Luke (BPD) 19

La conversión de Zaqueo

19 1 Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. 2 Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. 3 Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. 4 Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. 5 Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». 6 Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
7
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Se ha ido a alojar en casa de un pecador». 8 Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: «Señor, ahora mismo voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más». 9 Y Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, 10 porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

La parábola de las monedas de plata

Mt. 25. 14-30
11 Como la gente seguía escuchando, añadió una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro. 12 Él les dijo: «Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en seguida. 13 Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: “Háganlas producir hasta que yo vuelva”. 14 Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada encargada de decir: “No queremos que este sea nuestro rey”.
15
Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. 16 El primero se presentó y le dijo: “Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más”. 17 “Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades”. 18 Llegó el segundo y le dijo: “Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco veces más”. 19 A él también le dijo: “Tú estarás al frente de cinco ciudades”.
20
Llegó el otro y le dijo: “Señor, aquí tienes tus cien monedas de plata, que guardé envueltas en un pañuelo. 21 Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que quieres percibir lo que no has depositado y cosechar lo que no has sembrado”. 22 Él le respondió: “Yo te juzgo por tus propias palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigente, que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré, 23 ¿por qué no entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con intereses”. 24 Y dijo a los que estaban allí: “Quítenle las cien monedas y dénselas al que tiene diez veces más”. 25 “¡Pero, señor, le respondieron, ya tiene mil!”. 26 Les aseguro que al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. 27 En cuanto a mis enemigos, que no me han querido por rey, traíganlos aquí y mátenlos en mi presencia». 28 Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén.


LA ACTIVIDAD DE JESÚS EN JERUSALÉN


La entrada mesiánica en Jerusalén

Mt. 21. 1-9 Mc. 11. 1-10   Jn. 12. 12-15
29 Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: 30 «Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; 31 y si alguien les pregunta: “¿Por qué lo desatan?”, respondan: “El Señor lo necesita”». 32 Los enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho. 33 Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron: «¿Por qué lo desatan?». 34 Y ellos respondieron: «El Señor lo necesita».
35
Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar. 36 Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino. 37 Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto. 38 Y decían:
«¡Bendito sea el Rey que viene
en nombre del Señor!
¡Paz en el cielo
y gloria en las alturas!».
39
Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos». 40 Pero él respondió: «Les aseguro que si ellos callan, gritarán las piedras».

Lamentación de Jesús sobre Jerusalén

41 Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, 42 diciendo: «¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. 43 Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes. 44 Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios».

La expulsión de los vendedores del Templo

Mt. 21. 12-13 Mc. 11. 15-17 Jn. 2. 13-16
45 Y al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores, 46 diciéndoles: «Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones».

La enseñanza de Jesús en el Templo

Mc. 11. 18
47 Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo. 48 Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.

Discusión sobre la autoridad de Jesús

Mt. 21. 23-27 Mc. 11. 27-33
20 1 Un día en que Jesús enseñaba al pueblo en el Templo y anunciaba la Buena Noticia, se le acercaron los sumos sacerdotes y los escribas con los ancianos, 2 y le dijeron: «Dinos con qué autoridad haces estas cosas o quién te ha dado esa autoridad». 3 Jesús les respondió: «Yo también quiero preguntarles algo. Díganme: 4 El bautismo de Juan, ¿venía del cielo o de los hombres?». 5 Ellos se hacían este razonamiento: «Si respondemos: “Del cielo”, él nos dirá: “¿Por qué no creyeron en él?”. 6 Y si respondemos: “De los hombres”, todo el pueblo nos apedreará, porque está convencido de que Juan es un profeta». 7 Y le dijeron que no sabían de dónde venía. 8 Jesús les respondió: «Yo tampoco les diré con qué autoridad hago esto».

La parábola de los viñadores homicidas

Mt. 21. 33-46 Mc. 12. 1-12
9 Y luego dijo al pueblo esta parábola: «Un hombre plantó una viña, la arrendó a unos viñadores y se fue por largo tiempo al extranjero. 10 Llegado el momento, les envió a un servidor para que le entregaran la parte de los frutos que le correspondía. Pero los viñadores lo golpearon y lo echaron con las manos vacías. 11 Envió a otro servidor, y también a este lo golpearon, lo ultrajaron y lo echaron con las manos vacías. 12 Mandó después a un tercero, y a él también lo hirieron y lo arrojaron afuera. 13 El dueño de la viña pensó entonces: “¿Qué haré? Voy a enviar a mi hijo muy querido: quizá tengan consideración con él”. 14 Pero los viñadores, al verlo, se dijeron: “Este es el heredero, vamos a matarlo, y la herencia será nuestra”. 15 Y arrojándolo fuera de la viña, lo mataron.
¿Qué hará con ellos el dueño de la viña? 16
Vendrá, acabará con esos viñadores y entregará la viña a otros». Al oír estas palabras, dijeron: «¡Dios no lo permita!». 17 Pero fijando en ellos su mirada, Jesús les dijo: «¿Qué significa entonces lo que está escrito:
La piedra que los constructores rechazaron
ha llegado a ser la piedra angular?
18
El que caiga sobre esta piedra quedará destrozado, y aquel sobre quien ella caiga, será aplastado».
19
Los escribas y los sumos sacerdotes querían detenerlo en ese mismo momento, porque comprendían que esta parábola la había dicho por ellos, pero temieron al pueblo.

El impuesto debido a la autoridad

Mt. 22. 15-22 Mc. 12. 13-17
20 Ellos comenzaron a acecharlo y le enviaron espías, que fingían ser hombres de bien, para lograr sorprenderlo en alguna de sus afirmaciones, y entregarlo al poder y a la autoridad del gobernador. 21 Y le dijeron: «Maestro, sabemos que hablas y enseñas con rectitud y que no tienes en cuenta la condición de las personas, sino que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios. 22 ¿Nos está permitido pagar el impuesto al César o no?». 23 Pero Jesús, conociendo su astucia, les dijo: 24 «Muéstrenme un denario. ¿De quién es la figura y la inscripción que tiene?». «Del César», respondieron. 25 Jesús les dijo: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios».
26
Así no pudieron sorprenderlo en ninguna palabra delante del pueblo y, llenos de admiración por su respuesta, tuvieron que callarse.

Discusión sobre la resurección de los muertos

Mt. 22. 23-33 Mc. 12. 18-27
27 Se le acercaron algunos saduceos, que niegan la resurrección, 28 y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. 29 Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. 30 El segundo 31 se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. 32 Finalmente, también murió la mujer. 33 Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?».
34
Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, 35 pero los que son juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casan. 36 Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y, al ser hijos de la resurrección, son hijos de Dios. 37 Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. 38 Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él».
39
Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: «Maestro, has hablado bien». 40 Y ya no se atrevían a preguntarle nada.

El Mesías, hijo y Señor de David

Mt. 22. 41-45 Mc. 12. 35-37
41 Jesús les dijo entonces: «¿Cómo se puede decir que el Mesías es hijo de David, 42 si el mismo David ha dicho en el Libro de los Salmos:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha,
43
hasta que ponga a tus enemigos
debajo de tus pies?
44
Si David lo llama “Señor”, ¿cómo puede ser hijo suyo?».

Advertencia de Jesús contra los escribas

11. 43 Mt. 23. 6-7 Mc. 12. 38-40
45 Y dijo a los discípulos, de manera que lo oyera todo el pueblo: 46 «Tengan cuidado de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y en los banquetes; 47 que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Esos serán juzgados con más severidad».

La ofrenda de la viuda

Mc. 12. 41-44
21 1 Después, levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que ponían sus ofrendas en el tesoro del Templo. 2 Vio también a una viuda de condición muy humilde, que ponía dos pequeñas monedas de cobre, 3 y dijo: «Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie. 4 Porque todos los demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir».

Anuncio de la destrucción del Templo

Mt. 24. 1-3 Mc. 13. 1-4
5 Y como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: 6 «De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido». 7 Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?».

Los signos precursores del fin

Mt. 24. 4-14 Mc. 13. 5-13
8 Jesús respondió: «Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: “Soy yo”, y también: “El tiempo está cerca”. No los sigan. 9 Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin». 10 Después les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. 11 Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.
12
Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, 13 y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. 14 Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, 15 porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. 16 Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. 17 Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. 18 Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. 19 Gracias a la constancia salvarán sus vidas.

El asedio de Jerusalén

Mt. 24. 15-21 Mc. 13. 14-19
20 Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sepan que su ruina está próxima. 21 Los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; los que estén dentro de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no vuelvan a ella. 22 Porque serán días de escarmiento, en que todo lo que está escrito deberá cumplirse. 23 ¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de pecho en aquellos días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios pesará sobre este pueblo. 24 Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo de los paganos llegue a su cumplimiento.

La manifestación gloriosa del Hijo del hombre

Mt. 24. 29-30 Mc. 13. 24-26
25 Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. 26 Los hombres desfallecerán de miedo ante la expectativa de lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. 27 Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. 28 Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación».

La parábola de la higuera

Mt. 24. 32-35 Mc. 13. 28-31
29 Y Jesús les hizo esta comparación: «Miren lo que sucede con la higuera o con cualquier otro árbol. 30 Cuando comienza a echar brotes, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. 31 Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el Reino de Dios está cerca. 32 Les aseguro que no pasará esta generación hasta que se cumpla todo esto. 33 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

Exhortación a la vigilancia

34 Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes 35  como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. 36 Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre».

Ultimos días de Jesús en Jerusalén

37 Durante el día Jesús enseñaba en el Templo, y por la noche se retiraba al monte llamado de los Olivos. 38 Y todo el pueblo madrugaba para ir al Templo a escucharlo.


LA PASIÓN Y LA MUERTE DE JESÚS


La conspiración contra Jesús y la traición de Judas

Mt. 26. 1-5, 14-16   Mc. 14. 1-2, 10-11
22 1 Estaba cerca la fiesta de los Ácimos, llamada Pascua. 2 Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de eliminar a Jesús, porque tenían miedo del pueblo. 3 Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que era uno de los Doce. 4 Este fue a tratar con los sumos sacerdotes y los jefes de la guardia sobre el modo de entregárselo. 5 Ellos se alegraron y convinieron en darle dinero. 6 Judas aceptó y buscaba una ocasión propicia para entregarlo sin que se enterara el pueblo.

Los preparativos para la comida pascual

Mt. 26. 17-19 Mc. 14. 12-16
7 Llegó el día de los Ácimos, en el que se debía inmolar la víctima pascual. 8 Jesús envió a Pedro y a Juan, diciéndoles: «Vayan a prepararnos lo necesario para la comida pascual». 9 Ellos le preguntaron: «¿Dónde quieres que la preparemos?». 10 Jesús les respondió: «Al entrar en la ciudad encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo hasta la casa donde entre, 11 y digan a su dueño: El Maestro manda preguntarte: “¿Dónde está la sala en que podré comer la Pascua con mis discípulos?”. 12 Él les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones: preparen allí lo necesario». 13 Los discípulos partieron, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.

La comida pascual

14 Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los Apóstoles y les dijo: 15 «He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión, 16 porque les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el Reino de Dios».
17
Y tomando una copa, dio gracias y dijo: «Tomen y compártanla entre ustedes. 18 Porque les aseguro que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios».

La institución de la Eucaristía

Mt. 26. 26-29 Mc. 14. 22-25   1 Cor. 11. 23-25
19 Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía». 20 Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes.

El anuncio de la traición de Judas

Mt. 26. 20-25 Mc. 14. 17-21 Jn. 13. 21-30
21 La mano del traidor está sobre la mesa, junto a mí. 22 Porque el Hijo del hombre va por el camino que le ha sido señalado, pero ¡ay de aquel que lo va a entregar!». 23 Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos sería el que iba a hacer eso.

El carácter servicial de la autoridad

Mt. 20. 25-28 Mc. 10. 42-45
24 Y surgió una discusión sobre quién debía ser considerado como el más grande. 25 Jesús les dijo: «Los reyes de las naciones dominan sobre ellas, y los que ejercen el poder sobre el pueblo se hacen llamar bienhechores. 26 Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que es más grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna, como un servidor. 27 Porque, ¿quién es más grande, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es acaso el que está a la mesa? Y sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve.

La recompensa prometida a los discípulos

Mt. 19. 28
28 Ustedes son los que han permanecido siempre conmigo en medio de mis pruebas. 29 Por eso yo les confiero la realeza, como mi Padre me la confirió a mí. 30 Y en mi Reino, ustedes comerán y beberán en mi mesa, y se sentarán sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

El anuncio de las negaciones de Pedro

Mt. 26. 31-35 Mc. 14. 27-31 Jn. 13. 36-38
31 Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido poder para zarandearlos como el trigo, 32 pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos». 33 «Señor, le dijo Pedro, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte». 34 Pero Jesús replicó: «Yo te aseguro, Pedro, que hoy, antes que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces».

El combate decisivo

35 Después les dijo: «Cuando los envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalia, ¿les faltó alguna cosa?». 36 «Nada», respondieron. Él agregó: «Pero ahora el que tenga una bolsa, que la lleve; el que tenga una alforja, que la lleve también; y el que no tenga espada, que venda su manto para comprar una. 37 Porque les aseguro que debe cumplirse en mí esta palabra de la Escritura: Fue contado entre los malhechores. Ya llega a su fin todo lo que se refiere a mí». 38 «Señor, le dijeron, aquí hay dos espadas». Él les respondió: «Basta».

La oración de Jesús en el monte de los Olivos

Mt. 26. 30, 36-46 Mc. 14. 26, 32-42 Jn. 18. 1
39 En seguida Jesús salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos, seguido de sus discípulos. 40 Cuando llegaron, les dijo: «Oren, para no caer en la tentación». 41 Después se alejó de ellos, más o menos a la distancia de un tiro de piedra, y puesto de rodillas, oraba: 42 «Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». 43 Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba. 44 En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo.
45
Después de orar se levantó, fue hacia donde estaban sus discípulos y los encontró adormecidos por la tristeza. 46 Jesús les dijo: «¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren para no caer en la tentación».

El arresto de Jesús

Mt. 26. 47-56 Mc. 14. 43-52 Jn. 18. 2-11
47 Todavía estaba hablando, cuando llegó una multitud encabezada por el que se llamaba Judas, uno de los Doce. Este se acercó a Jesús para besarlo. 48 Jesús le dijo: «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?». 49 Los que estaban con Jesús, viendo lo que iba a suceder, le preguntaron: «Señor, ¿usamos la espada?». 50 Y uno de ellos hirió con su espada al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. 51 Pero Jesús dijo: «Dejen, ya está». Y tocándole la oreja, lo curó.
52
Después dijo a los sumos sacerdotes, a los jefes de la guardia del Templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo: «¿Soy acaso un bandido para que vengan con espadas y palos? 53 Todos los días estaba con ustedes en el Templo y no me arrestaron. Pero esta es la hora de ustedes y el poder de las tinieblas».

Las negaciones de Pedro

Mt. 26. 57-58, 69-75   Mc. 14. 53-54, 66-72 Jn. 18. 15-18, 25-27
54 Después de arrestarlo, lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote. Pedro lo seguía de lejos. 55 Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor de él y Pedro se sentó entre ellos. 56 Una sirvienta que lo vio junto al fuego, lo miró fijamente y dijo: «Este también estaba con él». 57 Pedro lo negó, diciendo: «Mujer, no lo conozco». 58 Poco después, otro lo vio y dijo: «Tú también eres uno de aquellos». Pero Pedro respondió: «No, hombre, no lo soy». 59 Alrededor de una hora más tarde, otro insistió, diciendo: «No hay duda de que este hombre estaba con él; además, él también es galileo». 60 «Hombre, dijo Pedro, no sé lo que dices». En ese momento, cuando todavía estaba hablando, cantó el gallo. 61 El Señor, dándose vuelta, miró a Pedro. Este recordó las palabras que el Señor le había dicho: «Hoy, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces». 62 Y saliendo afuera, lloró amargamente.

Ultrajes a Jesús

Mt. 26. 67-68 Mc. 14. 65
63 Los hombres que custodiaban a Jesús lo ultrajaban y lo golpeaban; 64 y tapándole el rostro, le decían: «Profetiza, ¿quién te golpeó?». 65 Y proferían contra él toda clase de insultos.

Jesús ante el Sanedrín

Mt. 26. 62-66 Mc. 14. 60-64
66 Cuando amaneció, se reunió el Consejo de los ancianos del pueblo, junto con los sumos sacerdotes y los escribas. Llevaron a Jesús ante el tribunal 67 y le dijeron: «Dinos si eres el Mesías». Él les dijo: «Si yo les respondo, ustedes no me creerán, 68 y si los interrogo, no me responderán. 69 Pero en adelante, el Hijo del hombre se sentará a la derecha de Dios todopoderoso». 70 Todos preguntaron: «¿Entonces eres el Hijo de Dios?». Jesús respondió: «Tienen razón, yo lo soy». 71 Ellos dijeron: «¿Acaso necesitamos otro testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca».

Jesús ante Pilato

Mt. 27. 1-2, 11-14 Mc. 15. 1-5 Jn. 18. 28-38
23 1 Después se levantó toda la asamblea y lo llevaron ante Pilato. 2 Y comenzaron a acusarlo, diciendo: «Hemos encontrado a este hombre incitando a nuestro pueblo a la rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al Emperador y pretendiendo ser el rey Mesías». 3 Pilato lo interrogó, diciendo: «¿Eres tú el rey de los judíos?». «Tú lo dices», le respondió Jesús. 4 Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud: «No encuentro en este hombre ningún motivo de condena». 5 Pero ellos insistían: «Subleva al pueblo con su enseñanza en toda la Judea. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí». 6 Al oír esto, Pilato preguntó si ese hombre era galileo. 7 Y habiéndose asegurado de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió. En esos días, también Herodes se encontraba en Jerusalén.

Jesús ante Herodes

8 Herodes se alegró mucho al ver a Jesús. Hacía tiempo que deseaba verlo, por lo que había oído decir de él, y esperaba que hiciera algún prodigio en su presencia. 9 Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le respondió nada. 10 Entre tanto, los sumos sacerdotes y los escribas estaban allí y lo acusaban con vehemencia. 11 Herodes y sus guardias, después de tratarlo con desprecio y ponerlo en ridículo, lo cubrieron con un magnífico manto y lo enviaron de nuevo a Pilato. 12 Y ese mismo día, Herodes y Pilato, que estaban enemistados, se hicieron amigos.

Jesús de nuevo ante Pilato

13 Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo, 14 y les dijo: «Ustedes me han traído a este hombre, acusándolo de incitar al pueblo a la rebelión. Pero yo lo interrogué delante de ustedes y no encontré ningún motivo de condena en los cargos de que lo acusan; 15 ni tampoco Herodes, ya que él lo ha devuelto a este tribunal. Como ven, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte. 16 Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad». 17 .

Jesús y Barrabás

Mt. 27. 15-26 Mc. 15. 6-15 Jn. 18. 39-40; 19. 1, 4-16
18 Pero la multitud comenzó a gritar: «¡Que muera este hombre! ¡Suéltanos a Barrabás!». 19 A Barrabás lo habían encarcelado por una sedición que tuvo lugar en la ciudad y por homicidio.
20
Pilato volvió a dirigirles la palabra con la intención de poner en libertad a Jesús. 21 Pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!». 22 Por tercera vez les dijo: «¿Qué mal ha hecho este hombre? No encuentro en él nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad». 23 Pero ellos insistían a gritos, reclamando que fuera crucificado, y el griterío se hacía cada vez más violento. 24 Al fin, Pilato resolvió acceder al pedido del pueblo. 25 Dejó en libertad al que ellos pedían, al que había sido encarcelado por sedición y homicidio, y a Jesús lo entregó al arbitrio de ellos.

El camino hacia el Calvario

Mt. 27. 32 Mc. 15. 21 Jn. 19. 17
26 Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para que la llevara detrás de Jesús. 27 Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. 28 Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: «¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos. 29 Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las estériles, felices los senos que no concibieron y los pechos que no amamantaron! 30 Entonces se dirá a las montañas: ¡Caigan sobre nosotros!, y a los cerros: ¡Sepúltennos! 31 Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña seca?». 32 Con él llevaban también a otros dos malhechores, para ser ejecutados.

La crucifixión de Jesús

Mt. 27. 33-38 Mc. 15. 22-27 Jn. 19. 17-24
33 Cuando llegaron al lugar llamado «del Cráneo», lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. 34 Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Después se repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre ellos.

Injurias a Jesús crucificado

Mt. 27. 39-43 Mc. 15. 29-32a
35 El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: «Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!». 36 También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, 37 le decían: «Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!». 38 Sobre su cabeza había una inscripción: «Este es el rey de los judíos».

El buen ladrón

Mt. 27. 44 Mc. 15. 32b
39 Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». 40 Pero el otro lo increpaba, diciéndole: «¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? 41 Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo». 42 Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino». 43 Él le respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso».

La muerte de Jesús

Mt. 27. 45-56 Mc. 15. 33-41 Jn. 19. 29-30, 25
44 Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde. 45 El velo del Templo se rasgó por el medio. 46 Jesús, con un grito, exclamó: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y diciendo esto, expiró.
47
Cuando el centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios, exclamando: «Realmente este hombre era un justo». 48 Y la multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba golpeándose el pecho. 49 Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido.

La sepultura de Jesús

Mt. 27. 57-61 Mc. 15. 42-47  Jn. 19. 38-42
50 Llegó entonces un miembro del Consejo, llamado José, hombre recto y justo, 51 que había disentido con las decisiones y actitudes de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios. 52 Fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. 53 Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la roca, donde nadie había sido sepultado. 54 Era el día de la Preparación, y ya comenzaba el sábado.
55
Las mujeres que habían venido de Galilea con Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro y vieron cómo había sido sepultado. 56 Después regresaron y prepararon los bálsamos y perfumes, pero el sábado observaron el descanso que prescribía la Ley.


LA RESURRECCIÓN Y LA ASCENSIÓN DE JESÚS


El anuncio de la resurrección

Mt. 28. 1-8 Mc. 16. 1-8 Jn. 20. 1-2
24 1 El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. 2 Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro 3 y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
4
Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. 5 Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? 6 No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: 7 “Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día”». 8 Y las mujeres recordaron sus palabras.

El testimonio de las mujeres

9 Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás. 10 Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los Apóstoles, 11 pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron.
12
Pedro, sin embargo, se levantó y corrió hacia el sepulcro, y al asomarse, no vio más que las sábanas. Entonces regresó lleno de admiración por lo que había sucedido.

La aparición de Jesús a los discípulos de Emaús

Mc. 16. 12-13
13 Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. 14 En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido. 15 Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. 16 Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. 17 Él les dijo: «¿Qué comentaban por el camino?». Ellos se detuvieron, con el semblante triste, 18 y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!». 19 «¿Qué cosa?», les preguntó. Ellos respondieron: «Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, 20 y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. 21 Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. 22 Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro 23 y, al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo. 24 Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron».
25
Jesús les dijo: «¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! 26 ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?». 27 Y comenzando por Moisés y continuando con todos los Profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él.
28
Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. 29 Pero ellos le insistieron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba». Él entró y se quedó con ellos. 30 Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. 31 Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista. 32 Y se decían: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?».
33
En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, 34 y estos les dijeron: «Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!». 35 Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

La aparición de Jesús a los Apóstoles

Mt. 28. 16-20 Mc. 16. 14-18 Jn. 20. 19-21
36 Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: «La paz esté con ustedes». 37 Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, 38 pero Jesús les preguntó: «¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? 39 Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo». 40 Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. 41 Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: «¿Tienen aquí algo para comer?». 42 Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; 43 él lo tomó y lo comió delante de todos.

Últimas instrucciones de Jesús

Hech. 1. 4, 8
44 Después les dijo: «Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos». 45 Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, 46 y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, 47 y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. 48 Ustedes son testigos de todo esto. 49 Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto».

La ascensión de Jesús

Mc. 16. 19 Hech. 1. 9, 12
50
Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. 51 Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. 52 Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, 53 y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.



Luke (BPD) 19