Audiencias 2005-2013 7095

Miércoles 7 de septiembre de 2005: Cristo, primogénito de toda criatura y primer resucitado de entre los muertos

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1. En catequesis anteriores hemos contemplado el grandioso cuadro de Cristo, Señor del universo y de la historia, que domina el himno recogido al inicio de la carta de san Pablo a los Colosenses. En efecto, este cántico marca las cuatro semanas en que se articula la liturgia de las Vísperas.
El núcleo del himno está constituido por los versículos 15-20, donde entra en escena de modo directo y solemne Cristo, definido "imagen de Dios invisible" (v.
Col 1,15). San Pablo emplea con frecuencia el término griego ekån, icono. En sus cartas lo usa nueve veces, aplicándolo tanto a Cristo, icono perfecto de Dios (cf. 2Co 4,4), como al hombre, imagen y gloria de Dios (cf. 1Co 11,7). Sin embargo, el hombre, con el pecado, "cambió la gloria del Dios incorruptible por una representación en forma de hombre corruptible" (Rm 1,23), prefiriendo adorar a los ídolos y haciéndose semejante a ellos.

Por eso, debemos modelar continuamente nuestro ser y nuestra vida según la imagen del Hijo de Dios (cf. 2Co 3,18), pues Dios "nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido" (Col 1,13). Este es el primer imperativo de nuestro himno: modelar nuestra vida según la imagen del Hijo de Dios, entrando en sus sentimientos y en su voluntad, en su pensamiento.

2. Luego, se proclama a Cristo "primogénito (engendrado antes) de toda criatura" (v. Col 1,15). Cristo precede a toda la creación (cf. v. Col 1,17), al haber sido engendrado desde la eternidad: por eso "por él y para él fueron creadas todas las cosas" (v. Col 1,16). También en la antigua tradición judía se afirmaba que "todo el mundo ha sido creado con vistas al Mesías" (Sanhedrin 98 b).

Para el apóstol san Pablo, Cristo es el principio de cohesión ("todo se mantiene en él"), el mediador ("por él") y el destino final hacia el que converge toda la creación. Él es el "primogénito entre muchos hermanos" (Rm 8,29), es decir, el Hijo por excelencia en la gran familia de los hijos de Dios, en la que nos inserta el bautismo.

3. En este punto, la mirada pasa del mundo de la creación al de la historia: Cristo es "la cabeza del cuerpo: de la Iglesia" (Col 1,18) y lo es ya por su Encarnación. En efecto, entró en la comunidad humana para regirla y componerla en un "cuerpo", es decir, en una unidad armoniosa y fecunda. La consistencia y el crecimiento de la humanidad tienen en Cristo su raíz, su perno vital y su "principio".
Precisamente con este primado Cristo puede llegar a ser el principio de la resurrección de todos, el "primogénito de entre los muertos", porque "todos revivirán en Cristo. (...) Cristo como primicia; luego, en su venida, los de Cristo" (1Co 15,22-23).

4. El himno se encamina a su conclusión celebrando la "plenitud", en griego pleroma, que Cristo tiene en sí como don de amor del Padre. Es la plenitud de la divinidad, que se irradia tanto sobre el universo como sobre la humanidad, trasformándose en fuente de paz, de unidad y de armonía perfecta (cf. Col 1,19-20).

Esta "reconciliación" y "pacificación" se realiza por "la sangre de la cruz", que nos ha justificado y santificado. Al derramar su sangre y entregarse a sí mismo, Cristo trajo la paz que, en el lenguaje bíblico, es síntesis de los bienes mesiánicos y plenitud salvífica extendida a toda la realidad creada.
Por eso, el himno concluye con un luminoso horizonte de reconciliación, unidad, armonía y paz, sobre el que se yergue solemne la figura de su artífice, Cristo, "Hijo amado" del Padre.

5. Sobre este denso texto han reflexionado los escritores de la antigua tradición cristiana. San Cirilo de Jerusalén, en uno de sus diálogos, cita el cántico de la carta a los Colosenses para responder a un interlocutor anónimo que le había preguntado: "¿Podemos decir que el Verbo engendrado por Dios Padre ha sufrido por nosotros en su carne?". La respuesta, siguiendo la línea del cántico, es afirmativa. En efecto, afirma san Cirilo, "la imagen de Dios invisible, el primogénito de toda criatura, visible e invisible, por el cual y en el cual todo existe, ha sido dado ?dice san Pablo? como cabeza a la Iglesia; además, él es el primer resucitado de entre los muertos", es decir, el primero en la serie de los muertos que resucitan. Él ?prosigue san Cirilo? "hizo suyo todo lo que es propio de la carne del hombre y "soportó la cruz sin miedo a la ignominia" (He 12,2). Nosotros decimos que no fue un simple hombre, colmado de honores, no sé cómo, el que uniéndose a él se sacrificó por nosotros, sino que fue crucificado el mismo Señor de la gloria" (Perché Cristo è uno, Colección de textos patrísticos, XXXVII, Roma 1983, p. 101).

Ante este Señor de la gloria, signo del amor supremo del Padre, también nosotros elevamos nuestro canto de alabanza y nos postramos para adorarlo y darle gracias.

Saludos
Saludo ahora a los peregrinos de lengua española, en particular a las comunidades religiosas y a los grupos parroquiales de España, así como a los fieles de Hermosillo, acompañados de su arzobispo, y a los demás peregrinos de México, de Chile y del Perú. Como san Pablo, elevemos también nosotros un canto de alabanza y adoremos al Padre por el don inestimable de su Hijo, imagen perfecta de su amor.

(En portugués)
Amados peregrinos de lengua portuguesa, queridos alumnos y directores de las Academias militares brasileñas y del seminario del patriarcado de Lisboa: a todos os doy la bienvenida, feliz y agradecido por vuestra visita amistosa, que testimonia el afecto que sentís por el Sucesor de Pedro y ?estoy seguro? se respira en las gloriosas instituciones de formación en las que os preparáis para las exigentes funciones que os esperan. Encomiendo vuestra vida a la protección y ejemplo de la Virgen María para un servicio valiente y humilde, consciente y perseverante, con simpatía y humanidad; de corazón os bendigo a vosotros, a vuestras familias y comunidades.

(En italiano)
Con afecto saludo a los representantes de la Orden cisterciense, reunidos en capítulo general. Queridos hermanos, que este acontecimiento de gracia os ayude a vivir cada vez más fielmente vuestro carisma, para seguir caminando con renovado fervor y celo por el camino real, corroborado por siglos de fecundidad espiritual. No dejéis nunca que las dificultades debiliten el entusiasmo de vuestra adhesión al Evangelio.

Os saludo, finalmente, a vosotros, jóvenes, enfermos y recién casados. Mañana celebraremos la fiesta de la Natividad de la Virgen. Que la celestial Madre de Dios os guíe y os sostenga en el camino de una adhesión a Cristo y a su Evangelio cada vez más perfecta.



Miércoles 14 de septiembre de 2005: Promesas a la casa de David

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1. Hemos escuchado la primera parte del salmo 131, un himno que la liturgia de Vísperas nos presenta en dos momentos distintos. Muchos estudiosos piensan que este canto resonó en la celebración solemne del traslado del arca del Señor, signo de la presencia divina en medio del pueblo de Israel, en Jerusalén, la nueva capital elegida por David.

En el relato de este acontecimiento, tal como nos lo presenta la Biblia, se lee que el rey David "danzaba y giraba con todas sus fuerzas ante el Señor, ceñido de un efod de lino. David y toda la casa de Israel hacían subir el arca del Señor entre clamores y resonar de cuernos" (
2S 6,14-15).

Otros estudiosos, en cambio, afirman que el salmo 131 se refiere a una celebración conmemorativa de ese acontecimiento antiguo, después de la institución del culto en el santuario de Sión precisamente por obra de David.

2. Nuestro himno parece suponer una dimensión litúrgica: probablemente se utilizaba durante el desarrollo de una procesión, con la presencia de sacerdotes y fieles, y con la intervención de un coro.

Siguiendo la liturgia de Vísperas, reflexionaremos en los primeros diez versículos del Salmo, los que se acaban de proclamar. En el centro de esta sección se encuentra el solemne juramento que pronunció David. En efecto, se dice que, una vez superado el duro contraste que tuvo con su predecesor el rey Saúl, "juró al Señor e hizo voto al Fuerte de Jacob" (Ps 131,2). El contenido de este compromiso solemne, expresado en los versículos Ps 131,3-5, es claro: el soberano no pisará el palacio real de Jerusalén, no irá tranquilo a descansar, si antes no ha encontrado una morada para el arca del Señor.

Y esto es muy importante, porque demuestra que en el centro de la vida social de una ciudad, de una comunidad, de un pueblo, debe estar una presencia que evoca el misterio de Dios trascendente, precisamente un espacio para Dios, una morada para Dios. El hombre no puede caminar bien sin Dios, debe caminar juntamente con Dios en la historia, y el templo, la morada de Dios, tiene la misión de indicar de modo visible esta comunión, este dejarse guiar por Dios.

3. En este punto, después de las palabras de David, aparece, tal vez mediante las palabras de un coro litúrgico, el recuerdo del pasado. En efecto, se evoca el descubrimiento del arca en los campos de Jaar, en la región de Efratá (cf. v. Ps 131,6): allí había permanecido largo tiempo, después de ser restituida por los filisteos a Israel, que la había perdido durante una batalla (cf. 1S 7,1 2S 6,2 2S 6,11).

Por eso, desde esa provincia es llevada a la futura ciudad santa, y nuestro pasaje termina con una celebración festiva, en la que por un lado está el pueblo que adora (cf. Ps 131,7 Ps 131,9), o sea, la asamblea litúrgica; y, por otro, el Señor, que vuelve a hacerse presente y operante mediante el signo del arca colocada en Sión (cf. v. Ps 131,8), así en el centro de su pueblo.

El alma de la liturgia está en este encuentro entre sacerdotes y fieles, por una parte, y el Señor con su poder, por otra.

4.Como sello de la primera parte del salmo 131 resuena una aclamación orante en favor de los reyes sucesores de David: "Por amor a tu siervo David, no niegues audiencia a tu ungido" (v. Ps 131,10).

Así pues, se refiere al futuro sucesor de David, "tu ungido". Es fácil intuir una dimensión mesiánica en esta súplica, destinada inicialmente a pedir ayuda para el soberano judío en las pruebas de la vida. En efecto, el término "ungido" traduce el término hebreo "Mesías": así, la mirada del orante se dirige más allá de las vicisitudes del reino de Judá y se proyecta hacia la gran espera del "Ungido perfecto", el Mesías, que será siempre grato a Dios, por él amado y bendecido. Y no será sólo de Israel, sino el "ungido", el rey de todo el mundo. Dios está con nosotros y se espera este "ungido", que vino en la persona de Jesucristo.

5.Esta interpretación mesiánica del "ungido" futuro ha sido común en la relectura cristiana y se ha extendido a todo el Salmo.

Es significativa, por ejemplo, la aplicación que Hexiquio de Jerusalén, un presbítero de la primera mitad del siglo V, hizo del versículo 8 a la encarnación de Cristo. En su Segunda homilía sobre la Madre de Dios se dirige así a la Virgen. "Sobre ti y sobre Aquel que de ti ha nacido, David no cesa de cantar con la cítara: "Levántate, Señor, ven a tu mansión, ven con el arca de tu poder" (Ps 131,8)".

¿Quién es "el arca de tu poder"? Hexiquio responde: "Evidentemente, la Virgen, la Madre de Dios, pues si tú eres la perla, ella es con verdad el arca; si tú eres el sol, la Virgen será denominada necesariamente el cielo; y si tú eres la flor incontaminada, la Virgen será entonces planta de incorrupción, paraíso de inmortalidad" (Testi mariani del primo millennio, I, Roma 1988, pp. 532-533).

Me parece muy importante esta doble interpretación. El "ungido" es Cristo. Cristo, el Hijo de Dios, se encarnó. Y el Arca de la alianza, la verdadera morada de Dios en el mundo, no hecha de madera sino de carne y sangre, es la Virgen, que se ofrece al Señor como Arca de la alianza y nos invita a ser también nosotros morada viva de Dios en el mundo.

Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a las Canonesas de la Cruz, a los llegados de distintas diócesis de España, así como a los de Argentina, Chile, Panamá y México. Pidamos a Santa María que, así como llevó al Hijo de Dios en sus entrañas, nos lleve también a nosotros en su corazón para alcanzar la santidad y la vida eterna.

(En polaco)
Hoy, en la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, recordamos el ofrecimiento redentor de Cristo, que a lo largo de los siglos se hace presente en la Eucaristía. Que la vivencia de estos misterios nos confirme en la fe, la esperanza y el amor. Os bendigo de corazón.

(A los fieles croatas)
Queridos peregrinos croatas: os saludo y bendigo en la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. El amor se santifica a través del sacrificio. Por eso, ofreced vuestras vidas al Rey del amor, a fin de que el mundo lo conozca a través de vosotros, y él os exalte también a vosotros un día en la gloria de los cielos.

(En italiano)

Mi pensamiento va por último a los jóvenes, a los enfermos, y a los recién casados. Hoy celebramos la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Os deseo que en este signo de salvación encontréis siempre consuelo y apoyo para superar cualquier obstáculo en la existencia diaria.



Miércoles 21 de septiembre de 2005: Elección de David y de Sión

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1. Acaba de resonar la segunda parte del salmo 131, un canto que evoca un acontecimiento capital en la historia de Israel: el traslado del arca del Señor a la ciudad de Jerusalén.

David fue el artífice de este traslado, atestiguado en la primera parte del Salmo, sobre el que ya hemos reflexionado. En efecto, el rey había hecho el juramento de no establecerse en el palacio real si antes no encontraba una morada para el arca de Dios, signo de la presencia del Señor en medio de su pueblo (cf. vv.
Ps 131,3-5).

A ese juramento del rey responde ahora el juramento de Dios mismo: "El Señor ha jurado a David una promesa que no retractará" (v. Ps 131,11). Esta solemne promesa, en su esencia, es la misma que el profeta Natán había hecho, en nombre de Dios, al mismo David; se refiere a la descendencia davídica futura, destinada a reinar establemente (cf. 2S 7,8-16).

2. Con todo, el juramento divino implica el esfuerzo humano, hasta el punto de que está condicionado por un "si": "Si tus hijos guardan mi alianza" (Ps 131,12). A la promesa y al don de Dios, que no tiene nada de mágico, debe responder la adhesión fiel y activa del hombre, en un diálogo que implica dos libertades: la divina y la humana.

En este punto, el Salmo se transforma en un canto que exalta los efectos estupendos tanto del don del Señor como de la fidelidad de Israel. En efecto, se experimentará la presencia de Dios en medio del pueblo (cf. vv. Ps 131,13-14): él será como un habitante entre los habitantes de Jerusalén, como un ciudadano que vive con los demás ciudadanos las vicisitudes de la historia, pero ofreciendo el poder de su bendición.

3. Dios bendecirá las cosechas, preocupándose de los pobres para que puedan saciar su hambre (cf. v. Ps 131,15); extenderá su manto protector sobre los sacerdotes, ofreciéndoles su salvación; hará que todos los fieles vivan con alegría y confianza (cf. v. Ps 131,16).

La bendición más intensa se reserva una vez más para David y su descendencia: "Haré germinar el vigor de David, enciendo una lámpara para mi ungido. A sus enemigos los vestiré de ignominia, sobre él brillará mi diadema" (vv. Ps 131,17-18).

Una vez más, como había sucedido en la primera parte del Salmo (cf. v. Ps 131,10), entra en escena la figura del "Ungido", en hebreo "Mesías", uniendo así la descendencia davídica al mesianismo que, en la relectura cristiana, encuentra plena realización en la figura de Cristo. Las imágenes usadas son vivaces: a David se le representa como un vástago que crece con vigor. Dios ilumina al descendiente davídico con una lámpara brillante, símbolo de vitalidad y de gloria; una diadema espléndida marcará su triunfo sobre los enemigos y, por consiguiente, la victoria sobre el mal.

4. En Jerusalén, en el templo donde se conserva el arca y en la dinastía davídica, se realiza la doble presencia del Señor: la presencia en el espacio y la presencia en la historia. Así, el salmo 131 se transforma en una celebración del Dios-Emmanuel, que está con sus criaturas, vive a su lado y las llena de beneficios, con tal de que permanezcan unidas a él en la verdad y en la justicia. El centro espiritual de este himno ya es un preludio de la proclamación de san Juan: "El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1,14).

5. Concluyamos recordando que los Padres de la Iglesia usaron habitualmente el inicio de esta segunda parte del salmo 131 para describir la encarnación del Verbo en el seno de la Virgen María.

Ya san Ireneo, refiriéndose a la profecía de Isaías sobre la virgen que da a luz, explicaba: "Las palabras: "Escuchad, pues, casa de David" (Is 7,13) dan también a entender que el Rey eterno, que Dios había prometido a David suscitar del "fruto de su seno" (Ps 131,11), es el mismo que nació de la Virgen, descendiente de David. Porque por esto le había prometido Dios un rey que sería el "fruto de su vientre" ?lo que era propio de una virgen embarazada? (...). Así, por tanto, la Escritura (...) pone y afirma vigorosamente la expresión "fruto del vientre" para proclamar de antemano la generación de Aquel que debía nacer de la Virgen, tal como Isabel, llena del Espíritu Santo, atestiguó, diciendo a María: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre" (Lc 1,42). Por estas palabras el Espíritu Santo indica, a los que quieren entender, que la promesa hecha por Dios a David de suscitar un Rey "del fruto de su vientre" se cumplió cuando la Virgen, es decir, María dio a luz" (Adversus hareses , III, III 21,5).

Así, en el gran arco que va del Salmo antiguo hasta la encarnación del Señor, vemos la fidelidad de Dios. En el Salmo ya se pone de manifiesto el misterio de un Dios que habita con nosotros, que se hace uno de nosotros en la Encarnación. Y esta fidelidad de Dios es nuestra confianza en medio de los cambios de la historia, es nuestra alegría.

Saludos

Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a la peregrinación de Osma-Soria con su obispo, a las Misioneras Apostólicas de la Caridad y a los sacerdotes del Colegio Mexicano en Roma, así como a los demás grupos de España, Argentina, México y otros países latinoamericanos. Invito a todos a dar gracias a Dios por su maravilloso designio de llevar al género humano y a cada uno de nosotros hacia Cristo, el Salvador. Muchas gracias por vuestra atención.

(A una delegación del Comité ejecutivo de la UEFA y de la Federación italiana de fútbol)
Vuestra presencia me brinda la oportunidad de destacar la importancia del deporte, disciplina que, si se practica respetando las reglas, se convierte en instrumento educativo y vehículo de importantes valores humanos y espirituales. Que también esta manifestación contribuya a construir una sociedad basada en el respeto recíproco, la lealtad de los comportamientos y la solidaridad entre todos los pueblos y culturas.

(En italiano)
Me dirijo finalmente a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Hoy celebramos la fiesta de san Mateo apóstol. Que su ejemplo os anime, queridos jóvenes, a vivir con coherencia vuestra vocación cristiana; a vosotros, queridos enfermos, os ayude a ofrecer vuestro sufrimiento en unión con los de Cristo por la salvación de la humanidad; y a vosotros, queridos recién casados, os sostenga en el constante empeño de fidelidad en el amor y de apertura al don de la vida.



Miércoles 28 de septiembre de 2005: Himno a Dios, realizador de maravillas

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1. Se presenta ahora ante nosotros la primera parte del salmo 134, un himno de índole litúrgica, entretejido de alusiones, reminiscencias y referencias a otros textos bíblicos. En efecto, la liturgia compone a menudo sus textos tomando del gran patrimonio de la Biblia un rico repertorio de temas y de oraciones, que sostienen el camino de los fieles.

Sigamos la trama orante de esta primera sección (cf.
Ps 134,1-12), que se abre con una amplia y apasionada invitación a alabar al Señor (cf. vv. Ps 134,1-3). El llamamiento se dirige a los "siervos del Señor que estáis en la casa del Señor, en los atrios de la casa de nuestro Dios" (vv. Ps 134,1-2).

Por tanto, estamos en el clima vivo del culto que se desarrolla en el templo, el lugar privilegiado y comunitario de la oración. Allí se experimenta de modo eficaz la presencia de "nuestro Dios", un Dios "bueno" y "amable", el Dios de la elección y de la alianza (cf. vv. Ps 134,3-4).

Después de la invitación a la alabanza, un solista proclama la profesión de fe, que inicia con la fórmula "Yo sé" (v. Ps 134,5). Este Credo constituirá la esencia de todo el himno, que se presenta como una proclamación de la grandeza del Señor (ib.), manifestada en sus obras maravillosas.

2. La omnipotencia divina se manifiesta continuamente en el mundo entero, "en el cielo y en la tierra, en los mares y en los océanos". Él es quien produce nubes, relámpagos, lluvia y vientos, imaginados como encerrados en "silos" o depósitos (cf. vv. Ps 134,6-7).

Sin embargo, es sobre todo otro aspecto de la actividad divina el que se celebra en esta profesión de fe. Se trata de la admirable intervención en la historia, donde el Creador muestra el rostro de redentor de su pueblo y de soberano del mundo. Ante los ojos de Israel, recogido en oración, pasan los grandes acontecimientos del Éxodo.

Ante todo, la conmemoración sintética y esencial de las "plagas" de Egipto, los flagelos suscitados por el Señor para doblegar al opresor (cf. vv. Ps 134,8-9). Luego, se evocan las victorias obtenidas por Israel después de su larga marcha por el desierto. Se atribuyen a la potente intervención de Dios, que "hirió de muerte a pueblos numerosos, mató a reyes poderosos" (v. Ps 134,10). Por último, la meta tan anhelada y esperada, la tierra prometida: "Dio su tierra en heredad, en heredad a Israel, su pueblo" (v. Ps 134,12).

El amor divino se hace concreto y casi se puede experimentar en la historia con todas sus vicisitudes dolorosas y gloriosas. La liturgia tiene la tarea de hacer siempre presentes y eficaces los dones divinos, sobre todo en la gran celebración pascual, que es la raíz de toda otra solemnidad, y constituye el emblema supremo de la libertad y de la salvación.

3. Recogemos el espíritu del salmo y de su alabanza a Dios, proponiéndolo de nuevo a través de la voz de san Clemente Romano, tal como resuena en la larga oración conclusiva de su Carta a los Corintios. Él observa que, así como en el salmo 134 se manifiesta el rostro del Dios redentor, así también su protección, que concedió a los antiguos padres, ahora llega a nosotros en Cristo: "Oh Señor, muestra tu rostro sobre nosotros para el bien en la paz, para ser protegidos por tu poderosa mano, y líbrenos de todo pecado tu brazo excelso, y de cuantos nos aborrecen sin motivo. Danos concordia y paz a nosotros y a todos los que habitan sobre la tierra, como se la diste a nuestros padres que te invocaron santamente en fe y verdad. (...) A ti, el único que puedes hacer esos bienes y mayores que esos por nosotros, a ti te confesamos por el sumo Sacerdote y protector de nuestras almas, Jesucristo, por el cual sea a ti gloria y magnificencia ahora y de generación en generación, y por los siglos de los siglos" (60, 3-4; 61, 3: Padres Apostólicos, BAC, Madrid 1993, pp. 234-235).

Sí, esta oración de un Papa del siglo primero la podemos rezar también nosotros, en nuestro tiempo, como nuestra oración para el día de hoy: "Oh Señor, haz resplandecer tu rostro sobre nosotros hoy, para el bien de la paz. Concédenos en estos tiempos concordia y paz a nosotros y a todos los habitantes de la tierra, por Jesucristo, que reina de generación en generación y por los siglos de los siglos. Amén".

Saludos

Saludo cordialmente a los visitantes de lengua española, en particular a los grupos parroquiales, a los alumnos universitarios y asociaciones de España; a los grupos y estudiantes de Argentina; a los estudiantes de Chile, así como a los demás peregrinos latinoamericanos. Os exhorto a confiar siempre en el Señor, que nos ama infinitamente y nos libera de todo mal. Muchas gracias.

(En italiano)
Como de costumbre, mi pensamiento va finalmente a los enfermos, a los recién casados y a los jóvenes, entre los cuales quisiera saludar especialmente a los estudiantes del Instituto San Pablo de las Religiosas Angélicas, en Roma. A todos dirijo la invitación a ser fieles al ideal evangélico para realizarlo en la vida de cada día, experimentando así la alegría de la presencia de Cristo.




Miércoles 5 de octubre de 2005: Sólo Dios es grande y eterno

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1. La liturgia de las Vísperas nos presenta el salmo 134, un canto con tono pascual, en dos pasajes distintos. El que acabamos de escuchar contiene la segunda parte (cf. vv.
Ps 134,13-21), la cual concluye con el aleluya, exclamación de alabanza al Señor con la que se había iniciado el Salmo.

El salmista, después de conmemorar, en la primera parte del himno, el acontecimiento del Éxodo, centro de la celebración pascual de Israel, ahora compara con gran relieve dos concepciones religiosas diversas. Por un lado, destaca la figura del Dios vivo y personal que está en el centro de la fe auténtica (cf. vv. Ps 134,13-14). Su presencia es eficaz y salvífica; el Señor no es una realidad inmóvil y ausente, sino una persona viva que "gobierna" a sus fieles, "se compadece" de ellos y los sostiene con su poder y su amor.

2. Por otro lado, se presenta la idolatría (cf. vv. Ps 134,15-18), manifestación de una religiosidad desviada y engañosa. En efecto, el ídolo no es más que "hechura de manos humanas", un producto de los deseos humanos; por tanto, es incapaz de superar los límites propios de las criaturas. Ciertamente, tiene una forma humana, con boca, ojos, orejas, garganta, pero es inerte, no tiene vida, como sucede precisamente a una estatua inanimada (cf. Ps 113,4-8).

El destino de quienes adoran a estos objetos sin vida es llegar a ser semejantes a ellos: impotentes, frágiles, inertes. En esta descripción de la idolatría como religión falsa se representa claramente la eterna tentación del hombre de buscar la salvación en "las obras de sus manos", poniendo su esperanza en la riqueza, en el poder, en el éxito, en lo material. Por desgracia, a quienes actúan de esa manera, adorando la riqueza, lo material, les sucede lo que ya describía de modo eficaz el profeta Isaías: "A quien se apega a la ceniza, su corazón engañado le extravía. No salvará su vida. Nunca dirá: "¿Acaso lo que tengo en la mano es engañoso?"" (Is 44,20).

3. El salmo 134, después de esta meditación sobre la religión verdadera y la falsa, sobre la fe auténtica en el Señor del universo y de la historia, y sobre la idolatría, concluye con una bendición litúrgica (cf. vv. Ps 134,19-21), que pone en escena una serie de figuras presentes en el culto tributado en el templo de Sión (cf. Ps 113,9-13).

Toda la comunidad congregada en el templo eleva en coro a Dios, creador del universo y salvador de su pueblo en la historia, una bendición, expresada con variedad de voces y con la humildad de la fe.

La liturgia es el lugar privilegiado para la escucha de la palabra divina, que hace presentes los actos salvíficos del Señor, pero también es el ámbito en el cual se eleva la oración comunitaria que celebra el amor divino. Dios y el hombre se encuentran en un abrazo de salvación, que culmina precisamente en la celebración litúrgica. Podríamos decir que es casi una definición de la liturgia: realiza un abrazo de salvación entre Dios y el hombre.

4. Comentando los versículos de este salmo referentes a los ídolos y la semejanza que tienen con ellos los que confían en los mismos (cf. Ps 134,15-18), san Agustín explica: "En efecto, creedme hermanos, esas personas tienen cierta semejanza con sus ídolos: ciertamente, no en su cuerpo, sino en su hombre interior. Tienen orejas, pero no escuchan lo que Dios les dice: "El que tenga oídos para oír, que oiga". Tienen ojos, pero no ven; es decir, tienen los ojos del cuerpo pero no el ojo de la fe". No perciben la presencia de Dios. Tienen ojos y no ven. Y del mismo modo, "tienen narices pero no perciben olores. No son capaces de percibir el olor del que habla el Apóstol: Somos el buen olor de Cristo en todos los lugares (cf. 2Co 2,15). ¿De qué les sirve tener narices, si con ellas no logran respirar el suave perfume de Cristo?".

Es verdad ?reconoce san Agustín?, hay aún personas que viven en la idolatría; y esto vale también para nuestro tiempo, con su materialismo, que es una idolatría. San Agustín añade: aunque hay aún personas así, aunque persiste esta idolatría, sin embargo, "cada día hay gente que, convencida por los milagros de Cristo nuestro Señor, abraza la fe, ?y gracias a Dios esto también sucede hoy?. Cada día se abren ojos a los ciegos y oídos a los sordos, comienzan a respirar narices antes obstruidas, se sueltan las lenguas de los mudos, se consolidan las piernas de los paralíticos, se enderezan los pies de los lisiados. De todas estas piedras salen hijos de Abraham (cf. Mt 3,9). Así pues, hay que decirles a todos esos: "Casa de Israel, bendice al Señor"... Bendecid al Señor, vosotros, pueblos en general; esto significa: casa de Israel. Bendecidlo vosotros, prelados de la Iglesia; esto significa: casa de Aarón. Bendecidlo vosotros, ministros; esto significa: casa de Leví. Y ¿qué decir de las demás naciones? "Vosotros, que teméis al Señor, bendecid al Señor"" (Exposición sobre el salmo 134, 24-25): Nuova Biblioteca Agostiniana, XXVIII, Roma 1997, pp. 375. 377).

Hagamos nuestra esta invitación y bendigamos, alabemos y adoremos al Señor, al Dios vivo y verdadero.

Saludos

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a las peregrinaciones de la República Dominicana, con el señor cardenal Nicolás de Jesús López, de Santiago de los Caballeros, con su arzobispo, Ramón de la Rosa, y de la diócesis de David, con su obispo, José Luis Lacunza. También saludo a las hermanas capitulares de la Compañía de Santa Teresa, alentándolas a seguir las genuinas indicaciones del Espíritu Santo en sus deliberaciones. Invito a todos a rechazar la seducción de los ídolos y a seguir con gozo al Dios de la vida, que nos ama y se compadece de nosotros. Gracias a todos por vuestra visita.

(A la peregrinación de la diócesis de Terni-Narni-Amelia)
Provenís de la tierra de san Benito y san Francisco: también ellos hicieron esta peregrinación. Y se puede decir que su ejemplo ha llegado a todas partes desde Umbría hasta Roma. Después de muchos siglos, su testimonio de amor y de paz sigue siendo actual: Italia, Europa, el mundo entero lo necesitan. Os exhorto a escuchar el Evangelio y a testimoniarlo en vuestra vida como hicieron estos dos santos.

(En italiano)
A los participantes en la "Fiesta del deporte" les deseó que esta manifestación suscite en ellos un gran amor a los valores que contribuyen a construir una sociedad en la que reinen el respeto recíproco y la acogida fraterna.

Mi pensamiento se dirige por último a los enfermos, a los recién casados y a los jóvenes, en particular a los representantes de los grupos juveniles de Adoración eucarística, que han venido a Roma desde varias naciones para un congreso sobre la Eucaristía. El luminoso ejemplo de san Francisco de Asís, cuya memoria celebramos ayer, os estimule, queridos jóvenes, a poner la Eucaristía en el centro de vuestra vida personal y comunitaria, aprendiendo a vivir de la fuerza espiritual que brota de ella. Os ayude a vosotros, queridos enfermos, a afrontar el sufrimiento con valentía, hallando en Cristo crucificado serenidad y consuelo. Y a vosotros, queridos recién casados, os lleve a un amor profundo a Dios y entre vosotros, en la experiencia diaria de la alegría que brota de la donación recíproca abierta a la vida.





Audiencias 2005-2013 7095