Ireneo, Contra herejes Liv.5 ch.26


3.2. La definitiva victoria de Cristo


26,1. Más claramente aún Juan, discípulo del Señor, escribió en el Apocalipsis acerca de los últimos tiempos y de de los diez reyes que se dividirán el reino que ahora impera. Cuando explica el significado de los diez cuernos que Daniel vio, dice que esto le fue revelado: "Y los diez cuernos que viste son diez reyes a los que aún no se les ha dado el reino, sino que por una hora recibirán el poder junto con la bestia. Estos tienen una sola idea en su mente, la de entregar a la bestia la fuerza y el poder. Estos lucharán con el cordero, y éste los vencerá porque es el Señor de los señores y Rey de los reyes" (Ap 17,12-14). También se declara que aquel que viene matará a tres de ellos, los otros le quedarán sometidos, y el mismo será el octavo de ellos. Y devastarán Babilonia y la quemarán a fuego, le entregarán su reino a la bestia y perseguirán la Iglesia. Una vez acaecidas estas cosas, quedarán destruidos con la venida de nuestro Señor.

Que el reino será dividido (1193) y así acabará, lo dice el Señor: "Todo reino dividido perecerá, y toda ciudad o casa dividida no durará" (Mt 12,25). El reino, la ciudad y la casa se dividirán en diez partes. Ya el Señor preanunció esta división y partición.

Con precisión Daniel describe el final del cuarto reino, usando como imagen los dedos de los pies de la estatua que Nabucodonosor vio, sobre los cuales cayó la piedra no lanzada por ninguna mano: "Los pies eran parte de hierro y parte de barro, hasta que se desprendió una piedra sin que intervinieran manos, golpeó la estatua en los pies de hierro y barro, y los rompió por completo" (Da 2,34). Y más adelante da la explicación: "Has visto que los pies y los dedos eran parte de hierro y parte de barro. Esto quiere decir que el reino será dividido, aunque tenga raíz de hierro, pues viste que el hierro está mezclado con arcilla. Y los dedos de los pies son en parte de hierro y en parte de barro" (Da 2,41-42). Luego los diez dedos de los pies son los diez reyes entre los cuales se dividirá el reino, de los cuales unos serán fuertes, activos y eficaces, mientras otros serán descuidados e inútiles, y no se pondrán de acuerdo, como dice Daniel: "Parte del reino será fuerte y otra parte será débil. Así como viste el hierro mezclado con barro, así estarán mezclados los linajes humanos, y no se unirán unos con otros, así como el hierro no se alea con el barro" (Da 2,42-43). Y como llegará a su fin, añade: "En el tiempo de esos reyes el Dios del cielo suscitará un reino que jamás será destruido, y cuya soberanía no pasará a otro pueblo. Destruirá y acabará con todos los reinos y será exaltado para siempre, así como viste que del monte se desprendió una piedra sin intervención de manos, que rompió la arcilla, el hierro, el bronce, (1194) la plata y el oro. El Dios grande reveló al rey lo que ha de suceder. Su sueño es verdadero, y su interpretación es fidedigna" (Da 2,44-45).

26,2. El Dios grande ha dado a conocer el futuro por medio de Daniel, y lo ha confirmado por el Hijo. Cristo es la piedra desprendida sin obra de manos, la cual destruirá los reinos temporales y establecerá el eterno, que consiste en la resurrección de los justos (Lc 14,14) -pues "el Dios del cielo suscitará un reino que jamás será destruido" (Da 2,44)-. En consecuencia, recobren el sentido y acepten su engaño quienes, rechazando al Demiurgo, no aceptan que los profetas habían sido mandados por el mismo Padre que envió al Señor, sino afirman que los profetas provenían de diferentes Potencias. Pues, aquello que el Demiurgo había predicho de modo idéntico por todos los profetas, es lo mismo que Cristo realizó al final, llevando a cabo la voluntad del Padre para cumplir el plan salvador en su humanidad. A aquellos, pues, que blasfeman contra el Demiurgo -sea que lo hagan con sus propias palabras y de modo claro, como los seguidores de Marción, sea trastocando las palabras, como lo hacen los valentinianos y los que falsamente se llaman Gnósticos-quienes dan culto al Dios verdadero reconózcanlos como instrumentos de Satanás, por medio de los cuales el mismo Satanás hace lo que antes no se había atrevido, o sea maldecir a Dios, que preparó el fuego eterno para todas las apostasías (Mt 25,41).

3.3. Condena de Dios contra Satanás y los suyos


Pues él mismo no se atreve a blasfemar abiertamente contra su Señor, sino que desde el principio sedujo al hombre por medio de la serpiente, escondiéndose del Señor. Bien escribió Justino que antes de la venida del Señor, Satanás nunca se había atrevido a blasfemar contra Dios, pues ignoraba sobre su condenación, (1195) ya que los profetas habían hablado de él en parábolas y alegorías. En cambio, una vez que vino el Señor, por las palabras de Cristo y de los Apóstoles supo claramente que, por haberse separado de Dios por su propia voluntad, ha sido preparado para él el fuego eterno (Mt 25,41), así como para todos los que sin arrepentirse perseveran en la apostasía. Por medio de estos hombres blasfema contra el Señor su juez, como un condenado, e imputa a su Creador el pecado de su apostasía, y no a su decisión propia. Se parece a los que delinquen contra la ley y por eso reciben un castigo: se quejan de los jueces y no de su propia culpa. De modo semejante éstos, inspirados por el espíritu del diablo, acusan de muchas maneras a nuestro Creador que nos dio el Espíritu de vida y una ley para el bien de todos, y pretenden que el juicio de Dios no es justo. Por ese motivo inventan otro Padre que ni se preocupa de nosotros ni es providente en cuanto necesitamos, el cual incluso aprobaría todos los pecados.

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27,1. Si el Padre no juzga, será o porque no le toca, o porque tolera todo cuanto los hombres hacen. Y si no juzga, entonces todos los seres humanos estaremos en el mismo plano. En tal caso sería inútil la venida de Cristo, el cual se contradiría si no va a juzgar: "Yo he venido a separar al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra" (
Mt 10,35); estando dos en mismo techo, uno será tomado y otro dejado; y, moliendo dos mujeres en el molino, a una se la llevarán y a otra la dejarán (Lc 17,34-35); al final de los tiempos ordenará a los segadores recoger primero la cizaña y atarla en haces para arrojarla al fuego eterno, y en cambio almacenar el trigo en el granero (Mt 13,30); llamará a los corderos al Reino preparado para ellos, y arrojará a los cabritos al fuego eterno preparado por su Padre para el diablo y sus mensajeros (Mt 25,33-34,41).

¿Qué responder a esto? El Verbo vino para ruina y resurrección de muchos (Lc 2,34): para ruina de quienes no creen en él, (1196) los cuales en el juicio sufrirán una condena mayor que Sodoma y Gomorra (Lc 10,12); y para resurrección de quienes creen en él y cumplen la voluntad de su Padre que está en los cielos (Mt 7,21). Por consiguiente, si la venida del Hijo será igual para todos, a fin de juzgar y discernir por parejo a fieles e incrédulos -pues según su propia doctrina los fieles hacen su voluntad, y según su propia palabra los indóciles, confiados en su propia gnosis, no se acercan a su enseñanza-, es evidente que su Padre ha creado a todos por igual, ha dado a cada uno su propia capacidad de pensar y decidir libremente, ve todas las cosas y provee en favor de todos, "haciendo salir el sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos" (Mt 5,45).

27,2. A todos aquellos que guardan su amor, les ofrece su comunión. Y la comunión con Dios es vida, luz y goce de todos sus bienes. En cambio, según su misma palabra, a todos aquellos que se separan de él, los condena a la separación que ellos mismos han elegido. La separación de Dios es muerte, renuncia a la luz, tinieblas. La separación de Dios es pérdida de todos los bienes divinos. Por eso, quienes por la apostasía han perdido esas cosas, malogrados todos los bienes, viven en el castigo. No que Dios por sí mismo haya planeado castigarlos, sino que a ellos se les echa encima el sufrimiento de haberse separado por sí mismos (1197) de todos los bienes. Mas los bienes divinos son eternos y no tienen fin, por eso también es sin fin su pérdida. Es como la luz, que no tiene fin; pero a quienes se ciegan a sí mismos o a quienes otros privan definitivamente de la luz, para siempre les falta el gozo de la luz: no es que la luz los castigue con la ceguera, sino que su misma ceguera les produce el sufrimiento.

Por eso decía el Señor: "Quien cree en mí no será juzgado"; es decir, no será separado de Dios, pues está unido a él por la fe. "Mas quien no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios", pues de este modo él mismo se ha separado de Dios, por decisión propia. "Este es el juicio: que la luz vino a este mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz. Todo el que hace el mal odia la luz y no se acerca a ella, para que no se vean sus obras. Quien obra la verdad viene a la luz, para que se manifiesten sus obras, que él ha hecho en Dios" (Jn 3,18-21).

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28,1. En este mundo unos se acercan a la luz y se unen a Dios por la fe. Otros, en cambio, se apartan de la luz y se alejan de Dios. Por eso vino el Verbo de Dios para asignar a cada cual su propia morada: (1198) a quienes están en la luz, para que gocen de ella y de todos los bienes; a quienes viven en las tinieblas, para que les toque el sufrimiento que brota de ellas. Es el motivo por el cual a los que están a su derecha los declara llamados a poseer el Reino del Padre; en cambio a los de su izquierda les dice que irán al fuego eterno (
Mt 25,34); pues cada uno de éstos se ha privado de todos los bienes.

28,2. Por este motivo dice el Apóstol: "Como no acogieron el amor de Dios para salvarse, por eso Dios les envió un Poder del error, a fin de que sean juzgados cuantos no creyeron en la verdad, sino que se complacieron en la iniquidad" (2Th 2,10-12). Una vez que venga (el Anticristo) con sus planes recapitulará toda la apostasía en sí mismo, realizará todo lo que haga por su propia voluntad y arbitrio, sentado en el templo de Dios para que cuantos se dejen seducir por él lo adoren como a Cristo (2Th 2,4). Por eso justamente serán arrojados al estanque de fuego (Ap 19,20). Dios, por su parte, según su preciencia sabe de antemano todas las cosas, y a su debido tiempo enviará a quien debe cumplir estas cosas "para que crean en la falsedad y se condenen todos aquellos que no creyeron en la verdad, sino que se entregaron a la maldad" (396).

3.4. El nombre del Anticristo


Ya Juan en el Apocalipsis habló de esta venida: "La bestia que vi se parecía a una pantera. Sus patas eran como de un oso y su hocico semejante al del león. Y el dragón le dio su fuerza, su trono y un enorme poder. Una de sus cabezas parecía herida de muerte, pero la herida mortal estaba curada. Toda la tierra admiró la bestia y adoró el dragón, porque dio el poder a la bestia. Y adoró la bestia diciendo: ¿Quién hay como esta bestia, y quién puede pelear con ella? (1199) Y se le dio un hocico grandilocuente y blasfemo, y el poder durante 42 meses. Y abrió su hocico para blasfemar contra Dios, contra su nombre, contra su santuario y contra los habitantes del cielo. Y se le dio el poder sobre toda raza, pueblo, lengua y nación. Y la adoraron todos los habitantes en la tierra cuyos nombres no están escritos desde la creación del mundo en el libro de la vida del Cordero degollado. Si alguno tiene oídos para oír, que oiga. El que deba ser llevado cautivo, irá al cautiverio. El que mate a espada, a espada morirá. Esta es la paciencia y la fe de los santos" (Ap 13,2-10).

En seguida habla de su escudero, al que llama seudoprofeta: "Hablaba como un dragón. Ejercía todo el poder de la primera bestia en su presencia. Y obligó a la tierra y a cuantos en ella habitan a adorar la primera bestia, cuya herida mortal está curada. Y realiza grandes prodigios, como hacer bajar fuego del cielo a la tierra, en presencia de los seres humanos. Y seducirá a los habitantes de la tierra" (Ap 13,11-14). Dice estas últimas palabras a fin de que nadie vaya a creer que lo hace por poder divino, sino por obra de magia. Ni haya quien se admire de que, por medio de los demonios y espíritus apóstatas que le sirven, realice signos para seducir a los habitantes de la tierra. "Y ordenará que se fabrique un ídolo de la bestia, y dará la vida a este ídolo para que hable, y mandará matar a cuantos no lo adoren. Igualmente mandó marcar un tatuaje en la frente y en la mano derecha, para que nadie más pudiera comprar o vender, sino quien tiene la marca de la bestia y la cifra de su nombre: y esa cifra es seicientos sesenta y seis" (Ap 13,14-18), es decir, seis centenas, seis decenas y seis unidades, para recapitular toda su apostasía que se ha fabricado durante seis mil años.

(1200) 28,3. Pues el mundo se consumirá en el mismo número de miles de años como fueron los días en los que fue creado. Por eso dice la Escritura en el Génesis: "Y se terminó el cielo, la tierra y todo cuanto contienen. El día sexto Dios concluyó toda la obra que hizo, y el séptimo día descansó de todas las obras que realizó" (Gn 2,1-2). Esta es al mismo tiempo una narración de lo que Dios hizo, y una descripción profética de los hechos futuros. Porque, si "un día del Señor es como mil años" (2 Pt 3,8), y en seis días se completó la hechura de cuanto fue creado, es evidente que también su término será de seis mil años.

28,4. En todo tiempo el hombre, plasmado al inicio por las manos de Dios, o sea el Hijo y el Espíritu, sigue naciendo según la imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26), rechazando la paja que es la apostasía, y recogiendo en el granero el trigo (Mt 3,12), que son aquellos que por la fe fructifican en Dios. Por eso la tribulación es necesaria para quienes se salvan; para que, en cierto modo triturados, molidos y dispersos por el poder del Verbo de Dios, sirvan cocidos para el banquete del Rey. Así se expresó uno de los nuestros (1201) que, condenado al martirio, fue arrojado a las fieras: "Soy trigo de Cristo, y me masticarán los dientes de las fieras, para que se me encuentre como trigo de Dios". (397)

(396) Texto aproximativo a 2Th 2,11-12, tal vez citado a memoria.

(397) S. IGNACIO DE ANTIOQUIA, Ad Rm. 3: PG 5, 808.

3.5. El Anticristo recapitula toda la iniquidad


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29,1. En los libros anteriores expusimos los motivos por los cuales Dios ha permitido que sucedan estas cosas, y mostramos cómo todos los hechos de esta naturaleza han acaecido para la salvación del hombre, porque le hacen madurar para la inmortalidad en todo aquello que cae bajo el poder de su libertad, y lo preparan para que sea más capaz de someterse a Dios para siempre. Por esta razón la creación está sometida a los seres humanos: en efecto, el hombre no fue hecho para ella, sino ella para el hombre. Con justa causa la Escritura juzgó aun a los paganos que se negaron a levantar sus ojos al cielo para dar gracias a su Creador y a contemplar la luz de la verdad, sino que como ratones ciegos se escondieron en lo profundo de su falta de sabiduría, "como gotas de agua en un balde, como granos de polvo en la balanza y como nada" (
Is 40,15-17); mas son de utilidad para los justos, así como la caña es útil para que el grano crezca y la paja sirve para quemarse y con el fuego fundir el oro. Y por eso, cuando al final de los siglos la Iglesia se levante, "habrá una tribulación como no la ha habido desde el principio ni la habrá" (Mt 24,21): pues en los últimos tiempos los justos deberán luchar, y los vencedores recibirán la incorrupción como corona.

29,2. Por todo lo anterior, la bestia que ha de venir recapitulará en sí toda la iniquidad y todo crimen a fin de que, agrupando y encerrando en ella toda la fuerza de la apostasía, sea en ella arrojada al horno de fuego (Ap 19,20). (1202) Con razón su nombre llevará la cifra 666 (Ap 13,18), la cual recapitula toda la malicia anterior al diluvio, toda la mezcla de males que provocó la apostasía de los ángeles -Noé tenía seiscientos años cuando el diluvio cayó sobre la tierra (Gn 7,6) y aniquiló todos los seres vivientes sobre la tierra (398), por la perversidad de la generación en tiempos de Noé-. Esa apostasía recapitula todos los errores e idolatrías cometidos desde el diluvio, el asesinato de los profetas y los suplicios infligidos a los justos. El ídolo que Nabucodonosor erigió era de sesenta codos de alto y seis de ancho (Da 3,1), y por negarse a adorarlo, Ananías, Azarías y Misael fueron arrojados al horno de fuego (Da 3,20), prueba que sirvió como profecía de lo que sucederá al fin de los tiempos, cuando los justos sufrirán la prueba del fuego: pues dicho ídolo fue el preanuncio de la llegada de aquel que ordenará a todos los hombres sólo a él adorarlo. Así, pues, los seiscientos años de Noé, en cuyo tiempo cayó el diluvio por motivo de la apostasía, y el número de codos del ídolo por motivo del cual los justos fueron arrojados al horno de fuego, forman la cifra del nombre (1203) en el cual se recapitulan seis mil años de toda apostasía, injusticia, maldad, seudoprofecía y dolo, por los cuales descenderá también un diluvio de fuego.

(398) En el latín dice "para destruir la insurrección de la tierra" (delens insurrectionem terrae), en la retroversión griega, lit. "para destruir a los que se yerguen (anástema) de la tierra".


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3.6. El número de la bestia


30,1. Si lo anterior es verdad, si este número se halla en todos los manuscritos antiguos y autorizados, si dan testimonio de él todos aquellos que vieron a Juan cara a cara, y si la razón nos enseña que la cifra del nombre de la bestia según la computación de los griegos debe tener las letras que se hallan en 666 (es decir igual número de centenas, decenas y unidades) -pues el número seis conservado en cada cifra parece recapitular toda la apostasía desde el principio, pasando por los tiempos intermedios hasta los últimos-, no sé cómo erraron algunos, con tal de seguir sus propias ideas, al cambiar el número intermedio del nombre; pues restaron cincuenta al número original, y pretendieron que fuese 10. Tal vez, imagino, fue error de amanuenses, (1104) porque, como en griego se ponen letras en lugar de números, fácilmente cambiaron la letra que significa 60, por la iota. Después otros pudieron hacer lo mismo, sin confrontar con el original. Otros simplemente asumieron ingenuamente el número 10. Incluso algunos, por ignorancia, se atrevieron a investigar los nombres que llevaban ese número falso. En mi opinión, Dios perdonará a todos los que por simplicidad y sin malicia hicieron esto; en cambio, a quienes, buscando una gloria vana, se decidieron por un nombre que lleva el número falso, y por su propia autoridad definieron el nombre de aquel que ha de venir, a éstos les irá mal, porque se sedujeron a sí mismos y a los fieles. El primer daño que han causado es alejarse de la verdad, juzgando como si fuese lo que no es; además, un castigo de la Escritura no despreciable recaerá sobre tales hombres. Se añadirá otro peligro no pequeño (1205) para quienes erróneamente presumen de conocer ese nombre: si creen que es un nombre, y el que vendrá tiene otro, él podrá seducirlos fácilmente, pues creerán que aún no se presenta aquél de quien deben precaverse.

30,2. Es preciso, pues, que tales personas cambien lo que han aprendido y tornen a la verdadera cifra del nombre, para que no sean juzgados entre los falsos profetas. Sino que, conociendo con certeza el número que la Escritura ha anunciado, o sea 666 (
Ap 13,18), en primer lugar hagan caso de la división del reino en diez partes; y en seguida, mientras estos reyes gobiernan y sueñan en conseguir sus negocios y aumentar su reino, reconozcan a aquel que vendrá de repente a reivindicar su reino, aterrorizando a dichos reyes. Este será el que tenga el nombre que contiene la cifra de que hemos hablado. A éste es a quien hay que reconocer como la abominación de la desolación (Mt 24,15). A este se refiere el Apóstol: "Cuando digan: Paz y seguridad, será cuando la ruina caerá de repente sobre ellos" (1 Tes 5,3). Jeremías habla no sólo de su venida imprevista, sino también de la tribu de la cual ha de provenir: "Desde Dan se escucha el resoplar de sus caballos; toda la tierra temblará ante el relincho de sus corceles. Vendrá a devorar el país y todo cuanto hay en él: sus ciudades y sus habitantes" (Jr 8,16). Por este motivo el Apocalipsis no enumera dicha tribu entre las que se han de salvar (Ap 7,5-8).

30,3. Más seguro y sin peligro es esperar que se cumpla la profecía, que ponerse a adivinar o a hipotizar cualquier nombre; (1206) pues se pueden encontrar muchos nombres que llevan dicha cifra, y siempre se pondrá la misma cuestión. Porque si muchos nombres contienen tal cifra, siempre puede preguntarse cuál es el que llevará el que ha de venir. No decimos esto por falta de nombres que tengan esa cifra, sino por temor a Dios y celo por la verdad. EUANTHAS, por ejemplo, tiene la cifra que buscamos, pero no podemos afirmar nada sobre él. Así también el nombre LATEINOS encierra el número 666, y es un número verosímil, porque esta palabra señala el último de los reinos, pues los latinos tienen ahora el poder; pero no nos gloriamos de identificarlo. También TEITAN, que en la primera sílaba contiene una doble vocal griega: E e I, es el nombre más probable entre los que hallamos. Porque ese nombre consta de seis letras, cada una de sus dos sílabas consta de tres letras, y es un nombre antiguo y extraordinario; pues ninguno de los actuales reyes lleva el nombre de Titán, ni se denomina así ninguno de los ídolos que los griegos y los bárbaros adoran. Y, sin embargo, muchos consideran divino ese nombre, pues también se llama Titán al sol; y en sí este nombre evoca un cierto sentido ostentoso de venganza y revancha, que parece simular las acciones del que ha de vengarse con malos tratos. Además es muy antiguo, digno y más propio de un rey que de un tirano. Pero, aunque (1207) el nombre de Titán sea tan probable, a tal punto que muchos se preguntan si no se llamará así el que ha de venir, sin embargo no correremos el riesgo de pronunciarnos acerca del nombre que habrá de llevar; pues sabemos que, si su nombre debiera ser claramente proclamado ya en el presente, lo habría dicho aquel que lo contempló en el Apocalipsis; además, esta visión ha tenido lugar casi en nuestro tiempo, hacia el final del imperio de Domiciano.

30,4. (El Apocalipsis) ha apuntado el nombre (del Anticristo) para precavernos de él cuando venga, sabiendo quién es. Pero calló el nombre, porque no es digno que el Espíritu Santo lo pregone. En efecto, si éste lo hubiese pregonado, podría permanecer por mucho tiempo. Mas puesto que "era pero ya no es; va a surgir del abismo pero para ir a la perdición" (Ap 17,8), como quien no existe, por eso no se ha proclamado su nombre. Cuando el Anticristo devastare todas las cosas en este mundo, y hubiese reinado durante tres años y seis meses, sentado en el templo de Jerusalén, entonces el Señor vendrá entre las nubes del cielo en la gloria del Padre (Mt 16,27). Entonces lo enviará al lago de fuego con sus seguidores (Ap 19,20), e instaurará el tiempo del reino para los justos, es decir el descanso, (1208) el séptimo día santificado, y cumplirá a Abrahám la promesa de la herencia. Este es el reino al cual, según la palabra del Señor, muchos vendrán de oriente y occidente, para tomar su lugar junto con Abraham, Isaac y Jacob (Mt 8,11).

4. La resurrección de la carne


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4.1. Preparación gradual de los salvados


31,1. Sin embargo, muchos que simulan creer rectamente descuidan el orden que debe seguir el crecimiento de los justos, e ignoran el ritmo del camino hacia la incorrupción, interpretándolo con un modo de pensar herético -pues los herejes desprecian la creación de Dios y rechazan la salvación de su carne; también desprecian la promesa divina, y en su sentir de las cosas intentan superar a Dios; aseguran que al morir ellos subirán por encima de los cielos y del Creador, para ir a la Madre o a aquel a quien ellos imaginan como Padre-. Condenan la resurrección universal y, en cuanto de ellos depende, acaban con ella. ¿Qué de extraño si incluso ignoran el camino hacia la resurrección? ¿No quieren entender que, si las cosas fuesen como ellos enseñan, el mismo Señor, en el cual dicen creer, no habría resucitado de entre los muertos después de tres días, sino que al morir en la cruz de inmediato habría subido, abandonando el cuerpo en la tierra? Sin embargo, permaneció tres días en el lugar de los muertos, como dice de él un profeta: "El Señor se acordó de sus santos muertos que dormían en la tierra de la tumba, y bajó a ellos para sacarlos (1209) y salvarlos". (399) El mismo Señor dijo: "Así como Jonás permaneció tres días y tres noches en el vientre de la ballena, así también el Hijo del Hombre estará en el seno de la tierra" (
Mt 12,40). Y el Apóstol escribe: "¿Qué quiere decir ascendió, sino que también descendió a las regiones inferiores de la tierra?" (Ep 4,9). También David profetizó acerca de él: "Y arrancaste mi vida del fondo del abismo" (Ps 86,13). Habiendo resucitado al tercer día, dijo a María, la primera que lo vio y quería adorarlo: "No me toques, pues aún no subo al Padre, sino ve a mis discípulos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre" (Jn 20,17).

31,2. El Señor se sometió a la ley de la muerte para ser el Primogénito de los muertos (Col 1,18) y duró tres días en los lugares inferiores de la tierra (Ep 4,9), en seguida resucitó en la carne, de manera que mostró los agujeros de los clavos a sus discípulos (Jn 20,25-27), y subió al Padre. Entonces, ¿cómo no se avergüenzan de decir que los lugares inferiores son este mismo mundo en que habitamos, en cambio el hombre interior de quien hablan dejaría aquí el cuerpo, para subir a un lugar que está por encima de los cielos? Puesto que el Señor "habitó en la sombra de la muerte" (Ps 23,4), donde estaban las almas de los muertos, luego resucitó corporalmente y después de resucitar fue asumido, es evidente que las almas de los discípulos por los cuales el Señor realizó esta obra, irán a un lugar invisible señalado por Dios, y ahí permanecerán en espera de resucitar. En seguida recibirán sus cuerpos, y resucitando enteramente, es decir corporalmente, así como Cristo resucitó, se presentarán en la presencia de Dios. "Ningún discípulo está sobre su maestro; sino que todo discípulo consumado será como su maestro" (Lc 6,40). (1210) Sin embargo, nuestro Maestro no se retiró volando de inmediato, sino que después de su resurrección se detuvo durante el tiempo asignado por el Padre, simbolizado por Jonás: después de tres días fue asumido. De modo semejante también nosotros debemos esperar el tiempo que el Padre ha decidido para que resucitemos, como los profetas lo anunciaron. Así resucitaremos todos aquellos a quienes el Señor juzgare dignos.

(399) Una cita del Seudojeremías también citado en III, 20,4 (ver ahí la nota), donde lo atribuye a Isaías, y en IV, 33,12. No se conoce en la Biblia como la conservamos.


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4.2. Cumplimiento de las promesas divinas

32,1. Mas algunos cambian de opinión, dejándose arrastar por las prédicas de los herejes, e ignoran la Economía de Dios y el misterio de la resurrección de los justos y del Reino, que es el preludio de la incorrupción; Reino por el cual quienes fueren dignos poco a poco se acostumbrarán a captar a Dios. Por ello es preciso explicar acerca de este asunto, que, a la aparición del Señor, los justos serán los primeros en recibir la herencia que Dios prometió a los padres, despertando en una condición renovada de su ser, y con él reinarán; el juicio universal vendrá en seguida. Pues justo es que reciban los frutos de sus dolores en la misma naturaleza en la que han laborado o padecido, y han sido probados con todo tipo de sufrimiento; que reciban la vida en la misma naturaleza en la que fueron asesinados por el amor de Dios; y que reinen con la misma naturaleza en la cual fueron sometidos como esclavos. Pues rico es el Señor en todos los bienes, y todas las cosas son suyas. Por eso conviene que la misma creación restaurada en su estado original, sirva sin impedimento a los justos. El Apóstol declara todo esto en la Carta a los Romanos: "Con expectativa la creación espera la revelación de los hijos de Dios. Pues ella fue sometida a la vanidad, no por su voluntad, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de que la creación misma será liberada de servir a la corrupción, para tener parte en la gloriosa libertad de los hijos de Dios" (
Rm 8,19-21).

32,2. De esta manera se mantiene fiel la promesa de Dios a Abraham: "Levanta los ojos y mira, desde donde estás, al norte y al sur, al oriente y al occidente: a ti y a tu descendencia daré para siempre toda la tierra que ves" (Gn 13,14-15). (1211) Y también: "Levántate y recorre en toda su longitud y anchura la tierra que te daré" (Gn 13,17). Sin embargo, Abraham no recibió en herencia ni siquiera un pie de aquella tierra (Ac 7,5), sino que siempre fue extranjero y peregrino (Gn 23,4). Y cuando Sara su esposa murió, no quiso recibir gratuitamente el terreno para sepultarla, aunque los heteos se lo ofrecían, sino que por 400 denarios compró de Eprón hijo de Seor el eteo, el lugar para la tumba (Gn 23,2-20). Lo hizo por fidelidad a la promesa divina, pues no quiso recibir de los hombres lo que Dios le había prometido cuando le dijo: "A tu descendencia daré esta tierra, desde Egipto hasta el gran río Eufrates" (Gn 15,18). Mas si no recibió durante su vida la prometida herencia de la tierra, es preciso que la reciba en su descendencia, o sea en aquel que cree en el Señor y lo teme, cuando los justos resuciten.

Su descendencia es la Iglesia, que ha recibido del Señor la filiación adoptiva de su padre Abraham (400), como Juan el Bautista predicó: "Poderoso es Dios para hacer de las piedras hijos de Abraham" (Mt 3,9 Lc 3,8). Y el Apóstol dice en la Carta a los Gálatas: "Vosotros, hermanos, sois hijos según la promesa a Isaac" (Ga 4,28). En la misma epístola escribe que, quienes han creído en Cristo, reciben la promesa de Abraham: "Las promesas fueron hechas a Abraham y a su descendencia. No dice: A sus descendencias, como si se tratara de muchos, sino de uno: A tu descendencia, o sea Cristo" (Ga 3,16). Y, confirmando lo que ha escrito, añade: "Abraham creyó y le fue reputado a justicia. Sabéis que quienes han nacido de la fe son hijos de Abraham. La Escritura, conociendo de antemano que Dios justifica a los gentiles por la fe, anunció a Abraham que todas las naciones serían en él benditas. Por este motivo, los fieles son bendecidos junto con Abraham el creyente" (Ga 3,6-9). Así pues, los fieles son bendecidos con Abraham el creyente, y por ello son hijos de Abraham. Dios prometió la herencia de la tierra a Abraham y a su descendencia. Y ni Abraham ni su descendencia, es decir los justificados ahora por la fe, poseen ya la herencia: la recibirán en la resurrección de los justos. Dios es fiel y no miente. Por ello el Señor proclamó: "Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra" (Mt 5,4).

(400) Es decir: los hebreos son hijos naturales de Abraham; pero la Iglesia ha sido convocada de todas las naciones, y sin embargo también es hija de Abraham: sólo puede serlo por adopción.


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4.3. La tierra prometida en herencia


(1212) 33,1. Esa es la razón por la cual, en el momento de afrontar la pasión, a fin de anunciar la Buena Nueva a Abraham y a quienes con él esperan la entrega de la herencia, habiendo dado gracias sobre el cáliz y bebido de él, lo dio a sus discípulos diciendo: "Bebed todos de él: éste es mi cáliz de la Nueva Alianza, que será derramado por (los) muchos para el perdón de los pecados. Os digo que dentro de poco ya no beberé del producto de la vid, hasta el día en que lo beba de nuevo con vosotros en el reino de mi Padre" (
Mt 26,27-29). Prometió beber con sus discípulos el fruto de la vid en la tierra que recibiría en herencia, la que él mismo renovará y reintegrará (a su primer estado) para servir a la gloria de los hijos de Dios, como canta David: "Renovará la faz de la tierra" (Ps 104,30). En esta acción reveló a sus discípulos dos cosas: la herencia de la tierra en la que se beberá el vino nuevo, y la resurrección de la carne. Pues la carne que de nuevo resucita es la misma que bebe el cáliz nuevo. Porque, ni es inteligible que él beba el fruto de la vid con sus discípulos en un lugar superior a los cielos, ni que él y ellos lo beban sino en la carne; pues propio es de la carne y no del espíritu beber el vino de la vid.

33,2. Por eso el Señor decía: "Cuando hagas una comida o una cena, no invites a los ricos, vecinos y parientes, para que no te vayan a invitar a su vez, y así te den tu recompensa. Invita más bien a los cojos y mendigos, y serás dichoso, porque ellos no te lo pueden pagar, sino que recibirás tu paga en la resurrección de los justos" (Lc 14,12-13). Y decía también: "Quienquiera dejare campos o casa o parientes o hermanos o hijos por mí, recibirá cien veces más en este mundo, y en el futuro heredará la vida eterna" (Mt 19,29 Lc 18,29-30). ¿Qué significa cien veces más en este mundo, las comidas ofrecidas a los pobres y las cenas que tendrán una recompensa? Son aquellas que tendrán lugar al llegar el Reino, o sea en el séptimo día que fue santificado porque el Señor descansó de todas sus obras (Gn 2,2-3), es decir, el verdadero sábado de los justos en el cual ya no llevarán a cabo las obras de la tierra, sino que hallarán preparada la mesa del Señor, que los alimentará con toda suerte de manjares.

(1213) 33,3. También se cumple la bendición con la que Isaac bendijo a Jacob, su hijo menor: "El olor de mi hijo es como el olor de un campo que el Señor bendijo" (Gn 27,27). El campo es el mundo (Mt 13,38). Por eso añadió: "El Señor te dé el rocío del cielo y mucho trigo y vino de la tierra fértil. Que las naciones te sirvan y los príncipes te adoren, y sé para tu hermano un señor, y te veneren los hijos de tu padre. Sea maldito quien te maldiga y bendito quien te bendiga" (Gn 27,28-29). Si lo anterior no se refiere al tiempo del Reino del que acabamos de hablar, caerá en grande contradicción y absurdo, como cayeron los judíos y siguen atrapados en dificultades. Pues no sólo las naciones no sirvieron a Jacob en esta vida, sino que, aun después de la bendición, él siguió sirviendo a su tío Labán el Sirio durante veinte años (Gn 28-31). Y no sólo no fue señor de su hermano, sino que, cuando regresó de Mesopotamia a la casa paterna, se postró ante Esaú y le ofreció muchos dones (Gn 32-33). ¿Cómo pudo recibir en herencia abundancia de trigo y de vino, si por la terrible hambruna de la tierra en que vivía, tuvo que emigrar a Egipto y someterse al faraón que en ese momento gobernaba el país? Por consiguiente, dicha bendición sin duda alguna tiene cumplimiento en el tiempo del Reino, cuando reinarán los justos que resucitarán de entre los muertos, el día en que toda la creación renovada y liberada producirá todo tipo de manjares, el rocío del cielo y la fertilidad de la tierra.

Esto es lo que recuerdan haber oído de Juan, el discípulo de Jesús, los presbíteros que lo conocieron, acerca de cómo el Señor les había instruido sobre aquellos tiempos: "Llegarán días en los cuales cada viña tendrá diez mil cepas, cada cepa diez mil ramas, cada rama diez mil racimos, cada racimo diez mil uvas, y cada uva exprimida producirá 25 medidas de vino. Y cuando uno de los santos corte un racimo, otro racimo le gritará: ¡Yo soy mejor racimo, cómeme y bendice por mí al Señor! De igual modo un grano de trigo (1214) producirá diez mil espigas, cada espiga a su vez diez mil granos y cada grano cinco libras de harina pura. Lo mismo sucederá con cada fruto, hierba y semilla, guardando cada uno la misma proporción. Y todos los animales que coman los alimentos de esta tierra, se harán mansos y vivirán en paz entre sí, enteramente sujetos al hombre".

33,4. El anciano Papías, que también escuchó a Juan como compañero de Policarpo, ofrece el testimonio siguiente en el cuarto de sus cinco libros, añadiendo: "Cuantos tienen fe aceptarán lo anterior. Y como Judas el traidor no creyese y le preguntase: ¿Cómo podrá el Señor producir tales frutos?, el Señor le respondió: Lo verán quienes irán a esa tierra".

Esto es lo que profetizó Isaías: "Pacerán juntos el lobo y el cordero, la pantera jugará con el cabrito, el becerro y el toro pacerán con el león y un niño pequeño los conducirá. El buey y el oso pacerán juntos, sus crías andarán juntas y el león comerá paja con el buey. El niño meterá la mano en el agujero de la serpiente y en el nido de sus vástagos, y no le harán daño ni se podrá perder ninguno en mi monte santo" (Is 11,6-9). Y más adelante lo resume: "Entonces el lobo y el cordero pacerán juntos, tanto el buey como el león se alimentarán de paja, el pan de la serpiente será el polvo, y ninguno de ellos causará algún mal ni harán daño en mi monte santo. Palabra del Señor" (Is 65,25).

No se me escapa que algunos tratan de aplicar estas cosas a los hombres salvajes de diversos pueblos que se han convertido a la fe y viven en paz con los justos. Mas, aunque esto sucede a muchos seres humanos que de varias naciones paganas se acercan a la única fe, sin embargo esto tendrá cumplimiento en todos los seres vivientes después de la resurrección de los justos, como hemos expuesto. (1215) Porque Dios es rico en todas las cosas, y es necesario que, una vez restaurada la creación según el plan original, todos los animales estén sujetos al hombre, que vuelvan a comer el alimento que el Señor les dio al principio, como cuando, antes de la desobediencia, estaban sujetos a Adán (Gn 1,26-28) y comían los frutos de la tierra (Gn 1,30). Por otra parte, no se trata aquí de probar que el león se alimenta de paja: ésta simboliza la abundancia y exquisitez de los frutos; pues si un animal como el león se alimentará de paja, ¿de qué calidad será el trigo cuya paja sirve para alimentar leones?


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Ireneo, Contra herejes Liv.5 ch.26