Discursos 2005 115

AL PRIMER GRUPO DE OBISPOS DE POLONIA EN VISITA "AD LIMINA"

Sábado 26 de noviembre de 2005



¡Alabado sea Jesucristo!

Os doy mi cordial bienvenida, queridos hermanos en el ministerio episcopal. Me alegra acogeros durante esta visita ad limina Apostolorum.

He seguido con atención vuestras relaciones sobre la vida de la Iglesia en las diócesis de las que sois responsables. Os agradezco el empeño que ponéis cada día como pastores de la grey del Señor, animando con vuestra autoridad apostólica el ministerio pastoral de los presbíteros, la realización de los carismas de las comunidades religiosas y el desarrollo espiritual de los fieles laicos. Doy gracias a Dios por todos los frutos que produce este camino común hacia la casa del Padre, tras las huellas de Cristo, a la luz y con la fuerza del Espíritu Santo. Vuestra presencia aquí es signo del vínculo espiritual de la Iglesia en Polonia con la Sede apostólica y con el Sucesor de san Pedro. Recuerdo con emoción la gran oración con la que los polacos acompañaron a Juan Pablo II durante todo su pontificado y, de modo particular, en los días de su paso a la gloria del Señor. Me alegra poder contar con el mismo apoyo de vuestra oración. Es un don que aprecio mucho y que pido continuamente.

1. Durante nuestros coloquios se han tratado muchos temas. Entre ellos he elegido hoy la cuestión de la educación cristiana, pues es una de las tareas más fundamentales inscritas establemente en la misión salvífica de la Iglesia y en nuestro servicio episcopal.

Juan Pablo II, en la exhortación apostólica Ecclesia in Europa, pidió encarecidamente a la Iglesia en nuestro continente que dedicara una atención cada vez mayor a la educación de los jóvenes en la fe (cf. n. 61). Sabemos que aquí no se trata sólo de la didáctica, de perfeccionar los métodos de transmisión del saber; se trata de una educación basada en el encuentro directo y personal con el hombre, en el testimonio —es decir, en la auténtica transmisión de la fe, de la esperanza, de la caridad, y de los valores que derivan directamente de ellas— de persona a persona. Por tanto, se trata de un auténtico encuentro con otra persona, a la que primero hay que escuchar y comprender. Juan Pablo II fue para nosotros un modelo perfecto de este encuentro con el hombre.

El fiel y fructuoso cumplimiento de la misión de educar ante la que la Iglesia se encuentra hoy, requiere una adecuada valoración de la situación de los jóvenes que son objeto de dicha misión. En primer lugar, es preciso considerar su situación familiar, puesto que la familia sigue siendo la cuna fundamental de la formación de la persona humana. Soy consciente de que las dificultades económicas, el índice de desempleo que se mantiene elevado y la solicitud por garantizar la existencia material influyen en la forma de vida de numerosas familias polacas. No es posible formar actitudes verdaderamente auténticas, sin tener en cuenta estos problemas, que viven también los jóvenes.

116 Es necesario ver también muchos fenómenos positivos que sostienen y ayudan la educación en la fe.
Son numerosísimos los jóvenes que manifiestan una profunda sensibilidad ante las necesidades de los demás, especialmente de los pobres, los enfermos, las personas solas y los discapacitados. Por eso, emprenden varias iniciativas para llevar ayuda a los necesitados. Existe también un auténtico interés por las cuestiones de fe y religión, la necesidad de estar con los demás en grupos organizados e informales, y el fuerte deseo de experimentar a Dios. Lo testimonia la numerosa participación de los jóvenes polacos en los ejercicios espirituales, en los Encuentros europeos de jóvenes y en las Jornadas mundiales de la juventud. Todo esto constituye una buena base para la solicitud pastoral por el desarrollo espiritual de la juventud.

La educación en la fe debe consistir antes que nada en cultivar lo bueno que hay en el hombre. El desarrollo del voluntariado, inspirado por el espíritu del Evangelio, ofrece una gran ocasión educativa. Quizá valga la pena crear grupos juveniles de la Cáritas en las parroquias o en las escuelas. En las iniciativas educativas de la Iglesia también sería oportuno responder al interés por las cuestiones de fe, emprendiendo iniciativas que sirvan para acostumbrar a los niños y a los jóvenes al gusto de la oración. Una gran ocasión son los ejercicios espirituales, particularmente los que se hacen en completo silencio, las jornadas de retiro para diversos grupos, y también las escuelas de oración organizadas de modo sistemático en las parroquias. Una magnífica ocasión para esto son los ejercicios espirituales en la escuela en los períodos de Adviento y Cuaresma.
También es preciso esforzarse para que surjan centros de ejercicios espirituales y otros lugares de oración y recogimiento, a fin de que, sin preocuparse de su coste material, se conviertan efectivamente en centros de formación espiritual accesibles a todos los que buscan un contacto más profundo con Dios.

Entre las diversas formas de oración, la liturgia ocupa un lugar particular. En Polonia los jóvenes participan en gran número y activamente en la santa misa dominical. Es necesario intensificar aún más los esfuerzos para que la solicitud de los sacerdotes por la adecuada celebración de la liturgia, por la belleza de la palabra, del gesto y de la música sea signo cada vez más visible del Misterio salvífico que se realiza en ella. Asimismo, es preciso que los jóvenes, mediante una participación activa en la preparación de la liturgia, a través de su implicación en la liturgia de la Palabra, en el servicio del altar, o en la música, se inserten en la acción litúrgica. Entonces se sentirán partícipes en el Misterio, que introduce en el mundo de Dios y, simultáneamente, lo orienta hacia el mundo de las personas atraídas por el mismo amor de Cristo.

Durante los treinta años pasados, muchos jóvenes se han formado según esta orientación en el ámbito de la actividad del movimiento de los "oasis", llamado "Luz y Vida". La espiritualidad de este movimiento se centra en el encuentro con Dios en la sagrada Escritura y en la Eucaristía; por eso, está profundamente unido a la parroquia y a su vida litúrgica. Queridos hermanos en el episcopado, os pido que sostengáis este movimiento particularmente eficaz en la obra de educación en la fe, naturalmente, sin descuidar los demás movimientos.

Sé que durante la última visita ad limina, Juan Pablo II os exhortó a hacer renacer en Polonia la Acción católica junto con la Asociación católica juvenil. Esta tarea se ha realizado a nivel estructural. Sin embargo, es necesario hacer todo lo posible para que la Acción católica y la Asociación católica juvenil tengan un programa cada vez más transparente y maduro, y para que se elabore su propio perfil espiritual.

2. La formación de la generación joven es una tarea que corresponde a los padres, a la Iglesia y al Estado. Por eso, respetando una oportuna autonomía, hace falta una colaboración muy estrecha de la Iglesia con la escuela, con los ateneos y con las demás instituciones laicas que se ocupan de la educación de la juventud.

Gracias a los cambios ocurridos en 1989 y a todas las consecuencias derivadas de ellos, esta colaboración cobró nuevas dimensiones. Se han elaborado: el Directorio polaco de catequesis, las Bases programáticas de la catequesis, y en algunos centros de Polonia se han preparado programas y libros de texto para la enseñanza de la religión. Es verdad que este pluralismo programático puede servir bien para la evangelización y la educación religiosa en la escuela y en las parroquias, pero también vale la pena reflexionar sobre si la variedad de programas y libros de texto no dificulta a los alumnos la adquisición de un conocimiento religioso sistemático y ordenado.

Sin embargo, por lo que atañe a la enseñanza de la religión y a la catequesis en la escuela, no se pueden reducir estas materias a la dimensión de tratado de religión o de ciencias de la religión, aunque esto sea lo que esperan algunos ambientes. La enseñanza de la religión en la escuela, impartida por profesores clérigos y laicos, sostenida por el testimonio de docentes creyentes, debe conservar su auténtica dimensión evangélica de transmisión y testimonio de fe.

Quiero expresaros mi aprecio por haber asumido el compromiso de la catequesis parroquial, que completa la enseñanza de la religión en la escuela. Por lo general, esta es la catequesis de niños y jóvenes que se preparan para recibir los sacramentos de la iniciación cristiana. Sin embargo, no debe limitarse a estos grupos. En particular, se trata de lograr que la juventud que estudia fuera del ámbito de su parroquia participe activamente en la vida parroquial.

117 3. La colaboración en la obra de la educación por parte de los padres y de los demás laicos exige una preparación personal y una profundización continua del conocimiento religioso, de la espiritualidad y de la corrección de las actitudes según el Evangelio y el Magisterio. Por eso, os exhorto vivamente a vosotros, obispos, a intensificar los esfuerzos para organizar la catequesis de adultos donde falte y para sostener los ambientes que ya imparten una enseñanza de este tipo. Esta catequesis debe basarse en la Escritura y en el Magisterio. En su desarrollo puede servir de ayuda el Catecismo de la Iglesia católica, el Compendio de la doctrina social de la Iglesia o el Compendio del Catecismo de la Iglesia católica, publicado recientemente. Una ayuda particular en la catequesis de adultos puede ser el abundante magisterio de mi venerado predecesor Juan Pablo II. Durante sus numerosas peregrinaciones a Polonia dejó un rico patrimonio de la sabiduría que brota de la fe, el cual, al parecer, hasta ahora no ha sido asimilado del todo. En este contexto, ¡cómo no recordar sus encíclicas, exhortaciones, cartas y tantas otras intervenciones que constituyen una fuente inagotable de la sabiduría cristiana!

4. Para los pastores de la Iglesia en Polonia, el aumento del número de jóvenes que, al llegar a la madurez, eligen las escuelas superiores y de quienes emprenden los estudios universitarios es un desafío para una búsqueda continua de nuevas formas de pastoral universitaria.

Después de años de falta de libertad, la Iglesia ha podido instituir en Polonia nuevas universidades y facultades teológicas, la mayor parte de las cuales ha entrado en las estructuras de las universidades estatales. En las facultades teológicas enseñan muchos teólogos insignes y expertos. Su trabajo de investigación basado en la Revelación es la propuesta de la verdad de que Dios es Amor, que el mundo es su don, y que el hombre no es sólo señor del mundo creado, sino que también está llamado a un mundo nuevo en el reino de Dios. Queridos hermanos en el episcopado, os exhorto a sostener los ambientes científicos eclesiales, a cuidar la instrucción y el desarrollo del personal perteneciente al clero y al laicado, y a proveer a su adecuada base material.

5. La contribución de la Iglesia al proceso de educación se expresa también en las iniciativas en favor de la cultura. En la sede de la Unesco en París, Juan Pablo II dijo: "La cultura es un modo específico del "existir" y del "ser" del hombre. (...) La cultura es aquello a través de lo cual el hombre, en cuanto hombre, se hace más hombre. (...) El hombre, y sólo el hombre, es "autor" o "artífice" de la cultura, (...) se expresa en ella y en ella encuentra su propio equilibrio" (Discurso del 2 de junio de 1980, nn. 6-7: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 15 de junio de 1980, p. 11).

De las generaciones precedentes Polonia ha recibido un rico patrimonio cultural basado en los valores cristianos. Con este patrimonio ha entrado a formar parte de la Unión europea. Ante un proceso, que se está intensificando, de secularización y de abandono de los valores cristianos, Polonia no debe perder este patrimonio. Al contrario, las actitudes negativas y las amenazas a la cultura cristiana, visibles también en Polonia, son para la Iglesia una llamada a un esfuerzo ulterior en favor de una constante evangelización de la cultura. Se trata de impregnar las categorías del pensamiento de los contenidos y los valores del Evangelio, de los criterios, de las valoraciones y de las normas del comportamiento humano, tanto en la dimensión individual como en la social.

Hoy los medios de comunicación social desempeñan un papel particular en el mundo de la cultura. Se sabe que no sólo informan, sino que también forman el espíritu de sus destinatarios. Por tanto, pueden constituir un valioso instrumento de evangelización. Los hombres de Iglesia, especialmente los cristianos laicos, están llamados a promover en un radio de acción aún mayor los valores evangélicos por medio de la prensa, la radio, la televisión e internet. Sin embargo, una importante tarea de los pastores de la Iglesia es la solicitud no sólo por una preparación profesional de los agentes de los medios de comunicación social, sino también por su formación espiritual, humana o ética. Queridos hermanos en el episcopado, os animo a establecer un contacto benévolo con los ambientes de los periodistas y de los demás agentes de los medios de comunicación. Podría ser oportuno organizar para ellos un sector específico de la pastoral.

Quiero encomendar también a vuestra atención especial, queridos hermanos, la cuestión de la institución y del uso de las emisoras católicas de radio y televisión en la obra de evangelización de la cultura, ya sea de carácter local, regional o nacional. Pueden desarrollar una obra valiosa para la nueva evangelización y la difusión de la doctrina social de la Iglesia. Han de proclamar la verdad de Dios, sensibilizando al mundo actual sobre el patrimonio de los valores cristianos; su objetivo principal ha de ser el acercamiento a Cristo, la construcción de la comunidad de la Iglesia con el espíritu de la búsqueda de la verdad, del amor, de la justicia y de la paz, en el respeto de la autonomía de la esfera política. En todo caso, será necesario que, en cuanto realizan una acción pastoral, mantengan relaciones abiertas y confiadas con los obispos, de acuerdo con la responsabilidad que es propia de ellos en este campo.

No se puede por menos de mencionar la prensa católica nacional, diocesana y parroquial, que contribuye en gran medida a la propagación de la cultura de la verdad, del bien y de la belleza. La solicitud por el desarrollo de la prensa católica significa no sólo llevarla a un nivel superior, sino también extender su radio de acción. Por tanto, los responsables han de preocuparse por darle un perfil alto, digno de la tradición cultural católica de Polonia.

Al final de esta reflexión y como conclusión, deseo recordar las palabras del concilio Vaticano II, que enseñaba en la declaración Gravissimum educationis: "Todos los cristianos, puesto que mediante la regeneración por el agua y el Espíritu se han convertido en una criatura nueva y se llaman y son hijos de Dios, tienen derecho a la educación cristiana. Esta no persigue sólo la madurez antes descrita de la persona humana, sino que busca que los bautizados, mientras se inician gradualmente en el conocimiento del misterio de la salvación, sean cada vez más conscientes del don recibido de la fe. (...) Por lo cual, este Concilio recuerda a los pastores de almas su gravísima obligación de disponer las cosas de tal modo que todos los fieles gocen de esta educación cristiana, especialmente los jóvenes, que son la esperanza de la Iglesia" (
GE 2).

Esta exhortación es siempre actual, y puede que sea más comprometedora hoy, ante los nuevos desafíos que plantean los fenómenos sociales actuales. Expreso el deseo de que la luz del Espíritu Santo os acompañe a vosotros, aquí presentes, y a todos los obispos polacos en su realización perseverante.

Que la bendición de Dios os sostenga a vosotros y vuestras diócesis en la obra de formación de las mentes y los corazones humanos. ¡Dios os sea propicio!



AL CARDENAL GABRIEL ZUBEIR WAKO, ARZOBISPO DE JARTUM (SUDÁN)

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Lunes 28 de noviembre de 2005



Eminencia;
queridos hermanos en el episcopado;
distinguidos visitantes:

Me alegra daros la bienvenida al Vaticano y, a través de vosotros, envío un cordial saludo al pueblo de vuestro país. Aprecio mucho los sentimientos que han impulsado vuestra visita, y deseo aseguraros mis oraciones y mi profunda solicitud por el desarrollo pacífico de la vida civil y eclesial en vuestra nación.

El fin de la guerra civil y la promulgación de una nueva Constitución han dado esperanza al sufrido pueblo de Sudán. Aunque ha habido contratiempos a lo largo del camino de reconciliación, especialmente la trágica muerte de John Garang, ahora existe una oportunidad sin precedentes y la Iglesia tiene el deber de contribuir significativamente al proceso de perdón y reconstrucción nacional. Los católicos, aunque son una minoría, pueden contribuir en gran medida con el diálogo interreligioso y con la prestación de los servicios sociales más necesarios. Por eso, os aliento a emprender las iniciativas necesarias para hacer realidad de esa manera la presencia salvífica de Cristo.

El horror de los hechos acaecidos en Darfur, a los que mi amado predecesor el Papa Juan Pablo II se refirió en muchas ocasiones, subraya la necesidad de una resolución internacional más fuerte para garantizar la seguridad y los derechos humanos fundamentales. Hoy uno mi voz al clamor de los que sufren y os aseguro que la Santa Sede, junto con el nuncio apostólico en Jartum, seguirá haciendo todo lo posible para poner fin al ciclo de violencia y miseria.

Queridos amigos, sobre vosotros y sobre vuestro pueblo invoco las bendiciones de Dios de sabiduría, fortaleza y paz.


Diciembre de 2005



AL SEÑOR FRANCISCO A. SOLER EMBAJADOR DE EL SALVADOR ANTE LA SANTA SEDE

Jueves 1 de diciembre de 2005

Señor embajador:

1. Me es grato darle la bienvenida a este acto en el que me hace entrega de las cartas credenciales como embajador extraordinario y plenipotenciario de la República de El Salvador ante la Santa Sede. Agradezco las amables palabras que me ha dirigido, así como el cordial saludo del señor presidente de la República, licenciado Elías Antonio Saca, del que se ha hecho portador. Le ruego que le transmita mis mejores deseos de paz y bienestar personal, así como mis votos por la prosperidad y desarrollo de su querida nación.

119 2. Vuestra excelencia se ha referido a los Acuerdos de paz, firmados en 1992 después de una larga lucha fratricida, y ha puesto también de relieve que en estos años se ha ido avanzando en el proceso de pacificación y democratización. Es consolador ver el esfuerzo de su Gobierno en la construcción de una sociedad más justa, que proteja los sectores más débiles y empobrecidos. En este sentido, la Iglesia en El Salvador es consciente de que la construcción y mejora de la patria es un deber de cada ciudadano, y ella sigue colaborando para que todos puedan vivir en un clima de esperanza y de paz. La Iglesia, con la experiencia que tiene de humanidad, sin querer inmiscuirse en la política de los Estados, "sólo pretende una cosa: continuar, bajo la guía del Espíritu Paráclito, la obra del mismo Cristo, que vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido" (Gaudium et spes GS 3).

3. El Salvador tiene una fuerte impronta religiosa, que pone de manifiesto la fe de su pueblo después de más de cinco siglos de su evangelización. A este respecto, la Iglesia católica pone todo su empeño en favorecer el desarrollo integral del ser humano y la defensa de su dignidad, ayudando en la consolidación de los valores y bases fundamentales para que la sociedad pueda gozar de estabilidad y armonía. Así mismo, continúa colaborando en campos tan importantes como la enseñanza, la asistencia a los más desfavorecidos, los servicios sanitarios y la promoción de la persona como ciudadano e hijo de Dios.

Por ello, los pastores de El Salvador no dejan de ofrecer su palabra, que brota de un profundo conocimiento de la realidad humana leída a la luz de la buena nueva. Pues su misión de orden religioso no les exime de fomentar un diálogo nacional entre los responsables de la vida social. Por otra parte, y como su excelencia ha puesto de relieve, dicho diálogo debe ayudar a construir un futuro más humano con la colaboración de todos, evitando el empobrecimiento de la sociedad. A este respecto, es oportuno recordar que las mejoras sociales no se alcanzan aplicando sólo las medidas técnicas necesarias, sino promoviendo también reformas con una base humana y moral, que tengan presente una consideración ética de la persona, de la familia y de la sociedad.

4. La propuesta constante de los valores morales fundamentales, como son la honestidad, la austeridad, la responsabilidad por el bien común, la solidaridad, el espíritu de sacrificio y la cultura del trabajo, puede facilitar un mejor desarrollo para los miembros de la comunidad nacional, pues la violencia, el egoísmo personal y colectivo nunca han sido fuentes de progreso ni de bienestar.
Sobre esta base, los salvadoreños, con las ricas cualidades que les distinguen, han de ser los principales protagonistas y artífices del progreso del país, fomentando una estabilidad política que permita la participación de todos en la vida pública. Por eso, cada uno, según sus cualidades y posibilidades, está llamado a cooperar al bien de la patria. A este respecto, me complace saber que es firme propósito de las autoridades trabajar por un orden social cada vez más justo y participativo, y formulo mis mejores votos para que este propósito se logre, superando las graves dificultades que afectan principalmente a las capas más débiles de la sociedad.

5. Por otra parte, el doloroso y vasto problema de la pobreza, que induce a muchos salvadoreños a emprender la vía arriesgada de la emigración con todas sus secuelas en el ámbito familiar y social, tiene graves consecuencias en el campo de la educación, de la salud y de la vivienda, y constituye un apremiante desafío para los gobernantes y responsables de las instancias públicas para que todos dispongan de los bienes primarios y encuentren los medios indispensables que permitan su promoción y desarrollo integral.

La Iglesia, con su doctrina social, trata de impulsar y favorecer oportunas iniciativas encaminadas a superar situaciones de marginación que afectan a tantos hermanos necesitados, tratando de eliminar las causas de la pobreza y cumpliendo así su misión, pues la preocupación por lo social forma parte de su acción evangelizadora (cf. Sollicitudo rei socialis SRS 41).

6. Señor embajador, antes de concluir este encuentro deseo expresarle mis mejores deseos para que la misión que hoy inicia sea fecunda en copiosos frutos. Le ruego, de nuevo, que se haga intérprete de mis sentimientos y esperanzas ante el excelentísimo señor presidente de la República y demás autoridades de su país, a la vez que invoco la bendición de Dios sobre su distinguida familia y sus colaboradores, y sobre todos los amadísimos hijos e hijas de El Salvador.


A UN GRUPO DE ONCE NUEVOS EMBAJADORES


ANTE LA SANTA SEDE

Jueves 1 de diciembre de 2005



Excelencias:

Con placer os recibo para la presentación de las cartas que os acreditan como embajadores extraordinarios y plenipotenciarios de vuestros respectivos países: Tanzania, Nepal, Finlandia, Santa Lucía, El Salvador, Dinamarca, Sudáfrica, Argelia, Eritrea, Togo y Andorra. Os doy las gracias por haberme transmitido las amables palabras de vuestros jefes de Estado, y os ruego que al volver les expreséis mis mejores deseos para sus personas y para su alta misión al servicio de sus países. Vuestra presencia me brinda también la ocasión de saludar a los diferentes responsables civiles y religiosos de vuestras naciones, así como a todos vuestros compatriotas, con un saludo especial para las comunidades católicas.

120 De todas partes del mundo llegan noticias concernientes a conflictos. Esta mañana quiero hacer un nuevo llamamiento para que los responsables de las naciones y todos los hombres de buena voluntad se tiendan la mano, para poner fin a la violencia, que desfigura a la humanidad e hipoteca el crecimiento de los pueblos y la esperanza de numerosas poblaciones. Sin el compromiso de todos para restablecer la paz y crear un clima de pacificación y un espíritu de reconciliación en todos los niveles de la vida social, comenzando por el ámbito de la familia, no será posible avanzar por el camino de una sociedad pacificada.

Desde esta perspectiva, para un desarrollo cada vez más armonioso de los pueblos, es importante prestar una atención especial a la juventud, dando a las familias y a las diferentes estructuras educativas los medios para formar y educar a los jóvenes, para transmitirles los valores espirituales, morales y sociales fundamentales, preparándolos así con miras a un futuro mejor y a una verdadera conciencia de su papel en la sociedad y de las actitudes que deben adoptar para servir al bien común y estar atentos a todos. Este es uno de los caminos más importantes para que, a largo plazo, el mundo salga del engranaje de la violencia.

Por su parte, la Iglesia católica, presente en todos los continentes, no cesa de aportar su contribución, desarrollando numerosas obras educativas y formando el sentido religioso de las personas, lo cual no puede por menos de aumentar en cada uno el sentido de fraternidad y de solidaridad.

Conozco el interés que prestáis a esta cuestión en vuestra misión de diplomáticos, una de cuyas tareas fundamentales es favorecer el diálogo y las negociaciones, así como el bienestar de las poblaciones. Expreso también mi deseo de que todos los hombres de nuestro tiempo se comprometan en favor de la paz y de la reconciliación en todos los continentes, puesto que no basta decidir la paz para obtenerla; es necesario hacer todo lo posible en el plano concreto, en todos los niveles de la sociedad, para que pueda reinar.

Al final de nuestro encuentro, os expreso mis mejores deseos para vuestra nueva misión, invocando la abundancia de los beneficios divinos sobre vosotros, sobre vuestras familias, sobre vuestros colaboradores y sobre vuestros países.


A LOS MIEMBROS DE LA COMISIÓN TEOLÓGICA UNIVERSAL

Jueves 1 de diciembre de 2005

Reverendísimo presidente;
excelencias;
ilustres profesores;
queridos colaboradores:

Me alegra acogeros en este encuentro familiar, que despierta en mí el recuerdo de una colaboración prolongada y profunda con muchos de vosotros. Fui nombrado miembro de la Comisión teológica internacional en 1969 y luego, desde 1982, fui su presidente. Ante todo, deseo expresar mi sincero agradecimiento por las palabras de saludo que me ha dirigido el arzobispo monseñor Levada, que participa por primera vez en calidad de presidente en una sesión de la Comisión teológica internacional. Le expreso mis mejores deseos y le aseguro mi oración para que la luz y la fuerza del Espíritu lo acompañen en la realización de la tarea que se le ha encomendado.

121 Con la sesión plenaria que se está celebrando en estos días prosiguen los trabajos del séptimo "quinquenio" de la Comisión, iniciados el año pasado, cuando yo era aún su presidente. Aprovecho de buen grado la ocasión para animaros a cada uno de vosotros a continuar la reflexión sobre los temas elegidos para el estudio en los próximos años. El recordado Papa Juan Pablo II, al recibir a los miembros el 7 de octubre del año pasado, había destacado la gran importancia de dos temas que son actualmente objeto de estudio: el de la suerte de los niños muertos sin el bautismo en el contexto de la voluntad salvífica universal de Dios, de la mediación única de Jesucristo y de la sacramentalidad de la Iglesia, y el de la ley moral natural. Este último tema es de especial relevancia para comprender el fundamento de los derechos arraigados en la naturaleza de la persona y, como tales, derivados de la voluntad misma de Dios creador. Anteriores a cualquier ley positiva de los Estados, son universales, inviolables e inalienables; y, por tanto, todos deben reconocerlos como tales, especialmente las autoridades civiles, llamadas a promover y garantizar su respeto. Aunque en la cultura actual parece haberse perdido el concepto de "naturaleza humana", es un hecho que los derechos humanos no se pueden comprender sin presuponer que el hombre, en su mismo ser, es portador de valores y de normas que hay que descubrir y reafirmar, y no inventar o imponer de modo subjetivo y arbitrario.

En este punto, es de gran importancia el diálogo con el mundo laico: debe mostrarse con evidencia que la negación de un fundamento ontológico de los valores esenciales de la vida humana desemboca inevitablemente en el positivismo y hace que el derecho dependa de las corrientes de pensamiento dominantes en una sociedad, pervirtiendo así el derecho en un instrumento del poder en vez de subordinar el poder al derecho.

No menor importancia reviste el tercer tema, determinado durante la sesión plenaria del año pasado, es decir, el estatuto y el método de la teología católica. La teología no puede menos de nacer de la obediencia al impulso de la verdad y del amor que desea conocer cada vez mejor a aquel que ama, en este caso a Dios mismo, cuya bondad hemos reconocido en el acto de fe (cf. Donum veritatis, 7). Conocemos a Dios porque él, en su infinita bondad, se dio a conocer en la creación y sobre todo en su Hijo unigénito, que se hizo hombre por nosotros, y murió y resucitó por nuestra salvación.

En consecuencia, la revelación de Cristo es el principio normativo fundamental para la teología. Esta se ejerce siempre en la Iglesia y para la Iglesia, Cuerpo de Cristo, único sujeto con Cristo, y así también con fidelidad a la Tradición apostólica. Por tanto, la actividad del teólogo debe realizarse en comunión con la voz viva de la Iglesia, es decir, con el magisterio vivo de la Iglesia y bajo su autoridad. Considerar la teología como un asunto privado del teólogo significa desconocer su misma naturaleza. Sólo dentro de la comunidad eclesial, en comunión con los legítimos pastores de la Iglesia, tiene sentido la actividad teológica, que ciertamente requiere competencia científica, pero también y sobre todo el espíritu de fe y la humildad de quien sabe que el Dios vivo y verdadero, objeto de su reflexión, supera infinitamente la capacidad humana. Sólo con la oración y la contemplación se puede adquirir el sentido de Dios y la docilidad a la acción del Espíritu Santo, que darán fecundidad a la investigación teológica para el bien de toda la Iglesia y, podríamos decir, para toda la humanidad.

Aquí se podría objetar: una teología definida así, ¿sigue siendo ciencia y está de acuerdo con nuestra razón y su libertad? Sí; racionalidad, cientificidad y pensar en la comunión de la Iglesia no sólo no se excluyen, sino que van juntas. El Espíritu Santo introduce a la Iglesia en la plenitud de la verdad (cf.
Jn 16,13), la Iglesia está al servicio de la verdad y su guía es educación en la verdad.

Deseando que vuestras jornadas de estudio estén animadas por la comunión fraterna en la búsqueda de la Verdad que la Iglesia quiere anunciar a todos los hombres, suplico a María santísima, Sede de la Sabiduría, que guíe vuestros pasos en la alegría y en la esperanza cristiana. Con estos sentimientos, a la vez que os renuevo a todos la expresión de mi estima y de mi confianza, os imparto de corazón la bendición apostólica.


AL SEGUNDO GRUPO DE OBISPOS DE POLONIA EN VISITA "AD LIMINA"

Sábado 3 de diciembre de 2005



Queridos hermanos en el ministerio episcopal:

Os doy mi cordial bienvenida a todos vosotros. Me alegra poder acoger al segundo grupo de obispos polacos que han venido para la visita ad limina Apostolorum.

1. Durante su primera peregrinación a Polonia, Juan Pablo II dijo: "De la cruz de Nowa Huta ha comenzado la nueva evangelización: la evangelización del segundo milenio. Esta Iglesia lo testimonia y lo confirma. Ella ha nacido de una viva y consciente fe, y es necesario que continúe sirviendo a esta fe. La evangelización del nuevo milenio debe fundarse en la doctrina del concilio Vaticano II. Debe ser, como enseña el mismo Concilio, tarea común de los obispos, de los sacerdotes, de los religiosos y de los seglares, obra de los padres y de los jóvenes" (Homilía para los obreros en Nowa Huta, 9 de junio de 1979, n. 3: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 24 de junio de 1979, p. 8).

Fue una de las primeras intervenciones —si no la primera— de mi gran predecesor sobre el tema de la nueva evangelización. Habló del segundo milenio, pero no cabe duda de que ya estaba pensando en el tercero. Bajo su guía hemos entrado en este nuevo milenio del cristianismo, tomando conciencia de la constante actualidad de su exhortación a una nueva evangelización. Con estas breves palabras estableció el fin: despertar una fe "viva, consciente y responsable".
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