Discursos 2011 55

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Sábado 4 de junio de 2011




Señor Presidente,
Señores Cardenales,
Ilustres Señores y Señoras,
Queridos hermanos y hermanas

Me alegra mucho entrar en lo vivo de mi visita encontrándome con ustedes, que representan ámbitos cualificados de la sociedad croata y al Cuerpo Diplomático. Mi cordial saludo se dirige personalmente a cada uno y también a las entidades vitales a las que pertenecen: a las comunidades religiosas, a las instituciones políticas, científicas y culturales, a los sectores artísticos, económicos y deportivos. Doy cordialmente las gracias a Mons. Puljic y al Profesor Zurak por las amables palabras que me han dirigido, así como a los músicos que me han acogido con el lenguaje universal de la música. La dimensión de la universalidad, característica del arte y de la cultura, es particularmente connatural al Cristianismo y a la Iglesia católica. Cristo es plenamente hombre, y todo lo que es humano encuentra en Él y en su Palabra plenitud de vida y significado.

Este espléndido teatro es un lugar simbólico, que manifiesta vuestra identidad nacional y cultural. Poder encontraros aquí a todos juntos es otro motivo de alegría del espíritu, porque la Iglesia es un misterio de comunión y se alegra siempre de la comunión, en la riqueza de la diversidad. La participación de los representantes de otras Iglesias y Comunidades cristianas, así como también de la religión judía y musulmana, contribuye a recordar que la religión no es una realidad separada de la sociedad, sino un componente suyo connatural, que constantemente evoca la dimensión vertical, la escucha de Dios como condición para la búsqueda del bien común, de la justicia y de la reconciliación en la verdad. La religión pone al hombre en relación con Dios, Creador y Padre de todos, y, por tanto, debe ser un factor de paz. Las religiones deben purificarse siempre según esta verdadera esencia suya para corresponder a su genuina misión.

Y aquí quisiera introducir el tema central de mi breve reflexión: el de la conciencia. Éste atraviesa los diferentes campos en los que ustedes están comprometidos y es fundamental para una sociedad libre y justa, tanto en el plano nacional como supranacional. Naturalmente, pienso en Europa, a la que desde siempre Croacia pertenece en el ámbito histórico-cultural y a la que está por entrar en el político-institucional. Pues bien, hay que confirmar y desarrollar las grandes conquistas de la edad moderna, es decir, el reconocimiento y la garantía de la libertad de conciencia, de los derechos humanos, de la libertad de la ciencia y, por tanto, de una sociedad libre, manteniendo abiertas, sin embargo, la racionalidad y la libertad en su fundamento trascendente, para evitar que dichas conquistas se autodestruyan, como debemos constatar lamentablemente en bastantes casos. La calidad de la vida social y civil, la calidad de la democracia, dependen en buena parte de este punto “crítico” que es la conciencia, de cómo es comprendida y de cuánto se invierte en su formación. Si la conciencia, según el pensamiento moderno más en boga, se reduce al ámbito de lo subjetivo, al que se relegan la religión y la moral, la crisis de occidente no tiene remedio y Europa está destinada a la involución. En cambio, si la conciencia vuelve a descubrirse como lugar de escucha de la verdad y del bien, lugar de la responsabilidad ante Dios y los hermanos en humanidad, que es la fuerza contra cualquier dictadura, entonces hay esperanza de futuro.

Agradezco al Profesor Zurak que haya recordado las raíces cristianas de numerosas instituciones culturales y científicas de este País, como ha sucedido también en todo el continente europeo. Es necesario recordar estos orígenes, además, por fidelidad a la verdad histórica, y es importante saber leer en profundidad dichas raíces, para que puedan dar ánimo también al hoy. Es decir, es decisivo percibir el dinamismo que hay en un acontecimiento, como, por ejemplo, el nacimiento de una universidad, o de un movimiento artístico o de un hospital. Hay que comprender el porqué y el cómo de lo que ha sucedido, para apreciar en el hoy dicho dinamismo, que es una realidad espiritual que llega a ser cultural y por tanto social. Detrás de todo hay hombres y mujeres, personas, conciencias, movidas por la fuerza de la verdad y del bien. Se han citado algunos hijos ilustres de esta tierra. Quisiera detenerme en el Padre Ruder Josip Boškovic, jesuita, nacido en Dubrovnik hace ahora trescientos años, el 18 de mayo de 1711. Él encarna muy bien la buena compenetración entre fe y ciencia, que se estimulan mutuamente para una búsqueda al mismo tiempo abierta, diversificada y capaz de síntesis. Su obra cumbre, la Theoria philosophiae naturalis, publicada en Viena, y después en Venecia a mitad del siglo XVIII, tiene un subtítulo muy significativo: redacta ad unicam legem virium in natura existentium, es decir, “según la única ley de las fuerzas existentes en la naturaleza”. En Boškovic encontramos el análisis, el estudio de las múltiples ramas del saber, pero también la pasión por la unidad. Y esto es típico de la cultura católica. Por eso mismo, la fundación de una Universidad Católica en Croacia es signo de esperanza. Deseo que ella contribuya a crear unidad entre los diversos ámbitos de la cultura contemporánea, los valores y la identidad de vuestro Pueblo, dando continuidad a la fecunda contribución eclesial a la historia de la noble Nación croata. Volviendo al Padre Boškovic, los expertos dicen que su teoría de la “continuidad”, válida tanto en la ciencias naturales como en la geometría, concuerda de forma excelente con alguno de los grandes descubrimientos de la física contemporánea. ¿Qué podemos decir? Rindamos homenaje al ilustre croata, pero también al auténtico jesuita; honremos al cultivador de la verdad que sabe bien lo mucho que ésta lo supera, pero que, a la luz de la verdad, sabe también emplear a fondo los recursos de la razón que Dios mismo le ha dado.

Pero, además del elogio, es preciso también valorar el método, la apertura mental de estos grandes hombres. Volvamos, por tanto, a la conciencia como clave para el desarrollo cultural y la construcción del bien común. En la formación de las conciencias, la Iglesia ofrece a la sociedad su contribución más singular y valiosa. Una contribución que comienza en la familia y que encuentra un apoyo importante en la parroquia, donde niños y adolescentes, y también los jóvenes, aprenden a profundizar en la Sagrada Escritura, que es el “gran código” de la cultura europea; y aprenden al mismo tiempo el sentido de la comunidad fundada en el don, no en el interés económico o en la ideología, sino en el amor, que es “la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad” (Caritas in veritate ). Esta lógica de la gratuidad, aprendida en la infancia y la adolescencia, se vive después en otros ámbitos, en el juego y el deporte, en las relaciones interpersonales, en el arte, en el servicio voluntario a los pobres y los que sufren, y una vez asimilada se puede manifestar en los ámbitos más complejos de la política y la economía, trabajando por una polis que sea acogedora y hospitalaria y al mismo tiempo no vacía, no falsamente neutra, sino rica de contenidos humanos, con una fuerte dimensión ética. Aquí es donde los fieles laicos están llamados a aprovechar generosamente su formación, guiados por los principios de la Doctrina social de la Iglesia, en favor de una laicidad auténtica, de la justicia social, la defensa de la vida y la familia, la libertad religiosa y de educación.

56 Ilustres amigos, su presencia y tradición cultural croata me han sugerido estas breves reflexiones. Se las dejo como signo de mi estima y sobre todo de la voluntad de la Iglesia de caminar con la luz del Evangelio en medio de este pueblo. Les doy las gracias por su atención y bendigo de corazón a todos ustedes, a sus seres queridos y sus actividades.



VIAJE APOSTÓLICO A CROACIA

(4-5 DE JUNIO DE 2011)


VIGILIA DE ORACIÓN CON LOS JÓVENES



Plaza del Bano Josip Jelacic - Zagreb

Sábado 4 de junio de 2011




Queridos jóvenes:

Os saludo a todos con gran afecto. Estoy particularmente contento de estar con vosotros en esta histórica plaza que representa el corazón de la ciudad de Zagreb. Un lugar de encuentro y de comunicación, donde a menudo domina el ruido y el movimiento de la vida cotidiana. Ahora, vuestra presencia la transforma casi en un “templo”, cuya bóveda es el cielo mismo, que esta tarde parece inclinarse sobre nosotros. Queremos acoger en el silencio la Palabra de Dios que ha sido proclamada, para que ilumine nuestras mentes e inflame nuestros corazones.

Agradezco vivamente a Monseñor Srakic, Presidente de la Conferencia Episcopal, las palabras con las que ha introducido nuestro encuentro; y en modo particular saludo y agradezco a los dos jóvenes que nos han ofrecido sus bellos testimonios. La experiencia vivida por Daniel recuerda la de San Agustín: es la experiencia de buscar el amor “fuera” y luego descubrir que está más cercano de mí que yo mismo, que me “toca” en lo profundo y me purifica… Mateja, en cambio, nos ha hablado de la belleza de la comunidad, que abre el corazón, la mente y el carácter… Gracias a los dos.

San Pablo –en la lectura que se ha proclamado– nos ha invitado a estar “siempre alegres en el Señor” (Ph 4,4). Es una palabra que hace vibrar el alma, si consideramos que el Apóstol de los Gentiles escribe esta Carta a los cristianos de Filipos mientras se encontraba en la cárcel, a la espera de ser juzgado. Él está encadenado, pero el anuncio y el testimonio del Evangelio no pueden ser encarcelados. La experiencia de san Pablo revela cómo es posible mantener la alegría en nuestro camino, aun en los momentos oscuros. ¿A qué alegría se refiere? Todos sabemos que en el corazón de cada uno anida un fuerte deseo de felicidad. Cada acción, cada decisión, cada intención encierra en sí esta íntima y natural exigencia. Pero con frecuencia nos damos cuenta de haber puesto la confianza en realidades que no apagan ese deseo, sino que por el contrario, revelan toda su precariedad. Y estos momentos es cuando se experimenta la necesidad de algo que sea “más grande”, que dé sentido a la vida cotidiana.

Queridos amigos, vuestra juventud es un tiempo que el Señor os da para poder descubrir el significado de la existencia. Es el tiempo de los grandes horizontes, de los sentimientos vividos con intensidad, y también de los miedos ante las opciones comprometidas y duraderas, de las dificultades en el estudio y en el trabajo, de los interrogantes sobre el misterio del dolor y del sufrimiento. Más aún, este tiempo estupendo de vuestra vida comporta un anhelo profundo, que no anula todo lo demás, sino que lo eleva para darle plenitud. En el Evangelio de Juan, dirigiéndose a sus primeros discípulos, Jesús pregunta: “¿Qué buscáis?” (Jn 1,38). Queridos jóvenes, estas palabras, esta pregunta interpela a lo largo del tiempo y del espacio a todo hombre y mujer que se abre a la vida y busca el camino justo… Y, esto es lo sorprendente, la voz de Cristo repite también a vosotros: “¿Qué buscáis?”. Jesús os habla hoy: mediante el Evangelio y el Espíritu Santo, Él se hace contemporáneo vuestro. Es Él quien os busca, aun antes de que vosotros lo busquéis. Respetando plenamente vuestra libertad, se acerca a cada uno de vosotros y se presenta como la respuesta auténtica y decisiva a ese anhelo que anida en vuestro ser, al deseo de una vida que vale la pena ser vivida. Dejad que os tome de la mano. Dejad que entre cada vez más como amigo y compañero de camino. Ofrecedle vuestra confianza, nunca os desilusionará. Jesús os hace conocer de cerca el amor de Dios Padre, os hace comprender que vuestra felicidad se logra en la amistad con Él, en la comunión con Él, porque hemos sido creados y salvados por amor, y sólo en el amor, que quiere y busca el bien del otro, experimentamos verdaderamente el significado de la vida y estamos contentos de vivirla, incluso en las fatigas, en las pruebas, en las desilusiones, incluso caminando contra corriente.

Queridos jóvenes, arraigados en Cristo, podréis vivir en plenitud lo que sois. Como sabéis, he planteado sobre este tema mi mensaje para la próxima Jornada Mundial de la Juventud, que nos reunirá en agosto en Madrid, y hacia la cual nos encaminamos. He partido de una incisiva expresión de san Pablo: «Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe» (Col 2,7). Creciendo en la amistad con el Señor, a través de su Palabra, de la Eucaristía y de la pertenencia a la Iglesia, con la ayuda de vuestros sacerdotes, podréis testimoniar a todos la alegría de haber encontrado a Aquél que siempre os acompaña y os llama a vivir en la confianza y en la esperanza. El Señor Jesús no es un maestro que embauca a sus discípulos: nos dice claramente que el camino con Él requiere esfuerzo y sacrificio personal, pero que vale la pena. Queridos jóvenes amigos, no os dejéis desorientar por las promesas atractivas de éxito fácil, de estilos de vida que privilegian la apariencia en detrimento de la interioridad. No cedáis a la tentación de poner la confianza absoluta en el tener, en las cosas materiales, renunciando a descubrir la verdad que va más allá, como una estrella en lo alto del cielo, donde Cristo quiere llevaros. Dejaos guiar a las alturas de Dios.

En el tiempo de vuestra juventud, os sostiene el testimonio de tantos discípulos del Señor que han vivido su tiempo llevando en el corazón la novedad del Evangelio. Pensad en Francisco y Clara de Asís, en Rosa de Viterbo, en Teresita del Niño Jesús, en Domingo Savio; tantos jóvenes santos y santas en la gran comunidad de la Iglesia. Pero aquí, en Croacia, vosotros y yo pensamos en el Beato Iván Merz. Un joven brillante, metido de lleno en la vida social, que tras la muerte de la joven Greta, su primer amor, inicia el camino universitario. Durante los años de la Primera Guerra Mundial se encuentra frente a la destrucción y la muerte, y todo eso lo marca y lo forja, haciéndole superar momentos de crisis y de lucha espiritual. La fe de Iván se refuerza hasta tal punto que se dedica al estudio de la Liturgia e inicia un intenso apostolado entre los jóvenes. Descubre la belleza de la fe católica y comprende que la vocación de su vida es vivir y hacer vivir la amistad con Cristo. De cuántos gestos de caridad, de bondad que sorprenden y conmueven está lleno su camino. Muere el 10 de mayo de 1928, con tan sólo treinta y dos años, después de algunos meses de enfermedad, ofreciendo su vida por la Iglesia y por la juventud.

57 Esta vida joven, entregada por amor, lleva el perfume de Cristo, y es para todos una invitación a no tener miedo de confiarse al Señor, del mismo modo que lo contemplamos, en modo particular, en la Virgen María, la Madre de la Iglesia, aquí venerada y amada con el título de “Majka Božja od Kamenutih vrata” [“Madre de Dios de la Puerta de Piedra”]. A Ella deseo confiar esta tarde a cada uno de vosotros, para que os acompañe con su protección y os ayude sobre todo a encontrar al Señor y, en Él, a encontrar el significado pleno de vuestra existencia. María no tuvo miedo de entregarse por completo al proyecto de Dios; en Ella vemos la meta a la que estamos llamados: la plena comunión con el Señor. Toda nuestra vida es un camino hacía la Unidad y Trinidad de Amor que es Dios; podemos vivir con la certeza de no ser abandonados nunca. Queridos jóvenes croatas, os abrazo a todos como a hijos. Os llevo en el corazón y os dejo mi Bendición. “Estad siempre alegres en el Señor”. Su alegría, la alegría del verdadero amor, sea vuestra fuerza. Amén. ¡Alabados sean Jesús y María!


VIAJE APOSTÓLICO A CROACIA

(4-5 DE JUNIO DE 2011)

CELEBRACIÓN DE LAS VÍSPERAS CON LOS OBISPOS,

SACERDOTES, RELIGIOSOS, RELIGIOSAS Y SEMINARISTAS,


Y ORACIÓN ANTE LA TUMBA DEL BEATO ALOJZIJE VIKTOR STEPINAC



Catedral de la Asunción de la Virgen María y de San Esteban

Domingo 5 de junio de 2011




Queridos Hermanos en el Episcopado y en el Presbiterado,
Queridos hermanos y hermanas

Doy gracias al Señor en la oración por este encuentro, que me permite vivir un momento especial de comunión con vosotros, Obispos, sacerdotes, personas consagradas, seminaristas, novicios y novicias. Os saludo a todos con afecto y os doy las gracias por el testimonio que dais a la Iglesia, como hicieron a lo largo de los siglos en esta tierra tantos pastores y mártires, desde san Domnio hasta el beato Cardenal Stepinac, el amado Cardenal Kuharic y otros muchos. Agradezco al Cardenal Josip Bozanic las amables palabras que me ha dirigido. Esta tarde queremos conmemorar con devoción y en oración al beato Alojzije Stepinac, valeroso Pastor, ejemplo de celo apostólico y firmeza cristiana, cuya vida heroica ilumina también hoy a los fieles de las diócesis croatas, sosteniendo así la fe y la vida eclesial. Los méritos de este inolvidable obispo derivan esencialmente de su fe: él tuvo en su vida la mirada fija siempre en Jesús, y siempre se configuró con Él, hasta el punto de convertirse en una viva imagen de Cristo, también en sus padecimientos. Precisamente por su firme conciencia cristiana, supo resistir a todo totalitarismo, haciéndose defensor de los judíos, los ortodoxos y todos los perseguidos en el tiempo de la dictadura nazi y fascista, y después, en el período del comunismo, «abogado» de sus fieles, especialmente de tantos sacerdotes perseguidos y asesinados. Sí, llegó a ser «abogado» de Dios en esta tierra, pues defendió tenazmente la verdad y el derecho del hombre a vivir con Dios.

«Con una única ofrenda [Cristo] ha perfeccionado definitivamente a los que van siendo santificados» (He 10,14). Esta expresión de la Carta a los Hebreos que antes se ha proclamado, nos invita a considerar la figura del beato Cardenal Stepinac como la «imagen» de Cristo y de su Sacrificio. En efecto, el martirio cristiano es la más alta medida de santidad, pero lo es siempre y sólo gracias a Cristo, por un don suyo, como respuesta a su oblación que recibimos en la Eucaristía. El Beato Alojzije Stepinac ha respondido con su sacerdocio, con el episcopado, con el sacrificio de su vida: un único «sí» unido al de Cristo. Su martirio indica el culmen de las violencias cometidas contra la Iglesia durante el terrible periodo de la persecución comunista. Los católicos croatas, y el clero en particular, fueron objeto de vejaciones y abusos sistemáticos, que pretendían destruir la Iglesia católica, comenzando por su más alta Autoridad local. Aquel tiempo especialmente duro se caracterizó por una generación de obispos, sacerdotes y religiosos dispuestos a morir por no traicionar a Cristo, a la Iglesia y al Papa. La gente ha visto que los sacerdotes nunca han perdido la fe, la esperanza, la caridad, y así han permanecido siempre unidos. Esta unidad explica lo que humanamente es incomprensible: que un régimen tan duro no haya podido doblegar a la Iglesia.

También hoy la Iglesia en Croacia está llamada a permanecer unida para afrontar los desafíos del nuevo contexto social, descubriendo con osadía misioneras nuevas vías de evangelización, especialmente al servicio de las jóvenes generaciones. Queridos Hermanos en el episcopado, quisiera animaros, sobre todo a vosotros, en el desarrollo de vuestra misión. Cuanto más actuéis en fecunda armonía entre vosotros y en comunión con el Sucesor de Pedro, tanto mejor podréis acometer las dificultades de nuestra época. Es importante, además, que sobre todo los Obispos y sacerdotes trabajen siempre al servicio de la reconciliación entre los cristianos divididos y entre los cristianos y los musulmanes, siguiendo las huellas de Cristo, que es nuestra paz. No dejéis tampoco de ofrecer a los sacerdotes claras directrices espirituales, doctrinales y pastorales. La comunidad eclesial, en efecto, tiene en su seno legítimas diversidades, pero no puede dar un testimonio fiel del Señor si no es en la comunión de sus miembros. Esto exige de vosotros el servicio de la vigilancia, que se ha de ofrecer en el diálogo y con gran amor, pero también con claridad y firmeza.

Queridos Hermanos, la adhesión a Cristo significa «guardar» su palabra en toda circunstancia (cf. Jn Jn 14,23). A este respecto, el Beato Cardenal Stepinac se expresaba así: «Uno de los mayores males de nuestro tiempo es la mediocridad en las cuestiones de fe. No nos hagamos ilusiones… O somos católicos o no lo somos. Si lo somos, es preciso que se manifieste en todos los campos de nuestra vida» (Homilía en la Solemnidad de san Pedro y san Pablo, 29 junio 1943). La enseñanza moral de la Iglesia, que hoy frecuentemente no es entendida, no se puede desvincular del Evangelio. Corresponde precisamente a los Pastores proponerlo autorizadamente a los fieles, para ayudarlos a valorar sus responsabilidades personales, la armonía entre sus decisiones y las exigencias de la fe. De este modo, se avanzará en ese «cambio cultural» necesario para promover una cultura de la vida y una sociedad a medida del hombre.

Queridos sacerdotes, especialmente vosotros, párrocos, conozco la importancia y la multiplicidad de vuestras tareas, en una época en la que la escasez de presbíteros comienza a percibirse seriamente. Os exhorto a no desalentaros, a permanecer vigilantes en la oración y en la vida espiritual para cumplir con fruto vuestro ministerio: enseñar, santificar y guiar a los que están confiados a vuestro cuidado. Acoged con magnanimidad a quien llama a la puerta de vuestro corazón, ofreciendo a cada uno los dones que la bondad divina os ha confiado. Perseverad en la comunión con vuestro Obispo y en la colaboración recíproca. Alimentad vuestro compromiso en la fuente de la Escritura, los Sacramentos y la constante alabanza a Dios, abiertos y dóciles a la acción del Espíritu Santo; así seréis operadores eficaces de la nueva evangelización, que estáis llamados a llevar a cabo junto con los laicos, de manera coordinada y sin confusión entre lo que depende del ministerio ordenado y lo que pertenece al sacerdocio universal de los bautizados. Preocuparos de cuidar las vocaciones al sacerdocio: esforzaos con vuestro entusiasmo y vuestra fidelidad por transmitir un vivo deseo de responder generosamente y sin titubeos a Cristo, que llama a configurarse más íntimamente a Él, Cabeza y Pastor.

58 Queridos consagrados y consagradas, la Iglesia espera mucho de vosotros, que tenéis la misión de testimoniar en cada época «la forma de vida que Jesús, supremo consagrado y misionero del Padre para su Reino, abrazó y propuso a los discípulos que lo seguían» (Exhort. ap. Vita consecrata, 22). Que Dios sea siempre vuestra única riqueza: dejaos plasmar por Él para hacer visible al hombre de hoy, sediento de valores verdaderos, la santidad, la verdad, el amor del Padre celestial. Sostenidos por la gracia del Espíritu, hablad a la gente con la elocuencia de una vida transfigurada por la novedad de la Pascua. Toda vuestra vida será así signo y servicio de la consagración que cada bautizado ha recibido cuando se le incorporó a Cristo.

A vosotros, jóvenes que os preparáis para el sacerdocio o la vida consagrada, deseo repetiros que el divino Maestro está actuando constantemente en el mundo, y dice a cada uno de los que ha elegido: «Sígueme» (
Mt 9,9). Es una llamada que requiere la confirmación cotidiana de una respuesta de amor. Que vuestro corazón esté siempre dispuesto. Que el testimonio heroico del Beato Alojzije Stepinac inspire una renovación de las vocaciones entre los jóvenes croatas. Y vosotros, queridos Hermanos en el episcopado y en el presbiterado, no dejéis de ofrecer a los jóvenes de los seminarios y los noviciados una formación equilibrada, que los prepare para un ministerio bien insertado en la sociedad de nuestro tiempo, gracias a la profundidad de su vida espiritual y a la seriedad de sus estudios.

Querida Iglesia en Croacia, asume con humildad y valentía la tarea de ser la conciencia moral de la sociedad, «sal de la tierra» y «luz del mundo» (cf. Mt Mt 5,13-14). Sé siempre fiel a Cristo y al mensaje del Evangelio, en una sociedad que trata de relativizar y secularizar todos los ámbitos de la vida. Sé la morada de la alegría en la fe y en la esperanza. Queridos: Que el beato Cardenal Alojzije Stepinac y todos los santos de vuestra tierra intercedan por vuestro pueblo, y que la Madre del Salvador os proteja. Con gran afecto imparto a vosotros y a toda la Iglesia en Croacia mi Bendición Apostólica. Amén. Alabados sean Jesús y María.



VIAJE APOSTÓLICO A CROACIA

(4-5 DE JUNIO DE 2011)

CEREMONIA DE DESPEDIDA


Aeropuerto Internacional de Zagreb Pleso

Domingo 5 de junio de 2011




Señor Presidente,
Ilustres autoridades,
queridos hermanos en el Episcopado,
hermanos y hermanas en el Señor.

Mi visita a vuestra tierra llega a su fin. Aunque ha sido breve, ha estado llena de encuentros, que me han hecho sentir como uno de vosotros, de vuestra historia, y me han dado la ocasión de confirmar en la fe en Jesucristo, único Salvador, a la Iglesia que peregrina en Croacia. Esta fe, que ha llegado hasta vosotros a través del valeroso y fiel testimonio de tantos hermanos y hermanas vuestros, algunos de los cuales no han vacilado en morir por Cristo y por su Evangelio, la he encontrado viva y sincera. Demos gracias a Dios por los abundantes dones de gracia que con generosidad dispone en el camino cotidiano de sus hijos. Deseo dar las gracias a los que han colaborado en la organización de mi visita y su ordenado desarrollo.

59 Llevo muy vivas en la mente y en el corazón las impresiones de estos días. Esta mañana, la participación en la santa Misa con ocasión de la Jornada Nacional de las Familias ha sido sentida y compacta. El encuentro de ayer en el Teatro Nacional me ha permitido compartir una reflexión con los representantes de la sociedad civil y de las comunidades religiosas. Los jóvenes, después, durante la intensa Vigilia de oración, me han mostrado el rostro luminoso de Croacia, que mira al futuro, iluminado por la fe viva, como la llama de una lámpara preciosa, que ha recibido de sus padres y que requiere ser protegida y alimentada a lo largo del camino. La oración junto a la tumba del beato Cardenal Stepinac nos ha hecho recordar de modo especial a todos aquellos que han sufrido – y hoy todavía sufren – a causa de la fe en el Evangelio. Continuemos invocando la intercesión de este intrépido testigo del Señor resucitado, para que cada sacrificio, cada prueba, ofrecida a Dios por amor a Él y a los hermanos, sea como el grano de trigo que, caído en tierra, muere para dar fruto.

Ha sido para mí motivo de alegría constatar cómo sigue viva hoy la antigua tradición cristiana de vuestro pueblo. He podido experimentarlo sobre todo en la cálida acogida que la gente me ha prodigado, como ya lo había hecho en las tres visitas del beato Juan Pablo II, reconociendo la visita del Sucesor de Pedro, que viene a confirmar a los hermanos en la fe. Esta vitalidad eclesial, que debe mantenerse y reforzarse, no dejará de producir efectos positivos para toda la sociedad, gracias a la colaboración, que espero sea siempre serena y provechosa, entre la Iglesia y las instituciones públicas. En este tiempo, en el que parecen faltar puntos de referencia fijos y seguros, los cristianos, «juntos en Cristo», piedra angular, pueden continuar constituyendo como el alma de la Nación, ayudándola a desarrollarse y progresar.

Antes de regresar a Roma, os confío a todos a las manos de Dios. Él, dador de todo bien y providencia infinita, bendiga siempre esta tierra y el pueblo croata, y conceda paz y prosperidad a cada familia. La Virgen María vele sobre el histórico camino de vuestra patria y sobre el de toda Europa, y os acompañe también mi Bendición Apostólica, que os dejo con gran afecto.




A SU EXCELENCIA NARCISO NTUGU ABESO OYANA,


NUEVO EMBAJADOR DE GUINEA ECUATORIAL


ANTE LA SANTA SEDE


Sala Clementina

Jueves 9 de junio de 2011




Señor Embajador:

1. Me es grato recibir de manos de Vuestra Excelencia las Cartas que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Guinea Ecuatorial ante la Santa Sede, expresándole al mismo tiempo mi más cordial bienvenida a este solemne acto.

Agradezco el gentil saludo que me transmite de parte del Señor Presidente de la República. A la vez que correspondo gustoso a esta deferencia, suplico al Omnipotente que la Misión diplomática que Vuestra Excelencia hoy comienza fortalezca ulteriormente la trayectoria de sana independencia y respeto recíproco entre la Iglesia y el Estado en su querida Nación, con la que la Santa Sede mantiene estrechas relaciones y a la que sigue con solícita atención, de la que es signo elocuente el reciente nombramiento del nuevo Obispo de Ebebiyín.

2. Señor Embajador, como ponen de manifiesto sus corteses palabras, que me han hecho sentir más cercana a su Patria, sus connacionales albergan sentimientos entrañables hacia el Sucesor de Pedro, colmados todos ellos de una devoción sentida y fiel, fruto de la pujanza y el esmero con que la semilla evangélica fue sembrada en sus nobles tierras, para arraigar hondamente en ellas y producir una espléndida cosecha tanto en el orden espiritual como material.

3. En el perfeccionamiento de la sociedad y en el despliegue de nuevas estructuras capaces de darle una trama más flexible no faltará a los hijos e hijas de Guinea Ecuatorial la presencia animadora de la Iglesia, infundiendo la luz de la fe en Cristo, que manifiesta al hombre su auténtica vocación y le ayuda a trabajar sin desfallecer por todo aquello que lo dignifica y engrandece. Esto hace abrigar la firme esperanza de que sus compatriotas, fortalecidos por esta misma fe, no vacilarán en sus propósitos de participar activa y sabiamente en la edificación de una serena y armónica convivencia. En ese clima, la persona humana podrá realizarse plenamente de acuerdo a su altísima dignidad y derechos fundamentales y germinarán copiosamente los valores esenciales de la tutela de la vida, el cuidado de la salud, el desarrollo de la educación y la solidaridad, así como la salvaguardia del medio ambiente y la ecuánime distribución de la riqueza. Todo ello es condición indispensable para avivar un verdadero progreso social, que alcance a todos, pero en especial a los más pobres y menesterosos, y al que todos puedan contribuir con su aportación adecuada, libre y responsable.

4. En este sentido, no dudo que las Autoridades de su querido País, a las que Vuestra Excelencia representa, sabrán dar cauce e interpretar las genuinas aspiraciones de vuestros compatriotas, reflejo del propio patrimonio histórico, moral y cultural, y en cuyo desarrollo y posterior consolidación en la conciencia de las personas y en la misma sociedad ha tenido también un papel de eminente significado el constante, desinteresado e intenso quehacer de la Iglesia.

60 A este respecto, no se puede dejar de notar con viva complacencia los esfuerzos llevados a cabo para recuperar y reestructurar muchos lugares de culto, así como las iniciativas emprendidas para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos, especialmente de aquellos que tienen grandes dificultades para vivir de manera digna. Animo, pues, a todos a seguir recorriendo con entusiasmo este camino, remediando las carencias sociales, económicas y culturales existentes. Por su parte, la comunidad cristiana, en el ámbito de su propia misión, continuará con un empeño renovado y generoso poniendo a disposición del pueblo ecuatoguineano su larga y fecunda experiencia en el campo de la promoción del matrimonio y la familia, la sanidad, la formación de las nuevas generaciones y el ejercicio de la caridad y la beneficencia. No podría ser de otro modo, pues la Iglesia no ignora que todo lo que favorece la concordia y la fraternidad, la erradicación de la pobreza, el incremento de la justicia y el diálogo, así como el afianzamiento del mutuo entendimiento, abre horizontes luminosos de futuro y enaltece al ser humano, de quien jamás debe olvidarse que es imagen de Dios.

5. Señor Embajador, al pedir al Todopoderoso que la alta responsabilidad que le ha sido encomendada se vea rodeada de abundantes éxitos, le aseguro que la Curia Romana y sus diferentes oficinas siempre estarán dispuestas a ayudarle en el desempeño de la misma. Sobre Vuestra Excelencia, sus familiares y colaboradores, así como sobre todos los ecuatoguineanos, invoco fervientemente pródigas bendiciones del cielo.





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