Discursos 2007 230

CON MOTIVO DE LA CONCLUSIÓN DE LOS TRABAJOS


DE RESTAURACIÓN DEL PORTÓN DE BRONCE

Viernes 12 de octubre de 2007



Venerados hermanos;
ilustres señores y señoras;
231 queridos hermanos y hermanas:

Nos hemos dado cita en este lugar, que constituye el ingreso principal al palacio apostólico, para bendecir e inaugurar el Portón de Bronce completamente restaurado después de dos años de paciente y esmerado trabajo. Se trata de un acontecimiento que de por sí no tiene gran relieve, pero es significativo por la función que desempeña este singular Portón y por los siglos de historia eclesial que ha visto transcurrir. Por tanto, os agradezco vuestra presencia y os dirijo a cada uno mi cordial saludo.

Este Portón fue realizado por Giovanni Battista Soria y Orazio Censore durante el pontificado de Pablo V, que entre los años 1617 y 1619 quiso renovar completamente toda la estructura de la Porta Palatii. En el año 1663, después de la imponente intervención arquitectónica debida al genio de Gian Lorenzo Bernini, fue desplazado hasta su posición actual, es decir, en el umbral entre la columnata de la plaza de San Pedro y el brazo de Constantino.

Desgastado por el tiempo, se pensó restaurarlo con ocasión del gran jubileo del año 2000, pero esta operación de restauración radical sólo fue posible algunos años después. De este modo, el Portón fue desmontado y no sólo se le devolvió su belleza originaria según los métodos y las técnicas más modernas, sino que también se consolidó con acero en su interior. Y ahora ha vuelto a ocupar su lugar y a desempeñar su función, bajo el hermoso mosaico que representa a la Virgen con el Niño entre san Pedro y san Pablo.

Precisamente porque marca el acceso a la casa de aquel a quien el Señor llamó a guiar como padre y pastor a todo el pueblo de Dios, este Portón asume un valor simbólico y espiritual. Lo cruzan quienes vienen a encontrarse con el Sucesor de Pedro. Pasan por él peregrinos y visitantes que se dirigen a las diferentes oficinas del palacio apostólico. Expreso de corazón el deseo de que todos los que entran por el Portón de Bronce se sientan acogidos, desde su ingreso, por el abrazo del Papa. La casa del Papa está abierta a todos.

Manifiesto mi aprecio y mi agradecimiento a quienes han hecho posible esta urgente y radical obra de restauración. Ante todo a quienes han dirigido y realizado los trabajos en sus diferentes fases: a los Servicios técnicos de la Gobernación y a los laboratorios de restauración de los Museos vaticanos, que se han servido de la colaboración competente de empresas especializadas para las partes de madera y de metal.

Se ha podido afrontar esta larga y ardua intervención gracias a la generosa ayuda económica de la Orden ecuestre del Santo Sepulcro y del Crédito artesano. Por tanto, expreso mi profunda gratitud a estas dos instituciones, que así han querido renovar una manifestación de fidelidad al Sumo Pontífice y de atención a los bienes artísticos de la Santa Sede. Mi agradecimiento más sincero se extiende a quienes, de diversas maneras, han dado su contribución.

Y ahora aseguro un recuerdo en la oración a los responsables, a los obreros y a los bienhechores, así como a cada uno de vosotros, aquí presentes, a la vez que con afecto imparto a todos la bendición apostólica.


DURANTE LA VISITA AL INSTITUTO PONTIFICIO DE MÚSICA SACRA

Sábado 13 de octubre de 2007



Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
queridos profesores y alumnos del Instituto pontificio de música sacra:

232 En el memorable día 21 de noviembre de 1985 mi amado predecesor el Papa Juan Pablo II visitó esta "aedes Sancti Hieronymi de Urbe", donde, desde su fundación, en 1932, por obra del Papa Pío XI, una comunidad elegida de monjes benedictinos había trabajado diligentemente en la revisión de la Biblia Vulgata. Era el momento en que, por voluntad de la Santa Sede, el Instituto pontificio de música sacra se había trasladado aquí, aun conservando en la antigua sede del palacio de san Apolinar la histórica sala Gregorio XIII, la sala Académica o aula magna del Instituto, que aún hoy es, por decirlo así, el "santuario" donde se celebran las solemnes academias y los conciertos. El gran órgano, donado al Papa Pío XI por la señora Justine Ward en 1932, ha sido restaurado ahora íntegramente con la generosa contribución del Gobierno de la "Generalitat" de Cataluña. Me alegra saludar en este momento a los representantes de dicho Gobierno aquí presentes.

He venido con alegría a la sede didáctica del Instituto pontificio de música sacra, completamente renovada. Con mi visita quedan inaugurados y bendecidos los imponentes trabajos de restauración llevados a cabo durante estos últimos años por iniciativa de la Santa Sede y con la significativa contribución de varios bienhechores, entre los cuales destaca la fundación "Pro musica e arte sacra", que se ha encargado de la restauración íntegra de la biblioteca. También quiero inaugurar y bendecir idealmente las restauraciones efectuadas en la sala Académica donde, en el palco, junto al gran órgano mencionado, se ha colocado un magnífico piano, donado por Telecom Italia Mobile al amado Papa Juan Pablo II para "su" Instituto de música sacra.

Expreso ahora mi agradecimiento al señor cardenal Zenon Grocholewski, prefecto de la Congregación para la educación católica y vuestro gran canciller, por las palabras de saludo que me ha dirigido en vuestro nombre. En esta circunstancia confirmo de buen grado mi estima y mi satisfacción por el trabajo que el cuerpo académico, reunido en torno al director, lleva a cabo con sentido de responsabilidad y con apreciada profesionalidad. Saludo a todos los presentes: a los familiares, con sus hijos, y a los amigos que los acompañan; a los oficiales, al personal, a los alumnos y a los residentes, así como a los representantes de la Asociación internacional de música sacra y de la Federación internacional de "pueri cantores".

Vuestro Instituto pontificio se está encaminando a grandes pasos hacia el centenario de su fundación por obra del santo Pontífice Pío X, que en 1911, con el breve Expleverunt desiderii, erigió la "Escuela superior de música sacra", la cual, después de sucesivas intervenciones de Benedicto XV y de Pío XI, con la constitución apostólica Deus scientiarum Dominus del mismo Pío XI se convirtió en el Instituto pontificio de música sacra, también hoy activamente comprometido en el cumplimiento de su misión originaria al servicio de la Iglesia universal.

Numerosos alumnos, que vienen aquí de todas las partes del mundo para formarse en las disciplinas de la música sacra, se convierten a su vez en formadores en sus respectivas Iglesias locales. Y ¡cuántos han sido en el arco de casi un siglo! En este momento me alegra dirigir un cordial saludo a quien, en su espléndida longevidad, representa en cierto modo la "memoria histórica" del Instituto y personifica a muchos otros que han trabajado aquí: el maestro monseñor Domenico Bartolucci.

En esta sede me complace recordar lo que dice el concilio Vaticano II con respecto a la música sacra: en la línea de una tradición secular, el Concilio afirma que "constituye un tesoro de valor inestimable que sobresale entre las demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la liturgia solemne" (Sacrosanctum Concilium
SC 112).

¡Cuán rica es la tradición bíblica y patrística al subrayar la eficacia del canto y de la música sacra para mover los corazones y elevarlos hasta penetrar, por decirlo así, en la misma intimidad de la vida de Dios! Muy consciente de ello, Juan Pablo II afirmó que hoy, como siempre, tres características distinguen la música sacra litúrgica: la "santidad", el "arte verdadero" y la "universalidad", es decir, la posibilidad de proponerla a cualquier pueblo o tipo de asamblea (cf. quirógrafo "Impulsado por el vivo deseo", 22 de noviembre de 2003).

Precisamente por esto, la autoridad eclesiástica debe comprometerse a orientar sabiamente el desarrollo de un género de música tan exigente, no "congelando" su tesoro, sino tratando de insertar en la herencia del pasado las novedades válidas del presente, para llegar a una síntesis digna de la elevada misión reservada a ella en el servicio divino.

Estoy seguro de que el Instituto pontificio de música sacra, en sintonía con la Congregación para el culto divino, dará su contribución con vistas a una actualización, adecuada a nuestros tiempos, de las valiosas tradiciones que atesora la música sacra. Por tanto, a vosotros, queridos profesores y alumnos de este Instituto pontificio, os encomiendo esta tarea exigente y a la vez apasionada, con la certeza de que constituye un valor de gran importancia para la vida misma de la Iglesia.

A la vez que invoco sobre vosotros la protección materna de la Virgen del Magníficat y la intercesión de san Gregorio Magno y de santa Cecilia, os aseguro un constante recuerdo en la oración. Deseándoos que el nuevo año académico que está a punto de comenzar esté lleno de toda gracia, os imparto de corazón a todos una especial bendición apostólica.


A LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE LA REPÚBLICA DEL CONGO EN VISITA "AD LIMINA"

Viernes 19 de octubre de 2007

233 Queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio:

Me alegra acogeros a vosotros, que habéis recibido del Señor la misión de ser los pastores del pueblo de Dios que está en la República del Congo. Deseo que nuestro encuentro, expresión de la comunión con el Sucesor de Pedro, sea también fuente de una comunión cada vez más intensa entre vosotros y entre vuestras Iglesias diocesanas, llenándoos de confianza y animándoos a perseverar en el anuncio del Evangelio.

Agradezco a monseñor Louis Portella Mbuyu, obispo de Kinkala y presidente de vuestra Conferencia episcopal, su presentación de la vida de la Iglesia en la República del Congo. A través de vosotros, saludo cordialmente a los sacerdotes, a los diáconos, a los religiosos, a las religiosas, a los catequistas y a los fieles laicos de vuestras diócesis, que han manifestado con frecuencia su adhesión a Cristo y su solidaridad con sus hermanos en los momentos difíciles de la historia reciente de vuestro país, y los invito a seguir siendo constructores infatigables de justicia y de paz, juntamente con todos los hombres de buena voluntad.

Vuestra Conferencia episcopal no cesa de despertar las conciencias y fortalecer las voluntades, aportando una contribución específica y concreta al establecimiento de la paz y la reconciliación en el país. Exhorto, pues, a los cristianos y a toda la población del país a abrir caminos de reconciliación, para que las diferencias étnicas y sociales, vividas en el respeto y en el amor mutuos, se conviertan en riqueza común y no en motivo de división.

Vuestras relaciones quinquenales señalan la urgencia de desarrollar un verdadero dinamismo misionero en vuestras Iglesias locales. La Iglesia no puede sustraerse a esta misión primordial, que la invita a una exigencia fundamental de coherencia y armonía entre fe y normas éticas. Para evangelizar de verdad y en profundidad, es necesario ser testigos cada vez más fieles y creíbles de Cristo. Esta responsabilidad eminente os corresponde de una forma muy peculiar. Sed "hombres de Dios", presentes en vuestras diócesis junto a vuestros sacerdotes, preocupados ante todo por el anuncio del Evangelio, sacando de vuestra intimidad con Cristo la fuerza para establecer vínculos cada vez más fuertes de fraternidad y unidad entre vosotros y con todos. Esta exigencia concierne también a la Conferencia episcopal, llamada a ser cada vez más un lugar privilegiado de comunión, pero también de vida fraterna y de trabajo concertado sobre proyectos comunes. Numerosos frutos brotarán de este proceso.

Con una real solicitud misionera por construir la Iglesia-familia, vuestra acción pastoral se apoya en las comunidades eclesiales vivas, lugares concretos de anuncio del Evangelio y de ejercicio de la caridad, sobre todo con los más pobres, que ponen por obra una pastoral de cercanía y constituyen también una poderosa defensa contra las sectas.

Os invito a prestar una atención particular a la formación cristiana inicial y permanente de los fieles, para que conozcan el misterio cristiano y lo vivan, sostenidos por la lectura de la Escritura y la vida sacramental. Así, descubrirán la riqueza de su vocación bautismal y el valor de sus compromisos cristianos según los principios éticos, con vistas a una presencia cada vez más activa en la sociedad. Doy las gracias a las personas comprometidas en la formación de los laicos, en particular a los catequistas y a sus familias, valiosos auxiliares de la evangelización, deseando que se pongan a su disposición estructuras de formación adecuadas para cumplir su importante misión.

Transmitid a vuestros sacerdotes el aliento del Papa. Os corresponde a vosotros sostenerlos, exhortándolos a vivir, en plena comunión con vosotros y con verdadero espíritu de servicio a Cristo y a la comunidad cristiana, una existencia cada vez más digna y santa, fundada en una vida espiritual profunda y en una madurez afectiva vivida en el celibato, a través del cual ofrecen, con la gracia del Espíritu y mediante la libre respuesta de su voluntad, la totalidad de su amor y de su solicitud a Jesucristo y a la Iglesia (cf. Pastores dabo vobis
PDV 44).

Estando cerca de los sacerdotes, vosotros mismos seréis modelos de vida sacerdotal y les ayudaréis a tomar una conciencia cada vez más viva de la fraternidad sacramental en la que la ordenación sacerdotal los ha establecido. Exhorto también a los numerosos sacerdotes congoleños que residen en el extranjero a considerar con seriedad las necesidades pastorales de sus diócesis y a hacer las opciones necesarias para responder a los apremiantes llamamientos de sus Iglesias diocesanas.

Me alegra que hayáis programado realizar próximamente una profunda reflexión sobre el ministerio sacerdotal, para proponer a los sacerdotes y a los seminaristas una existencia propia de sacerdotes diocesanos, arraigada en una intensa vida espiritual, que corresponda a la exigencia de la configuración con Jesucristo, Cabeza y Servidor de la Iglesia, y fundada en un amor a la misión y en una vida conforme a los compromisos de la ordenación. Como ya he señalado, es necesario "exponer la fe de manera irreprochable" mediante la enseñanza y el comportamiento.

La sensible disminución del número de matrimonios canónicos es un auténtico desafío que pesa sobre la familia, cuyo carácter insustituible para la estabilidad del edificio social es bien conocido. La legislación civil, el debilitamiento de la estructura familiar, pero también el peso de ciertas prácticas tradicionales, sobre todo el coste exorbitante de la dote, son un freno real al compromiso de los jóvenes en el matrimonio. Es necesaria una reflexión pastoral de fondo para promover la dignidad del matrimonio cristiano, reflejo y realización del amor de Cristo a su Iglesia. Es importante ayudar a los matrimonios a adquirir la madurez humana y espiritual necesaria para asumir de manera responsable su misión de esposos y de padres cristianos, recordándoles que su amor es único e indisoluble, y que el matrimonio contribuye a la plena realización de su vocación humana y cristiana.

234 Quiera Dios que la Iglesia siga desempeñando un papel profético al servicio de todos los habitantes del país, en especial de los más pobres y de los que no tienen voz, revelando a cada uno su dignidad y proponiéndoles el amor de Dios plenamente revelado en Jesucristo. El amor "es una luz —en el fondo la única— que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar" (Deus caritas est ).

Por intercesión de la santísima Virgen, Estrella de la evangelización, os imparto de buen grado la bendición apostólica a vosotros y a vuestras comunidades diocesanas.


A UNA DELEGACIÓN DE LA CONFERENCIA MENONITA MUNDIAL

Viernes 19 de octubre de 2007



Queridos amigos:

"A vosotros gracia y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo" (2Co 1,2). Me alegra acogeros en Roma, donde san Pedro y san Pablo dieron testimonio de Cristo derramando su sangre por el Evangelio.

Con el espíritu ecuménico de los últimos tiempos, hemos comenzado a mantener contactos después de siglos de aislamiento. Soy consciente de que los responsables de la Conferencia menonita mundial aceptaron la invitación de mi amado predecesor Juan Pablo II a unirse a él en Asís, tanto en 1986 como en 2002, para orar por la paz en el mundo con ocasión del gran encuentro de responsables de Iglesias y comunidades eclesiales y de otras religiones del mundo.
Me alegra que oficiales del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos hayan respondido a vuestras invitaciones a participar en vuestras asambleas mundiales de 1997 y 2003.

Dado que es Cristo mismo quien nos llama a buscar la unidad de los cristianos, es muy justo y necesario que menonitas y católicos hayan emprendido el diálogo para comprender los motivos del conflicto surgido entre nosotros en el siglo XVI. Comprender es el primer paso hacia la solución del conflicto. Sé que las actas de ese diálogo, publicadas en el año 2003 y actualmente estudiadas en varios países, han puesto énfasis de modo especial en la purificación de la memoria.

Los menonitas son conocidos por su fuerte compromiso cristiano por la paz en nombre del Evangelio, y aquí, a pesar de siglos de división, el documento sobre el diálogo —"Llamados a ser todos juntos artífices de paz"— ha demostrado que tenemos en común numerosas convicciones. Ambos subrayamos que nuestra promoción de la paz está arraigada en Jesucristo "porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno (...), haciendo la paz, para reconciliar con Dios a ambos en un solo Cuerpo, por medio de la cruz" (Ep 2,14-16) (Documento, n. 174).

Ambos comprendemos que "la reconciliación —no la violencia— y la construcción activa de la paz pertenecen a la esencia del Evangelio" (cf. Mt 5,9 Rm 12,14-21 Ep 6,15)" (ib., n. 179). Nuestra constante búsqueda de la unidad de los discípulos del Señor es de suma importancia. Nuestro testimonio será débil mientras el mundo asista a nuestras divisiones. Lo que nos impulsa a buscar la unidad cristiana es, ante todo, la oración de nuestro Señor al Padre: "para que todos sean uno (...), para que el mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17,21).

Deseo que vuestra visita sea un paso ulterior hacia la comprensión y la reconciliación mutuas. Que la paz y la alegría de Cristo estén con todos vosotros y con vuestros seres queridos.

VISITA PASTORAL

DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

A NÁPOLES


DURANTE EL ENCUENTRO CON LOS LÍDERES RELIGIOSOS

235

Seminario mayor arzobispal de Capodimonte

Domingo 21 de octubre de 2007



Santidad;
Beatitudes;
ilustres autoridades;
líderes de las Iglesias y comunidades eclesiales;
amables representantes de las grandes religiones mundiales:

Aprovecho de buen grado esta ocasión para saludar a las personalidades que han venido aquí, a Nápoles, para el XXI Encuentro sobre el tema: "Por un mundo sin violencia: religiones y culturas en diálogo". Lo que vosotros representáis expresa, en cierto sentido, los diferentes mundos y patrimonios religiosos de la humanidad, que la Iglesia católica mira con sincero respeto y cordial atención. Quiero manifestar mi aprecio al señor cardenal Crescenzio Sepe y a la archidiócesis de Nápoles, que acoge este encuentro, así como a la Comunidad de San Egidio, que trabaja con empeño para fomentar el diálogo entre religiones y culturas según el "espíritu de Asís".

Este encuentro nos remonta idealmente al año 1986, cuando mi venerado predecesor Juan Pablo II invitó a altos representantes religiosos a orar por la paz en la colina de san Francisco, subrayando en aquella circunstancia el vínculo intrínseco que une una auténtica actitud religiosa con la viva sensibilidad por este bien fundamental de la humanidad. En el año 2002, después de los dramáticos acontecimientos del 11 de septiembre del año anterior, el mismo Juan Pablo II volvió a convocar en Asís a los líderes religiosos, para pedir a Dios que detuviera las graves amenazas que se cernían sobre la humanidad, especialmente a causa del terrorismo.

Respetando las diferencias de las religiones, todos estamos llamados a trabajar por la paz y a un compromiso activo para promover la reconciliación entre los pueblos. Este es el auténtico "espíritu de Asís", que se opone a toda forma de violencia y al abuso de la religión como pretexto para la violencia. Ante un mundo desgarrado por conflictos, donde a veces se justifica la violencia en nombre de Dios, es importante reafirmar que las religiones jamás pueden convertirse en vehículos de odio; jamás, invocando el nombre de Dios, se puede llegar a justificar el mal y la violencia.

Al contrario, las religiones pueden y deben ofrecer valiosos recursos para construir una humanidad pacífica, porque hablan de paz al corazón del hombre. La Iglesia católica quiere seguir recorriendo el camino del diálogo para fomentar el entendimiento entre las diversas culturas, tradiciones y sabidurías religiosas. Deseo vivamente que este espíritu se difunda cada vez más sobre todo donde son más fuertes las tensiones, donde se niega la libertad y el respeto al otro, y donde hombres y mujeres sufren las consecuencias de la intolerancia y la incomprensión.

236 Queridos amigos, que estos días de trabajo y de escucha orante sean fructuosos para todos. Con este fin, elevo mi oración al Dios eterno, para que derrame sobre cada uno de los participantes en el encuentro la abundancia de sus bendiciones, de su sabiduría y de su amor. Que él libere el corazón de los hombres de todo odio y de toda raíz de violencia, y nos haga a todos artífices de la civilización del amor.

Os doy las gracias a todos y os expreso mis mejores deseos para este importante encuentro.



AL FINAL DE LA COMIDA

Seminario mayor arzobispal de Capodimonte

Domingo 21 de octubre de 2007




Antes de despedirnos, os saludo cordialmente a cada uno de vosotros, con los que he tenido la alegría de compartir esta comida.

Doy nuevamente las gracias al cardenal Crescenzio Sepe, pastor de esta archidiócesis, que el Señor me ha concedido la oportunidad de visitar hoy; y, a través de él, renuevo la expresión de mi sincera gratitud por la acogida que me han dispensado según el estilo de inmediata simpatía que es típico de los napolitanos. Saludo, asimismo, a los demás cardenales, a los obispos que vinieron para pasar con nosotros este día de fiesta, y a todos los presentes.

No pueden faltar unas palabras de agradecimiento a las personas que han preparado con esmero y han servido con profesionalidad esta comida amistosa. Gracias por habernos alegrado con una comida grata y sabrosa.

Al despedirme, quiero asegurar a cada uno un recuerdo en la oración, a la vez que invoco sobre vosotros y sobre vuestros seres queridos las abundantes bendiciones de Dios. Muchas gracias. Gracias a todos vosotros y os felicito por este importante encuentro.




CON OCASIÓN DE LA INAUGURACIÓN OFICIAL DEL CURSO ACADÉMICO DE LAS UNIVERSIDADES PONTIFICIAS

Jueves 25 de octubre de 2007



Señores cardenales;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
queridos hermanos y hermanas:

Doy gracias al Señor que me concede, también este año, la posibilidad de encontrarme, al inicio de un nuevo año académico, con los profesores y alumnos de las universidades pontificias y eclesiásticas presentes en Roma. Es un encuentro de oración —acaba de terminar la celebración de la santa misa, que constituye el fulcro de toda nuestra vida cristiana—; y, al mismo tiempo, es una ocasión propicia para reflexionar sobre el sentido y el valor de vuestra experiencia de estudio aquí en Roma, en el corazón de la cristiandad.

237 Os saludo con afecto a cada uno. Saludo, en primer lugar, al señor cardenal Zenon Grocholewski, prefecto de la Congregación para la educación católica, agradeciéndole las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos vosotros. Saludo al cardenal Ivan Dias y también a los demás prelados presentes, a los rectores de las universidades y a los miembros de los respectivos claustros de profesores, a los responsables y a los superiores de los seminarios y colegios, así como a los estudiantes, que proceden prácticamente de todas las partes del mundo.

La cita anual, en la que se reúne idealmente aquí, en la basílica vaticana, toda la familia académica de las universidades eclesiásticas romanas, os permite, queridos amigos, percibir mejor la singular experiencia de comunión y fraternidad que podéis hacer durante estos años: una experiencia que, para ser fructuosa, necesita la aportación de todos y cada uno.

Habéis participado juntos en la celebración eucarística y juntos pasaréis este nuevo año. Tratad de crear entre vosotros un clima donde el esfuerzo del estudio y la cooperación fraterna os lleven a un enriquecimiento común, no sólo por lo que atañe al aspecto cultural, científico y doctrinal, sino también al aspecto humano y espiritual. Aprovechad al máximo las oportunidades que, al respecto, se os ofrecen en Roma, ciudad realmente única también desde este punto de vista.

Roma está llena de memorias históricas, de obras maestras de arte y de cultura; y sobre todo está llena de elocuentes testimonios cristianos. A lo largo del tiempo han surgido universidades y facultades eclesiásticas, ya más que seculares, donde se han formado enteras generaciones de sacerdotes y agentes pastorales, entre los que se encuentran grandes santos e ilustres hombres de Iglesia. En esta misma línea os insertáis también vosotros, dedicando años importantes de vuestra vida a profundizar en las diferentes disciplinas humanísticas y teológicas.

Como escribía en 1979 el amado Juan Pablo II en la constitución apostólica Sapientia christiana, las finalidades de estas beneméritas instituciones son, entre otras: "Cultivar y promover, mediante la investigación científica, las propias disciplinas y, ante todo, ahondar cada vez más en el conocimiento de la Revelación cristiana y de lo relacionado con ella, estudiar a fondo sistemáticamente las verdades que en ella se contienen, reflexionar a la luz de la Revelación sobre las cuestiones que plantea cada época, y presentarlas a los hombres contemporáneos de manera adecuada a las diversas culturas" (Título I, art. 3, 1).

Este compromiso, sumamente urgente en nuestra época posmoderna, en la que existe la necesidad de una nueva evangelización, requiere maestros en la fe y heraldos y testigos del Evangelio adecuadamente preparados.

En efecto, el período de permanencia en Roma puede y debe servir para prepararos a cumplir del mejor modo posible la tarea que os espera en diversos campos de acción apostólica. La misión evangelizadora propia de la Iglesia exige, en nuestro tiempo, no sólo que se propague por doquier el mensaje evangélico, sino también que penetre a fondo en los modos de pensar, en los criterios de juicio y en los comportamientos de la gente.

En una palabra, es preciso que toda la cultura del hombre contemporáneo sea penetrada por el Evangelio. Todas las enseñanzas que os imparten en los ateneos y centros de estudio que frecuentáis quieren contribuir a responder a este amplio y urgente desafío cultural y espiritual.

La posibilidad de estudiar en Roma, sede del Sucesor de Pedro y por tanto del ministerio petrino, os ayuda a reforzar el sentido de pertenencia a la Iglesia y el compromiso de fidelidad al magisterio universal del Papa. Además, la presencia en las instituciones académicas y en los colegios y seminarios de profesores y alumnos procedentes de todos los continentes, os brinda una oportunidad ulterior de conoceros y de experimentar cuán hermoso es formar parte de la única gran familia de Dios. Aprovechadla plenamente.

Sin embargo, queridos hermanos y hermanas, es indispensable que el estudio de las ciencias humanísticas y teológicas vaya siempre acompañado de un conocimiento íntimo y profundo, cada vez mayor, de Cristo. Eso implica que, juntamente con el interés necesario por el estudio y la investigación, tengáis un deseo sincero de santidad. Por eso, estos años de formación en Roma, además de ser tiempo de un serio y asiduo compromiso intelectual, han de ser en primer lugar tiempo de intensa oración, en constante sintonía con el Maestro divino que os ha elegido para su servicio. Asimismo, el contacto con la realidad religiosa y social de la ciudad os debe servir para un enriquecimiento espiritual y pastoral.

Invoquemos la intercesión de María, Madre dócil y sabia, a fin de que os ayude a estar atentos en toda circunstancia para reconocer la voz del Señor, que os protege y acompaña en vuestro itinerario de formación y en todos los momentos de vuestra vida. Yo os aseguro un recuerdo en la oración y, a la vez que os deseo un año sereno y rico en frutos, confirmo estos anhelos con una especial bendición apostólica.


A LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE GABÓN EN VISITA "AD LIMINA"

238

Viernes 26 de octubre de 2007



Queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio:

Os acojo con alegría, pastores de la Iglesia que está en Gabón, deseando que vuestra visita ad limina sea para vosotros un tiempo fuerte de comunión eclesial y de vida espiritual. Reforzáis así vuestra misión apostólica, para ser cada vez más servidores y guías del pueblo que se os ha confiado. Agradezco a monseñor Timothée Modibo-Nzockena, obispo de Franceville y presidente de vuestra Conferencia episcopal, el cuadro que me ha trazado de los aspectos pastorales. En vuestro ministerio, con las fuerzas vivas de vuestras diócesis, estáis llamados a desarrollar una pastoral, diocesana y nacional, cada vez más orgánica. Asimismo, es preciso organizar de manera cada vez más adecuada vuestra Conferencia episcopal, en vuestros encuentros y en las estructuras que conviene poner por obra para colaborar con vosotros. Al compartir vuestras riquezas pastorales y vuestros proyectos, podréis infundir en vuestras diócesis un dinamismo renovado. Cuanto mayor sea la comunión entre vosotros y entre todos los católicos, tanto más fuerte y eficaz será la evangelización.

Los habitantes de Gabón a veces se dejan atraer por la sociedad del consumismo y la permisividad; en consecuencia, prestan menor atención a los más pobres del país. Los aliento a acrecentar su sentido fraterno y su solidaridad. Asimismo, se constata cierto relajamiento en la vida de los cristianos, arrastrados por las seducciones del mundo. Deseo que tengan una conducta cada vez más ejemplar por lo que concierne a los valores espirituales y morales.

Entre las tareas urgentes de la Iglesia en Gabón conviene citar ante todo la transmisión de la fe y la profundización del misterio cristiano. Para afrontar las tentaciones, los fieles necesitan tener una formación profunda que les permita fundamentar su vida cristiana en principios claros. Esto supone que organicéis las estructuras de formación de manera que sean realmente eficaces. No tengáis miedo de preparar para esta tarea a sacerdotes y a laicos capacitados para ello. Así, las comunidades eclesiales serán más vivas y los fieles sacarán de la liturgia, de la oración personal, familiar y comunitaria las fuerzas para ser, en todos los ámbitos de la vida social, testigos de la buena nueva, artífices de reconciliación, de justicia y de paz, que nuestro mundo necesita hoy más que nunca.

En calidad de sucesores de los Apóstoles, sois para todos vuestros diocesanos como padres, llamados a prestar una atención particular a la juventud de vuestro país. Que todos los cristianos, y en particular los padres, se movilicen para invitar a los jóvenes a abrir su corazón a Cristo y a seguirlo. El Señor quiere dar a cada uno la gracia de una vida hermosa y buena, y la esperanza que permite encontrar el sentido verdadero de la existencia, en medio de las vicisitudes de la vida diaria. Deseo que los jóvenes no tengan miedo de ser también los primeros evangelizadores de sus coetáneos. A menudo, gracias a la amistad y a la comunión, estos últimos podrán descubrir la persona de Cristo y adherirse a él.

En vuestras relaciones señaláis que las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada son aún poco numerosas. Siempre es motivo de sufrimiento para un pastor que falten jóvenes dispuestos a escuchar la llamada del Señor. La presencia de un seminario en Libreville debe ser para vosotros objeto de una atención muy particular, puesto que está en juego el futuro de la evangelización y de la Iglesia. Además, será un estímulo para que se desarrolle y se intensifique la pastoral vocacional en cada diócesis. Ojalá que los sacerdotes, los religiosos y las religiosas, así como las familias, se movilicen mediante la oración, mediante el acompañamiento de los más jóvenes y mediante la solicitud por la transmisión de la llamada de Cristo, a fin de que surjan y se desarrollen las vocaciones que vuestro país necesita.

No se puede olvidar el papel de la enseñanza católica, donde los profesores y los educadores tienen como tarea la educación integral de los jóvenes, que necesita el testimonio y la transmisión de la fe, así como una atención a las vocaciones. Juntamente con vosotros, yo también quiero dar gracias por todos los misioneros, hombres y mujeres, que han permitido a vuestro país recibir la semilla del Evangelio. Agradezcámosles la obra que han realizado y siguen realizando con fidelidad, en colaboración con los pastores de Gabón.

Mi pensamiento afectuoso va a los sacerdotes, a los que felicito por su generosidad en el ministerio. Viviendo continuamente en intimidad con Cristo, tendrán una conciencia más viva de la exigencia de fidelidad a los compromisos asumidos ante Dios y ante la Iglesia, principalmente la obediencia y la castidad en el celibato. Así, vivirán cada vez más su ministerio sacerdotal como un servicio a los fieles. Deben recordar también que, en el ministerio, forman parte de un presbiterio en torno al obispo. En la fraternidad sacerdotal, confortados por vosotros, que sois para ellos padres y hermanos, encontrarán un apoyo espiritual. De este modo podréis realizar proyectos pastorales comunes, que darán nuevo impulso a la misión. Exhorto a cada sacerdote a buscar ante todo el bien de la Iglesia y no ventajas personales, conformando su vida y su misión al gesto del lavatorio de los pies (cf. Jn 13,1-11). Este amor, vivido en una perspectiva de servicio desinteresado, suscita una alegría profunda.

Transmitid a los sacerdotes, a todas las personas que colaboran en la vida pastoral, a todos los fieles y a todos los habitantes de Gabón, el saludo afectuoso del Papa. Encomendándoos a la intercesión de la Virgen María, Estrella de la evangelización, os imparto a vosotros, así como a todos vuestros diocesanos, la bendición apostólica.


AL SEÑOR FAUSTO CORDOVEZ CHIRIBOGA, EMBAJADOR DE ECUADOR ANTE AL SANTA SEDE

Sábado 27 de octubre de 2007



Señor Embajador:


Discursos 2007 230