Discursos 2008 11

11 Por otra parte, deseo vivamente que en todas partes se goce efectivamente de una auténtica libertad religiosa y que no se impida el ejercicio del derecho de cada uno a practicar libremente su religión, o a cambiarla. Se trata de un derecho primordial de todo ser humano.

Queridos hermanos, el apoyo a las familias cristianas, que afrontan numerosos desafíos, como el relativismo religioso, el materialismo y todas las amenazas contra los valores morales familiares y sociales, debe seguir siendo una de vuestras prioridades. Os invito, en particular, a proseguir vuestros esfuerzos para proporcionar una sólida formación a los jóvenes y a los adultos, a fin de ayudarles a fortalecer su identidad cristiana y afrontar con valentía y serenidad las situaciones que se les presentan, respetando a las personas que no comparten sus convicciones.

Conozco el compromiso de vuestras comunidades en los campos de la educación y del servicio sanitario y social, que es apreciado por las autoridades y por la población de vuestros países. Así, en vuestras condiciones, desarrollando los valores de solidaridad, fraternidad y amor mutuo, anunciáis en vuestras sociedades el amor universal de Dios, particularmente a los más pobres y a los menos favorecidos. En efecto, "el amor, en su pureza y gratuidad, es el mejor testimonio del Dios en el que creemos y que nos impulsa a amar" (Deus caritas est ). Alabo también el compromiso valiente de los sacerdotes, los religiosos y las religiosas para acompañar a vuestras comunidades en su vida diaria y en su testimonio. Ofrecerles apoyo humano y espiritual debe ser una de vuestras preocupaciones principales como pastores.

Por último, expreso de nuevo mi cercanía a todas las personas que, en vuestra región, sufren múltiples formas de violencia. Podéis contar con la solidaridad de la Iglesia universal. Apelo también a la sabiduría de todos los hombres de buena voluntad, en particular de los que tienen responsabilidades en la vida colectiva, para que, privilegiando el diálogo entre todas las partes, cese la violencia, reine por doquier una paz verdadera y duradera, y se entablen relaciones de solidaridad y colaboración.

Encomendando a cada uno de vuestros países y a cada una de vuestras comunidades a la intercesión materna de María, pido a Dios que conceda a todos el don de la paz. De todo corazón os imparto una afectuosa bendición apostólica a vosotros, así como a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a todos los fieles de vuestras diócesis.


A LOS SUPERIORES Y ALUMNOS DEL ALMO COLEGIO CAPRÁNICA

Sala Clementina

Sábado 19 de enero de 2008

Señor cardenal;
queridos superiores y alumnos del Almo Colegio Capránica:

También este año tengo el placer de encontrarme con vosotros con ocasión de la fiesta de santa Inés, vuestra patrona celestial. A cada uno doy mi cordial bienvenida. Ante todo, saludo al señor cardenal Camillo Ruini y le agradezco las amables palabras con las que se ha hecho intérprete de vuestros sentimientos. Saludo al rector y a cuantos le ayudan en la guía de la comunidad. Un saludo especial os dirijo a vosotros, queridos alumnos, y a todos los presentes, extendiéndolo a los ex alumnos del Colegio, que en diversas partes del mundo ejercen su ministerio al servicio de la Iglesia y de las almas.

El Almo Colegio, que tiene una historia secular y una larga tradición de fidelidad a la Iglesia y a su supremo Pastor, tras haber celebrado en el año 2007 los 550 años de fundación, en el próximo mes de agosto recordará el mismo aniversario de la muerte del cardenal Domenico Capránica (14 de agosto de 1458), que puso gran empeño en promover el nacimiento del Collegium pauperum scholarium, destinado a la preparación de hombres bien formados para el ministerio sacerdotal.

12 Al acercarse dicha conmemoración, recuerdo de buen grado la figura ejemplar y clarividente de este cardenal, que con fuerza y de forma concreta sostuvo el anhelo de reforma que comenzaba a sentirse también dentro de la realidad romana y que, un siglo más tarde, contribuiría a determinar las orientaciones y las decisiones del concilio de Trento. Tuvo el don de intuir, sin incertidumbres, que la reforma anhelada no sólo debía afectar a las estructuras eclesiales, sino principalmente a la vida y las opciones de quienes en la Iglesia estaban llamados a ser, en los diversos niveles, guías y pastores del pueblo de Dios. Convencido de la importancia que reviste la dimensión espiritual en la formación de los futuros ministros del altar y en la misión de la Iglesia, el cardenal Capránica no sólo se prodigó en la institución del Colegio, sino que también lo dotó de las Constitutiones que regulan de manera completa los diversos aspectos de la formación de los jóvenes alumnos. De ese modo manifestó su atención por el primado de la dimensión espiritual y su convicción de que la profundidad y la consiguiente perseverancia en una sólida formación sacerdotal dependen, de manera decisiva, de una propuesta educativa completa y orgánica. Estas opciones cobran hoy una importancia aún mayor, teniendo en cuenta los múltiples desafíos que debe afrontar la misión de los presbíteros y de los evangelizadores.

A este propósito, en diversas circunstancias he recordado a seminaristas y sacerdotes la urgencia de cultivar una profunda vida interior, un contacto personal y constante con Cristo en la oración y en la contemplación, y un anhelo sincero de santidad. En efecto, para un cristiano, y con mayor razón para un sacerdote, sin una verdadera amistad con Jesús es imposible cumplir la misión que el Señor le confía. Ciertamente, para el presbítero conlleva también una seria preparación cultural y teológica, que vosotros, queridos alumnos, estáis adquiriendo durante estos años de estudio en Roma.

Es más, yo diría que precisamente la estancia en esta ciudad puede dar un impulso decisivo a vuestro itinerario de formación, pues los niveles de experiencia y los contactos que se pueden vivir aquí constituyen un don providencial y un estímulo singular. La presencia de la Cátedra de Pedro, el trabajo de hombres y organismos que ayudan al Obispo de Roma a presidir en la caridad, un conocimiento más directo de algunas Iglesias particulares, especialmente de la diócesis de Roma, son elementos importantes que ayudan a un joven llamado al sacerdocio a prepararse a su futuro ministerio.

Por lo demás, vuestros pastores os han mandado a la ciudad del Sucesor de Pedro con la esperanza de que volváis luego enriquecidos con un espíritu marcadamente católico, con una sensibilidad eclesial más plena y de alcance universal. La misma experiencia de vida común en el Colegio Capránica, entre alumnos provenientes de diversas regiones de Italia y de países de todo el mundo, os permite a cada uno de vosotros, queridos amigos, conocer bien el entramado de culturas y mentalidades típico de la vida actual. Además, la presencia de alumnos pertenecientes a la Iglesia ortodoxa de Rusia da un impulso ulterior al diálogo y a la fraternidad, y alimenta la esperanza ecuménica.

Queridos alumnos, aprovechad al máximo las posibilidades que la Providencia os ofrece durante estos años de estancia en Roma. Sobre todo, cultivad una íntima relación con el Cordero inmaculado, imitando a santa Inés, que lo siguió fielmente hasta el sacrificio de la vida. Que gracias a la intercesión de esta santa virgen y mártir, y sobre todo al continuo recurso a la protección materna de María, Virgo sapiens, el Señor os ayude a prepararos con empeño constante para el futuro ministerio.

A la vez que os agradezco de nuevo vuestra visita, os imparto de buen grado a vosotros, aquí presentes, y a vuestros seres queridos una especial bendición apostólica.


A LOS MIEMBROS DEL XI CONSEJO ORDINARIO DE LA SECRETARÍA GENERAL DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS

Lunes 21 de enero de 2008



Queridos y venerados hermanos en el episcopado:

Me alegra acogeros mientras estáis participando en la reunión del Consejo ordinario de la Secretaría general del Sínodo de los obispos como preparación para la Asamblea general ordinaria, convocada para celebrarse del 5 al 26 del próximo mes de octubre. Saludo y agradezco a monseñor Nikola Eterovic, secretario general, sus amables palabras; y expreso también mis sentimientos de gratitud a todos los miembros, tanto de la Secretaría general del Sínodo como del Consejo ordinario de la Secretaría general. Saludo a todos y a cada uno con sincero afecto.

En la reciente carta encíclica Spe salvi sobre la esperanza cristiana subrayé el "aspecto comunitario de la esperanza" (). "Estar en comunión con Jesucristo —escribí— nos hace participar en su ser "para todos", hace que este sea nuestro modo de ser. Nos compromete en favor de los demás, pero sólo estando en comunión con él podemos realmente llegar a ser para los demás", puesto que existe una "relación entre amor de Dios y responsabilidad para con los hombres" (ib., ), que impide caer en el individualismo de la salvación y de la esperanza. Creo que este fecundo principio se puede ver eficazmente aplicado precisamente en la experiencia sinodal, en la que el encuentro se convierte en comunión y la solicitud por todas las Iglesias (cf. 2Co 11,28) se manifiesta en la preocupación de todos.

La próxima Asamblea general del Sínodo de los obispos reflexionará sobre: "La palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia". Las grandes tareas de la comunidad eclesial en el mundo contemporáneo —entre tantas, subrayo la evangelización y el ecumenismo— se centran en la palabra de Dios y al mismo tiempo están justificadas y sostenidas por ella. Del mismo modo que la actividad misionera de la Iglesia, con su obra evangelizadora, encuentra su inspiración y su objetivo en la revelación misericordiosa del Señor, así también el diálogo ecuménico no puede basarse en palabras de sabiduría humana (cf. 1Co 2,13), o en sagaces recursos estratégicos, sino que debe estar animado únicamente por la referencia constante a la Palabra originaria que Dios ha entregado a su Iglesia para que se lea, interprete y viva en su comunión.

13 En este ámbito, la doctrina de san Pablo revela una fuerza muy especial, fundada obviamente en la revelación divina, pero también en su misma experiencia apostólica, que constantemente le confirmaba la conciencia de que no es la sabiduría y la elocuencia humana lo que construye la Iglesia en la fe, sino sólo la fuerza del Espíritu Santo (cf. 1Co 1,22-24 1Co 2,4 s).

Por una feliz concomitancia, san Pablo será venerado de modo particular este año gracias a la celebración del Año paulino. Por tanto, la celebración del próximo Sínodo sobre la palabra de Dios ofrecerá a la contemplación de la Iglesia, y principalmente de sus pastores, también el testimonio de este gran apóstol y heraldo de la palabra de Dios. San Pablo permaneció hasta la muerte fiel al Señor, a quien primero persiguió y después consagró todo su ser. Que su ejemplo anime a todos a acoger la Palabra de la salvación y a traducirla en la vida diaria como fiel seguimiento de Cristo.

A la palabra de Dios han dedicado su atención diversos organismos eclesiales consultados con vistas a la Asamblea del próximo mes de octubre. A ella dirigirán su atención los padres sinodales, después de haber leído los documentos preparatorios, los Lineamenta y el Instrumentum laboris, que vosotros mismos en la Secretaría general del Sínodo de los obispos habéis contribuido a redactar. Así, tendrán la oportunidad de confrontarse entre sí, pero sobre todo de unirse en comunión colegial para ponerse a la escucha de la Palabra de vida, que Dios ha encomendado al cuidado amoroso de su Iglesia para que la anuncie con valentía y convicción, con la parresía de los Apóstoles, a cercanos y lejanos. En efecto, por la gracia del Espíritu Santo, a todos se concede la posibilidad de encontrar la Palabra viva, que es Jesucristo.

Queridos y venerados hermanos, como miembros del Consejo ordinario de la Secretaría general del Sínodo de los obispos, prestáis un servicio meritorio a la Iglesia, puesto que el organismo sinodal constituye una institución cualificada para promover la verdad y la unidad del diálogo pastoral en el seno del Cuerpo místico de Cristo.

Gracias por todo lo que hacéis, no sin sacrificio. Que Dios os recompense. Sigamos orando juntos para que el Señor haga que la Asamblea sinodal dé frutos para toda la Iglesia. Con este deseo, os imparto de corazón una especial bendición apostólica a vosotros y a las comunidades encomendadas a vuestra solicitud pastoral, invocando la intercesión de la santísima Madre del Señor y de los apóstoles san Pedro y san Pablo, a quienes en la liturgia llamamos, junto con los demás Apóstoles, "columna y fundamento de la ciudad de Dios".


A LA CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA

Sala Clementina

Lunes 21 de enero de 2008



Señores cardenales;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
queridos hermanos y hermanas:

Gracias por esta visita, que realizáis con ocasión de la reunión plenaria de la Congregación para la educación católica. Saludo cordialmente a cada uno; en primer lugar, al señor cardenal Zenon Grocholewski, prefecto de vuestro dicasterio, y juntamente con él al nuevo secretario y a los demás oficiales y colaboradores. A usted, señor cardenal, le agradezco en particular las palabras que me ha dirigido, presentando los diversos temas sobre los cuales la Congregación quiere reflexionar durante estos días. Se trata de temas de gran interés y actualidad en los que la Iglesia centra su atención, especialmente en este momento histórico.

14 Desde siempre el sector de la educación es particularmente importante para la Iglesia, llamada a hacer suya la solicitud de Cristo, que, como narra el evangelista, viendo a la multitud "sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas" (Mc 6,34). La palabra griega que usa para expresar esta actitud de "compasión" evoca las entrañas de misericordia y remite al amor profundo que el Padre celestial siente por el hombre.

La Tradición ha visto en la enseñanza —y, más generalmente, en la educación— una manifestación concreta de la misericordia espiritual, que constituye una de las primeras obras de amor que la Iglesia tiene la misión de ofrecer a la humanidad. Y es muy oportuno que, en nuestro tiempo, se reflexione sobre cómo hacer actual y eficaz esta tarea apostólica de la comunidad eclesial, encomendada a las universidades católicas y, de manera especial, a las facultades eclesiásticas. Por tanto, me congratulo con vosotros por haber elegido para vuestra plenaria un tema de tan gran interés, y creo que es útil analizar atentamente los proyectos de reforma que está estudiando actualmente vuestro dicasterio, concernientes a las citadas universidades católicas y facultades eclesiásticas.

En primer lugar, me refiero a la reforma de los estudios eclesiásticos de filosofía, proyecto que ya ha llegado a la fase final de elaboración, en la que se subrayará la dimensión metafísica y sapiencial de la filosofía, como sugirió Juan Pablo II en la encíclica Fides et ratio (cf. FR 81). De igual modo, es útil valorar la oportunidad de una reforma de la constitución apostólica Sapientia christiana, la cual, querida por mi venerado predecesor en 1979, constituye la charta magna de las facultades eclesiásticas y sirve como base para formular los criterios de valoración de la calidad de dichas instituciones, valoración requerida por el Proceso de Bolonia, del que la Santa Sede es miembro desde el año 2003. Las disciplinas eclesiásticas, sobre todo la teología, están sometidas hoy a nuevos interrogantes en un mundo tentado, por una parte, por el racionalismo, que sigue una racionalidad falsamente libre y desvinculada de toda referencia religiosa, y, por otra, por los fundamentalismos, que falsifican la verdadera esencia de la religión con su incitación a la violencia y al fanatismo.

También la escuela debe interrogarse sobre la misión que debe llevar a cabo en el actual contexto social, marcado por una evidente crisis educativa. La escuela católica, que tiene como misión primaria formar al alumno según una visión antropológica integral, aun estando abierta a todos y respetando la identidad de cada uno, no puede menos de proponer su propia perspectiva educativa, humana y cristiana. Entonces se plantea un desafío nuevo, que la globalización y el pluralismo creciente agudizan aún más, es decir, el encuentro de las religiones y las culturas en la búsqueda común de la verdad.

La aceptación de la pluralidad cultural de los alumnos y de los padres debe confrontarse necesariamente con dos exigencias: por un lado, no excluir a nadie en nombre de su pertenencia cultural o religiosa; por otro, una vez reconocida y aceptada esta diversidad cultural y religiosa, no detenerse en la pura constatación. En efecto, esto equivaldría a negar que las culturas se han de respetar verdaderamente cuando se encuentran, porque todas las culturas auténticas están orientadas a la verdad del hombre y a su bien. Por eso, los hombres provenientes de diversas culturas pueden hablarse, comprenderse por encima de las distancias espaciales y temporales, porque en el corazón de cada persona albergan las mismas grandes aspiraciones al bien, a la justicia, a la verdad, a la vida y al amor.

Otro tema de estudio por parte de vuestra asamblea plenaria es la cuestión de la reforma de la Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis para los seminarios. El documento de base, que data del año 1970, fue actualizado en 1985, especialmente tras la promulgación del Código de derecho canónico de 1983. En los decenios sucesivos se publicaron varios textos de especial relevancia, en particular la exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis (1992).

El clima actual de la sociedad, con la enorme influencia de los medios de comunicación social y la amplitud del fenómeno de la globalización, ha cambiado profundamente. Por tanto, parece necesario interrogarse sobre la oportunidad de la reforma de la Ratio fundamentalis, que deberá subrayar la importancia de una correcta articulación de las diversas dimensiones de la formación sacerdotal desde la perspectiva de la Iglesia comunión, siguiendo las indicaciones del concilio Vaticano II. Esto implica una sólida formación en la fe de la Iglesia, una verdadera familiaridad con la Palabra revelada, dada por Dios a su Iglesia.

Además, la formación de los futuros sacerdotes deberá ofrecer orientaciones e indicaciones útiles para dialogar con las culturas contemporáneas. Por tanto, hay que reforzar y sostener significativamente la formación humana y cultural, también con la ayuda de las ciencias modernas, ya que algunos factores sociales desestabilizadores presentes hoy en el mundo (por ejemplo, la situación de tantas familias separadas, la crisis educativa, una violencia generalizada, etc.) debilitan a las nuevas generaciones.

Al mismo tiempo, es necesaria una formación adecuada para la vida espiritual, que haga a las comunidades cristianas, en particular a las parroquias, cada vez más conscientes de su vocación y capaces de responder de modo adecuado a la demanda de espiritualidad que viene especialmente de los jóvenes. Esto requiere que no falten en la Iglesia apóstoles y evangelizadores cualificados y responsables.

En consecuencia, se plantea el problema de las vocaciones, especialmente al sacerdocio y a la vida consagrada. Mientras que en ciertas partes del mundo se nota un florecimiento de vocaciones, en otras su número disminuye, sobre todo en Occidente. El cuidado de las vocaciones compromete a toda la comunidad eclesial: obispos, sacerdotes, consagrados, pero también a las familias y a las parroquias. Seguramente también resultará de gran ayuda a vuestra acción pastoral la publicación del documento sobre la vocación al ministerio presbiteral, que estáis preparando.

Queridos hermanos y hermanas, he recordado antes que la enseñanza es expresión de la caridad de Cristo y es la primera de las obras de misericordia espiritual que la Iglesia está llamada a realizar. Quien entra en la sede de la Congregación para la educación católica es acogido por un icono que muestra a Jesús mientras lava los pies de sus discípulos durante la última Cena. Que Aquel que "nos amó hasta el extremo" (Jn 13,1) bendiga vuestro trabajo al servicio de la educación y, con la fuerza de su Espíritu, lo haga eficaz. Por mi parte, os doy las gracias por cuanto hacéis diariamente con competencia y entrega y, a la vez que os encomiendo a la protección materna de María santísima, Virgen sabia y Madre del Amor, de corazón os imparto a todos la bendición apostólica.


A LOS MIEMBROS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE ESLOVENIA EN VISITA "AD LIMINA APOSTOLORUM"

15

Jueves 24 de enero de 2008

Venerados hermanos en el episcopado:

Al llegar a su fin vuestra visita ad limina Apostolorum, es para mí una gran alegría acogeros, queridos pastores de la Iglesia que está en Eslovenia. Os saludo con afecto, y agradezco a monseñor Alojzij Uran, arzobispo metropolitano de Liubliana y presidente de vuestra Conferencia episcopal, las amables palabras que acaba de dirigirme.

Desde la anterior visita ad limina,que tuvo lugar en abril del año 2001, vuestro país ha experimentado cambios de notable importancia en el ámbito de las instituciones civiles. Ante todo, el 1 de mayo de 2004, Eslovenia entró a formar parte de la Unión europea, y en aquella circunstancia los obispos dirigieron una carta pastoral a todos los fieles. Además, el 1 de enero de 2007 el país adoptó la moneda única europea. Por último, a finales del año pasado se insertó en el ámbito del Tratado de Schengen para la libre circulación. Como coronamiento de dicha evolución, durante este semestre se asignó a Eslovenia la presidencia de turno de la Unión europea.

Estos importantes acontecimientos que he recordado no tienen carácter eclesiástico, pero no por ello carecen de interés para la Iglesia, porque conciernen a la vida de las personas, en particular al horizonte de los valores en Europa, como subraya con razón la citada carta pastoral del 23 de abril de 2004. Esta carta puede parecer hoy demasiado optimista. Evidentemente, se proponía valorar los aspectos positivos, pero sin ignorar los problemas y los peligros.

A distancia de casi cuatro años del ingreso de Eslovenia en la Unión europea, me parece que cuanto afirmáis conserva todo su valor: si Europa quiere ser cada vez más una tierra de paz, conservando como uno de los valores fundamentales el respeto de la dignidad de la persona humana, no puede renegar del componente principal —en el plano espiritual y ético— de dicho fundamento, es decir, el componente cristiano.

Los humanismos no son todos iguales, ni son equivalentes desde el punto de vista moral. No me refiero aquí a los aspectos religiosos; me limito a los ético-sociales. En efecto, según la visión del hombre que se adopte, las consecuencias para la convivencia civil serán diversas. Por ejemplo, si se concibe al hombre de modo individualista, según una tendencia hoy generalizada, ¿cómo justificar el esfuerzo por construir una comunidad justa y solidaria?

A este propósito, quisiera retomar una expresión de vuestra carta ya citada: "El cristianismo es la religión de la esperanza: esperanza en la vida, en la felicidad sin fin, en la realización de la fraternidad entre todos los hombres". Esto es verdad en todos los continentes, y lo es también en una Europa donde a muchos intelectuales les resulta aún difícil aceptar que "la razón y la fe se necesitan mutuamente para realizar su verdadera naturaleza y su misión" (Spe salvi ).

Reconocemos aquí el desafío principal que debe afrontar hoy la Iglesia en Eslovenia. El laicismo de estilo occidental, diverso y quizá más encubierto que el marxista, presenta signos que no pueden menos de preocuparnos. Basta pensar, por ejemplo, en la búsqueda desenfrenada de los bienes materiales, en la disminución de la natalidad, y también en el descenso de la práctica religiosa, con una sensible disminución de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.

Ya desde hace tiempo la comunidad eclesial eslovena está comprometida en responder al desafío del laicismo en diversos niveles y en varias direcciones. Ante todo, me complace recordar el Concilio plenario nacional, que celebrasteis entre 1999 y 2000, cuyo tema se hacía eco de las palabras que Moisés dirigió al pueblo de Israel a punto de entrar en la tierra prometida: "Escoge la vida" (Dt 30,19). Cada generación está llamada a renovar esta elección, entre "la vida y el bien, entre la muerte y el mal" (cf. Dt 30,15). Y nosotros, pastores, tenemos el deber de indicar a los cristianos el camino de la vida, para que sean a su vez sal y luz de la sociedad.

Por tanto, animo a la Iglesia que está en Eslovenia a responder a la cultura materialista y egoísta con una coherente acción evangelizadora, que parta de las parroquias, pues las comunidades parroquiales, más que otros organismos, pueden y deben poner en marcha iniciativas y actos concretos de testimonio cristiano. Este necesario compromiso pastoral se ve facilitado también por la reestructuración de las circunscripciones eclesiásticas que realicé en el año 2006, con la creación de tres nuevas diócesis y la elevación de Maribor a sede metropolitana, para permitir que los obispos estén más cerca de sus sacerdotes y fieles, y los acompañen más eficazmente en su camino de fe y en su compromiso apostólico.

16 Queridos y venerados hermanos, para la primavera de 2009 habéis convocado el Congreso eucarístico nacional, invitándome también a visitar el país en esa circunstancia. A la vez que os agradezco este amable gesto y encomiendo al Señor dicho proyecto, os felicito desde ahora por la iniciativa de convocar a toda la comunidad en torno al misterio eucarístico, "fuente y cima de toda la vida cristiana" (Lumen gentium LG 11). Mi venerado predecesor Juan Pablo II concluyó su largo pontificado estimulándonos a dirigir el corazón a la Eucaristía. Yo acepté esa invitación y, después de la Asamblea del Sínodo de los obispos sobre la Eucaristía de octubre de 2005, escribí la exhortación apostólica Sacramentum caritatis.

Por consiguiente, tenéis una gran riqueza de enseñanzas que podéis aprovechar para la preparación de vuestro Congreso, acontecimiento eclesial que —estoy seguro— constituirá para vuestras comunidades una ocasión propicia para retomar las conclusiones del reciente Concilio plenario esloveno y ponerlas en práctica.

La Eucaristía y la palabra de Dios —a esta última estará dedicada la próxima Asamblea ordinaria del Sínodo de los obispos— constituyen el verdadero tesoro de la Iglesia. Cada comunidad, fiel a la enseñanza de Jesús, debe utilizar los bienes terrenos simplemente como servicio al Evangelio y coherentemente con los dictámenes del Evangelio.

Al respecto, el Nuevo Testamento es muy rico en enseñanzas y ejemplos normativos, para que en todos los tiempos los pastores puedan afrontar correctamente el delicado problema de los bienes temporales y su uso apropiado. En todas las épocas de la Iglesia, el testimonio de pobreza evangélica ha sido un elemento esencial de la evangelización, como lo fue en la vida de Cristo. Por tanto, es preciso que todos, pastores y fieles, se comprometan en una conversión personal y comunitaria, para que una fidelidad cada vez mayor al Evangelio en la administración de los bienes de la Iglesia dé a todos el testimonio de un pueblo cristiano comprometido en sintonizarse con las enseñanzas de Cristo.

Venerados y queridos hermanos, doy gracias al Señor, que durante estos días nos ha concedido reavivar vuestros vínculos de comunión, y los de vuestras Iglesias con la Sede de Pedro. Que os protejan y sostengan el beato Antonio Martín Slomsek y los demás santos particularmente venerados en vuestras comunidades. Que María santísima, Madre de la Iglesia, vele siempre sobre vuestro ministerio y os obtenga abundantes gracias celestiales.

Por mi parte, os aseguro un recuerdo en la oración y de corazón os imparto la bendición apostólica, extendiéndola a todos los fieles encomendados a vuestra solicitud pastoral.


AL GRUPO MIXTO DE TRABAJO DE LA IGLESIA CATÓLICA Y EL CONSEJO MUNDIAL DE LAS IGLESIAS

Sala de los Papas

Viernes 25 de enero de 2008



Queridos amigos:

Me complace daros la bienvenida, miembros del grupo mixto de trabajo entre el Consejo mundial de Iglesias y la Iglesia católica, con ocasión de vuestro encuentro en Roma para comenzar una nueva fase de vuestro trabajo. Vuestro encuentro tiene lugar en esta ciudad, en la que los apóstoles san Pedro y san Pablo dieron el testimonio supremo de Cristo y derramaron su sangre en su nombre. Os saludo afectuosamente con las palabras que san Pablo mismo dirigió a los primeros cristianos de Roma: "A vosotros gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo" (Rm 1,7).

El Consejo mundial de Iglesias y la Iglesia católica han gozado de una fecunda relación ecuménica, que se remonta al tiempo del concilio Vaticano II. El grupo mixto de trabajo, que comenzó en el año 1965, ha trabajado asiduamente para fortalecer el "diálogo de vida" que mi predecesor el Papa Juan Pablo II llamó "diálogo de caridad" (Ut unum sint UUS 17). Esta cooperación ha sido una expresión efectiva de la comunión que ya existe entre los cristianos, y ha hecho avanzar la causa del diálogo ecuménico y de la comprensión.

17 El centenario de la Semana de oración por la unidad de los cristianos nos brinda la oportunidad de dar gracias a Dios todopoderoso por los frutos del movimiento ecuménico, en el que podemos descubrir la presencia del Espíritu Santo que fomenta el crecimiento de todos los seguidores de Cristo en la unidad de fe, esperanza y caridad.

Orar por la unidad constituye de por sí "un medio sumamente eficaz para pedir la gracia de la unidad" (Unitatis redintegratio
UR 8), puesto que es una participación en la oración de Jesús. Cuando los cristianos rezan juntos, "la meta de la unidad aparece más cercana" (Ut unum sint UUS 22), porque la presencia de Cristo en medio de nosotros (cf. Mt 18,20) favorece una profunda armonía de mente y corazón: podemos mirarnos unos a otros de un modo nuevo, y fortalecer nuestra decisión de superar lo que nos separa.

Por tanto, en este día recordamos con gratitud la labor de tantas personas que, a lo largo de los años, han tratado de difundir la práctica del ecumenismo espiritual mediante la oración común, la conversión del corazón y el crecimiento en la comunión. También damos gracias por los diálogos ecuménicos que dieron abundantes frutos durante el siglo pasado. La recepción de esos frutos es en sí misma un paso importante en el proceso de promoción de la unidad de los cristianos, y el grupo mixto de trabajo es particularmente idóneo para estudiar y alentar este proceso.

Queridos amigos, pido a Dios que el nuevo grupo mixto de trabajo pueda construir sobre la base de la meritoria obra ya realizada, y así abra el camino a una cooperación cada vez mayor, para que se realice cada vez más plenamente en nuestro tiempo la oración del Señor, "que todos sean uno" (Jn 17,21).

Con estos sentimientos, y con un profundo aprecio por vuestro importante servicio al movimiento ecuménico, invoco cordialmente abundantes bendiciones de Dios sobre vosotros y sobre vuestras deliberaciones.



A UN CONGRESO CON OCASIÓN DEL 25º ANIVERSARIO DE LA PROMULGACIÓN DEL CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO

Viernes 25 de enero de 2008

Señores cardenales;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
ilustres profesores, oficiales y estudiosos del derecho canónico:

Con gran placer participo en estos últimos momentos del congreso de estudio organizado por el Consejo pontificio para los textos legislativos con ocasión del 25° aniversario de la promulgación del Código de derecho canónico. Habéis estudiado el tema: "La ley canónica en la vida de la Iglesia. Investigación y perspectivas, a la luz del Magisterio pontificio reciente".

Os saludo cordialmente a cada uno, y en particular al presidente del Consejo pontificio, arzobispo Francesco Coccopalmerio, a quien agradezco las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos vosotros y las reflexiones sobre el Código y sobre el derecho en la Iglesia. Mi agradecimiento se extiende, además, a todo el Consejo pontificio, con sus miembros y consultores, por la valiosa colaboración que prestan al Papa en el campo jurídico-canónico.


Discursos 2008 11