Catena aurea ES 3304

MATEO 3,4


3304 (Mt 3,4)

El mismo San Juan tenía vestido de pelos de camello, y un ceñidor de piel rodeaba su cintura. Su alimento era de langostas y de miel silvestre. (v. 4)

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 3. Después que él manifestó que era la voz del que clama en el desierto, el mismo evangelista añade con prudencia: "El mismo Juan", en lo que se manifiesta cuál era su vida, porque él se pone como testigo de Cristo. Su vida, pues, es de El, porque ninguno puede ser testigo idóneo de otro, si no fuese suyo propio.

San Hilario, in Matthaeum, 2. Había tenido San Juan el predicador, así como el lugar más propicio, el vestido más oportuno y la comida más adecuada.

San Jerónimo. Tenía el vestido de pelo de camello, no de lana, porque el primero es señal de penitencia austera, mientras que el segundo es señal de molicie.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 3. A los siervos del Señor no conviene tener el vestido de lujo, ni usarlo para complacencia de la carne, sino sólo para cubrir la desnudez. Tenía, pues, San Juan un vestido no suave ni delicado, sino cilicio fuerte, áspero y que le mortificaba el cuerpo más que le abrigaba, para que así pudiese decirse de la virtud de su alma lo que del vestido de su cuerpo. Sigue: "Y un ceñidor de piel rodeaba su cintura, etc". Era costumbre entre los judíos usar ceñidores de lana, pero éste, como queriendo hacer algo más fuerte, se ceñía con correa de piel.

San Jerónimo. Es cierto lo que sigue: "Su alimento era la langosta y la miel silvestre". Esto es muy oportuno para el que habita en la soledad, para que no experimente las delicias de la comida, sino las necesidades de la vida humana.

Rábano. Se contentaba con una comida frugal, formada con unas pequeñas aves y con la miel que encontraba en los troncos de los árboles. En las palabras de Arnulfo, Obispo de las Galias, encontramos que existe un género de langostas menudas en el desierto de Judea, que teniendo unos cuerpos como el dedo menor de la mano, se cogen fácilmente en las yerbas delgadas y cortas y que, cocidas con aceite, proporcionan alimento al pobre. También cuenta, que en el mismo desierto hay árboles que tienen hojas largas y redondas de color de leche y de un sabor agradable, que siendo de una naturaleza frágil, se quiebran con las manos y se comen. Y esto es lo que se llama miel silvestre.

Remigio. Bajo esta forma de vestir y en esta clase de alimento, manifiesta que lamenta los pecados de todo el género humano.

Rábano. Su vestido y su comida pueden expresar su modo de sentir. Usaba vestidos austeros, porque reprendía la vida de los pecadores.

San Jerónimo. La correa de piel con que se ceñía (como Elías), es la señal de la mortificación.

Rábano. Comía langostas y miel silvestre, porque su predicación sabía bien a la muchedumbre y lograba mejor sus fines. En la miel se representa la dulzura, en la langosta el vuelo pronto, pero corto.

Remigio. Por medio de Juan, que quiere decir gracia, se significa a Jesucristo, que trajo la gracia al mundo; por su vestido se designa a la Iglesia de los gentiles.

San Hilario, in Matthaeum, 2. Con los despojos de los rebaños inmundos, en que los gentiles se consideran iguales, se viste el predicador de Cristo, y con el hábito del profeta se santifica todo lo que antes había subsistido en ellos inútil o manchado. Y el ceñirse con una correa es un medio propicio para estar dispuestos a cuanto exija el servicio de Cristo. En la comida también se eligen las langostas, que se espantan ante los hombres y vuelan por todos lados cuando alguien se aproxima. Pero nosotros, que por cualquier palabra y convenio éramos llevados a dar los mismos saltos, con una voluntad voluble, haciendo obras inútiles, profiriendo palabras de queja, sin un lugar estable, ahora somos el alimento de los santos, la sociedad de los profetas, los escogidos. Por lo tanto debemos dar con la miel silvestre una comida dulcísima que salga de nosotros y no de las colmenas de la ley, sino de los troncos de los árboles silvestres.

MATEO 3,5-6


3305 (Mt 3,5-6)

Entonces salía hacia él Jerusalén y toda la Judea, y toda la región cercana a las márgenes del Jordán, y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados. (vv. 5-6)

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2. Habiendo expuesto la predicación de San Juan, añade oportunamente: "Entonces salía Jerusalén a buscarle, etc". Más resonaba la fama de su vida en el desierto que la atención a su clamor.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 10. Era admirable ver tanta paciencia en un ser humano; y esto es lo que más atraía a los judíos, que veían en él al gran Elías. Hubo también de contribuir a su admiración el que apareciera un profeta después de tanto tiempo. El modo singular de predicar contribuía a ello. No oían de Juan nada de lo que acostumbraban oír a otros profetas, como eran las batallas y las victorias de acá abajo, sobre Babilonia y Persia, sino que hablaba de los cielos, de cuanto conduce a ellos y de los castigos del infierno.

Dice, pues: "Entonces salía a él Jerusalén, y eran bautizados por él en el Jordán".

La Glosa. Ofrecía el bautismo, pero no el perdón de los pecados.

Remigio. El bautismo de San Juan prefiguraba a los catecúmenos, porque así como son catequizados los niños para que se hagan dignos del sacramento del bautismo, así bautizaba San Juan, para que bautizados por él, después, viviendo piadosamente, se hiciesen dignos de recibir el bautismo de Cristo. Bautizaba en el Jordán, para que allí se abriese la puerta del reino de los cielos, donde a los hijos de Israel se les dio facilidad de entrar como a tierra de promisión.

Sigue: "Confesando sus pecados".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 3. Comparándose con la santidad del Bautista, ¿quién puede considerarse justo? Así como un vestido blanco, si se coloca junto a la nieve, aparece sucio y oscuro, así todo hombre comparado con San Juan parece inmundo, y por ello confesaba sus pecados. La confesión de los pecados es el testimonio de la conciencia que teme a Dios. El temor perfecto hace desaparecer toda vergüenza. Se encuentra la deformidad de la confesión allí donde no se da crédito a los rigores del juicio. Y por lo mismo que es una pena grande avergonzarse a sí mismo, nos manda Dios confesar nuestros pecados para que se sufra la vergüenza en vez de la pena, y esto ya se considera como parte del juicio.

Rábano. Bien se decía que los que iban a bautizarse salían a encontrarse con el profeta, porque si alguno no se alejaba de la ligereza y si no renunciaba a las pompas del diablo y a los halagos del mundo, no podía obtener un bautismo de salvación. Y bien se decía que aquellos que en el Jordán eran bautizados bajaban, porque descendían de la soberbia de la vida a la humildad de la verdadera confesión. Ya entonces los que habían de bautizarse daban el ejemplo de confesar los pecados y de prometer una vida mejor.

MATEO 3,7-10


3307 (Mt 3,7-10)

Viendo a muchos fariseos y saduceos que venían a bautizarse, les dijo: "Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la justicia que sobre vosotros venía? Haced frutos dignos de penitencia. Y no queráis decir dentro de vosotros mismos: Tenemos por padre a Abraham, porque en verdad os digo, que Dios puede suscitar hijos de Abraham de estas piedras. Ya la segur está puesta a la raíz del árbol. Todo árbol que no dé frutos buenos, será cortado y arrojado al fuego". (vv. 7-10)

San Gregorio Magno, regula pastoralis, 3. Debe conformarse la predicación de los doctos con la clase del auditorio, para que así cada uno tome lo que le conviene y nunca se separen de la edificación de los demás.

La Glosa. De donde fue necesario que después de la doctrina que San Juan había predicado a las muchedumbres, el evangelista hiciese mención de aquélla, con la que instruyó a los que parecían más aprovechados. Y por ello dice: "Viendo, pues, muchos de los fariseos, etc".

San Isidoro de Sevilla, etymologiarum sive originum libri, 8,4. Los fariseos y los saduceos son contrarios entre sí, porque la palabra fariseos traducida del hebreo al latín quiere decir separados, ya que anteponen la tradición y la observancia a la justicia, de donde se llaman separados por el pueblo, como por la justicia.

Los saduceos se interpreta como justos; se atribuyen en nombre lo que no son. Niegan la resurrección de los cuerpos y enseñan que el alma muere al mismo tiempo que el cuerpo. Admiten únicamente los cinco libros de la Ley y rechazan los vaticinios de los profetas.

La Glosa. Viendo el Bautista venir a bautizarse a los que se consideraban entre los judíos como los mayores, les dijo: "Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira que está próxima?".

Remigio. Es costumbre de la Escritura poner los nombres en consonancia con las obras, según aquellas palabras de Ezequiel: "Tu padre amorreo" (Ez 16) Así éstos, a imitación de las víboras, son llamados raza de víboras.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 3. Así como el médico hábil si ve el color del enfermo conoce la clase de enfermedad, así San Juan conoce las malas inclinaciones de los fariseos que venían hacia él. Sin duda pensaron dentro de sí: "Vamos y confesemos nuestros pecados. Ningún trabajo nos cuesta. Somos bautizados y conseguimos el perdón de nuestros pecados". Necios. Acaso cuando se come y se digiere un alimento que perjudica ¿no es necesaria la medicina? Así, es necesario mucho cuidado y mucha vigilancia al hombre después que se ha convertido y bautizado, para que la herida de los pecados se cure perfectamente. Por eso los llama raza de víboras. La condición de la víbora es tal, que cuando muerde al hombre, éste corre en seguida al agua, la que si no encuentra muere. Por lo tanto a éstos llamaba raza de víboras, porque habiendo cometido pecados mortales, corrían al bautismo para que, como las víboras, pudiesen huir de la muerte por medio del agua. Además es propio de las víboras romper las entrañas de sus madres al nacer. Por lo mismo que los judíos al perseguir con pertinacia a los profetas habían dañado a su madre, la sinagoga, eran llamados raza de víboras. Además, las víboras son hermosas y como pintadas por fuera, pero por dentro están llenas de veneno. Así éstos manifestaban el atractivo de la santidad en el rostro.

Remigio. Cuando se dice: "¿Quién os ha enseñado a huir de la ira que viene?". ¿Se sobreentiende otra cosa que a Dios?

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 3. ¿Quién os ha enseñado esto? ¿Acaso Isaías el profeta? No. Si él mismo os hubiese enseñado, no pondríais vuestra esperanza sólo en el agua, sino también en las buenas obras. Aquél dice: "Lavaos, y quedad limpios; separad la inmundicia de vuestras almas; aprended a obrar bien". También tenemos a David que dice: "Me lavarás y quedaré más limpio que la nieve". Pero él mismo dice después: "Un espíritu atribulado es un sacrificio aceptable ante Dios". Por tanto, si fuereis discípulos de David, vendríais al bautismo con el llanto y la aflicción.

Remigio. Si alguno demuestra, que se puede leer en tiempo futuro1, éste sería el sentido: ¿Qué doctor, qué predicador podrá aconsejaros para que podáis huir de vuestra eterna condenación?

San Agustín, de civitate Dei, 9,5. Dios por cierta semejanza de operaciones, no por las malas inclinaciones, según la Escritura, se llena de ira, pero no se turba por ninguna pasión. Esta expresión suprime toda intención de venganza, no su estado de ánimo.

La Glosa. Si queréis, pues, huir, haced frutos dignos de penitencia.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 20,8. En estas palabras debe notarse que no sólo aconseja hacer frutos de penitencia, sino frutos dignos de penitencia. Debe saberse, pues, que al que no ha cometido ninguna cosa ilícita, a éste se le concede que use de cosas lícitas. Pero si alguno ha caído en la culpa, tanto debe separar de sí las cosas lícitas cuanto se acuerda de haber cometido las ilícitas. La conciencia de cada uno conoce que, tanto debe buscar las ganancias mayores de las buenas obras por medio de la penitencia, cuanto mayores fueron los daños que ocasionó por las culpas. Pero los judíos, gloriándose de la nobleza de su raza, no querían reconocerse como pecadores, porque descendían de la estirpe de Abraham. Y por ello se les dice con propiedad: "Y no queráis decir dentro de vosotros: tenemos por padre a Abraham".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 11,2. Dijo esto, no prohibiéndoles que dijesen que descendían de él, sino que se confiasen de esto, no aplicándose a la virtud de su espíritu.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5. ¿Qué aprovecha a aquél a quien manchan sus costumbres, una descendencia noble? O ¿qué daño hace una descendencia envilecida a aquél a quien adornan las buenas costumbres? Es mejor para cada uno que se gloríen sus padres en él, que él en sus padres. Así, vosotros no queráis gloriaros diciendo: "Porque tenemos por padre a Abraham". Más bien avergonzaos porque sois sus hijos y no habéis heredado sus virtudes. Parece nacido de adulterio el que no se parece a su padre. Excluye la gloria de los padres diciendo: "Y no queráis decir".

Rábano. Por lo mismo que el pregonero de la verdad quería excitarlos a hacer frutos dignos de penitencia, los invitaba a la humildad, sin la cual ninguno puede arrepentirse, añadiendo: "Os digo en verdad que Dios puede sacar hijos de Abraham de estas piedras".

Remigio. Se dice que San Juan predicó junto al Jordán, cerca de aquel sitio en donde por mandato de Dios se pusieron doce piedras que se habían sacado del río. Puede suceder que, aludiendo a éstas, dijere que suscitaría hijos de Abraham de aquellas piedras.

San Jerónimo. En lo que indica el poder de Dios, porque el que había sacado todas las cosas de la nada, podría sacar de las piedras durísimas un pueblo.

La Glosa. Los primeros rudimentos de la fe consisten en creer que Dios puede hacer cuanto quiera.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 11,2. Sacar hombres de las piedras, es lo mismo que hacer que naciera Isaac de Sara. De aquí que el profeta dice: Mirad a la piedra, de la que habéis salido. Recordándoles esta profecía, les demuestra que ahora es posible que pueda hacer una cosa semejante.

Rábano. O, de otro modo, con el nombre de piedras se significa la gente que adoró las piedras.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 3. Además, la piedra dura aprovecha para la obra, y cuando ésta se ha hecho con ella, la obra no deja de existir. Así, la gente que ha creído con dificultad, permanece siempre firme en la fe.

San Jerónimo. Separaré de vosotros el corazón endurecido, y os daré un corazón de carne. En la piedra se significa la dureza, en la carne la blandura.

Rábano. De las piedras han salido los hijos de Abraham, porque mientras los gentiles creyeron en la descendencia de Abraham, esto es, en Jesucristo, fueron hechos sus hijos, y unidos a su descendencia.

Se sigue. "Ya está puesta el hacha a la raíz del árbol".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 3. El hacha es la ira cortante de la consumación, que habrá de cortar el mundo entero. Pero si ha sido puesta, ¿por qué no corta de antemano? Porque los árboles son racionales, y pueden hacer lo bueno o lo malo. Así, viendo el hacha puesta junto a las raíces, teman el corte, y hagan buenos frutos. Luego el anuncio de la ira, que es la colocación del hacha junto a la raíz, aunque no haga daño alguno, sin embargo, distingue a los buenos de los malos.

San Jerónimo. El hacha es la predicación del Evangelio, según Jeremías, que compara la palabra del Señor con el hacha que corta la piedra.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 20,9. El hacha es Nuestro Redentor que, constando de naturaleza divina y humana, representa la fuerza motriz, y la fortaleza en la economía de la redención, ya que, si bien aparece con forma humana, procede de la divinidad. Esta es el hacha puesta junto a la raíz del árbol, puesto que, si bien espera por la paciencia, conoce, sin embargo, cuanto ha de hacer. Todo árbol que no da buenos frutos, será cortado y arrojado al fuego (Mt 7) Porque cualquiera que obra mal encuentra preparado el fuego del infierno por haber despreciado el consejo de hacer buenos frutos de penitencia. Se dice que el hacha no está puesta junto a las ramas sino junto a la raíz. Cuando mueren los hijos de los malos son cortadas las ramas que no dan fruto, pero cuando sucumbe toda una generación con el padre, se corta todo el árbol por la raíz para que ya no puedan nacer los renuevos malos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 11,3. Cuando dice todo, excluye al primero, como por excepción. Como si dijese: Aunque fueses descendiente de Abraham, sufrirás la pena si permaneces sin fruto.

Rábano. Cuatro son las especies de los árboles: una es toda seca, a quien se asemejan los paganos; otra verde, pero sin fruto, a quien se comparan los hipócritas; la tercera verde y dando fruto, pero fruto envenenado, a quien se comparan los herejes; la cuarta también verde y dando buenos frutos, a quien se comparan los católicos verdaderos.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 20,9. Luego todo árbol que no dé buen fruto, será cortado y arrojado al fuego, porque siempre tiene preparado el fuego del infierno el que desprecia el hacer aquí buenos frutos.

MATEO 3,11-12


3311 (Mt 3,11-12)

"Yo en verdad os bautizo aquí en agua para que hagáis penitencia, pero El que ha de venir después de mí, es más fuerte que yo: cuyo calzado yo no soy digno de desatar. El os bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Ya tiene el bieldo (aventador) en su mano, y limpiará muy bien su era, y reunirá el trigo en su granero; pero quemará las pajas en el fuego inextinguible". (vv. 11-12)

La Glosa. Ya San Juan había explicado en las palabras que anteceden lo que más adelante predicó de una manera sintética sobre hacer penitencia. Le faltaba, pues, explicar lo que ya había dicho de la aproximación del reino de los cielos. Por ello dice: "Yo os bautizo en agua, para que hagáis penitencia".

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 7,3.

San Juan no bautiza en espíritu sino en agua, porque no podía perdonar los pecados. ava los cuerpos por el agua, pero no lava las almas con el perdón.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 10,1. Como no había sido ofrecida aún la hostia, ni se había perdonado el pecado, ni el Espíritu Santo había bajado sobre el agua, ¿cuál debería ser el perdón de los pecados? Pero como los judíos no conocían sus propios pecados y esto era para ellos la causa de todos sus males, vino San Juan invitándolos al conocimiento de sus propios pecados, y recordándoles la necesidad de hacer penitencia.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 7,3. ¿Por qué bautiza quien no puede perdonar pecados? Para que, observando la misión del cargo de precursor, preparase los caminos a Aquel a quien, como había sido su precursor en el nacimiento, lo prefigurase también bautizando también al que después debía bautizar.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 3. Fue enviado San Juan a bautizar para que predicase la presencia corporal del Hijo de Dios a los que viniesen a bautizarse, como él mismo dice en aquellas palabras: "Para que se sepa en Israel, que yo he venido a bautizar en agua" (Jn 1,31)

San Agustín, in Ioannem, 5,5. Bautizaba, porque convenía que Jesucristo fuese bautizado. Pero, ¿por qué no fue bautizado sólo Jesucristo por el Bautista, ya que éste había sido enviado para esto? Porque si sólo Jesucristo hubiese sido bautizado por San Juan, no faltarían quienes creyesen que el bautismo de San Juan era más meritorio que el de Jesucristo, ya que sólo Jesucristo era digno de ser bautizado por él.

Rábano. Bautiza, por lo tanto, para que, distinguiendo a los verdaderos penitentes de los que no lo son, con esta señal pudiesen los primeros hacerse dignos del bautizo de Jesucristo.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 3. Porque por lo mismo que bautizaba por Cristo, predicaba que habría de manifestarse a los que venían, y anuncia su poder supremo diciéndoles: "El que ha de venir después de mí, es más fuerte que yo".

Remigio. Debe saberse que Cristo ha venido después de San Juan de cinco modos: naciendo, predicando, bautizando, muriendo y bajando a los infiernos. Y con mucha razón se dice que Cristo es más fuerte que el Bautista, porque éste es un simple hombre, mientras que Cristo es Dios y hombre.

Rábano. Como si San Juan dijese: "Yo soy fuerte para invitaros a la penitencia; pero Aquél lo es perdonando los pecados; yo predicando el reino de los cielos, Aquél dándolo; yo bautizando en agua, Aquél en espíritu".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 11,4. Cuando oigas que es más fuerte que yo, no juzgues que digo esto por comparación, porque no soy digno ni siquiera de contarme entre sus servidores para tomar la menor parte, aunque fuese la más vil de su ministerio. Por ello añade: "Cuyo calzado yo no soy digno de llevar".

San Hilario, in Matthaeum, 2. Dejando a sus apóstoles también la gloria de extender la predicación, puesto que sus pies dichosos habían de anunciar por doquier la paz y la adoración que se debía a Dios.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 3. Por los pies de Cristo debe entenderse a los cristianos, principalmente a los apóstoles y a los demás predicadores, entre los que se encuentra San Juan Bautista. Los calzados son las enfermedades con las cuales, dice, están cubiertos los predicadores. Estos calzados de Cristo son los que llevan los predicadores, y San Juan los llevaba también. Pero dice que no es digno de llevarlos, para manifestar mejor la gracia de Jesucristo que sus méritos.

San Jerónimo. En otro Evangelio se dice: "La correa de cuyo calzado no soy digno de soltar" (Jn 1,27) Aquí se demuestra su humildad, allí su misión. Porque siendo Jesucristo el Esposo y no mereciendo Juan desatar la correa del Esposo, su casa no puede llamarse casa de descalzado, según la ley de Moisés (Dt 25) y el ejemplo de Rut (Rt 1,4)

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 3. Porque ninguno puede dar un beneficio más digno que lo que él mismo es, ni hacer una cosa que no sea él mismo, añade con mucha oportunidad: "El os bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego". San Juan, siendo corpóreo, no podía dar un bautismo espiritual y por ello bautiza en agua que es materia. Cristo es espíritu porque es Dios. El Espíritu Santo también es espíritu, el alma también es espíritu y por eso el Espíritu bautiza con Espíritu. El bautismo espiritual aprovecha, porque entrando el espíritu abraza el alma y la rodea como de un muro inexpugnable y no permite que las concupiscencias de la carne puedan vencerla. Sin duda, no hace que la carne no se levante contra el espíritu, pero retiene al espíritu para que no consienta en la tentación. Por lo mismo que Jesucristo es juez bautiza en fuego, esto es, en las tentaciones. En cambio un simple hombre no puede bautizar en fuego, pues tiene potestad para tentar aquel que puede remunerar. Este bautismo de la tribulación (esto es, del fuego), quema la carne para que no engendre las concupiscencias, pues la carne no teme las penas espirituales, sino las carnales. Por ello, el Señor manda sobre sus hijos tribulaciones carnales, para que temiendo sus propias angustias la carne no se complazca en hacer lo malo. Ya vemos que el espíritu rechaza las concupiscencias y no permite que prevalezcan. Por ello el fuego quema hasta sus raíces.

San Jerónimo. En espíritu y en fuego, porque el Espíritu Santo es fuego, que descendiendo se posa sobre cada uno de los apóstoles en forma de fuego. Así se cumple la palabra del Señor que dice: "He venido a prender fuego a la tierra" (Lc 12), porque al presente somos bautizados en espíritu y en adelante lo seremos en el fuego, según aquellas palabras del Apóstol: El fuego probará la calidad de obras de cada uno (1Co 3)

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 11,4. No dice, pues, "os dará el Espíritu Santo", sino "os bautizará en el Espíritu Santo". La misma argumentación metafórica de que se vale hace resaltar la abundancia de la efusión de la gracia. 1Por esto se demuestra también que sólo basta la voluntad, aun en la fe, para justificarse, y que no son necesarios los trabajos y los sudores; y así como es fácil ser bautizados, así por su medio, es fácil mudarse y hacerse mejores. En el fuego demuestra la vehemencia de la gracia, que no puede contrariarse, y para que se conozca que a semejanza de los antiguos y grandes profetas, puede transformar a los suyos. Por ello, pues, hace mención del fuego, porque muchas de las visiones de los profetas se verificaron por medio del fuego.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 3. Se desprende que el bautismo de Jesucristo no anula el bautismo de San Juan. Antes al contrario, lo confirma. Quien es bautizado en nombre de Jesucristo recibe ambos bautismos: el de agua y el de espíritu, porque Cristo era espíritu y tomó cuerpo para poder dar el bautismo corporal y el espiritual. El bautismo de San Juan, pues, no incluye en sí el bautismo de Cristo, porque lo menor no puede incluir lo mayor. Por lo tanto, el apóstol, habiendo encontrado algunos de Efeso bautizados con el bautismo de San Juan, los bautizó otra vez en nombre de Jesucristo, porque no estaban bautizados en espíritu. Por la misma razón, Jesucristo bautizó también a los que ya lo habían sido por San Juan, como asegura él mismo diciendo: "Yo os bautizo en agua, pero El os bautiza en espíritu". No se crea por esto que quien así se bautiza lo hace dos veces, sino una. Porque como el bautismo de Cristo es más excelente que el de San Juan, se daba un bautismo nuevo y no un bautismo reiterado, porque el antiguo terminaba en Cristo.

San Hilario, in Matthaeum, 2. Designa en el Señor el tiempo de nuestra salvación y de nuestro juicio, diciendo: "Os bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego", porque a los bautizados en el Espíritu Santo les falta ser consumidos por el fuego del juicio. De donde se desprende la expresión: "cuyo aventador tiene en su mano".

Rábano. Por el aventador, esto es la pala, se designa la discreción del justo examen que hace Dios teniendo la pala en su mano, esto es, la potestad, porque el Padre ha concedido al Hijo el supremo juicio de los hombres.

Sigue el evangelista: "Y limpiará su era".

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 3. Su era es la Iglesia, su granero el reino de los cielos, el campo es este mundo. Enviando, pues, el Señor a los apóstoles y a los demás maestros como segadores, cortó toda clase de gente del mundo y los reunió en su era, es decir, en su Iglesia. Aquí debemos ser trillados y cernidos. Todos los hombres se complacen en las cosas de la carne, como los granos en la aventadora. Pero el que es fiel y tiene sustancia de buen corazón, en cuanto lo agita la tribulación aunque sea de una manera leve, corre hacia el Señor despreciando las cosas de la tierra. Pero si tiene poca fe, apenas se dirige a Dios aunque la tribulación sea demasiado grande. Y el que es absolutamente infiel y está cerrado a la gracia, nunca se dirige al Señor por mucho que sea atribulado. El trigo, después de trillado, permanece confundido con las pajas en un mismo lugar, pero luego se avienta para que se separe de ellas. Así sucede en la Iglesia: los fieles permanecen junto con los infieles. Se mueve la persecución como si fuese un viento para que, agitados por la aventadora de Cristo, sean separados de lugar, los que ya se han separado por sus acciones. Y observa que no dijo "limpiará su era", sino que "la barrerá muy bien". Es preciso que la Iglesia sea tratada de muchos modos hasta que quede completamente limpia. Primero la aventaron los judíos, después los gentiles, más adelante los herejes, y por último, la aventará el Anticristo. Así como cuando el viento es poco no se limpia bien toda la cantidad de trigo, sino que las pajas pequeñas salen al viento con la aventadora, pero las grandes y duras vuelven a caer mezcladas con el trigo, así sucede ahora, cuando sopla de una manera suave la tentación, los hombres malos vuelven a sus culpas. Pero si se levanta una tempestad mayor, hasta los que parecen más resistentes salen también empujados por ella. Así es que se hace preciso que la tentación sea fuerte para que la Iglesia se limpie por completo.

Remigio. Dios limpia esta era, es decir su Iglesia, aun en esta vida, ya sea cuando los malos son sacados de la Iglesia por juicio de los sacerdotes, ya sea cuando son sacados de la vida por medio de la muerte.

Rábano. La limpieza absoluta y general de la Iglesia no tendrá lugar hasta el último día, cuando el Hijo del hombre mande a sus ángeles y quite de su reino todos los escándalos.

San Gregorio Magno, Moralia, 34,5. Porque después de la trilla de la vida presente, en que el trigo está escondido bajo la paja, la última avienta del juicio final separará perfectamente el trigo de la paja de tal modo, que ni las pajas puedan volver a mezclarse en el granero con el trigo, ni el trigo pueda jamás ser quemado en el fuego en que ardan las pajas. Y esto es lo que se sigue: "Y reunirá el trigo en su granero, pero quemará las pajas en un fuego inextinguible".

San Hilario, in Matthaeum, 2. Dice el Señor que esconderá el trigo, es decir los frutos perfectos de los que creen en sus graneros celestiales. Y que las pajas, esto es, la inercia de los hombres que no dan fruto, habrá de quemarlas en el fuego de su juicio.

Rábano. Pero existe diferencia entre las pajas y la cizaña. Las pajas proceden de la simiente del trigo, pero la cizaña procede de simiente diferente. Las pajas son aquéllos que, alimentados por los sacramentos, no permanecen fuertes. La cizaña son aquéllos que, por sus obras y por su profesión, se separan de la comunión con los buenos.

Remigio. Se llama fuego inextinguible a la pena de eterna condenación, ya sea porque nunca dejará de atormentar a los que una vez recibió, sin que estos puedan desaparecer, ya por diferencia con el fuego del purgatorio, que se enciende y se apaga por un tiempo determinado.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,12. Si se busca qué palabras fueron las que dijo el Bautista, si las que refiere San Mateo, o las que refiere San Lucas, o las que San Marcos, no creo que aquí deba esforzarse el ánimo, cuando se entiende prudentemente que estas sentencias son necesarias para conocer la verdad, cualquiera que sea el concepto bajo el que sean explicadas. Y esto se demuestra cuando no creemos que alguien miente, si recordando varios una cosa que han visto u oído, no la refieren del mismo modo ni con las mismas palabras con que fue indicada. Cualquiera que dice que se concedió a los evangelistas, por la virtud del Espíritu Santo, el que no se diferenciasen en el estilo, en el orden, ni en el Números, no entiende que tanto más se eleva la autoridad de los evangelistas cuando lo que ellos afirman con verdadera seguridad está puesto según el hablar de los hombres. Cuando uno dice: "cuyo calzado no soy digno de desatar", y otro: "desatar la correa de su calzado", se ve desde luego que sólo en las palabras se nota la diferencia. Con razón habría de saberse cuál de estas dos cosas dijo San Juan. Debe considerarse como verdadero lo que narra aquel que puede decir lo que el otro dijo. Sin embargo, aunque haya dicho lo mismo pero en otra forma, no puede afirmarse que haya mentido, porque puede juzgarse que dejando de tener en la memoria las palabras, dijo lo mismo pero en otra forma. Toda falsedad debe considerarse ausente de los evangelistas, no sólo en lo referente a aquel tipo de falsedad que viene a decir algo positivamente falso, sino también en lo referente a aquellas cosas que son fruto del olvido. Por lo tanto, aunque pueda haber diversidad de pareceres, en cuanto a la inteligencia de sus narraciones, debe sin embargo juzgarse rectamente de cada uno. Otro modo de considerar esto, es que San Juan dijo una y otra cosa, ya sea que lo dijera en distinto tiempo, ya fuese que repetía un concepto semejante. El Bautista, cuando habla del calzado del Señor en este texto, nada se proponía que no fuese ensalzar la excelencia de Dios y manifestar su propia humildad. Sea lo que fuere que se dijo, se expresa el mismo pensamiento, ya que se empieza con la misma significación de su humildad, aunque exponiendo en forma diferente el mismo sentido y por ende, no se difiere en la intención.

Es, pues, una regla útil y que debe retenerse en la memoria, que no hay mentira cuando uno explica la intención de aquél de quien habla, aunque use alguna palabra que el otro no dijo, siempre que exprese el mismo sentido de las palabras pronunciadas. Por lo cual decimos que la interpretación sana no debe buscar sino la intención del que habla.


Catena aurea ES 3304