Ad Petri cathedram ES 74

Exhortaciones finales

75 No pedimos a nuestros queridísimos hijos solamente oraciones, sino también la renovación de la vida cristiana, que, más que las mismas oraciones, puede volver a Dios propicio hacia nosotros y hacia nuestros hermanos. Con gusto os repetirnos las hermosas y sublimes palabras del Apóstol de las Gentes: «Atended a cuanto hay de verdad, de honorable, de justo, de puro, de amable, de laudable, de virtuoso, de digno de alabanza: a esto estad atentos»[71]. «Vestíos del Señor Jesucristo»[72]. Es decir: «Vosotros, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de entrañas de misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, longanimidad... Pero, por encima de todo esto, vestíos de la caridad, que es vínculo de perfección. Y la paz de Cristo reine en vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados en un solo cuerpo»[73].

[71]
Ph 4,8.
[72] Rm 13,14.
[73] Col 3,12-15.


76 Insistentemente os lo pedimos: si alguno infelizmente se ha alejado del Divino Redentor con el pecado, vuelva a él, que es camino, verdad y vida[74]. Si alguno es tibio, lánguido, descuidado en el cumplimiento de los deberes religiosos, reavive su fe, y con el auxilio de la divina gracia alimente y consolide su virtud. Finalmente, «si alguno, por la misericordia de Dios, es justo, practique aún la justicia, y el santo santifíquese más»[75].

[74]
Jn 14,6,
[75] Ap 22,11.


77 Y puesto que hay tantos que tienen necesidad de nuestro consejo, de nuestro esplendoroso ejemplo y también de nuestra ayuda para las míseras condiciones en que se encuentran, ejercitaos todos, cada uno según las propias fuerzas y los propios medios, en las obras que se llaman de misericordia, gratísimas a Dios.

78 Si todos procuráis practicar estas cosas, brillará con nuevo esplendor lo que se dice de los cristianos tan magníficamente en la epístola a Diogneto: «Están en la carne, pero no viven según la carne. Habitan en la tierra, pero en el cielo tienen su patria. Obedecen a las leyes establecidas, pero su género de vida supera las leyes... Son desconocidos, y se les condena; mueren, y son vivificados. Son mendigos, y enriquecen a muchos; están. necesitados de todo, y de todo tienen en abundancia. Son deshonrados, y entre los deshonores reciben gloria; es desgarrada su fama, y se da testimonio de su justicia. Son reprendidos, y bendicen; son maltratados, y tributan honor. Aun haciendo el bien, son castigados como malvados; castigados, se gozan como si fuesen vivificados. Sencillamente, lo que es en el cuerpo el alma, esto son los cristianos en el mundo»[76]. Muchas de las cosas que se dicen en estos sublimes pensamientos se pueden aplicar a los cristianos pertenecientes a la Iglesia que se llama "del silencio", por quienes debemos orar todos de manera especial, como hace poco hemos recomendado vivamente a todos los fieles en las alocuciones tenidas en la basílica de San Pedro el día de Pentecostés y en la fiesta del Sacratísimo Corazón de Jesús[77].

[76] Funk, Patres Apostolici, I, 396. Cf. Migne, PG, II, 1174-1175.
[77] Cf. L'Osservatore Romano, 18-19 mayo 1959 y 7 junio 1959.


79 Esta renovación de la vida cristiana, esta vida virtuosa y santa; deseamos a todas vosotros e imploramos con continua oración no sólo por los que firmemente perseveran en la unidad de la Iglesia, sino también por los que se esfuerzan por llegar a ella con el amor a la verdad y con sincera voluntad.

80 Que la apostólica bendición que a todos y cada uno de vosotros, venerables hermanos y amados hijos, impartimos con paterno y efusivo amor os concilie y atraiga las gracias del cielo.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 29 de junio 1959, fiesta de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, en el año primero de nuestro pontificado.

JUAN PP. XXIII



* AAS 51 (1959), pp. 497; Discorsi Messaggi Colloqui del Santo Padre Giovanni XXIII, vol. I, pp. 805-838.








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