Discursos 2008 186

TRAS RECIBIR LA CIUDADANÍA HONORARIA DE BRESSANONE

Sábado 9 de agosto de 2008



Excelencia;
señor presidente de la Región;
señor alcalde;
señores consejeros del Ayuntamiento;
señoras y señores; queridos amigos:

Es para mí motivo de gran alegría el reconocimiento que me ha concedido el Ayuntamiento de Bressanone al conferirme la ciudadanía honoraria, que acojo con profunda gratitud y desde ahora me acompañará en las futuras etapas de mi vida. Gracias a este acto, ahora soy de casa en Bressanone, pero no sólo —por decirlo así— con el corazón, sino de algún modo también legalmente: formo parte de sus ciudadanos; incluso cuando no pueda venir, estaré de algún modo legalmente presente. No creo que sea necesario deciros que con frecuencia estoy aquí con el corazón. Os doy cordialmente las gracias. Y doy las gracias de corazón también al coro, que ha confirmado y transformado en realidad sus hermosas palabras sobre Bressanone y sobre la música.

Cuando en el pasado venía desde el norte a Bressanone, por el camino de Brénner, recuerdo que para mí era un momento emocionante cuando el valle se abría y ante de mis ojos aparecían las torres de Bressanone, ciudad tan rica en historia y belleza, rodeada de viñedos y plantaciones, ubicada entre las montañas. Entonces lo sabía: aquí se está bien. Era consciente de que había escogido el rincón adecuado y que podría regresar con nuevas fuerzas a mis tareas.

187 Como ya sabéis, en Bressanone he escrito gran parte de mis libros, he descansado, he encontrado amistades; sobre todo en Bressanone he recibido recuerdos que llevaré conmigo. Este es el aspecto hermoso: que puedo ir de paseo en el paisaje de los recuerdos, y, cuando regrese a Roma, mis paseos en el paisaje de los recuerdos transcurrirán repetidamente por Bressanone, y estaré nuevamente aquí, donde podré descansar y tomar nuevas fuerzas.

Bressanone ha adquirido para mí una importancia particular, porque —como ha expresado usted, señor alcalde, con palabras tan bellas y profundas— es un lugar de encuentro, de encuentro entre las culturas: en efecto, en las tres lenguas —italiano, alemán y ladino— se encuentran las culturas; y el encuentro entre las culturas, hoy tan necesario, tiene una historia propia en Bressanone. Sabemos que no siempre es fácil, pero siempre es fructífero y rico en dones, ayuda a todos, nos enriquece y nos hace más abiertos y más humanos.

Bressanone es para mí un lugar de encuentros: encuentro de las culturas; encuentro también entre una sana laicidad y una gozosa fe católica; encuentro entre una gran historia y el presente y el futuro. Vemos que esta historia, aquí realmente presente y tangible, no impide la formación, el dinamismo, la vitalidad del presente y del futuro, sino que, al contrario, inspira y dinamiza. Además, es un encuentro entre las raíces cristianas y el espíritu de la modernidad, que sólo juntamente pueden construir una sociedad realmente digna de este nombre, una sociedad realmente humana.

Para mí, en este sentido, Bressanone es también un modelo europeo, una verdadera ciudad europea donde están presentes las raíces cristianas, la identidad, la identidad cristiana de nuestra cultura. Esta identidad cristiana no nos encierra en nosotros mismos, al contrario, nos abre a los demás, nos dona la comunión del encuentro, y nos da también los criterios y los valores según los cuales debemos vivir.

Os doy cordialmente las gracias a todos e invoco la bendición de Dios sobre cada uno de vosotros. Que el Señor siga protegiendo esta hermosa ciudad y le ayude a construir un futuro grande, hermoso y humano. De nuevo, gracias.

SALUDO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI


A LAS PERSONAS ENCARGADAS DE SU SEGURIDAD

Seminario diocesano de Bressanone

Lunes 11 de agosto de 2008



Muchas gracias por vuestra presencia y la discreción con la que habéis trabajado para mí. Sólo ahora veo qué ejército de "ángeles custodios" me ha rodeado y me ha garantizado este tiempo de paz y de gozo. Realmente pude vivir en una isla de paz, ver la belleza de la naturaleza, sabiendo, al mismo tiempo, que muchas personas se ocupaban de mí y me ayudaban a vivir bien en esta isla de paz.

Espero que también para vosotros haya sido, en cierto modo, un tiempo útil para respirar este aire bueno, no sólo de trabajo y esfuerzo; y también para descansar en medio de esta belleza de la naturaleza, en esta bella y pequeña ciudad, con tanta historia y con un presente tan vivo y hermoso.
Me faltan las palabras para deciros más. Os deseo toda clase de bendiciones de nuestro Señor, la alegría y todas las hermosas cosas que deseáis para vuestras familias. Que el Señor os bendiga siempre. Esperamos que estos días permanezcan en nuestra memoria como días que nos ayuden también en lo sucesivo a creer en la belleza de la vida y a tener confianza en nuestro futuro.

Gracias a todos vosotros.


EN SU DESPEDIDA DE BRESSANONE


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Seminario diocesano

Lunes 11 de agosto de 2008



Queridos amigos; estimado señor alcalde; queridos ciudadanos de Bressanone, de los que formo parte también yo ahora como ciudadano honorario. ¡Todas las cosas bellas se acaban!; y así, lamentablemente, también mis vacaciones en Bressanone. Pero puedo deciros que han sido bellísimas. Y aunque estos días se acaban materialmente, queda sin embargo un tesoro de recuerdos que llevo conmigo y mediante los cuales podré seguir estando con vosotros. Y sobre todo a través del puente de la oración deseo permanecer con vosotros. Así estaremos unidos, y gracias al Señor estaremos en contacto, gozaremos juntos y trataremos de hacer lo que conviene ahora y en el futuro.

Queridos amigos, ¡gracias por todo! A todos expreso mis mejores deseos. ¡Que el Señor os bendiga siempre!


AL FINAL DE UNA PELÍCULA MARIANA


OFRECIDA POR LA "BAYERISCHER RUNDFUNK"

Castelgandolfo

Miércoles 13 de agosto de 2008

Estimado señor Mandlig,
señoras y señores:

Esta no ha sido simplemente una película, ha sido una peregrinación. La Bayerischer Rundfunk nos ha introducido en la peregrinación de muchas personas hacia la Virgen: jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, todas las generaciones y los diversos sectores de nuestro país se nos han hecho presentes. Pero lo que nos ha unido a todos ha sido el hecho de estar en camino hacia María y que la confianza en la Madre del Señor nos lleva a todos a su camino y nos mantiene en él.

Hemos podido percibir la fe de las personas que han dado testimonio de ella con la sencillez de su pensamiento y de su ser y precisamente por eso con la credibilidad de quien no finge sino que es espontáneo. Y a través de la fe hemos visto a María misma, la Madre de Dios, en ella se refleja la bondad de Dios.

Por eso doy las gracias a usted, querido señor Mandlig, a todos sus colaboradores y a la Bayerischer Rundfunk; deseo y espero que muchas personas al ver esta película, se impliquen personalmente en la peregrinación a la Madre y al Señor. Pero no quiero olvidar decir un cordial Vergelt's Gott a los ciudadanos de Oberaudorf, que ya en Munich me habían saludado de manera espléndida con el Gott grüße Dich y que ahora han venido hasta nosotros y nos han hecho sentir nuevamente la belleza de la música popular bávara. ¡Que Dios os lo recompense!

PALABRAS DEL SU SANTIDAD BENEDICTO XVI


CON MOTIVO DE LA CONCESIÓN DE LA CIUDADANÍA HONORARIA


DE CASTELGANDOLFO A SU HERMANO GEORG RATZINGER


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Jueves 21 de agosto de 2008



Eminencias,
excelencias,
autoridades,
queridos amigos:

Es para mí motivo de profunda alegría que mi hermano pertenezca ahora al colegio ilustre de los conciudadanos honorarios de esta hermosa ciudad. Así, Castelgandolfo, si es posible, se hace aún más querida, más cercana a mi corazón. Por tanto, gracias por este gesto, también de mi parte.

Desde el inicio de mi vida, mi hermano ha sido siempre para mí no sólo compañero, sino además guía fiable. Ha constituido para mí un punto de orientación y de referencia con la clarividencia y la determinación de sus decisiones. Siempre me ha indicado el camino que debía tomar, incluso en situaciones difíciles.

Usted, señor alcalde, con sus hermosas palabras me ha hecho recordar los años transcurridos en Ratisbona, donde realmente la bella música que escuchaba en la catedral domingo tras domingo me confortaba y me proporcionaba un consuelo, una alegría íntima, reflejo de la belleza de Dios.

Mi hermano ha aludido al hecho de que entretanto hemos llegado a la última etapa de nuestra vida, a la vejez. Los días que nos quedan de vida se reducen progresivamente. Pero también en esta etapa mi hermano me ayuda a aceptar con serenidad, con humildad y con valentía el peso de cada día. Le doy las gracias.

Agradezco al municipio de Castelgandolfo este gesto, también para mí realmente gratificante. Concluyamos esta bonita ceremonia con la bendición.




AL FINAL DE UN CONCIERTO OFRECIDO EN SU HONOR

Castelgandolfo

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Domingo 24 de agosto de 2008

Señores cardenales;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
queridos amigos:

Hemos vivido una hermosa velada, en la que hemos podido escuchar nuevamente algunos fragmentos musicales famosos, que han suscitado en nosotros emociones e impresiones espirituales profundas. Con sentimientos de sincera cordialidad, dirijo mi saludo a todos los que os habéis reunido aquí, y expreso viva gratitud a los que han promovido y organizado este acontecimiento musical.

Estoy seguro de que me hago intérprete de los sentimientos comunes al formular un agradecido y admirado aprecio a la señorita Yvonne Timoianu y al señor Christoph Cornaro, que han tocado respectivamente el violoncelo y el piano con extraordinario talento. Gracias a su magistral interpretación hemos podido gustar la riqueza multiforme del lenguaje musical que caracteriza las piezas tocadas. Me complace recordar que conozco al señor Cornaro desde que era embajador de Austria ante la Santa Sede. Me alegra volverlo a ver hoy actuando como pianista.

Este concierto nos ha brindado la ocasión de ver la feliz unión de la poesía de Wilhelm Müller con la música de Franz Schubert en un género melódico que amaba profundamente. En efecto, son más de seiscientos los lieder que Schubert nos dejó. Como es sabido, este gran compositor, no siempre comprendido por sus contemporáneos, fue el "príncipe de los lied". Como reza su epitafio, "hizo resonar la poesía y hablar la música".

Acabamos de gustar la obra maestra de los lieder de Schubert: "El viaje de invierno" (Die Winterreise). Se trata de veinticuatro lieder compuestos con líricas de Wilhelm Müller, en los que Schubert manifiesta un clima intenso de triste soledad, que él sentía particularmente dado el estado espiritual de postración que le produjo la larga enfermedad y la sucesión de muchos fracasos sentimentales y profesionales. Es un viaje totalmente interior, que el célebre compositor austríaco escribió en 1827, sólo un año antes de su muerte prematura, que le llegó a los treinta y un años.

Cuando Schubert introduce un texto poético en su universo sonoro, lo interpreta a través de una trama melódica que penetra en el alma con dulzura, llevando también a quienes lo escuchan a experimentar la misma intensa añoranza que sentía el músico, la misma llamada de las verdades del corazón que van más allá de todo raciocinio. Así surge un cuadro que habla de una sencilla cotidianidad, de nostalgia, de introspección, de futuro. Todo aflora a lo largo del recorrido: la nieve, el paisaje, los objetos, las personas, los acontecimientos, en un fluir angustioso de recuerdos. En particular, fue para mí una experiencia nueva y hermosa escuchar esta ópera en la versión que nos ha sido propuesta, es decir, con violoncelo en vez de voz humana. No escuchábamos las palabras de la poesía, pero su reflejo y los sentimientos en ellas contenidos se expresaban con la "voz" casi humana del violoncelo.

Al presentar El viaje de invierno a los amigos, Schubert dijo: "Os cantaré un ciclo de lieder con los que me he compenetrado más que nunca. Me agradan más que todos, y estoy seguro de que también a vosotros os agradarán". Son palabras en las que podemos estar plenamente de acuerdo también nosotros, después de haberlas escuchado con la luz de la esperanza de nuestra fe.

El joven Schubert, espontáneo y exuberante, ha logrado comunicarnos también a nosotros esta tarde lo que él vivió y experimentó. Por eso, merece el reconocimiento que universalmente se tributa a este ilustre genio de la música, que honra a la civilización europea y a la gran cultura y espiritualidad de la Austria cristiana y católica.

191 Confortados en nuestro interior por la espléndida experiencia musical de esta tarde, renovemos nuestra gratitud a los que la han organizado y a los que la han realizado magníficamente. Expreso una vez más mi saludo cordial a todos los presentes, e imparto a todos con afecto mi bendición.


CON MOTIVO DE LA CELEBRACIÓN DE LA SANTA MISA


CON LOS EX ALUMNOS DEL "RATZINGER SCHÜLERKREIS"


EN LA CAPILLA DEL CENTRO MARIÁPOLIS DE CASTELGANDOLFO

Domingo 31 de agosto de 2008



Queridos hermanos y hermanas:

En la lectura de hoy, san Pablo nos dice que necesitamos una renovación del espíritu para poder reconocer la voluntad de Dios. Esta renovación no podemos realizarla nosotros, no podemos dárnosla nosotros mismos, sino que debemos ser renovados. Esta renovación es la muerte y la resurrección. Sólo puede llevarse a cabo en la novedad realizada por Dios mismo, perdiéndonos en Cristo, que nos atrae hacia sí en la santa Eucaristía y a través del bautismo nos ha hecho partícipes de su muerte y su resurrección.

Así, partiendo de este texto de san Pablo, hoy se hace comprensible también lo que el Señor dice en el Evangelio, o sea, que debemos tomar la cruz y seguirlo. No se trata de una ascesis limitada, sino que se habla de una novedad que únicamente podemos recibir en la comunión con su muerte y su resurrección.

Al inicio de esta santa misa, deseamos orar al Señor para que elimine todo lo viejo que hay en nosotros, para que nos ayude a no encerrarnos en nosotros mismos, para que nos impulse a renunciar a nuestra autosuficiencia, para que nos renueve.


Septiembre de 2008



A LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE NICARAGUA EN VISITA "AD LIMINA APOSTOLORUM"

Sábado 6 de septiembre de 2008

Queridos hermanos en el Episcopado:

Recibiros a todos juntos, Pastores de la Iglesia en Nicaragua, durante vuestra visita ad limina Apostolorum, me produce una gran alegría y me ofrece la oportunidad de expresar mi cercanía a vuestros desvelos apostólicos y a los anhelos e inquietudes del pueblo nicaragüense, que en estos días me habéis hecho vivamente presente. Agradezco las amables palabras que, en nombre de todos, me ha dirigido Monseñor Leopoldo José Brenes Solórzano, Arzobispo de Managua y Presidente de la Conferencia Episcopal, manifestando vuestro deseo de estrechar cada vez más los lazos de unidad, de amor y de paz con el Sucesor de Pedro (cf. Lumen gentium LG 22), así como la comunión entre vosotros en la «misión apostólica como testigos de Cristo ante los hombres» (Christus Dominus CD 11).

Conozco vuestros esfuerzos por llevar el mensaje del Evangelio a todos los ámbitos de Nicaragua, con la abnegada colaboración de vuestros sacerdotes y de los Institutos religiosos presentes en Nicaragua. Una valiosa ayuda recibís también con frecuencia de los Catequistas y Delegados de la Palabra, que son un cauce a través del cual el don de la fe crece en los niños e ilumina las diversas etapas de la vida en lugares recónditos donde es prácticamente imposible la presencia estable de un sacerdote que guíe la comunidad. Mucho debe la Iglesia a estas personas que presentan la Buena Noticia y la doctrina cristiana con espíritu fraterno, cara a cara, día a día y de viva voz, como es propio de un mensaje que se lleva muy dentro y está destinado a transformarse en vida nueva en quienes lo reciben. Por eso es imprescindible que estos generosos servidores y colaboradores en la misión evangelizadora de la Iglesia reciban el aliento de sus Pastores, tengan una formación religiosa profunda y continuada, y mantengan una intachable fidelidad a la doctrina de la Iglesia. Ellos han de ser de manera muy particular «discípulos» aventajados que aprenden de los «maestros auténticos» que enseñan con la autoridad de Cristo (cf. Lumen gentium LG 25), y que infunden en sus oyentes la añoranza del Maestro y de sus ministros, que lo hacen realmente presente mediante los sacramentos y muy especialmente la Eucaristía, para constituir de este modo una verdadera y plena comunidad cristiana reunida en torno al Señor y presidida por uno de sus sacerdotes (cf. Sacramentum caritatis, 75).

La necesidad de clero bien preparado espiritual, intelectual y humanamente, os ha llevado a revisar recientemente el planteamiento de los seminarios en el país, esperando poder ofrecer así una mejor formación a los seminaristas de vuestras diócesis, siempre tan necesaria, y que requiere una cercanía y una atención esmerada por parte de cada Obispo, sin ceder en el cuidadoso discernimiento de los candidatos, ni en las rigurosas exigencias necesarias para llegar a ser sacerdotes ejemplares y rebosantes de amor a Cristo y a la Iglesia. De este modo se podrán abrigar nuevas esperanzas de poder atender pastoralmente y de forma adecuada sectores tan importantes como la catequesis sistemática, incisiva y organizada de niños y jóvenes, para los cuales habéis preparado un catecismo específico para la Confirmación y promovido la «infancia misionera». Es de esperar que mejore también la debida asistencia religiosa en los hospitales, centros penitenciarios y otras instituciones.

192 A este respecto, nunca se ha de olvidar que la semilla del Evangelio ha de plantarse cada vez, en cada época, en cada generación, para que germine vigorosa y su flor no se marchite. También la religiosidad popular, tan arraigada en vuestras gentes y que es una gran riqueza para vuestro pueblo, ha de ser algo más que una simple tradición recibida pasivamente, revitalizándola continuamente mediante una acción pastoral que haga brillar la hondura de los gestos y los signos, indicando el misterio insondable de salvación y esperanza al que apuntan, y del que Dios nos ha hecho partícipes, iluminando la mente, colmando el corazón y comprometiendo la vida.

Uno de los grandes retos a los que os enfrentáis es precisamente la sólida formación religiosa de vuestros fieles, haciendo que el Evangelio quede profundamente grabado en su mente, su vida y su trabajo, de manera que sean fermento del Reino de Dios con su testimonio en los diversos ámbitos de la sociedad y contribuyan a que los asuntos temporales se ordenen según la justicia y se adecuen a la vocación total del hombre sobre la tierra (cf. Apostolicam actuositatem
AA 7).

Esto es particularmente importante en una situación en que a la pobreza y la emigración se suman acusadas desigualdades sociales y una radicalización política, especialmente en los últimos años. Observo con satisfacción que, como Pastores, compartís las vicisitudes de vuestro pueblo y, respetando escrupulosamente la autonomía de la gestión pública, os esforzáis en crear un clima de diálogo y distensión, sin renunciar a defender los derechos fundamentales del hombre y denunciar las situaciones de injusticia y a fomentar una concepción de la política que, más que ambición por el poder y el control, sea un servicio generoso y humilde al bien común. Os aliento en este camino, exhortándoos al mismo tiempo a promover y acompañar tantas iniciativas de caridad y solidaridad con los más necesitados como hay en vuestras Iglesias, para que no falte ayuda a las familias en dificultad ni ese espíritu generoso de tantos laicos que, en ocasiones de forma anónima, se esfuerzan por conseguir el pan cotidiano para sus hermanos más pobres.

En este, como en otros muchos campos, no se ha de olvidar el dinamismo, la entrega y creatividad de los religiosos y religiosas, un tesoro para la vida eclesial en Nicaragua. Ellos son testigos de que «cuanto más se vive de Cristo, tanto mejor se le puede servir en los demás, llegando hasta las avanzadillas de la misión y aceptando los mayores riesgos» (Vita consecrata VC 76). Que no les falte el reconocimiento de los Pastores ni el aliento para permanecer fieles a su propio carisma y misión específica en la Iglesia.

Una mención especial merecen las instituciones educativas, en particular las escuelas católicas a las que acude la mayor parte del alumnado nicaragüense, cumpliendo así, en medio de grandes dificultades y falta de la debida ayuda, una misión esencial de la Iglesia y un inestimable servicio a la sociedad. Es encomiable el servicio de los educadores que, a veces con grandes sacrificios, se dedican a una formación integral que abra las puertas de un futuro prometedor a los jóvenes. Un país que busca el desarrollo y una Iglesia que quiere ser más dinámica, deben concentrar sus esfuerzos en ellos, sin ocultarles la grandeza que tiene para el ser humano la dimensión trascendente y religiosa. Os exhorto, pues, a que animéis a los educadores y os esforcéis en preservar los derechos que tienen los padres de formar a sus hijos según sus propias convicciones y creencias.

Al final de este encuentro, deseo reiterar mi agradecimiento y aprecio por vuestra solícita labor de Pastores, alentando el espíritu misionero en vuestras Iglesias particulares. Os ruego que hagáis llegar mi saludo al Señor Cardenal Miguel Obando Bravo, a los obispos eméritos, a los sacerdotes y seminaristas, a las numerosas comunidades religiosas y, de modo especial, a las Hermanas contemplativas de vuestro País, a los Catequistas y a cuantos os ayudan a difundir continuamente el Evangelio en Nicaragua. A la vez que encomiendo vuestra tarea a la Virgen María, Nuestra Señora de la Purísima Concepción, os imparto de corazón la Bendición Apostólica.


A LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DEL PARAGUAY EN VISITA "AD LIMINA APOSTOLORUM"

Jueves 11 de septiembre de 2008



Queridos hermanos en el Episcopado:

1. Con gran afecto y alegría os recibo en este encuentro conclusivo de vuestra visita ad limina. En ella tenéis la ocasión de estrechar aún más vuestros lazos de comunión con el Sucesor de Pedro y, junto a las tumbas de los Apóstoles, renovar vuestra fe en Jesucristo resucitado, verdadera esperanza de todos los hombres.

Deseo manifestar mi viva gratitud a Monseñor Ignacio Gogorza Izaguirre, Obispo de Encarnación y Presidente de la Conferencia Episcopal, por las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos. También yo, movido por la solicitud por todas las Iglesias (cf. 2Co 11,28), me uno a vuestras preocupaciones y anhelos de Pastores de Cristo, y ruego al Señor que sostenga a todos vuestros sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas y fieles laicos, que con verdadero amor se consagran a la causa del Evangelio.

2. Los retos pastorales que debéis afrontar son realmente grandes y complejos. Frente a un ambiente cultural que intenta marginar a Dios de las personas y de la sociedad, o que lo considera como un obstáculo para alcanzar la propia felicidad, es urgente un vasto esfuerzo misionero que, poniendo a Jesucristo en el centro de toda acción pastoral, dé a conocer a todos la belleza y la verdad de su vida y de su mensaje de salvación. Los hombres tienen necesidad de ese encuentro personal con el Señor que les abra las puertas a una existencia iluminada por la gracia y el amor de Dios. En este sentido, la presencia de testimonios veraces de auténtica vida cristiana, junto a la santidad de los pastores, es una exigencia de perenne actualidad tanto en la Iglesia como en el mundo. Por eso, queridos Hermanos, conscientes de que uno de los dones más preciosos que podéis ofrecer a vuestras comunidades es vuestro propio ministerio episcopal, os aliento a que a través de una vida santa, entretejida de amor a Dios, de fidelidad eclesial y de entrega generosa al Evangelio, lleguéis a ser verdaderos modelos para vuestra grey (cf. 1P 1P 5,3).

193 3. Los Obispos, juntamente con el Papa, y bajo su autoridad, son enviados a actualizar perennemente la obra de Cristo (cf. Christus Dominus CD 2). El mismo Obispo, además de ser el principio visible y fundamento de la unidad en la propia Iglesia particular, es también el vínculo de la comunión eclesial y el punto de engarce entre su Iglesia particular y la Iglesia universal (cf. Pastores gregis ). Como Sucesor del Apóstol Pedro, os animo a seguir trabajando con todas vuestras fuerzas para acrecentar la unidad en vuestras comunidades diocesanas, así como con esta Sede Apostólica. Esa unidad por la que rezó el Señor Jesús, de modo especial en la Última Cena (cf. Jn 17,20-21), es fuente de verdadera fecundidad pastoral y espiritual.

4. Con toda razón, los sacerdotes ocupan un lugar principal en vuestros corazones. Ellos, por la imposición de las manos, han sido configurados más estrechamente con el Buen Pastor y participan de su sacerdocio como verdaderos administradores de los misterios divinos (cf. 1Co 4,1), para el bien de sus hermanos. Os animo a ofrecerles, junto a vuestra cercanía y aprecio por su labor, una adecuada formación permanente que les ayude a revitalizar su vida espiritual (cf. 1Tm 4,14), para que, movidos por un hondo sentido de amor y obediencia a la Iglesia, trabajen sin descanso ofreciendo a todos el único alimento que puede saciar la sed de plenitud del hombre, Jesucristo nuestro Salvador.

Al mismo tiempo, la alegría, la convicción y la fidelidad con que los presbíteros viven cada día su vocación suscitará en muchos jóvenes el deseo de seguir a Cristo en el sacerdocio, respondiendo con generosidad a su llamado. Me complace comprobar efectivamente que una de vuestras prioridades es la pastoral juvenil y vocacional. A este respecto, es preciso dedicar a los seminaristas los medios humanos y materiales necesarios que les ayuden a adquirir una sólida vida interior y una apropiada preparación intelectual y doctrinal, especialmente por lo que se refiere a la naturaleza e identidad del ministerio sacerdotal.

Mi reconocimiento y gratitud se dirige también hacia los religiosos, por el celo y amor con que han anunciado la fe cristiana desde los inicios de la evangelización de vuestras tierras. Los invito a seguir siendo testimonios de vida auténticamente evangélica a través de sus votos de castidad, pobreza y obediencia.

5. El mensaje cristiano, para poder llegar hasta el último rincón del mundo, necesita la colaboración indispensable de los fieles laicos. Su vocación específica consiste en impregnar de espíritu cristiano el orden temporal y transformarlo según el designio divino (cf. Lumen gentium LG 31). Los Pastores, por su parte, tienen el deber de ofrecerles todos los medios espirituales y formativos necesarios (cf. ibíd., LG 37) para que, viviendo coherentemente su fe cristiana, sean verdadera luz del mundo y sal de la tierra (cf. Mt 5,13).

Un aspecto significativo de la misión propia de los seglares es el servicio a la sociedad a través del ejercicio de la política. Pertenece al patrimonio doctrinal de la Iglesia que «el deber inmediato de actuar en favor de un orden justo en la sociedad es más bien propio de los fieles laicos» (Deus caritas est ). Hay que alentarles, por tanto, a que vivan con responsabilidad y dedicación esta importante dimensión de la caridad social, para que la comunidad humana de la que forman parte con todo derecho progrese en la justicia, en la honradez, en la defensa de los verdaderos y auténticos valores, como la salvaguarda de la vida humana, del matrimonio y de la familia, contribuyendo de esta manera al verdadero bien humano y espiritual de toda la sociedad.

6. Sé cuántos esfuerzos estáis haciendo para aliviar las necesidades de vuestro pueblo que afligen vuestro corazón de Pastores. Teniendo en cuenta que la actividad caritativa de la Iglesia es «la actualización aquí y ahora del amor que el hombre necesita» (ibíd., ), os pido que en vuestro ministerio seáis imagen viva y cercana de la caridad de Cristo para todos vuestros hermanos, especialmente los que más sufren, los marginados, los ancianos, los enfermos y los encarcelados.

Antes de terminar quiero reiteraros, amados Hermanos, mi agradecimiento y mi afecto por vuestros esfuerzos cotidianos al servicio de la Iglesia. Ruego al Señor que este encuentro consolide vuestra unión mutua y os fortalezca en la fe, en la esperanza y en la caridad. Deseo confiaros asimismo el encargo de llevar a vuestros sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas y a todos vuestros fieles diocesanos, el saludo, la cercanía y la oración del Papa.

Encomendando a la intercesión de la Virgen María de Caacupé vuestras personas, intenciones y proyectos pastorales, os imparto con todo mi afecto una especial Bendición Apostólica.

VIAJE APOSTÓLICO

A FRANCIA CON OCASIÓN DEL 150 ANIVERSARIO

DE LAS APARICIONES DE LOURDES

(12 - 15 DE SEPTIEMBRE DE 2008)


ENCUENTRO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI CON LOS PERIODISTAS DURANTE EL VUELO HACIA PARÍS

Viernes 12 de septiembre de 2008



En 1980, Juan Pablo II, durante su primer viaje, preguntó: "Francia, ¿eres fiel a las promesas de tu bautismo?". Hoy, ¿cuál será su mensaje a los franceses? ¿Piensa que, a causa de la laicidad, Francia está a punto de perder su identidad cristiana?

194 Hoy me parece evidente que la laicidad, de por sí, no está en contradicción con la fe. Diría incluso que es un fruto de la fe, puesto que la fe cristiana, desde sus comienzos, era una religión universal y, por tanto, no identificable con un Estado; es una religión presente en todos los Estados y diferente de cada Estado. Para los cristianos ha sido siempre claro que la religión y la fe no están en la esfera política, sino en otra esfera de la vida humana... La política, el Estado no es una religión, sino una realidad profana con una misión específica. Las dos realidades deben estar abiertas una a la otra. En este sentido, diría que para los franceses, y no solamente para los franceses, para nosotros los cristianos en este mundo secularizado de hoy, es importante vivir con alegría la libertad de nuestra fe, vivir la belleza de la fe y hacer visible en el mundo de hoy que es hermoso conocer a Dios, al Dios con rostro humano en Jesucristo. Así pues, mostrar la posibilidad de ser creyentes hoy y también la necesidad de que en la sociedad de hoy haya hombres que conozcan a Dios y, por tanto, puedan vivir según los valores que él nos ha dado, contribuyendo a la presencia de los valores que son fundamentales para la construcción y para la supervivencia de nuestros Estados y de nuestras sociedades.

Usted ama y conoce Francia. ¿Qué lo une más particularmente a este país? ¿Cuáles son los autores franceses, laicos o cristianos, que le han impresionado más o los recuerdos más emotivos que conserva de Francia?

No me atrevo a decir que conozco bien Francia. La conozco un poco, pero amo a Francia, la gran cultura francesa, sobre todo, naturalmente, las grandes catedrales, y también el gran arte francés, la gran teología que comienza con san Ireneo de Lyon hasta el siglo XIII; yo estudié la Universidad de París del siglo XIII: san Buenaventura, santo Tomás de Aquino. Esta teología fue decisiva para el desarrollo de la teología en Occidente. Y, naturalmente, la teología del siglo en que se desarrolló el concilio Vaticano II. Tuve el gran honor y la alegría de ser amigo del padre De Lubac, una de las figuras principales del siglo pasado, pero también tuve buenos contactos de trabajo con el padre Congar, con Jean Daniélou y otros.

Mantuve relaciones personales muy buenas con Étienne Gilson y Henri-Irénée Maroux. Por tanto, tuve realmente un contacto muy profundo, muy personal y enriquecedor con la gran cultura teológica y filosófica de Francia. Esto fue realmente decisivo para el desarrollo de mi pensamiento. Pero también el redescubrimiento del canto gregoriano original con Solesmes, la gran cultura monástica y, naturalmente, la gran poesía. Siendo un hombre del barroco, me gusta mucho Paul Claudel, con su alegría de vivir, y también Bernanos y los grandes poetas de Francia del siglo pasado. Por consiguiente, es una cultura que realmente determinó mi desarrollo personal, teológico, filosófico y humano.

¿Qué dice a los que, en Francia, temen que el motu proprio "Summorum pontificum" sea una involución con respecto a las grandes intuiciones del concilio Vaticano II? ¿Cómo puede tranquilizarlos?

Es un temor infundado, puesto que este motu proprio es simplemente un acto de tolerancia, con una finalidad pastoral, para personas que se han formado en esa liturgia, que les gusta, la conocen y quieren vivir con esa liturgia. Es un grupo pequeño, pues supone una formación en la lengua latina, una formación en una cierta cultura. Pero tener por estas personas el amor y la tolerancia que les permita vivir con esa liturgia me parece una exigencia normal de la fe y de la pastoral de un obispo de nuestra Iglesia. No hay ninguna oposición entre la liturgia renovada por el concilio Vaticano II y esa liturgia.

Cada día (del Concilio, n.d.r.) los padres conciliares celebraban la misa según el rito antiguo y, al mismo tiempo, concebían un desarrollo natural para la liturgia durante todo este siglo, dado que la liturgia es una realidad viva que se desarrolla y, en su desarrollo, conserva su identidad. Así pues, ciertamente hay aspectos diferentes, pero, sin embargo, existe una identidad fundamental que excluye una contradicción, una oposición entre la liturgia renovada y la liturgia precedente. En cualquier caso, creo que existe una posibilidad de enriquecimiento en ambas partes. Por un lado, los amigos de la liturgia antigua pueden y deben conocer los nuevos santos, los nuevos prefacios de la liturgia, etc.; por otro, la nueva liturgia subraya más la participación común, pero no es simplemente una asamblea de una cierta comunidad, sino siempre un acto de la Iglesia universal, en comunión con todos los creyentes de todos los tiempos, y un acto de adoración. En este sentido, me parece que hay un enriquecimiento recíproco, y está claro que la liturgia renovada es la liturgia ordinaria de nuestro tiempo.

¿Con qué espíritu comienza su peregrinación a Lourdes? ¿Ya ha estado en Lourdes?

Estuve en Lourdes para el Congreso eucarístico internacional, en 1981, después del atentado contra el Santo Padre (Juan Pablo II, n.d.r.). Y el cardenal Gantin era el delegado del Santo Padre. Para mí es un recuerdo muy hermoso.

El día de la fiesta de santa Bernardita es también el día de mi nacimiento. Por eso me siento muy cercano a esta pequeña santa, a esta muchacha pura, humilde, con la que habló la Virgen.

Encontrar esta realidad, esta presencia de la Virgen en nuestro tiempo, ver las huellas de esta muchacha que fue amiga de la Virgen y, por otra parte, encontrarme con la Virgen, su Madre, es para mí un acontecimiento muy importante. Naturalmente, no voy para encontrar milagros. Voy a Lourdes para encontrar el amor de nuestra Madre, que es la verdadera curación de todas las enfermedades, de todos los dolores. Voy para ser solidario con todos los que sufren; voy en el signo del amor a nuestra Madre. Esto me parece un signo muy importante para nuestra época.




Discursos 2008 186