Catechesi tradendae ES 20

Finalidad específica de la catequesis

20 La finalidad específica de la catequesis no consiste únicamente en desarrollar, con la ayuda de Dios, una fe aún inicial, en promover en plenitud y alimentar diariamente la vida cristiana de los fieles de todas las edades. Se trata en efecto de hacer crecer, a nivel de conocimiento y de vida, el germen de la fe sembrado por el Espíritu Santo con el primer anuncio y transmitido eficazmente a través del bautismo.

La catequesis tiende pues a desarrollar la inteligencia del misterio de Cristo a la luz de la Palabra, para que el hombre entero sea impregnado por ella. Transformado por la acción de la gracia en nueva criatura, el cristiano se pone así a seguir a Cristo y, en la Iglesia, aprende siempre a pensar mejor como Él, a juzgar como Él, a actuar de acuerdo con sus mandamientos, a esperar como Él nos invita a ello.

Más concretamente, la finalidad de la catequesis, en el conjunto de la evangelización, es la de ser un período de enseñanza y de madurez, es decir, el tiempo en que el cristiano, habiendo aceptado por la fe la persona de Jesucristo como el solo Señor y habiéndole prestado una adhesión global con la sincera conversión del corazón, se esfuerza por conocer mejor a ese Jesús en cuyas manos se ha puesto: conocer su "misterio", el Reino de Dios que anuncia, las exigencias y las promesas contenidas en su mensaje evangélico, los senderos que Él ha trazado a quien quiera seguirle.

Si es verdad que ser cristiano significa decir "sí" a Jesucristo, recordemos que este "sí" tiene dos niveles: consiste en entregarse a la Palabra de Dios y apoyarse en ella, pero significa también, en segunda instancia, esforzarse por conocer cada vez mejor el sentido profundo de esa Palabra.



Necesidad de una catequesis sistemática

21 En su discurso de clausura de la IV Asamblea general del Sínodo, el Papa Pablo VI se felicitaba al "advertir que todos han señalado la gran necesidad de una catequesis orgánica y bien ordenada, ya que esa reflexión vital sobre el misterio mismo de Cristo es lo que principalmente distingue a la Catequesis de todas las demás formas de presentar la Palabra de Dios". (50)

Frente a las dificultades prácticas, hay que subrayar algunas características de esta enseñanza:

- debe ser una enseñanza sistemática, no improvisada, siguiendo un programa que le permita llegar a un fin preciso;

- una enseñanza elemental que no pretenda abordar todas las cuestiones disputadas ni transformarse en investigación teológica o en exégesis científica;

- una enseñanza, no obstante, bastante completa, que no se detenga en el primer anuncio del misterio cristiano, cual lo tenemos en el kerigma;

- una iniciación cristiana integral, abierta a todas las esferas de la vida cristiana.

Sin olvidar la importancia de múltiples ocasiones de catequesis, relacionadas con la vida personal, familiar, social y eclesial, que es necesario aprovechar y sobre las que os remito al capítulo VI, insisto en la necesidad de una enseñanza cristiana orgánica y sistemática, dado que desde distintos sitios se intenta minimizar su importancia.



Catequesis y experiencia vital

22 Es inútil insistir en la ortopraxis en detrimento de la ortodoxia: el cristianismo es inseparablemente la una y la otra. Unas convicciones firmes y reflexivas llevan a una acción valiente y segura; el esfuerzo por educar a los fieles a vivir hoy como discípulos de Cristo reclama y facilita el descubrimiento más profundo del Misterio de Cristo en la historia de la salvación.

Es asimismo inútil querer abandonar el estudio serio y sistemático del mensaje de Cristo, en nombre de una atención metodológica a la experiencia vital. "Nadie puede llegar a la verdad íntegra solamente desde una simple experiencia privada, es decir, sin una conveniente exposición del mensaje de Cristo, que es el "Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14, 6)". (51)

No hay que oponer igualmente una catequesis que arranque de la vida a una catequesis tradicional, doctrinal y sistemática. (52) La auténtica catequesis es siempre una iniciación ordenada y sistemática a la Revelación que Dios mismo ha hecho al hombre, en Jesucristo, revelación conservada en la memoria profunda de la Iglesia y en las Sagradas Escrituras y comunicada constantemente, mediante una "traditio" viva y activa, de generación en generación. Pero esta revelación no está aislada de la vida ni yuxtapuesta artificialmente a ella. Se refiere al sentido último de la existencia y la ilumina, ya para inspirarla, ya para juzgarla, a la luz del Evangelio.

Por eso podemos aplicar a los catequistas lo que el Concilio Vaticano II ha dicho especialmente de los sacerdotes: educadores del hombre y de la vida del hombre en la fe. (53)

(50) Discurso de clausura del Sínodo (29 octubre 1977): AAS 69 (1977), p 634.
(51) Ibid.
(52) Directorium Catechisticum Generale, nn. 40 y 46: AAS 64 (1972), pp. 121 y 124s.
(53)
PO 6: AAS 58 (1966), p. 999.


Catequesis y sacramentos

23 La catequesis está intrínsecamente unida a toda la acción litúrgica y sacramental, porque es en los sacramentos y sobre todo en la eucaristía donde Jesucristo actúa en plenitud para la transformación de los hombres.

En la Iglesia primitiva, catecumenado e iniciación a los sacramentos del bautismo y de la eucaristía, se identificaban. Aunque en este campo haya cambiado la práctica de la Iglesia, en los antiguos países cristianos, el catecumenado jamás ha sido abolido; conoce allí una renovación (54) y se practica abundantemente en las jóvenes Iglesias misioneras. De todos modos, la catequesis está siempre en relación con los sacramentos. Por una parte, una forma eminente de catequesis es la que prepara a los sacramentos, y toda catequesis conduce necesariamente a los sacramentos de la fe. Por otra parte, la práctica auténtica de los sacramentos tiene forzosamente un aspecto catequético. En otras palabras, la vida sacramental se empobrece y se convierte muy pronto en ritualismo vacío, si no se funda en un conocimiento serio del significado de los sacramentos y la catequesis se intelectualiza, si no cobra vida en la práctica sacramental.

(54) Cf. Ordo initiationis christianae adultorum.



Catequesis y comunidad eclesial

24 La catequesis, finalmente, tiene una íntima unión con la acción responsable de la Iglesia y de los cristianos en el mundo. Todo el que se ha adherido a Jesucristo por la fe y se esfuerza por consolidar esta fe mediante la catequesis, tiene necesidad de vivirla en comunión con aquellos que han dado el mismo paso. La catequesis corre el riesgo de esterilizarse, si una comunidad de fe y de vida cristiana no acoge al catecúmeno en cierta fase de su catequesis. Por eso la comunidad eclesial, a todos los niveles, es doblemente responsable respecto a la catequesis: tiene la responsabilidad de atender a la formación de sus miembros, pero también la responsabilidad de acogerlos en un ambiente donde puedan vivir, con la mayor plenitud posible, lo que han aprendido.

La catequesis está abierta igualmente al dinamismo misionero. Si hace bien, los cristianos tendrán interés en dar testimonio de su fe, de transmitirla a sus hijos, de hacerla conocer a otros, de servir de todos modos a la comunidad humana.



Necesidad de la catequesis en sentido amplio para la madurez y fuerza de la fe

25 Así pues, gracias a la catequesis, el kerygma evangélico —primer anuncio lleno de ardor que un día transformó al hombre y lo llevó a la decisión de entregarse a Jesucristo por la fe— se profundiza poco a poco, se desarrolla en sus corolarios implícitos, explicado mediante un discurso que va dirigido también a la razón, orientado hacia la práctica cristiana en la Iglesia y en el mundo. Todo esto no es menos evangélico que el kerygma, por más que digan algunos que la catequesis vendría forzosamente a racionalizar, aridecer y finalmente matar lo que de más vivo, espontáneo y vibrante hay en el kerygma. Las verdades que se profundizan en la catequesis son las mismas que hicieron mella en el corazón del hombre al escucharlas por primera vez. El hecho de conocerlas mejor, lejos de embotarlas o agostarlas, debe hacerlas aún más estimulantes y decisivas para la vida.

En la concepción que se acaba de exponer, la catequesis se ajusta al punto de vista totalmente pastoral desde el cual ha querido considerarla el Sínodo. Este sentido amplio de la catequesis no contradice, sino que incluye, desbordándolo, el sentido estricto al que por lo común se atienen las exposiciones didácticas: la simple enseñanza de las fórmulas que expresan la fe.

En definitiva, la catequesis es tan necesaria para la madurez de la fe de los cristianos como para su testimonio en el mundo: ella quiere conducir a los cristianos "en la unidad de la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios y a formar al hombre perfecto, maduro, que realice la plenitud de Cristo"; (55) también quiere que estén dispuestos a dar razón de su esperanza a todos los que les pidan una explicación. (56)

(55)
Ep 4,13.
(56) Cf. 1P 3,15.


CAPÍTULO IV: TODA LA BUENA NUEVA BROTA DE LA FUENTE


El contenido del Mensaje

26 Siendo la catequesis un momento o un aspecto de la evangelización, su contenido no puede ser otro que el de toda la evangelización: el mismo mensaje —Buena Nueva de salvación— oído una y mil veces y aceptado de corazón, se profundiza incesantemente en la catequesis mediante la reflexión y el estudio sistemático; mediante una toma de conciencia, que cada vez compromete más, de sus repercusiones en la vida personal de cada uno; mediante su inserción en el conjunto orgánico y armonioso que es la existencia cristiana en la sociedad y en el mundo.


La fuente

27 La catequesis extraerá siempre su contenido de la fuente viva de la Palabra de Dios, transmitida mediante la Tradición y la Escritura, dado que "la Tradición y la Escritura constituyen el depósito sagrado de la Palabra de Dios, confiado a la Iglesia", como ha recordado el Concilio Vaticano II al desear que "el ministerio de la palabra, que incluye la predicación pastoral, la catequesis, toda la instrucción cristiana… reciba de la palabra de la Escritura alimento saludable y por ella dé frutos de santidad". (57)

Hablar de la Tradición y de la Escritura como fuentes de la catequesis es subrayar que ésta ha de estar totalmente impregnada por el pensamiento, el espíritu y actitudes bíblicas y evangélicas a través de un contacto asiduo con los textos mismos; es también recordar que la catequesis será tanto más rica y eficaz cuanto más lea los textos con la inteligencia y el corazón de la Iglesia y cuanto más se inspire en la reflexión y en la vida dos veces milenaria de la Iglesia.

La enseñanza, la liturgia y la vida de la Iglesia surgen de esta fuente y conducen a ella, bajo la dirección de los Pastores y concretamente del Magisterio doctrinal que el Señor les ha confiado.

(57)
DV 10 DV 24: AAS 58 (1966), pp. 822 y 828 s.; cf. también S. Congregación para el Clero, Directorium Catechisticum Generale, n. 45 (AAS 64 [1972], p. 124), que sitúa bien las fuentes principales o complementarias de la catequesis.


El Credo: expresión doctrinal privilegiada

28 Una expresión privilegiada de la herencia viva que ellos han recibido en custodia, se encuentra en el Credo o, más concretamente, en los Símbolos que, en momentos cruciales, recogieron en síntesis felices la fe de la Iglesia. Durante siglos, un elemento importante de la catequesis era precisamente la "traditio Symboli" (o transmisión del compendio de la fe), seguida de la entrega de la oración dominical. Este rito expresivo ha vuelto a ser introducido en nuestros días en la iniciación de los catecúmenos. (58) ¿No habría que encontrar una utilización más concretamente adaptada, para señalar esta etapa, la más importante entre todas, en que un nuevo discípulo de Jesucristo acepta con plena lucidez y valentía el contenido de lo que más adelante va a profundizar con seriedad?

Mi predecesor Pablo VI, en el "Credo del Pueblo de Dios" proclamado al cumplirse el XIX centenario del martirio de los Apóstoles Pedro y Pablo, quiso reunir los elementos esenciales de la fe católica, sobre todo los que ofrecían mayor dificultad o estaban en peligro de ser ignorados. (59) Es una referencia segura para el contenido de la catequesis.

(58) Cf. Ordo initiationis christianae adultorum, nn. 25-26; 183-187.
(59) Cf. AAS 60 (1968), pp. 436-445. Al lado de estas grandes profesiones de fe del Magisterio, se pueden ver profesiones de fe populares, arraigadas en la cultura cristiana tradicional de ciertos países; cf. lo que yo decía a los jóvenes en Gniezno, 3 junio 1979, a propósito del canto-mensaje "Bogurodzica": "No es solamente un canto: es también una profesión de fe, un símbolo del Credo polaco, es una catequesis y también un documento de tradición cristiana. Las principales verdades de fe y los principios de la moral están contenidos en él. No es solamente un objeto histórico. Es el documento de la vida. Se le ha llamado también el catecismo polaco": cf. AAS 71 (1979), p. 754.



Elementos a no olvidar

29 El mismo Sumo Pontífice ha recordado, en el capítulo tercero de su Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi, "el contenido esencial, la substancia viva" de la evangelización. (60) Es necesario para la catequesis misma tener presente cada uno de los elementos y la síntesis viva en que ellos han sido integrados. (61)

Me contentaré por consiguiente con ofrecer aquí alguna simple alusión. (62) Todos ven, por ejemplo, la importancia de hacer entender al niño, al adolescente, al que progresa en la fe, "lo que puede conocerse de Dios"; (63) de poderles decir, en cierto sentido: "Lo que sin conocer veneráis, eso es lo que yo os anuncio"; (64) de exponerles brevemente (65) el misterio del Verbo de Dios hecho hombre y que realiza la salvación del hombre por su Pascua, es decir, a través de su muerte y su resurrección, pero también con su predicación, con los signos que realiza, con los sacramentos de su presencia permanente en medio de nosotros. Los Padres del Sínodo estuvieron bien inspirados cuando pidieron que se evite reducir a Cristo a su sola humanidad y su mensaje a una dimensión meramente terrestre, y que se le reconociera más bien como el Hijo de Dios, el mediador que nos da libre acceso al Padre en el Espíritu. (66)

¡Cuán importante es exponer a la inteligencia y al corazón, a la luz de la fe, ese sacramento de su presencia que es el Misterio de la Iglesia, asamblea de hombres pecadores, pero, al mismo tiempo, santificados y que constituyen la familia de Dios reunida por el Señor bajo la dirección de aquellos a quienes "el Espíritu Santo… constituyó vigilantes para apacentar la Iglesia de Dios"! (67)

Es importante explicar que la historia de los hombres, con sus aspectos de gracia y de pecado, de grandeza y de miseria, es asumida por Dios en su Hijo Jesucristo y "ofrece ya algún bosquejo del siglo futuro". (68) Es importante, finalmente, revelar sin ambages las exigencias, hechas de renuncia mas también de gozo, de lo que el Apóstol Pablo gustaba llamar "vida nueva", (69) "creación nueva", (70) ser o existir en Cristo, (71) "vida eterna en Cristo Jesús", (72) y que no es más que la vida en el mundo, pero una vida según las bienaventuranzas y destinada a prolongarse y a transfigurarse en el más allá.

De ahí la importancia que tienen en la catequesis las exigencias morales personales correspondientes al Evangelio y las actitudes cristianas ante la vida y ante el mundo, ya sean heroicas, ya las más sencillas: nosotros las llamamos virtudes cristianas o virtudes evangélicas. De ahí también el cuidado que tendrá la catequesis de no omitir, sino iluminar como es debido, en su esfuerzo de educación en la fe, realidades como la acción del hombre por su liberación integral, (73) la búsqueda de una sociedad más solidaria y fraterna, las luchas por la justicia y la construcción de la paz.

Por lo demás no se ha de creer que esta dimensión de la catequesis es absolutamente nueva. Ya en la época patrística, san Ambrosio y san Juan Crisóstomo, por no mencionar a otros, destacaron las consecuencias sociales de las exigencias evangélicas y, más cerca de nosotros, el catecismo de san Pío X citaba explícitamente, entre los pecados que claman venganza ante Dios, el hecho de oprimir a los pobres, así como el defraudar a los trabajadores en su justo salario. (74) Especialmente desde la Rerum novarum, la preocupación social está activarnente presente en la enseñanza catequética de los papas y de los obispos. Muchos Padres del Sínodo han pedido con legítima insistencia que el rico patrimonio de la enseñanza social de la Iglesia encuentre su puesto, bajo formas apropiadas, en la formación catequética común de los fieles.

(60) N.
EN 25: AAS 68 (1976), p. 23.
(61) Ibid., principalmente nn. EN 26-39: l. c., pp. 23-25; los "elementos principales del mensaje cristiano" están expuestos de manera más sistemática todavía en el Directorium Catechisticum Generale, nn. 47-69 (AAS 64 [1972], pp. 125-141) en el cual se encuentra también la norma del contenido doctrinal esencial de la catequesis.
(62) Se podrá consultar también el capítulo del Directorium Catechisticum Generale sobre este punto, nn. 37-46 (l.c., pp. 120-125).
(63) Rm 1,19.
(64) Ac 17,23
(65) Cf. Ep 3,3.
(66) Cf. Ep 2,18.
(67) Ac 20,28.
(68) Vaticano II, GS 39: AAS 58 (1966), pp. 1056 s.
(69) Rm 6,4.
(70) 2Co 5,17.
(71) Cf. ibid.
(72) Rm 6,23.
(73) Cf. Pablo VI, Exhort. EN 30-38: AAS 68 (1976), pp. 25-30.
(74) Cf. Catecismo mayor, V parte, cap. 6, nn. 965-966.


Integridad del contenido

30 A propósito del contenido de la catequesis, hay que poner de relieve, en nuestros días, tres puntos importantes.

El primero se refiere a la integridad de dicho contenido. A fin de que la oblación de su fe (75) sea perfecta, el que se hace discípulo de Cristo tiene derecho a recibir la "palabra de la fe" (76) no mutilada, falsificada o disminuida, sino completa e integral, en todo su rigor y su vigor. Traicionar en algo la integridad del mensaje es vaciar peligrosamente la catequesis misma y comprometer los frutos que de ella tienen derecho a esperar Cristo y la comunidad eclesial. No es ciertamente casual el hecho de que una cierta totalidad caracterice el mandato final de Jesús en el evangelio de Mateo: "Me ha sido dado todo poder… Haced discípulos a todas las gentes… enseñándoles a guardar todo… yo estoy siempre con vosotros". Por eso, cuando un hombre, presintiendo "la superioridad del conocimiento de Cristo Jesús", (77) descubierto por la fe, abrigue el deseo, aún inconsciente, de conocerle más y mejor, mediante "una predicación y enseñanza conforme a la verdad que hay en Jesús", (78) ningún pretexto es válido para negarle parte alguna de ese conocimiento. ¿Qué catequesis sería aquella en la que no hubiera lugar para la creación del hombre y su pecado, para el plan redentor de nuestro Dios y su larga y amorosa preparación y realización, para la Encarnación del Hijo de Dios, para María —la Inmaculada, la Madre de Dios, siempre Virgen, elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial— y su función en el misterio de la salvación, para el misterio de la iniquidad operante en nuestras vidas (79) y la virtud de Dios que nos libera, para la necesidad de la penitencia y de la ascesis, para los gestos sacramentales y litúrgicos, para la realidad de la presencia eucarística, para la participación en la vida divina aquí en la tierra y en el más allá, etc.? Asimismo, a ningún verdadero catequista le es lícito hacer por cuenta propia una selección en el depósito de la fe, entre lo que estima importante y lo que estima menos importante o para enseñar lo uno y rechazar lo otro.

(75) Cf.
Ph 2,17.
(76) Rm 10,8.
(77) Ph 3,8
(78) Ep 4,20 s.
(79) Cf. 2Th 2,7.


Con métodos pedagógicos adaptados

31 De ahí esta segunda observación: es posible que en la situación actual de la catequesis, razones de método o de pedagogía aconsejen organizar la comunicación de las riquezas del contenido de la catequesis de un modo más bien que de otro. Por lo demás, la integridad no dispensa del equilibrio ni del carácter orgánico y jerarquizado, gracias a los cuales se dará a las verdades que se enseñan, a las normas que se transmiten y a los caminos de la vida cristiana que se indican, la importancia respectiva que les corresponden. También puede suceder que determinado lenguaje se demuestre preferible para transmitir este contenido a determinada persona o grupo de personas. La elección sería válida en la medida en que no dependa de teorías o prejuicios más o menos subjetivos y marcados por una cierta ideología, sino que esté inspirada por el humilde afán de ajustarse mejor a un contenido que debe permanecer intacto. El método y el lenguaje utilizados deben seguir siendo verdaderamente instrumentos para comunicar la totalidad y no una parte de las "palabras de vida eterna" (80) o del "camino de la vida". (81)

(80)
Jn 6,69; cf. Ac 5,20 Ac 7,38.
(81) Ac 2,28, citando el Ps 16,11.


Dimensión ecuménica de la catequesis

32 El gran movimiento, inspirado ciertamente por el Espíritu de Jesús, que, desde hace un cierto número de años, lleva a la Iglesia católica a buscar con otras Iglesias o confesiones cristianas el restablecimiento de la perfecta unidad querida por el Señor, me induce a hablar del carácter ecuménico de la catequesis. Este movimiento cobró todo su relieve en el Concilio Vaticano II, (82) , y, a partir del Concilio, ha conocido en la Iglesia una importancia, concretada en una serie impresionante de hechos y de iniciativas, conocidas por todos.

La catequesis no puede permanecer ajena a esta dimensión ecuménica cuando todos los fieles, según su propia capacidad y su situación en la Iglesia, son llamados a tomar parte en el movimiento hacia la unidad. (83)

La catequesis tendrá una dimensión ecuménica si, sin renunciar a enseñar que la plenitud de las verdades reveladas y de los medios de salvación instituidos por Cristo se halla en la Iglesia Católica, (84) lo hace, sin embargo, respetando sinceramente, de palabra y de obra, a las comunidades eclesiales que no están en perfecta comunión con esta misma Iglesia.

En este contexto, es muy importante hacer una presentación correcta y leal de las demás Iglesias y comunidades eclesiales de las que el Espíritu de Cristo no rehusa servirse como medio de salvación; por otra parte "los elementos o bienes que conjuntamente edifican y dan vida a la propia Iglesia, pueden encontrarse algunos, más aún, muchísimos y muy valiosos, fuera del recinto visible de la Iglesia católica". (85) Además esta presentación ayudará a los católicos por un lado a profundizar su propia fe y por otra a conocer mejor y estimar a los demás hermanos cristianos, facilitando así la búsqueda común del camino hacia la plena unidad en toda la verdad. Ella debería además ayudar a los no católicos a conocer mejor y a apreciar a la Iglesia católica y su convicción de ser el "auxilio general de salvación".

La catequesis tendrá una dimensión ecuménica si, además, suscita y alimenta un verdadero deseo de unidad; más todavía, si inspira esfuerzos sinceros —incluido el esfuerzo por purificarse en la humildad y el fervor del Espíritu con el fin de despejar los caminos— no con miras a un irenismo fácil, hecho de omisiones y de concesiones en el plano doctrinal, sino con miras a la unidad perfecta, cuando el Señor quiera y por las vías que Él quiera.

Finalmente, la catequesis será ecuménica si se esfuerza por preparar a los niños y a los jóvenes, así como a los adultos católicos, a vivir en contacto con los no católicos, viviendo su identidad católica dentro del respecto a la fe de los otros.

(82) Cf. todo el decreto sobre el ecumenismo Unitatis Redintegratio (UR): AAS 57 (1965), pp. 90-112.
(83) Cf. ibid., n.
UR 5: l.c., p. 96; cf. también Vaticano II, AGD 15: AAS 58 (1966), pp. 963-965; S. Congregación para el Clero, Directorium Catechisticum Generale, n. 27: AAS 64 (1972), p. 115.
(84. Cf. Vaticano II, UR 3-4: AAS 57 (1965), pp. 92-96.
(85) UR 3: l. c., p. 93.


Colaboración ecuménica en el ámbito de la catequesis

33 En situaciones de pluralismo religioso, los Obispos pueden juzgar oportunas, o aun necesarias, ciertas experiencias de colaboración en el campo de la catequesis entre católicos y otros cristianos, como complemento de la catequesis habitual que, de todos modos, los católicos deben recibir. Tales experiencias encuentran su fundamento teológico en los elementos comunes a todos los cristianos. (86) Pero la comunión de fe entre los católicos y los demás cristianos no es completa ni perfecta; más aún existen, en determinados casos, profundas divergencias. En consecuencia, esta colaboración ecuménica es por su naturaleza limitada: no debe significar jamás una "reducción" al mínimo común. Además, la catequesis no consiste únicamente en enseñar la doctrina, sino en iniciar a toda la vida cristiana, haciendo participar plenamente en los sacramentos de la Iglesia. De ahí la necesidad, donde se da una experiencia de colaboración ecuménica en el terreno de la catequesis, de vigilar para que la formación de los católicos esté bien asegurada en la Iglesia católica en lo concerniente a la doctrina y a la vida cristiana.

Durante el Sínodo, cierto número de Obispos señaló casos —cada vez más frecuentes, decían— en los que las autoridades civiles u otras circunstancias imponen, en las escuelas de algunos países, una enseñanza de la religión cristiana —con sus manuales, horas de clase, etc.— común a católicos y no católicos. Sería superfluo decir que no se trata de una verdadera catequesis. Esta enseñanza tiene además una importancia ecuménica cuando se presenta con lealtad la doctrina cristiana. En los casos en que las circunstancias impusieran esta enseñanza, es importante que sea asegurada de otra manera, con el mayor esmero, una catequesis específicamente católica.

(86) Cf. Ibid.; cf. también
LG 15: AAS 57 (1965), p. 19.


Problema de manuales comunes a diversas religiones

34 Hay que añadir aquí otra observación que se sitúa en la misma dirección aunque bajo óptica distinta. Sucede a veces que las escuelas estatales ponen libros a disposición de los alumnos, en los que las religiones, incluida la católica, son presentadas a título cultural histórico, moral y literario. Una presentación objetiva de los hechos históricos, de las diferentes religiones y confesiones cristianas puede contribuir a una mejor comprensión recíproca. En tal caso se hará todo lo posible para que la presentación sea verdaderamente objetiva, al resguardo de sistemas ideológicos y políticos o de pretendidos prejuicios científicos que deformarían su verdadero sentido. De todos modos, estos manuales no deben considerarse como obras catequéticas: les falta para ello el testimonio de creyentes que exponen la fe a otros creyentes, y una comprensión de los misterios cristianos y de lo específicamente católico, todo ello sacado de lo profundo de la fe.


CAPÍTULO V: TODOS TIENEN NECESIDAD DE LA CATEQUESIS


La importancia de los niños y de los jóvenes

35 El tema señalado por mi Predecesor, Pablo VI, para la IV Asamblea general del Sínodo de los Obispos versaba sobre "la catequesis en nuestro tiempo con especial atención a los niños y a los jóvenes". El ascenso de los jóvenes constituye sin duda el hecho más rico de esperanza y al mismo tiempo de inquietud para una buena parte del mundo actual. En algunos países, sobre todo los del Tercer Mundo, más de la mitad de la población está por debajo de los veinticinco o treinta años. Ello significa que millones y millones de niños y de jóvenes se preparan para su futuro de adultos. Y no es sólo el factor numérico: acontecimientos recientes, y la misma crónica diaria, nos dicen que esta multitud innumerable de jóvenes, aunque esté dominada aquí y allí por la incertidumbre y el miedo, o seducida por la evasión en la droga y la indiferencia, incluso tentada por el nihilismo y la violencia, constituye sin embargo en su mayor parte la gran fuerza que, entre muchos riesgos, se propone construir la civilización del futuro.

Ahora bien, en nuestra solicitud pastoral nos preguntamos: ¿Cómo revelar a esa multitud de niños y jóvenes a Jesucristo, Dios hecho hombre? ¿Cómo revelarlo no simplemente en el deslumbramiento de un primer encuentro fugaz, sino a través del conocimiento cada día más hondo y más luminoso de su persona, de su mensaje, del Plan de Dios que él quiso revelar, del llamamiento que dirige a cada uno, del Reino que quiere inaugurar en este mundo con el "pequeño rebaño" (87) de quienes creen en él, y que no estará completo más que en la eternidad? ¿Cómo dar a conocer el sentido, el alcance, las exigencias fundamentales, la ley del amor, las promesas, las esperanzas de ese Reino?

Habría que hacer muchas observaciones sobre las características propias que adopta la catequesis en las diferentes etapas de la vida.

(87)
Lc 12,32.


Párvulos

36 Un momento con frecuencia destacado es aquel en que el niño pequeño recibe de sus padres y del ambiente familiar los primeros rudimentos de la catequesis, que acaso no serán sino una sencilla revelación del Padre celeste, bueno y providente, al cual aprende a dirigir su corazón. Las brevísimas oraciones que el niño aprenderá a balbucir serán el principio de un diálogo cariñoso con ese Dios oculto, cuya Palabra comenzará a escuchar después. Ante los padres cristianos nunca insistiríamos demasiado en esta iniciación precoz, mediante la cual son integradas las facultades del niño en una relación vital con Dios: obra capital que exige gran amor y profundo respeto al niño, el cual tiene derecho a una presentación sencilla y verdadera de la fe cristiana.


Niños

37 Pronto llegará, en la escuela y en la iglesia, en la parroquia o en la asistencia espiritual recibida en el colegio católico o en el instituto estatal, a la vez que la apertura a un círculo social más amplio, el momento de una catequesis destinada a introducir al niño de manera orgánica en la vida de la Iglesia, incluida también una preparación inmediata a la celebración de los sacramentos: catequesis didáctica, pero encaminada a dar testimonio de la fe; catequesis inicial, mas no fragmentaria, puesto que deberá revelar, si bien de manera elemental, todos los principales misterios de la fe y su repercusión en la vida moral y religiosa del niño; catequesis que da sentido a los sacramentos, pero a la vez recibe de los sacramentos vividos una dimensión vital que le impide quedarse en meramente doctrinal, y comunica al niño la alegría de ser testimonio de Cristo en su ambiente de vida.


Adolescentes

38 Luego vienen la pubertad y la adolescencia, con las grandezas y los riesgos que presenta esa edad. Es el momento del descubrimiento de sí mismo y del propio mundo interior, el momento de los proyectos generosos, momento en que brota el sentimiento del amor, así como los impulsos biológicos de la sexualidad, del deseo de estar juntos; momento de una alegría particularmente intensa, relacionada con el embriagador descubrimiento de la vida. Pero también es a menudo la edad de los interrogantes más profundos, de búsquedas angustiosas, incluso frustrantes, de desconfianza de los demás y de peligrosos repliegues sobre sí mismo; a veces también la edad de los primeros fracasos y de las primeras amarguras. La catequesis no puede ignorar esos aspectos fácilmente cambiantes de un período tan delicado de la vida. Podrá ser decisiva una catequesis capaz de conducir al adolescente a una revisión de su propia vida y al diálogo, una catequesis que no ignore sus grandes temas, —la donación de sí mismo, la fe, el amor y su mediación que es la sexualidad—. La revelación de Jesucristo como amigo, como guía y como modelo, admirable y sin embargo imitable; la revelación de su mensaje que da respuesta a las cuestiones fundamentales; la revelación del Plan de amor de Cristo Salvador como encarnación del único amor verdadero y de la única posibilidad de unir a los hombres, todo eso podrá constituir la base de una auténtica educación en la fe. Y sobre todo los misterios de la pasión y de la muerte de Jesús, a los que san Pablo atribuye el mérito de su gloriosa resurrección, podrán decir muchas cosas a la conciencia y al corazón del adolescente y arrojar luz sobre sus primeros sufrimientos y los del mundo que va descubriendo.



Catechesi tradendae ES 20