Cirilo ES 1100

CATEQUESIS I, INVITACIÓN AL BAUTISMO

1100 Pronunciada en Jerusalén, contiene una introducción a los que se aproximan al bautismo. El punto de partida es Is 1,16: "Lavaos, purificaos, quitad de delante de mis ojos las fechorías de vuestras almas" (1).

Dios os aguarda


Sois ya discípulos de la nueva Alianza y participes de los misterios de Cristo, ahora por vocación, pero dentro de poco también como un don: haceos un corazón nuevo y un Espíritu nuevo (2) para que se alegren los moradores del cielo. Pues si, como dice el evangelio, "habrá alegría por un solo pecador que se convierte" (3), ¿cuánto más no moverá a la alegría a los habitantes del cielo la salvación de tantas almas? Habiendo entrado por un camino ancho y hermoso, recorred cautelosamente la senda de la piedad. Pues el unigénito Hijo de Dios está plenamente dispuesto para vuestra redención y señala: "Venid todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré" (4). Los que lleváis el pernicioso vestido de vuestras ofensas (5) y estáis oprimidos por las cadenas de vuestros pecados, escuchad la voz del profeta que dice: "Lavaos, purificaos, quitad de delante de mis ojos las maldades de vuestra alma" (6), de modo que os aclame el coro de los ángeles: "Dichoso el que es perdonado de su culpa, y le queda cubierto su pecado" (7). Los que habéis encendido hace poco por primera vez las lámparas de la fe (8), sostenedlas en las manos sin que se apaguen, para que aquel que en otro tiempo abrió por la fe el paraíso al ladrón en este santísimo monte del Gólgota (9) os conceda también a vosotros cantar el cantico nupcial.

Nuevo nacimiento desde el pecado al hombre nuevo

2. Si alguno es ahora esclavo del pecado, prepárese mediante la fe para la regeneración liberadora de la adopción filial. Y abandonada la funesta servidumbre de los pecados, una vez dedicado al dulce servicio del Señor será juzgado digno de disfrutar la herencia del reino celestial. Desvestíos por medio de la confesión del hombre viejo, que se corrompe por las concupiscencias del error, para revestiros del hombre nuevo, que se renueva por el conocimiento de aquel que le creo (10). Recibid por la fe las arras del Espíritu (11) para que podáis ser recibidos en las moradas eternas (12). Acercaos (a recibir) el sello Espiritual para que podáis ser reconocidos favorablemente por vuestro dueño (13). Seréis contados en la santa y fiel grey de Cristo a fin de que, como en otro tiempo fuisteis separados a su derecha, ahora consigáis la vida eterna que se os ha preparado. Quienes sufren todavía la aspereza de sus pecados (como la de una piel con vello), se quedarán en pie a la izquierda, puesto que todavía no han tenido acceso a la gracia de Dios, que se da por medio de Cristo en el lavatorio de la regeneración. Pero no me refiero a la regeneración de los cuerpos, sino al nuevo nacimiento del alma por el Espíritu. Pues los cuerpos son engendrados por padres visibles, pero las almas vuelven a nacer de nuevo por la fe; ya que "el Espíritu sopla donde quiere" (Jn 3,8) (14). Si se te considera digno, te será lícito oír: "Bien, siervo bueno y fiel" (Mt 25,21), lo que sucederá cuando tu conciencia no te pueda acusar en absoluto de simulación.


Aprestarse a escuchar a Dios

3. Si alguno de los que están aquí cree que podrá tentar a la gracia de Dios, se engaña a sí mismo e ignora la fuerza de las cosas. Ten, hombre, un ánimo sincero y libre de engaño por causa de aquel que escruta corazones y entrañas (cf. Ps 7,10 Jr 11,20). Quienes hacen alistamientos de soldados, examinan la edad (15) y los cuerpos; así, cuando Dios hace un alistamiento de las almas, examina las voluntades y, si alguien vive en la hipocresía, lo rechaza por inadecuado para una verdadera milicia. Pero si lo encuentra digno, le otorga su gracia de manera muy rápida (16). No da lo santo a los perros (Mt 7,6), sino que, cuando ve una conciencia honesta, le confiere el sello saludable y admirable (17) temido por los demonios y que reconocen los ángeles; de manera que aquellos huyen expulsados, pero éstos lo abrazan como por un parentesco familiar. Por consiguiente, quienes reciben aquel sello Espiritual y saludable, es necesario que se esfuercen también personalmente. Del mismo modo que quienes se sirven de una pluma para escribir o de una flecha también tienen que esforzarse, asimismo la gracia necesita del esfuerzo de los que creen.

Del catecumenado a los frutos de la fe

4. No recibes armas corruptibles sino espirituales. Serás introducido en un paraíso racional, recibiendo un nuevo nombre que antes no tenías (probable alusión a Ap 2,7 Ap 2,17c) (18). Antes eras catecúmeno, ahora serás llamado fiel (19). Eres trasplantado a buenos olivares, desde un olivo silvestre a un buen olivo (Rm 11,24); de los pecados a la justicia, de la suciedad a la pureza. Eres hecho participe de una vid santa: si permaneces en la miel, crecerás como un sarmiento fructífero; pero si no permaneces, serás consumido por el fuego. Así pues, produzcamos fruto dignamente. Que no nos suceda lo mismo que a aquella vid infructuosa, no sea que, al venir Jesús, la maldiga por su esterilidad (Mt 21,10). Que todos puedan, en cambio, pronunciar estas palabras. "Pero yo, como verde olivo en la casa de Dios, confío en el amor de Dios para siempre jamás" (Ps 52,10). No se trata de un olivo sensible, sino inteligible, portador de la luz. Lo propio de él es plantar y regar (cf. tal vez 1Co 3,6); pero a ti te corresponde aportar el fruto. Por ello, no desprecies la gracia de Dios: guárdala piadosamente cuando la recibas.

Reconocer los pecados para cambiar de vida

5. El tiempo presente es tiempo de confesión. Confiesa todo lo que hiciste, de palabra o de obra, tanto de noche como de día. Reconócelo en el tiempo aceptable, y recibe el tesoro celestial en el día de la salvación (2Co 6,12). Entra con interés en los exorcismos. Sé asiduo a las catequesis y graba en tu memoria lo que allí se diga. Pues no se hablara solo para que lo oigas, sino para que selles mediante la fe (20) lo escuchado. Suprime de tu pensamiento toda preocupación humana, pues se trata de una carrera con tu propia alma. Abandona completamente lo que es del mundo. Pues se trata de cosas pequeñas; en cambio, son grandes los dones del Señor. Abandona lo que tienes delante y ten fe en lo que ha de venir. Tantos años has vivido inútilmente en la órbita del mundo. ¿No te dedicaras durante cuarenta días a la oración por tu alma? "Rendíos y reconoced que yo soy Dios", dice la Escritura (Ps 46,11). Deja de hablar muchas cosas inútiles y deja de murmurar o de escuchar con agrado a quien murmura (21). Manifiéstate más bien pronto y dispuesto a la suplica. Muestra, por la práctica de una vida más austera, la fortaleza y los nervios de tu alma. Limpia tu copa (Mt 23,26) para que quepa en ella una gracia más abundante; pues el perdón de los pecados se da a todos por igual pero la comunión del Espíritu Santo se concede según la medida de la fe de cada uno (Rm 12,6). Si poco trabajas, recibirás poco; pero si haces mucho, mucha será tu paga. Corres para ti mismo, mira tu propia conveniencia.

Perdón de los demás y fidelidad en la asistencia a las asambleas


6. Si tienes algo contra alguien, perdónale. Vas a recibir el perdón de los pecados: es necesario que también tú perdones a quien peco contra ti. De otro modo, ¿cómo te atreverías a decirle al Señor: Perdóname mis muchos pecados cuando tu ni siquiera unas pocas cosas perdonas a quien es consiervo tuyo (Mt 18,23-35)? Manifiesta interés en las sinaxis (22), y no solo ahora cuando los miembros del clero te exigen ese interés, sino también una vez que hayas recibido la gracia. Pues si ello es bueno y laudable antes de que la recibas, ¿dejara de ser bueno después de que se haya otorgado? Si antes de que estuvieses injertado había que regarte y cuidarte con esmero, ¿no era esto mucho mejor una vez plantado? Sostén el combate por tu propia alma, sobretodo en estos días. Alimenta tu alma con la lectura Espiritual, pues un banquete Espiritual te ha preparado el Señor. Di tu también con el salmista: "El Señor es mi pastor, nada me faltara: él me ha colocado en la tienda, en el aprisco. Hacia las aguas de reposo me conduce, y conforta mi alma" (Ps 23,1-3). Con ello se alegrarán a la vez los ángeles y el mismo Cristo, el gran sumo sacerdote, viendo confirmado el propósito de vuestra voluntad, ofreciéndoos él también a todos vosotros, dirá al Padre: "Henos aquí a mí y a los hijos que Dios me ha dado" (Is 8,18 He 2,13), y os custodiara a todos vosotros como agradables a él. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.


(1) Por estas palabras introductorias y por el contenido mismo, se observa que la presente catequesis es una invitación al bautismo.
(2) Ez 18,31b.
(3) Lc 15,31.

(4) Mt 11,28.

(5) Cf. Procatequesis, n. 3; cat. 15, n. 25.

(6) De nuevo Is 1,16.

(7) Ps 32,1. Se trata de un característico salmo penitencial.

(8) Procat. 1, ya señalaba: "Tened en las manos las lámparas para ir a buscar a la esposa". A ese mismo hecho hace alusión otra vez la presente catequesis; los catecúmenos que en breve habrían de recibir el bautismo llevaban lámparas encendidas.

(9) Cf. Lc 23,43.

(10) Cf. Ep 4,22-25 Col 3,10.

(11) Cf. 2Co 5,5.

(12) C Lc 16,9.

(13) Cf. Procatequesis, nota 36. Cf. cat. 15, núm. 25.

(14) En las frecuentes alusiones concretas, ahora a Jn 3,8, pero constantemente con la mención del nuevo nacimiento, etc., se ve toda la influencia de Jn 3,1-21, conversación de Jesús con Nicodemo, en las catequesis de Cirilo. En el fondo se da a entender con ello la idea frecuentísima en la catequesis patrística de que por la fe y el bautismo el hombre es engendrado de nuevo: la iniciación cristiana como creación de una humanidad nueva.

(15) También puede traducirse por "las medidas".

(16) Vid. cat. 3, núm. 1.


(17) En esta misma catequesis, núm. 2, se ha hecho, ya mención de este "sello Espiritual...". También se ha hecho mención de la anterior nota 36 y de cat. 15, núm. 21. No se volverá a insistir más sombre esto, únicamente, recordar que la ed. de Migne, PG 33,373 vuelve a mencionar la semejanza entre el "sello" y el "carácter del bautismo" con las marcas impresas en los ganados para distinguir quiénes eran sus dueños, o también con las señales grabadas con hierro candente en los soldados. Una cierta tosquedad en la comparación permite hacer entender de modo bastante plástico que el bautizado será ahora siervo solo de Cristo.

(18) Se reproduce aquí integra la nota que inserta la mencionada edición de PG 33, col. 374; "Serás introducido en un nuevo paraíso racional, recibiendo un nuevo nombre". No me resisto apenas a pensar que aquí se alude a dos pasajes del Apocalipsis, c, II, quería. 7: "Al vencedor le daré a comer del leño de la vida, que está en el paraíso de mi Dios", y quería. 17: "Al vencedor le daré una piedrecita blanca, y grabado en la piedrecita, un nombre nuevo". Pues aunque Cirilo no utiliza el libro del Apocalipsis como canónico, menciono en sus catequesis algunas de sus afirmaciones. Afirma que al bautizado se le ha de abrir el paraíso, cat. 13,9, cuando, hechas las renuncias mirando desde el poniente y vuelto hacia el oriente, hace un pacto con Cristo. Pero es injertado en el verdadero olivo que es Cristo cuando es ungido antes del bautismo con el aceite exorcizado, cat. 20, n. 3. En Cristo somos, por último, injertados como en una vina cuando por el bautismo comulgamos (cat. 19, n. 7) con su muerte y su sepultura (por la que se ha plantado en la tierra la vid verdadera, cat. 14, n. 11)".

(19) Cf. Procat., n. 4; cat. 5, n. 1.

(20) Cf. en esta catequesis, núm. 6, procat., núm. 17.

(21) Cf. Procat., núm. 16.

(22) Asambleas o reuniones sagradas.

San Cirilo de Jerusalén

CATEQUESIS II, INVITACIÓN A LA CONVERSIÓN

1200
Pronunciada en Jerusalén, trata sobre la conversión y el perdón de los pecados, y acerca del enemigo. La lectura de base es de
Ez 18,20-21: Al justo se le imputara su justicia y al malvado su maldad. En cuanto al malvado, si se aparta de todos los pecados que ha cometido, observa todos mis preceptos y practica el perpetua derecho y la justicia, vivirá sin duda, no morirá" (1).

Realidad del pecado

1. Realidad temible es el pecado y gravísima enfermedad del alma es la iniquidad: le secciona los nervios y además la dispone al fuego eterno. La maldad se da cuando hay delectación libre, un germen que lleva voluntariamente al mal. Ya el profeta señala con claridad que el pecado se comete de modo espontaneo y libre: "Yo te había plantado de la cepa selecta, toda entera de simiente legítima. Pues ¿cómo te has mudado en sarmiento de vid bastarda?" (Jr 2,21). La plantación es buena, pero el fruto es malo, malo por la libre voluntad: el que planto está libre de culpa, pero la vina será aniquilada por el fuego; plantada para el bien, produjo el mal por su propio deleite. Pues, según el Eclesiastés, "Dios hizo sencillo al hombre, pero él se complico con muchas razones" (Si 7,29). Y el Apóstol dice: "Hechura suya somos, creados... en orden a las buenas obras" (Ep 2,10). Pues siendo bueno el creador, creo "en orden a las buenas obras", pero la creatura se volvió al mal por su propio arbitrio. Grave mal es, según esto, el pecado. Pero no es irremediable: es grave para quien permanece en él. Pero es fácil de sanar a aquel que lo rechaza en la conversión. Imagínate que alguien tiene fuego en sus manos. Sin duda se abrasara mientras retenga el carbón, pero si lo arroja fuera de sí, suprime la causa de su quemadura. Pero si alguien piensa que no se quema al pecar, a ese tal le dice la Escritura: "¿Puede uno meter fuego en su regazo sin que le ardan los vestidos?" (Pr 6,27). Así pues, el pecado abrasa los nervios del alma.

El origen del pecado en el interior del hombre

2. Pero dirá alguno ¿Qué es el pecado? ¿Es un animal, un ángel o un demonio? ¿Qué es lo que lo produce? (2). Atiende bien: no es un enemigo que te invada desde fuera, sino algo que brota de ti mismo. "Miren de frente tus ojos" (Pr 4,25) y no experimentaras la pasión. Ten lo tuyo, no te apoderes de lo ajeno y no existirá en ti la rapiña. Acuérdate del juicio y no existirán en ti la fornicación ni el adulterio ni el homicidio ni nada que sea pecaminoso. Pero si te olvidas de Dios, comenzaras a pensar en el mal y a realizar lo ilícito.

El diablo y el pecado

3. Pero no solo tú eres origen y autor de lo que haces: hay también un depravado instigador, el diablo (3). El tienta a todos, pero no puede con los que no consienten. Por ello dice el Eclesiastés: "Si el Espíritu del que tiene poder se abate sobre ti, no abandones tu puesto" (4). Cierra tu puerta y hazlo huir lejos de ti para que no te cause daño. Pero si das entrada con indiferencia al pensamiento libidinoso, oponiéndose a tu ánimo, plantara en ti sus raíces, atara tu mente y te arrastrara hasta la cueva de los malvados. Y si acaso dices: Soy fiel, no podrán conmigo los malos deseos, aunque frecuentemente los tenga en mi ánimo. ¿Ignoras tal vez que la raíz que permanece tiempo ligada a la piedra acaba siempre rompiéndola? No aceptes siquiera el germen, porque hará añicos tu fe. Arranca de raíz el mal antes de que florezca, no sea que, actuando negligentemente desde un comienzo, tengas luego que pensar en el fuego (Jr 23,29) y en el hacha (Mt 3,10). Cúrate a tiempo la inflamación de ojos, para que no te quedes ciego y busques entonces médico.

4. Causante primero del pecado es el diablo, origen de la maldad. Esto no lo he dicho yo, sino el Señor: "Porque el diablo peca desde el principio" (5). Antes que él nadie peco. Pero no peco por fuerza de la naturaleza (6), como si hubiese estado obligado al pecado (en ese caso, habría incurrido en pecado quien le hubiese hecho tal), sino que, creado bueno, se convirtió en diablo tomando nombre de su actuación (7). Pues, habiendo sido arcángel (8), se le ha llamado posteriormente diablo (o calumniador, Satanás), habiéndosele considerado después así en virtud de la cosa misma. Satanás es, pues, lo mismo que adversario (9). Las pruebas no las aporto yo, sino el profeta Ezequiel: "Eras el sello de una obra maestra y corona de hermosura, engendrado en el paraíso divino" (Ez 28,12 var.). Y poco más abajo: "Fuiste perfecto en tu conducta desde el día de tu creación, hasta el día en que se hallo en ti iniquidad" (Ez 28,15) (10). Esto no te vino de fuera, sino que tú mismo engendraste el mal. Poco más abajo señala la causa: "Tu corazón se ha pagado de tu belleza, has sido herido por la muchedumbre de tus pecados, si, por tus pecados. Yo te he precipitado en tierra" (Ez 28,17 var.). Lo mismo dice el Señor en el Evangelio en el mismo sentido: "Veía a Satanás caer del cielo como un rayo" (Lc 10,18). Ya ves la consonancia entre ambos Testamentos. Al caer aquél, arrastro a muchos consigo. A quienes le siguen les sugiere malos deseos, de lo que se siguen el adulterio, la fornicación y cualquier clase de mal. Por causa suya fue expulsado nuestro primer padre Adán del paraíso y cambio éste, del que brotaban frutos admirables, por una tierra que le ofrecía espinas.

Esperanza para el pecador

5. Entonces, dirá alguno, ¿hemos perecido engañados? ¿no habrá salvación alguna? Caímos, ¿podremos levantarnos? (Jr 8,4). Hemos quedado ciegos ¿podremos recuperar la vista? Estamos cojeando, ¿no hay esperanza de que caminemos correctamente alguna vez? Diré en resumidas cuentas: ¿No podremos alzarnos después de haber caído? (cf. Ps 41,9) ¿Es que acaso quien resucito a Lázaro, con hedor ya de cuatro días (Jn 11,39), no te resucitara vivo también a ti? Quien derramo su preciosa sangre por nosotros nos liberara del pecado para que no claudiquemos de nosotros mismos (cf. Ep 4,19) (11), hermanos, cayendo en un estado de desesperación. Mala cosa es no creer en la esperanza de la conversión. Quien no espera la salvación acumula el mal sin medida; pero el que espera la curación, fácilmente es misericordioso consigo mismo. Igualmente el ladrón que no espera que se le haga gracia llega hasta la insolencia; pero, si espera el perdón, a menudo termina por hacer penitencia. Si incluso una serpiente puede mudar la piel, ¿no depondremos nosotros el pecado? También la tierra que produce espinas se vuelve feraz si se la cultiva con cuidado: ¿Acaso podremos obtener nosotros de nuevo la salvación? La naturaleza es, pues, capaz de recuperación, pero para ello es necesaria la aceptación voluntaria.

Misericordia y amor de Dios hacia el pecador

6. Dios ama a los hombres, y no en escasa medida. No digas tu entonces: He sido fornicario y adultero, he cometido grandes crímenes, y ello no solo una vez sino con muchísima frecuencia. ¿Me perdonara, o más bien se olvidará de mi? Escucha lo que dice el salmista: "¡Qué grande es tu bondad, Señor!" (Ps 31,20). Tus pecados acumulados no vencen a la multitud de las misericordias de Dios. Tus heridas no pueden más que la experiencia del médico supremo. Entrégate sencillamente a él con fe; indícale al médico tu enfermedad; di tu también con David: "Si, mi culpa confieso, acongojado estoy por mi pecado" (Ps 38,19). Y se cumplirá en ti lo que también se dice: "Y tú has perdonado la malicia de mi corazón" (Ps 32,5) (12).

7. ¿Quieres ver el amor de Dios al hombre tu, que hace poco que vienes a las catequesis? ¿Quieres contemplar la benignidad de Dios y la enormidad de su paciencia? Mira el caso de Adán. Es el primer hombre que Dios creo, y peco: ¿no pudo advertirle de que a continuación moriría? Pero mira lo que hace el Dios que tanto ama a los hombres. Lo arroja del paraíso (pues por el pecado no era digno de vivir allí). Y lo coloca en cualquier lugar fuera de allí (cf. Gn 3,24), para que, al ver de dónde ha caído y a donde ha sido arrojado, consiga luego la salvación mediante la conversión. Caín, primer hombre dado a la luz, se convirtió en fratricida; maquinador del mal, autor y causante de asesinatos, y primer envidioso, quito después de en medio a su hermano. ¿A qué pena se le condena?: "Vagabundo y errante serás en la tierra" (Gn 4,12). Grande fue el pecado, pero leve el castigo.

8. Y ésta fue verdaderamente la clemencia de Dios, pero pequeña todavía con respecto a lo que siguió. Pues piensa en lo que sucedió en tiempo de Noé. Pecaron los gigantes y la maldad se extendió grandemente sobre la tierra (Os 4,2) (13). Por ella se provoco el diluvio: en el año quinientos profirió Dios su amenaza (cf. Gn 6,13) (14). ¿No crees que la benignidad de Dios se extendió durante cien años cuando se podía haber infligido el castigo al momento? Todo lo alargo para dar lugar a la conversión. ¿Acaso no ves la bondad de Dios? Ni siquiera aquellos hombres, si hubiesen recobrado entonces el buen sentido, habrían notado que les faltaba la clemencia divina.

La bondad de Dios es mayor que el pecado

9. Hablemos ahora de aquellos que se han salvado a través de la conversión. Habrá entre las mujeres quien diga: soy una prostituta, he sido adultera, manché mi cuerpo con toda clase de lujuria. ¿Qué posibilidad existe de salvación? Observa, mujer, el caso de Rahab, que también para ti hay salvación. Pues si la que se dedicaba a la prostitución abierta y públicamente obtuvo su salvación mediante la conversión, ¿acaso quien abuso de su cuerpo alguna vez antes de haber recibido la gracia no obtendrá la salvación por la penitencia y el ayuno? Date cuenta de cómo se salvo, pues simplemente dijo: "Yahveh, vuestro Dios, es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra" (Jc 2,11) (15). No se atrevía por pudor a decir que era suyo. Pero si deseas recibir el testimonio recogido en las Escrituras acerca de su salvación, tienes escrito en los Salmos: "Cuento a Rahab y a Babilonia entre los que me conocen" (Ps 87,4). Grande es la benignidad de Dios, que en las Escrituras hace memoria incluso de las meretrices. Y no dice simplemente "cuento a Rahab y a Babilonia", sino que añadió lo de "entre los que me conocen". Así pues, los hombres y mujeres pueden obtener la salvación mediante la conversión.

10. Y aunque todo el pueblo hubiese pecado, ello no supera a la benignidad divina. El pueblo había fabricado un becerro, pero Dios no se arrepintió de su clemencia. Negaron los hombres a Dios, pero Dios no se negó a sí mismo (2Tm 2,13). "Entonces ellos exclamaron: 'Estos son tus dioses, Israel'" (Ex 32,4); y sin embargo, según su modo de actuar, el Dios de Israel los custodio. Tampoco fue el pueblo el único que peco, pues también peco Aarón, el sumo sacerdote. Moisés, en efecto, dice: "También contra Aarón estaba Yahvé violentamente irritado... Intercedí también entonces en su favor y Dios le perdono" (Dt 9,20). Ya Moisés, suplicando en favor del sumo sacerdote pecador, suavizo la ira de Dios. ¿Y Jesús, el Hijo único que ora por nosotros, no aplacara a Dios? No le impidió a Aarón, a pesar de su culpa, que llegase a ser sumo sacerdote. ¿Te obstaculizara a ti que, por provenir de los gentiles, entres en la salvación? Haz igualmente penitencia tú también, oh hombre: no se te negara la gracia. Adopta después una vida irreprensible: Dios ama verdaderamente a los hombres y nadie puede explicar su clemencia a causa de su dignidad personal: incluso aunque se juntasen todas las lenguas de los hombres, ni siquiera así Podrían explicar una parte de su benignidad, es decir, ni siquiera una parte de lo que se ha escrito acerca de la benignidad de Dios para con los hombres. Pero tampoco sabemos además cuanto perdono a los ángeles, pues también a ellos les perdona, pues realmente solo existe uno que esté sin pecado, el que nos libra de éste, Jesús (16). Pero ya se ha dicho suficiente acerca de los ángeles.

El ejemplo de la conversión de David

11. Pero si lo deseas, te presentaré también otros ejemplos que se refieren a nosotros: piensa en el bienaventurado David, claro ejemplo de conversión. Gravemente peco cuando, después de acostarse, paseo en las horas de la tarde por la terraza mirando descuidadamente y cayendo en su debilidad humana (2S 11,2). Cometió el pecado, pero, al confesarlo, no desapareció totalmente el brillo de su alma. Se presento el profeta Natán, que le corrigió diligentemente y fue el médico de sus heridas (2S 12,1 2S 5a). "Se ha airado el Señor y has pecado" (17). Esto se lo decía un particular al rey. Pero el rey, pese a la dignidad de la purpura, no se indigno. Pues no tenía en cuenta a quien hablaba, sino al que le había enviada a éste. No le cegó la cohorte de soldados que le rodeaba, pues pensaba en el ejército de los ángeles del Señor y temblaba "como si viese al invisible". Y respondió al enviado, o más bien, al Dios que le enviaba: "He pecado contra el Señor" (2S 12,13). Ya ves la sumisión y la confesión del rey: ¿Acaso alguien le había declarado convicto? ¿Había muchos que conociesen el delito? El hecho se había producido rápidamente, pero el profeta se había presentado pronto como acusador. Apenas producida la ofensa, se confiesa el pecado. Al ser reconocido con claridad y sencillez, fue sanado rapidísimamente. Pues el profeta Natán, que le había conminado, le dice al momento: "También Yahvé perdona tu pecado" (ibid.). Observa cómo cambia muy rápidamente el Dios que ama a los hombres. Dice, no obstante: "Provocando (a Dios), has provocado a los enemigos del Señor" (2S 12,14, según versiones). Tenías muchos enemigos a causa de la justicia, pero te protegía la castidad. Pero cuando has descuidado esta protección, tienes a tus enemigos en pie para alzarse contra ti. Esta fue la forma como le consoló el profeta.

12. Pero el bienaventurado David, a pesar de haber oído lo de que "Dios ha perdonado tu pecado", no descuido hacer penitencia aunque fuese rey, sino que, en lugar de la purpura, se vistió de saco, y se sentaba no en asientos de oro, sino sobre ceniza y en el suelo (18). Pero no solo se sentaba en la ceniza, sino que también se alimentaba de ella, como dice él mismo: "El pan que como es la ceniza" (Ps 102,10). Su ojo lujurioso lo colmo de lágrimas, según dice: "Baño mi lecho cada noche, inundo de lágrimas mi cama" (Ps 6,7). Cuando los príncipes le exhortaban a que probase el pan, no asintió y continuo su ayuno hasta el séptimo día (2S 12,17-20). Si el rey se manifestaba así, ¿no harás lo mismo tú que eres un simple particular? Después de la rebelión de Absalón, al ofrecérsele (al rey) diversos caminos para la huida, eligió hacerlo a través del monte de los Olivos (2S 15,23), como invocando en su mente al Libertador, que desde aquí había de ascender a los cielos (19). Y como le hiriese Semei con duras maldiciones, respondió: "Dejadlo" (20), pues sabía que a quien perdona se le dará el perdón (21).

Otros ejemplos de penitencia

13. Ves que es cosa buena el confesar. Y ves que es la salvación para los que se convierten. También Salomón había caído (1R 11,4), pero, ¿cuál es la razón de decir: "Después hice penitencia" (22)? También Ajab, rey de Samaria era un malvado adorador de ídolos, de notoria maldad, asesino de profetas, impío, codicioso de campos y vinas ajenas (1R 20-21). Pero cuando hizo perecer a Nabot por instigación de Jezabel, y una vez llegado el profeta Elías que quiso amenazarle, rasgo sus vestidos y se vistió de saco. ¿Qué dice entonces el Dios misericordioso a Elías?: "¿Has visto como Ajab se ha humillado en mi presencia?" (1R 21,29), como queriendo calmar el genio del profeta inclinándolo hacia el penitente. Y dice: "No traeré el mal en vida suya" (ibid.; para todo el episodio, cf. 1R 21,17-29). Y aunque el rey, después del perdón, no habría de apartarse del pecado, Dios le perdona incondicionalmente, no porque desconociese el futuro, sino concediendo su misericordia en el momento en que está mostrando la conversión. Propio de un juez justo es dictar sentencia ajustada a cada uno de los hechos.

14. En otra ocasión estaba en pie Jeroboam ofreciendo sobre un altar sacrificios a los ídolos: su mano sufrió una parálisis por haber mandado apresar al profeta que le recriminaba. Pero al experimentar por sí mismo la potestad de aquel hombre, exclamo: "Aplaca, por favor, el rostro de Yahvé tu Dios" (1R 13,6; cf. 1R 13,1ss.). Y en virtud de esta palabra le fue restablecida totalmente la mano. Pero si un profeta curo a Jeroboam, ¿acaso no podrá Cristo liberarte sanándote de tus pecados? También Manasés cometió numerosos crímenes: fue el que hizo matar a Isaías, se contamino con todo género de idolatrías y lleno a Jerusalén de muertes de inocentes (2R 21,16). Pero, conducido cautivo a Babilonia, por la experiencia de su propio mal utilizo la medicina de la conversión. Pues dice la Escritura que Manasés se humillo profundamente en presencia del Dios de sus padres y "oro a él y Dios accedió, oyó su oración y le concedió el retorno a Jerusalén, a su reino" (2Ch 33,12). Si éste, que había hecho aserrar al profeta (23), se salvo mediante la conversión, ¿no te salvaras también, tu, que no has cometido nada tan grave?

Confiar en la posibilidad de la conversión. Ezequías

15. No desconfíes sin motivo de la fuerza de la conversión. ¿Quieres saber realmente la fuerza que tiene la penitencia? ¿Quieres conocer a fondo esta fortísima espada de la salvación y aprender el valor que tiene la confesión? (24). Por la conversión aniquilo Ezequías a ciento ochenta y cinco mil enemigos (2R 19,35). Y esto es realmente admirable, pero es poco en comparación con el hecho de haber cambiado mediante la conversión la sentencia divina que ya había sido pronunciada contra él. Pues Isaías le había dicho en su enfermedad "Da órdenes acerca de tu casa, porque vas a morir y no vivirás" (1S 20,1). Y no había, pues, expectativas, una vez que el profeta había dicho "vas a morir". Sin embargo, no revoco Ezequías su conversión, acordándose de lo que está escrito: "Por la conversión y calma seréis liberados" (Is 30,15) (25). Se volvió a la pared y elevando desde el lecho su mente al cielo (el grosor de las paredes no podía impedir sus devotas preces), exclamo: "¡Señor, acuérdate de mí!" (Is 38,3), como si dijera: "Para mi salud me basta que te acuerdes de mi, tú que no estás sometido al tiempo, sino que has creado las leyes de la vida. La razón de nuestra vida no está en el origen ni el tamaño de cada uno de los astros, como algunos suenan, sino que eres tu quien rige la vida y su duración según los planes de tu voluntad". A causa del anuncio del profeta (Is 38,1) había perdido (Ezequías) la esperanza de vivir, pero el tiempo de su vida le fue prorrogado en quince años, de lo que se le ofreció como signo el retroceso del sol (Is 38,8). El sol volvió atrás por Ezequías. E igualmente llego a faltar el sol a causa de Cristo, no retrocediendo sino apagándose (26), mostrando así la diferencia entre Ezequías y Jesús. Pero si aquel pudo anular la sentencia de Dios, ¿no podrá Jesús conceder el perdón de los pecados? Apártate de ellos y llóralos en tu alma; cierra las puertas y ora para que te sean perdonados (Mt 6), de modo que Dios sofoque las llamas ardientes que brotan de ti, pues la confesión (27) puede extinguir el fuego y amansar a los leones.

Los tres jóvenes y Nabucodonosor

16. Pero si no crees, piensa en lo que les sucedió a Ananías y a sus compañeros. ¿Cuántos sextarios de agua (28) se necesitaban para apagar una llama que se elevaba hasta los cuarenta y nueve codos (Da 3,47)? Pero donde más alta era la llama, allí se derramo la fe como si fuese un rio, y señalaban el remedio de los males: "Eres justo en todo lo que nos has hecho... Si, pecamos, obramos inicuamente" (Da 3,27). Y la penitencia disolvió las llamas. Pero si desconfías de que la conversión pueda apagar el fuego de la gehena, aprende de lo que les sucedió a Ananías y a sus compañeros. Aunque algún oyente agudo podrá decir: "Dios los libero entonces justamente". Puesto que no quisieron dar culto al ídolo, les concedió Dios la fuerza y el poder. Y como verdaderamente fue así, pasaré ahora a otro ejemplo de conversión.

17. ¿Qué opinión tienes acerca de Nabucodonosor? ¿No has oído por las Escrituras que fue sanguinario y fiero como un león? ¿No has oído que saco los huesos de los reyes de sus sepulcros para arrojarlos al aire? (Jr 8,1ss)? ¿No has oído que se llevo al pueblo al destierro y que cegó los ojos del rey tras hacerle contemplar la degollación de sus hijos? (2R 25,7) ¿Y qué destrozo a los querubines? No me refiero a los querubines que solo con la mente se contemplan. ¡Quita esta idea de tu cabeza! Me refiero a los querubines que estaban esculpidos, pero también al propiciatorio desde el cual Dios hablaba (Ex 25,17-18,22). También profano el velo del santuario. Tomando el incensario, lo llevo al templo de los ídolos (29). Transformo todos los objetos de la ofrenda, arraso el templo desde sus cimientos. Mereció innumerables castigos por los reyes muertos y por los santos a los que injurio. Y puesto que había reducido al pueblo a servidumbre y había colocado los vasos sagrados en los templos de los ídolos, ¿acaso no era digno de padecer mil muertes?

18. Has visto la magnitud de los crímenes. Vuélvete ahora a la clemencia de Dios. Era (Nabucodonosor) como una fiera: vivía de modo solitario y tenía que ser golpeado para ser domesticado. Tenía las garras de un león, con las cuales agarraba a los santos, y las crines de los leones. Era, en efecto, un león rápido y rugiente. Comía heno como el buey y era como un jumento que no sabía quién le había dado el reino (30). Su cuerpo se cubrió de rocío, pero no creyó al ver el fuego apagado por ese mismo rocío. ¿Y qué es lo que sucedió?: "Al cabo del tiempo fijado, yo, Nabucodonosor, levanté los ojos al cielo... y bendije al Altísimo, alabando y exaltando al que vive eternamente" (Da 4,31). Cuando reconoció al Altísimo y dirigió a Dios estas palabras de su ánimo agradecido, se arrepintió de sus acciones confesando su propia debilidad. Dios le restituyo entonces el honor del reino.

Exhortación final


19. ¿Qué, pues? A Nabucodonosor, que tantos males había hecho, Dios le dio, al haber confesado, el perdón y el reino: y a ti, si te conviertes, ¿no te dará el perdón de los pecados y el reino de los cielos, si te conduces dignamente? Dios es clemente, pronto en perdonar y tardo para la venganza. Así pues, que nadie desespere de su propia salvación. Pedro, el príncipe de los Apóstoles, negó tres veces al Señor ante una sierva cualquiera. Pero, tocado por el arrepentimiento, lloro amargamente: al llorar, manifiesta la conversión íntima del corazón; y por ello no solo recibió el perdón por su negación, sino que también conservo la dignidad de Apóstol.

20. Hay, pues, hermanos, multitud de pecadores que se convirtieron y consiguieron la salvación, confesad también vosotros ardientemente al Señor para que recibáis el perdón de los pecados precedentes y, hechos dignos del don celestial, podáis heredar el reino de los cielos con todos los santos, en Cristo Jesús, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén (31)


(1) El tema de la catequesis es la conversión que se requiere antes del bautismo. La catequesis exhorta a la penitencia que pide el artículo del Credo "un único bautismo de conversión para el perdón de los pecados". Cf. sobre este particular la cat. 18, núm. 22. Es necesario también señalar que en ciertos códices se dice "trata sobre la conversión y el perdón de los pecados", pero en la explicación frontal del tema no se añade "acerca del enemigo", es decir, el diablo. Realmente el examen de la catequesis aclara que el tema es esencialmente la conversión y el perdón de los pecados, no siendo el diablo aquí más que un tema secundario.

(2) Cf. cat. 4, núm. 21.

(3) Cat. 4, núms. 21,24.

(4) Si 10,4, que completa el consejo con las palabras: "que la flema libra de graves yerros". Es la versión de la Biblia de Jerusalén, y el versículo parece ser de por si un consejo de prudencia ante los errores de la autoridad. La interpretación que hace el texto de la catequesis supone otro contexto diferente, el de la tentación, pero la intención es válida: mantenerse firme en las dificultades de la tentación.

(5) En realidad la frase no es del Evangelio, sino de 1Jn 3,8: "Quien comete el pecado es del Diablo, pues el diablo peca desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo". Pero en una línea semejante si existe en Jn 8,44, puesta en boca de Jesús, esta afirmación: "Este (el diablo) era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira".

(6) Probablemente, al negar la posibilidad de pecar "por fuerza (mejor, "por necesidad") de la naturaleza", como si el pecado fuese una exigencia ontológica del ser del diablo, está pensando Cirilo en la afirmación al respecto extendida entre gnósticos y maniqueos (cf. PG 33,386, nota 8).

(7) La palabra griega diábolos, significa "calumniador", "detractor", "acusador", funciones que realiza sobre y contra el hombre.

(8) Esta idea del origen angélico del diablo se repite también en Cirilo, por ejemplo, en cat. 8, n. 4.

(9) Variante también posible: "Satanás significa pues diablo" (o calumniador). De hecho, en las versiones griegas de la Biblia la expresión hebrea "Satán" se traduce a menudo por diábolos.

(10) El oráculo profético se refiere propiamente a la caída del rey de Tiro. En realidad, el pasaje entero, Ez 28,1-19, es un poema-oráculo contra aquel. Una nota de la Biblia de Jerusalén a 28,11, donde comienza la predicción de la mencionada caída, señala: "Por una acomodación espontanea, la tradición cristiana ha aplicado a menudo este poema a la caída de Lucifer".

(11) Esta versión de Ep 4,19, es más próximo a la traducción que hace la Vulgata del versículo, examinando el cual y su contexto se percibe la idea paulina de que, privado el hombre del contacto con Cristo, se termina por caer en una situación de desenfreno que perjudica al mismo ser humano como tal: Ep 4,17. Es una idea afín a Rm 1,18-32.

(12) Todo el Salmo 32 es importante como expresión del perdón tras el reconocimiento del pecado. El versículo 5, completo, señala: "Mi pecado te reconocí, y no oculté mi culpa; dije: "Me confesaré a Yahveh de mis rebeldías". Y tu absolviste mi culpa, perdonaste mi pecado".

(13) A la iniquidad extendida sobre Israel, según Oseas, hace aquí referencia la edición de PG 33,391, nota 62. Pero más bien habría que pensar en Gn 6,1-4, pasaje sobre el que tiene un indudable valor sintético la nota general de la Biblia de Jerusalén.

(14) La mención del año "quinientos" y "seiscientos" se refiere a años de la vida de Noé, si se toman al pie de la letra Gn 5,32 Gn 7,6.

(15) Comentario de este versículo: "Rajab se ha salvado por su fe, He 11,31, y justificado por sus obras, Jc 2,25. Esta extranjera, que con su fe y su caridad consigue la salvación de toda su casa, se ha convertido entre los Padres en imagen de la Iglesia".

(16) Sobre la difícil afirmación de Cirilo acerca del pecado de los ángeles, cf. PG 33,394-395.

(17) Esas palabras no son propiamente de la Escritura. Según PG 33,396, pueden ponerse en relación con Isaías 64,4: "He aquí que estuviste enojado, pero es que fuimos pecadores", en el contexto de una meditación-suplica a la vista de la historia de Israel.

(18) Interpretación de 2S 12,16.

(19) Cirilo hace aquí alusión a Lc 24,50-51, la Ascensión, en combinación con Ac 1,12: "... se volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos".

(20) Mas exactamente: "Dejadle que maldiga, pues se lo ha mandado Yahvé" (2S 16,11).

(21) Cf. de hecho 2S 16,12: "Acaso Yahvé mire mi aflicción (tal vez "mi falta") y me devuelva Yahvé bien por las maldiciones de este día".

(22) La frase es traducción tanto del original griego como de la versión latina. Parece hacer referencia a Pr 24,32, pero aquí Cirilo, como observa PG 33,390, utiliza un débil y complicado argumento para hablar de la conversión de Salomón, interpretando como tal el contexto por Pr 24,30-34.

(23) Es una traducción judía la que menciona esta forma de martirio de Isaías, aunque los datos no son plenamente seguros.

(24) La "confesión" mencionada aquí es la confesión de fe. Debe tenerse en cuenta que tras la "entrega", traditio del Símbolo de la fe tiene que venir la "confesión" de fe en la "devolución" o redditio del Credo. Cirilo se refiere a la fuerza que tiene la confesión de la fe en el camino que conduce a la iniciación cristiana.

(25) Por otra parte, la enfermedad, la curación y el subsiguiente cantico de acción de gracias de Ezequías aparece también en Is 38.

(26) Sobre Ezequías cf. también Si 48,26. En el caso de Jesús, cf. el oscurecimiento del sol en Mc 15,33 par.

(27) El tema al que se apunta sigue siendo la confesión de fe que se hará en la devolución del credo.

(28) Sextario: medida de capacidad equivalente a poco más de medio litro en nuestro sistema de medidas.

(29) Cf. una descripción general en Da 1,2.

(30) Es la afirmación de que el poder viene de Dios. Cf. cat. 8, n. 5. Sobre el tema, en el Nuevo Testamento, cf. Jn 19,11 y Rm 13,1-8.


(31) Las ediciones de las catequesis de Cirilo de Jerusalén, presentan con frecuencia un segundo ejemplar de esta segunda catequesis, deducido de los códices existentes y en parte a base de conjeturas sobre los mismos (por ejemplo, PG 33,407-424). No se ha creído aquí necesario ofrecer ninguna de esas versiones, porque son variantes que probablemente se deben a que están transcritas en ocasiones diferentes en que se pudo pronunciar la misma catequesis sobre la conversión.

San Cirilo de Jerusalén

CATEQUESIS III, EL BAUTISMO


Cirilo ES 1100