Agustin - Confesiones 1115

Capítulo 13: Antes de la creación no había tiempo: cómo es Dios anterior al tiempo.


1115 15. Mas si la fantasía volandera de alguno divaga por las imágenes de los pasados tiempos, y se admira de que Vos, Dios Todopoderoso, creador y conservador de todas las cosas, artífice del cielo y de la tierra, os abstuvisteis durante siglos innumerables de tan grande obra antes de hacerla, despierte y advierta que se admira de cosas falsas. Porque ¿cómo podían transcurrir innumerables siglos que Vos no habíais hecho, siendo Vos el autor y creador de todos los siglos? O ¿qué tiempos habrían existido, que por Vos no hubieran sido creados? O ¿cómo hubieran transcurrido, si nunca hubieran existido?

Siendo, pues, Vos hacedor de todos los tiempos, si algún tiempo hubo antes que hicieseis el Cielo y la tierra, ¿por qué se dice que os absteníais de toda obra, pues aquel mismo tiempo lo habíais hecho Vos? Ni pudieron transcurrir los tiempos antes que Vos hicieseis los tiempos. Pero si antes del cielo y la tierra no había ningún tiempo, ¿por qué se pregunta qué hacíais entonces? Puesto que no había entonces cuando no había tiempo.

1116 16. Ni es en el tiempo en lo que Vos sois anterior a los tiempos; de otra suerte no seríais anterior a todos los tiempos. Pero Vos precedéis a todos los tiempos pasados, por la excelsitud de vuestra eternidad siempre presente, y sobrepasáis todos los futuros, porque aún son futuros; y cuando hubieren venido, serán pasados; mas Vos sois siempre el mismo, y vuestros años no fenecerán (Ps 101,28). Vuestros años no se van ni vienen; mas los nuestros se van y vienen para que lleguen todos. Vuestros años están todos juntos, porque permanecen; ni hay yentes que sean excluidos por los vinientes; porque no pasan; mas estos nuestros entonces serán todos cuando todos dejen de ser. Vuestros años son un solo día (2P 3,8); y vuestro día no es cada día, sino hoy; porque vuestro hoy no cede el puesto al mañana, como tampoco sucede al ayer. Vuestro «hoy» es la Eternidad. Por eso engendrasteis coeterno a Aquel a quien dijisteis: Yo te he engendrado hoy (Ps 2,7). Todos los tiempos hicisteis Vos, y antes de todos los tiempos sois Vos; y no hubo tiempo en que no hubiera tiempo.


Capítulo 14:¿Qué es el tiempo?


1117 17. Ningún tiempo hubo, pues, en que nada habíais hecho, puesto que el mismo tiempo Vos lo habíais hecho.

Y no hay tiempos que sean coeternos con Vos, porque Vos permanecéis; mas ellos, si permaneciesen, no serían tiempos.

Porque ¿qué es el tiempo? ¿Quién podrá breve y fácilmente explicarlo? Quién, para expresarlo con palabras, podrá con el entendimiento comprenderlo?

Y, sin embargo, ¿qué cosa mencionamos al hablar, más familiar y más conocida que el tiempo? Y lo entendemos, por cierto, cuando lo nombramos, y lo entendemos cuando lo oímos en boca de otro.

¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; si quiero explicarlo al que me pregunta, no lo sé; pero sin vacilación afirmo saber, que si nada pasase, no habría tiempo pasado; si nada hubiera de venir, no habría tiempo futuro; y si nada hubiese, no habría tiempo presente. ¿Cómo son, pues, aquellos dos tiempos, el pretérito y el futuro, si el pretérito ya no es, y el futuro todavía no es? Y el presente, si fuese siempre presente, y no pasase a pretérito, ya no sería tiempo, sino eternidad. Si, pues, lo que hace que el presente sea tiempo, es que pasa a pretérito, ¿cómo decimos que tiene ser una cosa, cuya causa de ser es que no será; de suerte que no podemos decir con verdad que es tiempo, sino porque tiende a no ser?


Capítulo 15: Ningún tiempo puede llamarse largo.


1118 18. Y, no obstante, decimos «largo tiempo» y «breve tiempo»; y esto no lo decimos sino del pasado y del futuro. Largo tiempo pasado decimos, verbigracia, hace cien años; y del mismo modo, largo tiempo futuro, de aquí a cien años; breve tiempo pasado, si, por ejemplo, decimos hace diez días; y breve tiempo futuro, de aquí a diez días.

Pero ¿cómo es largo o breve lo que no es? Porque el pasado ya no es; y el futuro, todavía no es. No digamos, pues: «es largo», sino digamos, del pasado, «fue largo», y del futuro, «será largo».

Señor mío, Luz mía, ¿acaso aquí también vuestra verdad no se reirá del hombre? Pues si fue largo el tiempo pasado, ¿fuelo cuando ya era pasado, o bien cuando todavía estaba presente? Porque entonces podía ser largo, cuando era algo que pudiera ser largo; pero el pasado ya no era; por donde no podía ser largo lo que absolutamente no era. No digamos, pues: largo fue el tiempo pasado, porque nada encontraremos que pueda ser largo, cuando, una vez pasado, es nada: sino digamos: largo fue aquel tiempo presente; porque cuando estaba presente, era largo, pues todavía no había pasado para no ser, y por eso era algo que pudiera ser largo; pero una vez que hubo pasado, dejó a la vez de ser largo al dejar de ser.

1119 19. Veamos, pues, ahora, alma humana, si el tiempo presente puede ser largo, puesto que se te ha dado sentir su duración y medirla. ¿Qué me responderás? ¿Cien años presentes son, acaso, un tiempo largo?

Mira primero si cien años pueden estar presentes. Porque si corre el primer año de la centuria, ese mismo es el que está presente; mas los noventa y nueve restantes son futuros, y, por tanto, todavía no son. Si corre el año segundo, ya el primero es pasado, el segundo está presente, los restantes son futuros. Y así, poniendo presente uno cualquiera de los años intermedios de esta centuria, delante de él estarán los años pasados; detrás, los futuros. Por tanto, los cien años no pueden estar presentes.

Mira, al menos, si acaso el año actual, él solo, está presente. De este año, pues, si corre el primer mes, los demás son futuros; si el segundo, ya el primero pasó, y los restantes no son todavía. Ni el año actual, pues, está todo presente; y si no está todo presente, no es el año lo que está presente; puesto que el año consta de doce meses, de los cuales uno solo, cualquiera que sea el actual, está presente; los otros son, o pasados, o futuros.

Aunque ni el mes que corre está presente, sino un solo día: si es el primero, los restantes son futuros; si es el último, los restantes son pasado; si uno cualquiera de los intermedios, está entre los pasados y los futuros.

1120 20. He aquí que el tiempo presente, el único que encontrábamos que había de llamarse largo, se reduce apenas al espacio de un solo día.

Pero discutamos también este mismo espacio, porque ni un día está todo presente. Porque se compone de todas las veinticuatro horas nocturnas y diurnas: la primera de ellas tiene las restantes por futuras; la última, por pasadas; y cualquiera de las intermedias tiene a las anteriores por pasadas, a las posteriores, por futuras.

Y una misma hora va corriendo por partículas fugitivas: todo lo que de ellas voló, es pasado; todo lo que le resta, es futuro.

Si se concibe un punto de tiempo que no pueda dividirse en partes de momentos, por pequeñísimas que sean, éste es el único tiempo que ha de llamarse presente; el cual, sin embargo, tan rápidamente vuela de futuro a pasado, que no se extiende ni con una mínima duración; porque si se extiende, es divisible en pasado y futuro; mas el presente no tiene espacio alguno.

¿Dónde está, pues, el tiempo que podamos llamar largo? ¿Acaso el futuro? Ciertamente, no decimos: es largo, porque todavía nada existe, que ya sea largo; sino decimos: será largo. ¿Cuándo, pues, lo será? Porque si aun entonces será futuro, no será largo, porque todavía nada existirá que sea largo. Pero si entonces será largo cuando de futuro, que no es todavía, empiece ya a ser, y se haya hecho presente para que pueda haber algo que sea largo, ya con las voces arriba oídas clama el tiempo presente que él no puede ser largo.


Capítulo 16: Sólo medimos el tiempo cuando va pasando.


1121 21. Y, sin embargo, Señor, sentimos los intervalos de los tiempos, y los comparamos entre sí, y decimos que unos son más largos y otros más breves. Medimos también cuánto más largo o más breve es aquel tiempo que el otro, y respondemos que éste es doble o triple, y aquél simple, o que éste es tanto como aquél.

Pero medimos los tiempos que van pasando, puesto que sintiéndolos es como los medimos: mas los pasados, que ya no son, o los futuros, que todavía no son, ¿quién puede medirlos? A no ser que alguien ose decir que puede medirse lo que no existe. Cuando pasa, pues, el tiempo, es posible sentirlo y medirlo; mas cuando ya pasó, no puede serlo, porque ya no existe.


Capítulo 17: Si existen el pretérito y el futuro.


1122 22. Pregunto, Padre, no afirmo: Dios mío, presídeme y gobiérname.

¿Quién hay que me diga que no son tres los tiempos, como de niños aprendimos, y lo enseñamos a los niños: pretérito, presente y futuro; sino sólo el presente, porque los otros dos no existen? ¿O es que también ellos existen, pero viene de algún paraje oculto el tiempo, cuando de futuro se hace presente, y se retira a algún paraje oculto cuando de presente se hace pretérito? Porque ¿dónde vieron las cosas futuras los que las vaticinaron si todavía no son? Porque no puede verse lo que no es. Y los que cuentan cosas pasadas, cierto, no contarían la verdad si con el espíritu no las vieran; y si ellas nada fueran, de ningún modo podrían ser vistas.

Existen, pues, las cosas futuras y las pasadas.


Capítulo 18: Cómo los futuros y pretéritos están presentes.


1123 23. Dejadme preguntar más, Señor, esperanza mía, que no se perturbe mí atención.

Porque si existen las cosas futuras y pretéritas, quiero saber dónde están.

Y si todavía no puedo saberlo, sé, no obstante, que dondequiera que estén, no son allí futuras o pretéritas, sino presentes. Porque si allí también son futuros, todavía no están allí; y si allí son pretéritos, ya no están allí. Dondequiera, pues, que estén, todas las cosas que son, no son sino presentes.

Cierto es que cuando se cuentan cosas pretéritas verdaderas, sácanse de la memoria, no las cosas mismás que pasaron, sino las palabras engendradas por sus imágenes, que pasando por los sentidos, imprimieron unas como huellas en el alma. Así, mi niñez, que ya no existe, está en el tiempo pretérito que ya no existe; pero la imagen de ella, cuando la recuerdo y la menciono, mírola en el tiempo presente, porque todavía existe en mi memoria.

Si también es semejante la causa de predecir los futuros, de suerte que el alma presienta las imágenes ya existentes de las cosas que aún no son, confieso Dios mío que no lo sé. Lo que realmente sé es que nosotros ordinariamente premeditamos nuestras acciones futuras, y que esta premeditación está presente, mas la acción que premeditamos aún no existe, porque es futura; y cuando la emprendiéremos y comenzáremos a ejecutar lo que premeditábamos, entonces aquella acción existirá, porque entonces no será futura, sino presente.

1124 24. Comoquiera, pues, que suceda el secreto presentimiento de los futuros, no puede ser visto sino lo que es. Y lo que ya es, no es futuro, sino presente. Luego cuando se dice que se ven las cosas futuras, no se ven ellas mismas, que todavía no son, esto es, las que son futuras, sino tal vez sus causas o señales, que ya existen; y, por tanto, no son cosas futuras, sino ya presentes a los que las ven, y de ellas forma conceptos el alma y predice las cosas futuras. Y estos conceptos a su vez existen ya en el alma, y los ven presentes dentro de sí los que aquellas cosas predicen.

Tanta muchedumbre de cosas bríndenme algún ejemplo. Veo la aurora: predigo que el sol va a salir. Lo que veo está presente; lo que predigo, futuro; no es futuro el sol, que ya existe, sino su salida. Sin embargo, su misma salida, si no la imaginara en el alma como ahora cuando lo digo, no podría predecirla. Pero ni aquella aurora que veo en el cielo es la salida del sol, aunque la preceda, ni tampoco lo es aquella imagen que está en mi alma, sino las dos cosas se ven presentes para predecirse aquella futura. Luego las cosas futuras todavía no existen; y si no existen, no son; y si no son, de ninguna manera pueden ser vistas; pero pueden predecirse por medio de otras presentes que ya existen y se ven.


Capítulo 19: No comprende cómo Dios enseñó a los profetas las cosas venideras.


1125 25. Vos, pues, Señor, que reináis sobre vuestra creación, ¿cuál es el modo como enseñáis a las almas las cosas que son futuras? Porque las enseñasteis a vuestros profetas. ¿Cuál es aquel modo como enseñáis las cosas futuras Vos, para quien nada es futuro? O más bien, ¿es que de las cosas futuras enseñáis cosas presentes? Porque, ciertamente, lo que no es, tampoco puede ser enseñado. Muy lejos está de mí alcance este modo vuestro: sublime es: por mí mismo no podré alcanzarlo (Ps 138,6); mas lo podré por Vos, cuando me lo otorguéis Vos, dulce luz de mis ojos ocultos.


Capítulo 20: En qué sentido puede decirse que hay tres tiempos: pretérito, presente y futuro.


1126 26. Mas, en cuanto es ahora claro y manifiesto, ni las cosas pasadas existen, ni las futuras, ni se dice con propiedad que los tiempos son tres: pretérito, presente y futuro; sino tal vez sería propio decir que los tiempos son tres: presente de lo pretérito, presente de lo presente y presente de lo futuro. Porque estas tres cosas existen en el alma, y fuera de ella no las veo: memoria presente de las cosas pretéritas; visión presente de las cosas presentes, y expectación presente de las cosas futuras. Si esto se puede llamar tres tiempos, veo y confieso que los tiempos son tres.

Dígase también: los tiempos son tres: pretérito, presente y futuro, como abusivamente se acostumbra; dígase, que no me preocupo de ello, ni me opongo, ni lo reprendo; con tal que se entienda lo que se dice: que ni lo futuro existe ya, ni lo que pasó. Porque pocas son las cosas que decimos con propiedad, muchas impropiamente, pero se entiende lo que queremos decir.


Capítulo 21: Cómo medimos el tiempo presente.


1127 27. Dije, pues, poco antes que nosotros medimos los tiempos mientras pasan; de modo que podemos decir que este tiempo es doble que aquel otro sencillo, o que tan grande es éste como aquél, y si alguna otra cosa referente a las partes del tiempo podemos decir que signifique medida. De suerte que, como decía, medimos los tiempos mientras pasan.

Y si alguno me dice: ¿De dónde lo sabes?, le responderé: Lo sé porque los medimos, y no podemos medir las cosas que no son, y las cosas pasadas y futuras no son. Mas el tiempo presente, ¿cómo lo medimos, puesto que no tiene espacio? Mídese, pues, mientras pasa; mas una vez que ha pasado, no se mide, porque ya no hay cosa que se pueda medir.

Pero ¿de dónde y por dónde y hacia dónde pasa mientras se mide? ¿De dónde, sino del futuro? ¿Por dónde, sino por el presente? ¿Hacia dónde, sino hacia el pasado? Pasa, pues, de aquello que aún no es, por aquello que carece de espacio, hacia aquello que ya no es. Porque no llamamos sencillos, dobles, triples o iguales, o cualquiera otra denominación referente al tiempo, sino a los espacios del tiempo.

¿En qué espacio, pues, medimos el tiempo que pasa? ¿Acaso en el futuro, de donde pasa? Pero lo que todavía no es no lo medimos. ¿Tal vez en el presente, por donde pasa? Pero lo que no tiene espacio no lo medimos. ¿Quizá en el pasado, hacia donde pasa? Pero lo que ya no es, no lo medimos.


Capítulo 22: Pide a Dios la solución del enigma.


1128 28. Se ha enardecido mi alma por conocer este complicadísimo enigma. No cerréis, Señor Dios mío, Padre bueno, ¡por Cristo os lo suplico!, no cerréis a mí deseo estas cosas trilladas y a la vez recónditas, para que yo no penetre en ellas y se esclarezcan, alumbrándome vuestra misericordia, Señor. ¿A quién preguntaré acerca de ellas? ¿Y a quién con mayor fruto confesaré mí impericia que a Vos, a quien no son molestos mis deseos, vehementemente inflamados, acerca de vuestras Escrituras? ¡Dadme lo que amo, pues lo amo, y esto Vos me lo habéis dado! ¡Dádmelo, Padre, que verdaderamente sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos! (Mt 7,11). Dádmelo, pues me he propuesto conocerlo, y me resulta laborioso (Ps 72,16) hasta que me abráis. Por Cristo os lo suplico, en nombre de Él, el Santo de los santos: nadie me interrumpa. También yo he creído, y por eso hablo (2Co 4,13). Esta es mí esperanza -para ella vivo-: contemplar las delicias del Señor (Ps 26,4).

He aquí que habéis hecho viejos mis días (Ps 38,6), y pasan y no sé cómo. Y decimos: «Tal tiempo y tal otro tiempo» y «aquellos tiempos y los tiempos» y «En cuánto tiempo dijo aquél esto», «En cuánto tiempo hizo aquél esto otro», y «Cuán largo tiempo hace que no lo vi», y «Doble tiempo tiene esta sílaba que aquella otra breve sencilla». Esto decimos y esto oímos, y nos entienden y lo entendemos. Clarísimas y trivialísimas son estas cosas, y, sin embargo, demasiado recónditas, y es nuevo su descubrimiento.


Capítulo 23: Qué es el tiempo.


1129 29. Oí decir a cierto hombre docto que los movimientos del sol y la luna y las estrellas, esos mismos son los tiempos; y no asentí. ¿Por qué más bien los movimientos de todos los cuerpos no serían los tiempos? ¿Es que si se parasen los luminares del cielo y se moviese la rueda del alfarero, no habría tiempo con que mediríamos aquellas vueltas y diríamos, o que tienen duraciones iguales, o si unas veces se moviesen más despacio, otras más de prisa, que unas vueltas tardaban más y otras menos? Y cuando estas cosas dijéramos, ¿no hablaríamos también nosotros en el tiempo? ¿Y acaso habría en nuestras palabras unas sílabas largas y otras breves, sino porque aquéllas habrían sonado más largo tiempo, éstas más corto?

Oh Dios, conceded a los hombres que vean en lo pequeño las nociones comunes a las cosas pequeñas y a las grandes. Son las estrellas y luminares del cielo para señales y para los tiempos y los días y los años (
Gn 1,14): lo son, sin duda. Pero ni yo diré que la vuelta de aquella ruedecilla de madera sea el día, ni tampoco el otro dirá que por eso no hay tiempo.

1130 30. Yo deseo saber la esencia, la naturaleza del tiempo con que medimos los movimientos de los cuerpos, y decimos que aquel movimiento, verbigracia, es dos veces más duradero que éste. Porque pregunto: dado que se llama un día no solamente el tiempo que está el sol sobre el horizonte -según lo cual una cosa es el día y otra la noche-, sino también el que tarda en toda la vuelta del oriente hasta el oriente -y en este sentido decimos: «Tantos días» han pasado, pues con sus noches se computan «tantos días», sin descontar los espacios de las noches-, dado, pues, que el día se completa con el movimiento del sol y su recorrido de oriente a oriente, pregunto si el día es el mismo movimiento del sol, o la misma duración en que se completa, o ambas cosas.

Si fuese lo primero, sería, por consiguiente, también un día, aunque el sol hiciese aquel recorrido en un espacio de tiempo igual al de una hora.

Si lo segundo, no sería un día si desde una salida del sol hasta la otra hubiese una duración tan breve como de una hora, sino que el sol tendría que dar veinticuatro vueltas para completar un día.

Sin lo uno y lo otro, ni podría llamarse un día, si el sol en el espacio de una hora hiciese todo su recorrido, ni si, parándose el sol, transcurriese tanto tiempo cuanto el sol, de una mañana a otra, suele emplear en toda su carrera.

Ahora, pues, no preguntaré qué es aquello que llamamos un día, sino qué es aquel tiempo con que midiendo el curso del sol, diríamos que lo había hecho en la mitad menos de tiempo de lo que suele, si lo hubiese hecho en un espacio de tiempo igual a doce horas; y comparando entrambos tiempos, diríamos que aquél es sencillo y este otro doble, aun dado que el sol alguna vez hiciese su recorrido de oriente a oriente en aquel tiempo sencillo, y alguna vez en aqueste otro doble.

Nadie, pues, me diga que los tiempos son los movimientos de los cuerpos celestes; porque también cuando, por el deseo de un hombre, se paró el sol para que aquél rematase el victorioso combate, el sol estaba parado, pero el tiempo corría. Porque en su espacio de tiempo que le era suficiente se desarrolló y acabó aquel combate.

Veo, pues, que el tiempo es una cierta distensión. Pero ¿lo veo en realidad, o sólo me parece que lo veo? ¡Vos me lo mostraréis, oh Luz, oh Verdad!


Capítulo 24: El tiempo no es el movimiento de los cuerpos.


1131 31. ¿Mandáis que yo apruebe, si alguno dice que el tiempo es el movimiento de un cuerpo? ¡No lo mandáis! Porque yo oigo, Vos lo decís, que ningún cuerpo se mueve, sino en el tiempo; pero que el mismo movimiento del cuerpo sea el tiempo, eso no lo oigo: no lo decís Vos. Porque cuando un cuerpo se mueve, yo mido por el tiempo cuánto dura su movimiento desde que empezó a moverse hasta que se para. Y si no vi cuándo comenzó, y continúa moviéndose sin que yo vea cuándo se para, no puedo medir si no es desde que empiezo a verlo hasta que acabó. Y si lo veo largo rato, solamente afirmo que el tiempo es largo, pero no cuánto; pues cuando decimos cuánto, lo decimos por comparación, verbigracia: «Tanto es esto, cuanto aquello»; o «Esto es doble que aquello»; y así en todo lo demás.

Pero si hubiéramos podido notar los espacios de los lugares desde dónde y hasta dónde va el cuerpo que se mueve -o sus partes, si se mueve como en un torno-, podemos decir cuánto tiempo tardó en hacerse el movimiento del cuerpo -o de sus partes- desde tal lugar hasta tal otro.

Siendo, pues, una cosa el movimiento del cuerpo y otra aquello con que medimos su duración, ¿quién no echa de ver cuál de estos dos con más razón habrá de llamarse tiempo? Porque si un cuerpo unas veces variadamente se mueve y otras se para, por el tiempo medimos no solamente su movimiento, sino también su parada, y decimos: «Tanto tiempo ha estado parado, cuánto moviéndose», o «Estuvo parado el doble o el triple de lo que se movió», y cualquiera cosa que nuestra medida haya precisado o apreciado más o menos, como suele decirse. El tiempo no es, pues, el movimiento del cuerpo.


Capítulo 25: Confiesa a Dios que no sabe qué es lo que no sabe.


1132 32. Y confieso a Vos, Señor, que no sé todavía qué es el tiempo; y por otra parte, os confieso, Señor, que yo sé que digo estas cosas en el tiempo, y que ya hace mucho que vengo hablando del tiempo, y que este mismo mucho no es mucho, sino por la duración del tiempo. ¿Cómo, pues, sé esto, cuando no sé lo que es el tiempo? ¿Es tal vez que no sé como decir lo que sé? ¡Ay de mí, que aún no sé qué es lo que no sé! Heme aquí, Dios mío, delante de Vos, que no miento (Ga 1,20): como hablo, así es mi corazón. Vos iluminaréis mí antorcha, Señor Dios mío, iluminaréis mis tinieblas.


Capítulo 26: La medida de las sílabas por su cantidad es relativa.


1133 33. ¿Por ventura no os confiesa mi alma con confesión verídica que yo mido los tiempos? Así, pues, Señor, Dios mío, yo mido y no sé lo que mido. Mido el movimiento de un cuerpo por el tiempo. ¿No mido también el tiempo mismo? Pero ¿es que mediría yo el movimiento de un cuerpo, cuánto dura y cuánto tarda en llegar de aquí allá, si no midiese el tiempo en que se mueve?

Pues el tiempo mismo, ¿con qué lo mido? ¿Tal vez con un tiempo más breve medimos otro más largo, como por la longitud de un codo la longitud de una viga?

Así vemos que por la duración de una sílaba breve se mide la duración de una larga y se dice que ésta es doble. Así medimos la duración de los poemas por la duración de los versos; y la duración de los versos por la duración de los pies; y la duración de los pies por la duración de las sílabas; y la duración de las sílabas largas por la duración de las breves; no por las páginas -porque de esa manera mediríamos los espacios, no los tiempos-, sino cuando las palabras, al pronunciarlas, van pasando y decimos: Es poema largo, pues se compone de tantos versos: versos largos, pues constan de tantos pies; pies largos, pues se extienden a tantas sílabas; sílaba larga, pues es doble que una breve.

Pero ni aun así se determina una medida fija del tiempo: puesto que puede acaecer que suene más largo espacio de tiempo un verso más corto si se pronuncia con mayor lentitud, que otro más largo si se recita con mayor rapidez. Dígase otro tanto de un poema, de un pie, de una sílaba.

Por eso me ha parecido a mí que el tiempo no es otra cosa que una distensión; pero ¿de qué? No lo sé; y maravilla será, si no es de la misma alma.

Pues ¿qué es lo que mido, ruégoos, Dios mío, cuando digo indeterminadamente: «Más largo es este tiempo que aquél», o también determinadamente: «El doble es este tiempo que aquél»? El tiempo mido: lo sé; pero ni mido el futuro, que todavía no es; ni mido el presente, que no se extiende por ningún espacio; ni el pasado, que ya no es. ¿Qué mido, pues? ¿Tal vez los tiempos que pasan, no los pasados? Que así lo tengo dicho (nn. 21,27).


Capítulo 27: En la memoria medimos los tiempos.


1134 34. Insiste, alma mía, y concentra fuertemente la atención. Dios es nuestro ayudador (Ps 66,9): Él nos ha hecho, y no nosotros (). Mira dónde alborea la verdad.

Supongamos, por ejemplo, que una voz corporal empieza a sonar, y suena, y suena aún: he aquí que cesa y ya hay silencio, y aquella voz es ya pasada, y ya no es voz. Antes que sonara era futura y no se podía medir, porque aún no era; y ahora tampoco se puede, porque ya no es. Podíase, pues, entonces cuando sonaba, porque entonces había algo que medir; pero aun entonces no se estaba quieta, porque iba sonando y pasaba. ¿Acaso por eso podía serlo mejor? Porque mientras iba pasando se extendía por algún espacio de tiempo, en el cual pudiera ser medida, pues el presente no tiene ningún espacio.

Si, pues, entonces podía serlo, supongamos que otra voz comienza a sonar y aún sigue sonando con un tono continuado sin interrupción. Midámosla mientras suena; porque cuando hubiera dejado de sonar, ya habrá pasado y no habrá qué medir; midámosla totalmente, y digamos cuánto dura. Pero es el caso que aún sigue sonando, y medirse no puede sino desde su principio en que empezó a sonar hasta el fin en que cesa; pues lo que medimos es precisamente el mismo intervalo desde un principio hasta el fin. Por tanto, la voz que aún no ha terminado no puede medirse para decir qué larga o breve es, ni decirse igual a otra, o simple o doble o cosa semejante respecto de otra. Mas cuando hubiere acabado, ya no existirá: ¿cómo, pues, podrá ser medida?

Y, sin embargo, medimos los tiempos, y no aquellos que todavía no son, ni tampoco los que ya no son, ni aquellos que no se extienden con alguna duración, ni los que no tienen términos. No medimos, pues, ni los tiempos futuros, ni los pasados, ni los presentes, ni los que van pasando; y, sin embargo, medimos los tiempos.

1135 35. «Deus creator omnium». (Oh Dios, creador de todo). Este verso es de ocho sílabas, en que alternan breves y largas. Y así, las cuatro breves -primera, tercera, quinta, séptima- son sencillas, respecto de las cuatro largas -segunda, cuarta, sexta, octava-; cada una de éstas tiene doble tiempo que cada una de aquéllas; yo las pronuncio y me doy cuenta, y así es, en cuanto lo siente manifiestamente el oído. En cuanto sensiblemente lo percibo, con la sílaba breve mido la larga y siento que tiene dos veces tanto. Pero cuando suena una después de otra, si la primera es breve y la segunda larga, ¿cómo retendré la breve, y cómo al medir la aplicaré a la larga para averiguar que ésta tiene dos veces tanto, siendo así que la larga no empieza a sonar mientras no hubiere dejado de sonar la breve? Y la misma larga, ¿cómo la mido presente, siendo así que no la mido sino después de acabada? Pero su acabar es pasar. ¿Qué es, pues, lo que mido? ¿Dónde está la breve con que mido? ¿Dónde está la larga que mido? Ambas sonaron, volaron, pasaron, ya no son; y yo mido, y confiadamente respondo, cuanto uno puede fiarse del oído ejercitado, que la una es sencilla y la otra doble, en duración de tiempo se entiende. Y no puedo hacerlo sino porque ya pasaron y terminaron. No mido, pues, las mismas sílabas que ya no existen, sino algo de ellas que en la memoria permanece fijo.

1136 36. En ti, alma mía, mido los tiempos. No me quieras trastornar lo que es; no te quieras trastornar con el tropel de tus impresiones. En ti, digo, mido yo el tiempo. La impresión que las cosas al pasar hacen en ti, y que, cuando ellas han pasado, permanece, esta misma es la que yo mido presente, no las cosas que pasaron y la produjeron; ésta es la que mido cuando mido el tiempo. Luego, o ella misma es el tiempo, o no mido el tiempo.

Pues ¿qué? Cuando medimos los silencios y decimos que aquel silencio duró tanto tiempo como duró aquella voz, ¿no extendemos el pensamiento a medir la voz como si sonase, para poder darnos alguna cuenta de aquel espacio de tiempo? Porque también callando la voz y la boca, recitamos con el pensamiento poemas y versos y toda clase de discursos y cualesquiera medidas de los movimientos, y nos damos cuenta de la duración de los tiempos, cuál sea la cantidad de éste respecto de aquél, no de otra suerte que si aquello de viva voz lo pronunciásemos.

Si alguno quisiere emitir una voz algo prolongada y determinase, premeditándolo, cuánta ha de ser su duración, este tal ha recorrido en silencio aquel espacio de tiempo, y encomendándolo a la memoria, empieza a emitir aquella voz que «suena» hasta llegar al término prefijado; o, mejor dicho, «ha sonado» y «sonará»; porque lo que se ha ejecutado de ella cierto es que «ha sonado», y lo que resta «sonará»; y así toda ella se cumple, mientras el esfuerzo presente traslada el futuro al pasado, creciendo el pasado con la disminución del futuro, hasta que, consumiendo el futuro, es todo pasado.


Capítulo 28: Con el alma medimos los tiempos.


1137 37. Mas ¿cómo se disminuye o se consume el futuro que todavía no es, o cómo crece el pasado que ya no es, sino porque en el alma, que es la que lo hace, existen tres cosas? Porque ella «espera», «atiende» y «recuerda»; de suerte que aquello que «espera», pasando por lo que «atiende», va a parar a lo que «recuerda». ¿Quién niega, pues, que los futuros aún no son, y, no obstante, en el alma existe expectación de los futuros? ¿Y quién niega que lo pasado ya no es, y, sin embargo, existe todavía en el alma memoria de lo pasado? ¿Y quién niega que el tiempo presente carece de espacio, pues para en un punto, y, sin embargo, perdura la atención por donde pasa a ausentarse lo que va a presentarse?

No es, pues, largo el tiempo futuro, que no es, sino que el futuro largo es una larga expectación del futuro; no es largo el tiempo pasado, que no es, sino que el pasado largo es la memoria larga del pasado.

1138 38. Voy a recitar una canción que sé. Antes de comenzar, mí «expectación» se extiende a toda ella; pero una vez comenzada, cuanto vaya desgranando de ella hacia el pasado, otro tanto se va extendiendo mí «memoria»; y mí actividad en esta acción se distiende: hacia la «memoria», por lo que he recitado, y hacia la «expectación», por lo que he de recitar; pero está presente mí «atención», por la cual lo que era futuro pasa a hacerse pretérito. Y cuanto esta acción avanza más y más, tanto disminuye la «expectación» y crece la «memoria»; hasta que la «expectación» se consuma del todo, cuando terminada la acción, hubiere pasado a la «memoria».

Y como en la canción entera, así acontece en cada una de sus partes y en cada una de sus sílabas; así también en una acción más larga, de la cual tal vez es una parte aquella canción; así en toda la vida del hombre, de la cual son partes todas las acciones del hombre; así en la existencia del humano linaje, de la cual son partes las vidas de los hombres.


Capítulo 29: Desea elevarse sobre lo temporal para fundirse en Dios.


1139 39. Pero como es mejor vuestra misericordia que las vidas, he aquí que mi vida es distensión; y me recogió vuestra diestra (Ps 62,4) en mi Señor, el Hijo del hombre, mediador entre Vos -el Uno- y nosotros -los muchos, en muchas cosas y por muchas cosas divididos-, a fin de que por Él alcance aquello para lo cual yo a mí vez fui alcanzado (Ph 3,12), y me recoja de mis días antiguos siguiendo al Uno: olvidando las cosas pasadas, no en pos de las que son futuras y transitorias, sino a lo que está por delante (l. c.); no distendido, sino extendido; no con distensión, sino con fija intuición, sigo tras la palma de la soberana vocación (l. c.), donde oiga la voz de alabanza (Ps 25,7) y contemple vuestro deleite (Ps 26,4). que ni viene ni pasa.

Mas ahora mis años son en gemidos (). y Vos, consuelo mío, Padre mío, sois eterno; mas yo he caído en tiempos, cuyo orden desconozco, y con tumultuosas variedades se desgarran mis pensamientos, las íntimas entrañas de mi alma, hasta que venga a fundirme en Vos, purificado y derretido con el fuego de vuestro amor.



Agustin - Confesiones 1115