Discursos 2009 160

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Viernes 10 de julio de 2009



Señor Embajador:

1. Me complace recibir a Vuestra Excelencia en el solemne acto en el que me hace entrega de las Cartas que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de los Estados Unidos Mexicanos ante la Santa Sede. Le agradezco cordialmente las deferentes palabras que me ha dirigido, rogándole al mismo tiempo que tenga la bondad de transmitir al Señor Presidente de la República, Licenciado Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, a su Gobierno y a todas las nobles gentes de su País mis mejores deseos, que acompaño con mi oración ferviente, para que, afrontando con valentía, decisión y unidad las vicisitudes del momento presente, el querido pueblo mexicano pueda seguir avanzando por los caminos de la libertad, la solidaridad y el progreso social.

2. Vuestra Excelencia viene como Representante de una gran Nación, cuya identidad se ha ido forjando a lo largo de los siglos en fecunda relación con el mensaje de salvación que la Iglesia católica proclama, como se puede ver en muchas de sus costumbres y fiestas populares, en su arquitectura y otras diversas manifestaciones. La fe en Jesucristo ha engendrado en México una cultura que brinda un sentido específico y completo de la vida y una visión esperanzada de la existencia, ilustrando al mismo tiempo una serie de principios sustanciales para el desarrollo armónico de toda la sociedad, como son la promoción de la justicia, el trabajo por la paz y la reconciliación, el fomento de la honradez y la transparencia, la lucha contra la violencia, la corrupción y la criminalidad, la constante tutela de la vida humana y la salvaguarda de la dignidad de la persona.

3. La celebración hace unos meses del VI Encuentro Mundial de las Familias en la Ciudad de México ha puesto de relieve, además, la importancia de esta institución, tan estimada por el pueblo mexicano. En efecto, la familia, comunidad de vida y amor, fundada en el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer, es la célula básica de todo el tejido social, por lo que es de suma transcendencia que se le ayude adecuadamente, de modo que los hogares no dejen de ser escuelas de respeto y entendimiento mutuo, semilleros de virtudes humanas y motivo de esperanza para el resto de la sociedad. En este contexto, deseo reiterar mi satisfacción por los frutos de ese importante Encuentro eclesial, a la vez que quiero agradecer nuevamente a las Autoridades de su País, y a todos los mexicanos, la diligencia mostrada en su organización.

4. Me es grato constatar las buenas relaciones entre la Santa Sede y México, tras los importantes avances que se han ido produciendo en estos años en un clima de recíproca autonomía y sana colaboración. Esto nos debe animar a esforzarnos por estrecharlas en el porvenir, teniendo en cuenta el puesto relevante que la religión ocupa en la idiosincrasia y la historia de vuestra Patria. Precisamente, con motivo del XV aniversario del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre su País y la Santa Sede, se organizaron en la Ciudad de México una serie de actos conmemorativos en los que se ahondó en diversos temas de interés común, como la manera correcta de entender un auténtico Estado democrático y su deber de amparar y favorecer la libertad religiosa en todos los aspectos de la vida pública y social de la Nación. En efecto, la libertad religiosa no es un derecho más, ni tampoco un privilegio que la Iglesia católica reclama. Es la roca firme donde los derechos humanos se asientan sólidamente, ya que dicha libertad manifiesta de modo particular la dimensión trascendente de la persona humana y la absoluta inviolabilidad de su dignidad. Por ello, la libertad religiosa pertenece a lo más esencial de cada persona, de cada pueblo y nación. El significado medular de la misma no consiente limitarla a una mera convivencia de ciudadanos que practican privadamente su religión, o restringirla al libre ejercicio del culto, sino que se ha de asegurar a los creyentes la plena garantía de manifestar públicamente su religión, ofreciendo también su aportación a la edificación del bien común y del recto orden social en cualquier ámbito de la vida, sin ningún tipo de restricción o coacción. A este respecto, la Iglesia católica, a la vez que sostiene e impulsa esta visión positiva del papel de la religión en la sociedad, no desea interferir en la debida autonomía de las instituciones civiles. Ella, fiel al mandato recibido de su divino Fundador, busca alentar las iniciativas que beneficien a la persona humana, promuevan integralmente su dignidad y reconozcan su dimensión espiritual, sabiendo que el mejor servicio que los cristianos pueden prestar a la sociedad es la proclamación del Evangelio, que ilumina una genuina cultura democrática y orienta en la búsqueda del bien común. Se pone así de manifiesto que la Iglesia y la comunidad política están y deben sentirse, aunque por diverso título, al servicio de la vocación personal y social de los mismos hombres (cf. Gaudium et spes GS 76).

5. Muchos son los pasos que desde diversas instancias de vuestra Nación se están dando para fomentar un orden social más justo y solidario y superar las contrariedades que continúan atenazando al País. En este sentido, merece la pena destacar la atención y el empeño con que las Autoridades de vuestra Patria están encarando cuestiones tan graves como la violencia, el narcotráfico, las desigualdades y la pobreza, que son campo abonado para la delincuencia. Es bien sabido que para una solución eficaz y duradera de esos problemas no son suficientes medidas técnicas o de seguridad. Se requiere una anchura de miras y la eficiente conjunción de esfuerzos, además de propiciar una necesaria renovación moral, la educación de las conciencias y la construcción de una verdadera cultura de la vida. En esta tarea, las Autoridades y las distintas fuerzas de la sociedad mexicana encontrarán siempre la leal cooperación y solidaridad de la Iglesia católica.

6. Nunca se insistirá bastante en que el derecho a la vida debe ser reconocido en toda su amplitud. En efecto, toda persona merece respeto y solidaridad desde el momento de su concepción hasta su muerte natural. Esta noble causa, en la que valientemente se han comprometido muchos hombres y mujeres, debe estar sostenida también por el esfuerzo de las Autoridades civiles en la promoción de leyes justas y políticas públicas efectivas que tengan en cuenta el altísimo valor que posee todo ser humano en cada momento de su existencia. A este respecto, deseo saludar con gozo la iniciativa de México, que en el año 2005 eliminó de su legislación la pena capital, así como las recientes medidas que algunos de sus Estados han adoptando para proteger la vida humana desde su comienzo. Estas apuestas decididas en una cuestión tan fundamental han de ser un emblema de vuestra Patria, del que debe sentirse justamente orgullosa, pues en el reconocimiento del derecho a la vida “se fundamenta la convivencia humana y la misma comunidad política” (Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium Vitae EV 2).

7. Señor Embajador, antes de concluir este encuentro, quisiera felicitar a Vuestra Excelencia, a su familia y a los demás miembros de esa Misión Diplomática, así como reiterarle que en mis colaboradores hallará siempre la cooperación que precise en el alto cometido de representar a su querida Nación ante la Sede Apostólica.

Suplico a Dios, por intercesión de María Santísima, Nuestra Señora de Guadalupe, que bendiga, proteja y acompañe a todos los mexicanos, tan cercanos al corazón del Papa, para que en su País resplandezca incesantemente la concordia, la fraternidad y la justicia.

Vaticano, 10 de julio de 2009


A LOS PARTICIPANTES EN EL PRIMER ENCUENTRO EUROPEO DE ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS


161 Sala de las Bendiciones

Sábado 11 de julio de 2009



Señor cardenal;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
queridos hermanos y hermanas:

Gracias de corazón por vuestra visita, que tiene lugar el día de la fiesta de san Benito, patrono de Europa, con ocasión del primer Encuentro europeo de estudiantes universitarios, promovido por la Comisión de catequesis, escuelas y universidades del Consejo de las Conferencias episcopales de Europa (CCEE). A cada uno de los presentes doy mi más cordial bienvenida. Saludo, en primer lugar, al obispo Marek Jedraszewski, vicepresidente de la Comisión, y le agradezco las palabras que me ha dirigido en vuestro nombre. Saludo en especial al cardenal vicario Agostino Vallini y le manifiesto toda mi gratitud por el valioso servicio que la pastoral universitaria de Roma presta a la Iglesia que está en Europa. Y no puedo menos de elogiar a monseñor Lorenzo Leuzzi, animador infatigable de la oficina diocesana. Saludo también con profundo reconocimiento al profesor Renato Lauro, rector magnífico de la Universidad de Roma Tor Vergata. Y dirijo mi saludo sobre todo a vosotros, queridos jóvenes: ¡Bienvenidos a la casa de Pedro! Pertenecéis a treinta y una naciones, y os estáis preparando para asumir, en la Europa del tercer milenio, importantes funciones y tareas. Sed siempre conscientes de vuestras potencialidades y, al mismo tiempo, de vuestras responsabilidades.

¿Qué espera la Iglesia de vosotros? El tema mismo sobre el que estáis reflexionando sugiere la respuesta oportuna: "Nuevos discípulos de Emaús. Como cristianos en la Universidad". Tras el encuentro europeo de profesores celebrado hace dos años, también vosotros, los estudiantes, os reunís ahora para ofrecer a las Conferencias episcopales de Europa vuestra disponibilidad para proseguir en el camino de elaboración cultural que san Benito intuyó necesario para la maduración humana y cristiana de los pueblos de Europa. Esto puede realizarse si vosotros, como los discípulos de Emaús, os encontráis con el Señor resucitado en la experiencia eclesial concreta y, de modo particular, en la celebración eucarística. "En cada misa —recordé a vuestros coetáneos hace un año durante la Jornada mundial de la juventud en Sydney— desciende nuevamente el Espíritu Santo, invocado en la plegaria solemne de la Iglesia, no sólo para transformar nuestros dones del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor, sino también para transformar nuestra vida, para hacer de nosotros, con su fuerza, "un solo cuerpo y un solo espíritu en Cristo"" (Homilía en la misa de clausura, 20 de julio de 2008: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 25 de julio de 2008, p.12).

Vuestro compromiso misionero en el ámbito universitario consiste, por tanto, en testimoniar el encuentro personal que habéis tenido con Jesucristo, Verdad que ilumina el camino de todo hombre. Del encuentro con él es de donde brota la "novedad del corazón" capaz de dar una nueva orientación a la existencia personal; y sólo así se convierte en fermento y levadura de una sociedad vivificada por el amor evangélico.

Como es fácil comprender, también la acción pastoral universitaria debe expresarse entonces en todo su valor teológico y espiritual, ayudando a los jóvenes a que la comunión con Cristo los lleve a percibir el misterio más profundo del hombre y de la historia. Y precisamente por su específica acción evangelizadora, las comunidades eclesiales comprometidas en esa acción misionera, como por ejemplo las capellanías universitarias, pueden ser el lugar de la formación de creyentes maduros, hombres y mujeres conscientes de ser amados por Dios y estar llamados, en Cristo, a convertirse en animadores de la pastoral universitaria.

En la Universidad la presencia cristiana es cada vez más exigente y al mismo tiempo fascinante, porque la fe está llamada, como en los siglos pasados, a prestar su servicio insustituible al conocimiento, que en la sociedad contemporánea es el verdadero motor del desarrollo. Del conocimiento, enriquecido con la aportación de la fe, depende la capacidad de un pueblo de saber mirar al futuro con esperanza, superando las tentaciones de una visión puramente materialista de nuestra esencia y de la historia.

Queridos jóvenes, vosotros sois el futuro de Europa. Inmersos en estos años de estudio en el mundo del conocimiento, estáis llamados a invertir vuestros mejores recursos, no sólo intelectuales, para consolidar vuestra personalidad y para contribuir al bien común. Trabajar por el desarrollo del conocimiento es la vocación específica de la Universidad, y requiere cualidades morales y espirituales cada vez más elevadas frente a la vastedad y la complejidad del saber que la humanidad tiene a su disposición. La nueva síntesis cultural, que en este tiempo se está elaborando en Europa y en el mundo globalizado, necesita la aportación de intelectuales capaces de volver a proponer en las aulas académicas el mensaje sobre Dios, o mejor, de hacer que renazca el deseo del hombre de buscar a Dios —"quaerere Deum"— al que me he referido en otras ocasiones.

162 A la vez que doy las gracias a todos los que trabajan en el campo de la pastoral universitaria, bajo la guía de los organismos del Consejo de Conferencias episcopales de Europa, espero que prosiga el fructífero camino emprendido desde hace algunos años y por el que expreso mi más vivo aprecio y aliento. Estoy seguro de que vuestro encuentro de estos días en Roma podrá indicar ulteriores etapas por recorrer hacia una planificación más orgánica, que favorezca la participación y la comunión entre las diversas experiencias que ya están en marcha en muchos países. Vosotros, queridos jóvenes, contribuid, juntamente con vuestros profesores, a crear laboratorios de la fe y de la cultura, compartiendo el esfuerzo del estudio y de la investigación con todos los amigos que encontréis en la Universidad.

Amad vuestras universidades, que son gimnasios de virtud y de servicio. La Iglesia en Europa confía mucho en el generoso compromiso apostólico de todos vosotros, consciente de los desafíos y de las dificultades, pero también de las grandes potencialidades de la acción pastoral en el ámbito universitario. Por mi parte, os aseguro el apoyo de la oración, y sé que puedo contar con vuestro entusiasmo, con vuestro testimonio y sobre todo con vuestra amistad, que hoy me habéis manifestado y que os agradezco de corazón.

Que san Benito, patrono de Europa y mi patrono personal en el pontificado, y sobre todo la Virgen María, a quien invocáis como Sedes Sapientiae, os acompañen y guíen vuestros pasos. A todos imparto mi bendición.


Agosto de 2009



A UNA DELEGACIÓN DE PARTICIPANTES EN LOS CAMPEONATOS MUNDIALES DE NATACIÓN

Castelgandolfo

Sábado 1 de agosto de 2009



Queridos amigos:

He aceptado con mucho gusto vuestra invitación a tener un encuentro con vosotros con ocasión de los campeonatos mundiales de natación. Gracias por vuestra grata visita; doy gustoso a cada uno y cada una de vosotros mi cordial bienvenida. Ante todo dirijo un pensamiento deferente al presidente de la Federación internacional de natación (FINA), señor Julio Maglione, y al presidente de la Federación italiana de natación (FIN), honorable Paolo Barelli, al mismo tiempo que les doy las gracias por las amables palabras que me han dirigido en nombre de todos vosotros. Saludo a las autoridades presentes, a los dirigentes y responsables; a los técnicos, los delegados, los periodistas y los operadores de los medios de comunicación social; a los voluntarios, los organizadores y cuantos han contribuido a la realización de este acontecimiento deportivo mundial.

Mi saludo más afectuoso es especialmente para vosotros, queridos atletas de diferentes nacionalidades, que sois los protagonistas de estos campeonatos de natación. Con vuestras competiciones ofrecéis al mundo un atractivo espectáculo de disciplina y de humanidad, de belleza artística y voluntad tenaz. Mostráis qué metas puede alcanzar la vitalidad de la juventud cuando no se rehúye la fatiga de duros entrenamientos y se aceptan de buen grado no pocos sacrificios y privaciones. Todo esto constituye una importante lección de vida también para vuestros coetáneos.

Como acaban de recordar, el deporte, practicado con pasión y atento sentido ético, especialmente por la juventud, se convierte en gimnasio de sana competición y perfeccionamiento físico, escuela de formación en los valores humanos y espirituales, medio privilegiado de crecimiento personal y de contacto con la sociedad. Asistiendo a estos campeonatos mundiales de natación y admirando los resultados conseguidos, no es difícil darse cuenta de cuántas potencialidades ha dotado Dios al cuerpo humano, y qué interesantes objetivos de perfección puede alcanzar.

Mi pensamiento se dirige al estupor del salmista que, contemplando el universo, canta la gloria de Dios y la grandeza del ser humano. "Al ver tu cielo, —leemos en el Salmo 8— hechura de tus dedos, la luna y las estrellas que fijaste tú, ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo del hombre para que de él te cuides? Apenas inferior a un dios lo hiciste, coronándolo de gloria y de esplendor" (Ps 8,4-6). Así pues, ¡cómo no dar gracias al Señor por haber dotado al cuerpo del hombre de tanta perfección; por haberlo enriquecido con una belleza y una armonía que se pueden expresar de tantos modos!

Las disciplinas deportivas, cada una con distintas modalidades, nos ayudan a apreciar este don que Dios nos ha dado. La Iglesia sigue y se interesa por el deporte, practicado no como un fin en sí mismo, sino como un medio, como instrumento precioso para la formación perfecta y equilibrada de toda la persona. También en la Biblia encontramos interesantes referencias al deporte como imagen de la vida. Por ejemplo, el apóstol san Pablo lo considera un auténtico valor humano; no sólo lo utiliza como metáfora para ilustrar altos ideales éticos y ascéticos, sino también como medio para la formación del hombre y como parte de su cultura y de su civilización.

163 Vosotros, queridos atletas, sois modelo para vuestros coetáneos, y vuestro ejemplo puede ser determinante para ellos en la construcción positiva de su futuro. Así pues, ¡sed campeones en el deporte y en la vida! Antes se ha hecho alusión a Juan Pablo II, el cual, al encontrarse en octubre del año santo 2000 con el mundo del deporte, puso de relieve la gran importancia de la práctica deportiva, precisamente porque "puede favorecer en los jóvenes la afirmación de valores importantes como la lealtad, la perseverancia, la amistad, la comunión y la solidaridad" (Homilía durante la misa en el jubileo de los deportistas, 29 de octubre de 2000, n. 2: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 3 de noviembre de 2000, p. 5). Además, manifestaciones deportivas como la vuestra, gracias a los medios modernos de comunicación social, ejercen un notable impacto en la opinión pública, dado que el lenguaje del deporte es universal y llega especialmente a las nuevas generaciones. Hacer circular mensajes positivos a través del deporte contribuye, por tanto, a construir un mundo más fraterno y solidario.

Queridos amigos deportistas de lengua francesa, me alegra recibiros y saludaros cordialmente con ocasión de los campeonatos mundiales de natación. El deporte que practicáis es una escuela de generosidad, lealtad y respeto al otro. Ojalá favorezca el desarrollo de los valores de amistad y comunión entre las personas y entre los pueblos. Que Dios os bendiga.

Me alegra saludar a los atletas de lengua inglesa que participan en los campeonatos mundiales de la Federación internacional de natación, junto a los numerosos dirigentes, personal de apoyo, voluntarios y amigos que os han acompañado aquí en Roma estos días. Que vuestra búsqueda de la excelencia vaya acompañada de la gratitud por los dones que habéis recibido de Dios y por el deseo de ayudar a los demás a utilizar sus propios dones para construir un mundo mejor y más unido. Para vosotros y vuestras familias invoco las bendiciones de Dios de alegría y paz.

Saludo cordialmente a los atletas de lengua alemana que participan en los campeonatos mundiales de natación aquí en Roma. Queridos amigos, como competidores deportivos ofrecéis actuaciones muy elevadas y sois ejemplo para muchos jóvenes. Comprometeos en el mundo en que vivís por lo que es bueno y duradero, a fin de que el deporte sirva para desarrollar los dones que Dios ha dado al hombre. Que el Señor os bendiga en vuestro camino.

Saludo cordialmente a los presentes de lengua española: atletas, dirigentes y cuantos han participado de varios modos en el campeonato mundial de natación. Os invito a seguir fomentando el deporte de acuerdo con los más altos valores humanos, de manera que favorezca el sano desarrollo físico de quienes lo practican, y sea así una propuesta para la formación integral de niños y jóvenes. Muchas gracias.

Queridos amigos de lengua portuguesa que tomáis parte en este campeonato mundial de natación, os saludo a todos cordialmente, aprovechando la ocasión para agradeceros la lección de vida que ofrecéis al mundo, hecha de disciplina y humanidad, de belleza artística y voluntad fuerte para vencer y sobre todo para vencerse a sí mismo. Invoco la ayuda de Dios para vosotros y vuestras familias, y os imparto la bendición apostólica.

Queridos amigos, y sobre todo vosotros, queridos atletas, al mismo tiempo que os doy las gracias por este encuentro cordial, os deseo que "nadéis" hacia ideales cada vez más inigualables. Os aseguro un recuerdo en la oración e invoco, por intercesión de la santísima Virgen María, la bendición divina sobre vosotros, sobre vuestras familias y sobre todos vuestros seres queridos.

CONCIERTO DE LA "BAYERISCHES KAMMERORCHESTER BAD BRÜCKENAU"

EN HONOR DEL SANTO PADRE

PALABRAS DE BENEDICTO XVI

Patio del Palacio Apostólico de Castelgandolfo

Domingo 2 de agosto de 2009



Distinguido decano Kemmer;
distinguidos músicos;
queridos amigos:

164 Hoy, por primera vez, después de un concierto tan bello, no he podido aplaudir con vigor. Así que me alegra más todavía poder expresar al señor Albrecht Mayer y a los músicos de la Bayerisches Kammerorchester Bad Brückenau el agradecimiento y la admiración de todos los presentes. Igualmente doy las gracias al decano Kilian Kemmer por sus palabras de saludo y a cuantos han organizado y hecho posible este concierto en Castelgandolfo. Para nosotros, naturalmente, la gran fascinación de esta tarde ha sido el sonido del oboe que usted, querido señor Mayer, nos ha brindado magistralmente.

Ha sido conmovedor observar cómo de un trozo de madera, de este instrumento, fluye todo un universo de música: lo insondable y lo gozoso, lo serio y lo gracioso, lo grandioso y lo humilde, el diálogo interior de las melodías. He pensado cuán magnífico es que en un pequeño fragmento creativo se esconda una promesa tal, que el maestro puede liberar. Y ello significa que toda la creación está llena de promesas y que el hombre recibe el don de hojear, al menos un poco, este libro de promesas. Pienso que esta tarde nos invita no sólo a reservar las fuerzas naturales que nos ayudan a que emerjan las energías físicas, que son una promesa de la creación, sino también a guardar las promesas más profundas, mayores que las que esta música nos ha indicado, con el corazón vigilante, que nos permite comprender también este trozo de creación.

El programa de sala, con la descripción del concierto, nos ha introducido un poco en las obras de los compositores. Creo que para todos nosotros es conmovedor que tales maestros se hayan comportado como el buen padre de familia del Evangelio del que habla el Señor. No extraen sólo lo antiguo y lo nuevo de sus riquezas. Bajo el impulso de sus tareas, no sólo pueden crear siempre cosas nuevas, sino también volver a considerar lo antiguo; por eso se hacen visibles nuevas potencialidades que estaban presentes en la obra precedente. Este concierto, con los solos del oboe, ha cumplido la tarea de expresar nuevas potencialidades, en las que la música prosigue, permanece viva y renace en cada ejecución, como ahora.

Tengo presente que hoy en la Iglesia se celebra el día de la Porciúncula, que nos recuerda la milagrosa visión de san Francisco. En la pequeña iglesia de la Porciúncula, en Asís, vio al Señor, a su Madre y a los ángeles alrededor. El Señor le concedió que expresara un deseo y san Francisco pidió poder llevar a casa el perdón. La petición fue aceptada; regresó a casa y dijo gozoso a sus hermanos: "Amigos, el Señor quiere tenernos a todos en el paraíso". Hoy pienso que deberíamos vivir este momento como una hora de paraíso, observar y escuchar el paraíso y la belleza incorrupta y el bien de la creación. No se trata de huir de la miseria de este mundo y de la cotidianidad, porque sólo podemos seguir contrarrestando el mal y las tinieblas si nosotros mismos creemos en el bien; y sólo podemos creer en el bien si lo experimentamos y lo vivimos como realidad. En esta hora hemos rozado el bien y la belleza con nuestro corazón.

Queridos amigos, he hablado en alemán porque los músicos y la mayor parte de los presentes son alemanes. Lamentablemente, después de los sucesos de la torre de Babel las lenguas nos separan, crean barreras. Pero en esta hora hemos visto y oído que existe una parte intacta del mundo, incluso después de la torre y de la soberbia de Babel, y es la música: el lenguaje que todos podemos entender, porque toca el corazón de todos nosotros. Esto nos da la garantía no sólo de que la bondad y la belleza de la creación de Dios no se han destruido, sino que estamos llamados y somos capaces de trabajar por el bien y la belleza, y son también una promesa de que llegará el mundo futuro, de que Dios vence, de que la belleza y la bondad vencen.

Por este consuelo en nuestro trabajo cotidiano os damos las gracias a vosotros, músicos. Gracias a todos vosotros. Buena tarde y buena semana.

Septiembre de 2009



PROYECCIÓN DE LA PELÍCULA SAN AGUSTÍN

PALABRAS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Sala de los Suizos del Palacio Apostólico de Castelgandolfo

Miércoles 2 de septiembre de 2009



Queridos amigos:

Al término de este gran viaje espiritual, que se ha realizado en la película que hemos visto, siento el deber de dar las gracias a cuantos nos han ofrecido esta proyección. Gracias a la Televisión bávara por su profuso empeño, y es una gran alegría que una observación más bien casual de hace tres años haya sido el inicio de un camino que ha llevado a esta grandiosa representación de la vida de san Agustín. Gracias a Lux Vide y gracias a Rai por esta realización.

En realidad me parece que la película es un viaje espiritual a un continente espiritual muy distante de nosotros, y sin embargo muy cercano a nosotros, porque el drama humano es siempre el mismo. Hemos visto cómo, en un contexto para nosotros muy lejano, se representa toda la realidad de la vida humana, con todos los problemas, las tristezas, los fracasos, igual que el hecho de que, al final, la Verdad es más fuerte que cualquier obstáculo y encuentra al hombre. Esta es la gran esperanza que queda al final: nosotros no podemos encontrar solos la Verdad, pero la Verdad, que es Persona, nos encuentra. Exteriormente, la vida de san Agustín parece acabar de manera trágica: el mundo por el cual y en el cual ha vivido termina, es destruido. Pero como se ha afirmado aquí, su mensaje ha permanecido e, incluso en los cambios del mundo, perdura, porque viene de la Verdad y guía a la Caridad, que es nuestro destino común.

165 Gracias a todos. Esperemos que muchos, al ver este drama humano, puedan ser hallados por la Verdad y encontrar la Caridad.

VISITA PASTORAL A VITERBO Y BAGNOREGIO


ENCUENTRO CON LA POBLACIÓN

Plaza de San Agustín - Bagnoregio

Domingo 6 de septiembre de 2009



Queridos hermanos y hermanas:

La solemne celebración eucarística de esta mañana en Viterbo abrió mi visita pastoral a vuestra comunidad diocesana, y nuestro encuentro aquí, en Bagnoregio, prácticamente la cierra. Os saludo a todos con afecto: autoridades religiosas, civiles y militares, sacerdotes, religiosos y religiosas, agentes pastorales, jóvenes y familias, y os doy las gracias por la cordialidad con la que me habéis recibido. Renuevo mi agradecimiento en primer lugar a vuestro obispo por sus afectuosas palabras, que han recordado mi vínculo con san Buenaventura. Y saludo con deferencia al alcalde de Bagnoregio, agradecido por la cortés bienvenida que me ha dirigido en nombre de toda la ciudad.

Giovanni Fidanza, que se convirtió después en fray Buenaventura, une su nombre al de Bagnoregio en la conocida presentación que hace de sí mismo en la Divina Comedia. Diciendo: "Yo soy el alma de san Buenaventura de Bagnoregio, que en los altos cargos siempre pospuse los cuidados temporales" (Dante, Paraíso XII, 127-129), subraya cómo, en las importantes tareas que desempeñó en la Iglesia, pospuso siempre el cuidado de las realidades temporales al bien espiritual de las almas. Aquí, en Bagnoregio, pasó su infancia y su adolescencia; después siguió a san Francisco, hacia quien albergaba especial gratitud porque, como escribió, cuando era niño lo había "arrancado de las fauces de la muerte" (Legenda Maior, Prologus, 3, 3) y le había predicho "Buena ventura", como ha recordado hace un momento vuestro alcalde. Con el Poverello de Asís supo establecer un vínculo profundo y duradero, obteniendo de él inspiración ascética y genio eclesial. De este ilustre conciudadano vuestro custodiáis celosamente la insigne reliquia del "Santo Brazo", mantenéis viva la memoria y profundizáis la doctrina, especialmente mediante el Centro de Estudios Bonaventurianos fundado por Bonaventura Tecchi, que anualmente promueve cualificados congresos de estudio dedicados a él.

No es fácil sintetizar la amplia doctrina filosófica, teológica y mística que nos ha dejado san Buenaventura. En este Año sacerdotal desearía invitar especialmente a los sacerdotes a entrar en la escuela de este gran doctor de la Iglesia para profundizar en su enseñanza de sabiduría enraizada en Cristo. A la sabiduría, que florece en santidad, él orienta cada paso de su especulación y tensión mística, pasando por los grados que van desde la que él llama "sabiduría uniforme", relativa a los principios fundamentales del conocimiento, a la "sabiduría multiforme", que consiste en el misterioso lenguaje de la Biblia, y después a la "sabiduría omniforme", que reconoce en toda realidad creada el reflejo del Creador, hasta la "sabiduría informe", o sea, la experiencia del íntimo contacto místico con Dios, en cuanto que el intelecto del hombre roza en silencio el Misterio infinito (cf. J. Ratzinger, San Bonaventura e la teologia della storia, ed. Porziuncola, 2006, pp. 92 ss). Al recordar a este profundo buscador y amante de la sabiduría, desearía expresar además aliento y estima por el servicio que, en la comunidad eclesial, los teólogos están llamados a prestar a la fe que busca el intelecto, a la fe que es "amiga de la inteligencia" y que se convierte en vida nueva según el proyecto de Dios.

Del rico patrimonio doctrinal y místico de san Buenaventura me limito esta tarde a sacar alguna "pista" de reflexión, que podría resultar útil para el camino pastoral de vuestra comunidad diocesana. Fue, en primer lugar, un incansable buscador de Dios desde que estudiaba en París, y siguió siéndolo hasta la muerte. En sus escritos indica el itinerario a recorrer. "Puesto que Dios está en lo alto —escribe— es necesario que la mente se eleve a él con todas las fuerzas" (De reductione artium ad theologiam, n. 25). Traza así un camino de fe arduo, en el que no basta "la lectura sin la unción, la especulación sin la devoción, la búsqueda sin la admiración, la consideración sin la alegría, la diligencia sin la piedad, la ciencia sin la caridad, la inteligencia sin la humildad, el estudio sin la gracia divina, el espejo sin la sabiduría divinamente inspirada" (Itinerarium mentis in Deum, prol. 4).

Este camino de purificación compromete a toda la persona para llegar, a través de Cristo, al amor transformante de la Trinidad. Y dado que Cristo, desde siempre Dios y para siempre hombre, lleva a cabo en los fieles una nueva creación con su gracia, la exploración de la presencia divina se convierte en contemplación de él en el alma "donde él habita con los dones de su incontenible amor" (ib., iv, 4), para ser al final transportados en él. Por lo tanto, la fe es perfeccionamiento de nuestras capacidades cognoscitivas y participación en el conocimiento que Dios tiene de sí mismo y del mundo; la esperanza la advertimos como preparación al encuentro con el Señor, que marcará el pleno cumplimiento de la amistad que desde ahora nos une a él. Y la caridad nos introduce en la vida divina, haciendo que consideremos hermanos a todos los hombres, según la voluntad del Padre celestial común.

Además de buscador de Dios, san Buenaventura fue seráfico cantor de la creación, que, tras las huellas de san Francisco, aprendió a "alabar a Dios en todas y por medio de todas las criaturas", en las cuales "resplandecen la omnipotencia, la sabiduría y la bondad del Creador" (ib., I, 10). San Buenaventura presenta una visión positiva del mundo, don de amor de Dios a los hombres: reconoce en el mundo el reflejo de la suma Bondad y Belleza que, tras la estela de san Agustín y san Francisco, afirma ser Dios mismo. Todo nos ha sido dado por Dios. De él, como de fuente originaria, brota lo verdadero, lo bueno y lo bello. Hacia Dios, como a través de los peldaños de una escalera, se sube hasta alcanzar y casi aferrar el Sumo Bien y hallar en él nuestra felicidad y nuestra paz. ¡Qué útil sería que también hoy se redescubriera la belleza y el valor de la creación a la luz de la bondad y de la belleza divinas! En Cristo, el universo mismo —observa san Buenaventura— puede volver a ser voz que habla de Dios y nos impulsa a explorar su presencia; nos exhorta a honrarlo y a glorificarlo en todas las cosas (cf. ib., I, 15). Se advierte aquí el alma de san Francisco, cuyo amor por todas las criaturas compartió nuestro santo.

San Buenaventura fue mensajero de esperanza. Una bella imagen de la esperanza la encontramos en una de sus predicaciones de Adviento, donde compara el movimiento de la esperanza con el vuelo del ave, que despliega sus alas lo más ampliamente posible y para moverlas emplea todas sus fuerzas. En cierto sentido toda ella se hace movimiento para elevarse y volar. Esperar es volar, dice san Buenaventura. Pero la esperanza exige que todos nuestros miembros se pongan en movimiento y se proyecten hacia la verdadera altura de nuestro ser, hacia las promesas de Dios. Quien espera —afirma— "debe levantar la cabeza, dirigiendo a lo alto sus pensamientos, a la altura de nuestra existencia, o sea, hacia Dios" (Sermo XVI, Dominica I Adv., Opera omnia, IX, 40a).


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