El cordero de Isaías-Caldeón de la Barca




El cordero de Isaías

Auto sacramental alegórico

Pedro Calderón de la Barca


PERSONAS:
BEHOMUD.
EL DEMONIO.
LA PITONISA.
CANDACES.
EL DESCUIDO.
LA FE.
PUEBLO HEBREO.
PUEBLO ROMANO.
FILIPO,
BARBA.
EL CUIDADO.
Dos damas.
UN ÁNGEL.

Dentro, ruido de terremoto, y después de las primeras voces salen por una parte CANDACES Reina de Etiopia, y por otra BEHOMUD, vestido a lo indio.

UNOS ¡Qué asombro!

OTROS ¡Qué confusión!

OTROS ¡Qué sobresalto!

OTROS ¡Qué pena!

OTROS ¡Qué angustia!

TODOS ¡Cielos, piedad! LOS DOS ¡Clemencia, cielos, clemencia!

(Salen los dos.)


BEHOMUD ¿Dónde, divina Candaces, 5
vas tan velozmente ciega?

CANDACES ¿Dónde quieres, ¡oh Behomud!
que vaya, cuando no deja el pavor del terremoto
elección para la senda, 10
sino a guarecerme -si es
que contra el cielo hay defensa-, de las ruinas del poblado,
al páramo de las selvas?
Y ya que en ellas te encuentro, 15
quizá con la causa mesma, donde el jurado motín
de la intempestiva guerra de elementos, ya que no
firma paces, nos da treguas 20
para discurrir, pues eres, sobre ser la confidencia de mis imperios, humano oráculo de sus ciencias,
dime, ¿qué natural causa 25
puede ser la que a la media tarde anticipe la noche,
las cristalinas vidrieras de sus azules cortinas,
corridas de nubes negras, 30
que obligan al pueblo a que, bañado en lágrimas tiernas, música de Dios el llanto, repita en voces diversas?

(Terremoto.)

VOCES y (Cantan.)

MÚSICA ¡Misericordia, Señor! 35
¡Señor, clemencia, clemencia! BEHOMUD Si fuera natural causa,
pudiera ser que dijera que congelados vapores
ya del mar, ya de la tierra, 40
partos de sus huracanes
o embriones de sus Etnas, habían entupecido
el aire de nubes, y ellas
de terror al orbe, siendo 45
panteón de sus exequias;
mas tan sobrenatural
es, que no alcanzo a entenderla.

CANDACES Pues alcanza a discurrilla:
¿qué será que en pardas nieblas 50
de súbito parasismo
el sol sin tiempo anochezca?

(El terremoto.)


BEHOMUD No sé; que eclipsarse el sol,
sin que a el eclipse preceda
magna conjunción, en que 55
esté la luna interpuesta entre él y la tierra,
es causa que en sí sola se reserva.

CANDACES Pues ¿qué será que la luna,
ya que a él no se mire opuesta, 60
se mire en trémulas sombras
tan menguantemente envuelta
que para luciente es poca
y mucha para sangrienta?

(El terremoto.)


BEHOMUD No sé, si no es que del sol 65
el mismo crisis padezca.

CANDACES ¿Que será que de uno y otro
no se desmande una estrella que no sea exhalación
que, errante, se desvanezca, 70
o, fija, arroje de sí
o bien crinado cometa, o bien cometa caudato,
que infaustamente estremezca
pavorosa a quien la juzga 75
nunca afable y siempre adversa? BEHOMUD No sé, si no es que oprimido
vapor que el aire congela, con la vecindad del fuego
a helados soplos la encienda. 80


CANDACES ¿Qué será que ese aire mismo tan flechadas iras llueva,
que en inundados raudales no tan solo los ríos crezca,
mas que los mares rebosen, 85
haciendo que la soberbia de sus flujos y reflujos
montes y edificios sientan?

(El terremoto.)


BEHOMUD No sé, si ya no es que como
los montes por entreabiertas 90
grutas respiran, y sobre bóvedas, pozos y cuevas se fundan los edificios,
el aire, que dentro encierra
la inundación, impaciente, 95
a más no poder, revienta;
a cuyo impulso los polos caducan, el mar se encrespa, las montañas se estremecen
y los edificios tiemblan. 100
Y no me preguntes más,
que no he de dar más respuesta de que no sé qué letargo,
qué contagio, qué epidemia
ha dado al mundo, si ya 105
no es que discurra mi idea, que algún filósofo diga
del Areópago de Grecia,
que «espira su autor o espira
toda la naturaleza», 110
según toda, en fe de que son dulces lágrimas tiernas
música de Dios, a un tiempo
repite en voces diversas.

(VOCES y MÚSICA.)

(VOCES y (Cantan.)
MÚSICA) ¡Misericordia, Señor! 115
¡Señor, clemencia, clemencia!

CANDACES Pues ya que tú por vencido
te das a su inteligencia, acobardado al dudarla,
me he de atrever yo a saberla. 120

BEHOMUD Pues ¿qué discurres?

CANDACES Que el Dios de Israel, cuya suprema
deidad el Oriente adora, desde que Nicaula, Reina
de Sabá trujo su ley 125
con la augusta descendencia de Salomón, a Etiopia,
de Palestina, que es esta región, cuya tez el sol,
si no la abrasa, la tuesta; 130
y cuya gloriosa estirpe,
hasta hoy en mí se conserva; que el Dios de Israel, usando de su suma providencia,
por señales nos avisa 135
aquella línea postrera
en que de nuestros talentos habemos de darle cuenta,
con que aunque la astrología,
acondicionada ciencia 140
(en quien es de más descanso el dudarla que el saberla), melancólica discurra,
amenazando con guerras,
con hambres, con mortandades, 145
pestes, ruinas y tragedias,
yo he de creer que son piedades, para quien las aprovecha,
viendo que Dios ofendido
de la dormida pereza 150
en que vivimos, piadoso
con sus ruidos nos despierta para que nos prevengamos;
porque, ¿qué mayor fineza
que reñirnos el amago 155
antes que el golpe nos venga,
bien como el que amenazado,
ya de la arbolada flecha,
ya de la blandida asta,
se halla para la defensa 160
embrazado del escudo.
Díganlo las experiencias de tantos eclipses,
tantos terremotos y tormentas
como contra los castigos 165
se armaron de las enmiendas,
de que para ejemplo baste Nínive,
cuya sentencia
de muerte en vista, en revista
revocó la penitencia. 170
Y pues el último medio es el acudir a ella,
acudamos a dos luces
con el ruego y con la deuda.
Ya sabes que es sacro rito 175
de la gran Etiopia nuestra que la Pascua del Cordero
(que ya, como ves, se acerca)
haya de ofrecer al templo
de Jerusalén (en muestra 180
del homenaje a su ley, que trajo Sabá de aquella
visita de Salomón)
un cordero por ofrenda;
porque como nuestros templos 185
de diversos dioses eran,
fue bien que no en torpes aras culto al solo Dios se ofrezca,
y así que a Jerusalén
vaya ordenó la decencia 190
de que mejor holocausto en mejor pira se encienda,
y supuesto que este año
el asombro nos le acuerda
con más instancia, es razón 195
que al paso del favor crezca el del galardón; y así,
quiero, Behomud, que tú seas, para más celebridad
de mi afecto y de sus fiestas, 200
el que en el mayor rebaño de mis más blancas ovejas,
en quien no permitió el ampo vedija de mancha negra,
acompañado le lleves 205
de cuantas gomas sabeas, cuantos sabeos perfumes,
cuantas orientales perlas, bálsamos, mirras y aloes,
en nuestros montes y selvas, 210
destiladas de las copas
y cuajadas en sus yerbas, de lágrimas del aurora
la risa del alba engendra,
que no dudo que abrasados 215
en varas de incienso asciendan donde, ante Dios,
más el humo que la llama resplandezca.

BEHOMUD Por tanto favor tus plantas...


CANDACES Eso no; a mis brazos llega, 220
y pues a Jerusalén
vas, será justo que inquieras de sus más iluminados patrïarcas y profetas,
rabinos de Palestina 225
y filósofos de Atenas,
qué juicio de aqueste asombro divinas y humanas letras
han hecho. Y pues ves, que quedo
pendiente de la respuesta, 230
mayormente, cuando el pasmo

(Vuelve el terremoto.)
vuelve a embestir con más fuerza, prevén la partida cuanto
antes, mientras yo en tu ausencia,
acompañando a las gentes 235
que en esos montes se albergan huyendo de los poblados,
por si acaso les consuela
ver que lo que sienten siento,
repito con todas ellas. 240

ELLA y VOCES (Cantan.)
¡Misericordia, Señor!
¡Clemencia, Señor, clemencia! BEHOMUD Queda en paz, que a obedecerte
tan a toda diligencia
iré, que de mi partida 245
sea síncopa la vuelta.


CANDACES Pues sea diciendo (porque todos lo que temes teman)
que el conflito en que se halla
toda esta fábrica inmensa 250
es que ella o su autor espiran.

BEHOMUD Y añadamos, porque sea
más, al eco de sus voces el gemido de las nuestras,
diciendo con todos, cuando 255
himnos y lamentos mezclan.

LOS DOS Misericordia, Señor.

MÚSICA y VOCES Misericordia, Señor.

LOS DOS ¡Clemencia, Señor, clemencia!

MÚSICA y VOCES ¡Clemencia, Señor, clemencia! 260
LOS DOS Que espira su autor o espira.

TODOS Toda la Naturaleza. JUNTOS TODOS ¡Misericordia, Señor!
¡Clemencia, Señor, clemencia!
Que espira su autor o espira 265
toda la Naturaleza.
(Repiten la copla, y con esta repetición, sonando a un tiempo música y terremoto, se van los dos, y sale el DEMONIO, vestido de pieles.)


DEMONIO ¿«Que espira su autor o espira, toda la Naturaleza»?
Natural filosofía,
¿quién te dictó consecuencia 270
tanto para otros dudosa y tanto para mí cierta, pues yo sólo pude ver,
bien como alta inteligencia
que dando muerte la muerte 275
quedase la muerte muerta? Mas ¿quién podría, ¡ay de mí! dictártela que no fuera
la humana sabiduría
ilustrada de la eterna? 280
Mas no por eso, Dionisio, tu ingenio te desvanezca,
que el Centurión también dijo
«verdaderamente era Hijo de Dios este hombre». 285
Y no es lo que me atormenta que en distantes partes,
dos en un concepto convengan, siendo en ellos conjetura
lo que ya en mí es evidencia, 290
sino que de su concepto
tanto se explayen las nuevas,
que no habrá donde la Fama,
que insensiblemente vuela,
no las publique, ocupando 295
los ámbitos de la tierra,
toda bronces, toda plumas,
toda alas y toda lenguas;
bien que de todos ninguno
tanto mi temor aumenta 300
como esta india del Oriente,
por la veleidad que en ella hay de mudar religiones.
Dígalo de la primera
Ley Natural recibida 305
la Idolatría; y si ahora llega a saber que Nueva Ley
de Gracia fundada deja
el Ignoto Dios...; mas esto
dirá mejor la experiencia, 310
a cuyo efecto, buscando
el disfraz que más convenga para el asumpto que hoy
es de mis rencores tema,
invocaré mi segunda 315
causa que los favorezca.
¡Oh tú, sabia Pitonisa, que del Nilo en la ribera, sirena, llorando hechizas,
cantando hechizas, sirena, 320
siendo al pobre peregrino que errado pisa su arena
o errado su golfo sulca,
ya a su rumbo o ya a su huella,
pirata a un tiempo y bandida 325
de sentidos y potencias, atiende a mi voz!

(Sale PITONISA.)

(PITONISA) ¿Quién eres,
¡oh tú!, que con tal violencia, al oírte como humano
y al mirarte como fiera, 330
más que me atraes con la voz con el aspecto me ausentas?
¿Quién eres, pues, y qué quieres?


DEMONIO Yo soy, Pitonisa bella,
aquél espíritu noble 335
que perdió por su soberbia gracia, patria y hermosura; bien que no perdió la ciencia cuya plenitud, ninguno
sabe mejor que tú mesma. 340

PITONISA ¿Yo mesma?

DEMONIO Sí, que no hay criatura que más me deba que tú
en cuantos simulacros adoras y reverencias.
Cuantas respuestas en oro 345
te da Beel, cuantas respuestas en plata Mohab,
en bronce Moloc, Astarot en piedra,
en cobre Behemot, en hierro
Dagón, Bahalín en madera, 350
sin otros caseros dioses en estaño, barro y cera;
todas son inspiraciones
que a tu invocación revelan
sobre los pasados hechos 355
las futuras contingencias que te hacen ídolo humano
pues te dan el culto dellas,
por ser tú quien las pronuncia,
siendo yo quien las alienta. 360
Mira si sabiendo ya
quién soy, habrá otro que sepa más que tú misma de mí;
y mira, siendo yo en esta
ocasión el que te invoca, 365
si debes estarme atenta. Ya sabes (pero no importa
que lo diga, que hay materias que no es sobra el repetirlas
y hace falta el no entenderlas), 370
ya sabes como Sabá
trujo con la descendencia de Salomón a Etiopia
la Escrita Ley, y que della,
en virtud de su observancia, 375
y en feudo de su obediencia de Jerusalén al templo
fuese un cordero la ofrenda. Este común terremoto,
que tanto al mundo amedrenta, 380
ha despertado en Candaces
(que legítima heredera de Salomón y Sabá
hoy en el oriente reina)
tal fervor, que en hacimiento 385
de gracias, de que no venga el golpe tras el amago,
dispone que Behomud sea, su valido, el que le lleve
y el que en su nombre le ofrezca. 390
Esto de ser un cordero
la oblación, siempre que a verla llego inmolada, es en mí
de la accesión de mis penas
el crecimiento, si es 395
que puede ser que en mí crezcan, trayéndome a la memoria
que la víctima primera
que a Dios se dio en sacrificio,
fue sobre cruzada leña 400
de verdes troncos de Abel el cordero,
cuya hoguera ardió sin fuego hasta que bajó del cielo a encenderla.
Leña y cordero inmolado 405
fue tan revesado emblema para mí, como lo fue
que una virginal pureza
conciba virgen, que virgen
para, y virgen permanezca; 410
misterio que hasta hoy no sé qué velos,
sombras o nieblas se me pusieron delante
a que de vista la pierda;
y así, dejándole, a esotro 415
(como a extensión suya) vuelva:
leña y cordero inmolado fue tan revesado emblema para mí,
que discurriendo de la Escritura la letra, 420
por si algo rastreaba, no hallo ápice que no contenga
ser un rebaño de Dios todo el resto de su Iglesia.
Y más, si juntando extremos, 425
al espirar el que deja nueva ley establecida,
hallo que en cordero empieza una, otra en cordero acaba,
pues al dudar si era o no era 430
el verdadero Mesías, Juan (su último profeta) con el dedo le señala,
diciendo para más señas:
«este es el Cordero, que 435
de todo el mundo en la esfera viene a quitar los pecados».
De paso ahora considera
si vestir la piel del lobo
es bastante consecuencia 440
que explique la antipatía
que el lobo al cordero tenga,
y si es fuerza que mis iras añadan a la primera
ojeriza del cordero 445
que hoy su sacrificio sea ocasión que gentilismo
y hebraísmo tienen puesta a Jerusalén en bandos,
fundada la competencia 450
de si en la sentencia vino o no vino en la sentencia,
uno por no haber cumplido las hebdómadas la cuenta,
y otro porque fue temor 455
de que los romanos vengan. Con que si llega Behomud
y halla en esta controversia que donde una ley acaba
es donde otra ley empieza, 460
y acude a la profecía
de David, donde lamenta que ya al pueblo de Israel Dios no envía sus profetas
porque ya no quiere que 465
sean víctimas cruentas
de carne y sangre de reses
las que en sus aras se ofrezcan,
es fuerza que entre los dos
el sacrificio suspenda, 470
acudiendo a consultar a Candaces;
y si ella, al examinarlas, halla
en la clara estirpe regia
de su gran genealogía 475
que de David hijo era el crucificado hombre,
en cuyas honras funestas arrastraron luengos lutos
cielo, sol, luna y estrellas, 480
¿quién duda (y más con el nombre de Gracia) admita la nueva
ley, haciendo de su muerte hereditaria la ofensa?
Y así, remitiendo el daño 485
a la floja providencia
del tiempo, en que estas noticias, como otras, se desvanezcan,
embarazar el camino
a Behomud la diligencia 490
más forzosa es, pues con esto,
retardándola las nuevas, cuando lleguen,
llegarán más varias y menos ciertas.
Esta provincia de Gaza, 495
cuyas elevadas peñas, templos de la idolatría,
en los términos se asientan de Etiopia y Palestina,
son la más precisa senda 500
de su viaje; y si tú
(que hay delitos que no llega a cometer el Demonio,
sin que con él los cometa
el humano ser), si tú, 505
(vuelvo a decir) con la fuerza de los dos dulces encantos
de tu voz y tu belleza
le embarazas el camino,
yo, como tú le diviertas, 510
perdido en los laberintos de su intrincada maleza
podré con la piel del lobo,
a tu sombra y mi cautela,
amparado de la noche, 515
siempre a mis hurtos expuesta,
irle robando el rebaño
en que por más culto lleva acompañado el cordero,
hasta que su candor sea 520
ensangrentado destrozo
de mis garras y mis presas.
Para esto te invoco,
y pues Israel tu nombre afrenta
con el de supersticiosa, 525
de mágica y hechicera,
buena ocasión se te ofrece:
véngate de sus ofensas,
veamos si este sacrificio,
por ahora impedido, cesa 530
en su intermedio y nos da
ya en dogmáticos problemas,
ya en apóstatas cuestiones,
medios contra la fineza,
que en la Pascua del Cordero 535
y en la noche de la Cena,
(del Levítico pasando
las cruentas hostias della,
a una pacífica hostia
de pan y vino incruenta) 540
Cristo dejó instituida, negándola la asistencia
de que en pan y vino el hombre, gusano de polvo y tierra,
caribe de Dios le coma, 545
caribe de Dios le beba, recibiendo en vino y pan
su carne y su sangre mesma.


PITONISA No solo atenta, Lucero,
pero absorta, más que atenta, 550
te he escuchado, de tu saña tan cómplice, que resuelta, porque las voces no ajen méritos a la obediencia,
la respuesta que he de darte 555
será no darte respuesta;
y más a tiempo que está
tan próxima la experiencia, que de esquilas y balidos
se escuchan los ecos cerca. 560

(Dentro esquilas y VOCES de pastores, BEHOMUD, CUIDADO, y el DESCUIDO.)

CUIDADO Echa por aquí, Descuido. DESCUIDO Cuidado, ¿qué me atormentas
siempre de prisa?

CUIDADO ¿Qué mucho, si siempre estás tú de flema?

(Las esquilas, y VOCES.)


PITONISA Y aun se ven, pues ya de aquel 565
ribazo mirar se deja un occeano de nieve,
que como que se despeña, porque el sol no le derrita,
viene venciendo la cuesta. 570

(Dentro VOCES, y ruido.)
VOCES Por aquí una gran maraña de inútiles hojas secas, hipócritas de un pantano, que en el paso se atraviesa,
embarazando el camino, 575
impide que pasar pueda sin peligro la carroza.


BEHOMUD (Dentro.)
No hay peligro que no venza la fe, a cuyo cargo va
la peregrinación nuestra; 580
y así, atropellando este, pasarle a pie será fuerza.


DEMONIO También por estotra parte, a pesar de incultas breñas,
vienen tropas de a caballo 585
y una carroza tras ellas, en cuyos dorados vidrios la luz del sol reverbera. Cuando no supiera yo
quién es el que viene en ella, 590
su grandeza lo diría. PITONISA Aún no es su mayor grandeza
el fausto y el aparato. DEMONIO ¿De qué has quedado suspensa?

PITONISA De ver que un blanco cordero, 595
si bien percibo las señas, que de sangrientos claveles trae coronada la testa,
y guarnecida la piel
también de rosas sangrientas, 600
es el manso a quien siguiendo vienen las demás ovejas
de todo el rebaño.


DEMONIO Ese es el que elegido llevan al sacrificio.

PITONISA Pues ¿cómo 605
le eligen, para que muera, siendo ese cordero el manso?


DEMONIO No ahora en eso te detengas, que manso y a sacrificio,
no sé que dude o qué entienda. 610
Y puesto que ya la noche su negro manto despliega y que es preciso que haga toda esta gente alto en esa
verde estancia, donde el cielo, 615
por no haber poblado cerca para apastar el ganado,
les da de balde la yerba, vamos a empezar nosotros
nuestras sañudas propuestas. 620

PITONISA Dices bien. ¡A tus astucias
Lucero!

DEMONIO Tú, a tus cautelas, Pitonisa, que si haces
que él en el monte se pierda,
desvanecido tal vez 625
con gozos, tal con tristezas, yo, en tanto que los pastores de estacadas redes cercan los rediles, miraré
por dónde podré romperlas. 630

PITONISA Ya llegan; a retirarnos
porque más seguros duerman de que hay fieras en el monte si ven las pieles de fieras.

DEMONIO Dices bien, y así, cuando ellos 635
dicen...

UNOS ¡Al valle, a la selva! DEMONIO Digan también nuestros ecos...

(OTROS y los dos dicen juntos.)

(LOS DOS y OTROS) ¡A la cumbre, a la aspereza! OTROS ¡A la cumbre, a la aspereza!

UNOS Donde descanse el ganado. 640

OTROS Donde descanse el ganado. LOS DOS Donde el ganado perezca. OTROS Donde el ganado perezca. UNOS Al llano, a la cumbre, al valle.

OTROS A la espesura, a la selva. 645

UNOS Donde descanse el ganado. OTROS Donde el ganado perezca. CUIDADO (Dentro.)
Echa por aquí, Descuido.


DESCUIDO (Dentro.)
Cuidado, ¿qué me atormentas, siempre de prisa?

CUIDADO (Dentro.)
¿Qué mucho, 650
si siempre estás tú de flema?

(Con esta repetición, salen BEHOMUD, el CUIDADO y el DESCUIDO, y PASTORES.)


BEHOMUD ¡Oh gran Dios de Israel! Tu fe,
¿qué riesgo habrá que no venza? Y ya que a la montaña
lo escabroso rompimos, 655
de cuyo ceño a descansar salimos en el florido abril desta campaña,
antes que a mí me dispongáis cabaña
que me albergue, pues fuerza es que paremos,
donde al cansancio alguna tregua demos, 660
cuidad de que el ganado no se esparza y divida,
que es bien que la manada recogida
se halle al amanecer, porque salgamos
presto de sitio donde bien no estamos, 665
que aunque es tierra baldía, basta ser tierra de la Idolatría
para no ser mansión; y así, Cuidado, pues eres de quien más siempre he fiado,
a disponer ir puedes 670
el nudado recinto de las redes, que junta nos la tenga
para marchar luego que el alba venga. CUIDADO Bien de las ansias mías
la paz, señor, de tu descanso fías. 675

BEHOMUD Id todos, id con él para ayudalle.
TODOS No hay ninguno, que prompto no se halle a conseguir tu agrado.

BEHOMUD Ya le lleváis, pues vais con mi Cuidado.

DESCUIDO Ahora bien: aunque yo nunca le espero, 680
esta vez al Cuidado seguir quiero. BEHOMUD ¿Dónde vas tú?

DESCUIDO También a obedecerte.


BEHOMUD No hay para qué, bien puedes detenerte, que quiero que conmigo
te quedes tú.

(Vanse los PASTORES.)


DESCUIDO ¿Yo?


BEHOMUD Sí, por si consigo 685
ver, habiendo fiado
la quietud de mi espíritu al Cuidado, de quien seguro quedo
si contigo, Descuido, pagar puedo
un solo instante breve 690
la natural pensión que al sueño debe este caduco ser, sin que por eso
tema que la objección culpe mi exceso;
que si el Cuidado está de centinela,
aunque duerma el Descuido, duerme en vela, 695
pues de sentidos falto
aun la misma quietud le es sobresalto. DESCUIDO Yo no entiendo esa historia;
solo sé que soy flaco de memoria,
y que en cuanto al dormir, lo más que he hallado, 700
Señor, entre el Descuido y el Cuidado, es, que grande y pequeño,
iguales son lo que les dura el sueño. BEHOMUD Pues seamos iguales,
o bien soñemos bienes o bien males. 705
Este pendiente risco del soberbio obelisco de toda la montaña,
esta noche mi tienda de campaña
habrá de ser, y el catre de su lecho 710
esta peña.


DESCUIDO ¿De más honra y provecho no será un almohadón de la carroza, que atascada entre el légamo y la broza del pantano quedó, mientras la gente
no acaba de sacarla?

BEHOMUD Cuerdamente 715
has prevenido; ve por él volando. DESCUIDO El Descuido no vuela; pero andando,
«almohadón, almohadón» iré diciendo que así no errar a lo que voy pretendo.
Almohadón; mas ¿para qué es la gana 720
de estudiar hoy lo que he de errar mañana?
(Vase.)

BEHOMUD Ya que solo he quedado,
arbitrio del Descuido y del Cuidado, dadme, Señor, licencia
a consultar con vos la insuficiencia 725
de una duda, que en este sacrificio a que voy enviado
me desvela, que aunque es tan sumo grado ir en vuestro servicio,
no sé qué alto misterio, qué alto juicio, 730
que ni alcanzo ni infiero,
contenga ser la víctima un cordero, animal tan pacífico y mansueto,
que al silbo del pastor viene llamado,
que al mal pulido tronco del cayado 735
tan obediente nace y tan sujeto, que ni un balido el natural afeto del esquilmo le debe a la tonsura,
con sencillez tan cándida y tan pura,
que no le ponga de una y otra ofensa 740
en fuga el miedo, el ánimo en defensa. Sin duda, que en sí encierra
o luz o viso, o símbolo o figura,
que hasta hoy el cielo reservó a la tierra;
y pues un indio en discurrir no yerra 745
que hay escondido enigma reservado en ir a vuestro altar sacrificado,
¿cuándo, Señor, sabrá lo que predice?

PITONISA (Dentro cantando en tono triste, con cadencias del llanto.)
¡Ay mísera de mí! ¡Ay infelice!



BEHOMUD Mas ¿qué triste lamento 750
es el que esparce en lástimas el viento?

PITONISA El que fingiendo el llanto de la hiena,
tu discurrir le ha hecho verdad la pena;
y así, por ti y por sí dos veces dice.
(Canta.)
¡Ay mísera de mí! ¡Ay infelice! 755
¡Ay mísera de mí! ¡Ay infelice!

BEHOMUD A esta parte parece
que se formó el gemido;
la voz es de mujer, vuelva el oído
a atender, por si el eco a ser se ofrece 760
norte boreal que me encamine a ella,
pues es fuerza buscalla y socorrella,
que a mi valor desdice
mujer y desamparo.

PITONISA (En estilo recitativo, llorando.)
¡Ay infelice
de la que a fuerza del fatal destino, 765
de la noche asaltada,
de fieras en un monte amenazada,
se halla sin luz, sin senda y sin camino! BEHOMUD No soy quien soy si no me determino
a ir en socorro suyo.
(Vase.)


PITONISA (Representa.)
Hacia aquí viene; 770
porque se empeñe más,
no me conviene que me vea,
y así, por otra parte,
valiéndome a contrario de otro arte,
al llanto de la hiena
sucederá la voz de la sirena. 775

BEHOMUD (Dentro.)
Triste gemido, ya intrincadas ramas rompo por ti;
la lástima que incluyes vuelva a inspirar el ánimo que influyes.
Y si me huyes, ¿para qué me llamas?
O si me llamas, ¿para qué me huyes? 780
Vuelve al suspiro en que tu queja arguyes;
llévame tú a reparar tu daño.

PITONISA (Canta en tono alto y alegre dentro, al otro lado.)
¡Hola, hau! ¡Ah del rebaño!

BEHOMUD (Dentro a otra parte.)
Pero ¿qué es lo que escucho?
Si mucho era el pavor, el gozo es mucho, 785
pues otra voz más dulce y más sonora alegre canta lo que aquella llora;
vuelva a escuchar, por si es que yo me engaño.

PITONISA (Cantado.)
¡Hola, hau! ¡Ah del rebaño!
Peregrino mayoral 790
de ese cándido redil,
por quien lidian nieve y flor sobre si es ampo o jazmín,
ya que del ardiente agosto del etíope país 795
a las campañas de Gaza nievas, buscando el abril,
ven a mi voz, que siguiéndome a mí, lo feliz trocarás por lo infeliz.

(Sale BEHOMUD.)


BEHOMUD Mi espíritu este acento tras sí lleva, 800
que si la una enternece, la otra eleva. Tras ella iré; mas ¿qué dirá la Fama, yendo a quien su descanso a gozar llama, y no a quien llama a reparar su daño?
Y así, tras esta...

(Canta PITONISA.)


PITONISA ¡Hola, hau! ¡Ah del rebaño! 805
No a esotro confín te vuelvas, antes que de mi confín
tan heroico huésped vaya agasajado de mí.
Ven, pues, ven donde descanses 810
en el ameno pensil
de mi alcázar, ya que el hado te trueca un monte a un jardín;
en él sabrás que soy quien,
compadecida de ti 815
y obligada de que vayas a tan religioso fin,
te llama; sigue mi voz y no cuides de seguir
lástimas, a donde tienes 820
delicias en que elegir.
Ven, pues, ven, que siguiéndome a mí, lo feliz trocarás por lo infeliz.

BEHOMUD Bien me aconsejas; seguiré tu canto;
no siempre queda ventajoso el llanto. 825
(Vase.)


PITONISA (Representa PITONISA.)
Hacia aquí vuelve; pero aquí tampoco me ha de ver;
desvelado, absorto y loco lo he de traer, hasta que con mi engaño,
perdiéndose él, se pierda en busca suya
toda su gente, y sin pastores huya 830
destrozado del lobo su rebaño.
(Vase.)

BEHOMUD (Dentro.)
Nuevo prodigio extraño
¿hacia qué parte estás? ¿No me respondes?
¿Por qué en segundo laberinto ofuscas
mi vida? ¿A qué te escondes, si me buscas? 835
¿O para qué me buscas, si te escondes?
Mal con ambos afectos correspondes,
que favor y crueldad frase es que dice contradición, y...

PITONISA (A otra parte.)
¡Ay mísera, infelice!

(Sale BEHOMUD.)


BEHOMUD Perdido he vuelto a dar donde primero. 840

PITONISA ¡Oh tú!, quienquiera que eres pasajero, que a ampararme venías,
si opresa yo de las desdichas mías suspendí el boreal norte de mi acento,
que por entonces me embargó el aliento 845
¿por qué tras otra voz tu honor me deja?
¿Vale más un halago que una queja? Vuelve, vuelve a mi llanto,
que de zarzas y troncos el quebranto
en quien rendida quedo 850
es tal, que dél salir por mí no puedo.


BEHOMUD ¿Qué duda el valor mío?
Del natural afecto acuda el brío, más que al deleite, al daño.

PITONISA (A un lado.)
(Canta.)
¡Hola, hau! ¡Ah del rebaño! 855
No tan presto desconfíes
¡oh tú, mayoral gentil! de que de ti lastimada no me deje ver de ti,
que quiero que la fineza 860
crezca sin dueño; y así, pues soy la que de tu fe movida intenta que aquí le pagues el hospedaje
solo en dejarte servir, 865
ven, pues, ven, que siguiéndome a mí lo feliz trocarás por lo infeliz.

BEHOMUD ¿Quién deja de averiguar desta fe el piadoso fin?

PITONISA (A otro lado.)
¡Ay mísera de mí! 870

BEHOMUD ¿Ni quién, oyendo esta queja, a ella deja de acudir?


PITONISA (A un lado.)
Siguiéndome a mí,
lo feliz trocarás por lo infeliz.
(A otro lado.)
No siguiéndome a mí, 875
será trocar lo noble por lo vil. BEHOMUD ¿Qué acero entre dos imanes
tirado, por acudir
a entrambos, no va a ninguno, como yo, oyendo...

CUIDADO (Dentro.)
Venid, 880
venid a mi voz, pastores, que un fiero monstruo...

BEHOMUD ¿Qué oí? CUIDADO (Dentro.)
...buscando a quien devorar, anda rondando el redil.

BEHOMUD Esta es la voz del Cuidado, 885
ya aquí no hay que discurrir, que donde el Cuidado llama es donde debo acudir
antes que todo.

PITONISA Eso fuera
si te dejara salir 890
monte y noche antes que logre el Lucero destruir
todo el rebaño. CUIDADO (Dentro.)
Soltad los perros y desceñid las hondas.

VOCES ¡Al risco, al valle! 895

CUIDADO Ven, Behomud, ven a asistir donde con tu vista alienten tus pastores.


BEHOMUD ¡Ay de mí!, que la noche y lo fragoso
del monte oponen al ir 900
en cada rama un tropiezo y un lazo en cada raíz. Inmenso Dios de Jehová, siendo acto de tu fe el fin
de mi peregrinación, 905
¿no habrá quien me ampare?

(Música, y ÁNGEL sale.)

ÁNGEL Sí.

PITONISA ¿Quién? ¿Cuándo? Yo... mas ¿qué es esto?
¡Vista y aliento perdí!
¿Qué nueva luz, dioses, es,
la que abrasándome allí 910
aquí me pasma, trocando el pronunciar en gemir?

BEHOMUD ¿Qué divina luz es, cielos, la que alumbrándome aquí allí me ilumina?

ÁNGEL No 915
lo examines, que eso...

BEHOMUD Di.

ÁNGEL El acto de fe a que vas es el que lo ha de decir;
baste saber ahora que es
la que a una fiera hizo huir 920
y enmudecer a otra fiera aun no de menos cerviz,
y la que, ya asegurados tus pastores, que sin ti
amedrentados huían, 925
trae en tu busca, y, en fin, la que te viene a guiar para que desta gentil, bárbara, idólatra tierra,
seguro salgas; y así, 930
dejando a su esfinge, y siguiéndome a mí,
lo infeliz trocarás por lo feliz.

BEHOMUD A tanto asombro responda,
no el hablar, sino el sentir. 935
(Salen todos los PASTORES, y el CUIDADO por una parte, y por otra el DESCUIDO, con un alero del coche.)

CUIDADO Gracias a Dios que te hallamos.

TODOS A todos nos da una y mil
veces tu mano a besar.

DESCUIDO Y más que a todos, a mí,
que te traigo en que descanses. 940

BEHOMUD ¿Pues qué es lo que traes ahí?

DESCUIDO De la carroza un alero. BEHOMUD ¿Qué dices?


DESCUIDO Que como fui con prisa a servirte, en medio
del camino me dormí; 945
desperté, y no me acordando de lo que iba a prevenir,
sino solo que empezaba su nombre en al, discurrí
si sería alfombra, alnafe, 950
almoguer o almojarif,
o otros de los empezados en al; con que cuando vi carroza y alero, dije:
a ti te busco, y así, 955
traigo el susodicho alero en que te eches a dormir.

CUIDADO Calla, que este tiempo es más de atender que de reír.

BEHOMUD Bien le reprendes, Cuidado, 960
pues solo es tiempo de ir tras aquella luz, que lleva vida y sentidos tras sí.

TODOS Todos su norte sigamos.

ÁNGEL Pues venid todos, venid, 965
que como una vez salgáis de este idólatra confín,
(Cantado.)
dejando a su esfinge;
y siguiéndome a mí,
lo infeliz trocaréis por lo feliz. 970
(Yéndose.)
Venid, venid.

TODOS (Cantando.)
Pues dejando su esfinge, y siguiéndote a ti,
lo infeliz trocaremos a feliz.

(Vanse, y queda PITONISA.)


PITONISA ¡Oh, nunca fingido hubiera
la incauta voz que fingí, 975
pues, víbora, con mi misma ponzoña, yo misma a mí
me he dado la muerte!

(Sale el DEMONIO.)

DEMONIO Y nunca hubiera sido mi ardid
de basilisco, que vuelve 980
su veneno contra sí.
¿Quién va?

PITONISA ¿Quién es?

DEMONIO No lo sé.

PITONISA Ni yo.

DEMONIO ¿Pitonisa? PITONISA Sí.
¿Lucero? DEMONIO Sí.


PITONISA ¿Dónde vas?

DEMONIO Si morir puedo, a morir 985
a manos de mi rencor, mi rabia, o mi frenesí.

PITONISA ¿Qué te ha sucedido?


El cordero de Isaías-Caldeón de la Barca