CAMINO DE PERFECCION 32

Capítulo 32 [54-56]


Que trata de estas palabras del Paternóster: Fiat voluntas tua sicut in coelo et in terra, y lo mucho que hace quien dice estas palabras con toda determinación, y cuán bien se lo paga el Señor.




1 Ahora que nuestro buen Maestro nos ha pedido y enseñado a pedir cosa de tanto valor, que encierra en sí todas las cosas que acá podemos desear, y nos ha hecho tan gran merced como hacernos hermanos suyos, veamos qué quiere que demos a su Padre, y qué le ofrece por nosotros, y qué es lo que nos pide; que razón es le sirvamos con algo tan grandes mercedes. ¡Oh buen Jesús!, que tampoco dais poco, de nuestra parte, como pedís para nosotros, dejado que ello en sí es nonada para adonde tanto se debe y para tan gran Señor. Mas cierto, Señor mío, que no nos dejáis con nada y que damos todo lo que podemos, si lo damos como lo decimos, digo.

2 Sea hecha tu voluntad; y como es hecha en el cielo, así se haga en la tierra. Bien hicisteis, nuestro buen Maestro, de pedir la peticón pasada para que podamos cumplir lo que dais por nosotros; porque, cierto, Señor, si así no fuera, imposible me parece. Mas haciendo vuestro Padre lo que Vos le pedís de darnos acá su reino, yo sé que os sacaremos verdadero en dar lo que dais por nosotros; porque hecha la tierra cielo, será posible hacerse en mí vuestra voluntad. Mas sin esto, y en tierra tan ruin como la mia y tan sin fruto, yo no sé, Señor, cómo sería posible. Es gran cosa lo que ofrecéis.

3 Cuando yo pienso esto, gusto de las personas que no osan pedir trabajos al Señor, que piensan está en esto el dárselos luego. No hablo en los que lo dejan por humildad, pareciéndoles no serán para sufrirlos; aunque tengo para mí que quien les da amor para pedir este medio tan áspero para mostrarle, le dará para sufrirlos. Querría preguntar a los que por temor no los piden de que luego se los han de dar, lo que dicen cuando suplican al Señor cumpla su voluntad en ellos, o es que lo dicen por decir lo que todos, mas no para hacerlo; esto, hermanas, no sería bien. Mirad que parece aquí el buen Jesús nuestro embajador, y que ha querido intervenir entre nosotros y su Padre, y no a poca costa suya; y no sería razón que lo que ofrece por nosotros dejásemos de hacerlo verdad, o no lo digamos.

4 Ahora quiérolo llevar por otra vía. Mirad, hijas, ello se ha de cumplir, que queramos o no, y se ha de hacer su voluntad en el cielo y en la tierra; creedme, tomad mi parecer, y haced de la necesidad virtud.
¡Oh Señor mío, qué gran regalo es éste para mí que no dejaseis en querer tan ruin como el mío el cumplirse vuestra voluntad! Bendito seáis por siempre y alaben os todas las cosas. Sea glorificado vuestro nombre por siempre. ¡Buena estuviera yo, Señor, si estuviera en mis manos el cumplirse vuestra voluntad o no! Ahora la mía os doy libremente, aunque a tiempo que no va libre de interés, porque ya tengo probado, y gran experiencia de ello, la ganancia que es dejar libremente mi voluntad en la vuestra. ¡Oh amigas, qué gran ganancia hay aquí, o qué gran pérdida de no cumplir lo que decimos al Señor en el Paternóster en esto que le ofrecemos!

5 Antes que os diga lo que se gana, os quiero declarar lo mucho que ofrecéis, no os llaméis después a engaño y digáis que no lo entendisteis. No sea como algunas religiosas que no hacemos sino prometer, y como no lo cumplimos, hay este reparo de decir que no se entendió lo que se prometía. Y ya puede ser, porque decir que dejaremos nuestra voluntad en otra parece muy fácil, hasta que, probándose, se entiende es la cosa más recia que se puede hacer, si se cumple como se ha de cumplir. Mas no todas veces nos llevan con rigor los prelados, de que nos ven flacos; y, a las veces, flacos y fuertes, llevan de una suerte. Acá no es así, que sabe el Señor lo que puede sufrir cada uno, y a quien ve con fuerza no se detiene en cumplir en él su voluntad.

6 Pues quiéroos avisar y acordar qué es su voluntad. No hayáis miedo sea daros riquezas ni deleites ni honras ni todas estas cosas de acá; no os quiere tan poco y tiene en mucho lo que le dais, y quiéreoslo pagar bien, pues os da su reino aun viviendo. ¿Queréis ver cómo se ha con los que de veras le dicen esto? Pregutadlo a su Hijo glorioso, que se lo dijo cuando la oración del huerto. Como fue dicho con determinación y de toda voluntad, mirad si la cumplió bien en él en lo que le dio de trabajos y dolores e injurias y persecuciones; en fin, hasta que se le acabó la vida con muerte de cruz.

7 (1) Pues veis aquí, hijas, a quien más amaba lo que dio, por donde se entiende cuál es su voluntad. Así que éstos son sus dones en este mundo. Da conforme al amor que nos tiene: a los que ama más, da de estos dones más; a los que menos, menos, y conforme al ánimo que ve en cada uno y el amor que tiene a su Majestad. A quien le amare mucho, verá que puede padecer mucho por él; al que amare poco, poco. Tengo yo para mí, que la medida del poder llevar gran cruz o pequeña es la del amor. Así que, hermanas, si le tenéis, procurad no sean palabras de cumplimiento las que decís a tan gran Señor, sino esforzaos a pasar lo que su Majestad quisiere. Porque si de otra manera dais la voluntad, es mostrar la joya e irla a dar y rogar que la tomen, y cuando extienden la mano para tomarla, tornarla Vos a guardar muy bien.

8 (2) No son estas burlas para con quien le hicieron tantas por nosotros. Aunque no hubiera otra cosa, no es razón burlemos ya tantas veces, que no son pocas las que se lo decimos en el Paternóster. Démosle ya de una vez la joya del todo de cuantas acometemos a dársela; es verdad que no nos da primero para que se la demos. Los del mundo harto harán si tienen de verdad determinación de cumplirlo. Vosotras, hijas, diciendo y haciendo, palabras y obras, como a la verdad parece hacemos los religiosos; sino que, a las veces, no sólo acometemos a dar la joya, sino ponémosela en la mano y tornámosela a tomar. Somos francos de presto y después tan escasos, que valdría en parte más que nos hubiéramos detenido en el dar.

9 (3) Porque todo lo que os he avisado en este libro va dirigido a este punto de damos del todo al Criador y poner nuestra voluntad en la suya y desasirnos de las criaturas, y tendréis ya entendido lo mucho que importa, no digo más en ello; sino diré para lo que pone aquí nuestro buen Maestro estas palabras dichas, como quien sabe lo mucho que ganaremos de hacer este servicio a su Eterno Padre; porque nos disponemos para que, con mucha brevedad, nos veamos acabado de andar el camino y bebiendo del agua viva de la fuente que queda dicha. Porque sin dar nuestra voluntad del todo al Señor para que haga en todo lo que nos toca conforme a ella, nunca deja beber de ella. Esto es contemplación perfecta, lo que me dijisteis os escribiese.

10 (4) Y en esto como ya tengo escrito ninguna cosa hacemos de nuestra parte, ni trabajamos, ni negociamos, ni es menester más porque todo lo demás estorba e impide de decir fiat voluntas tua: cúmplase, Señor, en mí vuestra voluntad de todos los modos y maneras que Vos, Señor mío, quisiereis; si queréis con trabajos, dadme esfuerzo y vengan; si con persecuciones y enfermedades y deshonras y necesidades, aquí estoy, no volveré el rostro, Padre mío, ni es razón vuelva las espaldas. Pues vuestro Hijo dio en nombre de todos esta mi voluntad, no es razón falte por mi parte; sino que me hagáis Vos merced de darme vuestro reino para que yo lo pueda hacer, pues él me lo pidió, y disponed en mí como en cosa vuestra conforme a vuestra voluntad.

11 (5) ¡Oh hermanas mías, qué fuerza tiene este don! No puede menos, si va con la determinación que ha de ir, de traer al Todopoderoso a ser uno con nuestra bajeza y transformarnos en sí y hacer una unión del Criador con la criatura. Mirad si quedaréis bien pagadas y si tenéis buen Maestro, que, como sabe por dónde ha de ganar la voluntad de su Padre, enséñanos a cómo y con qué le hemos de servir.

12 (1) Y mientras más se va entendiendo por las obras que no son palabras de cumplimiento, más, más nos llega el Señor a sí y la levanta de todas las cosas de acá y de sí misma para habilitarla a recibir grandes mercedes, que no acaba de pagar en esta vida este servicio. En tanto lo tiene, que ya nosotros no sabemos qué nos pedir, y su Majestad nunca se cansa de dar; porque no contento con tener hecha esta alma una cosa consigo, por haberla ya unido a sí mismo, comienza a regalarse con ella, a descubrirle secretos, a holgarse de que entienda lo que ha ganado y que conozca algo de lo que le tiene por dar. Hácela ir perdiendo estos sentidos exteriores, porque no se la ocupe nada; esto es arrobamiento. Y comienza a tratar de tanta amistad, que no sólo la torna a dejar su voluntad, mas dale la suya con ella; porque se huelga el Señor, ya que trata de tanta amistad, que manden a veces, como dicen, y cumplir él lo que ella le pide, como ella hace lo que él le manda, y mucho mejor porque es poderoso y puede cuanto quiere y no deja de querer.

13 (2) La pobre alma, aunque quiera, no puede lo que querría, ni puede nada sin que se lo den; y ésta es su mayor riqueza: quedar mientras más sirve más adeudada, y muchas veces fatigada de verse sujeta a tantos inconvenientes y embarazos y atadura como trae el estar en la cárcel de este cuerpo, porque querría pagar algo de lo que debe, y es harto boba de fatigarse; porque, aunque haga lo que es en sí, ¿qué podemos pagar los que, como digo, no tenemos qué dar si no lo recibimos, sino conocernos, y esto que podemos, que es dar nuestra voluntad, hacerlo cumplidamente? Todo lo demás, para el alma que el Señor ha llegado aquí, le embaraza y hace daño y no provecho, porque sola humildad es la que puede algo; y ésta no adquirida por el entendimiento, sino con una clara verdad que comprende en un momento lo que en mucho tiempo no pudiera alcanzar, trabajando la imaginación, de lo muy nonada que somos y lo muy mucho que es Dios.

14 (3) Dóos un aviso: que no penséis por fuerza vuestra ni diligencia llegar aquí, que es por demás; antes si teníais devoción, quedaréis frías; sino con simplicidad y humildad, que es la que lo acaba todo, decir fiat voluntas tua.



Capítulo 33 [57-59]


En que trata la gran necesidad que tenemos de que el Señor nos dé lo que pedimos en estas palabras del Paternóster: panem nostrum quotidianum da nobis hodie.



1 Pues entendiendo, como he dicho, el buen Jesús cuán dificultosa cosa era ésta que ofrece por nosotros, conociendo nuestra flaqueza y que muchas veces hacemos entender que no entendemos cuál es la voluntad del Señor como somos flacos y él tan piadoso , y que era menester medio, porque dejar de dar lo dado vio que en ninguna manera nos conviene, porque está en ello toda nuestra ganancia; pues cumplirlo, vio ser dificultoso, porque decir a un regalado y rico, que es la voluntad de Dios que tenga cuenta con moderar su plato, para que coman otros siquiera pan, que mueren de hambre, sacará mil razones para no entender esto si no a su propósito; pues decir a un murmurador que es la voluntad de Dios querer tanto para su prójimo como para sí, no lo puede poner a paciencia ni basta razón para que lo entienda; pues decir a un religioso que está mostrado a libertad y a regalo, que ha de tener cuenta con que ha de dar ejemplo, y que mire que ya no son solas palabras con las que ha de cumplir cuando dice esta palabra, sino que lo ha jurado y prometido, y que es voluntad de Dios que cumpla sus votos, y mire que si da escándalo que va muy contra ellos, aunque no del todo los quebrante; que ha prometido pobreza, que la guarde sin rodeos, que esto es lo que el Señor quiere, no hay remedio aun ahora de quererlo algunos, ¿qué hiciera si el Señor no hiciera lo más con el remedio que puso? No hubiera sino muy poquitos que cumplieran esta palabra, que por nosotros dijo al Padre, de fiat voluntas tua.
Pues visto el buen Jesús la necesidad, buscó un medio admirable adonde nos mostró el extremo de amor que nos tiene, y en su nombre y en el de sus hermanos, pidió esta petición: El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy, Señor.

2 (1) Entendamos, hermanas, por amor de Dios, esto que pide nuestro buen Maestro, que nos va la vida en no pasar de corrida por ello, y tened en muy poco lo que habéis dado, pues tanto habéis de recibir. Paréceme ahora a mí debajo de otro mejor parecer que visto el buen Jesús lo que había dado por nosotros, y cómo nos importa tanto darlo y la gran dificultad que había como está dicho por ser nosotros tales y tan inclinados a cosas bajas y de tan poco amor y ánimo, que era menester ver el suyo para despertarnos, y no una vez sino cada día, que aquí se debía determinar de quedarse con nosotros. Y como era cosa tan grave y de tanta importancia, quiso que viniese de la mano del Eterno Padre. Porque, aunque son una misma cosa y sabía que lo que él hiciese en la tierra lo haría Dios en el cielo y lo tendría por bueno, pues su voluntad y la de su Padre era una, era tanta la humildad del buen Jesús que quiso como pedir licencia; porque ya sabía era amado del Padre y que se deleitaba en él. Bien entendió que pedía más en esto que ha pedido en lo demás, porque ya sabía la muerte que le habían de dar y las deshonras y afrentas que había de padecer.

3 (2) Pues ¿qué padre hubiera, Señor, que habiéndonos dado a su hijo, y tal hijo, y parándole tal, quisera consentir se quedara entre nosotros cada día a padecer? Por cierto, ninguno, Señor, sino el vuestro; bien sabéis a quién pedís.
¡Oh, válgame Dios, qué gran amor del Hijo, y qué gran amor del Padre! Aun no me espanto tanto del buen Jesús, porque como había dicho fiat voluntas tua, habíalo de cumplir como quien es. Sí, que no es como nosotros, pues como sabe la cumple con amarnos como a Sí, así andaba a buscar cómo cumplir con mayor cumplimiento, aunque fuese a su costa, este mandamiento. Mas Vos, Padre Eterno, ¿cómo lo consentisteis? ¿Por qué queréis cada día ver en tan ruines manos a vuestro Hijo? Ya que una vez quisisteis lo estuviese y lo consentisteis, ya veis cómo le pararon; ¿cómo puede vuestra piedad cada día, cada día, verle hacer injurias? ¡Y cuántas se deben hoy hacer a este Santísimo Sacramento! ¡En qué de manos enemigas suyas le debe de ver el Padre! ¡Qué de desacatos de estos herejes!

4 (1) ¡Oh Señor Eterno! ¿Cómo aceptáis tal petición? ¿Cómo lo consentís? No miréis su amor, que a trueque de hacer cumplidamente vuestra voluntad y de hacer por nosotros, se dejará cada día hacer pedazos. Es vuestro de mirar, Señor mío, ya que a vuestro Hijo no se le pone cosa delante. ¿Por qué ha de ser todo nuestro bien a su costa? ¿Porque calla a todo y no sabe hablar por sí, sino por nosotros? Pues, ¿no ha de haber quien hable por este amantísimo Cordero?
He mirado yo cómo en esta petición sola duplica las palabras, porque dice primero y pide que le deis este pan cada día y torna a decir dádnoslo hoy, Señor; pone también delante a su Padre. Es como decirle que ya una vez nos le dio para que muriese por nosotros, que ya nuestro es, que no nos le torne a quitar hasta que se acabe el mundo, que le deje servir cada día. Esto os enternezca el corazón, hijas mías, para amar a vuestro Esposo, que no hay esclavo que de buena gana diga que lo es, y que el buen Jesús parece se honra de ello.

5 (2) ¡Oh Padre Eterno, que mucho merece esta humildad! ¿Con qué tesoro compramos a vuestro Hijo? Venderle, ya sabemos que por treinta dineros; mas para comprarle, no hay precio que baste. Como se hace aquí una cosa con nosotros por la parte que tiene de nuestra naturaleza y como Señor de su voluntad lo acuerda a su Padre, que pues es suya, que nos la puede dar; y así dice: pan nuestro. No hace diferencia de él a nosotros; mas hacémosla nosotros de él, para no nos dar cada día por su Majestad.



Capítulo 34 [60-61]


Prosigue en la misma materia. Es muy bueno para después de haber recibido el Santísimo Sacramento.




1 Pues en esta petición de cada día, parece que es para siempre. Estando yo pensando por qué después de haber dicho el Señor: cada día, tornó a decir: dánoslo hoy, Señor; ser nuestro cada día, me parece a mí porque acá le poseemos en la tierra y le poseeremos también en el cielo, si nos aprovechamos bien de su compañía; pues no se queda para otra cosa con nosotros, sino para ayudarnos y animarnos y sustentarnos a hacer esta voluntad que hemos dicho se cumpla en nosotros.

2 El decir hoy, me parece es para un día, que es mientras durare el mundo, no más. ¡Y bien un día! Y para los desventurados que se condenan, que no le gozarán en la otra, no es a su culpa si se dejan vencer, que él no les deja de animar hasta el fin de la batalla. No tendrán con qué se disculpar ni quejarse del Padre porque se lo tomó al mejor tiempo. Y así le dice su Hijo, que, pues no es más de un día, se lo deje ya pasar en servidumbre; que pues su Majestad ya nos le dio y envió al mundo por sola su voluntad, que él quiere ahora por la suya propia no desampararnos, sino estarse aquí con nosotros para más gloria de sus amigos y pena de sus enemigos. Que no pide más de hoy, ahora nuevamente, que el habernos dado este pan sacratísimo para siempre, cierto lo tenemos. Su Majestad nos le dio, como he dicho, este mantenimiento y maná de la humanidad, que le hallamos como queremos, y que si no es por nuestra culpa, no moriremos de hambre, que de todas cuantas maneras quisiere comer el alma, hallará en el Santísimo Sacramento sabor y consolación. No hay necesidad ni trabajo ni persecución que no sea fácil de pasar si comenzamos a gustar de los suyos.

3 Pedid vosotras, hijas, con este Señor al Padre que os deje hoy a vuestro Esposo, que no os veáis en este mundo sin él; que baste para templar tan gran contento que quede tan disfrazado en estos accidentes de pan y vino, que es harto tormento para quien no tiene otra cosa que amar ni otro consuelo; mas suplicadle que no os falte y que os dé aparejo para recibirle dignamente.

4 De otro pan no tengáis cuidado las que muy de veras os habéis dejado en la voluntad de Dios; digo en estos tiempos de oración que tratáis cosas más importantes, que tiempos hay otros para que trabajéis y ganéis de comer; mas con el cuidado, no curéis gastar en eso el pensamiento en ningún tiempo, sino trabaje el cuerpo, que es bien procuréis sustentaros, y descanse el alma. Dejad ese cuidado como largamente queda dicho a vuestro Esposo, que él le tendrá siempre.

5 (1) Es como si entra un criado a servir, tiene cuenta con contentar a su señor en todo; mas él está obligado a dar de comer al siervo mientras está en su casa y le sirve, salvo si no es tan pobre que no tiene para sí ni para él. Acá cesa esto; siempre es y será rico y poderoso. Pues no sería bien andar el criado pidiendo de comer, pues sabe tiene cuidado su amo de dárselo y le ha de tener. Con razón le dirá que se ocupe él en servirle y en cómo le contentar, que por andar ocupado el cuidado en lo que no le ha de tener no hace cosa a derechas.

6 (2) Así que, hermanas, tenga quien quisiere cuidado de pedir ese pan; nosotras pidamos al Padre Eterno merezcamos recibir el nuestro pan celestial de manera que, ya que los ojos del cuerpo no se pueden deleitar en mirarle por estar tan encubierto, se descubra a los del alma y se le dé a conocer, que es otro mantenimiento de contentos y regalos y que sustenta la vida.

7 (3) ¿Pensáis que no es mantenimiento aun para estos cuerpos este santísimo manjar y gran medicina aun para los males corporales? Yo sé que lo es y conozco una persona de grandes enfermedades que estando muchas veces con graves dolores, como con la mano se le quitaban y quedaba buena del todo; esto muy ordinario, y de males muy conocidos que no se podían fingir, a mi parecer. Y porque de las maravillas que hace este santísimo Pan en los que dignamente le reciben son muy notorias, no digo muchas que pudiera decir de esta persona que he dicho, que lo podía yo saber y sé que no es mentira. Mas ésta habíala el Señor dado tan viva fe, que cuando oía a algunas personas decir que quisieran ser en el tiempo que andaba Cristo nuestro Bien en el mundo, se reía entre sí, pareciéndole que teniéndole tan verdaderamente en el Santísimo Sacramento como entonces, que ¿qué más se les daba?

8 (4) Mas sé de esta persona que muchos años, aunque no era muy perfecta, cuando comulgaba, ni más ni menos que si viera con los ojos corporales entrar en su posada el Señor, procuraba esforzar la fe, para que, como creía verdaderamente entraba este Señor en su pobre posada, desocupábase de todas las cosas exteriores cuanto le era posible y entrábase con él. Procuraba recoger los sentidos para que todos entendiesen tan gran bien; digo, no embarazasen al alma para conocerle; considerábase a sus pies y lloraba con la Magdalena, ni más ni menos que si con los ojos corporales le viera en casa del fariseo; y aunque no sintiese devoción, la fe la decía que estaba bien allí.

9 (5) Porque, si no nos queremos hacer bobos y cegar el entendimiento, no hay que dudar; que esto no es representación de la imaginación, como cuando consideramos al Señor en la cruz o en otros pasos de la Pasión, que le representamos en nosotros mismos como pasó. Esto pasa ahora, y es entera verdad, y no hay para qué irle a buscar en otra parte más lejos; sino que, pues sabemos que mientras no consume el calor natural los accidentes del pan, que está con nosotros el buen Jesús, que nos lleguemos a él. Pues si cuando andaba en el mundo, de sólo tocar sus ropas sanaba los enfermos, ¿qué hay que dudar que hará milagros estando tan dentro de mí, si tenemos fe, y nos dará lo que le pidiéremos, pues está en nuestra casa? Y no suele su Majestad pagar mal la posada si le hacen buen hospedaje.

10 (6) Si os da pena no verle con los ojos corporales, mirad que no nos conviene, que es otra cosa verle glorificado o cuando andaba por el mundo; no habría sujeto que lo sufriese, de nuestro flaco natural, ni habría mundo, ni quien quisiese parar en él; porque en ver esta Verdad eterna, se vería ser mentira y burlas todas las cosas de que acá hacemos caso. Y viendo tan gran Majestad, ¿cómo osaría una pecadorcilla como yo, que tanto le ha ofendido, estar tan cerca de él? Debajo de aquel pan está tratable; porque si el rey se disfraza, no parece se nos daría nada de conversar sin tantos miramientos y respetos con él; parece está obligado a sufrirlo, pues se disfrazó. ¿Quién osara llegar con tanta tibieza, tan indignamente, con tantas imperfecciones?

11 (7) ¡Oh, cómo no sabemos lo que pedimos, y cómo lo miró mejor su sabiduría! Porque a los que se han de aprovechar de su presencia, él se les descubre; que aunque no le vean con los ojos corporales, muchos modos tiene de mostrarse al alma por grandes sentimientos interiores y por diferentes vías. Estaos vos con él de buena gana; no perdáis tan buena razón de negociar como es la hora después de haber comulgado. Si la obediencia os mandare, hermanas, otra cosa, procurad dejar el alma con el Señor; que si luego lleváis el pensamiento a otra y no hacéis caso ni tenéis cuenta con que está dentro de vos, ¿cómo se os ha de dar a conocer? Este, pues, es buen tiempo para que os enseñe nuestro Maestro, y que le oigamos y besemos los pies porque nos quiso enseñar, y le supliquéis no se vaya de con vos.

12 (8) Si esto habéis de pedir mirando una imagen de Cristo que estamos mirando, bobería me parece dejar la misma persona por mirar el dibujo. ¿No lo sería, si tuviésemos un retrato de una persona que quisiésemos mucho y la misma persona nos viniese a ver, dejar de hablar con ella y tener toda la conversación con el retrato? ¿Sabéis para cuándo es muy bueno y cosa en que yo me deleito mucho? Para cuando está ausente la misma persona, o quiere darnos a entender lo está con muchas sequedades, es gran regalo ver una imagen de quien con tanta razón amamos. A cada cabo que volviésemos los ojos, la querría ver ¿En qué mejor cosa, ni más gustosa a la vista, la podemos emplear que en quien tanto nos ama y en quien tiene en sí todos los bienes? ¡Desventurados estos herejes, que han perdido por su culpa esta consolación con otras!

13 (9) Mas acabando de recibir al Señor, pues tenéis la misma persona delante, procurad cerrar los ojos del cuerpo y abrir los del alma y miraros al corazón; que yo os digo, y otra vez lo digo, y muchas lo querría decir, que si tomáis esta costumbre todas las veces que comulgareis (y procurad tener tal conciencia que os sea lícito gozar a menudo de este Bien), que no viene tan disfrazado que, como he dicho, de muchas maneras no se dé a conocer conforme al deseo que tenemos de verle; y tanto lo podéis desear que se os descubra del todo.

14 (10) Mas si no hacemos caso de él, sino que en recibiéndole nos vamos de con él a buscar otras cosas más bajas, ¿qué ha de hacer? ¿Hanos de traer por fuerza a que le veamos que se nos quiere dar a conocer? No, que no le trataron tan bien cuando se dejó ver a todos al descubierto y les decía claro quién era; que muy pocos fueron los que le creyeron. Y así, harta misericordia nos hace a todos, que quiere su Majestad entendamos que es él el que está en el Santísimo Sacramento. Mas que le vean descubiertamente y comunicar sus grandezas y dar de sus tesoros, no quiere sino a los que entiende que mucho le desean, porque éstos son sus verdaderos amigos. Que yo os digo que quien no lo fuere y no llegare a recibirle como tal, habiendo hecho lo que es en sí, que nunca le importune porque se le dé a conocer. No ve la hora de haber cumplido lo que manda la Iglesia, cuando se va de su casa y procura echarle de sí. Así que este tal, con otros negocios y ocupaciones y embarazos del mundo, parece que lo más presto que puede, se da prisa a que no le ocupe la casa el Señor de él.



Capítulo 35 (62)


Acaba la materia comenzada con una exclamación al Padre Eterno.




1 Heme alargado tanto en esto, aunque había hablado en la oración del recogimiento de lo mucho que importa este entrarnos a solas con Dios, por ser cosa tan importante, y cuando no comulgareis, hijas, y oyereis misa, podéis comulgar espiritualmente, que es de grandísimo provecho, y hacer lo mismo de recogeros después en vos, que es mucho lo que se imprime el amor así de este Señor; porque aparejándonos a recibir, jamás por muchas maneras deja de dar que no entendemos. Es llegarnos al fuego que, aunque le haya muy grande, si estáis desviados y escondéis las manos, mal os las podéis calentar, aunque todavía da más calor que no estar adonde no haya fuego. Mas otra cosa es querernos llegar a él, que si el alma está dispuesta digo que esté con deseo de perder el frío y se está allí un rato, para muchas horas queda con calor.

2 Pues mirad, hermanas, que si a los principios no os hallareis bien que podrá ser, porque os pondrá el demonio apretamiento de corazón y congoja, porque sabe el daño grande que le viene de aquí , haráos entender que halláis más devoción en otras cosas y aquí menos. No dejéis este modo; aquí probará el Señor lo que le queréis. Acordaos que hay pocas almas que le acompañen y le sigan en los trabajos; pasemos por él algo, que su Majestad os lo pagará; y acordaos también qué de personas habrá que no sólo quieran no estar con él, sino que con descomedimiento le echen de sí. Pues algo hemos de pasar para que entienda le tenemos deseo de ver. Y pues todo lo sufre y sufrirá por hallar sola un alma que le reciba y tenga en sí con amor, sea ésta la vuestra; porque a no haber ninguna, con razón no le consintiera quedar el Padre Eterno con nosotros; sino que es tan amigo de amigos y tan señor de sus siervos, que, como ve la voluntad de su buen Hijo, no le quiere estorbar obra tan excelente y adonde tan cumplidamente muestra el amor que tiene a su Padre.

3 Pues, Padre Santo que estás en los cielos, ya que lo queréis y lo aceptáis, y claro está no habíais de negar cosa que tan bien nos está a nosotros, alguien ha de haber como dije al principio que hable por vuestro Hijo, pues él nunca tornó de Sí. Seamos nosotras, hijas, aunque es atrevimiento, siendo las que somos; mas confiadas en que nos manda el Señor que pidamos, llegadas a esta obediencia, en nombre del buen Jesús, supliquemos a su Majestad que, pues no le ha quedado por hacer ninguna cosa haciendo a los pecadores tan gran beneficio como éste, que quiera su piedad y se sirva de poner remedio para que no sea tan maltratado; y que pues su santo Hijo puso tan buen medio para que en sacrificio le podamos ofrecer muchas veces, que valga tan precioso don para que no vaya adelante tan grandísimo mal y desacatos como se hacen en los lugares adonde estaba este Santísimo Sacramento entre estos luteranos, deshechas las iglesias, perdidos tantos sacerdotes, quitados los sacramentos.

4 Pues ¡qué es esto, mi Señor y mi Dios! O dad fin al mundo, o poned remedio en tan gravísimos males, que no hay corazón que lo sufra, aun de los que somos ruines. Suplícoos, Padre Eterno, que no lo sufráis ya Vos; atajad este fuego, Señor, que si queréis, podéis. Mirad que aún está en el mundo vuestro Hijo; por su acatamiento cesen cosas tan feas y abominables y sucias; por su hermosura y limpieza no merece estar en casa adonde hay cosas semejantes. No lo hagáis por nosotros, Señor, que no lo merecemos; hacedlo por vuestro Hijo. Pues suplicaros que no esté con nosotros, no os lo osamos pedir. ¿Qué sería de nosotros? Que si algo os aplaca, es tener acá tal prenda. Pues algún medio ha de haber, Señor mío, póngale vuestra Majestad.

5 ¡Oh mi Dios, quién pudiera importunaros mucho y haberos servido mucho para poderos pedir tan gran merced en pago de mis servicios, pues no dejáis ninguno sin paga! Mas no lo he hecho, Señor; antes por ventura soy yo la que os he enojado de manera que por mis pecados vengan tantos males. Pues ¿qué he de hacer, Criador mío, sino presentaros este Pan sacratísimo, y aunque nos le disteis, tornárosle a dar y suplicaros, por los méritos de vuestro Hijo, me hagáis esta merced, pues por tantas partes lo tiene merecido? Ya, Señor, ya haced que se sosiegue este mar; no ande siempre en tanta tempestad esta nave de la Iglesia, y salvadnos, Señor mío, que perecemos.



Capítulo 36 (63-65)


Trata de estas palabras del Paternóster: Dimitte nobis debita nostra.




1 Pues viendo nuestro buen Maestro que con este manjar celestial todo nos es fácil, si no es por nuestra culpa, y que podemos cumplir muy bien lo que hemos dicho al Padre de que se cumpla en nosotros su voluntad, dícele ahora que nos perdone nuestras deudas, pues perdonamos nosotros. Y así, prosiguiendo en la oración que nos enseña, dice estas palabras: Y perdónanos, Señor, nuestras deudas, así como nosotros las perdonamos a nuestros deudores.

2 Miremos, hermanas, que no dice: como perdonaremos; porque entendamos que quien pide un don tan grande como el pasado y quien ya ha puesto su voluntad en la de Dios, que ya esto ha de estar hecho, y así dice: como nosotros las perdonamos. Así que, quien de veras hubiere dicho esta palabra al Señor: fiat voluntas tua, todo lo ha de tener hecho, con la determinación al menos.
Veis aquí cómo los santos se holgaban con las injurias y persecuciones, porque tenían algo que presentar al Señor cuando le pedían. ¿Qué hará una tan pobre como yo, que tan poco ha tenido que perdonar y tanto hay que se me perdone? Cosa es ésta, hermanas, para que miremos mucho en ella; que una cosa tan grave y de tanta importancia como que nos perdone nuestro Señor nuestras culpas, que merecían fuego eterno, se nos perdone con tan baja cosa como es que perdonemos; y aun de esta bajeza tengo tan pocas que ofrecer, que de balde me habéis, Señor, de perdonar; aquí cabe bien vuestra misericordia. Bendito seáis Vos, que tan pobre me sufrís, que lo que vuestro Hijo dice en nombre de todos, por ser yo tal y tan sin caudal, me he de salir de la cuenta.

3 Mas, Señor mío, ¿si habrá algunas personas que me tengan compañía y no hayan entendido esto? Si las hay, en vuestro nombre les pido yo que se les acuerde de esto, y no hagan caso de unas cositas que llaman agravios, que parece hacemos casas de pajitas, como los niños, con estos puntos de honra. ¡Oh, válgame Dios, hermanas, si entendiésemos qué cosa es honra y en qué está perder la honra! Ahora no hablo con nosotras, que harto mal sería no tener ya entendido esto, sino conmigo el tiempo que me precié de honra sin entender qué cosa era; íbame al hilo de la gente. ¡Oh, de qué cosas me agraviaba, que yo tengo vergüenza ahora! Y no era, pues, de las que mucho miraban en estos puntos; mas no erraba en el punto principal, porque no miraba yo ni hacía caso de la honra que tiene algún provecho, porque ésta es la que hace provecho al alma. Y qué bien dijo quien dijo que honra y provecho no podían estar juntas, aunque no sé si lo dijo a este propósito; y es al pie de la letra, porque provecho del alma y esto que llama el mundo honra, nunca puede estar junto. Cosa espantosa es qué al revés anda el mundo. Bendito sea el Señor que nos sacó de él.

4 (1) Mas mirad, hermanas, que no nos tiene olvidadas el demonio; también inventa sus honras en los monasterios y pone sus leyes, que suben y bajan en dignidades como los del mundo. Los letrados deben de ir por sus letras que esto no lo sé , que el que ha llegado a leer teología no ha de bajar a leer filosofía, que es un punto de honra que está en que ha de subir y no bajar. Y aun si se lo mandase la obediencia, lo tendría por agravio, y habría quien tornase de él, que es afrenta, y luego el demonio descubre razones que aun en ley de Dios parece llevar razón. Pues entre nosotras, la que ha sido priora ha de quedar inhabilitada para otro oficio más bajo; un mirar en la que es más antigua, que esto no se nos olvida, y aun a las veces parece merecemos en ello porque lo manda la Orden.

5 (2) Cosa es para reír, o para llorar, que lleva más razón. Sí, que no manda la Orden que no tengamos humildad; manda que haya concierto; mas yo no he de estar tan concertada en cosas de mi estima, que tenga tanto cuidado en este punto de Orden como de otras cosas de ella, que por ventura guardaremos imperfectamente; no esté toda nuestra perfección de guardarla en esto; otras lo mirarán por mí, si yo me descuido. Es el caso que, como somos inclinadas a subir aunque no subiremos por aquí al cielo no ha de haber bajar. ¡Oh, Señor, Señor! ¿Sois Vos nuestro dechado y Maestro? Sí, por cierto. Pues ¿en qué estuvo vuestra honra, Honrador nuestro? ¿No la perdisteis, por cierto, en ser humillado hasta la muerte? No, Señor, sino que la ganasteis para todos.

6 (3) ¡Oh, por amor de Dios, hermanas!, que llevamos perdido el camino, porque va errado desde el principio; y plega a Dios que no se pierda algún alma por guardar estos negros puntos de honra, sin entender en qué está la honra. Y vendremos después a pensar que hemos hecho mucho si perdonamos una cosita de éstas, que ni era agravio ni injuria ni nada; y muy como quien ha hecho algo, vendremos a que nos perdone el Señor, pues hemos perdonado. Dadnos, mi Dios, a entender que no nos entendemos y que venimos vacías las manos, y perdonadnos Vos por vuestra misericordia; que en verdad, Señor, que no veo cosa (pues todas las cosas se acaban y el castigo es sin fin) que merezca ponérseos delante para que nos hagáis tan gran merced, si no es por quien os lo pide.

7 (4) Mas ¡qué estimado debe ser este amarnos unos a otros del Señor! Pues pudiera el buen Jesús ponerle delante otras, y decir: perdonadnos, Señor, porque hacemos mucha penitencia, o porque rezamos mucho y ayunamos y lo hemos dejado todo por Vos y os amamos mucho; y no dijo porque perderíamos la vida por Vos, y, como digo, otras cosas que pudiera decir, sino sólo porque perdonamos. Por ventura, como nos conoce por tan amigos de esta negra honra, y como cosa más dificultosa de alcanzar de nosotros y más agradable a su Padre, la dijo y se la ofrece de nuestra parte.

Efectos que deja el buen espíritu



8 (1) Pues tened mucha cuenta, hermanas, con que dice: como perdonamos; ya como cosa hecha, como he dicho. Y advertid mucho en esto, que cuando de las cosas que Dios hace merced a un alma en la oración que he dicho de contemplación perfecta no sale muy determinada y, si se le ofrece, lo pone por obra de perdonar cualquier injuria, por grave que sea, no estas naderías que llaman injuria, no fíe mucho de su oración; que al alma que Dios llega a Sí en oración tan subida, no llegan ni se le da más ser estimada que no. No dije bien, que sí da, que mucha más pena le da la honra que la deshonra, y el mucho holgar con descanso que los trabajos. Porque cuando de veras le ha dado el Señor aquí su reino, ya no le quiere en este mundo; y para más subidamente reinar entiende es éste el verdadero camino, y ha ya visto por experiencia la gran ganancia que le viene y lo que se adelanta un alma en padecer por Dios. Porque por maravilla llega su Majestad a hacer tan grandes regalos sino a personas que han pasado de buena gana muchos trabajos por él; porque, como dije en otra parte de este libro, son grandes los trabajos de los contemplativos, y así los busca el Señor gente experimentada.

9 Pues entended, hermanas, que como éstos tienen ya entendido lo que es todo, en cosa que pasa no se detienen mucho. Si de primer movimiento da pena una gran injuria y trabajo, aún no lo ha bien sentido cuando acude la razón por otra parte, que parece levanta la bandera por sí, y deja casi aniquilada aquella pena con el gozo que le da ver que le ha puesto el Señor en las manos cosa que en un día podrá ganar más delante de su Majestad de mercedes y favores perpetuos, que pudiera ser ganara él en diez años por trabajos que quisiera tomar por sí. Esto es muy ordinario, a lo que yo entiendo, que he tratado muchos contemplativos y sé cierto que pasa así. Que como otros precian oro y joyas, precian ellos los trabajos y los desean, porque tienen entendido que éstos les han de hacer ricos. 10. De estas personas está muy lejos estima suya de nada; gustan entiendan sus pecados y de decirlos cuando ven que tienen estima de ellos. Así les acaece de su linaje, que ya saben que en el reino que no se acaba no han de ganar por aquí. Si gustasen ser de buena casta, es cuando para más servir a Dios fuera menester; cuando no, pésales los tengan por más de lo que son, y sin ninguna pena desengañan, sino con gusto. Es el caso que debe ser a quien Dios hace merced de tener esta humildad y amor grande a Dios, que en cosa que sea servirle más ya se tiene a sí tan olvidado, que aun no puede creer que otros sienten algunas cosas ni lo tienen por injuria.

11 (2) Estos efectos que he dicho a la postre, son de personas ya más llegadas a perfección, y a quien el Señor muy ordinario hace mercedes de llegarle a Sí por contemplación perfecta. Mas lo primero, que es estar determinados a sufrir injurias y sufrirlas aunque sea recibiendo pena, digo que muy en breve lo tiene quien tiene ya esta merced del Señor de tener oración hasta llegar a unión; y que si no tiene estos efectos y sale muy fuerte en ellos de la oración, crea que no era la merced de Dios, sino alguna ilusión y regalo del demonio, porque nos tengamos por más honrados.

12 Puede ser que al principio, cuando el Señor hace estas mercedes, no luego el alma quede con esta fortaleza; mas digo que si las continúa a hacer, que en breve tiempo se hace con fortaleza, y ya que no la tenga en otras virtudes, en esto de perdonar, sí. No puedo yo creer que alma que tan junto llega de la misma misericordia, adonde conoce la que es y lo mucho que le ha perdonado Dios, deje de perdonar luego con toda facilidad y quede allanada en quedar muy bien con quien la injurió; porque tiene presente el regalo y merced que le ha hecho, adonde vio señales de grande amor, y alégrase se le ofrezca en qué le mostrar alguno.

13 Torno a decir que conozco muchas personas que les la hecho el Señor merced de levantarlas a cosas sobrenaturales, dándoles esta oración o contemplación que queda dicha, y aunque las veo con otras faltas e imperfecciones, con ésta no he visto ninguna, ni creo la habrá si las mercedes son de Dios, como he dicho. El que las recibiere mayores, mire en sí cómo van creciendo estos efectos; y si no viere en sí ninguno, témase mucho y no crea que esos regalos son de Dios, como he dicho, que siempre enriquece el alma adonde llega. Esto es cierto, que aunque la merced y regalo pase presto, que se entiende despacio en las ganancias con que queda el alma; y como el buen Jesús sabe bien esto, determinadamente dice a su Padre santo que perdonamos nuestros deudores.




CAMINO DE PERFECCION 32