Agustin - Confesiones 1140

Capítulo 30: Qué hacia Dios antes de crear el mundo.


1140 40. Y persistiré y me consolidaré en Vos, en vuestra verdad como en mí molde: y no toleraré preguntas de los hombres que, con la enfermedad por castigo, tienen más sed que lo que pueden beber, y dicen: ¿Qué hacía Dios «antes» que hiciese el cielo y la tierra? O: ¿Cómo le vino al pensamiento hacer algo, siendo así que «antes» «nunca» había hecho cosa alguna? Dales, Señor, que piensen bien lo que van a decir, y entiendan que no se puede decir nunca donde no hay tiempo. Diciendo, pues, que nunca hizo nada, ¿qué otra cosa se dice sino que en ningún tiempo lo hizo? Véase, pues, que no puede existir tiempo sin creatura, y dejen de decir semejante vaciedad.

Extiéndanse también ellos hacia las cosas que están delante (
Ph 3,13), y entiendan que Vos, antes de los tiempos eternos, sois el creador de todos los tiempos, y que ningún tiempo es coeterno con Vos, ni creatura alguna, aunque alguna esté sobre los tiempos.


Capítulo 31: Cómo conocer Dios y la creatura.


1141 41. ¡Señor, Dios mío, cuán recóndito es vuestro profundo secreto!, y ¡cuán lejos de él me arrojaron las consecuencias de mis delitos! Sanad mis ojos y me complaceré en vuestra luz.

Ciertamente, si existe un alma dotada de tan grande ciencia y presciencia, que le sean tan conocidas las cosas pasadas y venideras, como lo es para mí una canción trilladísima, admirable es esta alma y estupenda hasta el pasmo, puesto que nada se le oculta de cuanto ha sucedido o ha de suceder en los siglos, así como a mí no se me oculta, al ejecutar aquel cántico, qué y cuánto de él ha pasado desde el principio, qué y cuánto falta hasta el fin.

Pero lejos de mí pensar que Vos, creador del universo, creador de las almas y de los cuerpos, lejos de mí pensar que de esta manera conocéis Vos todas las cosas pasadas y venideras. ¡Vos mucho más, mucho más maravillosamente, mucho más secretamente! Porque mientras en el que canta o escucha una canción conocida, con la expectación de las notas que vienen y la memoria de las que pasaron se varía el afecto y se mantiene viva la atención; nada semejante acaece en Vos, inconmutablemente eterno, es decir, verdaderamente eterno creador de los espíritus. Porque así como conocisteis en el principio el cielo y la tierra sin variación de vuestro conocimiento, así hicisteis en el Principio el cielo y la tierra, sin distinción de vuestra acción.

El que esto entiende os alabe; y el que no lo entiende os alabe. ¡Oh cuán excelso sois; y los humildes de corazón son vuestra casa! Porque Vos levantáis a los caídos (
Ps 145,8), y no caen aquellos cuya celsitud sois Vos.



LIBRO XII

1200 (Versículos 1 y 2 del Génesis)

Capítulo 1: Confianza de alcanzar la verdad.


1201 1. Muchas cosas anhela mi corazón, Señor, en esta pobreza de mi vida, impulsado por las palabras de vuestra santa Escritura. Y por eso generalmente la escasez de la humana inteligencia es abundante en palabras: porque más se habla al investigar que al hallar; y más se tarda en pedir que en alcanzar; y más trabaja la mano en llamar que en recibir.

Tenemos una promesa: ¿quién la hará fallida? Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros? (
Rm 8,31). Pedid y recibiréis; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá: Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, le abrirán (Mt 7,78). Promesas vuestras son: y ¿quién temerá ser engañado cuando promete la Verdad?


Capítulo 2: Que además de ese cielo, existe el cielo del cielo.


1202 2. Alaba a vuestra Alteza la humildad de mí lengua, porque Vos hicisteis el cielo y la tierra. Ese cielo que veo y esta tierra que piso, de donde es esta tierra que llevo; Vos lo hicisteis.

Pero ¿dónde está, Señor, el cielo del cielo, del cual hemos oído en la voz del salmo (
Mt 113,16): El cielo del cielo para el Señor, mas la tierra la dio a los hijos de los hombres? ¿Dónde está el cielo que no vemos, en cuya comparación es tierra todo lo que vemos? Porque este todo corpóreo no todo en todas sus partes recibió igual hermosura, principalmente en las inferiores, cuyo fondo es la tierra; pero en comparación de aquel cielo del cielo, aun el cielo de nuestra tierra es tierra. Y estos dos grandes cuerpos juntos () pueden no absurdamente llamarse tierra en comparación de aquel no sé qué cielo, que es para el Señor, no para los hijos de los hombres.


Capítulo 3: Las tinieblas estaban sobre la faz del abismo.


1203 3. Y, por cierto, esta tierra era invisible e informe, y no sé qué profundidad de abismo; sobre la cual no había luz, porque no tenía ninguna apariencia; por lo cual mandasteis que se escribiese que las tinieblas estaban sobre el abismo. ¿Qué son las tinieblas sino ausencia de luz? Porque ¿dónde estuviera la luz, si la hubiera, sino encima, sobresaliendo e iluminando? Donde, pues, aún no había luz, ¿qué era estar presentes las tinieblas, sino estar ausente la luz? Sobre el abismo, pues, estaban las tinieblas, porque sobre él estaba ausente la luz; así como donde no hay sonido, hay silencio. Y ¿qué es haber allí silencio, sino no haber allí sonido?

¿No sois Vos, Señor, quien habéis enseñado a esta alma que os alaba? ¿No sois Vos, Señor, quien me habéis enseñado que antes que dieseis forma y distinción a esta materia informe, no era cosa alguna, ni color ni figura, ni cuerpo ni espíritu? Sin embargo, no era enteramente nada, sino un no sé qué de informe sin ninguna apariencia.


Capítulo 4: Nombre que puso Dios a la materia prima.


1204 4. ¿Cómo, pues, se había de llamar, a fin de dar alguna noción de ella aun a los de inteligencia más tarda, sino con algún vocablo usado? ¿Y qué puede hallarse en todas las partes del mundo más parecido a una informidad absoluta, que la tierra y el abismo? Porque menos hermosos son, conforme a su grado ínfimo, que todas las demás superiores resplandecientes y luminosas. ¿Por qué, pues, no admitiré que aquella materia informe, que sin apariencia habíais hecho para de ella hacer el mundo hermoso, fuese así cómodamente señalada a los hombres, llamándola «tierra invisible e incompuesta»?


Capítulo 5: Este nombre expresa nuestro conocimiento imperfecto


1205 5. De suerte que, cuando en ella busca el pensamiento qué es lo que percibe el sentido, y se dice a sí mismo: «No es forma inteligible, como la vida o como la justicia, porque es la materia de los cuerpos; ni sensible, porque en cosa invisible e incompuesta no hay nada que ver ni sentir»; cuando esto se dice a sí mismo el pensamiento humano, se esfuerce o por conocerla ignorándola, o por ignorarla conociéndola.


Capítulo 6: Sus diversas opiniones sobre la materia


1206 6. Mas yo, Señor, si con mí boca y con mí pluma os he de confesar todo cuanto en esta materia me habéis enseñado, yo antes, al oír su nombre y no entenderlo por las explicaciones de los que tampoco lo entendían, me la representaba con innumerables y variadas formas, y, por tanto, no me la representaba. Feas y horribles formas en tumultuoso desorden revolvían mí espíritu, pero formas al cabo; y llamaba informe, no a lo que carecía de forma, sino a lo que tenía tal, que si se dejase ver, mí sentido la rechazara por insólita e incongruente, y conturbárase mí flaqueza de hombre. Pero, en realidad, lo que yo me representaba era informe, no por privación de toda forma, sino por comparación con formas más hermosas; y la verdadera razón aconsejaba que, si quería representarme una cosa totalmente informe, la despojase de cualesquiera reliquias de toda forma; y no podía, porque más fácil me era pensar que lo que estaba privado de toda forma era nada, que representarme un ser entre la forma y la nada, que ni fuese formado ni fuese nada, sino informe y casi nada.

Y cesó mí mente de interrogar sobre esto a mí espíritu, lleno de imágenes de formas corpóreas que a su arbitrio mudaba y variaba. Y fijé la atención en los mismos cuerpos y examiné más a fondo su mutabilidad, con que dejan de ser lo que habían sido y empiezan a ser lo que no eran; y sospeché que el paso mismo de forma a forma se efectúa mediante algo informe, no mediante la pura nada. Pero yo deseaba saber, no sospechar.

Y si mí voz y mí pluma os confesaran todo cuanto acerca de esta cuestión Vos me descubristeis, ¿qué lector soportará su lectura? Mas no por eso cesará mi corazón de rendiros honra y cántico de alabanza por las cosas que no basta a consignar. Porque la mutabilidad de las cosas mudables, ella misma es capaz de todas las formas en que se mudan las cosas mudables. Pero ella ¿qué es? ¿Tal vez alma? ¿Tal vez cuerpo? ¿Tal vez una modalidad del alma o del cuerpo? Si decirse pudiera un nada algo, un ser no ser, yo así lo llamaría; y, sin embargo, ya de algún modo era, para recibir estas formas visibles y compuestas.


Capítulo 7: De la nada hicisteis el cielo y la tierra.


1207 7. Y ¿de dónde «de algún modo era», si no era de Vos, de quien reciben el ser todas las cosas en todo cuanto son? Pero tanto más distantes de Vos cuanto más desemejantes; pues no es por distancia de lugares.

Así, pues, Vos, Señor, que no sois unas veces de un modo y otras de otro, sino lo mismo, lo mismo, lo mismo: Santo, Santo, Santo, Señor Dios omnipotente (
Ap 4,8) en el Principio (Gn 1,1) que procede de Vos, que nació de vuestra sustancia, hicisteis algo de la nada. Porque hicisteis el cielo y la tierra; no de Vos, pues habría algo igual a vuestro Unigénito, y, por tanto, a Vos; y en ningún modo fuera justo que fuese igual a Vos lo que no fuera de vuestra sustancia. Y fuera de Vos, otra cosa no había de donde los hicierais, ¡oh Dios, Trinidad una y Unidad trina!; y, por tanto, de la nada hicisteis el cielo y la tierra: una cosa grande y otra pequeña; porque sois omnipotente y bueno para hacer todas las cosas buenas, el cielo grande y la tierra pequeña. Eráis Vos, y fuera de Vos, la nada, de donde hicisteis el cielo y la tierra, dos cosas: una, sobre la cual estáis Vos; otra, debajo de la cual no hay nada.


Capítulo 8: De la nado hizo Dios la materia prima; y de ella todas las cosas visibles.


1208 8. Mas aquel cielo del cielo es para Vos, Señor; pero la tierra que diste a los hijos de los hombres para que la viesen y la tocasen, no era tal cual ahora la vemos y tocamos; porque era invisible e incompuesta; y un abismo era, sobre el cual no había luz. O bien: las tinieblas estaban sobre el abismo, es decir, más que en el abismo. Porque este abismo de las aguas ya visibles, aun en sus profundidades tiene su manera de luz, en algún modo sensible a los peces y animales que se arrastran en su fondo; pero aquel todo (la tierra informe) era casi la nada, puesto que todavía era enteramente informe. Porque Vos, Señor, hicisteis el mundo de una materia informe; la cual de la nada hicisteis casi nada, para de ella hacer las cosas grandes que admiramos los hijos de los hombres. Muy admirable es este cielo corpóreo, firmamento entre el agua y el agua que el segundo día, después de la creación de la luz, dijisteis: Hágase, y así se hizo. Al cual firmamento llamasteis cielo (Gn 1,68); pero cielo de esta tierra y mar, que hicisteis el tercer día, dando forma visible a la materia informe que hicisteis antes de todo día. Porque ya habíais hecho también el cielo antes de todo día; mas aquél es el cielo de este cielo; porque en el principio habíais hecho el cielo y la tierra. Pero esta misma tierra que habíais hecho, era una materia informe, pues era invisible e incompuesta y tinieblas sobre el abismo; para, de aquella tierra invisible e incompuesta, de aquella informidad, de aquello casi nada, hacer todas las cosas de que consta este mundo inconstante y mudable, donde aparece la misma mutabilidad que nos permite sentir y contar los tiempos; porque con las mudanzas de las cosas se hacen los tiempos, mientras van viniendo y transformándose unas en otras las especies, cuya materia es la ya dicha tierra invisible.


Capítulo 9: Por qué, sin hacer mención de días, se escribió: En el Principio creó Dios el cielo y la tierra.


1209 9. Por eso el Espíritu, maestro de vuestro siervo (Moisés), cuando refiere que Vos hicisteis en el Principio el cielo y la tierra, no habla de tiempos, no menciona días. Sin duda, porque el cielo del cielo, que en el Principio hicisteis, es una criatura intelectual; y aunque de ningún modo coeterna con Vos, ¡oh Trinidad!, como es partícipe de vuestra eternidad, limita en gran manera la mutabilidad con la dulzura de vuestra felicísima contemplación, y sin ningún desfallecimiento adherida a Vos desde que fue creada, se eleva sobre toda voluble vicisitud de los tiempos.

Pero esta informidad, la tierra invisible e incompuesta, tampoco es contada entre los días; porque donde no hay forma, no hay orden; nada viene y nada pasa; y donde esto no sucede, no hay ciertamente vicisitud de espacios temporales.


Capítulo 10 Pide a Dios le dé a conocer las Escrituras.


1210 10. ¡Oh Verdad, luz de mi corazón, no me hablen mis tinieblas! Me volví hacia ellas, y me quedé a oscuras; pero aun desde ellas, sí, desde ellas estuve enamorado de Vos. Descarriado anduve, y me acordé de Vos. Oí vuestra voz detrás de mí, para que volviese, y a duras penas la oí por los tumultos de mis alborotadas pasiones. Pero ahora, he aquí que, abrasado y anhelante, vuelvo a vuestra fuente. Nadie me estorbe: en ella beberé; y de ella viviré. No sea yo mí propia vida; malamente he vivido de mí; la muerte fue para mí: en Vos torno a vivir. Habladme Vos; conversad Vos conmigo. He dado fe a vuestros Libros, y sus palabras son harto misteriosas.


Capítulo 11 Lo que Dios le ha dado a conocer.


1211 11. Ya me dijisteis, Señor, con voz poderosa al oído interior, que Vos sois eterno, el único que tiene inmortalidad (1Tm 6,16), porque con ninguna forma ni movimiento os mudáis, ni con los tiempos varía vuestra voluntad, puesto que no es inmortal la voluntad que ya es una, ya es otra. Esto lo veo claro en vuestra presencia, y os suplico se me esclarezca más y más, y en este conocimiento permanezca yo humilde debajo de vuestras alas.

También me dijisteis, Señor, con voz poderosa al oído interior que todas las naturalezas y sustancias que no son lo que sois Vos, y que, sin embargo, son Vos las hicisteis; y que solamente no procede de Vos lo que no es; y tampoco el movimiento de la voluntad que se aparta de Vos, que sois, hacia lo que es menos que Vos; porque tal movimiento es delito y pecado. Y que ningún pecado de nadie os daña a Vos, ni perturba el orden de vuestro imperio ni en lo sumo ni en lo ínfimo. Esto parece claro en vuestra presencia, y os suplico se me esclarezca más y más; y que en este conocimiento permanezca yo humilde debajo de vuestras alas.

1212 12. También me dijisteis con voz poderosa al oído interior, que ni aun aquella criatura es coeterna con Vos, cuyo deleite sois sólo Vos, y gozándoos en castidad perseverantísima, en ningún lugar ni tiempo experimenta su mutabilidad; y estándole siempre presente Vos, a quien ella con el afecto está asida, no teniendo futuro que esperar, ni transmitiendo al pasado objetos que recordar, no varía con ninguna vicisitud, ni se distiende a diversos tiempos. ¡Oh dichosa criatura -si alguna hay así-, por estar adherida a vuestra bienaventuranza; dichosa en teneros a Vos por su eterno morador e iluminador! No encuentro cosa que con más gusto juzgue se ha de llamar cielo del cielo para el Señor que vuestra misma casa, que contempla vuestra suavidad (Ps 26,4) sin ningún desfallecimiento por salir a otra cosa: inteligencia pura, concordisimamente unida con el vínculo de la paz de los santos espíritus, ciudadanos de vuestra ciudad, en aquellos cielos que están sobre esos cielos.

1213 13. Por aquí entienda el alma, cuya peregrinación se ha prolongado, si ya tiene sed de Vos, si ya sus lágrimas han llegado a ser su pan, en tanto que le dicen cada día: ¿Dónde está tu Dios? (Ps 43,3): si ya una sola cosa os pide, y esta sola reclama: morar en vuestra casa todos los días de su vida (Ps 26,4) -y ¿cuál es su vida, sino Vos?, y ¿cuáles nuestros días, sino vuestra eternidad, como vuestros años que no fenecen porque sois siempre el mismo? (Ps 101,28)-; por aquí, pues, entienda el alma, la que es capaz, cuán soberanamente sobre todos los tiempos sois eterno, cuando vuestra casa, que no ha peregrinado (los ángeles), a pesar de que no es coeterna con Vos, sin embargo, por estar adherida incesante e inseparablemente a Vos, no padece vicisitud alguna de tiempo. Esto me parece claro en Vuestra presencia, y os suplico se me esclarezca más y más, y que en este conocimiento persevere yo humilde debajo de vuestras alas.

1214 14. Veo no sé qué de informe en estas mudanzas de las cosas inferiores e inconsistentes; mas ¿quién me dirá -si no es alguno que con sus fantasmas divaga y se revuelve por los vacíos de su espíritu-, quién, sino un tal, me dirá que, si, destruida y consumida toda forma, quedase aquella informidad, por medio de la cual la cosa se mudaba y se convertía de una forma en otra, podría producir las vicisitudes de los tiempos? Porque de ningún modo puede; porque sin variedad de movimientos no hay tiempos; y ninguna variedad hay donde no hay forma alguna.


Capítulo 12 Dos creaturas no sujetas al tiempo.


1215 15. Consideradas estas cosas, Dios mío, cuanto Vos me lo concedéis, cuanto Vos me incitáis a llamar, y cuanto abrís al que llama, dos cosas hallo que hicisteis que carecen de tiempo, aunque ninguna de las dos es coeterna con Vos: una, que de tal suerte está formada, que sin ningún desfallecimiento en la contemplación, sin ningún intervalo de alteración, aunque mudable, pero no mudada, goza de vuestra eternidad e inmutabilidad; otra, que de tal suerte era informe, que no tenía forma de que mudarse en otra forma ni de movimiento ni de reposo, por donde estuviese sujeta a los tiempos. Mas a ésta no la abandonasteis para que quedase informe. Porque hicisteis antes de todo día, en el Principio el cielo y la tierra, estas dos cosas de que vengo hablando. Mas la tierra era invisible e incompuesta y tinieblas sobre el abismo; con las cuales palabras se insinúa la informidad -a fin de que sean gradualmente preparados los que no pueden pensar una total privación de forma, que, sin embargo, no se reduce a la nada-, de donde se hiciese el otro cielo, y la tierra visible y compuesta, y el agua hermosa, y todas cuantas cosas después en la formación del mundo, no sin días, se conmemoran haber sido hechas; porque son tales, que en ellas se realizan las vicisitudes de los tiempos, por medio de las mudanzas de los movimientos y de las formas.


Capítulo 13 Cuáles son esas dos criaturas


1216 16. Esto es lo que por ahora entiendo, Dios mío, cuando oigo a vuestra Escritura que dice: En el Principio hizo Dios el cielo y la tierra; mas la tierra era invisible e incompuesta, y había tinieblas sobre el abismo; y no menciona qué día hicisteis; así por ahora lo entiendo, refiriéndolo a aquel cielo del cielo, cielo intelectual donde el entender es conocer de una vez, no parcialmente (1Co 1 1Co 12) no en enigma, no por espejo, sino totalmente, en manifestación, cara a cara, (l. c.); no ahora esto, ahora aquello, sino, como he dicho, conocer de una vez, sin vicisitud alguna de tiempos; y refiriéndolo a aquella tierra invisible e incompuesta, sin vicisitud alguna de tiempos, la cual suele tener ahora esto ahora aquello, porque donde no hay forma alguna, en ninguna parte hay esto ni aquello.

Por razón de estas criaturas, la una desde el principio formada y la otra totalmente informe; aquélla cielo, pero cielo del cielo, y ésta tierra, pero tierra invisible e incompuesta: por razón de estas dos entiendo por ahora, Dios mío, que sin hacer mención de días, dice vuestra Escritura: En el principio hizo Dios el cielo y la tierra; porque inmediatamente añadió de qué tierra hablaba. Y como el segundo día refiere que fue hecho firmamento y llamado cielo, da a entender de qué cielo habló primeramente sin mención de días.


Capítulo 14 Profundidad de las Escrituras.


1217 17. ¡Maravillosa profundidad la de vuestras Escrituras, cuya superficie, he aquí, se nos presenta acariciando a los pequeñuelos; pero maravillosa profundidad, Dios mío, maravillosa profundidad! Vértigo da fijar la vista en ella: vértigo de respeto y temblor de amor. Violentamente aborrezco a sus enemigos. ¡Oh si les dieráis muerte con la espada de dos filos, y no fueran sus enemigos! Porque de tal suerte quiero que sean muertos para sí, que vivan para Vos.

Mas he aquí otros, no detractores, sino encomiadores del libro del Génesis, que dicen: No es eso lo que en estas palabras quiso dar a entender el Espíritu de Dios que por su siervo Moisés escribió estas cosas: no quiso dar a entender eso que tú dices, sino otra cosa, lo que decimos nosotros. A los cuales yo, tomándoos por árbitro a Vos, Dios de todas las cosas, respondo de esta manera.


Capítulo 15 Lo que de Dios, de los ángeles y de la primera materia afirma el autor es indiscutible.


1218 18. ¿Acaso diréis que son falsas las cosas que la verdad con voz poderosa me dice al oído interior sobre la verdadera eternidad del Creador: que su sustancia de ninguna manera varía a través de los tiempos, y que su voluntad no está fuera de su sustancia? De ahí que Él no quiere ahora esto y luego aquello, sino de una vez y simultáneamente y siempre quiere todo lo que quiere; no una vez y otra vez, ni ahora esto y luego aquello, ni quiere después lo que antes no quería; porque semejante voluntad es mudable, y todo lo mudable no es eterno; mas nuestro Dios es eterno (Ps 47,15).

¿Asimismo (diréis que es falso) lo que me dice al oído interior: que la expectación de las cosas venideras se torna visión cuando llegan; y que esta visión, cuando han pasado, se torna memoria? Y todo conocimiento que de esta suene varía, es mudable; y todo lo que es mudable, no es eterno; mas nuestro Dios es eterno.

Estas verdades recojo y las junto, y hallo que mi Dios, Dios eterno, no formó la creación por una nueva voluntad, ni su ciencia está sujeta a nada transitorio.

1219 19. ¿Qué, pues, diréis, contradictores? ¿Son, por ventura, falsas estas cosas?

-No -dicen.

-¿Qué, pues? ¿Es acaso falso que toda naturaleza formada, o la materia formable, no tiene el ser sino recibido de Aquel que es sumamente bueno, porque sumamente es?

-Tampoco negamos esto -dicen.

-¿Qué, pues? ¿Negáis tal vez que exista una criatura sublime, unida con casto amor al Dios verdadero y verdaderamente eterno, que de Él no se desprende, ni cae en ninguna variedad o vicisitud de los tiempos, sino reposa en la verdaderísima contemplación de solo Él? Porque Vos, oh Dios, os mostráis a quien os ama cuanto Vos mandáis; y le bastáis, y por eso no se desvía de Vos, ni siquiera hacia sí mismo.

Esta es la casa de Dios, no terrena ni corpórea, con mole alguna, aunque sea celestial, sino espiritual y participante de vuestra eternidad, puesto que está sin mancha para siempre. Porque Vos la fundasteis por los siglos de los siglos; pusísteisle un precepto, y no pasará (
Ps 148,6). Y, sin embargo, no es coeterna con Vos, porque no es sin principio, pues ha sido hecha.

1220 20. Pues si bien antes de ella no hallamos tiempo, porque primero que todas las cosas fue creada la sabiduría (), no ciertamente aquella Sabiduría enteramente coeterna e igual a Vos, nuestro Dios, su Padre, y por la cual fueron creadas todas las cosas, y que es Principio en el cual hicisteis el cielo y la tierra, sino precisamente la sabiduría que fue creada es, a saber, la naturaleza intelectual que por la contemplación de la Luz es luz, puesto que ella también, aunque creada, se llama sabiduría. Sino que, cuanta diferencia hay entre la Luz que ilumina y la que es iluminada, tanta hay entre la Sabiduría que crea y ésta que es creada; como entre la Justicia justificante y la justicia que en la justificación ha sido hecha. Porque también nosotros hemos sido llamados justicia vuestra, pues dice así uno de vuestros siervos: A fin de que nosotros seamos justicia de Dios en Él (en Cristo) (2Co 5,21), primero, pues, que todas las cosas fue creada una cierta sabiduría, la que es creada, la mente racional e intelectual de vuestra casta ciudad, madre nuestra, que es de arriba y es libre (Ga 4,26) y eterna en los cielos: ¿en qué cielos, sino en los cielos de los cielos que os alaban? (Ps 148,4). Porque esto es también: Los cielos de los cielos para el Señor. Si bien antes de ella no hallamos tiempo, por cuanto la que primero que todas las cosas fue creada, precede aun a la creación del tiempo; antes de ella, sin embargo, existe la eternidad del mismo Creador, hecha por el cual tuvo principio, aunque no de tiempo, pues aún no existía el tiempo, pero sí de su propia creación.

1221 21. De donde en tal manera procede de Vos, Dios nuestro, que es totalmente otra cosa que Vos y no lo mismo. Y si bien no hallamos tiempo, no ya antes de ella, pero ni siquiera en ella -porque es idónea para ver siempre vuestra faz, y jamás se aparta de ella, lo cual hace que no varíe con mudanza alguna-, le es, sin embargo, inherente la mutabilidad; por donde se entenebrecería y enfriaría, si no fuese porque, adhiriéndose a Vos con grande amor, resplandece y arde de Vos como perpetua mediodía.

¡Oh casa luminosa y hermosa! ¡Amo tu hermosura y el lugar donde mora la gloria (
Ps 25,8) de mi Señor, tu Hacedor y poseedor! A ti suspire mí peregrinación; y digo a Aquel que te hizo, que a mí también me posea en ti, pues Él me hizo también a mí. Erré como oveja perdida (Ps 118,176); pero en los hombros de mí Pastor (Lc 15,5), tu Hacedor, espero ser a ti reducido.

1222 22. ¿Qué me decís, contradictores a quienes me iba dirigiendo, que, sin embargo, creéis a Moisés, siervo piadoso de Dios, y sus libros, oráculos del Espíritu Santo? ¿Es o no esta casa de Dios, no digo coeterna con Dios, pero sí, a su modo, eterna en los cielos (2Co 5,1), en donde inútilmente buscáis vicisitudes de tiempos que no encontráis? Porque sobrepasa toda distensión y todo espacio voluble de edad, ella, cuyo bien es estar siempre adherida a Dios (Ps 72,28).

-Sí lo es -dicen.

-Pues ¿cuál de las cosas que mi corazón clamó al Señor, cuando oía interiormente la voz de su alabanza (Ps 25,7), cuál de ellas, finalmente, protestáis que es falsa? ¿Acaso que existía la materia informe, en la cual, porque no había forma alguna, no había ningún orden? Pero donde no hay ningún orden no podía haber vicisitud alguna de tiempo. Y, sin embargo, esta nonada, por cuanto no era pura nada, ciertamente, procedía de Aquel de quien procede cuanto es, cuanto en alguna manera es algo.

-Eso tampoco lo negamos -dicen.


Capítulo 16 Con quiénes desea discutir el autor.


1223 23. Pues quiero hablar un poco delante de Vos, Dios mío, con los que conceden ser verdadero todo lo que interiormente en mí inteligencia no cesa de enseñarme vuestra verdad. Porque los que esto niegan, ladren cuanto quieran, y atruénense a sí mismos. Yo me esforzaré en persuadirles que se calmen y abran camino hacia ellos para vuestra palabra. Y si ellos no quisieren y me rechazaren, os suplico, Dios mío, que Vos no calléis para mí (Ps 27,1). Hablad Vos a mi corazón verazmente, pues sois el único que así habla. Y a ellos los dejaré fuera soplando en el polvo y levantando tierra sobre sus propios ojos. Y entraré en mí cámara y os cantaré canciones de amor gimiendo con gemidos inenarrables (Rm 8,26) en mí peregrinación, y acordándome de Jerusalén, dilatando en alto hacia ella mi corazón, hacia Jerusalén, mí patria; Jerusalén, mi madre (Ga 4,26), y hacia Vos, que le sois rey, sol, padre, tutor, marido, castas y fieles delicias, gozo sólido y todos sus bienes inefables, todos a la vez, porque sois el único, supremo y verdadero Bien. Y no me apartaré hasta tanto que me recojáis, todo cuanto soy, de esta dispersión y deformidad, y me confirméis para siempre en aquella paz de Jerusalén, mi madre carísima, en donde están las primicias de mí espíritu, de donde me vienen estas certidumbres, ¡oh Dios mío, misericordia mía!

Mas a estos otros que no dicen ser falsas todas estas cosas que son verdaderas, y que honran y ponen como nosotros en la cumbre de la autoridad que ha de seguirse aquella vuestra santa Escritura, promulgada por el santo Moisés, pero que, no obstante, en algo nos contradicen, he aquí lo que les digo:

-Vos, Dios nuestro, sed el árbitro entre mis confesiones y sus contradicciones.


Capítulo 17 Diversas significaciones de «el cielo y la tierra»


1224 24. Dicen, pues: Aunque eso sea verdad, Moisés no pensaba en esas dos cosas cuando, por revelación del Espíritu, dijo: En el principio creó Dios el cielo y la tierra. Por el nombre cielo no significó aquella creatura espiritual o intelectual que contempla siempre la faz de Dios; ni por el nombre tierra la materia informe.

-¿Qué significó, pues?

-Lo que nosotros decimos -responden- eso es lo que sintió aquel varón, y eso es lo que expresó en aquellas palabras.

-Y eso, ¿qué es?

-Con el nombre de cielo y tierra -añaden- quiso, primero, en general y brevemente, significar todo este mundo visible, para después exponer en particular, con la enumeración de los días, las cosas que al Espíritu Santo plugo enunciar de esta manera. Porque eran tales hombres los de aquel pueblo rudo y carnal a quien hablaba, que juzgó no debía encomendarles otras obras de Dios, sino solas las visibles.

Pero convienen en que por la tierra invisible e incompuesta, y el abismo tenebroso, de donde a continuación se muestra haber sido hechas y dispuestas, durante aquellos días, todas estas cosas visibles que son conocidas de todos, no es incongruente entender aquella materia informe.

1225 25. Y ¿qué, si algún otro dijese que la misma informidad y confusión de la materia fue primero significada por el nombre de el cielo y la tierra, porque de ella fue formado y perfeccionado este mundo visible, con todas las naturalezas que en él manifestísimamente aparecen, que suelen frecuentemente llamarse con el nombre de el cielo y la tierra?

¿Y qué si algún otro dijese que la naturaleza invisible y la visible, no, cierto, impropiamente son denominadas el cielo y la tierra; y, por tanto, toda la creación que Dios hizo en la Sabiduría y en el Principio está comprendida en estas dos palabras?; pero, sin embargo, como todas las cosas fueron hechas, no de la sustancia de Dios, sino de la nada -porque no son lo mismo que Dios, y hay en todas ellas alguna mutabilidad, sea que permanezcan como la eterna Casa de Dios (los ángeles), sea que se muden, como el alma y el cuerpo del hombre-, por eso la materia común de todas las cosas, invisibles y visibles, materia todavía informe, pero ciertamente formable, de donde debían hacerse el cielo y la tierra, es decir, la creación invisible y la visible, una y otra ya formadas, fue designada con aquellos nombres, apellidándose tierra invisible e incompuesta, y tinieblas sobre el abismo, con esta distinción: que por tierra invisible e incompuesta se entienda la materia corpórea, antes de toda cualidad de forma; y por tinieblas sobre el abismo, la materia espiritual (los ángeles), antes de serle cohibida cierta no moderada fluidez, y de ser iluminada por la Sabiduría.

1226 26. Cabe todavía otra interpretación, si alguno la prefiere; es, a saber: Cuando se lee En el principio hizo Dios el cielo y la tierra, por el nombre del cielo y la tierra no se significan las naturalezas invisibles y visibles, ya acabadas y formadas, sino que por aquellos nombres se designa la misma incoación, todavía informe, de las cosas, la materia formable y creable, porque en ella estaban ya, confusas todavía, no distintas por cualidades y formas, estas cosas que ahora distribuidas en sus órdenes, se llaman El cielo y la tierra: aquél, creación espiritual; ésta, corporal.



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