Discursos 2010 45

45 Pero el culto no puede nacer de nuestra fantasía; sería un grito en la oscuridad o una simple autoafirmación. La verdadera liturgia supone que Dios responda y nos muestre cómo podemos adorarlo. «La Iglesia puede celebrar y adorar el misterio de Cristo presente en la Eucaristía precisamente porque el mismo Cristo se entregó antes a ella en el sacrificio de la cruz» (Sacramentum caritatis, 14). La Iglesia vive de esta presencia y tiene como razón de ser y de existir difundir esta presencia en el mundo entero.

«¡Quédate con nosotros, Señor!» (cf.
Lc 24,29): así rezan los hijos e hijas de Brasil con vistas al XVI Congreso eucarístico nacional, que se celebrará dentro de un mes en Brasilia y que de este modo verá cómo el jubileo áureo de su fundación se enriquece con el «oro» de la eternidad presente en el tiempo: Jesús Eucaristía. Que él sea verdaderamente el corazón de Brasil, de donde provenga la fuerza para que todos los hombres y las mujeres brasileños se reconozcan y ayuden como hermanos, como miembros del Cristo total. Quien quiera vivir, tiene de dónde vivir, tiene de qué vivir. Que se acerque, crea, entre a formar parte del Cuerpo de Cristo y será vivificado. Hoy y aquí, deseo todo esto a la esperanzada parcela de este Cuerpo que es la región Norte 2, e imparto la bendición apostólica a cada uno de vosotros, haciéndola extensiva a vuestros colaboradores y a todos los fieles cristianos.






A LOS MIEMBROS DE LA FUNDACIÓN PAPAL

Viernes 16 de abril de 2010



Queridos amigos:

Me complace saludaros, miembros de la Fundación Papal, con ocasión de vuestra peregrinación anual a Roma. Nuestro encuentro está impregnado de la alegría de este tiempo pascual, en el que la Iglesia celebra la gloriosa victoria del Señor sobre la muerte y su don de vida nueva en el Espíritu Santo.

Hace un año tuve la gracia de visitar la Tierra Santa y orar ante el sepulcro vacío del Señor. Allí, haciéndome eco del testimonio del apóstol san Pedro, proclamé que Cristo, resucitando a una nueva vida, nos enseñó «que el mal nunca tiene la última palabra, que el amor es más fuerte que la muerte, que nuestro futuro, y el futuro de la humanidad, está en las manos de un Dios providente y fiel» (Discurso en la iglesia del Santo Sepulcro, 15 de mayo de 2009: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 29 de mayo de 2009, p. 13). En todo tiempo y lugar, la Iglesia está llamada a proclamar este mensaje de esperanza y a confirmar la verdad del mismo con su testimonio concreto de santidad y caridad. La Fundación Papal ha cumplido esta misión de una manera particular, sosteniendo una amplia gama de organizaciones de caridad cercanas al corazón del Sucesor de Pedro.

Os agradezco vuestros generosos esfuerzos para ayudar a nuestros hermanos y hermanas en los países en vías de desarrollo, para formar a los futuros responsables de la Iglesia y para promover los esfuerzos misioneros de tantas diócesis y congregaciones religiosas de todo el mundo.

Os pido que en estos días oréis por las necesidades de la Iglesia universal, pidiendo al Espíritu Santo una nueva efusión de los dones de santidad, unidad y celo misionero en todo el pueblo de Dios. Con gran afecto os encomiendo a vosotros y a vuestras familias a la intercesión amorosa de María, Madre de la Iglesia, y os imparto de corazón mi bendición apostólica como prenda de alegría y paz en Jesús, nuestro Señor Resucitado.







VIAJE APOSTÓLICO A MALTA

CON OCASIÓN DEL 1950° ANIVERSARIO

DEL NAUFRAGIO DE SAN PABLO

(17-18 DE ABRIL DE 2010)


ENCUENTRO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI CON LOS PERIODISTAS DURANTE EL VUELO HACIA MALTA

Sábado 17 de abril de 2010



Queridos amigos, buenas tardes. Esperamos un buen viaje, sin la nube negra que se cierne sobre parte de Europa.

Entonces, ¿por qué este viaje a Malta? Los motivos son múltiples.

46 El primero es san Pablo. Ha concluido el Año paulino de la Iglesia universal, pero Malta festeja el 1950º aniversario del naufragio y para mí es una ocasión para subrayar una vez más la gran figura del Apóstol de los gentiles, con su mensaje tan importante también para nuestro tiempo. Creo que la esencia de su viaje puede sintetizarse con las palabras que él mismo resumió al final de la carta a los Gálatas: «La fe actúa en la caridad».

Esto es importante también hoy: la fe, la relación con Dios, se transforma después en caridad. Pero creo que también el motivo del naufragio nos interpela. Gracias al naufragio Malta tuvo la suerte de recibir la fe; así podemos pensar también nosotros que los naufragios de la vida forman parte del proyecto de Dios para nosotros y pueden ser útiles para nuevos inicios en nuestra vida.

El segundo motivo: me gusta vivir en medio de una Iglesia viva, como la de Malta, que es fecunda también hoy en vocaciones, llena de fe, en medio de nuestro tiempo, y que responde a los desafíos actuales. Sé que Malta ama a Cristo y ama a su Iglesia, que es su Cuerpo, y sabe que, si bien este Cuerpo está herido por nuestros pecados, el Señor sin embargo ama a esta Iglesia, y su Evangelio es la verdadera fuerza que purifica y cura.

Tercer motivo: Malta es el punto en el que los flujos de prófugos llegan de África y llaman a la puerta de Europa. Este es un gran problema de nuestro tiempo y, naturalmente, la isla de Malta no lo puede resolver. Todos debemos responder a este desafío, trabajar para que todos puedan vivir una vida digna en su tierra y, por otra parte, hacer lo posible para que estos prófugos encuentren en el lugar al que llegan un espacio de vida digna. Es una respuesta a un gran desafío de nuestro tiempo. Malta nos recuerda estos problemas y nos recuerda también que precisamente la fe es la fuerza que da caridad y, por tanto, también la creatividad para responder adecuadamente a estos desafíos. Gracias.




CEREMONIA DE BIENVENIDA

Aeropuerto Internacional de Malta - Luqa

Sábado 17 de abril de 2010

Señor Presidente,
queridos hermanos en el episcopado,
distinguidas autoridades,
señoras y señores
47 Jien kuntent hafna li ninsab fostkom [me alegra estar con vosotros].

Es una gran alegría para mí estar hoy aquí, en Malta, con vosotros. Llego como peregrino a dar culto al Señor y alabarlo por las maravillas que él ha hecho aquí. Vengo también como Sucesor de san Pedro para confirmaros en la fe (cf.
Lc 22,32) y para unirme a vosotros en la oración al único Dios, vivo y verdadero, en compañía de todos los Santos, incluyendo el gran Apóstol de Malta, san Pablo. Aunque mi visita a vuestro país sea breve, ruego para que produzca fruto abundante.

Le agradezco, Señor Presidente, las amables palabras con que me ha saludado, en su nombre y en el del pueblo maltés. Agradezco su invitación y el gran trabajo que usted y el Gobierno han realizado para preparar mi visita. Y agradezco al Primer Ministro, a las autoridades civiles y militares, a los miembros del Cuerpo Diplomático y a todos los presentes, que han querido honrar esta ocasión con su presencia y cordial bienvenida.

Saludo de una manera especial al Arzobispo Paul Cremona, al Obispo Mario Grech y al Obispo Auxiliar Annetto Depasquale, así como a los demás Obispos presentes. Al saludaros, deseo expresar mi afecto a los sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas y a todos los fieles laicos confiados a vuestros cuidados pastorales.

La ocasión de mi visita a estas islas es el 1950 aniversario del naufragio de san Pablo en las costas de la isla de Malta. San Lucas describe este acontecimiento en los Hechos de los Apóstoles, y de esta narración habéis elegido el lema de esta visita:“Jehtieg izda li naslu fi gzira” [“iremos a dar en alguna isla”](Ac 27,26). Algunos podrían pensar que la llegada de san Pablo a Malta, causada por un acontecimiento humanamente imprevisto, es un simple incidente de la historia. Sin embargo, los ojos de fe nos permiten reconocer aquí la obra de la providencia divina.

Malta, de hecho, ha sido una encrucijada de muchos de los grandes acontecimientos e intercambios culturales en la historia europea y mediterránea, y así hasta nuestros tiempos. Estas islas han jugado un papel importante en el desarrollo político, religioso y cultural de Europa, del Próximo Oriente y del Norte de África. Por tanto, el Evangelio llegó aquí, traído por san Pablo y los primeros seguidores de Cristo, según los arcanos designios de Dios. Su trabajo misionero ha dado fruto abundante a través de los siglos, contribuyendo de múltiples maneras a plasmar la rica y noble cultura de Malta.

Por su posición geográfica, estas islas han tenido gran importancia estratégica en más de una ocasión, incluso recientemente; de hecho, la “George Cross” que lleva su bandera nacional da muestra con orgullo del gran valor de vuestro pueblo durante los días oscuros de la última guerra mundial. También las fortificaciones, que resaltan de modo tan prominente en la arquitectura de la isla, hablan de antiguas contiendas, cuando Malta contribuyó tanto a la defensa de la Cristiandad, por tierra y por mar. Vosotros seguís desempeñando un valioso papel en los debates actuales sobre la identidad, la cultura y la política europea. Al mismo tiempo, me agrada constatar el compromiso del Gobierno en los proyectos humanitarios de largo alcance, sobre todo en África. Es muy de desear que esto sirva para promover el bienestar de quienes son menos afortunados que vosotros, como una expresión de genuina caridad cristiana.

En realidad, Malta tiene mucho que ofrecer en diversos campos, como la tolerancia, la reciprocidad, la inmigración y otras cuestiones cruciales para el futuro de este continente. Vuestra nación ha de continuar defendiendo la indisolubilidad del matrimonio como una institución natural y sacramental, así como la verdadera naturaleza de la familia, como ya lo está haciendo respecto a la sacralidad de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural; y también el verdadero respeto que se debe a la libertad religiosa, de manera que todo esto lleve a un auténtico desarrollo integral de las personas y de la sociedad.

Malta tiene también estrechas relaciones con el Próximo Oriente, no sólo por lo que respecta a la cultura y la religión, sino también lingüísticamente. Permitidme que os anime a poner este conjunto de cualidades y posibilidades en favor de un uso más amplio, con el fin de servir de puente en la comprensión entre los pueblos, las culturas y las religiones del área mediterránea. Queda mucho por hacer para establecer relaciones de genuina confianza y de diálogo fructuoso, y Malta está bien situada para dar una mano amistosa a sus propios vecinos del Norte y del Sur, del Este y del Oeste.

El pueblo maltés, iluminado durante casi dos milenios por las enseñanzas del Evangelio, y continuamente robustecido por sus raíces cristianas, está justamente orgulloso del papel indispensable que la fe católica ha desempeñado en el desarrollo de su nación. La belleza de nuestra fe se manifiesta aquí de maneras diversas y complementarias y, no por último, en las vidas de santidad que han llevado a los malteses a entregarse a sí mismos por el bien de los otros. Entre estos casos, hemos de incluir a Dun Gorg Preca, que he tenido el gozo de canonizar hace ahora casi tres años (3 de junio de 2007). Invito a todos a invocar su intercesión para que esta primera visita pastoral que os hago produzca abundantes frutos espirituales.

Espero rezar con vosotros durante el tiempo que estaré en Malta y, como padre y hermano, deseo aseguraros mi afecto, así como mi deseo de compartir este tiempo con vosotros en la fe y la amistad.

48 Con estos sentimientos, confío a todos vosotros a la protección de Nuestra Señora de Ta’Pinu y a vuestro padre en la fe, el gran Apóstol Pablo.

Il-Mulej ibierek lill-poplu kollu ta’ Malta u ta’ Ghawdex! [Que Dios bendiga a todas las gentes de Malta y de Gozo]



VISITA A LA GRUTA DE SAN PABLO

Rabat

Sábado 17 de abril de 2010


Querido Señor Arzobispo Paul Cremona,
Queridos hermanos y hermanas

Mi peregrinación a Malta ha comenzado con un momento de oración silenciosa en la gruta de san Pablo, el primero que trajo la fe a estas islas. He venido siguiendo las huellas de esa multitud de peregrinos que a lo largo de los siglos han rezado en este lugar santo, confiando a la intercesión del Apóstol de los Gentiles sus propias vidas, sus familias y la prosperidad de esta Nación. Me alegro de encontrarme por fin entre vosotros y saludaros con gran afecto en el Señor.

El naufragio de Pablo y su estancia en Malta durante tres meses han dejado una marca imborrable en la historia de vuestro País. Los Hechos de los Apóstoles nos recuerdan las palabras que dirigió a sus compañeros antes de su llegada a Malta y que han sido un tema especial en vuestra preparación para mi visita. Estas palabras, «Jehtieg izda li naslu fi gzira», [“iremos a dar en alguna isla”] (Ac 27,26) en su contexto original, son una invitación a llenarse de valor frente a lo desconocido y a una confianza inquebrantable en la misteriosa providencia de Dios. En efecto, las gentes de Malta, siguiendo el ejemplo de san Publio, acogieron cordialmente a los náufragos. Así, según el designio de Dios, san Pablo se convirtió en vuestro padre en la fe cristiana. Gracias a su presencia entre vosotros, el evangelio de Jesucristo echó profundas raíces y fructificó no sólo en la vida personal, familiar y comunitaria, sino también en la formación de la identidad nacional de Malta, así como en su propia y dinámica cultura.

El trabajo apostólico de Pablo produjo también una abundante cosecha con la generación de predicadores que siguieron sus huellas y, de modo particular, con el gran número de sacerdotes y religiosos que, imitando su celo misionero, dejaron Malta para llevar el evangelio a tierras lejanas. Me alegro de haber tenido la oportunidad de encontrar hoy a muchos de ellos en esta Iglesia de San Pablo, y de animarlos en su vocación, a menudo heroica y llena de desafíos. Queridos misioneros: en nombre de toda la Iglesia, os doy las gracias por vuestro testimonio de Cristo resucitado, y por vuestra vida gastada en el servicio a los demás. Vuestra presencia y actividad en tantos países del mundo honra a vuestra patria y manifiesta lo profundo que es el impulso evangélico de la Iglesia en Malta. Pidamos al Señor que suscite más hombres y mujeres que continúen la noble misión de proclamar el evangelio y que trabajen por el crecimiento del Reino de Dios en todas las partes y todos los pueblos.

La llegada de san Pablo a Malta no estaba planeada. Como sabemos, iba camino de Roma cuando se desencadenó un violento temporal y su barco encalló en esta isla. Los marinos pueden trazar una ruta, pero Dios, en su sabiduría y providencia, les marca su propio itinerario. Pablo, que de manera dramática había encontrado al Señor resucitado en el camino de Damasco, lo sabía muy bien. El curso de su vida cambió radicalmente; para él, desde entonces, la vida es Cristo (cf. Ph 1,21); todo su pensamiento y su acción se orientaban a proclamar el misterio de la cruz con su mensaje de amor divino que reconcilia.

49 Esta misma palabra, la palabra del Evangelio, tiene también hoy el poder de entrar en nuestras vidas y cambiar su curso. Hoy, el mismo evangelio que Pablo predicó sigue llamando a los habitantes de estas islas a la conversión, a una nueva vida y a un futuro de esperanza. Estando entre vosotros como Sucesor del Apóstol Pedro, os invito a escuchar con nuevo espíritu la Palabra de Dios, como hicieron vuestros antepasados, y a dejar que ella cuestione vuestros modos de pensar y de vivir.

Desde este lugar santo, en el que la predicación apostólica comenzó a difundirse por primera vez en estas islas, os invito a cada uno de vosotros a aceptar el desafío apasionante de la nueva evangelización. Vivid de manera cada vez más plena vuestra fe con vuestros familiares y amigos, en vuestros barrios y lugares de trabajo, así como en todo el tejido de la sociedad maltesa. De modo particular, animo a los padres, profesores y catequistas a hablar a los demás, y en especial a los jóvenes, que son el futuro de Malta, de vuestro encuentro vivo y personal con Jesús resucitado. «La fe se fortalece dándola». (Redemptoris missio
RMi 2). Sabed que la manifestación de vuestra fe favorece el encuentro con Dios, que en su omnipotencia toca el corazón del hombre. De este modo, introduciréis a los jóvenes en la belleza y riqueza de la fe católica, ofreciéndoles una sólida catequesis e invitándolos a participar cada vez más activamente en la vida sacramental de la Iglesia.

El mundo necesita este testimonio. Frente a tantas amenazas contra el carácter sagrado de la vida humana, y la dignidad del matrimonio y la familia, ¿no será necesario recordar constantemente a nuestros contemporáneos la grandeza de nuestra dignidad de hijos de Dios y la sublime vocación que hemos recibido en Cristo? ¿Acaso no necesita la sociedad recuperar y defender aquellas verdades morales fundamentales que son la base de la auténtica libertad y del genuino progreso?

Mientras hace poco me encontraba delante de esta gruta, he reflexionado sobre el gran don espiritual (cf. Rm 1,11) que Pablo entregó a Malta, y he rezado para que podáis mantener íntegra la herencia que os ha confiado el gran Apóstol. Que el Señor os confirme, a vosotros y a vuestras familias, en la fe que actúa a través del amor (cf. Ga 5,6), y os convierta en testigos gozosos de la esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5). Cristo ha resucitado. Verdaderamente ha resucitado. ¡Aleluya!



ENCUENTRO CON LOS JÓVENES

Muelle del Puerto Grande - La Valletta

Domingo 18 de abril de 2010


Zghazagh Maltin u Ghawdxin, jien kuntent hafna li ninsab maghkom [Queridos jóvenes de Malta y Gozo, estoy muy feliz de estar entre vosotros],

qué alegría poder encontraros en vuestra tierra. En este significativo aniversario damos gracias a Dios por haber enviado al Apóstol Pablo a estas islas, que son uno de los primeros lugares que recibieron la Buena Noticia de Nuestro Señor Jesucristo.

Saludo cordialmente al Señor Arzobispo Cremona y al Obispo Grech, a los que agradezco sus amables palabras, y a todos los obispos, sacerdotes y religiosos aquí presentes. En particular os saludo a vosotros, jóvenes de Malta y Gozo, y os agradezco la confianza con la que me habéis hablado de los problemas que más os interesan. Aprecio vuestro deseo de buscar y encontrar la verdad, así como de saber lo que debéis hacer para alcanzar una vida plena.

San Pablo tuvo de joven una experiencia que transformó para siempre su vida. Como sabéis, él fue antes enemigo de la Iglesia e hizo todo lo posible por destruirla. Mientras iba camino de Damasco con la intención de apresar a todo cristiano que allí encontrara, se le apareció el Señor en una visión. Una luz cegadora lo envolvió y oyó una voz que le decía: “¿Por qué me persigues?... Soy Jesús, a quien tú persigues” (Ac 9,4-5). Pablo se vio totalmente embargado por este encuentro con el Señor y toda su vida cambió. Se convirtió en un discípulo y llegó a ser un gran apóstol y misionero. Aquí, en Malta, tenéis un motivo particular para agradecer los esfuerzos misioneros de Pablo, que divulgó el Evangelio en el Mediterráneo.

50 Cada encuentro personal con Jesús es una experiencia sobrecogedora de amor. Como el mismo Pablo admite, antes había “perseguido con saña a la Iglesia de Dios y la asolaba” (cf. Ga 1,13). Pero el odio y la rabia expresadas en esas palabras se desvanecieron completamente por el poder del amor de Cristo. Durante el resto de su vida, Pablo tuvo el deseo ardiente de llevar el anuncio de este amor hasta los confines de la tierra.

Quizás alguno de vosotros me dirá que, a veces, san Pablo era severo en sus escritos. ¿Cómo se puede afirmar entonces que ha difundido un mensaje de amor? Mi respuesta es ésta: Dios ama a cada uno de nosotros con una profundidad y una intensidad que no podemos ni siquiera imaginar. Él nos conoce íntimamente, conoce cada una de nuestras capacidades y cada uno de nuestros errores. Puesto que nos ama tanto, desea purificarnos de nuestros errores y fortalecer nuestras virtudes de manera que podamos tener vida en abundancia. Aunque nos llame la atención cuando hay algo en nuestra vida que le desagrada, no nos rechaza, sino que nos pide cambiar y ser más perfectos. Esto es lo que le pidió a san Pablo en el camino de Damasco. Dios no rechaza a nadie, y la Iglesia tampoco rechaza a nadie. Más aún, en su gran amor, Dios nos reta a cada uno para que cambiemos y seamos mejores.

San Juan nos dice que este amor perfecto aleja todo temor (cf. 1Jn 4,18). Por eso os digo a todos vosotros: “No tengáis miedo”. Cuántas veces escuchamos estas palabras en las Escrituras. El ángel se las dice a María en la Anunciación, Jesús a Pedro, cuando lo llama a ser su discípulo, y el ángel a Pablo en vísperas de su naufragio. A los que deseáis seguir a Cristo, como esposos, padres, sacerdotes, religiosos o fieles laicos que llevan el mensaje del Evangelio al mundo, os digo: No tengáis miedo. Encontrareis ciertamente oposición al mensaje del Evangelio. La cultura de hoy, como cualquier cultura, promueve ideas y valores que contrastan en ocasiones con las que vivía y predicaba nuestro Señor Jesucristo. A veces, estas ideas son presentadas con un gran poder de persuasión, reforzadas por los medios y por las presiones sociales de grupos hostiles a la fe cristiana. Cuando se es joven e impresionable, es fácil sufrir el influjo de otros para que a aceptemos ideas y valores que sabemos que no son los que el Señor quiere de verdad para nosotros. Por eso, os repito: No tengáis miedo, sino alegraos del amor que os tiene; fiaos de él, responded a su invitación a ser sus discípulos, encontrad alimento y ayuda espiritual en los sacramentos de la Iglesia.

Aquí, en Malta, vivís en una sociedad marcada por la fe y los valores cristianos. Deberíais estar orgullosos de que vuestro País defienda tanto al niño por nacer como la estabilidad de la vida familiar para una sociedad sana. En Malta y en Gozo, las familias saben valorar y cuidar de sus miembros ancianos y enfermos, y acogen a los hijos como un don de Dios. Otras naciones pueden aprender de vuestro ejemplo cristiano. En el contexto de la sociedad europea, los valores evangélicos están llegando a ser de nuevo una contracultura, como ocurría en tiempos de san Pablo.

En este Año Sacerdotal, os pido que estéis abiertos a la posibilidad de que el Señor pueda llamar a algunos de vosotros a entregarse totalmente al servicio de su pueblo en el sacerdocio o en la vida consagrada. Vuestro País ha dado muchos y excelentes sacerdotes y religiosos a la Iglesia. Inspiraros en su ejemplo y reconoced la profunda alegría que proviene de dedicar la propia vida al anuncio del mensaje del amor de Dios por todos, sin excepción.

Os he hablado ya de la necesidad de atender a los más jóvenes, a los ancianos y enfermos. Pero el cristiano está llamado a llevar el mensaje del Evangelio a todos. Dios ama a cada persona de este mundo, más aún, ama a cada persona de todas las épocas de la historia del mundo. En la muerte y resurrección de Jesús, que se hace presente cada vez que celebramos la Misa, Él ofrece a todos la vida en abundancia. Como cristianos, estamos llamados a manifestar el amor de Dios que incluye a todos. Por eso, hemos de socorrer al pobre, al débil, al marginado; tenemos que ocuparnos especialmente por los que pasan por momentos de dificultad, por los que padecen depresión o ansiedad; debemos atender a los discapacitados y hacer todo lo que esté en nuestra mano por promover su dignidad y calidad de vida; tendremos que prestar atención a las necesidades de los inmigrantes y de aquellos que buscan asilo en nuestra tierra; tenemos que tender una mano amiga a los creyentes y a los no creyentes. Esta es la noble vocación de amor y servicio que todos nosotros hemos recibido. Que esto os impulse a dedicar vuestra vida a seguir a Cristo. La tibzghux tkunu hbieb intimi ta’ Kristu [No tengáis miedo de ser amigos íntimos de Cristo].

Queridos jóvenes, llegado el momento de dejaros, deseo manifestaros mi cercanía y el recuerdo constante en mis oraciones por vosotros, vuestros familiares y amigos. Selluli ghaz-zghazagh Maltin u Ghawdxin kollha [Saludad de mi parte a todos los jóvenes de Malta y Gozo].




CEREMONIA DE DESPEDIDA

Aeropuerto Internacional de Malta - Luqa

Domingo 18 de abril de 2010


Señor Presidente,
excelencias,
señoras y señores

51 Ha llegado el momento en el tengo que decir adiós a Malta. Doy gracias a Dios por la oportunidad que me ha dado de encontrar a muchos de vosotros y de visitar esta hermosa isla. Agradezco al Presidente sus corteses palabras y os agradezco a todos que me hayáis dispensado una bienvenida tan entusiasta y generosa. Este viaje me hado ocasión de apreciar más profundamente cómo el Evangelio predicado por san Pablo ha plasmado la identidad espiritual del pueblo maltés. En el momento de dejaros, permitidme que os aliente una vez más a ser profundamente conscientes de vuestra identidad, y a asumir las responsabilidades que se derivan de ella, sobre todo promoviendo los valores del Evangelio, que os ofrecen una visión clara de la dignidad humana, así como del origen y destino común del género humano.

Sed un ejemplo, aquí o en otras partes, de una vida cristiana dinámica. Sentiros orgullosos de vuestra vocación cristiana y mantened con esmero vuestra herencia religiosa y cultural. Mirad al futuro con esperanza, con profundo respeto por la creación de Dios, con reverencia por la vida humana y gran estima por el matrimonio y la integridad de la familia. Kunu wlied denji ta’ San Pawl! [Sed dignos hijos e hijas de san Pablo].

Por su posición geográfica en el corazón del Mediterráneo, muchos inmigrantes llegan a las costas de Malta; unos que huyen de situaciones de violencia y persecución, otros en busca de mejores condiciones de vida. Soy conciente de las dificultades que puede causar el acoger a un gran número de personas, dificultades que no puede resolver por sí sólo un país de primer destino. Al mismo tiempo, confío también en que, teniendo en cuenta sus raíces cristianas y su larga y reconocida historia de acogida de los extranjeros, Malta tratará, con la ayuda de otros Estados y de las Organizaciones internacionales, de socorrer a los que llegan y asegurar que sus derechos sean respetados.

Estos nobles objetivos dependen de una incansable dedicación a la tarea, llena de desafíos, del diálogo y la cooperación con las comunidades internacionales y europeas, foros importantes en los que Malta lleva el testimonio de los valores cristianos que han ayudado a formar su identidad. La unidad, la solidaridad y el respeto recíproco están en la base de vuestra vida social y política. Estos valores, inspirados en vuestra fe católica, son la brújula que os guiará en la búsqueda de un auténtico desarrollo integral. El tesoro de la enseñanza social de la Iglesia inspirará y guiará estos esfuerzos. Nunca dejéis que vuestra verdadera identidad se vea comprometida por el indiferentismo o el relativismo. Sed siempre fieles a la enseñanza de san Pablo, que os exhorta: “Velad, manteneos firmes en la fe, sed hombres, sed fuertes. Haced todo con amor” (
1Co 16,13-14). Grazzi hafna, il-Bambin iberikkom! [Muchas gracias y que Dios os bendiga].





AL SEÑOR GJOKO GJIORGJIEVSKI NUEVO EMBAJADOR DE LA EX REPÚBLICA YUGOSLAVA DE MACEDONIA ANTE LA SANTA SEDE

Jueves 22 de abril de 2010



Señor embajador:

Me alegra recibir a vuestra excelencia para la presentación de sus cartas credenciales como embajador extraordinario y plenipotenciario de la ex República yugoslava de Macedonia ante la Santa Sede. Le agradezco las amables palabras que ha querido dirigirme, también en nombre de las autoridades y de la noble nación a la que usted representa. Le pido que les haga llegar mis sentimientos de estima y benevolencia, y les asegure mi oración por la concordia y el desarrollo armónico de todo el país.

Al recibirlo, pienso en el encuentro anual entre el Sucesor de Pedro y una autorizada delegación oficial de su país, que tiene lugar con ocasión de la fiesta de san Cirilo y san Metodio, venerados guías espirituales de los pueblos eslavos y compatronos de Europa. Esta cita, que se ha convertido en una grata costumbre, confirma las buenas relaciones que existen entre la Santa Sede y la ex República yugoslava de Macedonia. Se trata de relaciones bilaterales, que se han desarrollado de modo positivo, sobre todo en los últimos años, caracterizadas por una cooperación cordial. A este propósito, deseo manifestar mi complacencia por el gran compromiso mutuo en la reciente construcción de nuevos edificios de culto católicos en distintos lugares del país.

Como usted ha subrayado, en el pueblo macedonio son bien visibles los signos de los valores humanos y cristianos, encarnados en la vida de la gente, que constituyen el apreciado patrimonio espiritual y cultural de la nación, del que asimismo son elocuente testimonio los estupendos monumentos religiosos, surgidos en épocas y localidades diversas, especialmente en la ciudad de Ohrid. A esta valiosa herencia la Santa Sede mira con gran estima y consideración, favoreciendo, en la medida de su competencia, su profundización histórico-documental, para un mayor conocimiento del pasado religioso y cultural. Apoyándose en ese patrimonio, los ciudadanos de su país seguirán construyendo la propia historia también en el futuro y, con la fuerza de su identidad espiritual, podrán aportar al concierto de los pueblos europeos la contribución de su experiencia. Por eso, espero vivamente que lleguen a buen fin las aspiraciones y los crecientes esfuerzos de este país por formar parte de la Europa unida, en una condición de aceptación de los relativos derechos y deberes y en el respeto recíproco de las instancias colectivas y de los valores tradicionales de cada pueblo.

Señor embajador, en las palabras que ha pronunciado sobre el compromiso del pueblo macedonio de favorecer cada vez más el diálogo y la convivencia entre las diversas realidades étnicas y religiosas que constituyen el país, he reconocido la aspiración universal a la justicia y a la cohesión interna que desde siempre lo anima y que puede convertirse en un ejemplo para otros en la región de los Balcanes. En efecto, los puentes de intercambio de acuerdos más amplios y relaciones religiosas más estrechas entre los distintos elementos de la sociedad macedonia han favorecido la creación de un clima en el que las personas se reconocen como hermanos, hijos del mismo Dios y ciudadanos del único país. Ciertamente, los responsables de las instituciones son los primeros a quienes compete encontrar modalidades para traducir en iniciativas políticas las aspiraciones de los hombres y mujeres al diálogo y a la paz. Sin embargo, los creyentes saben que la paz no sólo es fruto de planificaciones y de actividades humanas, sino que ante todo es un don de Dios a los hombres de buena voluntad. La justicia y el perdón representan los pilares básicos de esta paz. La justicia asegura un pleno respeto de los derechos y deberes, y el perdón sana y reconstruye desde sus cimientos las relaciones entre las personas, que todavía se resienten de las consecuencias de los enfrentamientos entre las ideologías del pasado reciente.

Superado el trágico período de la última guerra mundial, después de la triste experiencia de un totalitarismo que negaba los derechos fundamentales de la persona humana, el pueblo macedonio está encaminado hacia un progreso armónico, dando prueba de paciencia, disponibilidad al sacrificio y optimismo perseverante, que trata tenazmente de crear un futuro mejor para todos sus habitantes. Un desarrollo social y económico estable no puede menos de tener en cuenta las exigencias culturales, sociales y espirituales de la gente, a la vez que debe valorizar las tradiciones y los recursos populares más nobles. Y todo ello con la conciencia de que el creciente fenómeno de la globalización, que por una parte conlleva una cierta nivelación de las diversidades sociales y económicas, por otra podría agravar el desequilibrio entre quienes se benefician de las posibilidades cada vez mayores de producir riqueza y quienes, en cambio, quedan al margen del progreso.


Discursos 2010 45