Basilio ES

SAN BASILIO EL GRANDE


Basilio nació en Cesarea, la capital de Capadocia, en el Asia Menor, a mediados del año 329. Por parte de padre y de madre, descendía de familias cristianas que habían sufrido persecuciones y, entre sus nueve hermanos, figuraron San Gregorio de Nicea, Santa Macrina la Joven y San Pedro de Sebaste. Su padre, San Basilio el Viejo, y su madre, Santa Emelia, poseían vastos terrenos y Basilio pasó su infancia en la casa de campo de su abuela, Santa Macrina, cuyo ejemplo y cuyas enseñanzas nunca olvido. Inicio su educación en Constantinopla y la completo en Atenas. Allá tuvo como compañeros de estudio a San Gregorio Nacianceno, que se convirtió en su amigo inseparable y a Juliano, que más tarde sería el emperador apostata.

Basilio y Gregorio Nacianceno, los dos jóvenes capadocios, se asociaron con los más selectos talentos contemporáneos y, como lo dice éste ultimo en sus escritos, "solo conocíamos dos calles en la ciudad: la que conducía a la iglesia y la que nos llevaba a las escuelas". Tan pronto como Basilio aprendió todo lo que sus maestros podían ensenarle, regreso a Cesarea. Ahí paso algunos años en la enseñanza de la retorica y, cuando se hallaba en los umbrales de una brillantísima carrera, se sintió impulsado a abandonar el mundo, por consejos de su hermana mayor, Macrina. Esta, luego de haber colaborado activamente en la educación y establecimiento de sus hermanas y hermanos más pequeños, se había retirado con su madre, ya viuda, y otras mujeres, a una de las casas de la familia, en Annesi, sobre el rio Iris, para llevar una vida comunitaria.

Fue entonces, al parecer, que Basilio recibió el bautismo y, desde aquel momento, tomo la determinación de servir a Dios dentro de la pobreza evangélica. Comenzó por visitar los principales monasterios de Egipto, Palestina, Siria y Mesopotamia, con el propósito de observar y estudiar la vida religiosa. Al regreso de su extensa gira, se estableció en un paraje agreste y muy hermoso en la región del Ponto, separado de Annesi por el rio Iris, y en aquel retiro solitario se entrego a la plegaria y al estudio. Con los discípulos, que no tardaron en agruparse en torno suyo, entre los cuales figuraba su hermano Pedro, formo el primer monasterio que hubo en el Asia Menor, organizo la existencia de los religiosos y enuncio los principios que se conservaron a través de los siglos y hasta el presente gobiernan la vida de los monjes en la Iglesia de oriente. San Basilio practico la vida monástica propiamente dicha durante cinco años solamente, pero en la historia del monaquismo cristiano tiene tanta importancia como el propio San Benito.

Por aquella época, la herejía arriana estaba en su apogeo y los emperadores herejes perseguían a los ortodoxos. En el año 363, se convenció a Basilio para que se ordenase diacono y sacerdote en Cesarea; pero inmediatamente, el arzobispo Eusebio tuvo celos de la influencia del santo y éste, para no crear discordias, volvió a retirarse calladamente al Ponto para ayudar en la fundación y dirección de nuevos monasterios. Sin embargo Cesarea lo necesitaba y lo reclamo. Dos años más tarde, San Gregorio Nacianceno, en nombre de la ortodoxia, saco a Basilio de su retiro para que le ayudase en la defensa de la fe del clero y de las Iglesias. Se llevo a cabo una reconciliación entre Eusebio y Basilio; éste se quedo en Cesarea como el primer auxiliar del arzobispo; en realidad, era él quien gobernaba la Iglesia, pero empleaba su gran tacto para que se diera crédito a Eusebio por todo lo que él realizaba. Durante una época de sequia a la que siguió otra de hambre, Basilio echo mano de todos los bienes de todos los bienes que le había heredado su madre, los vendió y distribuyo el producto entre los más necesitados; mas no se detuvo ahí su caridad, puesto que también organizo un vasto sistema de ayuda, que comprendía a las cocinas ambulantes que él mismo, resguardado con un delantal de manta y cucharon en ristre, conducía por las calles de los barrios más apartados para distribuir alimentos a los pobres.

El año de 370 murió Eusebio y, a pesar de la oposición que se puso de manifiesto en algunos poderosos círculos, Basilio fue elegido para ocupar la sede arzobispal vacante. El 14 de junio tomo posesión, para gran contento de San Atanasio y una contrariedad igualmente grande para Valente, el emperador arriano. El puesto era muy importante y, en el caso de Basilio, muy difícil y erizado de peligros, porque al mismo tiempo que obispo de Cesarea, era exarca del Ponto y metropolitano de cincuenta sufragáneos, muchos de los cuales se habían opuesto a su elección y mantuvieron su hostilidad, hasta que Basilio, a fuerza de paciencia y caridad, se conquisto su confianza y su apoyo.

Antes de cumplirse doce meses del nombramiento de Basilio, el emperador Valente llego a Cesarea, tras de haber desarrollado en Bitrina y Galacia una implacable campaña de persecuciones. Por delante suyo envió al prefecto Modesto, con la misión de convencer a Basilio para que se sometiera o, por lo menos, accediera a tratar algún compromiso. Varios habían renegado por miedo, pero nuestro santo le respondió:

¿Qué me vas a poder quitar si no tengo ni casas ni bienes, pues todo lo repartí entre los pobres? ¿Acaso me vas a atormentar? Es tan débil mi salud que no resistiré un día de tormentos sin morir y no podrás seguir atormentándome. ¿Qué me vas a desterrar? A cualquier sitio a donde me destierres, allá estará Dios, y donde esté Dios, allí es mi patria, y allí me sentiré contento...

El gobernador respondió admirado: "Jamás nadie me había contestado así". Y Basilio añadió: "Es que jamás te habías encontrado con un obispo".

El emperador Valente se decidió en favor de exilarlo y se dispuso a firmar el edicto; pero en tres ocasiones sucesivas, la pluma de cana con que iba a hacerlo, se partió en el momento de comenzar a escribir. El emperador quedo sobrecogido de temor ante aquella extraordinaria manifestación, confesó que, muy a su pesar, admiraba la firme determinación de Basilio y, a fin de cuentas, resolvió que, en lo sucesivo, no volvería a intervenir en los asuntos eclesiásticos de Cesarea.

Pero apenas terminada esta desavenencia, el santo quedo envuelto en una nueva lucha, provocada por la división de Capadocia en dos provincias civiles y la consecuente reclamación de Antino, obispo de Tiana, para ocupar la sede metropolitana de la Nueva Capadocia. La disputa resulto desafortunada para San Basilio, no tanto por haberse visto obligado a ceder en la división de su arquidiócesis, como por haberse malquistado con su amigo San Gregorio Nacianceno, a quien Basilio insistía en consagrar obispo de Sasima, un miserable caserío que se hallaba situado sobre terrenos en disputa entre las dos Capadocias. Mientras el santo defendía así a la iglesia de Cesarea de los ataques contra su fe y su jurisdicción, no dejaba de mostrar su celo acostumbrado en el cumplimiento de sus deberes pastorales. Hasta en los días ordinarios predicaba, por la mañana y por la tarde, a asambleas tan numerosas, que él mismo las comparaba con el mar. Sus fieles adquirieron la costumbre de comulgar todos los domingos, miércoles, viernes y sábados. Entre las prácticas que Basilio había observado en sus viajes y que más tarde implanto en su sede, figuraban las reuniones en la iglesia antes del amanecer, para cantar los salmos. Para beneficio de los enfermos pobres, estableció un hospital fuera de los muros de Cesarea, tan grande y bien acondicionado, que San Gregorio Nacianceno lo describe como una ciudad nueva y con grandeza suficiente para ser reconocido como una de las maravillas del mundo. A ese centro de beneficencia llego a conocérsela con el nombre de Basiliada, y sostuvo su fama durante mucho tiempo después de la muerte de su fundador. A pesar de sus enfermedades crónicas, con frecuencia realizaba visitas a lugares apartados de su residencia episcopal, hasta en remotos sectores de las montanas y, gracias a la constante vigilancia que ejercía sobre su clero y su insistencia en rechazar la ordenación de los candidatos que no fuesen enteramente dignos, hizo de su arquidiócesis un modelo del orden y la disciplina eclesiásticos.

No tuvo tanto éxito en los esfuerzos que realizo en favor de las iglesias que se encontraban fuera de su provincia. La muerte de San Atanasio dejo a Basilio como único paladín de la ortodoxia en el oriente, y éste lucho con ejemplar tenacidad para merecer ese título por medio de constantes esfuerzos para fortalecer y unificar a todos los católicos que, sofocados por la tiranía arriana y descompuestos por los cismas y la disensiones entre sí, parecían estar a punto de extinguirse. Pero las propuestas del santo fueron mal recibidas, y a sus desinteresados esfuerzos se respondió con malos entendimientos, malas interpretaciones y hasta acusaciones de ambición y de herejía. Incluso los llamados que hicieron él y sus amigos al Papa San Dámaso y a los obispos occidentales para que interviniesen en los asuntos del oriente y allanasen las dificultades, tropezaron con una casi absoluta indiferencia, debido, según parece, a que ya corrían en Roma las calumnias respecto a su buena fe. "¡Sin duda a causa de mis pecados, escribía San Basilio con un profundo desaliento, parece que estoy condenado al fracaso en todo cuanto emprendo!"

Sin embargo, el alivio no había de tardar, desde un sector absolutamente inesperado. El 9 de agosto de 378, el emperador Valente recibió heridas mortales en la batalla de Adrianopolis y, con el ascenso al trono de su sobrino Graciano, se puso fin al ascendiente del arrianismo en el oriente. Cuando las noticias de estos cambios llegaron a oídos de San Basilio, éste se encontraba en su lecho de muerte, pero de todas maneras le proporcionaron un gran consuelo en sus últimos momentos. Murió el 1º de enero del año 379, a la edad de cuarenta y nueve años, agotado por la austeridad en que había vivido, el trabajo incansable y una penosa enfermedad. Toda Cesarea quedo enlutada y sus habitantes lo lloraron como a un padre y a un protector; los paganos, judíos y cristianos se unieron en el duelo.

San Gregorio Nacianceno, Arzobispo de Constantinopla, en el día del entierro: "Basilio santo, nació entre santos. Basilio pobre vivió pobre entre los pobres. Basilio hijo de mártires, sufrió como un mártir. Basilio predico siempre con sus labios, y con sus buenos ejemplos y seguirá predicando siempre con sus escritos admirables".

Setenta y dos años después de su muerte, el Concilio de Calcedonia le rindió homenaje con estas palabras: "El gran Basilio, el ministro de la gracia quien expuso la verdad al mundo entero indudablemente que fue uno de los más elocuentes oradores entre los mejores que la Iglesia haya tenido; sus escritos le han colocado en lugar de privilegio entre sus doctores.

En una de ellas nos cuenta que él pedía un cumplimiento estricto de la disciplina, lo mismo entre clérigos que entre laicos, y que cierto diacono, que no era malo, pero si rebelde y un poco alocado y que solía presentarse en medio de un grupo de muchachas que cantaban himnos y bailaban, tuvo que vérselas con él; con igual determinación combatió la simonía en los puestos eclesiásticos y la admisión de personas indignas entre el clero; lucho contra la rapacidad y la opresión de los funcionarios y llego a excomulgar a todos los complicados en la "trata de blancas", una actividad muy difundida en Capadocia. Podía reconvenir con temible severidad, pero prefería las maneras suaves y gentiles; como un ejemplo, están sus cartas a una muchacha descarriada y a un clérigo colocado en un puesto de gran responsabilidad, que se estaba mezclando en política; muchos ladrones que solo aguardaban ser entregados a los jueces para sufrir un castigo terrible, fueron amparados por el santo y devueltos a sus casas en completa libertad, pero con una imborrable amonestación sobre sus conciencias. Pero tampoco se quedaba callado Basilio cuando eran los acaudalados y poderosos quienes quebrantaban sus deberes. "¡Os negáis a dar con el pretexto de que no tenéis lo suficiente para vuestras necesidades!", exclamo en uno de sus sermones. "Pero en tanto que vuestra lengua os excusa, vuestra mano os acusa: ¡Cuántos deudores Podrían ser rescatados de la prisión con uno de esos anillos! ¡Cuántas pobres gentes ateridas por el frio se cubrirían con uno solo de vuestros guardarropas! ¡Y sin embargo, vosotros dejáis ir a los pobres de vuestras puertas, con las manos vacías!" No era únicamente a los ricos a quienes imponía la obligación de dar. "¿Dices que tu eres pobre? Bien; pero siempre habrá otros más pobres que tu. Si tienes lo bastante para mantenerte vivo diez días, aquel hombre no tiene suficiente para vivir uno... No tengáis temor de dar lo poco que tengáis. No coloquéis nunca vuestros propios intereses antes que la necesidad común. Dad vuestro ultimo mendrugo de pan al mendigo que os lo pide y confiad en la misericordia de Dios".

San Basilio el Grande


HOMILÍA A LOS RICOS

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Advertencia

Por el comienzo y desarrollo de esta homilía, parece que acababan de leer el hecho que trae S. Mateo en los vers. 16-26 del capítulo XIX (
Mt 19,16-26) de su Evangelio y que traducimos a continuación para que más se aprecie el valor de esta verdadera joya oratoria:

16. Y he aquí que acercándose uno (a Jesús) le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para alcanzar la vida eterna?

17. Y él le dijo: ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el bueno, Dios. Pues si quieres alcanzar la vida, guarda los mandamientos.

18. Dícele: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: Aquello de: "no mataras, no cometerás adulterio, no hurtaras, no levantaras falso testimonio" (1).

19. "Honra al padre y a la madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo" (2).

20. Dícele el mancebo: Todo esto lo he guardado desde mi mocedad; ¿qué me falta aun?

21. Díjole Jesús: Si quieres ser perfecto, ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres., y tendrás un tesoro en el cielo; y ven, y sígueme.

22. Así que hubo oído el joven estas palabras, se marcho contristado, porque tenía muchos bienes.

23. Y Jesús dijo a sus discípulos: En verdad os digo que un rico difícilmente entrara en el reino de los cielos.

24. Y os vuelvo a decir: Mas fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de los cielos.

25. Y cuando oyeron esto los discípulos se quedaron en gran manera pasmados, diciendo: ¿Pues quién puede salvarse?

26. Mas mirándoles Jesús les dijo: Para los hombres esto es imposible, pero todo es posible para Dios.

1. Ex 20,13-17.
2. Lv 19,18.

El joven rico


No hace mucho que se nos hablo de este joven (3), y el que escucho con atención se acordará bien de lo que entonces se dijo. Y lo primero, que no es el mismo que aquel perito en la ley de quien hace mención San Lucas (4). Aquel era un tentador, que hacía preguntas fingidas; mas este preguntaba con recta intención, aunque no escucho con docilidad. Porque si hubiese preguntado por desprecio, no hubiese marchado triste con la respuesta del Señor. Por eso su carácter se nos presentaba como una mezcla, pues la escritura nos la muestra laudable en parte, y en parte desgraciadísimo y completamente desahuciado. Porque el conocer al que de veras es maestro y el dar este nombre al único y verdadero, despreciando la soberbia de los fariseos, la opinión de los jurisconsultos y la turba de los escribas, esto era lo que se alababa. Y se aprobó también el que manifestase aquélla solicitud por saber cómo alcanzaría la vida eterna. Pero el no haber grabado en su corazón los saludables consejos que escucho de labios del verdadero maestro, el no haberlos puesto por obra, sino el que cegado por la pasión de la avaricia huyese triste; nos descubre toda su voluntad, no deseosa de seguir lo más provechoso, sino lo que a todos es más agradable. Esto prueba la inconstancia de su carácter y lo inconsecuente que era consigo mismo. ¿Le llamas maestro, y no haces lo que debe hacer un discípulo? ¿Confiesas que es bueno, y rechazas lo que te da? Porque el que es bueno, es a la vez comunicador de bienes. Le preguntas sobre la vida eterna, y muestras estar dado enteramente a los deleites de la vida presente. Mas, ¿qué consejo impracticable o pesado, o intolerable te propuso el Maestro? "Vende lo que tienes y dáselo a los pobres" (2). Si te hubiera propuesto los trabajos de la agricultura, o los peligros del comercio, o cualquier otra molestia de las que acompañan a los que andan tras el dinero, se comprende que, llevando a mal el consejo, te retirases triste: pero si por un camino tan fácil, que no te había de costar trabajo o sudor alguno, promete hacerte heredero de la vida eterna, ¿por qué no te alegras de la facilidad de alcanzar tu salvación? ¿Por qué se apena tu corazón y te retiras triste, y te haces inútiles los trabajos que ya habías llevado a cabo? Porque si, como dices, ni has matado, ni has cometido adulterio, ni has hurtado, ni has levantado falso testimonio a nadie, haces infructuosa la diligencia que has puesto en observar esto, pues no quieres también cumplir lo demás, solo con lo cual podrás entrar en el reino de Dios. Si el médico prometiese restituirte aquellos miembros que o por la naturaleza, o por alguna enfermedad tenías mutilados; no oirías esto con tristeza: y porque el gran médico de las almas quiere perfeccionarte a ti despojado de los principales bienes, no recibes el beneficio sino que lloras y te pones triste.

No lo has guardado todo

Manifiestamente, lejos estas de aquel precepto que manda amar a tu prójimo como a ti mismo 2 y falsamente atestiguas haberla guardado. Porque, mira, este mandamiento del Señor prueba que tú eres completamente ajeno a la verdadera caridad. Porque si era verdad lo que afirmaste, que habías cumplido desde tu juventud con el precepto de la caridad, y que habías dado a los demás lo que a ti mismo ¿de dónde, dime, te ha venido esta abundancia de riquezas? Pues el cuidado de los necesitados gasta las riquezas; pues cada uno ha de recibir un poco según su necesidad; y todos han de repartir igualmente sus bienes y gastarlos entre los pobres.

Por eso el que ama al prójimo como a sí mismo, no posee más que su prójimo. Pero tú te presentas con muchas riquezas. ¿De dónde pues, te han venido sino de que has pospuesto a tus comodidades, el bienestar de muchos? De manera que cuanto más abundas en riquezas, tanto menor es tu caridad. Que si hubieses amado a tu prójimo, sin duda hubieras repartido con él tu dinero. Mas ahora tienes pegadas a ti las riquezas más estrechamente que los miembros del cuerpo, y cuando se separan de ti te duele lo mismo que si te cortasen la parte más principal de él. Si hubieras vestido al desnudo, si hubieras dado tu pan al hambriento, si hubieras abierto tus puertas al peregrino, si te hubieras hecho padre de los huérfanos, si te hubieras compadecido del enfermo, ¿qué riquezas, dime, te costaría dejar? ¿Cómo habías de llevar a mal, dejar lo que te quedaba, si ya antes habías procurado distribuirlo a los necesitados? Además, a ninguno le cuesta dar su dinero en las ferias cuando por él se provee de otras cosas necesarias; y cuando por poco dinero se hace con alguna cosa de mucha estima, se alegra porque ha negociado con felicidad; y ¿tú te entristeces porque das oro y plata y riquezas; es decir, piedra y polvo, para poseer la vida eterna?

¿En qué emplearas las riquezas?

Mas ¿en qué emplearas la riqueza? ¿Te vestirás con precioso traje? Bástate una túnica de dos codos, y un solo manto puede satisfacer la necesidad de vestidos. ¿Gastaras tus riquezas en comidas? Un solo pan basta para saciar el vientre. Pues ¿por qué te entristeces? ¿Qué es lo que pierdes? ¿La gloria que nace de las riquezas? Si no buscases la gloria terrena, encontrarías la verdadera y resplandeciente gloria que te condujera al reino de los cielos. Pero el mismo poseer las riquezas es cosa deleitosa, aunque ningún provecho resulte de ella. Mas todos sabéis que el deseo de las cosas inútiles es irracional. Te parecerá increíble lo que voy a decir, y es más cierto que cualquier otra cosa. La riqueza, repartida de la manera que el Señor manda, suele durar; retenida, pasa a manos de otro. Si la guardas, no la poseerás; si la repartes, no la perderás. Porque, "La distribuyo, se la dio a los pobres; su justicia permanecerá para siempre" (5). Pero la mayor parte de los hombres apetecen la riqueza, no por los vestidos o alimentos, sino que ha discurrido el diablo el artificio de sugerir a los ricos mil ocasiones de gastar su dinero, hasta el punto de procurarse como necesario lo superfluo y lo inútil, y de no bastarle nada para los gastos que tienen premeditados. Dividen su riqueza para la necesidad presente y para la que vendrá; y separan una parte para ellos, y otra para sus hijos. Después divídanla también para diversas ocasiones que tengan de gastar. Escucha las cosas a que las destinan: Este dinero, dicen, usémoslo; este otro quede escondido. Lo destinado a nuestros usos, traspase los límites de la necesidad: esto gástese en la opulencia doméstica, aquello sirva para el fasto exterior; esto suministre gastos en abundancia al que tenga que hacer un viaje, aquello proporcione al que quede en casa una vida opípara y fastuosa; de suerte que me admiro de los gastos inútiles en que se piensa. Poseen innumerables carrozas: unas conducen los equipajes; otras, cubiertas de bronce y plata, les conducen a ellos mismos. Numerosos caballos, cuya raza se aprecia por la nobleza de los padres, como se hace entre los hombres. Unos llevan a estos voluptuosos a través de la ciudad, otros prestan sus servicios en la casa, otros en los viajes. Los frenos, los correajes, los collares: todo de plata, todo adornado con oro. Mantos de purpura adornan a los caballos como a unos esposos; muchedumbre de mulos de distinto color: sus aurigas se suceden unos a otros, caminando unos delante, otros detrás. El número de los demás sirvientes es infinito y suficiente para toda clase de ostentación: mayordomos, despenseros, agricultores, peritos en todas las artes, tanto en las necesarias como en las deleitables y voluptuosas; cocineros, panaderos, coperos, cazadores, escultores, pintores, operarios de toda clase de placer. Manadas de camellos, unos para llevar cargas, otros para que anden por las selvas; multitud de caballos y de bueyes, rebaños de ovejas y de puercos; sus respectivos pastores; campos que no solo basten para alimentar a todos estos, sino que aumenten aun con sus cosechas las riquezas; balneario en la ciudad; balneario en el campo; casas que brillan con mármoles de toda clase: unos de piedra frigias, otros de incrustaciones lacónicas o tesálicas; y de estas casas, unas calientan en invierno, otras refrescan en el verano. El pavimento adornado con variedad de piedrecitas; el oro reviste la techumbre. Los trozos de pared en que no hay incrustaciones, están adornados con flores pintadas.

Y, cuando distribuidas las riquezas en mil usos, sobran todavía: entonces las entierran y las guardan en sitios escondidos. - No sabemos lo que ha de suceder; a lo mejor nos sobrevienen necesidades inesperadas-. Tampoco sabes si has de necesitar el oro enterrado: lo que sabes cómo cierto es el castigo que merecen las costumbres inhumanas. Después que no puedes gastar el oro en un sin número de invenciones, lo ocultas debajo de la tierra. Locura increíble: cavar la tierra cuando el oro estaba en las minas; y volverlo a esconder en la tierra después de haberlo descubierto. Seas quien fueres el que entierras las riquezas; con ellas entierras tu corazón. Porque "donde está tu tesoro, dice la Escritura, allí está también tu corazón" (6). Por eso los mandamientos entristecen su corazón, porque les parece intolerable la vida, si no la emplean en gastos inútiles. Y lo que le sucede a este joven, sucede a los que le imitan; me parece semejante a lo que sucedería a un viajero que, arrastrado por el deseo de ver una ciudad, se dirigiese a ella apresuradamente; pero que, deteniéndose en las primeras hosterías de junto a la muralla, se abstuviese por la pereza de moverse un poco más, e hiciese inútil el trabajo que se había impuesto, privándose de ver las bellezas de la ciudad. Tales son los que quieren cumplir los demás mandamientos sin desprenderse de sus riquezas. A no pocos he conocido yo que ayunaban, que oraban, que gemían, que ejercitaban toda clase de piedad que no exige gasto alguno; pero que ni un óbolo daban a los pobres. ¿Qué les aprovecha a estos el ejercicio de las demás virtudes? Porque no les ha de recibir el reino de los cielos: pues "más fácil es, dice, que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de los cielos" (7). Tan terminante es la sentencia, infalible el que la dice, pero raros los que la practican. -Mas, ¿cómo viviremos, me decís, si lo dejamos todo?- ¿Qué especie de vida habrá, si todos venden lo que tienen y se quedan sin más?- No me preguntéis como se entienden las ordenes establecidas. Sabe el legislador armonizar lo imposible con la Ley. Tu corazón se pesa como en una balanza, para ver si se inclina a la verdadera vida o a las delicias presentes.

Sed ricos, pero generosos con los pobres

Conviene que ponderen los prudentes que el uso de las riquezas se les ha concedido para que sean los repartidores de ellas, no para gozar: deben alegrarse cuando se desprenden de ellas, como el que deja lo ajeno, y no llevarlo a mal como si perdiesen una cosa suya. ¿Por qué te afliges? ¿Por qué se exacerba tu corazón cuando oyes: "Vende lo que tienes?" Si hubieran de acompañarte tus bienes a la vida futura, ni aun así los habías de desear con tanto afán; pues los obscurecerán aquellos premios de allí; pero habiéndoles de dejar necesariamente aquí, ¿por qué no sacamos de ellos la ganancia que se nos promete si los vendemos? Mas tú cuando das oro y compras un caballo, no te entristeces; ¿y cuando se trata de dar estas cosas perecederas para recibir por ellas el reino de los cielos, derramas lágrimas, rechazas al que te las pide y rehúsas darlas inventando mil causas para tus gastos?

¿Qué vas a responder al juez, tú que vistes a las paredes, y no vistes al hombre; que adornas a los caballos, y desprecias a tu hermano cubierto de harapos; que dejas que se pudra el trigo, y no alimentas a los hambrientos; que entierras el oro, y abandonas al oprimido? Y si te acompaña una esposa que también sea amante de las riquezas, la enfermedad se duplica: porque da más pábulo a las comodidades, aumenta el ansia de placeres y excita el aguijón de los caprichos vanos, pensando en hacerse con piedras preciosas, margaritas, esmeraldas y jacintos; forjando y entretejiendo oro; y aumentando la enfermedad con toda clase de vanidades.

Y no se cuidan de esto alguna que otra vez, sino que de día y de noche están pensando en lo mismo. Y son innumerables los aduladores que van en pos, al servicio de sus apetitos: llaman a tintoreros, a cinceladores en oro, a perfumistas, a tejedores, a bordadores. Y no le dejan a uno ni tiempo para respirar, por los continuos encargos que le dan. No hay riquezas que puedan satisfacer los caprichos de una mujer, ni aun cuando corriesen por los ríos: pues compran el ungüento que viene del extranjero lo mismo que si fuese aceite de la plaza. Añádanse a esto las flores marítimas, la purpura, las plumas de ave, y la lana más abundante que la de las ovejas. El oro ensartando piedras de inmenso precio adorna sus frentes y sus cuellos, esta incrustado en sus cinturones, y ata sus manos y sus pies; porque las mujeres avaras de oro, se gozan de atarse con esposas, con tal que sea de oro lo que las ata. Pues ¿cuándo cuidará de su alma el que esta al cuidado de los caprichos de una mujer? Así como los turbiones y las tempestades hunden los navíos que están podridos, así también las perversas inclinaciones de las mujeres, sumergen las almas débiles de sus esposos. Pues distribuyéndose entre el marido y la mujer las riquezas en tantos usos, venciéndose mutuamente en la invención de nuevas vanidades, no es extraño que ninguna oportunidad tengan de mirar por los extraños. Si oyes: "Vende lo que tienes, y dalo a los pobres" para que tengas provisión durante el viaje a la felicidad eterna, te marchas tristes; pero si oyes: da dinero a las mujeres derrochadoras, dáselo a los cinceladores, a los escultores, a los que trabajan en piedras, a los pintores; entonces te alegras como si con tu dinero alcanzaras cosa más preciosa. ¿No ves estas murallas derruidas por la acción del tiempo, cuyos restos se levantan como escollos alrededor de toda la ciudad? ¡Cuántos pobres había en la ciudad cuando se construyeron, quienes por trabajar en ellas eran despreciados por los ricos de entonces! Y ¿dónde está el espléndido aparato de las obras? ¿Donde, aquél tan alabado por la magnificencia de estas cosas? (*). ¿No han desaparecido y venido los muros a tierra lo mismo que los que hacen los niños con arena: mientras que está en el infierno aquel a quien ahora le pesara del empeño que puso en cosas vanas? Ensancha tu corazón: los muros grandes o pequeños cubren la misma necesidad. Cuando entro en la casa de un hombre vanidoso y que hasta el fin de su vida no acaba de enriquecerse, y veo su morada brillar con toda clase de adornos; veo que para él no hay cosa más estimable que lo visible, pues hermosea las cosas inanimadas y tiene sin adornar su alma. Dime, ¿qué utilidad mayor te proporcionan los lechos de plata, las mesas de plata, los asientos y sillas de marfil, si por usar tales cosas no llegan las riquezas a los pobres que se agolpan a tus puertas, lanzando toda clase de gemidos dignos de toda compasión? Y tú les niegas la limosna y dices que no puedes socorrer a los pordioseros. Juras con tu lengua que no puedes, pero tu mano te contradice; porque aunque ella calle, pregona tu mentira el anillo que brilla a vista de todos. ¿A cuántos puedes sacar de sus deudas con un solo de tus anillos? ¿Cuántas casas puedes levantar que están en ruinas? Una sola arca de aquellas en que guardas tus vestidos, basta para vestir a todo el pueblo, que esta aterido de frio; y, sin embargo, sufres que el pobre se vaya sin nada, sin temer el justo castigo del juez. No te compadeciste, no se te compadecerá; no abriste tu casa, se te cerrara el reino de los cielos; no diste pan, no recibirás la vida eterna.

La sed de riquezas es insaciable


Pero te llamas pobre a ti mismo; convengo contigo en ello, porque pobre es el que necesita muchas cosas. Mas a vosotros os hace necesitar muchas cosas vuestra insaciable avaricia. Te esfuerzas por amontonar diez talentos encima de otros diez: reunidos veinte, apeteces otros tantos, y lo que vas amontonando no satisfacen tu avaricia, sino que la enciende. Como para los ebrios el tener junto a si vino es ocasión para beber, así los que acaban de hacerse ricos después de adquirir muchas cosas desean aun más, alimentando su enfermedad a la vez que amontonan y produciéndoles sus ansias un efecto contrario al que ellos buscan. Porque no les alegran tanto los bienes presentes, con ser tan abundantes, cuanto les entristecen los que les faltan, o mejor dicho, los que ellos creen que les faltan; de suerte que siempre esta su ánimo preocupado, luchando por adquirir más. Cuando habían de alegrarse y estar en paz por ser más ricos que muchos, se amargan y se entristecen de que haya alguno que otro más rico que les supere. Cuando alcanzan a uno de estos ricos enseguida se esfuerzan por igualar a otro que lo es más; y cuando alcanzan también a este pasan su emulación a otro. Como los que suben una escalera tienen siempre un pie levantado para ponerle sobre el banzo que sigue y no se detienen hasta que llegan al último; así estos no cesan de apetecer el poder hasta que, subidos a lo alto, se estrellan desde lo más alto de la desgracia. Al ave seléucida (**) la hizo el Criador del universo insaciable para bien de los hombres; pero tú haces insaciable tu corazón para mal de muchos. Cuanto ve la vista, tanto apetece el avaro. "No se saciara el ojo viendo" (8), ni se saciara el avaro recibido. "El infierno nunca dijo basta" (9) ni el avaro dijo jamás basta. ¿Cuándo vas a usar de las cosas presentes? ¿Cuándo gozaras de ellas, si siempre te detiene el trabajo de adquirir más? "¡Ay de los que añaden a una casa otra casa, y juntan un campo con otro campo para quitar algo a su prójimo!" (10) ¿Qué es lo que tú haces? ¿No das mil excusas para despojar a tu prójimo? Me hace sombra la casa del vecino, es un alborotador, alberga a los vagabundos; y trayendo otros pretextos, exagerándolos y pregonándolos, revolviéndolos siempre y molestando, no para hasta obligarle a irse a otro sitio. ¿Qué fue lo que mato al israelita Nabutan? ¿No fue la avaricia de Acab que apetecía su vina? (10b). El avaro es mal vecino en la ciudad, mal vecino en el campo. Conoce el mar sus términos; respeta la noche los límites que tanto tiempo ha le fueron señalados; pero el avaro no respeta el tiempo, no conoce el término, no cede al orden de sucesión, imita la violencia del fuego; todo lo invade, todo lo devora. Y como los ríos nacidos de un pequeño principio crecen de una manera increíble con los afluentes que poco a poco se les juntan, y arrastran en su violenta corriente todo lo que encuentran a su paso; así también los avaros cuando suben a gran poder, después que han recibido mayor fuerza para hacer injusticias de aquellos a quienes ya han dominado, reducen a la esclavitud a los demás, viniendo a aumentar el número de los antes injuriados; y el aumento de poder es para ellos ocasión de mayor maldad. Porque los primeros que recibieron el daño ayudándoles contra su voluntad, infieren también a otros, perjuicios y agravios. Porque ¿a qué vecino, a qué doméstico, a quién que tenga trato con ellos no atraen? Nada resiste a la fuerza de las riquezas; todo cede ante la tiranía; ante el poder todo se estremece: pues cada uno de los que han sido injuriados, mas cuenta tiene con que no le venga algo peor, que de vengarse de lo que ha padecido. Conduce las yuntas de bueyes, ara, siembra, recoge la cosecha que no le pertenece. Si te opones, vienen las heridas; si te quejas, eres reo, porque injuriaste; serás contado entre los esclavos, habitara la cárcel: preparados están los calumniadores para poner en peligro tu vida. Te tendrás por bien librado si, dando algo más, te ves libre de estas molestias.

Quisiera que respirases un poco de la injusticia de estas obras y se aquietasen tus pensamientos, para que ponderaras a donde va a parar el deseo de estas cosas. Tienes tantas yugadas de tierra arable: otras tantas de tierra para plantar árboles: montes, campos, selvas, ríos, prados. Y después de esto ¿qué? ¿No te esperan solo tres codos de tierra? ¿No bastara para guardar tu cuerpo miserable, el peso de unas pocas piedras? ¿Para qué trabajas? ¿Por qué obras perversamente? ¿Por qué recoges con tus manos cosas infructuosas? Y ojala fueran infructuosas, y no materia para el fuego eterno. ¿No despertaras de esta embriaguez? ¿No recobras tus sentidos? ¿No vuelves en ti? ¿No pondrás delante de tus ojos el juicio de Cristo?

¿Qué responderás el día del juicio?

¿Qué excusa vas a traer cuando aquellos a quienes has injuriado te rodeen y griten contra ti delante del juez eterno? ¿Qué harás? ¿qué abogados llevaras? ¿Qué testigos sacaras? ¿Cómo sobornaras al juez a quien con ningún artificio se le puede engañar? No hay allí oradores, no hay allí palabras persuasivas que puedan echar por tierra la verdad del juez. No te acompañan los aduladores, ni las riquezas, ni el fausto de la dignidad; abandonado de los amigos, abandonado de los protectores, sin patrocinio, sin defensa, te encontraras cubierto de vergüenza, triste, cabizbajo, solo, sin libertad y sin confianza para hablar. A donde quiera que vuelvas los ojos, encontraras argumentos claros y patentes de tus crímenes: por un lado las lágrimas del huérfano, por otro los gemidos de la viuda, de otra parte los mendigos abofeteados por tu misma mano, los esclavos que mataste, los vecinos a quienes provocaste a ira: todo se levantara contra ti: te rodeara la multitud perversa de tus malas obras. Porque, como sigue la sombra al cuerpo, acompañan a las almas los pecados, reflejando claramente las obras.

Por eso allí no vale negar: cerrara su boca aun el más desvergonzado. Las mismas obras de cada uno, sin hablar, pero apareciendo tales cuales nosotros las hicimos, harán de testigos. ¿Cómo podré poner delante de tus ojos aquellas cosas terribles? Si es que por ventura oyes, si te conmueves, acuérdate de aquel día en el cual "se revelara la ira de Dios desde el cielo" (11); acuérdate de la gloriosa venida de Cristo, cuando "los que hayan obrado bien se levantaran a la resurrección de la vida, y los que mal, a la resurrección del juicio" (12). Entonces será la vergüenza eterna para los pecadores "y la emulación del fuego que ha de devorar a los enemigos" (13). Cáusate esto tristeza; no te moleste el precepto. ¿Cómo te lloraré? ¿Qué diré? ¿No deseas el reino de los cielos? ¿No temes el infierno? ¿Donde encontraré la salud para tu alma? Porque si no te horrorizan los tormentos, si no te estimula el premio, estoy hablando a un corazón de piedra.

Inutilidad de las riquezas

Mira, hombre, la naturaleza de las riquezas. ¿Por qué admiras tanto el oro? Piedra es el oro, piedra la plata, piedra la margarita, piedra cada una de las piedras: el crisolito, el berilo, el ágata, el jacinto, la amatista, el jaspe. Y estas son la flor de las riquezas; de las cuales tú unas las guardas y escondes, ocultando en la obscuridad del resplandor de las piedras, y otras las llevas contigo gloriándote del brillo de estas cosas preciosas. Dime, ¿de qué te sirve ceñir tu mano con piedras resplandecientes? ¿No te avergüenzas de desear las piedras, como las mujeres embarazadas? Porque estas las devoran, y tu hasta tal punto apeteces la preciosidad de las piedras, que anhelas con ansia las de sardonio, las de jaspe y las amatistas. ¿Cuál de estas que más adornan los vestidos te pudo añadir un día más de vida? ¿A quién perdono la muerte, porque fuese rico? ¿De quién huyo la enfermedad, por sus riquezas? ¿Hasta cuándo va a estar siendo el oro lazo de las almas, anzuelo de la muerte, astucia del pecado? ¿Hasta cuándo van a ser las riquezas causa de la guerra; por la cual se templan las armas y se aguzan las espadas?

Danos que traen las riquezas

Por las riquezas desconocen los parientes la naturaleza; los hermanos se miran con ojos criminales; por la riqueza alimentan los desiertos a los homicidas, el mar a los piratas, las ciudades a los sicofantas. ¿Quién es el padre de la mentira? ¿Quién el urdidor de falsas acusaciones? ¿Quién engendra el perjuro? ¿No es la riqueza? ¿No es la pasión por el oro? ¿Qué es lo que hacéis, hombre? ¿Quién ha convertido en lazos contra vosotros lo que es vuestro? Es auxilio para vivir. Que no han sido dadas las riquezas como incentivos para el mal. Son redención del alma: no ocasión de perdición. -Pero es necesaria la riqueza por los hijos-. Este es un especioso pretexto de la avaricia; porque os escudáis con vuestros hijos, y entretanto satisfacéis vuestro corazón. No pongáis por excusa a un inocente: tiene señor propio, y propio conservador: de otro recibió la vida; de ese mismo espera los auxilios de la vida. ¿Acaso los Evangelios no se han escrito para los casados? "Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes y dáselo a los pobres" (14). Cuando pediste al Señor una prole numerosa, cuando le rogaste que te hiciese padre de muchos hijos; ¿añadiste por ventura: "Dame hijos para violar los mandamientos; dame descendencia para no entrar en el reino de los cielos"? Además, ¿quién será responsable de la voluntad del hijo, de que ha de usar convenientemente de lo que le entreguen? Porque la riqueza es para muchos medio para la deshonestidad. ¿No has oído al Eclesiastés que dice: "Vi una grave enfermedad: las riquezas que para él guardaban, para su mal?" (15). Y en otra parte: "Lo dejo a mi sucesor, y ¿quién sabe si será sabio o necio?" (16). Mira, pues, no sea que habiendo amontonado con tantos sudores la riqueza, dispongas para otros materia de pecado y después seas atormentado con doble pena por las iniquidades que tú hiciste, y por las que hizo el otro ayudado por ti. ¿No es más pariente tuya tu alma que todos tus hijos? ¿No está unida a ti más estrechamente que todo lo demás? Pues es la primera, dala la principal parte de tu herencia, proporciónala socorro abundante para que viva, y reparte después la herencia entre los hijos. Muchas veces, hijos que nada recibieron de sus padres, se hicieron con casa: mas si una vez desprecias tu alma, ¿quién tendrá compasión de ella?

Esto lo he dicho para los padres. Los que no tienen hijos ¿qué buena excusa nos traen de su tacañería? -No vendo lo que tengo no se lo doy a los pobres, por los necesarios usos de la vida-. Luego el Señor no es tu maestro, ni rige tu vida el Evangelio: sino que tú te das la ley a ti mismo. Mira el peligro a que te expones, si así raciocinas. Porque si el Señor nos mando esto como cosa necesaria, y tú lo rechazas como imposible, ninguna otra cosa haces sino decir que eres más prudente que el legislador. Pero dices: después que haya gozado de las riquezas durante toda mi vida, haré herederos de ellas a los pobres, y en las tablas públicas y en mi testamento, les declararé señores de ellas. Cuando no estarás entre los hombres, ¿entonces te harás humanitario? Cuando te vea muerto, ¿te llamaré amante de tu hermano? Se deberán muchas gracias a tu munificencia, porque estando tendido en el sepulcro y convertido en tierra, fuiste por fin liberal y magnánimo en tus gastos.

Si no lo haces ahora no lo harás cuando mueras

Dime, ¿de qué tiempo vas a pedir premio, del que viviste, o del que siguió a la muerte? Mas el tiempo que viviste lo pasaste dado a los deleites de la vida, y no tolerabas la vista de un pobre. Y después de muerto ¿qué hiciste? ¿A qué obras se debe el premio? Muestra tus obras y pide la recompensa. Ninguno hace negocio acabadas ya las ferias; ni es coronado el que se acerca después de la lucha; ni se adquiere la fama de valiente después de terminada la guerra. Pues tampoco después de la vida hay ocasión de ejercitar la caridad. Prometes ser bienhechor con la tinta, y con las tablas. ¿Quién te anunciara la hora de tu partida? ¿Quién te responderá de la manera que has de morir? ¡Cuántos han sido arrebatados por una repentina desgracia, sin que ni siquiera pudiesen pronunciar una palabra? ¡A cuantos les ha faltado el sentido por la fiebre! ¿A qué aguardas, pues; a esa hora en la que probablemente no serás dueño de ti? Cuanto todo será obscura noche, en la pesadez de la enfermedad y el desamparo de todos; y preparado el que acecha tu hacienda; ordenándolo todo a favor suyo y haciendo mudas tus determinaciones. Entonces, volviendo a una y otra parte los ojos y viendo la soledad que te rodea, conocerás por fin tu locura. Lloraras entonces tu necedad en haber diferido el cumplimiento del precepto para aquel instante, cuando tu lengua atada y tu mano trémula por el estertor no pueden revelar tus deseos ni por palabras ni por escrito. Y aunque todo estuviese escrito con claridad y tu voz lo pregonase a todo el mundo, una sola letra interpuesta, puede trastocar tu determinación: un sello falso, dos o tres perversos testigos, pondrán tu hacienda en manos de otros.

Pues ¿por qué te engañas a ti mismo usando ahora tus riquezas para los goces de la carne, y prometiendo para más adelante lo que no estará en tu poder? Depravada determinación, como queda, aclarado por lo dicho. -Vivo, gozaré de las delicias; muerto, cumpliré con el precepto-. Te dirá Abraham: "Recibiste tus bienes en tu vida" (17). No cabe por el camino angosto y estrecho, si no dejas la mole de las riquezas. Saliste cargado con ellas, pues no las arrojaste como se te ordeno. Mientras viviste, te preferiste al precepto; muerto y podrido, antepusiste el precepto a los enemigos. Porque para que no reciba nada fulano, dices, que lo reciba el Señor. Y esto ¿cómo lo llamaremos? ¿venganza de tus enemigos o amor al prójimo? Lee tu testamento. -Quisiera aun vivir y gozar de mis bienes--. Gracias, pues, a la muerte, no a ti. Porque si fueses inmortal, no te habrías acordado de los mandamientos.

De Dios nadie se burla

"No os equivoquéis; de Dios nadie se burla" (18). No se presenta al altar cosa muerta: trae una víctima viva: No se admite al que ofrece de lo que le sobra. Y tú ofreces al bienhechor que te lo dio, lo que te ha sobrado de toda tu vida. Si no te atreves a dar las sobras de tu mesa a unos huéspedes ilustres y nobles, ¿cómo quieres que Dios se aplaque con las sobras de tu vida? Ved, ricos, el fin a donde lleva la avaricia, y dejad de amar las riquezas. Cuanto más ames las riquezas, menos debes dejar de lo que posees. Tórnalo todo para ti, llévalo todo, no dejes tus riquezas a los extraños. Tal vez ni te enterraran tus domésticos con ornato fúnebre; sino que te negaran las exequias, deseosos de agradar a tus herederos. Tal vez se volverán entonces sus lenguas contra ti. -Es una necedad, dirán, adornar a un muerto y enterrar con mucho gasto a uno que ya nada siente-. ¿No es mejor que los que quedamos nos adornemos con sus magníficos y espléndidos vestidos y no dejarlos que se pudran a la vez con el cadáver?

¿Qué sacamos con levantar un suntuoso monumento y hacer una elegante sepultura y un gasto inútil? Mejor será emplear todo esto en los usos de la vida. -Esto dirán, y se vengaran de tu severidad; y entregaran tus bienes a tus sucesores-.Hazte por lo tanto a ti mismo las honras fúnebres. Hermosa sepultura es la piedad. Marcha vestido con todas tus cosas; haz de tus riquezas un adorno propio; tenlas contigo. Cree al buen consejero que te ama, Cristo, que se hizo pobre por nosotros, para que nos enriqueciésemos con su pobreza (19); que se entrego a sí mismo por precio de nuestra redención (20). Obedezcámosle como a sabio y conocedor de lo que nos conviene, sufrámosle como a amador nuestro, seámosle agradecidos como a bienhechor. Sigamos sin vacilar lo que se nos ha mandado, para que seamos herederos de la eterna vida, que está en Jesucristo, al cual sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.


Notas

(1) Mt 19,19-20. (volver

(2) Mt 19,21. (volver)

(3) Mt 19,16. (volver)

(4) Lc 18,25. (volver)

(5) Ps 111,9. (volver)

(6) Mt 6,21. (volver)

(7) Lc 18,25. (volver)

(*) Parece referirse aquí San Basilio a Tiberio; quien, en el año 18, convirtió la Capadocia en provincia romana e hizo de Cesarea su capital. (volver)

(**) Es una especie de tordo de gran tamaño, que se mantiene de langostas y otros insectos: llamase en algunas regiones zorzales. (volver)

(8) Si 1,8. (volver)

(9) Pr 27,20. (volver)

(10) Is 5,8.

(10b) 1R 21.

(11) Rm 1,18. volver)

(12) Jn 5,29. (volver)

(13) He 10,27. (volver)

(14) Mt 19,21. (volver)

(15) Si 5,12. (volver)

(16) Si 2,18. (volver)

(17) Lc 16,25. (volver)

(18) Ga 6,7. (volver)

(19) 2Co 8,9. (volver)

(20) 1Tm 2,6. (volver)




Basilio ES