AGUSTÍN-SOLILOQUIOS 2015

CAPÍTULO VIII: ORIGEN DE LO FALSO Y LO VERDADERO


2015
15. A.- Muy bien discurres; pero no veo aún lo que erradamente he podido conceder, a no ser aquello de que lo falso es lo que tiene alguna verosimilitud, pues ninguna otra cosa se me ocurre digna del nombre de falso; por otra parte, tengo que confesar que lo falso es tal por su desemejanza o desacuerdo con lo verdadero. De donde resulta que la desemejanza engendra falsedad. Y por esta razón vacilo, pues nada se me ocurre que sea originado de causas contrarias.

R.- ¿Y si este género es único y singular en la naturaleza de las cosas? ¿No sabes que entre la multitud de los animales, solamente el cocodrilo mueve la mandíbula superior para comer y, sobre todo, no reparas en que ninguna cosa puede hallarse semejante a otra sin que difiera de ella en algo?

A.- Te concedo lo que dices; con todo, cuando considero que lo falso tiene algo semejante y desemejante a lo verdadero, no acierto a discernir por cuál de esas propiedades recibió su nombre. Pues si digo que es por la disimilitud, todas las cosas podrán decirse falsas, pues no hay ninguna que no sea disímil con otra, considerada como verdadera. Y si digo que lo falso recibe su nombre por la semejanza, no sólo clamarán los huevos, que son verdaderos, siendo semejantísimos entre sí, sino que no podré rebatir al que me obligue a confesar que todo es falso, pues todas las cosas se hallan vinculadas entre sí por alguna semejanza. Pero imagínate que no me arredra decir que la similitud y disimilitud dan juntamente origen a lo falso; ¿tendré entonces un camino para salir? Se me instará que proclamo falsas todas las cosas, por ser todas entre sí semejantes y desemejantes. Podría llamar falso a lo que es diverso de lo que parece, y volvamos otra vez a la definición, rechazada por sus disparatadas consecuencias, de que ya me creía libre, dando por aquí en aquel inesperado remolino que me obliga a decir que la verdad es lo que aparece. De donde resulta que sin un sujeto conocedor, nada puede ser verdad, y aquí es de temer un naufragio en escollos secretísimos, que no son menos verdaderos por estar ocultos. O si digo que la verdad es lo que es, se concluirá, discrepando de todos, que lo falso no está en ninguna parte. Así que vuelven las fatigas pasadas y veo que nada hemos ganado con tantos rodeos y pausadas marchas del pensamiento



CAPÍTULO IX: LO FALSO, LO FALAZ Y LO MENTIROSO


2016
16. R.- Redobla la atención, pues de ningún modo me inducirás a creer que hemos invocado en vano el auxilio de Dios. Veo que examinando bien todo, según hemos podido, no hay más recurso que definir lo falso así: lo falso, o se finge lo que no es o tiende absolutamente a ser y no es. Pero el primer género de falso se llama más bien lo falaz o mentiroso. El falaz tiene deseo de engañar, y esto supone alma, y se verifica en parte con la razón, en parte con la naturaleza. Con la razón, en los animales racionales, como el hombre; con la naturaleza, en los irracionales, como el zorro. Mendaces son los que mienten y difieren de los falaces, porque todo el que es falaz quiere engañar, pero no todos los que mienten pretenden engañar, pues las farsas y las comedias y muchos poemas contienen mentiras o ficciones, imaginadas para deleite, no para engaño, y así también las chanzas están entreveradas de mentiras. Al contrario, el falaz todo lo dispone para el logro de su fin, que es producir engaño. Mas los que hacen esto sin ánimo de engañar, fingiendo alguna cosa, o son simplemente mendaces o ni siquiera merecen este nombre, pero tampoco dicen la verdad. ¿Hallas algo que oponer a esto?


2017
17. A.- Sigue adelante, porque ahora creo que has comenzado a decir verdades acerca de lo falso; espero la explicación del segundo género acerca de lo que tiende a ser y no es.

R.- Pues ¿qué esperas? Son las mismas cosas mencionadas arriba las que te servirán de aclaración. ¿No te parece que la imagen del espejo quiere como ser lo que tú eres, y es falsa, porque no lo consigue?

A.- Me agrada tu observación.

R.- Y toda pintura, estatua y otros géneros de arte, ¿no aspiran a ser aquello cuya semejanza remedan?

A.- Justamente

R.- Concederás también, según opino, que al mismo género pertenecen las imágenes engañosas dibujadas en la fantasía de los soñadores y delirantes.

A.- Con más derecho que ninguna, porque ninguna tiende más a remedar lo que ven los sanos y despiertos; y precisamente son falsas porque no pueden ser lo que imitan.

R.- Hablemos ahora del movimiento de las torres, y del remo sumergido en el agua, y de las sombras de los cuerpos. Me parece que con la misma regla se puede medir todo ello.

A.- Evidente cosa me parece.

R.- Callo de los otros sentidos, pues todo el que reflexione sobre este punto, convendrá en que lo falso se llama en las cosas que sentimos aquello que tiende a ser algo y no lo es.


CAPÍTULO X: CÓMO ALGUNAS COSAS SON VERDADERAS EN CUANTO FALSAS


2018
18. A.- Discurres bien; pero me admiro de que excluyas de este género los poemas, los juegos y demás falacias.

R.- Porque una cosa es ser falso y otra no poder ser verdadero. Y así, aquellas obras de los hombres, como las comedias y tragedias o las farsas y ficciones de este género, podemos unirlas o las obras de los pintores y demás clases de arte. Porque tan imposible es que sea verdadero un hombre pintado, aunque propenda a remedar al ser humano, como aquellas ficciones escritas en los libros de los cómicos. Las cuales no intentan ser falsas o por alguna tendencia suya lo son, sino por cierta necesidad de seguir la ficción del artista. Así, Roscio en la escena representa voluntariamente una falsa Hécuba, siendo en realidad un verdadero hombre por naturaleza. Mas por aquella voluntad resultaba un verdadero actor trágico, por ejecutar bien su papel; pero era un falso Príamo, por parecerse a él, sin serlo de veras. De donde resulta una cosa maravillosa, admitida por todos.

A.- ¿Cuál es?

R.- ¿Cuál ha de ser sino que todas estas cosas en tanto son verdaderas en algunos en cuanto son falsas en otros, y para su verdad sólo les aprovecha el ser falsas con relación a lo demás? Y por eso, si dejan de ser falsas o de fingir, no logran lo que quieren y deben ser. Pues ¿cómo el actor mencionado podría ser verdadero trágico si no consintiera en ser un falso Héctor, una falsa Andrómaca, un falso Hércules, etc.? Y ¿cómo sería un verdadero caballo pintado si no fuera un caballo falso? Y ¿cómo en el espejo resultaría una verdadera imagen de hombre si no fuera un hombre falso? Por eso, si a algunos favorece la falsedad, dando realce a la verdad de otros, ¿por qué la tememos tanto y vamos en pos de la verdad como un gran bien?

A.- No lo sé; y mucho me admiro, si no es porque en los ejemplos aducidos no veo cosa digna de imitación. Pues nosotros no somos como los histriones, ni como las figuras que relucen en los espejos, ni como las terneras de bronce de Mirón, ni debemos para ser verdaderos en nuestro ser imitar y asimilarnos el porte ajeno, siendo falsos por eso; nosotros debemos buscar aquella verdad, que no es bifronte ni contradictoria, de modo que por un lado sea verdadera y por otro falsa.

R.- Grande y divina cosa pides. Pero si logramos hallarla, ¿habremos de confesar que con estos esfuerzos hemos conseguido y formado el concepto de la misma verdad, de la que toma denominación todo lo verdadero?

A.- Asiento con gusto.


CAPÍTULO XI: LA VERDAD DE LAS CIENCIAS.- LA FÁBULA Y LA GRAMÁTICA


2019
19. R.- Luego qué te parece: el arte de disputar, ¿es verdadero o falso?

A.- ¿Quién duda de que es verdadero? Pero también es verdadera la gramática.

R.- ¿Tanto como aquél?

A.- No veo qué puede haber más verdadero que la verdad.

R.- Lo que nada tiene de falso; viendo lo cual, poco antes te extrañabas de las cosas que no podían ser verdaderas sino a condición de ser falsas. ¿O no sabes que todas las fábulas y otras ficciones abiertamente irreales pertenecen al dominio de la gramática?

A.- No ignoro lo que dices; pero a mi parecer, no son falsas por la gramática, sino que ella se limita a enseñarlas como son. Porque la fábula es una ficción o mentira compuesta con fines recreativos y educativos. Y la gramática es el arte de conservar y ordenar las palabras articuladas; con esta mira recoge todas las ficciones del lenguaje humano que se han conservado por tradición o escrito, no falsificándolas, sino buscando en ellas provecho para la enseñanza.

R.- Muy bien; no me importa ahora si estas definiciones y divisiones están bien hechas; pero dime: ¿cuál de las dos disciplinas, la gramática o el arte de disputar, te enseña todo esto?

A.- No niego que el arte y la agudeza de definir, con que he querido discernir ambas cosas, pertenecen a la dialéctica.


2020
20. R.- Y la gramática, ¿no es tal vez verdadera por lo que tiene de disciplina? Porque "disciplina" viene de discere, aprender, y nadie puede decirse que ignora lo que aprendió y conserva en la memoria, ni que sabe cosas falsas. Toda disciplina es pues, verdadera.

A.- No veo que este breve razonamiento esté hecho a la ligera. Pero me hace fuerza el pensar que por esta razón alguien pueda creer que las fábulas son verdaderas, porque también las aprendemos y guardamos en la memoria.

R.- Pero ¿acaso nuestro maestro no quería que aprendiésemos y conociésemos las cosas que nos enseñaba?

A.- Con empeño nos apremiaba a aprenderlas.

R.- Pero ¿insistió tal vez en hacernos creer en la verdad del vuelo de Dédalo?

A.- Eso nunca. Pero si no sabíamos la fábula, apenas nos permitían tener cosa alguna en las manos.

R.- ¿Niegas tú, pues, que sea esta una fábula y que dio renombre a Dédalo?

A.- No niego que eso sea verdad.

R.- Luego no niegas que has aprendido una cosa verdadera al aprender esta fábula. Pues si fuera verdad que Dédalo se remontó a los aires volando y este hecho fuera enseñado y admitido por los niños como una fábula, por lo mismo aprenderían una falsedad, dándoseles como fingido un hecho real. Y de aquí resulta lo que antes nos pareció admirable, a saber: que la fábula del vuelo de Dédalo no pudo ser verdadera sino a condición de ser falso su vuelo.

A.- Estoy ya conforme con eso, pero espero el resultado.

R.- ¿Cuál ha de ser sino rebatir aquella afirmación tuya, esto es, que la disciplina, si no enseña verdades, no puede ser disciplina?

A.- Y ¿a dónde quieres ir a parar?

R.- A que me digas por qué la gramática es disciplina, pues por serlo es verdadera.

A.- No sé qué responderte.

R.- ¿No te parece que si en ella no hubiera definiciones, distinciones y divisiones en géneros y partes, no sería disciplina?

A.- Ahora veo a lo que vas; porque yo tampoco concibo una disciplina donde no haya tales elementos y discursos para declarar la naturaleza de las cosas, dando a cada una lo que se le debe, sin omitir nada de lo que le pertenece ni añadirle lo que sea extraño; tal es el oficio de la disciplina.

R.- Pues ahí tienes el fundamento de la verdad de la disciplina.

A.- Todo es consecuencia de los asertos anteriores.


2021
21. R.- Ahora dime: ¿a qué arte corresponde definir, dividir y distribuir?

A.- Ya te he dicho que a la que regula los razonamientos.

R.- Luego la gramática ha recibido su ser de disciplina verdadera de la dialéctica, a la que has defendido de todo reproche de falsedad; y esto no debe limitarse a la gramática, sino extenderse también a las demás artes liberales. Porque has dicho, y con verdad, que ninguna disciplina se dispensa de definir y dividir, y eso mismo le da la dignidad de tal. Si, pues, ellas son verdaderas por ser disciplinas, ¿negará alguien que es la misma verdad la que hace verdaderas a todas?

A.- Estoy por asentir a tus afirmaciones, pero me detiene el pensar que la misma dialéctica la contamos entre las disciplinas. Por lo cual creo que, gracias a aquella verdad, tiene razón de verdadera disciplina.

R.- Muy aguda es tu respuesta, pero con eso no niegas, según opino, que ella también es verdadera por ser disciplina.

A.- Es precisamente la razón que me hace fuerza, pues he advertido que es disciplina, y por eso es verdadera.

R.- Entonces, ¿crees que ésta pudo ser disciplina por otra causa que por las definiciones y divisiones en ella introducidas?

A.- Nada tengo que oponerte.

R.- Luego si a la dialéctica pertenece tal oficio, es por sí misma disciplina verdadera. ¿Quién se maravillará, pues, de que aquella ciencia por la que son verdaderas las demás sea por sí misma y en sí misma la verdad verdadera?

A.- No hallo dificultad en admitir lo que dices.


CAPÍTULO XII: DE CUÁNTOS MODOS ESTÁN UNAS COSAS EN OTRAS


2022
22. R.- Atiende ahora a lo poco que falta.

A.- Di lo que quieras, con tal que lo entienda y te lo conceda gratamente.

R.- De dos modos sabemos que una cosa puede hallarse en otra; uno de modo separable, pudiendo hallarse en otra parte como la madera en este lugar o el sol en el Oriente. Otro es de modo inseparable, como en esta madera la forma y la naturaleza que le es propia; en el sol, la luz; en el fuego, el calor; en el alma, las artes, y en otras cosas semejantes. ¿No estás de acuerdo?

A.- Esa distinción me es muy conocida y entendida desde los primeros años de la adolescencia; por lo que si se me pregunta sobre eso no puedo sino asentir sin dudar.

R.- ¿No me concedes igualmente que lo que inseparablemente se halla unido a un sujeto, en faltando éste, no puede subsistir?

A.- También me parece una consecuencia necesaria; pues permaneciendo el sujeto, puede realizarse lo que hay en él, como es notorio al que bien considera estas cosas. Así, por ejemplo, el color de un cuerpo humano puede cambiarse por enfermedad o por los años, sin que él perezca. Pero no ocurre lo mismo con todas las propiedades inherentes a un sujeto, sino en aquellos para cuya existencia no son necesarias. Para la existencia de esta pared no es necesario el color que tiene, y por eso, aunque se blanquee o pinte de negro o de otro color, seguirá siendo y llamándose pared. Pero el fuego, si pierde su calor, dejará de ser fuego; ni podemos llamar nieve a lo que no es blanco.



CAPÍTULO XIII: DONDE SE COLIGE LA INMORTALIDAD DEL ALMA


2023
23. Sobre tu pregunta: "¿Cómo es posible que lo que va unido a un sujeto permanezca dejando de existir éste?", te diré que es absurdo y falsísimo sostener que puede subsistir una cosa faltándole el soporte, al que va ligada indefectiblemente su existencia.

R.- Luego hemos llegado adonde queríamos.

A.- ¿Qué me dices?

R.- Lo que oyes.

A.- ¿Luego se colige ya la inmortalidad del alma?

R.- Clarísimamente, si lo que me has concedido es verdad, a no ser que sostengas que el alma, aun después de muerta, sigue siendo alma.

A.- Lejos de mí asentar tal proposición, pues al perecer, deja de ser alma. Ni me aparta de esta sentencia lo que han dicho grandes filósofos, a saber: que todo principio vivificante, doquiera se halle, no puede ser sujeto de muerte. Pues aunque la luz, entrando donde quiera, ilumina un lugar, y por la maravillosa fuerza de los contrarios no admite en sí tinieblas, sin embargo puede apagarse, quedando a obscuras el lugar. Así, lo que resistía a la oscuridad, sin admitirla de algún modo en sí, extinguiéndose, da lugar a su contrario, como podía haberle dado retirándose. Por lo cual temo que la muerte sobrevenga al cuerpo, como la oscuridad a un lugar, sea retirándose de él el alma igual que una luz o extinguiéndose allí mismo. No hay, pues, seguridad alguna contra la muerte corporal, y ha de desearse cierto género de muerte con que se separe el alma viva del cuerpo para ir a un lugar donde no pueda morir, si es posible esto. Y si ni aun esto puede ocurrir, porque el alma se enciende en el mismo cuerpo, como una luz, sin poder subsistir sola en otra parte, y toda muerte consiste en la extinción del alma o de la vida en el cuerpo, entonces habrá de escogerse, según lo permite la humana condición, un género de vida tranquila y segura, lo cual no sé cómo puede lograrse, siendo el alma mortal. Dichosos mil veces los que lograron la certeza por convicción propia o autoridad ajena de que no se debe temer la muerte, aun cuando sea mortal el alma. Pero yo, desgraciado, no he podido conquistar esta certeza con ningún razonamiento ni autoridad.


2024
24. R.- ¡Deja todo lamento! Inmortal es el alma humana.

A.- Pero ¿cómo lo demuestras?

R.- Con las premisas que tú me has concedido muy cautamente.

A.- No recuerdo haberte hecho ninguna afirmación imprudente; con todo, hazme un resumen, te ruego; veamos adónde hemos llegado con tantos rodeos, ni quiero ya que me interrogues más. Para sintetizar el resumen de mis concesiones ya no hacen falta preguntas. ¿O es que quieres retardar mi gozo por el éxito de nuestro discurso?

R.- Te daré gusto, pero atiéndeme con mucha vigilancia.

A.- Habla ya, atento estoy, ¿a qué me atormentas?

R.- Si lo que pertenece a un sujeto permanece siempre, necesariamente ha de permanecer el sujeto donde se halla. Es así que toda disciplina está en el alma como en un sujeto. Luego es necesario que subsista siempre el alma, si debe subsistir la disciplina. Mas la disciplina es la verdad, y la verdad, según se demostró al principio de este libro, es inmortal. Luego siempre ha de permanecer el alma, y no puede llamarse mortal. Luego sólo podrá con fundamento rechazar la inmortalidad del alma quien no admita la verdad de las proposiciones arriba sentadas.



CAPÍTULO XIV: EXAMEN DEL SILOGISMO ANTERIOR


2025
25. A- Ya quiero soltar la rienda a mi gozo; pero dos motivos me detienen un poco. Lo primero, me sorprende el largo rodeo que hemos estado haciendo con no sé qué cadena de razonamientos, cuando todo podía presentarse tan concisamente como se ha hecho ahora. Por lo cual me angustia el pensar que acaso tales ambages discursivos sólo han servido para ocultarnos alguna celada. En segundo lugar, no veo cómo la disciplina pueda subsistir siempre en el alma, sobre todo la dialéctica, cuando tantos hay que no la conocen, y aun los que se habilitan para ella, la ignoraron tanto tiempo desde la infancia. Pues no podemos decir que no son almas las de los ignorantes o que reside en ellas una disciplina desconocida. Si esto es absurdo, síguese que o no está siempre la verdad en el alma o que aquella disciplina no es la verdad.


2026
26. R.- Ya ves que no en balde ha dado tantos rodeos nuestro discurso. Porque indagábamos qué es la verdad, y esto creo que ni aun ahora en esta maraña de cosas, después de tan largo recorrido, hubiéramos podido lograrlo. ¿Pero qué vamos a hacer? ¿Dejaremos todo lo comenzado, esperando que venga a nuestras manos algún libro que satisfaga nuestras ansias? Ya sé que hay muchos escritos anteriores a esta época que no hemos leído y tenemos noticia de que en nuestros días se continúa escribiendo en prosa y en verso sobre este tema; y lo hacen hombres cuyos libros e ingenio no pueden sernos desconocidos, y nos alienta la esperanza de hallar en ellos lo que buscamos aquí; sobre todo sabiendo que ante nuestros mismos ojos brilla aquel ingenio en quien revive la elocuencia que lamentábamos como muerta. ¿Permitirá él, después de enseñarnos el modo de vivir, que ignoremos la naturaleza de la vida?

A.- No lo creo; y mucho espero de él, si bien me apena el ver que no podemos descubrirle nuestra adhesión a su persona ni nuestro deseo de sabiduría. Seguramente se compadecería él de mi alma, atormentada y sedienta, para colmarla pronto con el agua viva de su fuente. Él vive tranquilo en la convicción de la inmortalidad del alma, y no sabe que hay quienes soportan la miseria de esta ignorancia, y sería una crueldad no satisfacer a su necesidad y demanda. Y aquel otro conoce tal vez nuestros deseos, pero se halla tan lejos y estamos en un punto tal, que apenas tenemos facilidad de comunicación epistolar. El cual, con el ocio de que disfruta más allá de los Alpes, creo que habrá terminado ya el poema escrito para disipar el temor de la muerte y el pavor y frío del alma aterida por un antiguo hielo. Pero mientras no llegan estos socorros, tan lejanos a nosotros ¿no es una gran torpeza el malograr nuestro ocio llevando el alma pendiente y cautiva de tan penosa incertidumbre?



CAPÍTULO XV: NATURALEZA DE LO VERDADERO Y LO FALSO


2027
27. ¿Dónde está, pues, el fruto de nuestras plegarias, pasadas y presentes, a Dios para pedirle, no riquezas ni deleites carnales, ni honores y estimación popular, sino para que nos abra el camino del conocimiento de Dios y de nuestra alma? ¿Nos dejará tal vez Él de su mano o le abandonaremos nosotros?

R.- Muy ajeno es a su clemencia abandonar a los que indagan la verdad; lejos también de nosotros abandonar a tan seguro guía. Por lo cual repitamos, brevemente si te parece, las dos partes de nuestra argumentación, a saber: la verdad siempre subsiste y la dialéctica es la verdad. Me has dicho que dudabas de ellas, impidiéndonos tener la completa seguridad de nuestras conclusiones. ¿O quieres que indaguemos cómo puede hallarse un arte en el alma de un hombre inculto, pues no podemos negar que es verdadera alma la suya? También tus dudas hacían hincapié en este punto, retrayéndote de conceder valor a los discursos anteriores.

A.- Discutamos ahora lo primero, dejando para después lo que hay de esto; así todo quedará expuesto.

R.- Hagamos lo que quieres, pero presta suma atención, pues sé lo que te sucede cuando escuchas, y es que estás demasiado pendiente de la conclusión, y por esperar de un momento para otro las últimas ilaciones, pasas sin examinar bien lo que se pregunta.

A.- Tal vez tienes razón; lucharé, pues, contra esta ligereza mía como pueda; y empieza a investigar, no perdamos tiempo en cosas superfluas.


2028
28. R.- Si mal no recuerdo, hemos llegado a la conclusión siguiente: la verdad no puede morir, aun pereciendo el mundo o la misma verdad, pues sería verdadera la proposición: "el mundo y la verdad han perecido". Pero nada hay verdadero sin la verdad; luego de ningún modo puede perecer la verdad.

A.- Admito esas afirmaciones y mucho me maravillo si son falsas.

R.- Vamos, pues, al otro punto.

A.- Permíteme antes una pausa de reflexión sobre lo dicho para que no tenga que volver atrás.

R.- Entonces, ¿no será verdad que ha perecido la verdad? Pues si no lo es, entonces la verdad subsiste. Si lo es, ¿cómo desaparecida la verdad puede haber algo verdadero, no existiendo aquélla?

A.- Nada tengo que oponerte ni advertir; adelante, pues. Haremos lo posible para que los hombres doctos y prudentes lean esto y corrijan, si merece, nuestra temeridad, pues no veo ni ahora ni nunca qué pueda alegarse contra lo dicho.


2029
29. R.- ¿Puede llamarse verdad la que no es fundamento de todo lo verdadero?

A.- De ningún modo.

R.- ¿Y no se llama verdadero lo que no es falso?

A.- Sería locura dudar de eso.

R.- ¿Acaso lo falso no es lo que remeda a otro, sin ser aquello a que se asemeja?

A.- Ninguna otra cosa es más digna de ese nombre. Pero también se llama falso lo que dista mucho de asemejarse a lo verdadero.

R.- ¿Quién lo niega? Mas alguna semejanza de verdad ha de tener.

A.- ¿Cómo? Pues cuando se dice que Medea voló en un atelaje de serpientes, de ningún modo esta ficción imita la verdad, por tratarse de una cosa enteramente irreal.

R.- Exacta es tu observación; pero ¿no adviertes que a lo que es nada tampoco puede darse el nombre de falso? Lo falso existe; si no existiera no sería falso.

A.- Luego ¿no llamaremos falso al imaginario prodigio atribuido a Medea?

R.- De ningún modo; porque si es falso, ¿cómo es un prodigio o monstruo?

A.- Estoy asombrado. Es decir, que cuando yo oigo: Engancho a mi carro grandes serpientes aladas uncidas a un yugo, ¿no digo una falsedad?

R.- Sin duda la dices. Pues hay algo falso que enuncias.

A.- Pues ¿qué es?

R.- La proposición enunciada en el verso.

A.- Pues ¿en qué imita ella a la verdad?

R.- En que no se expresaría de otro modo si realmente hubiese volado Medea. Una falsa proposición remeda en su forma a una proposición verdadera. Si no se le da crédito sólo imita en su expresión lo verdadero, y es falsa, pero sin producir engaño. Si se le da crédito, entonces imita también a las sentencias verdaderas.

A.- Ahora advierto la gran diferencia entre lo que decimos y las cosas de que lo decimos, por lo cual asiento a lo dicho, pues me detenía el creer que todo lo falso presenta cierta imitación de lo verdadero. Pues ¿quién no se ríe del que dice que la piedra es una falsa plata?; y, sin embargo, si alguien asegura que la piedra es plata, le respondemos que profiere una falsa proposición. En cambio, con alguna razón, según opino, llamamos plata falsa al estaño y al plomo, porque de algún modo la imitan, y entonces no es falsa nuestra proposición, sino el objeto mismo.


CAPÍTULO XVI: SI COSAS MÁS EXCELENTES PUEDEN LLAMARSE CON NOMBRES DE LAS QUE SON MENOS


2030
30. R.- Veo que me has comprendido. Pero examina ahora si podría llamarse la plata con el nombre de falso plomo.

A.- No; va contra mi gusto.

R.- ¿Por qué?

A.- No lo sé; sólo veo que me repugna.

R.- ¿Será tal vez porque la plata es de mejor calidad y con aquel nombre se le rebaja; en cambio, el plomo sale ventajoso y honrado cuando se le llama plata falsa?

A.- Creo que has atinado en la explicación que yo quería. Y esta es la razón por la que se consideran abominables y execrables e incapaces de testar los hombres que se visten de mujeres, a quienes no sé si llamarlos falsas mujeres o más bien hombres falsos. Pero podemos llamarlos verdaderos histriones y verdaderos infames, o si son ocultos -pues todo lo infame se relaciona con la fama-, justamente los llamaremos verdaderos viciosos, según opino.

R.- Dejemos para otra ocasión el discutir de estos puntos, porque muchas cosas se hacen, al parecer, indecorosas a la faz del pueblo y un fin honesto y laudable las justifica. Así, se ventila una grave discusión sobre si con el fin de librar la patria puede uno, disfrazado de mujer, engañar al enemigo, exhibiéndose como mujer falsa para ser tal vez más verdadero varón, o si el sabio que comprende que su vida es necesaria para el bien común debe preferir morirse de frío a ponerse vestidos femeninos por falta de otros. Pero de estas cuestiones se tratará en otra parte. Ahora se ve cuántas investigaciones deben hacerse para que nuestro trabajo siga adelante sin incurrir en ciertas inevitables torpezas. Mas por lo que atañe a la presente cuestión, me parece ya indubitable y evidente que lo falso se dice por imitación de lo verdadero.

CAPÍTULO XVII: ¿HAY COSAS ENTERAMENTE FALSAS O VERDADERAS?


2031
31. A.- Pasa adelante; estoy persuadido ya de esa verdad.

R.- Ahora te pregunto si fuera de las ciencias en que nos instruimos -y entre ellas debe incluirse el deseo mismo y esfuerzo de la sabiduría- podemos hallar alguna cosa tan verdadera que no sea como el Aquiles del teatro, el cual ha de ser en parte falso para que pueda ser verdadero.

A.- Creo que hay muchas cosas de ese género. Esta piedra, por ejemplo, no es objeto de las disciplinas, y, sin embargo, para ser verdadera, no imita a ninguna otra cosa con respecto a la cual sea falsa. Y con ésta acuden al pensamiento un tropel de infinitas cosas.

R.- Admito la observación; pero no te parece que todas ellas están comprendidas en la categoría de los cuerpos?

A.- Opinaría como tú si tuviera certeza de que el vacío no es nada, o creyera que el alma ha de contarse entre las cosas corpóreas, o que Dios es un cuerpo. Si existen todas estas cosas, no son falsas o verdaderas por ningún linaje de imitación.

R.- Muy lejos me quieres llevar, mas procuraré buscar un atajo. Pues una cosa es el vacío y otra la verdad.

A.- Muy grande es su diferencia ciertamente. ¿Qué cosa más vacía que yo mismo, si creo que la verdad es irreal y me pierdo tan afanosamente buscando el vacío? Pues ¿qué deseo hallar sino la verdad?

R.- Luego ya me concedes que no hay cosas verdaderas sino por la verdad.

A.- Tengo ya formulada esa persuasión.

R.- ¿Dudas de que fuera del vacío no hay vacío o de que ciertamente es un cuerpo?

A.- No dudo de ningún modo.

R.- ¿O piensas tal vez que la verdad es realidad corporal?

A.- Tampoco.

R- ¿O cosa inherente a algún cuerpo?

A.- No lo sé; nada se me ocurre a este propósito; pero tú sabes que si existe el vacío, se da donde no hay cuerpo alguno.

R.- Es evidente.

A.- ¿A qué nos detenemos, pues?

R.- ¿Acaso crees que la verdad hizo el vacío o que puede haber algo verdadero donde falta la verdad?

A.- No.

R.- No es, pues, la verdad una manía, ni el vacío puede hacerlo sino la carencia de entidad; por otra parte, es manifiesto que lo que carece de verdad no es verdadero; y absolutamente hablando, el vacío se llama así por su privación de ser. ¿Cómo, pues, puede ser verdadero lo que no es o cómo puede serlo lo que es nada?

A.- Adelante, pues, y dejemos el vacío como una inania.


CAPÍTULO XVIII: SI LOS CUERPOS SON VERDADEROS


2032
32. R.- ¿Qué piensas de las demás cosas?

A.- ¿A qué te refieres?

R.- A lo que favorece a mi causa, pues restan Dios y el alma, y si los dos son verdaderos, porque en ellos está la verdad, ya nadie duda de la inmortalidad de Dios. Y también el alma deberá tenerse por inmortal si se prueba que es sede de una verdad que no muere. Veamos, pues, ya la última cuestión, a saber: si el cuerpo es en verdad verdadero, esto es, si no está en él la verdad, sino más bien una imagen de la misma. Porque si los cuerpos, que muy bien sabemos están sometidos a la muerte, poseen la verdad en la misma forma que las ciencias, ya habrá que privar a la dialéctica de su privilegio de reguladora de las demás artes. Porque también parecen poseer su verdad las realidades materiales que no han sido efecto del arte de disputar. Y si ellos son verdaderos por algún género de imitación, y por lo mismo, distan de la verdad pura, nada impedirá a la dialéctica para que sea considerada como la misma verdad.

A.- Entre tanto indaguemos la naturaleza de lo material; y veo que llegando aquí a una conclusión, nuestra controversia no se acaba.

R.- ¿Cómo sabes lo que quiere Dios? Atiende, pues; yo creo que todo cuerpo está limitado y contenido por una forma y especie, sin la cual no sería cuerpo. Y si la tuviese verdadera, sería alma. ¿Opinas de otro modo?

A.- Asiento en parte; de lo demás, dudo; concedo que para ser cuerpo se requiere una figura. Pero no entiendo lo que añades: si la tuviera verdadera, sería alma.

R.- ¿No recuerdas ya lo que dijimos al principio del libro primero acerca de las figuras geométricas?

A.- Bien haces en recordármelo; lo recuerdo, y muy a gusto.

R.- ¿Se hallan las figuras en los cuerpos tales como las concibe aquella disciplina?

A.- No; antes son mucho menos perfectas.

R.- ¿Y cuáles te parecen las verdaderas?

A.- No me hagas tales preguntas. Pues ¿quién es tan ciego que no vea que las figuras concebidas por la ciencia geométrica están en la misma verdad y la verdad en ellas, mientras las figuras de los cuerpos aspiran a ser lo que ellas, con cierto remedo de la verdad, y en este aspecto son falsas? Ya entiendo, pues, cuanto querías demostrarme.



CAPÍTULO XIX: DE LAS VERDADES ETERNAS SE ARGUYE LA INMORTALIDAD DEL ALMA


2033
33. R.- ¿Qué necesidad, pues, tenemos ya de investigar más sobre el arte de la dialéctica? Porque ya sea que las figuras geométricas estén en la verdad, o la verdad en ellas, nadie duda de que se contienen en nuestra alma o en nuestra inteligencia, y, por tanto, se concluye necesariamente que en ella está la verdad. Y si por una parte toda disciplina está en nuestro ánimo adherida inseparablemente a él y por otra no puede morir la verdad, ¿por qué dudamos de la vida imperecedera del alma sin duda influidos por no sé qué familiaridad con la muerte? ¿Acaso aquellas líneas o un cuadrado, o esfera, imitan algo extraño para ser verdaderas?

A.- De ningún modo puedo creer tal cosa, pues habría que suponer que una línea no es una longitud sin latitud ni la circunferencia una curva cerrada cuyos puntos equidistan del centro.

R.- Entonces, ¿por qué dudamos? Donde están ellas, ¿no está la verdad?

A.- Dios me libre del disparate de negarlo.

R.- ¿Acaso, pues, la disciplina no está en el alma?

A.- ¿Quién ha dicho tal cosa?

R.- ¿Y acaso puede, pereciendo un sujeto, permanecer lo que se halla con él?

A.- ¿Y cuándo se me persuade a mí de tal afirmación?

R.- Luego ¿debe fenecer la verdad?

A.- No es posible eso.

R.- Pues entonces es inmortal el alma; ríndete ya a tus razones, cree a la verdad, porque ella clama que habita en ti y es inmortal, y no puede derrocársele de su sede con la muerte del cuerpo. Aléjate ya de tu propia sombra, entra dentro de ti mismo; no debes temer ninguna muerte en ti, sino el olvido de que eres inmortal.

A.- Oigo, me reanimo, comienzo a retornar en mí. Pero antes, te ruego, resuélveme la dificultad propuesta ya: cómo en el alma de los indoctos, que también debe gozar del mismo privilegio de inmortalidad, está la verdad de las disciplinas.

R.- Esa dificultad pide la redacción de otro volumen, si se ha de discutir ampliamente; ahora veo que te conviene pasar revista a la conclusión a que hemos llegado, pues si no te acometen dudas sobre las afirmaciones hechas, hemos cosechado mucho fruto y con no poca seguridad podemos seguir adelante.



AGUSTÍN-SOLILOQUIOS 2015