Baruc (BPD) 1



BARUC


Introducción

1 1 Texto del escrito que Baruc, hijo de Nerías, hijo de Maasías, hijo de Sedecías, hijo de Asadías, hijo de Jilquías, escribió en Babilonia, 2 en el año quinto, el séptimo día del mes, en la época en que los caldeos habían tomado Jerusalén y la habían incendiado.
3
Baruc leyó el texto de este escrito en presencia de Jeconías, hijo de Joaquím, rey de Judá, y de todo el pueblo que había venido para escuchar esta lectura; 4 en presencia de las autoridades y de los príncipes reales, de los ancianos y de todo el pueblo –desde el más pequeño hasta el más grande– de todos los que habitaban en Babilonia junto al río Sud. 5 Se derramaron lágrimas, se ayunó y se oró delante del Señor. 6 También se recogió dinero según las posibilidades de cada uno, 7 y se lo envió a Jerusalén, al sacerdote Joaquím, hijo de Jilquías, hijo de Salóm, y a los otros sacerdotes y a todo el pueblo que se encontraba con él en Jerusalén. 8 Baruc ya había recuperado, el décimo día del mes de Siván, los vasos de la Casa del Señor sacados del Templo, a fin de devolverlos a la tierra de Judá. Eran objetos de plata que había hecho Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá, 9 después que Nabucodonosor, rey de Babilonia, deportó desde Jerusalén y llevó a Babilonia a Jeconías, a los príncipes, a los rehenes, a los nobles y a la gente del país.
10
Les escribieron lo siguiente: Aquí les enviamos dinero; compren con él víctimas para los holocaustos y los sacrificios por el pecado, y también incienso; hagan ofrendas y preséntenlas sobre el altar del Señor, nuestro Dios. 11 Rueguen por la vida de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y por la de su hijo Baltasar, para que sus días sean sobre la tierra como los días del cielo. 12 Que el Señor nos dé fuerza e ilumine nuestros ojos, para que vivamos a la sombra de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y a la sombra de su hijo Baltasar, y lo sirvamos mucho tiempo, gozando de su favor. 13 Rueguen también por nosotros al Señor, nuestro Dios, porque hemos pecado contra él, y la ira del Señor y su indignación no se han alejado de nosotros hasta el día de hoy. 14 Lean este libro, que nosotros les enviamos para que se haga confesión de los pecados en la Casa del Señor, en el día de la Fiesta y en los días de la Asamblea.

ORACIÓN PENITENCIAL



La confesión de los pecados

15 Ustedes dirán: Al Señor, nuestro Dios, pertenece la justicia; a nosotros, en cambio, la vergüenza reflejada en el rostro, como sucede en el día de hoy: vergüenza para los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén, 16 para nuestros reyes y nuestros jefes, para nuestros sacerdotes, nuestros profetas y nuestros padres. 17 Porque hemos pecado contra el Señor, 18 le hemos sido infieles y no hemos escuchado la voz del Señor, nuestro Dios, que nos mandaba seguir los preceptos que él puso delante de nosotros. 19 Desde el día en que el Señor hizo salir a nuestros padres del país de Egipto, hasta el día de hoy, hemos sido infieles al Señor, nuestro Dios, y no nos hemos preocupado por escuchar su voz.
20
Por eso han caído sobre nosotros tantas calamidades, así como también la maldición que el Señor profirió por medio de Moisés, su servidor, el día en que hizo salir a nuestros padres del país de Egipto, para darnos una tierra que mana leche y miel. Esto es lo que nos sucede en el día de hoy. 21 Nosotros no hemos escuchado la voz del Señor, nuestro Dios, conforme a todas las palabras de los profetas que él nos envió. 22 Cada uno se dejó llevar por los caprichos de su corazón perverso, sirviendo a otros dioses y haciendo el mal a los ojos del Señor, nuestro Dios.
2 1 Por eso el Señor ha cumplido la amenaza que había pronunciado contra nosotros, contra los jueces que gobernaron a Israel, contra nuestros reyes, contra nuestros jefes y contra los hombres de Israel y de Judá. 2 Nunca se hizo bajo el cielo nada semejante a lo que él hizo en Jerusalén, conforme a lo que está escrito en la Ley de Moisés, 3 a tal punto que llegamos a comer, uno la carne de su hijo, y otro la carne de su hija. 4 Él los entregó en manos de todos los reinos que nos rodean, para que cayeran en el oprobio y la desolación, entre todos los pueblos de los alrededores donde el Señor los dispersó. 5 Así quedaron sometidos, en lugar de prevalecer, porque nosotros hemos pecado contra el Señor, nuestro Dios, al no escuchar su voz.
6
Al Señor, nuestro Dios, pertenece la justicia; a nosotros, en cambio, y a nuestros padres la vergüenza reflejada en el rostro, como sucede en el día de hoy. 7 Todo lo que el Señor había anunciado contra nosotros, todas esas desgracias nos han sobrevenido. 8 Nosotros no hemos aplacado con nuestras súplicas el rostro del Señor, apartándonos cada uno de los pensamientos de su corazón perverso. 9 Por eso el Señor estuvo atento a estas calamidades y las descargó sobre nosotros, porque él es justo en todo lo que nos manda hacer. 10 Pero nosotros no hemos escuchado la voz del Señor, que nos mandaba seguir los preceptos que él puso delante de nosotros.

Súplica para obtener el perdón

11 Y ahora, Señor, Dios de Israel, que hiciste salir a tu pueblo de la tierra de Egipto con mano fuerte, con signos y portentos, con gran poder y con el brazo en alto, haciéndote así un Nombre famoso hasta el día de hoy, 12 nosotros hemos pecado, nos hemos hecho impíos, hemos incurrido en la injusticia, Señor, Dios nuestro, desobedeciendo todas tus prescripciones. 13 Que tu furor se aparte de nosotros, porque hemos quedado muy pocos entre las naciones donde nos has dispersado.
14
Escucha, Señor, nuestra oración y nuestra súplica, y por tu honor, líbranos y concédenos el favor de aquellos que nos han deportado, 15 para que toda la tierra conozca que tú eres el Señor, nuestro Dios, porque tu Nombre ha sido invocado sobre Israel y sobre su raza. 16 Mira, Señor, desde tu santa morada y piensa en nosotros; inclina tu oído y escucha; 17 abre, Señor, tus ojos y mira; porque no son los muertos que están en el Abismo, aquellos cuyo espíritu ha sido arrancado de sus entrañas, los que tributan gloria y justicia al Señor; 18 sino que es el alma llena de aflicción, y son los que caminan encorvados y sin fuerzas, los ojos debilitados y el alma hambrienta los que te tributan, Señor, gloria y justicia. 19 No es por las obras de justicia de nuestros padres y de nuestros reyes, que nosotros presentamos nuestra súplica delante de tu rostro, Señor, Dios nuestro. 20 Porque tú has enviado sobre nosotros tu furor y tu indignación, como lo habías anunciado por medio de tus servidores, los profetas, diciendo: 21 Así habla el Señor: Dobleguen sus espaldas y sirvan al rey de Babilonia, y permanecerán en la tierra que yo he dado a sus padres. 22 Pero si ustedes no escuchan la voz del Señor, sirviendo al rey de Babilonia, 23 yo haré cesar en las ciudades de Judá y dentro de Jerusalén el grito de gozo y el grito de alegría, el canto del esposo y el canto de la esposa, y todo el país se convertirá en un desierto sin habitantes. 24 Y nosotros no hemos escuchado tu voz, que nos mandaba servir al rey de Babilonia; por eso, tú has cumplido la amenaza que habías pronunciado por medio de tus servidores, los profetas, a saber, que serían sacados de su sitio los huesos de nuestros reyes y los huesos de nuestros padres. 25 Y ahora han sido arrojados al calor del día y al frío de la noche, después de haber muerto en medio de crueles sufrimientos, por el hambre, la espada y la peste. 26 Tú has reducido esta Casa sobre la que había sido invocado tu Nombre, a lo que es en el día de hoy, a causa de la maldad de la casa de Israel y de la casa de Judá.
27
Sin embargo, tú nos has tratado, Señor, Dios nuestro, conforme a toda tu benignidad y a tu gran compasión, 28 como lo habías anunciado por medio de Moisés, tu servidor, el día en que le ordenaste escribir tu Ley en presencia de los israelitas, diciendo: 29 “Si ustedes no escuchan mi voz, esta grande, esta inmensa muchedumbre será reducida a un pequeño número entre las naciones adonde los dispersaré. 30 Yo sé, en efecto, que ellos no me escucharán, porque son un pueblo obstinado y rebelde, pero en la tierra de su exilio, volverán sobre sí mismos 31 y conocerán que yo soy el Señor, su Dios. Les daré un corazón y oídos dóciles, 32 y ellos me alabarán en la tierra de su exilio y se acordarán de mi Nombre. 33 Se arrepentirán de su obstinación y de sus malas acciones, porque se acordarán de la suerte de sus padres que pecaron contra el Señor. 34 Entonces los haré volver a la tierra que juré dar a sus padres, a Abraham, a Isaac y a Jacob, y se adueñarán de ella. Los multiplicaré y ya no disminuirán. 35 Estableceré para ellos una alianza eterna, para que yo sea su Dios y ellos sean mi Pueblo, y ya no arrojaré más a mi pueblo Israel de la tierra que les he dado”.

Reiteración de la súplica

3 1 Señor todopoderoso, Dios de Israel, es un alma angustiada y un espíritu acongojado el que grita hacia ti. 2 Escucha, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti. 3 Tú permaneces para siempre, mientras que nosotros perecemos para siempre. 4 Señor todopoderoso, Dios de Israel, escucha la plegaria de los muertos de Israel, de los hijos de aquellos que han pecado contra ti y no han escuchado la voz del Señor, su Dios, por lo que han caído sobre nosotros estas calamidades. 5 No te acuerdes de las injusticias de nuestros padres, sino acuérdate en este momento de tu mano y de tu Nombre. 6 Porque tú eres el Señor, nuestro Dios, y nosotros te alabaremos, Señor. 7 Sí, tú has infundido tu temor en nuestro corazón, para que invocáramos tu Nombre, y nosotros te alabaremos en nuestro exilio, porque hemos arrojado de nuestro corazón toda la injusticia de nuestros padres que pecaron contra ti. 8 Aquí estamos hoy en la tierra de nuestro exilio donde tú nos has dispersado, soportando el oprobio, la maldición y la condena, por todas las injusticias de nuestros padres, que se apartaron del Señor, nuestro Dios.


REFLEXIÓN SOBRE LA SABIDURÍA



Exhortación a volver a la fuente de la Sabiduría

9 Escucha, Israel, los mandamientos de vida;
presta atención para aprender a discernir.
10
¿Por qué, Israel, estás en un país de enemigos
y has envejecido en una tierra extranjera?
11
¿Por qué te has contaminado con los muertos,
contándote entre los que bajan al Abismo?
12
¡Tú has abandonado la fuente de la sabiduría!
13
Si hubieras seguido el camino de Dios,
vivirías en paz para siempre.
14
Aprende dónde está el discernimiento,
dónde está la fuerza y dónde la inteligencia,
para conocer al mismo tiempo
dónde está la longevidad y la vida,
dónde la luz de los ojos y la paz.

La Sabiduría inaccesiblea la inteligencia humana

15 ¿Quién ha encontrado el lugar de la Sabiduría,
quién ha penetrado en sus tesoros?
16
¿Dónde están los jefes de las naciones,
los que dominaban las bestias de la tierra
17
y se divertían con las aves del cielo;
los que atesoraban la plata y el oro,
en los que los hombres ponen su confianza,
y cuyas posesiones no tenían límite;
18
los que trabajaban la plata con tanto cuidado,
que sus obras sobrepasan la imaginación?
19
Ellos han desaparecido, han bajado al Abismo,
y han surgido otros en su lugar.
20
Otros más jóvenes han visto la luz
y han habitado sobre la tierra,
pero no han conocido el camino de la ciencia,
21
no han comprendido sus senderos.
Tampoco sus hijos la han alcanzado
y se han alejado de sus caminos.
22
No se oyó nada de ella en Canaán,
ni se la vio en Temán.
23
Ni siquiera los hijos de Agar,
que buscan la ciencia sobre la tierra,
ni los mercaderes de Merrán y de Temán,
inventores de fábulas y buscadores de inteligencia,
han conocido el camino de la sabiduría,
ni se han acordado de sus senderos.
24
¡Qué grande, Israel,  es la morada de Dios,
qué extenso es el lugar de su dominio!
25
¡Es grande y no tiene fin,
excelso y sin medida!
26
Allí nacieron los famosos gigantes de los primeros tiempos,
de gran estatura y expertos en la guerra.
27
Pero no fue a ellos a quienes Dios eligió
y les dio el camino de la ciencia;
28
ellos perecieron por su falta de discernimiento,
perecieron por su insensatez.
29
¿Quién subió al cielo para tomarla
y hacerla bajar de las nubes?
30
¿Quién atravesó el mar para encontrarla
y traerla a precio de oro fino?
31
Nadie conoce su camino,
ni puede comprender su sendero.

La Sabiduría, prerrogativa de Israel

32 Pero el que todo lo sabe, la conoce,
la penetró con su inteligencia;
el que formó la tierra para siempre,
y la llenó de animales cuadrúpedos;
33
el que envía la luz, y ella sale,
la llama, y ella obedece temblando.
34
Las estrellas brillan alegres en sus puestos de guardia:
35
él las llama, y ellas responden: “Aquí estamos”,
y brillan alegremente para aquel que las creó.
36
¡Este es nuestro Dios,
ningún otro cuenta al lado de él!
37
Él penetró todos los caminos de la ciencia
y se la dio a Jacob, su servidor,
y a Israel, su predilecto.
38
Después de esto apareció sobre la tierra,
y vivió entre los hombres.

La Sabiduría identificada con la Ley

4 1 La Sabiduría es el libro de los preceptos de Dios,
y la Ley que subsiste eternamente:
los que la retienen, alcanzarán la vida,
pero los que la abandonan, morirán.
2
Vuélvete, Jacob, y tómala,
camina hacia el resplandor, atraído por su luz.
3
No cedas a otro tu gloria,
ni tus privilegios a un pueblo extranjero.
4
Felices de nosotros, Israel,
porque se nos dio a conocer lo que agrada a Dios.


EXHORTACIÓN A LOS EXILIADOS Y CONSUELO DE JERUSALÉN



El castigo de Israel,consecuencia de su infidelidad

5 ¡Ánimo, pueblo mío,
memorial viviente de Israel!
6
Ustedes fueron vendidos a las naciones,
pero no para ser aniquilados;
es por haber excitado la ira de Dios,
que fueron entregados a sus enemigos.
7
Ustedes irritaron a su Creador,
ofreciendo sacrificios a los demonios y no a Dios;
8
olvidaron al Dios, eterno, el que los sustenta,
y entristecieron a Jerusalén, la que los crió.
9
Porque ella, al ver que la ira del Señor
se desencadenaba contra ustedes, exclamó:

El lamento de Jerusalén

“Escuchen, ciudades vecinas de Sión:
Dios me ha enviado un gran dolor.
10 Yo he visto el cautiverio
que el Eterno infligió a mis hijos y a mis hijas.
11
Yo los había criado gozosamente
y los dejé partir con lágrimas y dolor.
12
Que nadie se alegre al verme viuda
y abandonada por muchos.
Estoy desolada por los pecados de mis hijos,
porque se desviaron de la Ley de Dios:
13
ellos no conocieron sus preceptos,
no siguieron los caminos de sus mandamientos
ni anduvieron por las sendas de la instrucción,
conforme a su justicia.
14
¡Que vengan las vecinas de Sión,
y recuerden el cautiverio
que el Eterno infligió a mis hijos y a mis hijas!
15
Porque él hizo venir contra ellos a una nación lejana,
una nación insolente, de lengua desconocida,
que no respetó al anciano
ni tuvo compasión del niño;
16
que se llevó a los hijos queridos de la viuda
y la dejó desolada, privándola de sus hijas.
17
Y yo ¿cómo podré socorrerlos?
18
El mismo que les infligió esos males
los librará de las manos de sus enemigos.
19
¡Vayan, hijos, vayan,
mientras yo me quedo desolada!
20
Yo me quité el vestido de fiesta,
me puse ropa de suplicante
y clamaré al Eterno mientras viva.
21
¡Ánimo, hijos, clamen a Dios,
y él los librará de la tiranía y del poder de sus enemigos!
22
Porque yo espero que el Eterno les dará la salvación,
y el Santo me ha llenado de alegría
por la misericordia que pronto les llegará
del Eterno, su Salvador.
23
Yo los dejé partir con dolor y lágrimas,
pero Dios los hará volver a mí,
con gozo y alegría para siempre.
24
Así como ahora las ciudades vecinas de Sión
están viendo el cautiverio de ustedes,
así verán pronto la salvación que les llegará de Dios,
con la gran gloria y el esplendor del Eterno.
25
Hijos, soporten con paciencia la ira
que les ha sobrevenido de parte de Dios.
Tu enemigo te ha perseguido,
pero pronto verás su ruina
y pondrás tu pie sobre su cuello.
26
Mis tiernos hijos han recorrido ásperos caminos,
fueron llevados como un rebaño arrebatado por el enemigo.
27
¡Ánimo, hijos, clamen a Dios,
porque aquel que los castigó se acordará de ustedes!
28
Ya que el único pensamiento de ustedes
ha sido apartarse de Dios,
una vez convertidos,
búsquenlo con un empeño diez veces mayor.
29
Porque el que atrajo sobre ustedes estos males
les traerá, junto con su salvación, la eterna alegría”.

Mensaje de consolaciónpara Jerusalén

30 ¡Ánimo, Jerusalén!
El que te dio un nombre te consolará.
31
¡Ay de los que te maltrataron
y se alegraron de tu caída!
32
¡Ay de las ciudades que esclavizaron a tus hijos,
ay de aquella que recibió a tus hijos!
33
Porque así como ella se alegró de tu caída
y se regocijó por tu ruina,
así se afligirá por su propia desolación.
34
Yo le quitaré su alegría de ciudad populosa,
y su jactancia se convertirá en duelo.
35
Caerá fuego sobre ellade parte del Eterno
durante muchos días,
y será morada de los demonios
por muy largo tiempo.
36
Mira hacia el Oriente, Jerusalén,
y contempla la alegría que te viene de Dios.
37
Ahí llegan tus hijos, los que habías visto partir;
llegan reunidos desde el oriente al occidente
por la palabra del Santo,
llenos de gozo por la gloria de Dios.
5 1 Quítate tu ropa de duelo y de aflicción, Jerusalén,
vístete para siempre con el esplendor de la gloria de Dios,
2
cúbrete con el manto de la justicia de Dios,
coloca sobre tu cabeza la diadema de gloria del Eterno.
3
Porque Dios mostrará tu resplandor
a todo lo que existe bajo el cielo.
4
Porque recibirás de Dios para siempre este nombre:
“Paz en la justicia” y “Gloria en la piedad”.
5
Levántate, Jerusalén, sube a lo alto
y dirige tu mirada hacia el Oriente:
mira a tus hijos reunidos desde el oriente al occidente
por la palabra del Santo,
llenos de gozo, porque Dios se acordó de ellos.
6
Ellos salieron de ti a pie, llevados por enemigos,
pero Dios te los devuelve,
traídos gloriosamente como en un trono real.
7
Porque Dios dispuso que sean aplanadas
las altas montañas y las colinas seculares,
y que se rellenen los valles hasta nivelar la tierra,
para que Israel camine seguro bajo la gloria de Dios.
8
También los bosques y todas las plantas aromáticas
darán sombra a Israel por orden de Dios,
9
porque Dios conducirá a Israel en la alegría,
a la luz de su gloria,
acompañándolo con su misericordia y su justicia.


CARTA DE JEREMÍAS

6 Copia de la carta enviada por Jeremías a los que iban a ser llevados cautivos a Babilonia por el rey de los babilonios, para anunciarles lo que Dios le había ordenado.
1 A causa de los pecados que ustedes han cometido contra Dios, serán llevados cautivos a Babilonia por Nabucodonosor, rey de los babilonios. 2
Cuando lleguen a Babilonia, permanecerán allí muchos años y por largo tiempo, hasta siete generaciones; pero después de esto los haré salir de allí en paz. 3 Ahora bien, ustedes verán en Babilonia dioses de plata, de oro y de madera, que son llevados a hombros, e infunden temor a las naciones. 4 Tengan cuidado, entonces, no sea que también ustedes se hagan semejantes a los extranjeros y se dejen invadir por el temor a esos dioses, 5 al ver delante y detrás de ellos una multitud que los adora. Digan más bien en su corazón: “A ti, Señor, hay que adorar”. 6 Porque mi ángel está con ustedes y él cuida de sus vidas.
7
La lengua de esos dioses, en efecto, ha sido limada por un artífice, y aunque ellos están recubiertos de oro y plata, son falsos y no pueden hablar. 8 Como para una joven que le gusta adornarse, esa gente toma oro y fabrica coronas para las cabezas de sus dioses. 9 También, algunas veces, los sacerdotes sustraen a sus dioses el oro y la plata, que gastan para sí mismos y los dan, incluso, a las prostitutas sagradas. 10 Adornan con vestidos a estos dioses de plata, oro y madera, como si fueran hombres, pero ellos no pueden librarse del orín y de la polilla, 11 a pesar del manto de púrpura con que se los cubre. Les limpian la cara a causa del polvo del templo que se amontona sobre ellos. 12 Alguno de ellos tiene un cetro como un gobernador de provincia, pero no puede matar al que lo ofende. 13 Otro tiene en su derecha un puñal y un hacha, pero no puede defenderse de la guerra ni de los ladrones. 14 Por todo esto aparece claro que ellos no son dioses: no los teman, entonces.
15
Así como una vasija rota ya no sirve para nada, así sucede también con sus dioses, una vez instalados en sus templos: 16 sus ojos se llenan del polvo levantado por los pies de los que entran. 17 Y así como a un hombre que ha ofendido al rey, se lo encierra en una celda, porque está condenado a muerte, así también los sacerdotes refuerzan los templos de esos dioses con puertas, cerrojos y trancas, para que no sean despojados por los ladrones. 18 Encienden lámparas, en mayor número aún que para sí mismos, aunque los dioses no pueden ver ninguna de ellas. 19 Son como uno de los postes del templo, de los cuales se dice que están carcomidos por dentro, y mientras los gusanos de la tierra los devoran junto con sus vestidos, ellos no sienten nada. 20 Su cara está ennegrecida por el humo del templo. 21 Sobre su cuerpo y su cabeza revolotean murciélagos, golondrinas y otros pájaros; y también hay gatos. 22 Por todo esto, ustedes reconocerán que no son dioses: no los teman, entonces.
23
Ellos no harán brillar el oro con que se los recubre para embellecerlos, si nadie le quita el orín, porque ni aun cuando los fundían se daban cuenta de nada. 24 Han sido comprados a muy alto precio, y no hay en ellos ni un soplo de vida. 25 Como no tienen pies, son llevados en andas, mostrando así a los hombres que no valen nada. Y sus propios servidores también tienen que avergonzarse, porque si esos dioses caen por tierra, ellos tienen que levantarlos. 26 Si se los pone de pie, no se mueven por sí mismos; si se los inclina, no se pueden enderezar; como a muertos se les presentan las ofrendas. 27 Los sacerdotes venden sus víctimas y sacan provecho de ellas; de la misma manera, sus mujeres conservan en sal una parte de la víctima, en lugar de repartirla al pobre y al desvalido. Y hasta la menstruante y la parturienta tocan esas víctimas. 28 Sabiendo, entonces, por estas cosas que no son dioses, no los teman.
29
¿Cómo se los puede llamar dioses? ¡Si son mujeres las que sirven a esos dioses de plata, de oro y de madera! 30 En sus templos, los sacerdotes permanecen sentados con sus túnicas desgarradas, con la cabeza y la barba raída y la cabeza descubierta; 31 gritan y vociferan delante de sus dioses, como lo hacen algunos en un banquete fúnebre. 32 Ellos quitan los vestidos a los dioses para vestir a sus mujeres y a sus hijos. 33 Y esos dioses no pueden devolver el bien o el mal que se les hace, ni pueden entronizar o derrocar a un rey. 34 Tampoco son capaces de dar riquezas o dinero. Si alguien les hace un voto y no lo cumple, ellos no le piden cuenta. 35 No libran a un hombre de la muerte, ni arrancan al débil de las manos del poderoso. 36 No devuelven la vista a un ciego ni salvan al que está necesitado. 37 No se compadecen de la viuda ni favorecen al huérfano. 38 Estos pedazos de madera, recubiertos de oro y plata, son como piedras extraídas de la montaña, y sus servidores quedarán avergonzados. 39 ¿Cómo se puede, entonces, pensar o decir que son realmente dioses?
40
Más aún, los mismos caldeos los desacreditan: cuando ven a un mudo que no puede hablar, lo presentan a Bel, pidiéndole que recupere el habla, como si el dios fuera capaz de entender; 41 y ellos no pueden recapacitar y abandonar a esos dioses, porque les falta el buen sentido. 42 También las mujeres, ceñidas de cordones, se instalan en los caminos quemando afrechillo; 43 y cuando alguna de ellas, solicitada por un transeúnte, se acuesta con él, se burla de su vecina, porque no fue distinguida como ella ni se rasgó su cordón. 44 Todo lo que concierne a estos dioses es mentira. ¿Cómo se puede, entonces, pensar o decir que son realmente dioses?
45
Ellos han sido fabricados por artesanos y orfebres; y no pueden ser otra cosa que lo que estos obreros quieren que sean. 46 Aquellos que los fabrican no vivirán mucho tiempo: ¿cómo pueden ser dioses las cosas fabricadas por ellos? 47 Porque no han dejado a sus descendientes más que mentira e ignominia. 48 Cuando les sobreviene una guerra u otras calamidades, los sacerdotes se consultan para saber dónde esconderse junto con sus dioses. 49 ¿Cómo no comprenden que no pueden ser dioses los que no pueden salvarse a sí mismos ni de la guerra ni de las calamidades? 50 Como son simples pedazos de madera recubiertos de oro y plata, más tarde se sabrá que son pura mentira. Se pondrá de manifiesto a todas las naciones y a todos los reyes que no son dioses, sino obras de manos de hombres, y que no hay nada en ellos que sea obra de Dios. 51 ¿Quién, entonces, puede dejar de admitir que no son dioses?
52
Ellos no pueden entronizar a un rey en un país, ni dar la lluvia a los hombres, 53 ni dirimir sus propias causas, ni librar al que sufre la injusticia, porque son impotentes: son como cuervos que vuelan entre el cielo y la tierra. 54 Si llega a caer fuego sobre el templo de estos dioses de madera recubiertos de oro y plata, sus sacerdotes huirán y se pondrán a salvo, mientras que ellos se quemarán como postes. 55 Ellos no pueden resistir a un rey ni a un ejército enemigo. 56 ¿Cómo se puede, entonces, admitir o pensar que son dioses?
57
Estos dioses de madera recubiertos de plata y oro no pueden salvarse de ladrones y salteadores; los más fuertes les arrancan el oro y la plata y se van con las vestiduras que los cubrían, sin que ellos se puedan socorrer a sí mismos. 58 De manera que vale más ser un rey que da prueba de su valentía, o un objeto útil en una casa, del que se sirve su dueño, que ser estos falsos dioses. O vale más ser la puerta de una casa, que asegura lo que hay en ella, o una columna de madera en un palacio real, que ser estos falsos dioses. 59 El sol, la luna y las estrellas, que están puestas para alumbrar y para ser útiles, se muestran dóciles; 60 lo mismo el relámpago, cuando aparece, es bien visible; igualmente el viento sopla en toda la región; 61 las nubes, cuando Dios les ordena recorrer toda la tierra, cumplen su cometido; y también el fuego, cuando es enviado de lo alto para consumir montes y bosques, lleva a cabo lo que se le ordena. 62 Pero esos dioses no se parecen a ninguna de estas cosas, ni en belleza ni en poder. 63 Por lo tanto, no se puede pensar ni decir que son realmente dioses, ya que no son capaces de hacer justicia ni de favorecer a los hombres. 64 Sabiendo, entonces, que no son dioses, no los teman.
65
Ellos, en efecto, no pueden maldecir ni bendecir a los reyes; 66 son incapaces de mostrar a las naciones señales en el cielo, de brillar como el sol, o de alumbrar como la luna. 67 Las fieras valen más que ellos, porque pueden refugiarse bajo cubierto y valerse por sí mismas. 68 Nos es bien manifiesto, entonces, que de ninguna manera ellos son dioses: por eso, no los teman.
69
Así como un espantapájaros en un melonar no protege nada, así sucede también con sus dioses de madera recubiertos de oro y plata. 70 O bien, son comparables a una zarza en un huerto, sobre la cual se posan todos los pájaros, o a un muerto arrojado en la oscuridad. 71 Por la púrpura y el lino, que se pudren sobre ellos, ustedes reconocerán que no son dioses; más aún, ellos mismos serán al fin devorados y se convertirán en un oprobio para el país. 72 Vale más, entonces, un hombre justo que no tiene ídolos, porque estará a salvo del oprobio.

Baruc (BPD) 1