2 Crónicas (BPD) 21

21 1 Josafat se fue a descansar con sus padres, y lo sepultaron con sus antepasados en la Ciudad de David. Su hijo Jorám lo sucedió en el trono.

El reinado de Jorám en  Judá (848-841)

2 Rey. 8. 16-19
2 Jorám tenía seis hermanos, hijos de Josafat, que eran: Azarías, Iejiel, Zacarías, Azariahu, Micael y Sefatías. Todos eran hijos de Josafat, rey de Israel. 3 Su padre les había hecho muchos regalos de oro, plata y objetos preciosos, además de algunas ciudades fortificadas de Judá. Pero él había entregado el reino a Jorám porque era el hijo mayor; 4 y cuando Jorám tomó posesión del reino de su padre y se afianzó en el poder, degolló a todos sus hermanos y a algunos de los jefes de Israel.
5
Jorám tenía treinta y dos años cuando comenzó a reinar, y reinó ocho años en Jerusalén. 6 Siguió el camino de los reyes de Israel, conforme a lo que había hecho la casa de Ajab, porque se había casado con una hija de Ajab; e hizo lo que es malo a los ojos del Señor. 7 Pero el Señor no quiso destruir a la casa de David, en razón de la alianza que había concluido con él, y de la promesa que le había hecho de darles, a él y a sus hijos, una lámpara para siempre.

La rebelión de Edóm y de Libná

2 Rey. 8. 20-22
8 Durante el reinado de Jorám, Edóm se rebeló contra Judá, y se instituyó un rey. 9 Entonces Jorám cruzó la frontera con sus jefes y todos sus carros de guerra. Durante la noche atacó a los edomitas que lo tenían cercado, a él y a los jefes de los carros de guerra. 10 Sin embargo, Edóm se libró de la dominación de Judá hasta el día de hoy. También Libná se rebeló contra él en esa misma época, porque él había abandonado al Señor, el Dios de sus padres.

Advertencia del profeta Elías

11 Además, Jorám construyó los lugares altos en las montañas de Judá, incitó a la prostitución a los habitantes de Jerusalén e hizo extraviar a Judá. 12 Entonces le llegó un escrito del profeta Elías que decía: “Así habla el Señor, el Dios de tu padre David: Tú no has seguido los caminos de tu padre Josafat, ni los de Asá, rey de Judá, 13 sino que imitaste a los reyes de Israel e incitaste a Judá y a los habitantes de Jerusalén a que se prostituyeran como la familia de Ajab. También has asesinado a tus hermanos, la familia de tu padre, que eran mejores que tú. 14 Por eso el Señor infligirá un terrible castigo a tu pueblo, a tus hijos, a tus mujeres y a todos tus bienes. 15 Tú mismo padecerás muchas dolencias, y una enfermedad maligna te irá carcomiendo las entrañas día tras día”.

Fin del reinado de Jorám

2 Rey. 8. 23-24
16 El Señor excitó contra Jorám la hostilidad de los filisteos y de los árabes vecinos de los cusitas, 17 que atacaron a Judá, la invadieron y se apoderaron de todos los tesoros que había en el palacio real, y también de sus hijos y de sus mujeres; solamente le quedó Ocozías, que era el menor de sus hijos. 18 Por último, el Señor lo hirió con una enfermedad incurable del vientre. 19 Y después de un tiempo, al cabo de dos años, la enfermedad le carcomió las entrañas, y murió en medio de terribles dolores. Su pueblo no quemó perfumes por él, como había hecho por sus padres. 20 Tenía treinta y dos años cuando comenzó a reinar, y reinó ocho años en Jerusalén. Se fue sin que lo lloraran, y lo sepultaron en la Ciudad de David, pero no en los sepulcros de los reyes.

El reinado de Ocozías en Judá (841)

2 Rey. 8. 25-29a
22 1 Los habitantes de Jerusalén proclamaron rey en lugar de Jorám a Ocozías, su hijo menor, porque la banda que invadió el campamento con los árabes había asesinado a todos los hijos mayores. Así reinó Ocozías, hijo de Jorám, rey de Judá. 2 Ocozías tenía cuarenta y dos años cuando comenzó a reinar, y reinó un solo año en Jerusalén. Su madre se llamaba Atalía, y era hija de Omrí.
3
Él también siguió los caminos de la casa de Ajab, porque su madre lo instigaba a cometer el mal. 4 Hizo lo que es malo a los ojos del Señor, como los de la familia de Ajab, porque después de la muerte de su padre, ellos fueron sus consejeros para ruina de él. 5 Por consejo de ellos, fue con Jorám, hijo de Ajab, rey de Israel, a combatir contra Jazael, rey de Arám, en Ramot de Galaad. Los arameos hirieron a Jorám, 6 y este volvió a Izreel para hacerse curar de las heridas que le habían infligido en Ramot, en la batalla contra Jazael, rey de Arám.

El asesinato de Ocozías

2 Rey. 8. 29b; 9. 27-29
Ocozías, hijo de Jorám, rey de Judá, bajó a Izreel para visitar a Jorám, hijo de Ajab, que se encontraba enfermo. 7 Esta visita a Jorám estaba dispuesta por Dios para ruina de Ocozías. Porque cuando llegó, salió con Jorám a luchar contra Jehú, hijo de Nimsí, a quien el Señor había ungido para extirpar la casa de Ajab. 8 Mientras Jehú hacía justicia con la familia de Ajab, se encontró con los jefes de Judá y con los hijos de los hermanos de Ocozías, que estaban a su servicio, y los mató. 9 Después buscó a Ocozías, y lo capturaron en Samaría, donde se había ocultado. Luego lo llevaron a la presencia de Jehú y lo mataron. Pero le dieron sepultura, porque decían: “Es el hijo de Josafat, el que buscó al Señor de todo corazón”.

El crimen y el interregno de Atalía en Judá (841-835)

2 Rey. 11. 1-3
En la familia de Ocozías no quedó nadie capaz de reinar. 10 Atalía, la madre de Ocozías, al ver que había muerto su hijo, comenzó a exterminar todo el linaje real de la tribu de Judá. 11 Pero Josebá, hija del rey, tomó a Joás, hijo de Ocozías, lo sacó de en medio de los hijos del rey que iban a ser masacrados, y lo puso con su nodriza en la sala que servía de dormitorio. Josebá, hija del rey Jorám, esposa del sacerdote Iehoiadá y hermana de Ocozías, lo ocultó a los ojos de Atalía y no lo mataron. 12 Así estuvo con ellos seis años en la Casa de Dios, mientras Atalía reinaba sobre el país.

La conjuración contra Atalía y la entronización de Joás

2 Rey. 11. 4-12
23 1 Al séptimo año, Iehoiadá se armó de valor y reunió a los centuriones: a Azarías, hijo de Ierojám, a Ismael, hijo de Iehojanán, a Azarías, hijo de Obed, a Maaseías, hijo de Adaías, y a Elisafat, hijo de Zicrí. Hizo un pacto con ellos, 2 y recorrieron todo el territorio de Judá congregando a los levitas de todas las ciudades y a los jefes de familia de Israel. Cuando llegaron a Jerusalén, 3 toda la asamblea selló una alianza con el rey en la Casa de Dios.
Iehoiadá les dijo: “Aquí está el hijo del rey. Él debe reinar, como lo dijo el Señor acerca de los descendientes de David. 4
Ustedes harán lo siguiente: un tercio de ustedes, los sacerdotes y levitas que entran de servicio el día sábado, montarán guardia en las puertas; 5 otro tercio ocupará la casa del rey, y el otro tercio se quedará en la puerta del Fundamento. Mientras tanto, todo el pueblo permanecerá en los atrios de la Casa del Señor. 6 Que nadie entre en la Casa del Señor, fuera de los sacerdotes y levitas que estén de servicio. Ellos podrán entrar, porque están consagrados. Pero todo el pueblo observará las prescripciones del Señor. 7 Los levitas formarán un círculo alrededor del rey, con las armas en la mano. Cualquiera que intente penetrar en el Templo, morirá. Permanezcan junto al rey dondequiera que vaya”.
8
Los levitas y todo Judá ejecutaron exactamente lo que les había ordenado el sacerdote Iehoiadá. Cada uno de ellos tomó a sus hombres –los que entraban de servicio y los que eran relevados el día sábado– porque el sacerdote Iehoiadá no había exceptuado a ninguna de las clases. 9 El sacerdote Iehoiadá entregó a los centuriones las lanzas, los escudos y los broqueles del rey David, que estaban en la Casa de Dios. 10 Luego apostó a toda la tropa, cada uno con una jabalina en la mano, desde el lado sur hasta el lado norte de la Casa, delante del altar y delante de la Casa, para formar un círculo alrededor del rey. 11 Entonces hicieron salir al hijo del rey, le impusieron la diadema y el Testimonio, lo proclamaron rey, y Iehoiadá y sus hijos lo ungieron, aclamando: “¡Viva el rey!”.

La muerte de Atalía

2 Rey. 11. 13-20
12 Atalía oyó el griterío de la gente que corría y aclamaba al rey, y se dirigió hacia la Casa del Señor, donde estaba el pueblo. 13 Y al ver al rey de pie sobre el estrado, junto a la entrada, a los jefes y las trompetas junto al rey, a todo el pueblo que estaba de fiesta y tocaba las trompetas, y a los cantores que dirigían las aclamaciones con sus instrumentos musicales, rasgó sus vestiduras y gritó: “¡Traición! ¡Traición!”. 14 Entonces el sacerdote Iehoiadá impartió órdenes a los centuriones encargados de la tropa, diciéndoles: “¡Háganla salir de entre las filas! Si alguien la sigue, que sea pasado al filo de la espada”. Porque el sacerdote había dicho: “No la maten en la Casa del Señor”. 15 La llevaron a empujones, y por la entrada de la puerta de los Caballos llegó a la casa del rey; allí la mataron.
16
Iehoiadá selló una alianza entre el Señor, el rey y todo el pueblo, comprometiéndose este a ser el pueblo del Señor. 17 Luego, todo el pueblo se dirigió al templo de Baal, lo derribó y destrozó sus altares y sus imágenes. Y a Matán, el sacerdote de Baal, lo mataron delante de los altares.
18
Iehoiadá estableció puestos de guardia en la Casa del Señor, a las órdenes de los sacerdotes que David había distribuido en la Casa del Señor, para ofrecer holocaustos al Señor –como está escrito en la Ley de Moisés– con alegría y con cantos, según las prescripciones de David. 19 Puso porteros en las puertas de la Casa del Señor, para que no entrara absolutamente nada impuro. 20 Después reunió a los centuriones, a los dignatarios, a las autoridades del pueblo y a toda la gente del país; hizo descender de la Casa del Señor al rey, y entraron en la casa del rey por la puerta Alta. Allí hicieron sentar al rey en el trono real. 21 Toda la gente del país se alegró y la ciudad permaneció en calma. A Atalía la habían pasado al filo de la espada.

El reinado de Joás en Judá (835-796)

2 Rey. 12. 1-3
24 1 Joás tenía siete años cuando inició su reinado, y reinó cuarenta años en Jerusalén. Su madre se llamaba Sibia, y era de Berseba. 2 Joás hizo lo que es recto a los ojos del Señor mientras vivió el sacerdote Iehoiadá. 3 Este lo hizo casar con dos mujeres, y él tuvo hijos e hijas.

La restauración del Templo de Jerusalén

2 Rey. 12. 5-17
4 Después de esto, Joás resolvió restaurar la Casa del Señor. 5 Reunió a los sacerdotes y a los levitas, y les dijo: “Salgan todos los años por las ciudades de Judá, y recojan dinero de todo Israel para restaurar la Casa de nuestro Dios. Háganlo lo antes posible”. Pero los levitas no se apresuraron a hacerlo.
6
Entonces el rey llamó al Sumo Sacerdote Iehoiadá y le preguntó: “¿Por qué no les has insistido a los levitas para que traigan de Judá y de Jerusalén las contribuciones que Moisés, el servidor de Dios, y la asamblea de Israel prescribieron para la Carpa del Testimonio? 7 Porque Atalía, la impiedad en persona, y sus secuaces han dejado deteriorar la Casa de Dios, y han destinado al culto de los Baales las ofrendas consagradas a la Casa del Señor”. 8 Entonces el rey ordenó que se hiciera una cofre y se lo colocara junto a la puerta de la Casa del Señor, en la parte exterior; 9 y se proclamó en Judá y en Jerusalén que trajeran al Señor la contribución que Moisés, el servidor de Dios, había impuesto a Israel en el desierto. 10 Todos los jefes y el pueblo se alegraron, y traían sus ofrendas y las echaban en el cofre hasta que se llenaba.
11
Cuando era el momento de llevar el cofre a la administración real por medio de los levitas, si veían que había mucho dinero venía el secretario del rey y el inspector del Sumo Sacerdote, vaciaban el cofre para retirar el dinero y luego lo volvían a colocar en su lugar. Así se hacía cada día, y se reunía mucho dinero. 12 El rey y Iehoiadá se lo entregaban a los encargados de las obras de la Casa del Señor, y estos contrataban albañiles y carpinteros para restaurar la Casa del Señor, y también herreros y fundidores de bronce para repararla. 13 Cuando los obreros pusieron manos a la obra, el trabajo fue progresando hasta que la Casa de Dios quedó restaurada y consolidada. 14 Y una vez terminada la obra, trajeron el resto del dinero al rey y a Iehoiadá, a fin de que se fabricaran utensilios para la Casa del Señor: recipientes para el uso litúrgico y para los holocaustos, vasos y objetos de oro y plata. Mientras vivió Iehoiadá se ofrecieron continuamente holocaustos en la Casa del Señor.

La apostasía de Joás y asesinato de Zacarías

15 Iehoiadá envejeció y murió colmado de días, cuando tenía ciento treinta años. 16 Lo sepultaron junto a los reyes, en la Ciudad de David, porque había obrado bien en Israel en lo que respecta a Dios y a su Casa.
17
Después de la muerte de Iehoiadá, los jefes de Judá fueron a postrarse delante del rey, y este se dejó llevar por sus palabras. 18 Entonces abandonaron la Casa del Señor, el Dios de sus padres, y rindieron culto a los postes sagrados y a los ídolos. Por este pecado, se desató la indignación del Señor contra Judá y Jerusalén. 19 Les envió profetas que dieron testimonio contra ellos, para que se convirtieran al Señor, pero no quisieron escucharlos. 20 El espíritu de Dios revistió a Zacarías, hijo del sacerdote Iehoiadá, y este se presentó delante del pueblo y les dijo: “Así habla Dios: ¿Por qué quebrantan los mandamientos del Señor? Así no conseguirán nada. ¡Por haber abandonado al Señor, él los abandonará a ustedes!”. 21 Ellos se confabularon contra él, y por orden del rey lo apedrearon en el atrio de la Casa del Señor. 22 El rey Joás no se acordó de la fidelidad que le había profesado Iehoiadá, padre de Zacarías, e hizo matar a su hijo, el cual exclamó al morir: “¡Que el Señor vea esto y les pida cuenta!”.

La invasión aramea y asesinato de Joás

2 Rey. 12. 18-22
23 Al comenzar el año, el ejército de los arameos subió a combatir contra Joás. Invadieron Judá y Jerusalén, ejecutaron a todos los jefes que había en el pueblo, y enviaron el botín al rey de Damasco. 24 Aunque el ejército de Arám había venido con pocos hombres, el Señor entregó en sus manos a un ejército mucho más numeroso, por haberlo abandonado a él, el Dios de sus padres. De esta manera, los arameos hicieron justicia con Joás, 25 y cuando se fueron, lo dejaron gravemente enfermo. Sus servidores tramaron una conspiración contra él para vengar la sangre del hijo del sacerdote Iehoiadá, y lo mataron cuando estaba en su lecho. Así murió, y fue sepultado en la Ciudad de David, pero no en el sepulcro de los reyes. 26 Los conjurados fueron Zabad, hijo de Simat, la amonita, y Jozabad, hijo de Simrit, la moabita.
27
Todo lo que se refiere a sus hijos, a los numerosos oráculos pronunciados contra él y a la restauración de la Casa de Dios, está escrito en el Comentario al libro de los Reyes.
Su hijo Amasías reinó en lugar de él.

El reinado de Amasías en Judá (811-782)

2 Rey. 14. 1-6
25 1 Amasías tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veintinueve años en Jerusalén. Su madre se llamaba Iehoadán, y era de Jerusalén. 2 Él hizo lo que es recto a los ojos del Señor, aunque no de todo corazón. 3 Cuando su poder real quedó plenamente afianzado, mató a los servidores que habían dado muerte al rey, su padre. 4 Pero no hizo morir a los hijos de ellos, cumpliendo lo que está escrito en la Ley, en el libro de Moisés, donde el Señor prescribió lo siguiente: “Los padres no morirán por las culpas de los hijos, ni los hijos por las de los padres, sino que cada uno morirá por su propio pecado”.

La victoria de Amasías sobre Edóm

2 Rey. 14. 7
5 Amasías reunió a la gente de Judá y puso al frente de todo Judá y de Benjamín, agrupados por familias, jefes de mil y de cien hombres. Registró a los que tenían más de veinte años, y comprobó que había trescientos mil guerreros aptos para salir en campaña, armados de lanza y escudo. 6 Luego reclutó cien mil mercenarios de Israel, por cien talentos de plata. 7 Pero un hombre de Dios se presentó ante él y le dijo: “Que no vaya contigo, rey, un ejército de Israel, porque el Señor no está con Israel, con esos efraimitas. 8 Si ellos te acompañan, por más que luches valerosamente, Dios te hará caer ante el enemigo. Porque es Dios el que tiene poder para socorrer y derribar”. 9 Pero Amasías dijo al hombre de Dios: “¿Y qué pasa con los cien talentos de plata que entregué a la tropa de Israel?”. El hombre de Dios respondió: “El Señor puede darte mucho más”. 10 Entonces Amasías licenció a la tropa que había venido de Efraím, para que se fueran a su tierra. Ellos se indignaron contra Judá y volvieron enfurecidos a su tierra.
11
Amasías se sintió fuerte y avanzó al frente de sus tropas hasta el valle de la Sal, donde mató a diez mil hombres de Seír. 12 Los hombres de Judá capturaron vivo a otros diez mil y los llevaron hasta la cumbre de La Roca. Desde allí los despeñaron, y todos murieron destrozados. 13 Mientras tanto, las tropas que Amasías había despedido para que no fueran con él a la guerra, invadieron las ciudades de Judá, desde Samaría hasta Bet Jorón, y mataron a tres mil personas, recogiendo además un gran botín.

La infidelidad de Amasías

14 Después que Amasías volvió de derrotar a los edomitas, introdujo a los dioses de los habitantes de Seír y los tomó como propios, se postró delante de ellos y les quemó incienso. 15 Entonces la ira del Señor se encendió contra Amasías y le envió un profeta para decirle: “¿Por qué has buscado a los dioses de esa gente, que no han podido salvar a su pueblo de tus manos?”. 16 Mientras el profeta le estaba hablando, Amasías le replicó: “¿Quién te ha nombrado consejero del rey? ¡No insistas! ¿O quieres que te maten?”. El profeta desistió, no sin antes decir: “Yo sé que Dios ha decidido destruirte, por haber hecho esto y no haber escuchado mi consejo”.

La derrota de Amasías frente a Israel

2 Rey. 14. 8-14
17 Después de hacerse aconsejar, Amasías, rey de Judá, envió mensajeros a Joás, hijo de Joacaz, hijo de Jehú, rey de Israel, para decirle: “¡Ven a enfrentarte conmigo cara a cara!”. 18 Pero Joás, rey de Israel, mandó a decir a Amasías, rey de Judá: “El cardo del Líbano mandó a decir al cedro del Líbano: Dale tu hija por esposa a mi hijo. Pero un animal salvaje del Líbano pasó y pisoteó el cardo. 19 Tú dices: ‘He derrotado a Edóm’, y por eso tu corazón se ha engreído y se gloría. ¡Quédate ahora en tu casa! ¿Para qué comprometerte en una guerra desastrosa y sucumbir, tú y Judá contigo?”.
20
Amasías no hizo caso, porque Dios así lo había dispuesto, para entregarlo en manos de Joás por haber venerado a los dioses de Edóm. 21 Entonces subió Joás, rey de Israel, y se enfrentaron él y Amasías, rey de Judá, en Bet Semes de Judá. 22 Judá cayó derrotado ante Israel, y cada uno huyó a su carpa. 23 Joás, rey de Israel, tomó prisionero en Bet Semes a Amasías, hijo de Joás, hijo de Ocozías, rey de Judá. Lo llevó a Jerusalén y abrió una brecha de doscientos metros en el muro de Jerusalén, desde la puerta de Efraím hasta la puerta del Ángulo. 24 Se apoderó de todo el oro y la plata y de todos los objetos que se hallaban en la Casa de Dios, al cuidado de Obededóm; se llevó los tesoros de la casa del rey y algunos rehenes, y se volvió a Samaría.

Fin del reinado de Amasías

2 Rey. 14. 17-20
25 Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, vivió quince años después de la muerte de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel.
26
El resto de los hechos de Amasías, desde el comienzo hasta el fin, ¿no está escrito en el Libro de los reyes de Judá y de Israel? 27 A partir del momento en que Amasías dejó de seguir al Señor, se urdió una conspiración contra él en Jerusalén. Él huyó a Laquis, pero lo hicieron perseguir hasta Laquis y allí le dieron muerte. 28 Después lo trasladaron sobre unos caballos, y fue sepultado con sus padres en la Ciudad de David.

El reinado de Ozías en Judá (781-740)

2 Rey. 14. 21. 22; 15. 1-3
26 1 Todo el pueblo de Judá tomó a Ozías, que tenía dieciséis años, y lo proclamaron rey en lugar de su padre Amasías. 2 Él fue quien reconstruyó Elat y la recuperó para Judá después de la muerte del rey. 3 Ozías tenía dieciséis años cuando comenzó a reinar, y reinó cincuenta y dos años en Jerusalén. Su madre se llamaba Jecolías, y era de Jerusalén. 4 Él hizo lo que es recto a los ojos del Señor, tal como lo había hecho su padre Amasías. 5 Buscó a Dios durante la vida de Zacarías, que lo había instruido en el temor de Dios, y mientras buscó al Señor, Dios lo hizo prosperar.

Victorias y poderío de Ozías

6 Ozías salió a combatir contra los filisteos y derribó las murallas de Gat, de Iabné y de Asdod. Después construyó fortalezas en Asdod y en la región de los filisteos. 7 Dios lo ayudó contra los filisteos, contra los árabes que habitaban en Gur Baal y contra los meonitas. 8 Los amonitas le pagaban tributo, y su fama se extendió hasta las fronteras de Egipto, porque se había hecho muy poderoso. 9 Además, construyó torres en Jerusalén, en la puerta del Ángulo, en la puerta del Valle y en la Esquina, y las fortificó. 10 También construyó torres en el desierto y abrió muchas cisternas, porque tenía abundante ganado en la llanura y en la meseta. Tenía además labradores y viñadores en las montañas y en los viñedos, ya que era amante de la agricultura.
11
Ozías tenía un ejército equipado para la guerra y pronto para salir en campaña, agrupados según el censo realizado por el escriba Ieiel y el secretario Maaseías. Este ejército estaba a las órdenes de Jananías, uno de los oficiales del rey. 12 Los jefes de familia que estaban al frente de esos guerreros valerosos sumaban en total dos mil seiscientos. 13 Estos tenían bajo su mando un ejército de trescientos siete mil quinientos soldados, capacitados para ayudar valientemente al rey contra sus enemigos. 14 Ozías proveyó a todo este ejército de escudos, lanzas, cascos, corazas, arcos y hondas. 15 Además, mandó construir en Jerusalén máquinas de guerra ideadas por expertos, para ser colocadas sobre las torres y los ángulos, a fin de arrojar flechas y grandes piedras. Su fama se extendió hasta muy lejos, porque con la ayuda extraordinaria de Dios llegó a hacerse fuerte.

El pecado y el castigo de Ozías

16 Pero cuando se hizo fuerte, su corazón se ensoberbeció hasta pervertirse, y se rebeló contra el Señor, su Dios, entrando en el Templo del Señor para ofrecer incienso sobre el altar de los perfumes. 17 Detrás de él entró el sacerdote Azarías con otros ochenta sacerdotes del Señor, hombres valerosos, 18 los cuales se opusieron al rey Ozías, diciéndole: “Ozías, no te corresponde a ti ofrecer incienso al Señor, sino a los sacerdotes hijos de Aarón, que han sido consagrados para quemar el incienso. Aléjate del Santuario, porque te has rebelado, y eso no será para ti un título de gloria a los ojos del Señor Dios”.
19
Ozías, que tenía el incensario en la mano para ofrecer el incienso, se enfureció contra los sacerdotes. Pero en ese mismo momento le brotó lepra en su frente, delante de los sacerdotes, en el Templo del Señor, junto al altar de los perfumes. 20 El Sumo Sacerdote Azarías y todos los demás sacerdotes, al volverse hacia él, vieron que tenía lepra en la frente. Entonces lo expulsaron de allí, y él mismo se apresuró a salir porque el Señor lo había herido.

Fin del reinado de Ozías

2 Rey. 15. 5-7
21 El rey Ozías quedó leproso hasta el día de su muerte. Tuvo que habitar en una casa apartada, porque estaba excluido de la Casa del Señor a causa de su lepra. Su hijo Jotám estaba al frente del palacio real y gobernaba a todo el pueblo del país.
22
El resto de los hechos de Ozías, desde el comienzo hasta el fin, fue escrito por el profeta Isaías, hijo de Amós. 23 Ozías se fue a descansar con sus padres, y lo sepultaron con ellos en el campo adyacente a la sepultura de los reyes, porque dijeron: “Es un leproso”. Su hijo Jotám reinó en lugar de él.

El reinado de Jotám en Judá (740-735)

2 Rey. 15. 32-38
27 1 Jotám tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén. Su madre se llamaba Ierusá y era hija de Sadoc. 2 Él hizo lo que es recto a los ojos del Señor, como había hecho su padre Ozías, pero no entró en el Templo del Señor. Mientras tanto, el pueblo seguía corrompiéndose.
3
Fue él quien construyó la puerta superior de la Casa del Señor, e hizo muchas obras en el muro del Ofel. 4 Construyó asimismo ciudades en la montaña de Judá, y edificó fortines y torres en los bosques. 5 Combatió contra el rey de los amonitas y lo venció. Aquel año, los amonitas le entregaron cien talentos de plata, diez mil medidas de trigo y diez mil de cebada. Lo mismo le pagaron el segundo y el tercer año. 6 Jotám se hizo poderoso, porque procedía rectamente ante el Señor, su Dios.
7
El resto de los hechos de Jotám, sus guerras y sus proezas, están escritas en el Libro de los reyes de Israel y de Judá. 8 Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén. 9 Jotám se fue a descansar con sus padres, y lo sepultaron en la Ciudad de David. Su hijo Ajaz reinó en lugar de él.

El reinado de Ajaz en Judá (735-716)

2 Rey. 16. 2-4
28 1 Ajaz tenía veinte años cuando comenzó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén. Él no hizo lo que es recto a los ojos del Señor, a diferencia de su padre David. 2 Siguió los caminos de los reyes de Israel, e incluso hizo ídolos de metal fundido para los Baales. 3 Quemó incienso en el valle de Ben Hinnóm e inmoló a sus hijos en el fuego, según las costumbres abominables de las naciones que el Señor había desposeído delante de los israelitas. 4 Ofreció sacrificios y quemó incienso en los lugares altos, sobre las colinas y bajo todo árbol frondoso.

La invasión siro-efraimita

5 Entonces el Señor, su Dios, lo entregó en manos del rey de los arameos. Estos lo derrotaron y capturaron gran cantidad de prisioneros que fueron llevados a Damasco. También fue entregado en manos del rey de Israel, que le infligió una gran derrota: 6 Pécaj, hijo de Remalías, mató en un solo día a ciento veinte mil hombres valientes de Judá, porque habían abandonado al Señor, el Dios de sus padres. 7 Zicrí, un hombre valiente de Efraím, mató a Maaseías, hijo del rey, a Azricám, mayordomo del palacio, y a Elcaná, que ocupaba el segundo lugar después del rey. 8 Los israelitas capturaron doscientos mil prisioneros entre las mujeres, los hijos y las hijas de sus hermanos; también les arrebataron un enorme botín y se lo llevaron a Samaría.

El reproche del profeta Obed a los israelitas

9 Había allí un profeta del Señor, llamado Obed. Él salió al encuentro del ejército que llegaba a Samaria y les dijo: “El Señor, el Dios de sus padres, se enfureció contra Judá y lo entregó en manos de ustedes. ¡Pero ustedes los han masacrado con una furia tal que clama al cielo! 10 ¡Y ahora pretenden convertir a los habitantes de Judá y de Jerusalén en esclavos y esclavas de ustedes! ¿Acaso no son ustedes los verdaderos culpables delante del Señor, su Dios? 11 Por eso, escúchenme y devuelvan los prisioneros que han capturado entre sus hermanos, porque la ira del Señor se ha encendido contra ustedes”.

La devolución de los prisioneros de Judá

12 Entonces Azarías, hijo de Iojanám, Berequías, hijo de Mesilemot, Ezequías, hijo de Salúm y Amasá, hijo de Jadlai –que eran algunos de los jefes de los efraimitas– se levantaron contra los que regresaban de la expedición 13 y les dijeron: “¡No traigan aquí a esos prisioneros, porque nos haríamos culpables delante del Señor! Ustedes tratan de aumentar nuestros pecados y nuestras culpas, siendo así que nuestra culpa es ya demasiado grande y la ira del Señor pesa sobre Israel”.
14
Los soldados abandonaron a los prisioneros y el botín delante de los jefes y de toda la asamblea, 15 y algunos hombres, designados expresamente, se hicieron cargo de los prisioneros: vistieron a los que estaban desnudos con lo que habían recogido en el botín, les dieron ropa y calzado; los alimentaron, les dieron de beber y los perfumaron. Finalmente, los llevaron de vuelta, cargando sobre asnos a los que estaban débiles, y los condujeron hasta Jericó, la ciudad de las Palmeras, junto a sus hermanos. Después regresaron a Samaría.

El recurso de Ajaz al rey de Asiria

16 En ese tiempo, el rey Ajaz mandó a pedir auxilio a los reyes de Asiria. 17 Porque los edomitas habían invadido de nuevo y derrotado a Judá, llevándose algunos prisioneros. 18 Los filisteos habían saqueado las ciudades de la Sefelá y del Négueb de Judá, se habían apoderado de Bet Semes, Aialón y Gederot, y también de Socó, Timná y Guimzó, con sus respectivos poblados, estableciéndose en ellas. 19 Así el Señor humillaba a Judá por culpa de Ajaz, rey de Judá, que había fomentado el desenfreno en Judá y se había rebelado contra el Señor.
20
Tiglat Piléser, rey de Asiria, en lugar de apoyarlo, lo atacó y lo sitió. 21 Ajaz tuvo que despojar la Casa del Señor, el palacio real y las casas de los príncipes, y le entregó todo al rey de Asiria; pero esto no le sirvió de nada.

La impiedad de Ajaz

22 Incluso durante el asedio, el rey Ajaz persistió en su rebeldía contra el Señor. 23 Él mismo ofreció sacrificios a los dioses de Damasco que lo habían derrotado, diciendo: “Ya que estos dioses ayudan a los reyes de Arám, yo les ofreceré sacrificios para que me ayuden también a mí”. Pero ellos causaron su ruina y la de todo Israel. 24 Ajaz juntó los utensilios de la Casa de Dios y los hizo pedazos, cerró las puertas de la Casa del Señor y se edificó altares en todos los rincones de Jerusalén; 25 y en cada una de las ciudades de Judá erigió lugares altos para quemar incienso a los dioses extranjeros, provocando así la indignación del Señor, el Dios de sus padres.

Fin del reinado de Ajaz

2 Rey. 16. 19-20
26 El resto de los hechos de Ajaz y todas sus acciones, desde el comienzo hasta el fin, están escritos en el Libro de los reyes de Judá y de Israel. 27 Ajaz se fue a descansar con sus padres y lo sepultaron en la ciudad de Jerusalén, pero no lo llevaron al sepulcro de los reyes de Israel. Su hijo Ezequías reinó en lugar de él.

El reinado de Ezequías en Judá (716-687)

2 Rey. 18. 1-3
29 1 Ezequías tenía veintinueve años cuando comenzó a reinar, y reinó veinticinco años en Jerusalén. Su madre se llamaba Abiá y era hija de Zacarías. 2 Él hizo lo que es recto a los ojos del Señor, tal como lo había hecho su padre David.

La reforma religiosa de Ezequías

3 En el primer mes del primer año de su reinado, Ezequías abrió las puertas de la Casa del Señor y las restauró. 4 Después convocó a los sacerdotes y a los levitas, los reunió en el atrio oriental 5 y les dijo: “¡Escúchenme, levitas! Purifíquense ahora y purifiquen la Casa del Señor, el Dios de sus padres, eliminando todas las impurezas que hay en el Santuario. 6 Porque nuestros padres se han rebelado y han hecho lo que es malo a los ojos del Señor, nuestro Dios; lo han abandonado y han apartado su rostro de la Morada del Señor, volviéndole la espalda. 7 También cerraron las puertas del Vestíbulo del Templo, extinguieron las lámparas y no ofrecieron más incienso ni holocaustos al Dios de Israel en su Santuario. 8 Por eso el Señor se irritó contra Judá y Jerusalén, y lo convirtió en objeto de horror, de estupor y de burla, como ustedes pueden ver con sus propios ojos. 9 ¡Por eso nuestros padres cayeron bajo la espada, y fueron llevados al cautiverio nuestros hijos, nuestras hijas y nuestras mujeres! 10 Ahora yo quiero hacer una alianza con el Señor, el Dios de Israel, para que aparte de nosotros el ardor de su ira. 11 No sean negligentes, hijos míos, ya que el Señor los eligió a ustedes para que estén en su presencia, lo sirvan, le rindan culto y le ofrezcan incienso”.

La purificación del Templo

12 Entonces se presentaron los levitas: De los descendientes de Quehat: Majat, hijo de Amasai, y Joel, hijo de Azarías; de los descendientes de Merarí: Quis, hijo de Abdí, y Azarías, hijo de Iehalelel; de los descendientes de Gersón: Ioaj, hijo de Zimá, y Eden, hijo de Ioaj; 13 de los descendientes de Elisafán: Simrí y Ieiel; de los descendientes de Asaf: Zacarías y Matanías; 14 de los descendientes de Hemán: Iejiel y Simei; de los descendientes de Iedutún: Semaías y Uziel.
15
Estos reunieron a sus hermanos, se purificaron y luego fueron a purificar el Templo del Señor, conforme a la orden del rey y según la palabra del Señor. 16 Después, los sacerdotes penetraron en el interior de la Casa del Señor para purificarla, y sacaron al atrio todos los objetos impuros que encontraron en el Templo del Señor: allí los recogían los levitas y los arrojaban al torrente del Cedrón. 17 El primer día del primer mes comenzaron la purificación, y al octavo día llegaron al Vestíbulo del Santuario. Emplearon otros ocho días en purificar la Casa del Señor, de manera que la purificación quedó concluida el día dieciséis del primer mes.
18
Entonces entraron a las habitaciones del rey Ezequías y le dijeron: “Hemos purificado toda la Casa del Señor, el altar de los holocaustos con todos sus utensilios, y la mesa de los panes de la ofrenda con todos sus utensilios. 19 Hemos restaurado y purificado todos los objetos que el rey Ajaz había profanado con sus rebeldías durante su reinado: ahora están delante del altar del Señor”.

El sacrificio de expiación

20 El rey Ezequías se levantó de madrugada, reunió a los jefes de la ciudad y subió a la Casa del Señor. 21 Trajeron siete terneros, siete carneros, siete corderos y siete chivos para ofrecerlos en sacrificio expiatorio por el reino, por el Santuario y por Judá, y el rey ordenó a los sacerdotes, hijos de Aarón, que los ofrecieran en holocausto sobre el altar del Señor. 22 Primero inmolaron los terneros, y los sacerdotes recogieron la sangre y con ella hicieron una aspersión sobre el altar. Luego inmolaron los carneros y con su sangre hicieron una aspersión sobre el altar. Después inmolaron los corderos y con sus sangre hicieron una aspersión sobre el altar. 23 Por último, acercaron los chivos para el sacrificio expiatorio y los colocaron delante del rey y de la asamblea para que les impusieran las manos. 24 Los sacerdotes los inmolaron, y con la sangre derramada sobre el altar ofrecieron un sacrificio expiatorio por todo Israel, porque el rey había ordenado que el holocausto y el sacrificio expiatorio se ofreciera por todo Israel.
25
El rey instaló a los levitas en el Templo del Señor, con címbalos, arpas y cítaras, como lo habían ordenado David, Gad, el vidente del rey, y el profeta Natán: este era, en efecto, un mandamiento de Dios, que había sido dado por medio de sus profetas. 26 Cuando los levitas estuvieron preparados con los instrumentos de David y los sacerdotes con las trompetas, 27 Ezequías ordenó que se ofreciera el holocausto sobre el altar. En el momento de comenzar el holocausto, comenzaron también los cantos del Señor y sonaron las trompetas acompañadas por los instrumentos de David, rey de Israel. 28 Toda la asamblea permaneció postrada, mientras se cantaban los himnos y resonaban las trompetas, hasta que terminó el holocausto.
29
Cuando se terminó de ofrecer el holocausto, el rey y todos los que lo acompañaban, doblaron sus rodillas y se postraron. 30 Después, el rey Ezequías y los jefes ordenaron a los levitas que alabaran al Señor con las palabras de David y de Asaf, el vidente. Ellos cantaron jubilosamente las alabanzas e, inclinándose, se postraron.
31
Ezequías tomó la palabra y dijo: “Ahora que ustedes han sido consagrados al Señor, acérquense y presenten en la Casa del Señor sacrificios y ofrendas de acción de gracias”. Entonces la asamblea ofreció sacrificios y ofrendas de acción de gracias, y los que eran generosos presentaron también holocaustos. 32 El número de holocaustos que ofreció la asamblea fue de setenta terneros, cien carneros y doscientos corderos. Todo esto se ofreció como holocausto al Señor. 33 Se consagraron también seiscientos terneros y tres mil cabras y ovejas. 34 Pero como los sacerdotes eran pocos y no daban abasto para degollar todas las víctimas de los holocaustos, sus hermanos levitas les ayudaron hasta que el trabajo quedó concluido y los sacerdotes se purificaron, porque los levitas se habían mostrado más dispuestos a purificarse que los sacerdotes. 35 Hubo una gran cantidad de holocaustos, además de la grasa de los sacrificios de comunión y de las libaciones para los holocaustos. Así quedó restablecido el culto en la Casa del Señor. 36 Ezequías y todo el pueblo se alegraron de que Dios hubiera predispuesto al pueblo, ya que todo pudo hacerse tan rápidamente.


2 Crónicas (BPD) 21