Discursos 2011 143

143 Dentro de poco firmaré la Exhortación apostólica postsinodal Africae munus. En ella se aborda el tema de la paz, la justicia y la reconciliación. Estos tres valores se imponen como un ideal evangélico fundamental en la vida bautismal y requieren una sana aceptación de vuestra identidad de sacerdotes, consagrados y fieles laicos.

Queridos sacerdotes, la responsabilidad de promover la paz, la justicia y la reconciliación, os incumbe de una manera muy particular. En efecto, por la sagrada ordenación que recibisteis, y por los sacramentos que celebráis, estáis llamados a ser hombres de comunión. Así como el cristal no retiene la luz, sino que la refleja y la devuelve, de igual modo el sacerdote debe dejar transparentar lo que celebra y lo que recibe. Por tanto os animo a dejar trasparentar a Cristo en vuestra vida con una auténtica comunión con el obispo, con una bondad real hacia vuestros hermanos, una profunda solicitud por cada bautizado y una gran atención hacia cada persona. Dejándoos modelar por Cristo, no cambiéis jamás la belleza de vuestro ser sacerdotes por realidades efímeras, a veces malsanas, que la mentalidad contemporánea intenta imponer a todas las culturas. Os exhorto, queridos sacerdotes, a no subestimar la grandeza insondable de la gracia divina depositada en vosotros y que os capacita a vivir al servicio de la paz, la justicia y la reconciliación.

Queridos religiosos y religiosas, de vida activa y contemplativa, la vida consagrada es una seguimiento radical de Jesús. Que vuestra opción incondicional por Cristo os conduzca a una amor sin fronteras por el prójimo. La pobreza y la castidad os hagan verdaderamente libres para obedecer incondicionalmente al único Amor que, cuando os alcanza, os impulsa a derramarlo por todas partes. Pobreza, obediencia y castidad aumenten en vosotros la sed de Dios y el hambre de su Palabra, que, al crecer, se convierte en hambre y sed para servir al prójimo hambriento de justicia, paz y reconciliación. Fielmente vividos, los consejos evangélicos os trasforman en hermano universal o en hermana de todos, y os ayudan a avanzar con determinación por el camino de la santidad. Llegaréis si estáis convencidos de que para vosotros la vida es Cristo (cf. Flp
Ph 1,21), y hacéis de vuestras comunidades reflejo de la gloria de Dios y lugares donde no tenéis otra deuda con nadie, sino la del amor mutuo (cf. Rm Rm 13,8). Con vuestros carismas propios, vividos con un espíritu de apertura a la catolicidad de la Iglesia, podéis contribuir a una expresión armoniosa de la inmensidad de los dones divinos al servicio de toda la humanidad.

Me dirijo ahora a vosotros, queridos seminaristas, os animo a poneros en la escuela de Cristo para adquirir las virtudes que os ayudarán a vivir el sacerdocio ministerial como el lugar de vuestra santificación. Sin la lógica de la santidad, el ministerio no es más que una simple función social. La calidad de vuestra vida futura depende de la calidad de vuestra relación personal con Dios en Jesucristo, de vuestros sacrificios, de la feliz integración de las exigencias de vuestra formación actual. Ante los retos de la existencia humana, el sacerdote de hoy como el de mañana – si quiere ser testigo creíble al servicio de la paz, la justicia y la reconciliación – debe ser un hombre humilde y equilibrado, prudente y magnánimo. Después de 60 años de vida sacerdotal, os puedo asegurar, queridos seminaristas, que no lamentaréis haber acumulado durante vuestra formación tesoros intelectuales, espirituales y pastorales.

En cuanto a vosotros, queridos fieles laicos que, en el corazón de las realidades cotidianas de la vida, estáis llamados a ser sal de la tierra y luz del mundo, os exhorto a renovar también vuestro compromiso por la justicia, la paz y la reconciliación. Esta misión requiere en primer lugar fe en la familia, construida según el designio de Dios, y una fidelidad a la esencia misma del matrimonio cristiano. Exige también que vuestras familias sean verdaderas «iglesias domésticas». Gracias a la fuerza de la oración, «se transforma y se mejora gradualmente la vida personal y familiar, se enriquece el diálogo, se transmite la fe a los hijos, se acrecienta el gusto de estar juntos y el hogar se une y consolida más» (Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI a los participantes en el rezo del santo rosario con ocasión del VI Encuentro Mundial de las Familias en Ciudad de México, 17 de enero de 2009, 3). Haciendo reinar en vuestras familias el amor y el perdón, contribuís a la edificación de una Iglesia fuerte y hermosa, y a que haya más justicia y paz en toda la sociedad. En este sentido, os animo, queridos padres, a tener un respeto profundo por la vida y a testimoniar ante vuestros hijos los valores humanos y espirituales. Y me complace recordar aquí que el Papa Juan Pablo II fundó hace 10 años en Cotonou, en un Instituto que lleva su nombre, una sección para el África francófona, con el fin de contribuir a la reflexión y pastoral sobre el matrimonio y la familia. Finalmente, exhorto especialmente a los catequistas, estos valientes misioneros en el corazón de las realidades más humildes, a ofrecer siempre, con una esperanza y determinación indefectibles, su ayuda singular y del todo necesaria para la propagación de la fe en fidelidad a las enseñanzas de la Iglesia (cf. Ad gentes AGD 17).

Para concluir mi encuentro con vosotros, quisiera exhortaros a una fe auténtica y viva, fundamento inquebrantable de una vida cristiana santa y al servicio de la edificación de un mundo nuevo. El amor por el Dios revelado y por su Palabra, el amor por los sacramentos y por la Iglesia, son un antídoto eficaz contra los sincretismos que extravían. Este amor favorece una justa integración de los valores auténticos de las culturas en la fe cristiana. Libera del ocultismo y vence los espíritus maléficos, porque se mueve por la potencia misma de la Santa Trinidad. Vivido profundamente, este amor es también un fermento de comunión que rompe todas las barreras, favoreciendo así la edificación de una Iglesia en la que no haya segregación entre los bautizados, pues todos son uno en Cristo Jesús (cf. Ga Ga 3,28). Con gran confianza, cuento con cada uno de vosotros, sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas y fieles laicos, para hacer vivir esta Iglesia. En prenda de mi cercanía espiritual y paternal, y confiándoos a la Virgen María, invoco sobre todos vosotros, vuestros familiares, los jóvenes y los enfermos, la abundancia de las bendiciones divinas.

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[Trad.: Que el Señor os colme de sus gracias].





VIAJE APOSTÓLICO A BENÍN

18-20 DE NOVIEMBRE DE 2011

VISITA A LA BASÍLICA

DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA DE OUIDAH


Y FIRMA DE LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL



Ouidah

Sábado 19 de noviembre de 2011

[Vídeo]




Your Eminences,
144 Dear Brother Bishops and Priests,
Dear Brothers and Sisters,

I cordially thank the Secretary General of the Synod of Bishops, Archbishop Nikola Eterovic, for his words of welcome and presentation, as well as all the members of the Special Council for Africa who helped to collate the results of the Synodal Assembly in preparation for the publication of the Post-Synodal Apostolic Exhortation.

Today, the celebration of the Synod concludes with the signing of the Exhortation Africae Munus. The Synod gave an impetus to the Catholic Church in Africa, which prayed, reflected on and discussed the theme of reconciliation, justice and peace. This process was marked by a special closeness uniting the Successor of Peter and the Particular Churches in Africa. Bishops, but also experts, auditors, special guests and fraternal delegates, all came to Rome to celebrate this important ecclesial event. I myself went to Yaoundé to present the Instrumentum Laboris of the Synod to the Presidents of the Bishops’ Conferences, as a sign of my interest and concern for all the peoples of the African continent and the neighbouring islands. I now have the joy of returning to Africa, and particularly to Benin, to consign this final document, which takes up the reflections of the Synod Fathers and presents them synthetically as part of a broad pastoral vision.

[Señores Cardenales,
Queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
Queridos hermanos y hermanas,

Agradezco vivamente al Secretario General del Sínodo de los Obispos, Monseñor Nikola Eterovic por sus palabras de bienvenida y presentación, así como a todos los miembros del Consejo Especial para África, que han contribuido a reunir los resultados de la Asamblea sinodal con vistas a la publicación de la Exhortación apostólica postsinodal.

Hoy, con la firma de la Exhortación Africae munus, se concluye la celebración del acontecimiento Sinodal. Este ha movilizado a la Iglesia católica en África, que ha rezado, reflexionado y debatido sobre el tema de la reconciliación, la justicia y la paz. En este proceso, ha habido una singular cercanía entre el Sucesor de Pedro y las Iglesias particulares en África. Obispos, y también expertos, auditores, invitados especiales y delegados fraternos, llegaron a Roma para celebrar este importante acontecimiento eclesial. Había ido a Yaoundé para entregar el Instrumentum laboris de la Asamblea sinodal a los Presidentes de las Conferencias Episcopales, y manifestar mi solicitud por todos los pueblos del continente africano y sus islas. Ahora tengo la alegría de regresar a África, y particularmente a Benin, para entregar el documento final de los trabajos, en el que se recoge la reflexión de los Padres sinodales, para presentar una visión sintética con diversos aspectos pastorales.]

La Deuxième Assemblée spéciale pour l’Afrique du Synode des Évêques a bénéficié de l’Exhortation apostolique post-synodale Ecclesia in Africa du Bienheureux Jean-Paul II, dans laquelle a été soulignée fortement l’urgence de l’évangélisation du continent, qui ne peut être dissociée de la promotion humaine. Par ailleurs, le concept d’Église-famille de Dieu y a été développé. Ce dernier a produit beaucoup de fruits spirituels pour l’Église catholique et pour l’action d’évangélisation et de promotion humaine qu’elle a mise en oeuvre, pour la société africaine dans son ensemble. En effet, l’Église est appelée à se découvrir toujours plus comme une famille. Pour les chrétiens, il s’agit de la communauté des croyants qui loue Dieu Un et Trine, célèbre les grands mystères de notre foi et anime avec charité les rapports entre les personnes, les groupes et les nations, au-delà des diversités ethniques, culturelles et religieuses. Dans ce service rendu à chaque personne, l’Église est ouverte à la collaboration avec toutes les composantes de la société, en particulier avec les représentants des Églises et des Communautés ecclésiales qui ne sont pas encore en pleine communion avec l’Église catholique, tout comme avec les représentants des religions non chrétiennes, surtout ceux des Religions Traditionnelles et de l’Islam.

Prenant en compte cet horizon ecclésial, la Deuxième Assemblée spéciale pour l’Afrique s’est concentrée sur le thème de la réconciliation, de la justice et de la paix. Il s’agit de points importants pour le monde en général, mais ils acquièrent une actualité toute particulière en Afrique. Il suffit de rappeler les tensions, les violences, les guerres, les injustices, les abus de toutes sortes, nouveaux et anciens, qui ont marqué cette année. Le thème principal concernait la réconciliation avec Dieu et avec le prochain. Une Église réconciliée en son sein et entre tous ses membres pourra devenir signe prophétique de réconciliation au niveau de la société, de chaque pays et du continent tout entier. Saint Paul écrit : « Tout vient de Dieu, qui nous a réconciliés avec Lui par le Christ et nous a confié le ministère de la réconciliation » (
2Co 5,18). Le fondement de cette réconciliation se trouve dans la nature même de l’Église qui est « dans le Christ, en quelque sorte le sacrement, c'est-à-dire à la fois le signe et le moyen de l'union intime avec Dieu et de l'unité de tout le genre humain » (LG 1). Sur cette assise, l’Église en Afrique est appelée à promouvoir la paix et la justice. La Porte du Non-retour et celle du Pardon nous rappellent ce devoir et nous poussent à dénoncer et à combattre toute forme d’esclavage.

145 [La Segunda Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos se ha beneficiado de la Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Africa del beato Juan Pablo II, en la que se subrayó con fuerza la urgencia de la evangelización del continente, que no puede separarse de la promoción humana. Por otra parte, se ha desarrollado el concepto de Iglesia-Familia de Dios. Este último ha producido muchos frutos espirituales para la Iglesia católica y para el trabajo de evangelización y promoción humana que ella ha puesto en práctica para la sociedad africana en su conjunto. En efecto, la Iglesia está llamada a descubrirse cada vez más como una familia. Para los cristianos, se trata de la comunidad de los creyentes que alaba a Dios uno y trino, celebra los grandes misterios de nuestra fe y anima con la caridad la relación entre personas, grupos y naciones, más allá de las diversidades étnicas, culturales y religiosas. En este servicio que presta a cada uno, la Iglesia está abierta a la colaboración con todos los sectores de la sociedad, especialmente con los representantes de las Iglesias y Comunidades eclesiales que aún no están en plena comunión con la Iglesia católica, así como con representantes de las religiones no cristianas, especialmente los de las religiones tradicionales y del Islam. La Porte du Non-retour y la del Perdón nos recuerdan este deber y nos impulsan a denunciar y combatir toda forma de esclavitud.

Teniendo en cuenta este horizonte eclesial, la Segunda Asamblea especial para África se centró en el tema de la reconciliación, la justicia y la paz. Estos son puntos importantes para el mundo en general, pero adquieren una actualidad muy especial en África. Baste recordar las tensiones, violencia, guerras, injusticias, abusos de todo tipo, nuevos y viejos, que han marcado este año. El tema principal se refería a la reconciliación con Dios y con el prójimo. Una Iglesia reconciliada en su interior y entre sus miembros puede convertirse en signo profético de reconciliación en el ámbito social, de cada país y de todo el continente. San Pablo dice: «Todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y que nos encargó el ministerio de la reconciliación» (
2Co 5,18). El fundamento de esta reconciliación reside en la naturaleza de la Iglesia, que «es en Cristo como un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano» (Lumen gentium LG 1). Sobre esta base, la Iglesia en África está llamada a promover la paz y la justicia.]

É preciso não cessar jamais de procurar os caminhos da paz. Esta é um dos bens mais preciosos. Para alcançá-la, é necessário ter a coragem da reconciliação que nasce do perdão, da vontade de recomeçar a vida comunitária, da visão solidária do futuro, da perseverança para superar as dificuldades. Os homens, reconciliados e em paz com Deus e o próximo, podem trabalhar por uma justiça maior no seio da sociedade. É preciso não esquecer que a justiça primeira é, segundo o Evangelho, cumprir a vontade de Deus. Desta opção de base, derivam inúmeras iniciativas que visam promover a justiça na África e o bem de todos os habitantes do continente, principalmente dos mais carenciados que precisam de emprego, escolas e hospitais.

África, terra de um Novo Pentecostes, tem confiança em Deus! Animada pelo Espírito de Jesus Cristo ressuscitado, torna-te a grande família de Deus, generosa com todos os teus filhos e filhas, agentes de reconciliação, de paz e de justiça. África, Boa Nova para a Igreja, torna-te isto mesmo para o mundo inteiro! Obrigado!

[Jamás se ha de abandonar la búsqueda de caminos para la paz. La paz es uno de los bienes más preciosos. Para lograrla, hay que tener la valentía de la reconciliación que viene del perdón, del deseo de recomenzar la vida en común, de la visión solidaria del futuro, de la perseverancia para superar las dificultades. Reconciliados y en paz con Dios y el prójimo, los hombres pueden trabajar por una mayor justicia en la sociedad. No se ha de olvidar que la primera justicia, según el Evangelio, es hacer la voluntad de Dios. De esta opción de base provienen innumerables iniciativas tendentes a promover la justicia en África, y el bien de todos los habitantes del continente, sobre todo de aquellos más desamparados y que necesitan empleo, escuelas y hospitales.

África, tierra de un nuevo Pentecostés, ¡ten confianza en Dios! Animada por el Espíritu de Jesucristo resucitado, hazte la gran familia de Dios, generosa con todos tus hijos e hijas, artífices de reconciliación, de paz y de justicia. África, Buena Nueva para la Iglesia, ¡haz que lo sea para todo el mundo! Muchas gracias.]

VIAJE APOSTÓLICO A BENÍN

8-20 DE NOVIEMBRE DE 2011

ENCUENTRO CON LOS NIÑOS

PALABRAS DEL SANTO PADRE BENEDETTO XVI

Cotonú, iglesia parroquial de Santa Rita

Sábado 19 de noviembre de 2011

[Vídeo]




Queridos niños.

Agradezco a Monseñor René-Marie Ehuzu, Obispo de Porto Novo y responsable de la Pastoral Social de la Conferencia Episcopal de Benin, sus palabras de bienvenida. Doy las gracias también al señor cura párroco y a Aïcha por lo que me han dicho en nombre de todos. Después de este precioso momento de adoración, os saludo con gran alegría. Gracias por haber venido tantos.

146 Dios nuestro Padre nos ha convocado alrededor de su Hijo y nuestro hermano, Jesucristo, presente en la hostia consagrada en la misa. Es un gran misterio que hay que adorar y creer. Jesús, que nos ama tanto, está verdaderamente presente en los sagrarios de todas las iglesias del mundo, en los sagrarios de las iglesias de vuestros barrios y parroquias. Os invito a visitarlo con frecuencia para manifestarle vuestro amor.

Algunos de vosotros habéis hecho ya la primera comunión, otros os estáis preparando para hacerla. El día de mi primera comunión fue uno de los más hermosos de mi vida. También para vosotros, ¿no es verdad? Y, ¿sabéis por qué? No sólo por los lindos vestidos, los regalos o el banquete de fiesta, sino principalmente porque en ese día recibimos por primera vez a Jesucristo. Cuando yo comulgo, Jesús viene a habitar dentro de mí. Tengo que recibirlo con amor y escucharlo con atención. En lo más profundo del corazón, le puedo decir por ejemplo: «Jesús, yo sé que tú me amas. Dame tu amor para que te ame y ame a los demás con tu amor. Te confío mis alegrías, mis penas y mi futuro». Queridos niños, no dudéis en hablar de Jesús a los demás. Es un tesoro que hay que saber compartir con generosidad. En la historia de la Iglesia, el amor a Jesús ha llenado de valor y de fuerza a muchos cristianos, incluso a niños como vosotros. Así, a san Kizito, un muchacho ugandés, lo mataron porque él quería vivir según el bautismo que acababa de recibir. Kizito rezaba. Había comprendido que Dios no sólo es importante sino que lo es todo.

Pero, ¿qué es la oración? Es un grito de amor dirigido a Dios nuestro Padre, deseando imitar a Jesús nuestro hermano. Jesús se iba a un lugar apartado para orar. Como Jesús, yo también puedo encontrar cada día un lugar tranquilo para recogerme delante de una cruz o una imagen sagrada y hablar con Jesús y escucharlo. También puedo usar el Evangelio. Después me fijo con el corazón en un pasaje que me ha impresionado y que me guiará durante la jornada. Quedarme así por un rato con Jesús le permite llenarme de su amor, su luz y su vida. Y estoy llamado, por mi parte, a dar este amor que recibo en la oración a mis padres, mis amigos, a todos los que me rodean, incluso a los que no me quieren o a los que yo no aprecio mucho. Queridos niños, Jesús os ama. Pedid también a vuestros padres que recen con vosotros. Algunas veces habrá que insistirles un poco. No dudéis en hacerlo. Dios es muy importante.

Que la Virgen María, su Madre, os enseñe a amarlo cada vez más mediante la oración, el perdón y la caridad. A ella os confío a todos, así como a vuestras familias y educadores. Mirad, saco un rosario de mi bolsillo. El rosario es como un instrumento que se usa para rezar. Es muy sencillo rezar el rosario. Tal vez lo sabéis ya; si no es así, pedid a vuestros padres que os lo enseñen. Además, cada uno de vosotros recibirá un rosario al terminar nuestro encuentro. Cuando lo tengáis en vuestras manos, podréis rezar por el Papa, —os pido que lo hagáis—, por la Iglesia y por todas las intenciones importantes. Y ahora, antes de que os bendiga a todos con gran afecto, recemos juntos un Ave María por los niños de todo el mundo, especialmente por los que sufren a causa de la enfermedad, el hambre y la guerra. Recemos ahora: Ave María...



VIAJE APOSTÓLICO A BENÍN

18-20 DE NOVIEMBRE DE 2011

ENCUENTRO CON LOS OBISPOS DE BENÍN


Cotonou

Sábado 19 de noviembre de 2011

[Vídeo]




Señores Cardenales,
Querido Monseñor Ganyé, Presidente de la Conferencia Episcopal de Benín
Queridos hermanos en el episcopado

Es una gran dicha encontraros juntos esta tarde, a vosotros que sois los pastores de la Iglesia Católica en Benín. Agradezco al presidente de la Conferencia Episcopal, Monseñor Anthony Ganyé, Arzobispo de Cotonou, las palabras fraternas que me acaba de dirigir en nombre todos. Me complace poder dar gracias juntos al Señor, cuando se celebra el 150 aniversario del comienzo de la evangelización de su país. En efecto, el 18 de abril de 1861 desembarcaron en Ouidah los primeros misioneros de la Sociedad de Misiones Africanas, comenzando así una nueva página del anuncio del Evangelio en África Occidental. La Iglesia está especialmente agradecida a todos los misioneros, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, así como a los laicos que, originarios del país o venidos de otras tierras, los han sucedido desde entonces hasta hoy. Ellos entregaron generosamente su vida, a veces de manera heroica, para que el amor de Dios fuera anunciado a todos.

147 Esta celebración jubilar ha de ser para las comunidades y para cada uno de sus miembros ocasión de una profunda renovación espiritual. Y, como pastores del Pueblo de Dios, es vuestra responsabilidad discernir su perfil a la luz de la Palabra de Dios. El Año de la fe, que he querido promulgar para el quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, será sin duda una buena oportunidad para fomentar en los fieles el redescubrimiento y profundización de su fe en la persona del Salvador de los hombres. En efecto, si desde hace 150 años unos hombres y mujeres han tenido el valor de darlo todo por servir el Evangelio, es porque han aceptado poner a Cristo en el centro de su vida. Este mismo planteamiento debe estar hoy en el centro de la vida de toda la Iglesia. Nos debe guiar el rostro crucificado y glorioso de Cristo, para testimoniar a todos su amor por el mundo. Esta actitud requiere de una conversión constante para dar una fuerza nueva a la dimensión profética de nuestro anuncio. Incumbe a quienes han recibido la misión de guiar al Pueblo de Dios el promoverla y ayudar a discernir los signos de la presencia de Dios en el corazón de las personas y de los acontecimientos. Que todos los fieles tengan un encuentro personal y comunitario con Cristo para convertirse en sus mensajeros. Este encuentro con Cristo debe estar firmemente arraigado en la escucha y meditación de la Palabra de Dios. En efecto, la Escritura debe ocupar un puesto central en la vida de la Iglesia y de cada cristiano. Os animo, pues, a hacer de su redescubrimiento una fuente de renovación constante, para que ella unifique la vida cotidiana de los fieles y sea cada vez más el corazón de la actividad eclesial.

La Iglesia no puede guardarse la Palabra de Dios para sí sola; ella tiene por vocación anunciarla al mundo. Este Año Jubilar debe ser para la Iglesia en Benín una oportunidad privilegiada para dar nuevo vigor a su conciencia misionera. El celo apostólico que debe animar a todos los fieles se deriva directamente de su bautismo y, por tanto, no pueden eludir la responsabilidad de confesar su fe en Cristo y su Evangelio donde quiera que se hallen y en su vida diaria. Los obispos y sacerdotes, por su parte, están llamados a despertar esta conciencia en las familias, parroquias, comunidades y los diversos movimientos eclesiales. Por otro lado, quisiera destacar una vez más con admiración el papel de los catequistas en la actividad misionera de vuestras diócesis. Además, como ya he dicho en la Exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini, «La Iglesia no puede limitarse en modo alguno a una pastoral de “mantenimiento” para los que ya conocen el Evangelio de Cristo. El impulso misionero es una señal clara de la madurez de una comunidad eclesial» (n. 95). La Iglesia debe dirigirse a todos. Y les animo a continuar sus esfuerzos con el fin de compartir el personal misionero con las diócesis de menores recursos, tanto en su propio país como en otros países de África o de los continentes más lejanos. No tengan miedo de suscitar vocaciones misioneras de sacerdotes, religiosos y religiosas o de laicos.

Para que el mundo crea en la Palabra que la Iglesia anuncia, es indispensable que los discípulos de Cristo estén unidos entre sí (cf. Jn
Jn 17,21). Como guías y pastores de vuestro pueblo, estáis llamados a tener una viva conciencia de la hermandad sacramental que os une, y de la única misión se os ha encomendado, para ser efectivamente signos y promotores de unidad en vuestras diócesis. Respecto a vuestros presbíteros, debe prevalecer una actitud de escucha, de atención personal y paternal, para que ellos, conscientes del aprecio que les tenéis, vivan con serenidad y sinceridad su vocación sacerdotal, la hagan brillar en su entorno con gozo y ejerzan fielmente sus tareas. Os invito, pues, a ayudar a los sacerdotes y a los fieles a redescubrir, también ellos, la belleza del sacerdocio y su ministerio. Las dificultades que se encuentran, y que a veces pueden ser serias, nunca han de ser motivo de desesperación, sino, por el contrario, convertirse en incentivo para fomentar en los sacerdotes y los obispos una profunda vida espiritual que llene su corazón con un amor cada vez más grande por Cristo y un celo desbordante por la santificación del Pueblo de Dios. Un fortalecimiento de los lazos de hermandad y amistad entre todos será también un apoyo importante, al facilitar el progreso en la búsqueda de un florecimiento espiritual y humano.

Queridos hermanos en el episcopado, la formación de los futuros sacerdotes de vuestras diócesis es algo que os preocupa de manera particular. Os animo ardientemente a hacer de esto una de vuestras prioridades pastorales. Es indispensable una sólida formación humana, intelectual y espiritual de los jóvenes que les permita alcanzar un equilibrio personal, psicológico y afectivo, que los prepare para aceptar la realidad de la vida sacerdotal, particularmente en el campo relacional. Por lo demás, como he dicho en la carta dirigida recientemente a todos los seminaristas, «lo más importante en el camino hacia el sacerdocio, y durante toda la vida sacerdotal, es la relación personal con Dios en Jesucristo. El sacerdote [...] es el mensajero de Dios entre los hombres. Quiere llevarlos a Dios, y que así crezca la comunión entre ellos» (n. 1). En esta perspectiva, pues, los seminaristas deben aprender a vivir en contacto constante con Dios. Por eso, una de las responsabilidades importantes que incumbe a los obispos es la selección de los formadores. Y os exhorto a ejercerla con prudencia y discernimiento. Los formadores, contando siempre con las cualidades humanas e intelectuales necesarias, han de esmerarse por el progreso en su propio camino de santidad, así como el de los jóvenes a los que deben ayudar en su búsqueda de la voluntad de Dios para su vidas.

El ministerio episcopal, al que el Señor os ha llamado, tiene sus alegrías y sus penas. Al encontrarme con vosotros esta tarde, quisiera dejar a cada uno un mensaje de esperanza. Durante los últimos 150 años, el Señor ha hecho grandes cosas en el pueblo beninés. Tened la seguridad de que sigue acompañándoos cada día en vuestro compromiso al servicio de la evangelización. Sed siempre pastores según el corazón de Dios, auténticos servidores del Evangelio. Esto es lo que los hombres y mujeres de nuestro tiempo esperan de vosotros.

Queridos hermanos en el episcopado, al término de este encuentro, me gustaría expresarles mi gran alegría por volver a tierras africanas, y especialmente a Benín, en esta doble ocasión de la celebración del ciento cincuenta aniversario de la evangelización de vuestro país y la entrega de la Exhortación postsinodal Africae munus. Quisiera darles las gracias, y por su medio a todo el pueblo de Benín, por la cálida acogida – diría simplemente, «la hospitalidad africana» –, que me han deparado. Encomiendo a la Virgen María, Nuestra Señora de África, a cada una de sus diócesis, así como a ustedes y a su ministerio episcopal. Que Ella proteja a todo el pueblo de Benín. De todo corazón les imparto una afectuosa Bendición Apostólica, así como a los sacerdotes, religiosos y religiosas, catequistas y a todos los fieles de sus diócesis.



VIAJE APOSTÓLICO A BENÍN

8-20 DE NOVIEMBRE DE 2011

ENTREGA

DE LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL


A LOS OBISPOS DE ÁFRICA


ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI


Estadio de la Amistad, Cotonú

Domingo 20 de noviembre de 2011

[Vídeo]




Señores Cardenales,
Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
148 Queridos hermanos y hermanas

Durante esta solemne celebración litúrgica, hemos dado gracias a Dios por el don de la Segunda Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos, celebrada en octubre de 2009, sobre el tema La Iglesia en África al servicio de la reconciliación, la justicia y la paz: «Vosotros sois la sal de la tierra... Vosotros sois la luz del mundo» (
Mt 5,13-14). Agradezco a todos los Padres sinodales su contribución a los trabajos de esta Asamblea sinodal. Mi gratitud se extiende también al Secretario General del Sínodo de los Obispos, Monseñor Nikola Eterovic, por la labor desarrollada y por las palabras que me ha dirigido en vuesto nombre.

Después de haber firmado ayer la Exhortación apostólica postsinodal Africae munus, hoy tengo la dicha de entregársela a todas las Iglesias particulares por vuestro medio, Presidentes de las Conferencias Episcopales de África –tanto nacionales como regionales– y los Presidentes de los Sínodos de las Iglesias orientales católicas. Tras recibir el documento, comienzan las fases locales de asimilación y de aplicación de los contenidos teológicos, eclesiológicos, espiritual y pastorales de esta Exhortación. Es un texto que pretende promover, fomentar y consolidar las diversas iniciativas locales ya existentes. Y desea también inspirar otras más para la Iglesia católica en África.

One of the first missions of the Church is the proclamation of Jesus Christ and his Gospel ad gentes, that is the evangelization of those at a distance from the Church in one way or another. I hope that this Exhortation will guide you in the proclamation of the Good News of Jesus in Africa. It is not just a message or a word. It is above all openness and adhesion to a person: Jesus Christ the incarnate Word. He alone possesses the words of life eternal (cf. Jn Jn 6,68)! Following the example of Christ, all Christians are called to reflect the mercy of the Father and the light of the Holy Spirit. Evangelization presupposes and brings with it reconciliation and it promotes peace and justice.

[Una de las primeras tareas de la Iglesia sigue siendo el anuncio de Jesucristo y su Evangelio ad gentes, es decir, la evangelización de quienes están alejados de la Iglesia de una u otra manera. Deseo que esta Exhortación os guíe en la proclamación de la Buena Nueva de Jesús en África. Esto no es sólo un mensaje o una palabra. Es sobre todo una apertura a una persona: Jesucristo, el Verbo encarnado. Sólo Él tiene palabras de vida eterna (cf. Jn Jn 6,68). Siguiendo el ejemplo de Cristo, todo cristiano está llamado a reflejar la misericordia del Padre y la luz del Espíritu Santo. La evangelización supone e implica también la reconciliación, prometiendo la paz y la justicia.]

Amada Igreja na África, torna-te cada vez mais o sal da terra, desta terra que Jesus Cristo abençoou com a sua presença quando, nela, encontrou refúgio. Sê o sal da terra africana, abençoada pelo sangue de tantos mártires, homens, mulheres e crianças, testemunhas da fé cristã até ao dom supremo da própria vida. Torna-te luz do mundo, luz da África que muitas vezes, no meio das provações, procura o caminho da paz e da justiça para todos os seus habitantes. A tua luz é Jesus Cristo, «Luz do mundo» (Jo 8, 12). Que Deus te abençoe, África bem amada!

[Querida Iglesia en África, sé cada vez más sal de la tierra en este territorio que Jesucristo ha bendecido con su presencia cuando ha encontrado refugio en él. Sé la sal de la tierra de África, bendecida por la sangre de tantos mártires, hombres, mujeres y niños, testigos de la fe cristiana hasta el don supremo de la vida. Hazte luz del mundo, luz de África, que muchas veces, a través de pruebas, busca el camino de la paz y la justicia para todos sus habitantes. Tu luz es Jesucristo, «luz del mundo» (Jn 8,12). Que Dios te bendiga, querida África.]



Discursos 2011 143