Discursos 2007 70

70 Queridos jóvenes de lengua portuguesa, vuestras aclamaciones y hosannas a Jesús son debidas y justas, pues él es el Dios que a todos salva. Salvó muriendo; murió amando; y amando resucitó. Hoy es visible en el corazón que le obedece y que ama como él amó: "Amaos unos a otros, como yo os he amado". Queridos amigos, con el amor de Cristo que brota de vuestro corazón, id y bendecid la tierra.

Saludo cordialmente a los polacos y, en particular, a los jóvenes participantes en la Jornada mundial de la juventud. Que el mandamiento de Cristo: "Amaos unos a otros, como yo os he amado" (
Jn 13,34) sea para nosotros lo más importante. A todos os deseo que viváis intensamente la Semana santa para gozar después de la alegría de la Pascua. Que Dios os bendiga.

Os saludo, por último, a vosotros, queridos hermanos y hermanas de lengua italiana y, en particular, a los jóvenes que han venido con ocasión de la Jornada mundial de la juventud. A todos os deseo una Semana santa llena de frutos espirituales. Por eso os invito a vivirla en íntima unión con la Virgen María. Aprendamos de ella el silencio interior, la mirada del corazón y la fe amorosa, para seguir a Jesús por el camino de la cruz, que lleva a la luz gozosa de la Resurrección.



VÍA CRUCIS EN EL COLISEO

Viernes Santo, 6 de abril de 2007
Queridos hermanos y hermanas:

Siguiendo a Jesús en el camino de su pasión, no sólo vemos la pasión de Jesús; también vemos a todos los que sufren en el mundo. Y esta es la profunda intención de la oración del vía crucis: abrir nuestro corazón, ayudarnos a ver con el corazón.

Los Padres de la Iglesia consideraban que el mayor pecado del mundo pagano era su insensibilidad, su dureza de corazón, y citaban con frecuencia la profecía del profeta Ezequiel: "Os quitaré el corazón de piedra y os daré un corazón de carne" (cf. Ez 36,26). Convertirse a Cristo, hacerse cristiano, quería decir recibir un corazón de carne, un corazón sensible ante la pasión y el sufrimiento de los demás.

Nuestro Dios no es un Dios lejano, intocable en su bienaventuranza. Nuestro Dios tiene un corazón; más aún, tiene un corazón de carne. Se hizo carne precisamente para poder sufrir con nosotros y estar con nosotros en nuestros sufrimientos. Se hizo hombre para darnos un corazón de carne y para despertar en nosotros el amor a los que sufren, a los necesitados.

Oremos ahora al Señor por todos los que sufren en el mundo. Pidamos al Señor que nos dé realmente un corazón de carne, que nos haga mensajeros de su amor, no sólo con palabras, sino también con toda nuestra vida. Amén.


AL FINAL DE LA COMIDA CON LOS CARDENALES EN EL DÍA DE SU 80º CUMPLEAÑOS

Lunes 16 de abril de 2007

Queridos hermanos y amigos:

71 En este momento quiero dar gracias de todo corazón. Ante todo, doy gracias al señor decano del sacro Colegio, tanto por las palabras que me dirigió ayer con gran benevolencia, como también por lo que ha escrito en la revista "30 Giorni", y por la preparación tan delicada y competente de esta hermosísima comida, en la que hemos vivido un momento de nuestra colegialidad afectiva y efectiva. Más aún; no sólo se ha tratado de un momento de colegialidad, sino también de auténtica fraternidad. Verdaderamente hemos experimentado cuán hermoso es estar juntos: "Ecce quam bonum et quam iucundum habitare fratres in unum" (Ps 133,1).

Agradezco esta experiencia de fraternidad, que vivo cada día. Aunque no nos veamos continuamente, siento siempre y constato la colaboración de quienes me ayudan. Realmente, el Colegio cardenalicio da un apoyo eficaz y grande al trabajo del Sucesor de Pedro.

Quisiera dar las gracias también a todos los cardenales que han escrito tantas cosas hermosas en "30 Giorni", en el suplemento especial del diario Avvenire y también en otras publicaciones.

Gracias, asimismo, a los que no han escrito, pero han pensado y orado. Para mí el verdadero don de este día es la oración, que me da la certeza de que me aceptan desde el interior y, sobre todo, me ayudan y sostienen en mi ministerio petrino, un ministerio que no puedo desempeñar yo solo, sino únicamente en comunión con todos los que me ayudan, también orando, para que el Señor esté con todos nosotros y esté conmigo.

Hoy, en el Oficio de lectura, rezamos las palabras de un Salmo que tienen un sabor particular de verdad y que para mí son muy valiosas: "In manibus tuis sortes meae" (Ps 31,16); en la traducción Vetus latina el texto decía: "In manu tua tempora mea", es decir, "en tus manos están mis días". En el texto griego se hablaba de kairoí mou. Todas estas versiones entrañan una gran verdad: nuestro tiempo, cada día, las vicisitudes de nuestra vida, nuestro destino, nuestra acción están en buenas manos, en las manos del Señor.

Esta es la gran confianza con la que seguimos adelante, sabiendo que las manos del Señor están sostenidas por las manos y los corazones de tantos cardenales. Esto es para mí el motivo de la gran alegría de este día.

Os doy las gracias a todos vosotros, con mis mejores deseos.


AL FINAL DEL CONCIERTO OFRECIDO CON OCASIÓN


DE SU 80° CUMPLEAÑOS

Lunes 16 de abril de 2007

: Señores cardenales;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
amables señoras y señores,
72 queridos amigos:

Al final de este estupendo concierto que nos ha ofrecido la orquesta sinfónica de la Radiotelevisión de Stuttgart, elevando nuestro espíritu, deseo saludaros en primer lugar a todos vosotros con viva cordialidad.

Agradezco al ministro Willi Stächele y al director de la Südwestrundfunk, profesor Peter Voss, las amables palabras que me han dirigido al inicio.

He recibido con alegría vuestro don musical, este maravilloso regalo de cumpleaños de la región sur-occidental de Alemania, sobre todo teniendo en cuenta que el land de Baden-Würtenberg está vinculado a una etapa importante de mi vida y de mi formación. El ministro ya ha recordado mis raíces. De hecho, pienso de buen grado en el período de mi vida en Tubinga, en el intercambio intelectual y científico realizado en esa importante universidad, y en los numerosos y valiosos encuentros humanos que tuvieron lugar allí y que me han guiado en los años y decenios siguientes. Y han proseguido.

Ahora quisiera sobre todo dar las gracias a los artistas de esta velada, a los miembros de la orquesta sinfónica de la Radiotelevisión de Stuttgart, que con su arte nos han ofrecido a todos una auténtica experiencia de fuerza inspiradora de gran música. Expreso mi agradecimiento al director Gustavo Dudamel, a la solista Hilary Hahn, y a todos vosotros, señoras y señores. Dado que el lenguaje de la música es universal, vemos personas de orígenes culturales y religiosos completamente diversos, que se dejan llevar y guiar por ella, y que se hacen sus intérpretes.

Esta universalidad de la música se acentúa de modo especial hoy gracias a los medios de comunicación electrónicos y digitales. ¡Cuántas personas, en los países más diversos, tienen la posibilidad de participar, desde su casa, en esta ejecución musical o también de revivirla después!

Estoy convencido de que la música —y aquí pienso de modo especial en el gran Mozart y, esta tarde, naturalmente en la maravillosa música de Gabrieli y en el majestuoso "Mundo nuevo" de Dvorák— es realmente el lenguaje universal de la belleza, capaz de unir entre sí a los hombres de buena voluntad en toda la tierra y de hacer que eleven su mirada hacia las alturas y se abran al Bien y a la Belleza absolutos, que tienen su manantial último en Dios mismo.

Al echar una mirada hacia mi vida pasada, doy gracias a Dios porque puso a mi lado la música casi como una compañera de viaje, que siempre me ha dado consuelo y alegría. También doy las gracias a las personas que, desde los primeros años de mi infancia, me acercaron a esta fuente de inspiración y de serenidad.

Doy las gracias a los que unen música y oración en la alabanza armoniosa de Dios y de sus obras: nos ayudan a glorificar al Creador y Redentor del mundo, que es obra maravillosa de sus manos. Y expreso el deseo de que la grandeza y la belleza de la música os den también a vosotros, queridos amigos, nueva y continua inspiración para construir un mundo de amor, de solidaridad y de paz.

Por esto invoco sobre los que nos hallamos reunidos aquí esta tarde en el Vaticano, y sobre todos los que están en conexión con nosotros mediante la radio y la televisión, la protección constante de Dios, del Dios de amor que desea encender continuamente en nuestro corazón la llama del bien y alimentarla con su gracia. Él, el Señor y dador de la vida nueva y definitiva, cuya victoria celebramos con alegría en este tiempo pascual, os bendiga a todos.

Os agradezco una vez más vuestra presencia y las felicitaciones. ¡Feliz tiempo pascual a todos! Gracias.


A LOS MIEMBROS DE LA FUNDACIÓN PAPAL

73

Viernes 20 de abril de 2007



Queridos amigos:

Me alegra saludaros a vosotros, miembros de la Fundación Papal, con ocasión de vuestra peregrinación anual a Roma. Este año, una vez más, nuestro encuentro está lleno de la alegría del tiempo pascual, en el que la Iglesia conmemora el paso de Cristo de la muerte a la vida, el alba de la nueva creación y la efusión del Espíritu Santo. Que este mismo Espíritu colme vuestro corazón con los dones de sabiduría, alegría y paz, y que vuestra peregrinación a las tumbas de los Apóstoles y de los mártires renueve vuestro amor al Señor y a su Iglesia.

Desde el inicio, la Fundación Papal se ha comprometido a promover la misión de la Iglesia sosteniendo obras de caridad específicas impulsadas por el Sucesor de Pedro en su solicitud por todas las Iglesias (cf. 2Co 11,28). De buen grado aprovecho la ocasión para expresar mi gratitud no sólo por la ayuda que la Fundación ha dado a los países en vías de desarrollo financiando gran variedad de proyectos caritativos y educativos, sino también por las becas concedidas a las Universidades pontificias de Roma en favor de laicos, sacerdotes y religiosos. Así estáis contribuyendo de modo significativo a la formación de futuros líderes, cuya mente y corazón se modelan de acuerdo con la enseñanza del Evangelio, la sabiduría de la doctrina social católica y un profundo sentido de comunión con la Iglesia universal en su servicio a toda la familia humana.

Durante este tiempo pascual, os exhorto a todos a descubrir cada vez más plenamente en la Eucaristía, el sacramento del amor sacrificial de Cristo, la inspiración y la fuerza necesarias para trabajar con mayor generosidad aún por la difusión del reino de Dios y el crecimiento de la civilización del amor (cf. Sacramentum caritatis, 90).

Con gran afecto os encomiendo a vosotros y a vuestras familias a la amorosa intercesión de María, Madre de la Iglesia, y de corazón os imparto mi bendición apostólica como prenda de alegría y paz en el Señor.

VISITA PASTORAL A VIGÉVANO Y PAVÍA


A LOS JÓVENES Y A LOS ENFERMOS

Plaza de San Ambrosio, Vigévano

Sábado 21 de abril de 2007



Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra encontrarme entre vosotros, y os agradezco vuestra cordial y jubilosa acogida. Al bajar del helicóptero, casi escuché el eco de las campanas de todas las iglesias de la diócesis, que a mediodía repicaron dándome la bienvenida. Os agradezco también este gesto de afecto.

Mi primer encuentro ha sido con los muchachos de las escuelas y de las sociedades deportivas, que acudieron al estadio municipal para acogerme. Además, a lo largo del trayecto he visto a mucha gente. Gracias a todos y a cada uno. He querido iniciar esta peregrinación pastoral a Italia aquí en Vigévano, la única diócesis de Lombardía que no visitó mi predecesor Juan Pablo II. De este modo, es como si reanudara el camino que recorrió él, para seguir llevando a los hombres y mujeres de la amada Italia el anuncio, antiguo y siempre nuevo, que resuena con especial vigor en este tiempo pascual: "¡Cristo ha resucitado! ¡Cristo está vivo! ¡Cristo está con nosotros hoy y siempre!".

74 Saludo al alcalde de esta ciudad, al que agradezco las corteses palabras de bienvenida que me ha dirigido en nombre de toda la comunidad civil. También doy las gracias de corazón a quienes han colaborado de varias maneras en la preparación y la realización de esta visita, a la que os habéis preparado especialmente con la oración.

Saludo en particular a las religiosas Adoratrices Perpetuas del Santísimo Sacramento, con quienes me acabo de encontrar. Su presencia orante constituye para toda la diócesis una invitación a considerar cada vez más la importancia de la Eucaristía, centro y cumbre de la vida de la Iglesia. A estas queridas hermanas, que han consagrado toda su vida al Señor, expreso mi aliento y mi gratitud.

Saludo, asimismo, a los enfermos y, al dirigirme a los presentes, quiero saludar en particular a los que en los pueblos y en las ciudades de la diócesis sufren, atraviesan dificultades o están marginados. Que la protección maternal de la Virgen santísima sea para cada uno apoyo y consuelo en la prueba.

Un saludo especial os dirijo ahora a vosotros, queridos jóvenes reunidos en esta plaza, mientras abrazo espiritualmente a todos los jóvenes de Vigévano y de Lomellina. Queridos amigos, Cristo resucitado os renueva a cada uno su invitación a seguirlo. No dudéis en fiaros de él: encontraos con él, escuchadlo, amadlo con todo vuestro corazón; en la amistad con él experimentaréis la verdadera alegría, que da sentido y valor a la existencia.

Queridos hermanos y hermanas, de buen grado hubiera aceptado la invitación a prolongar mi estancia en vuestra diócesis, pero no me es posible; por eso, quiero estrechar en un gran abrazo a todos los habitantes de esta ciudad y de los vicariatos de Mortara, Garlasco, Mede y Cava Manara.

Dentro de poco, reunidos todos espiritualmente en torno al altar para la solemne concelebración eucarística, invocaremos al Señor resucitado pidiéndole que la visita del Sucesor de Pedro suscite en todos los miembros de vuestra comunidad diocesana un renovado fervor espiritual.

Con este deseo, imparto a todos de corazón una bendición apostólica especial.

VISITA PASTORAL A VIGÉVANO Y PAVÍA


A LOS JÓVENES DE LA DIÓCESIS DE PAVÍA

Plaza de la Catedral, sábado 21 de abril de 2007



Queridos hermanos y hermanas:

Después de pasar la tarde en Vigévano, me encuentro ahora con vosotros, en Pavía, en esta plaza, con la majestuosa e imponente catedral del siglo XV como telón de fondo. En esta iglesia, desde hace siglos, se conservan celosamente, como en un cofre, las reliquias de san Siro, primer obispo del siglo III-IV. En este momento esas reliquias se encuentran provisionalmente en la iglesia del Carmen. Os doy las gracias a todos por haberme esperado y por haberme acogido con gran entusiasmo.

En este primer encuentro con vosotros, deseo saludar a la señora alcaldesa y al ministro Mastella, a quienes agradezco las cordiales palabras que me han dirigido. Saludo asimismo a las demás autoridades civiles presentes. Dirijo un saludo particular al pastor de la diócesis, el obispo Giovanni Giudici, así como a los sacerdotes, las religiosas y los religiosos, y a todos los que se dedican activamente al trabajo pastoral.

75 Quiero saludaros con especial afecto a vosotros, queridos jóvenes, que habéis acudido en gran número a este primer contacto mío con vuestra diócesis. Vosotros representáis su esperanza y su futuro. Por eso me alegra comenzar mi primera visita precisamente con vosotros. Gracias por vuestra numerosa presencia.

Vengo a vosotros esta tarde para renovaros un anuncio siempre joven, para comunicaros un mensaje que, cuando se lo acoge, cambia la vida, la renueva y la colma. La Iglesia proclama este mensaje con particular alegría en este tiempo pascual: Cristo resucitado está vivo entre nosotros, también hoy. ¡Cuántos coetáneos vuestros en el decurso de la historia, queridos jóvenes, se han encontrado con él y se han convertido en amigos suyos! Lo han seguido fielmente y han dado testimonio de su amor con la propia vida.

Así pues, no tengáis miedo de entregar vuestra vida a Cristo. Él jamás defrauda nuestras expectativas, porque sabe lo que hay en nuestro corazón. Siguiéndolo con fidelidad no os resultará difícil encontrar la respuesta a los interrogantes que embargan vuestra alma: "¿Qué debo hacer? ¿Qué tarea me espera en la vida?". La Iglesia, que necesita vuestro compromiso para llevar, especialmente a vuestros coetáneos, el anuncio evangélico, os sostiene en el camino del conocimiento de la fe y del amor a Dios y a los hermanos.

La sociedad, marcada en nuestro tiempo por innumerables cambios sociales, espera vuestra aportación para construir una convivencia común menos egoísta y más solidaria, realmente animada por los grandes ideales de la justicia, la libertad y la paz.

Esta es vuestra misión, queridos jóvenes amigos. Trabajemos por la justicia, por la paz, por la solidaridad, por la verdadera libertad. Que os acompañe Cristo resucitado y, juntamente con él, la Virgen María, Madre suya y nuestra. Con su ejemplo y su constante intercesión, la Virgen os ayude a no desalentaros en los momentos de fracaso y a confiar siempre en el Señor.

Os agradezco una vez más, de corazón, vuestra presencia y os bendigo a todos con afecto.

¡Buenas noches y hasta mañana!

VISITA PASTORAL A VIGÉVANO Y PAVÍA


A LOS ENFERMOS, A LOS MÉDICOS Y AL PERSONAL


DEL HOSPITAL POLICLÍNICO SAN MATEO DE PAVÍA

Domingo 22 de abril de 2007



Queridos hermanos y hermanas:

En el programa de mi visita pastoral a Pavía no podía faltar una etapa en el hospital policlínico "San Mateo" para encontrarme con vosotros, queridos enfermos, que provenís no sólo de la provincia de Pavía sino también de toda Italia. A cada uno le expreso mi cercanía personal y mi solidaridad, a la vez que abrazo espiritualmente también a los enfermos, a los que sufren y a las personas con dificultades que se encuentran en vuestra diócesis y a todos los que los asisten con amorosa solicitud. Quisiera dirigir a todos unas palabras de aliento y de esperanza.

Saludo cordialmente al presidente del hospital policlínico, señor Alberto Guglielmo, y le agradezco las amables palabras que acaba de dirigirme. Mi gratitud se extiende a los médicos, a los enfermeros y a todo el personal que trabaja diariamente aquí. Saludo y expreso mi agradecimiento a los padres camilos, que con gran celo pastoral llevan cada día a los enfermos el consuelo de la fe, así como a las Religiosas de la Providencia, comprometidas en un generoso servicio según el carisma de su fundador, san Luis Scrosoppi. Doy las gracias de corazón a la representante de los enfermos, y también saludo con afecto a los familiares de los enfermos, que con sus seres queridos comparten momentos de preocupación y de espera confiada.

76 El hospital es un lugar que, en cierto modo, podríamos llamar "sagrado", donde se experimenta la fragilidad de la naturaleza humana, pero también las enormes potencialidades y recursos del ingenio del hombre y de la técnica al servicio de la vida. ¡La vida del hombre! Este gran don, por más que se lo explore, sigue siendo siempre un misterio.

Sé que vuestro hospital, el policlínico "San Mateo", es muy conocido en esta ciudad y en Italia entera, sobre todo por algunas operaciones de vanguardia. Aquí os esforzáis por aliviar el sufrimiento de las personas, con el fin de que puedan recuperar plenamente la salud, y muy a menudo esto sucede, también gracias a los modernos descubrimientos científicos. Aquí se obtienen resultados verdaderamente confortantes. Deseo vivamente que el necesario progreso científico y tecnológico vaya acompañado siempre de la conciencia de promover también, junto con el bien del enfermo, los valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida en todas sus fases, de los que depende la calidad auténticamente humana de una convivencia.

Encontrándome entre vosotros, pienso de modo espontáneo en Jesús, que durante su existencia terrena siempre mostró una particular atención a los que sufrían, curándolos y dándoles la posibilidad de volver a la vida de relación familiar y social, que la enfermedad había impedido. Pienso también en la primera comunidad cristiana, donde, como leemos durante estos días en los Hechos de los Apóstoles, muchas curaciones y prodigios acompañaban la predicación de los Apóstoles. La Iglesia, siguiendo el ejemplo de su Señor, manifiesta siempre una predilección especial por quienes sufren, y, como ha dicho el señor presidente, ve en el que sufre a Cristo mismo, y no cesa de prestar a los enfermos la ayuda necesaria, la ayuda técnica y el amor humano, consciente de que está llamada a manifestar el amor y la solicitud de Cristo a ellos y a quienes los atienden. El progreso técnico, tecnológico, y el amor humano deben ir siempre juntos.

En este lugar, además, resultan particularmente actuales las palabras de Jesús: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (
Mt 25,40 Mt 25,45). En toda persona afectada por la enfermedad, es él mismo quien espera nuestro amor. Ciertamente, el sufrimiento repugna a la sensibilidad humana; pero es verdad que, cuando se lo acoge con amor, con compasión, y está iluminado por la fe, se convierte en una valiosa ocasión que une de manera misteriosa a Cristo Redentor, Varón de dolores, que en la cruz cargó sobre sí el dolor y la muerte del hombre. Con el sacrificio de su vida, redimió el sufrimiento humano y lo transformó en el medio fundamental de la salvación.

Queridos enfermos, encomendad al Señor las molestias y los dolores que debéis afrontar, y en su plan se transformarán en medios de purificación y de redención para todo el mundo. Queridos amigos, os aseguro a cada uno mi recuerdo en la oración y, a la vez que invoco a María santísima, Salus infirmorum, Salud de los enfermos, para que os proteja a vosotros y a vuestras familias, a los dirigentes, a los médicos y a toda la comunidad del hospital policlínico, con afecto os imparto a todos una especial bendición apostólica.



AL MUNDO DE LA CULTURA EN LA UNIVERSIDAD DE PAVÍA

Domingo 22 de abril de 2007

Rector magnífico;
ilustres profesores;
queridos estudiantes:

Mi visita pastoral a Pavía, aun siendo breve, no podía menos de incluir una etapa en esta universidad, que constituye desde hace siglos un elemento característico de vuestra ciudad. Por eso, me alegra estar entre vosotros para este encuentro, al que atribuyo un valor particular, pues también yo vengo del mundo académico.

Saludo cordialmente a los profesores y, en primer lugar, al rector, profesor Angiolino Stella, a quien agradezco las amables palabras que me ha dirigido. Saludo a los estudiantes y, de modo especial, al joven que se ha hecho portavoz de los sentimientos de los demás universitarios. Me ha asegurado vuestra valentía en la entrega a la verdad, vuestra valentía para buscar más allá de los límites de lo conocido, para no rendiros ante la debilidad de la razón. Y agradezco mucho estas palabras. Saludo también y expreso mis mejores deseos a todos los que forman parte de vuestra comunidad académica y hoy no han podido estar aquí presentes.

77 Vuestra universidad es una de las más antiguas e ilustres de Italia. Como ha dicho el rector magnífico, entre sus docentes ha tenido personalidades destacadas, como Alessandro Volta, Camillo Golgi y Carlo Forlanini. Me complace recordar también que por vuestro ateneo han pasado profesores y alumnos que han alcanzado una eminente talla espiritual, como Michele Ghislieri, que llegó a ser el Papa san Pío V, san Carlos Borromeo, san Alejandro Sauli, san Ricardo Pampuri, santa Gianna Beretta Molla, el beato Contardo Ferrini y el siervo de Dios Teresio Olivelli.

Queridos amigos, toda universidad tiene por naturaleza una vocación comunitaria, pues es precisamente una universitas, una comunidad de profesores y alumnos comprometidos en la búsqueda de la verdad y en la adquisición de competencias culturales y profesionales superiores. La centralidad de la persona y la dimensión comunitaria son dos polos igualmente esenciales para un enfoque correcto de la universitas studiorum. Toda universidad debería conservar siempre la fisonomía de un centro de estudios "a medida del hombre", en el que la persona del alumno salga del anonimato y pueda cultivar un diálogo fecundo con los profesores, que los estimule a crecer desde el punto de vista cultural y humano.

De este enfoque se derivan algunas aplicaciones relacionadas entre sí. Ante todo, es verdad que sólo poniendo en el centro a la persona y valorando el diálogo y las relaciones interpersonales se puede superar la fragmentación de las disciplinas derivada de la especialización y recuperar la perspectiva unitaria del saber. Las disciplinas tienden naturalmente, y con razón, a la especialización, mientras que la persona necesita unidad y síntesis.

En segundo lugar, es de fundamental importancia que el compromiso de la investigación científica se abra al interrogante existencial del sentido de la vida misma de la persona. La investigación tiende al conocimiento, mientras que la persona necesita también la sabiduría, es decir, la ciencia que se manifiesta en el "saber vivir".

En tercer lugar, la relación didáctica sólo puede llegar a ser relación educativa, un camino de maduración humana, si se valora a la persona y las relaciones interpersonales. En efecto, la estructura privilegia la comunicación, mientras que las personas aspiran a la participación.

Sé que esta atención a la persona, a su experiencia integral de vida y a su tendencia a la comunión, está muy presente en la actividad pastoral de la Iglesia en Pavía en el ámbito cultural. Lo atestigua la labor de los Colegios universitarios de inspiración cristiana. Entre estos, quisiera recordar también yo el Colegio Borromeo, impulsado por san Carlos Borromeo, cuya bula de fundación es del Papa Pío IV, y el Colegio Santa Catalina, fundado por la diócesis de Pavía por voluntad del siervo de Dios Pablo VI, con una contribución decisiva de la Santa Sede.

En este sentido, también es importante la labor de las parroquias y de los movimientos eclesiales, en particular del Centro universitario diocesano y de la FUCI, que tienen como finalidad acoger a la persona en su integridad, proponer caminos armónicos de formación humana, cultural y cristiana, y ofrecer espacios de participación, de confrontación y de comunión.

Quisiera aprovechar esta ocasión para invitar a los alumnos y a los profesores a no sentirse sólo objeto de atención pastoral, sino también a participar activamente y a contribuir al proyecto cultural de inspiración cristiana que la Iglesia promueve en Italia y en Europa.

Al encontrarme con vosotros, queridos amigos, me viene espontáneo pensar en san Agustín, copatrono de esta universidad, juntamente con santa Catalina de Alejandría. El camino existencial e intelectual de san Agustín testimonia la fecunda interacción que existe entre la fe y la cultura. San Agustín estaba impulsado por el deseo incansable de encontrar la verdad, de descubrir qué es la vida, de saber cómo vivir, de conocer al hombre. Y, precisamente a causa de su pasión por el hombre, buscaba necesariamente a Dios, porque sólo a la luz de Dios puede manifestarse también plenamente la grandeza del hombre, la belleza de la aventura de ser hombre.

Al inicio, este Dios le parecía muy lejano. Luego lo encontró. Ese Dios grande, inaccesible, se hizo cercano, uno de nosotros. El gran Dios es nuestro Dios, es un Dios con rostro humano. Así, la fe en Cristo no puso fin a su filosofía, a su audacia intelectual; al contrario, lo estimuló aún más a buscar la profundidad del ser humano y a ayudar a los demás a vivir bien, a encontrar la vida, el arte de vivir. Esto era para él la filosofía: saber vivir, con toda la razón, con toda la profundidad de nuestro pensamiento, de nuestra voluntad, y dejarse guiar en el camino de la verdad, que es un camino de valentía, de humildad, de purificación permanente.

Toda la búsqueda de san Agustín encontró cumplimiento en la fe en Cristo, pero en el sentido de que siempre permaneció en camino. Más aún, nos dice: incluso en la eternidad proseguirá nuestra búsqueda; será una aventura eterna descubrir nuevas grandezas, nuevas bellezas. Al interpretar las palabras del Salmo: "Buscad siempre su rostro", dijo: esto vale para la eternidad; y la belleza de la eternidad consiste en que no es una realidad estática, sino un progreso inmenso en la inmensa belleza de Dios. Así pudo encontrar a Dios como la razón fundante, pero también como el amor que nos abraza, nos guía y da sentido a la historia y a nuestra vida personal.

78 Esta mañana expliqué que ese amor a Cristo dio forma a su compromiso personal. De una vida planteada como búsqueda pasó a una vida totalmente entregada a Cristo y así a una vida para los demás. Descubrió —esta fue su segunda conversión— que convertirse a Cristo significa no vivir ya para sí mismos, sino estar realmente al servicio de todos.

San Agustín ha de ser para nosotros, precisamente también para el mundo académico, modelo de diálogo entre la razón y la fe, modelo de un diálogo amplio, que sólo puede buscar la verdad y así también la paz. Como afirmó mi venerado predecesor Juan Pablo II en la encíclica Fides et ratio, "el Obispo de Hipona consiguió hacer la primera gran síntesis del pensamiento filosófico y teológico, en la que confluían las corrientes del pensamiento griego y latino. En él, además, la gran unidad del saber, que encontraba su fundamento en el pensamiento bíblico, fue confirmada y sostenida por la profundidad del pensamiento especulativo" (
FR 40).

Por eso, invoco la intercesión de san Agustín para que la Universidad de Pavía se distinga siempre por una atención especial a la persona, por una acentuada dimensión comunitaria en la investigación científica y por un fecundo diálogo entre la fe y la cultura.

Os agradezco vuestra presencia y, a la vez que os expreso mis mejores deseos de éxito en vuestros estudios, imparto a todos mi bendición, que hago extensiva a vuestros familiares y a vuestros seres queridos.



AL SÍNODO EXTRAORDINARIO DE LA IGLESIA DE ANTIOQUÍA DE LOS SIRO-CATÓLICOS

Sábado 28 de abril de 2007



Beatitud;
venerados hermanos:

"Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo" (1Co 1,3). Con estas palabras, que el Apóstol de los gentiles dirigió a los cristianos de la comunidad de Corinto, os acojo y os saludo a todos, al final de vuestro encuentro.

La solicitud por todas las Iglesias, conforme al mandato que Cristo confió al apóstol san Pedro y a sus Sucesores, me impulsó a convocar vuestro Sínodo extraordinario, que presidió en mi nombre el secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, al que saludo y doy las gracias cordialmente. Deseo agradecer igualmente a Su Beatitud y a cada uno de vosotros vuestra activa participación en los trabajos del Sínodo y vuestra aportación generosa a la solución de los problemas y las dificultades que encuentra desde hace algún tiempo la benemérita Iglesia siro-católica.

Al convocaros a esta asamblea extraordinaria, mi única intención era reavivar cada vez más intensamente los vínculos seculares que unen a vuestra Iglesia con la Sede apostólica y, al mismo tiempo, manifestaros la estima y la solicitud que alberga el Obispo de Roma por cada uno de vosotros, pastores de una porción del pueblo de Dios que no es grande, pero sí antigua y significativa. Mi saludo se dirige también a vuestros colaboradores, en primer lugar a los sacerdotes y a los diáconos, así como a todos los miembros de la Iglesia siro-católica.

La liturgia del tiempo pascual, que estamos viviendo, nos invita a dirigir la mirada y el corazón hacia el acontecimiento fundamental de la fe cristiana: la muerte y la resurrección de Cristo. Los Hechos de los Apóstoles, que leemos durante estos días, nos presentan el camino de la Iglesia naciente, un camino que no siempre es fácil, pero que es rico en frutos apostólicos. Desde los orígenes, no han faltado ni la hostilidad ni las persecuciones provenientes de fuera, ni los riesgos de tensiones y de oposiciones en el interior mismo de las comunidades.


Discursos 2007 70