John (BPD) 15

Jesús, la verdadera vid

15 1 Yo soy la verdadera vidy mi Padre es el viñador.
2
Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto;
al que da fruto, lo poda para que dé más todavía.
3
Ustedes ya están limpios
por la palabra que yo les anuncié.
4
Permanezcan en mí,
como yo permanezco en ustedes.
Así como el sarmiento no puede dar fruto
si no permanece en la vid,
tampoco ustedes, si no permanecen en mí.
5
Yo soy la vid,
ustedes los sarmientos.
El que permanece en mí, y yo en él,
da mucho fruto,
porque separados de mí, nada pueden hacer.
6
Pero el que no permanece en mí,
es como el sarmiento que se tira y se seca;
después se recoge, se arroja al fuego y arde.
7
Si ustedes permanecen en mí
y mis palabras permanecen en ustedes,
pidan lo que quieran
y lo obtendrán.
8
La gloria de mi Padre consiste
en que ustedes den fruto abundante,
y así sean mis discípulos.
9
Como el Padre me amó,
también yo los he amado a ustedes.
Permanezcan en mi amor.
10
Si cumplen mis mandamientos,
permanecerán en mi amor,
como yo cumplí los mandamientos de mi Padre
y permanezco en su amor.
11
Les he dicho esto
para que mi gozo sea el de ustedes,
y ese gozo sea perfecto.

El mandamiento del amor

12 Este es mi mandamiento:
Ámense los unos a los otros,
como yo los he amado.
13
No hay amor más grande
que dar la vida por los amigos.
14
Ustedes son mis amigos
si hacen lo que yo les mando.
15
Ya no los llamo servidores,
porque el servidor ignora lo que hace su señor;
yo los llamo amigos,
porque les he dado a conocer
todo lo que oí de mi Padre.
16
No son ustedes los que me eligieron a mí,
sino yo el que los elegí a ustedes,
y los destiné para que vayan y den fruto,
y ese fruto sea duradero.
Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre,
él se lo concederá.
17
Lo que yo les mando
es que se amen los unos a los otros.

El odio del mundo

18 Si el mundo los odia,
sepan que antes me ha odiado a mí.
19
Si ustedes fueran del mundo,
el mundo los amaría como cosa suya.
Pero como no son del mundo,
sino que yo los elegí y los saqué de él,
el mundo los odia.
20
Acuérdense de lo que les dije:
el servidor no es más grande que su señor.
Si me persiguieron a mí,
también los perseguirán a ustedes;
si fueron fieles a mi palabra,
también serán fieles a la de ustedes.
21
Pero los tratarán así a causa de mi Nombre,
porque no conocen al que me envió.
22
Si yo no hubiera venido
ni les hubiera hablado,
no tendrían pecado;
pero ahora su pecado no tiene disculpa.
23
El que me odia, odia también a mi Padre.
24
Si yo no hubiera hecho entre ellos
obras que ningún otro realizó,
no tendrían pecado.
Pero ahora las han visto,
y sin embargo, me odian a mí y a mi Padre,
25
para que se cumpla lo que está escrito en la Ley:
Me han odiado sin motivo.
26
Cuando venga el Paráclito
que yo les enviaré desde el Padre,
el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre,
él dará testimonio de mí.
27
Y ustedes también dan testimonio,
porque están conmigo desde el principio.
16 1 Les he dicho esto para que no se escandalicen.
2
Serán echados de las sinagogas,
más aún, llegará la hora
en que los mismos que les den muerte
pensarán que tributan culto a Dios.
3
Y los tratarán así
porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
4
Les he advertido esto
para que cuando llegue esa hora,
recuerden que ya lo había dicho.

La misión del Espíritu Santo

No les dije estas cosas desde el principio,
porque yo estaba con ustedes.
5 Ahora me voy al que me envió,
y ninguno de ustedes me pregunta: “¿A dónde vas?”.
6
Pero al decirles esto,
ustedes se han entristecido.
7
Sin embargo, les digo la verdad:
les conviene que yo me vaya,
porque si no me voy,
el Paráclito no vendrá a ustedes.
Pero si me voy,
se lo enviaré.
8
Y cuando él venga,
probará al mundo
dónde está el pecado,
dónde está la justicia
y cuál es el juicio.
9
El pecado está en no haber creídoen mí.
10
La justicia, en que yo me voy al Padre
y ustedes ya no me verán.
11
Y el juicio, en que el Príncipe de este mundo
ya ha sido condenado.
12
Todavía tengo muchas cosas que decirles,
pero ustedes no las pueden comprender ahora.
13
Cuando venga el Espíritu de la Verdad,
él los introducirá en toda la verdad,
porque no hablará por sí mismo,
sino que dirá lo que ha oído
y les anunciará lo que irá sucediendo.
14
Él me glorificará,
porque recibirá de lo mío
y se lo anunciará a ustedes.
15
Todo lo que es del Padre es mío.
Por eso les digo:
“Recibirá de lo mío
y se lo anunciará a ustedes”.

La vuelta de Jesús al Padre

16 Dentro de poco, ya no me verán,
y poco después, me volverán a ver».
17
Entonces algunos de sus discípulos comentaban entre sí: «¿Qué significa esto que nos dice: “Dentro de poco ya no me verán, y poco después, me volverán a ver”? ¿Y qué significa: “Yo me voy al Padre”?». 18 Decían: «¿Qué es este poco de tiempo? No entendemos lo que quiere decir». 19 Jesús se dio cuenta de que deseaban interrogarlo y les dijo: «Ustedes se preguntan entre sí qué significan mis palabras:
“Dentro de poco, ya no me verán,
y poco después, me volverán a ver”.
20
Les aseguro
que ustedes van a llorar y se van a lamentar;
el mundo, en cambio, se alegrará.
Ustedes estarán tristes,
pero esa tristeza se convertirá en gozo.
21
La mujer, cuando va a dar a luz,
siente angustia porque le llegó la hora;
pero cuando nace el niño,
se olvida de su dolor,
por la alegría que siente
al ver que ha venido un hombre al mundo.
22
También ustedes ahora están tristes,
pero yo los volveré a ver,
y tendrán una alegría
que nadie les podrá quitar.
23
Aquel día
no me harán más preguntas.
Les aseguro
que todo lo que pidan al Padre,
él se lo concederá en mi Nombre.
24
Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre.
Pidan y recibirán,
y tendrán una alegría que será perfecta.
25
Les he dicho todo esto por medio de parábolas.
Llega la hora
en que ya no les hablaré por medio de parábolas,
sino que les hablaré claramente del Padre.
26
Aquel día ustedes pedirán en mi Nombre;
y no será necesario que yo ruegue al Padre por ustedes,
27
ya que él mismo los ama,
porque ustedes me aman
y han creído que yo vengo de Dios.
28
Salí del Padre y vine al mundo.
Ahora dejo el mundo y voy al Padre».
29
Sus discípulos le dijeron: «Por fin hablas claro y sin parábolas. 30 Ahora conocemos que tú lo sabes todo y no hace falta hacerte preguntas. Por eso creemos que tú has salido de Dios». 31 Jesús les respondió:
«¿Ahora creen?
32
Se acerca la hora, y ya ha llegado,
en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado,
y me dejarán solo.
Pero no, no estoy solo,
porque el Padre está conmigo.
33
Les digo esto
para que encuentren la paz en mí.
En el mundo tendrán que sufrir;
pero tengan valor:
yo he vencido al mundo».

Oración de Jesús por sí mismo

17 1 Después de hablar así, Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo:
«Padre, ha llegado la hora:
glorifica a tu Hijo
para que el Hijo te glorifique a ti,
2
ya que le diste autoridad sobre todos los hombres,
para que él diera Vida eterna
a todos los que tú le has dado.
3
Esta es la Vida eterna:
que te conozcan a ti,
el único Dios verdadero,
y a tu Enviado, Jesucristo.
4
Yo te he glorificado en la tierra,
llevando a cabo la obra
que me encomendaste.
5
Ahora, Padre, glorifícame junto a ti,
con la gloria que yo tenía contigo
antes que el mundo existiera.

Oración de Jesús por sus discípulos

6 Manifesté tu Nombre
a los que separaste del mundo para confiármelos.
Eran tuyos y me los diste,
y ellos fueron fieles a tu palabra.
7
Ahora saben
que todo lo que me has dado viene de ti,
8
porque les comuniqué las palabras que tú me diste:
ellos han reconocido verdaderamente
que yo salí de ti,
y han creído que tú me enviaste.
9
Yo ruego por ellos:
no ruego por el mundo,
sino por los que me diste,
porque son tuyos.
10
Todo lo mío es tuyo
y todo lo tuyo es mío,
y en ellos he sido glorificado.
11
Ya no estoy más en el mundo,
pero ellos están en él;
y yo vuelvo a ti.
Padre santo,
cuídalos en tu Nombre
–el Nombre que tú me diste–
para que sean uno, como nosotros.
12
Mientras estaba con ellos,
yo los cuidaba en tu Nombre
–el Nombre que tú me diste–
yo los protegía
y no se perdió ninguno de ellos,
excepto el que debía perderse,
para que se cumpliera la Escritura.
13
Pero ahora voy a ti,
y digo esto estando en el mundo,
para que mi gozo sea el de ellos
y su gozo sea perfecto.
14
Yo les comuniqué tu palabra,
y el mundo los odió
porque ellos no son del mundo,
como tampoco yo soy del mundo.
15
No te pido que los saques del mundo,
sino que los preserves del Maligno.
16
Ellos no son del mundo,
como tampoco yo soy del mundo.
17
Conságralos en la verdad:
tu palabra es verdad.
18
Así como tú me enviaste al mundo,
yo también los envío al mundo.
19
Por ellos me consagro,
para que también ellos
sean consagrados en la verdad.

Oración de Jesús por todos los que creen en él

20 No ruego solamente por ellos,
sino también por los que, gracias a su palabra,
creerán en mí.
21
Que todos sean uno:
como tú, Padre, estás en mí
y yo en ti,
que también ellos estén en nosotros,
para que el mundo crea
que tú me enviaste.
22
Yo les he dado la gloria
que tú me diste,
para que sean uno,
como nosotros somos uno
23
–yo en ellos y tú en mí–
para que sean perfectamente uno
y el mundo conozca
que tú me has enviado,
y que los has amado a ellos
como me amaste a mí.
24
Padre, quiero que los que tú me diste
estén conmigo donde yo esté,
para que contemplen la gloria que me has dado,
porque ya me amabas
antes de la creación del mundo.
25
Padre justo,
el mundo no te ha conocido,
pero yo te conocí,
y ellos reconocieron
que tú me enviaste.
26
Les di a conocer tu Nombre,
y se lo seguiré dando a conocer,
para que el amor con que tú me amaste
esté en ellos,
y yo también esté en ellos».


LA MUERTE DE JESÚS



El arresto de Jesús

Mt. 26. 30, 36, 47-56 Mc. 14. 26, 32, 43-52 Lc. 22. 39, 47-53
18 1 Después de haber dicho esto, Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón. Había en ese lugar una huerta y allí entró con ellos. 2 Judas, el traidor, también conocía el lugar porque Jesús y sus discípulos se reunían allí con frecuencia. 3 Entonces Judas, al frente de un destacamento de soldados y de los guardias designados por los sumos sacerdotes y los fariseos, llegó allí con faroles, antorchas y armas. 4 Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les preguntó: «¿A quién buscan?». 5 Le respondieron: «A Jesús, el Nazareno». Él les dijo: «Soy yo». Judas, el que lo entregaba, estaba con ellos. 6 Cuando Jesús les dijo: «Soy yo», ellos retrocedieron y cayeron en tierra. 7 Les preguntó nuevamente: «¿A quién buscan?». Le dijeron: «A Jesús, el Nazareno». 8 Jesús repitió: «Ya les dije que soy yo. Si es a mí a quien buscan, dejen que estos se vayan». 9 Así debía cumplirse la palabra que él había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me confiaste».
10
Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. El servidor se llamaba Malco. 11 Jesús dijo a Simón Pedro: «Envaina tu espada. ¿Acaso no beberé el cáliz que me ha dado el Padre?».

Jesús ante Anás

Mt. 26. 57 Mc. 14. 53 Lc. 22. 54
12 El destacamento de soldados, con el tribuno y los guardias judíos, se apoderaron de Jesús y lo ataron. 13 Lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, Sumo Sacerdote aquel año. 14 Caifás era el que había aconsejado a los judíos: «Es preferible que un solo hombre muera por el pueblo».

La primera negación de Pedro

Mt. 26. 69-70 Mc. 14. 66-68 Lc. 22. 55-57
15 Entre tanto, Simón Pedro, acompañado de otro discípulo, seguía a Jesús. Este discípulo, que era conocido del Sumo Sacerdote, entró con Jesús en el patio del Pontífice, 16 mientras Pedro permanecía afuera, en la puerta. El otro discípulo, el que era conocido del Sumo Sacerdote, salió, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. 17 La portera dijo entonces a Pedro: «¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?». Él le respondió: «No lo soy». 18 Los servidores y los guardias se calentaban junto al fuego, que habían encendido porque hacía frío. Pedro también estaba con ellos, junto al fuego.

Jesús ante el Sumo Sacerdote

Mt. 26. 59-66 Mc. 14. 55-64 Lc. 22. 66-71
19 El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su enseñanza. 20 Jesús le respondió: «He hablado abiertamente al mundo; siempre enseñé en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada en secreto. 21 ¿Por qué me interrogas a mí? Pregunta a los que me han oído qué les enseñé. Ellos saben bien lo que he dicho». 22 Apenas Jesús dijo esto, uno de los guardias allí presentes le dio una bofetada, diciéndole: «¿Así respondes al Sumo Sacerdote?». 23 Jesús le respondió:
«Si he hablado mal, muestra en qué ha sido;
pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?».
24
Entonces Anás lo envió atado ante el Sumo Sacerdote Caifás.

Nuevas negaciones de Pedro

Mt. 26. 71-75 Mc. 14. 69-72 Lc. 22. 58-62
25 Simón Pedro permanecía junto al fuego. Los que estaban con él le dijeron: «¿No eres tú también uno de sus discípulos?». Él lo negó y dijo: «No lo soy». 26 Uno de los servidores del Sumo Sacerdote, pariente de aquel al que Pedro había cortado la oreja, insistió: «¿Acaso no te vi con él en la huerta?». 27 Pedro volvió a negarlo, y en seguida cantó el gallo.

Jesús ante Pilato

Mt. 27. 2, 11-26 Mc. 15. 1-15 Lc. 23. 1-7, 13-19
28 Desde la casa de Caifás llevaron a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Pero ellos no entraron en el pretorio, para no contaminarse y poder así participar en la comida de Pascua. 29 Pilato salió a donde estaban ellos y les preguntó: «¿Qué acusación traen contra este hombre?». Ellos respondieron: 30 «Si no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos entregado». 31 Pilato les dijo: «Tómenlo y júzguenlo ustedes mismos, según la Ley que tienen». Los judíos le dijeron: «A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie». 32 Así debía cumplirse lo que había dicho Jesús cuando indicó cómo iba a morir.
33
Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?». 34 Jesús le respondió: «¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?». 35 Pilato replicó: «¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?». 36 Jesús respondió:
«Mi realeza no es de este mundo.
Si mi realeza fuera de este mundo,
los que están a mi servicio habrían combatido
para que yo no fuera entregado a los judíos.
Pero mi realeza no es de aquí».
37
Pilato le dijo: «¿Entonces tú eres rey?». Jesús respondió:
«Tú lo dices:
yo soy rey.
Para esto he nacido
y he venido al mundo:
para dar testimonio de la verdad.
El que es de la verdad, escucha mi voz».
38
Pilato le preguntó: «¿Qué es la verdad?». Al decir esto, salió nuevamente a donde estaban los judíos y les dijo: «Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo. 39 Y ya que ustedes tienen la costumbre de que ponga en libertad a alguien, en ocasión de la Pascua, ¿quieren que suelte al rey de los judíos?». 40 Ellos comenzaron a gritar, diciendo: «¡A él no, a Barrabás!». Barrabás era un bandido.

La flagelación y la coronación de espinas

Mt. 27. 26-31 Mc. 15. 15-20 Lc. 23. 20-25
19 1 Pilato mandó entonces azotar a Jesús. 2 Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un manto de color púrpura, 3 y acercándose, le decían: «¡Salud, rey de los judíos!», y lo abofeteaban.
4
Pilato volvió a salir y les dijo: «Miren, lo traigo afuera para que sepan que no encuentro en él ningún motivo de condena». 5 Jesús salió, llevando la corona de espinas y el manto de color púrpura. Pilato les dijo: «¡Aquí tienen al hombre!». 6 Cuando los sumos sacerdotes y los guardias lo vieron, gritaron: «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!». Pilato les dijo: «Tómenlo ustedes y crucifíquenlo. Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo». 7 Los judíos respondieron: «Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir porque él pretende ser Hijo de Dios».
8
Al oír estas palabras, Pilato se alarmó más todavía. 9 Volvió a entrar en el pretorio y preguntó a Jesús: «¿De dónde eres tú?». Pero Jesús no le respondió nada. 10 Pilato le dijo: «¿No quieres hablarme? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y también para crucificarte?». 11 Jesús le respondió: «Tú no tendrías sobre mí ninguna autoridad, si no la hubieras recibido de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti ha cometido un pecado más grave».

Jesús condenado a muerte

12 Desde ese momento, Pilato trataba de ponerlo en libertad. Pero los judíos gritaban: «Si lo sueltas, no eres amigo del César, porque el que se hace rey se opone al César». 13 Al oír esto, Pilato sacó afuera a Jesús y lo hizo sentar sobre un estrado, en el lugar llamado «el Empedrado», en hebreo, «Gábata».
14
Era el día de la Preparación de la Pascua, alrededor del mediodía. Pilato dijo a los judíos: «Aquí tienen a su rey». 15 Ellos vociferaban: «¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo!». Pilato les dijo: «¿Voy a crucificar a su rey?». Los sumos sacerdotes respondieron: «No tenemos otro rey que el César». 16 Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran, y ellos se lo llevaron.

La crucifixión de Jesús

Mt. 27. 32-33, 37-38 Mc. 15. 22, 25-27 Lc. 23. 33, 38
17 Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado «del Cráneo», en hebreo, «Gólgota». 18 Allí lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en el medio. 19 Pilato redactó una inscripción que decía: «Jesús el Nazareno, rey de los judíos», y la hizo poner sobre la cruz. 20 Muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad y la inscripción estaba en hebreo, latín y griego. 21 Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas: “El rey de los judíos”, sino: “Este ha dicho: Yo soy el rey de los judíos”». 22 Pilato respondió: «Lo escrito, escrito está».

El sorteo de las vestiduras

Mt. 27. 35 Mc. 15. 24 Lc. 23. 34
23 Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también la túnica, y como no tenía costura, porque estaba hecha de una sola pieza de arriba abajo, 24 se dijeron entre sí: «No la rompamos. Vamos a sortearla, para ver a quién le toca». Así se cumplió la Escritura que dice:
Se repartieron mis vestiduras
y sortearon mi túnica.
Esto fue lo que hicieron los soldados.

Jesús y su madre

25 Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. 26 Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». 27 Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

La muerte de Jesús

Mt. 27. 48-50 Mc. 15. 36-37 Lc. 23. 46
28 Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo:
Tengo sed.
29
Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. 30 Después de beber el vinagre, dijo Jesús: «Todo se ha cumplido». E inclinando la cabeza, entregó su espíritu.

La herida del costado

31 Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne. 32 Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús. 33 Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, 34 sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua. 35 El que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. 36 Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice:
No le quebrarán ninguno de sus huesos.
37
Y otro pasaje de la Escritura, dice:
Verán al que ellos mismos traspasaron.

La sepultura de Jesús

Mt. 27. 57-60 Mc. 15. 42-46 Lc. 23. 50-54
38 Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús –pero secretamente, por temor a los judíos– pidió autorización a Pilato para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se la concedió, y él fue a retirarlo. 39 Fue también Nicodemo, el mismo que anteriormente había ido a verlo de noche, y trajo una mezcla de mirra y áloe, que pesaba unos treinta kilos. 40 Tomaron entonces el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas, agregándole la mezcla de perfumes, según la costumbre de sepultar que tienen los judíos. 41 En el lugar donde lo crucificaron había una huerta y en ella, una tumba nueva, en la que todavía nadie había sido sepultado. 42 Como era para los judíos el día de la Preparación y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.


LA RESURRECCIÓN DE JESÚS


El sepulcro vacío

Mt. 28. 1-8 Mc. 16. 1-8 Lc. 24. 1-11
20 1 El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. 2 Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
3
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. 4 Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. 5 Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. 6 Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo 7 y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. 8 Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él vio y creyó. 9 Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos. 10 Los discípulos regresaron entonces a su casa.

La aparición de Jesús a María Magdalena

Mc. 16. 9-11
11 María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro 12 y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. 13 Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?». María respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». 14 Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. 15 Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo». 16 Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir, «¡Maestro!». 17 Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: “Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes”». 18 María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.

Apariciones de Jesús a los discípulos

Mt. 28. 16-20 Mc. 16. 14-18 Lc. 24. 36-49
19 Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!». 20 Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. 21 Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes!
Como el Padre me envió a mí,
yo también los envío a ustedes».
22
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió:
«Reciban el Espíritu Santo.
23
Los pecados serán perdonados
a los que ustedes se los perdonen,
y serán retenidos
a los que ustedes se los retengan».
24
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. 25 Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!». Él les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré». 26 Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!». 27 Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe». 28 Tomás respondió: «¡Señor mío y Dios mío!». 29 Jesús le dijo:
«Ahora crees, porque me has visto.
¡Felices los que creen sin haber visto!».

Conclusión

30 Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. 31 Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.


APÉNDICE


Aparición junto al mar de Tiberíades
21 1 Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: 2 estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. 3 Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar». Ellos le respondieron: «Vamos también nosotros». Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.
4
Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. 5 Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tienen algo para comer?». Ellos respondieron: «No». 6 Él les dijo: «Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán». Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. 7 El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: «¡Es el Señor!». Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. 8 Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla.
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Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. 10 Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar». 11 Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. 12 Jesús les dijo: «Vengan a comer». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres?», porque sabían que era el Señor. 13 Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. 14 Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.

Diálogo de Jesús con Pedro

15 Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». Él le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos». 16 Le volvió a decir por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le respondió: «Sí, Señor, sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas». 17 Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.
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Te aseguro
que cuando eras joven,
tú mismo te vestías
e ibas a donde querías.
Pero cuando seas viejo,
extenderás tus brazos,
y otro te atará
y te llevará a donde no quieras».
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De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: «Sígueme».

El futuro de Juan

20 Pedro, volviéndose, vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba, el mismo que durante la Cena se había reclinado sobre Jesús y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?». 21 Cuando Pedro lo vio, preguntó a Jesús: «Señor, ¿y qué será de este?». 22 Jesús le respondió: «Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa? Tú sígueme». 23 Entonces se divulgó entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría, pero Jesús no había dicho a Pedro: «Él no morirá», sino: «Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa?».

Conclusión

24 Este mismo discípulo es el que da testimonio de estas cosas y el que las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero.
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Jesús hizo también muchas otras cosas. Si se las relatara detalladamente, pienso que no bastaría todo el mundo para contener los libros que se escribirían.



John (BPD) 15