Discursos 2007 86

86 Santidad, notamos que en sus discursos se hace referencia al relativismo de Europa, a la pobreza de África, pero se echa un poco de menos América Latina, ¿tal vez porque no es una preocupación? ¿o usted le dedicará en el futuro alguna palabra más específica? (televisión brasileña).

Papa: No, yo amo mucho a América Latina; he hecho muchas visitas a América Latina y tengo muchos amigos; conozco cuán grandes son sus problemas y, por otra parte, cuán grande es la riqueza de este continente. En este período son "predominantes" los problemas de Oriente Medio, de Tierra Santa, de Irak, etc. Por decirlo así, existe una prioridad inmediata, que es preciso tener en cuenta. Como sabemos, también son enormes los sufrimientos de África. Pero no me preocupan menos los problemas de América Latina, porque no amo menos a América Latina, el gran —más aún, el mayor— continente católico, que por eso también constituye la mayor responsabilidad para un Papa. Así pues, me alegra que haya llegado para mí el momento de ir a América Latina, de confirmar el compromiso asumido por Pablo VI y Juan Pablo II, y de seguir en la misma línea. Naturalmente, el Papa desea que, además de ser un continente católico, sea también un continente ejemplar, donde se resuelvan de modo adecuado los problemas humanos, que son grandes. Y se trabaja juntamente con los Episcopados, los sacerdotes, los religiosos y los laicos, para que este gran continente católico sea realmente también un continente de vida y de esperanza. Para mí esta es una prioridad de primer orden.

Santidad, en su discurso de llegada dice que se trata de formar cristianos dando indicaciones morales y que luego ellos deciden libre y conscientemente. ¿Comparte usted la excomunión que se ha dado a los diputados de la ciudad de México sobre la cuestión del aborto?

Papa: La excomunión no es algo arbitrario; está previsto en el Código (n.d.r., Código de derecho canónico). Por tanto, en el derecho canónico está claramente escrito que matar a un niño inocente es incompatible con ir a la Comunión, en la que se recibe el Cuerpo de Cristo. Por consiguiente, no se ha inventado algo nuevo, algo sorprendente o arbitrario. Sólo se ha recordado públicamente lo que está previsto en el derecho de la Iglesia, en un derecho que se basa en la doctrina y en la fe de la Iglesia, en nuestro aprecio por la vida y por la individualidad humana, desde el primer momento.

¿Se siente suficientemente apoyado por los alemanes? ¿No siente un poco de nostalgia de Alemania?

Papa: Me ha preguntado si me siento suficientemente apoyado por los alemanes y también si siento un poco de nostalgia de Alemania. Sí, me siento suficientemente apoyado; es normal que en un país mixto (protestante y católico), no todos los bautizados estén de acuerdo con el Papa; esto es totalmente normal. Pero me parece que existe un gran apoyo, también de personas que pertenecen a la parte no católica de Alemania. Por tanto, sí, existe el apoyo y me ayuda. Amo a mi patria, pero también amo a Roma, y ahora soy ciudadano del mundo. Así, en todas partes estoy en casa y me siento cercano a mi país, como a todos los demás.

Buenos días, Santidad. En su libro Jesús de Nazaret habla de una dramática crisis de fe. En América Latina tal vez no haya esta dramática crisis de fe, pero sí un debilitamiento. La teología de la liberación se ha sustituido con la teología de las sectas protestantes, que prometen paraísos baratos de la fe, y la Iglesia católica pierde fieles. ¿Cómo frenar esta hemorragia de fieles católicos?

Papa: Esta es nuestra preocupación común. Precisamente en esta V Conferencia general del Episcopado latinoamericano y del Caribe queremos encontrar respuestas convincentes y ya se trabaja con este fin. El éxito de las sectas demuestra, por una parte, que hay una sed generalizada de Dios, una sed de religión; las personas quieren estar cerca de Dios y buscan un contacto con él. Y, naturalmente, por otra, aceptan también a quien se presenta y promete soluciones a sus problemas de la vida diaria. Nosotros, como Iglesia católica, debemos hacer realidad precisamente lo que constituye la finalidad de esta V Conferencia, es decir, ser más misioneros y por tanto más dinámicos al ofrecer respuestas a la sed de Dios, ser conscientes de que la gente, y precisamente también los pobres, quieren estar cerca de Dios. Somos conscientes de que, juntamente con esta respuesta a la sed de Dios, debemos ayudarles a encontrar las condiciones de vida justas sea a nivel micro-económico, en las situaciones concretísimas, como hacen las sectas, sea a nivel macro-económico, pensando también en todas las exigencias de la justicia.

A propósito de la pregunta del colega. Hay todavía muchos exponentes de la teología de la liberación en diversos lugares de Brasil. ¿Cuál es el mensaje específico para estos exponentes de la teología de la liberación?

Papa: Yo diría que, al cambiar la situación política, también ha cambiado profundamente la situación de la teología de la liberación, y ahora es evidente que estaban equivocados esos milenarismos fáciles, que prometían inmediatamente, como consecuencia de la revolución, las condiciones completas de una vida justa. Esto hoy lo saben todos. Ahora la cuestión es cómo la Iglesia debe estar presente en la lucha por las reformas necesarias, en la lucha por condiciones de vida más justas. En esto se dividen los teólogos, en particular los exponentes de la teología política. Nosotros, con la Instrucción dada a su tiempo por la Congregación para la doctrina de la fe, tratamos de realizar una labor de discernimiento, es decir, tratamos de librarnos de falsos milenarismos, de librarnos también de una mezcla errónea de Iglesia y política, de fe y política; y de mostrar la parte específica de la misión de la Iglesia, que consiste precisamente en responder a la sed de Dios y por tanto también educar en las virtudes personales y sociales, que son condición necesaria para hacer que madure el sentido de la legalidad. Por otra parte, tratamos de indicar las líneas directrices para una política justa, una política que no hacemos nosotros, sino para la cual nosotros debemos indicar las grandes líneas y los grandes valores determinantes, y crear las condiciones humanas, sociales y psicológicas en las que puedan crecer esos valores. Por tanto, existe el espacio para un debate difícil, pero legítimo, sobre cómo llegar a esto y sobre cómo hacer eficaz del mejor modo posible la doctrina social de la Iglesia. En este sentido, también algunos teólogos de la liberación tratan de avanzar dentro de este camino; otros toman otras posiciones. En cualquier caso, la intervención del Magisterio no ha pretendido destruir el compromiso por la justicia, sino guiarlo por los caminos correctos y también en el respeto de la debida diferencia entre responsabilidad política y responsabilidad eclesial.

Sabemos que usted estuvo dos veces en Colombia, cuando era cardenal, y sabemos que Colombia ha quedado muy presente en su corazón. Quisiéramos saber qué puede hacer la Iglesia para que podamos salir adelante sobre todo en esta situación de conflicto interno colombiano.

87 Papa: Naturalmente, yo no soy un oráculo, que tiene automáticamente todas las respuestas adecuadas. Sabemos que los obispos ponen todo su empeño por encontrar esas respuestas. Yo sólo puedo confirmar la línea fundamental de los obispos, es decir, una fuerte indicación a poner el acento en la fe, que es la garantía más segura contra el aumento de la violencia y, al mismo tiempo, un compromiso decidido por la educación de una conciencia que salga de situaciones incompatibles con la fe. Naturalmente, están en juego condiciones económicas, donde algunos campesinos viven de cierto mercado que luego permite grandes ganancias en otros lugares. No se pueden resolver inmediatamente, de un momento a otro, estos diversos problemas económicos, políticos, ideológicos, pero es necesario seguir adelante con gran decisión, con la adhesión sincera a una fe que implica respeto a la legalidad y a la vez amor y responsabilidad con respecto a los demás. Me parece que la educación en la fe es la humanización más segura también para resolver, poco a poco, esos problemas tan concretos.

Santidad, llegamos al continente de monseñor Óscar Romero. Se ha hablado mucho de su proceso de santificación. ¿Tendría la amabilidad de decirnos en qué fase se encuentra, si está a punto de ser santificado y cómo ve usted esta figura?

Papa: Según las últimas informaciones sobre el trabajo de la Congregación competente, se están estudiando muchos casos y sé que siguen su curso. Su excelencia mons. Paglia me envió una biografía importante, que aclara muchos puntos de la cuestión. Ciertamente, monseñor Romero fue un gran testigo de la fe, un hombre de gran virtud cristiana, que se comprometió en favor de la paz y contra la dictadura, y que fue asesinado durante la celebración de la misa. Por tanto, una muerte verdaderamente "creíble", de testimonio de la fe. Estaba el problema de que una parte política quería tomarlo injustamente para sí como bandera, como figura emblemática. ¿Cómo poner adecuadamente de manifiesto su figura, protegiéndola de esos intentos de instrumentalización? Este es el problema. Se está examinando y yo espero con confianza lo que diga al respecto la Congregación para las causas de los santos.

¿Cómo ve, la cuestión del impacto que tienen los regímenes políticos de izquierdas en América Latina en el proyecto de la Iglesia para el continente? Y ¿en qué medida la cultura brasileña ha entrado en su formación personal?

Papa: Bien, sobre los aspectos de la acción política de la izquierda no puedo hablar ahora, pues no estoy suficientemente informado. Además, como es obvio, no quisiera entrar en cuestiones que atañen directamente a la política. En cuanto a mi formación, a mi compromiso personal con Brasil, hay que tener presente que se trata del país más grande de América Latina, un país que se extiende desde Amazonia hasta Argentina. Brasil contiene en sí diversas culturas indígenas. Me han dicho que hay más de ochenta lenguas. Por otra parte, también está su gran pasado, en el que se registra la presencia de afro-americanos y de afro-brasileños. Es interesante cómo se ha formado este pueblo y cómo se ha desarrollado en él la fe católica: la fe se ha defendido en todos los tiempos y con numerosas dificultades. Como sabemos, en el siglo XIX la Iglesia fue perseguida por fuerzas neoliberales. Por tanto, en mi formación, un aspecto importante ha sido seguir el desarrollo de estos pueblos católicos de América Latina. No soy un especialista, pero estoy convencido de que aquí se decide, al menos en parte —en una parte fundamental—, el futuro de la Iglesia católica. Esto siempre ha sido evidente para mí. Como es obvio, siento la necesidad de profundizar aún más mi conocimiento de este mundo.

Los portugueses siguen y rezan por este viaje, y coincide que usted estará en Aparecida el 13 de mayo. Esta fecha es muy importante para nosotros, porque se cumplen noventa años de las apariciones en Fátima. Por eso, ¿quiere decirnos algo respecto de esta coincidencia para el pueblo portugués?

Papa: Para mí, realmente, es un don de la Providencia que mi misa en Aparecida, el gran santuario mariano de Brasil, coincida con los noventa años de la aparición de la Virgen en Fátima. Así vemos que la misma Madre de Dios, Madre de la Iglesia, Madre nuestra, está presente en los diversos continentes, y en los diversos continentes siempre se muestra del mismo modo como Madre, revelando una cercanía especial a todos los pueblos. Esto para mí es muy hermoso. Siempre es la Madre de Dios, siempre es María, pero, por decirlo así, está "inculturada": tiene una cara, un rostro específico en Guadalupe, en Aparecida, en Fátima, en Lourdes, en todos los países del mundo. Por tanto, se muestra como Madre precisamente haciéndose cercana a todos. De este modo todos se acercan entre sí mediante este amor a la Virgen. Me parece importante esta unión que la Virgen crea entre los continentes, entre las culturas, al estar cerca de cada cultura específica y, al mismo tiempo, unificándolas a todas entre sí; precisamente esto me aprece importante: el conjunto de especificidades de las culturas —que tienen su riqueza propia— y la unidad en la comunión de la misma familia de Dios.

En Brasil hay gente que no quiere escuchar el mensaje de la Iglesia...

Papa: Esto no sólo sucede en Brasil. En todas las partes del mundo son muchísimos los que no quieren escuchar lo que dice la Iglesia. Esperamos que al menos lo oigan; luego pueden disentir, pero es importante que al menos oigan lo que dice para poder responder. Tratamos de convencer también a los que disienten y no quieren escuchar. Por lo demás, no podemos olvidar que tampoco nuestro Señor logró que todos lo escucharan. No esperamos convencer a todos en un momento. Pero, con la ayuda de mis colaboradores, en este momento yo trato de hablar a Brasil con la esperanza de que muchísimos quieran escuchar y que muchísimos también se convenzan de que este es el camino que es preciso seguir, por lo demás un camino que está siempre abierto a muchas opciones y opiniones diversas.



DURANTE LA CEREMONIA DE BIENVENIDA EN EL AEROPUERTO DE SÃO PAULO

Miércoles 9 de mayo de 2007



Excelentísimo señor presidente de la República;
88 señores cardenales y venerados hermanos en el episcopado;
queridos hermanos y hermanas en Cristo:

1. Es para mí motivo de particular satisfacción iniciar mi visita pastoral a Brasil y presentar a vuestra excelencia, en calidad de jefe y representante supremo de la gran nación brasileña, mi agradecimiento por la amable acogida con que me han recibido. Extiendo este agradecimiento, de buen grado, a los miembros del Gobierno que acompañan a vuestra excelencia, a las personalidades civiles y militares aquí reunidas y a las autoridades del Estado de São Paulo. Señor Presidente, en sus palabras de bienvenida siento resonar los sentimientos de cariño y amor de todo el pueblo brasileño hacia el Sucesor del Apóstol Pedro.

Saludo fraternalmente en el Señor a mis queridos hermanos del episcopado, que han venido a recibirme en nombre de la Iglesia que está en Brasil. Saludo también a los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas, a los seminaristas y a los laicos comprometidos en la obra de evangelización de la Iglesia y en el testimonio de una vida auténticamente cristiana. Por último, dirijo mi afectuoso saludo a todos los brasileños sin distinción, hombres y mujeres, familias, ancianos, enfermos, jóvenes y niños. A todos digo de corazón: ¡Muchas gracias por vuestra generosa hospitalidad!

2. Brasil ocupa un lugar muy especial en el corazón del Papa no solamente porque nació cristiano y posee hoy el mayor número de católicos, sino sobre todo porque es una nación rica en potencialidades, con una presencia eclesial que es motivo de alegría y esperanza para toda la Iglesia.

Mi visita, señor presidente, tiene un objetivo que rebasa las fronteras nacionales: vengo a presidir, en Aparecida, la sesión de apertura de la V Conferencia general del Episcopado latinoamericano y del Caribe. Por una providencial manifestación de la bondad del Creador, este país deberá servir de cuna para las propuestas eclesiales que, si Dios quiere, podrán dar nuevo vigor e impulso misionero a este continente.

3. En esta área geográfica los católicos son mayoría; esto significa que deben contribuir de modo especial al servicio del bien común de esta nación. La solidaridad será, sin duda, una palabra llena de contenido para las fuerzas vivas de la sociedad, cuando cada uno, en su propio ámbito, se comprometa seriamente por construir un futuro de paz y de esperanza para todos.

La Iglesia católica, como puse de relieve en la encíclica Deus caritas est, "transformada por la fuerza del Espíritu, está llamada a ser en el mundo testigo del amor del Padre, que quiere hacer de la humanidad, en su Hijo, una sola familia" (cf. n. ). De allí su profundo compromiso con la misión evangelizadora, al servicio de la causa de la paz y de la justicia. Por tanto, la decisión de realizar una Conferencia esencialmente misionera refleja bien la preocupación del Episcopado, al igual que la mía, de buscar caminos adecuados para que, en Jesucristo, "nuestros pueblos tengan vida", como reza el tema de la Conferencia.

Con estos sentimientos, quiero superar las fronteras de este país para saludar a todos los pueblos de América Latina y del Caribe, deseando, con las palabras del Apóstol, "que la paz esté con todos vosotros que estáis en Cristo" (
1P 5,14).

4. Señor presidente, agradezco a la divina Providencia el concederme la gracia de visitar Brasil, un país de gran tradición católica. Ya he recordado el motivo principal de mi viaje, que tiene un alcance latinoamericano y un carácter esencialmente religioso.

Me siento muy feliz por poder estar algunos días con los brasileños. Sé que el alma de este pueblo, como toda América Latina, conserva valores radicalmente cristianos que jamás serán cancelados. Y estoy seguro de que en Aparecida, durante la Conferencia general del Episcopado, se reforzará esta identidad, promoviendo el respeto a la vida, desde su concepción hasta su decadencia natural, como exigencia propia de la naturaleza humana; también pondrá la promoción de la persona humana como eje de la solidaridad, especialmente con los pobres y desamparados.

89 La Iglesia quiere únicamente indicar los valores morales de cada situación y formar a los ciudadanos para que puedan decidir consciente y libremente; en este sentido, no dejará de insistir en el empeño que se debe poner para asegurar la consolidación de la familia como célula base de la sociedad, y de la juventud, cuya formación constituye un factor decisivo para el porvenir de una nación; y, también, pero no por último, defendiendo y promoviendo los valores subyacentes en todos los estratos sociales, especialmente en los pueblos indígenas.

5. Con estos deseos y, renovando mi agradecimiento por la cordial acogida que me han dispensado como Sucesor de Pedro, invoco la protección materna de Nuestra Señora de la Concepción Aparecida, recordada también como Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de las Américas, para que proteja e inspire a los gobernantes en la ardua tarea de ser promotores del bien común, fortaleciendo los vínculos de fraternidad cristiana para el bien de todos sus habitantes. ¡Dios bendiga a América Latina! ¡Dios bendiga a Brasil! Muchas gracias.

VIAJE APOSTÓLICO

DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI

A BRASIL CON OCASIÓN DE LA V CONFERENCIA GENERAL

DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE


A LOS FIELES DESDE EL BALCÓN DEL MONASTERIO DE SAN BENITO

Miércoles 9 de mayo de 2007

: Queridos amigos:

Esta entusiasta acogida conmueve al Papa. Gracias por haberme esperado.

Estos días estarán llenos de emociones y de alegrías para todos vosotros y para la Iglesia.

Es una Iglesia en fiesta. En todos los rincones del mundo están rezando por los frutos de este viaje, el primer viaje pastoral a Brasil y a América Latina que la Providencia me concede realizar como Sucesor de Pedro.

La canonización de Fray Galvão y la inauguración de la V Conferencia general del Episcopado latinoamericano y del Caribe serán piedras miliares en la historia de la Iglesia.
Cuento con vosotros y con vuestras oraciones. Muchas gracias.



DURANTE EL ENCUENTRO CON LOS JÓVENES EN EL ESTADIO DE PACAEMBU

Jueves 10 de mayo de 2007



Queridos jóvenes;
90 queridos amigos y amigas:

"Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres (...); luego ven y sígueme" (
Mt 19,21).

1. He deseado ardientemente encontrarme con vosotros en este mi primer viaje a América Latina. He venido a inaugurar la V Conferencia general del Episcopado latinoamericano que, por deseo mío, va a realizarse en Aparecida, aquí en Brasil, en el santuario de Nuestra Señora. Ella nos lleva a los pies de Jesús para aprender sus lecciones sobre el Reino y nos impulsa a ser sus misioneros, para que los pueblos de este "continente de la esperanza" tengan en él vida plena.

Vuestros obispos de Brasil, en su asamblea general del año pasado, reflexionaron sobre el tema de la evangelización de la juventud y pusieron en vuestras manos un documento. Pidieron que fuera acogido y perfeccionado por vosotros durante todo el año. En esta última asamblea retomaron el tema, enriquecido con vuestra colaboración, y desean que las reflexiones hechas y las orientaciones propuestas sirvan como incentivo y faro para vuestro camino. Las palabras del arzobispo de São Paulo y del encargado de la pastoral de la juventud, que agradezco, testifican bien el espíritu que anima el corazón de todos.

Ayer por la tarde, al sobrevolar el territorio brasileño, pensaba ya en este encuentro en el estadio de Pacaembu, con el deseo de daros a todos un gran abrazo, muy brasileño, y manifestar los sentimientos que llevo en lo más íntimo del corazón y que el evangelio de hoy, muy a propósito, nos ha indicado.

Siempre he experimentado una alegría muy especial en estos encuentros. Recuerdo particularmente la XX Jornada mundial de la juventud, que presidí hace dos años en Alemania. Algunos de los que están aquí también estuvieron allá. Es un recuerdo conmovedor, por los abundantes frutos de gracia concedidos por el Señor. Y no cabe la menor duda que el primer fruto, entre muchos, que pude constatar fue el de la fraternidad ejemplar que hubo entre todos, como demostración evidente de la perenne vitalidad de la Iglesia en todo el mundo.

2. Por eso, queridos amigos, estoy seguro de que hoy se renovarán las mismas impresiones de aquel encuentro mío en Alemania. En 1991, el siervo de Dios Papa Juan Pablo II, de venerada memoria, a su paso por Mato Grosso, dijo: "Vosotros vais a ser los primeros protagonistas del tercer milenio. (...) Sois vosotros, jóvenes, los que vais a trazar los caminos de esta nueva etapa de la humanidad" (Discurso a los jóvenes en Cuiabá, 16 de octubre de 1991, n. 2: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 25 de octubre de 1991, p. 13). Hoy, me siento impulsado a haceros esa misma constatación.

El Señor aprecia, sin duda, vuestra vivencia cristiana en las numerosas comunidades parroquiales y en las pequeñas comunidades eclesiales, en las universidades, colegios y escuelas, y especialmente en las calles y en los ambientes de trabajo de las ciudades y del campo. Pero hay que seguir adelante. Nunca podemos decir basta, porque la caridad de Dios es infinita y el Señor nos pide, o mejor, nos exige ensanchar nuestro corazón para que en él haya cada vez más amor, más bondad, más comprensión con respecto a nuestros semejantes y a los problemas que afectan no sólo a la convivencia humana, sino también a la efectiva preservación y conservación de la naturaleza, de la cual todos formamos parte. "Nuestros bosques tienen más vida": no dejéis que se apague esta llama de esperanza que vuestro himno nacional pone en vuestros labios. La devastación ambiental de la Amazonia y las amenazas a la dignidad humana de sus poblaciones requieren un compromiso mayor en los más diversos ámbitos de acción que la sociedad viene pidiendo.

3. Hoy quiero reflexionar con vosotros sobre el texto de san Mateo (cf. Mt 19,16-22), que acabamos de escuchar. Habla de un joven que salió al encuentro de Jesús. Merecen destacarse sus anhelos. En este joven os veo a todos vosotros, jóvenes de Brasil y de América Latina. Habéis acudido a nuestro encuentro desde diversas regiones de este continente; queréis escuchar, de labios del Papa, las palabras de Jesús mismo.

Como en el Evangelio, tenéis una pregunta importante que hacerle. Es la misma del joven que salió al encuentro de Jesús: "¿Qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?". Quisiera profundizar con vosotros en esta pregunta. Se trata de la vida, la vida que, en vosotros, es exuberante y bella. ¿Qué hacer de ella? ¿Cómo vivirla plenamente?

Ya en la formulación de la pregunta entendemos inmediatamente que no basta el "aquí" y "ahora"; es decir, nosotros no logramos limitar nuestra vida al espacio y al tiempo, por más que pretendamos ensanchar sus horizontes. La vida los trasciende. En otras palabras, queremos vivir y no morir. Sentimos que algo nos revela que la vida es eterna y que es necesario comprometernos para que esto suceda. O sea, está en nuestras manos y depende, de algún modo, de nuestra decisión.

91 La pregunta del Evangelio no atañe sólo al futuro. No concierne sólo a lo que sucederá después de la muerte. Al contrario, tenemos un compromiso con el presente, aquí y ahora, que debe garantizar autenticidad y, en consecuencia, el futuro. En una palabra, la pregunta plantea la cuestión del sentido de la vida. Por eso, puede formularse así: ¿qué debo hacer para que mi vida tenga sentido? O sea: ¿cómo debo vivir para cosechar plenamente los frutos de la vida? O también: ¿qué debo hacer para que mi vida no transcurra inútilmente?

Jesús es el único capaz de darnos una respuesta, porque es el único que nos puede garantizar la vida eterna. Por eso también es el único que logra mostrar el sentido de la vida presente y darle un contenido de plenitud.

4. Sin embargo, antes de dar su respuesta, Jesús plantea al joven una pregunta muy importante: "¿Por qué me llamas bueno?". En esta pregunta se encuentra la clave de la respuesta. Aquel joven percibió que Jesús es bueno y que es maestro. Un maestro que no engaña. Estamos aquí porque tenemos esta misma convicción: Jesús es bueno. Quizá no sabemos explicar plenamente la razón de esta percepción, pero es cierto que nos aproxima a él y nos abre a su enseñanza: un maestro bueno. Quien reconoce el bien es señal que ama, y quien ama, según la feliz expresión de san Juan, conoce a Dios (cf.
1Jn 4,7). El joven del Evangelio reconoció a Dios en Jesucristo.

Jesús nos asegura que sólo Dios es bueno. Estar abierto a la bondad significa acoger a Dios. Así nos invita a ver a Dios en todas las cosas y en todos los acontecimientos, incluso donde la mayoría sólo ve la ausencia de Dios. Al ver la belleza de las criaturas y constatar la bondad que existe en todas ellas, es imposible no creer en Dios y no experimentar su presencia salvífica y consoladora. Si lográramos ver todo el bien que existe en el mundo y, más aún, experimentar el bien que proviene de Dios mismo, no cesaríamos jamás de aproximarnos a él, de alabarlo y darle gracias. Él nos llena continuamente de alegría y de bienes. Su alegría es nuestra fuerza.

Pero nosotros sólo conocemos de forma parcial. Para percibir el bien necesitamos ayudas, que la Iglesia nos proporciona en muchas ocasiones, sobre todo en la catequesis. Jesús mismo explicita lo que es bueno para nosotros, dándonos su primera catequesis: "Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos" (Mt 19,17). Parte del conocimiento que el joven ciertamente ya obtuvo gracias a su familia y a la Sinagoga: de hecho, conoce los mandamientos, que llevan a la vida, lo cual equivale a decir que nos garantizan autenticidad. Son las grandes señales que nos indican el camino recto. Quien guarda los mandamientos está en el camino de Dios.

Sin embargo, no basta conocerlos. El testimonio vale más que la ciencia, o sea, es la ciencia aplicada. No se nos imponen desde afuera, ni disminuyen nuestra libertad. Por el contrario, constituyen fuertes impulsos interiores, que nos llevan a actuar en cierta dirección. En su base están la gracia y la naturaleza, que no nos dejan inmóviles. Debemos caminar. Nos impulsan a hacer algo para realizarnos nosotros mismos. En realidad, realizarse por la acción es volverse real. Desde nuestra juventud somos, en gran parte, lo que queremos ser. Por decirlo así, somos obra de nuestras manos.

5. En este momento me dirijo nuevamente a vosotros jóvenes, pues quiero oír también de vuestros labios la respuesta del joven del Evangelio: "Todo eso lo he guardado desde mi juventud". El joven del Evangelio era bueno; cumplía los mandamientos; andaba por el camino de Dios. Por eso, Jesús lo miró con amor. Al reconocer que Jesús era bueno, demostró que también él era bueno. Tenía experiencia de la bondad y, por tanto, de Dios. Y vosotros, jóvenes de Brasil y de América Latina ¿habéis descubierto ya lo que es bueno? ¿Cumplís los mandamientos del Señor? ¿Habéis descubierto que este es el camino verdadero y único hacia la felicidad?

Los años que estáis viviendo son los años que preparan vuestro futuro. El "mañana" depende mucho de cómo estéis viviendo el "hoy" de la juventud. Mis queridos jóvenes, tenéis por delante una vida, que deseamos sea larga; pero es una sola, es única: no la dejéis pasar en vano, no la desperdiciéis. Vivid con entusiasmo, con alegría, pero sobre todo con sentido de responsabilidad.

Muchas veces sentimos temblar nuestro corazón de pastores, constatando la situación de nuestro tiempo. Oímos hablar de los miedos de la juventud de hoy, que nos revelan un enorme déficit de esperanza: miedo de morir, en un momento en que la vida se está abriendo y busca encontrar su propio camino de realización; miedo de fracasar, por no descubrir el sentido de la vida; y miedo de quedar desconcertado ante la impresionante rapidez de los acontecimientos y de las comunicaciones. Constatamos el alto índice de muertes entre los jóvenes, la amenaza de la violencia, la deplorable proliferación de las drogas, que sacude hasta la raíz más profunda a la juventud de hoy. Por eso, a menudo se habla de una juventud perdida.

Pero mirándoos a vosotros, jóvenes aquí presentes, que irradiáis alegría y entusiasmo, asumo la mirada de Jesús: una mirada de amor y confianza, con la certeza de que vosotros habéis encontrado el verdadero camino. Sois los jóvenes de la Iglesia. Por eso yo os envío a la gran misión de evangelizar a los muchachos y muchachas que andan errantes por este mundo, como ovejas sin pastor. Sed los apóstoles de los jóvenes. Invitadlos a caminar con vosotros, a hacer la misma experiencia de fe, de esperanza y de amor; a encontrarse con Jesús, para que se sientan realmente amados, acogidos, con plena posibilidad de realizarse. Que también ellos descubran los caminos seguros de los Mandamientos y recorriéndolos lleguen a Dios.

Podéis ser protagonistas de una sociedad nueva si os esforzáis por poner en práctica una conducta concreta inspirada en los valores morales universales, pero también un compromiso personal de formación humana y espiritual de vital importancia. Un hombre o una mujer que no estén preparados para afrontar los desafíos reales de una correcta interpretación de la vida cristiana de su ambiente serán presa fácil de todos los asaltos del materialismo y del laicismo, cada vez más activos en todos los niveles.

92 Sed hombres y mujeres libres y responsables; haced de la familia un foco que irradie paz y alegría; sed promotores de la vida, desde el inicio hasta su final natural; amparad a los ancianos, pues merecen respeto y admiración por el bien que os han hecho. El Papa también espera que los jóvenes traten de santificar su trabajo, haciéndolo con competencia técnica y con diligencia, para contribuir al progreso de todos sus hermanos y para iluminar con la luz del Verbo todas las actividades humanas (cf. Lumen gentium LG 36).

Pero el Papa espera, sobre todo, que sepan ser protagonistas de una sociedad más justa y fraterna, cumpliendo sus obligaciones ante el Estado: respetando sus leyes; no dejándose llevar por el odio y por la violencia; siendo ejemplo de conducta cristiana en el ambiente profesional y social, y distinguiéndose por la honradez en las relaciones sociales y profesionales. Tengan en cuenta que la ambición desmedida de riqueza y de poder lleva a la corrupción personal y ajena; no existen motivos que justifiquen hacer prevalecer las propias aspiraciones humanas, tanto económicas como políticas, con el fraude y el engaño.

En definitiva, existe un inmenso panorama de acción en el cual las cuestiones de orden social, económico y político adquieren un relieve particular, siempre que tengan su fuente de inspiración en el Evangelio y en la doctrina social de la Iglesia: la construcción de una sociedad más justa y solidaria, reconciliada y pacífica; el compromiso por frenar la violencia; las iniciativas que promuevan la vida plena, el orden democrático y el bien común y, especialmente, las que buscan eliminar ciertas discriminaciones existentes en las sociedades latinoamericanas y no son motivo de exclusión, sino de enriquecimiento recíproco.

Tened, sobre todo, un gran respeto por la institución del sacramento del matrimonio. No podrá haber verdadera felicidad en los hogares si, al mismo tiempo, no hay fidelidad entre los esposos. El matrimonio es una institución de derecho natural, que fue elevado por Cristo a la dignidad de sacramento; es un gran regalo que Dios ha hecho a la humanidad. Respetadlo, veneradlo. Al mismo tiempo, Dios os llama a respetaros también en el enamoramiento y en el noviazgo, pues la vida conyugal, que por disposición divina está destinada a los casados, solamente será fuente de felicidad y de paz en la medida en la que sepáis hacer de la castidad, dentro y fuera del matrimonio, un baluarte de vuestras esperanzas futuras.

Os repito aquí a todos vosotros que "el eros quiere remontarnos (...) hacia lo divino, llevarnos más allá de nosotros mismos, pero precisamente por eso necesita seguir un camino de ascesis, renuncia, purificación y recuperación" (Deus caritas est ). En pocas palabras, requiere espíritu de sacrificio y de renuncia por un bien mayor, que es precisamente el amor de Dios sobre todas las cosas. Tratad de resistir con fortaleza a las insidias del mal existente en muchos ambientes, que os lleva a una vida disoluta, paradójicamente vacía, al hacer que perdáis el bien precioso de vuestra libertad y de vuestra verdadera felicidad. El amor verdadero "buscará cada vez más la felicidad del otro, se preocupará de él, se entregará y deseará "ser para" el otro" (ib., ) y, por eso, será cada vez más fiel, indisoluble y fecundo.

Para ello contáis con la ayuda de Jesucristo que, con su gracia, lo hará posible (cf. Mt 19,26). La vida de fe y de oración os llevará por los caminos de la intimidad con Dios y de la comprensión de la grandeza de los planes que tiene para cada uno. "Por amor del reino de los cielos" (ib., ), algunos son llamados a una entrega total y definitiva, para consagrarse a Dios en la vida religiosa, "eximio don de la gracia", como lo definió el concilio Vaticano II (Perfectae caritatis PC 12).

Los consagrados que se entregan totalmente a Dios, bajo la moción del Espíritu Santo, participan en la misión de Iglesia, testimoniando ante todos los hombres la esperanza en el reino de los cielos. Por eso, bendigo e invoco la protección divina sobre todos los religiosos que dentro de la mies del Señor se dedican a Cristo y a los hermanos. Las personas consagradas merecen verdaderamente la gratitud de la comunidad eclesial: monjes y monjas, contemplativos y contemplativas, religiosos y religiosas dedicados a las obras de apostolado, miembros de institutos seculares y de sociedades de vida apostólica, eremitas y vírgenes consagradas. "Su existencia da testimonio del amor a Cristo cuando se encaminan por su seguimiento, tal como se propone en el Evangelio y, con íntima alegría, asumen el mismo estilo de vida que él escogió para sí" (Congregación para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, instrucción Caminar desde Cristo, n. 5).

Espero que, en este momento de gracia y de profunda comunión en Cristo, el Espíritu Santo despierte en el corazón de muchos jóvenes un amor apasionado en el seguimiento e imitación de Jesucristo casto, pobre y obediente, dirigido completamente a la gloria del Padre y al amor de los hermanos y hermanas.

6. El Evangelio nos asegura que aquel joven, que salió al encuentro de Jesús, era muy rico. No sólo entendemos esta riqueza en sentido material, pues la misma juventud es una riqueza singular. Es necesario descubrirla y valorarla. Jesús la apreciaba tanto, que invitó a este joven a participar en su misión de salvación. Tenía todas las condiciones para una gran realización y una gran obra.

Pero el Evangelio nos refiere que ese joven, al oír la invitación, se entristeció. Se alejó abatido y triste. Este episodio nos hace reflexionar una vez más sobre la riqueza de la juventud. No se trata, en primer lugar, de bienes materiales, sino de la propia vida, con los valores inherentes a la juventud. Proviene de una doble herencia: la vida, transmitida de generación en generación, en cuyo origen primero está Dios, lleno de sabiduría y de amor; y la educación que nos inserta en la cultura, hasta el punto de que, en cierto sentido, podemos decir que somos más hijos de la cultura, y por tanto de la fe, que de la naturaleza. De la vida brota la libertad que, sobre todo en esta etapa se manifiesta como responsabilidad. Es el gran momento de la decisión, en una doble opción: la del estado de vida y la de la profesión. Responde a la pregunta: ¿qué hacer de la propia vida?

En otras palabras, la juventud se presenta como una riqueza porque lleva al redescubrimiento de la vida como un don y como una tarea. El joven del Evangelio percibió la riqueza de su juventud. Acudió a Jesús, el Maestro bueno, buscando una orientación. Pero a la hora de la gran opción no tuvo valentía para apostar todo por Jesucristo. En consecuencia, se marchó triste y abatido. Es lo que pasa cada vez que nuestras decisiones vacilan y se vuelven mezquinas e interesadas. Sintió que le faltaba generosidad, y eso no le permitió una realización plena. Se replegó sobre su riqueza, convirtiéndola en egoísta.

93 A Jesús le dolió mucho la tristeza y la mezquindad del joven que había acudido a él. Los Apóstoles, como todos vosotros hoy, llenaron el vacío que dejó ese joven que se retiró triste y abatido. Ellos y nosotros estamos felices porque sabemos en quién creemos (cf. 2Tm 1,12). Sabemos y damos testimonio con nuestra propia vida de que solo él tiene palabras de vida eterna (cf. Jn 6,68). Por eso, como san Pablo, podemos exclamar: "Estad siempre alegres en el Señor" (Ph 4,4).

7. La invitación que os hago a vosotros, jóvenes que habéis venido a este encuentro, es que no desaprovechéis vuestra juventud. No intentéis huir de ella. Vividla intensamente. Consagradla a los elevados ideales de la fe y de la solidaridad humana.

Vosotros, los jóvenes, no sólo sois el futuro de la Iglesia y de la humanidad, como si fuera una especie de fuga del presente. Al contrario, sois el presente joven de la Iglesia y de la humanidad. Sois su rostro joven. La Iglesia necesita de vosotros, como jóvenes, para manifestar al mundo el rostro de Jesucristo, que se dibuja en la comunidad cristiana. Sin este rostro joven, la Iglesia se presentaría desfigurada.


(En español)
Queridos jóvenes, dentro de poco inauguraré la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Os pido que sigáis con atención sus trabajos; que participéis en sus debates; que recéis por sus frutos. Como ocurrió con las Conferencias anteriores, también esta marcará de modo significativo los próximos diez años de evangelización en América Latina y en el Caribe. Nadie debe quedar al margen o permanecer indiferente ante este esfuerzo de la Iglesia, y mucho menos los jóvenes. Vosotros con todo derecho formáis parte de la Iglesia, la cual representa el rostro de Jesucristo para América Latina y el Caribe.

(En francés)
Saludo a las personas de habla francesa que viven en el continente latinoamericano, invitándolos a ser testimonios del Evangelio y protagonistas de la vida eclesial. Rezo en particular por vosotros, los jóvenes, llamados a construir vuestra vida sobre Cristo y sobre los valores humanos fundamentales. Sentíos todos invitados a colaborar en la edificación de un mundo de justicia y de paz.

(En inglés)
Queridos jóvenes amigos, como el joven del Evangelio, que preguntó a Jesús: "¿Qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?", todos vosotros buscáis el modo de responder generosamente al llamado de Dios. Rezo para que escuchéis su palabra salvífica y seáis sus testigos entre los hombres de hoy. Que Dios derrame sobre todos vosotros sus bendiciones de paz y alegría.

(En portugués)
Queridos jóvenes, Cristo os llama a ser santos. Él mismo os invita y quiere caminar con vosotros, para animar con su Espíritu los pasos de Brasil en este inicio del tercer milenio de la era cristiana. Pido a Nuestra Señora Aparecida que os guíe con su ayuda materna y os acompañe a lo largo de la vida.

94 ¡Alabado sea nuestro Señor Jesucristo!




Discursos 2007 86