Africae munus ES 167

C. Misioneros seguidores de Cristo

167 La Iglesia que camina en África está llamada a contribuir a la nueva evangelización también en los países secularizados, de donde provenían antes numerosos misioneros y en los que hoy lamentablemente hay falta de vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Entretanto, un gran número de africanos y africanas han acogido la invitación del dueño de la mies (cf. Mt 9,37-38) a trabajar en su viña (cf. Mt 20,1-16). Sin disminuir el impulso misionero ad gentes en los diferentes países, y también en todo el continente, los obispos de África han de acoger con generosidad la invitación de sus hermanos en los países en los que escasean las vocaciones, y ayudar a los fieles que no tienen sacerdotes. Esta colaboración, que debe estar ordenada por acuerdos entre la Iglesia que envía y la que recibe, se convierte en un signo concreto de fecundidad de la missio ad gentes. Bendecida por el Señor, Buen Pastor (cf. Jn 10,11-18), sostiene así de forma preciosa la nueva evangelización en los países de antigua tradición cristiana.


168 El anuncio de la Buena Nueva hizo nacer en la Iglesia nuevas expresiones, apropiadas a las necesidades de los tiempos, de las culturas y de las esperanzas de los hombres. El Espíritu Santo no deja de suscitar también en África hombres y mujeres que, reunidos en diferentes asociaciones, movimientos y comunidades, consagran su vida a la difusión del Evangelio de Jesucristo. Según la exhortación del Apóstol de los gentiles, «no apaguéis el espíritu, no despreciéis las profecías. Examinadlo todo; quedaos con lo bueno. Guardaos de toda clase de mal» (1Th 5,19-22), los Pastores deben vigilar para que estas nuevas expresiones de la perenne fecundidad del Evangelio se integren en la acción pastoral de las parroquias y las diócesis.


169 Queridos hermanos y hermanas, a la luz del tema de la Segunda Asamblea especial para África, la nueva evangelización está particularmente relacionada con el servicio de la Iglesia con vistas a la reconciliación, la justicia y la paz. Por consiguiente, es necesario acoger la gracia del Espíritu Santo que nos hace esta invitación: «Os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2Co 5,20). Por tanto, se invita a todos los cristianos a reconciliarse con Dios. Estaréis entonces en condiciones de convertiros en artífices de la reconciliación en el seno de las comunidades eclesiales y sociales en las que vivís y trabajáis. La nueva evangelización supone la reconciliación de los cristianos con Dios y entre ellos mismos Exige la reconciliación con el prójimo, la superación de todo género de barreras, como las provenientes de la lengua, la cultura o la raza. Todos somos hijos de un mismo Dios y Padre «que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos» (Mt 5,45).


170 Dios bendecirá un corazón reconciliado concediéndole su paz. Así pues, el cristiano será artífice de paz (cf. Mt 5,9) en la medida en que, enraizado en la gracia divina, colabore con el Creador en la construcción y la promoción del don de la paz. El fiel reconciliado será también promotor de la justicia en todo lugar, sobre todo en las sociedades africanas divididas, víctimas de la violencia y la guerra, que tienen hambre y sed de la justicia verdadera. El Señor nos invita: «Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura» (Mt 6,33).


171 La nueva evangelización es una empresa urgente para los cristianos en África, ya que también ellos deben renovar su entusiasmo por pertenecer a la Iglesia. Inspirados por el Espíritu del Señor resucitado, están llamados a vivir, en el ámbito personal, familiar y social, la Buena Nueva y a anunciarla con renovado celo a las personas cercanas y lejanas, empleando para su difusión los nuevos métodos que la providencia divina pone a nuestra disposición. Alabando a Dios Padre por las maravillas que sigue realizando en cada uno de los miembros de su Iglesia, los fieles están invitados a vivificar su vocación cristiana en fidelidad a la Tradición viva de la Iglesia. Abiertos a la inspiración del Espíritu Santo, que sigue suscitando diferentes carismas en la Iglesia, los cristianos deben continuar o emprender con determinación el camino de la santidad para llegar a ser cada día más apóstoles de la reconciliación, la justicia y la paz.


CONCLUSIÓN: «Ánimo, levántate, que te llama»

(Mc 10,49)


172 Queridos hermanos y hermanas, la última palabra del Sínodo ha sido una llamada de esperanza dirigida a África. Esta llamada será vana si no se radica en el amor trinitario. De Dios, Padre de todos, recibimos la misión de transmitir a África el amor con el que nos ama Cristo, el Hijo primogénito, para que nuestra acción, animada por el Espíritu Santo, sea impregnada por la esperanza y se convierta, a su vez, en fuente de esperanza. Con el fin de facilitar la puesta en práctica de las orientaciones del Sínodo sobre temas tan candentes como la reconciliación, la justicia y la paz, desearía que los «teólogos siguieran estudiando hoy la hondura del misterio trinitario y su significado para el día a día africano»[220]. Puesto que la vocación del hombre es única, no dejemos que decaiga en nosotros el impulso vital de la reconciliación de la humanidad con Dios, gracias al misterio de nuestra salvación en Cristo. La redención es la razón de la fiabilidad y firmeza de nuestra esperanza «gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino»[221].

[220] Discurso a los miembros del Consejo especial para África del Sínodo de los Obispos (Yaundé, 19 marzo 2009): AAS 101 (2009), 312.
[221] Carta enc. Spe salvi, : AAS 99 (2007), 985.


173 Lo repito: «Levántate, Iglesia en África, familia de Dios, porque te llama el Padre celestial a quien tus antepasados invocaban como Creador antes de conocer su cercanía misericordiosa, que se reveló en su Hijo unigénito, Jesucristo. Emprende el camino de una nueva evangelización con la valentía que procede del Espíritu Santo»[222].

[222] Homilía en la misa de clausura de la Segunda Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos (25 octubre 2009): AAS 101 (2009), 918.


174 El rostro de la evangelización lleva hoy el nombre de reconciliación, «condición indispensable para instaurar en África relaciones de justicia entre los hombres y para construir una paz justa y duradera en el respeto de cada individuo y de cada pueblo; una paz que […] se abre a la aportación de todas las personas de buena voluntad más allá de sus respectivas pertenencias religiosas, étnicas, lingüísticas, culturales y sociales»[223]. Que toda la Iglesia católica acompañe con su afecto a los hermanos y hermanas del continente africano. Que los santos de África los sostengan con su plegaria de intercesión[224].

[223] Ibíd.
[224] Cf. ibíd.


175 Que «el buen señor de la casa, san José, que personalmente conoce bien lo que significa ponderar, con actitud de solicitud y de esperanza, los caminos futuros de la familia, [y que] nos escuchó con amor y nos acompañó hasta el interior del mismo Sínodo»[225], proteja y acompañe a la Iglesia en su misión al servicio de África, tierra en la que encontró para la Sagrada Familia refugio y protección (cf. Mt 2,13-15). Que la Santísima Virgen María, Madre del Verbo de Dios y Nuestra Señora de África, siga acompañando a toda la Iglesia con su intercesión y su invitación a hacer todo lo que su Hijo nos diga (cf. Jn 2,5). Que la oración de María, Reina de la Paz, cuyo corazón atiende siempre a la voluntad de Dios, sostenga todo esfuerzo de conversión, que consolide cada iniciativa de reconciliación, y haga eficaces todos los esfuerzos en favor de la paz, en un mundo que tiene hambre y sed de justicia (cf. Mt 5,6).[226]

[225] Discurso a la Curia Romana (21 diciembre 2009): AAS 102 (2010), 34.
[226] Cf. Propositio 57.


176 Queridos hermanos y hermanas, a través de la Segunda Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos, el Señor bueno y misericordioso os recuerda encarecidamente que «vosotros sois la sal de la tierra… la luz del mundo» (Mt 5,13 Mt 5,14). Que estas palabras rememoren la dignidad de vuestra vocación de hijos de Dios, miembros de la Iglesia, una, santa, católica y apostólica. Esta vocación consiste en difundir, en un mundo a veces oscurecido, la claridad del Evangelio, el esplendor de Jesucristo, luz verdadera que «ilumina a todo hombre» (Jn 1,9). Los cristianos, además, han de ofrecer a los hombres el gusto por Dios Padre, el gozo de su presencia creadora en el mundo. Están llamados también a colaborar con la gracia del Espíritu Santo, para que el milagro de Pentecostés prosiga en el continente africano, y todo hijo de la Iglesia sea cada vez más apóstol de la reconciliación, la justicia y la paz.


177 Que la Iglesia católica en África sea siempre uno de los pulmones espirituales de la humanidad y se convierta cada día más en una bendición para el noble continente africano y para todo el mundo.

Ouidah, Benín, 19 de noviembre de 2011, séptimo año de mi Pontificado.

BENEDICTUS PP. XVI







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