. 18 Los servidores de Senaquerib gritaban a voz en cuello, en lengua hebrea, al pueblo de Jerusalén que se hallaba sobre la muralla, para intimidarlos y asustarlos, a fin de apoderarse de la ciudad. 19 Y hablaban del Dios de Jerusalén como si fuera uno de los dioses de los pueblos de la tierra, obra de manos humanas.

Retirada y muerte de Senaquerib

2 Rey. 19. 35-37; Is. 37. 36-38
20 El rey Ezequías y el profeta Isaías, hijo de Amós, oraron y clamaron al Cielo. 21 Entonces el Señor envió un ángel que aniquiló a todos los guerreros valientes, a los jefes y a los oficiales en el campamento del rey de Asiria. Este tuvo que volver a su país, completamente avergonzado, y allí, al entrar en el templo de su dios, algunos de sus hijos lo asesinaron.
22
Así salvó el Señor a Ezequías y a los habitantes de Jerusalén de las manos de Senaquerib, rey de Asiria, y de las manos de todos los demás, y les dio paz en todas sus fronteras. 23 Muchos llevaron a Jerusalén ofrendas para el Señor y regalos para Ezequías, rey de Judá, el cual, después de esto, adquirió gran prestigio ante todas las naciones.

Enfermedad y curación de Ezequías

2 Rey. 20. 1-11; Is. 38. 1-8
24 En aquel tiempo, Ezequías cayó gravemente enfermo y estuvo a punto de morir. Entonces imploró al Señor; el Señor le respondió y le concedió una señal extraordinaria. 25 Pero Ezequías no correspondió al beneficio recibido: al contrario, su corazón se ensoberbeció, y así atrajo la ira del Señor contra él, contra Judá y contra Jerusalén. 26 Ezequías se arrepintió de su orgullo, junto con los habitantes de Jerusalén, y la ira del Señor no se abatió más sobre ellos en tiempos de Ezequías.

Las riquezas y la gloria de Ezequías

2 Rey. 20. 13; Is. 39. 2
27 Ezequías tuvo riquezas y gloria en abundancia. Adquirió tesoros de plata, oro, piedras preciosas, aromas, escudos y toda clase de objetos valiosos, 28 así como depósitos para sus provisiones de trigo, de vino y de aceite, establos para toda clase de ganado y rebaños para los establos. 29 Levantó ciudades y tuvo gran cantidad de rebaños y ganado menor y mayor, porque Dios le había dado muchísimos bienes.
30
Ezequías fue el que obstruyó la salida superior de las aguas de Guijón y las canalizó bajo tierra hacia la parte occidental de la Ciudad de David. Ezequías tuvo éxito en todas sus empresas. 31 Sin embargo, durante las conversaciones con los príncipes de Babilonia, enviados para informarse sobre la señal extraordinaria ocurrida en el país, Dios lo abandonó para ponerlo a prueba y conocer sus sentimientos.

Fin del reinado de Ezequías

2 Rey. 20. 20-21
32 El resto de los hechos de Ezequías y sus obras de piedad están escritos en la Visión del profeta Isaías, hijo de Amós, y en el Libro de los reyes de Judá y de Israel. 33 Ezequías se fue a descansar con sus padres, y lo sepultaron en la cuesta de los sepulcros de los hijos de David. Todos los habitantes de Judá y de Jerusalén le tributaron honras fúnebres. Su hijo Manasés reinó en lugar de él.

El reinado de Manasés en Judá (687-642)

2 Rey. 21. 1-9
33 1 Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó cincuenta y cinco años en Jerusalén. 2 Él hizo lo que es malo a los ojos del Señor, siguiendo las costumbres abominables de las naciones que el Señor había desposeído delante de los israelitas. 3 Reedificó los lugares altos que había derribado su padre Ezequías; erigió altares a los Baales, hizo postes sagrados, y se postró delante de todo el Ejército de los cielos y lo sirvió. 4 Edificó altares en la Casa del Señor, de la que el mismo Señor había dicho: “En Jerusalén estará mi Nombre para siempre”. 5 Edificó altares a todo el Ejército de los cielos en los dos atrios de la Casa del Señor. 6 Inmoló a sus propios hijos en el fuego, en el valle de Ben Hinnóm, practicó la astrología, la magia y la hechicería, e instituyó nigromantes y adivinos. Persistió en hacer lo que es malo a los ojos del Señor, provocando su indignación. 7 La estatua del Ídolo que había hecho, la instaló en la Casa de Dios, de la que el mismo Dios había dicho a David y a su hijo Salomón: “En esta Casa y en Jerusalén, que yo elegí entre todas las tribus de Israel, pondré mi Nombre para siempre. 8 Ya no permitiré que Israel ande errante lejos del suelo que destiné a sus padres, con tal que se empeñen en practicar todo lo que les he mandado, de acuerdo con la Ley, los preceptos y las normas, transmitidos por Moisés”. 9 Manasés extravió a Judá y a los habitantes de Jerusalén, a tal punto que obraron peor que las naciones que el Señor había exterminado delante de los israelitas. 10 El señor habló a Manasés y a su pueblo, pero ellos no le prestaron atención.

La conversión de Manasés

11 Entonces el Señor hizo venir contra ellos a los jefes del ejército del rey de Asiria, y estos capturaron a Manasés con garfios, lo sujetaron con doble cadena de bronce y lo llevaron a Babilonia. 12 En medio de su angustia él aplacó al Señor, su Dios, humillándose profundamente delante del Dios de sus padres. 13 Le suplicó, y el Señor lo escuchó benignamente: oyó su plegaria y lo hizo volver a su reino, en Jerusalén. Así reconoció Manasés que el Señor es Dios.
14
Después de esto, construyó una muralla exterior a la Ciudad de David, al oeste del Guijón, en el valle, hasta la puerta de los Peces, rodeando el Ofel, y la hizo muy alta. Además, puso jefes militares en todas las ciudades fuertes de Judá.
15
Luego retiró de la Casa del Señor los dioses extranjeros y el Ídolo. Hizo lo mismo con todos los altares que él mismo había erigido en la montaña de la Casa del Señor y en Jerusalén, arrojándolos fuera de la ciudad. 16 Restauró el altar del Señor e inmoló sobre él sacrificios de comunión y de acción de gracias, y ordenó que Judá sirviera al Señor, el Dios de Israel. 17 El pueblo, sin embargo, continuaba ofreciendo sacrificios en los lugares altos, aunque sólo al Señor, su Dios.

Fin del reinado de Manasés

2 Rey. 21. 17-18
18 El resto de los hechos de Manasés, la oración hecha a su Dios y las palabras de los videntes que le hablaron en nombre del Señor, el Dios de Israel, están escritos en los Anales de los reyes de Israel. 19 Su plegaria y cómo fue escuchado, todo su pecado y su prevaricación, los sitios donde edificó lugares altos y erigió postes sagrados e ídolos, antes de humillarse, están escritos en las Memorias de Jozai. 20 Manasés se fue a descansar con sus padres, y lo sepultaron en su casa. Su hijo Amón reinó en lugar de él.

El reinado de Amón en Judá (642-640)

2 Rey. 21. 19-24
21 Amón tenía veintidós años cuando comenzó a reinar, y reinó dos años en Jerusalén. 22 Él hizo lo que es malo a los ojos del Señor, como lo había hecho su padre Manasés. Ofreció sacrificios y sirvió a todos los ídolos que había hecho su padre Manasés. 23 Pero no se humilló delante del Señor, como se había humillado su padre Manasés, sino que multiplicó sus culpas.
24
Sus servidores conspiraron contra él y lo mataron en su palacio. 25 Pero el pueblo del país mató a todos los que habían conspirado contra el rey Amón, y el mismo pueblo proclamó rey en lugar de él a su hijo Josías.

El reinado de Josías en Judá (640-609)

2 Rey. 22. 1-2
34 1 Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar, y reinó treinta y un años en Jerusalén. 2 Hizo lo que es recto a los ojos del Señor y siguió los caminos de su padre David, sin apartarse ni a la derecha ni a la izquierda.

Las primeras reformas religiosas

2 Rey. 23. 4-20
3 En el octavo año de su reinado, cuando todavía era joven, comenzó a buscar al Dios de su padre David, y en el año duodécimo comenzó a purificar a Judá y Jerusalén de los lugares altos, de los postes sagrados y de los ídolos esculpidos o de metal fundido. 4 Fueron derribados en su presencia los altares de los Baales, e hizo pedazos los incensarios que había encima de ellos; destrozó los postes sagrados y los ídolos esculpidos o de metal fundido, los redujo a polvo, y lo esparció sobre las tumbas de los que les habían ofrecido sacrificios. 5 Quemó los huesos de los sacerdotes sobre sus altares, y así purificó a Jerusalén y a Judá. 6 En las ciudades de Manasés, de Efraím, de Siméon, e incluso de Neftalí, en todas sus plazas, 7 derribó los altares, destruyó los postes sagrados y los ídolos hasta reducirlos a polvo, y destrozó todos los incensarios en todo el país de Israel. Luego regresó a Jerusalén.

Descubrimiento del libro de la Ley en el Templo

2 Rey. 22. 3-10
8 El año decimoctavo de su reinado, una vez que purificó el país y la Casa, Josías envió a Safán, hijo de Asalías, a Maaseías, gobernador de la ciudad, y a Ioáj, hijo de Ioajaz, el archivista, a reparar la Casa del Señor, su Dios. 9 Ellos se presentaron a Jilquías, el sumo sacerdote, y le entregaron el dinero recaudado para la Casa de Dios, que los levitas guardianes del umbral habían recogido de Manasés, de Efraím y de todo el resto de Israel, de todo Judá y Benjamín, y de los habitantes de Jerusalén. 10 Luego ese dinero se puso en manos de los que dirigían los trabajos, de los encargados de supervisar la Casa del Señor, y ellos lo entregaron a los que ejecutaban las obras que se hacían en la Casa del Señor, para restaurar y reparar el edificio. 11 También se lo dieron a los carpinteros y albañiles, a fin de comprar piedras talladas y madera para el armazón y las vigas de las construcciones, que los reyes de Judá habían dejado deteriorarse.
12
Estos hombres realizaban su trabajo a conciencia. Como encargados al frente de ellos estaban los levitas Iájat y Abdías, de los hijos de Merarí, y Zacarías y Mesulám, de los hijos de Quehat, que dirigían las obras. Los levitas, que sabían tocar instrumentos musicales, 13 acompañaban a los que llevaban las cargas y dirigían a todos los obreros, cualquiera fuera su oficio. Otros levitas eran escribas, inspectores y porteros.
14
Mientras retiraban el dinero recaudado para la Casa del Señor, el sacerdote Jilquías encontró el libro de la Ley promulgada por Moisés. 15 Entonces Jilquías tomó la palabra y dijo a Safán, el secretario: “He encontrado el libro de la Ley en la Casa del Señor”. Jilquías entregó el libro a Safán, 16 y este se lo llevó al rey, cuando fue a darle cuenta, diciendo: “Tus servidores hicieron todo lo que les habías encomendado: 17 han volcado la plata que se encontraba en la Casa del Señor y se la entregaron a los encargados y a los que ejecutan los trabajos”. 18 Luego el secretario Safán anunció al rey: “Jilquías, el sacerdote, me ha dado un libro”. Y Safán lo leyó delante del rey.

La consulta a la profetisa Julda

2 Rey. 22. 11-20
19 Cuando el rey oyó las palabras de la Ley, rasgó sus vestiduras, 20 y dio esta orden a Jilquías, a Ajicám, hijo de Safán, a Abdón, hijo de Micá, a Safán, el secretario, y a Asaías, el servidor del rey: 21 “Vayan a consultar al Señor por mí y por el resto de Israel y de Judá, acerca de las palabras del libro que ha sido encontrado. Porque es grande el furor del Señor que se ha derramado sobre nosotros, ya que nuestros padres no han observado la palabra del Señor y no han obrado conforme a todo lo que está escrito en este libro”.
22
Jilquías y los que habían sido designados por el rey fueron a ver a la profetisa Julda, esposa de Salúm, hijo de Tocat, hijo de Jasrá, el encargado del vestuario. Ella habitaba en Jerusalén, en el barrio nuevo. Y una vez que le expusieron el caso, 23 les dijo: “Así habla el Señor, el Dios de Israel: Díganle al hombre que los ha enviado: 24 Así habla el Señor: Yo voy a traer una desgracia sobre este lugar y sobre sus habitantes, cumpliendo así todas las maldiciones escritas en el libro que han leído ante el rey de Judá. 25 Porque me han abandonado y han quemado incienso a otros dioses, provocando mi indignación con todas las obras de sus manos, mi furor se derramará sobre este lugar, y no se extinguirá. 26 Pero al rey de Judá que los envía a consultar al Señor, le dirán: Así habla el Señor, el Dios de Israel: En lo que respecta a las palabras que tú has escuchado... 27 Porque tu corazón se ha conmovido y te has humillado delante de Dios al oír sus palabras contra este lugar y contra sus habitantes; porque te has humillado delante de mí, has rasgado tus vestiduras y has llorado en mi presencia, también yo he escuchado –oráculo del Señor– . 28 Yo voy a reunirte con tus padres: serás sepultado en paz y tus ojos no verán nada de la desgracia que atraeré sobre este lugar”. Ellos llevaron la respuesta al rey.

La lectura de la Leyy renovación de la Alianza

2 Rey. 23. 1-3
29 El rey mandó reunir a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. 30 Luego subió a la Casa del Señor, acompañado de todos los hombres de Judá y de los habitantes de Jerusalén –los sacerdotes, los levitas y todo el pueblo, desde el más grande al más pequeño– y les leyó todas las palabras del libro de la Alianza, que había sido hallado en la Casa del Señor. 31 Después, de pie sobre su estrado, el rey selló delante del Señor la alianza que obliga a seguir al Señor y a observar sus mandamientos, sus testimonios y sus preceptos, de todo corazón y con toda el alma, poniendo en práctica las palabras de la alianza escritas en aquel libro. 32 Él hizo que se comprometieran todos los que se encontraban en Jerusalén y en Benjamín, y los habitantes de Jerusalén obraron conforme a la alianza de Dios, el Dios de sus padres.
33
Josías hizo desaparecer todas las abominaciones de los territorios pertenecientes a los israelitas, y obligó a todos los que se encontraban en Israel a servir al Señor, su Dios. Durante toda su vida, ellos no dejaron de seguir al Señor, el Dios de sus padres.

Preparación de la Pascua

2 Rey. 23. 21-23
35 1 Josías celebró en Jerusalén la Pascua del Señor, e inmolaron la víctima pascual el día catorce del primer mes. 2 Restableció a los sacerdotes en sus funciones y los animó a dedicarse enteramente al servicio de la Casa del Señor. 3 Luego dijo a los levitas que instruían a todo Israel y estaban consagrados al Señor: “Pongan el Arca santa en el Templo que edificó Salomón, hijo de David, rey de Israel: ya no tendrán que llevarla sobre los hombros. Ahora sirvan al Señor, su Dios, y a su pueblo Israel. 4 Agrúpense por familias, según sus clases, conforme a lo que establecieron por escrito David, rey de Israel, y su hijo Salomón. 5 Ocupen el sitio que les corresponde en el Santuario, según los grupos de las familias de sus hermanos, la gente del pueblo, de manera que a cada familia le corresponda una sección de los levitas. 6 Inmolen la Pascua, santifíquense y prepárenla para sus hermanos, a fin de que ellos puedan celebrarla según la palabra del Señor transmitida por Moisés”.
7
Josías entregó para la gente del pueblo ganado menor –corderos y cabritos– en número de treinta mil, como víctimas pascuales para todos los que se encontraban allí, y dio además tres mil bueyes. Todo esto provenía de los bienes del rey. 8 También sus jefes entregaron ofrendas voluntarias para el pueblo, los sacerdotes y los levitas. Jilquías, Zacarías y Iejiel, mayordomos de la Casa de Dios, dieron a los sacerdotes dos mil seiscientas víctimas pascuales y trescientos bueyes. 9 Conanías, Semaías y Netanel, sus hermanos, y Jasabías, Ieiel y Iozabad, jefe de los levitas, dieron a estos cinco mil víctimas pascuales y quinientos bueyes. 10 Una vez organizado el servicio, los sacerdotes ocuparon sus puestos, lo mismo que los levitas, según sus clases, conforme a la orden del rey.

Solemne celebración de la Pascua

11 Luego se inmoló la Pascua, y los sacerdotes hacían la aspersión con la sangre recibida de manos de los levitas, mientras estos desollaban las víctimas. 12 Además, cuando daban su parte a los grupos de familias de la gente del pueblo, separaban lo que se debía ofrecer al Señor en holocausto, como está escrito en el libro de Moisés. E hicieron lo mismo con los bueyes. 13 Después asaron al fuego la víctima pascual, como está establecido, cocinaron las otras ofrendas consagradas, en ollas, cacerolas y fuentes, y las repartieron rápidamente entre toda la gente del pueblo.
14
Luego prepararon la Pascua para ellos y para los sacerdotes, porque los sacerdotes, hijos de Aarón, habían estado ocupados en ofrecer los holocaustos y las grasas hasta la noche: por eso los levitas prepararon la Pascua para sí mismos y para los sacerdotes, hijos de Aarón. 15 Los cantores, hijos de Asaf, estaban en sus puestos, según las prescripciones de David y de Asaf, de Hemán y de Iedutún, el vidente del rey; y también los porteros ocupaban cada uno su puesto: ninguno de ellos tuvo necesidad de apartarse de su servicio, porque sus hermanos, los levitas, les prepararon la Pascua.
16
Así se organizó aquel día todo el servicio del Señor, para celebrar la Pascua y ofrecer los holocaustos sobre el altar del Señor, según la orden del rey Josías. 17 Los israelitas que se encontraban allí celebraron la Pascua en aquella ocasión, y también la fiesta de los Ácimos durante siete días.
18
Nunca se había celebrado en Israel una Pascua como esta desde los días del profeta Samuel; ninguno de los reyes de Israel había celebrado una Pascua como la que celebró Josías con los sacerdotes y los levitas, con todo Judá, con los israelitas allí presentes y con los habitantes de Jerusalén. 19 Fue el año dieciocho del reinado de Josías cuando se celebró esta Pascua.

Trágico fin de Josías

2 Rey. 23. 28-30a
20 Después de todo esto, cuando Josías ya había reorganizado el culto del Templo, subió Necao, rey de Egipto, para combatir en Carquemís, junto al río Éufrates. Josías le salió al paso, 21 pero Necao le envió mensajeros para decirle: “¿Qué hay entre nosotros, rey de Judá? Ahora no vengo contra ti, sino contra una dinastía que me hace la guerra. Dios me ha dicho que me apure. No te opongas a Dios, que está conmigo, no sea que él te destruya”. 22 Pero Josías no cedió, y se obstinó en combatirlo. Sin escuchar las palabras de Necao, que procedían de la boca de Dios, fue a presentarle batalla en la llanura de Meguido. 23 Los arqueros dispararon contra el rey Josías, y este dijo a sus servidores: “Sáquenme, porque estoy gravemente herido”. 24 Sus servidores lo sacaron de su carro de guerra, lo subieron a otro carro y lo llevaron a Jerusalén, donde murió. Él fue sepultado en los sepulcros de sus padres, y todo Judá y Jerusalén hicieron duelo por Josías. 25 Jeremías compuso una lamentación sobre Josías, y todos los cantores y cantoras han hablado de él en sus cantos fúnebres hasta el día de hoy. Estos cantos se hicieron tradicionales en Israel y ahora están escritos en las Lamentaciones.
26
El resto de los hechos del rey Josías, sus obras de piedad, acordes con lo que prescribe la Ley del Señor, 27 y todo lo que él hizo, desde el comienzo hasta el fin, está escrito en el Libro de los reyes de Israel y de Judá.

El reinado de Joacaz en Judá (609)

2 Rey. 23. 30b-35
36 1 El pueblo del país tomó entonces a Joacaz, hijo de Josías, y lo proclamó rey en Jerusalén en lugar de su padre. 2 Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén. 3 El rey de Egipto lo destituyó para que no reinara en Jerusalén, e impuso al país un tributo de cien talentos de plata y un talento de oro. 4 El rey de Egipto designó a Eliaquím, hermano de Joacaz, rey de Judá y de Jerusalén, y le cambió su nombre por el de Joaquím. A su hermano Joacaz, Necao lo tomó prisionero y se lo llevó a Egipto.

El reinado de Joaquím en Judá (609-598)

2 Rey. 23. 36 – 24. 6
5 Joaquím tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. Hizo lo que es malo a los ojos del Señor, su Dios. 6 Nabucodonosor, rey de Babilonia, subió a atacarlo y lo sujetó con doble cadena de bronce, para conducirlo a Babilonia. 7 Nabucodonosor llevó también a Babilonia parte de los objetos de Casa del Señor y los puso en su palacio de Babilonia. 8 El resto de los hechos de Joaquím, las abominaciones que cometió y todo lo que recayó sobre él está escrito en el Libro de los reyes de Israel y de Judá. Su hijo Joaquím reinó en lugar de él.

El reinado de Joaquín en Judá (598-597)

2 Rey. 24. 8-17
9 Joaquín tenía dieciocho años cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses y diez días en Jerusalén. Hizo lo que es malo a los ojos del Señor. 10 Al comienzo del año, el rey Nabucodonosor mandó que lo llevaran prisionero a Babilonia, junto con los objetos preciosos de la Casa del Señor, y proclamó rey de Judá y de Jerusalén a su pariente Sedecías.

El reinado de Sedecías en Judá (597-587)

2 Rey. 24. 18-20; Jer. 52. 1-3
11 Sedecías tenía veintiún años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. 12 Hizo lo que es malo a los ojos del Señor, su Dios, y no quiso humillarse delante del profeta Jeremías, que hablaba de parte del Señor. 13 Incluso, se rebeló contra el rey Nabucodonosor, que le había hecho jurar fidelidad delante de Dios. Él se obstinó y endureció su corazón, en lugar de volverse al Señor, el Dios de Israel.
14
De la misma manera, todos los jefes de Judá, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, imitando todas las abominaciones de los paganos, y contaminaron el Templo que el Señor se había consagrado en Jerusalén. 15 El Señor, el Dios de sus padres, les llamó la atención constantemente por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su Morada. 16 Pero ellos escarnecían a los mensajeros de Dios, despreciaban sus palabras y ponían en ridículo a sus profetas, hasta que la ira del Señor contra su pueblo subió a tal punto, que ya no hubo más remedio.

La ruina de Jerusalén y la deportación a Babilonia (587)

2 Rey. 25. 8-21
17 Entonces Dios hizo subir contra ellos al rey de los caldeos, y este hizo morir por la espada a sus jóvenes en el interior de su Santuario, sin perdonar a nadie, ni joven ni virgen, ni anciano ni hombre encanecido: los entregó a todos en sus manos. 18 Todos los objetos de la Casa de Dios, grandes y pequeños, los tesoros de la Casa del Señor, y los tesoros del rey y de sus jefes, todo se lo llevó a Babilonia. 19 Ellos quemaron la Casa de Dios, demolieron las murallas de Jerusalén, prendieron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. 20 Nabucodonosor deportó a Babilonia a los que habían escapado de la espada y estos se convirtieron en esclavos del rey y de sus hijos hasta el advenimiento del reino persa. 21 Así se cumplió la palabra del Señor, pronunciada por Jeremías: “La tierra descansó durante todo el tiempo de la desolación, hasta pagar la deuda de todos sus sábados, hasta que se cumplieron setenta años”.

Esperanza para el porvenir

Esd. 1. 1-3
22 En el primer año del reinado de Ciro, rey de Persia, para que se cumpliera la palabra del Señor pronunciada por Jeremías, el Señor despertó el espíritu de Ciro, el rey de Persia, y este mandó proclamar de viva voz y por escrito en todo su reino: 23 “Así habla Ciro, rey de Persia: El Señor, el Dios del cielo, me ha dado todos los reinos de la tierra y él me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, de Judá. Si alguno de ustedes pertenece a ese pueblo, ¡que el Señor, su Dios, lo acompañe y que suba...!”.



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