Cirilo ES 12000


CATEQUESIS XXI, (MISTAGÓGICA III) LA UNCIÓN CON EL CRISMA

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La unción con el crisma. La lectura es de la Primera carta de Juan, desde las palabras "En cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo y lo sabéis todo" (
1Jn 2,20) (1) hasta "tengamos plena confianza y no quedemos avergonzados lejos de él en su Venida" (1Jn 2,28).


Bautismo y don del Espíritu

1. Bautizados en Cristo y revestidos de Cristo (Ga 3,27), habéis sido hechos semejantes a la imagen del Hijo de Dios (Rm 8,2 Rm 9). El Dios que nos predestino de antemano para la adopción (cf. Ep 1,5) nos hizo conformes al cuerpo glorioso de Cristo (2). Habiendo venido a ser participes de Cristo (He 3,14), sois llamados, no de modo inmerecido, "Cristos" (3) De vosotros dijo Dios: "No toquéis a mis ungidos" (Ps 105,15). Fuisteis hechos "Cristos" al recibir la imagen (4) del Espíritu Santo y todas las cosas de cara a vosotros se han realizado en imagen, puesto que verdaderamente sois imágenes de Cristo. Y él verdaderamente, una vez bautizado en el Jordán y después de comunicar la fragancia de los efluvios de su divinidad a las aguas, salió de éstas y el Espíritu Santo descendió a él en forma visible posándose sobre él como alguien que le era semejante. De modo también semejante, después de que subisteis de las sagradas aguas de la piscina, se os ha dado el crisma, imagen realizada de aquel con el que fue ungido Cristo: En realidad es el Espíritu Santo. Sobre él dijo también el bienaventurado Isaías en su profecía, y refiriéndose a la persona del Señor: "El Espíritu del Señor Yahvé está sobre mí, por cuanto me ha ungido Yahvé. A anunciar la buena nueva a los pobres me ha enviado..." (5).


A semejanza de Cristo

2. Cristo no fue ungido con oleo o ungüento corporal, sino que el Padre, al constituirlo en Salvador del universo entero, lo ungió con el Espíritu Santo. Como dice Pedro: "Dios a Jesús de Nazaret lo ungió con el Espíritu Santo" (Ac 10,38); y el profeta David clamaba diciendo: "Tu trono es de Dios para siempre jamás; un cetro de equidad, el cetro de tu reino; tu amas la justicia y odias la impiedad. Por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con oleo de alegría más que a tus compañeros" (Ps 45,7-8). Y del mismo modo que Cristo verdaderamente fue crucificado, fue sepultado y resucito, a vosotros se os concede en el bautismo, y por don divino, ser crucificados con él, ser sepultados y resucitar. E igualmente sucede acerca de la crismación: él fue ungido con el oleo inteligible de la alegría, esto es, con el Espíritu Santo (6). Se llama oleo de la alegría porque causa una alegría Espiritual; y vosotros habéis sido ungidos con ungüento al ser hechos participes de la misma suerte de Cristo.

La eficacia de la crismación

3. Pero date cuenta de que no se trata de un ungüento pobre y vil. Pues así como el pan de la Eucaristía, tras la invocación del Espíritu Santo, no es pan común sino el cuerpo de Cristo, así también este santo ungüento, después de la invocación, ya no es un simple ungüento ni, por decirlo así, un ungüento común; se da en él a Cristo y al Espíritu Santo, es presencia de su divinidad y realidad efectiva (7). Y mientras se unge el cuerpo con ungüento visible, queda santificada el alma por el Espíritu Santo que da la vida.

Las diversas unciones y su finalidad

4. Fuisteis ungidos en primer lugar en la frente, para ser liberados de la vergüenza que el primer hombre que peco exhibía por todas partes (8) y para que, a cara descubierta, contempléis la gloria del Señor como en un espejo (2Co 3,18) (9). Después, en los oídos, para que pudieseis oír los divinos misterios, de los que Isaías decía: "Mañana tras mañana despierta mi oído, para escuchar como los discípulos" (Is 50,4); y el Señor Jesús, en el Evangelio: "El que tenga oídos, que oiga" (Mt 11,15). Luego fuisteis ungidos en la nariz, para que, al recibir el divino ungüento, dijeseis: "Somos para Dios el buen olor de Cristo entre los que se salvan" (2Co 2,15). También fuisteis ungidos en el pecho, para que, "revestidos de la justicia como coraza", pudieseis "resistir a las asechanzas del Diablo" (Ep 6,14-11). Pues, al modo como Cristo, tras el bautismo y la venida a él del Espíritu Santo, derroto al Adversario (Mt 4,1ss. par), también vosotros, después del sagrado bautismo y el místico ungüento, revestidos de la armadura del Espíritu Santo, podáis resistir contra toda potestad adversa (cf. Ep 6,10-18), a la cual podáis vencer diciendo: "Todo lo puedo en Aquel que me conforta", Cristo (Ph 4,13).

Habéis recibido el nombre de cristianos

5. Considerados dignos de esta santa unción, sois llamados cristianos, realizando la verdad de este nombre por medio del nuevo nacimiento. Pues, antes de seros conferida esta gracia, propiamente no erais dignos de este nombre, sino que luchabais para ser cristianos.

La descendencia de Cristo también es ungida

6. Pero debéis saber que la figura de este crisma (o unción) se encuentra ya en la Escritura de la antigua Alianza. Pues, cuando Moisés comunicó a su hermano el designio de Dios de hacerlo sumo sacerdote, lo ungió tras haberlo lavado con agua (Lv 8,1ss.) y fue llamado "Cristo" (10) por un crisma o unción que eran figura. También cuando el sacerdote promovió rey a Salomón, lo ungió después de haberlo lavado en el Guijón (1R 1,39-45). Y esto les sucedía en figura; pero a vosotros, no en figura, sino en verdad, si es que realmente habéis sido ungidos por el Espíritu Santo. Cristo es el principio de vuestra salvación: él es las primicias (1Co 15,23), pero vosotros la siega: no hay duda de que también a la cosecha se le transmite la santidad.

7. Guardad incontaminado este crisma. Os instruirá acerca de todo si permanece en vosotros, como ya anteriormente oísteis al bienaventurado Juan hablando de estas cosas (1Jn 2,27) y haciendo diversos razonamientos sobre esta cuestión (11). Pues éste es un crisma santo, salvaguardia Espiritual del cuerpo y saludable custodia del alma. Ya desde los tiempos antiguos, el bienaventurado Isaías profetizaba diciendo: "Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahvé será asentado en la cima de los montes y se alzara por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones..." (Is 2,2). Llama "monte" a la Iglesia, al decir que "será asentado en la cima de los montes" y que participaran en un "convite de buenos vinos" (Is 25,6), ungidos con aceite (12). Y, para confirmarte más en todo esto, escucha lo que dice de este místico ungüento: "Transmite todo esto a los pueblos: el proyecto que Dios tiene sobre todas las naciones" (Is 25,7 LXX) (13) Ungidos, pues, con este santo ungüento, guardadlo en vosotros inmaculado e irreprensible, sacando provecho por medio de buenas obras y agradando al autor de vuestra salvación, Cristo Jesús, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.


Durante los primeros siglos de la Iglesia existió un tipo de catequesis -la más elevada- llamada "catequesis mistagógica", esto es de introducción a los misterios. Por lo general, esta catequesis tenía lugar después del bautismo y la llevaba a cabo el obispo personalmente.

(1) Se ha preferido "lo sabéis todo" a "todos lo sabéis", en parte porque, según códices, es una lectura posible y porque se respeta así la versión utilizada por Cirilo.

(2) Quizá anticipa algo Cirilo las expresiones de Flp 3,20-21: "Pero nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como Salvador al Señor Jesucristo, el cual transfigurara este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene de someter a si todas las cosas".

(3) Cf. una afirmación semejante en cat. 18, núm. 33; cf. una explicación en el núm. 6 de esta catequesis. La unción del Espíritu, que en nosotros, como sacramento separado, constituye la Confirmación, se denomina en griego chrisma, "acción de ungir" o "crismación". El nombre "Cristo", del adjetivo verbal christos, significa, pues, Ungido. De ahí que "cristiano" sea el que participa de la misma unción de Cristo, al que Ac 10,38, utilizando Is 61,1, califica como aquel a quien Dios "ungió con el Espíritu Santo y con poder".

(4) Original, "antitypo". Cf. la nota 7 de la anterior catequesis.

(5) Is 61,1ss se refiere, de modo directo, con gran probabilidad, a la misión del profeta, sea quien sea el autor, pues este párrafo pertenece ya al Tritoisaias. El presente pasaje es un eco de los cantos del Siervo (ver especialmente Is 42,1ss.) y alcanza su plenitud de sentido aplicado a Jesús, en quien se cumple de modo eminente la misión profético-mesiánica: vid. especialmente la aplicación que Jesús hace del texto de Isaías a sí mismo según Lc 4,16-21.

(6) Ac 10,38, sobre todo en su contexto, tiene un fuerte sabor kerigmático. El discurso de Pedro ante el centurión romano Cornelio, gentil sobre el que desciende el Espíritu Santo y es hecho luego bautizar (Ac 10,44-48), es en la practica una descripción del ser y de la misión de Jesús: "... como Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y como él paso haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él". La unción con el Espíritu Santo que el Padre concede al cristiano a semejanza de Cristo -el Espíritu Santo desciende sobre Jesús también tras su bautismo en el Jordán, según los Sinópticos- le hace también al seguidor de Cristo "activo". En la medida en que el cristiano posee la unción del Espíritu Santo -de ello es sacramento especifico la Confirmación- puede también él participar en "hacer el bien" y "curar a los oprimidos por el Diablo".

(7) "Realidad efectiva" (energetikon ginomenon, efficiens factum en la excelente versión latina) es expresión de la concepción de lo que es un sacramento según lo comentado en cat. XX, nota 7.

(8) La edición de Migne, op. cit., 1. 091, hace aquí mención de Gn 3,7-8 como expresión de la vergüenza por el pecado cometido.


(9) Cirilo hace alusión a la expresión mencionada de Pablo, que se encuentra en el importante contexto de 2Co 3,4-18 sobre la diferencia entre el ministerio de la antigua Ley y de la nueva Alianza.

(10) Es decir, "ungido". Cf. Lv 4,5: "El sacerdote ungió...". Lo que se intenta exponer aquí (como, en general, al explicar el nombre de "Cristo", versión griega del hebreo "Mesías", ungido) es que si Cristo es el ungido de Dios, también el cristiano, ungido a su vez como Jesús, el Cristo, participa así de la unción del Espíritu.

(11) Cf. supra, cat. 17, núm. 37, sobre la acción interior del Espíritu Santo.

(12) Cf. supra, núm. 2.

(13) En el contexto de 25,7 LXX, el proyecto de Dios es derramar su unción sobre todas las naciones. Esto recuerda, por otra parte, Ac 2,16ss.

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San Cirilo de Jerusalén

CATEQUESIS XXII, (MISTAGÓGICA IV) EL CUERPO Y LA SANGRE DEL SEÑOR

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Sobre el cuerpo y la sangre del Señor. La lectura es de la Primera carta de Pablo a los Corintios: " Yo recibí del Señor lo que os he transmitidos (
1Co 11,23), etc. (1).

Institución de la Eucaristía

1. Incluso esta sola enseñanza de Pablo sería suficiente para daros una fe cierta en los divinos misterios. De ellos habéis sido considerados dignos y hechos participes del cuerpo y de la sangre del Señor. De él se dice que "la noche en que fue entregado" (1Co 11,23), nuestro Señor Jesucristo "tomo pan, y después de dar gracias, lo partió" (1Co 11,23-24) "y, dándoselo a sus discípulos, dijo: "tomad, comed, éste es mi cuerpo". Tomo luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: 'Bebed de ella todos, porque ésta es mi sangre'" (Mt 26,26-28). Así pues, si es él el que ha exclamado y ha dicho acerca del pan: "Este es mi cuerpo", ¿quién se atreverá después a dudar? Y si él es el que ha afirmado y dicho: "Esta es mi sangre", ¿quién podrá dudar jamás diciendo que no se trata de su sangre?

Fe en el cuerpo y la sangre del Señor

2. En una ocasión, en Cana de Galilea, cambio el agua en vino (Jn 2,1-10), que es afín a la sangre. ¿Y ahora creeremos que no es digno de fe al cambiar el vino en sangre? Invitado a unas bodas humanas, realizo aquel prodigio admirable. ¿No confesaremos mucho más que a los hijos del tálamo nupcial les dio para su disfrute su propio cuerpo y sangre? (2).

Apariencias de pan y vino, pero realidad del cuerpo y sangre de Cristo

3. Por ello, tomémoslo, con convicción plena, como el cuerpo y la sangre de Cristo. Pues en la figura de pan se te da el cuerpo, y en la figura de vino se te da la sangre, para que, al tomar el cuerpo y la sangre de Cristo, te hagas participe de su mismo cuerpo y de su misma sangre. Así nos convertimos en portadores de Cristo, distribuyendo en nuestros miembros su cuerpo y su sangre. Así, según el bienaventurado Pedro, nos hacemos "participes de la naturaleza divina" (2P 1,4).

El "escándalo" del Pan de vida

4. En cierta ocasión, discutiendo Jesús con los judíos, decía: "Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53). Pero como aquellos no entendiesen en sentido Espiritual lo que se estaba diciendo, se retiraron ofendidos (cf. Jn 6,60) creyendo que les invitaba a comer carnes (3).

La Eucaristía, pan de la nueva Alianza para salud del hombre

5. Existían también, en la antigua Alianza, los panes de la proposición; pero, puesto que se referían a una alianza caduca, tuvieron un final. Pero, en la nueva Alianza, el pan es celestial y la bebida saludable, y santifican el alma y el cuerpo. Pues, como el pan le va bien al cuerpo, así también el Verbo (4) le va bien al alma.


La certeza del don del cuerpo y la sangre de Cristo

6. Por lo cual no debes considerar el pan y el vino (de la Eucaristía) como elementos sin mayor significación. Pues, según la afirmación del Señor, son el cuerpo y la sangre de Cristo. Aunque ya te lo sugieren los sentidos, la fe te otorga certidumbre y firmeza. No calibres las cosas por el placer, sino estate seguro por la fe, más allá de toda duda, de que has sido agraciado con el don del cuerpo y de la sangre de Cristo.

La mesa que ha preparado el Señor

7. La fuerza de todo esto te la explica el profeta David cuando exclama: "Tú preparas una mesa ante mí, frente a mis enemigos" (Ps 22,5). Lo cual quiere decir: antes de tu venida, los demonios habían preparado a los hombres una mesa contaminada, sucísima, que rezuma el poder del diablo. Pero, una vez que llegaste, Señor, "has preparado una mesa ante mi". Y cuando el hombre dice a Dios: "has preparado ante mí una mesa", ¿qué otra cosa significa que la mística e inteligible mesa que Dios nos ha preparado "frente a los enemigos", los contrarios, es decir, frente a los demonios? Y así es, en efecto, pues aquella mesa mantenía la comunión con los demonios, pero ésta la mantiene con Dios. "Unges con oleo mi cabeza" (5). Con oleo ungió tu cabeza en la frente mediante el sello (6) que tienes de Dios, para que Dios te santifique y te hagas imagen de lo que el sello expresa (7). "Mi copa rebosa". Se trata del cáliz que Jesús tomo en las manos y, dando gracias, dijo: "Esa es mi sangre..., que es derramada por los muchos para perdón de los pecados" (Mt 26,28).

Las nuevas vestiduras de la justicia

8. Por ello Salomón, en el Eclesiastés, queriendo señalar esta gracia dijo: "Ven, come con alegría tu pan" (Qo 9,7). Se refiere el pan Espiritual; dice "ven", porque llama a la salvación y da la felicidad. "Y bebe de buen grado tu vino", que se refiere al vino Espiritual. "Y no falte ungüento sobre tu cabeza" (Qo 9,8b): ¿Ves como también se designa así al crisma Espiritual? "En toda sazón sean tus ropas blancas,... que Dios está ya contento con tus obras". Pues, antes de que tuvieses acceso a la gracia, tus obras eran "vanidad de vanidades" (Qo 1,2) (8). Pero, una vez que te despojaste de tus viejas vestiduras y te pusiste las que están espiritualmente limpias, debes estar siempre vestido con éstas. No te decimos que es necesario que siempre vayas vestido de blanco, sino que te revistas de lo que es blanco, puro y Espiritual y que digas, de acuerdo con el bienaventurado Isaías: "Con gozo me gozaré en Yahvé, exulta mi alma en mi Dios, porque me ha revestido de ropas de salvación, en manto de justicia me ha envuelto..." (Is 61,10).

Compendio sobre el cuerpo y la sangre de Cristo

9. Puedes quedarte con la idea y tener la fe certísima en que lo que se ve como pan no es pan, aunque tenga ese sabor, sino el cuerpo de Cristo, y que lo que se ve como vino no es vino, aunque a eso sepa, sino la sangre de Cristo. Y no olvides lo dicho antiguamente por David en los Salmos: "... para sacar de la tierra el pan, y el vino que recrea el corazón del hombre, para que lustre su rostro con aceite y el pan conforte el corazón del hombre" (Ps 104,14-15). Conforta tu corazón tomando aquel pan como Espiritual y pon alegre el rostro de tu alma. Cubriéndolo con la pureza de tu conciencia y reflejando "como en un espejo la gloria del Señor", camines "cada vez con mayor gloria" (2Co 3,18) en Cristo Jesús, Señor nuestro, a quien sean el honor, el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.



(1) El tema es, pues, la Eucaristía, el tercero de los sacramentos que se reciben en la iniciación cristiana.

(2) La expresión "los hijos del tálamo nupcial"-la traducción Podría ser, en rigor, también "los siervos"-seria una reminiscencia, por ejemplo, de Mt 9,15: "¿Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio, entonces ayunaran". Es precisamente en ausencia del novio o del "Esposo", como con tanta poesía ha expresado el Cantar de los Cantares, cuando sus amigos y sus invitados, al "ayunar" por la ausencia, se alimentan, sin embargo, del cuerpo y de la sangre de Cristo, anunciando "la muerte del Señor, hasta que venga" (1Co 11,26). Es decir, el cuerpo y la sangre de Jesús son el alimento del cristiano mientras esta a la espera de la venida definitiva del Señor.

(3) Cf. Jn 6,61-62,67. La confesión de Pedro ante el rechazo que de Jesús hacen "los judíos" (Jn 6,67ss.) ocupa en el evangelio de Juan un lugar semejante al de la confesión, también de Pedro y en nombre de los demás Apóstoles, en Mt 16,16 par. Es decir, en la medida en que Jesús va desvelando el misterio de su persona y de su misión (destinado a la cruz en los Sinópticos, Mt 16,21ss. par; entregado a los hombres como verdadero pan de vida según Jn 6,26-66), solamente lo aceptan aquellos que han venido siendo preparados por el mismo contacto con él. En cuanto a la Eucaristía puede, por tanto, decirse que solo pueden aceptarla como presencia viva de la Pascua de Jesucristo salvador quienes han sido previamente instruidos y dispuestos por la Palabra de la predicación y el contacto con el Dios de Jesús. Por eso, tras la iniciación cristiana, es buen momento para una catequesis que "conduzca al misterio" (catequesis "mistagógica") de la Eucaristía. El tema de la Eucaristía, por la posibilidad del escándalo semejante al de los judíos en Jn 6, entraba dentro del llamado "secreto" o "disciplina del arcano" en la Iglesia antigua.

(4) "El Verbo" o "la Palabra", refiriéndose a la Palabra que es Cristo.

(5) Sal 23,5 del que ya se ha citado la primera mitad, dice completo: "Tu preparas una mesa ante mí, frente a mis enemigos; unges con oleo mi cabeza, rebosante esta mi copa".


(6) Cf. de nuevo lo dicho ya en varios momentos sobre el "sello", "carácter", etc. (vid. supra, Procatequesis, nota 36).

(7) Cf., hablando de la diadema del sacerdote, Ex 28,36: "Harás además, una lamina de oro puro y en ella grabaras como se graban los sellos: 'Consagrado a Yahvé'".

(8) De modo genérico, ante el comienzo del Eclesiastés (o Cohélet, "el de la asamblea", de qahal, asamblea; por tanto, también "predicador"; "ecclesia" en griego es asamblea y "eclesiastés" seria "el encargado de la asamblea" en cuanto "predicador") la Biblia de Jerusalén señala acertadamente acerca de 1,2: "a) el determinismo del cosmos, marco monótono de la vida humana, provoca hastío en el Eclesiastés, al contrario de la admiración y adoración que expresan Jb 38-40 o el Sal 104". Y más específicamente sobre la célebre expresión "vanidad de vanidades", citada aquí por Cirilo: "b) El término... significaba en primer lugar "vaho", "aliento", y forma parte del repertorio de imágenes (el agua, la sombra, el humo, etc.) que en la poesía hebrea describen la fragilidad humana. Pero la palabra ha perdido su sentido concreto y para Qo únicamente evoca lo ilusorio de las cosas y, en consecuencia, la decepción que éstas le reservan al hombre". Todo esto, de cara a la situación de los recién bautizados, hace comprender la "vanidad de vanidades" que en definitiva son las obras del hombre anterior al bautismo.

San Cirilo de Jerusalén

CATEQUESIS XXIII, (MISTAGÓGICA V): LA CELEBRACIÓN DE LA SANTA MISA

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De la Primera carta de Pedro: Rechazad, por tanto, toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias", etc. (
1P 2,1ss.)

1. En las asambleas anteriores oísteis hablar abundantemente, por don de Dios, tanto del bautismo como de la crismación y de la toma del cuerpo y de la sangre de Cristo. Pero debemos pasar ahora a lo que sigue, con lo cual pondremos fin al edificio de vuestra enseñanza Espiritual.

El lavatorio de las manos, signo de la inmunidad del pecado

2. Habéis visto como el diacono alcanzaba el agua, para lavarse las manos, al sacerdote y a los presbíteros que estaban alrededor del altar. Pero en modo alguno lo hacía para limpiar la suciedad corporal. Digo que no era ése el motivo, pues al comienzo tampoco vinimos a la Iglesia porque llevásemos manchas en el cuerpo. Sin embargo, esta ablución de las manos es símbolo de que debéis estar limpios de todos los pecados y prevaricaciones. Y al ser las manos símbolo de la acción, al lavarlas, significamos la pureza de las obras y el hecho de que estén libres de toda reprensión. ¿No has oído al bienaventurado David aclarándonos este misterio y diciendo: "Mis manos lavo en la inocencia y ando en torno a tu altar, Señor" (Ps 26,6)? Por consiguiente, lavarse las manos es un signo de la inmunidad del pecado.

El beso de la paz

3. Después, el diacono exclama: "Hablaos, y besémonos mutuamente". Y no pienses que este ósculo es de la misma clase que los que se dan los amigos mutuos en la plaza pública. Este beso no es de esa clase. Pues reconcilia y une unas almas con otras, y les garantiza el total olvido de las injurias. Es signo, por consiguiente, de que las almas se funden unas con otras y de que deponen cualquier recuerdo de las ofensas. Por eso decía Cristo: "Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda" (Mt 5,23-24). Por tanto, el ósculo es reconciliación y, por ello, es santo, como dice en alguna parte el bienaventurado Pablo: "Saludaos los unos a los otros con el beso santo" (1Co 16,20); y Pedro: "Saludaos unos a otros con el beso de amor" (1P 5,14).

Invocaciones iníciales al comienzo de la anáfora

4. Después exclama el sacerdote: "Arriba los corazones". Pues verdaderamente, en este momento trascendental, conviene elevar los corazones hacia Dios y no dirigirlos hacia la tierra y los negocios terrenos. Es, por tanto, lo mismo que si el sacerdote mandará que todos dejasen en ese momento a un lado las preocupaciones de esta vida y los cuidados de este mundo, y que elevasen el corazón al cielo hacia el Dios misericordioso. Luego respondéis: "Lo tenemos (levantado) hacia el Señor", con lo que asentís a la indicación por la confesión que pronunciáis. Que ninguno que esté allí, cuando dice: "Lo tenemos hacia el Señor", tenga en su interior su mente llena de las preocupaciones de esta vida. Pues debemos hacer memoria de Dios en todo tiempo. Pero si, por la debilidad humana, se hiciere imposible, al menos en aquel momento hay que esforzarse lo más que se pueda.

Es justo, por nuestra parte, dar gracias al Señor

5. Después de esto dice el sacerdote: "Demos gracias al Señor". Pues debemos estar verdaderamente agradecidos de que cuando éramos indignos, nos llamo a tan inmensa gracia, y de que, cuando éramos enemigos, nos reconcilio (Rm 5,10) y nos concedió el Espíritu de adopción (Rm 8,15). Vuestra respuesta es: "Es digno y justo" (1). Pues, cuando damos gracias, hacemos algo digno y justo, aunque él, sin seguir estrictamente lo justo, sino yendo más allá de ello, nos hizo bien y nos hizo dignos de tan grandes bienes.

El comienzo de la anáfora y el "Santo"


6. Hacemos mención, después, del cielo, de la tierra y del mar; del sol y de la luna, de los astros y de toda creatura, dotada de razón o sin ella, visible o invisible; de los ángeles, de los arcángeles, de las virtudes, dominaciones, principados, potestades y tronos; de los querubines dotados de muchos rostros (2); todos diciendo aquello de David: "Cantad conmigo al Señor" (Ps 34,4). Hacemos también mención de los serafines que, en el Espíritu Santo, vio Isaías alrededor del trono de Dios y que cubrían con dos alas su rostro, con dos alas los pies, y con dos volaban diciendo: "Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos" (Is 6,2-3). Recitemos, por tanto, esta teología (3), para que, en la entonación comunitaria de las alabanzas, nos unamos a los ejércitos que están por encima del universo.

La epiclesis o invocación del descenso del Espíritu Santo sobre los dones del altar


7. A continuación, después de santificarnos a nosotros mismos mediante estas alabanzas espirituales (4), suplicamos al Dios misericordioso que envíe al Espíritu Santo sobre los dones presentados (5), para que convierta el pan en cuerpo de Cristo y el vino en la sangre de Cristo. Pues habrá quedado santificado y cambiado lo que haya sido alcanzado por el Espíritu Santo.

Oramos por todos los que lo necesitan

8. Pero después que ha sido realizado el sacrificio Espiritual, culto incruento sobre aquella hostia de propiciación, rogamos a Dios por la paz de todas las Iglesias, por el buen gobierno del mundo, por las autoridades, por los soldados, por los amigos, por aquellos que están sujetos a enfermedades, por los que son presa de la aflicción y, en general, oramos y ofrecemos esta víctima por todos los que tienen alguna necesidad.

También por los difuntos

9. Recordamos también a todos los que ya durmieron: en primer lugar, los patriarcas, los profetas, los Apóstoles, los mártires, para que, por sus preces y su intercesión, Dios acoja nuestra oración. Después, también por los santos padres y obispos difuntos y, en general, por todos cuya vida transcurrió entre nosotros, creyendo que ello será de la mayor ayuda para aquellos por quienes se reza.

Utilidad de la oración por los difuntos

10. Quiero aclararos esto con un ejemplo, puesto que a muchos les he oído decir: ¿de qué le sirve a un alma salir de este mundo con o sin pecados si después se hace mención de ella en la oración? Supongamos, por ejemplo, que un rey envía al destierro a quienes le han ofendido, pero después sus parientes, afligidos por la pena, le ofrecen una corona: ¿Acaso no se lo agradecerá con una rebaja de los castigos? Del mismo modo, también nosotros presentamos suplicas a Dios por los difuntos, aunque sean pecadores. Y no ofrecemos una corona, sino que ofrecemos a Cristo muerto por nuestros pecados, pretendiendo que el Dios misericordioso se compadezca y sea propicio tanto con ellos como con nosotros.

El Padre nuestro, entre la plegaria eucarística y la comunión

11. Y, después de todo esto, recitamos aquella oración que el Salvador entrego a sus mismos discípulos, llamando con conciencia pura Padre a Dios y diciendo: "Padre nuestro que estás en los cielos" (Mt 6,9) (6). ¡Oh gran misericordia de Dios para con los hombres!, juntamente con su amor. Hasta tal punto se compadeció de quienes se apartaron de él y se afirmaron en los mayores males que les concedió el olvido de las injurias y la participación en la gracia de modo que le llamasen Padre: "Padre nuestro que estás en los cielos". Pues del cielo habían de ser quienes llevaran la imagen del cielo (7), en quienes Dios habita y con quienes él camina (8).

12. "Santificado sea tu nombre". Por su naturaleza el nombre de Dios es santo, digámoslo nosotros o no lo digamos. Pero ya que, por medio de quienes pecan, se le profana en ocasiones, según aquello de que "el nombre de Dios, por vuestra causa, es blasfemado entre las naciones" (Is 52,5, tal como aparece citado en Rm 2,24), oramos para que en nosotros sea santificado el nombre de Dios. Y no es que comience a ser santo porque anteriormente no lo fuese, sino que en nosotros se hace santo cuando nos santificamos nosotros mismos y hacemos cosas dignas de la santidad.

13. "Venga tu Reino" (Mt 6,10). Es propio del alma pura decir con confianza: "Venga tu Reino". Pues quien haya oído a Pablo, que dice: "No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal" (Rm 6,12), y sea consciente de su pureza en obras, pensamientos y palabras, clamara a Dios: "Venga tu Reino".

14. "Hágase tu Voluntad en la tierra como en el cielo". Los bienaventurados ángeles de Dios hacen la voluntad de éste, como decía David en los Salmos: "Bendecid a Yahvé, ángeles suyos, héroes potentes, ejecutores de sus ordenes, en cuanto oís la voz de su palabra" (Ps 103,20) (9). Tu oración, por consiguiente, tiene esta fuerza y esta significación, como si dijeras: "Como se hace tu voluntad en los ángeles, así se haga, Señor, en la tierra sobre mí".

15. "Danos hoy nuestro pan necesario" (Mt 6,11)9 (10), El pan ordinario no es sustancial. Pero este pan, que es santo, es sustancial, como si dijeras que está dirigido a la sustancia del alma. Este pan no va a parar al vientre ni entra en la defecación, sino que se reparte entre todo tu ser para utilidad del cuerpo y del alma. El "hoy" se dice por "todos los días". Como también Pablo decía: "Cada día mientras dure este hoy" (He 3,13) (11).

16. "Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores" (Mt 6,12). Tenemos realmente muchos pecados, puesto que causamos ofensas con la palabra y el pensamiento y realizamos muchas cosas, merecedoras de condenación. Y "si decimos: "No tenemos pecado", nos engañamos y la verdad no está en nosotros", como dice Juan (1Jn 1,8). Hacemos, pues, un pacto con Dios, orando para que nos perdone los pecados, como también nosotros perdonamos sus deudas a nuestros prójimos. Sopesando, por tanto, lo que recibimos a cambio, no titubeemos ni dudemos en perdonar las mutuas ofensas. Las ofensas que se nos hacen son pequeñas, ligeras y fáciles de olvidar. Pero las que cometemos contra Dios son grandes y solo pueden borrarse con la ayuda de su sola benignidad. Guárdate, pues, de que, por cosas pequeñas y por naderías dirigidas a ti, te excluyas a ti mismo del perdón de los pecados ante Dios.

17. "Y no nos dejes caer en la tentación (Mt 6,13), Señor". ¿Acaso el Señor nos enseña a pedir que no seamos tentados en absoluto? ¿Y cómo es que en otro lugar se dice: "Quien no ha pasado pruebas poco sabe" (Si 34,10) (12), y también: "Considerad como un gran gozo, hermanos míos, el estar rodeados por toda clase de pruebas". Pero entrar en tentación, ¿acaso no significa hundirse en ella? Pues la tentación es algo semejante a un torrente difícil de atravesar. Pero, aquellos a quienes no se los traga la tentación, la atraviesan como hábiles nadadores sin ser arrastrados por nada. Pero los que no son así, se hunden nada más entrar. Así fue, por poner un ejemplo, Judas. Al entrar en la tentación de la avaricia, no nado sino que se hundió, y se ahogo en cuerpo y en Espíritu. Pedro entro en la tentación de la negación, pero, a pesar de haber entrado, no se hundió, sino que, llorando intensamente, fue liberado de la tentación. Oye también, por su parte, al coro de los santos incólumes, que prorrumpe en acción de gracias al ser liberado de la tentación:

"Tú nos probaste, oh Dios,

nos purgaste, cual se purga la plata;
nos prendiste en la red,
pusiste una correa a nuestros lomos,
dejaste que un cualquiera a nuestra cabeza cabalgara,
por el fuego y el agua atravesamos;
mas luego nos sacaste para cobrar aliento" (Ps 66,10-12).

¿No ves la alegría confiada de quienes han pasado sin haberse hundido? "Mas luego, se añade, nos sacaste para cobrar aliento". Que ellos llegaran a cobrar aliento significa que fueron liberados de la tentación (13).

18. "Mas líbranos del maligno". Si el "no nos dejes caer en la tentación" quisiese decir no ser tentado en modo alguno, no habría añadido "mas líbranos del maligno (14). El maligno es el diablo como adversario del que pedimos ser liberados. Y después, acabada la oración, dices: "Amén". Por este "Amén", que significa "así sea", refrendas y confirmas lo que se contiene en esta oración que Dios nos ha entregado.

"Las cosas santas a los santos". Invitación a la comunión

19. Después de todo esto dice el sacerdote: "Las cosas santas a los santos" (15). Santas son las cosas que están sobre el altar, puesto que sobre ellas ha venido el Espíritu Santo. Santos sois también vosotros, enriquecidos por el don del Espíritu Santo. Y las cosas santas son buenas para los santos. Vosotros, además, añadís: "Solo hay un santo y un solo Señor Jesucristo". Pues realmente solo uno es santo, santo por naturaleza; pero también nosotros somos santos, pero no por naturaleza, sino por participación y por la práctica de las obras y el deseo.

La comunión del cuerpo y la sangre del Señor

20. Oíste después la voz del salmista que os invitaba, por medio de cierta divina melodía, a la comunión de los santos misterios y decía: "Gustad y ved qué bueno es el Señor" (Ps 34,9) (16). Pero no juzguéis ni apreciéis esto como una comida humana: quiero decir, no así, sino desde la fe y libres de toda duda. Pues a los que los saborean no se les manda degustar pan y vino, sino lo que éstos representan en imagen, pero de modo real: el cuerpo y la sangre del Señor.

La comunión del cuerpo de Cristo

21. No te acerques, pues, con las palmas de las manos extendidas ni con los dedos separados, sino que, poniendo la mano izquierda bajo la derecha a modo de trono que ha de recibir al Rey, recibe en la concavidad de la mano el cuerpo de Cristo diciendo: "Amén". Súmelo a continuación con ojos de santidad cuidando de que nada se te pierda de él. Pues todo lo que se te caiga considéralo como quitado a tus propios miembros. Pues, dime, si alguien te hubiese dado limaduras de oro, ¿no las cogerías con sumo cuidado y diligencia, con cuidado de que nada se te perdiese y resultases perjudicado? ¿No procuraras con mucho más cuidado y vigilancia que no se te caiga ni siquiera una miga, que es mucho más valiosa que el oro y que las piedras preciosas?

La comunión de la sangre de Cristo

22. Y después de la comunión del cuerpo de Cristo, acércate también al cáliz de la sangre: sin extender las manos, sino inclinándote hacia adelante, expresando así adoración y veneración, mientras dices "Amén", serás santificado al tomar también de la sangre de Cristo. Y cuando todavía tienes húmedos los labios, tocándolos con las manos, santifica tus ojos y tu frente y los demás sentidos. Por último, en oración expectante, da gracias a Dios, que te ha concedido hacerte participe de tan grandes misterios.

23. Guardad integras estas tradiciones, y guardaos a vosotros mismos sin mancha. No os apartéis de la comunión ni mancilléis con vuestros pecados estos sagrados y espirituales misterios. "Que él, el Dios de la paz, os santifique plenamente, y que todo vuestro ser, el Espíritu, el alma y el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo" (1Th 5,23), a quien sea la gloria, el honor y el imperio con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.





(1) Es el sentido directo de las expresiones del texto original.


(2) Cf. Ez 10,21.

(3) "Teología" esta aquí empleada, no en el sentido actualmente corriente de "conocimiento de Dios", sino en el sentido cultual de alabanza o celebración de Dios. La frase Podría traducirse: "Recitemos, por tanto, esta liturgia divina".

(4) Vid. la insistencia de esta idea infra., núm. 19.


(5) "Suplicamos al Dios misericordioso...", etc. (en el original, philanthropon) es formula griega muy corriente para la epiclesis Cf. en la edición mencionada de MIGUE PG 33,1.115, nota 1.

(6) El Padre nuestro, completo en Mt 6,9-13. Como en casi toda esta versión, también aquí se utilizara la de la Biblia de Jerusalén, no la versión litúrgica oficial española actual. Con respecto a la versión "cotidiano", O "de cada día", aplicado al pan según Mt 6,11, véase más abajo el núm. 15.

(7) Cf. 1Co 15,49: "Y del mismo modo que hemos llevado la imagen del hombre terreno, llevaremos también la imagen del celeste", lo cual queda expuesto en 1 Cor. al hablar del modo de la resurrección.

(8) Cf. 2Co 6,16, que cita a Ez 2Co 37,27: "Porque nosotros somos santuario de Dios vivo, como dijo Dios: 'Habitaré en medio de ellos y andaré entre ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo'".

(9) El texto original de la catequesis señala, de modo más expreso "haciendo sus voluntades" o "sus deseos", pero la traducción ofrecida responde mejor al sentido bíblico original y a la versión de los LXX.

(10) Esta traducción es discutible, pero Mt 6,11, cuya traducción siempre causo problemas, admite diversas interpretaciones. El texto griego de Mt llama a este pan epiousios, que puede traducirse por "cotidiano", pero también por "sustancial" (en cuanto derivado de ousia y de épeinai). Es sobre este sentido sobre el que Cirilo basa su explicación. La traducción "necesario" puede mediar entre los sentidos de cotidianeidad y de necesidad sustancial.

(11) El "hoy" de cada día en que Dios constantemente está llamando al hombre. En otro orden de cosas, la catequesis participa de la opinión extendida comúnmente entonces, de que Pablo es el autor de la carta a los Hebreos.

(12) Cf. también Rm 5,3-4.

(13) La idea que subyace a todo el párrafo es la, a pesar de todo, fragilidad del discípulo, que siempre puede decir no a su Señor. El ejemplo de Pedro es aducido por Cirilo para expresar que la caída en el pecado siempre puede encontrar solución en la misericordia de Dios.

(14) La expresión ponerou puede referirse al mal en general o al "maligno", refiriéndose en este caso al diablo. Cirilo se inclina por esta segunda interpretación.


(15) Según recuerda PG 33,1.123, nota 1, esta expresión, como invitación a la comunión, se encuentra en todas las liturgias griegas, en la liturgia mozárabe y en diversas liturgias latinas.

(16) El Ps 34 es empleado frecuentemente en diversas liturgias antiguas como canto de comunión, a la que se aplica especialmente el mencionado versículo 9.

Cirilo ES 12000