Catena aurea ES 3116

MATEO 1,16


3116 (Mt 1,16)

7. Y Jacob engendró a José, esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado el Cristo. (v. 16)

La Glosa. Después de todas las generaciones, el evangelista pone la generación de José, por virtud de la cual se insertan todas las otras, diciendo: "Y Jacob engendró a José".

San Jerónimo. Juliano Augusto1 nos objeta la discordancia de los evangelistas sobre este punto, porque San Mateo llama a José hijo de Jacob, y San Lucas hijo de Helí. Ignora, sin duda, que la Escritura suele llamar padre al que lo es por naturaleza y al que lo es según la ley. Dios ordena por Moisés en el Deuteronomio (Dt 25), que si un hermano o pariente muere sin hijos, otro hermano o pariente tome a la viuda del difunto para darle descendencia. Este punto ha sido cumplidamente debatido por el historiador Africano, y Eusebio de Cesarea, en su libro De la discordancia de los Evangelios.

Eusebio de Cesarea, historia ecclesiastica, 1,7. Matán y Melkí tuvieron cada uno, en distintos tiempos, un hijo de una misma mujer, llamada Jesca. Matán, descendiente de David por Salomón, la había tomado primero por mujer y dejando un hijo llamado Jacob, murió. Como la ley permitía a la viuda casarse con otro, Melkí, del mismo origen que Matán, de la misma tribu, aunque no de la misma familia, tomó por mujer a la viuda de Matán, de la que tuvo otro hijo llamado Helí. Y así Jacob y Helí, de distintos padres, resultan hermanos del mismo vientre. El primero de éstos, Jacob, tomando conforme a la ley a la viuda de su hermano, muerto sin hijos, engendró a José, hijo suyo según la naturaleza. Por eso leemos: "Y Jacob engendró a José". Pero, según la ley, José resulta hijo también de Helí, cuya mujer había tomado su hermano Jacob para darle descendencia. Así encontramos recta y completa la genealogía que enumera San Mateo y la que describe San Lucas, quien con la expresión más adecuada designó la sucesión legal establecida en favor del difunto, como por cierta especie de adopción, teniendo buen cuidado de no nombrar siquiera la palabra generación en esta clase de sucesiones.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,2. La palabra hijo cuadra mejor al que solamente lo es por adopción que la de engendrado, puesto que José no había nacido de Helí. Así, cuando San Mateo dijo al empezar la genealogía: "Y Abraham engendró a Isaac", y al terminarla en José: "Jacob engendró a José", expresó claramente que a éste lo había producido su padre según el orden de las generaciones, y que José no había sido adoptado sino engendrado por él. Aunque también San Lucas pudiera haber dicho que José había sido engendrado por Helí, tal expresión no debe confundirnos, porque nadie en absoluto dice del adoptado que ha sido engendrado según la carne, sino por el afecto.

Eusebio de Cesarea, historia ecclesiastica, 1,7. Mas no se crea que nosotros hemos inventado esta opinión a nuestro antojo o por una ligereza, sin estar abonada por testimonio de ningún autor. Los mismos parientes de nuestro Salvador según la carne, la trasmitieron por tradición, ya por deseo de hacer ver tan importante nacimiento, ya para testificar la verdad de los hechos.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,4. Con razón San Lucas, exponiendo la generación de Jesucristo -no desde el principio del Evangelio, sino desde el bautismo de éste- y presentándonoslo como el sacerdote en la expiación de nuestros pecados, se encargó de narrar su origen por la adopción legal, porque por la adopción nos convertimos en hijos de Dios, creyendo en el Hijo de Dios. Mas por la generación carnal que San Mateo refiere, el Hijo de Dios se nos muestra más bien como hecho hombre por nosotros. Por lo demás, bastante da a entender San Lucas al llamar a José hijo de Helí por adopción, como llama a Adán hijo de Dios, en el sentido de que por la gracia que después pecando perdió, Dios lo había constituido como hijo en el paraíso.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 4. Después de consignar todos los antepasados de Cristo terminando por José, dice el evangelista: "Esposo de María", indicando que por María ha puesto en la genealogía también a José.

San Jerónimo. Al oír "esposo", no te ocurra la sospecha de unión marital alguna, recordando la costumbre de la Escritura que a las esposas las llama mujeres casadas y a los esposos maridos.

Genadio, de ecclesiasticis dogmatibus, 10,2. El Hijo de Dios nació del hombre -es decir, de María-, pero no por hombre -esto es, por obra de varón-, como Ebión afirma. Por eso el evangelista añade con marcada intención: "De la que nació Jesús".

San Agustín, de haeresibus, 2. Esto es contrario a la afirmación de Valentino, quien dijo que Cristo no había asumido nada de la Virgen, sino que había pasado por ella como por un arroyo o un canal.

San Agustín, contra Faustum, 26,7. Por qué quiso Dios tomar carne en el vientre de una mujer, queda en sus sublimes designios: tal vez para dignificar de este modo los dos sexos, asumiendo la forma de varón y naciendo de mujer, o por otra causa que no me atrevería a decir.

Ambrosiaster, quaestiones Novi et Veteri Testamenti, q. 49. Lo que por el don sagrado concedía Dios a los que eran ungidos para ser reyes y sacerdotes, lo ha realizado el Espíritu Santo en el Hombre Cristo añadiendo una purificación, pues el Espíritu Santo purificó lo que de la Virgen María se formara para ser cuerpo del Salvador. Esta es la unción del cuerpo del Salvador, por esto se ha llamado Cristo.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,1. No era lícito, sin embargo, que José creyese que debía separarse por eso de la compañía de María, porque Ella no dio a luz a Jesucristo por haber cohabitado con él, sino permaneciendo siempre Virgen. Este ejemplo dice con gran elocuencia a los casados, que aun cuando por común consentimiento guarden continencia, puede permanecer el vínculo del matrimonio, no por la mezcla corporal de los sexos, sino por la unión de los corazones, tanto más cuanto que a José y a María pudo nacerles un hijo sin relación carnal.

San Agustín, de nuptiis et concupiscentia, 1,11. Todos los bienes del matrimonio se cumplen en los padres de Cristo: la fe, la prole y el sacramento. La prole es nuestro Señor Jesucristo, la fe porque no ha habido adulterio, y el sacramento porque no ha habido separación.

San Jerónimo. Pero preguntará el lector diligente: No siendo José padre del Salvador, ¿qué puede interesar la genealogía continuada hasta José? Responderé a este reparo, que no es costumbre de la Escritura insertar la sucesión de las mujeres en las genealogías. Además, José y María fueron de la misma tribu, por lo que según la ley estaba obligado a tomarla como parienta, y ambos son empadronados juntos en Belén, como descendientes que eran de una misma estirpe.

San Agustín, de nuptiis et concupiscentia, 1,11. La genealogía tuvo que ser continuada hasta José para que en aquel singular matrimonio no quedase rebajada la preeminencia de su sexo, sin perjudicar por eso a la verdad, puesto que tanto José como María eran de la estirpe de David.

San Agustín, contra Faustum, 13,9. Nosotros, pues, creemos que también María fue de la estirpe de David, porque creemos a las Escrituras, que dicen que Cristo es del linaje de David según la carne (Rm 1,3), así como que María que fue su Madre, no por cohabitación con varón, sino permaneciendo siempre virgen (Mt 1,18 Lc 1,34-35) Concilio de Efeso, c. 6. Hay que precaverse aquí contra el error de Nestorio, que dice: cuando la Escritura divina tiene que hablar acerca del nacimiento de Cristo, que es de la Virgen María, o acerca de su muerte, nunca le da el nombre de Dios, sino los de Cristo, Hijo o Señor, tres términos significativos de las dos naturalezas, que unas veces se refieren a la divina, otras a la humana, y algunas a ambas a la vez. He aquí una prueba: "Jacob engendró a José, esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado el Cristo". Dios el Verbo no ha necesitado de un segundo nacimiento de mujer para existir.

San Agustín, contra Felicianum, 11 y 12. Pero no fue una persona el Hijo de Dios y otra el Hijo del hombre, sino una misma persona, Cristo, Hijo a la vez de Dios y del hombre. Así como en un mismo individuo una cosa es el alma y otra cosa es el cuerpo, en el mediador entre Dios y los hombres una cosa fue el Hijo de Dios y otra el Hijo del hombre. Pero Cristo Señor, que era lo uno y lo otro, fue un solo individuo, con distinción de naturalezas en unidad de personas. Mas objeta el hereje: "No sé cómo enseñáis que ha nacido en el tiempo el mismo que decís coeterno con el Padre, puesto que el nacer es como cierto movimiento de un ser que no existe antes de nacer y al cual el nacer lo trae al acto de existir, de donde se infiere que el que ya existía no ha podido nacer, y si pudo nacer no existía antes". A lo que contesta Agustín: Supongamos -como muchos quieren- que hay en el mundo un alma general que de tal suerte vivifica todos los gérmenes por cierta operación inefable, que queda siempre distinta de las sustancias engendradas. Indudablemente esta alma, cuando haya llegado al útero -para formar la materia pasiva según las funciones que haya después de ejercer-, hace que sea con ella una misma persona aquel ser que sabemos no tiene la misma naturaleza que ella, resultando entonces, por la acción del alma en la materia pasiva, de dos diversas sustancias -el alma y el cuerpo- un solo hombre. En tal sentido decimos que nace del útero la misma alma que al venir al útero decimos que ha dado vida al ser concebido.

MATEO 1,17


3117 (Mt 1,17)

8. De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David, catorce generaciones: y desde David hasta la transmigración de Babilonia, catorce generaciones: y desde la transmigración de Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones. (v. 17)

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 1. Enumeradas las generaciones desde Abraham hasta Cristo, el evangelista las divide en tres series de catorce generaciones cada una, porque al terminar cada serie se cambió el estado político de los judíos. Desde Abraham hasta David fueron gobernados por jueces, desde David hasta el destierro de Babilonia por reyes, y desde el destierro de Babilonia hasta Cristo por los pontífices. Quiere darnos a entender con esto que así como después de cada serie se cambió el estado de los judíos, concluidas las catorce generaciones desde el destierro hasta Cristo, es necesario que por Cristo sea cambiado el estado de los hombres, como así sucedió. Después de Cristo las naciones han sido gobernadas por Cristo solo, que es Juez, Rey y Pontífice. Así como los antiguos jueces, reyes y pontífices no eran sino una figura de la dignidad de Cristo, cada una de esas dignidades empezó siempre por un personaje, figura también de Cristo. El primero de los jueces, Josué, hijo de Nave; el primero de los reyes, David; y el primer pontífice, Josué, hijo de Josedec; en los que nadie duda está prefigurado Cristo.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 4. O dividió tal vez en tres partes las generaciones para demostrarnos que no por cambiar de régimen político se enmendaron los judíos. Antes bien, tanto bajo los jueces, como bajo los reyes, los pontífices y los sacerdotes, persistieron en los mismos pecados. Por eso menciona la cautividad de Babilonia, indicando que ni aun después de ésta se corrigieron. Y no menciona el destierro a Egipto, porque no temían a los egipcios como a los asirios y partos, porque el destierro a Egipto era de fecha más antigua y el de Babilonia era reciente, y porque a Egipto no fueron llevados en castigo por sus pecados como a Babilonia.

San Ambrosio, in Lucam, 3. No debe olvidarse que habiendo sido 17 los reyes de Judá, desde David hasta Jeconías, San Mateo puso solamente catorce generaciones. Pero a su vez debe observarse que las sucesiones pueden ser más en número que las generaciones, pues algunos pueden vivir mucho tiempo y tener hijos muy tarde, o no tenerlos nunca; así que no son las mismas las épocas de las generaciones que las de los reyes.

La Glosa. O puede decirse que en la serie de las generaciones se omitieron tres reyes, como antes hemos dicho.

San Ambrosio, in Lucam, 3. Otro reparo: contándose doce generaciones desde Jeconías hasta José, ¿cómo dice el evangelista después que ha descrito catorce? Si observamos atentamente, encontraremos también aquí las catorce generaciones. Hasta José se cuentan doce, la decimotercera es Cristo, y hubo, como atestigua la historia, dos Jeconías, padre e hijo (2R 24), no suprimiendo a ninguno de los dos el evangelista, sino contando a ambos, con lo que, añadido Jeconías el menor, se completan las catorce generaciones.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 1. O se cuenta dos veces un mismo Jeconías en el Evangelio, una antes del destierro y otra después. Este Jeconías, a pesar de ser uno, tuvo dos situaciones: fue rey antes del destierro, nombrado por el pueblo de Dios, y un particular después del destierro. Por eso se cuenta entre los reyes antes del destierro, como rey que era; y entre los particulares después del destierro.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,4. O entre los progenitores de Cristo se cuenta dos veces a Jeconías, por quien se verificó en cierto modo una conversión a naciones extrañas, al ser llevado cautivo de Jerusalén a Babilonia. Cuando se desvía una línea de la rectitud para alejarse en dirección opuesta como que forma un ángulo, y al formarlo se cuenta dos veces. Y en esto mismo prefiguró Jeconías a Cristo que había de pasar de la circuncisión a la gentilidad y había de ser la piedra angular.

Remigio. Dividió las generaciones en series de catorce cada una, porque el número diez significa el Decálogo, y el número cuatro los cuatro libros del Evangelio, mostrando en esto la conformidad de la ley con el Evangelio. Repitió tres veces el número catorce, para enseñarnos que la perfección de la ley, de la profecía y de la gracia consiste en creer en la Santa Trinidad.

La Glosa. Puede también decirse que en este número está significada la gracia septiforme del Espíritu Santo, y que el duplicarlo significa que esta gracia es necesaria para la salud del cuerpo y para la del alma. Así, pues, la genealogía de Cristo se divide en tres series de catorce cada una: la primera desde Abraham hasta David inclusive; la segunda desde David hasta el destierro de Babilonia, no incluyendo en ella a David y sí el destierro; y la tercera desde el destierro hasta Cristo, en la que si admitimos que Jeconías está contado otra vez, hay que incluir el destierro. En la primera serie de catorce están significados los hombres antes de la Ley, y comprende todos los progenitores de Cristo que vivieron bajo la ley natural: Abraham, Isaac, Jacob, y los demás hasta Salomón. En la segunda los hombres bajo la Ley, pues todos los reyes que en ella se mencionan estuvieron bajo la ley. Y en la tercera los hombres de la gracia, que termina en Cristo, dador de toda gracia, y en la que se verificó la liberación de la cautividad en Babilonia, figura de la liberación de la cautividad del pecado obrada por Cristo.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,4. A pesar de haber distribuido las generaciones entre series de catorce cada una, no dice luego que todas suman cuarenta y dos, porque uno de los progenitores, Jeconías, se cuenta dos veces. Por esto las generaciones no son cuarenta y dos de la suma de tres veces catorce, sino cuarenta y una. San Mateo, que se había propuesto presentarnos a Cristo como Rey, contó, pues, cuarenta hombres en la serie de las generaciones, porque este número significa el tiempo que en este mundo debemos ser gobernados por Cristo con severo régimen, significado en aquella vara de hierro de que nos habla el Salmo: "Los gobernarás con vara de hierro" (Ps 2,9) Y la razón de que tal número signifique esta vida temporal y terrena, es de suyo obvia. Cada año se desliza en el tiempo por cuatro estaciones, y cuatro son también los puntos cardinales en los que termina la superficie del globo: oriente y occidente; norte y sur. El número cuarenta está formado de cuatro veces diez, estando el mismo número diez respecto de aquél en progresión de una a cuatro.

La Glosa. Puede también decirse que el número diez se refiere al Decálogo, y el cuatro a la vida presente que se desliza en cuatro estaciones. O puede significarse por el número diez el Antiguo Testamento y por el cuatro el Nuevo.

Remigio. Si alguno quisiera decir que son cuarenta y dos las generaciones porque no hay un solo Jeconías sino dos, le diríamos que también este número concuerda con la Santa Iglesia, pues este número se compone de seis y de siete multiplicados entre sí, y seis veces siete son cuarenta y dos. El seis se refiere a los días de trabajo y el siete al día de descanso.

MATEO 1,18


3118 (Mt 1,18)

9. Y la generación de Jesucristo fue de esta manera. Que siendo María su Madre desposada con José, antes que viviesen juntos, se halló haber concebido en el vientre de Espíritu Santo. (v. 18)

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 1. Como el evangelista había dicho antes: "Y Jacob engendró a José", con quien desposada María engendró a Jesús, para que ninguno pudiera pensar que el nacimiento de Cristo había sido como el de sus progenitores, cortando el orden de la narración dice: "Y la generación de Jesucristo fue de esta manera", como si dijera: la generación de sus ascendientes fue como la he referido, pero la generación de Cristo no fue así, sino de esta forma: "Que siendo su Madre desposada".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 4. Como quien va a decir una cosa nueva promete narrar la manera de realizarse esta generación; no fuera a suceder que al oír las palabras "esposo de María" cualquiera pensase que Cristo había nacido según la ley general de la naturaleza.

Remigio. También puede referirse a lo ya dicho en este sentido: "La generación de Cristo era así", como he dicho: "Abraham engendró a Isaac".

San Jerónimo. Pero, ¿por qué Cristo es concebido de una Virgen desposada y no de una simple virgen? Por tres razones: la primera, para que por la genealogía de José se supiese el origen de María; la segunda, para que los judíos no la apedreasen como adúltera; y la tercera, para que al huir a Egipto tuviese quien la consuele. El mártir Ignacio aduce otra razón: para ocultar al demonio el parto de María, y que siempre creyese que Cristo había sido engendrado no de una virgen, sino de una mujer casada.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 1. Desposada y permaneciendo en su casa, porque así como en la que concibe en casa del marido se entiende una concepción natural, en la que concibe antes de desposarse hay sospecha de infidelidad.

San Jerónimo, contra Helvidium, in principio libri. Un tal Helvidio, hombre turbulento y que de todo hace materia para la disputa, empezó a blasfemar contra la Madre de Dios formulando así su primera tesis: San Mateo dice: "Y siendo desposada". Mira cómo dice desposada y no comprometida, como tú dices, y desposada no por otra causa sino para casarse después1.

Orígenes, homilia inter collectas ex variis locis. Desposada con José, pero no carnalmente unida. La Madre de éste fue Madre inmaculada, Madre incorrupta, Madre intacta. La Madre de éste, ¿de cuál éste? La Madre del Señor, Unigénito de Dios, del Rey universal, del Salvador y Redentor de todos.

San Cirilo de Alejandría, ad Ioannem Antiochenum. ¿Qué se puede ver en la Santa Virgen por encima de las demás mujeres? Si María no es Madre de Dios, sino sólo de Cristo, como dice Nestorio, ningún absurdo habría en que se permita llamar Madre de Cristo a la madre de cualquier ungido. Pero sólo la Santa Virgen, sobre las otras mujeres, es conocida y llamada con el nombre de "Madre de Cristo", pues engendró no a un simple hombre como nosotros, sino más bien al Verbo de Dios Padre, encarnado y hecho hombre por nosotros. Mas tal vez reponga Nestorio: ¿Pensarás acaso que la Virgen se ha hecho la Madre de la divinidad? A esto decimos que el Verbo de Dios, nacido de la misma sustancia de Dios y existiendo siempre y sin principio de tiempo igual al Padre, en la plenitud de los tiempos se hizo carne, es decir, se unió a un cuerpo animado por un alma racional. Por esto decimos que nació de una mujer según la carne. Este misterio se asemeja en cierto modo a nuestro nacimiento: la madre suministra a la naturaleza una materia cuajada que poco a poco se va formando hasta resultar un cuerpo perfecto en su especie, la humana. Pero Dios infunde en ese cuerpo un espíritu, y aunque la madre sólo lo sea del cuerpo terrenal, ella es considerada y se llama madre de todo el hombre. Una cosa semejante observamos en el nacimiento del Emmanuel, "Dios con nosotros". El Verbo de Dios nace en la eternidad de la sustancia del Padre; mas, porque tomó carne y la hizo propia, es preciso confesar que nació de una mujer según la carne. Y como a la vez es verdadero Dios, ¿quién tendrá reparo en llamar a la Santa Virgen "Madre de Dios"? San Pedro Crisólogo, sermones, 148. No te turben ni ofendan tus oídos las palabras concepción, parto, porque la virginidad es la prenda más segura del pudor. ¿En qué puede herir la delicadeza la unión de la divinidad con la pureza, su siempre querida amiga, unión en que el intérprete es un ángel, la fe es la madrina, el desposorio es la castidad, el dote la virtud, la conciencia el juez, el móvil Dios, el acto de concebir pureza, el parto virginal, y la Madre una Virgen?

San Cirilo de Alejandría, ad Ioannem Antiochenum. Mas si dijéramos con Valentino, que el santo cuerpo de Cristo fue formado de una materia celeste y no de la Virgen, ¿cómo podríamos entender que María es Madre de Dios?

La Glosa. Se indica el nombre de la Madre añadiendo: "María".

Beda, in Lucam, 1,3. María se interpreta en hebreo como "estrella del mar"; en siriaco como "señora", porque Ella ha dado realmente al mundo al que es la luz de la salud y el Señor del mundo.

La Glosa. A continuación nos dice también el nombre del esposo, "José".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 1. María se había desposado con un carpintero porque Cristo, esposo de la Iglesia, había de obrar la salud de todos los hombres por el leño de la cruz.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 4. Sigue luego: "Antes que viviesen juntos". No dice "antes de que fuese llevada a casa del esposo", pues ya estaba en ella por ser costumbre frecuente entre los antiguos tener en su casa a las desposadas, como vemos que sucede también ahora, y los yernos de Loth habitaban con él en vida común2.

La Glosa. Pero se dice: "Antes de que vivieran juntos" en concúbito carnal.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 1. Para que no naciese del afecto de la carne y de la sangre el que nació para destruir los afectos de la carne y de la sangre3.

San Agustín, de nuptiis et concupiscentia, 1,12. Allí no hubo cohabitación conyugal, porque en carne de pecado no podría haberse dado sin movimiento de concupiscencia, efecto del pecado, sin la cual quiso ser concebido el que había de estar sin pecado, tal vez para enseñarnos con esto que todo lo que nace de unión marital nace con pecado4, puesto que sólo no tuvo pecado la Carne que nació de esa manera.

San Agustín, in sermone 6 de Nativitate. Jesucristo nace además de una mujer intacta, porque no era adecuado que la virtud naciese por medio del deleite, la castidad por la vía de la lujuria, y la incorrupción por la corrupción. Y el que venía a destruir el antiguo imperio de la muerte habría de bajar del cielo de un modo distinto. Obtuvo, pues, el cetro de Reina de las vírgenes, la que engendró al Rey de la castidad. Por eso Nuestro Señor se procuró un seno virginal donde morar, para darnos a entender que sólo un cuerpo casto puede ser templo de Dios. Aquel que grabó su ley en tablas de piedra sin necesidad de punzón de hierro, ese mismo fecundó el seno de María por virtud del Espíritu Santo. Por eso dice el evangelista: "Se halló haber concebido en el vientre de Espíritu Santo".

San Jerónimo. Nadie la halló en tal estado sino José, quien, como si fuese su marido, sabía todo lo referente a su esposa5.


Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 1. Según nos enseña una historia nada inverosímil, José estaba ausente cuando sucedió lo que refiere San Lucas, pues no es de creer que estando en casa entrase el ángel al aposento de María, le dijese lo que le dijo, y que María respondiese lo que respondió. Aun concedido que el ángel pudo entrar en donde estaba María y que le habló, no era posible que, en presencia de José, María marchase a la montaña y estuviese con Isabel tres meses, sin que José indagase las causas de su ida y de una permanencia tan larga. Pero después que volvió de tan largo viaje la encontró visiblemente fecunda.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 4. Con propiedad dice se halló, expresión que solemos emplear hablando de cosas en que no habíamos pensado. Y para que no importunara al evangelista preguntándole cómo se verificó el nacer de una Virgen, en pocas palabras él mismo da la salida, "de Espíritu Santo", como si dijera: "El Espíritu Santo es el que ha obrado este milagro", pues que ni Gabriel ni San Mateo pudieron decir más.

Glosa. Lo que se dice del "Espíritu Santo", lo añadió el evangelista por su parte, para que al decirse "haber concebido en el útero", no quedase ninguna sospecha maligna en la mente de los que lo oyeren.

San Agustín, in sermonibus de Trinititate, serm. 191,3. Nosotros no decimos, como impíamente opinan algunos, que el Espíritu Santo se presentó como semen, sino que obró con el poder y virtud de Creador.

San Ambrosio, de Spiritu Sancto, 2,5. Todo lo que viene de alguno, o es de su sustancia o de su poder; de su sustancia, como el Hijo es del Padre; de su poder, como son de Dios todas las cosas, como el fruto del vientre de María era del Espíritu Santo.

San Agustín, enchiridion, 40. Ciertamente esta manera de nacer Cristo del Espíritu Santo, nos da a entender la gracia de Dios, en virtud de la cual el hombre, sin mérito alguno precedente en el principio mismo de su naturaleza en que empezó a existir, se unió al Verbo de Dios en unidad tal de persona, que ese mismo hombre es el Hijo de Dios. Mas habiendo la Trinidad toda -porque las obras de la Trinidad son indivisibles- obrado la formación de aquella creatura que la Virgen concibió y dio a luz, y que sólo la persona del Hijo asumió e hizo propia, ¿por qué se nombra únicamente al Espíritu Santo en la concepción de esa creatura? ¿Es acaso que cuando uno de los tres es nominalmente citado, se ha de entender que obra la Trinidad toda?

San Jerónimo, contra Helvidium, in principio. Pero dice Helvidio: El evangelista no hubiera dicho "antes que viviesen juntos", de los que después no habían de vivir con tal unión. Es como si uno dijera "antes de comer en el puerto, me hice a la vela con rumbo al Africa". La frase no puede tener sentido, si después no ha de comer en aquel puerto. Me parece que está mejor entendido que aunque el adverbio antes indique con frecuencia lo que sigue, algunas veces, sin embargo, expresa solamente lo que antes se había pensado, y que no es necesario que lo pensado suceda, cuando ha mediado otra cosa, para que no se realice lo que se pensó.

San Jerónimo. Por tanto no se infiere que después viviesen juntos, sino que la Escritura sólo dice qué es lo que no sucedió antes.


Remigio. También puede decirse que el verbo convenire6 no significa la unión marital, sino el tiempo de las bodas: es decir, cuando la que había sido prometida empieza a ser esposa. Pues el sentido es "antes de vivir juntos", esto es antes de celebrar solemnemente los desposorios.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,5. Cómo se verificó lo que aquí omite San Mateo, lo expuso San Lucas, después de narrar la concepción de Juan, de esta manera: "Y al sexto mes fue enviado el ángel". Y más adelante: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti", que es lo que mencionó San Mateo al decir: "Se halló haber concebido en el vientre de Espíritu Santo". No hay discordancia en que San Lucas exponga lo que San Mateo omite, ni que éste inserte después lo que omitió aquél, pues sigue: "Y José, su Esposo, como era justo", hasta el texto donde nos habla de los magos, "que se volvieron a su tierra por otro camino". Así que, si alguno quisiera formar la narración ordenada del nacimiento de Cristo, de todo lo que uno u otro de los dos evangelistas dice y omite, puede hacerlo así: empezando con las palabras de Mateo, "La generación de Cristo fue de esta manera", siguiendo con lo que refiere San Lucas desde donde dice: "Hubo en los días de Herodes", hasta donde dice: "Y María se detuvo con ella como tres meses, y se volvió a su casa", y terminando con el texto: "Se halló haber concebido, en el vientre, de Espíritu Santo".

MATEO 1,19


3119 (Mt 1,19)

Y José, su Esposo, como era justo y no quisiese infamarla, quiso dejarla secretamente. (v. 19)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 4. Habiendo dicho el evangelista que María halló que había concebido en el vientre, del Espíritu Santo, sin obra de varón, para que nadie sospechase que un discípulo de Cristo haya inventado estas maravillas en honor de su Maestro, aduce el testimonio de José confirmando la historia por su propia participación en ella: "Y José, su Esposo, como era justo".

San Agustín, in sermone 14 de Nativitate. Conociendo José que María estaba encinta, se turba, porque la Esposa que había recibido del templo mismo del Señor y no conocía aún, la encuentra fecunda, y agitándose inquieto, discute y habla consigo mismo: "¿Qué haré? ¿La denuncio o callo? Si la descubro, no me hago cómplice de adulterio, pero incurro en crueldad, porque me consta que según la ley debe ser apedreada. Si callo, doy mi consentimiento a una acción mala, y participo con los adúlteros. Entonces si callar es malo y descubrir el adulterio es peor, la dejaré libre".

San Ambrosio, in Lucam, 2,1. Hermosamente nos enseña San Mateo lo que debe hacer el justo que sorprendiere a su cónyuge en oprobio o acción infame, para ni mancharse con la sangre del adúltero, ni hacerse cómplice del adulterio. Por eso dice: "Como era justo". En José, pues, se conserva siempre la gracia y la persona del justo, de manera que su testimonio resulta siempre el más abonado, pues la lengua del justo habla con la verdad.

San Jerónimo. Pero, ¿cómo se nos presenta como justo a José, cuando oculta el crimen de su Esposa, y estando prescrito en la ley que los autores y cómplices de un crimen son igualmente reos de pecado?

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 4. Es de notar que llama aquí justo al que en todo es virtuoso. Porque "justicia" no es sólo no querer más de lo debido, sino también la virtud en general y es en este sentido que principalmente emplea la Escritura la palabra "justicia". Siendo, pues, justo1, es decir, benigno y moderado, quiso dejar en secreto a la que veía expuesta a la infamia y a la máxima pena de la Ley. Como quien se coloca por encima de la Ley, José la salvó de ambos peligros. Pues a la manera que el sol antes de ostentar sus rayos ya alumbra la tierra, así Cristo, antes de nacer, hizo que apareciesen en el mundo muchas señales de perfecta virtud.

San Agustín, de Verbo Domini, serm. 16. O en otros términos: si a ti solo consta el pecado de otro contra ti, y quieres inculparle ante los hombres, no eres el hermano que corrige, eres su delator. Por eso el varón justo, José, perdonó a su Esposa, lleno de benignidad, el crimen que había sospechado de Ella. Revolvíase ciertamente en su ánimo sospecha indudable de adulterio, mas como a él solo constaba, no quiso difamarla, sino dejarla en secreto, prefiriendo al castigo del pecado el bien del pecador.

San Jerónimo. O también puede ser un testimonio en favor de María, que José confiando en su castidad, admirado éste de lo que había sucedido, ocultó en el silencio el hecho cuyo misterio ignoraba.

Remigio. Pues veía fecunda a la que conocía casta. Como había leído en Isaías: "Saldrá una vara de la raíz de Jesé" (Is 11,1), de quien sabía ser descendiente María, y en el mismo Isaías: "He aquí que una virgen concebirá" (Is 7,14), no desconfiaba de que en Ella se había de cumplir tal profecía.

Orígenes, homilia 1 inter collectas in variis locis. Pero si no tenía sospecha de Ella, ¿cómo era justo queriendo dejar a una Esposa Inmaculada? Quería dejarla porque conocía que se había obrado en Ella un gran misterio y se consideraba indigno de vivir en su compañía.

La Glosa. Al querer dejarla era justo, y al querer hacerlo en secreto muestra ser piadoso, pues la pone a salvo de toda infamia y por eso dice: "Como era justo, quiso dejarla". Es decir, pudiendo entregarla al deshonor público, esto es, difamarla, prefiere separarse en secreto.

San Ambrosio, in Lucam, 2,1. Ninguno deja la mujer que antes no ha aceptado. Entonces al querer dejarla, confesaba él mismo que la había aceptado antes.

Glosa. O no queriendo trasladarla a su casa para vivir con Ella en asidua compañía, quiso dejarla en secreto, es decir, dilatando la fecha de los desposorios. Porque realmente es verdadera virtud ejercer la piedad junto con la justicia y ésta junto con la piedad, virtudes que, obrando separadas, se anulan mutuamente. O también puede decirse que era justo por la fe con que creía que Cristo había de nacer de una Virgen, y de ahí que quiso humillarse ante don tan excelente.


Catena aurea ES 3116