ÚLTIMAS CONVERSACIONES-Sta. Teresa del Niño Jesús 9999

28 de agosto

1. 28.8.1

Le habían vuelto la cama hacia la ventana.

¡Qué contenta estoy! Ponte ahí en frente, Mamaíta, para que te vea bien.

2. 28.8.2

Nuestra madre y otras hermanas decían que era muy guapa, y se lo contaron.

¡Y eso qué me importa! No me importa nada, me molesta. Cuando una está tan cerca de la muerte, no puede alegrarse por cosas así.

3. 28.8.3

Durante el silencio del mediodía:

¡Fíjate!, ¿ves allá abajo aquel agujero negro (debajo de los castaños, cerca del cementerio) en el que no se puede distinguir nada? Pues en un agujero como ése me encuentro yo, tanto en el alma como en el cuerpo. ¡Sí, qué tinieblas! Pero siento paz.

4. 28.8.4

Ya no aguantaba más, y se quejaba.

Creo que Dios estaría más contento si no dijese nada.

1. 28.8.5

Mamaíta, cógeme esa preciosa cosita blanca.

¿El qué?

Ya se fue. Era una preciosa cosita de ésas que vuelan en verano.

(Un gusano de seda.)

2. 28.8.6

Mirando por una pequeña abertura de la cortina la estatua de la Santísima Virgen, que estaba frente a ella <70>: ¡Fíjate, me está vigilando!

3. 28.8.7

Me gustan mucho las flores, las rosas, las flores rojas y las preciosas margaritas rosadas.

4. 28.8.8

Cuando tosía o hacía el menor movimiento en la cama, los ramos de miosotis se agitaban en torno a las estampas.

Las flores tiemblan conmigo, me gusta.

5. 28.8.9

Querida Santísima Virgen, ¿sabes por qué tengo ganas de irme? Porque canso demasiado a mis hermanitas, y además las hago sufrir al estar tan enferma... ¡Sí, quisiera irme!

28.8.10

Después de Maitines:

Querida Santísima Virgen, ten compasión de mí... «¡por esta vez!».

29 de agosto

1. 29.8.1

Le leía el Evangelio del domingo: la parábola del buen samaritano.

Yo estoy como ese pobre caminante "semivivo": medio viva, medio muerta.

2. 29.8.2

Es muy duro sufrir sin ningún consuelo interior.

Sí, pero es un sufrimiento sin inquietud. Me alegro de sufrir, ya que Dios lo quiere.

3. 29.8.3

¿Mamaíta?

(Me llamaba.)

¿Qué quieres?

Acabo de contar 9 peras en el peral que está junto a la ventana. Debe de haber muchas más. Me alegro, las comerás. ¡Qué buena es la fruta!

4. 29.8.4

Esta noche nos dio un beso.

30 de agosto

1. 30.8.1 Pasó la noche muy tranquila, como la noche de 6 de agosto, feliz de pensar que quizás moriría. ... Juntaba las manos con mucha gracia esperando a la muerte.

2. 30.8.2 ¿Estarías contenta si te anunciasen que ibas a morir indefectiblemente dentro de unos días a más tardar? ¿Preferirías eso a que te anunciasen que ibas a sufrir cada vez más durante meses y aun durante años? No, no estaría en modo alguno más contenta. Lo único que me contenta es cumplir la voluntad de Dios.

3. 30.8.3 La pusieron en la cama plegable y la llevaron hasta la puerta del coro que da al claustro. Allí la dejaron sola un largo rato. Rezaba con una mirada muy profunda hacia la reja. Luego arrojó hacia allá pétalos de rosa. Antes de volverla a meter, la fotografiaron <71>. Vino el doctor La Néele y le dijo: «Es para pronto, hermanita, estoy seguro». Y ella lo miró con una sonrisa de felicidad. También vino el Sr. Youf y le dijo estas palabras que ella me refirió: «Ha sufrido más de que le queda por sufrir. ... Terminamos al mismo tiempo nuestro ministerio, usted como carmelita y yo como sacerdote».

31 de agosto

1. 31.8.1 Nueva visita del Dr. La Néele.

2. 31.8.2 Si murieses mañana, ¿no tendrías un poco de miedo? ¡Sería tan pronto! No, aunque fuese esta misma noche, no tendría nada de miedo, sólo tendría alegría.

3. 31.8.3 ¡Cuánto me cuesta hacer la señal de la cruz! ... ¡Ay, hermanitas! ¡Ay, Dios mío, Dios mío! ... ¡Dios mío, ten compasión de mí! ... Ya no sé decir otra cosa.

4. 31.8.4 Pronto esta cama en la que te vemos estará vacía, ¡qué dolor para nosotras! Pues yo, en vuestro lugar, estaría muy contenta.

5. 31.8.5 ... Tengo más hambre que en toda mi vida. Siempre he comido como un pajarito, y ahora lo devoraría todo. Me parece que me estoy muriendo de hambre. ... ¡Cuánto debió de sufrir santa Verónica! (Había leído que esta santa había muerto de hambre.)

6. 31.8.6

Una de nosotras decía: "¡Qué ahogada está! Podría muy bien morir hoy".

¡Qué felicidad!

7. 31.8.7

Por la tarde. Me decían que estaba dormida; ella abrió los ojos y me dijo:

Que no. Acércate, ¡me gusta tanto verte!

8. 31.8.8

¡Qué necesidad tengo de ver las maravillas del cielo! Ya nada me impresiona en la tierra.

9. 31.8.9

Durante Maitines:

¡Es increíble cómo se han realizado todas mis esperanzas! Cuando leía a san Juan de la Cruz <71>, le pedía a Dios que obrase en mí lo que él dice, es decir, lo mismo que si llegara a la vejez; en una palabra, que me consumara rápidamente en el amor. ¡Y he sido escuchada!

1. 31.8.10

Tras haber mirado largamente la estatua de la Santísima Virgen: ... ¿Quién hubiera podido inventar a la Santísima Virgen?

2. 31.8.11

A mí:

... Si es verdad que tú me quieres, ¡cuánto te quiero yo también a ti!

3. 31.8.12

Me contó que en otro tiempo, para mortificarse, mientras comía pensaba en cosas repugnantes.

... Pero después, me pareció más sencillo ofrecerle a Dios lo que me gustaba.

4. 31.8.13

Hace un rato quise darme un auténtico banquete: tomé un grano de uva y un sorbito de vino, y se los ofrecí a la Santísima Virgen. Luego hice lo mismo con el Niño Jesús, y se acabó mi banquete.




NOTAS Agosto Las hemoptisis diarias cesan el 5 de agosto. A partir de esa fecha, su estado, caracterizado por una fuerte opresión, se estabiliza. El domingo 15 marcará una nueva fase en la enfermedad. En el costado izquierdo comienza a asentarse un dolor agudo. Al estar ausente el médico de cabecera, el 17 de agosto se llama al Dr. La Néele, quien comprueba que «la tuberculosis ha llegado al último grado» (UC p. 669). El 22 de agosto, se produce un nuevo agravamiento. El gráfico médico de este mes se refleja en el período correspondiente del Cuaderno amarillo. La primera quincena aparece como una continuidad de julio: alusiones al manuscrito y a la misión futura de la carmelita, recuerdos biográficos, reflexiones de orden doctrinal precisando el «caminito».

Luego, a partir del 15, declina notablemente la resistencia de Teresa. Lo que de ahí en adelante nos van a pintar las Ultimas Conversaciones será a la gran enferma: a una enferma heroica.

Hay que verla sufriendo, sonriendo, ahogándose, llorando. En cada gesto, en cada palabra, vemos a Teresa dar toda la talla de su amor. Los últimos días del mes están marcados por declaraciones de angustia física que dejan traslucir un sufrimiento extremo. En esa misma época, la prueba espiritual dura todavía.

En este contexto, se aprecia mejor la fuerza de voluntad de una Teresa que nos dejó cinco autógrafos escritos a lápiz, el último de los cuales la larga y última carta al abata Bellière, del 10 de agosto (Cta 262-266).

1 En la catedral de San Pedro; cf Ms A 45vº. — En NV 1.8.1, la madre Inés sitúa esta gracia en el mes de julio de 1887.

2 En su Manuscrito C, inconcluso.

3 Que desde el 7 de julio se utilizaba contra las hemoptisis.

4 El P. Roulland; cf Cta 221, nota 1.

5 Biografía y cita no identificadas.

6 SAINTE THERESE D'AVILA, Poésie-Glose (SANTA TERESA, Obras Completas, 7ª ed. Burgos, Monte Carmelo, 1994, «Poesías» 1, p. 1324. N. del T.); cf 4.9.7.

7 Cf el texto original en PN 45,7.

8 Reminiscencia de un cántico a san José: «La gloria humana es pasajera. Todo pasa en este mundo mortal», cf UC p. 523.

9 Cf 9.8.4; 3.9.2.

10 Cf 12.8.3.

11 Sobre este deseo, cf, entre otros, Ms A 61rº; Ms B 3rº; Cta 132, 192, 197, 224; PN 35,10; RP 6,11vº; Or 2; etc.

12 Cf 4.6.1; y la nota 70 del mes de julio,

13 Cf PN 17,11.

14 Cf Cta 108.

15 Canción de O. Pradère, melodía utilizada para PN 23.

16 Cántico titulado «Suspiros de un desterrado».

17 Estas palabras aparecen en las pp. 39 y 7 del opúsculo que se cita en la Cta 196, n. 3.

18 Llama de amor viva, canc. 2ª, verso 5.

19 Hebdomadaria: hermana que presidía el oficio coral durante una semana.

20 Cf Ms B 3vº/4vº; Ms C 3rº; Cta 178, 226, 261; PN 11,3; PN 13,5; 24,9;

31,4; 36,3; 45,4; 54,6; RP 7, estr. final; Or 14; CA 27.5.5.

21 Cf Ms B 4rº/vº; Cta 194; PN 34.

22 Cf 7.8.4; Cta 259; SANTA TERESA DE JESÚS, C, c. 40. (Así en la edición francesa. En el texto original de la Santa, C 38, passim. N. del T.)

23 Cf Ms B 5rº; Ms C 31rº; Cta 143, 202; Or 7 y 20; CA 5.7.1; 7.8.4; etc.

24 Sor María de San José, que salió en 1909.

25 Cf 7.6.2; Ms A 50vº; Or 21, documento.

26 Cf 5.8.5.

27 Cf 6.8.8; 7.8.4; 13.8.1; Ms C 2rº; Cta 197; PN 53,1.

28 Cf Or 6.

29 En 1886; cf Ms A 45rº; Cta 201.

30 Cf PN 48,5 final.

31 Cf Ll 1,6,31.

32 Cf Cta 147, 2rº/vº.

33 Fotografía de Teresa en el papel de Juana de Arco consolada por santa Catalina (VTL nº 14); cf RP 3,19vº; y Récréations, p. 334.

34 En su Carta a los Romanos, 4,1.

35 La madre Inés señaló en otra parte (NPPA): «Una noche, en la enfermería, se encontraba más inclinada que de costumbre a hablarme de sus sufrimientos. Nunca hasta entonces se había desahogado conmigo de esta manera sobre este punto. Hasta entonces yo sólo conocía su prueba vagamente.

«¡Si supieses —me dijo— los horribles pensamientos que me acosan! Pide mucho por mí, para que no haga caso al demonio que quiere convencerme de tantas mentiras. El razonamiento de los peores materialistas se impone a mi espíritu: algún día, la ciencia, haciendo sin cesar nuevos progresos, lo explicará todo naturalmente, y conoceremos la razón suprema de todo lo que existe y que sigue siendo hoy un problema, pues aún quedan muchas cosas por descubrir..., etc. etc.

Yo quiero hacer el bien después de mi muerte, ¡pero no podré! Ocurrirá como con la madre Genoveva: esperábamos verla hacer milagros, y un silencio total cayó sobre su tumba...

¡Ay, Madrecita!, ¿cómo se puede tener esa clase de pensamientos cuando se ama tanto a Dios?

En fin..., ofrezco esos sufrimientos tan grandes para alcanzar la luz de la fe a los pobres incrédulos, y por todos los que viven alejados del credo de la Iglesia".

Y añadió que ella nunca entraba en discusión con esos pensamientos tenebrosos: Los sufro a la fuerza —me dijo—, pero mientras los sufro no ceso de hacer continuos actos de fe».

36 Cf 21.8.3* final; y Cta 137.

37 Cf 4.6.1; 5.8.4; 11.8.5; 11.9.7; RP 7,1vº; Or 16; pero en cambio, Cta 56, n. 2.38 Invierno 1891-1892; cf Ms A 79rº.

39 La mujer de Jeroboam se había disfrazado para ir a consultar al profeta Ajías.

40 Cf el final del Ms C.

41 Sobre estos antojos de enferma, cf 26.8.4; 31.8.5; 4.9.5; UC p. 687.

42 Cf Ll 1,6,30; un pasaje éste que, en la enfermería, Teresa había señalado con varias crucecitas a lápiz en su ejemplar (UC p. 419).

43 Entre el mediodía y la una de la tarde.

44 Sor Genoveva dormía en una celdita contigua a la enfermería.

45 (Teresa dice «pas cor»), expresión popular normanda por «pas encore».

46 Tomado del «Credo» de Herculano, ópera de F. David.

47 Sin duda, la carta del abate Bellière, del 17 de agosto (LC 194, en CG p. 1063s).48 Cf 25.8.6; 29.9.3; Ms A 10vº; y el estudio sobre el demonio en TrH pp. 128-135.

49 Debido a esta debilidad, Teresa ya no volverá a comulgar hasta su muerte; cf 20.8.10 y la nota a la misma a pie de página.

50 Sobrenombre que Teresa daba, en los últimos meses de su vida, a su hermana Celina; cf 22.9.4; 23.9.3.

51 Cf 3.9.3.

52 Su nombre civil era Clara Bertrand. Sobre esa frase, cf «Escritos Varios», p. 1009.

53 Sobre estos gemidos, cf UC p. 677.

54 Teresa habla también de la vida de la Sagrada Familia en Ms A 59vº, y RP 6, Acto I.

55 Cf Ms C 25vº.

56 Cf sin embargo RP 6,2vº.

57 Cf PN 54.

58 «Libres», especifica en otra parte la madre Inés.

59 Alusión a las posturas atormentadas con que la iconografía presenta a menudo a esta santa.

60 PN 54,16; cf CA 10.6.

61 Cf Cta 167, P.D. párr. 1, y sus notas 1 y 9.

62 PN 54,6.

63 «Lo hacía con buena intención», señala la madre Inés.

64 Cf 14.6; 11.8.3; 15.8.6; 23.8.1; 25.8.8; 29.9.11.

65 Sobre esas «quejas» y esa aceptación, cf 22.8.10; 23.8.10; 28.8.4; 5.9.3; 20.9.1; 30.9.

66 Compárese con la escena que sor Genoveva sitúa en el 16 de agosto (infra).

67 Ese mismo dicho, en una carta de sor María de la Eucaristía a su padre, del 27 de agosto (UC p. 680).

68 Sobre esa capacidad de sufrimiento, cf Ms C 10rº; 29.7.14.

69 Teresa hace aquí un juego de palabras: «Je suis bourrée» («bourrée»: p.p. del verbo «Bourrer» = atiborrar, atracar, comer en exceso), y «Je suis une bourrée» («Bourrée»: sustantivo fem., que significa haz de leña menuda de baja calidad) (Nota retocada por el traductor).

70 La Virgen de la Sonrisa.

71 Foto VTL nº 45.

72 Cf Ms A 83rº; Ll 1,6,30; y nota 90 de julio.

2 de septiembre

1. 2.9.1

Morirás con toda seguridad en un día de fiesta.

¡Ese día será una fiesta muy hermosa! Nunca he deseado morir en un día de fiesta <1>.

2. 2.9.2

... Hacía tal vez dos años que estaba aquí cuando el Señor hizo que cesase mi prueba respecto a sor María de los Angeles <2> y que pudiese abrirle mi alma... Por fin pudo realmente consolarme.

1. 1.9.3

... Una cosa que me costaba mucho era pedir permiso para hacer mortificaciones en el refectorio, porque era muy tímida y me ponía colorada; pero lo hacía fielmente mis dos días por semana. Cuando esta prueba de la timidez se pasó, ponía menos cuidado, y seguro que más de una vez me olvidé de mis dos mortificaciones.

2. 1.9.4

Le decíamos que ella era el jefe de la banda, que había vencido a todos los enemigos, y que sólo teníamos que seguirla. Entonces hizo el gesto, tan familiar para nosotras, de poner las manos una sobre otra a una distancia muy pequeña, diciendo:

«¡Así de encumbrada en la familia!».

Luego, haciendo ademán de sembrar algo:

¡Pulgarcito!

3. 1.9.5

Le decía sor Genoveva: «¡Y pensar que aún te esperan en Saigón!».

Iré, iré dentro de poco; ¡si supieras qué pronto haré ese viaje!

4. 1.9.6

Cuando una acepta el disgusto de haber sido mala, Dios vuelve enseguida.

5. 1.9.7

He ofrecido muy especialmente mi prueba interior contra la fe por un allegado de nuestra familia que no tiene fe <3>.

(El Sr. Tostain.)

6. 1.9.8

... ¡Sí, sí, deseo el cielo! «¡Rompe la tela de este dulce encuentro» <4>, Dios mío!

3 de septiembre

3.9.1

Le contaba lo que me había dicho acerca de los honores rendidos en Francia al zar de Rusia.

¡Nada de eso me deslumbra! Háblame de Dios, del ejemplo de los santos, de todo lo que es verdad...

1. 3.9.2

¡Y pensar que estamos cuidando a una santita!

¡Bien, pues tanto mejor! Pero querría que fuera Dios quien lo dijese.

2. 3.9.3

La pobre madre Corazón de Jesús <5> se volvía cada vez más exigente, y las enfermeras se quejaban de verse obligadas a ceder a sus manías.

¡Cómo me hubiera atraído todo eso!

4 de septiembre

1. 4.9.1

Comentaban que sor San Estanislao decía de ella que era «un ángel» debido a las sonrisas y a las caricias <6> que ella le hacía a cambio del menor servicio.

... Así es como he conquistado a Dios, y por eso me va a recibir él tan bien a la hora de mi muerte.

2. 4.9.2

Me alegro mucho de que me repugne la carne, porque así, al menos, no siento gusto al comerla. (Se le servía un poco de carne).

3. 4.9.3

En el momento en que yo salía de la enfermería para ir al refectorio:

¡Te quiero!

4. 4.9.4

Tocaban al ángelus.

¿Tengo que abrir las manitas?

No, hasta para rezar el ángelus estás demasiado débil. Basta con que invoques a la Santísima Virgen diciendo: «¡Virgen María!». Ella prosiguió: Virgen María, te quiero con todo el corazón.

Sor Genoveva le dijo: «Dile que la quieres también por mí». Entonces añadió muy bajito: Por «la señorita Lilí», por la mamá, por la madrina, por Leonia, por Mariíta, por mi tío, por mi tía, por Juana, por Francis, por «Mauricio», por «el pequeño Roulland» y por todos los que amo <7>.

5. 4.9.5

Le apetecía cierto plato, por cierto muy sencillo, y una de nosotras se lo hizo saber a nuestro tío.

¡Tiene gracia que hagamos saber esto a los del mundo! En fin, se lo he ofrecido a Dios.

Le dije que no era culpa mía, pues de hecho yo lo había prohibido. Ella, tomando el platito, replicó: Ya está ofrecido a Dios. No me importa nada. Que piensen lo que quieran.

1. 4.9.6

Durante Maitines:

Mamaíta ¡cuánto te quiero!

Con una hermosa sonrisa, haciendo esfuerzos por hablar:

Digamos algo, sin embargo, digamos...

... ¡Si supieras la paz que me produce el pensamiento de que pronto me iré al cielo! Me siento muy feliz, sí, pero no puedo decir que experimente una intensa alegría y transportes de júbilo, no.

2. 4.9.7

No obstante, ¿prefieres morir a seguir viviendo?

No, mamaíta, no prefiero ni una cosa ni otra. Yo no puedo decir como nuestra Madre santa Teresa: «Que muero porque no muero» <8>. Lo que más me gusta es lo que Dios prefiera y elija para mí.

5 de septiembre

1. 5.9.1

¿No sientes, entonces, dejar a "mamá"?

(con aire infantil.)

No... Si no hubiese vida eterna, entonces sí... Pero la hay, tal vez...

¡Seguro que la hay!

2. 5.9.2

Si te dijeran que vas morir de repente, en este mismo instante, ¿sentirías

algo de miedo?

... ¡Ay, qué felicidad! ¡Querría irme!

¿Entonces prefieres morir a seguir viviendo?

No, de ninguna manera. Si me curase, los médicos me mirarían boquiabiertos y yo les diría: «Señores, estoy muy contenta de haberme curado para seguir sirviendo a Dios en la tierra, ya ésa es su voluntad. He sufrido como si fuera a morir; pues bien, volveré a comenzar otra vez».

3. 5.9.3

Señalándome con el dedo el vaso de agua un poco coloreada de vino, con semblante alegre y muy gracioso:

Dame de beber, mamaíta, por favor. Tiene hielo, está buena.

Después de un trago:

¡He bebido sin sed! Son un pequeño «bebe sin sed».

Le decía que durante el silencio había sufrido menos:

No, lo mismo. ¡Mucho, he sufrido mucho! Pero sólo me he quejado a la Santísima Virgen.

4. 5.9.4

Visita del Dr. La Néele, que después de haberle dicho en la consulta anterior que estaba a las puertas de la muerte y que incluso podía morir de repente al darse vuelta en la cama, hoy le dijo: «Eres como un buque que ni avanza ni retrocede». Ella, de momento, se quedó estupefacta. ¡Ya lo has oído, me dijo, ya ves cómo cambia esto! Pero yo no quiero cambiar, yo quiero seguir totalmente abandonada en las manos de Dios.

6 de septiembre

1. 6.9.1

Después de lo que me pasó ayer <9>, dime algunas palabras tiernas.

¿Qué puedo hacer para consolarte, criatura? Me siento totalmente incapaz.

... con semblante apacible:

No necesito que me consuelen...

2. 6.9.2

Por la tarde lloró de alegría cuando le llevaron una reliquia del venerable Teófano Vénard.

Me ofreció con mucho cariño una pequeña margarita por mi cumpleaños.

Durante toda la tarde estuvo muy cariñosa con nosotras tres, y extraordinariamente encantadora. Yo le dije: He observado que en cuanto puedes, vuelves a ser la misma de siempre.

Es verdad. Sí, cuando puedo hago todo lo posible por estar alegre y por agradar.

3. 6.9.3

Esperaba al Sr. Youf para confesarse; pero no pudo venir, lo cual fue para ella una verdadera decepción. Pero recobró enseguida su semblante sereno.

4. 6.9.4

Le trajeron algo de comer; estaba mejor del estómago.

¡Ay!, ¿qué se ha hecho de mi enfermedad? ¡Ahora resulta que voy a comer!

7 de septiembre

No me había dicho ni una sola palabra en todo el día, y por la tarde yo pensaba: hoy no voy a tener nada que escribir.

Pero casi enseguida me dijo:

¡No hay nadie como tú!

Y a continuación comenzó a derramar gruesas lágrimas por el miedo que tenía de haberme hecho sufrir por algo en lo que yo mi siquiera me había fijado.

8 de septiembre

Entró un pequeño petirrojo y se puso a dar saltitos sobre su cama.

Leonia le envió la caja de música que aún se conserva, y las melodías, aunque profanas, son tan tiernas, que las escuchó con auténtico placer.

Por último, le trajeron un manojo de flores silvestres para festejar el aniversario de su profesión. Al verse tan colmada de atenciones, lloró de agradecimiento y nos dijo:

Lloro por las delicadezas que Dios tiene conmigo. Por fuera me veo colmada de ellas, pero por dentro sigo en la prueba..., pero también en la paz.

9 de septiembre

1. 9.9.1 Habíamos dado demasiada cuerda a la caja de música y parecía estropeada. Augusto <10> la arregló, pero desde entonces falló (durante un tiempo) la nota más bonita. Yo estaba disgustada y le pregunté si ella también lo estaba. En absoluto. Sólo lo estoy porque tú lo estás.

2. 9.9.2 ¡Sé muy bien lo que es sufrir!

10 de septiembre

10.9.1

En la consulta, el Sr. de Cornière quedó consternado ante su estado.

Bueno, ¿estás contenta?, le dije una vez que se fue el doctor.

Sí, pero ya estoy un poco acostumbrada. Dicen y se desdicen.

10.8.2

Mientras le arreglaban, por la noche, las almohadas, apoyó en mí la cabeza mirándome con ternura. Aquello me recordó la mirada del Niño Jesús a la Santísima Virgen cuando escucha la música del ángel, en la estampa de la que ella decía refiriéndose a la Virgen: «Es Paulina en ideal» <11>.

11 de septiembre

11.9.1 La mamaíta morirá la última. Vendremos a buscarla Teófano y yo cuando haya terminado de trabajar para mí... ... a no ser que las almas la necesiten.

¡Te quiero mucho, pero que mucho!

Cuando oigo abrir la puerta, siempre creo que eres tú, y si no vienes, me quedo muy triste.

Dame un beso, pero un beso que haga ruido; o sea, que los labios hagan «¡pit!».

Sólo en el cielo sabrás lo que eres para mí... Eres una lira, un cántico..., muchísimo más que una caja de música, ¡que sí!, incluso cuando estás callada.

1. 11.9.3 Había hecho (Teresa) dos coronas de acianos para la Santísima Virgen, y ésta las tenía una a sus pies y otra en la mano. Le dije: Seguro que piensas que la que tiene en la mano es para dártela a ti. No, que haga con ella lo que quiera. Lo que yo le doy es para que se deleite.

2. 11.9.4 ... Temo haber tenido miedo a la muerte... Pero no tengo miedo a lo que haya después, ¡eso no! Y no lamento la vida, no. Sólo me he preguntado: ¿qué será esa misteriosa separación del alma y del cuerpo? Es la primera vez que me ha sucedido eso, pero me he abandonado enseguida a Dios.

3. 11.9.5 ¿Quieres darme el crucifijo para besarlo después del acto de contrición y ganar la indulgencia plenaria en favor de las almas del purgatorio? ¡No les doy más que eso! Dame ahora el agua bendita. Acércame las reliquias de la madre Ana de Jesús y de Teófano Vénard, que quiero besarlas. Luego hizo una leve caricia a la estampa de la Virgen Madre: primero al Niño Jesús y después a la Santísima Virgen. No lograba dormirse y me dijo: Yo sé lo que pasa, es la maldad del demonio. Está furioso porque no me he olvidado de mis devociones. Cuando por un motivo u otro no las hago, me duermo, y luego me despierto algunos minutos después de la media noche. Es como si quisiera burlarse de mí porque he dejado de ganar la indulgencia plenaria.

4. 11.9.6 ¿He de tener miedo al demonio? Me parece que no, pues todo lo hago por obediencia.

5. 11.9.7 No, no deseo ver a Dios en la tierra. Y sin embargo, ¡le amo! También amo mucho a la Santísima Virgen y a los santos, y tampoco deseo verlos <12>.

12 de septiembre

Era la fiesta del Santísimo Nombre de María, y me pidió que le leyera el Evangelio del domingo. No tenía a mano el misal y le dije sencillamente: Es el evangelio el que el Nuestro Señor nos advierte que «nadie puede servir a dos señores». Entonces puso una vocecita de niño que recita la lección y me lo dijo de punta a rabo.

13 de septiembre

1. 13.9.1

Estaba mucho peor y tenía los pies hinchados desde el día anterior. No se podía hacer el menor movimiento a su alrededor, como arreglarle un poco la cama y sobre todo tocarla, sin hacerle mucho daño, de débil que estaba.

No suponíamos que estuviese tan mal, y sor María del Sagrado Corazón, después de mí, le había tomado el pulso durante un buen rato. Al principio, no manifestó ninguna señal de cansancio, por no apenarnos, pero al final ya no pudo más y se echó a llorar. Y luego, cuando le arreglaban las almohadas y el almohadón, sollozó diciendo dulcemente: Quisiera... quisiera...

¿Qué?

No hacer sufrir a mis hermanitas, y para eso, irme muy pronto.

En ese momento, miró a sor María del Sagrado Corazón y le dirigió una sonrisa encantadora; era a ella a quien más temía haber hecho sufrir.

Como no conseguíamos poner bien el almohadón, pues no nos atrevíamos a moverla mucho, dijo con mucho salero, apoyándose en las manos y tratando de hacerlo ella misma: Esperad, voy a correrme a los pies de la cama, saltando como un saltamontes.

2. 13.9.2

Una hermana <13> había cogido para ella en la huerta una violeta. Se la ofreció y se retiró. Entonces Teresita me dijo, mirando a la flor:

¡Ay, el perfume de las violetas!

Luego me hizo una seña, como para saber si podía olerla sin faltar a la mortificación.

14 de septiembre

14.9.1 Le llevaron una rosa. La deshojó sobre su crucifijo con una gran piedad y amor, cogiendo uno a uno los pétalos y acariciando con ellos las llagas de Nuestro Señor. En el mes de septiembre, dijo, Teresita sigue deshojando «la rosa primavera»: Quiero... deshojarte mi rosa

mi rosa primavera
y enjugar con sus pétalos
tu llanto, mi Señor <14>.

Y como los pétalos se caían de la cama al suelo de la enfermería, dijo con gran seriedad:

Recoged cuidadosamente esos pétalos, hermanitas, más tarde os servirán para hacer obsequios... No perdáis ni uno...

¡Ay, ahora...!

«¡Mi destierro, lo espero, será breve!» <15>.

14.9.3

El Dr. La Néele le había asegurado que no tendría agonía, y como sufría cada vez más:

... ¡Sin embargo, me habían dicho que no tendría agonía...!

... Pero, a fin de cuentas, acepto tenerla.

¿Y si te dieran a elegir entre tenerla o no tenerla?

No eligiría nada.

15 de septiembre

1. 15.9.1 Cuando estés en el cielo, tus grandes sufrimientos de ahora te parecerán poca cosa. Ya aquí en la tierra me parecen muy poca cosa.

2. 15.9.2 Durante la recreación de la noche: Cuando sor Genoveva decía hace un poco a sor Marta, que preguntaba por mí: "Está muy cansada", yo pensaba para mis adentros: ¡Qué verdad es, tiene razón! Sí, soy como un viajero cansado y agotado, que cae sin fuerzas al llegar al término de su viaje. ... Sí, ¡pero caigo en los brazos de Dios!

3. 15.9.3 Nuestra Madre me ha dicho que no tenía que hacer nada para prepararme para la muerte, porque ya estaba preparada por adelantado <16>.

16 de septiembre

A mí sola, a preguntas que yo le hacía:

Una cosa que nos atrae las luces y la ayuda de Dios para guiar y consolar a las almas es el no contar nuestras propias penas en busca de consuelo.

Y es que, además, eso no es un verdadero consuelo: en vez de calmar, excita.

17 de septiembre

Junto a las enfermas hay que estar alegres.

(Y es que le manifestábamos nuestra tristeza)

Vamos a ver: No tenéis que lamentaros como los que no tienen esperanza.

Con un aire un poco travieso:

Acabaréis por hacerme lamentar la vida.

¡No, lo sentiríamos mucho!

¡Es verdad! Lo dije para meteros miedo.

17.9.2

Hablándome de su niñez, me contó que un día le regalaron un canastillo y que había exclamado, loca de alegría:

¡Ahora ya no deseo nada más en la tierra!

Y que luego había cambiado de opinión y que había dicho a toda prisa:

Sí, todavía deseo algo: ¡el cielo!

18 de septiembre

1. 18.9.1 Le decía yo que tenía miedo a cansarla con mi charla: Madrecita, tu conversación me es muy agradable. No, no me cansa. Es para mí como una música... No hay dos como tú en la tierra. ¡Cuánto te quiero!

2. 18.9.2 Mirando por la ventana la viña loca, toda roja, sobre la ermita de la Santa Faz: La Santa Faz está en todo su esplendor. Fíjate, hay ramas de viña loca hasta por encima de los castaños.

3. 18.9.3 Esta tarde estoy mejor. En efecto, se interesaba por todo. Miraba con verdadero gusto el mantel que estaba haciendo sor Genoveva para el altar del oratorio, y luego los ornamentos para el señor abate Denis <7>. Pero por la mañana, cuando sor Amada de Jesús la había cogido en brazos para arreglarle un poco la cama, creí que se moría.

19 de septiembre

Habían traído de fuera un ramo de dalias. Las miró con gusto y pasó los dedos muy delicadamente por sus pétalos.

Después de la primera Misa del señor abate Denis, pidió que le enseñaran el cáliz. Como mirara largo rato el fondo de la copa, le dijeron: ¿Por qué miras tan atentamente el fondo del cáliz? Porque me reflejo en él. En la sacristía, me gustaba hacerlo. Me sentía feliz al pensar: mis facciones se han reflejado en el mismo lugar donde ha reposado y adonde volverá a bajar la sangre de Jesús. ¡Cuántas veces he pensado también que en Roma mi rostro se reprodujo en los ojos del Santo Padre <18>!

20 de septiembre

1. 20.9.1 Visita del Dr. de Cornière, que nos dice que debe de estar sufriendo un verdadero martirio. Al salir, se hacía lenguas de su heroica paciencia. Le repetí a ella algo de esto. ¿Cómo puede decir que tengo paciencia? ¡Eso no es cierto! No paro de quejarme, suspiro, exclamo continuamente: ¡Ay, ay!. Y también: ¡Dios mío, no puedo más! ¡Ten compasión, ten compasión de mí!

2. 20.9.2 Por la tarde le cambiaron la túnica, y nos impresionó su delgadez, pues la cara era la misma. Yo fui a pedirle a nuestra Madre que viniera a verle la espalda. Tardó mucho en venir, y me admiró la expresión tan dulce y paciente de nuestra enfermita mientras la esperaba. Nuestra Madre quedó penosamente sorprendida, y dijo con bondad: «¿Pero qué es una niña tan delgada?». ¡Un esqueleto!

21 de septiembre

1. 21.9.1

Había estado yo vaciando la escupidera, sin decir nada, y la dejé a su lado, pensando en mi interior: ¡Qué feliz me sentiría si me dijese en el cielo me lo pagará! E inmediatamente, volviéndose hacia mí, me dijo: En el cielo te lo pagaré.

2. 21.9.2

¡Cuando pienso que se va a morir...!, dijo sor Genoveva.

¡Claro que sí! ¡Y de resultas de esto, según creo!

3. 21.9.3

¡Y pensar que ella no tiene una Teresita a quien amar!

... ¡Él me llama su Teresita!

¿Quién?

¡Pues el P. Bellière!

El Padre acababa de escribir <19>, y quise volver a leerle su carta, pensando que le gustaría volver a encontrarse con esa expresión, pero estaba demasiado cansada y me dijo: ¡No, basta! ¡Estoy harta <20> de Teresita!

Luego, volviéndose hacia mí con aire zalamero: ¡Pero no harta de mi Paulinita! ¡Eso no!

1. 21.9.4

Me voy a fregar los platos, tengo doble turno <21>.

¡Muy duro para mí, sí!

2. 21.9.5

Sor Genoveva me pedía un lápiz, yo también lo necesitaba, pero no obstante le di el mío. Entonces dijo con tono claro y preciso: Es un gesto muy bonito.

3. 21.9.6

¡Ay! ¿Qué es la agonía? ¡Me parece estar en ella de continuo...!

4. 21.9.7

Al secarse los ojos, se le desprendieron algunas pestañas de los párpados:

Recoge esas pestañas, sor Genoveva querida, hay que entregar lo menos posible a la tierra...

E hizo un juego de palabras con el nombre del P. Alaterre <21a> (un obrero), hermano de sor San Vicente de Paúl:

De todas formas, si eso le gusta al pobre...

Así de alegre estaba siempre, a pesar de sus grandes sufrimientos anímicos y corporales.

22 de septiembre

1. 22.9.1

Después de recordarle varias ocasiones en las que había sido muy humillada durante su vida religiosa, añadí: ¡Cuántas veces te tuve lástima!

Te aseguro que no tenías por qué tenerme tanta lástima. ¡Si supieras cómo sobrevolaba por encima de todo eso! Salía fortalecida de las humillaciones. No había nadie más valiente que yo en la familia.

2. 22.9.2

Quería decirme algo y no podía.

... ¡Qué duro es verse en semejante impotencia!

... ¡Y precisamente contigo! ¡Era tan bonito cuando podía hablarte! Esto es lo más duro.

3. 22.9.3

Decía yo, mirando la estampa de Teófano Vénard: ¡Ahí lo tienes, con su sombrero en la mano, y, para colmo de males, no viene a buscarte!

Sonriendo:

Yo no me burlo de los santos... Los quiero mucho... Ellos quieren ver...

¿Qué? ¿Si vas a perder la paciencia?

Con aire travieso y profundo a la vez:

Sí..., pero sobre todo si voy a perder la confianza..., hasta dónde voy a

llevar mi confianza...

1. 22.9.4 Llamaba a sor Genoveva su "chacha", y a sor María de la Trinidad su "muñeca" porque le parecía que tenía cara de muñeca. Lo hacía por entretenernos, y nunca por disipación o por infantilismo. Pero abusábamos de esos apelativos, y nos dijo: No hay que llamarse de cualquier forma. No es religioso <22>.

2. 22.9.5 Se te tiene que hacer muy largo el tiempo... No, el tiempo no se me hace largo. Me parece que fue ayer cuando todavía seguía los actos de comunidad u cuando escribía el cuaderno. (Su vida).

3. 22.9.6 ¡Qué enfermedad tan terrible y cuánto llevas sufrido! ¡¡¡Sí!!! ¡Y qué gracia tener fe! Si no hubiese tenido fe, me habría quitado la vida sin dudarlo un instante <23>.


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