Fdez-Carvajal: Antologia - VOLUNTAD DE DIOS


5651 Para honrar a Dios, someteos enteramente a su voluntad y por nada creáis que le serviréis mejor de otro modo, pues no se le sirve nunca bien, sino cuando se le sirve como El quiere (SAN FRANCISCO DE SALES, Epistolario, fragm. 13, l. c. , p. 647).

Frutos del abandono en Dios


5652 Por encima de todo, conservad la paz del corazón, que es el mayor tesoro. Para conservarla, nada ayuda tanto como el renunciar a la propia voluntad y poner la voluntad del corazón divino en lugar de la nuestra (SANTA MARGARITA M. ALACOQUE, Cartas).


5653 Pues quiéroos avisar y acordar qué es su Voluntad. No ha- yáis miedo que sea daros riquezas ni deleites ni honras, ni todas estas cosas de acá; no os quiere tan poco, y tiene en mucho lo que le dais y quiéreoslo pagar bien, pues os da su reino aun viviendo (SANTA TERESA, Camino de peijección,32,6).


5654 Los únicos frutos buenos consisten en hacer la voluntad del Padre que está en los cielos, de lo cual se dígnó dársenos El mismo como ejemplo (SAN AGUSTIN, Sobre el Sermón de la Montaña,2).


5655 Toda la pretensión de quien comienza oración -y no se olvide, que esto importa mucho- ha de ser trabajar y determinarse y disponerse, con cuantas diligencias pueda, a hacer su voluntad conforme a la de Dios [. . . ] Y en esto consiste la mayor perfección que se puede alcanzar en el camino espiritual. Quien más perfectamente tuviera esto, más recibirá del Señor, y más adelante estará en el camino (SANTA TERESA, Moradas segundas,8).


5656 La paz del cristiano proviene de estar unido a la voluntad de Dios (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 9, en la Natividad del Señor).


5657 La aceptación rendida de la Voluntad de Dios trae necesariamente el gozo y la paz: la felicidad en la Cruz. - Entonces se ve que el yugo de Cristo es suave y que su carga no es pesada (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Canino, n. 758).

Aprender de la Virgen


5658 ¿ Qué hombre no lloraría, si viera a la Madre de Cristo en tan atroz suplicio?

Su Hijo querido. . . Y nosotros lejos, cobardes, resistiéndonos a la Voluntad divina.

Madre y Señora mía, enséñame a pronunciar un si que, como el tuyo, se ídentifique con el clamor de Jesús ante su Padre: non mea voluntas. . . (Lc 14,2): no se haga mi voluntad, sino la de Dios (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Vía Crucis, p. 43).



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