Luke (BPD) 12

12 1 Mientras tanto se reunieron miles de personas, hasta el punto de atropellarse unos a otros. Jesús comenzó a decir, dirigiéndose primero a sus discípulos: «Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. 2 No hay nada oculto que no deba ser revelado, ni nada secreto que no deba ser conocido. 3 Por eso, todo lo que ustedes han dicho en la oscuridad, será escuchado en pleno día; y lo que han hablado al oído, en las habitaciones más ocultas, será proclamado desde lo alto de las casas.

El verdadero y el falso temor

Mt. 10. 28-31
4 A ustedes, mis amigos, les digo: No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más. 5 Yo les indicaré a quién deben temer: teman a aquel que, después de matar, tiene el poder de arrojar a la Gehena. Sí, les repito, teman a ese. 6 ¿No se venden acaso cinco pájaros por dos monedas? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos. 7 Ustedes tienen contados todos sus cabellos: no teman, porque valen más que muchos pájaros.

La valentía para reconocer al Hijo del hombre

Mt. 10. 32-33 Mc. 8. 38 Lc. 9. 26 Mt. 12. 32 Mc. 3. 29 Mt. 10. 17-20 Mc. 13. 11 Lc. 21. 12, 14-15
8
Les aseguro que a aquel que me reconozca abiertamente delante de los hombres, el Hijo del hombre lo reconocerá ante los ángeles de Dios. 9 Pero el que no me reconozca delante de los hombres, no será reconocido ante los ángeles de Dios.
10
Al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará.
11
Cuando los lleven ante las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir, 12 porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir».

El desprendimiento cristiano

13 Uno de la multitud le dijo: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia». 14 Jesús le respondió: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?». 15 Después les dijo: «Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas».

La parábola del rico insensato

16 Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, 17 y se preguntaba a sí mismo: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha”. 18 Después pensó: “Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, 19 y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida”. 20 Pero Dios le dijo: “Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?”. 21 Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios».

La confianza en la Providencia

Mt. 6. 25-33
22 Después dijo a sus discípulos: «Por eso les digo: No se inquieten por la vida, pensando qué van a comer, ni por el cuerpo, pensando con qué se van a vestir. 23 Porque la vida vale más que la comida, y el cuerpo más que el vestido. 24 Fíjense en los cuervos: no siembran ni cosechan, no tienen despensa ni granero, y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valen ustedes que los pájaros! 25 ¿Y quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un instante al tiempo de su vida? 26 Si aun las cosas más pequeñas superan sus fuerzas, ¿por qué se inquietan por las otras? 27 Fíjense en los lirios: no hilan ni tejen; sin embargo, les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. 28 Si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana es echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! 29 Tampoco tienen que preocuparse por lo que van a comer o beber; no se inquieten, 30 porque son los paganos de este mundo los que van detrás de esas cosas. El Padre sabe que ustedes las necesitan. 31 Busquen más bien su Reino, y lo demás se les dará por añadidura.
32
No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino.

El verdadero tesoro

Mt. 6. 20-21
33 Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. 34 Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.

Exhortación a la vigilancia y a la fidelidad

Mt. 24. 42-44 Mc. 13. 33-37
35 Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas. 36 Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta. 37 ¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos. 38 ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así! 39 Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa. 40 Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada».

La parábola del servidor fiel

Mt. 24. 45-51
41 Pedro preguntó entonces: «Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?». 42 El Señor le dijo: «¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? 43 ¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo! 44 Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. 45 Pero si este servidor piensa: “Mi señor tardará en llegar”, y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, 46 su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.
47
El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. 48 Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más.

Jesús ante su Pasión

49 Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! 50 Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!

Jesús, signo de contradicción

Mt. 10. 34-36
51 ¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. 52 De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: 53 el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra».

La interpretación de los signos de los tiempos

Mt. 16. 2-3; 5. 25-26
54 Dijo también a la multitud: «Cuando ven que una nube se levanta en occidente, ustedes dicen en seguida que va a llover, y así sucede. 55 Y cuando sopla viento del sur, dicen que hará calor, y así sucede. 56 ¡Hipócritas! Ustedes saben discernir el aspecto de la tierra y del cielo; ¿cómo entonces no saben discernir el tiempo presente?
57
¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo? 58 Cuando vas con tu adversario a presentarte ante el magistrado, trata de llegar a un acuerdo con él en el camino, no sea que el adversario te lleve ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y este te ponga en la cárcel. 59 Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo».

Exhortación a la conversión

13 1 En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. 2 Él les respondió: «¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? 3 Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. 4 ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? 5 Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera».

La parábola de la higuera estéril

6 Les dijo también esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. 7 Dijo entonces al viñador: “Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?”. 8 Pero él respondió: “Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. 9 Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás”».

Curación de una mujer en sábado

10 Un sábado, Jesús enseñaba en una sinagoga. 11 Había allí una mujer poseída de un espíritu, que la tenía enferma desde hacía dieciocho años. Estaba completamente encorvada y no podía enderezarse de ninguna manera. 12 Jesús, al verla, la llamó y le dijo: «Mujer, estás curada de tu enfermedad», 13 y le impuso las manos. Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios. 14 Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la multitud: «Los días de trabajo son seis; vengan durante esos días para hacerse curar, y no el sábado». 15 El Señor le respondió: «¡Hipócritas! Cualquiera de ustedes, aunque sea sábado, ¿no desata del pesebre a su buey o a su asno para llevarlo a beber? 16 Y esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo aprisionada durante dieciocho años, ¿no podía ser librada de sus cadenas el día sábado?». 17 Al oír estas palabras, todos sus adversarios se llenaron de confusión, pero la multitud se alegraba de las maravillas que él hacía.

La parábola del grano de mostaza

Mt. 13. 31-32 Mc. 4. 30-32
18 Jesús dijo entonces: «¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo? 19 Se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció, se convirtió en un arbusto y los pájaros del cielo se cobijaron en sus ramas».

La parábola de la levadura

Mt. 13. 33
20 Dijo también: «¿Con qué podré comparar el Reino de Dios? 21 Se parece a un poco de levadura que una mujer mezcló con gran cantidad de harina, hasta que fermentó toda la masa».

Los nuevos elegidos del Reino

Mt. 7. 13-14, 22-23; 25. 10-12
Mt. 8. 11-12; 19. 30; 20. 16   Mc. 10. 31
22 Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén. 23 Una persona le preguntó: «Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?». Él respondió: 24 «Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. 25 En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: “Señor, ábrenos”. Y él les responderá: “No sé de dónde son ustedes”. 26 Entonces comenzarán a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas”. 27 Pero él les dirá: “No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!”.
28
Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera. 29 Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios. 30 Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos».

Actitud de Jesús ante la amenaza de Herodes

31 En ese momento se acercaron algunos fariseos que le dijeron: «Aléjate de aquí, porque Herodes quiere matarte». 32 Él les respondió: «Vayan a decir a ese zorro: hoy y mañana expulso a los demonios y realizo curaciones, y al tercer día habré terminado. 33 Pero debo seguir mi camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén.

Reproche de Jesús a Jerusalén

Mt. 23. 37-39
34 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste! 35 Por eso, a ustedes la casa les quedará vacía. Les aseguro que ya no me verán más, hasta que llegue el día en que digan:
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!».

Curación de un hidrópico en sábado

Mt. 12. 11
14 1 Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. 2 Delante de él había un hombre enfermo de hidropesía. 3 Jesús preguntó a los doctores de la Ley y a los fariseos: «¿Está permitido curar en sábado o no?». 4 Pero ellos guardaron silencio. Entonces Jesús tomó de la mano al enfermo, lo curó y lo despidió. 5 Y volviéndose hacia ellos, les dijo: «Si a alguno de ustedes se le cae en un pozo su hijo o su buey, ¿acaso no lo saca en seguida, aunque sea sábado?». 6 A esto no pudieron responder nada.

La humildad cristiana

Mt. 23. 12
7 Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola: 8 «Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, 9 y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: “Déjale el sitio”, y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar. 10 Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: “Amigo, acércate más”, y así quedarás bien delante de todos los invitados. 11 Porque todo el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado».
12
Después dijo al que lo había invitado: «Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa. 13 Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. 14 ¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!».

La parábola de los invitadosdescorteses

Mt. 22. 1-10
15 Al oír estas palabras, uno de los invitados le dijo: «¡Feliz el que se siente a la mesa en el Reino de Dios!». 16 Jesús le respondió: «Un hombre preparó un gran banquete y convidó a mucha gente. 17 A la hora de cenar, mandó a su sirviente que dijera a los invitados: “Vengan, todo está preparado”. 18 Pero todos, sin excepción, empezaron a excusarse. El primero le dijo: “Acabo de comprar un campo y tengo que ir a verlo. Te ruego me disculpes”. 19 El segundo dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos. Te ruego me disculpes”. 20 Y un tercero respondió: “Acabo de casarme y por esa razón no puedo ir”.
21
A su regreso, el sirviente contó todo esto al dueño de casa, y este, irritado, le dijo: “Recorre en seguida las plazas y las calles de la ciudad, y trae aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los paralíticos”. 22 Volvió el sirviente y dijo: “Señor, tus órdenes se han cumplido y aún sobra lugar”. 23 El señor le respondió: “Ve a los caminos y a lo largo de los cercos, e insiste a la gente para que entre, de manera que se llene mi casa. 24 Porque les aseguro que ninguno de los que antes fueron invitados ha de probar mi cena”».

Necesidad del desprendimiento

9. 23    Mt. 10. 37-38; 16. 24    Mc. 8. 34
25 Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: 26 «Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. 27 El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
28
¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? 29 No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: 30 “Este comenzó a edificar y no pudo terminar”.
31
¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? 32 Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. 33 De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.

El ejemplo de la sal

Mt. 5. 13 Mc. 9. 50
34 La sal es una cosa excelente, pero si pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? 35 Ya no sirve ni para la tierra ni para abono: hay que tirarla. ¡El que tenga oídos para oír, que oiga!».

Parábolas de la misericordia de Dios: la oveja perdida y encontrada

Mt. 18. 12-14
15 1 Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. 2 Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos». 3 Jesús les dijo entonces esta parábola: 4 «Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? 5 Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, 6 y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido”. 7 Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse».

La moneda perdida y encontrada

8 Y les dijo también: «Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? 9 Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido”. 10 Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte».

El padre misericordioso

11 Jesús dijo también: «Un hombre tenía dos hijos. 12 El menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte de herencia que me corresponde”. Y el padre les repartió sus bienes. 13 Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. 14 Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. 15 Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. 16 Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. 17 Entonces recapacitó y dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! 18 Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; 19 ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros”. 20 Entonces partió y volvió a la casa de su padre.
Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. 21
El joven le dijo: “Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo”. 22 Pero el padre dijo a sus servidores: “Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. 23 Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, 24 porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado”. Y comenzó la fiesta.
25
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. 26 Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba eso. 27 Él le respondió: “Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo”. 28 Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, 29 pero él le respondió: “Hace tantos años que te sirvo, sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. 30 ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!”. 31 Pero el padre le dijo: “Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. 32 Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado”».

La parábola del administrador sagaz

16 1 Decía también a los discípulos: «Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. 2 Lo llamó y le dijo: “¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto”. 3 El administrador pensó entonces: “¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. 4 ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!”. 5 Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: “¿Cuánto debes a mi señor?”. 6 “Veinte barriles de aceite”, le respondió. El administrador le dijo: “Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez”. 7 Después preguntó a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?”. “Cuatrocientos quintales de trigo”, le respondió. El administrador le dijo: “Toma tu recibo y anota trescientos”. 8 Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz.

El buen uso del dinero

9 Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas.
10
El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho. 11 Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien? 12 Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes?

Dios y las riquezas

Mt. 6. 24
13 Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero».
14
Los fariseos, que eran amigos del dinero, escuchaban todo esto y se burlaban de Jesús. 15 Él les dijo: «Ustedes aparentan rectitud ante los hombres, pero Dios conoce sus corazones. Porque lo que es estimable a los ojos de los hombres, resulta despreciable para Dios.

La Ley y el Reino de Dios

Mt. 11. 12-13; 5. 18
16 La Ley y los Profetas llegan hasta Juan. Desde entonces se proclama el Reino de Dios, y todos tienen que esforzarse para entrar en él.
17
Es más fácil que dejen de existir el cielo y la tierra, antes que desaparezca una coma de la Ley.

El divorcio

Mt. 5. 32; 19. 9 Mc. 10. 11-12
18 El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio, y el que se casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio.

La parábola del hombre rico y el pobre Lázaro

19 Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. 20 A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, 21 que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas. 22 El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado.
23
En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. 24 Entonces exclamó: “Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan”. 25  “Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. 26 Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí”. 27 El rico contestó: “Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, 28 porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento”. 29 Abraham respondió: “Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen”. 30 “No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán”. 31 Abraham respondió: “Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán”».

La gravedad del escándalo

Mt. 18. 6-7 Mc. 9. 42
17 1 Después dijo a sus discípulos: «Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! 2 Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños. 3 Por lo tanto, ¡tengan cuidado!

La corrección fraterna

Mt. 18. 15, 21-22
Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. 4 Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: “Me arrepiento”, perdónalo».

El poder de la fe

Mt. 17. 20; 21. 21 Mc. 11. 23
5 Los Apóstoles dijeron al Señor: «Auméntanos la fe». 6 Él respondió: «Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, ella les obedecería.

La parábola del servidor humilde

7 Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: “Ven pronto y siéntate a la mesa”? 8 ¿No le dirá más bien: “Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después”? 9 ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó? 10 Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: “Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber”».

Curación de diez leprosos

11 Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. 12 Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia 13 y empezaron a gritarle: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!». 14 Al verlos, Jesús les dijo: «Vayan a presentarse a los sacerdotes». Y en el camino quedaron purificados.
15
Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta 16  y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. 17 Jesús le dijo entonces: «¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? 18 ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?». 19 Y agregó: «Levántate y vete, tu fe te ha salvado».

La venida del Reino de Dios

20 Los fariseos le preguntaron cuándo llegaría el Reino de Dios. Él les respondió: «El Reino de Dios no viene ostensiblemente, 21 y no se podrá decir: “Está aquí” o “Está allí”. Porque el Reino de Dios está entre ustedes».

El Día del Hijo del hombre

Mt. 24. 17-18, 23, 26-28, 37-41 Mc. 13. 15-16, 21
22 Jesús dijo después a sus discípulos: «Vendrá el tiempo en que ustedes desearán ver uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán. 23 Les dirán: “Está aquí” o “Está allí”, pero no corran a buscarlo. 24 Como el relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre cuando llegue su Día. 25 Pero antes tendrá que sufrir mucho y será rechazado por esta generación.
26
En los días del Hijo del hombre sucederá como en tiempos de Noé. 27 La gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca y llegó el diluvio, que los hizo morir a todos. 28 Sucederá como en tiempos de Lot: se comía y se bebía, se compraba y se vendía, se plantaba y se construía. 29 Pero el día en que Lot salió de Sodoma, cayó del cielo una lluvia de fuego y de azufre que los hizo morir a todos. 30 Lo mismo sucederá el Día en que se manifieste el Hijo del hombre.
31
En ese Día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en la casa, no baje a buscarlas. Igualmente, el que esté en el campo, no vuelva atrás. 32 Acuérdense de la mujer de Lot. 33 El que trate de salvar su vida, la perderá; y el que la pierda, la conservará. 34 Les aseguro que en esa noche, de dos hombres que estén comiendo juntos, uno será llevado y el otro dejado; 35 de dos mujeres que estén moliendo juntas, una será llevada y la otra dejada». 36 . 37 Entonces le preguntaron: «¿Dónde sucederá esto, Señor?». Jesús les respondió: «Donde esté el cadáver, se juntarán los buitres».

La parábola del juez y la viuda

18 1 Después Jesús les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse: 2 «En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; 3 y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciendole: “Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario”. 4 Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: “Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, 5 pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme”».
6
Y el Señor dijo: «Oigan lo que dijo este juez injusto. 7 Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? 8 Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?».

La parábola del fariseo y el publicano

9 Y refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola: 10 «Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. 11 El fariseo, de pie, oraba en voz baja: “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. 12 Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas”. 13 En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!”. 14 Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado».

Jesús y los niños

Mt. 19. 13-15 Mc. 10. 13-16
15 También le presentaban a los niños pequeños, para que los tocara; pero, al ver esto, los discípulos los reprendían. 16 Entonces Jesús los hizo llamar y dijo: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. 17 Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él».

El hombre rico

Mt. 19. 16-22 Mc. 10. 17-22
18 Un hombre importante le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?». 19 Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. 20 Tú conoces los mandamientos: No cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre». 21 El hombre le respondió: «Todo esto lo he cumplido desde mi juventud». 22 Al oírlo, Jesús le dijo: «Una cosa te falta todavía: vende todo lo que tienes y distribúyelo entre los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Después ven y sígueme». 23 Al oír estas palabras, el hombre se entristeció, porque era muy rico.

El peligro de las riquezas

Mt. 19. 23-26 Mc. 10. 23-27
24 Viéndolo así, Jesús dijo: «¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios! 25 Sí, es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios». 26 Los que escuchaban dijeron: «Pero entonces, ¿quién podrá salvarse?». 27 Jesús respondió: «Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios».

La recompensa prometida a los discípulos

Mt. 19. 27-29 Mc. 10. 28-30
28 Pedro le dijo: «Nosotros hemos dejado todo lo que teníamos y te hemos seguido». 29 Jesús respondió: «Les aseguro que el que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres o hijos, por el Reino de Dios, 30 recibirá mucho más en este mundo; y en el mundo futuro, recibirá la Vida eterna».

El tercer anuncio de la Pasión

Mt. 20. 17-19 Mc. 10. 32-34
31 Después, Jesús llevó aparte a los Doce y les dijo: «Ahora subimos a Jerusalén, donde se cumplirá todo lo que anunciaron los profetas sobre el Hijo del hombre. 32 Será entregado a los paganos, se burlarán de él, lo insultarán, lo escupirán 33 y, después de azotarlo, lo matarán. Pero al tercer día resucitará». 34 Ellos no comprendieron nada de todo esto; les resultaba oscuro y no captaban el sentido de estas palabras.

Curación de un ciego de Jericó

Mt. 20. 29-34 Mc. 10. 46-52
35 Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. 36 Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. 37 Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret. 38 El ciego se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!». 39 Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». 40 Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: 41 «¿Qué quieres que haga por ti?». «Señor, que yo vea otra vez». 42 Y Jesús le dijo: «Recupera la vista, tu fe te ha salvado». 43 En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.


Luke (BPD) 12